Los Dirigentes Ocultos Del Mundo (Raymond Bernard)

LOS DIRIGENTES OCULTOS DEL MUNDO por Raymond Bernard A MANERA DE PRESENTACION Este libro fue escrito a mediados de los

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LOS DIRIGENTES OCULTOS DEL MUNDO por Raymond Bernard

A MANERA DE PRESENTACION

Este libro fue escrito a mediados de los 60s, siendo Ralph M. Lewis Imperator de AMORC y el autor era Gran Legado Supremo para Europa y Gran Maestro para los Países de Habla Francesa.

¿ AQUI O ALLA? La tradición siempre hace referencia a un gobierno oculto del mundo, y a este gobierno con el transcurso del tiempo se le ha dado distintos nombres y lugares de residencia. En el último siglo Saint-Yves d’Alveydre por la primera vez posiblemente se refirió a él de una manera tan explícita, precisa y con abundancia de detalles. Su obra salió a la luz en buen momento y supe luego de la mejor fuente autorizada que efectivamente, como él mismo lo informa, había recibido instrucciones precisas para publicar dichas revelaciones. La utilización tendenciosa de algunas informaciones dispersas, pero fundadas, por algunos “aventureros de lo oculto”, más interesados por su popularidad o por su éxito financiero que por la verdad, exigía una aclaración. También se encontraban aquellos que al no comprender nada de nada y persuadidos de su “iluminación” o de las “revelaciones” que les eran transmitidas, decían, de Arriba o de tal o cual maestro o guía, difundían extrañas teorías que, como suceda a menudo, tenían una atracción increíble pero real en ciertos buscadores extraviado siempre en busca de una “novedad” imposible en el hundiente pantano de lo “maravilloso” incontrolado. Hacía falta pues restablecer la verdad, aunque fuera parcialmente, por lo que Saint-Yves d’Alveydre levantó un extremo del velo que cubría al Agartha, tal como el Agartha se encontraba en e! momento en que escribió su obra, y tal como en ese entonces estaba constituido y llevaba sus actividades. Se supo también de otras fuentes que la “sede” de ese gobierno oculto del mundo se encontraba en ese entonces establecida, en el desierto de Gobi. Hasta ahí se supo. Se trata de hechos verídicos en su comienzo, que, como nuestro mundo, están en perpetuo movimiento y transformación. Los hechos evolucionan y su contenido cambia. Lo que era verdadero hace algunas décadas, está hoy pasado. Todos aquéllos que en la actualidad tienen interés en estos temas particulares conceden .a las informaciones de Saint-Yves d’Alveydre el mismo crédito de antes y, sin reflexionar, admiten implícitamente que nada ha cambiado desde entonces. Sé que soy el primero en hacer a este respecto nuevas revelaciones y tengo consciencia acerca de la importancia de la responsabilidad que asumo por ello, por demás está decir que, lo mismo que Saint-Yves d’Alveydre, no me hubiese atrevido a hacer tales revelaciones sin permiso. Pongo pues en claro que el gobierno oculto del mundo (tema sobre el cual volveré más adelante en detalle, con motivo de uno de mis encuentros insólitos) no es ya, de ninguna manera, lo que fue hace unos treinta alías. Además, ya no se encuentra en el desierto de Gobi. En todo sentido, como lo veremos, se tiene en cuenta las condiciones del mundo moderno y así fue siempre en una progresión lenta para un ajuste constante a las nuevas condiciones. Pero creo llegado el momento de relatar un primer encuentro insólito.

Capítulo 1

PRIMER ENCUENTRO Entre las funciones que desempeño, como todos saben, existe la de que debo viajar mucho. Durante algunos años luego de haber establecido en todo el territorio de mi vasta jurisdicción las logias, capítulos y pronaoi necesarios, después de haber elaborado las estructuras de la Orden Rosacruz A.M.O.R.C., tal como las conocemos ahora, tenía todavía un trabajo de organización, supervisión y traducción demasiado absorbente como para poder aceptar todas las invitaciones que me hacían llegar los grupos subordinados a los que había dado existencia. Sin embargo. llevaba a cabo visitas cortas a puntos cercanos, pero estos desplazamientos me proporcionaban la única y gran alegría de ver a nuestros miembros y dar una charla en su logia, capítulo o pronaos, o bien presidir los primeros congresos locales. Fuera de las visitas excepcionales que me hacían a la Gran Logia y por supuesto las tan apreciadas del’ Imperator de nuestra orden, no tuve durante’ este período ningún encuentro “insólito” y de hecho, ni lo esperaba. Por cierto, me encontraba demasiado ocupado y todo mi tiempo lo destinaba a cumplir mi pesada tarea diaria.

Seguramente también esperaban que “yo pasara mis pruebas”. El “gran” periodo de mis “grandes” viajes comenzó en 1960 con dos visitas indispensables a Leopolville (ahora Kinshasa) y a Brazzaville, con una incursión por el Sud Kasai. Estos viajes fueron “sin historia” en cuanto a hechos como los que nos interesan aquí y durante cuatro años resultó de igual manera. Como ya dije, no estaba a la espera de nada y no experimentaba por lo tanto ninguna decepción.. Al contrario estaba lleno de alegría ante el extraordinario desenvolvimiento de mi jurisdicción que se había convertido por su importancia, en la segunda del mundo. Además, mi función, y por así decirlo, la “gracia de estado” me conducían a actuar con gran prudencia. Llamado por cierto desde muy joven a la senda rosacruz, muchas circunstancias y visitas no me sorprendían en absoluto, las que sí hubieran asustado al hombre de la calle. Hacía falta mucho más que lo extraño para sorprenderme, pero lo insólito se encontraba ya en el umbral. 21 de mayo de 1964. Un viaje corto me reclama a Londres y me dirijo a Orly para tornar el avión de las 14 horas. Todo está normal y estoy bastante contento por haber conseguido mi lugar preferido en la primera fila. Noto curiosamente que el asiento vecino al mío permanece libre, con todo que es un lugar apreciado y que el avión sin duda quedará completo. Al volver ligeramente la cabeza veo entre otros a un oriental que trae un turbante. Noto que el turbante es azul y me doy cuenta luego que es de gasa ligera. Un oriental, sin duda hindú, que vaya a Londres, no tiene nada de particular y me olvido de ello hasta el momento en que alguien se sienta en el asiento vacío al lado. mío; se trataba del oriental que acababa de ver. Su cara ancha rodeada de barba y sus ojos vivos me recuerdan a alguien. Todo sucede muy rápido en mi mente y atribuyéndolo a la “locura del ambiente, trato de interesarme en los documentos que traigo, pero no lo consigo. ¡Súbitamente, me recordé! Fue en Bruxelas, hace algún tiempo, que vi a este hombre. Estaba haciendo un recorrido por la ciudad con gula turístico y él se encontraba a unos asientos más adelante en el autobús. En una de las estaciones estaba cerca de él mientras el guía daba unas explicaciones. Me sonrió cortésmente y, al subir al autobús lo empujé por descuido, por lo que me disculpé. Creí escuchar “nos veremos luego”, pero supuse haber oído mal, pues ¿cómo podría volver a encontrarme con alguien que no conocía para nada?. Había olvidado el incidente. Todo esto volvía a mi memoria y pensé “cuan chico es el mundo”. Mientras despegaba el avión, hecho un vistazo a mi vecino; me sonríe y hago lo mismo. Entonces, en un francés impecable me dice: —“ ¡Ya ve que debíamos reencontramos!” Hago un verdadero esfuerzo para contestarle: —“ ¡Tiene usted una excelente memoria, señor!” Su respuesta es abrupta: —“ ¡No se trata de memoria, sino de otra cosa!” Me puse en guardia, pero curiosamente calmo le dije: —“De veras?” Prosigue: —“Disponemos de poco tiempo, pues en el aeropuerto de Londres lo dejaré. Además sólo le daré alguna información. Otros harán lo demás. Toda introducción es inútil y usted es quien es con razón. Reciba con simplicidad, porque nada de lo que sabrá puede dañar su obra o interferir con ella. Usted se halla en una senda aprobada y apreciada, su Orden representa el mañana. Sea fiel y consérvela en su pureza e integridad”. “Seguramente oyó hablar del Agartha, pero en adelante este nombre no es el apropiado. El nombre verdadero y definitivo será conocido únicamente por un “pequeño núcleo’ y no debe ser transmitido. Este nombre es A… ¡Gobierno, oculto del mundo! ¡Qué impropia es esta expresión! Y sin embargo, cómo define bien al “Alto Consejo” y a los doce que lo componen! El error cometido en todas las épocas consistió en creer en la eternidad de los miembros del Alto Consejo. El Alto Consejo es eterno, pero sus miembros son mortales como usted y yo. Sólo su “conocimiento” los hace diferentes, su conocimiento y su extraordinaria visión y comprensión del porvenir de este mundo. Cuando un miembro muere, el que ha sido “elegido” para sucederle lo reemplaza de inmediato y durante tres meses se familiariza con el “conocimiento” y “la experiencia” dejados por su antecesor. Entra también por la primera vez en contacto con los miembros reunidos del Alto Consejo. De esta manera la transmisión es ininterrumpida. Esta es la verdad al respecto. Nuestra responsabilidad es considerable, pero la asumimos en el conocimiento . .“ Interrumpo a mi interlocutor: — “Acaba usted de decir en varias ocasiones “nosotros”. ¿Es usted miembro del Alto Consejo?” Pareciendo no haber entendido, prosiguió: — “El Alto Consejo conoce el último punto que alcanzará este mundo en su evolución. Conoce las etapas. Hay quienes, en los círculos de iniciados, conocen algunas, la era de Piscis o la de Acuario, por ejemplo, pero existen otras que jamás nadie conocerá, con la excepción del Alto Consejo. ¿El papel esencial del Alto Consejo? Velar para que cada etapa se cumpla en el tiempo requerido y adelantar o retrazar, según el caso. Con mayor frecuencia el Alto Consejo debe empeñarse en “adelantar”. La humanidad es libre de alcanzar el término de una etapa por sus propias. vías, pero el nuevo punto debe ser conocido tal como fue establecido y

es en este sentido que debe velar el Alto Consejo. Naturalmente, tiene los medios para influir sobre los acontecimientos y ve más allá de los incidentes, inevitables por culpa de la humanidad y la dificultad que experimenta en adaptarse sin tropiezos a nuevas condiciones. Estos medios no pueden ser revelados, pero usted los comprenderá fácilmente. El Alto Cónclave ese/brazo más alto de la Invisible Permanencia, por así decirlo, o mejor dicho de Seres de jerarquía más elevada. El universo constituye una unidad de la que cada cosa y cada ser es un eslabón. Algo más: los miembros del Alto Consejo se reúnen en asamblea cuatro veces por año, por períodos fijos. Cada uno de ellos se relaciona con los demás cuando así lo desea durante todo el año...” ¿Los miembros del Alto Consejo tienen una profesión, digamos . . . profana?” — “Esto no está prohibido, pero en tal caso debe darle la posibilidad de contestar en cualquier momento, a cualquier llamado y llevar a cabo cualquier misión, aún imprevista...’ — “Estos miembros del Alto Consejo pueden tener una responsabilidad política?” —“iNo! Es la única prohibición. Aún la posibilidad de una profesión fue una decisión relativamente reciente; fue tomada el 27 de diciembre de 1945 en el curso de la última reunión periódica. Una profesión no es necesaria en ningún sentido para ninguno de los miembros del Alto Consejo. Es más bien una ocupación, aunque a veces facilita la obra... Pero me imagino a lo que se refiere cuando pregunta sobre política — ¡sin duda a la pretendida sinarquía! ¡Que error! ¡Cuan absurdo es ésta concepción de algunos autores! Sería llevar a un nivel muy bajo la misión cósmica del Alto Consejo. La política es asunto de los “hombres”. En ocasiones sirve a nuestros designios y otras veces no. La seguimos dé cerca en el mundo entero y sacamos nuestras conclusiones, es todo. Por cierto que si ella entorpece la evolución mundial, intervenimos pero con medios que no tienen nada que ver con la política. Resultan siempre más eficaces. En cuanto a la sinarquía es también un asunto de los hombres, de algunos hombres movidos por apetitos digamos.. . . materiales. No tenemos ningún punto, en común, ningún lazo con semejante empresa. Cualquier otra concepción es pura ficción, pero ¡que importa!” — “Estoy enteramente sorprendido que de pronto, en un avión, lugar público donde oídos indiscretos pueden enterarse de nuestra conversación, y prácticamente sin conocerme, usted me haga sin control alguno, semejantes revelaciones. Sé y siento que usted me habla con la verdad; experimento claramente una situación de confianza y seguridad. Pero ¿por qué a mí y por qué aquí? — “¿Es a usted, Raymond Bernard, que debo enseñarle que el azar no existe y podría usted suponer que hubiera entregado dichas informaciones a cualquier desconocido? ¿Por qué a usted? Tal vez debido a lo que es usted, quizá por otros motivos. ¿Por qué aquí? Porque debe ser así. En cuanto a lo demás, tranquilícese. Nadie nos ha oído. Una vez más, acepte con sencillez”. Quiero formular otras preguntas, pero me detiene: — “Es suficiente, dice, no debo agregar nada más. Además, llegamos. ¡Otros tal vez, vengan . . . Londres! ¡Pienso siempre en Copenhague en diciembre, cuando llego a Londres!” Apenas descendimos en el aeropuerto, detiene el paso y me dice: — ¡“Hasta la vista. Que Dios y nuestros Maestros bendigan nuestra comunión!” Impresionado por estas palabras, extraídas una a una del Liber 777, respondo emocionado. — “ ¡Que así sea!” Con el pulgar doblado coloca tres dedos de la mano derecha en su frente. Me alejo y volviéndome rápidamente en una última mirada, lo veo dirigirse lentamente en la misma dirección para cumplir con las formalidades de aduana. ¡ Cómo me hubiera interesado ver su pasaporte! Era un hombre alto, robusto, la cabeza rodeada por un turbante de gasa azul claro, llevaba un traje marrón . - ¡Un hombre entre tantos! No volvería a verlo hasta meses más tarde, el 28 de diciembre de 1964; veremos en qué circunstancias. En Londres tuve un excelente sueño, la noche de este primer encuentro insólito. Un sueño tan profundo que a la mañana siguiente creí haber soñado . . .iy sin embargo!

