Los Dados Eternos

"LOS DADOS ETERNOS" Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; me pesa haber tomádote tu pan; pero este pobre barro pensa

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"LOS DADOS ETERNOS" Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; me pesa haber tomádote tu pan; pero este pobre barro pensativo no es costra fermentada en tu costado: ¡tú no tienes Marías que se van! Dios mío, si tú hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios; pero tú, que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación. ¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él! Hoy que en mis ojos brujos hay candelas, como en un condenado, Dios mío, prenderás todas tus velas, y jugaremos con el viejo dado. Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte del universo todo, surgirán las ojeras de la Muerte, como dos ases fúnebres de lodo. Dios míos, y esta noche sorda, obscura, ya no podrás jugar, porque la Tierra es un dado roído y ya redondo a fuerza de rodar a la aventura, que no puede parar sino en un hueco, en el hueco de inmensa sepultura.

ANALISIS La entidad de Dios, y en mayor medida su inexistencia, se desprenden reiteradamente de la poesía vallejiana. Las páginas del vate están llenas del concepto “Dios”... Es algo complejo obtener una lectura acertada de muchos de sus versos; ¡hay algunos que incluso a él mismo le costaba entender!, eso es algo que el propio poeta reconoció alguna vez. Sin embargo, parte grande de su obra se presta ampliamente a ser interpretada. Vallejo es filósofo en su poesía y es preciso entenderle filosóficamente. Y aunque interpretar a fondo el contenido de un poema es, a mi parecer, de alguna manera desatender la riqueza poética, es preciso hacerlo y tratar de llegar a un equilibrio que permita abarcar ambos aspectos en su plenitud.

Se ve una arraigada devoción que entra en contradicción con las claras negaciones de Dios que encontraremos en los mismos poemas. El caso es que nuestro poeta, ya adulto, siempre se mantuvo aprehendido a su infancia en Santiago de Chuco y a los sentimientos que durante aquélla forjó, época en que asumió la religión tradicional, la católica, como sólo una persona de tamaña sensibilidad podía: con totales entrega y amor, con cuánta entrega que no pudo abandonar su fe cuando adoptó como doctrina filosófica el marxismo que niega rotundamente toda divinidad. Vallejo era consciente de la artificialidad del dios católico y de su antagonismo con la razón; pero arrancarse al amado Dios del pecho me parece que hubiese sido derrumbar su mundo: él no podía abandonar su fe. Y efectivamente ello se nota en el poema “Dios”, en el que a pesar de haberlo reducido ontológicamente.

El poder de la metáfora se manifiesta en Vallejo de una manera muy particular. Las vivencias individuales lo obligan a expresar la realidad de un mundo en desorden, su mundo, en donde los factores emocionales que lo desequilibran y torturan aparecen con una frecuencia tal que nos hace dejar de lado la sola posibilidad de pensar en alegrías presentes o realidades motivantes. El tiempo en Vallejo, se mueve entre un pasado que ha dejado de ser y un

presente que a cada instante lo mortifica con la obligación de recordar. En cuanto al futuro, mejor ni mencionarlo porque su alma agobiada sabe que nada bueno hallará en él. En la lírica de este hombre, se refleja la imagen universal del individuo sufriente.