limites de la vida humana

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Límites de la Vida Humana



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fies H6I53 65

Límites de la Vida Humana ALFRED S A U V Y

BIBLIOTECA "SALVADOR DE U PLAZAFACULTAD DE ECONOMIA U. C . V.

EDICIONES DE OCCIDENTE, S. A. A P A R T A D O 5347 - B A R C E L O N A

V I L A S A R DE M A R - B A R C E L O N A - E S P A Ñ A

Primera edición española 1964 Título original francés de la obra:

"LES LIMITES DE LA VIE HUMAINE" par Alfred Sauvy © Librairie Hachette

Depósito Legal: B-14.039-1964 Número Rgtr.°: B-322-64

© Ediciones de Occidente, S. A. Derechos reservados para todos los países de habla castellana. Impreso por Industrias Gráficas García Montserrat, 6 bis - Vilasar de Mar (Barcelona - España)

INDICE

página

I. — DEL MITO A LA CIENCIA Viejos excepcionales. — Los allegados envejecen al cuasi centenario. — Las encuestas de opinión públic a . — Las razones del mito. — Los mejores espíritus, cuántos errores no cometen... — La utilidad del mito y sus límites.

II. — L A S T R E S D U R A C I O N E S DEFINICIONES

DE

L A VIDA.

ALGUNAS

La vida máxima o límite. — La vida media. — Norma y accidente. III. — L A LONGEVIDAD H U M A N A E N ESTADISTICO

9

17

E L PERIODO P R E -

La tabla de Ulpiano. — Osarios y listas mortuorias. — Prehistoria. — Cálculos basados en el crecimiento de la población. — La vida media, sin azotes ni medicina. Francia, Suecia, Islandia. — Los trabajos de Louis Henry. — Las tres parcas mortíferas. — Hambres. — Epidemias. — Guerras, violencias y matanzas. — Conjunto de resultados.

IV. — METODOS DE MEDIDA Y T A B L A S DE S U P E R V I V E N CIA La mortalidad general. — Variaciones según la edad. Las tablas de supervivencia. Exposición h i s t ó r i c a . — T a blas «del momento» y tablas de generación. — La esperanza de vida al nacer. — La esperanza de vida a

23

LIMITES

DE LA VIDA H U M A N A

una edad cualquiera. — Vida probable. — La medida de la mortalidad se ha generalizado. — Los registros incompletos. — Las tablas tipo de mortalidad.

35

V. — LA P R O L O N G A C I O N DE LA VIDA Del siglo XVI al XVIII. — La medicina hasta Jenner. — Las grandes etapas. — Los resultados globales. — El progreso económico y social. — Los progresos en las diversas edades. — En el resto del mundo. — Duración de la vida y nivel de vida. — El progreso por destrucción.

47

VI. — LIMITE M A X I M O DE LA VIDA Dificultades de una medida científica. -— Los trabajos de Paul Vincent.

61

VII. — S E X O S , RAZAS, C L I M A S El sexo fuerte. — Estado matrimonial. — Las razas. Caracteres físicos. —- El clima. — Ciudad y campo. — Conclusión.

65

VIII. — LA DESIGUALDAD SOCIAL A N T E LA M U E R T E Primeras mediciones. — La marcha del fenómeno. — Nivelación en Inglaterra. — Diferencias en Francia. El factor decisivo: el nivel cultural.

71 IX. — EL ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACION Definición. — Proceso de envejecimiento. — Causas de envejecimiento. — Menos jóvenes. — El alargamiento de la vida ha rejuvenecido la población. — Si el cáncer... — Relaciones entre la muerte y la vida. — El dilema: crecer o envejecer.

79 X. — C O N S E C U E N C I A S VIDA

DE

LA

PROLONGACION

DE

LA

El crecimiento. — El envejecimiento de las poblaciones occidentales. — Algunos datos. — Influencia de la edad inactiva. — Recurso al progreso técnico. —

INDICE

¿Compensación sobre los jóvenes? — Los muy viejos. Necesidad de una revisión general. — Bases de una sociedad nueva. — El retiro no es un fin en sí mismo. Otras consecuencias de la prolongación de la vida.

89

XI. — ¿HASTA DONDE...? La óptica pesimista. — La visión optimista. — La senescencia. — ¿Supresión radical o progresos lentos? El segundo límite. — El poder. — El querer vivir. — La eutanasia. DOCUMENTOS INDICE ALFABETICO

103 111 129

CAPITULO I

DEL MITO A LA CIENCIA

Se ha dicho que la muerte es esta «cosa» que sucede a los demás. La muerte es un golpe seco, un hilo que se rompe. Pero la longitud de este hilo importa mucho a los hombres y, en todos los tiempos, han tenido ideas sobre esta materia. Menos constreñida entre reglas que la ciencia, la fábula veía mucho más amplio que ella. Y las mitologías nos hablan de duraciones de la vida humana que encontramos, justamente, fabulosas. Epiménides habría vivido 153 años. Fulinio, bajo el Imperio romano, 1 5 0 . La Biblia, por su lado, nos habla de la muy larga vida de los patriarcas y nos enseña que el record pertenece a Matusalén con 9 6 9 años. A decir verdad, la homologación de este record no ha sido rodeada de todas las precauciones que hoy creemos indispensables; por eso, cuando el filósofo de humor añade que a 6 0 0 años, Matusalén, muy bien conservado, no parecía tener más de 3 7 5 , sonreímos. Es todo lo que podemos hacer. Los exegetas han intentado justificar las cifras de la Biblia, diciendo que se debe tratar de lunaciones. Si se tratase de períodos de veintiocho días y no de años, el famoso record de Matusalén no sería más que de 74 años, es decir, bastante modesto. Pero no hay nada a justificar en la materia; es preciso, simplemente, negarse a considerarlo. En otros pueblos han tenido curso análogas leyendas. «Han tenido» hemos dicho. El pretérito está bien indicado, pero ¿no podríamos hablar en presente? ya que el mito subsiste todavía, lo mismo para los animales que para las plantas (Sequoia). A través de las épocas vemos desaparecer los imperios, hundirse las civilizaciones, pero persistir los mitos adormecedores. Cierto, las cantidades fabulosas han desaparecido, pero la creencia subsiste bajo diversas formas. Citemos tres: 9

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA



La noticia de la existencia de un hombre viejísimo en algún lugar del globo.



El envejecimiento de un antepasado por la familia o los allegados.

•— Las encuestas de opinión pública.

Viejos excepcionales De vez en cuando, la prensa señala casos de viejos que han alcanzado una edad muy elevada; por ejemplo, 130 ó 150 años. Tan pronto es en la U . R . S . S . donde se ha localizado un hombre habiendo vivido, se afirma, la campaña de Napoleón en R u s i a , como es en los Estados Unidos que desaparece el último combatiente de la guerra de Secesión. La mayoría de las veces, los hombres que la prensa o los rumores señalan como habiendo alcanzado 130 ó 150 años, vivirían de manera muy simple, natural; no es cuestión de médicos, ni menos aún de cirugía. Su alimentación es a base de plantas y de lacticinios. El yoghourt juega algunas veces su papel, ya que, a los ojos de la opinión, no está adornado, o desfigurado por ningún artificio. He aquí un texto, entre otros muchos, que los resume todos: «Mahmud Eivázov no ha abandonado nunca las montañas del Azerbaidjan donde transcurren sus apacibles días, rodeado de sus numerosos descendientes; en total, ciento setenta y tres hijos, nietos y biznietos. Es un viejo ágil, de aspecto cuidado, que se ocupa él mismo de su casa y que cada mañana, tanto en verano como en invierno, se baña en un torrente próximo. Acaba de celebrar, precisamente en el curso de este año 1 9 5 9 , su ciento cincuenta aniversario. No se contenta con afirmarlo. Ha podido mostrar al profesor Panief, encargado de investigar sobre su caso, un acta de nacimiento que los expertos consideran como perfectamente auténtica.» (1) Este texto merece atención, puesto que encontramos en él reunidos todos los mitos que circulan desde hace miles de años sobre la materia. Desde luego, el viejo es ágil, y se cuida, permaneciendo muy próximo a la vida natural. Hubiese sido muy sorprendente que no tuviese a su disposición un torrente de agua fresca, para poderse templar en él; o, mejor dicho, fundirse de nuevo en la naturaleza. El mito aquí se relaciona con el de Anteo que no encontraba sus fuerzas si no era cerca de su madre la tierra. (1)

«Constellation», enero 1960.

DEL MITO A

LA CIENCIA

En cuanto al acta de nacimiento de que se nos habla, puede sorprender en un país que hacia 1 8 0 0 no llevaba ningún Registro civil, incluso admitiendo la existencia de un documento atestiguando el nacimiento de un tal Mahmud Eivázov, uno se pregunta sobre qué pruebas los expertos pueden concluir que este documento se refiere al hombre que tienen delante. Es muy posible, además, que no hayan existido ni profesor ni expertos, sino que, siguiendo el proceso clásico de las leyendas, su existencia y su papel se hayan poco a poco confirmado, a través de las transmisiones orales o escritas. Lo más curioso es que estos viejos tan resistentes han nacido siempre en países sin Registro civil, o, al menos, en los que no existía en el momento de su supuesto nacimiento. La práctica que nos es tan familiar de la fecha de nacimiento, en los pasaportes, en las tarjetas de identidad, es muy reciente. Nuestros padres vivían, como algunos pueblos aun hoy, en el recuerdo o, incluso, en el recuerdo del recuerdo. Pensemos que Rhadi, segundo clasificado en el marathón olímpico de Roma en 1 9 6 0 , sargento del ejército francés, no sabe su edad con un margen de diez años en más o en menos, y que se le atribuían de 25 a 35 años, este mismo año 1 9 6 0 . Ahora que ha entrado en una vida bien regulada, con documentos escritos, él seguirá su propio envejecimiento. Pero si hubiese continuado en su tierra marroquí, esta incertidumbre de diez años habría tendido a acrecentarse de año en año. Incluso el estado correcto de un Registro Civil, no libera de todo error. Frecuentemente, por ejemplo, los padres que han perdido a un hijo dan al que nace a continuación el nombre del hijo muerto. Ello puede introducir una base falsa de algunos años de diferencia, incluso más de diez: una fuente de errores entre otras. Las múltiples desviaciones posibles, en más o en menos, no se compensan en este caso. Producen individuos más jóvenes y otros más viejos que su edad real. Pero los primeros, perdidos en la masa, no llaman la atención, mientras que los otros emergen y enriquecen la leyenda. Basta con algunos para mantener el mito. Algunos errores pueden ser voluntarios. Se cita, por ejemplo, a María Priou, muerta en 1838 en la Alta Garona. Nacida en 1 6 8 0 , se dijo, habría muerto a los 158 años. La prensa de la época habló mucho de ello. Pero, recogidas informaciones, se dieron cuenta que la honorable María Priou había contratado a los 66 años una renta vitalicia de 162 libras tornesas. Todo induce a pensar que el nombre de María, muy extendido, debió transmitirse como la renta vitalicia. Tranquilicémonos..., hay la prescripción. 11

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

Los allegados envejecen al cuasi centenario En la familia, o entre los que rodean a un viejo, la tendencia a envejecerle se manifiesta a partir de los 90 años, y algunas veces más pronto. De manera muy clara, en todo caso, cuando se aproxima a centenario. Este número redondo ejerce una especie de fascinación, aunque no posea ninguna importancia en sí mismo, resulta simplemente de escoger el sistema decimal, resultante a su vez del número de dedos. Esta tendencia a envejecer a un hombre no puede actualmente remontarse muy lejos en nuestras regiones tan bien organizadas, puesto que la fecha del nacimiento está demasiado presente, pero lo esencial para nosotros, aquí, es observar de qué lado está la tendencia. En las conversaciones que se mantienen sobre este tema, cada uno cita con una especie de orgullo los casos de vejez extrema que conoce, mencionando siempre el estado de lozanía de estos ancianos. Es uno de los numerosos temas en los que la conversación obliga, bien a callar, bien a citar un caso más extraordinario que el del precedente interlocutor. Y cuántas veces no hemos oído decir: «Viejos de este temple ya no se encuentran.» Las encuestas de opinión pública A decir verdad son bastante recientes. Por tres veces el I.N.E.D. (1) ha propuesto a una población miniatura, representativa del conjunto de los franceses, la siguiente pregunta: «¿Sabe usted s i , en general, se llega hoy, en Francia, a más viejo o menos viejo que en otro tiempo»? Existen pocos temas tan bien conocidos, o mejor, tan bien medidos. La vida media de los franceses se alarga constantemente desde hace 150 años. Ha pasado de alrededor de 30 años, a los 68 de hoy. Sobre tal cuestión, la respuesta, pues, debería ser unánime. He aquí las respuestas: Nov. 1947 Más viejo Igual Menos viejo No saben

(1)

12

32 % 9 » 54» 5 » 100 »

Nov. 1956

1959-1960

61 % 16 » 12» 11 » 100 »

67 % 10 » 19» 4 » 100 »

Instituí National d'Etudes Démographiques. París.

DEL MITO A LA CIENCIA

Así, pues, en 1 9 4 7 , más de la mitad de los franceses creían aún que se llegaba a menos viejo que en otro tiempo. En 1 9 5 6 , se había realizado un progreso importante en el conocimiento, puesto que se había tratado mucho con antibióticos, la seguridad social... Y, sin embargo, sólo el 61 % de las personas respondieron correctamente. En 1 9 5 9 - 6 0 , nuevos progresos fueron registrados por los que juzgan correctamente, pero un 19 % (contra un 12 % en 1956) creen todavía que se llega a menos viejo. El conjunto de las respuestas no es mejor que tres años antes.

Las razones del mito ¿Se puede hablar de razón, en lo tocante a un mito? Nada nos impide, en todo caso, buscar la génesis de las leyendas, las motivaciones de los que las deforman. Como la realidad embarga a todos los hombres y los encierra como en una prisión, hay, en todo hombre, una perpetua tentativa de evasión. Esta puede ejercerse en diversas direcciones. Algunos se interesan por los mitos del presente, que permiten aligerar el círculo de hierro de la actualidad. Sin embargo, lo más frecuente es que, puesto que existe evasión, ¿por qué aislarse en el tiempo presente? Los mitos hacen intervenir, sea el pasado, sea el porvenir. Con un esfuerzo razonable de generalización se podría relacionarlos con dos temas. El paraíso perdido y la edad de oro. Sufrimos porque hemos degenerado, perdiendo el secreto de la hermosa vida humana. Este mito perpetuo lo hemos visto formarse recientemente bajo nuestros ojos después de la guerra, con el slogan embrutecedor de la «Belle Epoque», creada a fuerza de canciones. El pasado se camufla, poco a poco, con velos rosas y sus rigores se desdibujan. Este mito, que es obra, sobre todo, de espíritus desazonados, de personas ancianas o de temperamento conservador, proporciona un refugio, un consuelo al espíritu. Se acompaña frecuentemente de temor, si no de pánico ante los descubrimientos que arriesgan destruir la armonía natural. (Emparentamiento con el mito de Prometeo.) En materia de alimentación, en especial los hombres (o, al menos, los franceses), desconfían de lo artificial, de la industria. La idea de la degeneración de la raza reaparece, de vez en cuando, en los espíritus más sólidos. Los rumores sobre los hombres de una gran edad se relacionan con las leyendas que hablan de gigantes desaparecidos, hombres de un excepcional vigor, etc.... Este mito de la gran longevidad se relaciona también fácilmente con el de

13

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

Rousseau: «Toda la virtud está en la naturaleza, el orden natural ha sido destruido por la sociedad.» El «paraíso perdido» es una idea consoladora, mucho más frecuentemente que la «tierra prometida», ya que nos produce la áspera alegría de la amargura. La tierra prometida es la evasión hacia el futuro. Los males actuales resultan de la mala organización social. Basta con destruir ésta para instaurar un orden nuevo. Con este mito se relaciona una creencia ciega (decimos creencia) en las virtudes de la ciencia. Todas las «utopías» que se han sucedido desde la de Moro, en el siglo XVI, participan de esta esperanza. Anticipándose a la realidad, en algunas ocasiones, respecto algunos puntos (estos aciertos parciales les dan, retrospectivamente, una apariencia pseudocientífica), están siempre inspirados por un deseo patente de evasión. En cuanto a las doctrinas socialistas, más racionales, no hubiesen podido tampoco difundirse, si no hubiesen respondido a este violento deseo, que debe explayarse hacia un lado u otro; hacia el pasado o hacia el futuro. Lenin y Trotsky descubrieron, después de 1 9 1 8 , que el régimen político no es suficiente; de ahí la fórmula: «El comunismo son los Soviets... más la electricidad.» La electricidad no se añadió más que a posteriori en vista de las realidades. En materia de longevidad el mito de la tierra prometida lleva a alimentar vivas esperanzas en el milagro (poder de Medea, fuente de Juvencia, elixir de larga vida...). Como más de un mito, éste, de alguna manera, se ha modernizado y ha recurrido, en nuestros días, a la ciencia. Dar por supuestos los progresos de la ciencia es un juego fácil. La vejez no es, se dice, más que una enfermedad que se curará como las otras (1). Quien habla así no tiene que efectuar demasiados esfuerzos para distribuir lo que no le pertenece. Existe una demagogia de la información, hecha de optimismo pasivo, de anestesia, opuesta al verdadero progresismo.

Los mejores espíritus, cuántos errores no cometen... Tocamos aquí un punto delicado, porque parece como si practicásemos una especie de condena del optimismo, de la esperanza. Ahora bien, el mito no preserva ni a los hombres más eminentes. De la misma manera que se ve al gran economista, consciente de las realidades, ceder en un momento de ternura, de amor a los hombres y abandonar la sequedad de las cifras, para anunciar asombrosas distribuciones de riquezas, también se ve al biólogo negarse (1) El número de «Constellation», de enero de 1960, citado anteriormente, redactado bajo la inspiración del mito, sigue ampliamente en este sentido, luego de haber sostenido la leyenda.

14

DEL MITO A

LA CIENCIA

a jugar el papel triste —y p e l i g r o s o — de portador de malas noticias y de transmisor de duras verdades a los hombres. El corazón tiene siempre sus desquites. En 1960, J. Pauling, premio Nobel, anuncia que el hombre es inmortal y que no debe su muerte sino a los excesos de la vida moderna. Sin negar, ciertamente, el nerviosismo, el desgaste resultante del «surmenage», no se debe ceder a la tentación fácil de imputar a estos excesos las imperfecciones biológicas de la especie. Incluso sin demagogia, sin deseo de contentar, un fenómeno natural mantiene la leyenda: toda noticia de algún rejuvenecimiento obtenido en cualquier lugar del mundo logra un crédito espectacular; forma parte de las noticias que el rumor espontáneo reproduce rápidamente, con tendencia a la amplificación. Las pildoras de Voronoff, el suero de Bogomolets... han podido poseer algo de virtud provisional. Su eficacia no ha dejado de ser, sin embargo, muy inferior a su reputación.

La utilidad del mito y sus límites El mito es, en general, tan inofensivo, tan poco nocivo, que es bárbaro combatirlo. Es preciso distinguir entre el individuo y la sociedad. Que tal o cual individuo se refugie o, más bien se evada, en un mito, es no solamente admisible, sino recomendable. Se puede hablar, incluso, de necesidad. Pero no es lo mismo en el marco social: o, al menos, la ciencia no puede considerar tales comodidades. El científico es implacable, estrecho y cruelmente escéptico. El demoledor de mitos juega, de alguna manera, el papel de traidor en la comedia humana; con otros, sin duda,pero en un lugar destacado, arriesgando mucho en este juego. Babarouche se apresta a corregir al insoportable vecino que osa recelar de la virtud de Adela. Cuando está sólidamente asentado sobre hechos controlables, el científico no corre ya el riesgo de ser lapidado, sino simplemente el de no ser escuchado. En esta obra deberemos obrar, pues, algunas veces, sin corazón ni entrañas. Pero no se trata, de ningún modo, de considerar voluntariamente, a contrapelo, la leyenda. Partiendo de cero, diremos simplemente lo que admiten los hombres que hoy han estudiado la cuestión con un espíritu científico. Cuando divergen, cuando la duda está permitida, ya se trate del presente, del pasado o, incluso, del futuro, lo indicaremos expresamente de manera que permita al lector recorrer el terreno de lo conocido, con las satisfacciones de todo propietario antiguo o (sobre todo) moderno, y aventurarse así en algunas zonas de este espacio inmenso y creciente que se llama «lo desconocido».

15

CAPITULO II

L A S TRES DURACIONES DE LA VIDA. A L G U N A S DEFINICIONES

¿La longitud del hilo? Los hilos no tienen la misma longitud, los hombres no viven hasta la misma edad. Si observamos un grupo de hombres, por ejemplo: 1 0 0 . 0 0 0 , del nacimiento a la muerte, veremos como sus vidas se espacían en el tiempo, desde algunos segundos a un siglo. Podemos distinguir entre la vida máxima y la vida media, la duración del que ha resistido más tiempo y la vida media del conjunto del grupo; dos cifras muy diferentes.

La vida máxima o límite. Podría haber ocurrido que los biólogos tuviesen medios ciertos para asignar a los hombres un límite absoluto indiscutible, pero no sucede así. No siendo los hombres máquinas exactas, la cuestión de la longevidad es puramente empírica. Imaginemos que hubiésemos podido observar todos los hombres que han vivido desde el-origen hasta hoy; podríamos distinguir igualmente y, esta vez para la totalidad de la humanidad, una vida media y una vida máxima, siendo esta última, en el momento de su muerte, la edad del hombre que ha vivido más tiempo. Este récord podría aparecer como el límite máximo de la especie humana. Decimos «podría aparecer como» y no «es». Sin embargo, este «récord» no permitiría más que un juicio de probabilidad. En todo caso, se pueden formular dos objecciones: a) Si las condiciones que rigen la muerte de los hombres permanecen constantes en el tiempo, no hay ninguna imposibilidad

17

2 BIBLIOTECA "SALVADOR DE LA PLAZA" FACULTAD DE ECONOMIA U. C. V.

LÍMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

de ver un día, otro hombre vivir algunos meses más y batir el «récord». Pero esta posibilidad sería ínfima. b) Supongamos, por el contrario, que las condiciones que determinan la vida humana y, especialmente, el famoso límite, se modifiquen. Si esta modificación ha tenido lugar en el sentido de una reducción, no habría ya ninguna posibilidad de batir el «récord»; el conocimiento de la duración de la vida de todos los hombres que han vivido hasta ahora permitiría, no obstante, deducir una ley general que regiría la determinación del límite. Este iría disminuyendo, pero se expresaría siempre en términos de probabilidad. Se diría, por ejemplo, que de un millón de hombres, uno podía, en una época dada, alcanzar la edad de N años, este número N disminuyendo según una ley determinada, o lo que es igual, la probabilidad de alcanzar la edad de 105 años, iría disminuyendo también según una ley determinada. La observación podría, al contrario, señalar que el límite se eleva, que una proporción cada vez más numerosa de los hombres sobrepasa una edad dada, muy elevada; en tal caso el «récord» sería constantemente superado, como un «récord» de atletismo o de aviación. No hemos acabado nuestras cuitas y, para mostrarlo, anticipemos un poco los resultados para poder entrever mejor la dificultad de una definición del «límite». Lo que sabemos sobre la mortalidad nos enseña, ya lo veremos, que hasta el momento, el hombre ha sabido luchar bastante bien contra las enfermedades exteriores y muy poco contra el envejecimiento. Admitamos que el límite haya permanecido el mismo; simplificando un poco más, admitamos, incluso, que la mortalidad haya permanecido rigurosamente la misma, para edades superiores a 60 años (lo que no es, por completo, cierto). Como la probabilidad de alcanzar esta edad es bastante más elevada que en otro tiempo (84 por 100, en lugar de 25 por 100), lo mismo sucederá con la probabilidad de alcanzar 8 0 , 9 0 , 100 o más años (1). Desde entonces, sin que el límite biológico haya sido modificado, tenemos algunas posibilidades más de hallar centenarios, personas de 1 0 5 años... incluso sin tener en cuenta el aumento del número de hombres. Tal recién nacido, que en otras circunstancias habría muerto a los tres días, tiene muchas posibilidades de devenir sexagenario, octogenario, etc. Quien observase regularmente los

(1) Esto, bajo la reserva de que la baja de la mortalidad no haya comportado ninguna selección a la inversa, lo que no es absolutamente seguro.

18

LAS TRES

DURACIONES

DE

LA VIDA

resultados y constatase la proporción más elevada de centenarios podría deducir de ello, un poco ligeramente, que el límite biológico se ha elevado. De hecho, tenemos muy pocos datos referentes a las edades más elevadas para poder formular tales observaciones. Volveremos a examinar en el capítulo VI los datos que permitirían medir este límite. Por el momento, hemos intentado mostrar, simplemente, la dificultad de una definición precisa. Tal definición se precisará mejor al exponer los resultados.

La vida media. Por muy interesante que sea el estudio del límite, es preciso volver a una noción menos espectacular, la de la media. Sigamos a 1 0 0 . 0 0 0 hombres desde su nacimiento, los veremos desaparecer a diversas edades, unos a los tres días, otros a los 95 años; el número total de años vividos, dividido por el inicial de individuos, 1 0 0 . 0 0 0 , nos da la vida media de estos individuos. Es un dato experimental, particular de un grupo dado y que no es perfectamente conocido hasta que todo el grupo se ha extinguido. La serie de los números de supervivientes en las diversas edades nos da la tabla de supervivencia, propia de este grupo. Con mucha frecuencia es una generación entera lo que se estudia (personas nacidas un año dado, en un país determinado), o un conjunto de generaciones (*). Diremos, por ejemplo, que los franceses nacidos en 1860 vivieron 41 años en promedio (40'4 los hombres y 4 2 ' 7 las mujeres) y que su tabla de supervivencia se establece así:

(*)

edad

número de supervivientes hombres mujeres

Nacimientos 1 año 2 años 5 años 10 años 20 años 50 años 80 años

100.000 83.500 77.263 71.192 68.168 64.828 47.038 8.038

100.000 83.500 77.839 71.879 68.584 64.572 49.670 13.935

Para España, véase la tabla la, pág. 112. (N. del T.)

