Lisboa (Viajes National Geographic)

LISBOA V J S JESÚS FERRERO, ESCRITOR S O MICHAEL ABID / GETTY IMAGES EL ROSSIO Su nombre oficial es Plaza Don Pedr

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LISBOA V J

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JESÚS FERRERO, ESCRITOR

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MICHAEL ABID / GETTY IMAGES

EL ROSSIO Su nombre oficial es Plaza Don Pedro IV. A la derecha se distingue la iglesia del convento do Carmo, destruido por el terremoto de 1755.

GENE KRASKO / GETTY IMAGES

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ord Byron no encontraba en Europa lugares más sugestivos para la inspiración y el ensueño que Lisboa y Sintra. Más de un siglo después, al viajero moderno no le queda más remedio que darle la razón.

Byron decía que la capital portuguesa era «como una visión», concepto que en aquel tiempo era sinónimo de alucinación. Para los viajeros del Romanticismo, la capital portuguesa cumplía todo cuanto requería un lugar para convertirse en la morada de la ensoñación, el delirio y la experiencia interior vinculada a los poderes de la naturaleza y a las variaciones del

cielo. El Tajo, con su pujante caudal avanzando hacia su suicidio en el Atlántico, le daba a Lisboa el poder simbólico que buscaban los románticos. La presencia del agua, los cielos a ratos trasparentes, a ratos tormentosos, le confieren a la ciudad esa luz plateada y turbadora que tanto desasosegaba a Fernando Pessoa, el genial escritor que mejor supo definir los

cambios que a veces observamos en la mágica atmósfera lisboeta. En mis primeros viajes a la capital portuguesa, detecté en los periódicos y los libros de moda una tristeza enfermiza que, para fortuna del viajero, en los últimos tiempos está desapareciendo, por lo menos en su estado más agudo, y me atrevería a decir que ahora mismo las noches de Lisboa son las más gloriosas y alegres de Europa. Ironías de la historia. Al igual que Madrid, esta ciudad no tiene un monumento que la caracterice especialmente y que la defina en el gran teatro del mun-

ALFAMA El mirador de Santa Luzia ofrece la mejor vista de este antiguo barrio de pescadores. En la fotografía se ve la iglesia de San Esteban a la derecha y la del Panteón a la izquierda.

presidiendo la terraza. No lejos de A Brasileira se encuentra la cervecería Trindade, en la calle del mismo nombre, al parecer concebida por un gallego que hizo fortuna en tierras portuguesas a finales del siglo xix. Es uno de los mejores P R

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Badajoz

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Lisboa

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Conviene iniciar la visita en el barrio de la Baixa: uno de los grandes símbolos de Lisboa. Erigido tras el gran terremoto de 1755, su corazón es la plaza del Comercio, donde la ciudad adquiere su dimensión más populosa y abundan los bares y restaurantes tentadores. El emblema fundamental de la plaza es su arco central, puerta de la magnificencia lisboeta y

ventana a la imponente panza del Tajo. La mejor forma de subir al barrio del Chiado desde la Baixa es utilizando el ascensor de Santa Justa, concebido por un discípulo de Eiffel. En un abrir y cerrar de ojos accedemos a panorámicas inesperadas de la ciudad, así como al convento del Carmo, sede del Museo Arqueológico. Si torcemos hacia la izquierda llegamos a la Rua Garret, donde se halla uno de los establecimientos con más solera de Lisboa, el Café A Brasileira, que fue frecuentado por Fernando Pessoa, como nos lo recuerda su estatua de bronce

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do, pero no importa, porque todo el casco viejo es en sí mismo una joya y se puede recorrer sin prisa y entregándose al deleite que nos propicia su amable fisonomía.

