Lopez Jose Manuel - Vamos a Comprar Mentiras

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Este libro quiere desmontar los abusos que las industrias alimentaria y cosmética practican desde hace tiempo para enriquecerse sin respetar al consumidor, a menudo tergiversando los avances de la Ciencia, uno de los valores al servicio de la humanidad. Con un lenguaje accesible, Vamos a comprar mentiras emplea la divulgación científica para destapar esos engaños, que no solo repercuten en el bolsillo del ciudadano, sino en algo mucho más importante: su salud. El autor, José Manuel López Nicolás, químico, investigador y responsable del blog 'Scientia' (uno de los más seguidos y premiados en este campo del saber), no pretende decirnos qué debemos comprar, ni desprestigiar marcas o empresas. Nada más lejos de la realidad: su objetivo es exponer de modo ameno y riguroso qué nos dice la Ciencia sobre la efectividad de famosos productos. Así, con toda la información a su alcance, el lector podrá decidir y elegir qué opción le conviene entre las muchas que ofrece un mercado cada vez más confuso y artificioso.

José Manuel López Nicolás

Vamos a comprar mentiras ePUB v1.0 Librera virtual 17.07.18

Para ti, Ruth

¿POR QUÉ NACE VAMOS A COMPRAR MENTIRAS? Hay momentos en la vida en los que hay que gritar «¡Basta ya!»… y este es uno de ellos. Desde hace muchos años las industrias alimentaria y cosmética han estado mintiendo descaradamente al ciudadano con el único objetivo de enriquecerse. Si a esto se une que como herramienta de engaño dichos sectores empresariales utilizan la ciencia, uno de los mayores valores que tiene la humanidad, la gravedad de los hechos es aún mayor. Por este motivo sale a la luz Vamos a comprar mentiras, un libro que quiere ser un puñetazo en la mesa con el que denunciar, en voz alta, los abusos que está sufriendo el ciudadano y que no solo tienen repercusión en su bolsillo, sino también en algo aún más importante: su salud. Para desmontar todos estos abusos Vamos a comprar mentiras emplea como arma la divulgación científica, una herramienta que tiene como objetivo prioritario acercar la ciencia a la sociedad con un lenguaje accesible para todos y que también sirve para denunciar el mal uso de la ciencia que se hace desde distintos colectivos. Este libro no pretende decirle al lector lo que debe comprar o no. Nada más lejos de su objetivo. Tampoco busca desprestigiar a ningún producto, marca ni empresa. Ni mucho menos. Lo único que persigue es contarles lo que dice la ciencia sobre la efectividad de famosos productos para que, con toda la información en la mano, ustedes puedan decidir qué opción elegir

entre las muchas que ofrece el mercado. Pero si de verdad se quiere ganar la batalla al fraude, a las mentiras y a las medias verdades, no se puede lanzar la piedra y esconder la mano. Hay que ser valiente y poner nombres y apellidos a los verdaderos culpables de la caótica situación en la que se encuentran el mundo de la alimentación y la cosmética. En los diferentes capítulos que componen esta obra irán apareciendo los nombres de muchos productos que forman parte de nuestro día a día, de marcas comerciales muy conocidas, de superficies comerciales a las que acudimos con frecuencia, de grandes multinacionales, de científicos, de medios de comunicación, de asociaciones profesionales… ¿Cuál es la verdadera historia de Actimel? ¿Sirve para algo la margarina Flora pro.activ? ¿Qué hay detrás de los nutricosméticos de L'Oréal? ¿Puede tener algún tipo de repercusión sobre nuestra salud el consumo de Red Bull? ¿Qué pasa con Activia? ¿Ayuda a nuestra mente De Memory? ¿En qué se basa la Ciencia de los Genes de Lancôme? ¿Ralentiza mi envejecimiento el Revidox? ¿Qué gana el CSIC avalando cosméticos milagrosos? ¿Por qué recomienda la Fundación del Corazón el MegaRed? ¿Y la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación el Bollycao? ¿Qué es eso de la Twincosmética? ¿A qué viene tanta publicidad encubierta en las televisiones? ¿Qué papel desempeñan los medios de comunicación en todo esto? ¿Y el gobierno? Vamos a comprar mentiras pretende también dar respuesta, usando la ciencia como argumento, a otra serie de preguntas relacionadas con la seguridad de alimentos y cosméticos. En los últimos años las campañas publicitarias de muchos productos están basadas en la ausencia de compuestos químicos en su composición lo que supuestamente aumenta su seguridad, pero… ¿Es eso cierto? ¿Nos exponemos a serios riesgos si consumimos estos productos? ¿Son peligrosos los aditivos alimentarios? ¿Y los parabenos cosméticos? ¿Es cierta la relación entre determinados productos de belleza y diferentes tipos de cáncer? ¿Qué hay detrás de algunas famosas alarmas sanitarias de los sectores alimentario y cosmético que han sido portada de los principales medios de comunicación? tradicionalmente se ha culpado a las empresas del sector de sr las únicas

responsables de las mentiras y fraudes que se esconden tras sus productos. Sin embargo, Vamos a comprar mentiras les demostrará que existen muchos más culpables de la indefensión que sufre el consumidor. Pero si piensan que en este libro solamente van a encontrar aspectos negativos sobre los productos que forman parte de nuestro día a día se equivocan. Cuando las empresas hacen bien las cosas también hay que reconocerlo. Por esta razón a lo largo de los siguientes 16 capítulos aparecerán aquellos productos y marcas comerciales que, empleando las nuevas tecnologías y los avances científicos cumplen lo que prometen en su publicidad. No creo en los textos catastrofistas que se limitan a exponer situaciones negativas sin dar soluciones. Por eso en el libro Vamos a comprar mentiras no solamente quiero poner de manifiesto la verdad que esconden famosos productos alimentarios y cosméticos pertenecientes a las principales multinacionales, sino que propongo una serie de mejoras, de iniciativas, de acciones que es necesario poner en marcha de forma muy urgente por parte de diferentes colectivos públicos y privados, para que los ciudadanos, cuando vayan a los centros comerciales, puedan estar seguros de que no se les está engañando. No voy a extenderme más en esta introducción. Creo que es el momento de sacar a relucir, usando la ciencia como valiosa herramienta, la verdad de muchos de los productos que estoy seguro que ustedes consumen incluso sin saberlo. Su bolsillo y su salud se lo agradecerán… ¡Comencemos!

DIEZ COSAS QUE USTED DEBERÍA SABER SOBRE LOS ALIMENTOS FUNCIONALES Alimentos funcionales, alimentos dietéticos, alimentos ecológicos, alimentos de cuarta y quinta gama… Actualmente podemos encontrar en las superficies comerciales cientos de productos que hace unas décadas ni imaginábamos que pudieran existir. Esta explosión de nuevos alimentos que están cambiando nuestra dieta no es ni mucho menos la primera revolución que ha tenido lugar en nuestra nutrición. Alimentos que hoy consumimos diariamente con toda naturalidad fueron en su día calificados de «novedosos» y su consumo estuvo acompañado de grandes controversias. Además, podemos afirmar, aunque siempre con temor a equivocarnos, que aquellos «nuevos alimentos» han tenido con el paso de los años una importancia en la alimentación y en la nutrición humana mayor de la que tendrán otros de los que vamos a hablar a lo largo de este libro. Así, por ejemplo, en la Europa del siglo XVI se rechazaba la patata por considerarla un producto insípido y el tomate por ser una planta venenosa[1]. En la actualidad nadie duda del valor nutritivo de estos alimentos y de su papel fundamental en nuestra alimentación. Ya en el siglo XIX el inventor americano Gail Borden, creador de la leche condensada, patentó la deshidratación como método para elaborar leche en polvo, lo que permitió el

acceso a este alimento con más facilidad. Actualmente la leche en polvo tiene otros usos adicionales como producto enriquecedor, normalizante de productos lácteos, etc. En 1869, el emperador Napoleón III convocó un concurso con el fin de encontrar un sucedáneo de la mantequilla que fuera más asequible. El resultado fuer la aparición de a margarina. El siglo XX estuvo repleto de novedades en el campo de los nuevos alimentos. Durante los años setenta se aceleraron considerablemente los avances en tecnología aplicada a los alimentos y se desarrollaron nuevos productos y procesos, sobre todo en respuesta a una percepción de escasez de comida y, más concretamente, de proteínas animales. Estos avances incluían métodos para producir alimentos proteicos a partir de nuevas plantas y fuentes microbianas, así como métodos para usar las proteínas vegetales como sustitutos y complementos de la carne. Además, el siglo XX pasó a la historia de la alimentación como el de la aparición de la denominada fast food o comida rápida. Sus comienzos llegaron con la hamburguesa que, al parecer, fue inventada por el dueño de un restaurante que se había quedado sin salchichas para dar de comer a sus comensales y decidió sustituirlas por carne de vaca picada. A esta creación, que desde su nacimiento no ha hecho más que captar nuevos paladares, se han unido en las últimas décadas productos tradicionales en otros países como las pizzas o los burritos mexicanos. Hoy en día, el sector del fast food factura al año en España casi 3.000 millones de euros[2]. ¿Qué caracteriza el siglo XXI en el campo de los nuevos alimentos? Aunque son muchos los nuevos productos que han aparecido en los últimos años, el grupo de alimentos más representativo de todos ellos es el de los alimentos funcionales. Este tipo de productos, que comenzaron a verse en las superficies comerciales a finales del siglo XX, se han desarrollado con fuerza a principios del siglo XXI y ya son consumidos, según las últimas estadísticas, en casi el 40% de los hogares de nuestro país[3]. Margarinas con fitoesteroles que prometen reducir el colesterol, flanes con omega-3 para mejorar la visión, yogures con lactobacilos que aseguran activar las defensas, leches fermentadas con péptidos bioactivos que regulan la tensión arterial o refrescos con fibra que mejoran el tránsito intestinal son

algunos ejemplos de alimentos funcionales que arrasan en las superficies comerciales. El mercado de este tipo de productos factura cerca de 33.000 millones de dólares en todo el planeta y solamente en Europa supera los 15.000 millones de euros. Sin embargo, y a pesar de su tendencia de consumo claramente alcista, la burbuja de los alimentos funcionales está a punto de estallar. Las grandes dudas relativas a su efectividad y las poco éticas estrategias de marketing de muchas empresas líderes del sector los han puesto en el punto de mira d autoridades, científicos y consumidores. A pesar del alto consumo de alimentos funcionales en España, recientes estudios sobre percepción social de los nuevos alimentos, entre los que podríamos incluir también los dietéticos, ecológicos o transgénicos, muestran cómo la sociedad no tiene claros algunos conceptos sobre este tipo de productos[4]. Por esta razón, y para que ustedes entiendan correctamente muchas de las cosas que van a poder leer en este libro, voy a explicar diez conceptos básicos sobre ellos. 1. ¿QUÉ ES UN ALIMENTO FUNCIONAL? El término «alimento funcional» fue propuesto por primera vez en Japón en la década de los 80 con la publicación de la reglamentación de los «Alimentos para uso específico de salud» («Foods ofr Specifie Health Use» o FOSHU) referido a «aquellos alimentos procesados que contienen ingredientes que desempeñan una función específica en la funciones fisiológicas del organismo humano, más allá de su contenido nutricional». En los países occidentales su historia se remonta a las primeras prácticas de enriquecimiento de alimentos convencionales con vitaminas y minerales que tenían como objetivo subsanar deficiencias nutricionales en la población. Actualmente, la incomprensible ausencia de una legislación específica que regule los productos funcionales provoca cosas tan poco coherentes como que no exista una definición oficial de los mismos. Por esta razón son muchos los términos que se han acuñado para nombrar a este nuevo tipo de alimentos (funcionales, de diseño, nutraceúticos, farmaalimentos, etc.) aunque existen significativas diferencias entre todos ellos. La más importante es que el producto funcional, a diferencia del resto, se presenta en forma de

alimento y no como cápsulas, comprimidos, gotas, sueros, etc. Para centrarnos en este libro me acogeré a la definición establecida por el International Life Sciences Institute (centro que coordina un importante programa de la UE sobre alimentos funcionales) según la cual se entiende como alimento funcional «aquel que le confiere al consumidor una determinada propiedad beneficiosa para la salud, independiente de sus propiedades puramente nutritivas». 2. ¿QUÉ PROPIEDADES DEBE CUMPLIR UN ALIMENTO FUNCIONAL? Según el Ministerio de Salud y Bienestar japonés, país pionero en el desarrollo de alimentos funcionales, las propiedades que debe cumplir un alimento par que se le conceda la licencia FOSHU que le confiere el calificativo funcional son las siguientes: Debe contribuir a mejorar los hábitos alimenticios y mantener y/o mejorar la salud. Los efectos beneficiosos para la salud debe estar basados en conocimientos científicos. La forma de consumo debe estar claramente definida. El alimento en cuestión debe ser considerado segur. Los métodos analíticos para analizar cuantitativa o cualitativamente los componentes del alimento, así como sus propiedades fisicoquímicas, deben estar bien definidos. La composición nutricional del alimento no debe ser significativamente menor a otros alimentos similares. Su consumo debe ser habitual. Debe presentarse en forma de alimento. El efecto beneficioso sobre la salud lo debe ejercer el producto final y no los componentes individualmente. Según algunos autores, además de estas características necesarias para obtener la licencia FOSHU, un alimento funcional también debe presentar las siguientes condiciones:

La biodisponibilidad, metabolismo, excreción y método de acción del componente que da el carácter funcional a un alimento debe haber sido estudiado en colectivos humanos. Las cantidades del alimento funcional que ejercen efectos beneficiosos deben estar contenidas dentro de un patrón de alimentación habitual. 3. ¿CÓMO SE ELABORA UN ALIMENTO FUNCIONAL? Aunque generalmente se cree que un alimento funcional es un producto enriquecido en algún tipo de nutriente, existen cinco métodos principales para elaborar alimentos funcionales. La primera estrategia se basa en la eliminación de un componente que cause un efecto perjudicial al consumidor en general o a un determinado grupo de consumidores. Un claro ejemplo lo tenemos en los alimentos sin lactosa que tan de moda se han puesto por diferentes razones, algunas de ellas sin sentido alguno como veremos posteriormente. Otro ejemplo son los productos sin gluten destinados a la población celiaca. También podemos elaborar un alimento funcional incrementando la concentración de un componente que ya poseía previamente el alimento convencional, como es el caso de los famosos productos lácteos enriquecidos en calcio o los zumos de frutas enriquecidos en vitamina C. La tercera estrategia se basa en la suplementación de un alimento con un ingrediente que no poseía originalmente. Un ejemplo que a todos nos viene a la cabeza es el Actimel, una leche fermentada enriquecida con el lactobacilo más famoso de todos los tiempos, el Lactobacillus casei. Otros ejemplos podrían ser la mayoría de los alimentos funcionales ricos en ácidos grasos omega-3. Un cuarto método consiste en sustituir un componente con efectos perjudiciales o nocivos sobre la salud de la población en general, o de un determinado colectivo, por otro que posea efectos neutros o positivos. Así, por ejemplo, podemos encontrar en el mercado productos alimenticios en los que se sustituye la sacarosa por fructosa o helados en los que se han sustituido grasas saturadas por hidratos de carbono no solubles. Por último, se pueden diseñar alimentos funcionales alterando la biodisponibilidad de alguno de los nutrientes presentes en un alimento

convencional con el fin de obtener un efecto positivo sobre la salud. Esta alteración de la biodisponibilidad metabólica puede realizarse mejorando la de compuestos que producen efectos beneficiosos o dificultando la de componentes perjudiciales. El ejemplo más claro lo constituyen leches fermentadas como Danacol o Benecol y la margarina Flora pro.activ que prometen reducir los niveles de colesterol. 4. ¿POR QUÉ APARECIERON LOS ALIMENTOS FUNCIONALES? No existe un único motivo que justifique la gran invasión de alimentos funcionales que está sufriendo el mercado alimenticio sino que son varios y de diversa índole. Hace unos años era totalmente impensable la existencia de productos cárnicos enriquecidos con componentes del pescado o de yogures con fibra en su composición. Hoy en día, los avances y las nuevas metodologías no solo de la ciencia y tecnología de los alimentos sino también de otras disciplinas científicas como la biotecnología, la bioquímica, la encapsulación molecular, la genética o la nanotecnología han facilitado la existencia de alimentos funcionales en lasa superficies comerciales. El escaso conocimiento de estas tecnologías por parte del consumidor ha provocado un cierto recelo hacia ellas aumentado por ciertas voces alarmistas. Sin embargo, ese mismo escepticismo apareció cuando comenzaron a implantarse técnicas que ahora son de uso cotidiano en la producción, conservación e incluso en el tratamiento culinario de alimentos como es el caso del empleo del microondas. Otro factor que ha influido en el desarrollo de este nuevo tipo de alimentos es la fuerte competencia existente en el sector de la alimentación. Actualmente son muchos las empresas que comercializan alimentos prácticamente iguales, con las mismas características, por lo que la búsqueda del valor añadido en forma de «ingrediente mágico» se ha convertido en un objetivo fundamental del sector. Otras razones para el auge de estos alimentos son el creciente interés en la sociedad por el binomio alimento/salud, el aumento del porcentaje de población mayor de 60 años a la que van dirigidos muchos de los alimentos

funcionales y el interés de la administraciones públicas por reducir costes sanitarios a costa de impulsar el desarrollo de alimentos que, teóricamente, ayudan a prevenir ciertas patologías. Para muchos expertos la verdadera razón del boom de los alimentos funcionales son las nuevas demandas de los consumidores, muy diferentes a las que existían hace unos años[5]. En la actualidad los alimentos tradicionales han dejado paso a nuevas tendencias que poco tienen que ver con la necesidad básica de alimentarse y sí con otros aspectos como la nutrición, la salud y el bienestar e, incluso, con aspectos relacionados con la comodidad, estética o la diversión. Por otra parte, en los últimos años, los hábitos de vida, la falta de tiempo y la incomodidad para la preparación de determinados alimentos han dado lugar a una demanda de productos listos para su consumo de una manera sencilla y cómoda, sin tener que recurrir a la comida rápida y ahí los alimentos funcionales, junto con los productos listos para el consumo (cuarta y quinta gama), también han encontrado un nicho de mercado. ¿SON LOS ALIMENTOS FUNCIONALES CONSECUENCIA DE CAMPAÑAS DE MARKETING? Antes de contestar a esta pregunta, y debido a la importancia que tienen tanto el marketing como la publicidad en este libro, es necesario dejar claro las diferencias entre estos dos conceptos, ya que es frecuente escuchar hablar de marketing como sinónimo de publicidad y eso no es cierto. Podemos definir el marketing como el conjunto de acciones destinadas a satisfacer las necesidades del consumidor y a la vez lograr un aumento de ventas por parte de la empresa[6]. ¿Y cómo lo logra? Mediante lo que se conoce como las cuatro «P»: producto, precio, punto de venta (o distribución) y publicidad (o promoción). La última de las 4 P, la publicidad, engloba al conjunto de acciones de comunicación que dan a conocer un producto de la forma más eficiente posible, utilizando distintos medios (TV, internet, radio, etc), gastando los mínimos recursos posibles y con el claro objetivo de atraer al máximo número de clientes. Es decir, la diferencia entre publicidad y marketing es que la primera es solo una de las partes que conforman las estrategias de la segunda. Por este motivo, cualquier compañía que decida

crear un plan de marketing nunca debe limitarse a crear campañas publicitarias sin tener en cuenta otros valores que también inciden en la demanda de un producto y en la satisfacción del cliente. Una vez aclarada la diferencia entre publicidad y marketing es el momento de contestar a la pregunta anteriormente formulada: ¿Son los alimentos funcionales consecuencia de campañas de marketing? Sí, los alimentos funcionales son también fruto del marketing y no solo de la publicidad. Las empresas no son basan la venta de los alimentos funcionales en la publicidad de los mismos sino que diseñan toda una estrategia de marketing en la que se crean necesidades ficticias, juegan con los precios y posicionan sus productos en un tipo de establecimientos u otros. Dentro del marketing que rodea a los alimentos funcionales hay uno que destaca por encima de todos, lo que podemos bautizar con el nombre de marketing pseudocientífico. Las últimas encuestas de percepción social de la ciencia por parte de la sociedad muestran cómo el ciudadano tiene cada vez mayor confianza en la ciencia y en la labor del científico. Aprovechándose de esta situación, muchas empresas utilizan en la publicidad de sus productos palabras, vocablos, frases y eslóganes donde los términos científicos están a la orden del día. El objetivo es claro: usar la buena predisposición del consumidor hacia todo lo que «suene a ciencia» para darle prestigio a sus productos. Sin embargo, y como veremos a lo largo de los próximos capítulos, detrás de muchos de estos eslóganes o hay el más mínimo rigor científico. Una de las mejores pruebas del éxito de las campañas de marketing en el desarrollo de alimentos funcionales la encontramos en los «nuevos» ácidos grasos omega-3. Mucha gente no sabe que el término «omega», que encontramos en la publicidad de leches, flanes, huevos, aceitunas, etc., se refiere únicamente a una forma de numerar la posición del doble enlace en la cadena alifática de los ácidos grasos poliinsaturados. En las clases de química de los institutos todos los días nos repetían que, para formular correctamente los ácidos grasos poliinsaturados había que indicar el número y la localización de los dobles enlaces contando a partir del extremo carboxílico (–COOH). Pues bien, en los últimos años ha adquirido popularidad otro

modo de designación alternativa de los ácidos grasos insaturados en los que la principal modificación respecto a la nomenclatura tradicional es que la posición que ocupan los dobles enlaces se indica tomando como referencia el otro extremo de la cadena (el extremo CH3–) y no el que se toma como referencia en la formulación tradicional (el extremo –COOH). Así de sencillo. Un buen día a alguien se le ocurrió la feliz idea de usar la palabra comercial «omega» para denominar a los ácidos grasos que se formulaban de esta forma… pero en realidad el ácido graso es el de siempre, con las mismas propiedades buenas o malas.

Posteriormente, diversas empresas no solo incorporaron los «nuevos» ácidos grasos omega a sus alimentos funcionales sino que buscaron la complicidad de extrañas fundaciones, asociaciones científicas o sociedades

de profesionales para hacer creer al consumidor que, debido a la mala alimentación que practica, necesita el consumo de sus carísimos productos funcionales para poder alcanzar las cantidades diarias recomendadas de ácidos grasos omega en lugar de mejorar los hábitos nutricionales. Toda una estrategia de marketing. 6. ¿SON NECESARIOS LOS ALIMENTOS FUNCIONALES? A lo largo de la historia el hombre se ha alimentado sin la presencia de este tipo de alimentos, por lo que la mayoría de los expertos en nutrición humana y dietética afirman tajantemente que los alimentos funcionales no son imprescindibles, ya que un dieta variada y equilibrada no los necesita. Frente a esta postura se encuentra la de aquellos defensores de los alimentos funcionales que se apoyan en las encuestas nacionales e internacionales de ingesta dietética llevadas a cabo por diferentes organismos. Estas encuestas muestran, de forma contundente, las carencias en el consumo de determinados nutrientes por parte de la población que han llevado a nuestro país a estar en el grupo de los países con mayores índices de enfermedades asociadas a la malnutrición[7]. Los partidarios de la alimentación funcional suelen realizar la siguiente pregunta: si a pesar de tener todas las herramientas necesarias para llevar a cabo una alimentación sana y equilibrada, no consumimos determinados compuestos esenciales para nuestro desarrollo… ¿es perjudicial consumir alimentos funcionales que suplan estas carencias siempre y cuando su efectividad esté demostrada? Según ellos, no. Mi opinión es rotunda al respecto. Llevando una alimentación correcta y un estilo de vida saludable es muy sencillo alcanzar las cantidades recomendadas de todos los nutrientes. En el caso de que se detecten carencias en algún nutriente se disponen, tal y como veremos a lo largo de este libro, de los alimentos convencionales suficientes para restablecer los niveles adecuados sin necesidad de recurrir a caros alimentos funcionales. ¿De qué sirve consumir alimentos funcionales si sigues llevando una incorrecta alimentación que da lugar a déficits nutricionales? Consumir este tipo de productos para suplir déficits es un carísimo parche sin sentido que solo sirve para ahondar en el principal problema: las malas prácticas nutricionales.

Además, la gran mayoría de los alimentos funcionales presentes en el mercado no cumplen las promesas que publicitan por lo que tampoco suplirían las carencias nutricionales detectadas en parte de la población. Para solucionar los problemas nutricionales de la población sería necesario llevar a cabo dos medidas de forma urgente. La primera de ellas instaurar un correcto plan de educación nutricional dirigido a toda la población desde las edades más tempranas. La segunda combatir el fraude y la mentira presente en la publicidad de muchos alimentos, preferentemente en los alimentos funcionales y complementos alimenticios. 7. ¿QUÉ ES LA AUTORIDAD EUROPEA DE SEGURIDAD ALIMENTARIA? ¿Se acuerdan ustedes de la crisis de las vacas locas? ¿Y de la de las dioxinas? A finales del siglo XX varios incidentes alimentarios sacudieron el viejo continente creando una serie de alarmas muchas veces injustificadas. En aquellos momentos de crisis la falta de una fuente de información y consejo con autoridad suficiente para garantizar la seguridad de los alimentos creó una gran confusión y un sentimiento de desconfianza en el sistema de evaluación, gestión y comunicación de riesgos. En respuesta a esa serie de alarmas alimentarias en 2002 la UE creó la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) como una entidad independiente que no solo debía garantizar un alto nivel de protección de los consumidores sino también aumentar la confianza en el suministro de alimentos. Con el paso de los años la agencia europea ha asumido muchas más funciones. Actualmente no solo se encarga de garantizar la seguridad alimentaria, también tiene competencias en los campos de la nutrición, la salud y bienestar animal, la protección vegetal y la salud vegetal. En este libro nos centraremos en una de las funciones prioritarias que tiene la EFSA: la regularización de las «declaraciones nutricionales y de propiedades saludables» (conocidas como «health claims») permitidas en la publicidad de los alimentos. Durante muchos años la industria alimentaria ha tenido total impunidad para publicitar auténticos disparates en el etiquetado de los alimentos

funcionales con el propósito de llamar la atención al consumidor. Eslóganes publicitarios tales como «Favorece el desarrollo del sistema inmune», «Baja la tensión arterial», «Mejora la salud intestinal», «Reduce la osteoporosis» y hasta «Previene el cáncer» sirvieron para enganchar al consumidor a pesar de que pocos de estos reclamos publicitarios estaban basados en estudios rigurosos. La ausencia de una legislación internacional que abarcara todos y cada uno de los aspectos concernientes a los alimentos funcionales permitía que «todo valiera» en el etiquetado de estos productos. Para intentar poner fin a tanto descontrol la EFSA elaboró el «Reglamento (CE) 1924/2006 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos»[8] no sin una dura resistencia por parte de las grandes multinacionales a las que no les interesaba la existencia de una reglamentación estricta en la publicidad alimentaria. Dicha normativa tenía como objetivo no solo armonizar las diferentes leyes existentes en los países de la UE en materia de etiquetado, de forma que se garantizara un funcionamiento eficaz del mercado interior, sino también proporcionar un elevado nivel de protección de los consumidores. Desde que entró en vigor la nueva reglamentación europea, cuando una empresa quiere que se apruebe una alegación saludable para poder usarla en la publicidad de su producto debe enviar una documentación muy exhaustiva a la EFSA. El Reglamento (CE) 1924/2006 y el Reglamento (CE) 353/2008[9] explican el proceso de autorización, así como las normas para el correcto envío de solicitudes de autorización de las declaraciones de propiedades saludables. En dichas solicitudes debe figurar, entre otras cosas, suficiente información científica para acreditar que la publicidad que se quiere adjudicar al producto se corresponde con sus verdaderas propiedades. El Reglamento (CE) 353/2008 pide los siguientes tipos de estudios: 1. Estudios de intervención en humanos: ensayos controlados aletorizados, no aleatorizados, no controlados, etc. 2. Estudios observacionales en humanos: cohortes, casos-control y transversales. 3. Estudios sobre seres humanos dedicados a los mecanismos que pueden originar el efecto declarado del alimento, incluidos los estudios sobre la

biodisponibilidad. Los datos obtenidos de estudios no realizados en seres humanos deben incluir: 1. Datos sobre animales, incluidos los estudios acerca de aspectos relativos a la absorción, la distribución, el metabolismo o la excreción del alimento, estudios sobre el mecanismo y otros estudios. 2. Datos ex vivos o in vitro, basados en muestras biológicas humanas o animales vinculados con los mecanismos que pueden originar el efecto declarado del alimento, y otros tipos de estudios no realizados en seres humanos. Para que una solicitud sea valorada positivamente por el Grupo de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la EFSA la empresa debe adjuntar estudios enmarcados en los pintos 1 y 2, los de más alta evidencia científica. Sin embargo, aquellas solicitudes que solamente presenten estudios correspondientes a los puntos 3-5 no son informadas positivamente, ya que no aseguran que las propiedades del alimento en cuestión se correspondan con la alegación de salud que se quiere publicitar. Hay que dejar claro que el Grupo de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la EFSA está compuesto por científicos que han firmado la inexistencia de cualquier conflicto de interés que puede condicionar sus decisiones. Además, este Grupo tiene en cuenta para tomar estas decisiones decenas de artículos existentes en la literatura científica sobre el tema abordado. En los informes finales la EFSA emite su dictamen sobre tres aspectos principales de la solicitud: 1. Que el alimento (o el ingrediente alimenticio) esté bien caracterizado. 2. Que la propiedad saludable que se le quiere atribuir esté claramente definida y, además, ejerza un efecto beneficioso sobre la salud. 3. Que exista una correlación entre la ingesta del alimento (o ingrediente alimenticio) y tal alegación saludable.

El objetivo principal que perseguía la nueva legislación europea cuando vio la luz estaba claro: que el consumidor no fuese engañado por la falsa publicidad. ¿Se consiguió? Veamos. 8. LOS RESULTADOS DE LAS PRIMERAS EVALUACIONES En el año 2012 la EFSA culminó el trabajo que había estado realizando durante mucho tiempo basado en la aplicación del Reglamento (CE) 1924/2006 y en el que se evaluaron las solicitudes de miles de empresas para poder publicar las maravillosas bondades de sus productos. Durante ese tiempo se presentaron ni más ni menos que 44.000 solicitudes, de las cuales la Comisión Europea seleccionó unas 10.000 que cumplían con los requisitos de la solicitud. Posteriormente, la EFSA elaboró una lista de 4.000 declaraciones agrupando aquellas que eran similares. Finalmente, se devolvieron algo menos de la mitad para que los solicitantes aportasen más información o aclaraciones, evaluándose un total de 2.758 solicitudes. ¿Quieren saber el resultado? La primera serie de evaluaciones fue demoledora. Solamente una de cada cinco declaraciones presentadas se basaba en pruebas científicas sólidas. En total solamente se aprobaron 222 declaraciones de salud. las aprobadas positivamente pueden ustedes leerlas en el Reglamento (UE) 432/2012 por el que se establece una lista de declaraciones autorizadas de propiedades saludables de los alimentos. La mayor parte se refieren a vitaminas, minerales, polifenoles, cultivos vivos bacterianos, diferentes tipos de fibra, quitosano, algunos sustitutos del azúcar (xilitol, sorbitol, manitol, matitol, lactitol, isomaltosa, eritritol, sucralosa y polidextrosa; D-tagatosa e isomaltulosa), etc. También hay un pequeño grupo de declaraciones autorizadas que se refieren a alimentos concretos como es el caso del agua, carne, pescado, nueces, chicles o a sustitutivos de comidas para el control del peso. El resto de las declaraciones saludables propuestas fueron rechazadas por diferentes motivos, por lo que las empresas implicadas se vieron obligadas a retirar la publicidad de determinados alimentos funcionales, al menos hasta que sean capaces de aportar informes que demuestren la verdad de sus afirmaciones. Tras aquella primera serie de evaluaciones se han sucedido

otras con resultados similares. La denegación de solicitudes es la norma habitual. Entre los diversos motivos que ha aducido la EFSA (o mejor dicho su Grupo de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos) para denegar las famosas «health claims» o alegaciones saludables destaca uno por encima del resto. Es cierto que la EFSA reconoce que existen innumerables estudios de investigación básica publicados en prestigiosas revistas científicas que, además de caracterizar físico-químicamente todo tipo de ingredientes funcionales, certifican su seguridad alimentaria. Sin embargo, la escasez de investigación aplicada que se observa en los pocos estudios realizados en humanos, debido principalmente a las dificultades metodológicas y económicas de este tipo de trabajos, no asegura que las propiedades observadas en modelos celulares o con animales para los ingredientes funcionales puedan reproducirse en humanos. Por este motivo la mayoría de los informes negativos que ha emitido la EFSA se basan en que no existen pruebas científicas de que la ingesta de un determinado alimento (o ingrediente alimenticio) por parte de la población proporcione el efecto sobre la salud que la empresa intenta publicitar. Hay que dejar claro que los informes de la EFSA no dicen que un determinado ingrediente no sirva para nada, sino que la información científica aportada en la solicitud (junto con la existente en la literatura científica) no justifica la alegación saludable que se quiere poner en la etiqueta del producto. En el caso de que se presente nueva documentación basada en nuevos descubrimientos científicos se procederá a una nueva evaluación. Eso sí, también es posible que una alegación saludable aprobada sea de nuevo reevaluada en base a nuevas evidencias científicas y pueda ser rechazada. 9. ¿POR QUÉ LA NUEVA LEY QUE REGULA LA PUBLICIDAD DE LOS ALIMENTOS PROVOCA QUE SE PUEDA «CONFUNDIR LEGALMENTE» AL CONSUMIDOR? Tras los ochos puntos anteriores dos conclusiones principales parecen claras. La primera de ellas es que antes de la creación de la EFSA y, sobre todo, de la puesta en marcha del Reglamento (CE) 1924/2006, todo lo que

rodeaba a la publicidad alimentaria era un auténtico cachondeo donde reinaba el fraude y la mentira. ¿Es eso cierto? Desgraciadamente, sí. El hecho de que solamente fueran aprobadas 222 solicitudes de más de 44.000 presentadas lo dice todo. Bochornoso. La segunda conclusión podría ser esperanzadora. A partir de las nuevas disposiciones legales se ha acabado el engaño. La situación está controlada por la EFSA y el consumidor puede fiarse de que la publicidad que aparece en los alimentos funcionales está contrastada científicamente. ¿Es eso también cierto? Lamentablemente no. nada más lejos de la realidad. Hecha la ley, hecha la trampa. El Reglamento (CE) 1924/2006 tiene un gravísimo fallo del que se están aprovechando, como veremos en los siguientes capítulos, innumerables empresas y el consumidor sigue confundido. ¿De qué les estoy hablando? Dentro de esas 222 alegaciones aprobadas por la EFSA inicialmente figuran una gran cantidad de vitaminas y minerales para las que el Grupo de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos ha admitido una gran cantidad de alegaciones saludables. Es posible que no se hagan una idea de lo que supone desde el punto de vista ético y económico lo que les estoy contando. Prepárense porque en los siguientes capítulos voy a mostrarles ejemplos de alimentos que ustedes probablemente consumen de forma habitual y en los que esta práctica es muy corriente. Se indignarán. 10. EL NUTRICIONISMO Y LOS ALIMENTOS FUNCIONALES El nutricionismo, un concepto originariamente atribuido al profesor de política alimentaria de la Universidad de Melbourne Gyorgy Scrinis, aunque fue el periodista Michael Pollan quien lo popularizó, expresa la idea de que el valor nutricional de la comida es la suma de todos sus nutrientes individuales sin tener en cuenta factores tan importantes como las interacciones entre diferentes nutrientes que ocurren dentro de un alimento o, lo que es más importante, el contexto del total de la dieta[10]. En esencia, «el nutricionismo consiste en el movimiento, ideología o corriente que hace descansar en los nutrientes aislados las virtudes que tienen los alimentos en su conjunto»[11]. Desde el punto de vista de la ciencia está más que demostrado que lo que realmente influye en el correcto estado nutricional de una persona no son los

nutrientes individuales ingeridos sino el total de la dieta consumida a través de los distintos alimentos que la componen. Además, el nutricionismo cae en una falacia peligrosa basada en el hecho de que cuanta más cantidad se ingiera de un nutriente mayores beneficios se podrán obtener, y eso no es correcto. Existen muchos estudios que han demostrado que infinidad de nutrientes, como es el caso de muchas vitaminas, no solamente pierden sus efectos positivos ingeridas a grandes cantidades, sino que pueden llegar a ser altamente perjudiciales. ¿Y qué tiene que ver el nutricionismo con los alimentos funcionales? Está claro. El Reglamento (CE) 1924/2006 fomenta e nutricionismo a todos los niveles. El hecho de que se hayan aprobado alegaciones saludables para ser publicitadas en alimentos funcionales como «el fósforo contribuye al mantenimiento de los huesos en condiciones normales», «el potasio contribuye al mantenimiento de la tensión arterial normal» o «la vitamina B12 ayuda a disminuir el cansancio y la fatiga» inducen a pensar que la clave de una correcta alimentación está en los nutrientes y no en el global de la dieta ingerida, lo cual es un gran error desde el punto de vista de la nutrición moderna. Estimados lectores, tras lo que acaban de leer no solamente se han adentrado en el mundo de los alimentos funcionales, sino que les he dado mi opinión sobre los mismos y han sentado las bases para entender con claridad lo que les depararán los siguientes capítulos de este libro. Entremos de lleno a conocer la verdad que se esconde tras muchos famosos productos que tenemos a nuestro alcance en la mayoría de las superficies comerciales.

EL COMANDO ACTIMEL CONTRA LA FIBRA: ¡DESACTIMELÍZATE! Los productos lácteos son , sin duda alguna, el sector de los alimentos funcionales que más cuota de mercado ha alcanzado. Dentro de ellos existe una guerra fratricida entre los archiconocidos probióticos, cuya estrella es el famoso Actimel que se supone ayuda a tus defensas, y los no menos famosos prebióticos, cuyos productos más representativos son los alimentos enriquecidos en fibra que favorecen el tránsito intestinal. Veamos quiénes son los ganadores de la batalla, probióticos o prebióticos. LOS PROBIÓTICOS Los probióticos son alimentos con microorganismos vivos adicionados que permanecen activos en el intestino y que, supuestamente, ejercen importantes efectos fisiológicos. Entre ellos destacan el contribuir al equilibrio de la flora bacteriana intestinal del huésped y potenciar el sistema inmunitario. Además, pueden atravesar el tubo digestivo y recuperarse vivos en las heces, pero también se pueden adherir a la mucosa intestinal. Por estas razones, alimentos probióticos como yogures, leches fermentadas, zumos con leche, etc. se ha recomendado tradicionalmente para prevenir y ayudar a tratar enfermedades como la diarrea, el estreñimiento y exceso de gases, la enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa y muchas otras. Dentro de los microorganismos que forman parte del mundo probiótico

los lactobacilos tiene un papel protagonista. Diferentes lactobacilos como L. acidophilus, L. bulgaricus, L. casei, L. delbrueckii, L. fermentum, L. gasseri, L. johnsonii, L. lactis, L. paracasei, L. plantarum, L. reuteri, L. rhamnosus y L. salivarius son empleados por la industria farmacéutica y cosmética en la fabricación de sus productos. ¿Y emplea la industria alimentaria lactobacilos en la formulación de sus productos? Por supuesto. Si vuelven a releer esa lista de lactobacilos de uso industrial se darán cuenta de que entre ellos aparece el Lactobacillus casei, el más famoso de los lactobacilos, ya que desde hace décadas es el «bichito» estrella de Actimel, el producto emblemático de la multinacional francesa Danone. A pesar de la buena fama de estos lactobacilos y de las múltiples propiedades que se les han atribuido, la aplicación por parte de la EFSA del Reglamento 1924/2006 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos no les ha dejado en buen lugar por su nula efectividad en alimentos funcionales o complementos alimenticios. Ni L. reuteri combinado con L. rhamnosus ha demostrado que sirva para aumentar la salud vaginal, ni L. johnsonii protege a la piel frente a los rayos ultravioleta, ni L. rhamnosus mejora «toda la salud digestiva», ni L. rhamnosus aumenta la mineralización de los dientes, ni L. plantarum facilita la digestión eliminando la flatulencias y la hinchazón. Un desastre el imperio lactobacilo[12]. ¿Y qué ha dicho la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria del L. casei? Para entender bien la respuesta a esta pregunta debemos conocer antes la historia del rey de los alimentos funcionales, el Actimel, un probiótico que, junto a Activia, supone más del 25% de la facturación de Danone. ACTIMEL, EL REY DE LOS ALIMENTOS FUNCIONALES Actimel no es más que una leche fermentada sometida a un proceso de adicción de microorganismos que la acidifican y espesan hasta darle el sabor y la consistencia típicas de este producto. En el caso de los yogures tradicionales los microorganismos habitualmente usados para el proceso de fermentación son S. thermophilus y L. bulgaricus. En el caso de Actimel a

estos microorganismos se le añade L. casei DN-114.001. No hay más diferencias en el proceso de elaboración[13]. Unos años después de irrumpir en el mercado alimentario con gran fuerza prometiendo infinidad de ventajas y obteniendo un enorme éxito de ventas, Actimel comenzó a ser duramente criticado. El uso de eslóganes que prometían todo tipo de efectos que jamás pudieron ser demostrados dio lugar a fuertes críticas por publicidad engañosa. Por esta razón diversas entidades otorgaron a Danone algunos sarcásticos premios que la gran empresa láctea hubiese preferido ahorrarse. En 2009, Actimel recibió en Alemania, por el eslogan «Actimel activa tus defensas», el Premio a la Mentira Pubicitaria Más Insolente. Este galardón fue otorgado por Foodwatch, una asociación alemana sin ánimo de lucro que defiende los intereses y derechos de los consumidores denunciando las prácticas publicitarias engañosas[14]. Posteriormnte, la Advertising Standards Authority (ASA), un órgano independiente del Reino Unido creado por la industria de la publicidad con el propósito de proteger a los consumidores, atendió la queja realizada por un consumidor sobre el anuncio de Actimel en el que aparecía el siguiente mensaje: «Actimel ayuda a mantener las defensas de tus hijos, hecho científicamente probado»[15]. Tras evaluar la documentación presentada por Danone para justificar dicho eslogan, la ASA dictaminó que ese reclamo publicitario no tenía solidez en base a los estudios aportados, llamando al orden a la multinacional francesa y obligando a retirar el anuncio hasta que se modificara dicha publicidad. Al año siguiente, en 2010, Foodwathch Países Bajos (organización holandesa centrada en proteger los derechos del consumidor) «premió» al Actimel con el Gouden Windei (Huevo Hueco de Oro) a la publicidad más engañosa[16] y, por si faltaba poco, la organización de defensa de los consumidores española FACUA otorgó a un surrealista anuncio de Actimel protagonizado por Susana Griso el dudoso honor de se el segundo peor spot publicitario del año en España[17]… y hasta la Comisión Federal de Comercio Estadounidense denunció a la marca por publicidad fraudulenta[18]. A pesar de que los premios anteriormente citados no fueron plato de buen gusto para Danone, el golpe más importante recibido por la multinacional de

la alimentación llegó en 2010 por parte de la EFSA. En un informe demoledor la agencia europea rechazó más de 20 trabajos de investigación que pretendían avalar los beneficios del Actimel para reducir las toxinas producidas por la especie bacteriana Clostridium difficile que provocan diferentes enfermedades gastrointestinales. El panel de expertos de la EFSA rechazó el estudio señalando que los datos sobre las toxinas de C. difficile no eran nada concluyentes[19]. LA REACCIÓN DE DANONE A pesar de que la multinacional francesa presentó nuevos datos a la agencia, Actimel no tiene en el momento de publicación de este libro ningún informe positivo por parte de la EFSA para poder decir que L. casei (antes Inmunitas, ahora ya le han quitado hasta el apellido) «activa las defensas» o algo parecido. ¿Cómo ha reaccionado Danone ante todos estos varapalos que además de desmentir su publicidad ponen en peligro sus ingresos? Pues de cinco formas muy distintas que conviene analizar. 1) La primera de ellas es la tradicional: matar al mensajero. Sorprendentemente, el presidente de Danone Baby Nutrition, tras conocer los informes negativos de la EFSA denunció que el rechazo de la autoridad europea a aceptar su reclamo de que el consumo de Actimel fortalece el sistema inmunitario era fruto de la poca credibilidad del sistema de revisión científica de la agencia. Danone acusó a este organismo de ignorar datos científicos de las pruebas que ratifican los beneficios de su probiótico estrella sin detallar cuáles eran los procedimientos erróneos[20]. 2) Danone, junto con otras seis empresas que han hecho una gran inversión en la investigación y el desarrollo de los alimentos probióticos (Yakult, DuPont-Danisco, Chr Hansen, Institut Rosell Lallemand, Probi y Valio) han creado la Global Alliance for Probiotics. El objetivo de esta alianza es, por una parte, fomentar la comprensión y el conocimiento de los probióticos y, por otra, defender sus intereses ante lo que consideran un ataque desmesurado por parte de la EFSA[21]. Para algunos la Global Alliance for Probiotics es lo que se conoce como un lobby alimentario… pero

la EFSA ni se ha inmutado y ha seguido denegando solicitudes sin rigor científico. 3) Aportando nuevos estudios para avalar la publicidad que se quiere alegar. En realidad ésta sería la opción más correcta ya que si tan seguros están los responsables de Danone de que el Actimel presenta todas esas propiedades beneficiosas para la salud, no debería ser tan difícil demostrarlo sin que quedara ninguna duda al respecto. Sin embargo, hasta ahora la EFSA ha denegado todas las reclamaciones de Danone así como los nuevos estudios presentados, entre otras cosas porque los propios estudios realizados por Danone presentan, según la máxima autoridad europea en materia de alimentación, grandes incoherencias. 4) El marketing emocional. En vista de que la EFSA rechaza una y otra vez los supuestos beneficios de muchos productos, en los últimos tiempos se está imponiendo la moda del marketing emocional, entendiendo éste como un tipo de publicidad con la que se intenta atraer al consumidor con estrategias y acciones desde el plano emocional, minimizando las lógicas racionales. Pues bien, Danone y su Actimel, siguiendo los mismos pasos que los humoristas de Campofrío, los extraterrestres de Mahou o los desmaquilladores de El Pozo Alimentación, está utilizando el marketing emocional en sus anuncios televisivos para intentar llegar al corazoncito de los espectadores pasando de los injustificados beneficios científicos del Lactobacillus casei al plano emocional. 5) El resquicio legal. Después de haber hecho un breve pero intenso recorrido sobre la historia del Actimel, llegamos a uno de los puntos fuertes de este capítulo: la nueva estrategia de marketing de la multinacional francesa. Danone ha encontrado un resquicio en la normativa europea descrita en el anterior capítulo que le permite publicitar lo que la EFSA le lleva prohibiendo durante años. Vemaos en qué consiste ese agujero legal. LA ESTRATEGIA DE ASTERISCO Observen la siguiente fotografía. Corresponde al producto de Hacendado (la marca de Mercadona) similar al Actimel y que emplea la misma estrategia que el producto de Danone. Como pueden ver en la fotografía, debajo de un

rótulo donde las palabras«Lactobacillus casei» ocupan casi toda la etiqueta, aparece el siguiente lema: «Ayuda al normal funcionamiento del sistema inmunitario».

¿Cómo es posible que Danone o Hacendado puedan usar dicho eslogan si la EFSA o ha aprobado esa alegación inmunitaria para el Lactobacillus casei ni ninguna otra? Sigan mirando la fotografía. ¿Ven 5 gotitas de leche de color blanco que emanan de la gota principal y que están alineadas formando una perfecta curva? Pues no, la quinta no es una gota sino un diminuto asterisco del mismo color blanco que la gota principal situado estratégicamente en el lugar que le correspondería a una gotita. Siguiendo el rastro del asterisco llegamos a un lateral del envoltorio externo (el cartón) donde, en letra minúscula, se puede leer: «La vitamina B6 contribuye al normal funcionamiento del sistema inmunitario. Se recomienda el consumo de una unidad al día que ACOMPAÑADA de una alimentación variada y

equilibrada y un estilo de vida saludable pueden aportar al menos el 15% de la cantidad diaria recomendada en vitamina B6». ¿Estoy diciendo que a pesar de que se nos ha intentado inculcar la idea de que el Lactobacillus casei (ese que aparece en letras enormes en la etiqueta) era el responsable de la ayuda al sistema inmunitario publicitada no es dicho microorganismo sino la archiconocida vitamita B6 la responsable de dicha alegación y si no sacamos la lupa no nos enteramos? Exacto. Según el Reglamento (UE) n.º 432/2012 si un alimento posee el 15% de la cantidad diaria recomendada (CDR) de vitamina B6 puede publicitar que «Ayuda al funcionamiento normal del sistema inmunitario»… exactamente lo que se puede leer en la etiqueta de la imagen. Pero entonces, ¿el famoso Lactobacillus casei DN-114001 exclusivo de Danone sirve para algo más que cualquier microorganismo presente en un producto lácteo fermentado o en otro probiótico tradicional como es el caso de un yogur? según el grupo de expertos en nutrición de la EFSA no sirve para nada y la prueba es que Mercadona utiliza un microorganismo totalmente distinto (Lactobacillus paracasei) pero publicita exactamente lo mismo respecto al sistema inmunitario. ¿La razón? El único ingrediente que tienen en común Actimel y el probiótico de Mercadona: la vitamina B6. Pero, como decía Superratón, no se vayan todavía que aún hay más. En un informe de la EFSA[22], que no ocupa más de medio folio, aparece un párrafo donde se indica que no solamente no hay evidencias de que la ausencia de un aporte externo de vitamina B6 puede perjudicar al funcionamiento normal del sistema inmunitario, sino que dicha vitamina se puede conseguir sin ningún tipo de problema con una dieta equilibrada, por lo que no hay que recurrir a suplementos externos. ¿Y esa vitamina es difícil de encontrar? En absoluto. Observen la siguiente tabla.

ALIMENTOS

CONTENIDO EN VITAMINA B6 (mgr/100 gr de porción comestible)

Sardinas Salmón Nueces Plátano Garbanzos Lentejas Pollo Hígado Carne magra de cerdo Atún Maíz Aguacate Carne de vacuno Jamón cocido Arroz Ajo Pasas Chuleta de cerdo Judías verdes Carne picada Ciruelas secas Patatas Jamón serrano

0,93 0,78 0,72 0,66 0,65 0,62 0,54 0,50 0,48 0,46 0,43 0,42 0,37 0,36 0,34 0,32 0,30 0,29 0,28 0,27 0,26 0,25 0,22

Alimentos ricos en Vitamina B6 o Piridoxina, el contenido se expresa en miligramos por cada 100 gr de porción comestible del producto.

Encontramos vitamina B6 en decenas de alimentos que forman parte de nuestra dieta diaria (germen de trigo, carne, huevos, pescado y verduras, legumbres, nueces, alimentos ricos en granos integrales y muchos más), por lo que las deficiencias dietéticas de este producto son muy raras… así que si consumen este producto lácteo, bien sea de la marca Danone o de la marca

Hacendado para favorecer el sistema inmunitario, que sepan que esto lo consiguen ustedes a diario sin necesidad de suplementar su dieta. Es posible que estén pensando que al ser el Actimel un producto enriquecido contenga mayor cantidad de vitamina B6 que los alimentos tradicionales anteriormente citados. Para resolver sus dudas les voy a poner un ejemplo. Un solo plátano contiene 0,66 mg de vitamina B6, más de 3 veces la cantidad de vitamina B6 que posee un botecito de Actimel, por no hablar del resto de propiedades nutricionales que tiene el plátano. ¿Y quieren saber la diferencia en precio? Pues un pack de 6 botecitos del producto estrella de Danone vale aproximadamente 3 euros, a 50 céntimos la unidad. En la misma superficie comercial una bolsa que contiene 6 plátanos cuesta 1,01 euros, a 0,168 euros el plátano… ¡¡Unas 3 veces menos!! CONCLUSIÓN: Un plátano cuyo precio es tres veces menor, proporciona más del triple de Vitamina B6, la única responsable de la ayuda al sistema inmunitario según los dictámenes oficiales de la EFSA, que un botecito de Actimel… ¿Qué les parece? Pues bien, no contento Danone con usar los famosos 0,21 mg de vitamina B6 para publicitar a bombo y platillo que su producto estrella Actimel «ayuda al normal funcionamiento del sistema inmunitario», la multinacional francesa dio una nueva vuelta de tuerca a la que a partir de ahora llamaremos «estrategia del asterisco». En una nueva campaña publicitaria Danone añadió a su famoso probiótico una nueva alegación saludable. Sorprendentemente Actimel cambió la publicidad de sus envases y al famoso «ayuda al normal funcionamiento del sistema inmunitario» le añadió «ayuda a disminuir el cansancio y la fatiga». ¿Y eso gracias a qué? ¿Ha añadido Danone un nuevo ingrediente al Actimel para que la actriz Lola Herrera nos diga que tomando un botecito de Actimel se cansa mucho menos? No, para nada. Acogiéndose literalmente al Reglamento 432/2012 los 0,21 mg de

vitamina B6 dan derecho a publicitar, ni más ni menos, que las 10 siguientes alegaciones saludables: 1. La vitamina B6 contribuye al funcionamiento normal del sistema inmunitario. 2. La vitamina B6 ayuda a disminuir el cansancio y la fatiga. 3. La vitamina B6 contribuye a la síntesis normal de la cisteína. 4. La vitamina B6 contribuye al metabolismo energético normal. 5. La vitamina B6 contribuye al funcionamiento normal del sistema nervioso. 6. La vitamina B6 contribuye al metabolismo normal de la homocisteína. 7. La vitamina B6 contribuye al metabolismo normal de las proteínas y del glucógeno. 8. La vitamina B6 contribuye a la función psicológica normal. 9. La vitamina B6 contribuye a la formación normal de glóbulos rojos. 10. La vitamina B6 ayuda a regular la actividad hormonal. Como pueden observar, la número 2 es la nueva alegación saludable del Actimel. Y a todo esto los responsables de «Plátano de Canarias» sin darse cuenta del partido publicitario que le podrían sacar a la gran cantidad de vitamina B6 que hay en sus plátanos. Por si ustedes no son amantes del plátano voy a darles otra alternativa. ¿Sabían ustedes que una sardina de 100 gramos de porción comestible contiene casi 5 veces más de vitamina B6 que un bote de Actimel costando un 20% menos? Imagínense de qué manera una sardina puede reducir su cansancio tras ayudar a sus defensas. Espero que los amigos de «Sardinas del Cantábrico» lean este libro y usen información tan suculenta. LA NUEVA ESTRELLA DE DANONE: ACTIMEL PRO-VITAL Hasta meses antes de publicar este libro Danone había empleado solamente las dos primeras «health claims» de la vitamina B6. Sin embargo, en el blog SCIENTIA predije que si la multinacional láctea seguía la

tendencia de los últimos años, en las próximas fechas irían sumando poco a poco nuevas alegaciones hasta llegar a las 10, y todo gracias a los dichosos 0,21 mg de vitaminta B6. Es más, me pregunté acerca de con qué actor y de qué manera Danone va a relacionar al Actimel con la «función psicológica normal». No me equivoqué. En el año 2015, y viendo que la estrategia del asterisco no les iba nada mal, Danone nos sorprendió a todos con la puesta en escena del nuevo Actimel Pro-Vital… con «L. Casei, Ginseng y además vitaminas que ayudan a tu vitalidad física y mental». El acabose. ¿Y quiénes aparecen en los anuncios de televisión? Ni más ni menos que los archiconocidos Ana Belén y Dani Rovira. En primer lugar, debo decir que admiro la cabezonería (dicho con cariño) del Actimel. Jamás he conocido un alimento que esté tan empeñado en usar un ingrediente que no ha demostrado su eficacia ante las máximas autoridades alimentarias como Danone hace con el Lactobacillus casei. No Actimel, no. Ni el L. casei empleado en el Actimel tradicional ni el usado en el Actimel Pro-Vital (que es el mismo) han recibido un informe positivo de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.

Lo mismo se puede decir del Ginseng, una pequeña planta herbácea de la familia Araliaceae cuya raíz se ha utilizado tradicionalmente en la medicina china gracias a la presencia de ginsenósidos. A pesar de que al Ginseng se le ha atribuido propiedades estimulantes vasomotoras y del sistema nervioso por lo que se ha empleado como producto antiestrés, tónico-revitalizante,

depurativo y antianémico, no hay evidencias concluyentes de que su adición a alimentos tenga el más mínimo efecto sobre el consumidor. De hecho, la EFSA no solo no ha emitido informe positivo alguno sobre el ginseng, sino que ha informado negativamente sobre determinadas propiedades atribuidas a esta planta herbácea. Concretamente la EFSA evaluó la evidencia científica para «casos de agotamiento, cansancio, sensación de debilidad, disminución de la concentración, así como disminución de la agudeza mental, mejora del rendimiento físico y mental». En un informe oficial la EFSA determinó lo siguiente: «Los efectos no están suficientemente caracterizados No hay relación causa-efecto entre el consumo de ginseng y estos efectos». Tanto en la publicidad en la web de Danone como en la que se escucha en el spot televisivo en el que aparece Ana Belén junto al omnipresente Dani Rovira, se dice que el Actimel Pro-Vital está compuesto por Ginseng natural (y dale con el natural), L. casei Danone y «ADEMÁS» contiene vitaminas que «ayudan a tus defensas y a tu vitalidad física y mental».

¿Y por qué usa Danone la palabra «ADEMÁS» en el eslogan? Presumiblemente porque esas vitaminas que aparecen detrás de la palabra «ADEMÁS», y que dicho de esa forma puede parecer que tienen poca importancia al lado del maravilloso L. casei y el ingrediente estrella Ginseng, son las únicas que han demostrado su eficacia ante la EFSA… cosa que solo es posible saber si el consumidor sigue el rastro del asterisco que aparece en el envase de cartón (que, por cierto, es lo primero que se tira a la basura, por lo que es difícil darse cuenta). Para más inri si nos fijamos atentamente en la letrita que aparece a toda prisa en la parte inferior del spot publicitario vemos que, por arte de magia, el L. casei y el Ginseng ya no se citan pero sí las vitaminas B6, B12 y B9 a las que se le atribuyen las propiedades del producto. ¿Estoy diciendo con todo esto que sin la presencia de L. casei y de Ginseng el Actimel Pro-Vital podría publicitarse exactametne igual? Sí, eso mismo estoy diciendo según el Reglamento (CE) n.º 1924/2006 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos. Pero ya que en la composición de Actimel Pro-Vital Danone se ha esforzado en introducir las vitaminas B6, B12 y B9 para poder decir legalmente que el Actimel Pro-Vital ayuda «al normal funcionamiento del sistema inmunitario, a disminuir el cansancio y la fatiga y a contribuir a la función psicológica normal», analicemos las necesidades que tenemos los españoles de suplementar nuestra comida habitual con estas tres vitaminas. Para ello emplearemos los datos de la Encuesta Nacional de Ingesta Dietética (ENIDE). Según se puede ver en la siguiente tabla, perteneciente al informe ENIDE, la ingesta observada de vitamina B6 es de 2mg/día en hombres y 1,6 mg/día en mujeres, lo que refleja la inexistencia de problemas de deficiencias de esta vitamina en la población española.

Al analizar la distribución de la ingesta habitual se observa cómo la mediana alcanza valores ligeramente superiores a los encontrados en la observada (2,4 mg/día en hombres y 2,2 mg/día en mujeres). Además, al comparar la distribución de las habituales de vitamina B6 con los valores de referencia EARs (requerimientos medios estimados) no se observan problemas de ingestas inadecuadas en la población. En definitiva, suplementar la dieta habitual con vitamina B6 es absurdo. En el caso de la vitamina B12 los datos oficiales demuestran que tampoco hace falta consumir suplementos de este micronutriente. Según leemos en el informe ENIDE las ingestas observadas de vitamina B12 en la población española son superiores a las ingestas de referencia, oscilando entre el 300 y 400% de las recomendadas. Además, este micronutriente se almacena en el hígado, lo que hace que no sea necesaria su ingesta diaria para mantener valores adecuados para una correcta función. Los datos lo dicen todo: es innecesario ingerir alimentos enriquecidos en vitamina B12. Respecto a la vitamina B9, última del grupo «ADEMÁS» que forma parte de la composición del Actimel Pro-Vital, los datos del informe ENIDE sí que alertan sobre la necesidad de que la población española, sobre todo las mujeres en edad fértil, consuma mayor cantidades de vitamina B9 (también conocida como ácido fólico). Cuando se comparan las ingestas de vitamina

B9 observadas con las ingestas de referencia nacionales se observa que no se alcanzan estos valores, oscilando entre e 59% y el 77% de las ingestas diarias recomendadas. Este hecho demuestra que la población española no ingiere suficiente ácido fólico, ya que ingestas de este micronutriente por debajo del 80% de las ingestas diarias recomendadas son indicadores de deficiencia. ¿Esto significa que hay que consumir Actimel Pro-Vital para llegar a los niveles recomendados de vitamina B9? Desde mi punto de vista, en absoluto. En cada unidad del nuevo probiótico de Danone hay solamente 30 microgramos de vitamina B9. Observen la cantidad de este micronutriente que hay en muchos de los productos que forman parte de nuestra dieta diaria. Y si a pesar de que no es necesario según el informe ENIDE, lo que buscamos son alimentos que tengan las tres vitaminas juntas, permítanme que les cuente una cosa. En una sola rodaja de salmón de aproximadamente 150 gramos hay alrededor de 1,1 miligramos de vitamina B6 (un 82% más que en la composición de Actimel Pro-Vital); 33,7 microgramos de vitamina B9 (un 12% más) y 5,3 microgramos de vitamina B12 (un 93% más), y todo eso por no hablar del resto de ingredientes de alto valor nutritivo que tiene el salmón (ácidos grasos, proteínas, minerales, otras vitaminas…). Eso sí, el salmón no tiene ni Ginseng ni L. casei. Ni falta que le hace. Y de precio… ¿cómo anda la nueva estrella de Danone? Para hacer el análisis económico me acerqué a una gran superficie comercial. A simple vista, tanto el Actimel tradicional como el Pro-Vital cuestan lo mismo, 2,99 el pack. Sin embargo, cuando me fijé detenidamente, observé que mientras el pack del Actimel tradicional lleva 6 unidades de 96,6 ml (579 ml en total), el Actimel Pro-Vital contiene 5 unidades de 92 ml (460 ml en total). Es decir, el gran icono de Danone cuesta un 20% más que el Actimel «de toda la vida». Resumiendo, Actimel Pro-Vital es un producto compuesto pro dos ingredientes que no tienen ni un solo informe positivo de la EFSA (L. casei y Ginseng), dos vitaminas innecesarias en el perfil nutricional de los españoles (B6 y B12) y una vitamina (B9) que sí es necesaria, pero que podemos encontrar en decenas de alimentos tradicionales en cantidades muy superiores y a menor precio.