19

LIMITES

DE LA VIDA

HUMANA

Se trata, si la recogida de los datos ha sido correcta, de una simple observación aritmética que podría ser exacta o aproximada casi a la unidad. En la práctica, no es siempre posible, ni fácil, seguir a una generación durante toda su vida, es decir, durante cerca de un siglo. Las migraciones, por ejemplo, trastornan la observación. C o n mayor frecuencia, la vida media se mide por otro método, como veremos: utilizando las tasas de mortalidad en el curso de un período dado. Importa poco, de momento. La noción de vida media es más precisa que la de la vida máxima. Mucha atención, sin embargo, ya que al querer definir esta vida media, tenemos que hacer intervenir una nueva circunstancia. Norma y accidente. Cuando las poblaciones están sometidas a rigores excepcionales, a un cataclismo natural, por ejemplo, la vida media de los hombres ya no tiene la misma significación. No decimos que no tenga ninguna (eso depende de las circunstancias), si no que ésta no es la m i s m a . O, cuando menos, es peligroso generalizar. Tomemos, por ejemplo, el año 1916, año de Verdún y del Somme, o bien las generaciones masculinas que fueron diezmadas en la guerra de 1 9 1 4 - 1 9 1 8 ; la vida media calculada sobre estas bases no tiene demasiada significación práctica. Por ello las tablas de supervivencia calculadas excluyen, generalmente, los períodos anormales. No es menos cierto que el accidente subsiste, con todas sus consecuencias. Puede ocurrir, por otro lado, que el accidente llegue a ser, de algún modo, una norma. Por ejemplo, en la práctica se incluyen en la mortalidad normal (y, por ende, en el cálculo de la vida media) los accidentes de carretera, de trabajo, etc. ¿Por qué? Porque su frecuencia presenta una cierta regularidad, una cierta continuidad. Existen cuestiones más complicadas: las poblaciones han vivido durante mucho tiempo (digamos hasta el siglo XVIII, en Europa Occidental) bajo la doble amenaza de hambres y epidemias mortíferas. Estas tenían, conjuntamente con las guerras, violencias, matanzas, por efecto (algunos, dicen que por misión) el obligar constantemente a las poblaciones a volver al nivel permitido por los recursos naturales y. la técnica del momento (insistiremos sobre ello en el próximo capítulo). Existían, pues, puntas de sobremortalidad, que modificaban la vida media de una manera sensible. Logramos de esta manera dos nociones: 20

LAS TRES

DURACIONES

DE

LA

VIDA

— La vida media correspondiente a la mortalidad de un período normal, sin accidentes extremados, a la vez biológica y social, depende esencialmente de las nociones sanitarias, de los conocimientos médicos, así como del grado de comodidad. — La vida media efectiva de una población, tal como ha sido durante un período bastante largo, corresponde al conjunto de condiciones biológicas y políticas y, sobre todo, económicas, en las que ha vivido la población interesada, incluidos los factores accidentales, obrando contra ella. A falta de esta distinción importante se han producido lamentables confusiones en muchos casos. En resumen, cuando hablamos de la duración de la vida humana, debemos distinguir tres conceptos muy diferentes: — Longevidad extrema, que es, mientras no se demuestre lo contrario, un dato biológico propio de la especie humana. — La vida media de los miembros de una población durante un período normal, tal como resulta del estado sanitario, de sus costumbres, de su género de vida. — La vida media efectiva de los miembros de una población durante un período suficientemente amplio, que englobe períodos particularmente severos, marcados por puntas de sobremortalidad. Estas circunstancias esenciales se precisan en el resto de la obra, al mismo tiempo que se desprenden otras de valor menos general.

21

CAPITULO

III

L A LONGEVIDAD H U M A N A EN EL PERIODO PREESTADISTICO

El período estadístico empieza, para los países más evolucionados, en el siglo XIX si se habla del registro civil llevado correctamente, y en el siglo XVIII o, incluso, en el XVII, si se trata de tablas de supervivencia; pero, para muchos países, este período ha comenzado apenas y no se remonta más que a algunos años. Además debería considerarse la calidad de los datos estadísticos, así como los esfuerzos parciales realizados para medir la longevidad en diversas épocas anteriores a las propiamente estadísticas. Para fijar las ideas, estudiaremos, en este capítulo, el período que se extiende desde el principio de la humanidad hasta la primera mitad del siglo XVIII, que vio iniciar, a la vez, la lucha eficaz contra la muerte y la medición de la vida. Se trata, bien de observaciones efectuadas por los contemporáneos, bien de mediciones y cálculos ejecutados retrospectivamente por autores de los tiempos modernos.

La tabla de Ulpiano Un cálculo desprovisto de valor científico puede, igual como un grosero dibujo, adquirir un prestigio incomparable, si tan sólo él resiste el paso del tiempo. Tales parecen los resultados que nos propone Ulpiano, prefecto del Pretorio en tiempo de Alejandro Severo, extraídos — n o s d i c e — de empadronamientos realizados en diversas épocas. Se trata del número de años que quedan por vivir en cada edad. En otra columna, hemos colocado la esperanza de vida para las diversas edades tal como hoy la estimamos para una población comparable a la población romana de la época. 23

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

Ulpiano 0 20 25 30 35 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 55 60

a 20 años » a. 2 5 a 30 » a 35 » » a 40 a 41 » a 42 » a 43 » a 44 » » a 45 £ 46 » a 47 » a 48 » a 49 » a 50 » a 55 » a 60 » más años y

30 años 27 25 22 20 19 18 17 16 15 i 14 13 12 11 10 9 1 7 5

»

»

esperanza de vida plausible 3 0 a 35 años 33 años 30 27,5 24,5 22,7 22,1 21,5 20,9 20,4 19,8 19,3 » 18,7 i 18,1 17,5 15,9 13,2 » 11,8 a 0 años

» »

»

»

El número de años que quedan por vivir es siempre menor en Ulpiano, excepto al nacer, que en una tabla correspondiente a una esperanza de vida de 30 años al nacer. El decrecimiento regular de año en año, de los 40 a los 5 0 , no parece testimoniar en favor de cálculos demasiado rigurosos en Ulpiano. Además, no sabemos si el concepto de Ulpiano corresponde, exactamente, con nuestra noción matemática de esperanza de vida. Es casi el único documento histórico, con datos cifrados, que poseemos. Sin embargo, las investigaciones retrospectivas son numerosas. Antes de enunciar las principales, hablemos del método sobre el que se fundan generalmente. Osarios y listas mortuorias. La defunción es una operación mejor registrada que el nacimiento. La historia y la prehistoria nos legan cráneos de los que se puede evaluar aproximadamente la edad, listas mortuorias acompañadas 24

LONGEVIDAD

HUMANA

de las edades al morir, o aún genealogías, dinastías. Si se poseyese la edad al morir de todos los hombres, se podría deducir, ya lo hemos dicho, su vida media y la vida máxima. Los vestigios que llegan hasta nosotros no pertenecen más que a grupos reducidos. Esta gran limitación no supondría demasiados inconvenientes graves si las edades que nos llegan, al morir, se refiriesen a una muestra representativa de la población. Con algunos miles de defunciones y con lo que sabemos de la ley general de la mortalidad, se llegaría a construir una tabla de supervivencia bastante plausible. Desgraciadamente, como ha indicado bien Luis Henry, lejos de ser representativas, las muestras que nos llegan están fuertemente desviadas, sesgadas, falseadas. Los niños muy pequeños, por ejemplo, figuran muy raramente en tales documentos; incluso en las genealogías principescas, son, a veces, olvidados. Se podría paliar esta deficiencia, pero aún hay otras. Supongamos que dentro de dos mil años, después de cataclismos espantosos, una decadencia y una renovación científica, algunos sabios descubriesen un diccionario Larousse, bien conservado. Hallarían la edad al morir, es decir, la duración de la vida de unos hombres. Esto ¿les daría la medida de la vida humana en esta época? De ninguna manera. Los hombres que figuran en el Petit Larousse son notabilidades, escritores, poetas, sabios, generales, etc. No han alcanzado la notoriedad sino a una edad bastante avanzada: raramente antes de los 40 años, a veces a los 5 0 , a los 60 o más incluso. Si fuese siempre la misma edad, digamos 40 años, se poseería la mortalidad superior a los 40 años, la menos interesante. Además se debería tener en cuenta que existe una cierta selección, ya que numerosas formas de notoriedad exigen bastante buena salud. De todas maneras no se podría precisar en qué edad estos hombres han penetrado de alguna forma en el campo de observación. Existen otras desviaciones, como indica Henry (1): si se trata de un osario, se presentan dos causas de error: —

El modo de sepultura es función de la edad.



La distribución obtenida no corresponde a la de las defunciones efectivas, ya que la conservación de un esqueleto depende de la edad de defunción.

(1) Ver «Population», 1954, n.° 2, págs. 272-274; 1957, n.° 1, págs. 149-152, y 1959, n.° 2, págs. 327-329.

25

LIMITES

DE LA VIDA H U M A N A

Si se trata de edades inscritas en una lista funeraria, el deseo de perpetuar un ser amado o una personalidad respetada introduce importantes perturbaciones. Se encuentra, por ejemplo, entre las mujeres una proporción importante de las mismas con edades entre los 20 y los 40 años. La pena experimentada por los jóvenes viudos debe haber jugado su papel. Una comprobación de estas desviaciones ha sido proporcionada por un estado mortuorio que se refiere al período estadístico. Se trata de las inscripciones grabadas en el cementerio de Loyasse (Departamento del Ródano) en 1833 ó 1834, y referidas a una veintena de años. He aquí las proporciones de las diversas edades analizadas y las que deberían ser, aproximadamente, de acuerdo con lo que conocemos de la población francesa de aquella época:

sexo masculino

0-15 años 15-45 45-65 6 5 y más

» »

cementerio

proporción real

10,6 23,7 28,2 37,5 100,0

43,7 18,6 15,1 22,6 100,0

sexo femenino cementerio

8,2 37,2 23,8 30,8 100,0

proporción real 39,4 18,9 17,3 24,4 100,0

Se comprueba la selección intensa que se ha efectuado en el cementerio en detrimento de las edades más jóvenes. La distribución de los menores de 15 años está, en sí m i s m a , falseada y de forma diferente en uno y otro sexos. ¿Es preciso, en vista de ello, renunciar totalmente a esta fuente? No lo creemos. En materia histórica: ¿hay algún documento perfectamente seguro? En cuanto a la Prehistoria, no se ha edificado más que sobre hipótesis, asentadas sobre indicios muy vagos. Poco a poco las distorsiones son corregidas siguiendo el principio general: llegar a reducir al mínimo la incongruencia de los resultados. Lo esencial es no aceptar estos documentos más que con la más extremada circunspección, acumular las fuentes, buscar el sentido de los errores sistemáticos, comprobar los resultados obtenidos con los que se desprenden de otros métodos. Prehistoria Según el estado de los esqueletos, la casi totalidad de los sinántropos habrían sucumbido antes de la edad de 30 años. La cuestión 26

LONGEVIDAD

HUMANA

está en controversia. Sería preciso que hubiesen tenido una fecundidad muy elevada para que la especie pudiese mantenerse en tales condiciones. Las defunciones por accidente eran, en todo caso, numerosas. En la época de Neanderthal no se observa ningún cambio. En los Sapiens del Paleolítico Superior, y del Mesolítico, la edad de 40 años es sobrepasada algunas veces, pero muy raramente la cincuentena. He aquí un cuadro realizado por el doctor Vailois y aparecido en un estudio de E. Schreider (1):

edad al morir de los hombres fósiles 41-50

51-60

total

7

1 2

39 76

6 1

0 2

163 71

0-11

12-20

21-30

31-40

15 29

4 12

6 15

10 11

3

< 6

31 35

25 6

Neanderthal Pal. Sup. Iberomaurásicos > 101 Mesolíticos 21

Cálculos basados en el crecimiento de la población. El crecimiento efectivo de la población y los datos biológicos de la especie humana nos proporcionan otro método de aproximación. Las tasas de mortalidad de una población no superan más que excepcionalmente el 50 por 1.000. Lo más frecuente es que en una población que viva sin rigores excepcionales, con un régimen matrimonial favorable, sin ninguna limitación de nacimientos, el número de nacimientos por 1.000 habitantes se eleve entre 40 y 5 0 . Estos datos parecen corresponder a los normales de la especie humana; han sido observados bajo todos los climas, en poblaciones que se sitúan en estadios muy diferentes de civilización. Nada nos induce a pensar que la fecundidad haya sido más elevada en los tiempos antiguos. Si la población es estacionaria, la tasa de mortalidad debe también ser de 40 ó 45 por 1.000, lo que da una vida media comprendida entre 22,5 y 25 años. Toda población que tenga una vida más reducida está, pues, abocada a la desaparición. Por otra parte, el crecimiento de las poblaciones ha sido, según la historia, extremadamente lento; bien entendido, sobre un largo pe(1) Problémes anthropologiques du veillissement. cherche Scientifique. 1960.

Centre

National

de la

Re-

27

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

ríodo, casi negligibie, si se mide de una generación a otra. Este crecimiento no ha podido ser más rápido que el progreso de la técnica, del que conocemos bastante bien las etapas. Cuando ha sobrepasado los ¡imites tolerables por las posibilidades económicas, o antes que lo haya sobrepasado, catástrofes diversas (guerras, epidemias, hambres) se han encargado de reducirlo «a la razón». Por ello, la vida media efectiva no ha podido descender, por mucho tiempo, por debajo de 25 años y, siempre sobre un amplio período, no ha podido ser muy superior a ios 30 años.

La vida media, sin azotes ni medicina. Queda por saber lo que haya podido ser la vida media real en los períodos exentos de azotes mortíferos, antes del advenimiento de la medicina eficaz. No conocemos demasiado bien, desgraciadamente, el crecimiento de las poblaciones, en el curso de estos períodos como para poder emitir, por este medio, un juicio fundamentado. El Imperio Romano, después de cuatro siglos de paz relativa, fue invadido por los bárbaros. La tesis de un hundimiento demográfico que habría dejado el espacio vacío a los innumerables bárbaros, no es ya admitida por nadie. Sin embargo, debió producirse una relativa despoblación. En todo caso, si la vida humana hubiese sido superior a los 35 años (lo que supone una mortalidad de los jóvenes muy reducida), la población habría aumentado fuertemente (salvo la hipótesis poco probable de una anticoncepción muy extendida). Supongamos que contra la natalidad de un 40 por 1.000, la mortalidad haya estado, en promedio, comprendida entre 36 y 3 7 , lo que da un aumento de 1,5 ó 2 por 100, cada 5 años. Bajo Teodosio, la población de Augusto se habría multiplicado casi por 5, lo que con una técnica casi estacionaria hubiese exigido un acrecentamiento equivalente de las superficies cultivadas. En este caso, la población habría, incluso antes de las grandes invasiones, desbordado, por su propia fuerza, para romper las fronteras de la Germania. Sin embargo, fue lo contrario lo que se produjo. El Imperio encontraba más fácilmente, en el siglo IV, tierras para instalar a los demasiado turbulentos bárbaros, que soldados para expulsarlos. Este enigma tan tenaz no puede explicarse sin una fuerte mortalidad «normal». Si podemos medir tan deficientemente la longevidad de una población sin azotes especiales y sin medicina, es gracias a que el adve-

LONGEVIDAD

HUMANA

nimiento de la medicina científica y la confección de las estadísticas de la mortalidad han casi coincidido, coincidencia que está lejos de ser fortuita.

Francia, Suecia, Isiandia Un período de observación se ofrece, sin embargo, en nuestro campo; es, para algunos países, el siglo XVIII. En Francia fue, después de las grandes hambres de principio del siglo, un período relativamente tranquilo, sin hambre aguda, sin guerra verdaderamente mortífera y sin epidemia comparable a las grandes «pestes» de la Edad Media. Durante este período, la población aumentó cerca del 30 por 100 en 70 años, aunque la natalidad fue un poco inferior a la natalidad «natural», de 40 a 45 por 1.000 observada en tantos otros países. Ahora bien, según los autores de las tablas de supervivencia, la vida media no excedió los 30 años. Han podido existir, es verdad, períodos más favorables, caracterizados por un crecimiento más rápido de la población, pero, de todas maneras, la cifra de 35 años aparece como el límite superior más probable. El crecimiento de la población de Suecia ha sido más rápido, 24 por 100 entre 1 7 4 9 y 1 7 8 9 , en medio siglo. Se trata de un estadio más avanzado que en Francia, durante el cual se habían realizado algunos progresos, al menos en lo referente a la higiene y, sin embargo, la vida media observada en esta época privilegiada no ha sobrepasado los 35 años. Si analizamos, finalmente, Isiandia, encontramos los censos o evaluaciones siguientes:

1703 1735 1769 1780

5 0 . 4 4 4 habitantes 43.571 » 46.201 » 49.559 »

Dejemos de lado la cifra de 1703 que pudiera corresponder a una sobreestimación, pero que sugiere que algún cataclismo sobrevino durante el período siguiente; entre 1735 y 1780, en 45 años, el crecimiento de la población fue, pues, del 13 por 100. La vida media debió ser sensiblemente inferior a los 35 años. 29

LIMITES

DE

LA

VIDA

HUMANA

Los trabajos de Louis Henry Louis Henry ha emprendido una vasta tarea: vaciar los registros parroquiales, en lo referente al período preestadístico. Estos registros constituyen una enorme riqueza por explotar, que no ha sido casi utilizada, hasta ahora, más que para establecer genealogías. Es trabajo de larga duración y de técnica delicada (1). Dos ensayos han sido realizados por Louis Henry, uno sobre la población burguesa de Ginebra, otro en colaboración con E. Gautier, sobre una parroquia normanda, Crulai. En esta parroquia, la vida media entre 1 7 2 0 y 1 8 0 0 ha sido estimada como comprendida entre los 27,7 y 3 2 , 9 años encuadrada a una media de 3 0 , 3 años. Sin embargo, es más bien la cifra superior que parece debe retenerse. No se distingue ninguna tendencia regular a la baja de la mortalidad; no obstante, desde el momento de nacer hasta la edad de diez años, el número de supervivientes es más elevado a partir de 1 7 7 0 . Para las familias burguesas de Ginebra, se observan los siguientes resultados, comparándolos con una evaluación para el conjunto de la población de Ginebra, según los cuadros de Mallet:

familias burguesas (Henry) 1561-1600 1601-1700 1701-1760 1751-1800

32,1 41,6 47,3

Población de Ginebra (Mallet) 23 27,5 36 38

Hallamos para los dos casos, en el siglo XVIII, cifras más elevadas que las que se han obtenido en otras partes, y un aumento notable en esta época. Sin duda, la población de Ginebra y, sobre todo, la burguesía, han conocido condiciones particularmente favorables y estaban algo adelantadas con respecto a otros lugares, en el cumplimiento de las reglas de la higiene. Observaremos el mismo fenómeno al tratar de las familias reinantes.

(1) Des registres paroissiaux á l'histoire de la population: manuel de dépouillement et d'exploitation de l'état civil ancien. I.N.E.D. 1956.

30

LONGEVIDAD

HUMANA

Las tres parcas mortíferas La mortalidad normal de una población corresponde a su nivel de vida económico, a sus costumbres, a su género de vida, a su aptitud para luchar contra la enfermedad: es el tríptico poder, querer, saber, que volveremos a encontrar en el capítulo X I . A esta mortalidad se añade, en todas las poblaciones, una sobremortalidad resultante de cataclismos o de azotes excepcionales. Esta sobremortalidad es consecuencia, especialmente, de las tres Parcas especializadas: Hambres, Epidemias, Guerras, violencias y matanzas. Hambres Es preciso no confundir el hambre aguda, crisis pasajera, con la subalimentación permanente o ¡a alimentación defectuosa (carencias, etc.). El hambre aguda resulta a la vez de la insuficiencia de las técnicas agrícolas, en una población creciente, de la irregularidad de las cosechas y de la insuficiencia de los transportes. Resumamos el esquema: una población vive sobre una tierra determinada con una técnica constante. Durante algún tiempo crece naturalmente, limitando, quizá, su consumo, pero de manera no mortífera. Llega una cosecha francamente deficitaria. Las privaciones son grandes: es preciso economizarlo todo, incluso las simientes. Sembrando más espaciado, el grano da menos al verano siguiente. Impelida por el hambre, la población, cosecha más pronto de lo previsto, disminuyendo todavía más las subsistencias; a poco que la metereología sea, una vez más, poco clemente, el proceso del hambre se desarrolla implacablemente. Nada puede ya detenerla. Es tan sólo una vez clarificada la población, que puede volver a empezar el ciclo del crecimiento y de la prosperidad relativa. La correlación entre el precio del trigo y la mortalidad antes de la Revolución, ha sido establecida claramente por Meuvret (1). Epidemias Nosotros, que nos conmovemos profundamente por una epidemia benigna de gripe o por un brote de poliomelitis que se traducen en una cincuentena de defunciones, tenemos dificultades para imaginar los estragos que podían causar las epidemias en la época «natural». (1) Ver, en primer lugar: «Les crises de subsistance et de démographie de la France d'Ancien Régíme.» «Population», n.° 4, 1946. París.

31

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

Sin fiarse, tan sólo aproximadamente, de las cifras de las defunciones citadas por los cronistas de la época, se hallan tasas de mortalidad que sobrepasan todo lo que hemos visto en la época contemporánea, incluso durante los períodos de guerra. Durante la Peste Negra de 1 3 4 8 , numerosas fueron las localidades o regiones que perdieron el tercio o la mitad de sus pobladores. Este azote «capaz de enriquecer en un día Aqueronte», era frecuentemente designado con el nombre de peste, aunque mereciese, sin duda, denominaciones diversas. Sussmilch anota, entre otros accidentes, que en Prusia-Lituania, el número de defunciones, que era normalmente de 1 4 . 0 0 0 , pasó en 1709 a 5 9 . 1 9 6 y en 1 7 1 0 a 1 8 8 . 5 3 7 . E s , más o menos, como si las muertes en Francia pasasen de golpe de 5 5 0 . 0 0 0 a 7 millones, o mejor, a la escala del tiempo, como si las defunciones pasasen de 1 millón y medio a 18 millones. Las hecatombes de Verdún y del Somme no representan nada en comparación. Guerras, violencias y matanzas En materia de batallas, los historiadores citan, en general, cifras de «rumor» muy superiores a la realidad (*). Las pérdidas demográficas más importantes se refieren a las poblaciones civiles que sufrían el paso de los ejércitos. Faltos de abastecimientos, éstos vivían sobre el país. Las exacciones que efectuaban distaban de estar organizadas de manera racional. Por ello se producían luchas que se traducían, en tierras incluso consideradas amigas, en destrucciones, devastaciones y, a veces, matanzas. A las guerras propiamente dichas, se añadían otras violencias, sediciones, represiones, expulsiones, bandidismo armado, etc. Todos estos desórdenes han representado un papel importante. Conjunto de resultados En el estado actual de nuestros conocimientos, la vida media de los hombres no ha podido sobrepasar demasiado los 35 años, en los períodos favorables, hasta el advenimiento de la terapéutica eficaz y de una higiene adecuada, es decir, hasta fecha muy reciente, que se sitúa, para los países más avanzados, hacia la mitad del siglo XVIII. (*> Tal es el caso del «millón de muertos» de la guerra de España 1936-1939 que, según los cómputos demográficos, son en realidad unos 400.000. (Véase al respecto el estudio de Villar Salinas Consideraciones sobre el volumen actual de la población española, «Revista Internacional de Sociología». Madrid, núm. 1, enero-marzo 1943. (N. del T.)

32

LONGEVIDAD

HUMANA

Este juicio es válido, sobre todo, para una población importante que comprenda todas las clases sociales. Han podido existir períodos excepcionalmente favorables a la salud y a la economía, durante los cuales la cifra de 35 años pudo ser superada. La prolongación importante de la vida a partir de la segunda mitad del siglo XVIII pudo haber sido precedida de una cierta mejora a partir del siglo XVII, dependiendo, quizá, de una mejora de la higiene y del descubrimiento de algunos remedios específicos (quinina). Cuando los azotes excepcionales han hecho estragos, la mortalidad pudo ser mucho más elevada y no se podría asignar a la vida media un límite inferior, ya que la exterminación o la extinción de la población considerada podían reducirla a un nivel muy bajo. Medir la vida media del hombre durante una guerra o una muy fuerte epidemia no tiene ningún sentido en la práctica. Pero es interesante, en desquite, medir, sobre un período suficientemente largo, la vida media. Ella tiene en cuenta, entonces, estos azotes excepcionales. Aquí no hablamos ya de límite, de norma ni de característica humana, sino de realidad válida para una población en un período determinado. Si este período es muy largo, esta vida media efectiva no es aleatoria, arbitraria, sino que está en estrecha relación con las posibilidades de vida de tal población, con su medio, con los medios de que dispone para dominar la naturaleza. En un período suficientemente amplio, no debemos hablar tan sólo del límite máximo sino también del mínimo. Ninguna población ha podido vivir, en una época estabilizada, una vida media notablemente inferior a 25 años sin correr el riesgo de extinción. Es, entre estos dos límites de 25 y 35 años, aproximadamente, que se sitúa el promedio de la vida humana. Si saliesen a la luz documentos verdaderos, quedaríamos muy sorprendidos si no confirmasen este intervalo, y esto para el inmenso período que va desde los nebulosos comienzos del hombre hasta su poder eficaz sobre su propia naturaleza.