Capítulo 2

SEGUNDO ENCUENTRO No me gusta Copenhague en invierno. El frío es demasiado intenso y la naturaleza en la presente encarnación me dotó de un cuerpo refractario á las temperaturas demasiado bajas. Esto no ha sido un impedimento para

trasladarme a Dinamarca cuantas veces el servicio de nuestra Orden así lo requirió, ¡y siempre fue en invierno! No sé por qué no comprendí de inmediato la indicación que me dio mi primer interlocutor cuando me comunicó ¡que pensaba en Copenhague en diciembre cuando llegaba a Londres! Quizás me encontraba aún demasiado impactado por su información. Fue a mi regreso a París que lo recordé. No me imaginaba qué motivos podrían llevarme a Copenhague siete meses más tarde, pero no dudaba que si debía enterarme allá de algo importante, las cosas se arreglarían por sí solas. Además; considerando esto como una prueba, no hice nada para favorecer este viaje. Transcurrieron los meses y hacia el 10 de diciembre de 1964 recibí instrucciones para viajar a Copenhague por un asunto importante relacionado con nuestra Orden. Debía llegar a mi destino el 27 de diciembre, a más tardar. Fui. Adivinarán con que interés tomé lugar en el avión y con que curiosidad esperé ver a mi interlocutor insólito. Queriendo, a manera de juego, reservarme una sorpresa suplementaria, cerré los ojos y esperé pacientemente, concentrándome de forma intensa en la Gran Logia. Cuando abrí los ojos, el avión acababa de despegar. Ávidamente, miré hacia mi vecino...; Era una niña de unos doce años y dudé que en el- tipo de comunicaciones que me fueron hechas, la elección recayese e una niñita! Comencé a leer el último número de la revista El Rosacruz y el resto del viaje transcurrió normalmente. . . y sin novedad. El Royal Hotel de Copenhague está situado en Hammerichsgade 1. Está cerca del centro de la ciudad y además sus amplios salones, en especial el vestíbulo permiten discretas conversaciones. Tenía la impresión de que sería en este sitio que se produciría mi segundo encuentro insólito. Verdaderamente, no me imaginé otro lugar distinto a éste. Como tenía que cumplir mi misión, decidí que sería ésta una segunda prueba: esperaré en el vestíbulo únicamente durante los períodos de tiempo libre de que dispusiera. Al día siguiente de mi llegada, de 9 a 10,30 Hrs. de la mañana permanecí sentado en un sillón giratorio a la vista de la puerta de entrada principal. No ocurrió nada. Al día siguiente nada aún, ni por la mañana, ni por la tarde desde las 18 a 19 horas. Llegué a suponer que había concedido a las palabras de mi primer interlocutor, un sentido que no tenían.., A la mañana siguiente, hacia las 9,30 Hrs. cuando ya me disponía a bajar para “montar guardia” en el vestíbulo, sin mucha esperanza, sonó el timbre del teléfono en mi habitación. El conserje me enunció que me esperaba el “Señor Jans”. Como no conocía ningún “Señor Jans”, supuse enseguida que se trataba del nuevo encuentro esperado — encuentro insólito donde todo transcurre de una manera distinta, ya que la espera “organizada” había sido inútil. Bajo de inmediato. El vestíbulo está casi vacío. En el momento en que me acerco al escritorio del conserje, un hombre se levanta de uno de los sillones y me mira fijamente. Me dirijo hacia él: “¿Es usted el señor Jans?” Toca rápidamente su frente con los tres dedos de la mano derecha, el pulgar doblado hacia el interior. Me inclino ligeramente sin dar la mano. Estas personas dan la impresión de ignorar por completo el “apretón de manos” Un día deberé preguntarles por qué. “Venga señor Raymond Bernard”. Lo sigo. Desde que lo vi tuve el mismo sentimiento de seguridad y confianza. Habla el francés perfectamente, pero su acento es. indefinible, tal vez eslavo. Viste con distinción. Su rostro delgado esta coronado por una abundante cabellera blanca. Sus ojos son de un azul metálico, Es más o menos de mi estatura. Afuera nieva. Un coche espera. El “Señor Jans” da una instrucción en danés al chofer y salimos. No habla mucho algunas palabras de tanto en tanto cuando pasamos delante de un monumento o de un edificio-histórico. Conozco bien Copenhague, lo escucho distraídamente, pero lo observo. Sonríe curiosamente; su boca permanece cerrada, solamente sus párpados se arrugan un tanto. El hombre es incuestionablemente enigmático. Me pregunto a dónde vamos. Atravesamos ahora las afueras; no puse atención al recorrido y no sé donde nos encontramos. El coche se detiene delante de una casa de aspecto común, difícil de distinguir de las demás, como sucede a menudo en los países nórdicos. El edificio es sin embargo de buen aspecto y estructura sólida. Bajamos. Ignoro si el “Señor Jans” tocó el timbre, pero la puerta se abre. Observo la fachada, pero no hay placa alguna, nada. Entramos. La casa parece vacía. Mi anfitrión me conduce hacia un pequeño salón. La pieza es extraordinaria. Creo penetrar en un mundo diferente. Me resultaría imposible describirla en detalle y aún una descripción no aportaría nada al ambiente que ahí reina y lo que de él emana. Esto es, la atmósfera vibratoria, lo que cuenta allí. Todo parece bañado en una luz violeta creada por las cortinas que esconden las ventanas y por una pequeña lámpara encendida en uno de los rincones del salón. En las paredes dos cuadros, pero no puedo distinguirlos con perfección. En cambio, sobre una pequeña mesa delante del sillón donde me ubico, veo un marco blanco con la fotografía de un hombre vestido de gris, cuyo rostro es fascinante; parece tener unos cuarenta años, es moreno, pero sus ojos son tan claros que parecen vacíos en la fotografía. Es impresionante. El “Señor Jans”, sentado frente a mí desde hace un momento, me mira fijamente, pero no hace ningún

comentario acerca del interés que pongo en la fotografía y no me atrevo a formular pregunta alguna. Espero y luego de algunos instantes dice: “Para usted seguiré siendo el “Señor Jans”. No hace falta ninguna presentación. ¿Que importan los nombres y personalidades en la obra nuestra? ¡Lo esencial y lo relativo, dos términos opuestos, dos extremos! Se debe elegir uno u otro. Lo relativo debe dejarse para el mundo del que emana. Nuestra razón de ser es esencial. ¡Seamos pues, nosotros mismos, “esencia”! En esta misma habitación donde nos encontramos se reunió ayer el Alto Consejo y es por eso que quise tener esta conversación con usted, aquí. Naturalmente, no se trata de ponerlo al corriente de los temas examinados ayer. A toda reunión del Alto Consejo le siguen en el mundo: circunstancias de una importancia considerable y nadie, salvo el Alto Consejo, debe examinarlas o poder considerarlas contrariamente a como aparecerán al gran público. Voy a continuar con usted la conversación que tuvo entre París y Londres con otro responsable del A. . . Conozco lo que le fue comunicado, pero tal vez sea menester volver sobre ciertos puntos en el transcurso de mis explicaciones. Ante todo, acepte con humildad. Escuche, medite, pero no cambie nunca ni una palabra de lo que se le transmita, si un día le es permitido hablar. “El Alto Consejo, el A... está, como usted sabe, compuesto de doce miembros y tiene ya algunos datos fundamentales sobre ellos. Este Alto Consejo se asemeja a un gobierno en su estructura, más bien a una dirección colegiada, pero la jerarquía es allí estricta. Por supuesto, no podría nunca darse el caso de que algunos quisieran “derribar” a otros. No existen, en el Alto Consejo, preocupaciones semejantes. Cada uno está en su Jugar, ligado, fundido a los demás y cumple su misión como debe. El jefe del Alto Consejo no tiene título propiamente dicho. Hace un tiempo, algunas informaciones que pudieron “filtrarse” al exterior lo hicieron considerar como “el rey del mundo’. Rey, por supuesto que lo es, y aún más, por el poder absoluto y las responsabilidades de su cargo, pero nunca tuvo ese título. Para nosotros es “Maha” y ese nombre tiene para nosotros un valor tan sagrado que ningún otro término podría sustituirlo. Debo puntualizar que tiene también un significado muy particular y querer compararlo con otros términos parecidos o interpretarlo de acuerdo a estos últimos sería engañarse con el error más absurdo. Maha es nuestro venerado jefe. Su sabiduría es profunda, su universalidad total y su comprensión absoluta. Es de una bondad única que el mundo no sabría comprender, o admitiría mal, pues el mundo sólo admite la bondad cuando le atañe a él, si no la considera debilidad. Maha, sin embargo, es duro e inexorable para quien falte a la palabra dada. Perdona al hombre; no olvida la falta. Maha es, por así decirlo, nuestro presidente. El segundo en rango, cumple una función similar a la de un secretario general en el seno de un gobierno presidencial. Es el brazo derecho del presidente, Maha, y lo sigue por doquier. Es él, quién si fuese necesario, nos transmite las instrucciones especiales de Maha. Los otros diez miembros del Alto Consejo son comparables a vuestros ministros. Cada uno se ocupa de una gran rama de la actividad humana: economía, educación, justicia, etc., con un ministro especial, el de la religión y cultos que incluye tanto a las grandes congregaciones religiosas, como a la religión de la tribu de un clan apartado. Por extraño que le parezca, las órdenes tradicionales, entre las cuales está la vuestra, dependen de educación, pues este término es empleado por nosotros en su sentido más puro”. “Tal vez se pregunte cuales pueden ser los medios de acción del Alto Consejo. Es natural esta pregunta, pues ¿de qué podría servir tal “gobierno” en un territorio tan vasto como el planeta si está constituido solamente por doce miembros, incluido nuestro venerado Maha, que se reúnen de vez en cuando para evaluar y decidir, si esta evaluación, esta determinación y esta decisión no pueden encontrar un campo de aplicación? Algún otro le comunicará tal vez un día los medios llamados por el mundo “supranormales” de los que nos servimos, cómo y por qué. Permaneceré, por así decirlo, en el plano operativo exterior. Mi predecesor le dijo que no intervenimos en los asuntos interiores de los Estados. Quiso decir en especial que para el Alto Consejo no existen los Estados, como tales. Para él no existe más que el mundo en calidad de planeta y su progresión uniforme a través de los ciclos con el fin de procurar para los hombres el marco y el medio de las experiencias y conocimientos que son la trama de su progresión individual y colectiva” “Por lo tanto, y esto es importante, si un determinado Estado parece retrasarse en relación con la progresión general esperada, o adelantarse, creando así una discordancia, tanto en un caso como en el otro, el Alto Consejo por los diversos medios de que dispone, restablecerá el equilibrio y esto tendrá por resultado que los responsables locales deberán ajustarse y ajustar las condiciones con los medios de que dispongan ellos mismos, a. la situación que habremos creado en el interés universal. Es evidente que ellos ignorarán siempre por qué se encontraron ante tal condición, pero deberán reaccionar y adaptarse a esta situación. Desde luego, no existe ninguna preferencia por uno u otro Estado en el móvil nos anima. Conocemos la “norma general” y