EL MARCO LEGAL Estimados lectores, no sé a ustedes, pero a mí todo esto me parece grave desde el punto de vista ético… y no seré yo el que diga que la publicidad de este producto es ilegal. Ni mucho menos. ¿Qué dice la ley al respecto? Si nos acogemos solamente al Reglamento (CE) 1169/2011, la publicidad es totalmente legal. Con añadir el 15% de la cantidad diaria recomendada de la vitamina B6 tanto el Actimel como su producto homólogo de la marca blanca Hacendado pueden publicitar que su artículo «ayuda al normal funcionamiento del sistema inmunitario». Desde mi punto de vista, y como les dije en el capítulo anterior, aunque legal, esto es totalmente ridículo y no tiene rigor científico. Por una parte, analizar las propiedades del Actimel o del producto de Mercadona amparándose en la efectividad de un ingrediente individualmente y no en el producto acabado es un error científico basado en el nutricionismo más radical y un disparate ético. En el interior de los alimentos existen interacciones entre los distintos nutrientes que pueden modificar la efectividad de cada uno de ellos. Por ello es necesario evaluar si el Actimel, en su globalidad, es efectivo o no lo es. Por otra parte, y si de verdad queremos que la ley ampare al consumidor, es absurdo que un probiótico base sus alegaciones nutricionales en la existencia de vitaminas en su composición que se encuentran de forma natural en muchos productos de consumo diario a concentraciones incluso muy superiores, como por ejemplo el plátano o la sardina. Pero me gustaría ir más allá. Aunque el Reglamento (CE) 1169/2011 ampare esta estrategia, buceando en la legislación me encuentro con que según la Ley 3/1991, de 10 de enero, de Competencia Desleal, artículo 5.1 «se considera desleal por engañosa cualquier conducta que contenga información falsa o información que, aun siendo veraz, por su contenido o presentación induzca o pueda inducir a error a los destinatario, siendo susceptible de alterar su comportamiento económico (…).» ¿Estoy diciendo que es ilegal la publicidad de este producto? Ni mucho

menos, pero parece evidente que lo que dice la Ley 3/1991 podría interpretarse de muchas formas. Observando la etiqueta del probiótico de Mercadona en la que el término L. casei ocupa casi toda la etiqueta con un tamaño de letra enorme y donde el asterisco que señala la vitamina B6 se encuentra perfectamente camuflado entre las gotas de leche, podríamos hacernos las siguientes preguntas. Aun siendo veraz este tipo de publicidad, ¿no puede inducir a error a los destinatarios? En caso de conocer el consumidor la estrategia del asterisco, ¿no podría ser susceptible de alterar su comportamiento económico si supiera que un alimento mucho más barato tiene una cantidad mucho mayor del único nutriente que ayuda al sistema inmunitario? Además, el propio Reglamento (CE) n.º 1924/2006 dice «(…) la utilización de declaraciones nutricionales y de propiedades saludables no deberá: a) ser falsa, ambigua o engañosa»… y sigo preguntándome: ¿la estrategia del asterisco no es, como poco, ambigua? Pero dejando a un lado lo que pueda decir la ley sobre la legalidad de estas estrategias comerciales hay algo que debe dejarse claro. El ciudadano no tiene por qué buscar asteriscos en los envases ni estar al tanto de todas estas argucias comerciales. El consumidor debería fiarse de que los mensajes publicitarios que aparecen en los productos comerciales estén respaldados por la ciencia y por la ley. La única misión del ciudadano debería ser elegir el producto que más se ajuste a sus intereses y punto. Desgraciadamente esto es solo la teoría. Estimados lectores, tras lo que han leído, es posible que piensen que estoy totalmente en contra del consumo de Actimel, del probiótico de Mercadona o de productos similares de otras marcas que emplean la misma estrategia publicitaria. Nada más lejos de la realidad. No veo el más mínimo problema en consumir estos alimentos por razones como su comodidad de uso, su fácil apertura o sus características sensoriales, pero si lo que buscamos es un producto nutritivo que ayude a nuestro sistema inmunitario, yo eligiría otras alternativas. Las hay y mucho más económicas. ACTIVIA Y SUS BARRIGAS FELICES

El ejército probiótico tiene, como segundo de abordo, al hermano del Actimel. Se trata de Activia, una leche fermentada probiótica creada también en Danone que está sujeta a una gran controversia y sobre la que se han escrito muchas páginas tanto a favor como en contra de sus efectos sobre la salud. Antes de entrar de lleno en la situación actual de este alimento, echemos la vista atrás para saber de dónde procede Activia… un producto que refleja claramente cómo detrás de pequeños cambios en el nombre de un artículo alimenticio se esconden reglamentos, reales decretos, pleitos entre marcas comerciales y otros vericuetos. «Bio», «Eco», «Energéticos», «Saludables», «Naturales» o «Beneficiosos para la salud» son un tipo de calificativos que aparecen frecuentemente en los envases de distintos productos alimentarios para denominar a los nuevos alimentos. Con ello se pretende no solo poner de relieve el carácter de originalidad, sino también atribuirle al alimento propiedades que lo hagan indispensable en nuestra dieta diaria… a veces pasando la frontera de lo legalmente permitido.

Pues bien, desde el año 1993, la presencia en el etiquetado de alimentos con los prefijos «Bio» y «Eco» era exclusiva de los productos elaborados bajo los sistemas de producción ecológica[23]. Sin embargo, este hecho no gustaba a la gran industria alimentaria, ya que el elemento «Bio» transmite ideas como «vital» o «natural» que gustan mucho al consumidor. Debido a ello, la industria alimentaria presionó para que el calificativo «Bio», que en toda Europa se limitaba a los productos ecológicos, se liberalizara en España a todo tipo de alimentos. Y lo consiguieron. Sorprendentemente, en el año 2000 el entonces Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación aprobó el Real Decreto 506/2001 según el cual se extendía el uso del prefijo y calificativo «Bio» a todos los productos alimenticios, procedieran o no de la agricultura o ganadería ecológica dejando para los productos ecológicos exclusivamente el prefijo «Eco». La razón argumentada por el ministerio para esta decisión fue que, según algunas encuestas, la gran mayoría de los consumidores asociaban el prefijo «Bio» con organismos vivos y solamente un 2% de los españoles lo relacionaba con la agricultura ecológica. A partir de ese momento, el mercado alimenticio se pobló de alimentos que utilizaban el prefijo «Bio». Yogures, zumos, bebidas lácteas… todo era «Bio». Sin embargo, los productores ecológicos mostraron su total rechazo al Real Decreto, ya que, a su parecer, suponía un fuerte obstáculo al desarrollo de la agricultura ecológica y obedecía a fuertes presiones ejercidas por diferentes empresas de alimentación. Ante esta problemática, el Comité Andaluz de Agricultura Ecológica denunció ante la Comisión Europea el contenido del Real Decreto 506/2001. En vista de los acontecimientos la Comisión Europea comunicó al gobierno español, mediante carta de emplazamiento, que dicha normativa era incompatible con el derecho comunitario, por lo que España debía rectificar el Real Decreto planteándose, en caso contrario, llevar el caso al Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea.

Al final, y tras una dura resistencia por parte de la gran industria alimentaria y del gobierno español, las autoridades pertinentes tuvieron que promulgar el Reglamento (CE) 834/2007 del Consejo sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos por el que se derogaba el Reglamento (CEE) 2092/91. Se volvía a la situación anterior. Según este reglamento, que entró en vigor el 1 de enero de 2009, los términos «Bio» y «Eco» solamente pueden aplicarse a alimentos procedentes de la agricultura y la ganadería ecológica. ¿Y qué hubo que hacer con los alimentos «Bio» que tanto éxito estaban teniendo entre el consumidor? Muy «sencillo». Todas las empresas del sector que utilizaban el famoso prefijo «Bio» para publicitar sus productos tuvieron que retirarlo del mercado e ingeniárselas para buscar nuevos eslóganes. Veamos cómo solucionaron este problema tres grandes empresas: Nutrition & Santé, el Grupo Pascual y Danone con sus tres productos estrella: Biomanán, Biofrutas y el yogur Bio, respectivamente. 1) Biomanán vs Bimanán: En mi opinión los más prácticos. Si se fijan, ya no existe el producto Biomanán aunque la gente sigue solicitándolo por su nombre. Nutrition & Santé decidió hacer los menores cambios posibles ajustándose a la nueva ley, y simplemente eliminando una letra, la «o», convirtieron el famoso «Biomanán» en «Bimanán»… así de fácil. 2) Biofrutas vs Pascual Funciona: La empresa Pascual decidió ir más allá y le cambió totalmente el nombre a uno de sus productos emblemáticos. «Biofrutas» se convirtió en «Pascual Funciona», evitando así el calificativo «Bio». Sin embargo, el nombre parece que no terminó de convencer,

«Pascual NO funcionó», y en el año 2010 el Grupo Pascual decidió relanzar el producto y adoptar la estrategia de Nutrition & Santé…, le quitaron una letra, de nuevo la «o», y «Pascual Funciona», anteriormente «Biofrutas», comenzó a llamarse «Bifrutas».

3) Bio vs Activia: Danonde decidió dar un giro al que había sido uno de sus emblemas y gran fuente de ingresos. Retiró el calificativo «Bio» y pasó a llamarlo «Activia». Todos recordamos aquel anuncio en el que José Coronado, entre otras cosas, comentaba que a él, «unos me llaman José, otros

Pepe, otros… pero en el fondo soy la misma persona». Gran estrategia de marketing alimentario para lanzarnos el mensaje de que el producto era exactamente el mismo y que el nombre era lo único que había cambiado. Una vez conocida la verdadera historia de los productos «Bio», los «Eco» y los «Bi», veamos lo que dice la ciencia sobre Activia. Este probiótico contiene los fermentos propios del yogur fresco tradicional (Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus) más un fermento probiótico exclusivo de la multinacional francesa (Bifidobacterium animalis sp. Lactis CNCM I-2494). Según se puede leer en la web de Danone, entre miles de cepas de bifidobacterias, Bifidobacterium animalis es la única que demuestra científicamente su función: sobrevivir al paso por el estómago y llegar vivo hasta la flora intestinal ubicada en el colon, intestino grueso. Por ello, hábilmente Danone decidió bautizar a ésta como «Bífidus actiregularis» que suena mejor que «Bifidobacterium animalis». ¿Y ese Bífidus actiRegularis exclusivo de Danone ha demostrado algún tipo de efecto saludable ante la EFSA? Pues no. En el año 2010, Danone retiró «motu propio» una solicitud que previamente había presentado ante este organismo oficial de la UE para que aprobara diferentes propiedades saludables de su producto Activia[24]. Aunque según fuentes de la multinacional francesa el motivo de dicha retirada fue que la EFSA no había marcado claramente el protocolo a seguir para la autorización de las «health claims», las malas lenguas comentaron que Danone prefería retirar la solicitud a que la EFSA se pronunciara negativamente sobre Activia, cosa que era muy probable vistos los antecedentes con otros productos similares. Además, este producto había recibido, al igual que Actimel, sarcásticos galardones y duras advertencias debido a su exagerada publicidad. En este momento ustedes deberían hacerse una pregunta. Para que Activia pueda publicitar diferentes eslóganes relativos a la publicidad científica, ¿emplea la misma táctica del asterisco que Actimel? No, porque no le hace falta. Si se fijan en los envases de este producto, Activia no emplea ninguna publicidad científica ni «health claim», solamente dice que «ayuda a mejorar tu sonrisa» o que provoca «barrigas felices». La gente ya asocia este producto

con la salud intestinal, por lo que Danone no se moja con ninguna publicidad científica que deba pasar el duro trámite de la EFSA. Además, ¿cómo vamos a evaluar si una barriga es o no feliz?, ¿qué estudio va a demostrar si un yogur ha alimentado una sonrisa?, ¿estamos locos o qué? A pesar de que la EFSA no se ha pronunciado sobre e fermento exclusivo de Danone, Bifidobacterium animalis sp. Lactis CNCM I-2494 (bautizado por ellos como Bífidus actiRegularis), sí que existen informes muy concluyentes del Grupo de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos sobre otros Bifdobacterium animalis, como es el caso de Bifidobacterium animalis ssp. lactis Bb-12. La opinión de los científicos es totalmente negativa sobre sus potenciales efectos sobre el sistema inmune y la defensa ante patógenos. Interesante dato. Pero es la hora de abordar un tema que aparecerá varias veces a lo largo de este libro: las absurdas diferencias entre los criterios seguidos por los distintos organismos encargados de evaluar la seguridad y la funcionalidad de los alimentos. En el año 2013, la Oficina Federal para la Salud Pública Suiza (OFSP) emitió un dictamen informando de que hay suficientes pruebas científicas para afirmar que el consumo de Activia ayuda a la digestión. La OFSP, basándose en diferentes estudios presentados por Danone, concedió a la poderosa multinacional la posibilidad de publicitar que su producto «contribuye al bienestar digestivo reduciendo el tiempo de tránsito y la hinchazón» en adultos sanos siempre y cuando se consuman dos raciones de 125 gramos al día. Según fuentes de la empresa, una de las claves para poder conseguir la preciada «health claim» (alegación saludable) ha sido el contacto directo y dinámico que ha mantenido Danone con la OFSP durante todo el tiempo que ha durado el proceso de revisión de la documentación presentada por el gigante empresarial. Concretamente Danone ha tenido que aportar una exhaustiva revisión de gran cantidad de estudios publicados en las principales revistas científicas del mundo que pasaron el correspondiente proceso de revisión por pares y que avalan el efecto positivo de Activia sobre el bienestar digestivo. ¿Significa esto que Danone ha vencido la batalla que venía perdiendo con

los organismos oficiales europeos en materia de alimentación? No. El «health claim» aprobado por Activia solamente tiene validez en Suiza, un país que no pertenece ala Unión Europea. Para poder publicitar que Activia «contribuye al bienestar digestivo reduciendo el tiempo de tránsito y la hinchazón» en toda la UE todavía debe pasar por el difícil escollo de la EFSA y ahí la cosa está más complicada. Ante lo expuesto creo que es el momento de hacernos otra pregunta. ¿No creen ustedes que es totalmente absurdo que cada organismo oficial evaluador tenga criterios diferentes para certificar las propiedades saludables de un producto? ¿Si consumes un Activia en Suiza tu barriga se siente más feliz pero si lo ingieres en España sigue triste? Es necesario armonizar todos los procesos de evaluación de las propiedades funcionales de los alimentos a nivel no solo europeo, sino también mundial. Esto será positivo tanto para beneficio del consumidor como para las empresas que ven cómo sus productos se venden más en unos continentes que en otros dependiendo de las trabas administrativas a las que se vean sometidos. LA FIBRA, LA PRINCESA PREBIÓTICA Siempre he defendido que no se puede pasar por encima del río sin mojarse y hay momentos en la vida en los que uno debe decidir entre dos opciones. O eres de la Jurado o de la Pantoja, de Belén Esteban o de la Campanario, de Joselito o de Belmonte, del Barça o del Madrid. Pues bien, en el campo de los alimentos funcionales hace años que hay una pugna tremenda: o eres partidario de los probióticos o lo eres de los prebióticos… y yo prefiero la química de los prebióticos a la microbiología de los probióticos. ¿Qué es un prebiótico? ¿Hay prebióticos en el mercado? ¿Han demostrado su efectividad? Los alimentos prebióticos se definen como ingredientes no digestibles que afectan beneficiosamente al organismo mediante la estimulación del crecimiento y actividad de una o varias cepas de bacterias en el colon, mejorando la salud. Como es habrán dado cuenta, el objetivo que persiguen es muy similar al de los probióticos, estimular el crecimiento y la actividad de

bacterias beneficiosas para la flora intestinal, pero la estrategia seguida para alcanzar dicho objetivo es distinta. Este segundo grupo de alimentos funcionales no se basa en el enriquecimiento de productos alimenticios con lactobacilos u otros microorganismos, sino que lo hace principalmente con hidratos de carbono no digestibles, entre los cuales destaca la fibra dietética, aquella parte de muchos alimentos que resiste la digestión y absorción en el intestino delgado humano llegando intacta al intestino grueso donde es fermentada. La fibra se encuentra principalmente en alimentos de origen vegetal como pueden ser frutas, frutos secos, legumbres, verduras y hortalizas. También la podemos encontrar en cereales enteros o «integrales». Atendiendo a su solubilidad en agua existen dos tipos de fibra, la «soluble», relacionada con la regulación del tránsito intestinal y el estreñimiento, y la «insoluble», con gran capacidad para regular los niveles de glucemia tras las comidas y para limitar la absorción del colesterol dietético presente en los alimentos. Entre la fibra soluble encontramos sustancias como las pectinas o las gomas y, entre la insoluble, destacan la celulosa, la lignina y le hemicelulosa. Debido a sus excelentes propiedades, la fibra se ha recomendado para combatir importantes enfermedades como la diabetes tipo 2, hipertensión, algunos tipos de cáncer como el de colon, estómago o recto, hipertensión, etc. Además podría contribuir a controlar el peso gracias a su especial capacidad para aumentar la sensación de saciedad y, por tanto, reducir la probabilidad de seguir comiendo. A pesar de estos beneficios, el consumo de fibra por parte de la población española es bajo. Según se puede leer en el Libro Blanco de la Nutrición[25], el consumo medio de fibra en España es de aproximadamente 7,55 g de fibra al día por persona y por cada 1.000 kcal consumidas, prácticamente la mitad de lo recomendado (14g/día/1.000kcal). En este marco han aparecido en escena un gran número de alimentos funcionales enriquecidos en fibra. Leches, yogures, pasta, galletas, alimentos infantiles… el mundo de los alimentos funcionales enriquecidos en fibra es infinito. Pues bien, ¿hay rigor científico detrás de aquellas propiedades saludables atribuidas tradicionalmente a la fibra? Sí. No solo hay miles de artículos

científicos publicados en las principales revistas del mundo, sino que la EFSA ha corroborado la efectividad de la fibra. Eso sí, no toda la fibra es igual, ni estructuralmente ni en cuanto a su procedencia. Hay fibra y fibra. Veamos cuál es la más recomendable. La máxima autoridad europea en materia de alimentación ha admitido que se puede publicitar que la fibra de centeno contribuye al normal funcionamiento del intestino, que la del salvado de trigo lo hace a la aceleración del tránsito intestinal y al aumento del volumen de las heces, y que a esto último también ayuda la fibra de los granos de avena y de cebada[26]. Se acepta también que algunos de los principales componentes de los cereales como los beta-glucanos de avena y cebada tiene efecto positivo contrastado sobre el colesterol y también sobre la glucosa postprandial[27]. ¿Saben de lo que les hablo? ¿Qué es eso de la glucosa postprandial para lo cual es efectiva la fibra? Pues simplemente aquella que se hace presente en la sangre después de comer. Habitualmente la hiperglucemia postprandial puede ser determinada midiendo la concentración de glucosa 2 horas después de la ingesta de un alimento. Según varios autores, una concentración de glucosa postprandial superior a 200mg/dl es un indicador de Diabetes Mellitus. Por todo ello controlar el incremento de azúcar en la sangre después de cada comida es indispensable porque un inadecuado control de estos niveles incrementa la probabilidad de complicaciones de diabetes, entre otras muchas patologías. Pero los cereales no son la única fuente de fibra que ha sido evaluada positivamente por la EFSA. La agencia europea ha confirmado que el famoso chitosán o quitosano (polisacárido que se encuentra en el caparazón de los crustáceos como gambas, langostas, cangrejos…) puede ayudar a mantener concentraciones normales de colesterol LDL en la sangre[28] y que el arabinoxilano producido a partir del endospermo del trigo puede reducir la citada respuesta glucémica postprandial si se consumen por día 8 g de fibra rica en arabinoxilano[29], lo que no es fácil de conseguir. El glucomanano de konjac, una fibra extraída de la raíz de una leguminosa, la Amorphophallus konjac, y que forma parte de muchos

complementos alimenticios, también ha demostrado su efectividad no solo para mantener los niveles de colesterol, sino para «adelgazar» cuando se sigue una dieta baja en calorías, pero solo en determinadas condiciones recogidas en el informe de la EFSA que recomiendo leer encarecidamente[30]. La pectina, muy empleada como complemente dietético por ser una fibra soluble es un hidrato de carbono que no absorbe el intestino y que forma un gel capaz también de reducir los altos niveles de glucosa tras las comidas y de mantener niveles normales de colesterol sanguíneo[31]. Dejo para el final un caso muy especial, el de la inulina (no confundir con la insulina), un hidrato de carbono de cadena larga que se encuentra en la raíz de achicoria (de la que suele extraerse para elaborar suplementos nutricionales), en la alcachofa, el ajo, la cebolla, el espárrago, el puerro, el trigo y el plátano. A pesar de que sobre la inulina se habían publicado cientos de artículos científicos alabando sus propiedades, hasta 2014 su papel como prebiótico no recibió de la EFSA ningún informe positivo para enriquecer alimentos funcionales. Pues bien, en un informe muy completo[32] dicho organismo oficial reconoce que el consumo de fructooligosacáridos (polisacáridos que se emplean habitualmente para sustituir a los azúcares habitualmente empleados en la industria alimentaria) procedentes de la inulina, y de otros carbohidratos no digeribles presentes en otras fuentes vegetales, tiene un efecto positivo sobre la glucosa postpradial si lo comparamos con la ingesta de alimentos y/o bebidas ricas en otro tipo de azúcares. Eso sí, aunque se ha aprobado el uso y la funcionalidad de la fibra como ingrediente de complementos alimenticios o de alimentos funcionales, conviene resaltar que está presente en grandes cantidades en los alimentos convencionales, por lo que la suplementación en fibra es un lujo innecesario. Tras leer este capítulo espero que tengan claro quién va ganando, por ahora, la gran batalla entre probióticos y prebióticos. Los primeros, representados por los lactobacilos, están siendo goleados por los segundos, que tienen a la fibra como gran protagonista. Pero la ciencia no para de darnos sorpresas. Veremos lo que ocurre en un futuro.

LECHES PARA NIÑOS… LECHES PARA ADULTOS A pesar de que los probióticos y los prebióticos son los dos grupos más importantes de alimentos funcionales en el sector lácteo, el mundo de las leches no para de sorprendernos. Vayan a la superficie comercial más cercana e intenten comprar un cartón de leche entera, sin más. No vale leche con calcio, omega-3, vitaminas, fibra, fitoesteroles o jalea real. Tampoco sin grasa, sin lactosa… solo leche entera. ¿Lo han logrado? Es casi imposible. Por ello, he decidido contarles algunas cosas más de este sector que creo que pueden ser de su interés. Como leyeron anteriormente uno de los objetivos de los alimentos funcionales es cubrir las necesidades nutricionales de colectivos especiales. Pues bien, en este capítulo voy a mostrarles la realidad de dos tipos de alimentos funcionales destinados, teóricamente, a la población infantil y a la población adulta. Me refiero a las leches infantiles de crecimiento y a un producto muy curioso que promete fijar el calcio en los huesos de una forma especial, el Eficalcio de Puleva. ¿SON NECESARIAS LAS LECHES INFANTILES DE CRECIMIENTO? La EFSA publicó en 2013 un informe que disparó todas las alarmas en el sector lácteo[33]. En un dictamen realizado por el Grupo de Expertos en

Nutrición, Alergias y Dietéticos se cuestiona no solamente el estado nutricional de los niños de la Unión Europea (0-3 años), sino también la necesidad de consumir algunos de los productos destinados a su alimentación de gran éxito en las superficies comerciales, especialmente ciertas leches de crecimiento enriquecidas en diferentes nutrientes[34]. Nada más conocerse el informe, las grandes multinacionales del sector lácteo reaccionaron rápidamente antes de que sus ventas se resintiesen. Los nutricionistas y las empresas interpretaron de manera muy diferente el informe, la guerra estaba servida… y esto hay que contarlo porque en medio de esta lucha somos muchos los padres que no sabemos qué decisión tomar para alimentar correctamente a nuestros hijos. Ni más ni menos que 103 páginas publicó la EFSA en el documento titulado «Scientific Opinionon Nutrient Requirements and Dietary Intakes of Infants and Young Children in the European Union» donde se abordan tres aspectos de suma importancia: los requerimientos dietéticos de lactantes (0-1 años) y niños (1-3 años). la ingesta dietética de lactantes y niños en comparación con sus requerimientos. el papel y la utilidad de las leches de crecimiento enriquecidas en determinados nutrientes comparándolas con la alimentación tradicional. En primer lugar, el informe informa que los lactantes y niños de la UE presentan una ingesta diaria de calorías, proteínas, sal y potasio alta, mientras que la de fibra dietética es baja. ¿Son datos que pueden afectar significativamente a la salud de la población analizada? Para la EFSA los niveles encontrados no son muy preocupantes en el caso de las proteínas, la sal, el potasio y la fibra, pero SÍ en el caso de la excesiva ingesta calórica. Como es bien conocido la obesidad infantil es uno de los grandes problemas del siglo XXI y el consumo de alimentos excesivamente calóricos se está convirtiendo en un gran riesgo. ¿Y son las leches infantiles un problema en cuanto a su aporte energético? Debido a la amplitud de temas tratados en el informe de la EFSA en este capítulo voy a centrarme exclusivamente en la influencia sobre la obesidad de las leches de

crecimiento enriquecidas, un tipo de alimentos funcionales destinados a niños entre 1 y 3 años fortificadas en algún nutriente y que muchas veces se presentan como una transición entre la materna y la de vaca. Pues bien, las grandes diferencias existentes respecto al valor energético entre los muchos tipos de leches de crecimiento enriquecidas presentes en el mercado hace que no se pueda generalizar a la hora de responder a si las leches infantiles son un problema en cuanto a su aporte energético, pero esa gran variedad también nos obliga a escoger una u otra basándonos en su composición y no en su publicidad. Veamos un caso. La leche entera de vaca proporciona aproximadamente 60 kcal/100 ml, por lo que un vaso de 200 ml proporciona 120 kcal. Tomando como buena la recomendación de tomar alrededor de 2 vasos al día (algo que también debería analizarse), obtendremos 240 kcal diarias procedentes de la leche. Sin embargo, si en vez de leche de vaca damos a nuestros hijos leche Peques 3 de Puleva «con cereales y fruta» o con «cereales al cacao», que proporciona 93 kcal/100 ml, al cabo de un día habremos obtenido 372 kcal procedentes de la leche, un 35% aproximadamente más de energía, y esto es un disparate. Sin embargo, si empleamos Puleva Peques 3 con Omega-3 y DHA, que proporciona 61 kcal/100 ml, a lo largo del día el niño habrá ingerido prácticamente la misma energía que con la leche de vaca. La conclusión que se extrae de estos datos es clara. En la gran mayoría de las ocasiones escogemos las leches de crecimiento enriquecidas basándonos en sus ingredientes o en si nos gusta más su sabor, color, olor, etc. Sin embargo, las diferencias calóricas entre unas y otras son muy significativas y más aún si las comparamos con la genuina leche de vaca. Por ello, y en base a los datos ofrecidos por la EFSA relativos al exceso de ingesta energética de los niños entre 1 y 3 años, es muy importante tener en cuenta el tipo de leche de crecimiento enriquecida que hay que proporcionar a dichos niños, porque por intentar darle un aporte completo de nutrientes gracias a los ingredientes extra de estas leches enriquecidas podemos favorecer una ingesta calórica excesiva… y más aún si, como suele ser frecuente, después de cenar se le suele dar al niño como propina para ayudarle a crecer el consabido lingotazo de leche o producto enriquecido.

Ya está claro lo importante que es tener en cuenta el aporte energético de estas leches enriquecidas y que no todas son iguales, pero ¿realmente son necesarios esos ingredientes extra que se le añaden a estas leches de crecimiento? En primer lugar, el informe anteriormente citado afirma que los lactantes y niños de la UE no presentan carencias de ácido linoleico, calcio, fósforo, magnesio, cobre, selenio, cromo, molibdeno, manganeso, fluoruro, vitamina A, vitamina E, vitamina K, tiamina, riboflavina, niacina, ácido pantoténico, piridoxina, biotina, ácido fólico, cobalamina, vitamina C y colina. A pesar de que no ha sido cuantificada la ingesta de zinc, el hecho de que no se hayan detectado casos de carencia en lactantes y niños de la UE refleja que el consumo de este mineral tampoco es especialmente preocupante. ¿En qué se traducen estos resultados con respecto a la necesidad de consumir leches de crecimiento enriquecidas en algunos de estos nutrientes? El informe de la EFSA no deja lugar a dudas. No son para nada indispensables. Todos los productos lácteos que abarrotan las superficies comerciales destinados a la infancia y enriquecidos con los nutrientes arriba citados no son necesarios. Así de claro. ¿He acabado? No. Entremos ahora en la parte que ha hecho saltar todas las alarmas en el sector de las empresas lácteas que comercializan leches de crecimiento provocando que alguna de ellas haya reaccionado rápidamente con una particular política que ya está siendo discutida por muchos profesionales de la nutrición. En el documento «Scietific Opinion on Nutrient Requirements and Dietary Itakes of Infants and Young Children in the European Union» se puede leer cómo en los lactantes y en niños pequeños de la UE la ingesta dietética de ácido alfa-linolénco, ácido docsahexaenoioco (DHA), hierro, vitamina D y yodo es significativamente baja, por lo que la EFSA recomienda que se aumente el consumo de alimentos ricos en estos nutrientes. ¿Pero cuál es la mejor vía para hacerlo? El Grupo de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos afirma que una posible solución para resolver dicho déficit sería el consumo de leches enriquecidas en estos nutrientes, pero en el informe se deja meridianamente

claro que esto no es necesario, ya que una dieta equilibrada compuesta por los alimentos convencionales que se consumen a partir del primer año de vida del niño, como es el caso de la genuina leche de vaca, los cereales, el pescado azul (principal fuente de DHA y yodo en la dieta), las carnes rojas y legumbres (fuentes principales de hierro) o el huevo (fuente de vitamina D) es una alternativa más que eficiente para aumentar la ingesta de aquellos nutrientes en los que la población infantil presenta déficit. ¿Y qué lectura se está haciendo de esta importante conclusión de la EFSA? Pues según el cristal con el que se mire. Y aquí viene la polémica. Muchos expertos en nutrición y dietética han levantado su voz indicando que, una vez más, la presencia de alimentos enriquecidos en el mercado es absolutamente innecesaria para la población general, ya que, como ha confirmado la EFSA, una dieta equilibrada es capaz de suministrar todos los nutrientes necesarios. Incluso la mismísima OCU ha emitido recientemente un documento demoledor contra las leches de crecimiento[35]. Sin embargo, las grandes empresas del sector han utilizado el mismo informe de la EFSA para explicar que la presencia de alimentos enriquecidos en el mercado es absolutamente necesaria, precisamente todo lo contrario a lo argumentado por los expertos en nutrición basándose en el mismo informe. Surrealista. Solamente cinco días después de la publicación del informe de la EFSA, concretamente el 30 de octubre de 2013, una de las mayores empresas del sector lácteo, Puleva, empleó en su web dicho informe elaborado por la EFSA para justificar «Las cinco razones por las que dar a tu hijo de 1 a 3 años leche de crecimiento»[36]. Por un lado Puleva admite no solamente que los niños europeos presentan ciertas carencias en su dieta de DHA (un ácido graso esencial poliinsaturado de la serie omega-3), hierro, vitamina D y yodo, sino que, como dice la EFSA, estas necesidades nutricionales se podrían satisfacer a través de una dieta equilibrada, con el consumo adecuado de algunos alimentos tradicionales. Puleva, sin embargo, para justificar la venta de sus leches enriquecidas argumenta que, tal como dice la EFSA, esta dieta equilibrada no se sigue, por lo que hay que suplir las carencias en nutrientes con leches de crecimiento que los proporcionen. Según la empresa láctea en hecho de que

un significativo número de niños reciba una dieta desequilibrada justifica la presencia en el mercado de sus productos y con este argumento pueden aumentar las ventas de su leche de crecimiento Puleva Peques enriquecida en DHA y Hierro, galardonada con el Gran Premio a la Innovación en Alimentación 2013. Las dos posturas están claras. Mientras unos, los expertos en nutrición, apuestan por volver a una dieta equilibrada basada en alimentos «tradicionales» para suplir ciertas carencias nutritivas que presenta la población infantil, otros, los fabricantes, proponen consumir alimentos enriquecidos en los nutrientes deficitarios… ¿y cuál es mi opinión? Lo primero que me gustaría decir es que no se puede generalizar, ya que, si comparamos los productos de la polémica con la leche de vaca, hay que distinguir claramente entre aquellos productos que puedan llegar a ser perjudiciales y los que no aportan dada extra. Por un lado, están las leches de crecimiento enriquecidas, que no solamente no aportan ningún nutriente del que carezca la población media infantil, sino que, además, proporciona una cantidad de energía extra absolutamente innecesaria y que puede ser perjudicial. De ese tipo de productos hay que huir, incluso aunque tengan nutrientes de los que carecen lactantes y niños pequeños, ya que hay otras formas de conseguirlos. Por otra parte, están aquellos productos lácteos enriquecidos que aportan los nutrientes de los que, según el informe de la EFSA, la población infantil presenta un cierto déficit (como podría ser la leche de Puleva Peques 3 con DHA y Hierro) y que no presentan una mayor diferencia calórica con la leche de vaca resultando un impacto menor sobre el aporte energético. ¿Recomiendo este tipo de productos? Si me centro exclusivamente en los informes de la EFSA, no solamente podrían no ser perjudiciales, sino que podrían ayudar a cubrir ciertas carencias provocadas por una alimentación desequilibrada, pero yo, personalmente, no los recomiendo por tres razones esenciales.

La primera de ellas es que soy fiel amante de los dichos populares y uno de mis preferidos es aquel de «No me des pescado sino enséñame a pescar» o dicho de otra forma: prefiero mil veces antes enseñar educación nutricional a ir poniendo remedios a mi malnutrición. ¿Qué sentido tiene hacer algo mal conscientemente para luego intentar parchearlo? ¿No sería más correcto que un dietista-nutricionista evaluara el estado nutricional de mi hijo y me recomendara una alimentación equilibrada que se ajuste a sus necesidades? ¿Hasta cuándo podríamos mantener esa política de suplir con complementos nuestras carencias nutricionales? Además, ¿ustedes creen que si no enseñamos a nuestros hijos a comer correctamente desde pequeños, luego se va a corregir ese problema? ¿Por arte de magia o basándose en los escasos y poco efectivos programas de educación nutricional que existen en los colegios e institutos a los que luego asistirán nuestros chicos? Es absurdo. La segunda de las razones por la que no recomiendo este tipo de

productos no la podemos perder de vista. En el caso de que mi hijo no esté en el grupo de la EFSA de niños malnutridos, sino que esté bien alimentado, ¿es bueno darle este tipo de leches de crecimiento? Personalmente no solamente no veo las ventajas, sino que pueden aparecer ciertos inconvenientes. la gran mayoría de los niños europeos no presenta déficit de minerales como el calcio o vitaminas como la D. Sin embargo, muchas leches de crecimiento presentan una alta concentración en estos micronutrientes que al dárselos a los niños se sumarían a los procedentes de una dieta equilibrada. ¿Y es recomendable que un niño de 1 año supere muy significativamente los valores recomendados de ciertos micronutrientes? No. Con solo dos vasos al día de la gran mayoría de las leches de crecimiento se alcanzan casi el 100% de muchos valores de referencia para diversos nutrientes (calcio más del 80%, vitaminas A y D por encima del 75%, etc.) ¿Y qué hacemos luego? ¿Le decimos al niño que deje de comer frutas, verduras y hortalizas, pescado y carne para que no se pase de nutrientes? No lo veo. Pero aún queda la tercera razón, la que afecta al bolsillo. No sé ustedes lo que pensarán, pero si una alimentación equilibrada le proporciona a mi hija todos los nutrientes que necesita, ¿qué carajo hago gastándome casi el triple de dinero en una leche de crecimiento enriquecida que en una leche entera de vaca? Está claro, el tonto. PULEVA Y SU CURIOSO EFICALCIO El tema de los alimentos ricos en calcio se nos está yendo de las manos. Cada vez se pueden encontrar más eslóganes publicitarios en los que este mineral es el protagonista. «Lácteos ricos en calcio», «Leches con calcio natural», «Calcio procedente de la misma leche» y ahora el sorprendente «Ninguna leche fija mejor el calcio». No vamos a descubrir a estas alturas que el calcio es fundamental para la formación de los huesos, ni que es importantísimo cubrir nuestros requerimientos de este mineral en todas las etapas de la vida, ni que hay nutrientes como la vitamina D cuya presencia ayuda a que la absorción del calcio sea más efectiva. Lo que sí me gustaría dejar claro es que, a pesar de la absurda moda que reina en la publicidad de muchos alimentos funcionales

consistente en intentar atribuir al «calcio natural» mayores bondades que al «calcio artificial», el calcio es exactamente el mismo proceda de una fuente o de otra. Da igual que lo hayamos extraído de la leche que de una piedra, la biodisponibilidad y efectividad de ambos es exactamente la misma, porque en realidad siempre estamos hablando del mismo elemento químico, el número 20 en la tabla periódica. ¿Y por qué las empresas siguen rizando el rizo publicitando eslóganes que diferencian entre «calcio natural» y «calcio artificial»? Está claro. Por la ridícula tendencia a creer que el adjetivo «natural» confiere a un producto propiedades más saludables, cosa que, como veremos en posteriores capítulos, es falsa. Pero entre la infinidad de leches enriquecidas en calcio hay una que destaca por encima de todas. Eficalcio es un novedoso producto de Puleva que, según se puede leer en su publicidad, asegura que «ninguna leche fija mejor el calcio en los huesos». Al leer esa frase una serie de preguntas nos vienen a la cabeza. ¿Qué es eso de fijar el calcio? ¿Es lo mismo que absorber el calcio? ¿No hay leches que fijen mejor el calcio? ¿Qué ingredientes ayudan a absorber o fijar el calcio? ¿Está justificado pagar un sobreprecio por el Eficalcio? Analicemos este producto. En los subtítulos del anuncio televisivo que anuncia Eficalcio se puede leer que posee vitamina D y vitamina K… pero en el audio solamente habla de la vitamina D como responsable de fijar mejor el calcio a los huesos. Además, en la publicidad del cartón de Eficalcio se puede leer que «la nueva generación de leche enriquecida calcio ayuda a fijar mejor el calcio gracias a la combinación de vitamina K que te ayuda a mantener los huesos fuertes y vitamina D que te ayuda a absorber mejor el calcio». Un galimatías en toda regla.

Lo primero que hay que dejar claro es que la alegación «fijar el calcio» no ha sido ni evaluada ni aprobada por ningún organismo oficial. Ninguna de las alegaciones saludables aprobadas en el Reglamento (UE) 432/2012 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos acepta la palabra «fijar» aunque sí, «absorber». Por esta razón, debemos centrarnos en la capacidad de Eficalcio para «absorber» el calcio. ¿Hay algún ingrediente en este producto lácteo que ayude al proceso de absorción de este mineral? Sí. Según el Reglamento (CE) 1169/2011, si un líquido contiene al menos un 7,5% (salvo que se venda en porciones o unidades como el Actimel o similares que sería el 15%) de la cantidad diaria

recomendada de vitamina D, puede anunciar que «contribuye a la absorción del calcio». Pues bien, Puleva comercializa tres productos enriquecidos en Vitamina D: Normal, Huesos Fuertes y Eficalcio. ¿Hay alguna diferencia en la cantidad de vitamina D presente en los tres productos? Ninguna. En los tres casos la concentración de vitamina D es exactamente la misma: 1,5 microgramos por cada 100 ml. ¿Estoy diciendo que los tres tipos de leche de Puleva «contribuyen a la absorción del calcio» por igual? Sí, aunque con una diferencia de precio entre ellos nada despreciable de más de un 15%. La conclusión es evidente: Eficalcio n favorece una mejor absorción del calcio en comparación no solo con las leches de otra marca, sino tampoco con otras de Puleva mucho más baratas. Centrémonos ahora en el otro micronutriente de Eficalcio: la vitamina K. Comparando las tres leches de Puleva se puede comprobar que este micronutriente solamente se encuentra en Eficalcio, por lo que podríamos pensar que es la vitamina K la que ayuda a que este nuevo tipo de leche sea la responsable de absorber mejor el calcio que ninguna otra leche… pero no. Según la EFSA, no está permitido que ningún producto publicite que favorece la absorción del calcio por la presencia de vitamina K. A pesar de esta contundente razón para descartar la vitamina K como responsable de absorber el calcio, sigamos indagando en el papel de este micronutriente en el producto de Puleva. En el etiquetado nutricional de Eficalcio se puede ver que la cantidad de vitamina K que lleva este nuevo producto es de 5,6 microgramos por cada 100 ml. ¿Y esa cantidad es importante o ridícula? PUes ambas cosas. Importante porque según el Reglamento (UE) 1169/2011 es la justa y necesaria para poder decir que ayuda al mantenimiento de los huesos (nunca fija o absorber el calcio a los huesos), pero ridícula porque no solo es muy inferior a la que existe en otras marcas, sino que, como veremos posteriormente, es casi despreciable al lado de la que hay en muchos alimentos no enriquecidos. Estén atentos que aún no hemos acabado de analizar este producto. La empresa láctea se empeña en decir que no hay otra leche que fije

mejor el calcio a los huesos que Eficalcio. ¿Y eso por qué? ¿A qué nutriente presente en su composición le achacamos esa importante responsabilidad? Los 5,6 microgramos de vitamina K son el único nutriente que diferencia a este producto del resto de leches de Puleva, pero resulta que hay más empresas lácteas que emplean vitamina K en sus productos y a mayor concentración. Casualmente (o no), en muchos centros comerciales se puede observar justo al lado de Eficalcio una leche de la marca pascual que tiene exactamente 11 microgramos, prácticamente el doble de vitamina K que Puleva, lo que le permite decir legalmente en su publicidad que ayuda a mantener el estado de los huesos… cosa que hace pero sin hablar ni de absorber, ni de fijar ni de nada por el estilo. Claro que tampoco nos emocionemos con los 11 microgramos de vitamina K por cada 100 ml de la leche Pascual, cuando en la alimentación tradicional tenemos una gran cantidad de productos que poseen una cantidad de micronutrientes muy por encima de los 11 microgramos de vitamina K de Pascual o los ridículos 5,6 microgramos de Puleva. Si no me creen observen la siguiente tabla.

ALIMENTO

VITAMINA K (microgramos/100 gr de porción comestible)

Col o repollo Espinacas Ensalada de lechugas variadas Aceite de soja Aceite de canola Aceite de semillas de algodón

440 380

Espárrago Aceite de oliva Soja seca

60 55 47

315 193 127 60

Lechuga iceberg Judías verdes Guisantes frescos Lentejas Pepino Coliflor o berza Zanahoria Tomates Hígado Aceite de maíz Huevos

35 33 24 22 20 20 10 6 5 3 2

Alimentos ricos en Vitamina K, el contenido se expresa en microgramos por cada 100 gr de porción comestible del producto.

Estimados lectores, el análisis de este producto nos obliga, desgraciadamente, a leer entre líneas. Vuelvan a leer despacio el eslogan publicitario del Eficalcio («ninguna leche fija mejor el calcio en los huesos») y ahora respondan a esta pregunta. ¿En algún sitio dice que este producto es «el que mejor fija el calcio en los huesos»? No, solo dice que «ninguna lo fija mejor», de la misma forma que podía decir que «ninguna lo fija peor», porque no hay evidencia científica respaldada por los organismos oficiales de que haya diferencias en cuanto al poder de fijación del calcio entre un tipo de leche y otra. Curioso.

EL COLESTEROL Y LA LACTOSA… ESOS GRANDES INCOMPRENDIDOS A lo largo de este libro estamos analizando muchos compuestos a los que se les ha atribuido propiedades maravillosas que, en realidad, no tienen. Sin embargo, en este capítulo me centraré en dos moléculas que están siendo demonizadas, cuando en realidad nos aportan mucho más de lo que nos quitan. Me refiero al colesterol y la lactosa, esos grandes incompredidos. LAS ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES Y EL MITO DEL COLESTEROL Sin lugar a dudas, el colesterol es una de las moléculas peor tratadas en el sector de la alimentación. Estamos acostumbrados a frases como «no comas eso que lleva mucho colesterol», «debes bajar inmediatamente tus niveles de colesterol», «el colesterol hay que combatirlo desde todos los frentes». Pues bien, la mayoría de esas sentencias son fruto del desconocimiento. Por esta razón, y antes de hablar de la eficacia (o ineficacia) de los alimentos funcionales destinados a reducir los niveles de colesterol como Danacol, Benecol, Naturcol o la gama de productos Flora pro.activ, que tan de moda se han puesto de la mano de grandes multinacionales como Unilever o Danone, debemos tener una serie de ideas claras: qué es el colesterol y dónde podemos encontrarlo, cómo interpretar un análisis de sangre, la relación entre el colesterol y ciertas enfermedades y las últimas novedades acerca de la

investigación sobre el colesterol. Tenemos un problema. Las enfermedades cardiovasculares matan cada año aproximadamente a 4 millones de personas en los 53 países miembros de la Organización Mundial de la Salud y a cerca de 1,9 millones en los 27 socios de la Unión Europea, siendo responsables del 52% de todas las muertes de mujeres en Europa y del 42% de los fallecimientos de varones. De esta forma las enfermedades cardiovasculares son la causa principal de mortalidad en hombres de más de 45 años y en mujeres de más de 65 años en toda Europa y acaban con más vidas en el Viejo Continente que todos los tipos de cáncer juntos[37]. Por otra parte, y según datos de la Fundación Española del Corazón, el gasto que supone la enfermedad cardiovascular para el Sistema Nacional de Salud español es muy elevado: más de 9.000 millones de euros al año, lo que se traduce en un 7,1% de todo el gasto sanitario nacional. Eso significa que este tipo de enfermedades sean la mayor carga económica tanto en España como en la UE[38]. Todos estos datos sanitarios y económicos han llevado a que la lucha contra las enfermedades cardiovasculares sea un objetivo prioritario de los sistemas sanitarios. ¿Y cómo se ha librado esta batalla? Combatiendo todos los factores que pueden dar lugar a su aparición. Una de las estrategias más empleadas ha sido intentar reducir los niveles de colesterol en el organismo, ya que, tradicionalmente, se ha considerado la presencia de altas concentraciones de colesterol como la principal causante de las enfermedades cardiovasculares. ¿Por qué se llegó a esta conclusión? Porque se observó que las placas de ateroma que obturan las arterias en las personas afectadas por aterosclerosis están formadas por una gran cantidad de colesterol. Atacando al colesterol se cumpliría aquello de «muerto el perro se acabó la rabia». Sin embargo, y como les demostraré en este capítulo, la cuestión parece ser bastante más compleja y muchas preguntas están surgiendo alrededor del colesterol. ¿Por qué se critica tanto esta molécula? ¿Está científicamente demostrada la relación directa entre las enfermedades cardiovasculares y el colesterol? ¿En qué alimentos está presente? ¿Se pueden consumir uno, dos, tres o siete huevos a la semana? ¿En qué parámetros debo fijarme al leer un

análisis del colesterol presente en mi sangre? Acabemos con una leyenda. El colesterol no es una enfermedad, la OMS no lo considera como tal, sino como un factor de riesgo determinante para desarrollar enfermedades cardiovasculares[39]. De hecho, según un informe de la organización internacional con sede en Ginebra, el consumo excesivo de tabaco y alcohol, una nutrición inadecuada, el sobrepeso, la inactividad física, la hipertensión, la diabetes y el colesterol elevado son factores de riesgo clave para el desarrollo de enfermedades crónicas. La investigación, realizada en 2013 por la OMS en 170 países, logró determinar que esos son los factores esenciales a tener en cuenta para la prevención de enfermedades cardiovasculares, del cáncer y de infecciones respiratorias[40]. A pesar de lo expuesto hay que dejar una cosa clara. Excepto en algunos casos en los que hay problemas metabólicos (adquiridos, como la diabetes, o genéticos, como las hipercolesterolemias familiares), tener colesterol alto no implica que se tengan muchas más posibilidades de riesgo de infartos, ictus y arteriopatías periféricas. Sin embargo, tener el colesterol elevado puede servir como indicador de la presencia de un problema más serio, como puede ser una insuficiencia renal o un problema tiroideo… por ello no debemos «pasar olímpicamente» de los niveles de colesterol, sino centrarnos en el problema de base. Obcecarse en bajar los niveles del colesterol es lo que se llama «matar al mensajero». El segundo mito que hay que destrozar (sí, destrozar) es que el colesterol no sirve para nada. Mentira. El colesterol no solo no es malo, sino que es imprescindible para el buen funcionamiento del organismo. Su presencia en la estructura de las membranas celulares donde juega un papel fundamental en los procesos de permeabilidad, su rol de precursor de moléculas tales como hormonas, vitaminas y sales biliares o su participación en el sistema nervioso hacen del colesterol una molécula esencial en nuestras vidas. La tercera leyenda que hay que eliminar es la creencia popular de que ingiriendo determinados alimentos se van a disparar nuestros niveles de colesterol. Eso es falso. Aunque el colesterol está muy presente en huevos, quesos, carne de vacuno, aves, pescado o marisco, el consumo de estos alimentos no provoca su acumulación en el organismo, ya que es fácilmente

eliminado. La razón es que en esos alimentos este lípido perteneciente a la familia de los esteroles no se encuentra libre sino en forma esterificada, por lo que es eliminado. La conclusión es clara: el colesterol dietético tiene muy poca relación con el que tenemos en la sangre. De hecho, los últimos estudios muestran cómo, en contra de lo que se nos ha hecho creer tradicionalmente, la ingesta de hasta un huevo diario, uno de los alimentos más completos, baratos y ricos en colesterol, no tiene incidencia significativa sobre las enfermedades cardiovasculares. Abordemos el cuarto mito. La errónea interpretación de los análisis de sangre. El colesterol es una molécula apolar por lo que es insoluble en agua. Por esta razón, y debido a la naturaleza acuosa de la sangre, el organismo necesita idear algún tipo de sistema que permita al colesterol circular por el torrente sanguíneo. ¿Y qué se le ha ocurrido al organismo para solucionar ese problema? Una genial idea: crear las lipoproteínas, una especie de cápsulas que tienen una cara externa polar y un interior apolar. Gracias a su cara polar, estas lipoproteínas pueden solubilizarse en la sangre, y gracias a su interior apolar pueden introducir en su interior el colesterol y los triglicéridos. Una vez encapsulado el colesterol en la parte interna de las lipoproteínas ya puede circular por la sangre camuflado en el interior de las mismas. En la imagen pueden observar la estructura de una lipoproteína.

EL PAPEL DEL COLESTEROL EN SU ANÁLISIS DE SANGRE Para interpretar correctamente su análisis de sangre es necesario conocer los diferentes nombres de las lipoproteínas que contienen el colesterol en su interior. La clasificación típica de las lipoproteínas se hace en torno a su densidad, siendo más densas las que tienen mayor cantidad de proteínas en su parte externa que de lípidos en su parte interna. De esta forma tenemos las HDL (High Density Lipoprotein), LDL (Low Density Lipoprotein), IDL (Intermediate Density Lipoprotein), VLDL (Very Low Density Lipoprotein) y quilomicrones Hay gente que, al leer un análisis de sangre, se basa en las cifras del «colesterol total» como parámetro único a seguir en relación con las enfermedades cardiovasculares, y esto es absurdo, ya que dentro del «colesterol total» se encuentra tanto el «colesterol bueno» como el «colesterol malo». El primero de ellos, también llamado c-HDL, es el que contienen las lipoproteínas HDL; el segundo de ellos, denominado colesterol c-LDL es el que se encuentra en el interior de las lipoproteínas LDL; el

colesterol «total» es la suma del colesterol que forma parte del interior de todos los tipos de lipoproteínas. Según la proporción que haya de «colesterol bueno» y «colesterol malo» dentro del «colesterol total» los resultados del análisis de sangre serán mejores o peores. Es más, el riesgo de enfermedad es el mismo si poseemos cifras bajas de colesterol total como si las tenemos altas. Incluso hay estudios que demuestran que, en mujeres, niveles altos de colesterol total son recomendables en determinadas situaciones. Bien, entendido, pero… ¿por qué el c-LDL recibe el nombre de colesterol malo? La razón es sencilla de explicar. Porque las lipoproteínas LDL, las que llevan en su interior el colesterol malo, son capaces de atravesar el endotelio (la primera capa de las arterias). Una vez dentro de las arterias nuestro sistema inmune las ataca, oxidándolas y degradándolas, y se forma la peligrosa placa de ateroma que puede llegar a obturar las arterias. Evidentemente, esto es una hipótesis simplificada, ya que se siguen investigando los detalles de los procesos y mecanismos, que probablemente sean bastante complejos. ¿Y es tan malo el c-LDL como dicen? Tradicionalmente se ha pensado que tener altos niveles de c-LDL incrementa el riesgo cardiovascular, ya que se han publicado muchos estudios epidemiológicos observacionales que han encontrado asociación entre c.LDL y mayor riesgo, y entre c-LDL y menor riesgo. De hecho, las directrices dietéticas anticolesterol que se han recomendado durante muchos años han estado basadas en estos estudios. Sin embargo, en los últimos años han aparecido otros que ponen en duda esta teoría. ¿Por qué? Porque se ha observado que hay un gran número de personas con altos niveles de c-LDL que no sufren enfermedades cardiovasculares. El motivo es que, además de la cantidad de colesterol que haya en cada lipoproteína, existe un segundo factor que no se había tenido en cuenta en los estudios tradicionales: el número de lipoproteínas LDL, lo que llamaremos a partir de ahora p-LDL. Para resumir la situación voy a emplear un párrafo extraído del libro Lo que dice la ciencia sobre dietas, obesidad y salud cuyo autor es Luis Jiménez[41].

Imagine que usted acaba de recoger sus análisis de sangre y está leyendo los resultados. Si su concentración de LDL está por encima de lo recomendado, significa que la cantidad de c-LDL (cantidad de colesterol que contienen sus lipoproteínas LDL) es alta, y esto podría ocurrir por dos razones: Porque usted tiene muchas lipoproteínas LDL que aportan todo ese colesterol. Porque usted no tiene demasiadas lipoproteínas, pero cada una de ellas contiene gran cantidad de colesterol. En la opción contraria, puede ocurrir que en los análisis de sangre usted haya obtenido un nivel de c-LDL reducido. Y pueden ocurrir dos situaciones para que esto suceda: 1. Que tenga pocas lipoproteínas LDL. 2. Que tenga muchas, pero cada una de ellas contenga poco colesterol Si están siguiendo correctamente el razonamiento, deberían en este momento hacerse la siguiente pregunta: el riesgo de aterosclerosis, ¿con qué opción de las dos planteadas se asocia más?, ¿con el número de lipoproteínas (p-LDL)o con el colesterol contenido en ellas (c-LDL)? Pues bien, según el estudio titulado «Clinical Implications of Discordance Between LDL Cholesterol and LDL Particle Number»[42], dicho riesgo depende más de la cantidad de lipoproteínas (p-LDL) que del colesterol que contenga cada una de ellas (c-LDL). Este novedoso resultado justifica que algunas personas con el c-LDL elevado sean las que menos riesgo tienen y que otras con el c-LDL bajo tengan un riesgo elevado de enfermedad cardiovascular. Dependerá de la cantidad de lipoproteínas. ¿Entonces la lectura tradicional de los análisis de sangre basada o en el colesterol total o en la cantidad de colesterol contenida en las lipoproteínas LDL (c-LDL) podría ser poco útil para evaluar el riesgo? Sí, en algunos casos, sí. Para ser exactos, habría que disponer también del número de lipoproteínas LDL (p-LDL). En este momento ustedes deberían pensar que la solución es fácil: para saber si tenemos problemas cardiovasculares solo se

necesita que en los análisis de sangre, además del c-LDL, se determinen también las p-LDL. La evaluación de ambos datos en conjunto podría darnos una idea de nuestro riesgo de enfermedad cardiovascular. ¿Es eso correcto? Sí, pero siento decirle qeu actualmente las técnicas de análisis tradicionales no permiten medir las p-LDL, así que olvídese de esta opción. En su defecto, podemos fijarnos en otros parámetros que aportan información más completa como el cociente entre los triglicéridos y el c-HDL (se recomienda que sea inferior a 3); el cociente entre el colesterol malo y el colesterol bueno (que también debería ser menor a 3) o el cociente entre el colesterol total y el bueno (que debería ser inferior a 5)[43]. Es necesario insistir en que realmente el riesgo cardiovascular tiene otros aspectos a considerar más allá del colesterol, como los factores relacionados con el síndrome metabólico, además de tabaco y ejercicio. ALIMENTOS PARA REDUCIR EL COLESTEROL ¿ÚTILES, INÚTILES O ABSURDOS? Pues bien, una vez conocido un poco más el colesterol, es hora de entrar a discutir acerca de la efectividad de alimentos funcionales existentes en el mercado destinados a bajar los niveles de colesterol y que seguro que les suenan. Me refiero a los famosísimos Danacol de Danone, Benecol de la empresa Kaiku, Naturcol de Central Lechera Asturiana o los productos de la gama Flora pro.activ de la multinacional Unilever, productos que han sido publicitados por famosos como Miguel Induráin, Vicente del Bosque, Manolo Escobar o Verónica Forqué. Por cierto, ya que han salido los nombres de estos famosos que en los últimos años han publicitado estos productos destinados a reducir los niveles de colesterol, permítanme que haga un inciso en el análisis de los alimentos destinados a bajar el colesterol y me introduzca en el de su publicidad. El apartado 7 del artículo 4 del Real Decreto 1907/1996 sobre publicidad y promoción comercial de productos, actividades o servicios con pretendida finalidad sanitaria prohíbe tajantemente la publicidad de productos «que pretendan aportar testimonios de profesionales sanitarios, de personas famosas o conocidas por el público o de pacientes reales o supuestos, como

medio de inducción al consumo». Qué quieren que les diga, ya sé que la gloriosa época de los Tours de Francia de Induráin ya ha pasado o que tras el Mundial de Fútbol de Brasil la imagen de Vicente del Bosque, entrenador de la selección española de fútbol, no se encuentra en su mejor momento… pero yo diría que son personas famosas, ¿no? ¿O es que la finalidad de estos productos que prometen reducir el colesterol no es sanitaria? Pues va a ser eso.

Aunque el mensaje «ayudar a reducir el colesterol» está íntimamente relacionado con la sanidad, los alimentos funcionales no se consideran productos sanitarios, por lo que escapan al Real Decreto 1907/1996 y de ello

se aprovechan las empresas que comercializan este tipo de alimentos. Esto es absurdo, ya que el consumidor al comprar Danacol lo hace por mejorar su salud, por lo que a este alimento funcional se le tendría que aplicar la misma ley que a los productos sanitarios que prometen el mismo efecto. Claro que también los famosos José Coronado y Carmen Machi han anunciado en televisión Activia de Danone y no dije nada en el capítulo dedicado a los probióticos. En fin, dejemos a un lado la publicidad y centrémonos en conocer si estos alimentos destinados a rebajar los niveles de colesterol cumplen su cometido. Las estatinas se han convertido en el medicamento más empleado en la prevención y tratamiento farmacológico de la enfermedad coronaria. Sin embargo, en los últimos años se ha señalado que, en algunos casos, las estatinas pueden desarrollar algunos efectos adversos. Además su relevancia clínica es muy pequeña, ya que aproximadamente solo 1 de cada 100 personas que las toman se benefician de las estatinas. Por ese motivo, desde hace tiempo se están comercializando por parte de las grandes empresas alimentarias internacionales diferentes alimentos (principalmente margarinas, productos lácteos, mayonesas y aderezos para ensaladas) que publicitan reducir el colesterol. Todos estos alimentos funcionales está formados por fitosteroles, ésteres de fitosterol, fitostanoles o ésteres de fitostanol añadidos (en adelante esteroles y estanoles), moléculas que se encuentran en el reino vegetal y que, debido a su estructura, desarrollan funciones en las plantas análogas a las del colesterol presente en el reino animal. Aunque hay otros descritos, el mecanismo de acción hipocolesterolémica de los esteroles y estanoles en el organismo humano está basado principalmente en el bloqueo de la absorción del colesterol a nivel intestinal mediante un proceso de inhibición competitiva. ¿De qué estoy hablando? Cuando tomamos Danacol, Benecol, Naturcol o Flora pro.activ sus esteroles y estanoles compiten con el colesterol en el lugar de su absorción intestinal, ya que se parecen mucho a este estructuralmente. Esto provoca que el colesterol tenga difícil pasar al sistema circulatorio, por lo que no puede ser absorbido y se excreta con las heces. De esta forma se reducen sus niveles sanguíneos. Así de fácil.

Es el momento de hacernos la siguiente pregunta. ¿Son los esteroles y estanoles ingredientes exclusivos del Danacol, Benecol, Naturcol o Flora pro.activ o los podemos encontrar en los alimentos convencionales? En absoluto, no son exclusivos. Mientras los esteroles se encuentran de forma natural en pequeñas cantidades en frutas, verduras, frutos secos, semillas, leguminosas, aceites y otras fuentes vegetales, los estanoles se encuentran en concentraciones todavía menores en muchas de las mismas fuentes. Entonces, ¿por qué enriquecer productos como margarinas, yogures, leches, salsas, etc. en estos ingredientes si los podemos encontrar fácilmente en otros alimentos tradicionales?, ¿estamos en el mismo caso que el Actimel y la vitamina B6? No. En el caso del Actimel las concentraciones de vitaminas añadidas al famoso probiótico son fácilmente alcanzables consumiendo los alimentos convencionales. Sin embargo, los niveles de esteroles y estanoles presentes en frutas, verduras, frutos secos, etc. (entre 0,2 y 1,2 gramos por cada 100 gr de alimento) no son suficientes para reducir el colesterol, por lo que es necesario adicionar exógenamente esteroles o estanoles, como ocurre en estos alimentos funcionales donde sus concentraciones son mucho más elevadas. Según se puede leer en la web de Flora pro.activ, para ingerir la cantidad recomendada de esteroles vegetales para reducir el colesterol de manera significativa, se necesitaría consumir 228 tomates o 225 zanahorias, cuyo contenido equivalente encontramos en dos tostadas de margarina enriquecida con esteroles vegetales. Bien… ¿y qué dice la EFSA al respecto? ¿Sirven el Danacol, Benecol, Naturcol, Flora pro.activ para rebajar los niveles de colesterol? Pues ahora viene la primera de las sorpresas. A diferencia de lo ocurrido con cientos de ingredientes estrella de los alimentos funcionales, la EFSA está informando positivamente desde el año 2010 acerca del uso de esteroles y estanoles para «contribuir a mantener los niveles normales de colesterol sanguíneo». La EFSA concluyó en 2012 que un consumo diario de 3 gramos (rango 2,6 g a 3,4 g) de esteroles/estanoles (añadidos a productos como mayonesas, margarinas o yogures) consiguen reducir el c-LDL una media del 11,3% en un plazo mínimo de dos o tres semanas[44]. Eso sí, este organismo deja claro

que no todo el mundo debe consumir estos alimentos funcionales. Van dirigidos exclusivamente a aquellos consumidores que necesiten reducir su colesterol en sangre y, además, no solo no es aconsejable consumir más de tres gramos de estos compuestos bioactivos diariamente, sino que no se recomienda su consumo a mujeres durante el embarazo y lactancia, ni a menores de cinco años. Por último, es absolutamente recomendable que la ingesta de esteroles y estanoles se haga conjuntamente con una dieta saludable rica en frutas y verduras y que, si ya se toma alguna medicación contra el colesterol, se consulte al médico para evitar cualquier problema. Una pregunta que muchas veces se hacen los consumidores de este tipo de productos es si es mejor consumir Danacol de Danone o Benecol de Kaiku. La diferencia es que el primero de ellos es rico en esteroles y el segundo lo es en estanoles. Pues bien, la respuesta es clara: no hay diferencia entre unos y otros. Aunque estructuralmente son distintos (los estanoles son las versiones saturadas de los esteroles) el Grupo de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la EFSA considera que ambos tipos de moléculas vegetales tienen una eficacia similar sobre los niveles de c-LDL así que no se dejen convencer por unos ni por otros en su lucha fratricida[45]. Pues ya está. Estamos ante uno de los pocos grupos de alimentos funcionales que tienen el visto bueno de las autoridades europeas para poder publicitar que pueden reducir el c-LDL. Fenomenal, ¿no? Pues no. Siento ser un aguafiestas pero nada más lejos de la realidad. Tras saber lo que dice la EFSA sobre los alimentos funcionales destinados a reducir el colesterol, es muy posible que ustedes piensen que soy totalmente partidario del consumo de estos productos, pero eso sería una lectura simplista. Si ustedes han comprendido bien la primera parte de este capítulo destinada a conocer la función del colesterol en el organismo y lo que representan los valores de cada uno de los parámetros relacionados con el mismo, deberán estar pensando lo mismo que yo: estos productos tienen una efectividad sobre el organismo muy limitada y su beneficio real sobre la salud no es tan evidente. ¿Por qué? Porque la ligera reducción mostrada por Danacol, Benecol, Naturcol, Flora pro.activ, etc. sobre los niveles de c-LDL no implica que se rebaje nuestro riesgo de enfermedad cardiovascular.