3

35

CAPITULO IV

METODOS DE MEDIDA Y T A B L A S DE SUPERVIVENCIA

Llegados a la época de las estadísticas, debemos dar algunas indicaciones sobre los métodos de medida, en particular de la mortalidad.

La mortalidad general Si se relaciona en una población el número de defunciones durante un año con el número total de habitantes, se obtiene la tasa de mortalidad general. He aquí algunos ejemplos, referidos a 1960:

Guatemala (1958) Chile México Francia España Argentina Uruguay Venezuela Japón

Defunciones

Población (miles)

Tasa de mortalidad (por 1.000)

75.700 90.468 400.415 529.960 261.979 170.000 23.026 53.338 706.309

3.546 7.340 34.988 45.542 30.128 20.006 2.827 7.524 93.200

21,3 11,9 11,4 11,0 8,7 8,1 8,1 8,0 7,6

35

LIMITES DE

LA VIDA HUMANA

Esta tasa es, a veces, el único dato que se conoce de un país o de una región y, en todo caso, es el más fácilmente calculable y el más corrientemente citado. Pero da lugar, con demasiada frecuencia, a burdos errores de interpretación, ya que resulta de dos factores muy diferentes: a)

Las condiciones sanitarias generales, que se traducen en las tasas de mortalidad de las diversas edades.

b)

La composición por edades de la población y, en particular, la proporción de ancianos.

En un asilo de viejos, la mortalidad es más elevada que en una prisión. Ello no quiere decir que los asilados estén peor alimentados o cuidados que los reclusos. Del mismo modo, dos poblaciones de la misma raza, viviendo bajo un mismo clima, teniendo unas instituciones y un nivel de vida parecidos, pueden tener tasas de mortalidad diferentes si difiere su composición por edades. Sucede con frecuencia, actualmente, que un país poco desarrollado y con una situación sanitaria mediocre (por ejemplo, Ceylán: 11,5 por mil) tenga la misma tasa de mortalidad que un país en evolución y en buena situación sanitaria (por ejemplo, Bélgica: 11,9 por mil). Ello es debido a que los países poco desarrollados poseen, en general, una población más joven. En lugar de comparar la tasa de mortalidad general (en el tiempo o en el espacio), se pueden comparar las tasas de mortalidad de cada edad, relacionando, para cada una, el número de defunciones con el número de habitantes. Se obtiene, de esta manera, un gran número de tasas que caracterizan una población.

36

METODOS

DE

MEDIDA

Y

TABLAS

Variaciones según la edad. En todos los países, las tasas de mortalidad, bastante elevadas, al nacer, descienden hasta los 11-12 años, remontando luego hasta las edades más avanzadas. He aquí los coeficientes de mortalidad para las diversas edades, en Francia: (*)

Edad (sexo masculino) 1 año 2 años 3 » 4 12 21 31 41 51 61 71

» » » » » » » »

81 91

» »

(mínimo)

Coeficiente de mortalidad por 1.000 Francia (1954-1955) 45,40 4,25 1,49 0,84 0,41 1,52 2,21 4,00 10,42 23,10 50,80 128,00 283,00

Si se quiere comparar la situación de dos países, precisando bien la influencia de los dos factores antes citados, es preciso comparar los cocientes de mortalidad para cada edad. Si para cada edad, la diferencia es del mismo sentido, es decir, si el cociente de mortalidad del país A es siempre superior al del país B, se podrá decir evidentemente que la mortalidad del país A es superior a la del país B. He aquí, por ejemplo, el caso de Suecia y Finlandia, para el sexo masculino, durante el período 1 9 5 1 - 1 9 5 5 . La figura 1 está limitada a las edades comprendidas entre los 1 y 60 años: La mortalidad finlandesa es superior a la sueca. Pero ¿en cuánto? Tal comparación no permite decirlo. Además, cuando las desviaciones para las diversas edades no son todas del mismo sentido, no (*)

Para España, véase la Tabla IVa, pág. 119. (N. del T.)

37

LIMITES

Edad 70 60 50 40 50 20: 10 ü

DE

LA

VIDA

Cl

HUMANA

oU LUI-'

\

A

FIN LAN DIA

.... .

0

10 20 50 40 50 60 70 80 90 100 110 120 Coeficiente de mortalidad por 10000

Fig. 1. — Coeficientes de mortalidad en Suecia y Finlandia en 1951-55. (Sexo masculino)

se puede conocer ni siquiera el sentido total de esta diferencia. Este es el caso para Francia e Italia. Luego, para numerosas aplicaciones, es imposible llegar al fondo de las cuestiones. Como en muchos otros terrenos (índices de precios, de producción, etc.), se trata de resumir un gran número de hechos en uno, para no tener más que una dimensión en vez de dos o de varias. El número con más frecuencia utilizado para caracterizar la longitud de la vida de una población dada, es la vida media o esperanza de vida al nacer. Antes de precisar estas nociones ya conocidas, haremos una breve exposición de la historia de las tablas de supervivencia.

Las tablas de supervivencia. Exposición histórica En 1 6 6 2 , John Graunt ( 1 6 2 0 - 1 6 7 4 ) , hijo de un pañero, utiliza los documentos de los bautizos y de las defunciones en Londres durante 33 años (de 1 6 2 9 a 1661) y publica las Observaciones naturales y políticas sobre las leyes de la mortalidad (que algunos atribuyen, en parte al menos, a W. Petty). Es la primera tabla de supervivencia.

38

METODOS

edad 0 6 16 26 36

supervivientes 100 64 40 25 16

edad

46 56 66 76 86

DE

MEDIDA

Y

TABLAS

supervivientes

10 6 3 1 0

~_ es resultados pueden sorprender, ya que corresponden a una esperanza de vida de 18 años. Graunt analizó, ciertamente, un pe':odo desfavorable. Quizá fue una epidemia o una mala serie lo que :amó su atención sobre tal tema. Sea lo que fuese, este hombre tuvo el mérito de colocar la primera piedra de un edificio hoy considerable. Un poco más tarde, un pastor de Silesia, muy preocupado por un interesante conjunto de documentos del registro civil de Breslau, y que se remontaban a 1584, señaló tal riqueza a Leibnitz, que a su vez comunicó este descubrimiento precioso al astrónomo Halley. Supuesta la población de tipo estacionario, Halley dedujo (1693) una vida media de 33 años y medio, cifra aceptable, pero obtenida a partir de 1714 defunciones tan sólo. Smart calcula, según las defunciones en Londres, una tabla corregida y publicada por Simpson ( 1 7 4 2 ) . Las «tontinas» imaginadas por el italiano Tonti, especie de hucha que beneficia a los supervivientes, tenía que inducir a los participantes (o a otros) la idea de calcular sus posibilidades en una tal Asociación. Al mismo tiempo constituían una nueva fuente de informaciones. Deparcieux la utiliza efectivamente y publica (1746) la primera tabla francesa de supervivencia. En Holanda se pueden señalar las tablas de J u a n de Witt (1671) y de Kersseboom (1742), rentistas, preocupados por cálculos financieros que les permitieran racionalizar sus préstamos vitalicios. En Alemania el pastor Süssmilch, autor del primer tratado de demografía: Die góttlische Ordnung, publica numerosas informaciones sobre la mortalidad y calcula una tabla según las defunciones de Brandenburgo y de otras regiones de Alemania. En su Historia natural, Buffon publicó (corregida, a no dudar) la tabla establecida por Dupré de Saint-Maur. Fue renovada y mejorada a continuación por Saint-Cyran en las Probabilités de la vie humaine. 39

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

Moheau (seudónimo de Montyon) publicó en 1776 la primera obra francesa consagrada exclusivamente a la demografía general. Compara la mortalidad de la población de París con la de una orden monástica, y hace notar la influencia de la estación, del clima, etcétera... Un poco antes, el astrónomo Wargentin había calculado una tabla para Suecia. En 1 8 0 6 , Duvillard publica, en Francia, una tabla y proporciona un muy interesante cálculo de previsión de la que sería la población de Francia en 1 9 4 0 , en la hipótesis de la desaparición de la viruela, y supuesto constante todo lo demás (1). Así, al advenimiento de la Revolución Francesa, el conocimiento de la mortalidad humana parecía haber entrado en buena vía. Y, sin embargo, durante el siglo XIX, se nota un estancamiento. En tiempo del liberalismo, la aritmética política se relegó. Se puede señalar, sin embargo, el desarrollo de las compañías de seguros de vida. A fines del siglo XIX, se produjo un renacimiento de los cálculos: los países occidentales mejoran sus censos y empiezan a calcular, a base de los mismos, una tabla de supervivencia para su país. Desde entonces el movimiento está lanzado. El cálculo de una tabla, que atemorizaba, en un principio, incluso a los expertos, se obtiene por medio de una técnica bastante fácil, a condición, claro está, de que se disponga de los materiales básicos (es decir, de censos y de un registro civil bien cuidado) y que este material elemental tome una forma estadística, lo que no ocurre en los países nuevos.

Tablas «del momento» y tablas de generación (2) Hemos tratado ya de la tabla de supervivencia propia de un grupo dado; por ejemplo, el conjunto de personas nacidas en un año determinado. Se trata de una constatación aritmética, de significación clara. Podemos comparar la tabla de supervivencia de la generación nacida en 1 8 2 0 con la de la generación nacida en 1 8 6 0 y constatar que la segunda ha sido diezmada menos rápidamente por la P a r c a . Dentro de la generación de 1 8 6 0 , podríamos constatar, si tuviéramos los datos precisos, que los niños nacidos de familia burguesa (1) Detalle curioso, calculaba para 1940 una cifra de 48 millones de habitantes, que no difiere mucho del total logrado efectivamente: 41 millones; simple coincidencia. Duvillard no tenia en cuenta ni la reducción importante de la natalidad, ni la prolongación de la vida debida a otras causas que la desaparición de la viruela. La población que calculaba era mucho más joven que la que se produjo de hecho. (2) Para el procedimiento de obtención de las tablas de supervivencia o de mortalidad véanse las obras especiales y, sobre todo, el tomo IV del Cours de Démographie et de Statistique sanitaire, por Michel Huber (Hermann, 1940), y L'analyse démographique, por R. Pressat (P.U.F. et I.N.E.D., 1961).

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METODOS

DE

MEDIDA

Y

TABLAS

han tenido una tabla mucho más favorable que los niños de condición obrera. Si llamamos Vn, el número de personas que viven a la edad cero, Vi al número de supervivientes al cabo de un año, V2 a los supervivientes al cabo de dos años, e t c . , la vida media Eo se obtiene por la fórmula: V + V t

2

+ . . . + V + . . . + V" n

Eo =

+ % Vo

w es la edad límite, la edad máxima. No es preciso conocerla con precisión, ya que, para las edades muy elevadas, los valores de V son muy pequeños. Estas tablas, llamadas «de generación» necesitan una amplia observación, durante un siglo, y no tienen más que un interés retrospectivo. No informan demasiado bien sobre la situación actual. Es, por ello, que corrientemente las tablas calculadas (es el caso general de los que hemos citado en la breve historia anterior) traducen las «condiciones del momento». ¿Qué quiere decir esto? Una tabla de supervivencia nos da los supervivientes en cada edad; la comparación de supervivencia a 37 y a 38 años, por ejemplo, nos da la tasa de mortalidad a los 37 años (1). La tabla de la generación de 1860 depende, pues, tanto de la mortalidad infantil, que se presentó en 1860 ó 1 8 6 1 , como de la mortalidad de los sexagenarios que se dio en 1 9 2 0 . Se puede, por contra, intentar construir una tabla que tenga en cuenta todas las tasas de mortalidad por edad, en una época determinada, bastante corta. Se obtiene, así, una tabla de supervivencia propia; por ejemplo, el período 19581 9 6 0 , que resume las condiciones de tal época. ¿Cuál es, pues, la significación de la vida media? La vida media es la que tendría una generación s i , en el curso de su vida, tuviese, en cada edad, las tasas de mortalidad registradas en el momento. Es una abstracción; pero también es un buen resumen del conjunto de las tasas de mortalidad. Se pueden comparar así dos países por medio de un número único.

(1) En la práctica, la medida directa se efectúa corrientemente sobre estas tasas y de ellas se deduce el número de supervivientes.

41

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

La esperanza de vida al nacer La expresión vida media se adapta mejor a una tabla de generación. Es por ello que para las «tablas del momento», es mejor emplear la expresión esperanza de vida al nacer. Es la esperanza de vida que posee el bebé en su cuna (*). Sin embargo, esta expresión en sí misma es impropia, aunque empleada frecuentemente. Suponer que el bebé que nace en 1 9 6 0 tendrá, más o menos, las mismas posibilidades de morir en el mismo año, que los bebés nacidos en 1959 (en la práctica las tablas son siempre más atrasadas) es bastante admisible, ya que el error es negligible. Pero suponer también que, llegado a los 50 años, este hombre nacido en 1960 tendrá las mismas posibilidades de morir que un quincuagenario actual es una hipótesis simplista. Sería como admitir que, dentro de cincuenta años, la medicina no habrá realizado ningún progreso. Hallamos en tal situación una actitud corriente que consiste en considerar como negligible un dato desconocido. De hecho, si tuviésemos que hablar sobre la vida del bebé de 1 9 6 0 (estando excluida, claro está, la hipótesis de una guerra o de un gran cataclismo), sería preciso juzgar a partir de un período más largo, y no a partir de las condiciones de vida actuales. La esperanza de vida real se obtendría preveyendo que la mortalidad continuará retrocediendo según una cierta ley. Pero aquí el demógrafo se encuentra cruelmente limitado, ya que ¿cómo prever el retroceso futuro de la muerte? Veremos, después, cómo se puede aplicar la «mortalidad biológica» de Jean Bourgeois-Pichat, solución poco optimista que debe representar un mínimo. La esperanza de vida a una edad cualquiera La esperanza de vida puede calcularse, para una edad cualquiera V-, por la misma fórmula de más arriba: V. + i + v + n

E = 0

2

+

+ V+

%

Por ejemplo, en la tabla francesa 1 9 5 4 - 1 9 5 5 (sexo masculino) ¡a esperanza de vida a 20 años es de 4 9 , 2 ; a 30 años es ya sólo de 4 0 ; a los 6 0 es de 15,5; a los 8 0 de 5 , 1 , y a los 9 0 es de 2,5 años (**). (») Para España, véase la Tabla Ha, pág. 115. (N. del T.) (**) Véase, para las repúblicas Iberoamericanas la Tabla III, pág. 118. (Nota del Traductor.)

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METODOS

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Y

TABLAS

Vida probable La vida probable es la vida que un recién nacido tiene la probabilidad, sobre dos, de alcanzar. En la tabla de supervivencia, es la edad en que el número de supervivientes es la mitad del número inicial. Así, en la tabla francesa de 1 9 5 4 - 1 9 5 5 , la vida probable sobrepasa los 70 años (supervivientes sobre 10.000 nacidos a los 70 a ñ o s = 5 . 1 6 3 , y a los 7 1 = 4 . 9 0 1 ) . Pero la advertencia formulada a propósito de la vida media debe ser reiterada aquí; de hecho, un francés que nace hoy tiene más de una posibilidad sobre dos de alcanzar los 70 años, ya que cuando alcanzará, por ejemplo, la edad de 50 años, la medicina habrá experimentado, con toda verosimilitud, nuevos progresos. De igual manera, la vida probable a la edad N está determinada por el número de años que un individuo de edad n tiene una posibilidad sobre dos de alcanzar. De este modo, siempre según la tabla francesa de 1 9 5 4 - 1 9 5 5 , un joven de 20 años tiene una posibilidad sobre dos de alcanzar los 71 años.

La medida de la mortalidad se ha generalizado Después de la guerra, bajo la influencia de las Naciones Unidas (1) o de institutos especializados, se han realizado numerosos progresos, principalmente en países que hasta entonces estaban muy atrasados. Estos progresos se relacionan con dos factores: a) países que no poseían registro civil ni estadísticas, han podido organizar una estadística de defunciones y construir tablas. Este progreso de la estadística ha sido, se ha dicho, favorecido por la construcción de máquinas estadísticas. Es éste un error que conviene disipar. Las máquinas más perfeccionadas no pueden dar más que resultados sin ningún valor si los datos de base son incompatibles e inexactos. Es, incluso, admisible pensar que las máquinas y la ilusión mantenida a su respecto han frenado la elaboración de buenas estadísticas. Hubiese valido más —y con m u c h o — empezar por formar buenos trabajadores antes que buenas herramientas, queremos decir estadígrafos cualificados. Pero es preciso aceptar los acontecimientos tal como se presentan y utilizar su lado bueno. La difusión de las máquinas, bajo la doble (1) Los organismos m á s ción, formada por quince la población, organismo Estadística y ia Oficina de

interesados en la cuestión son la Comisión de ia poblarepresentantes de otros tantos países, y el Servicio de permanente, compuesto de expertos, La Comisión de Estadística.

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DE

LA VIDA

HUMANA

presión de los fabricantes y la creencia natura! en el milagro, ha tenido por efecto crear un problema, hasta tal punto, que ha hecho indispensable la formación de personal. Incluso en países evolucionados como Francia, tal formación existe con dificultades, pero a fin de cuentas existe, tal como lo demuestra la segunda causa de progreso. b) La técnica ha realizado grandes progresos, ingeniándose en sacar partido de datos de base de calidad mediocre. Es tal cosa, habilidad peculiar del buen estadígrafo. Una gran parte de su tiempo y de sus esfuerzos consiste en hacer «de lo inexacto, algo aproximado.» Esta observación no contradice, desgraciadamente, la primera, ya que las nuevas técnicas no son más que dominio de una muy pequeña minoría, concentrada en algunos institutos especializados en los servicios centrales de estadística de los países más evolucionados y con un desarrollo suficiente, o en la O . N . U . , que recluta su personal entre las dos categorías precedentes. Estos especialistas trabajan sobre las estadísticas imperfectas elaboradas por numerosos países (y casi inutilizables para otros que no sean ellos mismos) y obtienen resultados con una aproximación suficiente. Ya antes de la guerra mundial P. Depoid había mostrado el camino, calculando las tasas brutas y netas de reproducción de Francia, Inglaterra, Italia, Alemania, Suecia, desde 1 8 0 0 , lo que pareció un verdadero desafío. «Dadme un hueso y yo reconstruiré el esqueleto», decía Cuvier. Existen, entre los datos demográficos, tantas relaciones, que datos parciales e incompletos pueden bastar para reconstruir un conjunto coherente y muy próximo a ia realidad. Se deben citar aquí los trabajos de J. Bourgeois-Pichat en las Naciones Unidas y en particular la reconstrucción de la evolución de la población de Thailandia entre 1 9 2 0 y 1 9 5 5 . M. Biraben ha procedido incluso a una reconstrucción sistemática de la evolución de la población soviética después del inicio del régimen, proporcionando así informaciones inéditas, que las autoridades soviéticas ignoraban, sin duda, dado el gran retraso de la técnica demográfica en aquel país.

Los registros incompletos La dificultad esencial la constituye la deficiente manera en que se han llevado los registros civiles en la mayor parte del mundo. La muerte es, ciertamente, un hecho importante, pero es preciso que la sociedad llegue a un cierto grado de policía (en el mejor sentido de la palabra) para que tal acto tenga una significación oficial. Has-

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MEDIDA

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TABLAS

ta fecha muy reciente, el Registro civil no se ha llevado de manera correcta más que en algunos países de Europa occidental, que en fechas diversas convirtieron en «civil» (de donde viene el nombre) el registro tradicional, llevado en la parroquia (en Francia desde el siglo XVI, o, quizá, antes) (*). Incluso en los Estados Unidos, en vísperas de la segunda guerra mundial, el registro de defunciones no era completo más que en algunos Estados. En un país, en un estadio agrícola, un niño muerto poco después de su nacimiento, no es siempre declarado y puede incluso ser enterrado en algún lugar privado. Como la mortalidad infantil es, en tales países, importante e influye mucho sobre la esperanza de vida, resultan errores apreciables. Es difícil prevenirse totalmente contra este grave defecto. Es, con frecuencia, preferible, en un país relativamente homogéneo, limitar la observación y el cálculo al territorio donde e! registro es completo. El error cometido, entonces, en ia apreciación del conjunto es de «segundo orden», menor seguramente que si se estudiase la totalidad del territorio. Desgraciadamente, por razones diplomáticas, las publicaciones de las Naciones Unidas reproducen todas las cifras, buenas o malas, comunicadas por los gobiernos. A pesar de la existencia de notas discretas aclaratorias, se producen frecuentes errores entre los periodistas en la búsqueda de lo sensacional. ¡Anuncian, por ejemplo, que el país de mortalidad más reducida es Corea del Sur, ya que su tasa comunicada se eleva sólo al 4 , 7 por 1.000! Las tablas tipo de mortalidad Las investigaciones de Bourgeois-Pichat y de Valaores en las Naciones Unidas han culminado en la elaboración de unas tablas tipo de mortalidad, preciosas para estudiar la longevidad en los países con estadísticas mediocres (**). Estas tablas son establecidas en la hipótesis de que no dependen más que de un solo factor. Conocida, por ejemplo, la mortalidad infantil de un país, o, mejor aún, el cociente de mortalidad a los treinta años, se podría deducir el cociente de mortalidad a cualquier edad y hallar su esperanza de vida. Esta hipótesis no se verifica más que de una manera aproximada. Algunas poblaciones tienen características particulares; s i , por ejemplo, se juzgase la longevidad de los hombres en Francia, según su mortalidad a los 50 años, se deduciría una cifra reducida en exceso, ya que la mortalidad, a esa edad, está artificialmente acrecentada por el alcoholismo. (*) En España, el Registro civil, se implantó de manera definitiva en 1871, por ley de 17-VI-1870. (N. del T.) (*») Véanse las Tablas V y VI, págs. 122-124. (N. del T.)

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DE

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HUMANA

Ledermann ha demostrado que se deducirían resultados con una mayor aproximación, admitiendo la existencia de dos factores independientes. Sin embargo, estas tablas rinden preciosos servicios y permiten, a partir de informaciones parciales, conocer aproximadamente la marcha de la muerte (1) en una población.

(1) Numerosos son los autores que se han esforzado en definir, por una función, las leyes de la muerte, es decir, de la vida. Es fácil, pero poco concluyante, proponer un polinomio de un grado suficiente que se ajuste a la curva de las tasas de mortalidad o de supervivientes. Es, sobre todo, para las edades m á s avanzadas, que la necesidad de una fórmula se ha hecho sentir, ya que el número de defunciones observadas es, generalmente, insuficiente para construir una tabla completa. Gomperts (1825) admitió que el cociente instantáneo de mortalidad a la edad x aumenta según una fracción constante, lo que le dio la fórmula siguiente (V es el número de supervivientes a la edad x): V (x) = Kg (C*) Siendo K, c, g tres constantes que corresponden a la población estudiada. Tal método permite una adaptación a partir de veinte o veinticinco años. Un poco más tarde, Makeham (1860) mejoró la f ó r m u l a , añadiendo a la mortalidad debida propiamente a la edad, un factor accidental independiente de la edad, lo que origina la fórmula: V (x) = K S x g ( C ) con cuatro constantes K, S, g y c, que se adapta mejor a los hechos observados. Estas fórmulas han sido utilizadas especialmente por las compañías de seguros.

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CAPITULO V

LA P R O L O N G A C I O N DE LA VIDA

Por lo que hoy sabemos, ya lo hemos dicho, la vida media de los hombres debió permanecer mucho tiempo más o menos al mismo nivel, digamos entre 25 y 35 años, con excepción, naturalmente, de los períodos de sobremortalidad accidentales. Por muy lejos que nos situemos, encontraremos siempre estos dos límites. El límite de los 35 años, impuesto por las enfermedades que diezman nuestra especie, ha sido una valla con la que desde hace mucho, más que milenios, ha tropezado la humanidad. Bruscamente, sin embargo, esta valla ha sido apartada; el hombre ha logrado luchar eficazmente contra la muerte. Podemos distinguir dos etapas en el descenso de la mortalidad: 1)

Un primer siglo XVI, mejora de más que a

descenso que empezó en el siglo XVII, o quizás en el fue debido a progresos propiamente técnicos, a la las condiciones de vida y no parece haber afectado las clases superiores.

2)

Un descenso importante que se inició en la segunda mitad del siglo XVIII, gracias a los progresos de la medicina.

Del siglo XVI al XVIII Estamos bastante mal informados sobre la mortalidad en esta época. Las investigaciones tienen por base esencial genealogías, y por consiguiente, conciernen, sobre todo, a las clases superiores. Tal es el caso de los trabajos de S. Peller (1) sobre las familias reinantes. (1) «Bulletin of the history of medicine»; abril, 1943; noviembre, 1944, y enero, 1947. The John Hopkins Press, Baltimore.