por así decirlo, evaluamos la “nota” de cada Estado en relación con dicha norma. De ahí nuestra intervención, si fuese necesaria, y su grado de vigor”. “Le diré de paso que Suiza es el único país del mundo cuyo “ritmo” es normal desde hace siglos. No tuvimos motivos para “intervenir” desde hace mucho tiempo, salvo dos o tres veces en el plano económico, pues se había replegado sobre ella misma en ese aspecto. Tuvimos entonces que favorecer la “necesidad” de una mano de obra extranjera a fin dé restablecer el equilibrio, lo que todavía se encuentra en curso, pero hacia 1968 la estabilidad quedará normalizada”. “Se sorprenderá de saber que nuestro venerado Maha no es desconocido por los Grandes de este mundo. Por “Grandes” quiero decir los más altos responsables de las naciones grandes o pequeñas. Sin embargo, no todos lo conocen y algunos nunca oyeron hablar de él. Para usar un eufemismo, es conocido solamente por los “estables”, quienes debido a su personalidad representan una garantía de que mantendrán por su acción, el “ritmo” y sobre todo, que sabrán durar. No resulta difícil para nuestro Maha determinar quien posee también la cualidad esencial que es la discreción. A menudo, Maha será conocido por ellos bajo un nombre y cualidades “exteriores” que no tienen nada que ver con su responsabilidad real. Pero, debido a lo que representa “por fuera”, será recibido y “escuchado” con frecuencia. A veces Maha se revela a un gran responsable en su verdadera personalidad, pero esto es raro. Sé que uno solo lo conoce en la actualidad de esta manera y la influencia de Maha sobre él es considerable. iNo! No me pregunte su nombre. No olvide la impersonalidad de nuestra gran obra”. “Paralelamente a la influencia muy real y eficaz de Maha, está por cierto la influencia y acción de sus once colaboradores. En un menor grado y a niveles menos elevados, nosotros también operamos, pero bajo la supervisión de Maha. La eficacia de nuestra acción es grande, siempre teniendo en cuenta las reacciones e incertidumbres humanas, las que a veces obligan a otras “intervenciones” por parte nuestra. Lo que acabo de referirle es la acción directa, para usar una expresión muy empleada en este siglo. Pero el Alto Consejo tiene su administración y voy a aclararlo”. “Hubo un tiempo en que aproximarse a los “Grandes” no resultaba una empresa compleja. Un nombre verdadero o supuesto era suficiente con tal que fuera acompañado de una fortuna real o aparentemente importante. Como la orden venía de la cima, era en la cima que se debía poner atención. Cada país vivía de manera relativamente cerrada. El poder y la actividad principal se encontraban en el “centro”. En esa época algunos enviados resultaban suficientes y no hubo nunca más de doce, algunos de los cuales han dejado un nombre o rastro en la historia. Reconsidera el personaje del “Conde de Saint-Germain”, por ejemplo, o el de “Cagliostro” a la luz d esta explicación. IComprenderá entonces mejor la misión de ellos! En la actualidad la situación es diferente. Los pueblos se mezclan en un vaivén incesante. Los gobiernos se consultan. Los contactos se multiplican. Es un progreso considerable, como estaba previsto. Pero nuestra acción tenía que tomarlo en cuenta”. “El 21 de marzo de 1933 el antiguo Maha, desaparecido de este plano cuatro años más tarde, había comprobado en una reunión periódica, que era menester ajustarse, en nuestro proceso operativo, al mundo del mañana; trabajos y estudios fueron hechos en tal sentido, pero la fecha capital fue la del 28 de diciembre de 1945, cuando nuestro Maha actual autorizó a los miembros del Alto Consejo para desempeñar funciones . . . digamos profanas, por supuesto no le diré cuáles, pues sería a la vez inútil y absurdo. Sin embargo, le será fácil comprender que no podría tratarse de una situación que implique una responsabilidad política central. En el corazón de una administración profesional, u otra distinta, es evidente que hay información y que el impulso dado de regreso es eficaz. Deducirá con razón que también en la escala mundial quedó establecida una gran red que forma un todo perfecto. Esto no significa que fuera del personaje central, que es uno de los miembros del Alto Consejo, cualquiera esté al corriente. Nadie lo está. Pero usted tiene suficientes ejemplos “exteriores” y por lo tanto no insistiré”. “Tal vez piense que doce miembros en el Alto Consejo es poco para la misión que desempeñan. Créame que no es el caso, nuestra organización es perfecta. Estoy seguro de que no lo pone en duda. Agregará algo más: No olvide lo que le dijo el que lo entrevistó antes que yo, o evaluará mal nuestra obra. Recuerde que no somos “políticos” en el sentido que el mundo entiende. Ubique nuestra acción en el bien y en el contexto universal. Lo que ahora sabe lo coloca en condiciones de tener una visión de conjunto real de nuestro trabajo al servicio del mundo. Con estas explicaciones nunca dadas antes a alguien, podrá entender mejor lo que sucede en un mundo que se volvió pequeño. Sepa resolver cada acontecimiento importante con estas llaves fundamentales. Le recuerdo, acepte con humildad . .

— “Puedo hacerle una pregunta: Y las Naciones Unidas?” — “Otro, tal vez, le dé la respuesta algún día. Lo que debía decirle personalmente concluyó y creo haber sido más locuaz que mi predecesor, pero así estaba previsto. Aunque la alusión era bastante clara, usted debió determinar donde tendría lugar el presente encuentro. Es cierto que el resto fue “favorecido” por nosotros. No tendrá que deducir el lugar del próximo encuentro. Será Atenas. ¿Cuándo y cómo? Quedará aclarado cuando llegue el momento, de manera que no hayan dudas. Como por cierto supone, no existe el “azar” en lo que concierne al Alto Consejo. Bien, mi chofer le acompañará”. Nos levantamos. Cerca de la puerta lleva nuevamente los tres dedos de la mano derecha, el pulgar doblado, a ¡a frente. Me inclino, agradeciendo . . . Sus párpados se arrugan. Ha terminado. Una media hora más tarde me encuentro en mi hotel sin haber abandonado un sólo instante con el pensamiento un saloncito en la penumbra violeta y a un cierto “Señor Jans”.

Capítulo 3

TERCER ENCUENTRO A medida que el tiempo transcurría, los “encuentros” se normalizaban. Hasta aquí no había tenido más que dos, pero una gran diferencia separaba al segundo del primero: menos “misterio” y aspecto de imprevisto, menos alusiones enigmáticas en cuanto al próximo lugar de reunión o a su fecha. Por cierto, comprendía la necesidad de discreción, pero esta técnica más directa correspondía mejor con mi temperamento. En una sociedad donde todo parece al descubierto, se puede ver tanta gente que se rodea hábilmente de una aureola misteriosa para disimular el vacío que tienen dentro, que resulta difícil deshacerse de cierto malestar cuando la misma actitud es utilizada para un fin extremadamente importante y serio. Por cierto que el sentimiento de seguridad y confianza que experimentaba en el curso de esos encuentros —y desde el primer contacto— era una garantía absoluta para mí, pero la manera en que el próximo encuentro me fue designado, me agradaba. De todas maneras, no tuve sorpresa alguna cuando fui enviado a Atenas la semana que precede a las Pascuas de 1965. Ese año las Pascuas griegas se celebraban una semana más tarde que en Francia. Como salí el miércoles antes de las Pascuas nuestras y mi regreso fue el martes siguiente, no hubo Pascuas para mí ese año. lAtenas! el cielo más hermoso del mundo, se dice, pero sobre todo que extraña impresión de un eterno pasado para el visitante que desea ignorar la inevitable presencia de “lo moderno”. Con excepción del Partenón, de algunos jardines y monumentos, existen pocos rastros en Atenas misma de la prestigiosa antigüedad, pero está presente la “atmósfera” y aunque sólo estuviera el Partenón sería suficiente, como soporte, para transportar el corazón a esos siglos lejanos donde todo el pensamiento de un mundo se reunían aquí bajo la protección benevolente de la divina Atenas. En cuanto a mí, como a tantos otros, cada estadía en Atenas me conduce en peregrinación a la célebre colina donde entre las piedras del templo surgen aún la esperanza, las aspiraciones y la tradición de todo un pueblo. Tener un encuentro insólito en Atenas no podía entonces desagradarme. La experiencia anterior me había enseñado que no se debe intentar provocar el acontecimiento (en el sentido sagrado de la palabra). Es suficiente estar listo y esperar con serenidad. Desde mi llegada no hice más que cumplir con lo que me había llevado a Atenas. Lo hice sin prisa excesiva, sin sorprenderme de la demora o del silencio por parte del que estaba esperando. El sábado por la mañana, en el momento de entregar mi llave al conserje, éste me entregó un sobre blanco que no tenía ninguna inscripción, sino el número de mi cuarto escrito por él conserje. Abrí de prisa el sobre; en media hoja de papel, escrito a máquina, estas únicas palabras: “Hoy 18 horas” y la dirección de una calle que calculé próxima a la plaza de la Constitución, pero en dirección de la célebre Plaza. En todo el día no sentí ninguna prisa, aunque me embargaba una comprensible curiosidad. A las 17 horas estaba de regreso en mi hotel, y luego de una corta meditación, pedí un taxi. Enseñé el papel al chofer y lo volví a guardar enseguida. ¡Que extraña experiencia ofrecen al visitante los taxis de Atenas! Es incomprensible que se pueda llegar a destino sin inconvenientes cuando se debe soportar el desorden del tráfico y sacudidas brutales. Los choferes griegos son artistas aventajados únicamente por los turcos, sobre todo en Estambul. Pero se llega siempre a puerto y ¿no es eso lo esencial? La calle es muy estrecha y poco frecuentada, bastante sombría también. El taxi se detiene delante de un edificio sin características particulares y desciendo. Pero ¿qué sucede? El inmueble tiene varios pisos y lo habitan sin duda varias familias diferentes. Estoy muy perplejo y sin embargo no tengo ningún recelo. Espero

pacientemente delante de fa puerta y me coloco de manera de ser bien visto desde el interior para cualquiera que espera un visitante. A las 18 horas exactas, la puerta se abre y un hombre sonriente me dice cortésmente. “Buenas noches, señor. Quiere acompañarme, por favor” Lo sigo. No hizo el gesto habitual. Tal vez se trate de alguien encargado de introducirme. En el primer piso, delante de una puerta grande a la izquierda, se detiene unos segundos y cuando estoy cerca de él, entra, la puerta estaba entreabierta. Cuando nos encontramos en el interior, la vuelve a cerrar, hace el signo y dice: “Sea bien venido”, luego me conduce hacia una habitación de regulares dimensiones pero amueblada con refinamiento. Nada en las paredes, pero aquí todo irradia fineza y estética. Una sola lámpara de rincón está encendida y vuelvo a encontrar el ambiente azulado de mi último encuentro en Copenhague. La misma atmósfera me penetra y me deslumbra. Tomo asiento en un ancho sofá que me es designado por mi anfitrión y, al sentarme veo sobre un mueble a mi derecha la misma fotografía que me había llamado la atención en Copenhague. Mi interlocutor se sienta a mi izquierda en un asiento bajo. Estoy azorado. No tiene más de veinticinco años y la belleza de sus rasgos es notable. Sus ojos claros centellean de vida y su tez morena los hace aparecer más claros aún. Su rostro parece casi infantil bajo su abundante cabellera oscura peinada con esmero. Pero espero sobre todo lo que debe comunicarme. Comienza enseguida: “Deberá aceptar con confianza. Otros le han hablado ya y mi papel es diferente. En Copenhague se enteró de nuestros medios de acción temporales. Y se me informó acerca de su pregunta relacionada con las Naciones Unidas. Tal vez sus reflexiones lo condujeron a una explicación válida. Las Naciones Unidas —como antes la Sociedad de Naciones— responden a una necesidad interna de los pueblos. La idea es excelente, pero la realización no lo es. Por lo menos hay progreso y un organismo semejante llega a servir de freno a las pasiones de los pueblos, lo que resulta de una indudable utilidad. Sin embargo se comprueba que en su seno existen las misma imperfecciones que caracterizan a cada nación: intervenciones interesadas, influencias lamentables y esfuerzos por utilizar todo como justificación de una acción nacional, aún si esta acción es errónea y peligrosa. No obstante, este organismo es perfeccionable y el Alto Consejo lo tiene en cuenta. Está lejos de desinteresarse de los trabajos de las Naciones Unidas de todas maneras, tanto como dure este organismo, él intervendrá, y lo que usted sabe ahora a propósito de lo que se lleva a cabo en otros terrenos, se aplica en este caso, de la misma forma. Puede usar el mismo razonamiento para cualquier organismo creado por el hombre. El Alto Consejo puede que directa o indirectamente sea su origen. Podría suceder que en un comienzo no intervenga, pero todo lo tiene en cuenta y se sirve de ello para llevar a buen fin su misión al servicio del mundo. Esto complementa la información, pero nuestro encuentro de hoy es por un motivo más elevado. Debo hablarle de nuestros medios, diría de nuestros medios excepcionales, diferentes, ese sería el término exacto. Su función (e permite comprender estos medios —su función y también su formación en el seno de una organización importante, su orden que amamos y respetamos y de la que conocemos su permanencia, a pesar de las inevitables dificultades, las del mundo y las de seres poco iluminados cuyo ego los confunde haciéndoles creer en su “valor” o en sus “conocimientos” para llenar su enorme vacío interior. No hay más lugar para ellos, que ellos mismos, donde quiera que se encuentren, y a su entender su Orden tiene las imperfecciones que únicamente ellos, pobres incomprendidos, pueden hacer desaparecer. Tales censores existen por doquier. Considérelos con benevolencia. Desean aparentar mucho midiéndose con lo grande, mediante la crítica negativa y hábil, y sin esto, ¿qué sería de ellos? Nosotros mismos en nuestra obra tenemos que enfrentarnos a veces con temperamentos, de este género; los hay en todos los niveles. Pero la diferencia con usted, que no está autorizado a hacer uso de medios “diferentes” —por lo definido de una orden tradicional encargada de guiar en la libertad y no en la imposición— es que el Alto Consejo tiene derecho de hacerlo, y lo hace. ¿Cuáles son estos medios? Seguramente los presiente en su conjunto, veamos en detalle . . . El Alto Consejo, el A... es en cierta forma el primer eslabón visible del conjunto jerárquico cósmico. No debe confundirse con lo que ustedes llaman el alto cónclave de los maestros cósmicos, cuyo plano es diferente y cuya misión no es, por lo tanto, la misma. Para precisar y completar la definición que acabo de dar, digamos que el Alto Consejo, el A... en calidad de primer eslabón visible del conjunto jerárquico cósmico, es el eslabón fundamental que tiene por misión vigilar el desenvolvimiento armonioso de la humanidad, como sociedad organizada en el curso de los diferentes ciclos previstos desde la eternidad. Estos ciclos son doce; Están simbolizados por las constelaciones del zodiaco y se extienden por 24.000 años aproximadamente. Luego s el juicio colectivo e individual y el comienzo de una nueva etapa cíclica de doce. Esta cifra de doce debe conducirlo en sus meditaciones a fructuosas conclusiones. Verá que existe una relación con el número de miembros del Alto Consejo. Cada “ministro” toma en tal forma un realce particular, de acuerdo al ciclo en curso; cada ciclo tiene una nota predominante en armonía con cada una de las doce funciones. Pero sabrá también que la unidad permanece y que cada función del Alto Consejo guarda su importancia. Sin embargo, bajo la responsabilidad e impulso de Maha, cada función desarrolla sus actividades en favor de la actividad central del ciclo del cual un “ministro” es el símbolo”.