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Sevilla

SHUTTERSTOCK

locales de Lisboa para degustar bacalao y excelente cerveza artesanal. Siempre que estoy en Lisboa lo visito sabiendo que nunca me va a decepcionar. También conviene pasar por el bar A Ginjinha, junto a la plaza del Rossio, para probar uno de los licores más celebrados por los lisboetas. Junto a la misma plaza del Rossio se halla la iglesia de Santo Domingo, en cuyos fastuosos interiores aún se perciben las huellas del terremoto de 1755, que fue tan terrible y teológicamente tan injusto según los pensadores de entonces que muchos pusieron en cuestionamiento la existencia de Dios. El terremoto es el punto angular en el que empieza a declinar el imperio portugués, y puede decirse que desde entonces Portugal padece la tentación de la melancolía, tan evidente en el fado y las generaciones de escritores y periodistas que se han ido sucediendo hasta hoy.

ELEVADOR DE SANTA JUSTA Cambiar de barrio en Lisboa puede convertirse en una pequeña aventura si se toma el ascensor del Carmo, más conocido como Elevador de Santa Justa (Rua do Ouro). El trayecto dura apenas unos minutos y permite subir de la Baixa al barrio del Chiado a bordo de un ascensor de 1902, integrado en una estructura de hierro inspirada en la Torre Eiffel. Tiene 45 m de altura, 8 pisos y una terraza desde la que se contempla el río, la cuadrícula de la Baixa con la plaza del Rossio y del Comercio, y en la colina de enfrente, el castillo de San Jorge. Por su orientación hacia el oeste, la mejor vista se obtiene con las luces del atardecer. Abre todo el año desde las 7.30 hasta las 21 h en invierno y hasta las 23 h en verano.

Todos los lugares que acabo de mencionar fueron muy explorados por Fernando Pessoa, y aparecen mentados en su Libro del desasosiego, escrito entre 1913 y 1935, aunque no se publicó hasta 1982. En muchos aspectos esta obra puede resultar una guía excelente de la intrahistoria de Lisboa, de sus ambientes, de su atmósfera, de sus luces y sus sombras. Otro edificio imprescindible en nuestro paseo es la Sé, que hace las veces de catedral de la ciudad, de un gótico sobrio y casi militar. Fue construida sobre las ruinas de una mezquita y también padeció los rigores del gran seísmo. Y hablando de iglesias, si bien esta vez en sentido figurado, hay un establecimiento en el Barrio Alto que me dejó maravillado la primera vez que lo vi, y que Pessoa no

TRANVÍAS

TOZÉ FONSECA

El 28 cruza los barrios de Graça, Alfama, Baixa y Estrela, y permite hacerse una idea de la ciudad.

FRANCESCO RICCARDO IACOMINO / CLICKALPS

La Sé, la catedral lisboeta, se erige en medio del popular barrio de la Alfama.

pudo conocer: el Pavilhão Chinês (Pabellón Chino). Verdadera catedral de la noche lisboeta, es un bar museo, acogedor y penumbroso, lleno de rincones sorprendentes y de muñecos, miniaturas, porcelanas y autómatas que te observan como si estuviesen a punto de cobrar vida. También se sirven cócteles excelentes y se puede cenar mientras se escucha fado, esa melancólica música que canta sobre el desamor y el desarraigo.

El Barrio Alto está lleno de bares modernos y locales donde disfrutar de la música y bailar. En cambio, para apreciar la belleza del día y los panoramas más espectaculares conviene subir al belvedere de la Señora del Monte o al mirador de Santa Catarina para asombrarse ante el estuario del río Tajo.

Tras este primer abordaje a la ciudad, hay que subrayar que su edificio más valioso y más atractivo es sin duda el Monasterio de los Jerónimos, en el barrio de Belém, algo apartado del centro pero fácil de alcanzar en autobús. De estilo manuelino (un gótico aplanado y cercano al plateresco que lleva ya toda la esencia del Renacimiento), su claustro está considerado uno de los más bellos del mundo. En la segunda planta de la iglesia que lo precede se encuentra justamente el túmulo de Fernando Pessoa en forma de austero monolito rectangular. Normal, fue el rey secreto de Lisboa y los portugueses le deparan los honores de un monarca. No lejos del monasterio se halla la Torre de Belém, también de estilo manuelino, que una vez ejerció como vigía del puerto de Lisboa.