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LIMITES

DE LA VIDA HUMANA

He aquí, particularmente, el número de supervivientes de sexo masculino que obtiene:

1480-1579 15 años 50 » 70 » 75 » 80 85

» »

1.000 444 77,5 30,7 3,6



1580-1679

1680-1779

1780-1879

1.000 548 193 123

1.000 728 352 214 107 47

1.000 416 120 65 . 27 6,3

55 18

Para utilizar estas cifras, vamos a traducirlas en esperanzas de vida al nacer, de acuerdo con las tablas tipo de supervivientes de las Naciones Unidas, dejando de lado las edades elevadas (8085 años), para las cuales la muestra es insuficiente. Ello nos da:

1480-1579 1580-1679 De 15 a 50 años De 15 a 7 0 » De 15 a 7 5 »

25 años 21 » 20 »

1680-1779

22 años Va 26 » 26 »

1780-1879

31 años 46 años 32 » % 45 » 33 » 44 »

De 1 4 8 0 - 1 5 7 9 a 1 5 8 0 - 1 6 7 9 , las cifras no son concluyentes; no podemos deducir conclusiones. Por contra, de 1 5 8 0 - 1 6 7 9 a 1 6 8 0 - 1 7 7 9 , se produjo una sensible prolongación de la vida, equivalente a que la vida media pasase, aproximadamente, de 24 a 32 años. Esto puede ser atribuido al mejoramiento de las condiciones de vida. Quizás hay menos muertes por accidente y, de hecho, una vida más sedentaria. Quizá, también, cierto confort o la influencia de los hábitos de la higiene se ha dejado sentir. ¿Podemos deducir de estos datos, concernientes a las familias reinantes, una prolongación de la vida en el conjunto de la población? Sería muy arriesgado. Notemos, sin embargo, que la vida media, de 1 6 8 0 a 1 7 7 9 , no parece muy superior a la que dan las tablas para el conjunto de la población. Y, por tanto, excepto para las 48

LA PROLONGACION

DE LA VIDA

muertes por accidente, sería sorprendente que de 1 5 8 0 a 1679 la vida haya sido más larga para las clases inferiores que para las clases reinantes. A partir del siglo XVIII, entramos en la era del progreso médico, o más exactamente de la eficacia médica. La medicina hasta Jenner (1) Aún a riesgo de efectuar un juicio un poco rudo, diremos que hasta finales del siglo XVIII, la medicina no tuvo una eficacia notable sobre la mortalidad: el médico apresuraba tantas defunciones como las que retardaba. Era debido a que la medicina no ha recurrido, si no es muy tardíamente, al método científico. Ha empleado mucho tiempo en librarse de dogmas, de prejuicios espirituales y en saberse someter a la experiencia. Incluso hoy el método experimental está lejos de estar a punto por completo, y no se beneficia, como sería necesario, del aparato estadístico. Ello no significa que debamos cubrir de desprecio los médicos anteriores a Jenner y tenerlos por inútiles e ignorantes. Hipócrates y sus contemporáneos han tenido el mérito de abrir algunos caminos, sobre todo en higiene, y proponer los métodos. Pero no han conseguido especificar las enfermedades ni determinar sus causas y remedios. El dogmatismo invadió a continuación las investigaciones, particularmente en la Europa medieval. Las investigaciones más fructuosas se señalan en el mundo islámico con Faces y Avicena. Un hito decisivo fue marcado por el siglo XVI, cuando los hombres comprendieron, o al menos algunos de ellos, que no se domina la naturaleza más que obedeciéndola. Librada de sus servidumbres, la ciencia veía, de pronto, abrirse ante sí un enorme campo de posibilidades. En medicina fue Paracelso quien puso la primera piedra, o mejor dicho, quien inició el primer surco. Podemos citar a continuación a Vesalio y la Anatomía, a Ambroise Paré, a Jean Fernal (no olvidemos a Rabelais), a Harvey y la circulación de la sangre, a Haller, a Van Helmont, etc. La medicina no pudo, sin embargo, liberarse de pronto, ya que la práctica experimenta! es más difícil que en otras ciencias. En tiempos de Moliere se hallaba encallada en los humores de la Edad Media y en una terapéutica sobrecogedora. (1) Puede consultarse provechosamente la notable obra del doctor E. May: La medicine, son passé, son présent, son avenir.

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DE

LA

VIDA

HUMANA

Guy Patin, decano de la Facultad de Medicina de París, se vanagloriaba de haber sangrado trece veces, en quince días, a un niño de siete años afectado de pleuresía. No es sorprendente que los resultados fuesen nulos, sino negativos, y se comprenden las burlas de Moliere, las innumerables anécdotas sobre el médico que llena el cementerio y los versos de Boileau: «II compterait plutót combien, en un printemps, Guénault et l'antimoine ont fait mourir de gens.» Para mostrar los progresos realizados en dos siglos, o mejor, la fosa que separa la medicina moderna de la antigua, podemos citar un buen testigo: Francois Quesnay, médico de la corte de Luis XV, que fue también economista e iniciador de la fisiocracia. Aunque el maquinismo y la evolución social hayan modificado profundamente las condiciones económicas y sociales, los economistas de hoy en día encuentran útiles enseñanzas en Quesnay. La reedición de sus obras en 1958 y sobre todo su «Tableau économique» han conocido un gran éxito. Al contrario, aunque el cuerpo humano y la naturaleza humana, en general, hayan continuado siendo lo que eran, ningún médico encontrará la menor idea aprovechable en las obras de Quesnay: La gangrene, La sangría, etc. Nadie sueña con reeditar, ni tan sólo por curiosidad, tales obras. Existían, ciertamente, en la terapéutica y en la farmacopea tradicionales, algunos métodos o productos tenidos, incluso hoy, por eficaces. Tales son, por ejemplo, el opio, citado en los textos hipocráticos o, también, la escila, la belladona y el beleño, conocidos desde la antigüedad. Otros, como la quinina, eran mucho más recientes. Pero, juicios a priori, impregnados de espiritualismo, léase magia, han condenado, durante mucho tiempo, las investigaciones, a la impotencia. Para Descartes «los espíritus» son: «las partes más vivas y más sutiles de la sangre que el calor ha rarificado en el corazón». Todavía, en el siglo XIX, Broussais rehusa admitir la especifidad de las enfermedades y parece creer en el M a l con mayúscula. Las grandes etapas Después del descubrimiento de la vacuna contra la viruela, sobrevino un período más tranquilo, jalonado ciertamente por grandes descubrimientos, pero de poca eficacia. A fines del siglo XVIII, Davy descubre el «gas hilarante»; pero es preciso esperar hasta 1820 para ver a Hickman propagar su emplee en la cirugía y utilizarlo sobre animales. Murió, sin embargo, sir haber hecho escuela. 50

LA PROLONGACION

DE LA VIDA

Igualmente en 1844, Horace Wells efectúa una experiencia consigo mismo, pero no alcanza a poner a punto el método. Por la misma época, Long utiliza el éter para efectuar una pequeña ablación. Dos años más tarde, Morton fundaba verdaderamente la cirugía médica, que abriría a la humanidad tantas posibilidades. Es raro hoy, en un conjunto de diez personas, no encontrar al menos seis o siete que hayan sufrido la apendicitomía o alguna otra operación. Son supervivientes. La segunda mitad del siglo XIX ilustrada por Claude Bernard y Pasteur, vio la determinación de un gran número de microbios y, en particular, del estafilococo por Pasteur, en 1878; del estroptococo, por Fehleisen, en 1883; del meningococo, por Weichselbaum, en 1887; del bacilo de la peste por Y e r s i n , en 1894, etc.; y, sobre todo, el bacilo de la tuberculosis, por Kock, en 1882. Pero algunos de estos microbios resistían; conocerlos es mucho, pero hace falta saberlos destruir sin dañar el organismo. Las vacunas se generalizan en la primera mitad del siglo XX y se han completado con las sulfamidas (en 1936 el prontosil, por Domagk) y los antibióticos. Al mismo tiempo la cirugía ha experimentado progresos constantes. Los resultados globales No se prestan a ningún equívoco. En todos los países evolucionados, la mortalidad ha retrocedido de manera espectacular. Damos primeramente el resultado más sintético, bajo forma de vida media o de esperanza de vida al nacer. Se trata de « t a b l a s ¡ el momento» concernientes al sexo masculino: (*) en años

Hacía

(•)

1800 1820 1840 1860 1880 1900 1920 1930 1940 1950 1960

Inglaterra

Suecia

Francia

34,0 38,0 39,0 40,0 42,0 46,3 55,6 58,7 62,0 66,5 69,0

35,0 39,0 40,0 40,5 47,0 52,7 60,0 61,5 65,7 70,0 71,0

34,0 38,0 39,0 42,0 42,8 46,7 52,5 54,3 56,0 63,6 68,0

Para España, véase la Tabla llb, pág. 116. (N. del T.)

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DE

LA

VIDA

HUMANA

Los números dados para 1 9 6 0 son evaluaciones susceptibles de corrección. La vida media induce frecuentemente a equívoco. Decir que la vida media ha pasado de 30 a 60 años, hace creer en un alargamiento de la edad adulta. De hecho, es la reducción de la mortalidad de los jóvenes el factor, hasta ahora, más importante. La sola reducción de la mortalidad en el primer año de vida ha prolongado la vida media de una docena de años. Veamos, ahora, desde otro ángulo: he aquí e! número de supervivientes en Francia a diversas edades por 1 0 0 . 0 0 0 nacimientos (tomamos esta vez el sexo femenino): (*) a los 20 años Hacia

1800 1850 1875 1900 1925 1950 1960

57.800 64.500 67.800 75.500 84.900 94.200 96.200

a los 40 años

a los 60 años

42.300 52.600 55.400 64.800 75.800 90.800 93.800

25.000 35.500 38.700 49.200 63.100 79.700 84.100

De 1800 a 1 9 6 0 , el número de supervivientes a los 20 años se ha acrecentado en dos terceras partes. El de supervivientes a los 4 0 , se ha más que doblado; a los 60 años, se ha más que triplicado. Los sexagenarios de hoy pueden decir que, si hubiesen nacido antes de la Revolución Francesa, el 70 por 100 de entre ellos no vivirían. Observamos aquí una aceleración en el siglo X X , en particular a los 60 años. Para los 20 años, por otra parte, el porcentaje de supervivientes es ya tan elevado, que los progresos van a ser, fatalmente, cada vez menores. Se puede consultar también la tabla de generación: Delaporte ha efectuado importantes cálculos en este sentido (1): los suecos nacidos en 1 7 5 0 vivieron 35 años, de promedio; los que nacieron hacia 1 8 0 0 , 3 9 , y los que lo hicieron en 1 8 6 0 , un poco más de 4 8 . Los que han nacido en 1960, tienen muchas posibilidades de alcanzar la media de 75 años. Pero precisamos esperar a mediados del siglo XXI para poder realizar una primera evaluación fundada en hechos ya acaecidos. (1) Ver, sobre todo: «Evolution de la mortalité en Europe depuis les origines des statistique de l'état civil». (Tablas de mortalidad de las generaciones.) «Statistique Genérale de France», 1941. (*)

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Para España, véase la Tabla le, pág. 114. (N. del T.)

LA PROLONGACION

DE LA VIDA

Francia se ha retrasado en materia de longevidad. En el siglo XVII estaba, más o menos, a la par con los otros países y también durante la primera mitad del siglo XIX. Ha sido, poco a poco, superada por sus vecinos. Es, por ello, que hoy el número de supervivientes a los 60 años (sexo masculino) es cerca de 7 2 . 0 0 0 , mientras que sobrepasa los 7 5 . 0 0 0 en Inglaterra y Suiza. El progreso económico y social. Más arriba, hemos descrito la causa fundamental de la prolongación de la vida: el progreso de la terapéutica. Es preciso, sin embargo, añadir que los resultados constatados hubiesen sido menos satisfactorios de no ser por el progreso económico, que ha permitido a los hombres satisfacer sus necesidades vitales; y el progreso social que ha permitido, poco a poco, el acceso de las personas de condición modesta a las terapéuticas modernas, frecuentemente costosas. Hasta 1 8 4 0 - 1 8 5 0 , la condición del proletariado permaneció en una situación muy difícil, si no se agravó. He aquí la comparación (Dugé de Bernonville) de los índices de salarios y del coste de la vida en diversas épocas (1):

(1) Este gráfico ha sido realizado según los datos publicados en «Valeur et coüt de l'existence jusqu'en en 1910». Publicación de la «Statistique Genérale de France».

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LIMITES

DE LA VIDA H U M A N A

Las dos curvas no se separan francamente, sino a partir de 1850. Veremos, por otra parte, en el capítulo IX, que la desigualdad social, ante la muerte, se acentuó a principios del siglo XIX. La elevación del nivel de vida, la enfermedad continuó siendo, una familia obrera, en razón de yor parte de los países, se ha social que permite aplicar más

no suponiendo más que una etapa, durante mucho tiempo, el azote de los gastos que ocasiona. En la mainstituido un régimen de seguridad ampliamente las técnicas médicas.

Los progresos en las diversas edades La muerte ha retrocedido, pero de una manera desigual; como lo hacen bajo la erosión, las rocas duras o las deleznables. Y de esta desigualdad resulta un cambio de estructura, digamos casi de aspecto. Para verlo claramente, comparemos los cocientes de mortalidad, por 1.000, en dos épocas (considerando reunidos los dos sexos):

Francia 1800 (Duvillard) 1" año 2 » 3 » 4 » 11 21 31 41 51 61 71

» » » » » » »

232 124 70,2

Francia 1952-1956 (Febvay)

Descenso e 150 años

36,20 4,27

85 o/o 96,5 > 97,7 »

41,5

1,60 0,98

7,7 11,7 15,4 18,9 26,0 43,1 87,3

0,39 1,13 1,76 3,33 8,14 17,4 40,9

96,4 » 94,9 90,4 88,6 82,4 60,8 59,6 53,1

» » » » » » »

El descenso ha sido particularmente fuerte para los niños de 1 a 10 años (se puede decir incluso, sin duda, de 1 mes a 10 años); para estas edades se puede hablar de una casi supresión. Por contra, para las edades avanzadas la ganancia es, cada vez, más 54

LA PROLONGACION

DE LA VIDA

débil; a partir de los cuarenta y un año, disminuye notablemente y a los 90 ó 100 años es negligible. Así, en dos siglos, un cambio profundo ha afectado a la humanidad. Ha ganado de forma relampagueante, como una exalación, más que durante las centenas de millares de años que habían precedido. Pero, al principio, sólo algunos países, e incluso tan sólo algunas clases sociales, se beneficiaron de este inmenso progreso. 40000,

35000.

30000

25000-

20000.

15000-

10000-

5000 2500

az

0 años 1

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

70

80

90 y más

Fig. 3. — Cómo se reparten las defunciones según la edad (España, 1960)

En el resto del mundo Los métodos europeos no se han propagado con rapidez en Asia, en Africa, ni siquiera en Iberoamérica. Pero su difusión está ya, hoy día, en curso. La prolongación de la vida se ha producido en dos etapas o, más exactamente, de dos maneras: ya hemos visto que a la mortalidad ordinaria que afecta a los hombres, sin medicina eficaz, se ha añadido siempre una sobremortalidad, debida ai terrible trío: ham55

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

bre, epidemia, guerra. ¿Qué ha ocurrido con la mortalidad normal y con la sobremortalidad? a) La sobremortalidad desaparece: las hambres agudas eran consecuencia, antaño, sobre todo de la falta de transportes. Si un cataclismo ocurriese hoy día en algún lugar del mundo, los socorros afluirían; ciertamente, muy reducidos, pero asegurarían, cuando menos, la subsistencia. Las grandes epidemias desaparecen también. Notoriamente, la peste y el cólera. El peregrinaje a la Meca, gran vehículo propagador de las epidemias, ha sido grandemente saneado. Además, en la mayoría de países, el poder está suficientemente afianzado y provisto de una fuerte policía interior, de manera que imposibilita que las matanzas y las guerras locales jueguen un papel importante. Quedan las guerras internacionales. No hablemos de una guerra futura que aniquilaría una gran parte de la humanidad; constatamos un hecho curioso: la segunda guerra mundial ha acrecentado la población del mundo. Hay que anotar, en su pasivo, cerca de 50 millones de muertos o de nacimientos frustrados, pero ha contribuido de tal manera a! progreso médico y a su difusión, que la ganancia anual puede cifrarse, por lo bajo, en 4 millones de vidas; de manera que, al cabo de doce años, la pérdida fue recuperada. Curiosa paradoja: la guerra más mortífera de la historia es la única que ha aumentado la población. b) La mortalidad «normal» retrocede: las técnicas médicas y preventivas se difunden por el mundo. La Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) y el Fondo Internacional de la Infancia (U.N.I.C.E.F.) contribuyen a ello poderosamente. La malaria, esa hidra de múltiples cabezas, ha encontrado su Hércules. Las vacunas se distribuyen, el agua se purifica con cloro, la Seguridad Social se difunde. Queda aún muchísimo por hacer, pero el movimiento está ampliamente iniciado. Para verlo nos es suficiente recordar que la esperanza de vida al nacer no debía sobrepasar demasiado los 30 años en ningún país poco desarrollado. Sin embargo, tenemos los resultados siguientes:

Ceilán (1952) Japón (1953) Asiáticos de Sudáfrica (1946) El Salvador (1949-1951) Brasil (1949-1951) Ecuador (1949-1951 China (1957) 56

5 6 , 5 años 63,8 » 50,3 » 51,2 » 52,8 » 51,5 » 57 »

LA PROLONGACION DE

LA VIDA

Con posterioridad a tales resultados, algunos algo anticuados, la esperanza de vida ha aumentado sensiblemente. Superior a los 40 años en todos los lugares, sobrepasa los 50 en muchos países poco evolucionados, e incluso los 60 en algunos.

Duración de ia vida y nivel de vida Las técnicas médicas y preventivas son tan eficaces que han podido, en los países subdesarrollados, contribuir a la prolongación de la vida, incluso cuando las condiciones económicas permanecían muy difíciles. Como el nivel de vida no se mide en unidades especiales (aunque se hayan efectuado proposiciones en tal sentido), tomaremos como unidad el nivel de vida medio de los países de Europa Occidental en la víspera de la segunda guerra mundial; es decir, más o menos, las cantidades de productos consumidos por habitante. Podemos imaginarnos fácilmente este nivel, un poco inferior a nuestro nivel actual. Considerando tal nivel como 100, como se acostumbra en las estadísticas, obtenemos el cuadro siguiente:

Duración de la vida Nivel de vida Francia (1778) 25 Europa Occidental (1870) 4 0 Europa Occidental (1938) 100 Asia actual 10 Africa actual 12 Iberoamérica actual 35

en años 30 años 40 » 60 » 40 a 45 años 40 años 50 a 55 años

en índice 50 66 100 66 a 75 66 8 4 a 92

Una vez más, no se trata sino de medidas a «grosso modo»; no es cuestión de buscar decimales. Los errores pueden ser tan grandes que todo tanteo más aproximado es inútil. Con un nivel de vida dos veces más bajo del que tenía Francia en la víspera de la Revolución, Asia y Africa tienen una duración de la vida sensiblemente larga. Tal duración de la vida no fue alcanzada en Europa más que hacia 1 8 7 0 , con un nivel de vida casi cuatro veces más elevado. 57

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

Los países subdesarrollados pobres tienen, a la vez, un nivel de vida más bajo que el de los Estados europeos occidentales del antiguo régimen, una natalidad más elevada y una mortalidad más reducida. Iberoamérica tiene la esperanza de vida que tenía Europa Occidental hacia 1913 y el nivel de vida que tenía hacia 1 8 5 0 . Un asiático hambriento puede tener, en nuestros días, una esperanza de vida más amplia que un noble o un burgués del antiguo régimen, acaudalado y colmado de atenciones. Un bebé cingalés o portorriqueño, nacido en 1960, encuentra en su cuna una esperanza de vida mayor que la que encontraron, en la suya, Kopa o Francoise Sagan.

El progreso por destrucción. Observemos detalladamente los progresos realizados en el arte de hacer vivir por más tiempo a los hombres: podemos, a primera vista, distinguir dos tipos de enfermedades mortales: —

Las enfermedades exógenas, que proceden del exterior, constituyen una especie de agresión contra el organismo. Entre ellas figuran, en primer lugar, las enfermedades infecciosas.



Las enfermedades endógenas, que constituyen una molesta herencia, o un desarreglo del funcionamiento interno.

Dicho de otro modo, el hilo de la vida puede ser roto, fracturado; o bien puede desgastarse. Las enfermedades exógenas han casi desaparecido en los países más evolucionados, al menos en tanto que causas de muerte: difteria, viruela, tifus, peste, cólera. La tuberculosis, incluso, está en franca regresión. Por contra, las otras han resistido casi enteramente: malformaciones congénitas, cáncer, enfermedades del corazón..,, y se han convertido así en las principales causas de defunción. El hombre ha sabido luchar contra sus enemigos, ha sabido destruir, ha aprendido a extirpar, por su mano, los órganos peligrosos, pero ha sido, hasta ahora, mucho menos eficaz para luchar de alguna manera contra sí mismo. El progreso ha sido, en mayor parte, un progreso en el arte de la destrucción. Queda, sino por crear, al menos por perfeccionar. El progreso es casi siempre destructor de alguna cosa, de una téc-

58

LA PROLONGACION

DE LA VIDA

nica, de un orden social, e t c . . Aquí se trata de un caso contrario: el factor de progreso es la destrucción. S.n duda, emitiendo este juicio, exageramos un poco la nota; un -.osólogo nos dirá que la distinción entre endogenia y exogenia no posee la nitidez de una hoja de cuchillo. Un terapeuta nos hará observar que algunos cánceres son combatidos eficazmente, que la 2 mentación y el régimen (exógenos) retrasan la senescencia cardio-vascular (endógena), que la cirugía cura algunos casos de enfermedad congénita. Todo ello no es hipotético. Sin embargo, podemos, en una primera aproximación, sacar gran provecho de tal distinción. Explica por qué la baja de la mortalidad es mucho más débil en las edades elevadas que en las edades jóvenes. Permite formular también algunas previsiones e, incluso, orientar las investigaciones biológicas. ¿Cómo la distribución de las defunciones según la edad, la distribución de las defunciones, según sus causas, ha sido afectada por esta victoria tan diferenciada? Un acto de la lucha del hombre contra la muerte está a punto de concluir para los países más evolucionados.

59

CAPITULO VI

LIMITE MAXIMO DE LA V I D A :

Dificultades de una medida científica Se trata ahora de la vida máxima que distinguiremos cuidadosamente de la vida media estudiada hasta aquí. En lo que se refiere a la vida máxima, la más larga que el hombre puede llegar a esperar, la investigación científica en esta materia es particularmente delicada. El médico o el biólogo no nos pueden proporcionar la respuesta. En el curso de un año de ejercicio, un médico no presencia mucho más de una docena de defunciones de todas las edades, entre su clientela y unas 5 0 0 en el curso de su vida, de las que tan sólo alrededor de 35 afectan a personas de más de 80 años, incluso si él anotase cuidadosamente y confrontase todas sus observaciones, a lo largo de su vida profesional, no podría emitir un juicio fundamentado. Para medir la longevidad extrema, digamos superior a 100 años, es preciso recurrir a la vía estadística. Las dificultades de medida son las siguientes: a) Las informaciones individuales son sistemáticamente seleccionadas y falseadas por el rumor. Hemos mostrado, en el capítulo I, cómo la leyenda juega, en esta materia, un papel importante. Es preciso no olvidarlo en el examen de esta cuestión tan delicada, incluso en las investigaciones más rigurosas. Es, realmente, tan desagradable romper un mito adormecedor, que los mejores espíritus se dejan sorprender por tan agradables apariencias. b) El hecho mismo de que la longevidad extrema sea superior a un siglo y ampliamente superior a la vida media, hace que la «identificación», el seguir a una persona durante toda su vida, sea tarea bastante ardua. No solamente en muchos países no existía registro civil hace cien años, sino que las confusiones de los nombres de 6!

LIMITES

DE

LA

VIDA

HUMANA

pila son frecuentes. La edad consignada en el acta de defunción de los ancianos es frecuentemente inexacta. c) La proporción de centenarios, siendo extremadamente débil, exige a considerar una población muy importante y durante un largo período para obtener números significativos. Hasta los trabajos de Vincent, no se disponía más que de datos fragmentarios. De tal manera, que en Suecia, donde se verifica sistemáticamente la edad al morir de todos los centenarios, desde hace una veintena de años, no se ha registrado todavía ninguna defunción sobrevenida a una edad superior a los 106 años y medio.

Los trabajos de Paul Vincent Esa cuestión tan mal conocida hasta hace poco, ha sido aclarada por los trabajos de Paul Vincent (1), que ha estudiado la mortalidad para las edades muy elevadas. Utilizando el método de las «generaciones extinguidas», no emplea más que las estadísticas de defunciones y no los censos. Pero se precisa una población en la que las defunciones sean conocidas de manera segura desde hace más de un siglo y que permitan clasificarlas, a la vez, por la edad al morir y por el año de nacimiento. Tales condiciones sólo se han obtenido en cuatro países: Francia, Suiza, Holanda y Suecia. Primera pregunta: La tasa de mortalidad, o dicho de otra forma, la posibilidad de morir en el año, ¿aumenta, incluso, en las edades avanzadas? Algunos médicos suponían que por encima de una cierta edad, esta tasa disminuía. Al mismo tiempo se afirmaba una mentalidad particular, más optimista. Se trataría de un rebrote de la vida, de un canto del cisne. La tasa de mortalidad podría muy bien, naturalmente, disminuir sin dar, por ello, una esperanza de vida infinita. Si la tasa de mortalidad fuese constante a un valor 0,25 a partir de los 90 años, la posibilidad para un nonagenario de llegar a los 110 años sería inferior a 1 sobre 3 . 4 0 0 . Sería aún, naturalmente, más débil si la tasa disminuyese de 0,28 (tasa en la que se encuentra de hecho) hasta 0,25 La respuesta a esta pregunta es definitiva. Los resultados se presentan así:

(1)

62

«La mortallté des vieillards» en «Population»; abril-Junio, 1951.