“En el caso de la situación de los dos planos (el visible e invisible) —debo de precisar que no existe más que un plano bajo dos apariencias o manifestaciones— el Alto Consejo procede de los dos. Por lo tanto, utiliza las posibilidades ofrecidas por la fase visible y tiene a su disposición los poderes que le confiere la otra fase. Los poderes no se comunican; se adquieren mediante el estudio y el trabajo. Más exactamente, no son nada en sí mismos. Son el resultado; una de las consecuencias del conocimiento y experiencia adquiridos. Muchos buscadores piensan tanto en los “poderes”, que olvidan lo esencial y, naturalmente, pierden el tiempo. Mientras no superen este falso concepto permanecerán en el terreno de las “ilusiones del psiquismo” de donde nadie podrá rescatarlas, sino ellos mismos. Es así que los miembros del Alto Consejo, los doce del A... han alcanzado por definición en el campo del conocimiento universal, un grado tal que implica, por lo tanto, la adquisición natural de poderes excepcionales. ¡Usted no ignora que el conocimiento no se adquiera en una sola existencia! Los que en la actualidad componen el Alto Consejo han pasado, por cierto, por una larga preparación y en la presente vida han nacido adelantados con respecto a los demás, desde el punto de vista de evolución en general. Tuvieron que hacer la síntesis, alcanzar el punto, si prefiere, y su misión fue de alguna manera cósmica- mente ordenada y preparada; cuando el llamado del Alto Consejo les llegó habían alcanzado en esta existencia un grado avanzado de “realización”. “Recibieron luego una formación especializada en virtud de su misión y cuando llegó el momento fueron investidos de su función, es decir, cuando uno de los doce abandonó este plano físico. Entre los “poderes” de que disponen los miembros del Alto Consejo está, en primer lugar el conocer con exactitud la fecha de su muerte. Ninguno de los doce concede importancia a la duración de la vida. Su evolución es demasiado grande para hacerlo. Saben que la vida es eterna y que abandonar este plano es prepararse ya para regresar bajo una envoltura material más nueva. Por lo tanto, cumplen con su misión y utilizan toda su energía, todas sus fuerzas, sin preocuparse por saber si sus esfuerzos acortarán el lapso de una encarnación. Sin embargo, deben pensar en la continuación y es ésta una de sus mayores responsabilidades. Periódicamente y en forma individual deben determinar el grado de desgaste de su cuerpo, tal como lo haría el dueño de un automóvil para saber si éste le va a servir aún tres, cinco o diez años. En cuanto a los doce, su examen periódico individual les permite ver si su trabajo ha necesitado hasta ese momento una cantidad normal de energía o fue mayor, y sacan sus conclusiones. Un miembro del Alto Consejo conoce de esta manera el momento de su partida del mundo físico. Por supuesto que si el sucesor no está aun listo, el que va a ser reemplazado puede prolongar su existencia hasta el momento que lo desee. No utilizará para ello medios excepcionales. Se contentará con reducir sus actividades, reteniendo así la energía indispensable. Volverá a tomar un ritmo normal que lo conducirá fatalmente a la muerte, cuando con toda certeza, el sucesor, aparecerá ya listo en el Alto Consejo. Luego de esta explicación le será fácil comprender también que las funciones son “hereditarias”, cósmicamente hablando. Una determinada función pasará de quien la ha ocupado a un sucesor preparado para ella ‘y así sucesivamente. Pasa lo mismo con la función de Maha. En el plano profano y conservando las proporciones, este proceso encuentra su concordancia con la elección del Dalai Lama. Esto es en un grado menor y a partir de “creencias”; lo que sucede entre nosotros es de manera reflexiva”. “El poder de pensamiento de los miembros del Alto Consejo del A... es considerable, en especial en nuestro venerado Maha. Nadie lo utiliza como imposición, salvo caso extremo raro donde el destino del mundo estuviese en juego, por lo que la decisión, lo mismo que la acción correspondería entonces a Maha, luego de haber presentado el caso al Alto Consejo reunido excepcionalmente para discutirlo. No hay, entre nosotros, abuso de estos poderes. A nuestra escala, la consciencia de la misión es demasiado clara como para que la idea de una utilización abusiva aflore en nuestro pensamiento. Si fuera necesario, visualizamos para no influir en los demás Nuestro poder de pensamiento es usado en nuestro trabajo, de acuerdo a modalidades rigurosamente establecidas que conocemos a la perfección y tal es así que entre nosotros se produce una especie de automatismo. Ante ciertas circunstancias, este poder funcionará por sí solo, como si se tratara de un mecanismo; una vez el problema resuelto, todo quedará ordenado. Por cierto que podemos leer en los seres, pero no se trata aquí de un juego, y el mismo automatismo del que hice mención, se pone en funcionamiento entre nosotros con ese fin. Si es necesario “ver en otro”, es sencillo para los miembros del Alto Consejo y todos han adquirido suficiente maestría para sacar las conclusiones que sean necesarias, para no mostrar sus deducciones y callarse, aún si en forma deliberada aquél que fuese probado sin saberlo, tiene un plan y persigue objetivos de los que sus palabras y comentarios no dejan entrever su verdadera intención”. “Cada uno de nosotros sabe sintonizarse con la memoria cósmica, pero para recoger una imagen cada miembro del Alto Consejo centra su atención interior en el único radio que interesa a su campo de acción. Sin embargo en el curso de una reunión periódica, cuando se trata de investigar un punto universal importante, controlar otro más, o verificar las conclusiones en lo que tiene que ver con el “estado del mundo” con relación al ciclo o al nivel que debiera alcanzarse, si una noción resulta útil y es conocida por estar ya registrada en la

memoria cósmica, entonces Maha, solo o con uno o varios miembros del A..- —todos si el informes es capital— entran en ellos mismos y se sintonizan con las vibraciones de los archivos universales”. “Todos, incluso Maha, y él con mayor razón que los demás, están en condiciones de alcanzar psíquicamente tal o cual punto, si es menester, pero este medio no es utilizado de una manera sistemática. Cada uno de nosotros puede también ir al encuentro de Maha o de los otros miembros del Alto Consejo de esta manera. Entre nosotros este medio es empleado con mucha frecuencia. Sin embargo, nuestra misión requiere el uso del razonamiento y es por ello que tienen lugar nuestras reuniones periódicas. Toda decisión y acción de larga duración quedan determinadas en el curso de las reuniones, lo mismo que los controles correspondientes. Los contactos psíquicos se llevan a cabo para puntualizar, si fuera necesario, los detalles de la ejecución. “El Alto Consejo reunido representa, por así decirlo, la cúspide jerárquica de la humanidad, el punto de unión entre los dos planos de que le hablaba. Está encargado de una misión de Arriba y dirige lo que gobierna por debajo de él, desde donde se encuentra. Si la humanidad en su conjunto sucumbiera bajo el peso de una carga que se impuso a sí misma por sus actos, deberíamos entonces dirigirnos hacia Arriba para pedir ayuda para ella. Transferimos en cierta forma, a un grado más elevado la necesidad que hemos sentido abajo. Pero, utilizando lo que fue puesto a nuestro alcance, aplicaremos también nuestro conocimiento ante esa situación, y usted sabe a que me refiero, puesto que en uno de los grados de su gran orden se enseña la ley de la asunción. “Luego de todas estas explicaciones, debo puntualizar que nuestro trabajo tiene que ver con la conducta de la humanidad relacionada con el fin que le ha sido asignado —no para una conducta autoritaria, pero si una conducta vigilante— y nuestra acción, usted está ahora en condiciones de comprenderlo, es considerable. Si, en cierto sentido, el Alto Consejo es realmente el gobierno oculto del mundo, pero su gobierno esclarecido, respetuoso de las libertades, mientras éstas no interfieran con la marcha hacia adelante de este planeta, y que sólo interviene en los asuntos mundiales para el bien de los hombres. . Mi anfitrión había monologado con los ojos cerrados, las manos juntas, con voz lenta y persuasiva. Me encontraba demasiado interesado como para interrumpirlo, a pesar de que ciertas preguntas me llegaban a la mente. En este punto de su exposición, no pude impedir decirle: —“Y las guerras que devastan a la humanidad? ¿Y los pueblos que sufren miseria y hambre? ¿Por qué no intervienen ustedes en estas circunstancias tan trágicas?” El contestó: “Esperaba su pregunta y me parece oportuno esclarecerla de inmediato con motivo de nuestra conversación de hoy. Ante todo, si tiene en cuenta el papel del Alto Consejo del A... , tal como le ha sido extensamente explicado en las sucesivas conversaciones que, por privilegio, tuvo con los nuestros7 comprenderá que no podemos intervenir en el proceso incesante de desintegración y reconstrucción al que está sometida la humanidad en su conjunto. No podemos restringir el libre albedrío humano, ni impedir que por el juego de ese libre albedrío, se produzcan catástrofes de las que la humanidad es culpable. Por cierto que de distintas maneras suscitamos advertencias a los hombres; les sugerimos lo horroroso de la guerra. Si, a pesar de todo caen en el cataclismo, nuestro trabajo consistirá en hacer que de alguna manera el error no se refleje en el ritmo cíclico propiamente dicho, Además, promovemos obras positivas, asociaciones de socorro, movimientos de caridad que serán la contraparte del acto negativo engendrado por la humanidad. Es evidente que pondremos todo de nuestra parte a fin de reducir la duración de acontecimientos tan trágicos, pero la humanidad deberá ante todo aprender suficientemente la lección que ella misma se impuso” “No olvide que el mundo es un crisol de experiencias de donde nace la evolución. Esto es tan cierto en el plano individual como en el plano colectivo. Existen leyes universales que nuestro primer deber consiste en respetarlas, pues tienen como finalidad la evolución de la humanidad. Entre estas leyes existe la del karma, mal comprendida por la mayoría. La humanidad, como el individuo, deben saber que karma no significa castigo, bajo ningún aspecto. El karma tiene su origen en la humanidad y encuentra en ella su resultado. La guerra es una manifestación del karma colectivo; es un resultado de las acciones y pensamientos de los hombres. La solución de la guerra, la instauración de la paz permanente dependen solamente de los hombres. Ocurre lo mismo con las perturbaciones sociales y demás, y si en última instancia el mundo permanece en buena situación, a pesar de sus errores, se debe ante todo a nuestra acción positiva. En tiempos de paz no dejamos de actuar para instruir a los hombres con todos nuestros medios para sembrar en ellos los granos de la comprensión, que les evitará acarrearse nuevas catástrofes. Pero la humanidad debe aprender y progresar, siempre tendrá problemas que resolver para lograrlo. Son el aguijón necesario, como resultan ser en menor escala, los problemas personales para la evolución individual. En todo el universo y en todas las escalas existe una concordancia perfecta. El día en que el individuo y la humanidad se comporten de acuerdo a las leyes universales, todos los problemas quedarán resueltos y terminará la historia de este planeta”.