Para un buen análisis necesitaríamos saber si esa reducción en la c-LDL que la EFSA ha reconocido para el Danacol, Benecol, Naturcol o Flora pro.activ se asocia también con una disminución en el número de lipoproteínas (p-LDL) o con otros parámetros como el colesterol bueno (cHDL) o los triglicéridos. Sin esos datos no se puede asegurar nada. Yendo más lejos, y para evaluar la efectividad de estos productos, serían necesarios estudios a largo plazo que analizaran si el consumo de estos alimentos funcionales tiene algún tipo de incidencia sobre las enfermedades cardiovasculares y hasta ahora nadie ha demostrado mediante estudios de intervención a medio o largo plazo que la ingesta de los alimentos funcionales citados en este capítulo produzca una mejora en la salud. Es posible que ustedes estén pensando que esto es una oponión personal, pero no. Exactamente lo mismo es lo que plantea la Agencia de Seguridad Alimentaria, Ocupacional y Medioambiental francesa (ANSES) en su última revisión sobre este tipo de alimentos titulada «Assessment of the risks and benefits of consuming food products fortified with phytosterols and phytostanols»[46]. En dicho informe la ANSES incluso pone en duda la idoneidad de seguir recomendando desde entidades como la EFSA el consumo de este tipo de alimentos. Veamos. Según los expertos franceses, y a cuya opinión me sumo, existen un cierto número de incertidumbres sobre los beneficios y riesgos relacionados con el consumo de alimentos fortificados con esteroles/estanoles. Son muchas las cuestiones que se plantean. Tras el análisis de todos los estudios científicos publicados que invesgan los efectos sobre la salud del consumo de los alimentos destinados a reducir el colesterol, las principales dudas que le surgen a la ANSES sobre la efectividad del Danacol, Benecol, Naturcol o Flora pro.activ están relacionadas con varios aspectos: No existen datos que permitan afirmar que el consumo de productos enriquecidos en esteroles y estanoles tienen algún efecto sobre la morbilidad y mortalidad cardiovascular. Se ha comprobado que el consumo de estos alimentos no tiene ninguna repercusión sobre los niveles de c-LDL en aproximadamente el 30% de los sujetos que los consumen… y esa cantidad de personas es muy

significativa como para que se generalice sobre los efectos de estos productos en la población. El aumento en las concentraciones plasmáticas de los esteroles tras la ingesta de los alimentos enriquecidos en ellos es muy significativo, por lo que deberían evaluarse las consecuencias de este incremento para evitar cualquier tipo de problema asociado al consumo de estos productos. Aunque como les he indicado anteriormente el etiquetado debe indicar claramente que este tipo de productos ricos en esteroles/estanoles no debe consumirse por niños, el acceso de los mismos a la población infantil es muy sencillo. Debido a todo lo expuesto, la Agencia de Seguridad Alimentaria, Ocupacional y Medioambiental francesa indica que no se pueden considerar los alimentos fortificados con esteroles/estanoles como una forma adecuada de prevención de enfermedades cardiovasculares. Además, y en lo que respecta a la salud individual, el consumo de alimentos enriquecidos con esteroles/estanoles debe someterse a una evaluación del riesgo-beneficio sobre una base caso por caso por un profesional de la salud. Por último, el organismo francés insiste en que el consumo de los productos enriquecidos con esteroles/estanoles debe ir asociado a un importante incremento en el consumo de frutas y verduras. ¿Por qué? Porque se ha demostrado que si se consumen altas cantidades de estos alimentos funcionales se puede producir un fuerte descenso en los niveles de carotenoides en sangre. Para compensar esa reducción se recomienda el consumo de alimentos que contienen alta cantidad de carotenoides como los anteriormente citados. Tras todo lo leído acerca del colesterol y su relación con alimentos como el Danacol, Benecol, Naturcol, Flora pro.activ y demás, mi conclusión final es clara. No soy quién para decirles lo que deben hacer en el caso de tener el colesterol alto, pero sí les voy a decir lo que yo haría. Por una parte, es necesario hacer una lectura correcta de los datos analíticos, y estos, su médico seguro que los interpreta perfectamente. Por otra parte, no me tiraría como loco a comprar este tipo de alimentos funcionales. A día de hoy no hay evidencias científicas de que consumiendo una tostada con esteroles o una

bebida con estanoles durante los periodos de tiempo señalados en la publicidad de estos productos vaya a mejorar significativamente su salud. Una cosa es que un producto demuestre bajar el c-LDL y otra bien distinta que haya demostrado reducir el riesgo de problemas cardiovasculares. En los casos de enfermedad multifactorial, como es el caso de la enfermedad cardiovascular ateromatosa, la reducción de un solo factor de riesgo como es el c-LDL no es suficiente para concluir que se ha reducido el riesgo de aparición de la enfermedad. Respecto a la alimentación recomendada, y aunque no hay estudios concluyentes sobre qué tipo de alimentos pueden disminuir las famosas pLDL, las últimas investigaciones recomiendan que para alcanzar dicho objetivo se debe ingerir una dieta rica en verduras y frutas suficiente en proteínas y grasas saludables, baja en carbohidratos de rápida absorción y refinados y adaptada a las circunstancias de cada metabolismo[47]. Por otro lado, y aunque hay estudios que demuestran que la reducción de grasas saturadas es eficaz para reducir los niveles de c-LDL, no se sabe si ello afecta a otros factores como el c-HDL o, incluso, las p-LDL. Pero aún hay más. Una investigación publicada en septiembre de 2013 por la Fundación Española del Corazón en colaboración con la red Europea del Corazón alerta de que el 42% de los mayores de 18 años en España declara no realizar ningún tipo de actividad física durante la semana, frente al 6% de Suecia o al 7% de Finlandia. Pues bien, recientes estudios muestran cómo un aumento del ejercicio físico se correlaciona con una menor cantidad de partículas p-LDL. Toca hacer ejercicio. Estimados lectores, espero que después de este capítulo el colesterol ya no les caiga tan mal. Seamos justos con él, que no es tan fiero el león como nos lo habían pintado. EL BOOM DE LOS ALIMENTOS SIN LACTOSA ¿Se han dado cuenta de la gran cantidad de productos sin lactosa existentes actualmente en las superficies comerciales y que antes no estaban a nuestra disposición? Existen dos posibles razones para este repentino incremento de los alimentos sin lactosa. O la población española intolerante a

este azúcar se ha multiplicado exponencialmente en los últimos años, cosa que dudo, o las empresas del sector lácteo han encontrado en los alimentos sin lactosa el nuevo filón de los alimentos funcionales cosa que me cuadra un poquito más. Es absolutamente cierto que es muy beneficioso para los intolerantes a la lactosa que se hayan multiplicado el número de productos que no contienen este azúcar. Sin embargo, lo que debe preocuparnos es el mensaje subliminal que se esconde detrás de este repentino aumento de los productos sin lactosa. ¿De verdad alguien piensa que las grandes empresas del sector lácteo están lanzando esta fuerte ofensiva con estos productos para dirigirse exclusivamente al reducido grupo de personas que no toleran correctamente este disacárido? Yo no. El mensaje que se está enviando desde diversos sectores, y que está calando poco a poco en la sociedad, es que el consumo de lactosa puede ser perjudicial incluso para las personas que no padecen intolerancia a la misma, y eso es totalmente falso. La lactosa es un disacárido formado por la unión de una molécula de glucosa y otra de galactosa que se encuentra en la leche de las hembras de mamíferos en concentraciones de entre un 4% y un 5%. Para la correcta absorción de este hidrato de carbono presente en la leche (donde es el mayoritario pero no el único) es necesaria la presencia de la lactasa, una enzima producida en la mucosa intestinal y que hidroliza la lactosa en las dos moléculas que forman parte de su estructura: glucosa y galactosa. Así, estos azúcares son absorbidos a través de las microvellosidades intestinales pasando al torrente sanguíneo. En el caso de que el organismo humano no produzca la cantidad suficiente de lactasa para hidrolizar al disacárido mayoritario en la leche se produce «intolerancia a la lactosa», una patología por la cual este azúcar se acumula en el intestino y es fermentado en el colon por algunas de las bacterias que conforman la flora intestinal, generando así una serie de molestias a lo largo del tubo digestivo como diarreas, cólicos, gases… Para solucionar ese problema la industria alimentaria ha venido comercializando desde hace ya unos años las conocidas «leches sin lactosa»,

productos lácteos a los cuales se les ha añadido en su proceso de elaboración la enzima lactasa procedente mayoritariamente de levaduras (Kluyveromyces fragilis y Kluyveromyces lactis) y hongos (Aspergillus niger y Aspergillus oryzae), y hay que reconocer que es una gran idea y de mucha utilidad para las personas que presentan intolerancia. Hasta aquí todo correcto. Sin embargo, en los últimos tiempos hay una tendencia a mostrar los productos sin lactosa como alimentos beneficiosos para la población en general. Campañas publicitarias en las que se asegura que estos productos son más digestivos o se digieren mejor, tengas o no intolerancia a la lactosa, son práctica habitual de diferentes marcas comerciales aunque no haya evidencia científica de ello en el caso de los tolerantes a la lactosa, que no hay que olvidar que son casi el 90% de la población española. En vista de esta situación, la más prestigiosa revista científica de productos lácteos, International Dairy Journal, decidió publicar un volumen especial reclamando el papel de la lactosa, tal y como explican los editores[48]. Dicho volumen, formado por nueve artículos redactados por los principales investigadores internacionales en esta campo, lleva el sugerente título de Aspectos nutricionales y saludables de la lactosa y sus derivados. A pesar de que son muchos los temas relacionados con la lactosa que se abordan en dichos trabajos, la mayoría de ellos coinciden en su principal conclusión: el hecho de que un alimento no tenga lactosa no único que implica es que no hace falta digerirla. La conclusión es clara: es absurdo que los tolerantes compren leche sin lactosa salvo que busquen diferentes características sensoriales (el poder edulcorante de la lactosa presente en la leche normal es menor que el poder edulcorante de la glucosa y de la galactosa). Pero aún hay más, algo que no esperan. ¿Es posible que los intolerantes puedan obtener algún beneficio del consumo de leche con lactosa? Sí. Uno de los grandes objetivos de la industria de los alimentos funcionales es incorporar ingredientes a los productos lácteos que aumenten la absorción del calcio. Sin embargo, no todo el mundo sabe que la propia lactosa de la leche favorece la absorción de dicho mineral, aunque existen discrepancias sobre el mecanismo de acción. Según se puede leer en International Dairy Journal los

individuos con intolerancia a la lactosa que consumen un producto «con lactosa» presentan una mayor absorción de calcio que aquellos que toleran la lactosa. ¿Y eso por qué? El motivo esgrimido por diversos grupos de investigación es que la lactosa no hidrolizada por los individuos que no poseen la enzima lactasa llega intacta al intestino delgado. En esa zona del organismo la lactosa puede actuar como un compuesto prebiótico estimulando el crecimiento de lactobacilos y bifidobacterias. A continuación, estos microorganismos «fabrican» oligosacáridos no digeribles (entre los que se encuentran fructo-oligosacáridos y trans-galacto-oligosacáridos) que mejoran la absorción del calcio en animales y seres humanos. ¿Estoy diciendo que la lactosa que no pueden digerir los intolerantes la usa el organismo como prebiótico facilitando la absorción de calcio? Según varios estudios científicos sí, aunque la EFSA aún no ha refrendado este «health claim». Antes les he comentado que si un intolerante consume lactosa pueden producirse diarreas, cólicos, gases, etc. Entonces, ¿para qué me sirve que este disacárido aumente la absorción de calcio si mis problemas gastrointestinales se van a multiplicar? La respuesta la tenemos en el artículo titulado «Lactose Intolerance Symptoms Assessed by Meta-Analysis: A Grain of Truth That Leads to Exaggeration»[49]. En dicho trabajo se puede leer que una persona que haya sido diagnosticada como intolerante a la lactosa SÍ puede consumir determinada cantidad de alimentos ricos en esta disacárido. En el artículo publicado en Journal of Nutrition, en el que se evaluaron todos los trabajos relacionados con la intolerancia a la lactosa publicados entre el año 1966 y el año 2002, se puede leer que un intolerante puede llegar a consumir entre una taza y dos de leche al día sin que aparezca ningún síntoma, además de otros lácteos donde este disacárido está presente en bajas concentraciones. ¿Y qué dice la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria sobre el hecho de que los intolerantes puedan o no consumir leche con lactosa? Pues en un informe oficial[50] publicado en 2010 se puede leer que, debido a que la intolerancia a la lactosa es muy distinta entre unos individuos y otros, un único umbral de lactosa para todos los sujetos intolerantes no se puede

determinar. Hay sujetos que no toleran más de 6 gramos de lactosa y otros que pueden ingerir hasta 12 gramos en una sola toma sin que aparezca ningún síntoma. Si a este hecho le sumamos que estudios publicados en las revistas Clin. Gastroenterol. Hepatol[51] y N. Engl. J. Med[52] explican claramente que muchas personas se creen intolerantes a la lactosa sin serlo realmente, se entenderá que la EFSA emitiera este otro informe en el que indica que no está permitido el uso de «health claims» en los productos «sin lactosa»… ni incluso en el caso de los intolerantes a la misma. Las conclusiones a las que debemos llegar tras leer la segunda parte de este capítulo son claras. Si un especialista le ha diagnosticado intolerancia a la lactosa, tiene actualmente a su disposición muchos productos sin este azúcar que puede consumir tranquilamente. Además, la ingesta de una pequeña cantidad de leche con lactosa no solo no le provocará ningún daño sino que puede incluso tener beneficios. Sin embargo, si usted no es intolerante a la lactosa, no debe dejarse llevar por modas absurdas que incitan a abandonar el consumo de este disacárido y a pagar casi un 33% más por un producto sin lactosa que por el homólogo con lactosa. El valor energético que proporciona, las óptimas características sensoriales que aporta a la leche su selectiva degradación en glucosa y galactosa y otras muchas propiedades la convierten en un importante nutriente en su alimentación. No le tenga miedo.

MONSTER Y RED BULL… VAYA PAR DE GEMELOS EL IMPERIO DE LAS BEBIDAS ENERGÉTICAS Si les preguntara acerca de las dos empresas de alimentación relacionadas con la salud y el bienestar que más han crecido en los últimos años… ¿por cuáles apostarían? ¿Danone, Pepsi, Nestlé, Flora, Coca-Cola? Pues no, se equivocan. Según el prestigioso Euromonitor International las dos marcas que más velozmente se han desarrollado en los últimos años en el sector catalogado como «Salud y bienestar» son Monster y Red Bull, los gigantes empresariales pertenecientes al sector de las bebidas energéticas. Detrás de estas dos empresas se situaron la marca de productos lácteos china, Wahaha, seguida de Gatorade y un grupo formado por Coca-Cola Zero, Activia Danone y Yakult[53]. Quién le iba a decir a Dietrich Mateschitz, fundador de Red Bull, que cuando se topó en Tailandia con el popular tónico Karting Daeng, que se vendía en gasolineras y prevenía a los conductores de dormirse al volante, estaba dando el primer paso para crear un verdadero imperio empresarial. En 1984, mateschitz fundó Red Bull GmbH y el 1 de abril de 1987 Red Bull Energy Drink se vendió por primera vez en Austria, el país de origen de su fundador. Ese día no solo se lanzó un producto completamente novedoso, sino que nació una nueva categoría de producto: las bebidas energéticas.

Red Bull fue, durante mucho tiempo, líder indiscutible de ventas en el mercado de las bebidas energéticas. Posteriormente aparecieron otras marcas como Monster, Rockstar, Burn, Misil, Contact, marcas blancas… y en la actualidad el mercado no solo se ha consolidado, sino que sigue su espectacular ascenso, principalmente entre la población adolescente. Un reciente informe de la máxima autoridad europea en materia de alimentación sobre los hábitos de consumo de bebidas energéticas en Europa desvela que, de las personas encuestadas, el grupo de edad que más consume estos productos son adolescentes (10 a 18 años). Concretamente el 68% de los adolescentes entrevistados ingieren bebidas energéticas. Entre estos el 12% presenta consumo «crónico alto» con una media de 7 litros al mes, y el 12% consumo «agudo alto»[54]. Pero si este dato les parece llamativo, por no decir grave, esperen a leer el siguiente: aproximadamente el 18% de los niños entre 3 y 10 años entrevistados son consumidores habituales de bebidas energéticas. Entre estos, alrededor del 16% presenta un consumo «crónico alto», con una media de 0,95 litros a la semana (casi 4 litros por mes). Viendo estos espectaculares datos la gran pregunta que debemos hacernos es: ¿En qué se basa el gran éxito de las bebidas energéticas? Una posible razón puede ser la gran cantidad de utilidades diferentes para las que son consumidas. En la actualidad este tipo de bebidas son empleadas por alumnos y opositores para estudiar, por adolescentes y no tan adolescentes que las combinan con bebidas alcohólicas cuando salen de marcha, por deportistas

para aumentar su rendimiento físico, por personas que necesitan mantenerse despiertas… es decir, el sueño de cualquier fabricante. Pero como consumidores las preguntas que debemos hacer no tienen que ver con el éxito comercial de las bebidas energéticas, sino con muchos otros aspectos. ¿Presenta e consumo de estos productos tantos riesgos sobre la salud como alertan la mayoría de los especialistas en nutrición? ¿Son los ingredientes de las bebidas energéticas tan inocuos como nos quieren hacer creer? ¿Qué relación hay entre la ingesta de bebidas como Red Bull, Monster o Rockstar y la obesidad infantil? ¿Por qué razón muchos gobiernos de todo el mundo están tomando drásticas medidas contra estas bebidas? Para contestar a estas trascendentales preguntas en este capítulo iremos analizando el verdadero papel que juega cada uno de los ingredientes presentes en las bebidas energéticas. DE LA TAURINA A LA CARNITINA… UN PASEO POR LOS INGREDIENTES ESTRELLA DE LAS BEBIDAS ENERGÉTICAS Toda bebida energética que se precie contiene una serie de extravagantes ingredientes en los que se basa gran parte de su publicidad y por los que pagamos un significativo porcentaje del alto precio que nos cuesta. Me refiero a la taurina, la carnitina, el ginseng y muchas otras. Analicemos una a una. La taurina, la molécula estrella de Red Bull, es un ácido orgánico que interviene en la formación de la bilis y que se encuentra de forma natural en muchos alimentos. Concretamente, esta molécula, cuyo nombre deriva de la voz latina taurus porque fue aislada por primera vez de la bilis de toro en 1827 por los científicos alemanes Friedrich Tiedemann y Leopold Gmelin, es un derivado del aminoácido cisteína que contiene el grupo tiol; y es el único ácido sulfónico natural conocido. Aunque existe una leyenda negra sobre la seguridad de la taurina, ésta no tiene ningún sentido. En el año 2009 la EFSA publicó un informe[55] en el que se dejaba claro que no hay problema alguno para la salud humana por el consumo tanto de la taurina como de la D-glucurono-gamma-lactona, otro ingrediente de la bebida energética. Pero una cosa es que un ingrediente no

sea tan malo para la salud y otra muy distinta que sea bueno. A pesar de la infinidad de propiedades beneficiosas que se ha atribuido al ingrediente estrella del Red Bull, no hay evidencias científicas de que la taurina tenga un efecto positivo sobre la función cognitiva, ni que ayude a retrasar la aparición de la fatiga tras el ejercicio físico, ni sobre la función normal cardiaca, ni sobre la función muscular, ni sobre nada. La taurina no da alas. Pero si la taurina es la molécula estrella de Red Bull, la L-Carnitina lo es de otra de las grandes bebidas energéticas, el Monster. La L-Carninita es un producto gurú utilizado por algunos deportistas tanto como «quemador de grasas» como para tener menos fatiga y más resistencia física debido a su capacidad para transportar ácidos grasos al interior de las mitocondrias, orgánulos celulares encargadas de la producción de energía. Tras analizar minuciosamente los informes aportados por las distintas casas que comercializan L-Carnitina, la EFSA ha dictaminado[56] que no hay evidencias científicas de que esta amina cuaternaria sintetizada en el hígado, riñones y cerebro ayude a una recuperación más rápida de la fatiga muscular después del ejercicio, o a reparar el tejido muscular esquelético, o a aumentar la capacidad de resistencia, o a mantener normal la concentración de colesterol LDL en la sangre, ni contribuye a la espermatogénesis normal, ni ayuda durante el embarazo. Demoledor El ginseng, otra de las curiosas moléculas que forman parte de las bebidas energéticas, es el ingrediente estrella empleado en la famosa bebida Burn. Se trata de una pequeña planta herbácea de la familia Araliaceae que se utiliza tradicionalmente en la medicina china. El Grupo de Expertos de Nutrición, Alergias y Dietéticos de la UE ha elaborado un informe señalando que no existe ninguna evidencia científica acerca de su efectividad ante el cansancio, el metabolismo energético, la disminución de la atención o la concentración[57]. ¿Entonces ninguno de los ingredientes que forman parte de las bebidas energéticas ha sido aprobado por la EFSA? Sí los hay. Aunque cada uno de los ingredientes anteriormente descritos es característico de una bebida en particular, hay una serie de moléculas que encontramos en la gran mayoría de

estos productos energéticos. Me refiero a las vitaminas del grupo B. Pues bien, como les comentaba en el capítulo inicial de este libro, según se lee en el Reglamento (UE) 432/2012, varios micronutrientes como la niacina, el ácido pantoténico, la vitamina B6 y la vitamina B12 sí han demostrado diversos efectos positivos. A pesar de estos datos, es necesario indicar que la dosis de vitaminas del grupo B necesaria para alcanzar su cantidad diaria recomendada se logra muy fácilmente mediante la ingesta de los alimentos que forman parte de la dieta tradicional, por lo que consumir bebidas energéticas por su contenido en vitaminas es ridículo. Por otra parte, un dato que no puede pasar desapercibido es que no se han estudiado los efectos a largo plazo de la ingesta de las altísimas concentraciones de vitaminas presentes en estos productos. Aunque las vitaminas presentes en el Red Bull, Monster, Burn, etc. son de naturaleza hidrosoluble y fácilmente eliminables por la orina, existen estudios que muestran efectos adversos de alguna de estas vitaminas a altas concentraciones como es el caso de la B6[58]. Por ello habría que estudiar qué ocurre con la ingesta de dosis que triplican, cuadriplican e incluso quintuplican la cantidad diaria recomendada de estas vitaminas. EL AZÚCAR, LA AMENAZA FANTASMA DE LAS BEBIDAS ENERGÉTICAS Negar a estas alturas la existencia de una correlación directa entre el consumo excesivo de azúcar y enfermedades como la obesidad, la diabetes, las enfermedades coronarias, las caries, las enfermedades cardiovasculares, etc. es absurdo. En la literatura científica encontramos innumerables ejemplos acerca de los efectos negativos del abuso de la ingesta de azúcar sobre estas patologías. En el libro Lo que dice la ciencia para adelgazar, Luis Jiménez hace una excelente revisión[59]. Según este autor, «a pesar de que las nuevas tendencias alimentarias intentan apartar a toda costa el azúcar de la mesa, el consumo de este producto no ha hecho más que crecer durante las últimas décadas. De ser un componente anecdótico en la aportación calórica de nuestros bisabuelos, ha llegado a hacerse con una de las primeras posiciones en algunos de los países más desarrollados. En Estados Unidos, donde la

epidemia de obesidad es más acusada, el valor medio energético diario procedente del azúcar ha llegado a alcanzar las 600 kilocalorías por persona, tal y como se muestra en el artículo publicado en Nature en 2012 «The Toxic Truth About Sugar»[60]. Uno de los grandes problemas asociados a la ingesta de azúcar en que muchas personas no conocen que este ingrediente se encuentra en altísimas concentraciones en alimentos que consumen diariamente en grandes cantidades. Cereales de desayuno, bollería o zumos preparados son algunos de los ejemplos de productos ricos en azúcar. Pero si de entre todos los alimentos con alta concentración de azúcar, tuviésemos que elegir dos, esos serían, sin duda, los refrescos (Coca-Cola, Fanta, Pepsi, etc.) y las bebidas energéticas. El abuso de refrescos es una de las grandes lacras nutricionales de la sociedad del siglo XXI. Un estudio elaborado por la Universidad de Harvard hecho público en el Congreso de la Asociación Nacional del Corazón de Estados Unidos mostró que los refrescos con azúcar fueron los responsables de casi doscientas mil muertes en el mundo durante el 2010[61]. Los índices de obesidad entre la población infantil y juvenil, principales consumidores de refrescos, son cada vez mayores, por lo que haría falta no solamente cambiar hábitos nutricionales, sino también endurecer las directrices que regulan el contenido en azúcar de estos productos tal y como promueve la Organización Mundial de la Salud. Un interesante trabajo publicado en The Journal of Nutrition titulado «Sweetened Beverage Consumption Is Associated with Increased Risk of Stroke in Women and Men»[62] realizado sobre más de 60.000 personas mostró que las que consumían más bebidas azucaradas tenían un 20% más de posibilidades de sufrir ictus. Un estudio publicado en la misma revista realizado sobre más de 7.000 personas titulado «Consumption o fSugar-Sweetened Beverages Is Positively Related to Insulin Resistance and Higher Plasma Leptin Concentrations in Men and Nonoverweight Women» encontró una fuerte relación entre el consumo de refrescos azucarados y ciertos indicadores asociados con el riesgo de obesidad como la concentración de insulina y leptina y la

resistencia a la insulina[63]. Otro grupo de investigadores ha publicado un artículo que muestra la fuerte relación existente entre el consumo de refrescos y los índices de obesidad en distintos países del mundo. En el trabajo titulado «Relationship of Soft Drink Consumption to Global Overweight, Obesity, and Diabetes: A Cross-National Analysis of 75 Countries» observa que incluso aumentos relativamente pequeños en el consumo de refrescos estaban correlacionados con un aumento significativo de la obesidad[64]. Un grupo de investigadores de Harvard publicó en la revista Circulation el artículo «Sweetened Beverage Consumption, Incident Coronary Heart Disease and Biomarkers of Risk in Men» en el que explican que, tras analizar los datos obtenidos de más de 40.000 hombres durante 22 años, el riesgo de padecer este tipo de enfermedades aumentó un 20% entre los que consumían más refrescos con azúcar[65]. En septiembre de 2015 el artículo «Coronary Heart Disease» también publicado en la revista Circulation asociaba el consumo de refrescos con un total de 184.000 muertes anuales. Las agrupaban por patologías: 133.000 fallecimientos ocurrían por diabetes vinculada a estas bebidas, 45.000 a enfermedad cardiovascular y 6.450 al cáncer[66]. Estos artículos son solo una pequeña muestra extraída de la infinidad de trabajos publicados recientemente que relacionan el consumo de refrescos y un sinfín de patologías, pero creo que es suficiente para que ustedes se hagan una idea del riesgo de consumir bebidas con altas concentraciones de azúcar. Existen investigaciones, como la mostrada en el artículo «Impact of Substituting Added Sugar in Carbonated Soft Drinks by Intense Sweeteners in Young Adults in the Netherlands: Example of a Benefit-risk Approach»[67], que muestran cómo la sustitución de los refrescos tradicionales por sus versiones light, donde el contenido en azúcar está significativamente reducido, disminuye la obesidad. Sin embargo, es necesario ser cuidadoso con este dato, ya que el consumo incontrolado de alimentos light también da lugar a un aumento de la obesidad. A pesar de esta avalancha de datos, de vez en cuando aparecen curiosos artículos científicos que niegan la existencia de correlación entre el consumo

de refrescos y la obesidad. En respuesta a esos artículos, a finales del año 2013, tres investigadores del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra y uno perteneciente al Instituto Alemán de Nutrición Humana publicaron un estudio titulado «Financial Conflicts of Interest and Reporting Bias Regarding the Association Between SugarSweetened Beverages and Weight Gain: a Systematic Review of Systematic Reviews»[68] cuya principal conclusión no deja lugar a dudas: muchas de las investigaciones que no observan una relación clara entre consumir bebidas azucaradas y sufrir obesidad están, «casualmente», financiadas por la industria que comercializa tales bebidas. Más claro agua. Según la AHA (Asociación Americana del Corazón) el consumo diario de azúcar recomendado es de 100 a 150 calorías por día, lo que traducido a gramos equivale a unos 25 a 37,5. Pues bien, si nos fijamos en la cantidad de azúcar por lata de 330 ml que hay en los tradicionales refrescos, observamos cómo una Coca-Cola tiene 35 gramos; Pepsi, 35 gramos; Fanta, 28-36 gramos; 7up, 36 gramos. ¿Y qué cantidad de azúcar hay en una lata de Monster? Ni más ni menos que 55 gramos. Es cierto que la concentración de azúcar que presentan la Coca-Cola y el Monster es similar, pero hay que recordar que mientras la primera se vende en unidades de 330 ml, la segunda posee 500 ml… y aún no conozco a nadie que llegue a un bar y pida el porcentaje de una lata de Monster equivalente a una Coca-Cola. Tomas una lata de Monster o una de Coca-Cola. Pero si les ha sorprendido la cantidad de azúcar que consumimos cada vez que nos metemos al cuerpo una bebida energética de 500 ml, más les va a llamar la atención el dato correspondiente al valor calórico. Si una lata de Coca-Cola tiene un valor energético de 139 Kcal (lo que ya es un disparate), una lata de Monster tiene 240 Kcal, ¡¡un 40% más que el valor energético de la Coca-Cola y un porcentaje altísimo del valor calórico medio recomendado para la gran mayoría de las personas!!

Creo que después de lo que han leído hasta el momento pueden imaginar lo que pienso sobre el consumo de este tipo de bebidas. Ingeridas esporádicamente no hay que temerlas. Sin embargo, su consumo, a las cantidades que muestran las últimas encuestas internacionales, es, como menos, una gran irresponsabilidad… y si necesitan más pruebas, observen la anterior fotografía. Sin comentarios. LA CAFEÍNA: EL EXCITANTE POR EXCELENCIA En el momento de entrar a debatir acerca de los efectos de otros de los ingredientes más representativos de las bebidas energéticas: la cafeína, un alcaloide descubierto por el químico alemán Friedrich Ferdinand Runge en 1819.

No cabe lugar a la duda. La cafeína está de moda. Esta molécula, tradicionalmente asociada al café, podemos encontrarla actualmente en un gran número de productos en los que jamás hubiéramos imaginado su presencia. Zumos enriquecidos, suplementos deportivos, bebidas energéticas, chicles funcionales, complementos para mejorar el estado de ánimo y hasta sorprendentes sprays anticelulíticos son algunos de los ejemplos de nuevos productos ricos en este alcaloide que pueden encontrarse en supermercados, farmacias, gimnasios, herboristerías, etc. Sin embargo, y a pesar de su omnipresencia en innumerables productos, son muchas las lagunas existentes entre los consumidores acerca tanto de la seguridad como de las verdaderas propiedades de la cafeína. Empecemos aclarando que la cafeína es un alcaloide del grupo de las xantinas que actúa como estimulante del sistema nervioso produciendo un efecto temporal de restauración del nivel de alerta y eliminación de la somnolencia. Encontramos este excitante en diversas fuentes como el café, el té y en menor medida en el cacao. ¿Cómo funciona la cafeína? Pues como un antagonista no selectivo de los receptores de adenosina que se encuentran en las células del cerebro. ¿Y esta frase tan científica pero tan poco divulgativa qué significa? La adenosina es una molécula que, entre muchos otros, posee efectos sedantes e inhibitorios sobre la actividad neuronal. Mientras estamos despiertos nuestras neuronas producen constantemente adenosina que se acopla a unos receptores existentes en el sistema nervioso. Llega un momento en que los niveles de adenosina son tan altos que empiezan a notarse sus efectos y se apodera de nosotros la somnolencia. ¿Y qué ocurre cuando tomamos un alimento que contiene grandes cantidades de cafeína? Pues que ésta, al poseer una estructura muy similar a la adenosina, puede también acoplarse a los receptores de adenosina del sistema nervioso produciéndose así una competición entre la cafeína y la adenosina por llegar antes a los receptores. Cuando la cafeína le gana la partida a la adenosina y se acopla a esos receptores ésta última no puede realizar su labor sedante por lo que se produce una disminución del sueño. Como pueden ver, en realidad la cafeína

no activa el cerebro, sino que ralentiza la labor de la adenosina. Además, con esos receptores bloqueados, otros estimulantes naturales del cerebro, como la dopamina y el glutamato, pueden hacer su trabajo de manera más lubre y provocan que, temporalmente, estemos más despiertos. Beneficios de la cafeína Una vez aclarado el beneficio de acción de la cafeína, es el momento de abordar los aspectos que más preocupan al consumidor: su efectividad en las bebidas energéticas u otros alimentos enriquecidos y su seguridad. Comencemos con el primero de ellos. Además de «excitarnos», ¿tiene algún efecto positivo la cafeína? ¿es cierto que ayuda a levantar el ánimo? ¿Favorece el rendimiento físico? ¿Y el rendimiento intelectual? ¿ayuda este alcaloide a incrementar la atención? La respuesta oficial a todas estas preguntas nos la dio el Grupo de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. La cafeína, en dosis de al menos 75 mg, sí que mejora diversos procesos cognitivos relacionados con un aumento de la atención, memoria o aprendizaje[69]. Eso sí, es absolutamente necesario alcanzar esos 75 mg, porque a dosis por debajo de dicha cantidad este alcaloide no ha demostrado su efectividad no para aumentar la concentración ni para disminuir el tiempo de reacción ante determinadas situaciones. Una empresa alemanda de aguas minerales y zumos intentó comercializar un zumo multifrutas con una concentración de cafeína de aproximadamente 40 mg por dosis. Para ello presentó un informe en el cual solicitaba publicitar que sus productos sirven para mantener la concentración… y ya de paso colocar una imagen de Michael Schumacher, expiloto de Fórmula 1, al lado del eslogan «Your mind, your power» («Tu mente, tu poder»)[70]. Ante la documentación presentada por la empresa de aguas minerales y zumos, la EFSA ha sido contundente: el límite inferior de cafeína está en 75 mg y no en 40 mg. Solicitud denegada. Una vez establecida la cantidad de este alcaloide necesaria para que su consumo tenga efecto sobre el organismo, las siguientes preguntas que debemos hacernos son… ¿cuánta cafeína hay en una bebida energética?, ¿es

esa cantidad igual en todas las bebidas energéticas?, ¿es mayor o menor que la que podemos encontrar en un café?, ¿y que en un refresco? En el envase de la bebida energética Monster vemos que presenta una concentración de cafeína de 32mg/100 ml. Teniendo en cuenta que esta bebida se presenta en unidades de 500 ml, la cantidad total de cafeína presente en una lata de Monster es de 160 mg, más del doble de los 75 mg que establece la EFSA como límite mínimo. A pesar de que el resto de bebidas energéticas presentan una concentración muy similar de este alcaloide, muchas de ellas se comercializan en envases de 330 ml. Un rápido cálculo muestra cómo la cantidad total de cafeína en esas bebidas es de 105,6 mg, valor también por encima de los famosos 75 mg. Para que los amantes del café puedan hacerse una idea les diré que un café expreso tiene entre 80 y 100 mg de cafeína. La conclusión es clara: las bebidas energéticas, si nos atenemos a los informes de la EFSA, presentan una cantidad de cafeína suficiente para mejorar diversos procesos cognitivos relacionados con un aumento de la atención, memoria o aprendizaje. Sin embargo, y centrándonos solamente en las propiedades saludables de la cafeína dejando aparcaos momentáneamente sus riesgos, es necesario hacerse dos nuevas preguntas. En primer lugar, ¿los efectos de la cafeína avalados por la EFSA se mantienen en presencia de los otros ingredientes presentes en las bebidas energéticas? Desgraciadamente no se puede dar una respuesta concluyente. Como les he comentado en capítulos anteriores el Reglamento (CE) 1924/2006 evalúa las propiedades de un producto en base a la presencia de sus ingredientes de forma individual. Por ello, los efectos de la cafeína sobre la atención, memoria o aprendizaje en presencia de las altas concentraciones de azúcar, vitaminas y otros ingredientes que forman parte del Monster, Red Bull y demás bebidas energéticas desgraciadamente no han sido evaluados. Por otra parte, la EFSA ha dejado claro el límite mínimo de 75 mg de cafeína para alcanzar los objetivos anteriormente citados, pero… ¿no hay límite máximo?, ¿se mantienen esos efectos si ingerimos, 100, 200 o 400 mg?, ¿es proporcional la ingesta de cafeína a sus efectos positivos? Siento decirles que tampoco se ha establecido hasta el momento ese límite superior y

es imprescindible hacerlo. Si un consumidor lee que ingiriendo 75 mg de cafeína aumenta su rendimiento, es muy posible que piense que, consumiendo, tres veces más, se incremente dicho rendimiento tres veces… y no está demostrado que sea así. Urque que los organismos oficiales establezcan de manera clara a partir de qué cantidad de cafeína dejan de obtenerse tales beneficios y más cuando, como veremos poteriormente, hay importantes riesgos asociados a su consumo en altas cantidades. Centrémonos ahora en un aspecto sobre el que se ha escrito mucho: el papel de la cafeína en el ejercicio físico. Las bebidas energéticas han encontrado en el mundo del deporte su mejor escaparate. Es difícil encontrar algún acontecimiento deportivo en el que uno de los patrocinadores, bien sea del evento o de los propios deportistas, no sea Red Bull, Monster, Rockstar o demás marcas comerciales. Motociclismo, deportes de riesgo, fútbol, automovilismo, atletismo son algunas de las actividades donde la publicidad de estos productos aparece por todas partes. Incluso famosos baloncestistas españoles buscan descaradamente las cámaras de TV en los descansos de los partidos para mostrar que ellos ingieren bebidas energéticas durante la competición. O eso intenta hacernos creer. Pero además de las bebidas energéticas altas en cafeína, en el mundo de la nutrición deportiva hay otros muchos productos ricos en esta alcaloide. Barritas, suplementos, cápsulas, etc. están a la orden del día. En vista de la omnipresencia de la cafeína en el mundo del deporte, el siguiente paso que debemos dar es desvelar si, en realidad, es efectivo este excitante para aumentar el rendimiento físico. Pues bien, existe muchos estudios científicos que apoyan la hipótesis de que la cafeína ayuda al ejercicio físico. Además, la propia EFSA ha ratificado los estudios realizados en humanos que muestran cómo esta molécula aumenta la resistencia ante el ejercicio, siempre y cuando se consuman 3 miligramos por kilo de peso una hora antes del ejercicio. La capacidad de la cafeína para disminuir la sensación de cansancio durante la realización del ejercicio, también está demostrada. Eso sí, dicho objetivo solo se logrará si el deportista ha consumido, una hora antes de la realización del el esfuerzo, 4 miligramos de cafeína por cada kilo que pese[71]. Por el contrario, hasta el momento no se ha

probado una relación causa-efecto entre el consumo de cafeína y un aumento en el rendimiento físico durante ejercicios que sean de alta intensidad y corta duración. ¿Cómo se correlacionarían estos datos con el consumo de una bebida energética de medio litro que posea un contenido en cafeína de 160 mg tipo Monster? Un pequeño cálculo nos revela que una deportista que pese 75 kilogramos al consumir dos latas de esa bebida ya alcanza el nivel necesario para aumentar la resistencia ante el ejercicio y disminuir la sensación de cansancio. Fenomenal, ¿no? Pues no… y por dos razones. La primera no solo es preocupante desde el punto de vista de la salud, sino también algo surrealista. Como veremos posteriormente, el consumo de esas dos latas necesarias para mejorar el rendimiento físico conlleva una sobredosis aguda de cafeína con efectos negativos sobre el organismo. ¿No creen entonces que es un terrible contrasentido aprobar informes positivos sobre las propiedades funcionales de una molécula referidas a un aspecto concreto como es el caso del deporte sin tener en cuenta sus efectos muy nocivos sobre otro? Yo sí lo creo. La segunda razón es porque al consumir dos latas no se ingieren automáticamente 320 mg de cafeína. Además estamos «metiéndole al cuerpo» muchos otros ingredientes que no solamente no tienen efectos positivos sobre el ejercicio físico, sino que pueden perjudicarlo. Como les he dicho en contra de lo que defiende el nutricionismo, el efecto de un alimento no es el efecto de la suma de cada uno de sus ingredientes individualmente. Todas las propiedades anteriormente citadas se refieren a la molécula de cafeína tratada de forma individual, pero en las bebidas energéticas este excitante se encuentra en el interior de las matrices donde existen otras moléculas con las que puede interaccionar aumentando o disminuyendo dichos efectos, y este tema no es baladí desde el punto de vista de su funcionalidad y su seguridad. Son necesarios más estudios que, por un lado, avalen que el consumo de bebidas energéticas con alto contenido en este alcaloide tiene el mismo efecto que la cafeína ingerida aisladamente y que, además, respondan con rigor científico a las siguientes preguntas: ¿Las elevadas concentraciones de azúcar

que hay en las bebidas energéticas influyen en los efectos de la cafeína sobre el rendimiento físico? ¿Se altera la funcionalidad demostrada científicamente de algunas vitaminas sobre el ejercicio cuando interaccionan con la cafeína? ¿Cómo cambia el proceso de biodisponibilidad y absorción de la cafeína en presencia de otros nutrientes? Antes de abandonar el efecto de la cafeína sobre el rendimiento deportivo es necesario dejar claro que la cafeína no está considerada una sustancia dopante. La WADA (World Anti-Doping Agency) decidió suprimir la cafeína de la lista prohibida desde el 1 de enero de 2004, por lo que no se incurre en ninguna falta cuando se consume. De todas formas, si ustedes están tristes porque los organismos oficiales tardan en responder a las cuestiones efectuadas anteriormente, no se les ocurra consumir bebidas energéticas para mejorar su estado de ánimo. Si lo hacen, les aseguro que no solo no mejorará, sino que e posible que empeore el de su cartera. Aunque alguna marca ha publicitado que, gracias al contenido en cafeína, dichos productos pueden animarles, eso no está demostrado científicamente. Ni las bebidas energéticas ni los complementos ricos en cafeína les sacarán de la depresión. Se lo aseguro. Efectos de la cafeína sobre la salud Hasta ahora les he mostrado lo que dice la ciencia sobre los mitos y realidades que circulan alrededor de la cafeína, pero hay un factor del que no he hablado, sobre el que hay muchas lagunas y que es clave para su ingesta: sus posibles efectos negativos sobre la salud. A pesar de que se ha escrito mucho al respecto, no existe una dosis de seguridad de la cafeína claramente establecida por ningún organismo oficial en la UE. Según se puede observar en diversas fuentes bibliográficas, una sobredosis aguda de cafeína (no hablados de dosis letal) puede alcanzarse al ingerir entre 300 y 400 miligramos, dependiendo del peso corporal y el nivel de tolerancia a este compuesto de la persona que la consuma. La ingesta de dicha dosis puede dar lugar a un estado del sietema nervioso central sobreestimulación llamado «intoxicación por cafeína» o coloquialmente «aprehensión de cafeína». Pasado ese umbral comienzan los típicos síntomas

de inquietud, nerviosismo, excitación, insomnio, enrojecimiento de la cara, aumento de la micción, trastornos gastrointestinales, contracciones musculares, irritabilidad, ritmo cardíaco irregular o rápido y agitación psicomotora. Es posible que ustedes piensen que hace falta un consumo excesivo de alimentos ricos en cafeína para llegar a los niveles de alcaloide que dan lugar a esa sobredosis aguda, pero nada más lejos de la realidad. Con solo dos unidades de Monster (las mismas que hacían falta para aumentar el rendimiento físico) se sobrepasaría la sobredosis aguda de cafeína y no olvidemos que al principio de este capítulo les mostré un reciente informe en el que se puede leer que un porcentaje muy alto de los adolescentes de la UE beben mucho más de dos latas. Además, estas bebidas energéticas suelen mezclarse frecuentemente con alcohol y en tal situación los umbrales de seguridad de la ingesta de cafeína pueden cambiar muy significativamente. Pero si seguimos aumentando la concentración de cafeína ingerida, podemos llegar a una sobredosis extrema alcanzando el punto de no retorno. La dosis letal media (LD 50) por vía oral es de 192 miligramos por kilogramo en las ratas. Extrapolando este dato, se ha estimado que en los seres humanos la dosis de no retorno se encuentra en 150-200 miligramos por kilogramo de masa corporal, dependiendo del peso y la sensibilidad individual. Es cierto que haría falta en consumo de cantidades desorbitadas de cafeína para alcanzar por vía oral la dosis letal media (LD 50) (de 80 a 100 tazas de café), pero también es cierto que en determinadas circunstancias esa dosis baja muchísimo, ya que hay muchos parámetros a tener cuenta respecto a la seguridad de los productos con altas concentraciones de cafeína. Atención al caso que les voy a contar. ¿MURIÓ ANAIS FOURNIER POR CONSUMIR LA BEBIDA ENERGETICA MONSTER? Hace unos años la sociedad americana se levantó conmocionada. Diversos medios de comunicación publicaron que la compañía Monster Beverage Corp. acababa de ser demandada por la familia Anais Fournier, una chica de 14 años, que, según muchos titulares, había muerto a causa de un

paro cardiaco después de consumir dos latas de Monster Energy de 709 mililitros en un espacio de 24 horas. Rápidamente esos mismos medios anunciaron a bombo y platillo que el gobierno norteamericano estaba investigando la muerte de cinco personas que, presuntamente, también murieron por la ingesta de bebidas altamente cafeinadas comercializadas por la compañía Monster Beverage Corp. Según indicaron posteriormente diversos medios, tras la gran cantidad de imprudentes y sensacionalistas titulares periodísticos, las acciones de la compañía cayeron significativamente y a mí estas cosas me parecen muy graves. Soy de los que pienso que antes de publicar que una niña ha muerto por el consumo de un alimento hay que estar completamente seguro, porque la alarma social que se puede crear es muy grande. Tal y como les he contado anteriormente la cantidad total de cafeína que hay que hay en una lata de Monster es de 160 mg, por lo que, ajustándonos a la dosis letal anteriormente citada, una adolescente de 50 kg debería tomarse 60 unidades de Monster par llegar a los aproximadamente 8.750 mg de dosis letal correspondiente a ese peso. Pues bien, según varios medios de comunicación, Anais Fournier falleció tras consumir dos latas de Monster Energy de 709 ml en 24 horas o, lo que es lo mismo, tras consumir 453,76 mg de cafeína… una cantidad nada recomendable, pero muy lejos de los 8.750 mg que habría que ingerir para llegar a la dosis letal que le provocaría la muerte. Es una gran imprudencia afirmar que la ingesta de dos, tres o cuatro latas de Monster provoca la muerte de una persona debido a su contenido en cafeína. Sin embargo, tampoco estoy de acuerdo con aquellas personas que afirman que la ingesta de los 1.418 ml correspondientes a dos latas de Monster no tuvo nada que ver con el fallecimiento de Anais Fournier. Me explico. Para sacar conclusiones medianamente razonables acerca de lo ocurrido tanto con Anais Fournier como con el resto de fallecidos, habría que tener en cuenta otros parámetros además del consumo de dos latas de 709 ml de Monster. Entre ellos destacan:

El patrón de consumo habitual de esta bebida energética. El resto de alimentos y bebidas que formaban parte de su dieta. La posible ingesta de alcohol. Posibles patologías que pudiesen tener. Actividad física desarrollada habitualmente. Nivel de estrés. Sin conocer detalladamente todos esos factores es una temeridad decir que el consumo de 1.418 ml de bebidas energéticas es la causa de lo tristemente acontecido… pero también es temerario asumir la ausencia total de correlación. La presencia de uno o varios de estos factores puede cambiar significativamente la cantidad de cafeína necesaria para alcanzar tanto la sobredosis aguda como la dosis letal. Como han podido comprobar debido al renacimiento de la cafeína como componente estrella de muchos productos comerciales, era necesario conocer qué dice la ciencia sobre los verdaderos efectos de la ingesta de este alcaloide. Sin embargo, aún queda mucho trabajo por hacer en el campo de la funcionalidad y la seguridad de esta molécula sin la cual muchas personas, entre las que me encuentro, serían incapaces de comenzar a funcionar diariamente. Toca seguir investigando. ALCOHOL Y BEBIDAS ENERGÉTICAS: UNA BOMBA EXPLOSIVA Desde hace años es conocido que el consumo de alcohol entre los más jóvenes está alcanzando cuotas muy preocupantes. Por otra parte, recientes encuestas reflejan que la ingesta de bebidas energéticas en este colectivo es cada vez mayor. Evidentemente es absurdo decir que un factor es consecuencia del otro, pero también es ridículo concluir que no tiene nada que ver. Como muestra, un botón: recientes estadísticas[72] muestran que el 56% de los adultos de la UE que consumen alcohol lo hacen mezclándolo con algún tipo de bebida energética, ese porcentaje se dispara hasta el 71% en el caso de los jóvenes. El consumo conjunto de alcohol y bebidas energéticas es un cóctel peligroso. Aunque hay algún estudio que va en sentido contrario, son varias

las publicaciones que muestran claras evidencias respecto al enmascaramiento de los signos de intoxicación por alcohol por culpa del efecto de la bebida energética. Las elevadas concentraciones de cafeína en estos productos producen un efecto excitante que amortigua el efecto depresor que produce el alcohol, lo que implica el riesgo de consumir un mayor volumen de alcohol. Este efecto contrario en el binomio cafeína/alcohol provoca una mayor deshidratación y resacas más severas y prolongadas. Pero eso no es todo.

Para echar más leña al fuego de la delicada relación existente entre el consumo de bebidas energéticas y la ingesta de alcohol, la revista Journal of Addiction Medicine publicó un polémico estudio titulado «Energy Drinks,

Soft Drinks, and Substance Use Among United States Secondary School Students»[73] financiado por el Instituto Nacional Americano sobre el Abuso de Drogas. Según dicho estudio, basado en 22.000 cuestionarios realizados a estudiantes de escuela secundaria, un tercio de los adolescentes estadounidenses que consumen bebida energéticas presentan también altos índices de consumo de alcohol, tabaco o incluso algún tipo de drogas como la marihuana. Los responsables de dicho trabajo, pertenecientes a la Universidad de Michigan, dejan bien claro que, aunque la causalidad no puede probarse, la correlación entre el consumo de bebidas energéticas y el de otras sustancias dañinas es evidente. Según los resultados obtenidos, el comportamiento de los adolescentes que consumen bebidas energéticas, alcohol, tabaco y drogas responde a un idéntico patrón: la búsqueda de nuevas sensaciones y/o riesgos. LA CRUZADA DEL ALCALDE DE NEW YORK Los gobiernos de diferentes países ya están tomando medidas para frenar el consumo abusivo de este tipo de bebidas y sus devastadores efectos. Eso sí, algunos gobiernos lo están haciendo mejor que otros. Les cuento. En Nueva York las cifras de obesidad son espectaculares. 6.000 ciudadanos mueren anualmente a raíz de problemas vinculados con la obesidad, y uno de cada ocho tiene diabetes. Además, el 58% de los adultos y el 40% de los niños de escuelas públicas son obesos o tienen sobrepeso. Ante la gravedad de estos datos, la administración neoyorquina decidió tomar cartas en el asunto. Como medida para luchar contra la obesidad, la Comisión de Salud de la ciudad, a iniciativa del exalcalde Michael Bloomberg, intentó prohibir la venta de bebidas azucaradas y gaseosas de más de 16 onzas (0,464 litros) en restaurantes, cines, estadios y venta callejera. Esta medida abarcaba desde las bebidas energéticas hasta las gaseosas o el té frío azucarado. ¿Se aplicó esta medida? No. ¿Por qué? Porque era una chapuza. Dos días antes de su entrada en vigor, la Corte Suprema del Estado de Nueva York anuló esta ley local impidiendo que los planes del entonces alcalde de la gran manzana se llevaran a cabo. ¿Y cuál fue la razón concreta por la que una

norma que persigue claramente combatir la obesidad fuera rechazada por la justicia americana? Pues que era totalmente inconstitucional, ya que establecía claras diferencias entre diversos tipos de comercio a la hora de vender estas bebidas. Según explicó el juez Milton Tingling, la norma era «arbitraria y caprichosa», ya que no se aplicaba por igual a todos los establecimientos de la ciudad. Proponía, sorprendentemente, que la venta de bebidas azucaradas por encima de 470 ml fuera prohibida en los establecimientos regulados por el Departamento de Salud Municipal como restaurantes, puestos callejeros, establecimientos «delicatessen», cines y estadios deportivos. Sin embargo, la normativa propuesta permitía la venta de estos productos en superficies con regulación estatal como los supermercados, y eso la justicia americana, evidentemente, no lo entendió aunque el objetivo fuese loable. EE.UU. no es el único país que ha decidido combatir el abuso de bebidas azucaradas. El senado francés formuló en 2014 una propuesta para que los productos incluidos bajo el concepto «comida basura» pagaran una tasa especial de impuestos. Según los autores de dicha propuesta, no es de recibo que ciertos alimentos y bebidas cuyos perjuicios sobre la salud están más que demostrados tengan una tarifa reducida del IVA… y más cuando su consumo aumenta los gastos de la sanidad pública al tener ésta luego que costear parte del tratamiento de las enfermedades asociadas al consumo de la comida basura. Para el senado francés las bebidas energéticas no deben tener el mismo tratamiento fiscal que el agua o los zumos de frutas (como ocurre hasta ahora), sino que deben equiparse al tabaco, alcohol u otros productos nada saludables… y me parece bien. ¿Y estas medidas fiscales pueden ser efectivas de cara a la salud pública? Según un estudio publicado en la revista British Medical Journal[74], sí. Usando los datos de consumo de refrescos azucarados en el Reino Unido, analizando la composición nutricional de varias bebidas de este tipo y aplicando diferentes modelos matemáticos, un grupo de investigadores ha concluido que un impuesto del 20% sobre los refrescos azucarados disminuiría e consumo de bebidas con alto contenido en azúcar en un 15%. Además, según los autores del estudio dicha medida podría llegar a reducir la

obesidad en el Reino Unido un 1,3%. Los investigadores responsables tienen claro que la contribución de las medidas fiscales a la reducción de la obesidad total es muy modesta, lo que puede ser debido a que las bebidas azucaradas son preferentemente consumidas por un sector de la población (los jóvenes) y no por el grupo más afectado por la obesidad (adultos). Sin embargo, para los responsables del estudio los datos son importantes por varias razones. En primer lugar, porque una estrategia efectiva para lograr reducir los altos niveles de obesidad de una población debe estar basada en varios tipos de medidas tomadas desde diferentes frentes y ésta es solamente una de ellas. Además, y siempre según lo que se puede leer en el artículo publicado en British Medical Journal, parte de los 326 millones de euros que se recaudarían anualmente en el Reino Unido mediante esta medida fiscal podría destinarse a rebajar los precios de frutas y verduras, con lo que se daría otro paso para luchar contra la malnutrición. Todo suma. En el extremo opuesto a aquellos países que han decidido cruzarse de brazos ante el riesgo del consumo abusivo de bebidsa energéticas es encuentra Lituania. Este país ha sido contundente y ha prohibido tanto la venta de bebidas energéticas a menores de 18 años como la publicidad en todos los medios a los que tengan acceso los menores de edad. El gobierno lituano, tras analizar un estudio que sitúa a Lituania como el mayor consumidor de bebidas energéticas en la zona del Báltico, y vistos todos los estudios que asocian a estos productos con graves patologías, también ha decidido prohibir su venta en eventos deportivos, cines, teatros y todos aquellos lugares a los que puedan ir los menores. Un ejemplo a seguir. EL FUTURO DE LAS BEBIDAS ENERGÉTICAS Llega la hora de hacer una reflexión final. Tras todo lo expuesto, mi opinión acerca de las bebidas energéticas no puede ser positiva. Todo lo contrario. Por un lado, no solo ninguna de sus moléculas estrella por las que pagamos un alto precio (taurina, carnitina, ginseng, etc.) tiene informe alguno aprobado por el Panel de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la UE, sino que existen infinidad de dictámenes negativos sobre la efectividad

de tales compuestos. Por otra parte, sus altos niveles de cafeína provocan que con solo la ingesta de dos latas se sobrepase la dosis aguda de cafeína provocando situaciones de irritabilidad, nerviosismo, etc. Además, la peligrosa mezcla de bebidas energéticas y alcohol está provocando que muchos adolescentes acudan los fines de semana a las salas de urgencias de hospitales y clínicas. Finalmente, numerosos estudios científicos muestran cómo la gran cantidad de azúcar que presentan tiene una alta correlación con un importante número de enfermedades tales como obesidad, diabetes, dolencias cardiovasculares, etc. Ante esta situación, y observando el alto consumo de bebidas energéticas entre la población adolescente, urge tomar diferentes tipos de medidas. Es absolutamente necesario comenzar una política seria que sirva para implantar unos buenos hábitos nutricionales entre el consumidor desde edades tempranas. La necesidad de asignaturas de educación nutricional en diferentes etapas escolares es cada vez mayor. No basta con esporádicos cursos, conferencias, días de la nutrición, etc. Hay que reglar dicha educación nutricional incorporándola a planes docentes académicos. Pero no nos equivoquemos, hace falta algo más. Confiar solamente en la efectividad a largo plazo de la educación nutricional es absurdo. Paralelamente hay que tomar una serie de medidas legales que impidan comercializar de forma indiscriminada una serie de productos alimentarios que están haciendo mucho daño. Podría dejar muchas preguntas en el aire, pero solamente formularé una: ¿Cómo es posible que estas bebidas, que pueden llegar a ser auténticas bombas de relojería, estén al alcance de cualquier niño sea cual sea su edad en cualquier superficie comercial? Preocupante.

CON COLORANTES, CON CONSERVANTES, CON MUCHA QUÍMICA Y OTRAS PORQUERÍAS «Sin conservantes ni colorantes», «Sin aditivos», «Solo natural», «Sin productos químicos», «100% natural» o incluso el sorprendente «Sin porquerías» son algunos ejemplos de los eslóganes más repetidos en la publicidad de os productos alimenticios. A primera vista podríamos pensar que esos mensajes solamente buscan informar al consumidor acerca de la composición de los alimentos que publicitan, pero nada más lejos de la realidad. El mensaje subliminal que se esconde detrás de cada uno de dichos eslóganes no solamente no tiene sentido, sino que, según marca la ley vigente, debería estar terminantemente prohibido por infundir en la sociedad temores infundados. En capítulos anteriores les he mostrado cómo en muchos sectores se está empleando el marketing pseudocientífico para intentar confundir al consumidor usando eslóganes científicos que atraigan su confianza. Sin embargo, hay estrategias que pueden llegar a ser incluso más peligrosas. Son aquellas que no solo abusan de este lenguaje para engañar a la sociedad, sino que también lo emplean para inculcar temores injustificados a la población. A estas estrategias les vamos a dedicar las siguientes páginas. La quimiofobia, entendida como el miedo o rechazo a todo aquello que esté relacionado con las sustancias químicas, se está extendiendo en los

últimos años con consecuencias que pueden ser peligrosas. A pesar de que la química está presente en nuestro día a día, en los últimos tiempos el incremento de la quimiofobia ha alcanzado cotas preocupantes. Lo más curioso de esta peligrosa moda es que precisamente uno de los sectores que más utiliza la química en el desarrollo de sus productos, la industria alimentaria, está aprovechándose del creciente rechazo hacia esta disciplina científica para ganar suculentos dividendos utilizando mensajes claramente quimiofóbicos en el etiquetado. Dentro de estos mensajes, aquellos que más se emplean y que están calando profundamente entre la población son los que publicitan que un alimento no contiene aditivos en su composición. ¿Y por qué triunfa el eslogan «Sin aditivos»? Sin lugar a dudas por el desconocimiento que existe en la sociedad no solo del papel que desempeñan los aditivos en nuestra alimentación, sino también de su seguridad. Por ello, primero debemos dejar claro en qué consisten estos ingredientes alimentarios y cuál es el procedimiento a seguir en el caso de querer introducir un nuevo aditivo en un producto. ¿QUÉ SON LOS ADITIVOS? Los aditivos son sustancias que se añaden intencionadamente a los alimentos con un propósito tecnológico, teniendo como resultado que tanto el propio aditivo como sus subproductos se convierten en un componente de estos. Hay que dejar claro que los aditivos no se consumen como alimentos ni se usan como ingredientes característicos en la alimentación, independientemente de que tengan o no valor nutritivo[75]. Los aditivos se regulan en toda la Unión Europea por el Reglamento (CE) 1333/2008, que ha sido objeto de diversas modificaciones, y su autorización está sujeta a las siguientes tres condiciones: Que se pueda demostrar una necesidad tecnológica suficiente cuando el objetivo que se busca no pueda alcanzarse por otros métodos económica y tecnológicamente utilizables. Que no representen ningún peligro para la salud del consumidor en las dosis propuestas, en la medida en que sea posible juzgar con los datos

científicos de que se disponen. Que no induzcan a error al consumidor. Hasta el día de hoy son varios los grupos de aditivos autorizados que pueden clasificarse en diferentes categorías según su finalidad. En la siguiente lista pueden ustedes ver las distintas clases de aditivos alimentarios según la legislación vigente (Reglamento [UE] 1129/2011). 1. Edulcrantes: sustancias que se emplean para dar un sabor dulce a los alimentos. 2. Colorantes: sustancias que dan color a un alimento o le devuelven su color original. Se considerarán colorantes en el sentido del presente Reglamento los preparados obtenidos a partir de alimentos y otros materiales comestibles naturales de base mediante una extracción física, química, o física y química, conducente a la separación de los pigmentos respecto de los componentes nutritivos o aromáticos. 3. Conservadores: sustancias que prolongan la vida útil de los alimentos protegiéndolos del deterioro causado por microorganismos o que protegen del crecimiento de microorganismos patógenos. 4. Antioxidantes: sustancias que prolongan la vida útil de los alimentos protegiéndolos del deterioro causado por la oxidación, como el enranciamiento de las grasas y los cambios de color. 5. Soportes: sustancias empleadas par disolver, diluir, dispersar o modificar físicamente o de otra manera un aditivo alimentario, un aromatizante, una enzima alimentaria o un nutriente u otra sustancia añadidos a un alimento con fines nutricionales o fisiológicos sin alterar su función (y sin tener por sí mismas ningún efecto tecnológico), a fin de facilitar su manipulación, aplicación o uso. 6. Acidulantes: Sustancias que incrementan la acidez de un producto alimenticio o le confieren un sabor ácido, o ambas cosas. 7. Correctores de la acidez: sustancias que alteran o controlan la acidez o alcalinidad de un producto alimenticio. 8. Antiaglomerantes: sustancias que reducen la tendencia de las partículas de un producto alimenticio a adherirse unas a otras. 9. Antiespumantes: sustancias que impiden o reducen la formación de espuma. 10. Agentes de carga: sustancias que aumentan el volumen de un producto

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alimenticio sin contribuir significativamente a su valor energético disponible. Emulgentes: sustancias que hacen posible la formación o el mantenimiento de una mezcla homogénea de dos o más fases no miscibles, como el aceite y el agua, en un producto alimenticio. Sales de fundido: sustancias que reordenan las proteínas contenidas en el queso de manera dispersa, con lo que producen la distribución homogénea de la grasa y otros componentes. Endurecedores: sustancias que vuelven o mantienen los tejidos de frutas u hortalizas firmes o crujientes o actúan junto con agentes gelificantes para producir o reforzar un gel. Potenciadores del sabor: sustancias que realzan el sabor o el aroma, o ambos, de un producto alimenticio. Espumantes: sustancias que hacen posible formar una dispersión homogénea de una fase gaseosa en un producto alimenticio líquido o sólido. Gelificantes: sustancias que dan textura a un producto alimenticio mediante la formación de un gel. Agentes de recubrimiento (incluidos los lubricantes): sustancias que, cuando se aplican en la superficie exterior de un producto alimenticio, confieren a éste un aspecto brillante o lo revisten con una capa protectora. Humectantes: sustancias que impiden la desecación de los alimentos contrarrestando el efecto de una atmósfera con un grado bajo de humedad, o que favorecen la disolución de un polvo en un medio acuoso. Almidones modificados: sustancias obtenidas de almidones comestibles por uno o más tratamientos químicos que pueden haber sufrido un tratamiento físico o enzimático y ser diluidas o blanqueadas con ácidos o bases. Gases de envasado: gases, distintos del aire, introducidos en un recipiente antes o después de colocar en él un producto alimenticio, o mientras se coloca. Gases propelentes: gases diferentes del aire que expulsan un producto alimenticio de un recipiente. Gasificantes: sustancias o combinaciones de sustancias que liberan gas y, de esa manera, aumentan el volumen de una masa.