LIMITE

edad

cociente de mortalidad

98 años 99 » 100 » 101 » 102 » 103 » 104 »

0,433 0,465 0,500 0,537 0,577 0,620 0,666 0,715 0,768 0,825 0,886 0,952

105 106 107 108 109

» » » » »

MAXIMO

DE

LA

VIDA

esperanza de vida 1,58 1,45 1,32 1,20 1,08 0,97 0,86 0,76 0,65 0,55 0,44 0,32

Esta tabla tiene, en su mismo rigor, un aspecto feroz. Produce la impresión de un engranaje, de una muela que tritura con perfecta seguridad. Así, un hombre de 109 años, un superviviente entre decenas de millones, tiene las mayores posibilidades de morir en el año, e incluso en el trimestre. Los supervivientes se desgranan, entonces, de la siguiente manera:

edad 98 años 99 100 101 102

» > » »

103 104 105 106 107 108 109 110

» » » » » » » >

supervivientes 10.000.000 5.680.000 3.030.000 1.515.000 699.000 296.000 122.000 37.700 10.900 2.500 420 48 3

LIMITES DE LA VIDA HUMANA

Este cuadro pone de relieve, a la vez, la identidad de la hecatomb y la dificultad extrema de su medida, ya que son precisos 10 m llones de personas de 98 años para proporcionar tres personas qu alcancen la edad de 109 años , teniendo, por otra parte, la casi cei -

ción en Francia, Vincent no ha podido seguir la mortalidad rr que de un millar de centenarios. Asi limitada la longevidad humana, no deja de ser, sin embargo más elevada que se conoce en los vertebrados superiores. Esa edad límite de los 110 años no es un máximo riguroso, co tampoco 106 ó 108 años; se trata de un simple cálculo de pro bilidades. Aunque se alcanzase, un día, por alguien, la edad 112 años, por ejemplo, ese caso único no bastaría para modifi la ley de la mortalidad precedente. Sería necesaria una confirr ción. Pero a menos de un cambio de las condiciones biológicas número de los que tienen la probabilidad de alcanzar esta edad 112 años es ínfima. Supongamos que en el mundo entero las c diciones sanitarias sean, desde ahora, tan buenas como en la Sue actual, y que, con ello, se mantenga durante un siglo, o más, el mero de supervivientes entre los 100 millones de hombres nacii en 1 9 6 0 , no sería más que de 5 5 0 a los 105 años y 6 a los ij El término «desgaste», aunque desagradable, está, por desgrai más que justificado. Es posible que el cáncer o cualquier otra fermedad específica sean menos activas a las grandes edades, resultado global, empero, quedó ya indicado. Por otra parte, estamos muy mal informados sobre las causas muerte en las edades muy elevadas. El «desgaste» no es, s e g i mente, un término muy científico, pero sería preciso un número n importante de defunciones observadas para permitir establecer i estadística. De otra parte, e! médico no expresa, con frecuencia, a tales casos, la necesidad de diagnosticar con exactitud: «senilid< es, en muchas ocasiones, la única indicación proporcionada. « su hora, ha agotado su tiempo», dicen los que le rodean. Esto no significa que el hombre debe inclinarse ante la fatalid Volveremos a hablar de ello en el capítulo XI.

64

CAPITULO

VII

SEXOS, R A Z A S , CLIMAS

La muerte no afecta por igual a los individuos, pero a esta escala se trata de un simple azar del que no debemos preocuparnos en un estudio colectivo. Por contra, podemos preguntarnos si los diversos grupos sociales, profesionales, raciales, nacionales, e t c . , se encuentran con iguales posibilidades ante la muerte.

El sexo fuerte El sexo fuerte es el sexo femenino; hablamos siempre de muerte y de vida, claro. En la mayoría de países, las niñas encuentran en la cuna, al nacer, una esperanza de vida más amplia que los niños (1). He aquí algunos ejemplos:

sexo masculino

sexo femenino

65,04 70,49

71,15 73,43 67,60 40,00 72,75 71,40 53,89

Francia (1952-56) Suecia (1951-55) Japón (1957) Congo belga (1950-52)

63,24 37,64

Australia (1953-55) Israel (1957) Chile (1952)

67,14 68,00 49,84

diferenc

6,11 2,94 4,36 2,36 5,61 3,40 4,05

(1) Sin embargo, en algunos países con muy corta longevidad, resulta la vida femenina algo menos larga. Tales excepciones son debidas a una insuficiencia estadística.

5

65

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

La superioridad femenina se manifiesta, sobre todo, en ia primerísima edad (mortalidad infantil), y luego en la edad adulta, en particular, desde que se ha reducido la mortalidad puerperal. Si en todos los lugares hay más viudas que viudos, no es debido tan sólo a la diferencia de edades al casarse; sino que, para una edad igual, el sexo masculino experimenta siempre una sobremortalidad más o menos elevada. La diferencia entre las primeras edades no puede ser más que de orden biológico, ya que los cuidados y la vida son idénticos para ambos sexos, al menos, en los países evolucionados. Por contra, la mortalidad masculina adulta no se explica tan fácilmente. Existen, es cierto, enfermedades propias de cada sexo; algunas afectan mayormente al sexo femenino. En todo caso, la sobremortalidad masculina no debe ser más que en una pequeña proporción, de origen biológico, dado que en algunos países testigo (Holanda) es muy reducida. Es preciso atribuirlo, sobre todo, a la diferencia de género de vida de los dos sexos. El factor más fácil de observar y de medir es el de las muertes por accidente. Se dan en los hombres más accidentes, más asesinatos, más suicidios. Pero el alcoholismo (u otros hábitos nocivos) juegan, en varios países, en Francia, sobre todo, un papel importante.

Estado matrimonial Los solteros son más afectados por la muerte que las personas casadas. El hecho había sido ya constatado por Deparcieux (1746) y por Bertillon (hacia 1880). La diferencia se debe, a la vez, a un régimen de vida menos favorable y al hecho de que ciertos enfermos no pueden contraer matrimonio. La mortalidad de los viudos es igualmente superior a la de las personas casadas. La sobremortalidad masculina es más elevada aún para los solteros y los viudos que para todo el conjunto.

Las razas Para estudiar el factor racial, es preciso eliminar los otros factores. Decir que la vida de los blancos en los Estados Unidos es diez veces más larga que la de los negros, no nos informa absolutamente nada sobre el fenómeno racial, ya que las desigualdades sociales explican con facilidad tales diferencias. Siendo muy raro que razas netamente diferentes vivan de una manera idéntica, es difícil decir, por el momento, si biológicamente

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SEXOS,

RAZAS

Y

CLIMAS

un individuo de tal raza tiene probabilidades de vivir más tiempo que un individuo de ta! otra. En el estadio actual de nuestros conocimientos, nada lleva a creer en una desigualdad sensible de las diversas razas ante la muerte. No se revela ningún signo de desigualdad ya de raíz. Hemos visto seguir a los japoneses, en términos de mortalidad, el mismo camino que los blancos treinta o cincuenta años antes; otras poblaciones amarillas, negras, etc., han iniciado el mismo proceso. Existen, ciertamente, sensibles particularidades en uno o en otro sentido; si la enfermedad del sueño afecta sobre todo a ios negros, otras afectan sobre todo a los blancos. Se trata, por otra parte, de enfermedades infecciosas, o sea, evitables. Luego de haber estudiado diez mil casos, Rimure ha estimado (1956) que las trombosis coronarias son diez veces menos frecuentes en el Japón que en América del Norte. ¿Se trata de una diferencial racial? No, ya que los japoneses de California, alimentados de grasas como los blancos, son tan afectados como ellos por las enfermedades cardio-vasculares. La longevidad es en parte hereditaria, numerosos cálculos lo han probado, pero tal correlación no es más que muy parcial. ¿La selección ha contribuido a la prolongación de la vida? Los grupos de mayor longevidad, si existían, han podido multiplicarse todavía más y predominar sobre los otros por la fuerza de su número. Hipótesis muy aleatoria. Pero no olvidemos que la longevidad depende de la resistencia del recién nacido ante la muerte. Desde este punto de vista, la selección ha debido jugar su papel, entre los límites habituales. Debemos admitir, por el momento, que la cifra de 77 años (u 80) correspondiente a la «mortalidad biológica» (véase el capítulo XI) es válida para todas las razas, así como el límite máximo alrededor de los 110 años. Caracteres

físicos

Estando ligada, en parte, a la herencia, la longevidad debe estarlo a través de algunos caracteres físicos. En 1 7 8 6 , el doctor Daignan, médico de Montpellier, publicaba sus cifras midiendo ¡a duración de la vida según el temperamento, la estructura, la talla, el estado de la piel, el estado de los ojos, de los dientes, y de la pigmentación. Hoy día somos más exigentes en lo referente a las condiciones experimentales y, por consiguiente, mucho menos taxativos. Las medidas de la correlación con los grupos sanguíneos, por ejemplo, están aún en la infancia. Será la tarea de los próximos años: no se tratará tan sólo de la longevidad en general, sino también de las causas de defunción.

67

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

El clima Introduzco aquí —y el lector querrá excusarme por e l l o — un recuerdo personal: hace una treintena de años, vi entrar en mi despacho de estadígrafo una dama de unos 55 años, que se expresó así: «Señor, yo deseo retirarme y acabar mi vida fuera de París. No teniendo ningún lazo familiar o parecido, iré a fijar mi residencia al lugar donde encuentre el clima más favorable para vivir largo tiempo.» Y como yo iniciase un gesto de defensa, buscando en mi espíritu los mejores argumentos para expresarle mi impotencia, sacó de su bolso un mapa de Francia; lo puso delante mío y dijo: «No tiene necesidad de darme explicaciones, márqueme tan sólo con su lápiz el lugar más favorable.» De hecho, he aquí, un problema delante del cual el demógrafo está aún muy perplejo. Ciertamente, se calcula, más o menos exactamente, la vida media en cada departamento y se hallan diferencias. Pero el clima no es la única causa. Si los bretones mueren más jóvenes, es que en la región la bebida desempeña un papel más mortífero. Si las defunciones son numerosas en la Alta Saboya es debido a que personas enfermas van allí a curarse, y a morir. E s , pues, muy difícil aislar el factor clima. En principio puede creerse que el litoral mediterráneo es particularmente saludable, pero no es fácil medir la ventaja. Sea lo que sea, sabemos bien, aun sin necesidad de estadísticas, que existen regiones en el mundo particularmente inhospitalarias; se las llamaba antes las regiones de las fiebres. No es menos cierto que la influencia del clima sobre la longevidad disminuye de día en día, puesto que se la combate con éxito. Cuando se toman las precauciones necesarias es, incluso, negligible. Las grandes epidemias (fiebre amarilla, cólera, paludismo, e t c . ) , desaparecen poco a poco. Las diferencias de longevidad entre anglosajones de las diversas partes del mundo son muy débiles; por contra las diferencias entre las diversas poblaciones que viven en Africa del Sur son importantes. Una vez más, no es cuestión de razas sino de géneros de vida y, sobre todo, de desarrollo médicosocial. La mortalidad de Ceilán ha bajado sensiblemente, a pesar de! débil poder económico de los trabajadores. Territorios llamados «coloniales», considerados antiguamente como mortíferos, están hoy día habitados por familias blancas, con criaturas.

Ciudad y campo El campo ha sido durante mucho tiempo considerado, y no sin razón, mucho más saludable que la ciudad. «Las grandes ciudades son la tumba de la raza», se decía ya en el siglo XVIII. En el campo

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SEXOS,

RAZAS

Y

CLIMAS

se prodigan gratuitamente dos bienes naturales preciosos: el sol y el oxígeno, que la ciudad no dispensa más que avaramente. A tal inferioridad física, la aglomeración añade los azotes sociales clásicos: = coholismo, prostitución, barracas, e t c . . Es:a visión tradicional debe revisarse hoy día. Si la carencia de la ciudad en oxígeno y en rayos ultravioletas, persiste desgraciadamente en los barrios viejos cuando menos, por contra las ciudades modernas señalan una importante mejora. Por mortífero que sea el confinamiento, los barrios de chabolas poblados, sin embargo, por ruinas sociales, acusan una mortalidad más débil que las medinas árabes. La ciudad moderna presenta, además, muchísimas comodidades sanitarias: se está más seguro de encontrar leche buena; o carne de primera en el distrito XX de París, que en Normandía. El dispositivo médico-sanitario se adapta muy bien a las altas densidades humanas. Un millonario viviendo en los Bajos Alpes podría morir antes de su hora, porque el médico no llegase a tiempo o no dispusiese de los instrumentos necesarios. Este fin de la superioridad tradicional del campo sobre las ciudades, desde el punto de vista sanitario, es constaíable incluso en los países menos desarrollados. La mortalidad urbana es más baja, en el Brasil, que la mortalidad rural, a pesar de una composición por edades menos favorable. Sigamos, en Francia, la evolución de la mortalidad infantil. Desde 1934-48 a 1 9 5 0 la mortalidad infantil exógena, es decir, fácilmente evitable, ha disminuido en un 36 por 100. En el departamento del Sena, la baja ha sido, en el mismo intervalo, del 49 por 1 0 0 . En cuanto a la mortalidad endógena, que depende sobre todo de los cuidados médicos (partos, cirugía...), ha pasado de 14 a 13 en el conjunto del territorio y ha descendido de 15 a 10,5 en el departamento del Sena, con una reducción del 30 por 1 0 0 . En 1 9 5 8 , la mortalidad infantil (1) fue de 2 2 , 2 por 1.000, en el Sena, y de 3 1 , en el resto del territorio. Algunas reservas pueden oponerse, todavía, sobre una posible divergencia entre el estado sanitario y la mortalidad. Por la falta de cuidados médicos, la mortalidad es más elevada en el campo. Una comparación que se refiriese al estado sanitario general sería, quizá, menos favorable a la ciudad que la comparación de las mortalidades, al menos en igualdad de condiciones sociales. Ultimo punto: el alcoholismo está lejos de ser el privilegio de las (1) Cifras rectificadas, a fin de tener en cuenta los niños muertos posteriormente a las 24 horas de su nacimiento, y contados, erróneamente, como nacidos muertos.

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LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

ciudades. En éstas, el desarrollo de la instrucción, la multitud de ocupaciones o de distracciones, permite aportar diversiones precisas. El campo está demasiado abandonado a sí mismo. Revisando la opinión tradicional, subrayamos, a la vez, la necesidad de un esfuerzo preventivo y de educación en las regiones y las profesiones que demasiadas personas, siguiendo la opinión de Virgilio, creen privilegiadas.

Conclusión. Sin negar la importancia actual del clima ni de las condiciones físicas, nada nos prueba que la vida biológica de 7 7 - 8 0 años, posible ya actualmente, no pueda ser alcanzada en cualquier país con las atenciones precisas. Por ello, debemos concluir que las desigualdades actualmente constatadas ante la muerte son esencialmente de origen económico y social. Si los hombres de un cierto grupo mueren antes que los otros, es porque están peor alimentados, alojados... o cuidados en caso de enfermedad. Ciertamente, en los climas difíciles, la mortalidad es aún más sensible a la influencia de los factores sociales. Por ejemplo, la mortalidad infantil de una población acomodada, instruida, es muy débil, incluso en los trópicos, mientras que en una población ignorante, pobre y desprovista de cuidados, es muy elevada. En todo caso, una defunción «social» es una defunción prematura.

70

CAPITULO VIII

LA D E S I G U A L D A D SOCIAL ANTE LA MUERTE

La desigualdad social no tiene tan sólo, por efecto, que la vida sea más o menos buena según la condición de los hombres; tiene también por consecuencia que sean desiguales ante la muerte. Peor y más corta, tal es la suerte de los desheredados de la fortuna. Este es un fenómeno reciente. En la era premédica, que es también la preestadística, el rico y el pobre morían, ambos, muy pronto. En su Histoire naturelle, Buffon escribió: «El hombre civilizado, el salvaje, el rico, el pobre, el habitante de la ciudad, el del campo, tan diferentes entre sí para todo lo demás, se parecen desde este punto de vista y no tienen sino la misma medida, el mismo intervalo de tiempo a recorrer desde el nacimiento a la muerte. La diferencia de razas, de climas, de alimentaciones, de comodidades, nada significa respecto a la duración de la vida. Se admitirá aún más claramente que la duración de la vida no depende ni de hábitos ni de costumbres, que nada puede variar las leyes de la mecánica que regulan el número de nuestros años...» Sin duda, el rico colmado de atenciones, bien alimentado, alojado, vestido, podía defenderse mejor contra diversos males, pero no estaba al abrigo ni de los microbios usuales, si tal se puede decir, ni de las grandes epidemias. «Et la garde qui veille aux barrieres du Louvre N'en défend point nos rois», decía el poeta. La mortalidad era muy elevada en las familias principescas: Carlos VII era el quinto hijo de Carlos VI. Luis XV era el bisnieto de Luis XIV, y tales ejemplos están lejos de ser excepcionales. En las

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HUMANA

más tiernas edades, los cuidados eran menos que mediocres; en las edades maduras, el exceso de comida debía llevar a defunciones prematuras. Pero nadie pensaba, entonces, en medir diferencias de este orden. Primeras mediciones A partir de 1 7 7 8 , sin embargo, el genial Moheau compara la mortalidad del conjunto de la población con la de los rentistas y la mortalidad de París con la de una orden monástica. En ambos casos aparece una diferencia apreciable. Pero tales estadísticas, aún inciertas, fueron pronto olvidadas. Además, la clase dirigente llegaba frecuentemente a la negación del hecho (invocando, por ejemplo, fenómenos de aclimatación) o a su minimización. En 1 8 2 8 , sin embargo, el doctor Villermé publica la Mémoire sur la mortalité dans la classe aisée et la classe dirigeante, preludio a su célebre Tableau de I'état physique et moral des ouvriers, publicada en 1 8 4 0 . En 1 8 2 9 , un estudio de Cháteauneuf se refiere a la duración en la vida del rico y del pobre. Los resultados eran chocantes, pero sin rigor. En 1 8 6 5 , Quételet y Heuschling comparan las tablas efectuadas por Duvillard para el conjunto de la población y por Deparcieux para los participantes en las «tontinas», que eran más ricos que la masa, evidentemente, pero no sacaron demasiados resultados de tales comparaciones. En 1 8 9 7 , Bertillon estudia los barrios en varias grandes ciudades clasificándolos según el nivel de bienestar, determinado a su vez por los índices fiscales. La cuestión vuelve a ser planteada en 1920 por L. Hersch, quien, clasificando los distritos de París en cuatro grupos, constata importantes diferencias. Es interesante la ordenación de estos cálculos para París desde 1 8 9 1 , eliminando la influencia parasitaria de la composición por edades, y se logra el siguiente resultado:

distritos

1891

1936

1946

Ricos (6, 7, 8, 9, 16) Medios ( 1 , 2 , 3 , 4 , 5 , 10, 14, 15, 17 y 18) Pobres ( 1 1 , 12, 13, 19 y 2 0 )

16,8

9,6

9,5

22,6 23,9 22,5

12,5 13,7 12,2

11,3 12,0 11,2

París 72

DESIGUALDAD

SOCIAL

ANTE

LA

MUERTE

La mortalidad de los barrios pobres era en 1891 superior en un 42 por 100 a la de la de los barrios ricos; la diferencia ha descendido a un 4 3 , en 1 9 3 6 , y a un 2 6 , en 1 9 4 6 . Tales diferencias entre barrios no traducen más que imperfectamente las diferencias entre clases, puesto que en los barrios ricos viven algunos pobres e inversamente. Igualmente, la mortalidad infantil de los distritos pobres era, en 1 8 9 1 , superior en un 71 por 100 a la de los ricos, separación que ha sido reducida a 54 por 100, en 1 9 5 1 . Resultados análogos han sido comprobados en varios países.

La marcha del fenómeno Sabemos cómo se comporta una columna en marcha; al llevar un ritmo regular se establece un escalonamiento determinado. Pero si se acelera la marcha, la cabeza toma una ventaja considerable respecto a la cola, y la fila se estira largamente. Si más tarde se produce una reducción de velocidad, los retrasados que, a su vez, han acelerado, se acercan de nuevo a la cabeza. Es, más o menos una marcha parecida a los golpes de un acordeón, la que se ha observado en la mortalidad desde hace un par de siglos. Muy moderada en el período premédico, la separación entre ricos y pobres aumentó fuertemente con la urbanización y la proletarización del siglo XIX, para alcanzar un máximo hacia 1 8 6 0 (¿ó 1880?). En el transcurso de una nueva fase, ¡os beneficios de la medicina se extendieron, poco a poco, a las clases populares, al mismo tiempo que se elevaba el nivel de vida. Ello no significa que las diferencias se hayan anulado, ni mucho menos. Si la vida viniese un día limitada por un máximo biológico, la separación según la condición social acabaría siendo muy reducida, sobre todo si la seguridad social se generaliza. Pero, por el momento, permanecen diferencias sustanciales. Al mismo tiempo, los métodos de medida se han mejorado, así como el conocimiento del fenómeno. Es en Inglaterra donde los estudios han sido llevados más a fondo desde hace tiempo.

Nivelación en Inglaterra El Registrar General ha dividido hombres y mujeres de 20 a 65 años en cinco categorías socioprofesionales y ha medido la mor-

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LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

taüdad de tales clases. Tomando como nivel 100, la mortalidad de ias clases superiores, se obtiene para los hombres el resultado siguiente:

clases superiores clases medias trabajadores cualificados trabajadores especialistas peones

1921-23

1950

100 115 116 122 152

100 89 105 97 122

Sin conceder a las débiles diferencias una significación excesiva, observamos una neta evolución: a)

Las diferencias son menores que hace treinta años.

b)

La clase media tiene hoy una mortalidad inferior a la clase superior.

Por encima de los 65 años, los resultados son más chocantes todavía: la mortalidad es más elevada en ia clase superior que en la clase inferior. De tal modo, que como lo señala León Tabah, la desigualdad social ante la muerte se borra con la vejez. P. de Wolff y J. Meerdink, en Amsterdam, han constatado análogos resultados. ¿Por qué la mortalidad parece invertirse por encima de los 65 años? Es preciso citar una causa esencial: vida menos sana en las clases superiores (alimentación demasiado rica, sobreactividad, nerviosismo) y quizás una cierta selección por la muerte en las clases inferiores (no probada por ahora). La mortalidad diferencial se observa sobre todo para las enfermedades exógenas, que han sido las más eficazmente combatidas. Ante el cáncer o las afecciones cardio-vasculares, Creso y Job están en igualdad de condiciones e, incluso Creso, es víctima de su riqueza o de las preocupaciones que la misma le proporciona.

Diferencias en Francia Con posterioridad a los estudios de Huber, en 1906, se estaba muy mal informado, en Francia, sobre la mortalidad por profesiones. La observación es difícil, y la interpretación de los resultados a veces delicada. Pongamos el caso de un obrero que trabaja duramente 74

DESIGUALDAD

SOCIAL

ANTE

LA

MUERTE

durante toda su vida y que a ios 55 años compra un taller. Tal muerte puede ser el resultado de un desgaste prematuro, pero acrece la mortalidad aparente de los patronos. Como se ha dicho, la muerte es una «integral». Sea lo que fuere, un esfuerzo notable ha sido efectuado y se han obtenido resultados. Febvay y Croze han medido de manera minuciosa la mortalidad infantil, según la profesión del padre (1). He aquí los resultados principales (años 1950 y 1 9 5 1 , mortalidad por 1.000 nacimientos):

0-12 meses Profesiones médicas Empleados de comercio Comerciantes Artesanos Obreros cualificados Mineros

17,9 28,2 34,5 36,4 42,5 80,4

en el curso del primer mes 9,3 13,6 17,6 19,2 18,6 25,8

de 1 a 12 meses 8,6 14,6 16,9 17,2 23,9 54,6

Así, entre los hijos de los mineros, más de 3 de cada 4 serían salvados si recibiesen ios mismos cuidados que los nacidos en la familia de un médico. La distribución es más amplia aún si se estudian las defunciones posteriores al primer mes, generalmente exógenas y, por tanto, más fáciles de evitar; la separación va de 1 a cerca de 7. La mortalidad es más elevada en las familias de los comerciantes y patronos de la alimentación que entre los pequeños empleados o funcionarios; 2 6 , 3 en los maestros; 3 3 , 8 en los patronos panaderos; 3 9 , 3 en los patronos carniceros. Tenemos aquí un primer ejemplo de una ley general y mal conocida: por encima de un mínimo económico la mortalidad depende menos del nivel de vida, de ingresos o del salario, que del nivel cultural. Concluyamos el examen de la mortalidad diferencial en Francia: Febvay y Aubenque han calculado la mortalidad entre 25 y 54 años para diversas profesiones: (2) (1) «Nouvelles données sur la mortaiité infantile»; en «Population»; julio-septiembre 1954; págs. 389 a 424. (2) «Etudes Statistiques», I.N.S.E.E., 1957, n ú m . 3.

75

LIMITES DE LA VIDA HUMANA

mandos intermedios mandos superiores profesiones liberales empleados obreros comerciantes mineros peones marinos y pescadores

todas las causas

tuberculosis

afecciones cardíacas

31 32 35 52 54 59 66 76 82

2,2 1,6 1,7 3,8 5,0 4,1 10,3 6,8 7,0

4,8 5,1 6,1 6,9 5,2 8,1 5,8 6,0 4,7

La mortalidad general varía de 31 a 8 2 ; la distribución es aún más amplia. Es aún mucho más para los tuberculosos (exógenos), en tanto que para las afecciones del corazón no se encuentra ley general, no se halla influencia del nivel social. Aquí el nivel cultural influye más que el nivel económico. Los mineros, con un nivel relativamente bajo de ingresos, tienen una mortalidad superior a los obreros. Los marinos y los pescadores son relativamente los peores partícipes, aunque tal grupo abarque, incluso, a los patronos. Sully Ledermann ha reunido estos diversos elementos para deducir una esperanza de vida según las clases sociales. Los elementos disponibles no permiten más que delimitar unos topes:

mineros peones obreros comerciantes empleados profesiones liberales

58 a 61 años 59 62 » 63 6 5 » 6 5 67 » 68 70 » 72 74 »

Aunque el límite superior sea muy verosímil para las categorías inferiores e inversamente, precisa Ledermann que la diferencia es todavía de una decena de años de un extremo a otro de la escala social. 76

DESIGUALDAD

SOCIAL

ANTE

LA

MUERTE

El factor decisivo: el nivel cultural De acuerdo con la opinión más extendida, la desigualdad ante la muerte resulta de una insuficiencia económica, por ejemplo, de la imposibilidad de consultar los mejores médicos, o de seguir el tratamiento prescrito. Tal inferioridad, que ha sido muy marcada en el siglo XIX, está en camino de atenuarse. Las diferencias esenciales recaen en el nivel cultural. Sin duda, los niveles económicos y culturales están estrechamente ligados. Pero cada vez que no es así, es el segundo quien triunfa. Lo hemos visto más arriba para Franc i a . Varios trabajos han confirmado esta ley en varios países, en particular, los de De Wolff y Meerdink, en Amsterdam (1). La ignorancia es más mortífera que la pobreza, en particular para la mortalidad infantil.