“El problema de la miseria y el hambre queda explicado de la misma manera, pero es evidente que un karma es acumulado por los pueblos bien provistos que se desinteresan de los que tienen hambre y que no hacen todo lo necesario para resolver este problema. Tarde o temprano se presentarán conflictos, aunque el Alto Consejo habrá de intervenir para suscitar soluciones y establecer un justo equilibrio. Nuestra acción desde hace tiempo se cumple en ese sentido. Desde luego, hace falta la cooperación de los hombres. Si son refractarios a los impulsos que les damos con todos nuestros medios, cargarán con la responsabilidad de una situación peor, que se convertirá en catástrofe. Debemos prever todas las circunstancias y, créame, están previstas. El pecado más grande del hombre es el egoísmo. Mientras no sea extirpado de su interior, la humanidad se enfrentará a graves problemas, por lo que el Alto Consejo deberá mantener su vigilancia”. “He aquí lo que me correspondía revelarle. Durante unos cuantos meses no verá a nadie de nosotros, pero podrá comprobar lo que le fue comunicado, examinando el mundo y sus acontecimientos a la luz de nuestras revelaciones. En ellos verá nuestra mano. No considere ningún acontecimiento como menor. Preste atención a todo. Su próximo encuentro con un miembro del Alto Consejo no tendrá lugar antes de los últimos meses de 1966; será prevenido de una manera clara. Que estas informaciones le sean de utilidad y lo sean también para otros llegado el momento, aportándoles luz, esperanza y la certeza de que todo en este universo ordenado está previsto y que la humanidad no se encuentra solo ni abandonada”. Mi interlocutor se levanta. Irradia serenidad y paz. De inmediato hace el signo habitual cuyo significado ignoro aún y tal vez no conozca nunca. Me acompaña hasta la entrada del edificio sin decir palabra. Ahí,’ sonríe y me tiende la mano. Es la primera vez que uno de mis interlocutores tiene esta cortesía. Me inclino y la tomo. Después de separarnos me dirijo a pié a la plaza de la Constitución donde tomo un taxi para regresar a mi hotel. Ahí busco, pero en vano, el papel donde figuraba la dirección. No creía haberlo perdido, a menos que. . . Pero ¡que importa! Tengo la certeza de que esos lugares donde soy recibido son “apeaderos” do ocasión para las necesidades de la causa y que son entregados de inmediato a su uso habitual Todo es “atmósfera” en esos encuentros. Estos seres y sus propósitos fascinan tanto que sus recuerdos permanecen anclados en el pensamiento. En el momento que escribo estas líneas me pregunto si sería capaz de volver a encontrar esta calle de Atenas, sin error. Por el contrario, evoco sin dificultad el rostro atractivo de este tercer encuentro insólito. Oigo aún su voz, su mensaje. .

Capítulo 4

CUARTO ENCUENTRO En efecto, tuve que esperar mucho tiempo antes de encontrar un nuevo informante. Transcurrieron meses antes de tener alguna señal y tuve entonces el gusto de comprobar los conocimientos adquiridos. Al principio tenía tendencia a buscar la aplicación en acontecimientos mayores. Por cierto, también tenían su aplicación, pero tal como lo comprobé luego al prestar atención a circunstancias menos importantes y aún inferiores, lo que me había sido revelado constituía una llave que daba a los hechos su verdadero significado y su alcance real. Por otra parte, absorbido por las responsabilidades de mi cargo, el tiempo como siempre, pasaba rápidamente. En ningún momento, en el transcurso de estos encuentros insólitos, fui objeto de presiones en cuanto a mi función y a lo que ella implica en deberes de todo género. Había sentido entre mis interlocutores el mayor respeto hacia la Orden Rosacruz A.M.O.R.C. y había comprobado con gran satisfacción que la colocaban muy alto. Resultaba claro que únicamente por determinada razón deseaban instruirme acerca de un eslabón esencial de nuestro mundo. Aceptaba pues, tal como me lo pedían, sin reserva, ni ideas preconcebidas. En el curso del mes de agosto de 1966 fui informado del lugar y fecha de los dos próximos encuentros: Lisboa y Estambul. Estos dos encuentros debían llevarse a cabo antes del fin de año en curso. Como, en la primera vez, dos entrevistas me fueron fijadas con exactitud, deduje que. tendrían una particular importancia y que tal vez fuesen las últimas. Estoy seguro ahora que tenían una importancia muy especial. No estoy tan seguro de que se trate de las últimas, aunque alcanzo a comprender que no habrá más encuentros concertados periódicamente con el exclusivo fin de informarme. En cuanto a nuevos encuentros insólitos ¿quién sabe? Hay siempre algo que aprender y estos seres lo saben mejor que nadie. En noviembre de 1966 me encontraba en Lisboa. Debía llevar a cabo ahí una misión al servicio de nuestra Orden y debía reunirme con algunos miembros. Al mismo tiempo debía ser entrevistado allí por un nuevo interlocutor. Lo que siempre llamó mi atención, y que era para mí de un valor considerable, es que ninguno de estos encuentros insólitos llegó a entorpecer mis actividades, ni perturbé el cumplimiento de mis deberes.

Siempre se “integraron” a mis actividades normales de una manera sorprendente y valoraba esta circunstancia, pues demás está decir que hubiese tenido que declinarlos si hubieran sido una traba, pero en ningún momento se presentó esa eventualidad. A nadie se le pide nunca un renunciamiento. Todo es simple en tales circunstancias y la simplicidad, para aquél que sabe, es una garantía de autenticidad. Lisboa, una de las ciudades del mundo con siete colinas, es profundamente atractiva para el visitante extranjero. Es cierto que en este país que sufre dificultades económicas graves se experimentó siempre una inmensa compasión hacia un pueblo que lucha a cada instante para sobrevivir. Sin embargo, pocas ciudades tienen tal atractivo y en ese lugar resulta imposible olvidarse que Portugal estuvo antaño unido a un continente hoy desaparecido — la Atlántida. El hotel Ritz es de construcción reciente y en ningún otro sitio los encuentros y las conversaciones discretas son tan llevaderas. Grandes salones a menudo vacíos, pequeños salones que son una garantía por su tranquilidad permiten las conversaciones más confidenciales al amparo de toda curiosidad. En uno de los salones del entrepiso me entrevisté con mi visitante y durante casi dos horas pudimos platicar sin ser molestados o interrumpidos ni una sola vez. Había sido prevenido del día y hora por teléfono y no se vislumbraba ninguna sorpresa. Hubo una, sin embargo. Cuando, el día fijado me avisaron que me esperaban y que descendiera al vestíbulo, había una muchedumbre importante, sin duda un grupo turístico organizado como tantos y cada vez más numerosos en nuestros días. Me dirijo hacia el escritorio del conserje, y al echar un vistazo a fa derecha, veo que alguien me mira intensamente. Lo reconozco de inmediato. Es él, cuya fotografía había visto en dos ocasiones. Es Maha. Dos hombres lo acompañan. Me encuentro en un estado interior difícil de analizar, inquieto y feliz al mismo tiempo. Al acercarme a él nace rápida y discretamente el gesto previsto, pero compruebo que lleva la mano derecha a la frente, sin doblar ningún dedo. No tengo tiempo de interrogarme demasiado en ese sentido para tratar de saber si ese es el signo completo o si sólo Maha puede saludar así. Me inclino con respeto y le pregunto dónde iba a tener lugar nuestra plática. Aquí, dice. Le propongo uno de los salones que días atrás había notado tranquilo. Acepta y nos dirigimos allí. Sus dos compañeros no lo siguen; los volveríamos a encontrar más tarde. Maha es uno de los hombres más extraordinarios que haya podido encontrar. Parece tener unos cincuenta años de edad y es muy alto. Su rostro resplandece de serenidad, pero sus ojos, ¡son sus ojos sobre todo los que sorprenden! Son extremadamente claros de un color imposible de definir, todo su ser está allí, no se presta atención a algo más y si me pidieran de describir a Maha, tal vez diría solamente “¡Tiene ojos!”. Son verdaderamente los ojos de un mundo, de un universo. En ellos se aprende y se descansa al mismo tiempo. Por cierto, podría dejar de hablar y “comunicar” con su mirada. ¡Ante mí tengo a aquél que algunos llamarían el rey del mundo, como se hizo en otro tiempo para designar a quien estaba investido de tal cargo! No me impresiono por los títulos y nunca lo he estado, conozco demasiado el efecto desastroso que pueden producir en la personalidad y psicología de algunos. Pero para el hombre que ahí está no sería necesario ningún título para distinguirlo. Su presencia basta. Nos sentamos en un rincón del vasto salón, frente a frente, separados por una mesa rectangular. Estoy listo para escuchar a Maha, mejor dicho, para “comulgar” con él y seguramente lo siente. Una bondad infinita baña su rostro. ¿Que privilegio para nuestra tierra tener tales hombres para protegerla! Comienza: “Tres de mis colaboradores se entrevistaron con usted para darle informaciones de una importancia considerable que supo acoger y aceptar como le fue pedido: Estas informaciones fueron lo suficientemente precisas y extensas como para que tenga ahora un concepto bien claro del Alto Consejo, de su misión y de sus medios de acción. Era necesario que esas revelaciones y detalles fueran dados, pues muchos errores fueron divulgados acerca de nosotros y en base a falsas premisas se consolidaron extraños sistemas contrarios a la verdad. Hacía falta que estas cosas fueran dichas y que una actualización fuera hecha. No tengo nada que agregar a lo que ya se le comunicó, .pues mis colaboradores han sido perfectos en sus exposiciones y lo suficiente exhaustivos. Sólo puntualizaré algunos detalles”. “El Alto Consejo dispone de poder, pero lo mantiene en reserva y nunca lo utilizó. Este poder es la posibilidad dé poner en actividad todas las fuerzas cósmicas y naturales, si fuera necesario, para impedir a esta tierra de ir a extremos tales que el universo del que ella forma parte fuera perturbado en su equilibrio fundamental. Si tal eventualidad debiera producirse sería mejor que este planeta se convirtiera en un astro muerto, pero nada parecid9 se debe temer y nuestra misión es de velar por ello. Tal vez no se haya imaginado nunca lo que implica una obra como la nuestra. A través de las edades fue menester una organización diferente, teniendo