Los viejos tranvías de la ciudad (como el número 28) permiten visitar los barrios más memorables y más preñados de encanto: el de Alfama, la Graça, la Baixa, São Bento y especialmente el Chiado, que sufrió un incendio considerable en 1988, pero del que ya se ha recuperado. Respecto al barrio de la Alfama, a pesar de los efectos de la gentrificación, es uno de los lugares de moda que conviene conocer, recorriendo sus empinadas calles. Cuando lo visité por primera vez, los vecinos te aconsejaban tener cuidado con los ladrones, pero estamos en otros tiempos. Para quienes desean acceder a la parte donde la ciudad se abre al futuro, deben visitar el Parque de las Naciones, a orillas del Tajo, donde tuvo su sede la Exposición de 1998.

LA BAIXA

SHUTTERSTOCK

Desde el mirador del Arco de la plaza del Comercio se tiene una amplia vista de la Rua Augusta, con su pavimento decorado con mosaicos.

Escultura de Pessoa frente a la entrada del café A Brasileira.

DE LIBROS Y ESCRITORES...

CLAUDIO STOCCO / SHUTTERSTOCK

Lisboa es una ciudad literaria, sí. Y lo es por los autores universales (Saramago, Pessoa, Eça de Queiroz...) que han nacido o vivido en ella, por los cafés donde se reunían (A Brasileira) y por sus librerías (Rúa Alecrim y LX Factory). Dos visitas esenciales: la casa de Saramago en la Rúa Coelho da Rocha, y el museo del poeta João de Deus en la Av. Álvares Cabral 69.

ANNA KOVALENKO

Librería en LX Factory, una antigua zona industrial que ahora concentra talleres de artistas, además de una variada oferta gastronómica y de ocio.

BELÉM

JOHANNA HUBER / FOTOTECA 9X12

El monasterio de los Jerónimos (siglo XVI) es la obra maestra del barroco manuelino. Se edificó con los impuestos sobre las especias. En la imagen, el suntuoso claustro.

FOTOTECA 9X12

Museo de Carruajes, en el barrio de Belém.

Tras todo lo dicho advierto que Lisboa no es una ciudad inabarcable. Lo mejor es perderse de vez en cuando por sus calles y entrar donde a uno le apetezca, dejándose llevar por el azar y el deseo como hace el protagonista de la película de Alain Tanner En la ciudad blanca: ese marinero que se siente sin suelo y que se pierde por Lisboa como por un sueño, hipnotizado por la blancura de la ciudad, por su tranquilidad y su silencio. Eran desde luego otros tiempos, ya que la historia se rodó en 1982, cuando los europeos estaban descubriendo el apacible embrujo de Lisboa. Ahora el visitante va a encontrar una ciudad más agitada, mucho más cosmopolita y más ruidosa, pero igualmente seductora. Todos los que la visitan se hacen la promesa de volver. A tan solo cuarenta o cincuenta minutos en tren desde la estación del Rossio de Lisboa, se halla la ciudad de Sintra. El breve viaje nos va a permitir observar el contraste entre el centro de Lisboa

RUI FONSECA

SINTRA El Palacio de Pena, de 1840, fue residencia de verano real hasta 1910. En la página siguiente, la Quinta Montserrate, un palacio de la misma época que presenta numerosos detalles orientales.

SHUTTERSTOCK

y sus suburbios, para más tarde acceder a la campiña portuguesa, amable y tranquila, con apariencia de dehesa. Nada más llegar a Sintra nos sentimos envueltos en un mundo tan urbano como vegetal, donde prevalece el verdor y las construcciones desconcertantes. Todas las extravagancias de la arquitectura portuguesa hallan cabida en Sintra.

