Los Temerarios... (Luigi Cancrini)

Notas del libro: “Los temerarios en las máquinas voladoras” Estudios sobre las terapias con toxicómanos De Luigi Cancri

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Notas del libro:

“Los temerarios en las máquinas voladoras” Estudios sobre las terapias con toxicómanos De Luigi Cancrini Haley evaluó considerar algunas formas de conductas toxicómanas como una variante de las crisis (psicóticas o no) con que ciertos jóvenes adultos manifiesta la dificultad de emanciparse del grupo familiar. Todo tipo de locura es manifestación de una organización que funciona mal, y es tarea del terapeuta modificar ese mal funcionamiento. Los signos que lo demuestran son: a- un equilibrio basado en la subversión, el desorden caótico y en la mistificación de las relaciones jerárquicas y las alianzas entre miembro de la familia b- la “insuficiencia funcional” de uno de sus miembros definido como “enfermo” (inadecuado a su rol, edad, función dentro de la familia y fuera de ella) c- el efecto estabilizador que tiene “el enfermo” en “esa organización” d- el efecto estabilizador de las “terapias” que “confirman” las convicciones de esos grupos El “loco” se comporta como alguien que responde de manera “adaptada” a la particular comunicación familiar. 1- acaban llevando los agentes de control al seno de sus familias 2- no son autosuficientes Se pensó en el comportamiento, procesos de pensamiento y ansiedad de una persona, como respuestas a la comunicación en la que se halla inmerso. La eficacia de la intervención terapéutica deriva de orientarse a esa estructura de base. Y el fracaso, o por dirigirse “solo” al “enfermo”, o por proponerse “autoridad” en la jerarquía familiar (desresponsabiliza y estabiliza el sistema – evita el cambio). No fomentar la complicidad de los padres. Ayudar a recuperar (y sostener) una posición digna y unitaria frente a las debilidades, prepotencias o extorsión del hijo. Olievenstein propone considerar la relación entre organización psicológica del individuo y las reglas de conducta familiar, reforzándose recíprocamente, los dinamismos personales e interpersonales. Interviniendo en la “organización actual” de la familia del adicto, se puede romper el círculo vicioso forzando a los padres a definir, con su actud concreta el límite y el diseño de su persona, delineándose a sí mismos (especialmente la madre) respecto del hijo y de un tercero (habitualmente el padre) con dignidad (como persona y en cuanto a su función), permitiendo al hijo ser reconocido como persona a través de pedidos dirigidos directamente hacia él: tomar en cuenta a los “otros” como individuos, y dejar a la “enfermedad” y a la “droga” como explicación de conductas y elecciones. En una fase inicial, el objetivo se centra en lo relacionado con el abandono de la droga. Tener una actitud “unitaria” ante el hijo, dejando para otra fase, el tratamiento de sus problemas de pareja. Involucramiento del “padre periférico”. Importancia crucial de la “convocatoria terapéutica” a familiares resistentes al tratamiento: contactar, disuadir, insistir, en la convocatoria de los familiares (o referentes, a convenir con los familiares), con el cuidado de no resultar acusatoria, neutral y persecutoria, ya que son interpretadas y usadas por ellos según sus propias reglas. Muchos rechazos se originan en el “error” (omisión, fuera de lugar, de tiempo, etc.) del terapeuta. Por ej.: - evitar convocar al padre a través del padre o el hijo - atención al desarrollo de las tendencias y expectativas del padre sobre la validez de la necesidad de su intervención en primera persona

- ayudar a la madre a expresar su necesidad de ser ayudada El funcionamiento de esta primera fase pone en movimiento la crisis de la familia, poniéndose a prueba la capacidad del terapeuta: la familia puede inducirlo a perder de vista el motivo inicial del tratamiento introduciendolo a otros difícilmente obtenibles a corto plazo Importancia crucial en el tratamiento del toxicómano de la alianza “tratamiento/familia”. Se subraya lo decisivo de “activar y sostener” las capacidades de los padres, y la “restitución en sus manos” de lo delegado en los terapeutas. Que conceptualicen las conductas del hijo no como “enfermos” (ellos deberían ser especialistas), ni como “delincuentes”, sino como “problemas al alcance de ellos”.