23. Secuestrantes: sustancias que forman complejos químicos con iones metálicos. 24. Estabilizantes: sustancias que posibilitan el mantenimiento del estado físico-químico de un producto alimenticio. 25. Espesantes: sustancias que aumentan la viscosidad de un alimento. 26. Agentes de tratamiento de harinas: sustancias, distintas de los emulgentes, que se añaden a la harina o a la masa para mejorar su calidad de cocción. ¿SON NECESARIOS LOS ADITIVOS? Los aditivos, al igual que los aromas, los coadyuvantes y las enzimas son ingredientes tecnológicos sin cuya utilización no sería posible la comercialización de muchos de los alimentos que hoy en día están disponibles en el mercado. En el caso de los conservantes huelga decir las ventajas de su uso como un mayor tiempo de conservación, la prevención de cualquier tipo de problema sanitario relacionado con el alimento, etc. Por otra parte, los colorantes se añaden a los alimentos para mejorar su aspecto y hacerlos más apetecibles o para reemplazar las pérdidas de color que se producen durante el proceso de elaboración. Sin la presencia de colorantes, muchos de los alimentos que diariamente consumimos no serían aceptables desde el punto de vista psicológico, como ocurre con golosinas, algunos postres, los snacks, muchas bebidas y especialmente los alimentos dirigidos al público infantil, que es el colectivo que más se guía por la vista a la hora de comer. Podría extenderme y escribir páginas y páginas sobre la utilidad de edulcorantes, espesantes, estabilizantes, emulgentes, acidificantes, potenciadores del sabor, gasificantes y otros tipos de aditivos pero, más allá de la función tecnológica de este tipo de ingredientes o de sus cifras económicas, en este capítulo nos interesa hablar de su seguridad alimentaria y de su presencia en la publicidad de los alimentos. ¿ESTÁ JUSTIFICADO EL TEMOR EXISTENTE HACIA LOS ADITIVOS PRESENTES EN LOS ALIMENTOS? En las etiquetas de la gran mayoría de los alimentos encontramos uno o

varios aditivos, por este motivo el volumen de negocio el mercado español de aditivos está cerca de los 500 millones de euros[76]. Sin embargo, y a pesar de que el mercado de los aditivos está en continua expansión, hay sectores que defienden a ultranza que todos los alimentos deben estar libres de aditivos… y esto no tiene sentido desde el punto de vista científico ni tecnológico ni sanitario. En España, al igual que en todos los países de la Unión Europea, para que un aditivo pueda ser utilizado en la elaboración de un producto alimenticio, debe haber sido evaluado toxicológicamente y sometido a exigentes ensayos químicos, físicos y microbiológicos que demuestren su inocuidad. Entre todas estas evaluaciones se incluye, en caso de que fuera necesario el posible establecimiento de una Ingesta Diaria Admisible (IDA), teniendo en cuenta a los grupos de consumidores más vulnerables. Este factor es una estimación de la cantidad de un aditivo alimentario autorizado que puede consumirse diariamente, todos los días de la vida, sin ocasionar problemas de salud. La IDA se expresa en miligramos de producto por kilo de peso corporal y día, está estimada a partir de pruebas realizadas con animales de laboratorio y calculada tras dividir por 100 la IDA teórica obtenida inicialmente. Hay que dejar claro que las IDA de un aditivo están estipuladas tras haber calculado un amplio margen de seguridad y no se refieren a las dosis máximas admisibles que una vez sobrepasadas ligeramente puedan ocasionar efectos perjudiciales. Es decir, hay un margen bastante dilatado entre las IDA y la teórica dosis máxima tolerable. Por esta razón, no solamente una persona puede superar ocasionalmente las IDA sin que esto suponga un perjuicio para su salud, sino que la retirada de un aditivo del mercado no implica que se estuviese ingiriendo a dosis peligrosas. Tomando en cuenta todos estos factores, cuando un solicitante requiere una autorización para un nuevo aditivo debe presentar una solicitud formal a la Comisión Europea que contemple los aspectos anteriormente tratados. A continuación, la EFSA procede a revisar todos los datos presentados (posible toxicidad, estudios de exposición humana, etc.) y emite un informe sobre su seguridad para las condiciones de uso previsto. Posteriormente, la Comisión Europea y diferentes expertos en aditivos

alimentarios de todos los Estados Miembros de la UE examinan la opinión de la EFSA y deciden si debe autorizarse el aditivo para su uso en la UE. Si la decisión es favorable, la solicitud se somete entonces al Consejo Europeo y al Parlamento Europeo (para asegurar su completa conformidad con la legislación de la UE) antes de autorizarlo definitivamente y agregarlo a la lista de aditivos aprobados por la UE publicada en el Reglamento (UE) n.º 1129/2011 de la Comisión. Una vez que es autorizado recibe el famoso número E que podemos ver en las etiquetas de muchos alimentos y que sirve para identificar y clasificar cada aditivo. De esta forma se pueden agrupar los colorantes (E-100/E-99), conservantes (E-200/E-299), antioxidantes y reguladores de acidez (E-300/E399), espesantes, estabilizantes y emulsionantes (E-400/E-499), reguladores de acidez y pH (E-500/E-599), intensificadores de sabor (E-600/E-699) y varios (E-900/E-999). Antes de acabar con este apartado correspondiente al marco legal de los aditivos es necesario dejar claro un dato muy importante. La concesión del número E que acaba con el proceso de autorización de un aditivo y que garantiza que ha superado satisfactoriamente el minucioso examen por parte de los reguladores europeos y la EFSA, puede ser revocada. Periódicamente la EFSA realiza rigurosos análisis de todas las investigaciones científicas publicadas en los últimos años en torno a diferentes aditivos. Si en función de la evolución de los conocimientos científicos surgiera alguna duda sobre la inocuidad de cualquier tipo de aditivo, se procedería inmediatamente a su retirada de las listas positivas… pero si esto ocurre no hay que disparar las alarmas. Como he explicado anteriormente hay un amplio margen de seguridad establecido para la Ingesta Diaria Admisible. Una vez que ya tenemos claro lo que es un aditivo y cuál es el procedimiento que se sigue para su autorización, es el momento de hacernos una pregunta clave acerca de los aditivos. ¿Son seguros los aditivos? A pesar de que el «riesgo cero» no existe, la respuesta debe ser contundente: a día de hoy, hay suficientes evidencias científicas para el consumo seguro de alimentos que presenten aditivos en su composición, siempre y cuando se ingieran siguiendo el patrón habitual de

consumo de alimentos y se atienda a las indicaciones claramente reflejadas en el etiquetado de los productos que los contienen. Evidentemente, si nos atiborramos de un alimento a niveles muy por encima de lo recomendado, es posible que nuestra salud se resienta, pero no solamente por la ingesta de aditivos, sino porque todo exceso es malo. Por otra parte, si una persona que tiene alguna patología como puede ser la fenilcetonuria no hace caso al etiquetado e ingiere alimentos ricos en fenilalanina (aminoácido presente en algunas bebidas refrescantes) también es muy probable que tenga problemas… pero ambos casos no son culpa de la presencia de aditivos en los alimentos, sino del mal uso que el consumidor hace de ellos. LOS ADITIVOS EN LA PUBLICIDAD ALIMENTARIA ¿Qué idea se quiere transmitir al consumidor cuando se publicita a bombo y platillo que un alimento no lleva aditivos? ¿Cuál es el objetivo de una empresa cuando utiliza el eslogan publicitario «sin conservantes ni colorantes»? ¿De verdad alguien cree que son mensajes que solamente pretenden informar acerca de la composición del producto? El mensaje subliminal es evidente: «En el caso de que el producto llevara aditivos su consumo puede ser peligroso, así que consuma el mío que no los tiene y es más sano», así de sencillo. De hecho, prácticamente todos los eslóganes que he citado a comienzo de este capítulo comienzan con la palabra «Sin» lo que demuestra el interés de las empresas en inculcar en el consumidor el miedo hacia el «Con»… o al menos el interés de aprovecharse del temor ya existente en la sociedad ante los alimentos que incluyen aditivos en su composición. Es posible que ustedes estén pensando que estas palabras reflejan solamente mi opinión, pero no. Para intentar argumentar mi teoría, unos meses antes de la publicación de este libro pregunté a 100 consumidores qué les sugería el eslogan «Sin aditivos». Los resultados fueron contundentes: el 85% de los encuestados estaban completamente seguros de que un producto que no lleve aditivos es más seguro que aquel en cuya etiqueta aparezcan las palabras conservantes, colorantes, etc. Además, si junto a dicho mensaje

aparece el término «Sólo natural», los encuestados piensan que el alimento en cuestión no solamente es más fiable, sino también más nutritivo. Incomprensible. A pesar de que no existen estudios científicos serios realizados en humanos o informes oficiales de las autoridades europeas en materia de alimentación que respalden dichas creencias populares, el mensaje de que los aditivos son muy perjudiciales para la salud ha calado entre la población. De hecho, una de las principales conclusiones que se puede extraer de investigaciones realizadas a nivel europeo sobre la percepción de los riesgos relacionados con los alimentos refleja que prácticamente la mitad de la población española está seriamente preocupada por la presencia de aditivos en los alimentos[77]. Este dato no ha pasado desapercibido para la industria alimentaria, que lo usa para diseñar campañas de marketing cada vez más agresivas contra los aditivos acrecentando el temor hacia los mismos. Además, y según recogen las conclusiones del informe «LifeStyles 2012» realizado por Kantar Worldpanel sobre las preocupaciones del consumidor actual, el 50,8% de los consumidores españoles estaría dispuesto a pagar más por alimentos sin aditivos al considerarlos más sanos. Surrealista. Actualmente son muchos y muy diferentes los tipos de eslóganes publicitarios empleados para atacar a los aditivos. A modo de ejemplo, y para que ustedes se hagan una idea de hasta dónde están dispuestas a llegar algunas empresas, voy a mostrarles a continuación uno de los más clamorosos ejemplos de publicidad quimiofóbica en el campo de la alimentación. El caso Hero: «Sin porquerías» Durante algún tiempo la empresa de productos infantiles Hero, S. A. empleó el impactante eslogan «Sin porquerías» en una gama de sus productos destinados a la alimentación infantil. Además, y como no podía ser de otra forma, al sorprendente «Sin porquerías» le acompañaban los típicos «100% ingredientes naturales», «100% fruta» y, pro si faltaba poco en esta fiesta de «lo natural», otro mensaje que no tiene desperdicio: «Crecer con naturalidad», eslogan que aún no entiendo a qué se refiere.

He de reconocer que la primera vez que leí el eslogan «Sin porquerías» pensé que la empresa Hero, S. A. se refería a que no existían aditivos entre los ingredientes de estos alimentos destinados a la población infantil. Es decir, el clásico «Sin aditivos» llevado al extremo más radical. Sin embargo, al observar detenidamente la etiqueta nutricional me sorprendió la increíble estrategia llevada a cabo por la empresa en cuestión. Como he comentado anteriormente, el consumidor identifica la presencia de aditivos en un producto alimenticio por la aparición en la etiqueta de los famosos códigos E. Pues bien, en la etiqueta de esta gama de productos infantiles no aparece ninguno de estos códigos lo que, unido a la presencia en la etiqueta del tremebundo «Sin porquerías», da a entender que no existen aditivos en su composición. Pero esto no es cierto.

Con el presunto objetivo de aparentar que estos alimentos no tienen en su composición ningún tipo de aditivo y que están formados por «ingredientes naturales», Hero, S. A. sustituyó los códigos E de diferentes aditivos por su correspondiente nombre químico. En la etiqueta nutricional no aparece ningún código E, pero sí la presencia de los términos bicarbonato sódico, bicarbonato amónico y fosfato monosódico… que, curiosamente, corresponden a los aditivos E-500 ii, E-503 ii y E-339 i, respectivamente. Por

esta razón, la empresa responsable no podía poner en la etiqueta el típico «Sin aditivos»: ¡¡porque sí los contenía!! Podríamos hacer una serie de preguntas a la empresa responsable del famoso «Sin porquerías»: ¿A qué porquerías se refieren exactamente en esta gama de productos destinados a la población infantil? ¿Los responsables de esta campaña de marketing están queriendo decir que otras marcas comerciales sí emplean porquerías en sus productos? ¿Cuáles? ¿Las permite la legislación vigente? ¿Son los compuestos bicarbonato sódico, bicarbonato amónico y fosfato monosódico de origen natural para poder calificar al alimento con 100% natural? ¿De verdad quieren hacernos creer que el eslogan «Sin porquerías» tiene como finalidad informar al consumidor de los ingredientes que lleva el alimento en cuestión? ¿Creen que es ético emplear esta serie de eslóganes? Tras una fuerte campaña que se produjo en las redes sociales ante este tipo de publicidad, la multinacional decidió cambiar el eslogan «Sin porquerías» por «Ya era hora». No sé qué quieren decir con este nuevo eslogan, pero al menos ha desaparecido el quimiofóbico «Sin porquerías», por lo que aplaudo la decisión de Hero. Rectificar es de sabios. Sin conservantes «Sin conservantes» es otro eslogan muy empleado por diversas empresas alimentarias… pero detrás de esa frase muchas veces se esconde otro tipo de picaresca. La mayoría de los alimentos necesitan algún tipo de conservante para poder ser comercializados, por lo que difícilmente podrían ponerse en el mercado «sin conservantes». Pues bien, muchas marcas para poder publicitar que sus productos no llevan aditivos del grupo de los conservantes emplean otro tipo de aditivos que realizan, entre otras funciones, la de conservar el alimento. Un claro ejemplo es el empleo de «acidulantes» o «correctores de la acidez» como el ácido cítrico y el citrato sódico que, entre otras cosas, alteran o controlan la acidez o alcalinidad de un producto alimenticio influyendo claramente en que el alimento se conserve en mejores condiciones. ¿Y por qué si tanto el ácido cítrico como el citrato de sodio ayudan a conservar

muchos alimentos se permite a la multinacional emplear el eslogan «Sin conservantes»? Porque en la clasificación oficial de los aditivos estos dos productos están encuadrados en otra categoría distinta a la de los «conservantes», aunque desempeñan esa función gracias a su efecto sobre el pH del medio. En definitiva, estamos ante una cuestión de semántica. Al no pertenecer a la categoría de «conservantes» la ley permite poner este eslogan, que tanto gusta al consumidor, aunque en realidad los dos compuestos ayudan a conservar el alimento y han sido sometidos al mismo procedimiento de elaboración y control que el resto de aditivos. ¿ES LEGAL EL MENSAJE «SIN CONSERVANTES NI COLORANTES»? Tras exponer algunos de los muchos ejemplos de marketing antiaditivos existentes en el mercado alimenticio y conociendo el efecto negativo que estas campañas tienen sobre la opinión del consumidor hacia este tipo de ingredientes, llega el momento de hacernos la pregunta del millón. Si un aditivo ha pasado todos los controles que exigen las leyes europeas y ha sido autorizado para su consumo por las autoridades competentes que, además, no paran de insistir en que no existe motivo de inquietud derivado del empleo de aditivos en la industria alimentaria española… ¿cómo es posible que, para aumentar el índice de ventas, se permita etiquetar un alimento con un mensaje que sugiere a la población que la ausencia de ese compuesto es beneficiosa para la salud? Personalmente no me lo explico y por ello llevo muchos años inmerso en una cruzada científica que tiene un triple objetivo. Por una parte, creo necesario informar correctamente al consumidor acerca de los beneficios de la presencia de conservantes, colorantes, edulcorantes, etc. en los alimentos. Por otra, hay que intentar eliminar el miedo existente en la sociedad respecto al consumo responsable de estos ingredientes alimenticios. Por último, hay que combatir el empleo de publicidad que lance mensajes erróneos, confusos e incluso fraudulentos al consumidor acerca de la química en general y de los aditivos en particular.

En los últimos años, y para combatir el peligroso avance de la quimiofobia entre la sociedad, muchos científicos y divulgadores de la ciencia han empleado diferentes armas. La más frecuente es la reivindicación de la química como disciplina fundamental e imprescindible para el desarrollo de nuestras labores diarias y es que es absurdo mostrar recelo hacia los productos químicos cuando la química forma parte de todas y cada una de las actividades que realizamos diariamente. La ropa que nos ponemos, los dispositivos electrónicos que empleamos, los fármacos que protegen nuestra salud, los materiales de los que se componen nuestros medios de locomoción, los cosméticos… «todo es química a nuestro alrededor». ¿Significa esto que los efectos de la química son siempre beneficiosos? Claro que no, como todas las disciplinas científicas depende del uso que se le dé. El bueno uso de la química te puede salvar la vida gracias a su contribución al desarrollo de un fármaco que combata terribles enfermedades, pero un mal uso de la química puede ayudar a crear armas de destrucción masiva. Sin embargo, una cosa debemos dejar clara: el hecho de que algunos hagan mal uso de una rama de la ciencia o de una tecnología no justifica la demonización de la misma. Pero a pesar de que estoy de acuerdo con que es importante luchar contra la quimiofobia incrementando la cultura científica de la sociedad, creo que no es suficiente. En el caso de los aditivos alimentarios, la información que tenga la población es muy importante para evitar recelos absurdos hacia ingredientes que han sido sometidos a controles muy minuciosos, pero si no se impide legalmente que las empresas sigan asustando al consumidor, la batalla contra el miedo está perdida. ¿Existe alguna forma de atajar el abuso de la quimiofobia en la publicidad alimentaria? Sí, y no hay que elaborar nuevas leyes para alcanzar dicho objetivo, ya existen. Según el Reglamento (CE) 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de diciembre de 2006, relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos empleadas en el etiquetado de alimentos, una etiqueta «NO DEBE DAR LUGAR A DUDAS SOBRE LA SEGURIDAD y/o adecuación nutricional de otros alimentos».

Pues bien, como les he mostrado anteriormente, las últimas encuestas alimentarias realizadas entre consumidores europeos muestran que los eslóganes «Sin conservantes ni colorantes» o «Sin aditivos» arrojan muchas dudas sobre la seguridad de aquellos productos que sí lleven aditivos en su composición, hasta el punto de que la población piensa que aquellos alimentos que los contienen son menos seguros a pesar de que han pasado todos los controles sanitarios que exige la ley. Por tanto, mi conclusión es clara. El eslogan «Sin conservantes ni colorantes» o «Sin aditivos» no cumple dicho reglamento, es totalmente ilegal y debería ser prohibido. Por otra parte, según la Ley 3/1991 de Competencia Desleal, «Se considera desleal por engañosa cualquier conducta que contenga información falsa o información que, aun siendo veraz, por su contenido o presentación induzca o pueda inducir a error a los destinatarios, siendo susceptible de alterar su comportamiento económico(…)». No soy jurista, pero creo que está más claro que el agua que los casos expuestos de camuflaje de aditivos en las etiquetas pueden inducir a error al consumidor… y también a alterar su comportamiento económico, ya que, como vimos anteriormente, el «LifeStyles 2012» realizado por Kantar Worldpanel demuestra que más de la mitad de la mitad de la población española está dispuesta a pagar más por un producto que no lleve aditivos en su composición. ¿QUEDAN ASPECTOS POR SOLUCIONAR EN EL MUNDO DE LOS ADITIVOS? Soy firme partidario de la presencia de aditivos en los productos alimentarios siempre y cuando cumplan la legislación vigente y se empleen dentro de los límites establecidos, pero eso no quiere decir que no considere que hay aspectos relacionados con el mundo de los aditivos que urge solucionar. ¿Entenderían ustedes que una persona no pudiese ingerir un aditivo en nuestro país por motivos sanitarios, pero que si cogiese un avión y se desplazase unos kilómetros traspasando fronteras, pudiese consumirlo sin riesgo alguno? Yo no, pero las autoridades alimentarias parece ser que sí. El hecho de que en la UE sea la EFSA la encargada de autorizar la presencia de aditivos en los alimentos y en EE.UU. el organismo responsable

sea la FDA provoca que, de forma poco comprensible, existan aditivos que están permitidos en la UE pero no en EE.UU. y otros estén aceptados en el país americano pero no en la UE. Incluso el país norteamericano cerró las fronteras a determinados aditivos procedentes de terceros países como China que sí se consumen en la UE. Todo esto ha provocado el caos, aunque es necesario aclarar que las verdaderas razones de esta situación hay que buscarlas más en aspectos económicos que en motivos saludables. Un caso que demuestra que las verdaderas razones de todo este «sinsentido» van más allá de las sanitarias es el de la sacarina. Este aditivo, que se emplea habitualmente como edulcorante no calórico en la elaboración de bebidas refrescantes, yogures edulcorados y en productos dietéticos para diabéticos, ha aparecido y desaparecido a lo largo de la historia de las listas de aditivos permitidos en diferentes países y estuvo mucho tiempo prohibido en EE.UU. Dependiendo siempre de la presión efectuada por la industria del azúcar o de otros edulcorantes rivales, la sacarina era considerada más o menos tóxica e incluso antes de legalizarse su uso en EE.UU. llegó a permitirse su comercialización siempre y cuando se etiquetase bajo eslóganes tales como: «Este producto contiene sacarina, de la que se ha determinado que produce cáncer en animales de laboratorio» o bien «El uso de este producto puede ser peligroso para su salud». Gravísimo. Otro caso aún más delirante es el que ocurrió en el estado norteamericano de California, conocido por sus continuas campañas en contra de los productos químicos, y que afectó a las todopoderosas Coca-Cola y PepsiCola. En el año 2012 los dos gigantes empresariales se vieron sometidos a una tremenda tesitura en el estado de California tras la publicación de un estudio que relacionaba la ingesta de un colorante presente en dichas bebidas con diferentes tipos de cánceres. Las multinacionales debían elegir entre eliminar de la formulación de sus productos el colorante E-150, responsable del típico color caramelo de Coca-Cola y Pepsi-Cola, o informar en los envases de la presencia de un ingrediente potencialmente cancerígeno. Como ustedes se podrán imaginar, rápidamente dicho aditivo desapareció de su composición, ya que sería un suicidio empresarial poner en las latas de refrescos que su consumo podría dar lugar a un cáncer. En un principio, la

medida podría parecer lógica, pero la verdad de lo ocurrido es muy diferente.

En 2011 el Center for Science in the Public Interest solicitaba a la FDA americana la prohibición del colorante E-150. La razón era que un grupo de investigadores administraron 4-metilimidazol (uno de los compuestos aglutinados bajo el término E-150) a un grupo de ratas durante dos años en dosis de 40, 80 y hasta 170 miligramos por kilo de peso y día, observándose en los roedores graves patologías en pulmones, corazón, páncreas y glándula tiroides. A pesar de que la FDA americana y la EFSA europea emitieron informes confirmando la seguridad del consumo de este colorante a las dosis permitidas, el estado de California sí entendió que el 4-metilimidazol era una sustancia cancerígena y estableció dosis segura de ingesta diaria (tasa NSRL)

de 16 microgramos por día en una persona media que pese 70 kilos y viva unos 70 años. Es interesante resaltar que el NSRL es una dieta segura diaria de una sustancia química cien mil veces más pequeña que aquella a la que no se detectan problemas en los experimentos con ratones. Pues bien, Yanko Iruin, catedrático de Química Física de la Universidad del País Vasco, analizó la cantidad de latas de refrescos de cola que debería consumir una persona para desarrollar cáncer en base a los resultados del estudio presentado por Center for Science in the Public Interest. Reproduzco literalmente un fragmento de su post «Californianos»[78]: … Así que ahora hagamos cuentas. 16 microgramos al día (tasa NSRL) dividido por 70 kilos de peso da una dosis de 0,23 microgramos por kilo y día, 180.000 veces más baja que la menor (40 miligramos por kilo y día) de las suministradas a los sacrificados ratones. Dice el informe al que estamos haciendo referencia que una lata de cola contiene 130 microgramos de metilimidazol, 8 veces más alta que la tasa NSRL que, como veis arriba, implica un riesgo adicional de cáncer casi imposible de medir. Pero mirémoslo por otro lado. Si de nuevo nos fijamos en la dosis de 40 miligramos por kilo y día, la más «suave» de las suministrada a los ratones, podemos calcular que eso supone, en una persona de 70 kilos, meterse 2.800 miligramos de metilimidazol al día (¡¡¡casi tres gramos de producto puro!!!), lo que a base de latas de cola con 130 microgramos en dada lata, implica tener que beberse diariamente más de 21.000 latas. En fin, que uno puede morir mucho más fácil de tsunami cocacolero que del imidazol de marras. Sí, lo han leído bien… ¡¡21000 latas de Coca-Cola o Pepsi-Cola son las que ustedes deberían beber en un solo día para desarrollar los cánceres que aparecieron en las ratas!! Es posible que en estos momentos hayan sonreído ante tal disparate o que se hayan echado las manos a la cabeza… pero Coca Cola y Pepsi Cola, según informaron varios medios de comunicación[79], se vieron obligados a modificar la composición de sus refrescos a pesar de la absurda razón que los

llevó a tomar esa decisión. Estos hechos merecen una reflexión: ¿Se imaginan ustedes la alarma social que provocó entre los consumidores la absurda decisión tomada por el estado de California? ¿Qué pensarían los ciudadanos de otros estados donde no se ordenó retirar el colorante E-150? ¿Se imaginan los grandes perjuicios económicos que pueden sufrir algunas empresas por el hecho de que se adopten medidas sin ningún criterio científico? De locos. LA ABSURDA GUERRA COMPUESTOS NATURALES/COMPUESTOS QUÍMICOS Debido al trasfondo quimiofóbico que subyace en todo lo expuesto a lo largo de este capítulo, creo que es el momento de abordar un aspecto que, aunque no tiene relación directa con los aditivos, sí la tiene con la tensa relación existente entre las sustancias químicas y las sustancias naturales. El hecho de combatir la quimiofobia alimentaria no debe implicar estar en contra de los productos naturales. En la actualidad hay una guerra abierta entre los partidarios de los productos químicos y aquellos que prefieren los productos naturales, y esa batalla es absurda. No entiendo el empecinamiento que determinados sectores tienen en confundir a la población lanzando el mensaje de que los productos naturales son más saludables que aquellos obtenidos por síntesis química (mal llamados artificiales). Eso no es cierto. El consumo de un compuesto calificado como «natural» no implica que tenga mayores beneficios que la ingesta de uno «artificial», pero tampoco lo contrario… y es que pocas cosas he visto tan absurdas en el campo de la alimentación como la polémica levantada acerca de si son más efectivos los ingredientes naturales, los artificiales, los químicos, los tradicionales, los ecológicos o los transgénicos. Seamos rigurosos. La efectividad de un ingrediente se basa en la presencia o no, a las concentraciones pertinentes, de un principio activo con funcionalidad demostrada científicamente. Además, para saber si ese ingrediente es efectivo en la globalización de un producto, hay que evaluar su funcionalidad en presencia del resto de los ingredientes del alimento o complemento alimenticio en cuestión. Da igual el origen natural o químico de ese

ingrediente. Por ello, estoy totalmente en contra de aquellos que se obstinan en mandar el mensaje de que un principio activo de origen natural no pueda tener mejores efectos saludables que uno sintetizado artificialmente. Y es que a veces los mismos que rechazan, justificadamente, la quimiofobia, pecan de naturofobia o fobia a los productos naturales. Sirva como ejemplo de lo que les estoy contando una situación acontecida en la UE y que supuso un punto de inflexión en la absurda batalla entre los productos químicos y los productos naturales. En el año 2013, y tras haber rechazado una solicitud presentada previamente por no tener el suficiente respaldo científico, la EFSA dio el visto bueno a la capacidad del complemento alimenticio Transitech® para regular el tránsito intestinal, aumentar los movimientos intestinales, regular el tamaño y la consistencia de las heces sin provocar diarreas, todo gracias a la presencia entre sus ingredientes de una serie de extractos de plantas que forman parte del grupo de sustancias que muchos llaman «productos naturales» y que hasta ese momento no habían sido autorizados por la EFSA[80]. Entre los ingredientes del Transitech® aparecen diferentes «productos naturales» entre los que destacan raíces, hojas, pétalos, semillas junto a levaduras o lactobacilos… que contienen principios activos que han demostrado científicamente que son capaces de mejorar el tránsito intestinal. Estos principios activos son unas moléculas derivadas de un compuesto químico llamado hidroxiantraceno que solamente se encuentran en la raíz y el rizoma de Rheum palmatum L. y de Rheum officinale Baillon aunque también podemos encontrarlos en otras plantas como Cassia senna L., Cassia angustifolia Vahl, Rhamnus frangula L., Rhamnus purshianus DC y diversas especies de Aloe. ¿Se han dado cuenta? Compuestos QUÍMICOS (derivados del hidroxiantraceno) presentes en raíces y rizomas de PLANTAS que forma parte de un complemento alimenticio con capacidad funcional demostrada ante un organismo oficial de acuerdo con la reglamentación actual. De eso se trata, de evaluar la efectividad de un principio activo se encuentre situado en

un alimento «natural» o «artificial» y de nada más. No seamos quimiofóbicos ni naturofóbicos. Después de todo lo expuesto en este capítulo relativo al uso en alimentación de aditivos, productos químicos y compuestos naturales, urge tomar una serie de medidas en beneficio del consumidor. Es absolutamente necesaria una revisión de la legislación vigente y una aplicación de la ya existente acerca de los aditivos alimentarios que, por un lado, impida el uso de determinados eslóganes publicitarios basados e miedos injustificados y no en realidades demostradas científicamente cuya única finalidad es confundir deliberadamente al consumidor y, por otro, permita unificar internacionalmente todos los aspectos relacionados con estos compuestos. Además, es necesario dejar a un lado la absurda guerra entre productos naturales y productos químicos y centrar todos los esfuerzos en conocer la eficacia de los principios activos contenidos en los alimentos independientemente de su origen. Detengamos el avance de la quimiofobia e incrementemos la cultura científica de la sociedad. «Casi» todos saldremos ganando.

FUNDACIONES Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN: LA AMENAZA FANTASMA Hay ocasiones en las que el peligro viene de donde menos te lo esperas. En los sectores de la alimentación y la cosmética hay consumidores que se muestran escépticos frente a las propiedades milagrosas que publicitan muchas empresas. Sin embargo, esos mismos ciudadanos suelen bajar la guardia cuando la información viene de determinados sectores en los que confía plenamente, ya que, en teoría, no tienen intereses ocultos que condicionen su posicionamiento ante las bobadas o desventajas de los productos. Dentro de esos sectores destacan, por un lado, las asociaciones de profesionales, fundaciones o sociedades que conceden sus sellos de calidad a alimentos y, por otro, los medios de comunicación que «informan neutralmente» acerca de la actualidad que rodea a estos productos. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Detrás de muchos de estos sellos, y de la información teóricamente independiente que nos llega de los medios de comunicación, se esconden intereses que condicionan enormemente las decisiones de compra del consumidor. Entremos de lleno en este mundo. FUNDACIONES, ASOCIACIONES Y SOCIEDADES… UN JUEGO DE PALABRAS PARA BURLAR LA LEY Hubo un tiempo en el que cada día nos encontrábamos con un alimento o

un cosmético avalado por cualquier «asociación» científica. Aquello era el despiporre. A eso se sumaban los anuncios de productos que habían sido testados en los centros de alto rendimiento deportivo y en los que se podía ver a decenas de supuestos investigadores examinando de arriba abajo el producto en cuestión. El objetivo era claro: revestir al alimento o cosmético de rigor científico y atraer el consumidor. Pero de golpe y porrazo, todos esos anuncios desaparecieron de los medios de comunicación. Parecía que a las asociaciones se las había tragado la tierra. Sin embargo, cuando nadie las esperaba han vuelto a florecer. Eso sí, con otros nombres. ¿Se han dado cuenta de que cada vez hay más productos respaldados por misteriosas «Fundaciones» y «Sociedades» científicas que parecen haber nacido de la nada y han desaparecido la mayoría de las antiguas «Asociaciones»? Lo primero que hay que dejar claro es que la causa de la casi completa desaparición de las Asociaciones y de la aparición de Fundaciones está en la legislación europea, tal y como cuenta el dietista-nutricionista Juan Revenga en una excelente revisión[81]. Según el artículo 12 del Reglamento (CE) 1924/2006 sobre declaraciones nutricionales y de propiedades saludables, en los alimentos «no están autorizadas declaraciones de propiedades saludables que hagan referencia a recomendaciones de médicos individuales u otros profesionales de la salud y otras Asociaciones no mencionadas en el artículo 11». Si ustedes se dan cuenta, el artículo 12 habla de Asociaciones pero no de Fundaciones y ahí reside, en mi opinión, la razón por la que, de golpe y porrazo, desaparecieron las asociaciones y florecieron las fundaciones. Hecha la ley, hecha la trampa. Me registro como Fundación y no como Asociación y ya he salvado la ley. Pero si se dan cuenta, el dichoso artículo 12 del Reglamento (CE) 1924/2006 remite al artículo 11, el cual, a su vez, deriva (¡qué lío!) a la normativa nacional. Concretamente el artículo 11 dice que «a falta de normativa comunitaria específica sobre las recomendaciones o aprobaciones formuladas por asociaciones médicas nacionales e instituciones de beneficencia relacionadas con la salud, podrán aplicarse las normas nacionales pertinentes de conformidad con lo dispuesto en el Tratado».

¿Y qué dice la normativa española? Pues otro galimatías. La Ley 17/2011 de Seguridad Alimentaria y Nutrición, en su artículo 44 referido a la publicidad del alimento, dice lo siguiente: Solo se permitirá la utilización de avales de asociaciones, corporaciones, fundaciones o instituciones, relacionadas con la salud y la nutrición en la publicidad o promoción directa o indirecta de alimentos, cuando: a. Se trate de organizaciones sin ánimo de lucro. 2. Se comprometan, por escrito, a utilizar los recursos económicos, obtenidos con esta colaboración en actividades que favorezcan la salud, a través de la investigación, desarrollo y divulgación especializada en el ámbito de la nutrición y la salud. Miren, esto es un lío. Incluso diversos profesionales del derecho que he consultado a la hora de redactar este apartado no se ponen de acuerdo sobre la legalidad o no de que determinadas instituciones coloquen su sello en el envase de algunos productos a cambio de quién sabe qué. Haría falta leer detalladamente los estatutos de cada fundación o asociación, y todas estas trabas impiden la transparencia del proceso publicitario. Lo que está claro es que el objetivo que pretende la empresa es que el consumidor confíe más en el producto en cuestión al estar dotado del «sello de calidad» de la fundación correspondiente. Pero, ¿realmente estos productos que tanto aparecen en los medios de comunicación y que están avalados por curiosas instituciones son tan saludables como nos quieren hacer creer? Veamos algunos casos concretos. La Fundación Española del Corazón y el MegaRed ¿No les parece contradictorio que alguien que reivindica que hay que «fomentar los hábitos cardiosaludables» prefiera prestar su imagen a un suplemento que aporta una cantidad de nutrientes que podría alcanzarse muy fácilmente con una alimentación convencional antes que a fomentar una dieta saludable y el ejercicio físico?

MegaRed es un complemento alimenticio hecho a base de aceite de krill (Euphausia superba), un pequeño crustáceo, similar a una gamba pequeña, que se cría principalmente en ambientes marinos con baja o muy baja tasa de contaminación y fundamentalmente en el océano Antártico. Este complemento está recomendado por la Fundación Española del Corazón que está promovida, según se lee en su web, por la Sociedad Española de Cardiología. Pues bien, este complemento alimenticio se publicita para ayudar a la prevención de cardiopatías y como coadyuvante en tratamientos para el colesterol. Sin embargo, en un excelente análisis del dietista-nutricionista y tecnólogo de alimentos Aitor Sánchez[82] descubrimos que ninguno de los ingredientes que lleva el famoso MegaRed está autorizado a publicitar ninguna propiedad saludable según e Reglamento (CE) 1924/2006, ya que sus cantidades no son suficientes. Pero, como siempre, hay truco. Atentos. Como les he dicho, el MegaRed es rico en ácidos grasos omega-3, concretamente en ácido eicosapentanoico y ácido docosahexanoico. Según la legislación vigente, cualquier complemento alimenticio que lleve estos ácidos grasos puede alegar una serie de beneficios saludables, peor siempre que se encuentren en las cantidades adecuadas. Según la EFSA, haría falta alcanzar 250 mg al día de estos ácidos para poder «contribuir al normal funcionamiento del corazón». ¿Y estas cantidades se alcanzan en el MegaRed? Atendiendo a la información nutricional que aporte el envase, NO. ¿Dónde está el truco? Pues que en la publicidad de MegaRed (especialmente en el vídeo que día sí día también la Fundación Española del Corazón emite en las cadenas de televisión españolas) se dice textualmente que este complemento «ayuda a cuidar el corazón», frase ligeramente diferente a la anterior y que no corresponde a ninguna alegación saludable aprobada por la EFSA. Como vemos, la semántica vuelve a ser importante a la hora de cumplir la ley para los fabricantes de complementos alimenticios. Lo grave de este caso es que la Fundación Española del Corazón se preste a este juego de palabras, volcándose en anunciar un complemento que cuesta 20 euros la caja antes que en promover el consumo de alimentos como el

pescado que no solamente son ricos en ácidos grasos omega-3, sino también en otros muchos nutrientes de alto valor añadido. Además, ¿está demostrado científicamente que a personas sanas estos complementos les sirvan para algo? Rotundamente no. En el trabajo «Association Between Omega-3 Fatty Acid Supplementation and Risk of Major Cardiovascular Disease Events» (Asociación entre el uso de suplementos de omega-3 y el riesgo de eventos graves de enfermedad cardiovascular) publicado en The Journal of the American Medical Association[83] se revisan los artículos científicos más relevantes publicados sobre este tema en los últimos años. La conclusión es tajante: «En general, la suplementación con ácidos grasos poliinsaturados del tipo omega-3 no se asoció ni de forma relativa ni absoluta con un menor riesgo de mortalidad por cualquier cosa, ni en concreto tampoco con la disminución del riesgo por muerte súbita, infarto de miocardio o ictus». Creo que no hace falta decir más sobre el uso de complementos alimenticios destinados a mejorar nuestro corazón.

La Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA) y el Bollycao Ojiplático me quedé cuando el citado dietista nutricionista Juan Revenga nos enseñó[84] que la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación había prestado su logo para avalar ni más ni menos que uno de los productos estrella de la bollería industrial: el Bollycao. No es objetivo de este apartado entrar en los aspectos nutricionales de los alimentos, pero no creo que exista nadie, salvo la SEDCA, que a estas alturas considere el Bollycao un alimento de elevado valor nutricional. Pero el tándem Bollycao/SEDCA va más allá. Panrico, empresa responsable de este producto que ha resistido el paso del tiempo y sigue siendo uno de los más utilizados por muchos padres para dar de merienda a

sus hijos, lanzó una campaña en la que comparaba varios parámetros nutricionales del Bollycao con los que presentan un bocadillo de jamón serrano y uno de queso. ¿Quieren saber quién gana la batalla nutricional según Panrico? «Evidentemente» el Bollycao pero eran tan flagrantes los errores que la empresa había cometido a la hora de hacer los cálculos nutricionales que, ante la protesta de muchos consumidores y del propio Juan Revenga, decidieron retirar de la publicidad del Bollycao los resultados de esos análisis comparativos, donde se les había «olvidado» citar datos que dejan claro que hay otras alternativas mucho más saludables que el Bollycao para la merienda de los chavales… y eso por no citar que según el artículo 9 del Reglamento 1924/2006 están prohibidas las comparaciones nutricionales entre alimentos de distintas categorías. ¡Señores, con los cálculos bien hecho, un bocata de jamón serrano normal es mil veces más saludable que el Bollycao! Como decía Superratón: «¡No se vayan todavía que aún hay más!». Panrico, no contento con esa surrealista comparación nutricional entre los bocadillos de jamón o queso y el Bollycao, ha decidido poner en los envoltorios de este producto de bollería industrial que si telo zampas habrás ingerido el 50% de la CDR de hierro. Esto nos lleva de nuevo a la incongruencia del Reglamento 1924/2006 que permite atribuir propiedades saludables a un producto en base a uno de sus nutrientes y no en base al producto en su globalidad. ¿Para qué obligar a los niños a tomar lentejas si ahora con dos Bollycaos van servidos? Estimados lectores, así se pierde la batalla de la educación nutricional por la que muchos apostamos… y así la gana Panrico por culpa de una legislación absurda. Actualmente, y gracias a la labor de mucha gente que lucha por una buena alimentación, hay padres que están comprometidos con la educación nuticional de sus hijos y les preparan meriendas saludables huyendo de la solución fácil: recurrir a la bollería industrial. Sin embargo, y debido al aval de la SEDCA, el sentimiento de culpa de aquellos padres que prefieren no discutir con sus hijos ha desaparecido de golpe y porrazo. Para preparar sus meriendas, los padres ya tienen en el logo de la SEDCA una excusa para no tener que calentarse la cabeza, ni preparar un bocata, ni lavar

una manzana que no les entra por los ojos a los más pequeños, ni esforzarse lo más mínimo en convencer a sus hijos de que no consuman bollería industrial. El tándem Bollycao/SEDCA te da la solución. Sinceramente creo que el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, a través del Código de Autorregulación de la Publicidad de Alimentos Dirigida a Menores (Código PAOS) enmarcado dentro de la Estrategia NAOS (Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad), debería tomar cartas en el asunto, pero no creo que ocurra ya que, sorprendentemente, y a pesar de estas prácticas… ¡Panrico, la empresa responsable del Bollycao, está adherida a la Estrategia NAOS! Todo muy coherente. La Asociación Española de Pediatría, Nestlé y la lactancia materna A pesar de todo lo expuesto en este apartado, todavía hay sitio para la esperanza. El divulgador científico Jesús Rosino en un artículo publicado en la plataforma Naukas contaba cómo más de la mitad del Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEPED) dimitio como protesta ante una práctica llevada a cabo por dicha asociación[85]. En la contraportada de la revista de la asociación, apareció un anuncio a página completa en el que advertía de que los niños nacidos por cesárea (1 de cada 4) tienen más riesgo de infección gastrointestinal, y que se puede reducir considerablemente ese riesgo si se les alimenta con la leche de fórmula de Nestlé enriquecida con un probiótico (Bifidobacterium lactis), cuya eficacia clínica ha sido reconocida por la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica. Realmente nada de lo que se puede leer en la contraportada de la revista es totalmente falso, pero no hay peor mentira que una verdad a medias. A los responsables de dicha publicidad, y de la Asociación de Pediatría que colocaron este anuncio en su revista, se les olvidó exponer algunas valiosísimas informaciones. Que dar el pecho reduce el riesgo de infección gastrointestinal en mayor medida que consumiendo el producto anunciado.

Que, al contrario que con el pecho, las evidencias sobre la eficacia del probiótico no son aún concluyentes. Que la propia Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) recomienda que los bebés sean alimentados con lactancia materna. Que la cesárea no impide dar el pecho. En vista de la gravedad del tema, y al no estar de acuerdo con que la Asociación Española de Pediatría cediera tanto su logo como su revista institucional a Nestlé, varios miembros del Comité de Lactancia Materna de dicha asociación abandonaron sus cargos. Ojalá cunda el ejemplo. Estimados lectores, apliquen el espíritu crítico cada vez que vean un logo de una fundación, sociedad o similar respaldando un producto alimenticio. Háganme caso. EL PAPEL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA INCULTURA CIENTÍFICA No podemos culpar a los medios de comunicación de la abundancia de anuncios engañosos en TV o en prensa escrita, cuñas radiofónicas, vallas publicitarias, etc. dedicados a promover la ingesta de alimentos con un bajo perfil nutricional o el uso de cosméticos sin ningún rigor científico. La responsabilidad de ello recae en las empresas responsables de dichos productos y la labor de vigilancia para el cumplimiento de la legislación vigente la tiene la administración. Sin embargo, los medios de comunicación sí que son responsables directos de otras actividades que no solo influyen negativamente en la veracidad de la información que llega al consumidor, sino que fomentan la incultura científica, el engaño y la mentira pudiendo incluso llegar a poner en riesgo la salud de la población. Veamos a qué me refiero. La publicidad encubierta Según la Ley General de Publicidad[86] la «publicidad encubierta se da cuando el destinatario no es consciente de que dicha manifestación constituye una actividad publicitaria, dándole la impresión de que se encuentra ante un

mensaje difundido por un tercero imparcial ajeno al anunciante. Se produce un engaño a los destinatarios, pero no sobre el contenido del mensaje sino sobre el modo o la forma de presentar la misma, porque el destinatario al no reconocer la publicidad como tal le otorga una mayor credibilidad». Pues bien, aunque en los últimos tiempos muchas cadenas de televisión o radio han sido sancionadas duramente por publicidad encubierta, como veremos en un capítulo posterior, la moda cada vez va a más. Por un lado, es norma habitual ver series de televisión, producidas por los propios canales, en las que encima de una mesa, en el interior de un frigorífico o en las manos de algún famoso aparecen productos lácteos, pan de molde, bebidas azucaradas, etc., donde es claramente visible la marca que los comercializa. Por otro lado, cada vez es mayor el número de informativos de todas las cadenas de televisión y radio en los que nos cuelan auténticos publirreportajes de productos presentándolos en forma de noticia, el mensaje cala en el consumidor de forma diferente que si claramente se nos indica que es una campaña publicitaria. Mucha gente desconfía de la publicidad, pero no de las noticias que nos ofrecen los informativos. No hay que olvidar que un post, una charla o unas jornadas de divulgación científica llegan a muy poca gente si los comparamos con la gran audiencia que tienen ciertos programas de televisión o las noticias de los medios de comunicación… y yo soy de los que piensa que si no se pone coto legal a estas actuaciones, la labor de la divulgación científica servirá para muy poco. Los editoriales alarmistas Un periódico es totalmente responsable del contenido de los editoriales que firman sus periodistas y hay algunos de ellos que no solo confunden al consumidor, sino que pueden dar lugar a injustificadas alarmas sociales. Pongamos un ejemplo. En el año 2013 apareció en el medio de comunicación Diario Público (www.publico.es) un editorial titulado «Adictos a la comida basura»[87] que fue duramente criticado en el blog SCIENTIA[88]. En dicho artículo, la periodista y activista (así firma) Esther Vivas hacía una de las

mayores apologías del sensacionalismo quimiofóbico que se recuerdan mezclando conceptos como la comida rápida, los alimentos transgénicos o los aditivos. Además lanzaba infundados temores sobre la seguridad de algunos aditivos que han sido evaluados positivamente por todos los organismos internacionales en materia de alimentación. También se relacionaban prácticas agroalimentarias con la aparición de enfermedades como el alzhéimer, el párkinson e, incluso, la esterilidad… un auténtico disparate. Por último, se entraba en el campo de las teorías conspiranoicas y se establecían extraños vínculos entre la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria y la industria biotecnológica y agroalimentaria. En este caso, que es un solo ejemplo de los cientos que se pueden leer a lo largo del año en todo tipo de medios de comunicación, se informaba erróneamente al consumidor, mezclando opinión con información. Es impresentable la emisión de mensajes subliminales sensacionalistas acerca de la peligrosidad de ingredientes alimentarios autorizados legalmente. No se puede permitir que un medio transmita a los lectores que en el caso de ingerir determinados alimentos hay riesgo de contraer gravísimas enfermedades cuando la ciencia, y los organismos oficiales, dicen lo contrario. No sé ustedes lo que pensarán pero, en mi opinión, la responsabilidad de los medios que dan amparo a estos editoriales es altísima. El fomento de las pseudociencias No soporto la equidistancia como norma. Siempre he defendido que no se puede cruzar el río sin mojarse. Debido a esta forma de pensar, debo ser contundente a la hora de dar mi opinión sobre la creciente presencia de la pseudociencia en los medios de comunicación. Me parece indignante y un peligro contra la salud que cada vez más medios cedan su púlpito para que homeópatas, antivacunas, antiantenas, conspiranoicos, futurólogos, esotéricos o similares expresen libremente sus opiniones sin ningún rigor científico ni posibilidad de réplica. El medio de comunicación es totalmente responsable no solo de entrevistar a estos personajes cuyo mensaje está calando en la sociedad, sino de otorgarles portadas, contraportadas, programas de TV o radio en horario de máxima audiencia.

¿Y por qué traigo este tema a un libro centrado fundamentalmente en alimentos y cosméticos? Pues porque dentro de este grupo de charlatanes que copan los medios de comunicación emitiendo opiniones sin el más mínimo rigor científico pueden incluirse a quimiofóbicos, antitransgénicos o vendedores de pócimas milagrosas que influyen claramente en las decisiones de compra del consumidor. Voy a citar un ejemplo del daño que pueden hacer los medios de comunicación fomentando las pseudociencias. En el año 2013, El País publicó una sorprendente entrevista a Odile Fernández, médico de familia, en la que se podía leer el siguiente titular: «Mi cura del cáncer fue un milagro muy currado»[89]. A lo largo de dicha entrevista, la señora Fernández cuenta que en 2010 padeció un cáncer con metástasis y que, pese a que fue sometida a un tratamiento oncológico (que no hay que olvidar que cura cada vez más casos de cáncer salvando la vida a miles de personas), lo que la curó fue una mezcla asombrosa de cambios en su dienta y una «actitud positiva».

En la entrevista esta médico de familia, que no acredita la más mínima formación especializada en nutrición, afirma cosas como que no tiene claro si la cura de su cáncer fue debido a la quimioterapia o la alimentación; que el gazpacho es un alimento anticancerígeno; que la comida envasada está relacionada con la aparición de ciertos cánceres; que recomienda no usar la olla exprés por su relación con el cáncer; que el agua de Madrid contiene gran cantidad de tóxicos; que los pesticidas presentes en la carne que consumimos producen cáncer; que la leche es un alimento antinatural; que las setas permiten tolerar mejor la quimioterapia; que los perfumes se asocian al cáncer de mama y que la colonia es «mejor no olerla»; que la eliminación de la «comida fácil de microondas» pueda estar relacionada con la curación del cáncer… y otra muchas lindezas sin el más mínimo rigor científico. No es objetivo de este libro desmontar todas y cada una de estas afirmaciones, entre otras cosas porque creo que es la señora Fernández la que debe aportar pruebas científicas de cada una de sus sentencias, pero sí me gustaría dirigirme a los responsables de El País. Estimados señores, es de sobra conocido que ustedes tienen millones de visitas diarias cuyas opiniones y acciones se pueden ver fuertemente influidas por lo que leen en sus artículos. Por dicha razón, y a pesar de que la última responsable de sus declaraciones es la doctora Fernández…, ¿creen que es éticamente correcto que cedan su medio de comunicación a personas que emiten esta serie de opiniones sin contrastar científicamente? ¿Qué creen que habrán pensado tras leer la entrevista los familiares de las más de 370 mil personas que mueren de cáncer en España todos los años, según datos del Centro Nacional de Epidemiología? ¿No piensan ustedes que, en lugar de hacerse eco de estos disparates en su medio, ustedes deberían sumarse a las denuncias públicas que muchos científicos que trabajan día a día en la lucha contra el cáncer han hecho de las declaraciones de esta persona? No piensen que el ejemplo que les he expuesto es un caso esporádico. Al contrario. Las razones de la presencia de las pseudociencias en los medios de comunicación frente al poco espacio que se le da a la ciencia son varias. Por un lado, los responsables de los medios no tienen ningún interés en hablar de ciencia, ésta no vende. A pesar de que las últimas estadísticas de percepción

social de la ciencia[90] dicen que cada vez hay más interés por la misma entre la población, los medios de comunicación, salvo excepciones, no entienden que esto pueda ser rentables para ellos. La prueba la tenemos no solamente en la alarmante reducción de las noticias científicas que aparecen en periódicos, TV o radio, sino en que la mayoría de los medios que antes tenían una sección de ciencia la han eliminado y muchos periodistas científicos han perdido su puesto de trabajo. En contra de lo que dicen algunas corrientes, no creo que exista una estrategia perfectamente diseñada desde las altas esferas para mantener a la población desinformada. No creo en ese tipo de conspiraciones. Pero este desinterés que existe por la ciencia no es suficiente para justificar la cada vez más abundante presencia de las peligrosas pseudociencias. Detrás de la aparición en los medios de todo tipo de programas esotéricos, titulares sensacionalistas sin rigor científico y charlatanes que nos venden sus milongas hay otra razón. Si los medios de comunicación ceden su púlpito a las pseudociencias es porque éstas triunfan entre sus audiencias. No le demos más vueltas. Lo que realmente hay que preguntarse es la razón de este éxito, cosa que no es fácil. Por una parte, existe una tradicional atracción de las personas hacia todo aquello que «huela» a misterio, y las pseudociencias están siempre rodeadas de un halo misterioso. También la necesidad que tiene la población de agarrarse a cualquier cosa, en situaciones desesperadas, para intentar encontrar soluciones a lo irremediable hace que busquemos en curanderos y pócimas milagrosas alternativas irracionales al rigor científico. Por otra parte, el desinterés de muchos periodistas hacia la ciencia hace que no se pregunten si lo que les están contando determinados personajes tiene el más mínimo rigor. Como decía William Randolph Hearst, magnate de los medios de comunicación estadaunidenses, «No dejes que la verdad te estropee un buen titular». Por último, no debemos olvidar que muchos anuncios esotéricos constituyen una importante cantidad en la facturación de los medios y eso no se lo da la ciencia. Ante todo esto los medios deben reaccionar, poner fin a la creciente presencia de las pseudociencias y dar cabida a la ciencia sin buscar con ello

un rendimiento económico a corto plazo. El periodista debe atenerse a la máxima del filósofo empirista escocés David Hume popularizada por el gran divulgador estadounidense Carl Sagan: «Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias». Si un charlatán te ofrece un titular sensacionalista no se debe caer en él a la primera de cambio. Hay que pedirle que demuestre lo que está diciendo o, al menos, buscar la opinión de especialistas que ofrezcan otros puntos de vista que puedan desmontar sus teorías. Pero no solo en los medios recae la responsabilidad de combatir las pseudociencias. El fomento de la educación, de la cultura y de la racionalidad es cosa de todos. Políticos que recortan en educación, universidades que no dan importancia a fomentar la cultura científica entre la ciudadanía, científicos que son reacios a divulgar la ciencia a la sociedad… todos tienen gran parte de culpa en que el ciudadano se vea más atraído por corrientes anticientíficas. Estamos ante un problema de una enorme magnitud, pero aún estamos a tiempo de ganar la batalla a la pseudociencia. Pongámonos manos a la obra y recordemos la frase de Derek Curtis Bok, expresidente de la Universidad de Harvard: «Si cree usted que la educación es cara, pruebe con la ignorancia».

EL MENÚ NANOTECNOLÓGICO DEBE ESPERAR Nanociencias, nanocompuestos, nanofibras, nanoalimentación, nanotubos, nanomateriales, nanoenvases, nanoencapsulación… el término «nano» está de moda. Existen muchas áreas científicas donde no hay investigación que se precie en la que no aparezca la palabra «nano» por algún sitio. Incluso lo que anteriormente no se relacionaba con la nanotecnología ahora resulta, casi por arte de magia, que sí tiene que ver con ella. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce alrededor de la nanotecnología y menos en el campo de la alimentación. Hace aproximadamente diez años un conocido periódico español publicó un editorial con el siguiente titular: «El menú nanotecnológico debe esperar». En aquella noticia se podía leer que, a pesar de las grandes expectativas que muchos científicos y empresarios habían puesto en el uso de la nanotecnología para diseñar ingredientes alimentarios que formaran parte de nuestro menú diario, el avance de esta nueva tecnología en el campo de la alimentación se había estancado. Pues bien, pasada casi una década de aquel texto he elegido exactamente la misma frase para titular este capítulo: «El menú nanotecnológico debe esperar». A pesar de las expectativas generadas, la nanotecnología no ha terminado de llegar a nuestros platos. Sin embargo, algo está cambiando. Gracias a los últimos avances todo apunta a que esa espera está a punto de terminar.

Con el objetivo de que ustedes estén preparados para lo que se prevé que ocurra en un futuro cercano en el sector alimentario y no puedan ser víctimas de los mismos engaños con los que nos confunden los alimentos funcionales y los complementos alimenticios, en este libro no podía faltar un capítulo dedicado a los nanoalimentos. El conocimiento de la nanotecnología es fundamental para poder enfrentarnos al «menú nanotecnológico» que llegará pronto, pero también lo es para saber valorar las campañas dirigidas tanto a cantar las bondades excesivas de esta tecnología como sus posibles riesgos. Por esta razón, en las siguientes páginas les contaré no solamente los principales conceptos, ventajas e inconvenientes asociados a la nanotecnología, sino que expondré sus últimos avances en alimentación, un campo donde sus aplicaciones son poco conocidas y muy controvertidas. ¿QUÉ ES ESO DE LA NANOTECNOLOGÍA? Sean sinceros. ¿Saben ustedes qué son los nanoalimentos? ¿Han oído hablar de ellos? ¿Conocen sus verdaderas utilidades? ¿Piensa que puede tener alguna ventaja su consumo? ¿Y riesgos? ¿Cuáles? Si ustedes han sabido contestar a estas preguntas correctamente, es que no están dentro de la media europea en cuanto a conocimientos no solo de la nanotecnología alimentaria en particular, sino también de la nanotecnología en general. Aunque el porcentaje de científicos que apuestan por la nanotecnología es cada vez más alto, a los ciudadanos de la Unión Europea esta tecnología, que ya no es tan nueva, les suena a chino. En el año 2013 se realizó, dentro del Proyecto Europeo de Investigación Com'N&N[91], un estudio en el que se analizaba la eficacia de la información que se está ofreciendo a la población sobre la nanotecnología y las nanociencias. Este mismo estudio evaluaba hasta dónde alcanzaba el conocimiento de los ciudadanos sobre estas disciplinas y puso de relieve cómo la población europea no sabe qué es la nanotecnología ni para qué sirve. Los resultados presentados en Roma ante la Comisión Europea por la consultora Bantec (experta en la gestión integral de la I+D+i) muestran como, a pesar de que el sector de los nanomateriales emplea en Europa cerca de 400.000 personas y en 2015 se producirán ventas de productos que incorporan en algún grado la nanotecnología por valor de

unos dos trillones de euros, 6 de cada 10 ciudadanos de la Unión Europea reconocen no haber oído hablar nunca de este término y muy pocos, un número irrelevante, son capaces de aproximarse si quiera a su definición. Esta situación es preocupante y hay que revertirla lo más pronto posible. La población vuelve a ser ignorante respecto a una serie de productos que muy pronto formarán parte de nuestro día a día. No nos queda otro remedio que adentrarnos en el mundo de «lo más pequeño». Ha pasado ya más de medio siglo desde que el premio Nobel de Física Richard Feynman pronunciara en el Caltech de California su famoso discurso titulado «En el fondo hay espacio de sobra» (There's Plenty of Room at the Bottom)[92] considerado por muchos el origen de la nanotecnología. Posteriormente, en 1974, Norio Taniguchi empleó por primera vez el término «nanotecnología» para describir la producción tecnológica en dimensiones ultrafinas. Pues bien, transcurridas más de cinco décadas del discurso de Feynman, es absurdo hablar de la nanotecnología como un concepto futurista, ya que son muchas las aplicaciones que hoy en día se conocen del mundo «nano» en distintas áreas como la medicina, las telecomunicaciones, la automoción o la industria aeroespacial. ¿En qué consiste exactamente la nanotecnología tal como se la conoce hoy en día? Según la National nanotechnology Initiative, organismo de referencia internacional en la materia, actualmente la nanotecnología se define como «el conocimiento y el control de la materia en dimensiones de aproximadamente entre 1 y 100 nanómetros». Es muy posible que al leer esta definición ustedes piensen que me estoy refiriendo a algo «muy muy muy pequeño» pero no se hagan una idea real de a qué equivale el término «nano». Para que se imaginen a qué equivale un nanómetro veamos una serie de comparativas. Cojan un pelo de su cabeza y obsérvenlo atentamente. ¿Sabían que ese pelo tiene aproximadamente entre 80.000 y 100.000 nanómetros de anchura? Ahora miren detenidamente el grosor de la página de este libro que están leyendo. ¿Alguien les ha dicho que esta hoja de papel tiene un grosor de unos 100.000 nanómetros? Si ustedes no pertenecen al grupo de los desaprensivos que nos comemos las uñas, haga un pequeño experimento. Dejen la lectura de

este libro y midan el tamaño de la uña de su dedo. Vuelva a hacerlo dentro de exactamente 10 días y calculen la diferencia entre las dos medidas. Posteriormente divida el valor obtenido por el número de segundos que hay en 10 días. ¡¡Acaba de medir un nanómetro!! ¿Por qué? Pues porque está establecido que un nanómetro es, aproximadamente, lo que crece una uña en un segundo. Pero si lo que quiere son comparaciones un poquito más científicas, les diré que el diámetro de nuestra querida doble hélice de ADN es de 2,5 nanómetros y que hay virus que tienen un tamaño del orden de los 100 nanómetros. Con estos ejemplos espero que ya se hayan hecho una pequeña idea de lo que es un nanómetro, la base de la nanotecnología moderna. Sigamos.

Una vez que ustedes han dado sus primeros pasos en el nanomundo es posible que estén pensando que se han adentrado, por primera vez, en un fascinante campo… pero la realidad no es así. Llevan consumiendo nanoingredientes toda su vida. La presencia de nanopartículas en los alimentos no es un fenómeno nuevo, sino todo lo contrario. Sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos y hasta sus antecesores más lejanos han ingerido, a través de la dieta tradicional, miles de ingredientes entre los que se pueden encontrar grandes macromoléculas, pero también pequeñas partículas pertenecientes a la escala «nano». Unos mínimos conocimientos de nutrición y fisiología sirven para entender que, cuando ingerimos grandes macromoléculas, nuestro organismo suele convertir muchas de ellas en nanopartículas para poder obtener tanto la energía necesaria para llevar a cabo diferentes procesos fisiológicos como las unidades básicas de construcción de las estructuras del propio organismo. Pero el objetivo de este capítulo no es hablar de las nanopartículas en las que se convierten muchos de los alimentos tradicionales al ingerirlos en nuestra dieta. Me centraré en aquellos nanocompuestos que el ser humano ha diseñado en los últimos años de forma voluntaria para introducirlos en el mercado de la nanoalimentación porque este mercado, aunque como ya le he contado aún no ha explotado definitivamente, no es un concepto de «ciencia ficción», sino que ya se encuentra entre nosotros. Recientes estudios muestran que, actualmente, se están comercializando entre 300-400 nanoalimentos y podemos encontrar entre 400-500 aplicaciones de la nanotecnología en diferentes sectores de la alimentación[93]. Aunque estas cifras están muy por debajo de las registradas en otros sectores donde la nanotecnología se encuentra en infinidad de productos, existen miles de nanoalimentos que se encuentran en fase de investigación y desarrollo y que dentro de poco tiempo estarán preparados para inundar las superficies comerciales. De hecho, distintos estudios prospectivos muestran que el mercado de la nanoalimentación ha pasado de los 100 millones de dólares en 2002 a más de 20 mil millones de dólares en la actualidad, previéndose un crecimiento del 25% en la próximia década. Una de las pruebas más evidentes de la importancia que el sector

alimentario le está dando a la nanotecnología es que las grandes multinacionales se han metido de lleno en ella. Grandes empresas de alimentación y nutrición como H. J. Heinz, Nestlé, Hershey, Unilever, Campina, Frieslando Food, Grolsch, Kraft Foods, Cargill, Pepsi-Cola Company, ConAgra Foods, General Mills, Danisco y Arla Foods trabajan activamente en la investigación y desarrollo de la nanotecnología y se espera que este número crezca hasta alcanzar 1.000 compañías en los próximos 10 años, previéndose que en este plazo más del 50% de las industrias alimentarias empleen la nanotecnología. LA NANOTECNOLOGÍA ALIMENTARIA Y EL CONSUMIMDOR ¿Qué ventajas tiene el uso de la nanotecnología en la alimentación? ¿Por qué las grandes empresas se han subido al carro de esta nueva tecnología? ¿Tiene la nanotecnología el potencial suficiente para revolucionar los sistemas agrícolas y alimentarios? ¿Existen riesgos al consumir nanoalimentos? ¿Cuál es la razón por la que ciertos sectores ha levantado su voz en contra de la nanotecnología alimentaria? Para poder responder correctamente a todas esas preguntas es necesario conocer lo que es un nanoalimento, concepto que, aunque ha aparecido varias veces hasta ahora, aún no hemos definido. Según la European Nanotechnology Gateway un nanoalimento es aquel en el que para su cultivo, producción o envasado se utilizan procesos nanotecnológicos y/o nanopartículas que, debido a sus dimensiones ultrafinas y su mayor área superficial, les confieren a los nanoalimentos un sinfín de potenciales aplicaciones comparadas con las que tienen las estructuras convencionales de mayor tamaño. Esas aplicaciones no han pasado desapercibidas para el sector alimentario que las ha utilizado para mejorar la seguridad alimentaria, la biodisponibilidad de nutrientes, el diseño de nuevos alimentos, el desarrollo de nanosensores, la estabilización de ingredientes activos, la mejora de las características organolépticas, el diseño de nuevos envases activos y/o inteligentes y, por supuesto, la reducción de costes. Pasemos a ver casos concretos, la mayoría en fase de investigación.

Dentro de los complementos alimenticios, hay un grupo que se ha convertido en claro objetivo de la industria alimentaria en este comienzo del siglo XXI: los suplementos deportivos. Pues bien, uno de los principales problemas que presentan estos productos es que los principios activos que forman parte de su composición no consiguen llegar al organismo diana donde deben realizar su función. Para resolver este problema, diversas empresas estadounidenses y alemanas están investigando en nuevos suplementos deportivos basados en el uso de nanopartículas de hierro, plata, iridio, platino y zinc que, gracias a su pequeño tamaño, pueden alcanzar con mayor rapidez y efectividad partes del organismo humano que son inaccesibles a estructuras de mayor tamaño. Pero si la formulación de nuevos complementos alimenticios es un claro objetivo de la nanotecnología, la obtención de productos con nuevas características sensoriales no lo es menos. Éste es el caso de mayonesas, salsas, productos lácteos y otras emulsiones donde una correcta mezcla de líquidos inmiscibles, como es el caso del agua y el aceite, es fundamental para la buena textura del alimento. Pues bien, el uso de nanopartículas de aluminio y silicona como componentes de los alimentos anteriormente citados permite formar nanoemulsiones de tamaño micrométrico (entre 50 y 200 nm), que son termodinámicamente mucho más estables que las macroemulsiones convencionales. En estas nanoemulsiones las sustancias hidrofóbicas (como el aceite) e hidrofílicas (como el agua) se mezclan mucho mejor, dando lugar a alimentos con una mejor textura y una mayor vida media… y en esta campo muchos grupos de científicos están realizando relevantes investigaciones.

Además, las características estructurales de las nanoemulsiones les permiten introducir en su interior compuestos bioactivos que posteriormente serán liberados controladamente, lo que está siendo aprovechado por muchas empresas alimenticias. modo de ejemplo podríamos citar un tipo de pan comercializado en Australia en cuya composición encontramos una nanoemulsión que contiene en su interior un ácido graso omega-3 procedente del pescado que gracias a la nanoencapsulación llega intacto al estómago donde se libera. En Israel se ha desarrollado un aceite de canola que contiene nanogotas (micelas) con vitaminas, minerales y fitoquímicos como antioxidantes que se liberan al ser consumidos. Por otra parte, debido a su pequeño tamaño y a su viscosidad, las nanoemulsiones pueden ser empleadas en el diseño y desarrollo de alimentos dietéticos bajos en grasa. Las características sensoriales que ofrecen las nanoemulsiones permiten reducir el contenido en grasa sin que pierdan parte del perfil organoléptico del alimento. En la siguiente tabla pueden ver otros ejemplos de aplicaciones potenciales de la nanotecnología alimentaria en tres sectores como la producción primaria, el procesado de alimentos y el envasado de alimentos y materiales de contacto[94].