(1) «La mortalité selon les quartiers á Amsterdam»; en «Population»; octubrediciembre 1952.

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CAPITULO IX

EL ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN

El envejecimiento de la población es un fenómeno confundido con excesiva frecuencia con la prolongación de la vida, cuando su sentido es claramente distinto.

Definición No De de cal

hay una definición del envejecimiento unánimemente aceptada. manera genera!, se trata del acrecentamiento de la proporción personas de edad en una población dada, nacional, regional, loe, incluso, profesional.

Consideremos una población P que comprende V viejos, A adultos y J jóvenes: P=V+A+J a) La medida más corriente del envejecimiento es la proporción de personas de edad respecto a la población total: V P Queda por definir la persona de edad. Durante mucho tiempo se ha considerado el número de personas que tienen más de 60 años; hoy se tiende a tomar más bien las personas que han superado los 65 años. b)

Para tomar un índice más sensible, se ha propuesto calcular el V índice de envejecimiento —. Este índice era una buena medida, en J

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LIMITES

DE

LA

VIDA

HUMANA

tanto que el movimiento era uniforme: el aumento de los viejos iba a la par de una reducción relativa de los jóvenes; esta tendencia observada durante mucho tiempo es, actualmente, mucho menos neta, sobre todo en Francia, donde el número de jóvenes se ha acrecentado fuertemente a partir de 1 9 4 6 . c) En fin, en algunos casos, sobre todo para estudiar el equilibrio de un sistema de retiros o jubilaciones, se relaciona el número de V personas de edad con el de adultos —. A Salvo indicación en contrario, nos referiremos aquí a la primera definición y expresaremos en cada caso la edad tomada como límite.

Proceso de envejecimiento En todos los países europeos evolucionados, el número de personas de edad ha aumentado, así como su proporción en el conjunto de la población. He aquí las fechas en las que se alcanzaron diversas etapas. Se trata de la proporción de sexagenarios:

Proporción de sexagenarios 8 10 12 14 15 16

por 100 » » » » » » » » » »

Francia

Suecia

1778 1850 1870 1931 1939 1947

1860 1882 1912 1948 1950 1956

Gran Bretaña 1910 1925 1931 1938 1940 1952

Alemania 1911 1925 1937 1950 1954 1956

Así, pues, la proporción del 8 por 100 de sexagenarios se alcanzó en Suecia 72 años más tarde que en Francia; en la Gran Bretaña y en Alemania el retraso respecto a Francia fue de más de 120 años. Para la tasa del 12 por 100, el retraso fue todavía de 42 años para Suecia, 61 años para la Gran Bretaña y 67 años para Alemania. El aumento de la proporción de viejos no se ha realizado, en general, en detrimento de la población adulta. Es, sobre los jóvenes, que repercute la disminución; siempre en proporción ha pasado 80

ENVEJECIMIENTO

DE

LA

POBLACION

como si la población hubiese oscilado alrededor de una edad central, siendo los jóvenes reemplazados por viejos. La recuperación de la natalidad ha retrasado el envejecimiento, particularmente en Francia. Prosigue tal proceso, sin embargo. En los

6

81

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

países occidentales evolucionados, la proporción de sexagenarios sobrepasará el 18 por 100 en 1 9 8 0 , e incluso el 20 por 100 en la Gran Bretaña. Esta tendencia se extiende como una mancha de aceite. La población de la Alemania del Este ha sobrepasado ya en este aspecto a la población francesa y se ha convertido en la población más vieja del mundo con un 19,7 de sexagenarios (comprendido Berlín Este).

C a u s a s de envejecimiento Se trata, por ahora, del estudio de un mecanismo puramente aritmético, sin búsqueda de factor social. Pocas personas conocen el envejecimiento de la población y estiman su importancia. Hemos ya indicado, en otro lugar del libro, que sólo dos franceses de cada tres saben que el hombre vive en Francia más tiempo que en otras épocas. Igualmente dos personas de cada tres saben (en 1 9 5 9 - 1 9 6 0 ) que el número de las personas de edad aumenta. En cuanto al envejecimiento demográfico (crecimiento de la proporción de personas de edad), da lugar, vamos a verlo, a una ilusión muy extendida. El envejecimiento de la población pertenece a la categoría de las noticias que no siendo espectaculares ni «agradables» al intelecto, no son propagadas por el rumor ni por la información. Los que conocen la existencia del fenómeno lo creen ligado a la mayor duración de la vida. «Como que los hombres viven más años, piensan, es obligado que haya más viejos.» Por sorprendente que sea a primera vista, el envejecimiento de la población no es debido a la penicilina, ni, de manera general, al prolongamiento de la vida. Los trabajos de Henry, Bourgeois-Pichat, Sauvy, e t c . , han demostrado, sin ambigüedad, que la causa específica del envejecimiento demográfico es el descenso de la natalidad (1). Sin embargo, algunas veces, la emigración puede contribuir a ello en una cierta proporción (Irlanda).

(1) Véase, sobre todo, el estudio de J. Burgeois-Pichat, en «Sciences sociales», año 1952, fascículo I (Centre européen universitaire de Nancy). A. Sauvy: «Le Vieillissement de la population et Pallongement de la vie», «Population»; octubrediciembre 1954; págs. 675-682.

82

ENVEJECIMIENTO

k H

DE

LA

POBLACION

rieres

ecío de la baja de la natalidad es evidente; que la reducción - j m e r o de los jóvenes acrece la proporción del número de vie: -o tiene nada de sorprendente: la pirámide de edades se encaentra recortada en la base; durante sesenta años, el descenso de te aatalidad actuará en el sentido de la disminución (relativa) de la sin que los efectivos de !os sexagenarios sean afectados. i

: : • : : - a parte, ia disminución de ia natalidad persiste al cabo de r s cs, la segunda generación, ya reducida en número, tendrá -~~zi - ños y dará lugar a una tercera generación, más reducida . - £ - que, sin embargo, el número de personas de edad haya : :: r'ectado. =

: = -'enómeno toma una cierta amplitud, la pirámide puede tomar ta forma, muy peligrosa, de un pajar.

• alargamiento de la vida ha rejuvenecido la población Q u e d a por explicar el por qué el alargamiento de la vida no contribuye al envejecimiento. De hecho, el alargamiento de la vida ha resultado, hasta ahora, sobre todo, de la reducción de la mortalidad infantil y, en general, de la mortalidad en el primer año. Cuando niños muy pequeños son salvados, esto acrece —y por mucho t i e m p o — el número de los jóvenes. La proporción de los viejos disminuye a la vez. Sin duda, el número de viejos aumentará poco a poco, a su vez, pero la experiencia muestra que, a fin de cuentas, su proporción no aumenta por tal causa y que, incluso, tiene tendencia más bien a disminuir. No se trata más que de una verdad experimental; podría haber sucedido y puede suceder en el futuro que la reducción de ia mortalidad actuase de una manera diferente. Pero, por ahora, no podemos más que constatar los resultados. J. Bourgeoís-Pichat ha tomado por base la población francesa de 1 7 7 6 , es decir, antes del envejecimiento. Ha calculado lo que habría ocurrido a esta población si la fecundidad hubiese permanecido constante, y la mortalidad disminuyendo como ha ocurrido realmente. He aquí cómo se distribuirán 1.000 habitantes en tal hipótesis:

83

LIMITES DE LA VIDA HUMANA

1776 1836 1896 1951

0-9

10-64

235 261 281 294

722 692 678 668

65 y más 43 47 41 38

Total 1.000 1.000 1.000 1.000

Así, vemos que la proporción de personas de edad mayores de 65 años crece al principio, a causa, sin duda, de las pérdidas de las guerras napoleónicas, disminuyendo en seguida, más o menos regularmente, para acabar a un nivel inferior al de partida. Por contra, la proporción de jóvenes de menos de 10 años se habría acrecentado casi constantemente. La experiencia es, pues, convincente: el descenso de la natalidad es el único responsable del envejecimiento. La influencia del descenso de la mortalidad es débil y actúa más bien en el sentido de rejuvenecimiento. El error común resulta de dos confusiones: a) Cuando se anuncia que la vida media ha pasado, por ejemplo, de 50 a 65 años, se saca una falsa impresión. Uno está tentado de creer que los hombres vivían hasta los 50 años y que se les ha concedido una prórroga de 15 años. La media hace olvidar la dispersión. b) La prolongación de la vida tiene por efecto acrecentar la población de edad en valor absoluto, pero no en valor relativo. Sin embargo, la definición de envejecimiento es la proporción. Por ello, cuando Jules Moch escandalizó al congreso del partido socialista, anunciando que la penicilina obligaría a retrasar la edad del retiro, tenía razón, sin duda, al proclamar tal necesidad, pero se equivocaba sobre su causa. Volveremos a encontrar en el capítulo siguiente esta cuestión candente. Podemos concluir de una manera formal: hasta ahora el alargamiento de la vida no ha contribuido en nada al envejecimiento de la población, y añadimos: pero no está ni mucho menos probado que continúe así en el futuro.

Si el cáncer.... Hasta ahora, según hemos visto, la lucha contra la muerte ha sido sobre todo el resultado de una destrucción, de una victoria sobre 84

ENVEJECIMIENTO

DE

LA

POBLACION

es enemigos exteriores del cuerpo. Se acerca el momento en que ya no habrá gran cosa a ganar por tal medio. j e d e ocurrir, en tales condiciones, que la vida humana tienda asin: 2 ~ = -.te hacia el límite biológico definido por j. BourgeoisR d i a t , que se eleva a unos 77 años. Pero puede ocurrir también —. ' s y motivos para e s p e r a r l o — que los esfuerzos para luchar contra los efectos de la senescencia, sean coronados al fin por el é x i t o . No hay ninguna imposibilidad fundamental para el descu: ~ ento de una substancia que, actuando en cantidades infinitesimales, sea nociva, sea positiva, pueda revolucionar la medicina, más aún que la vacunación o los antibióticos. a

Y como el cáncer afecta, sobre todo, en gran mayoría, a las personas de edad, resultaría un envejecimiento suplementario, esta vez directo, el acrecentamiento de las personas de edad, siendo a a vez absoluto y relativo. Lo que es posible para el cáncer, lo es también para los otros efectos de la senescencia y, sobre todo, para las afecciones cardiovasculares. ¿Qué sucedería, entonces, con la composición por edades de la población? Es preciso señalar una bifurcación posible: —

o bien estos progresos tan deseables hacen, al mismo tiempo, retroceder el límite máximo, que es más o menos de 110 años, pero que en la práctica de los cálculos puede ser llevado a los 100;



o bien estos progresos no varían el límite y, suprimiendo las defunciones en alguna manera prematuras, permiten a todos los hombres vivir hasta los límites permitidos a su especie.

En el segundo caso, el cálculo es simple: en una población estacionaria en la que todos los hombres vivieran hasta los 100 años, la proporción de sexagenarios se elevaría al 40 por 1 0 0 . Sería superior a esta cifra para una población decreciente e inferior para una población creciente. Relaciones entre la muerte y la vida Para descargo de los que por tanto tiempo han creído que la prolongación de la vida contribuía al envejecimiento de la población, es preciso efectuar la siguiente observación: aritméticamente, las consideraciones que preceden son indiscutibles, pero es posible, si no probable, que el descenso de la mortalidad haya contribuido a la baja de la natalidad.

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LIMITES

DE

LA VIDA H U M A N A

Sobre las relaciones entre la mortalidad y la natalidad existe una abundante literatura. Formulemos sólo dos argumentos: uno en términos familiares; el otro, en términos de población: — El niño de repuesto. En una familia que practica ya la limitación de los nacimientos y que, por ejemplo, se propone no tener más que tres hijos, la mortalidad infantil actúa sobre el comportamiento. Si un niño pequeño muere, será procurada su «sustitución». S i , al contrario, los tres niños viven, no habrán ya más nacimientos. Este argumento puede expresarse de otra forma: Una pareja que se casase joven en la población del Antiguo Régimen tenía una media de cinco hijos, pero no lograba retener más que dos o tres. S i , por el descenso de la mortalidad los cinco niños viven, la familia se encuentra ante condiciones completamente nuevas y, en particular, ante cargas más importantes. La reducción de la natalidad tiene entonces, por efecto, volver a introducir la norma anterior. Se puede, pues, pensar que las consideraciones sociales y económicas van a actuar en tal sentido. Si la mortalidad disminuye sin que la natalidad se reduzca al mismo tiempo, la población va a aumentar de manera importante y, quizá, excesiva. Tal fue el caso, justamente, de las poblaciones de Europa Occidental en el siglo XIX, excepto en Francia. Esta explosión demográfica pudo producirse sin perjuicios importantes, ya que Europa tenía a su disposición la sangría hacia el Nuevo Mundo, pero los países subdesarrollados, que experimentan a su vez el descenso de la mortalidad —y en proporciones más rápidas tod a v í a — no tienen tal posibilidad. Su crecimiento al ritmo actual conduciría, en algunas generaciones, a cifras tan extravagantes que una reducción de la natalidad debe fatalmente producirse. ¿En qué fechas y en qué condiciones? Es lo que queda en incógnita.

El dilema: crecer o envejecer Estas relaciones, más o menos débiles, entre la mortalidad y natalidad, nos obligan a reconocer un dilema imperioso que se plantea a todos los países del mundo sin excepción y que puede expresarse así: crecer o envejecer. Desde el momento que la mortalidad retrocede, que la vida se alarga, el número de los viejos va, poco a poco, a aumentar. En Francia, la proporción de los hombres que alcanzan la edad de 60 años ha pasado de 21 por 1 0 0 hacía 1 8 0 0 , a 77 por 100 en 1 9 5 5 . El número de los mayores de 65 años ha pasado de 1.129.000, en 1 7 7 6 ; a 5 . 1 8 0 . 0 0 0 , en 1 9 5 0 . Para evitar todo envejecimiento, hubiese sido preciso que la población 3£

ENVEJECIMIENTO

DE

LA

POBLACION

aumentase en la misma proporción, pasando de 2 5 . 6 1 0 . 0 0 0 habitantes a 117 millones; los nacimientos habrían pasado al mismo tiempo de 9 7 4 . 0 0 0 a cerca de 4 millones y medio. Parecido fenómeno se repite en los países subdesarrollados. De mil personas nacidas en 1 9 0 0 , entre 20 y 2 5 , han debido alcanzar 60 años en 1960. Sin embargo, de mil personas nacidas en 1 9 6 0 , más de sesenta alcanzarán, sin duda, los 60 años. La proporción de sexagenarios aumentará a un ritmo más fuerte aún. He aquí el número de personas habiendo sobrepasado la edad de 60 años en el Japón o que deben sobrepasarla en el futuro.

en miles 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010

6.417 8.158 10.806 13.131 16.612 20.761 24.985

Para que la población no sea afectada por el envejecimiento, hará falta que para todas las edades se manifieste la misma progresión. La población pasaría, entonces, de 83 millones, en 1 9 5 0 , a 3 2 4 millones en 2 0 1 0 ; lo que plantearía problemas económicos muy serios. Veamos, ahora, cuál sería el envejecimiento si el Japón no desease crecimiento: para continuar en la cifra inicial de 83 millones, sería preciso reducir la población de edad inferior a los 60 años, de 77 a 58 millones y el número de los jóvenes, de 70 al 75 por 100. Una verdadera marcha hacia la extinción. El problema es idéntico para la C h i n a , con algún desfase, pero con un ritmo, sin duda, acelerado, ya que la reducción de la mortalidad ha sido más rápida todavía que en el Japón. No se plantea aquí ningún problema de régimen o de política adecuada. Se trata de un fenómeno aritmético, fácil de comprender. Por evidente que sea, es poco conocido, ya que la inteligencia se niega a abordar algunas verdades que estima desagradables. 87

LIMITES

DE

LA VIDA HUMANA

En los países occidentales, donde la carga de las personas inactivas de edad es ya importante y la densidad de la población elevada, el dilema está planteado desde hace ya tiempo. Después de haber optado por el envejecimiento, Francia se ha introducido, con posterioridad a 1 9 4 6 , en la vía del crecimiento; sin haber desaparecido, el envejecimiento se ha reducido fuertemente. No sucede lo mismo, por ejemplo, en Suecia, en Bélgica o en la Gran Bretaña. En este último país, el número de los sexagenarios va a aumentar en un 18 por 100 en veinte años, admitiendo que el cáncer y las afecciones cardio-vasculares no sean eficazmente combatidas en aquella época. Se trata, pues, de un límite por lo bajo. En estas condiciones, la población debería pasar de 53 millones, cifra actual, a 62 millones y medio, para no sufrir un envejecimiento. Pero como el crecimiento no puede proseguir indefinidamente, la prolongación de la vida acaba por entrañar un envejecimiento. Hallamos aquí una conclusión que parece de sentido común, pero lo hallamos por muy diversos caminos y con serias diferencias antes de concluir con el mismo resultado.

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CAPITULO X

CONSECUENCIA DE LA PROLONGACION DE LA VIDA

Antes de entrar en la materia, recordemos una vez más que el envejecimiento de la población no resulta de la prolongación de la vida, sino de la baja de la natalidad. De hecho, ésta es ineluctable, cuando la muerte retrocede más allá de ciertos límites. Pero, ante el dilema de crecer o envejecer, las poblaciones se dividen en dos grupos: a) las que desconocen o no han conocido todavía la reducción de la natalidad y, en consecuencia, están abocadas a un crecimiento rápido. Es el caso actual de la mayoría de los países subdesarroI lados; b) aquellas cuya natalidad ha disminuido y que, aun aumentando en número, ven las generaciones jóvenes aumentar menos que las generaciones viejas. De donde se deriva el envejecimiento. El examen de cada una de estas dos consecuencias exigiría, por sí mismo, un volumen. No podemos, pues, dar más que indicaciones sucintas.

El crecimiento Los países subdesarrollados han entrado en una fase de crecimiento rápido, a un ritmo hasta aquí no alcanzado de manera duradera en ningún país. He aquí algunas previsiones realizadas por el Servicio de la población en las Naciones Unidas y que van hasta el año 2 0 0 0 (en millones de habitantes):

89

LIMITES

DE

LA VIDA HUMANA

1960

2000 Hipótesis I Fecundidad fuerte

Africa Iberoamérica Asia (sin la U R S S ) Oceanía (sin Australia ni Nueva Zelanda) Conjunto

Hipótesis II Hipótesis III Fecundidad Fecundidad media baja

235 206 1.380

663 651 4.250

517 592 3.870

420 445 2.890

13

39

37

35

2.834

5.603

5.016

3.790

Se trata de cifras globales; sin duda podríamos excluir la Iberoamérica templada (Argentina, Uruguay, Chile), pero el resultado final hubiese sido apenas diferente y, además, se hubiese modificado en el sentido de un aumento más fuerte todavía. Así, por el hecho de un prolongamiento de la vida, un crecimiento rápido es previsible en el conjunto de estos países, incluso en la hipótesis de una fecundidad débil, que admite un próximo declive de la natalidad, por otra parte poco probaDle. Es la primera vez que se produce en el mundo un fenómeno parecido, debido a la introducción, en zonas socialmente muy atrasadas, de técnicas médicas y preventivas, correspondientes a un alto desarrollo. Las consecuencias de este crecimiento son extremadamente importantes. Algunos de estos países se encuentran ya en una situación difícil. Es el caso, sobre todo, de la India, de Formosa, de Java, de las Antillas, de Egipto... Si estos países no reciben una ayuda exterior importante o recurren a la emigración (posible para algunas islas, pero no para los grandes países), corren el riesgo de perecer asfixiados por su propia exuberancia. Las hambres verdaderamente agudas (que no deben confundirse con la subalimentación crónica) no son de temer. S i , en efecto, la amenaza de un hambre se precisase, como consecuencia de circunstancias atmosféricas desfavorables, las grandes naciones (la U R S S y los Estados Unidos sobre todo, pero quizá también la China) ofrecerían socorros y rivalizarían, incluso, en tal obra, llevados por motivos políticos. Lo que es más de temer es que tales poblaciones se multipliquen en la miseria, es decir, que lleguen 90

CONSECUENCIAS

DE

LA

PROLONGACION

DE LA VIDA

i ~ - emente a compensar el crecimiento equivalente del número de sus bocas por un crecimiento equivalente de su producción. Considerando las cosas de manera muy optimista, verían aumentar su nivel de vida en un 1 ó 2 por 100 anual, en tanto que el de los pa ses ricos crecería en un 3 ó 4 por 100. La diferencia actual iría todavía aumentando, alcanzando incluso el máximo soportable. Los es desarrollados se encontrarían, en tal caso, ante una tarea —y sin duda un d e b e r — más difícil de atender, aún, que en la actualidad. Estas dificultades económicas serían, además, acrecentadas por dificultades políticas muy serias. _a U R S S , en efecto, no ha considerado seriamente el problema. Queremos decir, con ello, que no ha modificado todavía su actitud tradicional: el crecimiento de la población es un poderoso medio de destruir el capitalismo. Si la liberación de los países deviene : : m p l e t a , con la liquidación de las secuelas del capitalismo, quizá .era que los países desarrollados, ya sean capitalistas o socialistas, tienen un interés común: hacer frente al aumento de la miseria. e - o sólo en tal caso, entonces, podría intervenir la solución específica: convertir una parte de los gastos de armamento en ayuda a los países subdesarrollados, de manera que el nivel de vida se eleve lo suficiente. Esta mejora es la condición previa a la limi:ación de los nacimientos. Una vez cruzado el umbral, el progreso podría acelerarse de forma exponencial, la reducción de la natalidad y el crecimiento de la producción, ayudándose recíprocamente. =

Pero la situación política está lejos, todavía, de aceptar una tai solución.

El envejecimiento de las poblaciones occidentales Cuando decimos «occidentales», no hablamos más que en presente. Ya que otros países, en particular el Japón (ver el capítulo precedente) van a conocer, a su vez, un envejecimiento importante. El crecimiento de la proporción de personas de edad motiva el crecimiento de la proporción de personas inactivas. Es el llamado problema de las jubilaciones, lo que es preciso examinar con una óptica más amplia. Toda persona inactiva vive a expensas de la población activa. Esta frase no debe considerarse como un reproche; es una simple constatación que disfraza frecuentemente el aspecto jurídico. Sea cual sea la forma jurídica de la renta de la persona de edad (renta de capitalización, arrendamientos, retiro, pensión, e t c . ) ,

91

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

ésta se motiva por una deducción efectuada sobre la producción elaborada por el trabajo de los activos. Constatarlo no es impugnar el derecho adquirido, sobre todo si resulta de una larga vida de trabajo. Cuando la proporción de las personas de edad aumenta, la cantidad extraída también aumenta, a menos que la renta de cada persona de edad no disminuya. Esta constatación puramente aritmética es difícilmente comprendida. Como pertenece a la categoría de los hechos desagradables, es con la mayor frecuencia silenciada o, incluso, discutida, con desprecio de toda evidencia. A veces, también, la inteligencia se evade por el humor o la ironía, o por un enfoque poco riguroso.

Algunos datos El índice que debe utilizarse aquí es la relación del número de viejos respecto al número de los adultos, o con más precisión, del número de inactivos de edad respecto al número total de los activos. Pero tales cálculos son raramente efectuados. Es curioso ver con qué precisión promete la sociedad, con cuarenta y cinco años de anticipación, retiros a jóvenes de 15 ó 20 años, en tanto que tiene miedo de mirar solamente, con un horizonte de 15 ó 20 años, el resultado de sus compromisos. Tomemos, por ejemplo, Inglaterra. Desde 1960 a 1980, se espera la evolución siguiente:

Población adulta (20 a 60 años) » de edad (más de 60 años)

— 4 por 100 4 1 8 » »

En veinte años, el número de las personas de edad por 100 adultos va a pasar de 32 a 4 0 . La carga por adulto debe aumentar en una cuarta parte. Resultados similares se pueden dar por descontados en Bélgica, en Suecia. Por otra parte, Roland Pressat efectuó, en 1 9 6 0 , para Francia, cálculos directos sobre la población activa hasta 1 9 7 0 . Supone que a cada edad la proporción de las personas activas permanecerá la misma (salvo en todo caso para las edades muy jóvenes en razón de la prolongación de la escolaridad). He aquí los resultados (en miles): 92

CONSECUENCIAS

DE LA PROLONGACION

1960

1970

Activos Inactivos Total Menos de 20

1.431

13.157

20 a 60

16.039

7.165

60 y más

2.188

5.374

19.658

DE LA VIDA

Activos Inactivos

14.588

Total

1.604

14.151

15.755

2 3 . 2 0 4 16.237

7.122

23.359

2.533

5.918

8.451

25.696 45.354 20.374

27.191

47.565

7.562

Se asiste a un crecimiento de la población, sobre todo de los jóvenes y de los viejos. Pero los «inactivos» aumentan todavía más que los «activos». He aquí, por 100 activos, en cada categoría de edades, el número de inactivos:

1960

1970

6 0 y más

920 45 246

882 44 234

Conjunto

131

133

Menos de 20 años 20 a 60

Así, a pesar de la recuperación de la natalidad con posterioridad a 1 9 4 6 , que se traduce en una fuerte «montee des jeunes» (*), la relación entre la población inactiva y la población activa continua aumentando. Ello resulta a la vez del prolongamiento de la escolaridad y del envejecimiento de la población. ¡De 1960 a 1970, la población activa debe aumentar en 7 1 6 . 0 0 0 , pero este aumento debe efectuarse, por lo menos, en una mitad, en relación a los mayores de 60 años! Un adelanto de la edad del retiro plantearía problemas financieros y sociales extremadamente delicados. Si no se hubiese producido la recuperación de posterioridad a la guerra, los resultados hubiesen alarmantes, por no decir desastrosos. El número biese permanecido igual, pero el de los adultos

la natalidad con sido francamente de los viejos husería más débil.