siempre en cuenta el desarrollo de la civilización material; lo que se le enseñó a usted tiene que ver con la presente época sobre la cual el futuro sólo tendrá que hacer un esfuerzo de adaptación”. “Por cierto que el Alto Consejo actual ha heredado la sabiduría de sus predecesores y posee preciados archivos absolutamente completos en todos los aspectos. Estos archivos permanecen bien guardados y el lugar donde se encuentran es el mismo que en el pasado. Ninguno de los acontecimientos que pudieran producirse en toda la tierra llegaría a destruirlos. Ningún “régimen” podría impedirnos consultarnos en caso de necesidad. El desarrollo de la civilización material puede hacer pensar a algunos que no hay nada más para ser descubierto y que cada trozo del planeta es conocido. ¡Que error! Tanto como en el pasado y tal vez más que en el pasado, el mundo es un mundo de secreto y de misterios. El Alto Consejo dispone de la tierra. Dispone del interior de la tierra, de la superficie y de la atmósfera que la rodea. Para utilizar términos comunes, aplicados al Alto Consejo que sin embargo no son del todo exactos, diré que nuestra tradición está preservada desde el origen sin ninguna alteración y los documentos, obras y bienes a nuestra disposición sobrepasan el entendimiento humano” “Estamos en estrecha relación con el Colegio Sagrado que en esta tierra tiene por misión velar por la permanencia del pensamiento religioso en el amplio sentido del término y por la perpetuidad del conocimiento “reservado”, el que está destinado a unos pocos cuyo mérito ha sido probado. Es lo que sin duda creó una confusión en la mente de Saint-Yves d’Alveydre. Algunas de sus informaciones eran exactas e indudablemente hizo obra útil en su tiempo, reuniendo en un sólo cuerpo lo que estaba separado. El Alto Consejo es por cierto un poder teocrático pero es un poder digamos . . . civil comparado con la misión cósmica del Colegio Sagrado y de lo que implica en materia de iniciación y evolución. Tenemos la responsabilidad del mundo. El Colegio Sagrado tiene la responsabilidad de las almas. Si nuestra colaboración es estrecha; nuestra acción es diferente, y usted ya no ignora su objeto. Es también un error hablar de una lucha de nuestra parte contra las fuerzas del mal. El mal es una ausencia del bien. Es un vacío que debe llenarse. Son los hombres que en su mente mantienen el mal y sus trágicas consecuencias o manifestaciones de hombre a hombre y de pueblo a pueblo. Una lucha implicaría la realidad de una cosa inexistente en sí y no hay nada parecido en nuestra acción. Favorecemos la comprensión del bien y su instauración progresiva, consecuencia de esta comprensión. En otros términos y tal como ya se lo dijimos, nuestra acción es positiva y también lo es en este terreno”. “Hace un tiempo, nos reuníamos en un lugar determinado, es cierto; en la actualidad, el lugar de nuestras reuniones es variable. Lo determinamos de acuerdo a cómo se presenten los acontecimientos y elegimos ciudades donde nuestra sola presencia traerá sus frutos rápidamente. También solemos estudiar en un lugar y conocer mediante la cualidad vibratoria de un sitio; lo que puede ser el comienzo de un desequilibrio o de un acontecimiento grave. Ahora bien, el acontecimiento no siempre tiene su origen en el lugar donde se produce. A veces tiene su fuente en otro lugar, y lo que sabemos se somete a un control en el terreno, por así decirlo, a fin de determinar si el ciclo del acontecimiento conducirá rápidamente a éste a su término normal convirtiéndose en una simple página de historia, o si se requiere nuestra intervención sin que la gran noción de libertad humana sufra lo menos posible. Después de todo, nuestra misión tiene que ver con el mundo entero y no está confinada a un territorio en particular. Ir por todas partes individualmente, reunirnos periódicamente en diferentes lugares, según el caso, es nuestro deber en interés del mundo y nada de esto es inútil. A menudo hemos podido evitar a la humanidad terribles pruebas que se atraía a sí misma, sin razón — y esto porque una reunión llevada a cabo es una ciudad determinada permitió al Alto Consejo poner de inmediato en movimiento las intervenciones eficaces requeridas”. “Nuestros obstáculos? Las concepciones humanas a menudo son difíciles de transmutar y no olvide que no vamos contra las manifestaciones del libre albedrío, sea individual o colectivo. En una Organización como la suya, usted se encuentra a veces con la incomprensión de algunos, tanto más sectarios, críticos o fanáticos, cuanto más literaria o incompleta es su ciencia. Dado que han adquirido algún conocimiento y que su referencia “lleva un nombre” se atan a este conocimiento, lo hacen suyo y todo lo que no sea él, todo lo que se le aleja, aunque sea un poco, es herejía, error, o algo peor. Si usted no los sigue en sus afirmaciones limitadas y si no tiene en cuenta su pretendido “conocimiento”, su fatuidad los conducirá a condenas abruptas y si por añadidura obedecen a algún plan nacido de su ambición o de su decepción, no titubearán en emplear los medios más dudosos para conseguir sus fines. Pero usted sabe que esto es en vano y que tal comportamiento no daña más que a sus autores. Usted no lo tiene en cuenta y sigue adelante. Pues bien, guardando las proporciones y por extraño que ello le parezca, existe a veces la misma situación a escala mundial. El desarrollo normal del ciclo está expuesto a la falsa sabiduría y conceptos erróneos. Más exactamente, esos conceptos tienden a fijar al

mundo en un estado estático considerado por ellos como definitivamente válido. El Alto Consejo no se demora en combatirlos. Favorece el surgimiento de las nuevas ideas y de un “clima” más avanzado, de manera que en última instancia, los conceptos limitados y sus autores quedan sobrepasados pareciendo a todos, salvo a algunos discípulos atrasados, como anticuados y sin valor actual”. “Por lo tanto, cada vez que desee evaluar el trabajo del Alto Consejo, del A... , piense ante todo en su manera positiva de actuar. Considere este único aspecto en todo suceso por más “negativo” que pueda parecer desde el punto de vista humano. Recuerde la presencia constante del Alto Consejo y esfuércese por determinar su acción más allá de las apariencias y peripecias. ¿Cómo veo el mundo del mañana? (Maha leía seguramente esta pregunta en mi mente). El mundo, en el detalle y los movimientos de su progresión, es lo que los hombres hacen por sí mismos. Nuestro papel consiste, usted lo sabe, en evaluar esta progresión en su conjunto en relación con el ciclo en curso. Por otra parte, hemos comprobado que un atraso importante se había acumulado en el pasado y que el nuevo ciclo necesitaba que este retraso fuera completado. Lo ha sido rápidamente mediante doble presión: una en la juventud, otra en el conocimiento científico. De esta manera el mundo quedó ajustado a las nuevas condiciones obtenidas por esta doble presión, y la estabilización está en curso, más exactamente ¡a “síntesis”, en vista de nuevos progresos, puesto que, por definición, el ciclo es movimiento”. “El mundo, por el momento, ha escapado a un terrible peligro — el de la confrontación sangrienta de dos ideologías— . Una de ellas era indispensable en el país donde se instaló. Permitió una evolución rápida de todo un pueblo, pero el resto del mundo, al progresar se acercó lentamente a ella, y ella misma ha sido “frenada” por el resto del mundo, de manera que se estableció una “posibilidad de intercambio” y que esta posibilidad se agrandará con el tiempo al punto de convertirse en una estrecha colaboración. Todo esto ha sido parte de la evolución normal del mundo y a menudo el Alto Consejo debió intervenir con todos los medios de que dispone. Pero otra ideología apareció y se desarrolla en un vasto territorio extremadamente poblado. Amenaza convertirse en un peligro, pues no se tratará ya de la confrontación posible de dos ideologías (o aún de tres), sino del conflicto entre dos razas y aún entre oriente y occidente, o sea la mitad del globo contra la otra. Comprenderá que este peligro es muy real y provocaría el fin prematuro de este planeta y, por consiguiente, la interrupción de los ciclos. El Alto Consejo no permanece indiferente ante tal situación y su intervención queda justificada. Además, se encuentra en curso. Para comprenderla, le bastará remitirse a lo que fue explicado por uno de mis colaboradores”. “Si alcanzamos el objetivo —y lo alcanzamos siempre a pesar de las peripecias— el mundo alcanzará por sí mismo un modus vivendi aceptable. La competencia se situará a nivel de la economía. Ofrecerá un campo considerable de experiencias que contribuirán al desarrollo normal del ciclo al mismo tiempo que ofrecerá al individuo los medios para su evolución, ininterrumpida aún si “las circunstancias” son nuevas. No pretendo decir que no se recurrirá más a las armas. No se puede impedir a los niños combatir pero se tratará más bien de veleidades y no de guerras. Este es el objetivo llevado por el Alto Consejo para evitar al mundo crueles e inútiles experiencias. El mundo, naturalmente, conserva su libertad; tiene su voz, pero nosotros habremos sembrado en la consciencia humana, incluso y sobre todo entre los jóvenes, un horror tal de la guerra, una sed tal de paz y de bienestar que la guerra debería alejarse por siempre. En cuanto a los pueblos donde los granos de paz no germinaran o germinaran demasiado lento, tendrán sus problemas internos y serán de una naturaleza tal que para resolverlos les representará el tiempo y la energía que hubieran utilizado en peor forma. Así quedará circunscrito, digamos por una vez . . . el mal, pero prefiero decir la manifestación del karma’ “Todo se encuentra en su lugar. El mundo está en el ritmo de su ciclo actual y el Alto Consejo se preocupa ya por hacer adelantar ciertas fases de la actividad humana cuyo desarrollo se espera en el nuevo ciclo.. He aquí una respuesta resumida a su pregunta, resumida, que lleva en ella misma la solución completa a todas las preguntas que usted pudiera formularse”. “No veo nada más que decirle. Su información está ahora completa. Creo que lo más importante para usted en los encuentros con nosotros, aparte de las comunicaciones que le fueron hechas, es el contacto en sí. La información fue directa. Hubo entre usted y nosotros ese intercambio total que crea la presencia, el flujo vibratorio y la fuerza del verbo. Todo terminó y nadie podrá jamás sugerirle una duda, puesto que vio y escuchó. Nos volveremos a ver en una circunstancia excepcional. Vaya a Estambul entre el 23 de diciembre y el 2 de enero. Ahora únase a mí durante algunos instantes en una meditación”. Maha junta las manos delante de su pecho y cierra los ojos. Junto mis manos, pero mis ojos no se apartan de su rostro. Todo su ser parece bañado de luz, y esta luz viene a mi, me rodea . . . Pierdo la consciencia en una rara comunión. El mismo Maha me retornará al mundo objetivo. Recobró su apariencia habitual de por sí ya tan resplandeciente, y sonríe. Sin hacer ruido entraron sus dos acompañantes y están ahora a su lado. Maha se

levanta y hace el mismo gesto que en el comienzo de nuestro encuentro. ¡Qué vacío para mí cuando se haya ido! No puedo reprimir el impulso que me anima. Tomo su mano y la beso con respeto. Siento la otra mano suya posarse sobre mi cabeza y percibo el poder de su bendición . . . Pero ya se aleja seguido por sus acompañantes. No sé cuanto tiempo permanecí fijo en mi lugar. . - Hay instantes que valen una vida.

Capítulo 5

QUINTO ENCUENTRO ¡Estambul. La ciudad de las quinientas mezquitas, de las cuatrocientas cincuenta iglesias y de las cincuenta sinagogas. Antigua Bizancio cargada de recuerdos, antigua Constantinopla de misteriosa historia, punto de encuentro entre oriente y occidente! Llegué a Estambul el 23 de diciembre de 1966 hacia las 19 horas y en cuanto tomo el taxi que me conduciría al hotel, quedo sorprendido por el temperamento de ese pueblo para quién todo es una razón de comercio, aún el dinero. El chofer me propone de inmediato un cambio más ventajoso, decía, que el cambio oficial, y era cierto; pero me enteré más tarde que se podía conseguir por otros medios,: ¡un cambio más ventajoso aún, superior a la tarifa legal de un 30% ! En pleno período de Ramadán todas las mezquitas de Estambul están iluminadas y ciertas citas del Corán brillan con todas sus luces durante la noche sobre algunos edificios iluminados. La tolerancia más absoluta reina en este país que Ataturk, por quien los turcos tienen un verdadero culto, ha regenerado. Ningún eclesiástico está autorizado a llevar el atuendo de su culto fuera de los lugares de veneración y esta ley se aplica tanto para los musulmanes como para los judíos o cristianos. Ataturk decretó la libertad de culto, pero con esta restricción: “En la mezquita, iglesia, templo o sinagoga todos tienen libertad de usar los ornamentos o vestimentas que deseen, así como rendir a Dios el culto a que pertenecen. Fuera, se vuelve a ser hombre” En Estambul tuve el privilegio de tener un chofer excepcional y me recordaré siempre de Mehmet. Era un hombre de sesenta y ocho años, lejos de aparentarlos y con muy amplias espaldas. Sus ojos, detrás de gruesos lentes, brillaban de malicia e inteligencia. Hablaba el francés a la perfección, lo mismo que el inglés y en ese entonces estaba aprendiendo el español. Al día siguiente de mi llegada, después de ponerse a mi disposición, hizo una larga aspiración y con solemnidad me dijo: “Estambul se llamaba antes Bizancio . . . “ y tuve derecho al curso de historia más completo que hubiese podido esperar. Le debo a Mehmet explicaciones únicas sobré la vida, las costumbres y la psicología del pueblo turco. Este hombre, de alta moralidad, sabía igualmente alabar las virtudes de su pueblo, como lamentarse por sus imperfecciones, pero concluía con filosofía: “Hoy es mejor que ayer y mañana será mejor que hoy” Es con él que asistí en la mezquita Azul, al culto musulmán cuya simplicidad y fervor sorprenden al extranjero. Me encontraba a algunos pasos de un miembro del clero y ni él, ni ninguno de los fieles —los hombres mucho más numerosos que las mujeres ubicadas atrás en un lugar reservado para ellas— prestaron atención a mi presencia. Todos, jóvenes y menos jóvenes, participaban en la ceremonia. El contacto conmigo se hizo en la catedral que ya no ofrecía servicios como tal, donde había tenido lugar el segundo concilio que Mehmet calificaba ya de “ecuménico”, y recuerdo su asombro cuando vio dos extranjeros aproximarse a mí. Los reconocí. En Lisboa eran los dos acompañantes de Maha. Por un mensaje recibido en mi hotel sabía que debía encontrar allí a estos dos mensajeros el 28 de diciembre a las 15 horas, pero no había dicho nada a Mehmet acerca de esta entrevista. De ahí que cuando le informé que me quedaría con dos personas que nunca había visto conmigo y habiéndole dicho anteriormente que me encontraba sólo en Estambul, no sé que pudo suponer, pero me miró asombrado y me dijo: “No he visto nada, ni he oído nada. No quiero saber nada”. Me repitió a menudo esta frase con posterioridad y ¡fue una de la última que pronunció cuando me acompañó el 3 de enero al aeropuerto! Después de dejar a Mehmet, tomo ubicación en el coche de los mensajeros y partimos. ¿Quiénes son estos mensajeros? Más tarde sabré que forman parte de los doce, pero entonces lo dudaba. Por una parte, tal como se me había descrito, el Alto Consejo era conocido solamente por los miembros componentes y estos dos hombres habían acompañado a Maha a Lisboa para una reunión oficial especial. Por otra parte, irradiaban la misma “armonía” que había sentido con mis otros interlocutores; sentía en su presencia el mismo sentimiento de seguridad y confianza que me había penetrado con motivo del primer encuentro y este sentimiento era diferente en intensidad y naturaleza del experimentado en otras circunstancia. Sin embargo, después de mi encuentro con Maha, mi curiosidad era menor por todo lo que no fuera él.