Campo aplicación

Producción primaria

Procesado alimentos

de

Potenciales aplicaciones

Detección de moléculas individuales para la determinación de interacciones enzima/sustrato. Incremento de la absorción de nutrientes por los vegetales. Nanocápsulas: liberación eficiente de pesticidas, fertilizantes, vacunas, etc. Nanosensores: monitorización de las condiciones del suelo y crecimiento de cultivos; detección de patógenos en animales y vegetales. Nanochips: mantenimiento de la identidad y rastreo. Nanopartículas: liberación de ADN en vegetales (ingeniería genética). Nanofibras de óxido de aluminio utilizadas en la filtración de aguas, o nanopartículas de lantano para la absorción de fosfatos. Nanocápsulas: mejora de la biodisponibilidad de compuestos activos estándar; de potenciadores del sabor, entre otros. Nanopartículas y nanotubos: agentes gelificantes y espesantes. Nanopartículas: fijación y eliminación selectiva de de compuestos químicos o patógenos de los alimentos. Nanopartículas y nanoemulsiones: mejor biodisponibilidad y dispersión de nutrientes. Desarrollo de nanoestructuras de proteínas intrínsecas de los alimentos para su uso como nuevos ingredientes gelificantes o como encapsulantes. Desarrollo de sprays bioluminiscentes o chips de DNA para detectar microorganismos patógenos. Anticuerpos unidos a nanopartículas fluorescentes para detectar compuestos químicos o patógenos vehiculados pro alimentos. Nanosensores: biodegradables para la monitorización

Envasado alimentos materiales contacto

de la temperatura, tiempo y humedad. Nanosensores electroquímicos para detectar etileno. Nanofilms y nanoarcillas como barreras para de proteger frente al deterioro y absorción de oxígeno. y Recubrimientos de superficie con nanopartículas con de propiedades antimicrobianas y antifúngicas. Films más ligeros, fuertes y resistentes a los tratamientos térmicos con nanopartículas de silicatos. Materiales poliméricos con permeabilidad selectiva a gases y vapor de agua, adaptables en función de las condiciones ambientales. Nanopolímeros conductores: permiten diseñar e integrar sensores o dispositivos impresos inteligentes en los envases.

LA NANOENCAPSULACIÓN MOLECULAR: LA TECNOLOGÍA DEL SIGLO XXI Si tuviésemos que elegir las dos aplicaciones más importantes del nanomundo en los mercados actuales no hay lugar a dudas. Las dos grandes realidades de la nanotecnología alimentaria son la nanoencapsulación molecular y la seguridad alimentaria. La nanoencapsulación molecular es el proceso por el cual un compuesto de alto valor añadido, llamao comúnmente molécula huésped, es atrapado en el interior de diferentes agentes encapsulantes como son los liposomas (vesículas esféricas con una membrana compuesta de una doble capa de fosfolípidos, que constan de partes hidrosolubles y liposolubles y cuyo tamaño varía entre 20 nm y cientos de micrómetros) o las ciclodextrinas, moléculas de las que les hablaré posteriormente. Es posible que con esta definición ustedes piensen que les estoy hablando de una técnica futurista, pero nada más lejos de la realidad. Las grandes multinacionales (alimentarias y no alimentarias) no han sido ajenas a los beneficios que pueden obtener de la nanoencapsulación y ya la han incorporado a sus líneas de producción. ¿Pero qué puede obtener el consumidor de la nanoencapsulación?

Uno de los principales problemas que existen a la hora de comercializar productos ricos en principios activos sensibles a la luz y/o oxígeno como pueden ser los ácidos grasos, las vitaminas u otros nutrientes es el rápido deterioro de los mismos, que se traduce en una pérdida de nutrientes. Pues bien, encapsulando dichos principios activos en el interior de los anteriormente citados liposomas o ciclodextrinas se logra evitar dicho deterioro, dando lugar a alimentos mucho más estables que podemos tener más tiempo en la nevera sin que pierdan sus características originales. Por otro lado, la industria alimentaria tiene como objetivo prioritario elaborar alimentos que «entren por los ojos y la nariz al consumidor». De nada sirve un alimento con buenas características nutricionales si presenta un color o aroma desagradables. Mediante la encapsulación molecular se logra no solo enmascarar aquellas características que puedan suponer un rechazo para el consumidor, sino potenciar y prolongar durante el tiempo los olores y sabores que más nos atraigan. Mayonesas, bebidas refrescantes, chicles o productos de pastelería son algunos de los productos que se encuentran en las superficies comerciales en los que ya se ha aplicado la nanotecnología alimentaria para alcanzar los objetivos que les he contado. Pero, aunque la estabilidad de nutrientes y la mejora de características sensoriales son objetivos claros de la industria alimentaria, la principal aplicación de la nanoencapsulación de principios bioactivos no es ni más ni menos que el desarrollo de nuevos alimentos funcionales, los grandes protagonistas de este libro. La fuerte competencia existente en el sector alimentario ha provocado que las empresas estén inmersas en una feroz carrera para ver quién saca antes al mercado un producto que posea cualidades diferentes a las que ofrecen los productos rivales. Muchas multinacionales están ganando la batalla gracias a la nanoencapsulación molecular, que les permite desarrollar nuevos productos ricos en proteínas, vitaminas, minerales, ácidos grasos, carotenos, flavonoides, etc. que las técnicas clásicas no logran alcanzar. Haga un alto en la lectura de este capítulo y dedique unos segundos a pensar una respuesta para la siguiente cuestión. Imagínese un zumo de frutas enriquecido en un ácido graso omega-3 procedente del pescado. Como se

podrá imaginar no es nada fácil solubilizar una grasa en un zumo acuoso y tampoco que el zumo no presente un ligero sabor al pescado del que se extrajo el ácido graso omega-3. ¿Cómo podríamos lograrlo? Tradicionalmente se han añadido sustancias como las vitaminas A, E o D o los ácidos grasos omega-3 a productos con alto contenido en grasa como leches enteras o semidesnatadas. El proceso tecnológico necesario es relativamente sencillo, ya que en realidad estamos «mezclando» grasa con grasa. Sin embargo, en los últimos tiempos podemos encontrar en los supermercados alimentos de naturaleza hidrofílica como es el caso de zumos, batidos, néctares o productos lácteos desnatados que están enriquecidos en sustancias de naturaleza grasa… y la nanoencapsulación molecular se encuentra detrás de muchos de ellos. Uno de los agentes encapsulantes más empleados es la ciclodextrina, molécula que está formada por unidades de glucosa unidas entre sí formando una especie de anillo. Esta molécula tiene una cavidad interna de naturaleza hidrofóbica y una superficie externa formada por grupos hidroxilo altamente solubles en agua. Pues bien, mediante el uso de ciclodextrinas naturales que ya están aprobadas como aditivo alimentario se ha aumentado la solubilidad en medio acuoso de compuestos hidrofóbicos. En el caso anteriormente citado del zumo enriquecido en ácidos grasos omega-e, la cola hidrofóbica del ácido graso se introduce en la cavidad interna de las ciclodextrinas y la parte hidrofílica del omega-3 se queda expuesta al medio externo altamente soluble. Además, al quedar encapsulado en el interior de la ciclodextrina, el aroma a pescado del ácido graso omega-3 se elimina y el zumo no recuerda al pescado. Problema solucionado, y más si resulta que el uso de la nanoencapsulación no solo confiere mayor solubilidad al ácido graso omega3, sino que puede aumentar su biodisponibilidad por el organismo. Pero el uso de la nanotecnología alimentaria para el desarrollo de alimentos va más allá del enriquecimiento en nutrientes. Gracias a la aplicación de la nanotecnología alimentaria podemos reducir, e incluso eliminar, la presencia de sustancias como el colesterol en determinados alimentos… algo tan perseguido por la industria alimentaria aunque, como vimos en un capítulo anterior, no tiene mucho sentido desde el punto de vista

de la salud. Para obtener mantequillas, cremas o helados «bajos en colesterol» se adicionan al proceso de elaboración de dichos alimentos agentes encapsulantes como liposomas o ciclodextrinas que se unen al colesterol y lo atrapan en su interior. En pasos posteriores del procesado de dichas mantequillas, cremas o helados los complejos formados por la unión de agentes encapsulante/colesterol son fácilmente eliminados quedando el alimento original con contenido reducido, o incluso libres, de colesterol. ¿Pero este fascinante proceso de nanoencapsulación molecular se limita a la industria alimentaria? No, ni mucho menos. Todas estas ventajas han sido aprovechadas por otros sectores industriales. En el caso de la industria farmacéutica la nanoencapsulación aumenta la protección del principio activo frente a agentes externos (luz, oxígeno, etc.), lo que sirve para aumentar la eficacia del fármaco, ya que puede llegar intacto al tejido diana donde debe realizar su función sin haber sido degradado previamente. Además, mediante la encapsulación aumenta la solubilidad de muchos fármacos, lo que reduce el tiempo de absorción del medicamento. Un caso extraordinario es el uso de agentes encapsulantes para el tratamiento de enfermedades raras como la enfermedad de Niemann-Pick tipo C. Los afectados por esta enfermedad, de baja frecuencia en la población, tienen limitado el transporte lipídico lo que les provoca, entre otras cosas, que el colesterol se acumule en su cerebro pudiendo provocarles la muerte. Pues bien, mediante un proceso muy similar al que he explicado anteriormente para obtener alimentos bajos en colesterol, los agentes encapsulantes son capaces de movilizar el colesterol del cerebro de los enfermos mejorando su calidad de vida. En la industria cosmética y de los productos de aseo, el empleo de agentes nanoencapsulantes también está en auge. Muchos perfumes presentan un fuerte aroma inicial que se pierde rápidamente debido a la volatilidad del compuesto responsable. Mediante la nanoencapsulación y posterior liberación controlada del compuesto responsable del aroma se logra que éste se mantenga durante más tiempo. Éste también es el caso de algunos desodorantes de la casa Rexona, que emplean agentes encapsulantes en su composición para prolongar en el tiempo su efecto y que, como veremos en

un próximo capítulo, sustentan el mítico eslogan «Rexona, el desodorante que no te abandona». Por otro lado, la nanoencapsulación puede desempeñar un importante papel en la lucha para preservar el medio ambiente, ya que se ha demostrado la capacidad de determinadas nanopartículas para encapsular contaminantes orgánicos y metales pesados, eliminándolos tanto del suelo como de aguas contaminadas. Por último, en la industria textil en empleo de la nanoencapsulación confiere diversas propiedades a los tejidos. Así podemos encontrar en el mercado camisetas cuyos colores aguantan más tiempo los procesos de lavado, jerseys que aguantan mejor el calor o ropa interior con capacidad biocida. Incluso existe un sorprendente spray anticelulítico que contiene cápsulas de cafeína y carnitina y que promete, sorprendentemente, combatir la celulitis al aplicarse sobre la ropa. ¿PUEDE LA NANOTECNOLOGÍA AUMENTAR LA SEGURIDAD DE LOS ALIMENTOS QUE CONSUMIMOS? Aunque tal y como he mostrado, el desarrollo de nuevos productos es uno de los retos principales de la industria alimentaria del siglo XXI, la conservación de los alimentos sigue siendo el gran objetivo de la Ciencia y Tecnología de los Alimentos. Desde que Pasteur en el siglo XIX aplicó el calor a la conservación de productos alimenticios, obtener alimentos seguros que aguanten el mayor tiempo posible en las mejores condiciones sanitarias y sensoriales es un punto esencial que debe tener en cuenta cualquier tecnología emergente, y la nanotecnología alimentaria no iba a ser menos. Por ello, la mayoría de los trabajos científicos publicados y patentes registradas fundamentados en la nanotecnología alimentaria están centrados en aumentar la seguridad de los productos que consumimos diariamente. Para retrasar el deterioro de los alimentos, ya sea mediante contacto directo o indirecto con los mismos, se están investigando nanopartículas orgánicas e inorgánicas, nanoarcillas, nanofibras y otros nanocompuestos de muy diversa índole con capacidades antibacteriana y antifúngica que se están incorporando a los alimentos de forma directa o indirecta para alargar la vida

media de los mismos. Entre estas nanopartículas destacan[95]: Nanopartículas de plata. Utilizadas para inhibir, hasta en un 90%, el crecimiento de microorganismos en los alimentos. Nanopartículas de dióxido de titanio. Actúan como agentes antimicrobianos y se utilizan, principalmente, en los sistemas de filtración de frigoríficos y aspiradoras. Estos filtros permiten capturar y eliminar olores y bacterias de alrededor de 5 nm (99% de las partículas. Nanopartículas de aluminio. Se usan esencialmente en los envases flexibles para alimentos, debido a su propiedad barrera frente a la humedad o frente a gases como el dióxido de carbono o el oxígeno. También proporcionan protección frente a la radiación utravioleta. Nanopartículas de óxido de zinc. Se caracterizan por sus propiedades antibacterianas y su estabilidad física, que les confieren una serie de ventajas frente a otros materiales utilizados, puesto que no requieren luz ultravioleta para su activación y no se decoloran con el transcurso del tiempo. Aunque el empleo de nanopartículas capaces de combatir la presencia de patógenos para conservar los alimentos tiene un futuro muy prometedor, en la actualidad el uso de la nanotecnología para conservar los alimentos lo podemos encontrar en los nanosensores, un tipo de nanodispositivos que están revolucionando el mundo del envasado alimentario y, por tanto, el de la seguridad alimentaria. Etiquetas que informan de que una bebida ha alcanzado su temperatura óptima de consumo, avisadores de que el alimento no se está almacenando en las condiciones adecuadas, tintas que cambian de color si la cadena de frío se ha roto, indicadores de frescura/vida útil que controlan la calidad del alimento señalando la aparición de compuestos orgánicos consecuencia del crecimiento microbiano, componentes del sistema de envasado que interaccionan directamente con el alimento contenido prolongando su vida útil o indicadores de fugas en el envase. Es posible que ustedes no se hayan dado cuenta, pero el sector de los envases está dando un giro de 180 grados. Durante décadas el envasado alimentario se ha mantenido fiel a su

tradicional rol de contener y proteger al alimento, pero en los últimos años se le están sumando otras muchas funciones y la nanotecnología está contribuyendo a ello de forma muy significativa gracias al desarrollo de dos tipos de «nuevos» sistemas de envase: los envases activos y los envases inteligentes. Los primeros de ellos, los envases activos, se fundamentan en el uso de una combinación de gases o de sustancias antimicrobianas (algunas de ellas de carácter nanométrico) que interaccionan con el alimento en el interior del envase incrementando su vida comercial. Este tipo de envases no ofrecen ningún tipo de información al consumidor más allá de la que puede proporcionar un envase tradicional, pero sí prolongan la vida útil del alimento más tiempo que los tradicionales materiales de envasado. Pero donde la nanotecnología alimentaria ha entrado de lleno es en el desarrollo de los envases inteligentes, los grandes protagonistas de la revolución del envasado de alimentos. Los envases inteligentes basan su función en la información que proporcionan al consumidor acerca de las reacciones que están ocurriendo en el interior del envase y que se traducen en cambios en la calidad del producto. Este tipo de envases tienen dentro de su estructura una serie de dispositivos que son capaces no solo de detectar rápidamente cualquier cambio en el alimento envasado, sino también de transmitir inmediatamente al consumidor el efecto positivo o negativo de dichos cambios. ¿Y por qué la nanotecnología es esencial para el desarrollo de los envases inteligentes? Porque esos importantísimos dispositivos responsables de detectar y transmitir todo lo que ocurre en el interior de los envases, y que son el objetivo principal de muchas investigaciones científicas, reciben el nombre de nanosensores. Concretamente un nanosensor alimentario es un dispositivo de naturaleza biológica (enzima, orgánulo, tejido, célula, receptor biológico, anticuerpo o ácido nucleico, etc.) capaz de convertir cualquier tipo de señal producida por el deterioro del alimento (habitualmente de naturaleza eléctrica, óptica, térmica, mecánica, etc.) en una señal que proporcione información al consumidor relativa al estado del alimento, estimación de su vida útil y frescura, detección de microorganismos alterantes y patógenos,

factores antinutricionales, alérgenos, etc. Es posible que esta definición les haya dejado helados, aunque para solucionarlo voy a poner un ejemplo de un tipo de envase inteligente que se está comercializando actualmente y en cuya composición encontramos un nanosensor de naturaleza fluorescente. Imagínese que en su casa tiene una lata de conservas con una fecha de consumo preferente bastante larga, por lo que a usted no le preocupa tener que consumirla rápidamente. Un día esa lata sufre un pequeño golpe y, sin que usted se dé cuenta, el envase se deteriora lo suficiente como para que crezcan en su interior diversos patógenos como podrían ser Salmonella spp., Listeria monocytogenes, Escherichia coli, Staphylococcus aureus, Clostridium botulinum, etc. cuya presencia en los alimentos supone un peligro para la salud de los consumidores. En ese momento el nanosensor presente en el interior del envase, formado por miles de nanopartículas, entra en contacto tanto con esos microorganismos como con las toxinas que estos producen y da lugar a una señal externa de naturaleza fluorescente que llama la atención del consumidor y le informa de forma rápida de que el alimento se encuentra en la estado. No está mal, ¿verdad? Otros ejemplos de envases inteligentes en los que pueden encontrarse nanopartículas los encontramos en una recomendable revisión por el dietistanutricionista y tecnólogo de alimentos Aitor Sánchez[96]. Los indicadores de tiempo-temperatura son etiquetas que cambian de color cuando un alimento no está en condiciones de ser consumido debido a que se ha roto la cadena del frío. Un tipo de indicadores muy relacionados son los de tinta termocrómica cuyo fundamento se basa en la acción de tintas sensibles al calor que dan información del momento óptimo de consumo de un alimento. Es el caso de algunas marcas de cervezas como Coors o Cruzcampo en cuyas etiquetas se pueden observar unos dispositivos que cambian de color al alcanzarse la temperatura óptima para su consumo.

Por otra parte, los indicadores de humedad, gracias a su contenido en cloruro de cobalto o de cobre, nos informan de cambios en la humedad de un producto que pueden afectar las características organolépticas o saludables de un alimento. Además de la humedad o la temperatura, otro parámetro que puede ser controlado por el ciudadano mediante envases inteligentes es el crecimiento microbiano. La aparición de compuestos volátiles nitrogenados, aminas, ácidos sulfhídricos o ácidos orgánicos puede ser indicativa de la presencia de microorganismos en un alimento envasado. Pues bien, existen etiquetas en el mercado que cambian de color en presencia de alguno de estos compuestos químicos señalando así que el producto puede estar contaminado. Por último, existen indicadores de fugas que nos informan de la presencia de perforaciones en el envase que pueden alterar su contenido. ¿ES PELIGROSO INGERIR NANOALIMENTOS? Ésta es la pregunta clave que surge al enfrentarnos al campo de la nanotecnología alimentaria y cuya respuesta justifica que no existan

prácticamente nanoalimentos en el mercado: la toxicidad de las nanopartículas es el tema más candente en el nanomundo. En los últimos tiempos son muchas las voces que se han levantado en contra del empleo de la nanotecnología no solamente en el sector alimentario, sino también en otros muchos sectores. Los argumentos de los detractores del uso de nanopartículas en alimentación se basan en dos aspectos. Por un lado, estos compuestos, al tener mayor superficie, presentan una mayor reactividad que, según muchas opiniones, no está controlada. Por otra parte, las nanopartículas al tener un tamaño muy pequeño es posible que puedan atravesar barreras fisiológicas, como la barrera intestinal o la barrera hemotoencefálica, que son imposibles de atravesar por partículas de mayor tamaño, llegando a regiones del organismo humano donde no se conoce su posible toxicidad a corto o a largo plazo, lo que provoca que la evaluación de riesgos sea complicada. La EFSA, en su Guía para la evaluación de riesgos de la aplicación de nanotecnología en la cadena alimentaria, lo deja bien claro[97]: Existen en el momento incertidumbres relacionadas con la identificación, caracterización y detección de Nanomateriales que están relacionadas con la falta de test validados que cubran todas las posibles especificaciones, aspectos y propiedades de los nanomateriales. De igual manera, hay un número de incertidumbres relacionadas con la aplicabilidad de los actuales métodos estandarizados de análisis biológicos y toxicólogos para los nanomateriales… ¿Y cuál es mi posición en esta polémica que rodea a la seguridad de las nanopartículas? Pues a pesar de que no se debe alarmar a la población, los últimos artículos científicos muestran cómo queda mucho por investigar en el campo de la nanoseguridad. Actualmente no se puede ser tajante acerca de la existencia o no de riesgos por lo que es absolutamente urgente e imprescindible dejar claro a nivel científico y legislativo los potenciales efectos negativos sobre e organismo humano(si es que existen) por el uso de

nanopartículas en el campo de la alimentación. Pero no todos los problemas de la nanotecnología alimentaria residen en la seguridad de las nanopartículas. Existen grandes lagunas en torno a los métodos oficiales de detección de nanocompuestos, a su verdadera efectividad, a la legislación que debe aplicarse a los nanoalimentos o a su etiquetado. La conclusión está clara: o se soluciona lo antes posible este embrollo o mucho me temo que seguirán pasando los años y aún no podremos disfrutar de las grandes ventajas que ofrece la nanotecnología en el sector alimentario. Es necesario dejar claro que esta armonización debe ser universal, ya que no es admisible que los distintos organismos oficiales como la FDA americana, la EFSA europea u otras instituciones presentes en los cinco continentes propongan recomendaciones diferentes, e incluso opuestas, en materia de nanoalimentación. Es inconcebible que las restricciones que se le ponen a la nanotecnología alimentaria varíen significativamente de un país a otro provocando grandes diferencias en los nanomercados. Así, Estados Unidos se encuentra a la cabeza de los países donde la nanotecnología alimentaria es ya un hecho, seguidos de Japón, China y la Unión Europea. Personalmente no entiendo que en materia de salud pública las normativas sean muy diferentes entre países. ¿O es que el mismo nanoalimento puede ser peligroso o inocuo según en qué país del mundo lo consumas? EL DECÁLOGO NANOALIMENTARIO Antes de acabar este capítulo dedicado al menú nanotecnológico, y con el doble objetivo de no estancar el progreso de los nanoalimentos y de conseguir despejar todas las dudas existentes sobre sus riesgos, voy a proponer un decálogo de actuaciones que creo debería llevarse a cabo de forma urgente en el campo de la nanoalimentación. 1. Armonizar una legislación internacional en materia de nanoalimentación. 2. Validar y estandarizar de forma oficial los métodos de análisis necesarios para detectar y caracterizar la presencia de nanopartículas en matrices alimentarias.

3. No regular tecnologías sino productos individuales. Es necesario evaluar el efecto en el organismo de cada nanopartícula y no de la nanotecnología en general. 4. Establecer la toxicología de cada tipo de nanoalimento estableciendo las «dosis límites» que no habría que rebasar para que las nanopartículas empleadas sean inocuas. 5. Realizar estudios in vitro e in vivo para evidenciar los efectos beneficiosos de los nanoalimentos. 6. Conocer las posibles interacciones entre las diferentes nanopartículas incluidas en un alimento para predecir la formación de macroestructuras en el alimento. 7. Conocer las posibles variaciones en el estado físico-químico de la nanopartícula a lo largo de toda la vida útil del producto y que puedan afectar a su comportamiento. 8. Determinar la posible migración de nanopartículas que formen parte de los envases alimentarios hacia los alimentos envasados. 9. Homogeneizar de forma clara, inequívoca y universal cuáles son los pasos que hay que dar para comercializar un nanoalimento. 10. En el caso de que se establezca que un nanoalimento no presenta riesgo sobre la salud humana, prohibir etiquetados que induzcan a error al consumidor del tipo «si nanopartículas» o similares. ¿Y AHORA QUÉ? No se le pueden poner vallas al campo. Sin duda la nanotecnología es una excelente herramienta de trabajo con un enorme potencial y de eso no hay que tener dudas. La prueba de que estas palabras no son un brindis al sol es que el nuevo Programa Marco de la Unión Europea lo tiene claro: la nanotecnología es una de las seis líneas clave que la Unión Europea pone sobre la mesa para mantener su competitividad industrial. Uno de sus grandes valores añadidos es que su uso no está restringido a un área concreta y puede ser aplicada a diferentes campos científicos como la física, la química, la medicina, la alimentación, la farmacología, las comunicaciones, la biotecnología, el medioambiente y muchas otras. Sin embargo, el proceso de desarrollo de nanoalimentos está siendo más lento de lo esperado. He de dejar claro que este retraso en el éxito de la nanoalimentación no es

un factor negativo. Ni mucho menos. Hay que ir con pies de plomo en el campo de la seguridad alimentaria de los nanoalimentos para evitar problemas mayores. Por ello, el avance en la evaluación, identificación y prevención de riesgos nanotecnológicos en el campo de la alimentación debe hacerse de forma minuciosa… pero también es necesario que se adopten medidas correctas que no paralicen el desarrollo de la nanotecnología en el sector alimentario desde el punto de vista científico y legislativo. Si no se toman esas medidas el menú nanotecnológico jamás se implantará de forma definitiva. Países como EE.UU., China, Japón, Rusia, Taiwán han apostado fuerte por lo «nano» y tanto sus gobiernos como las compañías del sector alimentario están invirtiendo considerablemente en el desarrollo de la nanotecnología para aplicaciones alimentarias. Sin embargo, en España, a pesar de contar con una muy buena base científica y de que se han invertido recursos en la creación de centros de investigación dedicados a nanotecnología, como se puede leer en el informe «Nanoscience and Nanotechnology in Spain» de la Fundación Phantoms[98], el número de empresas que realizan investigación en nanotecnología no llega al centenar… y no nos podemos quedar atrás. El sistema español de I+D+i está obligado a converger con el europeo y con el del resto del primer mundo o nos quedaremos de nuevo atrás en la carrera del conocimiento científico y el desarrollo empresarial. Pero si es importante que gobiernos, empresas y científicos sigan empujando el carro de la nanotecnología, no lo es menos que se le transmita a la sociedad la importancia de la misma. La nanotecnología debe aprender de los errores cometidos en el pasado en otras áreas científicas como es el caso del desarrollo de los alimentos transgénicos donde la desinformación que tiene la población está llevando a la biotecnología a una situación muy delicada. Para ello, la divulgación científica de la nanotecnología es algo esencial. Contarle al consumidor las ventajas e inconvenientes de la realidad nanotecnológica, sin exagerar bondades pero también sin atemorizar a la sociedad, es imprescindible si queremos que el menú nanotecnológico llegue

a nuestros platos en las mejores condiciones posibles. No nos equivoquemos. Sigamos investigando en nanotecnología, pero no olvidemos divulgar los conocimientos generados a la sociedad. En caso contrario, las palabras que hace más de medio siglo pronunció el premio Nobel Richard Feynman en su glorioso discurso «There's Plenty of Room at the Bottom» en el Instituto de Tecnología de California caerán en saco roto. El reto es apasionante.

EL ELIXIR DE LA ETERNA JUVENTUD: SU MAJESTAD EL REVIDOX Para los que hacen deporte, para los que sufren del corazón, para los que tienen las defensas bajas, para los que no pueden dormir, para los que duermen mucho, para los gordos, para los flacos, para los estreñidos, para los que quieren ponerse morenos, para los que no, para ti, para mí, para todos… No, no se trata del último anuncio publicitario de una conocida marca de refrescos, sino de algunos de los grupos de población a los que van destinados infinidad de complementos alimenticios y a los que voy a dedicar los siguientes capítulos. Aunque el objetivo que persiguen es similar al de los alimentos funcionales, complementar la dieta normal mediante productos ricos en nutrientes, la principal diferencia es que los complementos alimenticios se venden en forma dosificada, es decir, en cápsulas, pastillas, tabletas, píldoras, bolsitas de polvos, ampollas de líquido, botellas con cuentagotas, etc. A pesar de la gran variedad de complementos alimenticios existentes en el mercado, el santo grial lo constituyen los suplementos que prometen retrasar el envejecimiento celular. No existe farmacia, herboristería, tienda de dietética o parafarmacia que no ofrezca una gran variedad de suplementos que se presentan como el auténtico elixir de la eterna juventud. De entre todos ellos, hay unos que destacan por tener en su formación la molécula

milagro del siglo XXI: el resveratrol. Si buscan en Google la palabra «resveratrol» aparecen millones de páginas por no hablar de los enlaces a las casas comerciales que lo distribuyen. Expresiones como «el milagro antiaging», «contribuye a retrasar nuestro reloj biológico», «refuerza nuestras barreras antioxidantes», «la píldora de la longevidad», «ralentiza el proceso de envejecimiento celular», «probado científicamente», «activador natural de las sirtuinas, la molécula de la longevidad» forman parte de los sensacionales calificativos con los que se conoce a este polifenol[99]. Ante tal avalancha de «milagros científicos» atribuidos a esta molécula, muchas empresas no han podido resistirse a comercializar todo tipo de productos basados en el resveratrol como principal principio activo, y aseguran que sus artículos son «efectivos frente al envejecimiento celular», «previenen el alzhéimer y el cáncer», «mejoran el cabello y la hidratación, firmeza y elasticidad de la piel», «reducen el colesterol malo y los triglicéridos», «cardioprotector», «antiinflamatorio». La panacea. Complementos alimenticios como Revidox, Resveradox Forte, Oxidoryl Resveratrol, Resveraserm o Resverasol no solo se venden como churros en forma de pastillas, cápsulas, etc., sino que su gran éxito comercial ha provocado la aparición de todo un merchandising alrededor del resveratrol. Libros, productos de belleza, cosméticos, nutricosméticos y hasta tratamientos de belleza en balnearios, spas o centros similares basados en las supuestas propiedades del resveratrol para alargar la vida celular han invadido este país. Sin embargo, en los últimos años han surgido muchas dudas alrededor del resveratrol y la guerra entre las marcas comerciales que lo emplean no ha tardado en desatarse. Además, el hecho de que investigadores pertenecientes a instituciones públicas se hayan decantado por una de estas marcas comerciales ha añadido más leña al fuego. ¿Son tan efectivos estos suplementos como dicen algunos? ¿Presenta la ingesta de resveratrol algún riesgo para la salud? ¿Cumplen sus ingredientes la función que publicitan? ¿Podrían alcanzarse los mismos objetivos de estos complementos con alimentos mucho más baratos de consumo habitual?

¿Juegan limpio algunos científicos pertenecientes a reconocidos centros de investigación prestando su imagen como aval de ciertos productos antienvejecimiento? Antes de enfrentarnos al análisis de la supuesta efectividad del resveratrol, vayamos al principio. ¡QUÉ ES EL RESVERATRO Y DÓNDE PODEMOS ENCONTRARLO? A pesar de que también podemos hallarlo en alimentos como nueces, cacahuetes y algunos otros, el resveratrol es polifenol que se encuentra mayoritariamente en la uva tinta. Esto, unido a las innumerables bondades que como hemos visto se le han atribuido a esta molécula, ha provocado que muchos bodegueros hayan elegido al resveratrol como la estrella de la publicidad de sus vinos. «Caldos saludables ricos en resveratrol» o «Vinos con alta capacidad antioxidante» son algunos de los eslóganes que pueden verse en las etiquetas de muchas botellas. Sin embargo, decir que un vino aporta un benefico extra sobre la salud por su contenido en resveratrol es un disparate por dos razones a cuál más surrealista. Veamos cuáles son. Hay ciertos dichos populares que de tanto repetirlos han sido elevados a realidades científicas. ¿A qué me refiero? A la creencia de que el consumo de «dos copitas de vino» al día no solo no es perjudicial sino que es muy positivo gracias a sus efectos beneficiosos sobre la salud. Yo lo llamo la «falacia del consumo moderado del alcohol». Aun a sabiendas de que me puede costar la expulsión del país, por disparar a uno de los productos estrella de la afamada dieta mediterránea, tengo que decir que esa afirmación no tiene ningún sentido. Un breve repaso a la literatura científica nos muestra que el debate sobre los potenciales beneficios del consumo moderado de bebidas alcohólicas está encima de la mesa. La gran mayoría de los científicos se alinean con la postura de la Organización Mundial de la Salud que, en un informe publicado en 2012[100], dejó clara su opinión: el consumo de bebidas alcohólicas está asociado de forma convincente con cerca de 60 tipos diferentes de enfermedades y circunstancias no deseables, incluyendo lesiones mentales y

trastornos del comportamiento, afecciones gastrointestinales, cánceres, enfermedades cardiovasculares, trastornos inmunológicos, enfermedades pulmonares, enfermedades óseas y musculares, trastornos reproductivos y daños perinatales, incluyendo un mayor riesgo de alumbramientos prematuros y de bajo peso al nacer. Además, aunque se ha demostrado un pequeño efecto protector entre el consumo ligero y moderado de alcohol sobre las enfermedades isquémicas, su ingesta ha de considerarse como abrumadoramente tóxica para el sistema cardiovascular. Ante esta situación hay otro grupo de científicos que apuestan por un consumo de alcohol, preferentemente procedente de bebidas fermentadas como el vino o la cerveza, siempre y cuando sea moderado. ¿Quién no ha escuchado alguna vez aquello de «un vasito de vino al día es bueno» o «el chupito de después es digestivo»? Sin embargo, esas unidades de medida a mí, como químico, no me terminan de convencer. ¿Qué es eso del consumo moderado?, ¿una copa?, ¿dos?, ¿tres? Un importante estudio publicado en la revista Annals of Oncology titulado «Light Alcohol Drinking and Cancer: A Meta-analysis»[101] resume los resultados sobre la salud mostrados en 222 estudios que abordan el efecto sobre la salud del consumo moderado de alcohol. Las conclusiones son claras: «El consumo de alcohol, aunque sea en pequeñas cantidades, aumenta el riesgo de padecer cáncer de la cavidad oral, faringe, esófago y mama». ¿Hay que disparar las alarmas? No. ¿Debemos abandonar el alcohol definitivamente y no probar jamás una copa de vino o cerveza? Para nada… pero tampoco creer que la «falacia del consumo moderado» nos respalda científicamente para tomar «dos copitas de vino». Una cosa es que muy de vez en cuando consumamos alcohol moderadamente y otra muy distinta que, amparándose en lo que NO dice la ciencia, promovamos el consumo moderado de alcohol en la población. Esto es equívoco, ambiguo y peligroso. El alcohol es teratogénico, neurotóxico, adictivo, inmunosupresor, perjudicial para el sistema cardiovascular, carcinogénico y aumenta el riesgo de muerte[102]. No hay más que decir. En estos momentos si ustedes son bebedores ocasionales de vino, se

estarán agarrando a la «paradoja francesa» para intentar buscarle el sentido científico a su «consumo moderado», pero tampoco es el camino. Esta paradoja tiene su origen en un cardiólogo irlandés que, a finales del siglo XIX, observó que la incidencia de accidentes cardiovasculares en Francia, un país con un alto consumo de grasa, era menor que en Irlanda. Este hecho, unido a la publicación a finales de los años 80 de algunos artículos en los que asociaban esa baja frecuencia de enfermedades cardiovasculares al alto consumo de vino en Francia, hizo que los bodegueros franceses vieran en la ciencia el arma que necesitaban para aumentar sus ventas. Sin embargo, y a pesar de que se han planteado mil hipótesis basadas en las propiedades del alcohol, del resveratrol o de otros polifenoles presentes en el vino, atribuir a esta bebida la baja incidencia en enfermedades cardiovasculares está fuera de toda lógica. Además del consumo de vino, hay muchas otras causas que pueden estar implicadas en este fenómeno como el resto de la dieta, edad, sexo, nivel socioeconómico. Recordemos una máxima: «Correlación no implica causalidad». Sé que lo que he contado es una grave afrenta a uno de los valores más codiciados de nuestro país. Si les gusta el vino, consúmalo muy de vez en cuando por el inmenso placer sensorial que ello supone, pero no busquen argumentos científicos para justificar ese consumo. No los hay. Consumir vino esperando que las bondades del resveratrol. te hagan envejecer más tarde y en mejores condiciones es absurdo por una doble razón. la primera ya la he mostrado, el alcohol. La segunda es aún más ridícula. Aunque en la uva tinta esté presente, en el vino no hay prácticamente resveratrol, por lo que esperar bondades de la nada es absurdo. Desde que se vendimia la uva hasta que se embotella el preciado líquido, se pierde prácticamente todo el resveratrol presente en las uvas. De hecho, habría que consumir cientos de botellas de vino diarias para llegar a la dosis de resveratrol que ha demostrado tener algún tipo de efecto en animales inferiores. Sinceramente, parece poco práctico. EL REVIDOX Y EL CSIC: UN MATRIMONIO BIEN AVENIDO Olvidémonos del vino como fuente saludable por su contenido en la

molécula milagro. Su alcohol no lo hace nada recomendable y además en su composición no hay apenas resveratrol, pero, ¿y si extraemos la molécula de la eterna juventud de la uva y se la añadimos a un complemento alimenticio elaborando cápsulas ricas en resveratrol? ¿Es eso posible? Por supuesto. Aislar el resveratrol de la uva para adicionárselo a comprimidos no solo es factible, sino que es la estrategia que siguen algunos de los laboratorios que venden complementos alimenticios ricos en resveratrol. Otra cosa es que eso sirva para algo. Para mostrar lo que se esconde detrás de los complementos alimenticios destinados a ralentizar el envejecimiento celular he escogido uno de ellos por varias razones. La primera de ellas es que quizás sea el suplemento que más éxito comercial ha tenido en este país en los últimos años. La segunda es que ver cómo Jorge Javier Vázquez anuncia este complemento en Sálvame no tiene desperdicio. Como he comentado, no todos los laboratorios que comercializan este estilbeno han tenido el mismo éxito de ventas. Hay uno, Laboratorios Actafarma, que ha arrasado en ventas gracias a su producto estrella: el Revidox, el rey de los complementos antienvejecimiento. Ha sido tal el éxito de este producto, no solo en España sino también más allá de nuestras fronteras, que todo un mundo de productos derivados de este complemento ha inundado los centros comerciales. Pastillas, cremas, libros, publirreportajes en los programas estrellas de los principales canales de televisión… de todo hay en el reino del Revidox.

¿Cuáles han sido las causas de su éxito? La primera es evidente. Fue el primer tipo de complemento alimenticio que salió al mercado basado en el resveratrol. Quien da primero da dos veces. Además llevaba el respaldo de la actual Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición. La segunda, quizás la más decisiva, es el respaldo que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha dado a este producto desde que empezó a comercializarse. En su publicidad, tal y como se puede ver en la imagen, Revidox aparece avalado por una patente obtenida por un grupo de investigación perteneciente al CSIC de la que no disponen otros productos similares. Esta patente es, para muchos consumidores, el gran valor añadido del Revidox, el factor que marca la diferencia con respecto al resto de

complementos basados en el resveratrol. De hecho, en una encuesta que realicé entre distribuidores y compradores del Revidox para averiguar cuál era la razón prioritaria de su gran éxito de ventas, la respuesta fue prácticamente unánime: la confianza sobre su efectividad que otorga la patente del CSIC. Sin embargo, que la confianza en el Revidox se sustente en su patente no tiene mucho sentido. Veamos la razón. ¿Es cierto que este famoso complemento alimenticio dispone de una patente obtenida por investigadores del CSIC? Sí. Concretamente es la ES 2177465 B1[103], avalada en su día por la desaparecida Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, y que está disponible para su consulta pública. ¿Y esa patente tiene algo que ver con los efectos sobre la salud del Revidox? Para contestar a esta crucial preguntal, lo primero que debemos conocer es la función que tiene el resveratrol en la uva. A las plantas, frutas o verduras no les importa que a nosotros nos siente bien consumirlas, nos fascinen sus colores, nos entusiasmen sus olores o nos desagrade su textura. Todos los procesos fisiológicos tienen un significado para el ser vivo que los desarrolla independientemente de si son del gusto o no del observador. Cuando una manzana se oxida aparecen unas manchas negras que no suelen gustar al consumidor, pero a la manzana dichas manchas le sirven para defenderse del ataque de patógenos. Pues bien, el resveratrol es un arma que emplea la uva para defenderse de ataques externos. En condiciones normales, este polifenol se encuentra a bajas concentraciones en la uva pero, cuando es atacada por cualquier agente extraño, la propia uva aumenta la concentración de resveratrol para utilizarlo como arma de defensa. En el caso de la famosa patente, los investigadores del CSIC tratan la uva con luz ultravioleta. Para defenderse del daño que le provoca dicha luz, la uva aumenta significativamene la cantidad de resveratrol presente en su interior. Al final de todo el proceso obtenemos uva con altos niveles de este polifenol. A continuación ese resveratrol se extrae de la uva y se añade a las cápsulas del Revidox. Punto y final. No hay más. Hasta aquí todo correcto, pero, a fin de cuentas, si se compra este complemento alimenticio, no importa mucho la forma de extraer el resveratrol. Lo único que interesa al consumidor es si va a servir de algo

gastarse una importante cantidad de dinero o no. Por esta razón, la pregunta clave es la siguiente: ¿Qué dice la patente de la efectividad del Revidox? Pues siento ser tan tajante, pero la patente ES 2177465 B1 no dice nada acerca de si el resveratrol sirve o no sirve para ralentizar el envejecimiento celular o si tiene algún efecto beneficioso sobre la salud del consumidor. Solamente se refiere al proceso de obtención del resveratrol a partir de la uva que se emplea para elaborar las milagrosas cápsulas. Por tanto, todos aquellos que piensen que por poseer una patente del CSIC y publicitarla a bombo y platillo el Revidox es efectivo, se equivocan. De acuerdo, la dichosa patente no implica que tenga efecto sobre la salud el Revidox. Olvidémonos de ella, pero ¿qué dice la comunidad científica y las autoridades europeas sobre la efectividad del resveratrol presente tanto en el Revidox como en otros complementos alimenticios de la misma gama? No conozco una molécula que genere más controversia entre los investigadores que este compuesto perteneciente a la familia de los estilbenos. Una rápida búsqueda en Pub Med o en Science Direct da como resultado cientos de artículos que avalan sus propiedades y otros cientos que dicen lo contrario. Incluso en los congresos dedicados a estudiar a fondo esta molécula no hay unanimidad, más bien lo contrario. ¿Y qué dicen las autoridades oficiales al respecto de la eficacia del resveratrol? En el año 2010, la EFSA emitió un informe[104] en el que dictaminaba, por un lado, que no existe ninguna relación entre el consumo de resveratol procedente de la uva y las propiedades antioxidantes y, por otro, que afirmar que el resveratrol protege de los radicales libres causantes de la oxidación celular es otro gran error. Según su Grupo de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos, los resultados publicados hasta el momento sobre el consumo de resveratrol en organismos inferiores, en animales o en pequeños grupos de población humana no pueden extrapolarse a toda la sociedad. Es necesaria más investigación que ofrezca resultados definitivos, hasta entonces comercializar suplementos basados en este famoso polifenol está fuera de lugar. Pero si el resveratrol, la molécula de la eterna juventud, no tiene autorizada ninguna «health claim», ¿cómo es posible que en la publicidad de

los complementos alimenticios ricos en este compuesto podamos leer que ayuda a «ralentizar el envejecimiento celular»? Porque estamos en un caso similar al descrito para el Actimel. La estrategia del asterisco vuelve a aparecer, pero con el agravante de que el logo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) aparece en la publicidad de alguno de estos productos. Y eso, en mi opinión, es grave. Si analizamos la lista de ingredientes del Revidox, vemos cómo aparece un compuesto llamado Stilvid®, una mezcla de polifenoles rica en resveratrol patentada por los laboratorios responsables del Revidox y detrás de la que se encuentra el CSIC. ¿Es el Stilvid® el causante de «ralentizar el envejecimiento celular» en lugar del resveratrol? La EFSA tampoco ha aprobado ninguna declaración positiva para el Stilvid®. Tampoco existe informe oficial alguno que verifique que esta mezcla de polifenoles tenga efectos positivos sobre la salud e incluso el tercer componente del Revidox, el extracto de granada que tan de moda se ha puesto últimamente, ha sido objeto de un informe negativo de la EFSA que tira por tierra todos los efectos beneficiosos que se le están achacando[105]. ¿Entonces ningún ingrediente del Revidox ha sido aprobado por la EFSA? ¿Es un timo? No es un timo y es absolutamente legal, aunque yo, personalmente, me siento muy defraudado. En la etiqueta del Revidox, escondido, pasando casi inadvertido porque jamás se nombra en la publicidad, aparece el nombre de un mineral para el que se han emitido ni más ni menos que 7 alegaciones saludables: el selenio. Cualquier complemento alimenticio que lleve solamente el 15% de la cantidad diaria recomendada de selenio (8,5 microgramos9 puede poner en su etiqueta, si ruborizarse, que contribuye al mantenimiento del cabello en condiciones normales; al mantenimiento de las uñas; al funcionamiento normal del sistema inmunitario; a la espermatogénesis normal; a la función tiroidea normal y a la protección de las células frente al daño oxidativo[106]. ¿Todo eso puede decirlo en su publicidad cualquier alimento por llevar esa cantidad de selenio? Sí, pero si se han dado cuenta, ninguna de las alegaciones saludables aprobadas por la EFSA dice literalmente que la presencia de selenio permita publicitar que el Revidox «ayuda a ralentizar el

envejecimiento celular». Curioso. Además, el selenio es un mineral fácil de encontrar en la dieta diaria. Son rarísimos los casos de personas que presentan déficit de selenio, ya que este mineral se encuentra presente a concentraciones muy significativas en gran variedad de alimentos que forman parte de nuestra dieta diaria como el pescado, los mariscos, las carnes rojas, los granos, los huevos, el pollo, el hígado, el ajo y muchos otros y, por lo tanto, no es necesario suplementarse. Para hacernos una idea, en 100 gramos de atún, cuyo precio ronda el euro, hay 115 microgramos de selenio, casi 15 veces más de la cantidad de selenio necesaria para prometer que «ayuda a la protección de las células frente al daño oxidativo», que es lo que más se parece, por decir algo, al eslogan «Ayuda a ralentizar e envejecimiento celular» que aparece en el envase del Revidox. Señores, por menos de «10 céntimos de atún» ya pueden ustedes usar dicho eslogan publicitario en cualquier alimento gracias a su contenido en selenio. No pierdan de vista el siguiente dato… y es que a veces uno da más información con lo que calla que con lo que cuenta. Uno de los investigadores del CSIC que ha participado en e desarrollo y comercialización del Revidox publicó un libro titulado Revidox Confidencial o cómo la ciencia puede ayudar a retrasar el envejecimiento[107], alabando constantemente a este complemento alimenticio. Sin embargo, un dato muy curioso es que en dicho libro no aparece la palabra selenio (el único ingrediente con «health claim» aprobado por la EFSA) por ningún sitio y, por el contrario, se nombra constantemente al resveratrol, al Stilvid® y a la granada, que no solo no tienen ni una sola alegación saludable aprobada, sino que poseen informes muy negativos sobre sus potenciales beneficios. ¿Y cuál es la razón de que se omitan estos datos en el dichoso libro? Habría que preguntárselo a ellos. Anteriormente he comentado que la guerra entre las diferentes casas comerciales que comercializan productos basados en el resveratrol es a cara de perro. En esa lucha, y para intentar demostrar que su complemento es mejor que el de la competencia, hay gente que, en mi opinión, se ha pasado. Un ejemplo es el escritor de dicho libro, un investigador del CSIC implicado

en el desarrollo del Revidox. Según afirma dicho científico en su obra, el resveratrol que se emplea en el Revidox procede de la uva y el que usa la competencia para elaborar sus complementos alimenticios se extrae de una planta china que tiene otros constituyentes (antraquinonas) que pueden tener efectos laxantes. Creo que es importante en este punto, aclarar un par de cosas. No seré yo quien niegue que los laboratorios Actafarma emplean en la formulación de este complemento resveratrol de origen vínico, aunque sí es cierto que si han vendido más de un millón de unidades de Revidox, y haciendo caso de la publicidad que dice que «Una cápsula de Revidox equivale a 45 kg de uva», una rápida operación matemática produce desasosiego. Al existir 30 cápsulas por caja, y aun teniendo en cuenta el incremento en la producción de resveratrol al incidir luz UV sobre la uva según su patente, tendrían que haber sido utilizados 153 millones de kg de uva para producir ese millón de cajas de Revidox, lo que según las últimas estadísticas de producción vitivinícola representaría un porcentaje muy significativo de la uva que se recolecta anualmente en España. Si esto es así, estoy preocupado por los amantes del vino en nuestro país… se van a quedar sin uva. Por otra parte, creo que insinuar que el resveratrol que emplean otros complementos puede tener efectos secundarios (laxantes) por proceder de una planta china no es una buena idea. Para que un compuesto pueda comercializarse debe pasar unos controles sanitarios muy exhaustivos. En el caso de que exista algún tipo de sospecha sobre su posible toxicidad, se debe poner en conocimiento de las autoridades pertinentes y no usar esa información (en caso de que sea cierta) para resaltar las bondades de unos productos frente a otros. No le demos más vueltas. Si una casa comercial está convencida de que el resveratrol (o el Stilvid®) sirve para «ralentizar el envejecimiento celular» lo tiene muy fácil. No hace falta ni que bajen su precio para ser más competitivos. Lo que deben hacer es enviar su complemento a la EFSA para que este organismo oficial emita un informe positivo sobre su supuesta capacidad para ralentizar el envejecimiento celular y dejar de adicionar

selenio a su producto para venderlo a precio de oro. Si logras que la EFSA avale tu producto, podrás anunciar a bombo y platillo que eres el único en tener las bendiciones de la EFSA. Si no lo logras, es que tu producto no es útil, por lo que deberías retirarlo inmediatamente del mercado. Sin más. Un aspecto muy preocupante del caso del Revidox es el papel que el CSIC está desempeñando en toda esta campaña. Es difícil de entender qué hace un centro científico de gran prestigio avalando públicamente un complemento alimenticio que, aunque promete ralentizar el envejecimiento celular, basa su éxito en el valor añadido que le concede una patente científica que no tiene nada que ver con su funcionalidad. Sería necesario que alguien explicase por qué los científicos implicados en este producto hacen hincapié en hablar de las propiedades beneficiosas de tres de sus ingredientes (resveratrol, Stilvid® y extracto de granada) cuando ninguno posee el aval de la EFSA. No estaría de más que contasen al ciudadano por qué jamás hablan de la presencia del selenio en la composición del Revidox. Antes de finalizar el análisis del Revidox, quisiera hacer una reflexión sobre la publicidad de este producto que se puede ver en televisión. En uno de los programas con más audiencia de TV y que llega a millones de personas, Sálvame, su archiconocido presentador (Jorge Javier Vázquez) y todos los famosos colaboradores (Kiko Matamoros, Lydia Lozano, Karmele Marchante, Mila Jiménez, etc.) hacen publicidad del Revidox. Además, en el mismo programa suele aparecer una persona con bata blanca (escenificando a un profesional sanitario) que simula trabajar en la «Clínica Antienvejecimiento Centro Revidox para el estudio de la edad biológica» donde trata a todos los famosos protagonistas de Sálvame con este complemento alimenticio. ¿Es ilegal es publicidad? No, estamos en el mismo caso de los alimentos funcionales destinados a disminuir el colesterol protagonizados por Induráin y Del Bosque. A pesar de que el Real Decreto 1907/1996 sobre publicidad de productos con pretendida finalidad sanitaria prohíbe la publicidad «que pretenda aportar testimonios de profesionales sanitarios, de personas famosas o conocidas por el público o de pacientes reales o supuestos, como medio de inducción al consumo», dicho Real Decreto solamente se aplica a productos

con finalidad sanitaria y el Revidox, al ser considerado complemento alimenticio, no entra dentro de esa categoría como tampoco entraban los alimentos funcionales. A pesar de que la información que llega al consumidor es claramente sanitaria, eslóganes como «Ralentizar el envejecimiento celular» o «Reducir el colesterol» se acogen a distintas normativas según formen parte de la publicidad alimentaria o farmacéutica, y esto no tiene ningún sentido. Pero lo más grave es que la evaluación de la efectividad del fármacos y complementos alimenticios que usan el mismo tipo de publicidad también es distinta y el ciudadano es el claro perjudicado de este caos del que se aprovechan principalmente las empresas que comercializan los complementos alimenticios, ya que su normativa es mucho más permisiva que la de los fármacos. A estos últimos se les exigen pruebas de su efectividad que no se le piden a los complementos. Pero ¡ojito!, que hay veces que a los publicistas se les va la mano y sí pueden ser sancionados. En 2015 el programa Sálvame diario de Telecinco (Mediaset), presentado por Jorge Javier Vázquez fue sancionado por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) con 324.000 euros por el incumplimiento de la Ley General de la Comunicación Audiovisual (LGCA) en la emisión de un microespacio de salud con publicidad encubierta de varios productos de la empresa Actafarma, entre ellos el mismo Revidox. ¿Cuál fue la causa de la sanción a la que la cadena puede recurrir? Que las comunicaciones emitidas establecían vínculos con el anunciante a través de un hashtag y una página web «en un entorno apto para inducir al telespectador a error en cuanto a su naturaleza». Además, la CNMC ha destacado que en ningún momento de la emisión se advierte de su tratamiento como publicidad ni aparece ninguna sobreimpresión es ese sentido. Es decir, publicidad encubierta. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia ha advertido de que el modelo de publicidad encubierta sancionado alcanza en este caso «una especial gravedad», ya que se trata de un espacio que aborda temas de salud. Delicado. Además, la CNMC también ha sancionado al programa Qué tiempo tan feliz de la misma cadena con 600.006 euros por la misma razón. En este programa Meli

Camacho anuncia infinitos productos de alimentación y cosmética sin que aparezca por ningún lado la mención de publicidad. Según la CNMC, estas actuaciones pueden inducir al público a error en cuanto a la naturaleza de la inserción al tratarse de un mensaje publicitario que no es reconocido como tal. Estas sanciones son, en mi opinión, una gran noticia para la lucha contra el marketing pseudocientífico. Sin embargo, me preocupan dos cosas. La primera es que no se sanciona al producto en sí. de hecho, si Telecinco hubiese insertado la palabra «publicidad» en alguna esquina de la pantalla no hubiese sido sancionada. La segunda preocupación es evidente: ¿ustedes creen que las cuantías de esas multas son suficientes o piensan como yo que son rídículas al lado de lo que gana la cadena con la emisión de esos «anuncios»? STILVID CARDIO… EL HERMANO GEMELO DE REVIDOX Creo que a lo largo de este libro ha quedado muy claro que soy amante de los dichos populares. Aquí va otro que viene muy a cuento con lo que voy a comentar a continuación para intentar responder las preguntas que he dejado en el aire acerca del extraño papel del CSIC en toda esta historia: «¿No quieres caldo? Pues toma dos tazas». Cuando encontré Stilvid Cardio, el complemento alimenticio de Actafarma destinado a «contribuir el normal funcionamiento del corazón» y que también cuenta con el aval del CSIC, confiaba en que los laboratorios hubieran cambiado de estrategia. Esperaba que, esta vez, hubieran optado por que su nuevo complemento fuese evaluado por el máximo organismo europeo en materia de alimentación. Me equivoqué. La estrategia, tristemente, se repite. Stilvid Cardio tampoco ha sido evaluado por el Grupo de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la EFSA. En la composición de este complemento alimenticio aparecen tres ingredientes principales: Stilvid®, hidroxitirosol y tiamina. ¿Les suena alguno? Sí, han acertado. De nuevo la mezcla de polifenoles rica en resveratrol avalada por el CSIC, Stilvid® vuelve a aparecer en escena. Pero esta vez no

está asociado al envejecimiento celular como en el caso del Revidox sino al normal funcionamiento del corazón. Sin embargo, la EFSA no ha aprobado su utilidad ni para una cosa ni para la otra. Por otra parte, la hidroxitirosol, un compuesto con una importante actividad biológica que se encuentra en la aceituna y en el aceite de oliva virgen extra, tampoco tiene el aval de la UE para que los productos que lo contengan en su composición puedan publicitar que contribuyen al normal funcionamiento del corazón. Incluso tiene informes negativos acerca de su capacidad para mantener las concentraciones de colesterol en sangre o para controlar la presión arterial. Además, tampoco cuenta con informes positivos sobre su efectividad para reducir las inflamaciones, contribuir a las defensas del organismo o ayudar al funcionamiento del tracto gastrointestinal[108]. Eso sí, según la EFSA un aceite de oliva que contenga un mínimo de 5 mg de hidroxitirosol y sus derivados por cada 20 g de producto sí que contribuye a la protección de los lípidos de la sangre frente al daño oxidativo. Sin embargo, el Grupo de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la EFSA deja bien claro en dicho informe que estas cantidades de polifenoles pueden alcanzarse fácilmente a través de una dieta equilibrada que lleve una moderada cantidad de aceite de oliva, por lo que no es necesario consumirlos mediante suplementos alimenticios. ¿Y cuál es el micronutriente que han introducido los laboratorios Actafarma para no tener que mandar la documentación de Stilvid Cardio a la EFSA? La vitamina B1, también llamada tiamina, que podemos encontrar a concentraciones muy superiores a las que exige la EFSA para poder decir que «ayuda al funcionamiento del corazón» en alimentos como la carne magra de cerdo, el lomo embuchado, los pistachos, las chuletas de cerdo, las habas secas, las avellanas, el maíz, la mortadela. De hecho, en 100 gr de jamón serrano hay casi 5 veces más de la cantidad de Vitamina B1 necesaria para ayudar a nuestro corazón según la EFSA[109]. De la misma forma que ocurría con el Revidox y el selenio, sin la presencia de Vitamina B1 en su composición Stilvid Cardio no podría ser comercializado como un producto para ayudar al corazón. Eso sí, tanto en la

publicidad del Revidox como en la del Stilvid Cardio no se hace alusión ni al selenio ni a la vitamina B1 respectivamente. ¿Es casualidad que en todas las entrevistas que se han hecho a los responsables de estos dos compuestos olvidasen citar a los únicos responsables de las «health claims» relacionadas con el envejecimiento celular y el funcionamiento del corazón? Yo no creo en las casualidades. Esto es blanco y en botella.

Todo lo que han leído en este capítulo es extremadamente grave. A las ya consabidas dudosas prácticas realizadas por diferentes empresas de alimentación, se suma ahora el respaldo del CSIC a este tipo de productos.

Hay que reconocer que se están haciendo investigaciones publicadas en revistas científicas sobre estos complementos alimenticios en personas con ciertas patologías[110]. Sin embargo, y hasta que la EFSA avale las propiedades del resveratrol o del Stilvid®, el CSIC no debería prestar su imagen para respaldar estos suplementos. Repito lo dicho anteriormente. Con lo fácil que sería enviar a la EFSA toda la documentación que Actafarma crea conveniente acerca del Revidox y Stilvid Cardio para que este organismo oficial emita un informe positivo (o negativo). Todas las demás estratagemas, por muy legales que sean, cosa que habría que discutir, ya que el hecho de que una información sea veraz no siempre va asociada a su legalidad porque puede inducir a error al consumidor, están fuera de lugar. Escribir esta capítulo no ha sido nada fácil. Como científico, sería mezquino denunciar la mala praxis científica de grandes firmas internacionales y callar lo que, en ocasiones espero que puntuales, ocurre en nuestra propia casa. Creo firmemente en las bondades del resveratrol. Llevo trabajando en esa molécula muchos años y espero que algún día se confirmen las esperanzas que desde hace años hay depositadas en él. Hasta entonces, los científicos no podemos sumarnos a todos aquellos agentes que emplean estrategias como las descritas en este artículo. Seamos rigurosos para que la confianza que la sociedad tiene en la ciencia y en el científico no desaparezca. Eso es lo peor que nos puede pasar. A pesar de todo lo expuesto, no me gustaría que pasen al siguiente capítulo con mal sabor de boca. Háganme caso, y para recargar las pilas de cara a lo que van a leer a continuación, tómense una buena ensalada con atún que les proporcione la cantidad de selenio necesaria para poder presumir ni más ni menos que de las 7 «health claims» expuestas acerca del Revidox. Luego no duden en zamparse una buena catalana con jamón y aceite de oliva que les permita presumir de mantener su corazón en condiciones gracias a ese jamón, que me chifla, y, ya que le hemos añadido el preciado oro líquido procedente de la aceituna al bocata, proclamen también a los cuatro vientos que los lípidos de su sangre están protegidos frente al daño oxidativo… no es mal plan.

NO POR MUCHO EMPASTILLARTE ADELGAZAS MÁS TEMPRANO La obsesión por adelgazar, en algunos casos justificada por problemas de salud y en otros rayando lo absurdo por modas sociales, ha provocado la aparición de un amplio abanico de terapias complementarias para la reducción de peso corporal que están comenzando a sustituir a la buena alimentación y a la práctica de ejercicio físico. Entre ellas destacan el uso de hierbas, el consumo de suplementos alimenticios, la homeopatía, la hipnosis o la acupuntura. El motivo de esta moda está claro. Tal y como podemos leer en el artículo «Complementary Therapies for Reducing Body Weight: A Systeatic Review» publicado en la revista Int. J. Obesity[111], hay pacientes que creen que estas terapias son más fáciles de cumplir que una dieta adecuada o la práctica de ejercicio físico y más «naturales» que las opciones farmacológicas recetadas por médicos. Aunque cada una de esas surrealistas terapias alternativas merecería un amplio apartado dentro de este libro, en este capítulo solo voy a centrarme en el uso de complementos alimenticios para adelgazar, una gama de productos con una cuota de mercado cada vez mayor, pero que en su gran mayoría poseen dos negativas características. El Real Decreto 1430/1997 (modificado por el artículo único del R. D. 868/2008), por el que se aprueba la reglamentación técnico-sanitaria específica de los productos alimenticios destinados a ser utilizados en dietas

de bajo valor energético para reducción de peso, dice en su artículo 4 que «El etiquetado, la publicidad y la presentación de los productos alimenticios destinados a ser utilizados en dietas de bajo valor energético para reducción de peso no contendrá ninguna referencia al ritmo o a la magnitud de la pérdida de peso a que puede llevar su consumo». A pesar de lo que dice la ley, solo hay que pasear por cualquier establecimiento para ver decenas de complementos que prometen perder «x kg en x semanas»,¿por qué nadie hace aplicar la ley vigente? La segunda característica que poseen los complementos alimenticios es la ineficacia de la mayoría para cumplir aquello que prometen. Por este motivo, muchos de ellos entran a formar parte de lo que el Gobierno de Navarra, en un brillante estudio realizado para detectar fraudes, denominó productos milagro, entendiéndose éstos como: «… aquellos [productos] que se comercializan como poseedores de propiedades para el tratamiento o prevención de enfermedades, para modificar el estado físico o psicológico, o para restaurar, corregir o modificar funciones fisiológicas, sin estar respaldadas por suficientes pruebas técnicas o científicas acreditadas, expresamente reconocidas por la administración sanitaria». ¿Y qué dice la ciencia al respecto? En el año 2011, la revista Obesity publicó un interesante trabajo que llevaba por título «Food Supplements for Body Weight Reduction: a Systematic Review of Systematic Reviews»[112]. El él se analizaban los artículos publicados por diferentes investigadores de todo el mundo acerca de nueve ingrediente muy empleados en los complementos alimenticios para adelgazar: goma guar, picolinato de cromo, Ephedra spp., Citrus aurantium (naranja amarga), ácido linoleico conjugado, calcio, glucomanano, quitosano y Camellia sinensis (té verde)… los resultados y las conclusiones de las revisiones sistemáticas son decepcionantes. La gran mayoría de los artículos analizados llegaron a la misma conclusión: no existen evidencias científicas que demuestren que estos ingredientes tengan efecto alguno sobre la reducción del peso corporal. Además, según esta importante revisión, los pocos artículos que afirman que el consumo de alguno de estos compuestos tiene un pequeño efecto sobre la

disminución de la obesidad presentan graves fallos metodológicos relacionados con el tamaño de la muestra, la corta duración de los estudios realizados o el tratamiento estadístico de los resultados. Por último, muchos de los resultados pueden estar falseados, ya que los investigadores que los llevaron a cabo no controlaron otras variables de estilo de vida que tienen una influencia importante en el peso corporal como el ejercicio físico realizado por la población estudiada o el resto de los alimentos ingeridos. La literatura científica es clara sobre la nula efectividad de estos ingredientes, pero eso no impide que las principales casas comerciales de suplementos alimenticios inunden las superficies comerciales de complementos que prometen ayudar a perder peso. Pues bien, en este capítulo voy a desmontar, basándome en criterios científicos, tres productos destinados a adelgazar que hacen furor en el mercado y que no he elegido al azar. Cada uno de ellos sigue un mecanismo diferente para abordar la pérdida de peso: la adipoconversión entre la grasa parda y la blanca, la cronobiología y el bloqueo de hidratos de carbono. Estos mecanismos son muy interesantes desde el punto de vista científico pero, como dicen los propios investigadores, aún queda mucho camino por recorrer. Sin embargo, hay empresas que, haciendo oídos sordos a todos aquellos científicos que recomiendan no vender la piel del oso antes de cazarla, no han tenido el más mínimo pudor para usar estas prometedoras líneas de investigación como reclamo publicitario de complementos alimenticios que no tienen ningún tipo de rigor científico. LA GRASA BUENA, LA MALA Y EL CURIOSO «OBEXTREM 7 CLINICAL» En la primera década del siglo XXI se descubrió que las personas adultas tenemos dos tipos de grasa. Una de ellas es la conocida como grasa blanca, también llamada grasa mala, un tipo de lípidos que da lugar a los odiosos michelines y al sobrepeso. El otro tipo es la denominada grasa parda, la buena, responsable de quemar calorías y de reducir los depósitos de la grasa blanca.