Hubiese sido preciso gravar con impuestos y cotizaciones sociales más elevadas a fin de pagar las cargas de la nación y, más particularmente, las de la vejez. (*)

Titulo de una obra de Alfred Sauvy. (N. del T.)

93

LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

Influencia de la edad inactiva Las rentas de inactividad son, cada vez más, retiros bajo e! régimen de reparto. Las personas activas cotizan (1) y !a suma así recogida sirve para pagar los retiros. Si la edad límite se eleva, el número de los que cotizan aumenta y la parte de los que se benefician disminuye. Inversamente si la edad límite se retrasa el número de los que cotizan disminuye, mientras crece el número de los que se benefician. Este movimiento resulta de una gran sensibilidad. Demos un ejemplo: Supongamos, en Francia actualmente, dos soluciones: en una, el retiro es general a los 60 años; en la otra a los 65 años. Si los salarios netos percibidos por los activos permanecen ¡guales, ¿qué ocurriría con las pensiones de retiro respectivas? En el segundo caso, serían superiores en un 60 por 100 a las resultantes en el primer caso. El pleno empleo, se dirá, es más difícil de realizar cuando hay más trabajadores. Es una ilusión de óptica social. Si los inactivos tienen una renta superior en un 60 por 100, su consumo será acrecentado en la misma proporción, y, por tanto, resultarán empleos suplementarios. A pesar de la amplitud y de la evidencia de tales resultados, es, sin embargo, la reducción de la edad de retiro lo que es reclamado por la opinión, ya que parece señalar un progreso social. Es ver exclusivamente sólo un aspecto de la cuestión. Entre las aspiraciones de la opinión general (y de los sindicatos de asalariados, en particular) y la marcha progresiva del envejecimiento, existe una antinomia que es preciso denunciar. Es preciso escoger, pero escoger con conocimiento de causa. Todos los sistemas propuestos coinciden en acrecentar las cargas, haciendo que el Estado, o las Cajas, tengan la obligación de aportar lo que falta. Es un juego simple, pero no es más que un juego.

Recurso al progreso técnico Tal recargo debido a la prolongación de la vida no inquieta demasiado a la opinión. Le parece desagradable que un progreso tan (1) Con frecuencia el pago es efectuado por el patrono; pero es una simple diferencia de forma, ya que tales cotizaciones no pueden ser destinadas al pago de salarios.

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CONSECUENCIAS

DE

LA

PROLONGACION

DE LA VIDA

manifiesto pueda ser tan regresivo. Por ello, al obligarle su instinto a rechazar esta evidencia, se escuchan voces que niegan la existencia del problema, al menos de sobrecarga, ya que el progreso técnico futuro compensará todos los posibles inconvenientes. Un saldo negativo puede ser evidentemente compensado con una aportación positiva. Pero el progreso técnico puede ser utilizado para otros fines: mejorar el nivel de vida o reducir la cantidad de trabajo (jornada o semana más corta, vacaciones más largas). Habrá, pues, al menos, una diferencia a completar. Por otra parte, en régimen capitalista, el problema se planteará siempre en términos de retirar de la producción unos activos, sea por el procedimiento fiscal ordinario, sea por la parafiscalidad social. Sin embargo, por la «psicología de la fracción» (1), un descuento que pase de 10 a 12 por 1 0 0 , es peor soportado, incluso, cuando repercute sobre una renta mejorada. Todo lleva, pues, a pensar que idénticas dificultades se plantearán cualquiera que sea el grado de bienestar del momento, cada vez que el poder público desee efectuar un descuento social más elevado, por justificada que sea su acción. En régimen colectivista, la dificultad es menor (puesto que el individuo no tiene la misma noción de lo que ha producido), pero no es, sin embargo, negligible. De hecho, gracias a la recuperación de la natalidad, el envejecimiento de la población francesa es ahora moderado y no absorberá más que una débil parte del progreso técnico, en 15 ó 20 años, a menos que algunos descubrimientos actúen eficazmente contra las enfermedades de senescencia. Lo que más pesará sobre la población adulta es la necesidad de otorgar a los viejos una renta razonable, asegurar a los muy viejos los cuidados necesarios y de prolongar la escolaridad, según vamos a ver.

¿Compensación sobre los jóvenes? Según la vieja ley de Sundberg, la proporción de los adultos permanecería aproximadamente siempre la m i s m a , y el envejecimiento coincidiría con una reducción del número de los jóvenes. Existiría, pues, según algunos, compensación entre la disminución de la juventud y el aumento de la vejez. Todas las razones para no inquietarse se dan en esta ocasión. Pero esta objeción olvida importantes consideraciones: (1) En virtud de la «psicología de la fracción», el individuo no juzga su suerte, según la renta neta que le queda, sino según ta fracción de renta bruta que se le retiene.

95

LIMITES

DE LA VIDA

HUMANA

a) el coste de mantenimiento de una persona de edad es, en promedio, más elevado que el de un niño. La persona de edad tiene necesidades sociales, tales como vivienda independiente, mientras que el niño vive en la familia. Los cuidados médicos son, en algunas ocasiones, muy costosos en los viejos; b) el coste de mantenimiento de un niño es menos socializado, menos nacionalizado si se prefiere, ya que los subsidios familiares no cubren más que una parte de su educación y mantenimiento. Al contrario, la persona de edad aspira a una vida independiente. Por tal hecho, la redistribución de las rentas se efectúa, para ella, por vía fiscal o, al menos, por vía financiera y, más raramente, por vía familiar; c) la prolongación de la escolaridad modifica las proporciones, de manera que el número de hijos a cargo disminuye menos que el número de niños definidos por la edad. Consideremos el número de niños por 100 habitantes, en Francia, en diversas épocas:

Menos de 18 » » 15 » » 10

1776

1851

1901

1951

1960

42,7 33,2 23,4

38,4 29,8 20,5

34,3 25,8 17,5

29,9 22,5 16,0

30,2 26,3 17,4

El número de niños definidos por la edad ha disminuido, efectivamente, pero el número de niños, económicamente inactivos, ha aumentado. Se puede estimar en esta proporción:

1776 1851 1901 1951 1961

menos > > » »

de » » » »

10 12 13 15 17

años » » » »

2 3 . 4 por 24,2 » 22.5 » 22,5 » 29,0 »

100 » » > »

Así, incluso durante el período de descenso de la natalidad, la proporción de niños inactivos no ha disminuido. Aumenta fuertemente desde hace 10 años. Es, pues, absolutamente vano creer en una compensación de las cargas de la vejez por las cargas de la 96

CONSECUENCIAS DE

LA PROLONGACION

DE LA VIDA

juventud. El hombre produce cada vez más, pero requiere una formación cada vez más profunda. Dos evoluciones estrechamente ligadas.

Los muy viejos Poco estudiado aún y, sin embargo, muy preocupante, es el caso de los muy viejos, digamos de los octogenarios. Su número ha aumentado fuertemente y debe aumentar todavía en lo futuro. He aquí la evolución, en Francia (fronteras actuales):

número

1801 1851 1901 1951 1961 1981 (previsión)

159.000 271.000 405.000 693.000 856.000 1.005.000

por 10.000 habitantes 55 74 104 164 190 201

Así, la proporción habrá cuadruplicado casi en dos siglos, en la hipótesis pesimista, en la que el hombre permanece impotente ante el cáncer, el infarto... Los muy viejos, los ancianos, plantean a la sociedad un problema particular, ya que no tan sólo no pueden ya, en la mayoría de los casos, ejercer una profesión, sino porque les es frecuentemente difícil valerse por sí mismos y efectuarse los servicios que toda persona se rinde a sí misma, cuando su estado de salud es relativamente bueno. Algunos han sobresalido en su existencia y acumulado fortuna y honores, otros han fracasado y han sufrido cruelmente. Entre ambos se sitúa la masa de los que su subsistencia está, más o menos, asegurada por el sistema del retiro. Su situación, más todavía que la de los sexagenarios, ha sufrido por la disociación de la familia en el sentido amplio de la palabra. Pero una anomalía parece, a primera vista, evidente en nuestro sistema social: el retiro es el mismo cualquiera que sea la edad. El 7

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LFVrrES

DE

LA VIDA

HUMANA

anciano tiene, pues, no tan só!o la pena de ver acercarse su fin, sino también de ver disminuir su nivel de vida y su poca fortuna, estrictamente económica, disminuir.

Necesidad de una revisión general

Esta anomalía no es, desgraciadamente, la única que debamos lamentar. El problema de la vejez no ha sido nunca resuelto de una manera racional. La sociedad ha acudido siempre a remediar lo más urgente para desembarazarse de un problema molesto y de un remordimiento latente. La sociedad arcaica, tradicional, no tenía por qué preocuparse de la vejez, ya que, como todos los demás problemas sociales, se resolvía en el seno de la familia. Cuando la familia se ha manifestado, con la urbanización, el ahorro individual ha sido recomendado por las clases dirigentes, siempre preocupadas en evitar las cargas. («Enriqueceros por el trabajo y por el ahorro», decía Guizot.) Este proceso ha fallado, puesto que hay tantas hormigas como cigarras, y que muchas han visto su patrimonio carcomido por la inflación. El sistema de! «retiro» ha tomado el aspecto de un gran adelanto social; hubiese podido serlo, en efecto, si no hubiese sido utilizado con demasiada frecuencia, como un medio de eliminar a las personas de edad de toda vida activa, asegurándoles, en condiciones a veces lamentables, la subsistencia. Este pasar de la plena actividad a la plena ociosidad, este sistema del retiro-guillotina es, desde el punto de vista humano, feroz. Esta ruptura brutal provoca dificultades psicológicas, con frecuencia fatales en el primer año. Ni la salud pública, ni el bienestar de los interesados, ni las finanzas, ni la economía ganan nada con ello. Si la mujer de treinta años, no es ya la mujer madura de Balzac, el trabajador de sesenta años no es tampoco el viejo agotado por las privaciones y por las fatigas que fue por mucho tiempo y que todavía es en algunos países. En Rusia, un hombre, en el siglo pasado, podía ser calificado de anciano (starik) antes de la cuarentena, aunque con el alargamiento de la vida, la palabra haya acabado por aplicarse no a la vejez, sino a la madurez. Por otra parte el trabajo manual, de fuerza, desaparece, en provecho de un trabajo de vigilancia, de escritura, e t c . . Apartar a un hombre del trabajo, en estas condiciones, es, a pesar de la opinión corriente, ir en contra de la evolución. Y no hemos hablado ni tan sólo de la cuestión financiera y del crecimiento del número de los beneficiarios.

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CONSECUENCIAS

DE

LA PROLONGACION

DE LA VIDA

Bases de una sociedad nueva La política de la vejez debería conciliar los dos principios de libertad y de solidaridad. El campesino que trabaja por cuenta propia nos enseña claramente el camino a seguir: no pasa bruscamente, un 31 de octubre, de la plena actividad a la plena inactividad. Poco a poco, a medida que sus fuerzas decaen, abandona los trabajos muy duros, pero continúa podando su viña, cuidando de sus ganados... La solución ideal sería el pasar progresivamente de una plena ocupación a una inactividad total, pudiendo extenderse el período durante unos 10 años o más. Además podría empezar antes de la edad de retiro actual, a veces a los 5 0 , sino a los 45 años. Igual que en los primeros años de trabajo, también en los últimos debe existir una orientación profesional. ¿A qué edad y en qué condiciones el individuo hará valer sus derechos legales a una pensión de inactividad? Es él mismo quien debe decidirlo: el baremo de las cantidades recibidas por retiro, para cada edad debe ser establecida de manera que la sociedad no encuentre ni ventaja ni desventaja, en que el retiro comience a una edad o a otra. Es, además, tan absurdo hacer trabajar a alguien que desea retirarse a descansar, como condenar a la inactividad a un hombre que desea mostrarse ú t i l . En los casos, sin embargo, en los que el individuo querría prolongar su actividad más allá de sus capacidades y de lo que él aporta a la sociedad, el retiro puede serle impuesto, pero no en la base del año de su nacimiento, sino según los tests pisocotécnicos o el juicio de personas calificadas. ¿Por qué, en los países capitalistas, la opinión se pronuncia siempre y con claridad en favor de una reducción de la edad de retiro? Primeramente es porque no se procede a ningún cálculo y no conoce el coste de sus deseos; no viendo más que el activo, olvidando el pasivo, considera como un progreso lo que no es más que un cambio y, a veces, un empobrecimiento. Pero es también porque tiene un miedo mórbido al desempleo, y que una ilusión óptica social resultante de una concepción estática y de un conocimiento insuficiente de los resultados recientes, le hace creer que el número de empleos de un país es limitado, como el número de kilómetros cuadrados del territorio. Sin embargo, tiene razón para las profesiones administrativas, públicas o privadas, en las que los puestos de mando no son alcanzados más que al final de la carrera. La gerontocracia se debe combatir tanto más cuanto que el mundo cambia rápido y los hombres

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LIMITES DE

LA VIDA

HUMANA

de edad pueden quedar retrasados respecto a la época que viven. Volveremos sobre ello dentro de poco. La solución específica, en tal caso, es que el puesto más elevado no sea atribuido teniendo en cuenta la edad y que el director acepte, al final de su carrera, un empleo menos elevado en el que será útil y con el que mejorará sus días de antes. La pensión de inactividad debe aumentar con la edad, en particular a partir de los 75 años.

El retiro no es un fin en sí m i s m o La sociedad no debe considerarse como liberada con respecto del individuo, cuando le ha asegurado los medios para subsistir. Si estos medios fuesen amplios, y permitiesen asegurar los servicios indispensables, no se podría pedir más. Pero estamos muy lejos de ello, en tanto que algunos ancianos, faltos de alojamiento, o bien incapaces de asegurar por sí mismos su vida doméstica, caigan, de una manera u otra, como una carga de la sociedad. Si el final es el hospital, en lugar de los 1.000, sean 5 0 0 , incluso, algunas veces, 3 0 0 francos al día, es 4 . 0 0 0 francos o más lo que la colectividad debe aportar. Pero prefiere salir, por menos dinero, con el hospicio, sobre cuyas miserias no es necesario insistir. El cuidado domiciliario sería, ciertamente, menos costoso que el hospital y más humano que el hospicio. Pueden construirse viviendas a tal fin, pero deben estar distribuidas entre las otras. Aquí, como en tantos otros casos, aparecen, en efecto, los inconvenientes de la segregación. El anciano, experiencias tan generosas como desgraciadas lo han demostrado, desea estar rodeado de juventud. Estos problemas, hasta el presente poco estudiados en Francia, aunque haya ido durante mucho tiempo en cabeza del envejecimiento, deberían, cada vez más, retener la atención; la experiencia de los escandinavos, en particular, debería ser plenamente utilizada.

Otras consecuencias de la prolongación de la vida Si las consecuencias económicas, que acabamos de examinar brevemente, son bastante evidentes, muchas otras se disimulan en los repliegues de la vida social. Poco estudiadas hasta ahora, presentan amplios y curiosos problemas. Limitémonos a dos aspectos: El cuerpo electoral ha envejecido, poco a poco. En el momento de la Revolución, la mayoría de los electores era de edad inferior a 100

ti*

• FACULTAD DE ECONOMIA

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CONSECUENCIAS

DE LA PROLONGACION

DE LA VIDA

40 años. Hoy los de más de 45 años son mayoría. Ello no signique el interés de las personas de edad sea mejor defendido. Pero se puede pensar, con razón, en lo que un tal cambio puede tener de conservador, en e¡ sentido más general. Lo que es verdad para el cuerpo electoral es, también, para otros muchos casos, incluso sin hablar de las Academias. Los reyes ascendían jóvenes al trono, muchas veces durante su minoría. Hoy no es raro verles ascender con posterioridad a los 50 años, a la edad en la que tantos trabajadores se retiran. Una situación análoga se halla para ia propiedad hereditaria. La mitad ce los niños (no muertos en edad temprana) veían morir a su padre tes de alcanzar su mayoría de edad. Hoy es a más de 50 años, : - a n d o se sufre la pérdida del padre. Fourastié (1) ha descrito las curiosas modificaciones sobrevenidas en el «calendario demográfico del hombre medio». Citémosle un instante: «Es suficiente conocer, incluso muy mal, la condición humana, para comprender hasta qué punto estos nuevos órdenes de magnitud de la duración de la vida deben engendrar, en el pensaito del hombre medio, un clima distinto del antiguo. En ia época tradicional, la muerte era el eje de la vida, como el cementerio lo era del pueblo. Luego la muerte, la miseria y el sufrimiento físico han retrocedido. No son, pues, considerados ya como las rudas compañeras del hombre, hechas para obligarle a una vida espiritual y al progreso moral, sino como accidentes, como amputaciones, azares desagradables, contrarios a la verdadera naturaleza de la vida humana, y que es preciso no tan sólo combatir, sino además minimizar y disimular...» Antes el hombre vivía, en promedio, 30 años, y las cosas no se transformaban más que lentamente. Hoy día marchan mucho más rápido, el hombre vive cerca de 70 años. Viviendo más tiempo, ve desarrollarse el film a mucha más velocidad. De cada 6 hombres que viven en 1 9 6 1 , uno tenía más de 15 años en 1 9 1 4 ; ha conocido, pues, la época en la que la luz eléctrica y la bicicleta eran un lujo (no hablemos del coche), en la que no era problema ni la radio, ni las vacaciones pagadas para los obreros, ni la seguridad social. Ha visto nacer el cine y la aviación y desaparecer la mendicidad masiva, la multiplicidad de domicilios, de servidores domésticos, el predominio del estilo «pompier», las diligencias, el matrimonio concertado aparte de los jóvenes. De niño, estuvo sometido a una autoridad familiar que no ha podido ejercer tan rigurosamente sobre sus propios hijos. Si admitimos, cifra modesta, que cada año de su

(1) « D e la vie traditionnelle á la vie tertiaire», en «Population»; julio-septiembre 1959.

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LIMITES

DE

LA VIDA HUMANA

vida ha valido por tres de otro tiempo, en términos de cambio, vemos que su vida, que ha pasado de 30 a 70 años, ha sido, en realidad, siete veces más amplia. Pero si no ha seguido el movimiento, si ha sido sorprendido por el «ritmo» de la sociedad, tampoco se ha adaptado y va con retraso sobre su época y con mayor razón respecto de los jóvenes. Y, sin embargo, posee con frecuencia el poder. Esto no significa que los hombres de edad hayan devenido inútiles, léese peligrosos. La experiencia no es un mal argumento: Clemenceau, Churchill, Adenauer, aportan un testimonio convincente.

102

CAPITULO XI

¿HASTA DONDE...?

Intentemos ahora escrutar el futuro, examinar las posibilidades de un nuevo prolongamiento de la vida del hombre y también sus consecuencias. Hablamos, naturalmente, de los resultados alcanzados hasta el presente, es decir, de la situación en los países más evolucionados.

La óptica pesimista Durante dos siglos el hombre no ha hecho más que destruir sus enemigos, matando los microbios o interviniendo con su mano en el organismo para corregir las imperfecciones, lo más frecuentemente, por ablación. Pero no ha obtenido el éxito en dominar o en dirigir el mecanismo de la vida, asistiendo, casi impotente, a la degenerescencia cancerosa o a la esclerosis de las arterias. Si se prolonga esta tendencia, se acabará simplemente tal obra, lo que llevaría la vida media al «límite biológico» de 77 años. Es lo que ha hecho Jean Bourgeois-Pichat (1). El estadígrafo no puede actuar muy diferentemente. No le es lícito descontar los descubrimientos científicos; y, menos aún, prever la fecha. Teniendo en cuenta los medios preventivos (alimentación, vida sana...) para frenar el envejecimiento o, más exactamente, para impedir su aceleración, se llegaría, sin duda, a un límite máximo de la vida media próximo a los 80 años. En una tal suposición, digamos casi en tal óptica, la vida media aumentaría muy poco en los países evolucionados; el progreso consistiría, sobre todo, en permitir a los países más atrasados, alinearse con los más afortunados. (1)

«La mortalMé biologique», I.N.E.D.

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LIMITES

DE

LA VIDA

HUMANA

Además, no se puede excluir totalmente la hipótesis de ción de materias radiactivas, la humanidad dividida y ansiosa del rendimiento inmediato, apartando sin cesar ciones draconianas precisas para detener este peligroso

la acumuladesgarrada, las disposimovimiento.

La visión optimista Pero siempre está permitido ver más allá y esperar. Suponer un parón en la marcha hacia el progreso que dura desde hace dos siglos, poner «nada» en lugar de «desconocido», es realmente adoptar una hipótesis con una débil probabilidad. Es preciso recordar que las extrapolaciones estadísticas, como las de Jean BourgeoisPichat, no excluyen en nada la posibilidad de progresos de un nuevo tipo, de manera que el límite máximo propuesto de 77 ó 80 años podría ser, al contrario, considerado como un límite inferior. Los optimistas parten de otras consideraciones: la vejez, dicen, no es más que una enfermedad, mal conocida. Existen, en la naturaleza, animales (e, incluso, algunas células de los vertebrados superiores) inmortales. Bastaría, añaden, suprimir los residuos metabólicos tóxicos para dar a las células humanas la misma inmortalidad. Y ya algunos creen alcanzar el más importante descubrimiento que jamás haya ocurrido: la eterna primavera. Tales visiones son, excesivamente, simples. Como ha señalado F. Bourliére (1), la analogía entre la célula de un tejido humano y la de un protozoo es muy problemática. La cuestión revierte en comparar la evolución, en el tiempo, de una población (organismo pluricelular) y la de un individuo. Además la inmortalidad de los protozoos está, ella misma, sometida a discusión a causa de las recientes investigaciones, sobre todo por las de M. A. Rudzinska. El optimismo es una actitud ambigua. Es preciso distinguir el optimismo activo, sentimiento que incita, que estimula, y el optimismo pasivo, que lleva, al contrario, a considerarlo todo como resuelto; satisface la inteligencia y la libera del tormento necesario para la investigación. Este optimismo pasivo conduce, con demasiada facilidad, a considerar cierto lo que no lo es, a interpretar febrilmente experiencias dudosas y debe ser considerado responsable de numerosos fallos.

(1) «L'Année gérontologique», 1957. Varios de los hechos aquí están extraídos de esta publicación y de la notable obra «Sénescence et Sénilité», del mismo autor.

104

¿HASTA

DONDE?

La senescencia Considerar la senescencia como una enfermedad, es arriesgarse a no combatirla eficazmente, ya que es un proceso biológico y no una afección concreta. Es también inútil fijar el comienzo de la senescencia a los 30 años, a 60 o a una edad cualquiera, y creer que el organismo se inmoviliza una vez concluido el crecimiento. El envejecimiento comienza desde el momento en que acaba el crecimiento e, incluso, mucho antes para algunos órganos. No tan sólo la fuerza muscular es afectada, sino también la sangre, el riñon, el estómago... El poder de acomodación del cristalino decrece a partir de 10 años, el poder auditivo a partir de la adolescencia. Durante la guerra de Corea, Enos, Holmes y Beyer examinaron el corazón de 3 0 0 soldados jóvenes americanos, muertos a una edad media de 22 años. En un 77 por 100 de ellos, fue localizada una lesión ligera de las coronarias. Esta evolución progresiva hace ya inverosímiles las curas de rejuvenecimiento a partir de los 60 años; es mucho antes que debería actuarse para detener el proceso de envejecimiento. Pero la senilidad se manifiesta también de otra forma: el organismo se adapta con menos rapidez a las modificaciones del medio ambiente y deviene, entonces, más sensible a las «agresiones». Es posible que una agresión sea rechazada por un organismo joven y, en cambio, altere el equilibrio homostático del anciano. La diferencia actual entre enfermedades exógenas y endógenas debería, pues, revisarse. Las enfermedades endógenas podrían combatirse desde fuera. Es preciso añadir que los últimos resultados, en los países más evolucionados en materia de longevidad (Suecia, Noruega, Holanda), indican una tendencia desfavorable, las tasas de mortalidad para las edades elevadas han aumentado un poco. Este resultado, que podría ser debido a una cierta selección, pero en sentido contrario, precisa una confirmación, pero merece un examen.