El coche avanza ahora lentamente en medio del extraordinario desorden del centro de la ciudad. Ya lo mencioné cuando hablé de Atenas: la manera de conducir de aquí es peor y cada uno se conforma. Se grita y todos quedan satisfechos. Salimos de la ciudad y seguimos el Bósforo. Llevamos más de una hora de viaje y conociendo mal esta región, soy incapaz de situar el camino que seguimos y aún menos deducir acerca de nuestro destino final. El lugar que atravesamos es desértico, ninguna casa y a lo lejos una tierra árida, fatigante por su monotonía. El coche gira hacia la derecha, toma un pequeño camino apenas transitable y luego de diez minutos se detiene. No comprendo nada y pienso enseguida que se trata de una avería. Pero no. Mis compañeros descienden y hago lo mismo. Sin embargo, nada a la vista: ningún edificio importante, ninguna casa, ninguna construcción aún modesta. Me encuentro en un estado de extrema perplejidad y sin embargo no experimento ninguna inquietud. Caminamos durante unos cinco minutos y de repente creo soñar: estamos ante una hondonada, casi un valle cuyo contraste con el paisaje que acabamos de atravesar, es impresionante. Allá nada, aquí árboles, un suelo fértil, en el fondo un río y muy cerca un inmenso edificio, ¡casi un castillo! Me cuesta trabajo admitir que estoy en el plano objetivo y totalmente despierto, pero mis compañeros prosiguen su marcha y los sigo sumergido en mis reflexiones, ante tal espectáculo. No hay camino alguno, más bien un sendero. Al aproximarnos al edificio, se ve más ancho y la propiedad aparece admirablemente bien conservada. Es muy improbable que este “valle” (si se puede llama’- “valle” a lo que es más bien cierta extensión “diferente” perfectamente circunscrita) pueda ser “adivinado’ desde lejos y me pregunto cuántos estarán al corriente. Los pueblos de Oriente y del Medio Oriente son pródigos en palabras, pero secretos en lo que consideran fuera de lo natural. Ven en ello la intervención de seres invisibles, y se callan. No hay en esto nada de extraordinario. Conozco en Francia más de una “finca” ignorada. La residencia aparece colosal en tal contexto. Su estilo es raro y no parece de construcción reciente, aunque soberbiamente conservada y con una potente estructura. Nos dirigimos hacia una ancha escalera de peldaños abruptos y pronto nos encontramos ante una gran puerta de madera de doble hoja grabada al estilo oriental. Uno de mis acompañantes la abre y nos encontramos en un inmenso vestíbulo al fondo del cual se ve una escalera monumental. Se me conduce a una pequeña habitación a la derecha. y me piden que ahí espere. Esta habitación tiene una gran ventana y a través de la cual pueden verse los árboles que acabamos de pasar. En la pared, un símbolo que reconozco fácilmente: el sello de Ram, más conocido bajo el nombre de sello de Salomón. En la pared opuesta, un conjunto de trazos geométricos cuyo significado no entiendo. Del lado de la puerta por la que entré, una cita del Corán en jeroglíficos finamente dibujados. En un pequeño mueblebiblioteca, obras en inglés, francés y otras lenguas. Observo una obra espléndidamente encuadernada de AlFarabi; otras tienen por autor Michael Maier, Kunrath, Simon Studion Algunas me son enteramente desconocidas, y a mi parecer son ediciones antiguas, raras y tal vez secretas. No me atrevo a extenderme demasiado en mi examen y además estoy a la espera de lo que va a suceder, como para prestar atención sostenida a esta pequeña biblioteca, no obstante interesante. Iba a alejarme, cuando un título retiene mi atención El libro no me parece desconocido y no me sorprende. Se trata de “Historia desconocida de los hombres desde hace cien mil años”, de Robert Charroux, y otro libro de este autor de vanguardia: “El libro de los secretos traicionados”. Para que estos libros se encuentren aquí entre estas obras raras, es que se les concede un valor particular. Esto me parece importante y será necesario que mantenga mi corazón limpio. Iba a sentarme cuando se abre la puerta y Maha entra. Me siento transportado de alegría y paz, en ese mismo estado indefinible que ya había experimentado en su presencia. Le agradezco su confianza y le expreso mi gratitud. A través de mis palabras, siente el aturdimiento por todo lo que soy testigo, pero su sonrisa es un estímulo. ‘Hoy va a asistir a una reunión del Alto Consejo, dice. Es un favor muy raro que pocos han tenido. No intervendrá en todo, sino en una parte solamente. Comprenderá que es imposible que esté presente en el conjunto de las deliberaciones. Sin embargo, lo que vea y escuche será suficiente para que el resto de su vida quede compenetrado de un sentimiento de seguridad total en cuanto a la perfección de la evolución universal. Estoy seguro de que esos instantes serán de ayuda para lo que usted debe mantener y perpetuar. ¿Tiene alguna pregunta en especial que hacerme?. ..“ Estoy tan emocionado que no se que contestar. Preguntas, tendría mil, pero se precipitan en mi mente y me encuentro en una gran confusión. ¡Los libros de Robert Charroux! He aquí una pregunta que me intriga. Expongo a Maha que vi esos libros en la pequeña biblioteca y le pregunto el motivo. Me contesta enseguida. “Nos interesamos por cierto en la producción literaria de todo el mundo; nos informa acerca del estado moral de

esta época, confirma nuestras conclusiones, pero entre la masa de publicaciones de este tiempo, es hacia las obras “diferentes” que se dirige nuestra atención. El número de obras que tratan temas excepcionales es considerable, y raras son aquéllas que ofrecen un real interés. Muchas son divagaciones ocultas sobre algunos hechos fundamentales admitidos desde hace mucho, o sistemas extraños que pretenden ser un aporte para el esoterismo. No hay en ello nada válido. Pero algunos autores, extremadamente raros, buscan una solución para los problemas más grandes. Se niegan penetrar en los pantanos mortales del conformismo ó, al contrario, de lo incontrolable. Reúnen un conjunto de hechos; concentran su atención e interés en una dirección determinada y, naturalmente, circunstancias dispersas se unen entonces ante sus ojos. Sacan libremente sus conclusiones, establecen un lazo entre lo que parece distinto u opuesto y sugieren soluciones: Lo que los guía es ante todo el “por qué no?” y para este “por qué no?” hacen uso de sus observaciones e intuición, al mismo tiempo que de su razonamiento. Resultan obras válidas donde el problema está bien presentado y donde una respuesta es sugerida, y tal vez incluida. Entre los autores actuales, Robert Charroux se sitúa entre los mejores, en este terreno. Por cierto debe soportar la condena de los pseudo sabios y de los pontífices conformistas que lo consideran, digamos, - para ser correctos - . . con condescendencia, pero los acontecimientos se encargarán de hacerle justicia, y esto antes de lo que se piensa. Tiene su “estilo”, piensa en interesar, pero la necesidad de lo “sensacional” no hace que olvide el fin buscado. Es sincero y verdadero. Se debe favorecer a un autor semejante. Hace obra útil, ¡más aún de lo que él supone!” Estoy contento por esta respuesta. Siempre aprecié la finalidad que persigue Robert Charroux y no pongo en duda las oposiciones e incomprensión que debió encontrar entre los defensores del pseudo materialismo y la ciencia clásica. Pero, ¿acaso no ocurre siempre? ¿sí con los que tienen el valor de avanzar fuera de los caminos trillados en una búsqueda que, como el pasado lo ha demostrado, puede abrir las puertas de mañana? Maha me pide ahora seguirlo y estoy bastante emocionado por la aventura que me espera; ¿aventura?, ¡más bien acontecimiento! No subimos por la gran escalera, sino que pasamos por una puerta que se encuentra debajo de ésta -. una puerta sin característica particular y sin embargo, lo comprobar, abre hacia lo insólito, lo extraordinario, lo increíble y el sueño—; Una ancha escalera en espiral por la que descendemos, aún un vestíbulo y una magnífica puerta labrada: más allá el más extraordinario espectáculo que sea posible imaginar. Una inmensa sala abovedada sin ninguna abertura y sin embargo tan iluminada como si fuera pleno día. En el centro una amplia mesa rectangular, maciza, grabada con magníficos símbolos que me gustaría poder observar de más cerca. En el fondo, delante de la mesa, un sillón monumental con brazos adornados con elegante finura. A cada lado de la mesa cinco sillones más pequeños, pero haciendo juego con el sillón magistral y enfrente de este último, un sillón igual a los otros diez. Bajamos tres peldaños para entrar a esta sala, desde el umbral la perspectiva era impresionante. Alrededor, en las paredes, estanterías y sobre éstas, libros, libros y más libros. No sé con qué sala se podría comparar ésta —la sala de lectura de una antigua abadía, posiblemente— pero aquí existe otra cosa, se respira libremente. No hay esa impresión de encierro, de pesadez que se tiene a veces en las salas de esa naturaleza. ¡Y además, esta luz extraña, comparable con la del día! Es esto sobre todo lo que me llena de perplejidad. Maha parece leer otra vez en mi pensamiento, pues me conduce hacia uno de los ángulos de la habitación. Hay allí un pedestal de estilo similar al resto del mobiliario y sobre ese pedestal, se encuentra lo que parece ser una lámpara, de aspecto verdaderamente particular. De hecho, imagine una pirámide de veinte centímetros de altura, con la base proporcional a ésta y cada costado tallado en facetas de manera admirable, como si se tratara de un diamante. No hay ningún cordón, ni conexión con algo que pudiera sugerir una instalación eléctrica. Sin embargo, es de esta lámpara que viene el día. No deslumbra. No resulta molesto para los ojos al mirarla de cerca, como tampoco no es fatigoso encontrarse en la sala así iluminada. Compruebo además que si me coloco delante de. la lámpara a un metro de distancia, esto no entorpece en absoluto la iluminación de la sala. Es entonces cuando me doy cuenta de que existen espejos de diferentes tamaños hábilmente dispuestos en diferentes puntos de la bóveda y de las estanterías. ¿Se trataría de la lámpara “eterna” a la que se refirieron ciertas tradiciones? Me atrevo a formular la pregunta a Maha que sonríe: “Tal vez, dice, pero en este caso se trata sobre todo de una forma moderna de iluminación que, en el futuro, será corriente en el mundo entero. El principio es sin embargo e/mismo que en otros tiempos y fuera de la forma de la lámpara, el origen es idéntico... La luz se da, digamos . . . por una especie de desintegración del átomo en el vacío pero a escala infinitesimal. Imagine una explosión atómica “normal” y suponga que en el momento en que se produce la claridad tan fulgurante como la del sol se consiga “perpetuarla” lo que se produce en ese momento bajo vacío. Se tendría como resultado la luz perpetua en el lugar de la explosión. Es un poco lo que sucede aquí, pero esta lámpara no es eterna. Este calificativo le fue dado porque dura varios años consecutivos sin ninguna interrupción, pero como todo, tiene un fin. Es tan fácil construir esta lámpara como una de sus bombillas eléctricas ¡Basta con saber!”