Juan I. Pérez Iglesias, Coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, lo explicaba muy bien[113]: «Mientras que la grasa blanca —la normal— es un almacén de energía, la parda es una especie de estufita. Su función se limita a producir calor. A los efectos, su única función es ésa; cuando se activa su metabolismo, los lípidos de sus células se metabolizan (podría decirse que se queman, pero sin llama) y de esa actividad lo único que resulta es calor, agua y CO2. No hacen ningún trabajo, solo producen calor. A los bebés les viene muy bien porque al ser pequeños lo pierden con facilidad a través de la piel y les resulta muy difícil mantener estable su temperatura corporal. Al crecer, ese tejido va desapareciendo. De hecho, hasta hace poco se pensaba que los adultos carecemos de grasa parda, pero ahora sabemos que no es así, porque algunos la conservan o, al menos, conservan una parte. Y lo que es más significativo: suelen ser personas delgadas. En efecto, resulta que quienes tienen una estufita interna que quema grasa, y así produce calor, pasan menos frío en invierno y, por si eso fuese poco, no suelen tener problemas de sobrepeso porque la grasa que metabolizan se elimina y, por lo tanto, no se acumula en el organismo». Pues bien, desde que se descubrió la grasa parda muchos grupos de investigación están buscando moléculas que sean capaces de transformar la grasa mala en buena. El principal objetivo de esos grupos es poder introducir dichas moléculas en fármacos, de forma que permitan reducir los altos niveles de obesidad que sufre la población. Hasta ahora, y aunque los avances son importantes, no se ha dado aún con una molécula que permita la «adipoconversión» sin provocar efectos adversos. Es cierto que se ha visto cómo el frío y el ejercicio son capaces de activar la grasa parda, pero no creo que muchos de ustedes estén dispuestos a pasar frío durante una larga temporada con tal de perder peso. Es necesario seguir investigando para encontrar la manera de convertir la grasa blanca en parda o, dicho de otra forma, la mala en buena. En la carrera científica por encontrar una solución a este importante problema, el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas publicó en el año 2014 un artículo en la revista Cell Metabolism que supuso una auténtica conmoción en la investigación de la relación grasa parda/grasa blanca. En el

estudio titulado «A Switch from White to Brown Fat Increases Energy Expenditure in Cancer-Associated Cachexia»[114] se demostró cómo la grasa parda, la supuestamente buena, es también la responsable de la caquexia, la pérdida de peso que sufren algunos enfermos de cáncer y que es responsable directa de la muerte de uno de cada tres pacientes. El proceso de caquexia se produce en fases avanzadas de diferentes tumores (estómago, páncreas, esófago, pulmón, etc.) y hasta no hace mucho se asociaba a una especie de autocanibalismo en el que el organismo recurría a todas las reservas energéticas posibles para alimentar las necesidades del crecimiento del tumor. A partir de ahora, el mecanismo de conversión de grasa blanca en parda entra a formar parte del proceso de caquexia. La grasa buena, en determinadas situaciones, ya no es tan buena. En el artículo publicado en Cell, que recoge resultados obtenidos en ratones, se demuestra cómo el cáncer puede activar de forma descontrolada la transformación de grasa blanca en parda, consumiéndose los depósitos de grasa y avanzando la caquexia, pero hay que ser prudentes y ver si se reproducen los resultados hallados en humanos. Sin embargo, los síntomas de la caquexia mejoran cuando la conversión de grasa blanca en parda se neutraliza proporcionando así una prometedora vía terapéutica. Como asegura uno de los investigadores responsables del trabajo «es la primera vez que este fenómeno quemagrasa se asocia a un efecto negativo… Los resultados confirman que en humanos la grasa parda no debe estar ni demasiado activada, como en el caso de los pacientes con cáncer, ni inactivada, como sucede con las personas obesas». Además, los investigadores responsables observaron el papel de una molécula, la citoquina IL-6, en este fenómeno, ya que al bloquearla mejoraba la salud en los ratones al desaparecer totalmente la caquexia. En definitiva, en algunas ocasiones es bueno disponer de un fármaco que promueva el paso de grasa blanca a parda para evitar la obesidad y, en otras, se necesita un fármaco cuyo objetivo sea bloquear dicha transición para evitar la caquexia. Pues bien, en el marco de toda esta apasionante investigación aparece en escena Obextrem 7 Clinical, un complemento alimenticio que,

sorprendentemente, promete convertir la grasa blanca en parda. ¿Por qué he escrito la palabra «sorprendentemente»? Por una razón más que evidente. Si cientos de investigadores en todo el mundo están intentado dar con la molécula que regule el paso de grasa blanca a grasa parda, ¿cómo es posible que exista un complemento alimenticio que logre el mismo proceso? ¿Es que no se han enterado los mejores investigadores internacionales del área de la existencia de este producto de la empresa Actafarma? Como decía Papuchi, el padre de Julio Iglesias, todo esto es «Raro, raro, raro» por lo que debemos analizar la efectividad de Obextrem 7 Clinical. En la página web de Actafarma se puede leer lo siguiente: Tras una intensa labor de investigación, Laboratorios Actafarma presenta el EFECTO ADIPOCONVERTER®, el exclusivo mecanismo que permite reducir y eliminar la grasa blanca mediante su transformación en grasa parda (ADIPOCONVERSIÓN), lo que se traduce en una pérdida de peso y volumen corporal, sin riesgo de padecer el conocido efecto rebote, ya que potencia un proceso que ocurre de forma natural en nuestro organismo. Para conseguir estos revolucionarios efectos, y según se puede leer en diversas páginas web, este complemento alimenticio se puede tomar por tiempo indefinido, pero es recomendable hacer varios tratamientos de 3-4 meses varias veces al año. Teniendo en cuenta que cada caja lleva 98 comprimidos, que se deben ingerir 7 de ellos al día y que su precio es de 45 euros si no pillan algún descuento… más vale que funcione el tratamiento porque si no la broma le puede resultar cara. Según Actafarma el secreto de Obextrem 7 Clinical reside en la ingestión diaria de 6 cápsulas de Amko® (2 antes del desayuno, 2 antes de la comida y 2 antes de la cena) y 1 cápsula de Adigras® (justo antes de acostarse). Analicemos la composición de ambas cápsulas y veamos cuál de ellas es responsable de la conversión de la grasa blanca en parda. El principio activo que se esconde tras Amko® es un extracto de

Amorphophallus konjac, una planta de cuyas raíces tuberosas se obtiene el glucomanano. ¿Y ese glucomanano tiene algún efecto sobre la salud? Pues sí, pero nada que ver con la conversión de la grasa blanca en parda. La EFSA autorizó en 2010 la siguiente declaración de salud: «El glucomanano, en el contexto de una dieta restringida en energía, contribuye a la pérdida de peso»[115]. La declaración solo puede acompañar a alimentos que contengan un gramo de glucomanano por porción, siempre que se avise al consumidor de que el beneficio se obtiene con una ingesta diaria de tres gramos de glucomanano en tres dosis, tomadas antes de las comidas junto con 1-2 vasos de agua, en el contexto de una dieta hipocalórica y en adultos con un verdadero exceso de peso. ¿Cómo realiza su efecto adelgazante el glucomanano? Comportándose como fibra dietética no digerible en el intestino delgado, lo que provoca un efecto de saciedad que quita las ganas de comer. Punto. No hay la más mínima evidencia científica de que glucomanano convierta la grasa blanca en parda. Incluso en el artículo publicado en la revista Obesity anteriormente citado se puede leer que ese poder adelgazante observado en el glucomanano no implica pérdidas de peso relevantes a largo plazo. Una vez demostrado que el primer tipo de cápsulas de Obextrem 7 Clinical no produce el más mínimo efecto en lo que se refiere a la conversión de la grasa blanca en parda, veamos qué efectos tiene la ingesta de la segunda de las cápsulas que forma parte de este complemento. Bajo el nombre de Adigras® se esconde un ingrediente desarrollado a partir de extractos de Allium sativum, Vitis vinifera y Capsicum spp., capaz de actuar, teóricamente, sobre los tres mecanismos principales de nuestro organismo para movilizar y destruir la grasa acumulada:

1. Bloquea la adipogénesis blanca, mediante la inhibición de la diferenciación de preadipocito a adipocito blanco. 2. Activa y potencia la transformación de los depósitos de grasa blanca a grasa parda, mediante un efecto en cascada de sensibilización de la membrana y reestructuración celular promovido por señales lipolíticas (factor BDNFα). 3. Activa y potencia la destrucción de la grasa acumulada por combustión calórica, mediante un fenómeno de activación génica mitocondrial (gen de la termogenina UCP-1). Muy bien, eso según la publicidad de Obextrem 7 Clinical, pero la agencia europea ha sido categórica al respecto: no se puede establecer una relación causa-efecto entre el consumo de capsaicina (compuesto químico de la familia de las oleorresinas presente en el pimiento picante Capsicum spp.) y su capacidad para incrementar la oxidación de ácidos grasos o para el mantenimiento del peso corporal después de la pérdida de peso. Tampoco hay informes positivos sobre la posibilidad de que el extracto de Capsicum spp. provoque el paso de grasa blanca a parda.

Por otra parte, no existe ninguna evidencia científica respaldada por la máxima autoridad europea en materia de alimentación de que la ingesta de extractos de Allium sativum (ajo) tenga efectos positivos sobre el organismo. De hecho, existe un informe negativo[116] sobre su capacidad para reducir la presencia de microorganismos patógenos en el sistema gastrointestinal. Como se imaginarán de la «adipoconversión», nada de nada. Por último, tampoco existe ninguna prueba de que los extractos de la vid (Vitis vinifera) puedan producir ningún tipo de efecto sobre el peso corporal, el paso de grasa blanca a parda, ni nada por el estilo. Todos los informes de la EFSA sobre este ingrediente de Obextrem 7 Clinical son negativos. Después de este análisis del complemento alimenticio de Actafarma, ¿qué conclusión se puede extraer? Pues creo que está muy clara. De los dos tipos de pastillas (Amko® y Adigras®) que componen Obextrem 7 Clinical solamente la primera de ellas tiene un efecto saciante, ya que actúa como fibra dietética por la presencia de glucomanano. Sin embargo, para obtener el mismo efecto existen decenas de complementos mucho más baratos que no se basan en la «adipoconversión de grasa blanca en parda» y, sobre todo, muchos alimentos ricos en fibra que provocan los mismos efectos saciantes y otros muchos beneficios. Todo esto me parece grave. Hay cosas con las que no se juega. En este apartado les he mostrado las dos caras de la ciencia o, mejor dicho, el doble uso que se puede hacer de ella. Mientras en muchas partes del mundo hay investigadores que, poco a poco, van descubriendo las importantísimas rutas metabólicas implicadas en diferentes enfermedades, en otros lugares hay gente que se dedica a usar el nombre de la ciencia para «otras cosas». Ustedes eligen con qué opción se quedan. LA CRONOBIOLOGÍA DE TURBOSLIM CRONOACTIVE MEN Y EL FIASCO DE LA COENZIMA Q10 La cronobiología es otra de las disciplinas en la que se están apoyando otras empresas para comercializar productos que prometen adelgazar. ¿En qué consiste? La cronobiología, una palabra de origen griego (kronos significa tiempo,

bios, vida y logos, estudio), se define como la ciencia que estudia cómo oscilan las distintas variables del organismo a lo largo del tiempo[117]. Se ha demostrado científicamente que la gran mayoría de los fenómenos que ocurren en el interior de nuestro organismo sufren una oscilación, que se repite a lo largo de un periodo de 24 h. Entre estos fenómenos destacan algunos muy evidentes, como el ritmo de sueño-vigilia, y otros que no lo son tanto, como la producción de hormonas y enzimas. Dentro de la cronobiología, desarrolla un papel muy importante lo que se conoce como el «Sistema Circadiano» (circadiano: cerca de un día), que es el encargado de dirigir las variaciones de la gran cantidad de procesos que se producen en nuestro cuerpo a través de un «marcapasos» principal situado en nuestro cerebro que funciona gracias a un «reloj molecular». De hecho, y a partir de los estudios de microarrays, se acepta en la actualidad que del 10 al 30% del genoma humano queda bajo el control de relojes moleculares circadianos. Esto implica que la expresión de la mayor parte de las variables de la conducta, psicológicas y bioquímicas muestran ritmos circadianos. El correcto ajuste de este reloj es lo que permite mantener un estado de buena salud y su desajuste puede influir significativamente en la aparición de graves patologías entre las que se pueden destacar: Síndrome metabólico (diabetes, trastorno del metabolismo de las grasas). Problemas de sueño. Síndromes de avance/retraso de fase (desincronización de los ritmos sueño-vigilia con los horarios habituales). Influencia sobre el envejecimiento. Algunos tipos de cáncer. Pues bien, otra de las patologías sobre las que se ha demostrado que la cronobiología tiene una especial influencia es la obesidad. En la actualidad, y con la ayuda de la cronobiología, se pueden establecer no solamente «cuáles» son los factores implicados en la obesidad, sino también «cuándo» se producen estos factores. Un estudio realizado en 2013 por investigaciones de diferentes

universidades y publicado en la revista International Journal of Obesity[118] ha llegado a la conclusión de que lo más determinante para adelgazar no es simplemente lo que se come, sino cuándo se come. Según los científicos implicados, las conclusiones alcanzadas en el estudio podrían cambiar las futuras estrategias de adelgazamiento, que deberían tener mucho más en cuenta el momento de la comida y no solo el consumo de calorías, como se había creído hasta ahora. Los resultados indican que aquellos individuos que retrasan hasta tarde la comida principal del día —después de las 15:00 horas — muestran una pérdida de peso significativamente menor que los que comen más temprano. Como ya se estarán imaginando, con la interesantísima cronobiología se ha repetido la película de la adipoconversión entre la grasa parda/blanca. Diversas casas de complementos alimenticios se han apropiado de la investigación puntera sobre cronobiología para asegurar que sus productos permiten adelgazar gracias a ella. Éste es el caso de Turboslim Cronoactive Men, un complemento alimenticio de Forté Pharma que, según reza su publicidad, posee acción adelgazante gracias a que se adapta naturalmente a los ritmos del cuerpo. Turboslim Cronoactive Men está compuesto por dos tipos de comprimidos, el comprimido Día y el comprimido Noche que Forté Pharma aconseja tomar durante un mes como mínimo y renovar si es necesario. A 33,40 euros la caja, ¡una pasta! Pues bien, el comprimido Día, que debe ingerirse antes del desayuno, contiene CLA (Ácido Linoleico Conjugado). Según Forté Pharma el CLA produce una acción adelgazante focalizada. ¿Y eso está demostrado? Veamos. Realmente por el nombre de CLA se conoce no a uno, sino a una familia de por lo menos 28 isómeros del ácido linoleico encontrados principalmente en la carne y productos lácteos provenientes de rumiantes. Desde el punto de vista estructural la gran diferencia entre el ácido linoleico conjugado y el ácido linoleico tradicional es que mientras el primero de ellos presenta dos dobles enlaces conjugados (alternados por un único enlace simple), en el ácido linoleico los dobles enlaces no están conjugados.

Debido a la fama alcanzada por esta molécula gracias a sus supuestas propiedades beneficiosas, grandes empresas del sector lácteo, como Central Lechera Asturiana a través de su gama Naturlínea, convirtieron al CLA en el protagonista de sus líneas de alimentos dietéticos. Al mismo tiempo ha pasado a ser uno de los productos más vendidos en gimnasios y centros deportivos. Sin embargo, en la revisión titulada «Conjugated Linoleic Acid Intake in Humans: A Systematic Review Focusing on its Effect on Body Composition, Glucose, and Lipid Metabolism») y publicada en la prestigiosa

revista Crit. Rev. Food Sci. Nutr. en el año 2006[119], un grupo de investigadores españoles lo dejaba bien claro: no hay evidencias suficientes para decir que el CLA tiene el más mínimo efecto sobre la obesidad… pero la EFSA ha sido, incluso, más contundente: el CLA no tiene ningún efecto positivo ni como molécula adelgazante, ni como producto dietético para mantener la línea ni como suplemento deportivo[120]. Además, el organismo europeo tampoco ha encontrado ningún indicio de que este ácido graso pueda proteger a distintas moléculas como el ADN, proteínas o lípidos frente a procesos de oxidación y tampoco que pueda estimular al sistema inmune, tal y como publicitan determinadas empresas. A pesar de que hay empresas que insisten en que se les aprueben determinadas alegaciones saludables para sus productos ricos en CLA, la UE no para de emitir informes en su contra. El último, hasta el momento de publicación de este libro, es del año 2015[121]. Veamos qué ocurre con las pastillas que según Forté Pharma hay que ingerir de noche para completar el sistema circadiano. En el comprimido Noche, que debe tomarse antes de la cena, el CLA se asocia a Oxylia Total, un complejo exclusivo a base de romero, alubia y la coenzima Q10 (CoQ10), uno de los ingredientes más famosos de los últimos tiempos y que, además de encontrarse de forma natural en numerosos alimentos, forma parte de innumerables productos funcionales, suplementos deportivos, nutracéuticos, cosméticos, etc. Debido a la omnipresencia de la CoQ10 en cientos de productos que se venden en todo tipo de superficies comerciales, he creído conveniente analizar concienzudamente este producto. La Coenzima Q, cuya estructura química no fue dilucidada hasta 1958 por E. Wolf y un grupo de investigación perteneciente a los archiconocidos Laboratorios Merck, no se puede considerar un compuesto individual, sino que es una familia de moléculas que difieren en el número de isoprenos que posee su cadena lateral. A pesar de que en la naturaleza podemos encontrar organismos con 6 unidades de isopreno (Saccharomyces cerevisiae), 8 (Escherichia coli), 9 (Caenorhabditis elegans) o una combinación de 9 y 10 (Mus musculus), en humanos la forma de CoQ más habitual es la CoQ10, que desempeña diversas funciones de gran importancia como las relacionadas con su capacidad antioxidante, su papel como transportador de electrones, su

participación en la beta-oxidación de ácidos grasos y en la síntesis de nucleótidos o su rol en la regulación de la apoptosis. El hecho de que esta molécula esté implicada en los principales sistemas de obtención de energía ha provocado que diferentes sectores la hayan incluido en la formulación de sus complementos. Sin embargo, las evidencias científicas de la efectividad de estos productos no están nada claras. Según se puede leer en un documento[122] de la máxima autoridad europea en materia de alimentación, los suplementos de CoQ10 no han demostrado que puedan influir positivamente en el rendimiento físico, ni que bajen los niveles del «colesterol malo» en humanos, ni que ayuden a mejorar la función muscular, ni mucho menos que favorezcan la síntesis de ATP. Tampoco hay evidencias de que esta molécula pueda ayudar a regular la presión arterial, ni a proteger la oxidación del ADN, lípidos o proteínas y, por supuesto, de ayudar a adelgazar nada de nada. Un auténtico fiasco este ingrediente presente en la pastillita de noche de Forté Pharma. Seamos contundentes. La ciencia no avala Turboslim Cronoactive Men. No existe ningún trabajo científico que respalde este producto. El anunciado efecto adelgazante de este producto no se basa en el rigor científico y publicitar un producto en base a una supuesta relación (no demostrada ante los organismos oficiales) con una interesantísima disciplina científica como la cronobiología es, desde mi punto de vista, abusar de la ciencia. EXCESS CONTROL 500 O CÓMO INTENTAR ADELGAZAR BLOQUEANDO LOS HIDRATOS DE CARBONO Durante mucho tiempo toda farmacia que se precie tenía en su escaparate Excess control 500, otro producto de Actafarma que se publicita como capaz de ayudar a perder peso empleando un tercer mecanismo diferente al descrito para los dos complementos alimenticios anteriormente citados: el bloqueo de la absorción de hidratos de carbono para quemar grasa sin perder masa muscular. La panacea. Cuando consumimos carbohidratos complejos (cereales y sus derivados, patatas y legumbres), el organismo libera al intestino delgado una enzima producida en el páncreas, la alfa-amilasa, que degrada las largas cadenas de

almidón en sus unidaes más simples (glucosas) para que éstas puedan atravesar la barrera intestinal y ser transportadas por la sangre hasta las células para su aprovechamiento. Sin embargo, en el caso de no ser utilizadas, esas unidades de glucosa se acumulan pudiendo contribuir a ganar peso. Una estrategia empleada desde hace tiempo para mantener o reducir el peso es adicionar a los productos ingredientes con supuesta capacidad para inhibir la alfa-amilasa, de forma que el organismo no pueda degradar el almidón y, por tanto, no se acumulen unidades de glucosa. Se trata de conseguir bloquear la absorción de hidratos de carbono. Pues bien, en los últimos años se ha puesto muy de moda añadir a complementos alimenticios phaseolamina, una proteína supuestamente capaz de inhibir a la dichosa enzima y que se extrae de las vainas de la judía blanca, especie Phaseolus vulgaris de la familia Fabaceae, originaria de Centroamérica y Sudamérica.

¿Y qué tiene que ver la phaseolamina con el Excess control 500? Es su ingrediente estrella. Según se puede leer en la ficha técnica de este producto, la phaseolamina presente en su composición reduce la absorción de los hidratos de carbono, evitando así que el exceso pueda depositarse en forma de grasa. Como consecuencia se reduce el impacto calórico, contribuyendo

así a mantener nuestra línea. En la web de Actafarma se afirma además que la judía blanca ayuda a reducir el peso, la masa corporal, el tejido adiposo, el diámetro de la cadera, cintura y muslo, sin perder masa muscular. Además, según se puede leer en dicha web, este complemento alimenticio está destinado a: Aquell@s preocupados por su línea. Aquell@s que tengan que comer regularmente fuera de casa por trabajo. Aquell@s que después del gym quieran disfrutar de una pizza o un buen plato de pasta. ¿Y todo eso es cierto? Veamos. Si ustedes recuerdan, para que la EFSA dé el visto bueno a las propiedades beneficiosas de un alimento o ingrediente alimenticio deben cumplirse tres premisas. 1. Que el alimento (o el ingrediente alimenticio) esté bien caracterizado. En este caso la phaseolamina lo está. Prueba superada por Excess control 500. 2. Comprobar que la alegación que se le quiere atribuir está claramente definida y, además, ejerce un efecto beneficioso sobre la salud. La EFSA corrobora que la alegación «pérdida de peso» está bien definida y, además, tiene un efecto beneficioso sobre la salud. Prueba superada por Excess control 500. 3. Verificar que existe una correlación entre la ingesta del alimento (o ingrediente alimenticio) y tal alegación («health claim»). Pues en este caso no se ha demostrado científicamente que la ingesta de phaseolamina dé lugar a una reducción de peso. Prueba no superada por Excess control 500. Según un demoledor informe[123] de la EFSA, hay muchos estudios in vitro que demuestran que la phaseolamina tiene capacidad para inhibir la alfa-amilasa, pero no hay suficientes estudios in vivo que demuestren su efecto en humanos. Para los científicos de la UE los pocos estudios que se han realizado en humanos tienen grandes errores metodológicos. Concretamente el informe critica abiertamente el estudio que Actafarma

presenta en su página web para avalar las supuestas propiedades de Excess control 500 indicando que un estudio que no sobrepasa los 30 días no es nada concluyente. Además la agencia muestra cómo en un estudio de mayor duración (8 semanas) no se observó ninguna diferencia entre el grupo al que se le administró phaseolamina y el control. Un desastre. Como ustedes ya se podrán imaginar, Actafarma no se quedó de brazos cruzados y se unió a la cada vez más larga lista de empresas que tiran de la «estrategia del asterisco» introduciendo en la composición de su producto un micronutriente que le permita incluir alguna «health claim». En este caso el elegido fue mi amigo el cromo, ese precioso elemento químico de número atómico 24 que se encuentra en el grupo 6 de la tabla periódica de los elementos. Respecto a sus fuentes dietéticas la levadura de cerveza y el hígado tienen concentraciones elevadas de cromo; los mariscos, los granos enteros, los quesos, el pollo y el salvado tienen un contenido intermedio. Si se fijan en la lista de ingredientes del Excess Control 500 de Actafarma, encontrarán uno que responde al nombre de Picolinato de cromo, precisamente uno de los nueve ingredientes estudiados en el trabajo «Food Supplements for Body Weight Reduction: a Systematic Review of Systematic Reviews»[124] y que no mostró resultados satisfactorios sobre la reducción de peso. La cantidad de este elemento químico que lleva cada unidad es de 20 microgramos, por lo que se supera el 15% de la cantidad diaria que obliga la ley para poder poner la «health claim» asociada al cromo… pero aquí viene la gran sorpresa que diferencia a este producto de Actafarma del resto de los productos que usan la estrategia del asterisoco (léase Actimel, Stilvid Cardio, etc.). Si nos vamos al Reglamento 432/2012 de la UE, podemos observar que el hecho de añadir más del 15% de cromo solamente le permite añadir a Actafarma las dos siguientes alegaciones saludables: El cromo contribuye al metabolismo normal de los macronutrientes. El cromo contribuye a mantener niveles normales de glucosa en sangre. Pues bien, Actafarma hace una lectura algo «especial» de la segunda de

esas «health claims» aceptadas para el cromo, especialmente de la segunda, suponiendo o dando a entender que si «El cromo contribuye a mantener niveles normales de glucosa en sangre», eso implica que la presencia de este compuesto ayuda a mantener el peso. ¿Y es esto cierto? Tampoco. Lo que Actafarma no cuenta es que en el mismo dictamen de la EFSA en el que se aprueban esas dos «health claims» se deniegan otras, entre las cuales curiosamente se encuentra una que dice lo siguiente: Sobre la base de los datos presentados, el Grupo Especial concluye que las pruebas aportadas son insuficientes para establecer una relación de causa y efecto entre la ingesta dietética de cromo y la contribución al mantenimiento o logro de un peso corporal normal. ¿Y a qué conclusión podemos llegar después de todo lo expuesto? Pues que a diferencia de Danone y Mercadona que se ajustan palabra por palabra a lo que le permitía el resquicio del asterisco, Actafarma para publicitar el Excess control 500 emplea frases como «Ayuda a perder peso», «Reduce el impacto calórico de los hidratos de carbono» y similares que no aparecen en ningún informe positivo del grupo de científicos que forman parte de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. Las evidencias científicas no dejan lugar a dudas. No está demostrado que la phaseolamina sirva ni para perder peso ni, incluso, para mantenerlo. Por otra parte, el cromo tampoco tiene ningún dictamen positivo por parte de la EFSA para nada por el estilo. Tras analizar desde el punto de vista científico 3 complementos alimenticios «adelgazantes» que tienen un gran éxito de ventas, me gustaría hacer una reflexión más allá de seguir recomendándoles una dieta sana y la práctica de ejercicio. Es absolutamente necesario que, al igual que los medicamentos convencionales para la reducción de peso corporal deben demostrar la eficacia antes de recibir una licencia, los complementos alimenticios se sometan a las mismas pruebas de funcionalidad. No se puede estar vendiendo cientos de complementos que prometen «el oro y el moro»

sin que nadie evalúe si son efectivos o no. Sí, ya sé que es mucho pedir después de ver cómo la administración pública hace dejación de sus funciones, pero no por ello debemos dejar de exigir que no se juegue con nuestra salud… ni con nuestro bolsillo.

NUEVE DE CADA DIEZ EMPRESAS DE COSMÉTICA TE TOMAN EL PELO… Y TAMBIÉN LA CARTERA Aparquemos durante unos capítulos el mundo de la alimentación y entremos de lleno en el mundo de la cosmética, un sector donde la trampa, la mentira y las medias verdades están a la orden del día, el rigor científico brilla por su ausencia y el marketing pseudocientífico campa a sus anchas. ¿Estoy diciendo que todos los cosméticos son un fraude? Ni mucho menos, pero en muchos de ellos el engaño al consumidor es una norma. Empecemos. Desde tiempos inmemoriales la búsqueda de la belleza ha sido el objetivo de muchas civilizaciones. Culturas como la egipcia, la griega, la romana, etc., no dejaron de buscar y probar distintas sustancias que les permitieran oler mejor, tener una piel más tersa, más luminosa, más atractiva… Sin embargo, a lo largo de la historia la picaresca ha estado asociada a los cosméticos. Son muchos los ejemplos de polvos, potingues y brebajes que prometían ser el elixir de la eterna juventud y cuyos efectos jamás se demostraron. Quizás el más famoso fue el bálsamo de Fierabrás, una poción mágica capaz de curar todas las dolencias del cuerpo humano que forma parte de las leyendas del ciclo carolingio. Según la leyenda épica, cuando el rey Balán y su hijo Fierabrás conquistaron Roma robaron en dos barriles los restos del ungüento con que fue embalsamado el cuerpo de Jesucristo y que se suponía tenía el poder de curar las heridas a quien lo bebía.

El bálsamo de Fierabrás fue pasando de generación en generación y ha reaparecido en muchas ocasiones a lo largo de la historia, hasta el mismísimo Miguel de Cervantes lo nombra en varios capítulos de su Don Quijote de la Mancha. Concretamente en el capítulo X del primer volumen, después de una de sus numerosas palizas. Don Quijote confiesa a Sancho Panza que él conoce la receta del bálsamo. En el capítulo XVII, Don Quijote muestra a Sancho que los ingredientes no son otros que aceite, vino sal y romero… más o menos los mismos componentes de decenas de cosméticos que se venden en la actualidad a precios desorbitados. Pues bien, han pasado siglos desde aquellas aventuras y hay que reconocer que la cosmética no ha pasado de moda. En la actualidad, el sector de los productos de belleza es uno de los que más dinero mueve. Concretamente en el conjunto del mercado ibérico (Espaya y Portugal) la cifra de ventas se acerca a los 5.000 millones de euros. Incluso en tiempos de crisis, la cosmética, aunque evidentemente ha notado el bajón de ventas, no lo ha hecho tanto como otros sectores. ¿La razón? Hay caprichos que aún están al alcance de muchos y no solo de los que poseen grandes fortunas. No, no hablo de grandes yates, lujosos coches o la cirugía estética. Me refiero a perfumes como los que publicitan conocidas actrices o cremas como las que emplean cotizadas modelos que sí constituyen un «pequeño lujo» al alcance de muchos de nosotros. Estos pequeños caprichos nos permiten, aunque de forma efímera, formar parte de ese grupo selecto también llamado «clase alta». Usar la cosmética para soñar no es tan caro y sabedora de ello la industria cosmética gasta una fortuna en publicidad hasta el punto de que Procter & Gamble y L'Oréal son las dos empresas líderes en facturación pubicitaria en España[125]. Pero como les he dicho anteriormente, la trampa y el engaño siempre han ido asociados a este tipo de productos. Al antiguo bálsamo de Fierabrás del ciclo carolingio le han sucedido en pleno siglo XXI infinidad de pócimas antienvejecimiento basadas en péptidos presentes en el arroz, cremas que prometen reactivar los genes y estimular las proteínas de la juventud, pontingues regeneradores de filamentos de ADN, ungüentos que dicen contener rayos infrarrojos en su interior, ecoduchas milagrosas, aminoácidos

que por arte de magia se convierten en proteínas, etc. De todo hay en el reino de la cosmética y nadie pone freno a la publicidad engañosa. EL MARCO LEGAL La regulación de los productos cosméticos es un caos tanto por las leyes vigentes como por los organismos encargados de hacerlas cumplir. Hagamos una breve revisión de las armas de las que dispone el consumidor para defenderse de los engaños cosméticos. En cuanto a la normativa general, según el artículo 5.1 de la Ley de Competencia Desleal se considera «práctica comercial desleal por engañosa a cualquier conducta que contenga información falsa o información que, aun siendo veraz, por su contenido o presentación induzca o pueda inducir a error a los destinatarios, siendo susceptible de alterar su comportamiento económico, siempre que incida sobre alguno de los siguientes aspectos: […] b) Las características principales del bien o servicio, tales como su disponibilidad, sus beneficios, […] o los resultados que pueden esperarse de su utilización, o los resultados y características esenciales de las pruebas o controles efectuados al bien o servicio». Por otra parte, la publicidad específica de productos cosméticos se encuentra regulada por la Legislación sobre Productos cosméticos, productos de higiene y biocidas de uso en higiene personal que se puede leer en la web del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad[126]. Las principales leyes vigentes son el Reglamento marco (CE) n.º 1223/2009 y el Real Decreto 1599/1997 (parcialmente derogado a partir del 11 de julio de 2013, en lo que se oponga al Reglamento (CE) n.º 1223/2009). Pues bien, el artículo 16.1 del Real Decreto 1599/1997 dispone lo siguiente: «Sin perjuicio de lo establecido en las normas reguladoras de la publicidad, el texto, denominaciones, marcas, imágenes y otros signos, gráficos o no, que figuren en el etiquetado, los prospectos y la publicidad de los productos cosméticos no atribuirán a estos características, propiedades o acciones que no posean o que excedan de las funciones cosméticas señaladas en el artículo 2, como propiedades curativas, afirmaciones falsas o que induzcan a error».

Según se puede deducir de ambos textos legales, si la publicidad de un cosmético puede inducir a error al consumidor, se puede considerar engañosa y, por tanto, ilícita por desleal. Hasta ahí todo correcto, pero la aplicación literal de estas leyes entra en un terreno farragoso: la interpretación de la publicidad por parte del ciudadano. Es decir, la siempre peligrosa subjetividad. Según la legislación actual la interpretación de la publicidad debe hacerse tomando como parámetro el del consumidor medio, que es aquel normalmente informado y razonablemente atento y perspicaz, quien, además, deberá haber interpretado el anuncio en su conjunto teniendo en cuenta los factores sociales, culturales y lingüísticos[127]. ¿Normalmente informado? ¿Razonablemente atento y perspicaz? ¿Interpretar el anuncio en su conjunto? Todas estas subjetividades son resquicios legales a los que se han acogido las empresas para escapar de multas, ya que según argumentan ellas no tienen la culpa de que el consumidor se crea al pie de la letra ciertos mensajes publicitarios claramente exagerados. Surrealista. ¿Y quién se encarga de hacer cumplir la ley en materia de cosmética? La responsable en nuestro país es la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) que tiene, entre sus cientos de actividades, la regulación de los cosméticos y productos de higiene personal. Sin embargo, la función principal de la AEMPS en este campo es controlar la seguridad de estos productos y no si son efectivos o no. Por otra parte, en 1995 se creó la Asociación para la Autorregulación de la Comunicación Comercial (Autocontrol) una asociación sin ánimo de lucro formada por anunciantes, asociaciones, agencias, medios de comunicación y otras empresas que prestan servicios a la comunicación comercial y que se encarga de gestionar el sistema de autorregulación publicitario español. Pero qué quieren que les diga, una asociación que regula la actividad publicitaria de las empresas y al frente de la cual están las mismas empresas no creo que sea la solución ideal. Un modelo parecido y que funciona perfectamente es la Advertising Standards Authority (ASA), el organismo regulador de la publicidad del Reino Unido y que ya ha logrado retirar varios anuncios sobre cosmética.

Uno de los spots publicitarios retirados gracias a la intervención de la ASA fue el anuncio de L'Oréal Revitalift 10 protagonizado por la ganadora de un Oscar Rachel Weisz. La ASA declaró que se trataba de un anuncio engañoso, ya que la imagen digitalizada de la actriz en el anuncio impreso vendía un rendimiento exagerado de la crema antiarrugas. El anuncio en cuestión decía literalmente «La piel luce más suave, la tez se ve aún más… No es un lavado de cara, es Revitalift.» Según la ASA «la llamativa fotografía de la actriz parecía demasiado buena para ser verdad». Otros casos de anuncios de cosméticos donde intervino la ASA fueron los de Lancôme con Julia Roberts y el de Maybelline con Christy Turlington que también habían sido mejorados digitalmente. El organismo británico logró la retirada de un anuncio de la marca de cosmética Rodial que hacía publicidad engañosa de una crema para el cuerpo. El anuncio rezaba: «Consigue un cuerpo de infarto con un 50% de pérdida de volumen en 24 horas… Consigue el cuerpo que luce Mila Kunis en la imagen de Esquire gracias a esta fórmula intensiva que ayuda a reducir la celulitis rápidamente». La ASA sentenció que «no se ha presentado ninguna prueba de la eficacia que se dice que tiene el producto o de que Mila Kunis haya conseguido esa figura que se muestra en la imagen como resultado del uso del producto, por lo que hemos llegado a la conclusión de que es engañosa». Este organismo inglés también a emprendido una cruzada contra el fraude en las máscaras de pestañas: han sido multadas tanto L'Oréal como Rimmel por emplear a Penélope Cruz y a Kate Moss respectivamente en sus anuncios sin poder demostrar que ambas no llevaban pestañas postizas. Según la ASA estos anuncios «pueden haber exagerado los beneficios de estos productos y son susceptibles de engañar a los consumidores». Este caso provocó que la propia L'Oréal denunciara ante la ASA a la marca de cosméticos Dior, al considerar que el anuncio de su máscara de pestañas protagonizado por la actriz Natalie Portman era engañoso. El organismo regulador ordenó la rectificación de la campaña publicitaria.

Pero todos estos ejemplos que les acabo de proporcionar son casos excepcionales. La ASA u otros organismos similares no pueden ser los encargados de velar por el cumplimiento de la eficacia de todos los cosméticos existentes en el mercado ya que, entre otras muchas cosas, regulan la publicidad de muchos otros sectores comerciales, no solo de la cosmética. Por este motivo, durante años la ausencia de un organismo oficial en la industria de los productos de belleza que controlara rigurosamente la efectividad de las propiedades anunciadas por los cosméticos, y la inexistencia de una legislación internacional que regulara la situación en este sector permitieron auténticos disparates. No hacía falta mostrar ningún estudio que valorara los efectos publicitados, no era necesario decir en qué población se había realizado la investigación precomercialización (en el caso de que se hubiese llevado a cabo), nadie obligaba a las empresas a mostrar la metodología empleada para conseguir los efectos anunciados a bombo y

platillo. Las superficies comerciales estaban repletas de perfumes, cremas, champús, etc., que no se sostenían desde el unto de vista científico, pero que, al igual que en el caso de la alimentación, empleaban en su publicidad términos, conceptos y fundamentos científico-tecnológicos para atraer al consumidor. Como habrán observado, les estoy escribiendo en tiempo pasado. ¿Por qué? ¿Ha ocurrido algo en los últimos tiempos que haya cambiado la situación? La respuesta es «sí y no». Les cuento. Tras años de impunidad en el sector de la cosmética, el 10 de julio de 2013 se aprobó el Reglamento (UE) 655/2013 por el que se establecen los criterios comunes a los que deben responder las reivindicaciones relativas a los productos cosméticos. Dicha normativa establece como fecha inicial de su aplicación el 11 de julio de 2013. Esta normativa no es una chapuza como lo es su prima hermana, el reglamento (UE) 1924/2006 que regula la publicidad en el campo de la alimentación del cual hemos hablado en capítulos anteriores. En el caso de los cosméticos, el Reglamento (UE) 655/2013 no sigue los mismos derroteros, marcando claras diferencias con lo legislado en el sector alimenticio. En caso de cumplirse lo legislado, podemos fiarnos, por fin, de que las propiedades atribuidas a los productos cosméticos en su publicidad están basadas en criterios científicos. Según la normativa 655/2013, los productos cosméticos (cremas, champús, perfumes, serúms, etc.) juegan un papel muy importante en la vida de los ciudadanos, por lo que es importante garantizar que la información que se transmite al consumidor mediante reivindicaciones (eslóganes publicitarios) sea útil, comprensible y fiable. Estas reivindicaciones deber permitir a la población no solo tomar decisiones con conocimiento de causa, sino también elegir los productos que mejor se adapten a sus necesidades y expectativas. Por último, las reivindicaciones relativas a los productos cosméticos deben tener como principal objetivo informar fielmente a los usuarios de las características y cualidades de los productos, siendo esenciales para estimular la innovación y fomentar la competencia. No me parece mal.

Para no volver a incurrir en los errores del pasado donde la trampa estaba a la orden del día en el sector de los productos de belleza, los legisladores han establecido en el anexo I de la normativa europea 18 criterios comunes que deben cumplir los cosméticos y que han sido divididos en 6 categorías: cumplimiento de la legislación; veracidad; datos que sustentan la reivindicación; honradez; imparcialidad y toma de decisiones con conocimiento de causa. Veamos aquellos más importantes, bien sea porque arrojan luces sobre la caótica situación actual de la publicidad de productos cosméticos o porque siembran alguna duda sobre la efectividad de la nueva normativa. LAS LUCES Las reivindicaciones de productos cosméticos, explícitas o implícitas, tienen que sustentarse con elementos de prueba apropiados y verificables, cualquiera que sea su tipo, incluidas, en su caso, evaluaciones de expertos. Si se utiliza un estudio como prueba, éste debe ser pertinente para el producto y el beneficio que se reivindica, debe basarse en metodologías bien diseñadas y ejecutadas correctamente (válidas, fiables y reproducibles) y debe respetar las consideraciones éticas. La evaluación de la aceptabilidad de una reivindicación debe basarse en la ponderación de las pruebas aportadas en el conjunto de estudios, datos e informaciones disponibles, según la naturaleza de la reivindicación y los conocimientos generales de los usuarios finales. En esta primera «luz» he agrupado tres criterios que, en teoría, reflejan el final de la impunidad para todas aquellas empresas que atribuían cualquier propiedad a sus productos sin necesidad de que estuviese sustentada por ningún estudio científico. Hasta ahora, un producto podía publicitar en su envase prácticamente lo que le viniese en gana y además era legal a no existir legislación específica al respecto… a partir de ahora no. O demuestras lo que publicitas o te pueden empapelar. Una reivindicación que extrapole al producto acabado (explícita o

implícitamente) propiedades de un ingrediente determinado tiene que estar sustentada por pruebas adecuadas y verificables, tales como datos que demuestren la presencia del ingrediente en una concentración eficaz. Este criterio impide a las empresas de cosméticos usar la táctica del asterisco empleada por Actimel, Revidox y muchos otros alimentos o complementos alimenticios. Con la puesta en marcha del reglamento 655/2013, los cosméticos ya no pueden extrapolar las propiedades de un ingrediente presente en su composición al producto final. El hecho de que un cosmético tenga en su composición un determinado ingrediente no quiere decir que las propiedades de éste se mantengan intactas. Eso hay que demostrarlo y el sector de la cosmética, al contrario que el de la alimentación, lo ha tenido en cuenta en esta nueva normativa. Veamos un ejemplo. La poderosa multinacional L'Oréal anuncia a bombo y platillo las bondades del champú Elvive Resist basándose en la triple acción de unos de sus componentes, la arginina. Según su publicidad la arginina tiene capacidad para nutrir el bulbo, reforzar la fibra y provocar que el pelo crezca más resistente. Pues bien, según la nueva normativa para que L'Oréal pueda seguir usando dicha publicidad debe demostrar que quien cumple la triple acción es el champú (como suma de todos sus componentes) y no solamente uno de los ingredientes (arginina). De todas formas no se olviden del champú Elvive Resist de L'Oréal porque reaparecerá por la puerta grande dentro de unas páginas. Las reivindicaciones deben ser claras y comprensibles para el usuario final medio. Aunque, como les he dicho anteriormente, el concepto de «usuario final medio» resulta un poco difuso, ese aspecto del nuevo reglamento de cosméticos era totalmente necesario. Habitualmente la publicidad de los productos de belleza emplea eslóganes que no hay quien los entienda, seas un usuario medio o un ser superior. Les pongo un ejemplo. ¿Alguien entiende qué significa este mensaje de un producto capilar de la marca Vichy? Yo

personalmente, tras leerlo una decena de veces, no comprendo nada de nada. Claro que a lo mejor no soy un usuario final medio. Dercos Neogenic tratamiento de renacimiento capilar: Stemoxydine 5%, molécula patentada. Primera molécula de acción biomimética que estimula un entorno óptimo para las células madre para favorecer su buen funcionamiento. Los bulbos en fase de inactividad despiertan. El número de fibras capilares aumenta. La cabellera se redensifica.

Pues bien, la nueva normativa «promete» acabar con este tipo de galimatías que ni es claro, ni mucho menos comprensible. Las reivindicaciones relativas a productos cosméticos han de ser objetivas y no denigrar a los competidores, ni denigrar ingredientes utilizados legalmente. Este punto es especialmente importante para desterrar la quimiofobia de

los productos de cosmética. La frase «ni denigrar ingredientes utilizados legalmente» prohíbe emplear mensajes subliminales acerca de la ausencia de seguridad de un ingrediente que haya pasado por todos los controles sanitarios que establece la ley. ¿A qué me refiero concretamente? A que los «sin conservantes», «libres de parabenes», «0% aluminio», deberían pasar al olvido, ya que tanto los conservantes, loa parabenes como el aluminio han pasado todos los controles sanitarios que marca la ley, al igual que lo hacían los aditivos, colorantes o conservantes en el caso de los productos alimenticios. A pesar de lo que se nos quiere hacer creer por parte de determinadas empresas, esos mensajes no aportan información añadida a la que proporciona la lista de ingredientes… son claramente mensajes subliminales que juegan con el posible riesgo de los productos «con conservantes», «con parabenes» y «con aluminio».

Los mensajes publicitarios no deben dar a entender que la expresión de una opinión constituye una reivindicación que se haya verificado, salvo que tal opinión se sustente en pruebas comprobables. Por fin. Se acabó aquello de «nueve de cada diez expertos opinan que…» o lo de «nueve de cada diez mujeres aseguran que…» dando a entender que la opinión personal de esos nueve dermatólogos o esas nueve señoras

justificaba que la propiedad en cuestión quedaba así demostrada. Por cierto, ¿por qué siempre son nueve de cada diez?, ¿por qué jamás son siete, ocho, diez o cinco? Yo de estadística entiendo poco, pero huele un poco raro que siempre sean nueve de cada diez. ¿No? Las reivindicaciones no deben atribuir al producto en cuestión características específicas (es decir, únicas) si otros productos similares poseen las mismas características. Si ustedes se han fijado, cada vez proliferan más los anuncios de cosméticos en los que todos los beneficios se atribuyen a una molécula de nombre rarísimo. Ejemplos los encontramos en nombres como «Visionnaire LR2412 4% - Cx» o «Stemoxydine 5%». En muchas ocasiones se trata de una burda estratagema destinada a que el consumidor no se sepa cuál es el verdadero principio activo responsable de las propiedades de un cosmético… ya que muy posiblemente sea el mismo que emplea la competencia y a precio mucho más económico. A moléculas de uso habitual en el sector hay empresas que las bautizan con un nombre extraño, patentan ese nombre y le atribuyen propiedades surrealistas que se supone no tienen otras marcas, aunque todas usen el mismo principio activo. Ni Maquiavelo. LAS SOMBRAS Hasta ahora les he citado todos aquellos aspectos positivos del reglamento vigente de cosméticos. Sin embargo, no todo son alegrías. También existen una serie de puntos oscuros que pueden no solo empañar, sino también dar al traste con las luces anteriormente comentadas. Las afirmaciones claramente exageradas que el usuario final medio no puede considerar literales (hipérbole), así como las afirmaciones abstractas no necesitan ser justificadas. Uy, uy, uy. Este punto me parece peligrosísimo y no subsana uno de los grandes males de la publicidad de los productos cosméticos como antes

indiqué. ¿Cómo que una afirmación abstracta o exagerada no necesita ser justificada? ¿No sería más fácil no permitirla? ¿Dónde está la frontera entre lo que un usuario medio puede considerar afirmación literal y lo que otro puede considerar exagerado? ¿No es demasiado subjetivo? Siendo mal pensado se me ocurre el siguiente escenario: una empresa de cosméticos publicita un tipo de propiedad que jamás puede ser justificada al no ser cierta pero, en el caso de que se proceda a sancionarla porque publicita algo sin rigor científico, siempre podrá decir que era una exageración y que, por tanto, no necesitaba justificarla. La solución al problema planteado es fácil: toda aquella propiedad que no sea demostrada no debe publicitarse. Quien evita la ocasión, evita el peligro. Si ustedes cuentan el número de luces y el de sombras que presenta el nuevo reglamento de productos cosméticos, observarán cómo la balanza se decanta claramente hacia los aspectos positivos, por lo que deberíamos estar contentos. Sin embargo, la normativa tiene un fallo descomunal. Me refiero concretamente a lo que no se puede leer: en ningún apartado del nuevo reglamento se establece la creación de un nuevo organismo responsable de velar por el cumplimiento de todo lo establecido en la normativa. La normativa no establece la creación de una Autoridad Europea de Seguridad y Funcionalidad de Productos Cosméticos (semejante a la EFSA en alimentación) que sea la responsable de que las empresas de cosméticos cumplan la nueva ley. Pero voy más allá. En ningún lugar se deja claro si las empresas de cosméticos van a tener que enviar a algún organismo externo documentación que justifique que las propiedades que atribuyen a sus productos son ciertas. Si nos atenemos a lo que dice la normativa es la propia empresa la que evalúa sus propios productos. Y yo me pregunto: ¿no puede llevar la ausencia de evaluación externa a que algunas empresas sigan comercializando productos sin el más mínimo rigor científico? Para responder a esta pregunta les voy a contar una cosa, tan triste como real. El Reglamento (UE) 655/2013 entró en vigor el día siguiente al de su publicación en el Diario Oficial de la Unión Europea, por lo que es aplicable desde el pasado 11 de julio de 2013. Pues bien, transcurrido más de dos años de la puesta en marcha de todas las directrices que les he contado, hada ha

cambiado. A esto me refería cuando hace unos párrafos les decía que «la situación del sector de los cosméticos sí ha cambiado pero no». Hay un nuevo reglamento pero no se cumple. Los mismos cosméticos que anteriormente se comercializaban publicitando propiedades sin ningún rigor científico siguen vendiéndose con total impunidad. Los mismos productos de belleza cuya publicidad es totalmente ininteligible para el «usuario medio» siguen vendiéndose. Los mismos eslóganes que denigran a otros ingredientes aprobados para su venta inculcando miedo en el consumidor siguen en los escaparates. Las mismas frases que sustentaban el rigor de un producto en la opinión de nueve de cada diez especialistas siguen apareciendo en los envases de cientos de artículos. En definitiva, el mismo desmadre de siempre sigue campando a sus anchas. Fruto de este descontrol son cientos los cosméticos que se venden y en los cuales la diferencia entre lo que prometen y lo que cumplen es abismal. Eso sí, todos los productos de belleza tienen algo en común: el cosmético estrella de cada temporada de todas las casas comerciales promete ser el definitivo. Y yo me pregunto, si de verdad eso fuese cierto, y con todo lo que se supone que cuesta hacer esas investigaciones serias que aseguran que hay detrás de cada cosmético… ¿Por qué todos los años cambian el producto estrella? ¿Es que de un año para otro ya no sirve? ¿Es que los siete Premios Nobeles (sí, siete) basados en más de cien años de investigación (sí, cien) que dice Yves Saint Laurent que hay detrás de sus cosméticos eran unos impostores? Por cierto, ¿a qué siete premios Nobeles se refiere Yves Saint Laurent en su publicidad' A lo mejor a los siete casos que les voy a mostrar en el siguiente capítulo.

SIETE TRATAMIENTOS DE BELLEZA QUE NO SON LO QUE PARECEN Como ustedes comprenderán es imposible analizar en un solo libro (ni en una enciclopedia) todos los cosméticos existentes en el mercado. Con el objetivo de que tengan todas la herramientas posibles para que su elección se bese en criterios científicos y no en campañas publicitarias sin ningún sentido, vio a desmontar siete tratamientos de belleza que no son lo que parecen y que basan su éxito en el marketing pseudocientífico y no en el rigor. Todos ellos tienen algo en común: el uso continuo de vocablos científicos en sus campañas de marketing para atraer al gran público. CREMAS CON ADN… EL NO VA MÁS Uno de los hechos más curiosos que existen en el campo de la publicidad científica es lo que está ocurriendo con la genética, la biotecnología y la biología molecular. Según el sector comercial del que estemos hablando la presencia de conceptos relacionados con estas disciplinas científicas produce en el consumidor una sensación de desaprobación o de aceptación. Si en el campo de la alimentación todo aquello que huela a «genética» o «transgénicos» provoca un incomprensible rechazo, en la cosmética pasa todo lo contrario. La biología molecular, la biotecnología y la genética están de moda. Infinidad de cosméticos introducen en su publicidad palabras como

«gen», «ácido nucleico», «biotecnologia» e incluso L'Oréal ha desarrollado la «Ciencia de los genes». ¿Y estos genes dónde se encuentran? En el ADN. Pues bien, introducir las siglas ADN en la publicidad de un producto de belleza es sinónimo de éxito. Si además le sumamos e verbo «regenerar», el triunfo de nuestro potingue está asegurado. Un ejemplo lo tenemos en las «Cremas Regeneradoras de Filamentos de ADN» que se autodefinen como emulsiones reparadoras antiarrugas y antienvejecimiento, prometen presentar en su composición un alto contenido en ADN y además proteger al ADN intrínsico de agentes externos. Concretamente ésta es la frase que podemos leer en la publicidad de una Crema Regeneradora de Filamentos de ADN de Medical beauty que se vende por internet al módico precio de 108 euros, aunque si pillamos la oferta del día nos la dejan en «solo» 86 euros[128]. «Se trata de una composición muy novedosa, formada por filamentos de ADN, que dan un aporte extra de ácidos nucleicos a la piel. De esta manera se protege al ADN frente a agresiones externas, proporcionando protección celular frente al envejecimiento prematuro de la piel, reforzando la hidratación, el poder antioxidante y la regeneración epitelial.» Hay una cosa que no me queda clara de este cosmético: ¿Regenera esta crema el ADN intrínsico o aporta ADN externo? El nombre del producto sugiere claramente que la crema regenera los filamentos de ADN, pero en su publicidad dice que añadiendo ADN sobre la piel se protege al ADN de agresiones externas. Además en su página web se lee que esta crema tiene un alto contenido en ADN. ¿En qué quedamos? Pues da igual, sea como fuere la efectividad es nula. El efecto barrera que realiza nuestra piel produce que este ADN no se absorba. Como nos cuenta el profesor de bioquímica de la Universidad Politécnica de Valencia J. M. Mulet[129], si cada vez que la piel entrara en contacto con una molécula externa, ésta se absorbiera tan fácilmente tendríamos un problema, pero voy más allá. Imaginemos que existiera un SÚPER-ADN (hay casas comerciales que venden ADN marino con superpoderes) que fuese capaz de atravesar la piel. ¿Regeneraría nuestro ADN? Difícil. La información genética de cada persona se encuentra en nuestro ADN, por lo que éste es propio de cada individuo. En el caso de que

el ADN presente en estas cremas lograra atravesar la piel se activaría todos los mecanismos de defensa de nuestro organismo y lo degradarían. Conclusión, el ADN externo de este tipo de cremas no solo no penetra en nuestro organismo, sino que si lo hiciese no serviría para nada. Pero no seamos malvados. Debido a todo lo que aporta el ADN a nuestra existencia, démosle una segunda oportunidad. Ese ADN que se queda en la superficie de la piel, ¿podría tener algún beneficio sobre nuestra epidermis? Complicado. El ADN no tiene actividad enzimática como antioxidante, ni sirve para regenerar el epitelio, ni tiene capacidad para hidratar. Mal asunto. Sin embargo, y en nuestro afán por salvar al ADN, vamos a darle una tercera oportunidad. Apoyándonos en estudios que afirman que la adición de ADN externo sobre nuestra piel podría ayudar a protegernos del sol gracias a que absorbería parte de la dañina radiación UV, podríamos usar este ADN externo para sustituir a los protectores solares. ¿Eso sería útil? Pues útil no sé pero una soberana estupidez sí. En el caso de que el ADN externo pueda defendernos de la luz UV (cosa que no está muy clara) emplearlo como fotoprotector sería absurdo para nuestro bolsillo ya que cualquier solar es mucho más efectivo y más barato. Y eso sí que está demostrado científicamente. ¡Ah! Y para que no les confundan aquellas casas comerciales que intentan diferenciarse de la competencia en base al origen de su ADN, les adelanto una cosa. Todos los ADN son estructuralmente iguales procedan de donde procedan, por lo que lo que les he contado en este apartado es válido tanto para el ADN marino que comercializa Pevonia (que promete disminuir los poros dilatados, difuminar las cicatrices leves, prevenir la formación de queloides, hidratar en profundidad o suavizar la textura de la piel) como para el ADN de origen vegetal que vende Ives Rocher (que asegura máxima eficacia contra las manchas, devolver la luminosidad al rostro y alisar las arrugas). LA CIENCIA DE LOS GENES… O CÓMO 34 MUJERES ACTIVAN TU JUVENTUD Los famosos probióticos que tantos años han prometido activar nuestras

defensas en el mundo de la alimentación son los máximos competidores del ADN en la fiesta de la cosmética. ¿Han oído hablar de la «Ciencia de los Genes»? Otra marca de cosméticos no menos conocida que las citadas hasta ahora, Lancôme, hace gala en uno de sus productos estrella perteneciente a su gama «Génifique» de poder «reactivar genes y estimular las proteínas de la juventud recuperando la piel su calidad original en tan solo 7 días». Sorprendentemente, y según Lancôme, la afirmación de que «el suero activador de la juventud de Génifique reactiva los genes y estimula las proteínas de la juventud» está basada únicamente en la realización de un test in vitro con los ingredientes del producto y en un test de satisfacción realizado a 34 mujeres.

Estimados lectores, antes de entrar a analizar a fondo el «Activador de la juventud de Génifique» voy a formularles una pregunta: ¿creen ustedes que si existiera un organismo evaluador de las propiedades publicitadas por los cosméticos iba a aprobar que un producto prometiera reactivar los genes y activar las proteínas de la juventud (que por cierto nadie sabe cuáles son) con el único aval de un test realizado a 34 personas y una serie de análisis in vitro

que no han sido reproducidos in vivo? Yo lo dudo mucho. Observando la lista de ingredientes del famoso «activador de la juventud» de la gama Génifique de Lancôme, comprobamos cómo el único ingrediente distinto a los que se emplean habitualmente en este tipo de cosméticos es el «bifida ferment lysate», una mezcla de compuestos obtenidos de una bacteria cuyos supuestos efectos beneficiosos no se pueden hallar, en primera instancia, en ningún artículo científico. Sin embargo, en una base de datos de ingredientes cosméticos se puede encontrar que la expresión «bifida ferment lysate» corresponde a Bifidobacterium longum lysate, un famoso microorganismo que se esconde detrás del famoso «Código de la Juventud» creado a partir de la asombrosa «Ciencia de los genes» de Lancôme[130]. Pues bien, una exhaustiva búsqueda bibliográfica realizada con el único objetivo de demostrar la eficacia de este suero de Lancôme da como resultado que para el término Bifidobacterium longum lysate se puede encontrar la friolera de ¡un único artículo publicado![131]. Por cierto, ¿quieren saber a qué centro de investigación pertenecen los autores de dicho artículo? Al Instituto L'Oréal, grupo al que pertenece la casa Lancôme, curioso. Pero ahora viene lo mejor. En dicho artículo no se habla en ningún momento de genes, ni de su supuesto proceso de activación, ni de la producción de ninguna proteína de la juventud, ni de inmunología, ni de genética ni de nada parecido. De lo único que se habla es de un mecanismo in vitro pro el cual un lisado de un microorganismo probiótico, el citado Bifidobacterium longum lysate, puede tener un efecto positivo sobre el aspecto de la piel y de un test de satisfacción realizado sobre un grupo de voluntarias que se aplicaron la crema durante dos meses. En definitiva, toda una Ciencia de los Genes basada en un solo artículo científico cuyos autores pertenecen al mismo Instituto L'Oréal y que está basado en un test de satisfacción realizado a 34 mujeres. No sé lo que les habrá parecido lo que les he contado, pero a la FDA americana, la agencia que regula alimentos, medicamentos y cosméticos, no le ha gustado nada. Atentos a lo que les voy a contar y que vuelve a poner de manifiesto las absurdas diferencias entre la legislación europea y la americana. Según la FDA, cualquier producto que afecte a la estructura o función del

cuerpo humano está clasificado como medicamento y debe demostrar no solo su seguridad, sino también su efectividad. Para la agencia americana, Lancôme rebasa claramente la delgada línea existente entre la cosmética y la medicina cuando habla de «activar los genes»[132]. Al no poder demostrar que eso es posible con la aplicación de un simple sérum, la FDA instó a la multinacional de la cosmética a dejar de publicitar productos para el cuidado de la piel utilizando un lenguaje que los hace parecer medicamentos como ocurre con algunos de sus cosméticos estrellas («Génifique Repair Youth Activating Night Cream», «Absolute Eye Precious Cells Advanced Regenerating» y «Reconstructing Eye Cream»). Sin embargo, como en Europa no existe un organismo de control, solamente hace falta sentarse un rato delante del televisor para poder ver cómo Génifique de Lancôme sigue prometiendo activar los genes. Sin comentarios. POTINGUES ANTIENVEJECIIENTO CON SIRTUINAS. MEJOR UN PLATO DE ARROZ Desde hace años poderosas casas comerciales del mundo de la belleza compiten por ser las primeras en sacar al mercado e auténtico y genuino elixir de la eterna juventud que permita aumentar la longevidad. Para ello han incorporado a sus cosméticos moléculas como sirtuinas, resveratrol, coenzimas, etc., que prometen el oro y el moro. Sin embargo, recientes publicaciones científicas están desmontando todas las teorías basadas en la surrealista «Ciencia Molecular Antiedad», la gran rival de la «Ciencia de los genes». Dentro de los cosméticos antienvejecimiento destacan, no solo por lo que prometen sino también por su elevadísimo precio que puede llegar a superar los 500 euros, aquellos que llevan en su composición unas moléculas llamadas sirtuinas y que son la base de la increíble «Tecnología sirtuin» ampliamente utilizada por marcas como Avon, Estée Lauder, Cliniqué, etc. Un ejemplo es el carísimo «Guardián de la longevidad celular», la línea de lujo de Germaine de Capuccini que, según vemos en su publicidad, posee en su formulación una «combinación de péptidos extraídos del arroz con capacidad SIRT-Activating, activador de las sirtuinas en las células cutáneas,

con el fin de prolongar su vida, y por lo tanto, retrasar el envejecimiento global de la piel». Como ya les he dicho anteriormente, mi capacidad de comprensión lectora no me da ni para ser un «usuario medio» por lo que he tenido que documentarme para entender dicha frase. ¿Qué son las sirtuinas? ¿Qué pinta aquí el arroz? ¿Puede esta crema retrasar el envejecimiento de la piel? Las sirtuinas son un conjunto de genes que codifican enzimas capaces de alterar la actividad de muchas proteínas que afectan al metabolismo celular. A principios del siglo XXI, varios artículos científicos relacionaron las sirtuinas con procesos relacionados con el envejecimiento celular. Concretamente se publicaron algunos (pocos) trabajos que presentaban a los genes responsables de sintetizar las sirtuinas como los responsables de alargar la vida de diversos organismos como levaduras, moscas (Drosophila melanogaster) y gusanos (Caenorhabditis elegans) gracias a su relación con el mecanismo de restricción calórica. Pues bien, algunas empresas de cosméticos tras leer esos artículos no se cortaron un pelo y en vez de comprobar si en humanos se reproducían esos mismos resultados o verificar si la adición exógena de sirtuinas sobre la piel tenía algún efecto, decidieron que ya habían encontrado el Santo Grial de la Eterna Juventud. Con demasiada prisa, estas casas comerciales se tiraron a la piscina comercializando que sus productos eran capaces de retrasar el envejecimiento en humanos gracias a la presencia en su composición de sirtuinas. Lo que leen. ¿Y la piscina llevaba agua o estaba vacía? Pues a día de hoy la piscina no ha demostrado tener unan sola gota de agua. No existe ningún estudio serio en humanos que demuestre que la adición exógena de sirtuinas tenga efecto alguno sobre el antienvejecimiento celular. Es más, una de las mejores revistas científicas del mundo, Nature, publicó en 2011 un impactante trabajo en el que se negaba el papel de las famosos sirtuinas como moléculas antienvejecimiento[133]. En dicho trabajo un extenso grupo de investigadores acababa, de forma tajante, con esta teoría anti-aging demostrando no solo que las sirtuinas no tienen ningún efecto sobre la prolongación de la juventud en humanos, sino que tampoco prolongan la vida de los organismos modelo

anteriormente descritos (levaduras, mosca, gusano) al no poderse reproducir los experimentos publicados previamente por otros grupos de investigación. Desde entonces las sirtuinas están envueltas en una gran polémica. Mientras unos grupos de investigación siguen confiando en sus propiedades sobre la diabetes, las enfermedades cardivasculares u otras patologías, otros las niegan categóricamente. Yo personalmente me alineo en el primer bando y confío en las propiedades de las sirtuinas, pero estoy totalmente en contra del uso comercial que se les está dando. A día de hoy nadie ha demostrado científicamente ni que su presencia en cremas sirva para algo ni que en el arroz se encuentren péptidos que sean capaz de activar las sirtuinas tal y como promete «El guardián de la longevidad celular», la línea de lujo de Germaine de Capuccini. Así que disfrute de una buena paella, pero no busque en ella el elixir de la eterna juventud. &#○160; UNGÜENTOS CON RAYOS INFRARROJOS: LA CRÈME DE LA CRÈME La búsqueda de un valor añadido que diferencie su producto del de la competencia ha provocado que a muchas empresas se les haya ido la mano buscando un ingrediente especial. Un ejemplo lo tenemos en la crema Total Age Correction de Lancaster[134] que anuncia tres ingredientes estrella: ADN (como muchas otras), retinol (también muy utilizado) y… ¡rayos infrarrojos! Añadir ingredientes ridículos a una crema es habitual en el sector, pero el que un cosmético pueda emitir rayos infrarrojos para mejorar el aspecto de una persona es de Premio Nobel. Es de sobra conocido que estos rayos son un tipo de radiación electromagnética de menor energía que la radiación visible y que es emitida por cualquier cuerpo cuya temperatura sea superior a -273, 15ºC (0 K). Gracias a sus propiedades, los rayos infrarrojos se han utilizado en equipos de visión nocturna, en los mandos a distancia de aparatos de televisión, en meteorología, en medicina, en astronomía u otras disciplinas, pero en cosmética ya es más complicado, por lo que este producto de Lancaster debía de tener gato escondido. Y por supuesto que lo tiene. Analizando detenidamente la publicidad de la crema en cuestión, tal y como hace la química Deborah García Bello[135], observamos que realmente

este cosmético no tiene rayos infrarrojos (solo faltaría eso), sino que posee «tecnología infrarroja». ¿Y ésta en qué consiste? Tampoco está muy claro. De todos es sabido que la aplicación de calor para reducir inflamaciones u otros objetivos es más vieja que Matusalén. Sin embargo, también es de sobra conocido que exponserse a rayos infrarrojos durante largos periodos de tiempo no es bueno, por lo que tampoco está muy claro que éste sea el fundamento de la crema de Lancaster. Pues bien, la solución a todo este misterio de la «crema con rayos infrarrojos que no tiene rayos infrarrojos pero que usa una tecnología de infrarrojos que nadie sabe en qué consiste» la tenemos observando detenidamente la publicidad que se puede leer en la web de Lancaster[136]. Resulta que los productos de la gama Total Age Correction emplean una «Tecnología infrarrojos» basada en… ¡¡evitar la acción sobre la piel de los rayos infrarrojos!! Según la empresa en cuestión «Los rayos infrarrojos generan radicales libres que lesionan el ADN. También empeoran el envejecimiento producido por los rayos UV y pueden ser los causantes de la pérdida de firmeza y elasticidad de la piel». Pues bien, lo único que hace la marca en cuestión es añadir a su producto retinol (provitamina A) y filtros solares que protejan a los consumidores de los daños que producen los rayos infrarrojos. ¿Estoy diciendo que, aunque la palabra «infrarrojos» aparece por todos lados en la publicidad de esta crema, entre sus ingredientes lo único que podemos encontrar son los mismos compuestos que hay en infinidad de cremas a un precio mucho más barato? Sí, exactamente eso. ¿Y el ADN del que tanto habla la publicidad? Pues tampoco la crema lleva ADN. Repitiendo la misma estrategia que los rayos infrarrojos, la empresa anuncia su crema con ADN para luego demostrarse que lo que realmente lleva son los típicos filtros solares que protegen al ADN de la luz ultravioleta. Mucho lenguaje científico pero poca efectividad demostrada ante la comunidad investigadora. CÉLULAS MADRE VEGETALES: MEJOR CÓMETE UNA MANZANA

El ADN, las proteínas de la juventud, la ciencia de los genes, las bifidobacterias, las sirtuinas, los rayos infrarrojos… todo este vocabulario científico es utilizado frecuentemente en la publicidad de todo tipo de productos de belleza pero, sin lugar a dudas, el ingrediente estrella de los cosméticos del siglo XXI son las células madre. No hay tratamiento de belleza que se precie que no las incorpore. Sin embargo, parecer ser que su efectividad no es la que muchos prometían. Vayamos por partes. Las células madre son células que se encuentran en todos los organismos multicelulars y que tienen la capacidad tanto de dividirse y diferenciarse en diversos tipos de células especializadas como de autorrenovarse para producir más células madre. Su presencia en cosméticos tiene como objetivo regenerar los tejidos humanos deteriorados por el paso del tiempo. Además, se supone que inducen a la longevidad de nuestras propias células madre cutáneas, aumentando la producción de colágeno, elastina, etc., para que luzcamos un cutis hidratado, terso, elástico y sin arrugas.