Si para Byron Lisboa era como una visión, para el mismo autor Sintra era como un sueño en el que proyectar todos los resplandores de la imaginación. Sintra también padeció el terremoto de 1755 y sus edificios más imaginativos son unas creaciones y recreaciones del siglo xix. Los châteaux que coronan sus boscosas colinas parecen los delirios de un indiano que hubiese trasladado a Portugal las ensoñaciones de las óperas de Wagner y de Luis II de Baviera. Sintra es un universo de jardines sucesivos, de escaleras que los cruzan, los rodean y los serpentean,

GONÇALO CAPITÃO / / GETTY IMAGES

ESTORIL La playa de Tamariz, a los pies del Chalet Barros, ofrece una plácida imagen las tardes de invierno.

Assafora

Alverca do Ribatejo

Cheleiros

Lousa

Carvalhal

Vialonga

Ponte de Lousa Albogas Loures Janas Mucifal

Cabo da Roca

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Malveira da Serra Playa de Guincho

Ramada

Sintra

Parque Natural de Sintra-Cascais

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Rio de Mouro Linhó

Frielas

Odivelas

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Barcarena

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Amadora Alfragide

LISBOA

Convento 1 0 Chiado del Carmo -Baixa Estoril Mirador de Santa Catarina 4 0 Oeiras Puente 25 Caxias Algés de Abril Cascais Boca do Río Tajo Parede Almada Inferno Trafaria Barreiro Playa de Carcavelos Rí o

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Moita

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de laberintos vegetales donde se oye a menudo el rumor del agua. Y en medio de ese esplendor desconcertante emerge el Palacio da Pena, ecléctico y desmesurado, en el que se mezclan la arquitectura típicamente portuguesa con el neogótico, neomudéjar y todas las gamas tramposas del barroco. Este suntuoso castillo fue en su origen un convento de jerónimos que más tarde se trasladaron al monasterio de Belém; el rey Fernando II compró las ruinas y construyó un palacio para su esposa María. Como cabía esperar, su reconstrucción corrió a cargo de un arquitecto alemán, Ludwig von Eschewege. Nada asombroso, pues en muchos aspectos Sintra concentra todas las nostalgias del Romanticismo, todos sus anhelos y todos sus delirios, que van desde el clasicismo griego al amor a las falsas ruinas y a los fastos idealizados de la Edad Media.

Enclaves singulares en la desembocadura del Tajo 1 Lisboa. Es imprescindible subir al castillo, pasear en tranvía, visitar el monasterio de los Jerónimos, comer un pastéis de Belém, y cenar y escuchar fado en el Barrio Alto. 2 Sintra. Con palacios fantasiosos, hermosos jardines y un encantador núcleo antiguo. 3 Parque Natural de SintraCascais. Comienza en la playa de Cresmina e incluye rinco-

nes de gran interés natural como la playa de Guincho y el acantilado de 140 m del Cabo da Roca, el punto más occidental del continente. 4 Estoril. El Casino y el Chalet Barros conservan el aire aristocrático de la población. 5 Costa da Caparica. 30 km de arena. El convento de los Capuchos (siglo XVI) es un excelente mirador de la zona.

Tras la visita a Sintra, se puede continuar hasta Estoril, antaño refugio de exiliados pudientes y de espías. Su casino inspiró a Ian Fleming la novela Casino Royale de James Bond, y su playa está presidida por otro castillo neomedieval, el Chalet Barros. Estoril ofrece la oportunidad de contemplar el mar, que en invierno se muestra como una dimensión brava y plomiza y en verano adquiere una trasparencia azulada y ultramarina. Al atardecer, cuando las luces del casino brillan como una tentación, conviene regresar a Lisboa y disfrutar de sus noches gloriosas en los restaurantes de alguna de sus siete colinas. A ser posible con vistas al Tajo, pues de noche adquiere su apariencia más prodigiosa, reflejando las luces oscilantes de Lisboa, que en los últimos tiempos parece más viva que nunca. ]