Por cierto, basta con saber, como lo declaró Maha con una sonrisa, y cuando el mundo lo sepa parecerá tan simple como la fabricación de un minúsculo transistor.. . pero no sabe aún. Hecho un vistazo rápido por las estanterías, para tener una idea de las obras guardadas aquí, pero Maha me detiene: “Esto no es más que una pequeña parte de los más antiguos manuscritos de nuestra tierra. Son el conocimiento de un mundo e idénticos manuscritos se encuentran en diversos puntos secretos de nuestro planeta de manera que si por Ventura este edificio y lo que contiene debiera ser destruido, nada se perdería. Hubieron ya grandes cataclismos y nunca se ha perdido algo. Estas encuadernaciones son recientes. Su contenido es la sabiduría de años pasados. La conservación está asegurada por los medios que el mundo “vuelve a descubrir” poco a poco. En todo caso, ninguno de los documentos reunidos por el Alto Consejo aquí o en otro sitio no ha sufrido, ni sufre las consecuencias por el paso del tiempo. Sin embargo, vea, no hay aparentemente ninguna protección y esto es comprensible, puesto que son los manuscritos mismos que han sido sometidos a una preparación que los pone al abrigo de cualquier deterioro por las condiciones ambientales y otras más. ¡Tenemos además otros “recuerdos” del pasado! ¿Por qué tales riquezas no son puestas a disposición de la humanidad en general? Ante todo porque sería contrario a los principios mismos que rigen a la evolución universal. Además todo aquello que es o debe ser conocido, lo ha sido ya, y si la evolución es de un nivel superior al precedente, el precedente estaba más avanzado que el presente. Pienso que me comprende. ¿Cómo serían luego utilizando tales conocimientos? ¡Daría usted una bomba atómica a un niño!” Al mismo tiempo que hablaba, Maha se dirigió hasta su sillón donde tomó ubicación y concluyó: “Después de todo, estos “recuerdos” volverán a la memoria deL mundo, pero bajo forma de descubrimientos “nuevos” que marcan las etapas de la Gran Evolución. Pero ya se aproxima el momento de la reunión (y designándome un asiento en el rincón derecho de la sala): “Sírvase sentarse ahí. Asistirá a las preliminares de nuestra reunión, luego uno de los nuestros lo acompañará al coche que lo llevará al hotel’ Unos instantes más tarde los otros miembros del Alto Consejo entran. Me levanto. Reconozco a algunos de entre ellos: ante todo al oriental del primer encuentro, luego al “Señor Jans”, después a mi anfitrión de Atenas y por fin a los dos acompañantes de Maha, mis mensajeros de hoy. Los seis miembros del Alto Consejo que veo por primera vez parecen todos occidentales. Digo “parecen” pues en un ambiente vibratorio de esta naturaleza ¿Cómo estar “seguro” de algo desde el punto de vista de la emoción y aún de la realidad “actual”? Todos se parecen por lo que emana de ellos. Más exactamente, tienen por así decir, una “nota” parecida que establece entre ellos un lazo sorprendente de “parentesco”. Al avanzar hacia Maha una mirada hacia mí. Los que ya me conocen me sonríen; los demás Sostienen la mirada breves instantes. ¡Nada debe pasar desapercibido a tales seres y aún los más grandes se sentirían ante ellos como chiquillos! Al llegar ante Maha, cada uno de ellos se inclina y hace el signo que ahora conozco bien, y Maha a su vez, les toca ligeramente la mano con la suya. Luego todos toman asiento y noto que mi interlocutor de Atenas se ubica a la derecha de Maha, lo que significa que él es el “secretario” del que me habían hablado, el “brazo derecho” de Maha. Una vez más me sorprende su extrema juventud; no es que alguno de los miembros del. Alto Consejo parezca viejo, sino que él, en comparación, parece muy joven iQué alma extraordinaria debe poseer para ya encontrarse ahí! Un “alma vieja, muy vieja” bajó esta apariencia de juventud. Desde el lugar donde me encuentro veo muy bien solamente a aquéllos que están enfrentándome y debo deducir sus gestos, por los gestos que hacen los demás. Todos en estos momentos tienen las manos con las palmas apoyadas sobre la mesa ante ellos. Ningún documento, ningún papel. El que Juego me acompañará, al contestar a una pregunta que le hice a este respecto, me dirá que el “secretario” hará enseguida después de la reunión, un informe que se guardará en los archivos del Alto Consejo en este mismo edificio y, agrega, hará constar palabra por palabra lo que fue dicho. No me sorprendió tal afirmación. Todos en este momento, en la posición que ya describí tienen los ojos cerrados. Me pregunto si debo hacer in mismo, pero mi curiosidad es más fuerte. Mi mirada no podría dejar de contemplar esta augusta asamblea. Siento de una manera intensa la solemnidad de estos instantes y el privilegio incomprensible que recayó en mí. A unos pasos, tengo delante de mí a los seres sobre quienes en este mismo momento y a cada instante descansa la responsabilidad de un mundo y su evolución. Y Todos son seres sencillos, tal vez porque son todo. Su concentración se prolonga y de repente se eleva un sonido, indistinto primero, luego más fuerte al progresar, para morir suavemente. Es Maha que lo entona, y lo repite tres veces. Seria incapaz de definir este sonido. No se parece a ninguno de los que conozco. Es una extraña mezcla de vocales; ninguna consonante, es todo de lo que estoy en condiciones de captar. En cuanto Maha termina su última entonación, los once restantes toman el final del sonido y hacen los mismo’ por tres veces. Me encuentro en un estado psíquico y mental indescriptible. Me parece que mí cuerpo ha tomado proporciones inmensas, que la sala se torna gigantesca y estoy ahí, espectador de mi mismo y de este extraordinario espectáculo que me rodea. El mundo entero parece estar reunido en esta sala. Es una impresión increíble, inimaginable. Como un libro abierto, el mundo parece estar ahí

delante de esta augusta asamblea, veo todo esto, participo y me siento un extraño. Es todo lo que puedo decir acerca de un estado que ninguna palabra humana podría describir, pero en esos instantes comprendí, sin poderlo expresar, como el Alto Consejo, el A... , realiza su obra. Lo que sucede alrededor de la mesa es aún más extraordinario. Ninguno de los miembros del Alto Consejo pronuncia palabra alguna y sin embargo todos se comunican entre sí, como si se entendiesen normalmente. No puedo participar en este intercambio. Lo “veo”, sin comprenderlo. Para hacer uso de una imagen, la impresión es la misma que se capta cuando en una sala se ve a la gente en medio de una conversación ininterrumpida, sin oír lo que dicen. La sala está como “cargada” de azul. Nada es cuestión de tiempo, espacio o “separación”. Todo vibra todo “se comunica” y me siento “integrado” a ese todo. La “ruptura” de este estado no es brusca. Es progresiva, lenta, diría: suave. Se vuelve a ser “como antes” en todos los sentidos, hombre en una palabra, con la sorpresa de un cuerpo y las limitaciones que implica física y emocional mente. Los miembros del Alto Consejo también han vuelto a ser “ellos mismos” y todos dirigieron su mirada hacia mí. Siento su afecto, un afecto que sin duda tienen por todos los hombres a través del que tienen delante de ellos. Me levanto y lleno de gratitud, me inclino profundamente ante estos seres que ahora son para mi sublimes. Luego me dirijo hacia el sitio de Maha, tomo su mano y la beso con devoción. Como la primera vez que nos vimos coloca la otra mano sobre mi cabeza y siento el extraordinario influjo de esta bendición invadir todo mi ser. Luego Maha se levanta y enseguida todos hacen lo mismo. “Ahora debe irse, dice Maha, pues las conclusiones que debemos sacar de nuestro “análisis” no pueden ser escuchadas por usted, ni por nadie fuera del A... Además, no podría comprender el lenguaje que se emplea en esta circunstancia; se remonta lejos en el pasado, pero es para nosotros la lengua sagrada y lo será hasta el fin de los tiempos. Pero solamente el Alto Consejo puede escucharla. No olvide nunca la manera por la que debe aceptar. Que estas reglas sean para usted la guía profunda de su acción, como de su comportamiento. Puede revelar una parte de lo que le fue concedido ver y escuchar, pero espere la señal; vendrá mucho antes de lo que supone, pero al principio reserve esto al pequeño núcleo, pues éste tendrá ya dificultades para entenderlo. Importa poco el resultado. La verdad sabrá llamar al corazón de quien la espera. Obre para el bien y no se preocupe por las consecuencias. Estas nos conciernen y aquel que está listo recogerá nuestro mensaje de esperanza y de fe”. Dejé esta augusta asamblea, triste por ver “tal vez” el fin de un suceso único, pero al mismo tiempo en un profundo estado de paz y serenidad. Acompañado por un miembro del Alto Consejo, camino en sentido contrario el sendero tomado para venir aquí, entro en el coche y al darme vuelta cuando éste arrancaba, saludé con un gesto rápido en el que ponía todo mi ser, a aquel que con la mano levantada, llevaba, con el pulgar doblado, tres dedos a su frente. El chofer no dijo una sola palabra en el camino de regreso y yo no tenía deseos de hablar. Regresé a París el 3 de enero de 1967. La “señal” me llegó pronto en la noche del 19 al 20 de ese mismo mes. Comencé enseguida el relato de estos encuentros con lo insólito. Lo termino hoy, en la noche del 23 al 24 de enero.

CONCLUSIÓN “La verdad sabrá llamar al corazón de quien la espera”. Estas únicas palabras podrían servir a modo de conclusión, pero una conclusión es también a veces la ocasión de comentarios, útiles e importantes. El presente relato está al “margen” de nuestras preocupaciones habituales, en calidad de miembros de la Orden Rosacruz A.M.O.R.C. El primer deber de cada uno de nosotros, es siempre, nuestra propia regeneración y a esta regeneración nos conducen eficazmente las enseñanzas tradicionales de nuestra Orden, si sabemos manifestar el celo necesario en el trabajo y perseverancia. En la prestigiosa vía iniciática que seguimos, las tentaciones son numerosas, las caídas ocasionales y la duda periódica. Todo esto es inherente a la naturaleza humana y basta con resistir, evitando sobre todo los espejismos que a veces nos presentan hábilmente la intolerancia, el egoísmo o el hábito. Las enseñanzas de la Orden Rosacruz A.M.O.R.C. contienen lo que es a ¡a vez necesario y suficiente. Son las herramientas cuyo uso conveniente permite alcanzar de una manera segura el objetivo que busca con sinceridad aquel que está listo. La Orden Rosa- cruz A.M.O.R.C. es una vía que contiene todo para el que, sobreponiéndose a sí mismo, acepte recorrerla. Los portales fueron abiertos. El dominio está delante vuestro. La confianza que Uds. conceden a nuestra Orden y la que ella os dé son el fundamento de vuestro éxito. Sed buenos trabajadores.

En calidad de miembros de la Orden Rosacruz A.M.O.R.C. ciertas cuestiones incluidas en la gran historia de la tradición no permiten que seamos indiferentes. El “marco” donde se ejerce nuestro esfuerzo iniciático —el mundo— conserva su importancia para nosotros, y resulta útil comprenderlo. Unos con otros somos extraños solamente en apariencia. En realidad formamos una sola humanidad que participa en la evolución universal. Es estimulante y consolador saber que nada queda librado a1 azar y estos encuentros con lo insólito demuestran que todo es orden y método en un universo perfectamente organizado. Considero más que nadie cuan inverosímil podrá aparentar una aventura de este género para la mente didáctica interesada únicamente en los fenómenos. Sin embargo, en este siglo de progresos científicos sorprendentes, lo inverosímil parece cada día más cercano de nosotros y el iniciado sabe que se encuentra desde siempre entre nosotros. Encuentros inverosímiles, tal vez, para quien no los vivió; extraordinarios y “vívidos” para quien los conoció. El- programa de mis viajes es establecido por mi mismo en un contexto que se me prepara en el marco de mis funciones. Determino personalmente las fechas según la misión a cumplir. Ahora bien, en este ordenamiento, del que soy autor, se produjeron los encuentros que no podía prever, pero que otros previeron por mí. Mi libertad fue respetada en todo sentido, pues todo lo que tuve que llevar a cabo, en el servicio que me incumbe de mis responsabilidades oficiales, no se vio nunca afectado. Lo extra-ordinario se incluyó, ajustado dentro de lo “ordinario” sin entorpecer a este último, en ninguna forma. No me extraña que el Alto Consejo haya tenido conocimiento de un programa del que sólo yo estaba enterado. Tampoco me sorprendería que hayan tenido conocimiento antes de su formulación, en el momento en que sólo dos puntos del triángulo estaban completos, el tercero —la manifestación— no estaba aún establecido. Me negaría a admitir que hubiese existido influencia “exterior” sobre mí para la redacción de este programa, y por lo tanto intervención en mi libre albedrío, en cuanto a la elección y decisión. Esto sería contrario a todo aquello de que fui testigo, a todo lo que me fue enseñado y demostrado, y este solo pensamiento me resulta como un sacrilegio para con los que me concedieron una rara confianza. No diré nunca más: ¿Por qué yo? y no perderé mi tiempo en una inútil introspección para saber si era digno o no. Se me pidió aceptar. Acepto. Los que saben todo saben más que aquel que pudiera saber mucho. Después de todo, no soy el destinatario y acaso ¿no es excepcional ser encargado solamente - de “transmitir? Mi preocupación fue hacerlo bien y mi satisfacción sería haberlo alcanzado. ¿Qué significarán para ustedes estos “encuentros con lo insólito”? ¿Una ficción? Aquel que los lea debe decidir por sí mismo y nadie debe intervenir —ni aún yo! Pero aquel que, lo mismo que yo que los viví, oiga el sonido resonante de la verdad, entonces que este relato sea para él un mensaje de esperanza y fe que iluminará su sendero. De uno y otro permanezco el hermano, pues estamos juntos en un mismo y efectivo viaje del que compartimos las experiencias, penas y alegrías, ahí hacemos nuestros pequeños y grandes. Pequeños o grandes son las joyas de nuestro camino— un camino cuyo signo es por siempre: servir