La utilidad de este tipo de células está siendo efectiva en determinados campos de la medicina pero, centrándonos en la temática de este capítulo, la pregunta que debemos formularnos es: ¿son realmente efectivos los productos de belleza basados en el uso de células madre? Lo primero que hay que dejar claro es que la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha advertido mediante un comunicado oficial[137] sobre la posible confusión en la que se puede caer ante la utilización de términos relacionados con las terapias basadas en células madre para situaciones tan dispares como el tratamiento de enfermedades o el uso de cosméticos. Según este organismo, los tratamientos basados en el uso de células madre humana constituyen una novedosa y prometedora alternativa terapéutica para algunas enfermedades. Sin embargo, en el caso particular de los cosméticos, estos productos no pueden contener derivados de origen humano, por lo que es ilegal la utilización de células madre humanas en productos comercializados como cosméticos. ¿Y qué ocurre con los productos de cosmética basados en el uso de células madre vegetales? Según la AEMPS la utilización de este tipo de células en cosméticos u otro tipo de productos para tratamientos estéticos no solo no está relacionada con la prevención, tratamiento o diagnóstico de las enfermedades humanas, sino que el uso de la misma terminología busca, en muchas ocasiones, aprovechar el aspecto novedoso de las terapias con células madre para trasladarlo a otros ámbitos ajenos al contexto médico, como es el caso de la cosmética. Actualmente en el mercado encontramos infinidad de productos de belleza en cuya publicidad podemos leer las palabras mágicas: células madre. Un caso es el de los sueros faciales de Natural Benefits formados por Células Madre de Manzana[138] que prometen, ni más ni menos que una cuádruple acción: estimular la proliferación de células madre humanas; reducir líneas de expresión y arrugas; ofrecer un efecto antioxidante y dar lugar a una piel radiante, joven y de apariencia mucho más saludable. El no va más[139]. ¿Y por qué no es efectivo este tratamiento? Porque las diferencias estructurales entre una célula vegetal y una humana son muy significativas; porque el sistema de diferenciación celular en las plantas es distinto del de los

humanos; porque los procesos químicos y fisiológicos (maduración, oxidación, etc.) que ocurren en una célula vegetal no tienen nada que ver con los de una célula humana; porque la responsable de la firmeza de la piel de manzana es la pectina y el de la piel humana es el colágeno; y lo más obvio… porque una manzana no es una persona. No hay nada más que decir. Bueno sí, que a la fecha de publicación de este libro no existe ni un solo trabajo científico que avale que el uso de los sueros faciales de Natural Benefits formados por células madre de manzana proporcionen ninguna de las propiedades que se puede leer en la web de la empresa responsable. EL INCREÍBLE CASO DEL CHAMPÚ DE L'ORÉAL QUE TRANSFORMÓ UN AMINOÁCIDO EN PROTEÍNA En los ejemplos anteriores le he mostrado cómo la búsqueda de palabras científicas que adornen la publicidad de los cosméticos está a la orden del día. Sin embargo, hay veces que las empresas de belleza buscan todo lo contrario, huir de términos científicos que puedan producir rechazo en el consumidor. El más claro ejemplo ocurrió cuando L'Oréal se empeñó en llamar proteína a un simple aminoácido como es la arginina. ¿Por qué motivo? Les cuento. Elvive Resist de L'Oréal es un champú anunciado por Jennifer López. Durante un tiempo en los spots televisivos de este producto se podía escuchar la siguiente frase «Elvive Arginina Resist x3 de L'Oréal, con arginina, una proteína con triple acción fortificante: nutre el bulbo, refuerza la fibra y el pelo crece más resistente». Pues bien, no hace falta ser un gran experto en bioquímica para saber que la arginina no es una proteína, sino que pertenece a la familia de los aminoácidos, las unidades que forman las proteínas. Al oír tal disparate, un servidor decidió escribir el siguiente tuit.

Vista la repercusión que tuvo dicho tuit en las redes sociales, escribí un post en el blog SCIENTIA titulado «¿Puede un blog de divulgación científica poner en jaque a una multinacional de la cosmética?»[140] en el que, sin imaginar la que se iba a montar,critiqué que la más poderosa multinacional de las cosmética incurriera en un fallo de ese tipo y me preguntaba cuál era la verdadera razón para llamar proteína a la arginina. No era posible que fuese un error. Era demasiado flagrante. Pues bien, en cuestión de horas ese post se convirtió en uno de los más leídos de la historia del blog SCIENTIA, siendo ampliamente comentado tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación convencionales. Como consecuencia del revuelo generado, L'Oréal decidió mover ficha y cambar su spot publicitario en España… cosa que es digna de aplaudir porque hay otras empresas que no enmiendan sus errores. En la nueva versión del anuncio la empresa de cosmética ya no llama proteína a la arginina. Ahora la cita como un «activo esencial», pero L'Oréal sigue negándose a usar la palabra aminoácido para llamar a la arginina. La razón está clara: la quimiofobia. Emplear la palabra amino-ÁCIDO en la publicidad de un producto destinado al pelo no suena nada bien. El término ácido está muy asociado a la química, y la sociedad, tal y como les comenté en el capítulo dedicado a los aditivos, rechaza todo aquello relacionado con la química debido a campañas sinsentido, así que el champú Elvive Resist prefirió la palabra proteína (mucho menos química que aminoácido) para denominar a la arginina. Del affaire L'Oréal-SCIENTIA y su famoso anuncio extraemos tres importantes conclusiones.

Por un lado, la quimiofobia está presente en la cosmética igual que lo está en el campo de la publicidad alimentaria. El marketing pseudocientífico está llegando a niveles insospechados en los que se toma por tonto al consumidor. Una cosa comprensible, que no justificable, es que las empresas de cosméticos se aprovechen de que el consumidor medio no tenga mucha idea del efecto sobre la piel de las sirtuinas, probióticos o resveratrol, pero otra cosa muy distinta es que piensen que a estas alturas no hay nadie que sepa distinguir un aminoácido de una proteína. La tercera de las conclusiones, tan importante como las dos primeras, es que ante la incomprensible ausencia de un organismo que controle el uso del marketing pseudocientífico en diferentes sectores, la divulgación científica puede ejercer un papel fundamental para que la Ciencia sea respetada. Aunque muchos lo nieguen, y a veces se menosprecie el trabajo del divulgador, gracias a su labor y a la de las redes sociales se puede llegar a conseguir que el rigor científico se imponga a determinadas actitudes que menosprecian no solamente la ciencia, sino también al consumidor.

LA HORCHATERAPIA ECOLÓGICA PARA MEJORAR SU RENDIMIENTO SEXUAL… SÍ, LO QUE HAN LEÍDO Los productos destinados al cuidado personal no son nada nuevos y los tratamientos de belleza tampoco. Desde que Cleopatra se bañaba en leche de burra no se había visto un movimiento parecido. En los últimos tiempos decenas de terapias de belleza sin fundamento científico como cavaterapias, chocolaterapias, oroterapias, vinoterapias, etc., están invadiendo spas, blanearios y centros similares. Lo primero que creo necesario resaltar es que, aunque no sea mi caso, entiendo perfectamente que a muchas personas «embadurnarse» o «sumergirse» en vino, cava, chocolate, etc., les produzca un placer desde el punto de vista organoléptico o sensorial. Sobre gustos colores. Por lo tanto, no me sumo al carro de todos aquellos que desprestigian este tipo de terapias sea cual sea su objetivo. Sin embargo, afirmar que impregnarse con cualquiera de estos productos pueda tener milagrosos efectos nutritivos o

fisiológicos debido a los componentes de la uva, el chocolate, el cava o el oro es un auténtico disparate sin respaldo científico alguno. Una cosa es que el olor del chocolate te guste y otra cosa que el cacao te vaya a sacar de una depresión debido a su alto contenido en teobromina. Aunque son muchas las terapias de belleza ofertadas, en este capítulo he elegido para analizar una de ellas porque los efectos que promete no son «solamente» nutritivos y fisiológicos. Al igual que Cleopatra se bañaba en leche de burra no solo para sentirse mejor, sino también para atraer a sus conquistas, la horchaterapia ecológica, la nueva reina de las terapias de los spa del sureste español, promete ayudar a subir la líbido[141]. Hay que reconocer que la idea con la que se creó esta «terapia natural» es genial. Introduzco en la misma «disolución» un empresario del mundo de los balnearios y otro del sector de la horchata, la típica bebida valenciana preparada con agua, azúcar y chufas molidas que, como ustedes saben, son pequeños tubérculos subterráneos con forma de nudos que proceden de las raíces de la juncia avellanada (Cyperus esculentus). ¿Y qué sale del producto de la reacción? Una nueva terapia natural a la que bautizo como «horchaterapia ecológica» y que es la estrella del balneario en cuestión. ¿Qué les parece? ¿Te gusta el olor de la horchata? Perfecto. ¿Te gusta que te impregnen de productos de la horchata? Adelante. Pero no uses para publicitarte que la horchaterapia ecológica es un tratamiento básicamente «antioxidante» si no puedes respaldar científicamente ni cuál es la molécula responsable de tal efecto ni, sobre todo, el proceso fisiológico por el que al embadurnarnos de horchata se produce el famoso «efecto antioxidante». Según los «horchaterapéuticos» (supongo que se llamarán así los especialistas en esta nueva terapia), «los productos cosméticos que se proponen a partir de la horchata tienen como base la cosmética ecológica». No es objetivo de este libro analizar los productos ecológicos, pero voy a mojarme: a pesar de la fuerte controversia existente, no hay estudios suficientemente claros que demuestren las ventajas nutricionales o saludables sobre el organismo humano de los alimentos ecológicos frente a los convencionales. Sin embargo, en esta ocasión de lo que estamos hablando es

de las bondades de la horchaterapia ecológica como tratamiento de belleza, no de la horchata ecológica como alimento. No es lo mismo. Según se puede escuchar en vídeos promocionales de la horchaterapia ecológica[142], además de los aceites de chufa y los jabones de horchata los productos estrella de esta terapia son unos increíbles aceites biosensitivos ecológicos para facilitar las relaciones sexuales. Eso sí, según los creadores es imprescindible que esos aceites procedan del cultivo ecológico de la chufa, ya que si fuesen tubérculos elaborados bajo la agricultura convencional su efecto sexual no estaría tan claro. Todo esto es un disparate. Además, los creadores de la horchaterapia ecológica afirman que el agua termal, a la temperatura que se encuentra y con una composición de salinidad siete veces mayor que la del agua del mar, es capaz de aumentar las propiedades revitalizantes, hidratantes, ralajantes, regeneradoras y purificantes de la chufa. Esa afirmación falla en su premisa inicial, ya que no hay ningún estudio que demuestre que la chufa posea esas propiedades pero, en el caso de que las tuviera, habría que certificar que esos tratamientos térmicos y osmóticos potencian el beneficio sobre la salud publicitado, cosa que violaría cualquier estudio bioquímico publicado sobre la chufa. Otro punto importante a tener en cuenta en cualquier tratamiento de esta envergadura es la posología. ¿Cada cuánto tiempo tengo que gastarme los euros en un tratamiento de horchaterapia ecológica? Pues según los expertos horchaterapéuticos la dosis ideal es de «una visita al spa al mes», claro que también dicen que «cuanta más continuidad se tenga, los efectos más se notan porque todo lo que haces por fuera se ve por dentro». Así que si te dejas caer por el spa unas cuantas veces al mes, pues mejor para el balneario y peor para tu bolsillo. Estimados lectores, el hecho de que un producto tenga un buen perfil nutricional no significa que embadurnarnos de él nos vaya a proporcionar ninguna propiedad más allá de unas buenas (o malas) características organolépticas. Además, el hecho de incluir los adjetivos ecológico o natural no da un valor añadido al tratamiento. Es cierto que la horchata presenta una fracción lipídica de gran interés, con un alto porcentaje de ácidos grasos insaturados especialmente oleico, un contenido en fibra más que aceptable y

una concentración interesante de minerales como es el caso del hierro y zinc. Además posee altas concentraciones de un aminoácido. ¿Saben cuál? El mismo que empleaba L'Oréal en su champú Elvive Resist: ¡¡la arginina!! No se engañen. No existe ninguna prueba científica de que la horchaterapia ecológica, la oroterapia o la vinoterapia tengan los efectos que los publicistas prometen. Aunque nos las vistan de ciencia. Después de todo lo que han podido leer en los dos últimos capítulos, creo que la conclusión es clara. Si no se crea un organismo independiente, formado por científicos que vigilen el rigor de las propiedades esgrimidas por los cosméticos, el reglamento vigente aprobado en 2013 es una declaración de intenciones muy bonita, pero sin ningún efecto práctico. La prueba del algodón es que actualmente podemos encontrar en el mercado los mismos cosméticos que había antes de la entrada en vigor de la nueva normativa. Esperemos que la UE sea valiente y cree ese organismo independiente que acabe, de una vez por todas, con el marketing pseudociéntifico en el mundo de la cosmética. En caso contrario, no solo las tomaduras de pelo seguirán siendo el pan nuestro de cada día en el mundo de los productos de belleza, sino que deberíamos formularnos las siguientes preguntas: ¿Para qué sirve promulgar una ley si luego no se articulan los mecanismos necesarios para hacerla cumplir? ¿Para qué gastari dinero, esfuerzo y conocimientos en redactar un reglamento si luego no se va a sancionar a quien lo inclumpla? ¿Para qué redactar párrafos donde se diga que es importante garantizar que la información que se transmite al consumidor mediante reivindicaciones sea útil, comprensible y fiable si luego el consumidor es víctima de engaños, mentiras y timos? ¿Para qué afirmar que los eslóganes publicitarios deben permitir a la población tomar decisiones con conocimiento de causa y elegir los productos que mejor se adapten a sus necesidades si luego nadie se encarga de que eso se lleve a cabo? Es hora de que la instituciones públicas den un paso adelante que permita dar respuesta a estas preguntas. En caso contrario no solo todos los esfuerzos por legislar habrán sido inútiles, sino que el consumidor seguirá siendo

engañado por la industria de la cosmética.

¿BELLAS O BESTIAS? CREMAS QUE ENVENENAN Y DESODORANTES QUE MATAN A la polémica sobre la efectividad de los cosméticos debemos añadir otro aspecto fundamental y que se encuentra de plena actualidad: su seguridad. Recientemente son muchas las alertas sanitarias que han surgido en torno a productos cosméticos de aseo o de higiene personal. Por eso creo necesario dedicar un capítulo de este libro a dos productos que están dando mucho que hablar tanto por las dudas sobre su mecanismo de actuación como por su seguridad, las cremas hidratantes y los desodorantes, y a unos compuestos químicos presentes en los cosméticos cuya presunta peligrosidad es un ardiente tema de debate, los parabenos. ¿FUNCIONAN LAS CREMAS HIDRATANTES? Si hay un cosmético que no puede faltar en cualquier hogar es una crema hidratante. Por eso tanto los centros de estética como las grandes superficies comerciales exhiben cientos de productos distintos para mantener hidratada la piel. La principal consecuencia es que todos los años las cremas hidratantes están en los primeros puestos del ranking de preparados dermocosméticos más vendidos. Sin embargo, no solo los principales componentes de nuestra piel so unos auténticos desconocidos para mucha gente, sino que el funcionamiento de las cremas hidratantes es motivo de controversia hasta en

la propia comunidad científica… y por ello voy a intentar explicar ambos aspectos. Todos sabemos que mantener la piel hidratada ayuda a conservarla en mejores condiciones, pero lo que ya no es tan conocido es el mecanismo por el cual una crema hidratante mantiene la piel suave y flexible evitando que se seque y se vuelva quebradiza. Para comprender cómo una crema hidratante ayuda a la buena salud de la piel lo primero que debemos conocer es la estructura de esta última. La piel es un tejido dinámico cuya capa más superficial, la epidermis, la protege de las agresiones externas que a menudo la deshidratan; está formada por distintos componentes que le van a servir para mantenerse lisa, flexible y suave. Entre ellos destacan e estrato córneo (la capa más externa de la epidermis), el factor de hidratación natural (un grupo de sustancias que, entre otras cosas, se unen a moléculas de agua para que la piel se mantenga hidratada), el manto hidrolipídico, los lípidos cementantes (que constituyen el 10-15% del peso seco de la epidermis) y las vitaminas liposolubles A y E. Debido a su papel en este capítulo, entre todos los componentes de la piel merece especial atención el estrato córneo, un entorno complejo donde multitud de moléculas interrrelacionadas mantienen la función barrera que impide la excesiva pérdida cutánea de agua, regulan la descamación y protegen al epitelio de las agresiones físico-químicas del medio externo. Este estrato está formado por capas de células córneas entre las cuales hay diferentes lípidos como es el caso del colesterol y las ceramidas. Pues bien, para mantener un buen estado de la piel muchas webs dedicadas al mundo de la cosmética recomiendan el uso de cremas hidratantes porque proporcionan un aporte extra de agua a nuestra piel y esto, según los últimos avances científicos, no es cierto. Aunque está más que demostrado que tener la piel hidratada es fundamental para que la epidermis mantenga su estructura y funcione correctamente, no está tan claro que el agua ingerida o aplicada superficialmente sea la pieza clave par que la piel no se seque y se vuelva quebradiza. Las últimas investigaciones dejan bien claro que una correcta hidratación de la piel depende de los equilibrios entre los componentes lipídicos y proteicos, que son los que van a permitir o limitar el

trasiego del agua entre los distintos estratos epidérmicos. De esta forma, la piel más hidratada no es al que más agua recibe, sino aquella en la que sus lípidos cementantes están intactos o inalterados, lo que permite un buen funcionamiento de su barrera epidérmica. Por ello, el objetivo de las cremas hidratantes debe ser compensar o normalizar los componentes activos del estrato córneo y mantener la idoneidad de la función barrara, normalizando la descamación. Para conseguirlo, en su composición deben aparecer componentes como el glicerol o la urea que forman parte del factor de hidratación natural y que en condiciones de sequedad incrementan la movilidad de las proteínas y lípidos de la capa córnea aunque no aumenten directamente el contenido en agua de la piel. ¿Qué componentes son básicos en una crema hidratante? Para lograr el objetivo anteriormente descrito, las cremas hidratantes deben presentar en su composición una correcta combinación de lípidos, proteínas y otras sustancias cuya funcion es interesante conocer, tal y como nos cuenta la química Deborah García Bello[143]. Entre estas sustancias destacan los emolientes, sustancias con capacidad para reblandecer, suavizar o restaurar el contenido graso de las capas superficiales de la dermis o el cabello. Dentro de los más importantes cabe destacar la glicerina, la vaselina, distintos tipos de siliconas y aceites vegetales como los de almedra, oliva, etc. Otros componentes importantes de las cremas hidratantes son los humectantes, sustancias hidrosolubles como el glicerol, la urea, el ácido láctico y los alfa hidroxiácidos, que ayudan al estrato córneo a captar agua del exterior, además de mejorar la barrera de lípidos de la piel. Los oclusivos también juegan un papel fundamental. Su misión es impedir la evaporación del agua contenida en la piel mediante la formulación de una barrera protectora. Ejemplos de oclusivos muy empleados en las cremas hidratantes son la vaselina, la lanolina u otros derivados de la silicona que impiden que se evapore el agua de la epidermis. También es habitual encontrar en la composición de las cremas hidratantes determinadas vitaminas liposolubles como la vitamina E y la

vitamina A. Gracias a su capacidad antioxidante la vitamina E protege a los lípidos extracelulares y la vitamina A o retinol es la responsable de la diferenciación, maduración y posterior descamación de los queratinocitos. Además de los componentes anteriormente citados, tanto las cremas hidratantes como las llamadas cremas nutritivas suelen emplear en su composición una serie de agentes que, mediante diferentes mecanismos de acción, ayudan a que estos cosméticos se conserven en buen estado. Sin embargo, y a pesar de la necesidad de este tipo de ingredientes en la formulación de las cremas hidratantes y nutritivas, periódicamente aparecen alarmas sociales relacionadas con la presencia de conservantes en los productos cosméticos… y el caso más claro lo tenemos en los «peligrosos» parabenos. PARABENOS SÍ, PARABENOS NO La composición de la mayoría de los productos cosméticos ricos en agua, carbohidratos, aceites, minerales, proteínas y otros muchos nutrientes es un caldo de cultivo perfecto para que los productos de belleza sean contaminados por microorganismos, mohos, levaduras… Por esta razón la presencia de agentes conservantes que impidan que desodorantes, cremas y otros cosméticos se echen a perder es totalmente necesaria, ya que en su ausencia estos productos se convertirían en una verdadera herramienta de propagación de pseudomonas, bacterias fecales y todo tipo de agentes infecciosos. Los principales conservantes empleados en el mundo de los productos de belleza son los tan criticados parabenos. La aparición en las etiquetas de los cosméticos de nombres químicos como metilparabeno, propilparabeno o butilparabeno suelen encender todas las alarmas entre una parte muy significativa de la población, que está convencida de que estos compuestos son altamente peligrosos. Para saber si hay algún riesgo o no por el uso de estos conservantes tan empleados en el sector de la cosmética, es necesario conocer su verdadera historia. Los parabenos se utilizan desde hace más de 70 años porque son excelentes conservantes. Son moléculas inodoras, incoloras, no volátiles,

estables y efectivas en un amplio espectro de pH (es decir sirven para conservar tanto productos ácidos como alcalinos). Además, tienen un largo historial de inocuidad y son tremendamente baratos de producir. Estructuralmente no estamos refiriendo a una familia de ésteres del ácido para-hidroxibenzoico que, aunque se pueden encontrar en la naturaleza (un ejemplo son las fresas), se suelen sintetizar para usarlos en los productos cosméticos. Hace años que se escuchan rumores sobre la presunta relación entre los parabenos y algún tipo de cáncer. Las primeras alarmas científicas se dispararon cuando la revista Journal of Applied Toxicology publicó en 2004 un artículo según el cual se había detectado la presencia de parabenos en veinte muestras extraídas de tumores de mama[144]. Los autores de dicho trabajo rápidamente relacionaron la presencia de esos parabenos con el cáncer de mama, debido principalmente a que estos agentes químicos tienen un comportamiento muy similar al de los estrógenos, cuyo papel está bien establecido en el crecimiento de los tumores. Según los científicos responsables de la publicación, los parabenos se absorbían directamente a través de la piel en la zona donde se aplicaban los desodorantes, de ahí su presencia en los tejidos de mama analizados. Han pasado doce años desde aquel estudio y son muchos los trabajos que han desmontado aquella teoría demostrando la inexistencia de cualquier relación entre los parabenos presentes en los productos cosméticos y el cáncer.

Cabe citar que la revista Critical Reviews in Toxicology publicó en 2005 un artículo donde se concluía que la actividad estrogénica de los parabenos detectados en productos cosméticos es mucho más pequeña que la de los estrógenos naturales existentes en el cuerpo humano, por lo que difícilmente podía ser esa la causa de los cánceres de mama[145]. A modo de ejemplo, se ha demostrado que la actividad estrogénica de la mayoría de los parabenos empleados es del orden de 3 a 6 veces menor que el 17ß-estradiol, una hormona esteroide sexual femenina. Por otra parte, en 2008, investigadores de la Universidad de Niza publicaron un metaanálisis en el que revisaron un gran número de publicaciones sobre el tema[146]. La conclusión fue evidente: los parabenos presentes en los productos de belleza y aseo personal no eran los responsables del cáncer de mama.

A pesar de todos estos estudios, la polémica sigue viva. Agarrándose a aquel artículo de 2004 y a otro publicado por el mismo grupo en 2012[147], que presenta enormes errores metodológicos, y negando las evidencias de todos los artículos publicados que demuestran las incoherencias de ambos trabajos, siguen levantándose voces alarmistas que advierten de los supuestos riesgos a los que se expone el organismo si se trata con cosméticos que posean parabenos. Por esta razón, la Sociedad Americana del Cáncer emitió un informe en 2010[148] desmontando cualquier relación entre el uso de los productos de belleza que han sido autorizados y el cáncer. Antes de salir al mercado todos los parabenos son sometidos a múltiples estudios tanto in vitro como in vivo para evaluar su toxicidad, sus rutas metabólicas, su efecto carcinogénico y estrogénico, etc. Por último, los parabenos existentes en el mercado son continuamente revisado y en el caso de detectarse algún tipo de problema hay mecanismos para retirarlos rápidamente. De hecho, la UE tiene abiertas distintas líneas de investigación sobre la inocuidad de los parabenos, estudiando sus posibles efectos cuando se administran de forma individual o en combinación con otros compuestos (los llamados cócteles químicos) con los que pudieran reaccionar modificando su estructura y efectividad. Pero todos estos mensajes tranquilizadores no sirven para nada. En vista de la polémica existente alrededor de los parabenos, y persiguiendo el mismo objetivo de los alimentos «Sin conservantes ni colorantes», muchas casas comerciales han decidido lanzar al mercado cosméticos «Sin Parabenos». Las campañas de marketing de muchos productos cosméticos son casi más agresivas que las analizadas en el campo de la alimentación. En ellas se dan datos sesgados y alarmistas sobre la posible relación de los parabenos y el cáncer para luego vender las bondades de sus productos «naturales» que no llevan parabenos. ¿Y cómo se conservan los cosméticos «Sin parabenos»? Pues con alternativas que no solo carecen de rigor científico, sino que rozan la picaresca. Un ejemplo es el uso como conservantes de aceite esenciales presentes en determinadas plantas como el clavo, el romero o incluso el té. Aunque se ha demostrado que estos aceites tienen acciones fungicidas y antimicrobianas, no se han hecho estudios a largo plazo que aseguren la inocuidad de las altas concentraciones necesarias para que puedan ejercer su

efecto conservante. Últimamente los amantes de los productos naturales se decantan por el uso de zumo de uva como alternativa a los parabenos. En la publicidad de muchos cosméticos se puede leer que el zumo de uva es un compuesto natural libre de químicos que conserva el producto de belleza. Sin embargo, la realidad es muy distinta como nos cuenta Yanko Iruin, catedrático de Física-Química de la Universidad del País Vasco[149] [150]. El compuesto que realiza su acción conservante no es el zumo de uva propiamente dicho, sino un agente químico de naturaleza fenólica y con derivados amino cuaternarios que se extrae de la pulpa de la uva tras una serie de operaciones físicas y químicas. «Muy muy natural» no es precisamente. Tras lo expuesto la conclusión es clara. La moda de los «Sin Parabenos» es absurda. Estos agentes químicos no solo han demostrado no estar relacionados con ningún tipo de patología, sino que han pasado estrictos controles de seguridad antes de salir al mercado. Además, las alternativas son, como mínimo, igual de «químicas» que los parabenos. Si se aplica estrictamente el Reglamento (UE) 655/2013 por el que se establecen los criterios comunes a los que deben responder las reivindicaciones relativas a los productos cosméticos, y en el que se puede leer que «Las reivindicaciones relativas a productos cosméticos han de ser objetivas y no denigrar a los competidores, ni denigrar ingredientes utilizados legalmente», al eslogan «Sin Parabenos» le queda poco. Los parabenos son ingredientes utilizados legalmente. No hay vuelta de hoja. Quien piense que ese tipo de publicidad solo pretende informar al consumidor se equivoca. Al igual que en el caso de los «Sin aditivos», el mensaje subliminal está claro: «Mi producto no lleva parabenos por lo que es más sano que los de la competencia que sí los llevan»… y esto no es cierto. Si en un futuro se demuestra la peligrosidad de los parabenos y no pasan los controles establecidos por las autoridades sanitarias, se retirarán del mercado, pero hasta entonces son ingredientes legales y nada peligrosos. EL MISTERIOSO CASO DE LAS CREMAS DEL MERCADONA Fue uno de los temas de conversación de hace unos veranos. Mercadona

retiró de golpe y porrazo 11 productos cosméticos de las marcas Solcare y Deliplus y se armó la mundial. Los medios de comunicación anunciaron la noticia a bombo y platillo con discursos muy alejados de la realidad; prestigiosas revistas de divulgación científica publicaron titulares alarmistas en torno a la seguridad de toda clase de productos cosméticos; webs como #Boicotmercadona aprovecharon que el Pisuerga pasaba por Valladolid para arremeter contra la empresa; tertulias televisivas y radiofónicas avivaron la peligrosa tendencia quimiofóbica instalada en nuestro país desde hace un tiempo; algunas personas afirmaban que conocían a gente que había sido ingresada en hospitales por haber usado cremas en mal estado… todo se salió de madre suscitándose una alarma social como pocas se recuerdan en el campo de los productos cosméticos. Cuando todo aquello parecía olvidado, la polémica se ha vuelto a avivar. Periódicamente aparecen correos virales o mensajes de WhatsApp que desencadenan todo tipo de comentarios al respecto. Por esta razón, he creído conveniente dedicar un apartado de este capítulo a responder una serie de preguntas relacionadas con «el misterioso caso de las cremas del Mercadona». ¿Qué ocurrió con los famosos productos de las marcas Deliplus y Solcare? ¿Estuvo justificada la alarma generada? ¿Fue correcta la retirada de los productos? ¿Han echado leña al fuego algunas fuentes de divulgación avivando la confusión en la población? Recordemos lo ocurrido. En el verano del 2012 una noticia fue portada de los principales periódicos, telediarios y emisoras de radio. Mercadona, por decisión propia, aunque instada por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, retiraba una serie de cosméticos pertenecientes a las marcas Deliplus y Solcare y los sustituía por otros de las mismas casas comerciales, pero con diferentes ingredientes. Principalmente se trataba de cremas nutritivas, lociones after sun y cremas hidratantes.

La razón de la retirada de estos 11 productos fue la presencia conjunta entre sus ingredientes de dos agentes químicos, la trietanolamina y el bronopol (2-bromo-2-nitropropano-1,3-diol). Según la normativa vigente, estos dos compuestos no pueden estar juntos en un mismo producto, ya que podrían reaccionar dando lugar en determinadas condiciones a las nitrosaminas, compuestos que se originan al reaccionar una amina secundaria con nitritos en un medio muy ácido (por ejemplo, dentro del estómago).

Sobre las nitrosaminas existe una gran controversia ya que, en determinadas condiciones y según algunos estudios, estos compuestos pueden ser potencialmente concerígenos. ¿Y qué funciones desempeñan la trietanolamina y el bronopol en las cremas del Mercadona? La trietanolamina es un corrector que mantiene el pH del producto en un rango adecuado y el bronopol es un tradicional agente antimicrobiano que cumple funciones conservantes en los productos cosméticos. Pues bien, en determinadas condiciones físico-químicas, como son elevadas temperaturas y pHs acalinos, el bronopol puede descomponerse originando nitritos, unos compuestos que reaccionarían con las aminas terciarias que proporcionan la trietanolamina. Esta reacción podría dar lugar a la presencia de las citadas nitrosaminas. Vale. Todo esto está muy bien, pero lo que realmente le interesa al consumidor es… en el caso que se formen esas nitrosaminas, ¿son peligrosas? Por una parte, una exhaustiva revisión bibliográfica muestra como, hasta el momento de la publicación de este libro, no hay estudios rigurosos que hayan demostrado que exista una relación causa/efecto entre la aplicación a través de la piel de un producto que tuviese nitrosaminas y algún tipo de cáncer. Por otro lado, y a raíz de la alarma generada, diversos estamentos entre los que se encontraba la propia Asociación Española de Medicamentos y Productos Sanitarios[151] certificaron que en ninguno de los productos cosméticos de Mercadona se encontraron trazas de nitrosaminas ni de ningún otro compuesto que pudiese ser tóxico. Este dato no solamente fue confirmado por el Ministerio de Sanidad, sino que era totalmente esperado ya que las condiciones de formación de nitrosaminas en dichos cosméticos son tan remotas que la noticia sería que existiesen. En estos momentos debemos hacernos la segunda pregunta clave de este apartado: si las famosas cremas del Mercadona no llevaban nitrosaminas y además, aunque las llevasen, no tienen riesgo alguno, ¿por qué han retirado estos productos del mercado? Desde el punto de vista sanitario, que es el que más le preocupa al consumidor, hay que ser contundente. A pesar de que el «riesgo cero» no

existe ni en este caso ni en ningún otro, no había razón sanitaria alguna para retirar los 11 productos. Bueno, en condiciones extremas como puede ser freír las cremas en aceite hirviendo y luego comerlas para que penetren en nuestro organismo es posible, solo posible, que lleguen a producir cáncer… Sin embargo, según la legislación vigente (desde mi punto de vista obsoleto) no está permitido que la trietanolamina y el bronopol estén juntos en un mismo producto, por lo que Mercadona estaba obligada a retirar inmediatamente las famosas cremas. Así lo hizo. Concretamente se sustituyó la trietanolamina por hidróxido sódico, una base que no puede dar lugar a aminas terciarias, y el problema quedó zanjado. Estimados lectores, cada vez que les llegue un correo electrónico o un mensaje al móvil acerca del gran peligro que tienen los cosméticos de Mercadona recuerde: los productos de Deliplus y Solcare comercializados por Mercadona no podían, según la ley vigente, llevar trietanolamina y bronopol en su composición… pero aun así no existía riesgo para la salud del consumidor. Además, y para que no vuelva a cundir el pánico injustificado cada vez que la noticia se reactive como suele ocurrir todos los veranos, sería conveniente tener claro que las empresas implicadas modificaron convenientemente la formulación de los famosos productos cosméticos. Pero si el sector de las cremas hidratantes no para de dar noticias, el mundo de los desodorantes es el que se lleva la palma en los últimos años. ¿Provocan cáncer de mama los desodorantes?, ¿qué efectos tiene el aluminio sobre la salud?, ¿son mejores aquellos que usan mineral de alumbre?, ¿hay desodorantes que mantienen más tiempo su efecto que otros?, ¿en qué se basan? EL MITO DE LOS DESODORANTES QUE MATAN El sudor es bueno, lo necesitamos para regular la temperatura corporal, proteger la piel frente a la sequedad, eliminar toxinas, etc. Lo que sí estamos obligados a hacer es, tanto por nuestra salud como por la de nuestros seres más cercanos, manejarlo de la mejor manera posible, de forma que no provoque que vayamos desprendiendo un olor desagradable. para ello, lo primero que debemos conocer, al igual que hicimos con las cremas

hidratantes, es su composición y los factores que van a influir en nuestro olor corporal. Está establecido que más del 90% del sudor es agua, y el 10% restante está compuesto por sales minerales y materia orgánica procedente de nuestro metabolismo. También es conocido que el sudor nada más ser secretado es un producto que carece prácticamente de olor, pero este sudor inodoro es transformado en mal olor por las bacterias que viven en las axilas como marquesas gracias a que nuestro organismo les proporciona todo tipo de nutrientes, además de un ambiente cálido y húmedo. El metabolismo de estas bacterias excreta sustancias químicas, sobre todo ácidos grasos de cadena corta, como el ácido butírico, también responsable del «aroma» de muchos quesos, el ácido caproico o el ácido (E)-3-metil-2hexenoico, principal responsable del mal olor del sudor. ¿Cómo se puede intentar controlar los efectos desagradables del sudor? Si nuestra intención es no oler mal, solo tenemos tres alternativas[152]: cargarnos periódicamente las bacterias que se generan; sudar menos para que no proliferen o seguir siendo unos guarros pero, al menos, tapar el olor con algún otro aroma que lo enmascare. Pues bien, para estas tres estrategias el mercado nos ofrece tres alternativas: el uso de desodorantes, antitranspirantes y enmascaradores. ¿Cuáles son sus diferencias? Los desodorantes tienen una triple acción: combatir la población bacteriana que da lugar al mal olor gracias a la acción antimicrobiana de bacterias como el triclosán o algunos quelatos metálicos; impedir que la zona se reseque con la presencia de algún ingrediente en su composición que proteja la pérdida de humedad (es el caso de glicoles, glicerina, polietilenglicol o alcohol esteárico) y proporcionar un buen olor gracias a la presencia de algún agente aromático como el geraniol, citral, linalool o limoneno. Por otra parte, la única función de un antitraspirante es reducir parcialmente la cantidad de sudor secretado al exterior mediante el uso, principalmente, de sales de aluminio o de zinc. Tradicionalmente se ha pensado que estos compuestos químicos contraían los poros por los que sale

el sudor. Sin embargo, actualmente está establecido que el aluminio y la proteína superficial de la piel que bloquea los poros forma una especie de precipitado que da lugar al efecto antitraspirante. Con el paso del tiempo, la piel va eliminándose y con ella se va también el precipitado. Por esta razón, la acción del antitraspirante es temporal. Finalmente, el enmascarante, también conocido como Body Spray, camufla el olor mediante la presencia en su composición de un perfume bastante intenso, pero sin llegar a regular ni el sudor ni la población bacteriana. No se lo recomiendo. Una vez descrita tanto la composición y función del sudor en el organismo como el mecanismo de actuación de los diferentes tipos de productos presentes en el mercado para regularlo, veamos ahora el debate generado acerca de los riesgos de usar cierto tipo de antitraspirantes. En concreto me referiré a los que llevan aluminio en su composiciólon para reducir el sudor excretado. ¿Son ciertas las informaciones que acusan a estos antitraspirantes de inducir cierto tipo de cánceres o alzhéimer por la prsencia de aluminio entre sus ingredientes? ¿Por qué la Seguridad Social reparte manuales informativos en los que se recomienda el uso de desodorantes libres de aluminio? ¿En qué se basan los oncólogos para desaconsejar su uso? ¿Tiene sentido su sustitución por otro tipo de componentes? ¿Es una estrategia de marketing o tienen rigor científico los nuevos desodorantes con 0% de aluminio? El tema de la posible relación entre el aluminio y la enfermedad de Alzhéimer es de traca. Hay algunos estudios que afirman que el aluminio se comporta como un neurotóxico cuando alcanza concentraciones suficientes en el cerebro y otros que sugieren que existe una conexión entre ciertas disfunciones mentales y el contenido de altas concentraciones de aluminio en el agua de consumo oral… pero extrapolar estos estudios a lo que podría ocurrir si ustedes usan desodorantes con aluminio carece de rigor científico. Como muestra dos botones. A finales de siglo XX, diferentes grupos de investigación demostraron que los cerebros afectados de alzhéimer no contenían cantidades significativas de aluminio y que todos aquellos estudios que dieron lugar a la

surrealista relación entre aluminio y alzhéimer en los sesenta y setenta tuvieran graves fallos metodológicos[153]. Por otro lado, otros estudios muestran cómo la cantidad de aluminio que puede absorberse a través de los poros de la piel es más de mil veces inferior a la cantidad considerada como peligrosa por agencias como la FDA estadounidense o su equivalente alemán, la Bundesinstitut für Risikobewertung. Pero los antitraspirantes con aluminio no solamente se han relacionado con el azhéimer. Su presunta relación con el cáncer de mama ha dado, y está dando, mucho que hablar. Según se puede leer en artículos aparecidos no solo en internet sino también en varios medios de comunicación, los antitraspirantes y los desodorantes pueden causar cáncer de mama, ya que contienen sustancias dañinas que pueden ser absorbidas por la piel o entrar en el cuerpo por cortes causados al afeitarse. Además, algunos científicos han afirmado frecuentemente que tanto los parabenos como las sales de aluminio pueden estar relacionados con el cáncer de mama porque se aplican frecuentemente en una zona cercana a los senos. La razón es que según algunos estudios ambos ingredientes de desodorantes y antitraspirantes puede ser absorbidos por la piel y causar efectos hormonales parecidos a los del estrógeno, dando lugar a la formación del cáncer de mama. Sin embargo, diversas revisiones científicas e institutos oficiales han emitido informes que afirman que no existe una relación causa/efecto entre el uso de desodorantes o antitraspirantes y la aparición de cáncer de mama. A pesar de los correos alarmistas que circulan, hasta la fecha o hay evidencias científicas que permitan asegurar que los parabenos o el aluminio provoquen cáncer. Desodorantes naturales con mineral de alumbre Bien, pero si el uso de aluminio en antitraspirantes no ha demostrado tener ningún riesgo sobre la salud… ¿por qué han aparecido en el mercado infinidad de productos que emplean «mineral de alumbre» en lugar de sales de aluminio? La respuesta es la misma que di para explicar el famoso «Sin

Porquerías» en el capítulo dedicado a los aditivos o la que esgrimí para justificar por qué L'Oréal llamaba proteína a la arginina: el marketing quimiofóbico. Veamos. Anteriormente he explicado la razón por la cual lo antitraspirantes tradicionales emplean una sal de aluminio, concretamente el clorhidrato de aluminio, para reducir la presencia de sudor. Pues bien, como eso de clorhidrato de aluminio suena mucho a química, y «todos sabemos» que «química=caca», muchas empresas buscaron alternativas al uso de dicha sal de aluminio para no emplear en su formación un nombre químico que algunos habían asociado al cáncer de mama. Dicha búsqueda dio como resultado la aparición de los desodorantes con el «nuevo mineral de alumbre»[154] [155]. ¿Nuevo? ¿Cómo que nuevo? Antes de analizar su composición, sería bueno recordar que el uso de piedras de alumbre para evitar olores corporales está descrito desde los tiempos de los romanos, que se pasaban la piedra de alumbre por la axila gracias a sus propiedades cicatrizantes y bactericidas. Respecto a la composición del mineral de alumbre que muchos consumidores compran por considerarlo un producto «natural» en el que no existen productos químicos, es importante destacar que estamos hablando de un sulfato doble de aluminio y potasio, que puede ser sintetizado en el laboratorio a partir de la bauxita, y que excepcionalmente puede encontrarse libre en la naturaleza. Sí, lo han oído bien, el mineral de alumbre también posee aluminio en su composición y, además, tiene un comportamiento en disolución exactamente igual que el clorhidrato de aluminio. Una vez que se pone en contacto con el sudor, esta sal de aluminio y potasio se disocia y volvemos a tener libre el ion aluminio que realiza el mismo papel que desempeñaba el clorhidrato de aluminio al que venía a sustituir… aluminio incluido. ¿Y qué ganan las empresas que venden desodorante con «mineral de alumbre» como sustituyente del clorhidrato de aluminio? Está claro. Usar un eslogan mucho más «natural» y menos «químico»… hasta hay casas comerciales a las que se les ha ido de las manos todo esto y emplean surrealistas mensajes publicitarios como «Sin aluminios dañinos» o

«Compuestos de aluminio naturales». ¿Y qué hay de los desodorantes o antitraspirantes 0%?Aquí también hay truco. Si ustedes se fijan con detenimiento en estos productos de aseo 0%, podrán observar cómo, en la gran mayoría, al lado del 0% aparecen una serie de términos como el famoso clorhidrato de aluminio, parabenos, alcohol, etc. ¿Mienten esas etiquetas? No, pero tampoco dicen toda la verdad.

Respecto al clorhidrato de aluminio, ya les he comentado que las casas

comerciales emplean otra sal del aluminio y así solucionan el «inexistente problema». 0% e clorhidrato de aluminio no es lo mismo que 0% aluminio. Por otra parte, los parabenos, que recordemos que al igual que los aditivos en alimentos han pasado todos los controles sanitarios necesarios para poder comerclializarse, tienen función conservante. Como les señalé anteriormente para poder emplear el eslogan 0% parabenos muchas marcas emplean otro tipo de conservantes en la formulación y otro problema resuelto. Como verán todas las etiquetas son legales y, semánticamente se ajustan a la realidad. Sin embargo, vuelven a confundir al consumidor dando a entender que los productos 0%, los «naturales» o los «SIN» son más beneficiosos que los «CON» o los que llevan «terribles ingredientes químicos». ¿POR QUÉ REXONA NUNCA TE ABANDONA? No me gustaría acabar este capítulo sin dedicarle unas páginas a los desodorantes de nueva generación, aquellos que prometen prolongar su efecto durante mucha más tiempo que los desodorantes tradicionales. Para ello, responderé con datos científicos a una pregunta que muchos consumidores de productos de aseo nos hacemos: ¿por qué el desodorante Rexona nunca te abandona? Antes de entrar a fondo en el proceso bioquímico con el que la famosa marca d productos de aseo justifica esa célebre frase, les adelanto que ese eslogan publicitario, que durante mucho tiempo no tenía sentido ya que en la composición de este producto no existía ningún ingrediente que permitiese esgrimir tal afirmación, ya está respaldado científicamente. Una gran parte de los desodorantes de Rexona emplean un sistema denominado Motion Sense que, según promete la marca perteneciente al gigante empresarial Unilever, se activa con cada movimiento, permitiendo que el efecto del desodorante perdure más tiempo. ¿Y eso es posible? Sí, y todo gracias a que dentro de la lista de ingredientes que forman parte de los desodorantes que emplean el sistema Motion Sense existe uno, llamado maltodextrina, que va a ser clave para que Rexoan no te abandone[156]. La maltodextrina es un polisacárido con capacidad encapsulante obtenido

por la hidrólisis parcial del almidón presente en el arroz, las patatas o el maíz. Desde el punto de vista químico, las maltodextrinas están formadas por unidades de D-glucosa unidas que poseen una gran solubilidad, una alta capacidad para unirse a moléculas huésped y, sobre todo, tiene un bajo costo comparadas con otros materiales encapsulantes. Pues bien, gracias a esa capacidad encapsulante, las maltodextrinas son capaces de atrapar en su interior diversas sustancias aromáticas presentes en loa composición del desodorante como es el caso del geraniol, linalool y otros muchos compuestos que proporcionan un agradable olor. Vale, perfecto, pero si las maltodextrinas atrapan a los aromas, ¿por qué el efecto de esas fragancias perdura durante más tiempo? La respuesta la encontramos en el proceso llamado «release o de liberación controlada». Cuando añadimos el desodorante sobre nuestra piel las microcápsulas maltodextrinas/agente aromático se adhieren a la misma. Posteriormente, y a medida que vamos desarrollando nuestra actividad diaria,estas microcápsulas se van rompiendo por la fricción con la piel y los compuestos olorosos se liberan de forma constante y gradual dando lugar a que el olor agradable perdure en el tiempo. De esta forma se prolonga la eficacia del desodorante durante un período superior al que se alcanzaría si los aromas no estuviesen encapsulados en las maltodextrinas… y éste es el motivo por el que Rexona nunca te abandona. Es muy posible que ustedes estén sorprendidos al ver cómo el sistema de liberación controlada de aromas integrado en los desodorantes de Rexona que presentan el mecanismo Motion Sense sirve para justificar que este tipo de productos de aseo sean muy eficaces. Sin embargo, lo que les he expuesto no justifica que todos los productos que empleen un sistema de liberación controlado de compuestos bioactivos cumplan lo que prometen. Actualmente, existen en el mercado pantalones vaqueros o sprays anticelulíticos que, amparándose en sistemas similares al Motion Sense de Rexona, prometen combatir la celulitis gracias a la formación de microcápsulas de maltodextrinas y posterior liberación controlada de sus principios activos (carnitina, cafeína, etc.). En estos casos, y aunque la tecnología de liberación controlada de compuestos bioactivos a través de

microcápsulas está respaldada científicamente, el rigor científico no lo veo tan claro. ¿Por qué? Pues porque no hay ninguna evidencia científica reconocida por un organismo oficial de que los agentes liberados por las microcápsulas presentes en los sprays o los pantalones tengan un efecto anticelulítico demostrado. Una cosa es que funcione la tecnología de encapsulación y posterior liberación de compuestos bioactivos y otra muy distinta que el agente encapsulado y liberado cumpla la función que promete la publicidad del producto en cuestión. Estimados lectores, en este capítulo les he mostrado diversos aspectos relacionados con productos de aseo tan usados hoy en día como las cremas hidratantes y los desodorantes. Durante las últimas páginas, les he dado herramientas suficientes para comprender no solo la naturaleza de sus ingredientes, sino también para entender su mecanismo de actuación. Pero además de este tipo de información me gustaría que el siguiente mensaje calara en ustedes. En la mayoría de las ocasiones, las causas de las alertas sanitarias procedentes de productos comerciales no se pueden reducir a un solo motivo. Al posible y no siempre justificado riesgo sobre la salud hay que sumarle la lógica falta de conocimientos científicos del consumidor sobre temas específicos, los intereses comerciales de determinadas empresas del sector, la existencia de legislaciones obsoletas basadas en extremistas principios de precaución o el amarillismo de algunos medios de comunicación… o ponemos freno a todo esto y aplicamos un poquito el sentido común, o solamente nos queda esperar a que salte la siguiente alarma.

LA NUTRICOSMÉTICA O CÓMO COMERTE UN KIWI TE HACE MÁS BELLA Es la nueva moda dentro del mundo de las celebrities. Madonna se ha convertido en su máxima defensora y personajes como Eva Longoria, David Beckham o Keanu Reeves son sus embajadores pro todo el mundo. ¿De qué hablo? De la twincosmética, la nueva tendencia dentro del mundo de la belleza. La twincosmética es una moda procedente de EE.UU. que ya se ha instalado en nuestro país. Según sus creadores, se trata de una nueva generación de cosméticos y nutricosméticos que incluye un concepto innovador y lleno de gran «sentido común». Concretamente, consisten en abordar el cuidado de la piel desde dos frentes, el externo y el interno, combinando suplementos nutricionales y cosméticos tradicionales en un mismo protocolo de belleza para lograr así una sinergia que multiplique su efectividad y la duración de los resultados en la piel. Para aclararnos, la twincosmética te vende en un mismo pack una crema anticelulítica y un suplemento alimenticio para reafirmarte la piel. Los capítulos anteriores los hemos dedicado al primero de los componentes de la twincosmética: la cosmética tradicional. Es la hora de analizar el segundo protagonista de la twincosmética: la nutricosmética. Pastillas para broncear, comprimidos para combatir la celulitis, cápsulas para

tonificar las piernas… en las superficies comerciales encontramos un gran número de productos destinados a mejorar la belleza «desde dentro». Son los nutricosméticos, la llamada tercera generación de cosméticos. Estamos hablando de complementos alimenticios que ayudan o favorecen a nuestra belleza por tener entre sus principios activos nutrientes que se supone trabajan ciertos aspectos desde dentro hacia fuera. Vitaminas, minerales, ácidos grasos, polifenoles, carotenoides, isoflavonas o lactobacilos son algunos de los ingredientes que formar parte de los nutricosméticos. Aunque hay mucha gente que los considera productos del futuro, son muchas las empresas que ya los comercializan. Marcas como Innéov, Oenobiol, Innovage, Arkosol han logrado que, hoy en día, más del 50% de los estadounidenses consuman algún suplemento cosmético, frente al 48% de consumo europeo y el 28% en España. Estas cifras no son nada despreciables. Entre los nutricosméticos más consumidos destacan el grupo de los anticelulíticos, seguidos por los dedicados a la salud capilar, los destinados al cuidado de la piel y aquellos cuya función es proteger el cuerpo de la radiación solar. Hasta aquí la teoría pero, ¿son efectivos estos nutricosméticos? ¿Tiene sentido la nutricosmética? ¿Y la twincosmética? Lo primero que hay que tener claro es que, a pesar de que estamos hablando de productos destinados a la belleza, al tratarse de complementos alimenticios que se ingieren oralmente todos los nutricosméticos deben ajustarse a los dictámenes que establece la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. Por ello, las empresas que comercializan estos productos están obligadas a seguir los mismos pasos que los alimentos funcionales y el resto de complementos alimenticios que ya han sido descritos en capítulos anteriores. Ante tal situación, son cuatro las estrategias seguidas por las empresas de nutricosméticos para comercializar sus productos. En todas hay un denominador común. La presencia o ausencia en su formulación de una serie de «estrafalarios» compuestos. La primera de ellas es, desgraciadamente, la más frecuente. Hay empresas que comercializan nutricosméticos que prometen mejorar nuestro aspecto,

pero en cuya composición no existe ni un solo ingrediente aprobado por al UE para poder hacer tales reclamos. Un ejemplo lo tenemos en Innovage Antidescolgamiento Cutáneo, un complemento que promete servir para mantener la estructura y elasticidad y reducir la materia grasa. Este nutricosmético tiene como componentes principales aceite de borraja, extracto de cacao y extracto de té verde. Revisando la lista de ingredientes aprobados por la UE en el Reglamento (CE) 432/2012, comprobamos que ninguno de los compuestos citados anteriormente tiene aval científico para poder publicitar que Innovage Antidescolgamiento Cutáneo sirve para nada de lo que anuncia… pero lo publicita. La segunda opción es muy curiosa. Triste, pero curiosa. Como he comentado en capítulos anteriores, pienso que una correcta evaluación de un complemento alimenticio se basa en el análisis de las propiedades del producto en su globalidad y no de las que proporcionen sus ingredientes individualmente. Por ello, aplaudo a todas aquellas marcas comerciales que huyen de la «estrategia del asterisco» y envían a la EFSA todos los informes científicos que estiman oportunos para intentar obtener el visto bueno de la UE acerca de las propiedades globales de su producto. Lo que no me parece de recibo es que, si a una empresa de nutricosméticos no le gusta el veredicto de la UE, se salte a la torera el informe emitido por las autoridades pertinentes y decida comercializar su producto… y eso es lo que está ocurriendo con muchos nutricosméticos. En el año 2012, el Panel de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la EFSA emitió dos veredictos sobre un complemento alimenticio formado por la combinación de 8 mg de licopeno, 10 mg de vitamina E, 1 mg de luteína y 50 microgramos de selenio[157]. Tras analizar la documentación aportada por la empresa solicitante del aval científico, dicho panel llegó a la conclusión de que no existía ninguna evidencia científica de que el consumo de dicho producto protegiera la piel de los daños ocasionados por la luz ultravioleta (incluida la fotooxidación). Tampoco dicha combinación de nutrientes ha demostrado hasta ahora servir para preparar, activar o prolongar el bronceado.

A pesar de ello, en la mayoría de las grandes superficies se ha comercializado un nutricosmético denominado Oenobiol Solaire Tolérance que promete «mejorar la tolerancia de la piel al sol» y «activar el broceado». ¿Imaginan cuál es su composición? Efectivamente: 8 mg de licopeno, 10 mg de vitamina E, 1 mg de luteína y 50 µgramos de selenio. ¿Y cómo es posible que un nutricosmético que tiene un informe negativo por parte de las autoridades se comercialice libremente? No lo sé, pero nadie pone remedio y el ejemplo se está extendiendo a otras empresas. La tercera estratagema es el uso de la famosa citada «estrategia del asterisco» que tanto gusta en el sector de la alimentación. La táctica empleada por el Actimel o por Stilvid Cardio, para poder publicitar que dichos

productos ayudan al normal funcionamiento del sistema inmunitario o del corazón, también es empleada por marcas como la archiconocida Innéov, una firma muy relacionada con Nestlé y L'Oréal. Dentro de la gama de productos Innéov que combinan la nutrición y la cosmética, uno de los nutricosméticos que más cuota de mercado ha obtenido es Innéov Antiedad Firmeza, un concentrado nutricional específicamente indicado para ayudar a reafirmar la piel desde su interior. En su composición encontramos tres ingredientes principales: lactolicopeno, isoflavonas de soja y vitamina C (marcada con un asterisco en el envase). Pues bien, el Reglamento 432/2012 de la UE muestra cómo la EFSA no ha respaldado ningún estudio científico que avale que el lactolicopeno (un derivado del licopeno patentado por Nestlé para aumentar su disponibilidad) o que las isoflavonas e soja tengan el más mínimo beneficio sobre la firmeza de la piel. Sin embargo, la estrategia del asterisco permite atribuir a Innéov Antiedad Firmeza todo tipo de bondades. Según dicha normativa, si un producto lleva en su composición la cantidad de 12 mg de vitamina C puede publicitar que «contribuye a la formación normal de colágeno para el funcionamiento normal de la piel» exactamente el tipo de mensaje que aparece en el envese de Innéov Antiedad Firmeza y al que te lleva el diminuto asterisco que acompaña a la vitamina C.

¿Estoy diciendo que ese nutricosmético de Nestlé y L'Oréal que ayuda a combatir la celulitis debe su acción exclusivamente a la vitamina C? Según la EFSA sí… y voy más allá. En una naranja hay casi un 60% más de vitamina C (70 mg) de la que existe en un comprimido del nutricosmético Innéov Antiedad Firmeza (30 mg) y 8 veces más de la cantidad mínima exigida de este micronutriente para poder publicitar que un producto «contribuye a la formación normal de colágeno para el funcionamiento normal de la piel». Además esa naranja es muchísimo más barata que los 30 euros que cuesta una caja de Innéov Antiedad Firmeza. Coman naranjas y su piel será mucho más firme. He dejado para el final la más sorprendente de las cuatro estrategias empleadas en el mundo de la nutricosmética: la creación de toda una gama de complementos alimenticios basados en un único micronutriente. Retrocedamos unos cuantos años atrás. En agosto del 2012, cuando el Ministerio de Sanidad dio a conocer el listado definitivo de los 417 medicamentos que dejarían de tener financiación pública, médicos y farmacéuticos levantaron la voz de alarma[158]. Al no estar sometidos a los precios de referencia impuestos por la Administración, estos fármacos podrían subir su precio de forma libre. No hubo que esperar mucho para que

los vaticinios de los expertos se cumpliesen. A los seis meses, algunos de estos medicamentos aumentaron su precio un 117%. Dentro de esos productos que dejaron de ser financiados, el caso más llamativo es el del Daflon, un fármaco para la insuficiencia venosa crónica, o sea, para mejorar la circulación sanguínea. Antes del «medicamentazo», y gracias a la financiación de la Seguridad Social, su precio no llegaba a los 9 euros. Tras la decisión de la administración, el ciudadano debía pagar 20 euros por el Daflon. Desde entonces, varias firmas que comercializan nutricosméticos aprovechando la ocasión coyuntural, tienen en su gama de productos algunos destinados a la «salud venosa». Veamos un ejemplo. Circunvein es un suplemento de la gama Innéov cuyo nombre no solamente recuerda a las palabras «circulación» y «vena», sino también a uno de los tratamientos que ya no financia la Seguridad Social: los destinados a la circulación venosa. Este nutricosmético de última generación contiene tres ingredientes principales: pepitas de uva, vitamina E y vitamina C. Según reza en su publicidad, Innéov Circunvein debe su éxito a la presencia en su composición de un extracto de pepita de uva que tiene una triple acción sobre la salud venosa, la circulación sanguínea y una protección antioxidante. Para la prestigiosa firma, el extracto de pepitas de uva desempeña un papel clave en la salud venosa, ya que ayuda a preservar las estructuras biológicas de las venas. Eso sí, según los responsables de este nutricosmético las uvas deben pertenecer a las variedades Chardonnay y Pino. Si no es así, parece ser que no se consigue el efecto deseado. Curioso. Sin embargo, la EFSA, a día de hoy, no ha emitido ningún informe positivo acerca de que las pepitas de uva tengan el más mínimo efecto sobre la salud venosa, ni sobre la circulación sanguínea ni que proporcionen una protección antioxidante. ¿Esto significa que esa publicidad es ilegal? No. En la formulación de Innéov Circunvein sí que hay un ingrediente al que se le puede atribuir un efecto sobre la circulación sanguínea. Se trata, de nuevo, de la vitamina C, el mismo micronutriente que en Innéov Firmeza era el responsable de producir una piel más elástica. Según la UE, la vitamina C contribuye a la formación natural de colágeno

para asegurar tanto el funcionamiento normal de los vasos sanguíneos como el funcionamiento normal de la piel; y Nestlé y L'Oréla, en base a esa doble alegación saludable que tiene la vitamina C, saca al mercado dos productos distintos, pero con un único ingrediente avalado por la EFSA para publicitar dichas propiedades. El resto de ingredientes de esos productos (lactolicopenos, isoflavonas, pepitas de uva, etc.) no tienen nada que ver ni con la firmeza de la piel ni con los vasos sanguíneos, pero ayudan a ampliar la gama. Ya puestos a comercializar un elevado número de productos basados en la vitamina C, cualquier empresa del sector podría legalmente vender 15 nutricosméticos diferentes basados en las 15 alegaciones saludables que la UE permite para la vitamina C. Increíble, pero cierto. Si no están ya lo suficientemente indignados esperen a leer esto. En una sola pieza de kiwi, una de las frutas más completas, hay de media unos 80 miligramos de vitamina C. Esta cantidad constituye un 25% más de los miligramos de este micronutriente que existen en los 2 comprimidos diarios de Innéov Circunvein destinados a ayudar al funcionamiento normal de los vasos sanguíneos y 7 veces más de la cantidad mínima exigida de este micronutriente para poder publicitar que un producto «contribuye a la formación normal de colágeno para el funcionamiento normal de los vasos sanguíneos». Si ustedes quieren tener una buena circulación de la sangre, y de paso cuidar su celulitis, coman un kiwi al día y déjense de nutricosméticos. Estimados lectores, es cierto que según la ley vigente relativa a las alegaciones saludables aprobadas, la mayoría de los nutricosméticos que les he presentado, que no todos, son totalmente legales por su contenido en micronutrientes, pero si nos fijamos en el artículo 7.1 de la Ley de Competencia Desleal, es posible que aparezcan algunas dudas. Según el artículo destinado a Omisisones engañosas «… Es también desleal si la información que se ofrece es poco clara, ininteligible, ambigua, no se ofrece en el momento adecuado, o no se da a conocer el propósito comercial de esa práctica, cuando no resulte evidente por el contexto». Una vez analizadas las cuatro estrategias de diseño de un nutricosmético,

quiero dedicar un apartado especial a un caso que me entristece. Me refiero al de las Beauty & Go, cinco nutricosméticos que se comercializan desde el año 2014 y que son resultado del trabajo conjunto entre dos empresas españolas: el Grupo Natura Bissé (empresa del sector de la cosmética y el cuidado de la piel) y AMC Innova (empresa que investiga en el desarrollo de bebidas funcionales y principios bioactivos naturales). Además, en su formulación ha intervenido un grupo de investigación perteneciente al CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas). Este grupo de 5 bebidas nutricosméticas que responden a los nombres Antiaging, Vitality, Radiance, Detox y Defense (esta última aparecida en el 2015) se vende de forma exclusiva en El Corte Inglés al «módico precio» de 2,85 euros la unidad, tienen a la modela Eugenia Silva como su principal embajadora y la frase «la belleza que se bebe» como eslogan publicitario. Pues bien, el componente estrella de estas bebidas son los MacroAntioxidantes®, un término registrado y patentado con el que se conoce a un grupo de polifenoles no extraíbles o de baja solubilidad presentes mayoritariamente en la piel de las frutas y que, según dicen los investigadores del CSIC responsables de su investigación, presentan una actividad antioxidante muy superior a la de los polifenoles solubles tradicionalmente estudiados. A pesar de sus prometedoras propiedades, ni los MacroAntioxidantes® de forma individual han sido sometidos a ninguna evaluación por parte de la EFSA ni las bebidas nutricosméticas que los contienen han pasado revisión alguna. Como se podrán imaginar las Beauty & Go se han sumado a la táctica del asterisco para poder comercializar estas bebidas de belleza ricas en MacroAntioxidantes® sin que la EFSA haya dado su visto bueno para estos ingredientes… pero con el sorprendente añadido de que de nuevo el CSIC, un centro de reconocida reputación, está implicado en varias etapas de su desarrollo. Veamos un ejemplo. Bauty & Go Detox es, según se puede leer en el envase, una bebida bioactiva purificante para la piel compuesta, entre otros ingredientes, por extractos de frutas, espirulina, alcachofa, camomila, diente de león, ortiga, espinaca, Macro-Antioxidantes® de granada y naranja. A pesar de estos

rimbombantes nombres, según el Reglamento UE 432/2012 por el que se establece una lista de declaraciones autorizadas de propiedades saludables de los alimentos, no solo estos ingredientes a las concentraciones señaladas en el envase no tienen aprobada ninguna «health claim» para poder publicitar propiedades saludables, sino que alguno de ellos como la espirulina tiene informes negativos[159]. Así de claro. Sin embargo, en la composición de esta bebida para la belleza podemos encontrar 1 miligramo de zinc, que corresponde al 10% de la cantidad diaria recomendada de este mineral, y que gracias a ese fallido reglamento que evalúa los alimentos en base a sus ingredientes individualmente en vez de hacerlo en base al producto en su globalidad, tiene aprobadas ni más ni menos que 18 «health claims». Entre ellas, como no, la que se encuentra en el envase de este nutricosmético y que dice que Beauty & Go Detox contribuye al metabolismo normal de los macronutrientes. Evidentemente, lo que no se puede leer en la etiqueta de Beauty & Go Detox es que este mineral se encuentra de forma mucho más abundante en infinidad de alimentos que ingerimos a diario y a un precio irrisorio al lado de lo que cuesta esta beauty drink. A modo de ejemplo, les contaré que en solo 100 gramos de lomo de ternera podemos encontrar ni más ni menos que 7 miligramos de zinc, siete veces más que el que han añadido a los 100 ml de Beauty & Go Detox. Claro que, ya que estamos hablando de belleza, podríamos ponernos en plan glamuroso y decir que en 100 gramos de ostras tienes 22 veces más de zinc que en este nutricosmético avalado por el CSIC. En el verano de 2015, apareció en el mercado Beauty & Go Sun Defense, un nutricosmético destinado a poner a punto la piel de cara a la exposición solar y reducir los efectos nocivos del sol en la misma. Sin embargo, ninguno de sus 8 ingredientes más llamativos (betacarotenos, coenzima Q10, ácido hialurónico, colágeno, té verde, aloe vera, camomila) posee informes positivos de las autoridades europeas, más bien al contrario. Para ajustarse a la reglamentación vigente presenta en su composición una cantidad de vitaminas y minerales que hacen que la publicidad de este producto sea correcta. Eso sí, la población española no solo no presenta déficit alguno de la mayoría de esos micronutrientes, sino que además los puede encontrar a

concentraciones mucho más altas en alimentos tradicionales significativamente más baratos. Es posible que ustedes estén pensando que esta información no aporta nada nuevo a lo descrito anteriormente. En realidad, les estoy poniendo un ejemplo de la estrategia número 3 del diseño de nutricosméticos. Sin embargo, lo más delicado de los nutricosméticos Beauty & Go no son las propias bebidas, sino lo que hay detrás. Según se puede leer en la web del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, estas bebidas de belleza se venden bajo licencia CSIC. Además, investigadores del CSIC aparecen en vídeos donde se publicitan estos nutricosméticos, y en mi opinión esto es grave. En un artículo publicado en mi blog SCIENTIAt titulado «¿Por qué el CSIC presta su aval científico a las beauty drinks?»[160], critiqué fuertemente que una institución de reconocido prestigio respaldase este tipo de productos que no tienen informes positivos por parte de la EFSA y además muchos de sus ingredientes han sido evaluados negativamente. Al igual que les comenté cuando hablamos del Revidox, cuando un consumidor ve en la etiqueta de cualquier producto alimenticio el sello del CSIC aumenta su confianza en él, por lo que las instituciones científicas deben cuidar «muy mucho» qué tipo de productos respaldan, sean cuales sean las contraprestaciones que se reciban a cambio. En contestación a dicho artículo, un científico del CSIC que participa en varias etapas del desarrollo de la gama de nutricosméticos Beauty & Go argumentó que el CSIC no avala dichos productos, y esto es absurdo. El CSIC no pude desligarse de un producto que, además de venderse bajo su licencia, se publicita en innumerables medios de comunicación en los que se nombra continuamente a la institución científica. Además, investigadores pertenecientes al CSIC no solo muestran imágenes de los cinco nutricosméticos en congresos científicos avalando sus propiedades, sino que conceden entrevistas en medios de comunicación respaldando estos complementos alimenticios. ¡Incluso la palabra CSIC está en el envase! ¿De verdad alguien puede pensar que las bebidas de la gama Beauty & Go no se aprovechan del nombre del CSIC para ganarse la confianza del

consumidor? Rotundamente no. El respaldo de la institución científica es la clave de sus campañas de marketing y el valor añadido que las empresas responsables de su comercialización emplean para distinguirse de la competencia. Todo lo expuesto no significa que haya que estar en contra de que una institución científica participe en el proceso de diseño, elaboración o incluso comercialización de un alimento o cosmético, sino que este apoyo debe hacerse siempre y cuando el producto en cuestión no emplee dudosas estrategias publicitarias para confundir al consumidor. La investigación pública la privada deben ir cogidas de la mano. Es beneficioso que los científicos participen en patentes de desarrollo industrial, pero los investigadores deber rechazar hacerlo, de una forma u otra, en estrategias como las que he descrito en este capítulo. Los científicos debemos ajustarnos a lo que dice la ley tanto en su letra como en su espíritu. Si el CSIC están en contra de que aparezca su nombre detrás de este tipo de bebidas de belleza, de su forma de comercialización, de que los macroantioxidantes que NO tienen el aval de la EFSA se usen como ingredientes estrella al lado de sustancias que poseen informes negativos del organismo oficial, de que se usen sus investigaciones junto a la táctica del asterisco, lo que debería hacer, en mi modesta opinión, es retirar inmediatamente su presencia en cualquier publicidad asociada a este tipo de nutricosméticos. Personalmente, todo esto me parece un auténtico disparate y de ello el único que sale perdiendo es el consumidor. No existe a día de hoy ningún nutricosmético que haya sido evaluado en base al efecto conjunto de todos sus ingredientes. Los que son legales están basados en la eficacia demostrada por alguno de sus ingredientes de forma individual. De toda esta situación se están aprovechando algunas marcas para comercializar un nutricosmético y, otras, para sacar al mercado toda una gama de productos basados en un solo componente. Además, estos pocos ingredientes efectivos que la ley permite añadir a los nutricosméticos podemos encontrarlos a concentraciones muy superiores en alimentos tradicionales. Por último, tampoco existe la más mínima evidencia científica que sustente a la twincosmética. La nutricosmética no ha demostrado aún

actuar conjuntamente con la cosmética tradicional para potenciar los efectos de esta última. No hay mucho más que decir. Como habrán visto, queda mucho trabajo por hacer en el campo de la nutricosmética… sobre todo porque no hay ningún trabajo hecho.

CÓMO EVITAR UN FRAUDE EN CINCO CÓMODOS PASOS Alimentos funcionales, complementos alimenticios, cosméticos… a lo largo de los 15 capítulos anteriores he destripado todo tipo de productos alabando sus propiedades beneficiosas y criticando las mentiras que se esconden detrás de su publicidad. Ahora les toca a ustedes. En las siguientes páginas voy a enseñarles, en cinco cómodos pasos, la forma de conocer si un alimento o complemento alimenticio cumple lo publicitado. Además, haremos un ejercicio práctico aplicando esos pasos a dos productos con un gran éxito de ventas: un complemento destinado a estudiar que, se supone, mejora la concentración, De Memory, y otro que baja los niveles de colesterol, Limicol. ¿Por qué he elegido concretamente estos dos productos? Porque los dos muestran resultados totalmente diferentes al aplicarles los cinco pasos que les voy a mostrar a continuación. Por último, y para que no solo sea yo el que trabaja, les mandaré deberes. Comencemos. 1) Selección del complemento alimenticio No olviden antes de salir de casa coger todo lo necesario para poder realizar su investigación, especialmente libreta, bolígrafo y valor, mucho valor. Diríjanse a un establecimiento con gran variedad de complementos alimenticios destinados a cubrir cualquier necesidad nutricional o estética. Les recomiendo una parafarmacia o un centro comercial que disponga de ella

o incluso una farmacia, ya que últimamente se han convertido en grandes centros comerciales donde se vende casi de todo. Elijan aquel cuya publicidad se ajuste mejor a sus intereses. 2) Búsqueda del ingrediente estrella Una vez seleccionado el complemento alimenticio que se ajuste a sus necesidades, anoten en su libreta solamente el nombre de su ingrediente estrella. Éste es fácilmente reconocible, ya que el fabricante suele indicarlo claramente con letra de tamaño muy superior al resto. En anteriores capítulos hemos hablado de algunos de ellos. Les hablo del Lactobacillus casei, resveratrol, carnitina, etc. Recuerden que el ingrediente estrella es aquel por el que ustedes están pagando una fortuna, lo que no significa que sea el compuesto que realice la función que se publicita. Es más, pocas veces lo será. La operación debe ser rápida para que no se les acerque nadie a preguntarles qué están haciendo, pero tengan claro que los consumidores están en su derecho de anotar lo que crean oportuno. ¡Ah! No se olviden apuntar el precio del complemento elegido. 3) Búsqueda del ingrediente responsable Antes de salir huyendo anoten también el nombre del resto de ingredientes del complemento alimenticio que aparecen en la etiqueta nutricional y la cantidad en la que se encuentra cada uno de estos ingredientes en el producto final. Saber los gramos, miligramos o microgramos que hay en cada pastilla es importante para poder realizar correctamente el siguiente paso. Entre esos ingredientes secundarios casi seguro que se encuentra el responsable de la «health claim» o alegación saludable que pone en el envase. Es fácil distinguirlo, casi siempre se señala con un asterisco. Claro que es muy posible que dicha «health claim» se la haya inventado el fabricante y ningún ingrediente la cumpla. Éste es el momento de más riesgo. Es posible que se les pegue como una lapa algún dependiente del establecimiento comercial o, incluso, un miembro de seguridad. Tranquilos, escriban el nombre de todos los ingredientes sin dejarse ninguno. No se dejen intimidar. Están en su derecho pero les aconsejo

que no hagan fotos en el interior del local. El cementerio está lleno de héroes. Una vez hecho su trabajo, huyan. 4) Comprobación de la efectividad del complemento Es el momento clave de todo el proceso. La solución definitiva al misterio de su complemento alimenticio se la dará el Diario Oficial de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. Enciendan su ordenador y entren en Google. Tecleen EFSA Journal. En la parte superior derecha de la web de EFSA Journal encontrarán el buscador. Introduzcan el nombre del ingrediente estrella que tienen apuntado. Pulsen ENTER. Aparecerán todos los informes oficiales que el Panel de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la EFSA ha realizado sobre ese ingrediente. Entre todos ellos busquen aquel que hace referencia a la propiedad que se publicita en el complemento alimenticio y por la que ustedes están dispuestos a pagar una fortuna. Léanlo. Está en inglés. Sí, en inglés. Léanlo. Si tienen mucha prisa vayan directamente al último párrafo del Abstract (resumen). Allí encontrarán el tesoro que llevan un rato buscando. En el caso de que los informes sobre el ingrediente estrella sean negativos, introduzcan ahora en el buscador del EFSA Journal el resto de ingredientes del complemento escogido. Lean todos los informes que aparecen acerca de esos compuestos. La tarea es ardua pero «el que algo quiere, algo le cuesta». Si han hecho bien su trabajo su análisis debe ajustarse a una de estas tres opciones: 1. Ninguno de los ingredientes del complemento alimenticio tiene un informe positivo de la EFSA que le permita al producto usar la publicidad que aparece en el envese. TIMO ILEGAL. 2. La alegación saludable no está permitida para el ingrediente estrella pero sí para otros de los ingredientes que podemos encontrar en grandes cantidades en la alimentación convencional. TÁCTICA DEL ASTERISCO. LEGAL PERO NADA ÉTICO. 3. El complemento posee ingredientes que no suelen encontrarse en la

alimentación convencional y que tienen informes positivos de la EFSA. NO TIMO, 5)Búsqueda de alternativas en la alimentación convencional Imagínense que ustedes han cumplido a rajatabla los pasos anteriores y se encuentran frente a un suplemento legal enriquecido en un nutriente del que ustedes presentan carencias. Sí, ya sé que es mucho imaginar y que sería un caso rarísimo, pero pónganse en esa situación. ¿Es totalmente necesario adquirir dicho complemento nutricional para alcanzar los niveles recomendados de ese nutriente? Ni mucho menos. Mi recomendación es que busquen en las «Tablas de Composición de Alimentos» aquellos productos que contengan el ingrediente que proporciona la propiedad buscada. Para ello solamente tienen que comparar las cantidades de dicho ingrediente que hay en el complemento alimenticio con las que hay en los alimentos convencionales. Verán como en la mayoría de los casos, los alimentos tradicionales tienen mayor cantidad del nutriente en cuestión que el suplemento… y además les saldrán mucho más baratos. Es el momento de pasar de la teoría a la práctica. Una vez conocidos los cinco pasos imprescindibles para detectar si un complemento alimenticio es un fraude, analicemos los dos complementos anteriormente citados: De Memory y Limicol. Atentos porque los resultados les sorprenderán. A) DE MEMORY PASO 1: Selección del complemento alimenticio: De Memory. PASO 2: Búsqueda del ingrediente estrella: Fosfatidilserina, jalea real, taurina. PASO 3: Búsqueda del ingrediente responsable: fósforo y vitaminas. PASO 4: Comprobación de la efectividad del complemento: Reglamento UE 432/2012. PASO 5: Búsqueda de alternativas en la alimentación convencional: sardinas, frutas y vegetales.

Los complementos alimenticios destinados a la mejora de la capacidad intelectual, el rendimiento cognitivo, etc., están teniendo un éxito sin precedentes entre los estudiantes que los consumen, principalmente, en periodo de exámenes. Entre todos ellos destaca uno, De Memory, que según se puede leer en la página web de la empresa que lo fabrica está especialmente «formulado para estudiantes, opositores o aquellas personas que atraviesan momentos en los que la actividad intelectual es muy intensa». El ingrediente estrella de De Memory es la fosfatidilserina. Este compuesto forma parte de los fosfolípidos que usualmente se mantienen en la monocapa lipídica interior, en el lado citosólico, de las membranas celulares gracias a una enzima llamada flipasa. Diferentes casas comerciales han aprovechado las funciones que desempeña la fosfatidilserina en nuestro organismo para introducirla en diversos complementos alimenticios y publicitar que mejoran la memoria, favorecen los procesos cognitivos, incrementan el rendimiento deportivo e incluso mejoran la salud de los niños afectados por el trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Es necesario indicar que la fosfatidilserina no es un ingrediente exclusivo de De Memory. En la composición del no menos sorprendente Ceregumil mente activa, dirigido a gente de 45-50 años, la fosfatidilserina vuelve a ser recomendada para prevenir el deterioro cognitivo debido a la edad y, por lo tanto, reducir el riesgo de demencia en las personas mayores. Apliquemos nuestro paso número 4, la comprobación de la efectividad del complemento. ¿Están demostradas científicamente todas estas propiedades atribuidas a la fosfatidilserina? Introduciendo este ingrediente de De Memory en el buscador del EFSA Journal encontramos un informe que deja claro que la fosfatidilserina no tiene efectos positivos ni en los adolescentes, ni en los adultos ni en la tercera edad[161]. Un desastre.

Una vez demostrado que el «ingrediente estrella» no funciona, toca analizar el resto de los compuestos que forman parte de De Memory. Sobre la nula efectividad de la taurina ya hablamos en el capítulo dedicado a las bebidas energéticas[162]. Segundo elemento de De Memory sin ningún efecto positivo demostrado científicamente. Vayamos a por el siguiente. El tercer protagonista de De Memory se encuentra también en cientos de productos que se venden en herbolarios, parafarmacias y similares. Hablamos de la siempre fascinante jalea real, una masa viscosa de un suave color amarillo y sabor ácido segregada por las glándulas hipofaríngeas de la cabeza de abejas obreras jóvenes y que mezclada con secreciones estomacales sirve de alimento a todas las larvas durante los primeros tres días de vida. Pues bien, ¿qué información nos da la EFSA sobre este compuesto formado por un 60% de agua, azúcares, proteínas, lípidos, ceniza, vitaminas, minerales y otros compuestos? Para el Panel de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la EFSA no existe la más mínima evidencia científica de que la ingesta de jalea real ayude al sistema inmune, ni al metabolismo, ni a la función vascular, ni a la salud de la piel, ni a los procesos relacionados con la

menopausia, ni a mantener los niveles de colesterol, ni a mantener los niveles de lipídicos… y ni mucho menos a mejorar la «vitalidad intelectual»[163]. Tercer elemento de De Memory KO. Vamos a por el cuarto. El fósforo es un mineral sobre el que pesa una leyenda urbana desde hace muchos años. Según decía mi abuela, hay que dar mucho fósforo a los niños para que salgan muy listos. No seré yo quien ponga en duda la inteligencia de mis catorce tíos (sí, mi abuela tuvo quince hijos=, pero desde luego esta supuesta inteligencia no es gracias al fósforo. A pesar del mito, al introducir la palabra fósforo en el buscador de la EFSA tampoco encontramos la menor evidencia científica de ningún tipo de relación causa/efecto entre la ingesta dietética de fósforo y la reducción del cansancio y fatiga[164]. Pero en el caso del fósforo me voy a detener un poco más que con el resto de componentes porque, aunque hay informes[165] que avalan su eficacia sobre el mantenimiento de los huesos, los dientes, las membranas celulares o el metabolismo energético, lo que les voy a contar me parece, a título personal, escandaloso. La Cantidad Diaria Recomendada (CDR) de fósforo es de 700 miligramos. Pues bien, una cápsula de De Memory tiene, ¡ojo al dato!, únicamente 2 miligramos de fósforo: un 0,28% de la CDR de este mineral. A mí esto me supera. ¿Les parece a ustedes ético este comportamiento? ¿Lo consideran una tomadura de pelo? ¿Cómo se puede publicitar por todo lo alto que un complemento alimenticio destinado a mejorar el estudio lleva fósforo en su composición cuando no solamente este mineral no sirve para nada de eso, sino que además su concentración es de un 0,28% de la recomendada diariamente? Pero para que sean conscientes de lo que les estoy diciendo apliquemos el paso 5: «Búsqueda de alternativas en la alimentación convencional». Una sardina de tamaño estándar pesa aproximadamente unos 70 gramos y, atendiendo a lo que aparece en las tablas de composición de alimentos, su contenido en fósforo es de 189 miligramos aproximadamente. Sí, les estoy diciendo que una única sardina tiene 90 veces más fósforo que una cápsula de De Memory. O dicho de otra forma:

¡Una sola sardina tiene más fósforo que tres cajas de De Memory! ¿Y quieren que se lo traduzca en precio? Tres cajas de De Memory tienen un coste aproximado de 45 euros, mientras que una sardina (que tiene el mismo fósforo que las tres cajas juntas) nos cuesta 40 céntimos a precio de mercado. Por si no les he convencido, también les diré que según la Encuesta Nacinal de Ingesta Dietética (ENIDE) el consumo habitual de fósforo en la población española está entre 1.348 y 1.458 mg/día en hombres y alrededor de 1.440 mg/día en mujeres, muy por encima de la recomendada de este mineral, por lo que oficialmente se considera que no hay ingesta inadecuada de fósforo en la población española. Y el quinto componente ingrediente de De Memory, ¿cuál es? Pues el de siempre, una mezcla de vitaminas del grupo B con alegaciones saludables permitidas pero que están presentes en cantidades muy fácilmente alcanzables mediante la alimentación tradicional y que, desde luego, no hace falta ningún tipo de suplementación para alcanzar la cantidad diaria recomendada. Conclusión de este segundo análisis. TÁCTICA DEL ASTERISCO. De Memory tiene ingredientes autorizados por la EFSA. Sin embargo, no son los ingredientes estrella por los que pagamos una alta cantidad de dinero, sino el fósforo (aunque para otros objetivos diferentes a los publicitados) y un grupo de vitaminas que están a concentraciones mucho más elevadas en alimentos convencionales. ¿Legal? Sí. ¿Ético? Personalmente no me lo parece. B) LIMICOL PASO 1: Selección del complemento alimenticio: Limicol. PASO 2: Búsqueda del ingrediente estrella: todos. PASO 3: Búsqueda del ingrediente responsable: todos. PASO 4: Comprobación de la efectividad del complemento: Reglamento UE 432/2012. PASO 5: Búsqueda de alternativas en la alimentación convencional: dieta

sana y ejercicio. Como recordarán, en el capítulo 4 ya les hablé sobre el colesterol, citando tanto su importantísima función en el organismo humano como su relación con diversas patologías. Además les dije que bajar los niveles de colesterol no tiene por qué ser sinónimo de una mejora en el estado de salud de una persona. Por tanto, en este capítulo no vamos a volver a hablar de ello, pero sí sobre un complemento destinado a controlar los niveles de colesterol que es diferente al resto de su gama. ¿Por qué? Porque esta vez este suplemento alimenticio no lleva truco ni hace uso de trampas legales para poder comercializarse. En el año 2014 el Panel de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria evaluó positivamente la capacidad de Limicol, un suplemento fabricado por Laboratorios Lescuyer, para reducir el colesterol LDL en sangre en personas adultas con moderada hipercolesterolemia[166]. ¿Y cuál es la composición de este suplemento?: 600 mg de extracto seco de hojas de alcachofa con 30-36 mg de ácidos cafeoilquínicos. 500 mg de levadura roja con 2 mg de monacolina K. 10 mg de policosanoles extraídos de la caña de azúcar. 20 mg de un extracto de corteza de pino marítimo francés con 18 mg de proantocianidinas. 30 mg de extracto seco de ajo con 0,25 mg de alicina. 30 mg equivalentes de α-tocoferol. 5 mg de riboflavina. 9 mg de hexanicotinato de inositol. Me gustaría centrarme en las peculiaridades que tiene el Limicol para haberse convertido en el primer suplemento al que la EFSA ha dado su aprobación. Con el Limicol, la EFSA no evaluó positivamente uno o varios de sus ingredientes de forma aislada, sino que dio su visto bueno en base al contenido global del producto. Los responsables de este suplemento han utilizado los cauces legales,

éticos y científicos que hemos ido reclamando a lo largo del libro, huyendo de cualquier trampa legal. A pesar de tenerlo fácil para poder vender un nuevo producto milagroso, la empresa responsable decidió enviar a evaluar el producto en su globalidad al máximo organismo europeo en materia de alimentación y la jugada no le ha salido nada mal. Todo lo contrario. Tras estudiar los artículos independientes presentados por la empresa, la EFSA no solo ha dado el visto bueno a la combinación de ingredientes anteriormente citados para poder decir que el consumo de este producto ayuda a bajar los niveles del colesterol LDL en sangre, sino que advierte que dicho efecto no se ha demostrado para ninguno de los ingredientes si se consumen por separado ni tampoco por ninguna otra combinación que no sea la presente en Limicol. ¿Por qué aplaudo la actuación de la empresa? ¿Por tener la valentía de mandar a evaluar su producto en su totalidad? Sí, y por no haber caído en la trampa fácil que les proporciona la absurda ley vigente y que paso a contarles a continuación. Según el absurdo Reglamento UE 432/2012 por el que se establece una lista de declaraciones autorizadas de propiedades saludables de los alimentos, todos los productos que aporten una ingesta diaria de 10 mg de monacolina K del arroz de levadura roja están autorizados a incluir en su publicidad una «health claim» que diga que ese producto «contribuye a mantener niveles normales de colesterol sanguíneo». Si se han percatado, Limicol solamente lleva 2 mg de monacolina K. En el caso de no haber querido pasar por los análisis de la EFSA, lo único que tendría que haber hecho la empresa responsable es poner 10 mg en lugar de 2 mg y ¡santas pascuas y alegría! No hubiese hecho falta ni mandar el producto a evaluar. Por otra parte, un pequeño incremento en los 5 mg de riboflavina que lleva el producto le hubiese permitido decir, y de nuevo sin ser evaluado, que contribuye al metabolismo energético normal, al funcionamiento normal del sistema nervioso, al mantenimiento de las mucosas en condiciones normales, al mantenimiento de los glóbulos rojos en condiciones normales, al mantenimiento de la piel en condiciones normales, al mantenimiento de la visión en condiciones normales, al metabolismo normal del hierro, a la

protección de las células frente al daño oxidativo y a disminuir el cansancio y la fatiga. Sin embargo, los responsables de este producto han huido de esta estrategia muy poco ética. Limicol (producto con el que no me une ningún lazo) o es, ni creo que sea, un producto que alcance unas enormes cuotas de venta. Tampoco es un suplemento alimenticio necesario si llevamos unos hábitos saludables de vida. Sin embargo, la forma de proceder de sus fabricantes marca el camino a seguir por el resto de empresas de alimentos funcionales y suplementos alimenticios. Por favor, si queremos poder confiar en la publicidad de los productos alimenticios, sigamos el camino marcado por los Laboratorios Lescuyer… y no sigamos buscando la trampa, el engaño y la burla hacia el consumidor. Al principio del capítulo les he dicho que les iba a mandar deberes para comprobar si ustedes han aprendido bien cómo detectar un fraude alimenticio. Para ello deben aplicar los cinco pasos descritos a tres productos: VitaTEN: Alimento funcional e la empresa Kaiku. Se trata de una leche fermentada que promete reducir la tensión arterial en el plazo de 5 a 7 semanas. Triptomax: Complemento alimenticio de Laboratorios Esteve destinado a personas que se sientan desmotivadas, desanimadas, agobiadas, intranquilas, ansiosas o con estrés. Innéov Sensibilidad Solar: Nutricosmético de L'Oréal y Nestlé que dice ayudar a favorecer un tono de bronceado homogéneo. Para saber si han hecho bien su trabajo en la siguiente tabla les proporciono las soluciones dejándoles a ustedes que saquen la conclusión final sobre cada uno de los productos analizados. sin comentarios.

LOS SIETE PECADO(RE)S CAPITALES DEL FRAUDE PSEUDOCIENTÍFICO Durante estas casi 350 páginas han ido apareciendo todos los sectores que están contribuyendo muy significativamente al caos que rodea al mundo de la publicidad engañosa en el sector de la alimentación y la cosmética. Sin embargo, estaríamos haciendo un flaco favor a la sociedad si a estos sectores los tachara de enemigos. Solamente con la ayuda de todos ellos se podrá dar un giro de 180º a la situación actual. Eso sí, culpables lo son, y mucho. Por ello, ha llegado el momento de citarlos por su nombre y de proponer actuaciones que podrían ayudar a salir de la situación en la que nos encontramos y en la que el mayor perjudicado es el consumidor. ¿Quiénes son los siete pecadores capitales del fraude pseudocientífico y cuáles son las siete penitencias que hace falta que cumplan para enmendar sus pecados? 1) EMPRESAS Las empresas de alimentación y cosmética no son las únicas responsables de la situación expuesta a lo largo de este libro, pero es evidente que tienen mucha culpa de los engaños y mentiras utilizados para anunciar sus productos. Los departamentos de marketing se han convertido en auténticos especialistas en engañar al consumidor. Detrás de cada palabra, de cada frase, de cada giro verbal, hay una doble finalidad: por una parte convencer al

consumidor mediante el uso (y abuso) del lenguaje científico de que absurdos productos tienen infinitas propiedades y, por otra, no traspasar la frontera de la legalidad para que no se les pueda denunciar. Las empresas deben cambiar su forma de pensar. Deben esforzarse en diseñar eslóganes publicitarios en los que el uso del lenguaje científico se atenga al rigor, a la seriedad y a las afirmaciones probadas científicamente. ¿Ningún departamento e marketing es consciente de que los términos «sin conservantes», «tradicional», «sin parabenos» o similares son absurdos científicamente y ya no llaman la atención a nadie? ¿Qué valor añadido ofrece calificar a tu producto como «100% natural» cuando hay miles en el mercado que dicen lo mismo? Si yo estuviese al frente de una gran multinacional alimentaria tendría muy claro, siempre y cuando pudiera demostrarlo, el eslogan que emplearía para publicitar mi producto estrella: «Con mucha química pero mucho más seguro y nutricional que la competencia». Éxito asegurado. Pero no nos equivoquemos. El valor añadido de un producto respecto al de la competencia no recae solamente en su mensaje publicitario. Con éste se llama la atención del consumidor, pero si el alimento o cosmético no satisface al ciudadano jamás volverá a comprarlo. La inversión en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) es esencial si una empresa quiere diferenciarse del resto. En momentos de crisis, y cuando hay infinidad de marcas comerciales ofreciendo el mismo tipo de productos, el verdadero valor añadido debe gestarse en los departamentos de I+D+i de las empresas. Sus científicos son los que deben pensar qué ingredientes podrían ser añadidos a sus productos para elaborar alimentos o cosméticos que cumplan realmente una función que no puede alcanzar la competencia. La voz del departamento de I+D+i, que no suele estar de acuerdo con ciertos eslóganes sensacionalistas utilizados por los responsables de marketing, debería ser más escuchada en las altas esferas. Es posible que ustedes puedan pensar que todo esto es una situación idealista, ya que las empresas no tiene recursos económicos para desarrollar un departamento de I+D+i que genere nuevos productos. Ante esta tesitura solamente tengo que decir dos cosas.

Por un lado, cada vez existen más programas financiadores que ayudan a la I+D+i empresarial. Un servidor disfrutó en el año 1993 de una beca predoctoral de investigación de un Programa del Ministerio de Educación y Ciencia (sí, en aquellos tiempos la Ciencia y la Educación sí merecían un Ministerio para ellas solas) que promovía el intercambio de personal entre centros públicos de investigación e industrias privadas. Desde entonces las ayudas a la investigación empresarial, bien sea en colaboración con centros públicos de investigación o directamente a sus departamentos de I+D+i, han ido incrementándose. En la actualidad, son varios los planes, programas o convenios a los que pueden acogerse las empresas interesadas en desarrollar auténticas líneas de investigación. Por otra parte, hay que ser contundente. El hecho de que una empresa decida no invertir en I+D+i para dotar a sus productos de un alto valor añadido no justifica que busque en la trampa publicitaria la forma de atraer al consumidor. La penitencia que las empresas deberían cumplir sería abandonar la picaresca y apostar por la investigación y el desarrollo para dar valor añadido a sus productos respetando al consumidor. 2) LA LEGISLACIÓN VIGENTE La UE tiene mucha responsabilidad en todo este embrollo en que se encuentran sumergidos el sector de la alimentación y el cosmético. la redacción de dos Reglamentos absurdos y con grandes lagunas en muchos de sus artículos ha provocado no solo que el consumidor siga sin verse protegido, sino que las trampas puedan realizarse en el marco de la ley. En el sector de la alimentación, la aprobación y puesta en marcha definitiva desde hace unos meses del Reglamento (CE) 1924/2006 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos es un auténtico disparate. En su defensa podemos decir que las empresas no podrán utilizar mensajes más allá de los que vienen recogidos en las aproximadamente 250 alegaciones saludables permitidas a la fecha de publicación de este libro… pero no nos confundamos. La puerta abierta dejada por este reglamento, y de la que se han aprovechado productos como

Actimel, Innéov, Triptomax, Revidox, Stilvid Cardio, De Memory, VitaTEN y muchos más para seguir confundiendo al consumidor, se ha convertido en un auténtico coladero y no hay visos de que nadie vaya a parar lo que tristemente he bautizado como «la estrategia del asterisco». El Reglamento (CE) 1924/2006 está poniendo en serio peligro algo tan preciado como la investigación, el desarrollo y la innovación en la industria alimentaria de las que les hablé en el apartado anterior. Así de claro. para justificar esta teoría les voy a plantear una situación. Imagínense que ustedes son los dueños de una empresa y el responsable del departamento de I+D+i les plantea un proyecto de investigación consistente en la inversión de una fuerte cantidad de dinero para elaborar un «nuevo producto enriquecido en un péptido bioactivo extraído de algas» que, basándose en el rigor científico, permita «ayudar a tus defensas». Después de lo leído en este libro, y si ustedes fuesen empresarios que tuviesen el Reglamento (CE) 1924/2006 en la mano, ¿invertirían fuertes sumas de dinero en este nuevo producto para que después de pasar a duras penas los duros controles de la EFSA (cosa que dudo mucho que se lograra) poder publicitar una serie de mensajes científicos que otras empresas, como es el caso de Danone y su Actimel, están haciendo añadiendo una mínima cantidad de una vitamina B6 que les cuesta menos que un café? La respuesta es evidente: NO… y ya hay datos que respaldan esta respuesta. Poco tiempo después de la puesta en marcha definitiva del Reglamento (CE) 1924/2006, un máximo mandatario de la UE presumió de la disminución del número de solicitudes presentada a la EFSA para que informara sobre el rigor de sus nuevos productos. Pues claro que había disminuido, ¡¡pero no por la efectividad del Reglamento (CE) 1924/2006, sino porque ya no hace falta enviar documentación alguna!! ¿Para qué hacerlo si hay un Reglamento que permite publicitar prácticamente lo que se quiera sin presentar un solo informe con el simple hecho de añadir una «chispa» de vitaminas o minerales? Pero el esperpento puede ser aún mayor. Les voy a mostrar cómo el Reglamento (CE) 1924/2006 ha conseguido transformar alimentos tradicionales en alimentos funcionales sin modificar ni un ápice la

composición de los mismos. Atención a la siguiente imagen.

Sí, lo han visto bien, las tradicionales ensaladas Florette se han convertido de la noche a la mañana en tres alimentos funcionales que tienen la sorprendente capacidad de evitar la oxidación celular (Florette Antiox), ayudar a mantener la tensión arterial normal (Florette Cardio) y ayudar al funcionamiento normal del sistema inmunitario (Florette Inmuno), y todo gracias al disparatado Reglamento de la UE y a la vitamina C, la vitamina A, el hierro y el potasio que se encuentran en los componentes que siempre han formado parte de estas ensaladas. Lo curioso de este ejemplo es que Florette ya vendía ensaladas parecidas antes de la puesta en marcha del Reglamento (CE) 1924/2006. Sin embargo, la empresa, al leer que por la simple presencia del 15% de la cantidad diaria recomendada de ciertos nutrientes podía etiquetarlas de forma diferente, procedió a calcular qué cantidad de determinadas vitaminas y minerales había en las verduras y hortalizas que formaban parte de sus tradicionales ensaladas. Al darse cuenta de que ya sobrepasaban los mínimos establecidos por la ley sin necesidad de añadir ningún tipo de nutrientes, rápidamente cambiaron el etiquetado y aparecieron los siguientes tres tipos de ensaladas:

ENSALADA FLORETTE CARDIO: − Ingredientes: Remolacha (fuente de potasio), escarola rizada, radicchio y tatsoi. − «Healtt claim» o propiedad saludable: Contribuye al normal mantenimiento de la tensión arterial. − Elemento causante del «health claim»: Potasio propio de los ingredientes. ENSALADA FLORETTE ANTIOX: − Ingredientes: Canónigos (fuente de vitamina C), rúcula, berro y brotes de lollo rojo. − «Health claim» o propiedad saludable: Contribuye a la protección de las células frente al daño oxidativo. − Elemento causante del «health claim»: Vitamina C propia de los ingredientes. ENSALADA FLORETTE INMUNO: − Ingredientes: Canónigos (fuente de vitamina A y hierro), brotes de lollo rojo y brotes de lollo verde. − «Health claim» o propiedad saludable: Contribuye al funcionamiento normal del sistema inmunitario. − Elemento causante del «health claim»: Vitamina A y hierro propios de los ingredientes. ¿Qué les ha parecido? ¿A que no sabían ustedes que las ensaladas de toda la vida eran auténticos alimentos funcionales que les estaban protegiendo de todos los males «del mundo mundial»? Voy más allá. Si se han dado cuenta, los tres eslóganes que presentan en sus etiquetas las ensaladas de Florette coinciden precisamente con los tres eslóganes que Nestlé, Danone y Kaiku han colocado a Innéov, Actimel y VitaTEN. Concretamente una porción de ensalada Florette Cardio se supone que tiene el mismo efecto que un botecito de VitaTEN (gracias al contenido en potasio), la ensalada Florette Inmuno es equivalente a un Actimel (gracias

al contenido en vitamina B6) y la ensalada Florette Anitox te protege de la oxidación celular igual que un nutricosmético de Nestlé (gracias al contenido en vitamina C). Finalmente me gustaría dar la «enhorabuena» al departamento de marketing de Florette porque pudiendo haber juntado todas esas alegaciones saludables en un solo producto (con ligerísimas variaciones de sus componentes) han sacado toda una gama de «ensaladas funcionales». Mediante esta nueva estrategia, ya no solo hay en el mercado infinidad de alimentos funcionales con propiedades basadas en la simple presencia en su composición de pequeñas cantidades añadidas de vitaminas y minerales, sino que gracias a Florette los alimentos tradicionales se han convertido repentinamente en alimentos funcionales porque ya contienen en su composición esos micronutrientes. Las autoridades europeas deberían enmendar todo este despropósito revisando urgentemente el Reglamento 1924/2006. Tras observar el uso torticero que las empresas hacen del mismo y cómo se aprovechan de las grandes lagunas que tiene para seguir engañando al consumidor, urge cerrar esos resquicios. ¿Cómo? Está claro. Solo deben autorizarse aquellas «health claims» o alegaciones saludables demostradas científicamente y que cumplan dos requisitos imprescindibles: 1) Que la publicidad se base en la efectividad del producto y no en la de sus ingredientes individualmente. 2) Que esas propiedades no puedan obtenerse siguiendo el patrón habitual de la dieta basada en alimentos convencionales. 3) LA ADMINISTRACIÓN A pesar de que el Reglamento (UE) 1924/2006 es una auténtica chapuza, hay empresas que ni lo cumplen y por eso hay cientos de complementos alimenticios en el mercado que son ilegales. ¿Y qué ocurre? Nada. Al no llevar a cabo la administración un sistema de vigilancia y sanción que obligue a las empresas a cumplir la ley, ya no hace falta ni recurrir a la «estrategia del asterisco» para comercializar cualquier producto. Hago la trampa, nadie me vigila, nadie me multa… pues a llenarme los bolsillos. Lo más grave es que

las empresas que sí cumplían la ley vigente, al ver que la competencia hace trampa y no sufre medidas correctoras, se han pasado al lado oscuro. Exactamente lo mismo ocurre con el Reglamento (UE) 655/2013 por el que se establecen los «criterios comunes a los que deben responder las reivindicaciones relativas a los productos cosméticos». Como les dije en el capítulo «Nueve de cada diez empresas de cosmética te toman el pelo… y también la cartera» la redacción de dicho Reglamento en este caso, y a diferencia de lo que ocurre en el sector alimentario, sí que es buena, pero la falta de aplicación de los artículos recogidos en dicha normativa está provocando que cientos de cosméticos ilegales se vendan impunemente. ¿Y qué pasa' Desgraciadamente, nada. Existen muchas otras normativas a las cuales podría acogerse la administración para defender los derechos de los consumidores, pero no lo hace. Concretamente la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición, nacida de la fusión entre la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición y el Instituto Nacional de Consumo, dispone en su página web de una sección referida a los derechos básicos de los consumidores en materia de seguridad alimentaria y nutrición. En el apartado «Derecho a no ser engañado» se pueden leer todas aquellas leyes que, en teoría y solo en teoría, protegen al consumidor. Aquí se las dejo: ⇒ Constitución Española, artículo 20.1. Se reconocen y protegen los derechos: (…) d) Al comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. ⇒ Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias. − Artículo 8: Son derechos básicos de los consumidores y usuarios: (…) d) La información correcta sobre los diferentes bienes o servicios y la educación y divulgación para facilitar el conocimiento sobre su adecuado uso, consumo o disfrute. − Artículo 12.1: Los empresarios pondrán en conocimiento previo del consumidor y usuario, por medios apropiados, los riesgos susceptibles de

provenir de una utilización previsible de los bienes y servicios (…). − Artículo 61: La oferta, promoción y publicidad de los bienes o servicios se ajustarán a su naturaleza, características, utilidad o finalidad y a las condiciones jurídicas o económicas de la contratación (…) serán exigibles por los consumidores y usuarios, aún cuando no figuren expresamente en el contrato (…) si el contrato celebrado contuviese cláusulas más beneficiosas, éstas prevalecerán sobre el contenido de la oferta, promoción o publicidad. ⇒ Ley 34/1988, de 11 de noviembre de 1988, General de publicidad, artículo 3. Es ilícita: (…) La publicidad engañosa, la publicidad desleal y la publicidad agresiva, que tendrán en carácter de actos de competencia desleal en los términos contemplados en la Ley de Competencia Desleal. ⇒ Ley 3/1991, de 10 de enero, de Competencia Desleal, artículo 5.1. Se considera desleal por engañosa cualquier conducta que contenga información falsa o información que, aun siendo veraz, por su contenido o presentación induzca o pueda inducir a error a los destinatarios, siendo susceptible de alterar su comportamiento económico (…). ⇒ Real Decreto 1334/1999, de 31 de julio, por el que se aprueba la norma general de etiquetado, presentación y publicidad de los productos alimenticios, artículo 4. El etiquetado y las modalidades de realizarlo no deberán, ser de tal naturaleza que induzcan a error al comprador (…). Estas prohibiciones es aplicarán igualmente a la presentación de los productos alimenticios y a la publicidad. ⇒ Reglamento (CE) nº 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de diciembre de 2006, relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en ls alimentos, artículo 3. (…) la utilización de declaraciones nutricionales y de propiedades saludables no deberá: a) ser falsa, ambigua o engañosa. A todas estas leyes se les pueden sumar las siguientes normativas y normas éticas:

⇒ Ley 17/2011, de 5 de julio, de seguridad alimentaria y nutrición. ⇒ Reglamento (CE) nº 1223/2009 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 30 de noviembre de 2009, sobre los productos cosméticos. ⇒ Real Decreto 1599/1997, de 17 de octubre, sobre productos cosméticos. ⇒ Ley 29/2006, de 26 de julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios. ⇒ El Libro Blanco de la Nutrición en España. ⇒ Código de Autorregulación de la Publicidad de Alimentos Dirigida a Menores (Código PAOS). ⇒ Códigos de Conducta Publicitaria de la Asociación para la Autorregulación de la Comunicación Comercial. Podría seguir citando muchas otras, pero creo que es suficiente para que ustedes se hagan una idea. Después de leer la cantidad de leyes, reglamentos, artículos y normas a los cuales la administración podría acogerse para sancionar al infractor, debemos preguntarnos por qué motivo ningún estamento emplea estas normativas para defender al consumidor y conocer cuál es la causa de la flagrante impunidad de la que gozan las poderosas industrias alimentarias y cosméticas. No me gustaría pasar al siguiente pecado(r) capital sin hacer una sugerencia a las autoridades pertinentes. Si alguna vez deciden multar (cosa altamente improbable por lo visto hasta el momento) a todas aquellas empresas que infringen día a día las normativas anteriormente descritas, les ruego que el valor de la multa sea superior al dinero que el infractor ha ganado realizando la trampa. Los consumidores estamos hartos de ver cómo a las empresas les merece más la pena arriesgarse que cumplir la ley, ya que en el caso de que alguien decida sancionarlos la multa suele ser irrisoria en comparación con las ganancias obtenidas con el engaño. La penitencia para la administración es clara: asumir sus funciones haciendo cumplir la ley y sancionando duramente al tramposo. No es tan difícil.

4) LOS CIENTÍFICOS Lamentablemente, y aunque son una gran minoría, hay investigadores que respaldan productos sin el más mínimo rigor científico arrastrando a las prestigiosas instituciones en las que trabajan. El trabajo en favor de la ciencia que muchos realizamos día a día ha hecho que la sociedad tenga cada vez más confianza en la ciencia y en la labor científica. Por favor, que no se aprovechen los investigadores de la buena predisposición de la sociedad hacia la ciencia para, desde las mismas instituciones científicas, otorgar avales científicos a estrategias como las que les he contado a lo largo de este libro. En la actualidad es muy difícil encontrar financiación tanto pública como privada… pero las dificultades para la obtención de recursos económicos no pueden provocar que éstos se obtengan apoyando malas prácticas empresariales de las que sale perjudicado el consumidor. Lo peor que le puede pasar a la ciencia, y por ende a los científicos, es que la sociedad pierda esa confianza en nuestra labor por respaldar prácticas como las descritas en este libro. Estimados científicos, dediquémonos a generar ciencia y no a abusar de ella. 5) LAS FUNDACIONES Siempre se ha dicho que los alimentos entran por los ojos, y lo primero que el consumidor ve antes de comprar un producto es el envase. Pues bien, uno de los aspectos que más seguridad y confianza da al ciudadano es ver en el etiquetado de un alimento o de un cosmético un sello proporcionado por una asociación, fundación o sociedad formada por profesionales del sector. Aunque el propio consumidor no tenga ni idea de en qué consiste el sello ni quién forma parte de la sociedad en cuestión, el mero hecho de ver que una entidad «profesional» avala un producto eleva las ventas del mismo. Sin embargo, y tal como les mostré en capítulos anteriores, detrás de muchos de esos sellos se esconden verdaderas campañas de marketing sin ningún tipo de rigor científico que se acercan más a la pseudociencia que a la ciencia. Responsables de fundaciones, sociedades y asociaciones, cumplan su penitencia: no respalden productos sin sentido. Piensen que sus logos son,

hasta ahora, muy respetados por la sociedad. Su presencia en los envases de alimentos y cosméticos puede influir no solo en las condiciones de compra del consumidor sino también en su salud. Sean conscientes del poder que tienen en sus manos. 6) LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Centenares de estudios realizados a nivel internacional demuestran que la capacidad de los medios de comunicación para condicionar las elecciones de compra del consumidor en enorme y por ello deben llevar mucho cuidado en el mensaje que se hace llegar a la ciudadanía. En los últimos tiempos, la presencia de titulares sensacionalistas que crean infundadas alarmas sanitarias entre la población, el púlpito que determinados medios dan a charlatanes que fomentan la pseudociencias, la presencia de publicidad encubierta de productos que no tienen ningún rigor científico, los reportajes publicitarios que se emiten camuflados en forma de noticias para dar más confianza al consumidor, la infinidad de revistas que prometen dietas milagrosas muy peligrosas y otras muchas malas prácticas están convirtiendo a los medios de comunicación en un arma de desinformación ciudadana en materia de salud. Evidentemente no se puede generalizar, pero cada vez son más los medios que conceden menos espacios a la ciencia y más a las supercherías, y esto hay que atajarlo. No hay que olvidar que un artículo, una charla o unas jornadas de divulgación científica llegan a muy poca gente si lo comparamos con la gran audiencia que tienen ciertos programas de televisión o las noticias de los medios de comunicación… y yo soy de los que piensa que si no se pone coto legal a actuaciones, que perjudican no solo el bolsillo sino también a la salud del consumidor, la labor de la divulgación científica servirá para muy poco. Los medios de comunicación, como penitencia a su pecado, tienen que cambiar su actitud radicalmente y deben ser conscientes de que mucha gente los considera el «cuarto poder». Quizás el más influyente en la sociedad. 7) EL CONSUMIDOR Todos nosotros tenemos nuestra parte de culpa. La falta de sentido común

por parte del consumidor a la hora de hacer la compra influye significativamente en que las empresas se atrevan a vendernos productos cada vez más surrealistas. Como les he indicado anteriormente, el ciudadano no está obligado a dudar de la publicidad que acompaña a los productos que se encuentran en los stands de las superficies comerciales, ya que se supone que cumplen las leyes vigentes. Sin embargo, no creo que a estas alturas nadie sea ajeno a que la publicidad exagera hasta límites insospechados las bondades de los productos. Por esta razón, y aunque ya no nos conformemos con que un producto nos alimente o un cosmético mejore nuestra imagen sino que les pidamos que cumplan muchas más cosas, no estaría de más que aplicásemos el sentido crítico y desconfiáramos de lo que nos prometen en una etiqueta, un spot televisivo o una cuña periodística. Pero la parte de culpa del consumidor no reside solamente en su exceso de credibilidad hacia determinados eslóganes publicitarios. Como ciudadanos que somos, nuestra labor y nuestra penitencia no puede limitarse a echarnos las manos a la cabeza al ser conscientes de las trampas y engaños que les he mostrado en este libro. Por una parte, debemos obrar en consecuencia y aplicar los conocimientos adquiridos a la hora de ir a las superficies comerciales y también usar el sentido común. Cuando las empresas detecten un bajón de ventas de aquellos productos donde impera el marketing pseudocientífico y una subida de aquéllos donde las propiedades que publicitan se amparan en el rigor científico es posible que cambien sus estrategias… por su bien lo harán. Pero por otra parte, es nuestra responsabilidad denunciar ante las autoridades pertinentes los engaños que detectemos. Quejarse y no actuar no sirve de nada. En nuestras manos está cambiar muchísimas cosas.

EPÍLOGO A lo largo de esta obra les he mostrado algunos de los alimentos funcionales, complementos alimenticios y cosméticos que inundan las superficies comerciales, señalando no solo los que no tienen ningún rigor, sino también los que cumplen lo prometido, porque no se trata solo de criticar las malas acciones sino de alabar las buenas actitudes. He analizado las estrategias que se esconden detrás de la comercialización de estos productos, indicando cuáles están basadas en la ciencia y cuáles pretenden confundir al consumidor mediante el uso de mentiras o de medias verdades. Además, he hecho una revisión de la legislación que ampara (o desampara) el marketing existente alrededor de productos muy conocidos que usamos diariamente. Sería absurdo dedicar un libro a desmontar falacias sobre alimentos y cosméticos de uso cotidiano sin ponerles nombre y apellido y por eso he creído conveniente citar marcas comerciales. Eso sí, en ningún momento he pretendido difamar ningún producto de los que han aparecido en este libro. Todos son legales. El único objetivo ha sido dar a conocer lo que dicen las evidencias científicas y los organismos oficiales sobre ellos y proporcionarles otras alternativas a su consumo. No me gustaría que pensaran que todo lo que han leído se reduce a meras triquiñuelas empresariales, estrategias de marketing o pequeñas trampas legales que afectan solamente a nuestro bolsillo. Estamos hablando de nuestra salud y de la de nuestros hijos. El Libro Blando de la Nutrición en España señala que «Los errores, mitos y fraudes en materia nutricional son motivo de

preocupación para las autoridades sanitarias, colectivos profesionales y comunidad científica. la proliferación de mensajes no basados en el conocimiento científico compromete el adecuado aporte de nutrientes y favorece la aparición de situaciones de malnutrición, como consecuencia de dar continuidad a pautas equivocadas, que alteran las condiciones de dietas equilibradas, poniendo en peligro el estado nutricional». ¿Lo han leído? «El fraude pone en peligro estado nutricional.» No, esto no son solo triquiñuelas empresariales, lo que Vamos a comprar mentiras ha denunciado es mucho más serio. Sin embargo, no me gusta hacer críticas destructivas sin ofrecer nada más. He intentado suministrarles herramientas para que su compra, a partir de ahora, se base en el rigor científico y no en falsas campañas comerciales. Les he dado alternativas, más económicas y saludables, a infinidad de nuevos productos sin sentido alguno que están alcanzando altas cuotas de mercado. Por último, he analizado algunos de los productos que aún están en fase de investigación, pero que dentro de poco formarán parte de nuestra cesta de la compra. Espero haber inculcado en ustedes un espíritu crítico hacia muchas de las propiedades publicitarias en los alimentos y cosméticos. En realidad dicho espíritu crítico no debería hacer falta, ya que en teoría, solo en teoría, tendríamos que confiar plenamente en que todo aquello que se nos ofrece es absolutamente cierto. Supuestamente, detrás de cada producto hay una legislación que obliga al fabricante a ser veraz en la información que transmite, por lo que el ciudadano no tiene por qué estar pendiente de ser engañado. El consumidor debería llegar al centro comercial, escoger su opción de compra en base a sus necesidades y a la oferta existente, pagar e irse. No debería hacer falta el espíritu crítico, pero en este libro les he demostrado que es, desgraciadamente, más que necesario. Por otra parte, es conveniente hacerles saber a las empresas y autoridades que el consumidor, si se siente engañado, tiene mucho más poder del que los responsables del engaño creen y debemos ser conscientes de ese poder. La fuerza de internet, de los blogs y de las redes sociales es muy grande. Mucho. Los tiempos en los que un consumidor solamente disponía de la etiqueta de

un producto para informarse han pasado a la historia y con la llegada del mundo 2.0 las fuentes de información se han multiplicado. Desde la divulgación científica, y con el apoyo de mucha gente que se siente maltratada, se puede luchar contra el fraude. Pero no nos equivoquemos. Soy plenamente consciente de que queda muchísimo trabajo por hacer. Soy fiel defensor de la divulgación científica, pero también tengo los pies en el suelo y sé que o combatimos la mentira desde diversos frentes o la batalla contra el fraude no acabará bien. A pesar de que cada vez somo más los que luchamos día a día para que el consumidor no sea engañado y para que la ciencia no sea utilizada como herramienta de engaño, la guerra la estamos perdiendo… y ésta no es una guerra más. La labor de la divulgación científica no basta para acabar con esta situación. Una guerra no se gana con francotiradores. O todos (legisladores, administración, medios de comunicación, científicos, ciudadanos, etc.) arrimamos el hombro o la trampa siempre irá por delante del conocimiento… que no les quepa la menor duda. Salud.

1 José M. López Nicolás. Nuevos Alimentos para el siglo XXI. Editorial: Fundación Universitaria San Antonio. 2004. 2 Estudio Sectores «Comida Rápida y a Domicilio» de DBK. 2014. 3 http://revista.consumer.es/web//es/20140601/pdf/tema-de-portada.pdf 4 Inmaculada Viedma Viedma. Tesis Doctoral. Estudio de la actitud del consumidor de la Región de Muria frente a los nuevos alimentos y los alimentos genéticamente modificados. 2010. 5 José M. López Nicolás. Nuevos Alimentos para el siglo XXI. Editorial: Fundación Universitaria San Antonio. 2004. 6 http://trabajo.comohacerpara.com/n7533/diferencias-entre-marketing-ypublicidad.html 7 http://aesan.msssi.gob.es/AESAN/web/evaluacion_riesgos/subseccion/enide.shtml 8 Reglamento (CE) n.º 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de diciembre de 2006, relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos. 9 Reglamento (CE) n.º 353/2008 de la Comisión, de 18 de abril de 2008, por el que se establecen normas de desarrollo para las solicitudes de autorización de declaraciones de propiedades saludables con arreglo al artículo 15 del Reglamento (CE) n.º 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo. 10 Gyorgy Scrinis. Nutritionism: The Science and Politics of Dietary Advice. Editorial: Columbia University Press. 2013. 11 http://blogs.20minutos.es/el-nutricionista-de-lageneral/2012/11/23/maldito-nutricionismo/ 12 Reglamento (UE) n.º 432/2012 de la Comisión, de 16 de mayo de 2012,

por el que se establece una lista de declaraciones distintas de las relativas a la reducción del riesgo de enfermedad y al desarrollo y la salud de los niños. 13 http://www.alimentasonrisas.es/es/actimel/es-actimel.html 14 http://www.gastronomiaycia.com/2009/03/27/premio-a-la-mentirapublicitaria-mas-insolente/ 15 http://www.gastronimiaycia.com/2009/10/14/actimel-y-la-publicidadenganosa/ 16 http://gastronomiaycia.com/2010/05/24/nuevo-premio-para-actimel/ 17 https://www.facua.org/es/noticia.php?Id=4908 18 http://gastronomiaycia.com/2010/12/17/danone-ha-sido-denunciada-porpublicidad-enganosa-en-estados-unidos/ 19 EFSA Journal 2010;8(12):1903. 20 http://www.nutraingredients.com/Regulation/Danone-EFSA-is-damagingreputation-of-scientific-peer-review-process 21 http://www.gap-probiotics.org 22 EFSA Journal 2009; 7(9):1225. 23 Real Decreto 1852/1993, de 22 de octubre. Se establecen normas sobre la producción agrícola ecológica y su indicación en los productos agrarios y alimenticios. 24 http://sociedad.elpais.com/sociedad/2010/04/16/actualidad/1271368806_850215.html 25 FESNAD. Libro Blanco de la Nutrición. 2013. 26 Reglamento (UE) n.º 432/2012 de la Comisión, de 16 de mayo de 2012, por el que se establece una lista de declaraciones distintas de las relativas a la reducción del riesgo de enfermedad y al desarrollo y la salud de los niños.

27 Reglamento (UE) n.º 432/2012 de la Comisión, de 16 de mayo de 2012, por el que se establece una lista de declaraciones distintas de las relativas a la reducción del riesgo de enfermedad y al desarrollo y la salud de los niños. 28 EFSA Journal 2011; 9(6):2214. 29 EFSA Journal 2011; 9(6):2205. 30 EFSA Journal 2009; 7(9):1258 y EFSA Journal 2010; 8(10):1798. 31 EFSA Journal 2010; 8(10):1747. 32 EFSA Journal 2014; 12(1):3513. 33 «Scientific Opinion on Nutrient Requirements and Dietary Intake of Infants and Young Children in the European Union.» EFSA Journal 2013; 11(10):3408. 34 Es necesario aclarar que he empleado el término «leche de crecimiento» porque es con el que son habitualmente conocidas, pero en realidad se trata de derivados o fórmulas lácteas infantiles (no leches propiamente dichas). 35 http://www.ocu.org/consumo-familia/bebes/informe/leche-crecimiento 36 http://actualidad.puleva.es/2013/10/5-razones-dar-leche-crecimientoninos-1-3-anos/ 37 http://mepheartgroup.eu 38 http://fundaciondelcorazon.com/prevencion/riesgocardiovascular/colesterol.html 39 http://www.who.int/chp/chronic_disease_report/part1/es/index4.html 40 http://www.who.int/mediacentre/news/releases/2003/pr41/es/ 41 L. Jiménez. Lo que dice la ciencia sobre dietas, obesidad y salud. 42 J. D. Otvos et al. «Clinical Implications of Discordance Between LDL

Cholesterol and LDL Particle Number». J. Clin. Lipidol. 2011. 105-113. 2011. 43 L. Jiménez. Lo que dice la ciencia sobre dietas, obesidad y salud. 44 EFSA Journal 2012; 10(5):2693. 45 http://www.nutraingredients.com/Regulation/EC-confirms-plant-sterolstanol-equality 46 http://www.anses.fr/en/content/foods-fortified-phytosterols-nodemonstration-overall-benefit-regarding-prevention 47 J. L. Jones et al. «A Mediterranean-style, low-glycemic-load diet decreases atherogenic lipoproteins and reduces lipoprotein (a) and oxidized low-density lipoprotein in women with metabolic syndrome». Metabolism. 366-372. 2012. 48 «Nutrition and health aspects of lactose and its derivatives.» International Dairy Journal. 22, 147-151. 2012. 49 D. A. Saviano. «Lactose Intolerance Symptoms Assessed by MetaAnalysis: A Grain of Truth That Leads to Exaggeration.» J. Nutr. 136, 10713. 2006. 50 EFSA Journal 2010;8(9):1777. 51 D. A. Saviano. «Subjective perception of lactose intolerance does not always indicate lactose malabsorption.» Clin Gastroenterol Hepatol. 8, 581586. 2010. 52 F. L. Suárez. «A comparison of symptoms after the consumption of milk or lactose-hydrolyzed milk by people with self-reported severe lacose intolerance». N. Engl. J. Med. 333, 1-4, 1995. 53 http://www.nutraingredients.com/Consumer-Trends/Which-2-globalhealth-brands-grew-by-1bn-in-2012 54 http://www.efsa.europa.eu/en/press/news/130306.html

55 EFSA Journal (2009) 935, 1-31. 56 EFSA Journal 2011; 9(6):2212. 57 EFSA Journal 2011; 9(4):2083. 58 Opinion of the Scientific Committee on Food on the tolerable upper intake level of vitamin B6 (expressed on 19 October 2000) European Commission. Health and Consumer Protection Directorate General, Scientific Committee on Food; 2000. 59 L. Jiménez. Lo que dice la ciencia para adelgazar. Editorial Plataforma. 60 R.H. Lustig. «Public Health: The Toxic Truth About Sugar.» Nature 482, 27-29. 2012. 61 http://www.eurekalert.org/pub_releases/2013-03/aha-1dw031413.php 62 S. C. Larsson et al. «Sweetened Beverage Consumption is Associated With Increased Risk of Stroke in Women and Men.» J. Nutr. 144,856-60, 2014. 63 A. Lana et al. «Consumption of Sugar-sweetened Beverages is Positively Related to Insulin Resistance and Higher Plasma Leptin Concentrations in Men and Nonoverweight Women.» J. Nutr. 144, 1099-105. 2014. 64 S. Basu et al. «Relationship of Soft Drink Consumption to Global Overweight, Obesity, and Diabetes: A Cross-national Analysis of 75 Countries.» Am. J. Public. Health. 103, 2071-2077. 2013. 65 L. Coning et al. «Sweetened Beverage Consumption, Incident Coronary Heart Disease, and Biomarkers of Risk in Men.» Circulation. 125, 17351741. 2012. 66 Kobina et al. «Coronary Heart Disease.» Circulation. 132, 132:997-1002. 2015. 67 M. A. Hendrikssen et al. «Impact of Substituting Added Sugar in

Carbonated Soft Drinks by Intense Sweeteners in Young Adults in the Netherlands: Example of a Benefit-risk Approach.» Eur. J. Nutr. 50, 41-51. 2011. 68 M. Bes-Rastrollo et al. «Financial Conflicts of Interest and Reporting Bias Regarding the Association between Sugar-Sweetened Beverages and Weight Gain: A Systematic Review of Systematic Reviews.» Plos One. 10, 1-8. 2013. 69 EFSA Journal 2011; 9(4):2054. 70 http://www.nutraingredients.com/Regulation/Attention-deficit-EFSArejects-German-caffeine-juice-claims 71 EFSA Journal 2011;9(4):2053. 72 http://www.efsa.europa.eu/en/press/news/130306.htm 73 Y. M. Terry-McElrath et al. «Energy Drinks, Soft Drinks and Substance Use Among United States Secondary School students.» J. Addict Med. 8, 613. 2014. 74 A. D. M. Briggs et al. «Overall and Income Specific Effect on Prevalence of Overweight and Obesity of 20% Sugar Sweetened Drink Tax in UK: Econometric and Comparative Risk Assessment Modelling Study.» British Med. J. 347, 1-17. 2013. 75 http://aesan.msssi.gob.es/AESAN/web/cadena_alimentaria/detalle/aditivos.shtml 76 Informe Especial de DBK Aditivos para la Industria Alimentaria 2014. 77 http://aesan.msssi.gob.es/AESAN/web/destacados/eurobarometro.shtml 78 http://elblogdebuhogris.blogspot.com.es/2012/03/californianos.html 79 http://www.bbc.com/news/world-us-canada-17308181 80 EFSA Journal 2013;11(10):3412.

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