¿Supresión radical o progresos lentos? Es posible, tal como sostiene la escuela optimista, que la senescencia no dependa más que de cuerpos químicos en muy pequeñas cantidades, no distinguiéndose de los otros cuerpos más que por diferenciaciones ínfimas. En tal caso bastaría multiplicar las investigaciones empíricas y perfeccionar los instrumentos de medición. El 105

LIMITES

DE

LA VIDA HUMANA

éxito no dependería más que de los medios aplicados y, en rigor, del cálculo de probabilidades. No está prohibido esperarlo, pero nada permite, por el momento, creer que el camino esté iniciado. Y, por lo mismo, nada impide esperar que el mecanismo fundamental de la degeneración cancerosa de las células sea descubierto y combatido. Pero aquí también no se trata más que de un deseo. Es muy posible, por otra parte, que el progreso no se manifieste nunca por un descubrimiento espectacular. El grito de «el cáncer está vencido» ha sido lanzado en vano; por contra, la tuberculosis ha pasado a un rango inferior y puede desaparecer poco a poco, de alguna forma, en una muerte dulce. Sobre el cáncer se han obtenido ya algunos resultados, en casos particulares; no es inconcebible que mejoras progresivas permitan vencer el mal o, al menos, prolongar la vida de los enfermos, sin asegurar necesariamente una curación completa, ya que la senescencia, tal como la conocemos, es acelerada por las condiciones de vida. La Metropolitan Life Insurance Company ha calculado en cuánto se prolongaría la esperanza de vida, más allá de los 60 años, si el cáncer o las enfermedades renoca rdiovascu la res fuesen combatidas eficazmente (población blanca): Número de años ganados Reducción de

Cáncer

la mortalidad 10 por 100 20 » » 50 » »

Afecciones renocardiovasculares

0,2 0,3 0,8

0,7 1,4 4,2

La ganancia sería menos elevada de lo que se cree, ya que los enfermos serían simplemente prolongados, en una tal hipótesis. La supresión total (100 por 100) daría cifras mucho más elevadas. La cuestión del régimen alimenticio es una de las que se plantean primero. El racionamiento de ia población durante la guerra ha dado, para las edades bastante elevadas al menos, resultados positivos en los lugares en que era razonable. Según la opinión de los médicos, numerosos son los que se matan por los alimentos, como otros por el tabaco o el alcohol. Pero la mejora no sería más que una completa utilización del potencial humano, no una verdadera elevación del límite máximo y todavía menos un rejuvenecimiento. 106

¿HASTA

DONDE?

¿Qué importa, después de todo, se dirá, la naturaleza íntima del resultado, con tai de que sea obtenido? Si la consunción del individuo es retrasada, será un progreso más y en una época posterior se conseguirá otro.

El segundo límite Los cambios que evocamos no tienen por resultado, necesariamente, prolongar indefinidamente la vida humana; ésta puede franquear su límite actual que se extiende de 50 a 110 años (con una media posible de 77 ó 80 años) y venir a estrellarse contra el otro, el de 110 años, que no alcanza más que una fracción absolutamente ínfima de los hombres. Esta visión es, a decir verdad, demasiado simplista: nada nos permite, ya lo hemos visto, no considerar una duración de vida cualquiera. Imaginemos que todos los hombres reciben, gracias a la medicina, una concesión de un siglo de vida desde su nacimiento. Como consecuencia e, incluso, si las tasas de mortalidad para las edades superiores a 90 años permaneciesen las mismas, ¿la proporción de los que llegan a los 110 años no se habría aumentado considerablemente, lo que daría una ampliación de la esperanza de vida total? No, las tasas de mortalidad para esas edades son tan elevadas (ver el capítulo VI), que el franqueamiento del segundo límite exigiría una reducción notable de la mortalidad para las edades muy elevadas. Pero tampoco aquí se ha reconocido ninguna imposibilidad biológica. Así, parece ilusorio asignar un límite preciso a la vida humana. El biólogo no puede proporcionar argumentos ciertos en favor de ninguna cifra. En lo que se refiere al estadígrafo, no puede constatar más que probabilidades, pero no tiene ninguna razón para afirmar que la casi certeza de morir en el año, constatada, hasta ahora, a los 109 ó 110 años, se mantendrá en lo futuro. Modificando el primer límite, la ciencia debe elevar también, probablemente, el segundo.

El poder La longevidad humana está bajo la influencia del tríptico saber, poder, querer. Lo que hemos dicho hasta ahora interesa tan sólo al «saber». Es preciso, además, que cada individuo pueda utilizar todos los progresos de la ciencia. El «poder» depende de la renta y de la condición social. Hemos visto que su influencia ha sido 107

LIMITES

DE

LA

VIDA

HUMANA

determinante en el siglo XIX y que hoy aún pensar que la tendencia a la nivelación se de las clases modestas, sea por una mejora por una mejor distribución de las rentas y sea, en fin, por la extensión de la Seguridad

es apreciable. Se debe proseguirá en provecho económica general, sea un desarrollo cultural, Social.

La reducción del factor económico y social, ya muy sensible, no puede más que acentuarse. ¿Qué sucedería si un producto milagroso, de opoterapia, por ejemplo, no fuese obtenido más que a precios muy elevados y, sobre todo, en cantidades extremadamente pequeñas? Es difícil admitir que la opinión tolere ver reservado a los millonarios un medio de vivir, negado resueltamente a los demás. La tendencia será, o dirigida a controlar este producto y a reservarlo en principio (sin duda con derogaciones discretas) a los casos médicamente más dignos de interés, o primordialmente consagrando un esfuerzo suficiente a la producción de tal producto. El rico o el poderoso conservará siempre alguna superioridad, pero ésta será, a la vez, atenuada y velada.

El querer vivir «Poder», «saber», muy bien, pero es preciso además «querer». El querer vivir más tiempo puede ser dominado, lo hemos visto, por voluntades más fuertes. A la pregunta «¿El hombre quiere vivir más tiempo?» se añade una segunda: «¿En qué condiciones?» Si se traía de impotencias graves o de sufrimientos repetidos, o aún de privaciones heroicas, es permitido dudar, o al menos algunos dudarán, u otros dudarán por ellos. Absteniéndonos de resolver tales dilemas, hemos de constatar que la débil proporción de suicidios entre el número de las personas de edad, conocedores de la miseria y los sufrimientos, justifica el viejo dicho: «Más vale sufrir que morir.» Pero existen fórmulas más sutiles de suicidio; hay personas que abrevian su vida de manera semivoluntaria. Sin tener que evocar los estupefacientes, ni incluso el tabaco o el alcohol, hay maneras de vivir más o menos sanas. Algunos hombres adoptan hábitos que abreviarán casi con certeza su existencia. Lo que hace más soportable la idea de la muerte es, sin duda, que nadie sabe con certeza la duración que le ha sido asignada. Es, gracias a esta preciosa incertidumbre, que cada uno camina sin demasiada aprensión. Pero, por ello mismo, tal incertidumbre —acompañada a veces de ignorancia o de un conocimiento insufic i e n t e — conduce a una negligencia que abrevia los días. Las rela108

¿HASTA

DONDE?

ciones entre el tabaco y el cáncer de pulmón han sido establecidas con claridad, pero no son más que eso: relaciones; grandes fumadores alcanzan edades avanzadas sin ser inquietados, o son víctima de otra afección. Si el hombre conociese exactamente su capital vida y midiese de manera precisa su propio desgaste, quizá su vida sería insoportable. En todo caso, con el desconocimiento actual, cada uno establece una especie de compromiso entre la tenue voz de los remordimientos y las tentaciones del inmediato. Y ello nos conduce a una curiosa pregunta, o más bien a una curiosa respuesta. ¿Qué población estaría asegurada de tener una vida más larga? Es una población servil compuesta de esclavos ciertamente bien alimentados, cuidados, e t c . , y a los que serían impuestas las servidumbres de la vida sana. Sería preciso, bien entendido, que este condicionamiento perfecto fuese bien admitido, que fuese impuesto desde el nacimiento y que no se le mostrase ningún otro horizonte.

La eutanasia El respeto que rodea a los ancianos obedece a antiguos escrúpulos. Acordándose, más o menos confusamente, de su estado primitivo en el que sólo prevalecía la fuerza, la sociedad reacciona contra tal recuerdo y contra la tentación perpetua de un retorno a lo que está por debajo, incluso, de la bestialidad. Para llegar a ello, y singularmente al principio de la evolución, es preciso reaccionar en el otro sentido y consagrar respeto a los viejos, sino veneración. La diferencia hacia los débiles es, además, una prueba de fuerza social. Una sociedad que, en nombre de principios utilitarios, condenase los viejos improductivos, acabaría en una miserable agonía. Y, sin embargo, nadie es lo suficiente fuerte para condenar, en tal o cual caso preciso, la eutanasia, término eufémico del homicidio por piedad. El viejo gime por el dolor, ninguna esperanza de salvarlo, todo lo más, la posibilidad de prolongar por algunas horas su agonía. Una inyección lo aliviaría y abreviaría sus sufrimientos. Será para todo el mundo lo que púdicamente se llama una liberación. Los autores dramáticos, los novelistas, explotan con agrado este sentimiento de humanidad. El doctor Thibault mata, por sí mismo, a su padre, al que quería profundamente; en «El ciclón», de Somerset Maugham, es la madre quien ha dado las pastillas de cloralina a su hijo muy querido y ello para evitarle una tortura moral. El lector, que también sufre, le da naturalmente la razón. Un film completo de Cayatte «Justice est faite» ha tratado este tema. 109

LIMITES

DE

LA VIDA HUMANA

Y ¿qué decir de los pueblos (o de las ciudades) en los que el fin de más de un viejo fue discretamente acelerado en el tiempo, en el que los permisos de inhumación se concedían con más facilidad? Los testimonios de condolencia no son menos emocionados y las lágrimas derramadas no son de glicerina. Pero no removamos el fondo de las conciencias. El recuerdo también debe ser inhumado. Pero la ley no transige, el médico no debe tener ningún pacto con la muerte; su deber es luchar contra ella, por todos los medios. El sufrimiento no es el enemigo, puesto que es la vida. ¿Se concibe otra postura oficial? Falto de discontinuidad brutal, que señale el punto en el que es preciso detenerse, un resbalón podría ser fatal. Pero todo miedo a resbalar provoca la contracción, la crispación. Y si se admitiese alguna tolerancia oficial, el enfermo se preguntaría, al entrar en el hospital, si no es acogido allí para ser inmolado a la tranquilidad social. Acabaría por existir una sala especial y enfermeras y especialistas médicos. Llegado a tal punto de la explicación, nadie sigue más adelante. Desde entonces, todo está «en regla», y ya no se habla más. El médico da «una pócima calmante», diciendo a la desolada familia que volverá mañana... Y si el caso se plantease, el forense le daría, sin duda, la razón. En los asilos, un «loable deseo de economía» desaconseja diversos tratamientos costosos, que tendrían quizás alguna posibilidad de prolongar la vida, y que serían posiblemente empleados por el millonario americano o por el jerarca soviético. Para efectuar tal dislocación de los principios igualitarios, lo único que se precisa es encontrar las palabras justas: «Los procedimientos están todavía poco a punto; ¿no vale más dejar a estos hombres tranquilos que atormentarlos por un resultado dudoso e, incluso, quizá nefasto? La calma y el reposo son, a veces, los mejores defensores de la vida...» El papel de la hipocresía social en la sociedad podría ser objeto de un amplio debate. Guardémonos de iniciarlo en el momento en que acabamos este libro y limitémonos a afirmar que ni la ley ni la deontología médica pueden transigir con la vida. Sabemos darla frecuentemente, sabemos prolongarla a veces, no nos pertenece nunca acortarla, por la gran razón de que no sabemos devolverla. No rompamos un hilo que no sabemos anudar.

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DOCUMENTOS

TABLA

la

T A B L A DE SUPERVIVENCIA DE LA P O B L A C I O N DE ESPAÑA (*) Población total

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100.000 100.000 100.000

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100.000 100.000

1

79.887

84.896

83.887

88 347

88.520

93.601

96.339

5

63.115

71.389

70.677

80 3 3 5

81.788

90.974

95.566

10

60.389

69.094

68.254

78 8 3 7

80.370

90.148

95.258

15

59.020

67.888

66.965

77 8 5 6

79.479

89.600

95.012

20

57.004

66.043

65.024

76 2 7 3

77.931

88.727

94.655

25

54.181

63.621

62.465

74 193

75.696

87.457

94.198

30

51.367

61.294

59.983

7 2 109

73.385

86.009

93.575

35

48.703

58.945

57.551

69 936

71.114

84.589

92.852

40

46.111

56.267

54.977

67 5 4 0

68.452

83.132

91.897

45

43.491

53.380

52.214

64 8 0 8

65.283

80.994

90.573

50

40.551

50.204

49.121

61 6 0 4

61.455

78.286

88.610

55

36.907

46.322

45.371

57 5 7 6

56.642

74.779

85.652

60

32.200

41.137

40.516

52 189

50.420

69.733

81.145

65

26.181

34.198

34.125

44 886

42.504

62.170

74.675

70

18.843

25.592

25.977

35 328

32.984

51.618

64.615

75

10.348

16.091

16.529

23 843

22.419

38.708

50.874

80

4.322

7.426

7.761

12 3 1 8

11.980

24.205

33.974

85

1.043

2.183

2.325

4 180

4.300

10.621

16.175

90

127

338

368

768

851

2.668

5.577

23

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71

291

1.006

95 (*)

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6

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Cifras provisionales obtenidas por el método de Wiesler. (N. del T.)

TABLA

Ib

T A B L A DE SUPERVIVENCIA DE LA P O B L A C I O N DE ESPAÑA (*) Varones

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1900

1910

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100.000 100.000 100.000

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1930

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(1) 1 9 6 0

100.000 100.000 100.000 100.000

83.976

83.287

87.645

88.173

93.133

95.942

5

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70.562

70.187

79.574

81.407

90.475

95.120

10

59.611

68.290

67.771

78.036

79.941

89.593

94.777

15

58.346

67.176

66.595

77.112

79.105

89.036

94.499

20

56.419

65.362

64.608

75.463

77.354

88.093

94.028

25

53.389

62.861

61.964

73.320

74.559

86.655

93.472

30

50.392

60.646

59.608

71.288

71.502

85.008

92.736 91.878

35

47.704

58.480

57.255

69.077

68.652

83.370

40

45.112

55.827

54.636

66.516

65.469

81.646

90.758

61.585

79.191

89.207

45

42.338

52.763

51.633

63.428

50

39.125

49.272

48.098

59.671

56.771

75.950

86.843

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35.185

45.003

43.795

54.937

50.790

71.580

83.158

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39.432

38.428

48.794

43.473

65.372

77.577

65

24.307

32.246

31.718

40.873

34.889

56.593

69.758

70

17.303

23.758

23.550

31.125

25.459

45.220

58.133

75

9.872

14.827

14.425

20.197

15.992

32.334

43.517

80

3.892

6.846

6.382

9.975

7.742

19.068

27.104

85

929

2.028

1.770

3.221

2.477

7.824

11.858

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319

256

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3.717

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Cifras provisionales obtenidas por el método de Wiesler. (N. del T.) 8

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TABLA

le

T A B L A DE SUPERVIVENCIA DE LA P O B L A C I O N DE ESPAÑA (*) Mujeres

Edad 0

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1910

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100.000 100.000 100.000

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85.907

84.546

8 9 101

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94.094

96.757

5

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72.292

71.215

81 148

82.194

91.498

96.036

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61.249

69.973

68.785

79 692

80.826

90.728

95.765

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59.772

68.668

67.381

78 6 5 5

79.878

90.185

95.552

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57.666

66.789

65.479

77 132

78.526

89.381

95.306

25

55.029,

64.432

62.996

75 113

76.792

88.278

94.953

30

52.381

61.996

60.395

72 9 8 0

75.133

87.017

94.439

35

49.738

59.475

57.888

70 8 4 2

73.426

85.795

93.852

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47.143

56.768

55.352

53 6 0 3

71.286

84.583

93.054

45

44.667

54.048

52.809

66 2 1 1

68.847

82.742

91.934

50

41.988

51.169

50.132

63 544

66.049

80.538

90.335

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38.635

47.650

46.916

60 204

62.512

77.849

88.050

60

34.126

42.827

42.572

55 566

57.569

73.900

84.576

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28.084

36.126

36.513

48 899

50.564

67.472

79.350 70.657

70

20.418

27.422

28.402

3 9 584

41.201

57.682

75

11.850

17.362

18.645

2 7 602

29.710

44.754

57.702

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4.765

8.007

9.175

14 7 8 7

17.043

29.115

40.378

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2.335

2.916

5 220

6.629

13.347

20.211

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1 001

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3.515

7.366

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7

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402

1.415

(*)

Cifras provisionales obtenidas por e! método de Wiesler. (N. del T.)

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TABLA

Ha

E S P E R A N Z A DE VIDA DE LA P O B L A C I O N DE ESPAÑA Población total

(en años) Edad

1900

1910

1920

1930

1940

1950

1960

0

34,76

41,73

41,15

49,97

50,10

61,18

69,65

1

42,38

48,06

47,95

55,49

55,53

65,44

71,28

5

49,32

52,91

52,67

56,91

56,00

63,36

67,85

10

46,45

49,60

49,47

52,94

51,95

58,92

63,07

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45,37

48,58

47,51

54,29

58,22

20

38,87

41,63

41,65

44,53

49,39

49,85

53,44

25

35,76

38,12

38,25

40,71

39,60

45,57

48,68

30

32,59

34,47

34,73

36,81

35,77

41,31

43,99

35

29,24

30,74

31,09

32,88

31,83

37,00

39,31

40

25,74

27,08

27,43

28,96

27,97

32,69

34,69

45

22,14

23,41

23,75

25,07

24,20

28,43

30,17

50

18,56

19,73

20,08

21,24

20,55

24,28

25,78

55

15,13

16,17

16,53

17,54

17,07

20,31

21,57

60

11,96

12,87

13,19

14,08

13,86

16,55

17,62

65

9,12

9,96

10,18

10,95

10,96

13,08

13,91

70

6,67

7,44

7,56

8,21

8,38

9,96

10,65

75

4,74

5,36

5,43

5,93

6,14

7,42

7,80

80

3,40

3,82

3,87

4,19

4,36

5,33

5,39

85

2,46

2,73

2,75

2,95

3,06

3,70

3,66

90

1,78

1,95

1,96

2,08

2,15

2,79

2,25

95

1,17

1,36

1,46

1,47

1,53

2,41

1,39 115

TABLA

II b

E S P E R A N Z A DE VIDA DE LA P O B L A C I O N DE ESPAÑA Varones (en años) Edad

1900

1910

1920

1930

1940

1950

1960

0

33,85

40,92

40,26

48,38

47,12

58,76

67,32

1

41,74

47,64

47,24

54,13

52,37

63,12

69,15

5

48,60

52,45

51,81

55,50

52,62

60,99

65,74 60,96

10

45,66

49,12

48,58

51,55

48,55

56,54

15

41,60

44,89

44,40

47,14

44,03

51,92

56,14

20

37,93

41,06

40,68

43,11

39,97

47,50

51,41

25

34,93

37,60

37,31

39,29

36,37

43,28

46,70

30

31,86

33,88

33,69

35,34

32,82

39,10

42,05

35

28,52

30,04

29,97

31,39

29,07

34,88

37,42

40

25,02

26,35

26,28

27,50

25,36

30,65

32,85

45

21,49

22,73

22,66

23,71

21,80

26,48

28,38

50

18,04

19,16

19,14

20,05

18,43

22,47

24,08

55

14,77

15,73

15,76

16,55

15,29

18,68

20,03 16,28

60

11,74

12,58

12,60

13,30

12,43

15,18

65

9,00

9,81

9,72

10,38

9,87

11,96

12,80

70

6,61

7,41

7,20

7,83

7,59

9,07

9,82

75

4,71

5,36

5,16

5,70

5,61

6,67

7,24

80

3,38

3,84

3,69

4,06

4,03

4,80

5,08

85

2,45

2,75

2,64

2,88

2,87

3,31

3,57

90

1,76

1,97

1,90

2,04

2,05

2,39

2,21

95

1,10

1,40

1,23

1,48

1,50

2,06

1,37

116

TABLA

II c

E S P E R A N Z A DE VIDA DE LA P O B L A C I O N DE ESPAÑA Mujeres

(en años) Edad

1900

1910

1920

1930

1940

0

35,70

42,56

42,05

51,60

1

43,01

48,46

48,65

56,85

1950

1960

53,24

63,50

71,90

58,83

67,63

73,29

5

49,99

53,34

53,51

58,30

59,52

65,59

69,83

10

47,19

50,04

50,33

54,32

55,49

61,16

65,03

15

43,29

45,94

46,32

50,00

51,12

56,51

60,16

20

39,78

42,16

42,59

45,94

46,96

52,03

55,31

25

36,56

38,61

39,17

42,10

42,96

47,68

50,52

30

33,28

35,03

35,75

38,26

38,85

43,34

45,77

35

29,92

31,41

32,19

34,34

34,70

38,94

41,04

40

26,43

27,79

28,55

30,38

30,66

34,55

36,37

45

22,76

24,06

24,81

26,38

26,66

30,19

31,79

50

19,05

20,27

21,00

22,38

22,68

25,89

27,31

55

15,47

16,57

17,26

18,48

18,81

21,71

22,94

60

12,17

13,14

13,75

14,80

15,20

17,69

18,77

65

9,23

10,10

10,59

11,46

11,94

13,97

14,82

70

6,72

7,48

7,88

8,54

9,07

10,62

11,31

75

4,78

5,35

5,67

6,13

6,58

7,93

8,23

80

3,42

3,80

4,02

4,31

4,61

5,66

5,63

85

2,47

2,71

2,84

3,01

3,20

3,91

3,81

90

1,79

1,94

2,02

2,11

2,22

2,96

2,57

95

1,07

1,36

1,44

1,47

1,54

2,53

1,73 117

TABLA

III

E S P E R A N Z A DE VIDA AL NACER EN L A S REPUBLICAS DE IBEROAMERICA (en años)

118

1945-1950

1955-1960

Uruguay

62-65

65-68

Argentina

61-62

64-66

Costa Rica

52-58

58-62

Cuba

52-58

56-62

Panamá

48-53

54-59

Venezuela

45-50

53-57

Chile

47-51

53-56

Brasil

40-48

50-58

Paraguay

48-52

50-58

Méjico

45-48

51-55

Nicaragua

45-52

50-55

Perú

40-48

48-55

Colombia

44-48

48-53

El Salvador

40-47

48-52

Honduras

40-46

45-50

República Dominicana

38-45

45-50

Ecuador

38-43

43-48

Guatemala

37-42

40-46

Bolivia

36-42

40-45

Haití

32-38

36-45

TABLA

IV a

COCIENTES DE M O R T A L I D A D DE LA P O B L A C I O N DE ESPAÑA (por 1.000)

Población

Edad

total

1900

1910

1920

1930

1940

1950

0

201,13

151,04

161,13

116,53

114,80

63,99

1

107,03

77,76

78,06

46,66

42,09

12,70

5

11,96

9,31

10,09

4,54

4,47

2,30

10

4,80

3,61

3,87

2,71

2,37

1,27

2,96

1,52

15

5,49

4,41

4,72

3,23

20

9,14

6,97

7,47

5,20

5,24

2,58

25

10,69

7,67

8,23

5,66

6,36

3,21

30

10,55

7,26

8,03

5,86

5,97

3,51

6,53

6,95

2,74

35

10,73

8,71

8,71

40

11,17

10,00

9,74

7,66

8,62

4,55

45

12,66

11,31

11,19

9,18

10,80

6,12

50

16,28

13,98

13,93

11,76

14,16

7,93

55

22,93

19,73

19,12

16,50

19,75

11,43

60

33,97

30,17

28,22

24,74

28,64

18,40

65

52,30

46,88

43,65

38,49

42,04

30,16

70

84,31

72,82

70,08

61,52

62,29

47,10

75

140,17

118,44

115,48

100,74

96,41

71,19

80

212,77

184,14

181,12

162,27

154,27

122,43

85

302,12

269,92

267,00

246,12

235,87

200,82

90

408,21

375,78

373,12

352,27

341,22

306,36

95

531,04

501,71

499,48

480,73

470,30

439,05 119

TABLA

IV b

COCIENTES DE M O R T A L I D A D DE LA P O B L A C I O N DE ESPAÑA (por 1.000)

Varones

Edad

1900

1910

1920

1930

1940

1950

0

210,45

160,24

167,13

123,55

118,27

68,67

1

108,13

77,67

77,24

47,32

42,56

12,79

5

11,69

9,21

10,05

4,65

4,57

2,44

3,08

2,74

2,39

1,36

10

4,69

3,61

15

5,05

4,09

4,57

3,25

3,08

1,58

20

9,52

7,34

7,97

5,55

6,39

2,91

25

11,81

7,64

8,04

5,61

8,41

3,70

30

11,07

6,89

7,70

5,92

8,12

4,01

35

10,72

8,38

8,70

6,91

8,57

3,46

40

11,83

10,46

10,36

8,61

10,90

5,30

45

14,12

12,46

12,75

10,89

14,30

7,32

50

18,44

15,74

16,43

14,34

19,29

10,08

55

25,50

22,09

22,34

20,06

26,67

14,92

60

36,57

33,21

31,93

29,39

37,34

23,47

65

54,57

50,10

47,91

44,31

52,71

36,88

70

86,01

74,99

75,77

68,42

75,48

55,38

75

141,89

118,91

124,66

108,44

112,82

81,32

80

214,45

183,32

192,59

170,30

172,51

133,59

85

303,68

268,21

279,56

253,99

254,55

212,18

90

409,59

373,60

385,57

359,52

358,94

317,09

95

532,18

499,47

510,62

486,89

485,68

448,33

120

TABLA

IV c

COCIENTES DE M O R T A L I D A D DE LA P O B L A C I O N DE ESPAÑA (por 1.000)

Mujeres

Edad

1900

1910

1920

1930

1940

1950

0

190,84

140,93

154,54

108,99

111,10

59,06

1

105,90

77,87

78,95

45,97

41,59

12,60

5

12,24

9,41

10,13

4,42

4,37

2,16

10

4,91

3,61

3,96

2,68

2,35

1,19

15

5,92

4,72

4,86

3,21

2,85

1,47

20

8,80

6,66

7,02

4,87

4,16

2,24

25

9,68

7,71

8,41

5,70

4,69

2,75

30

10,06

7,59

8,34

5,81

4,00

3,06

8,72

6,17

5,45

2,11

40

10,56

9,58

9,17

6,78

6,53

3,88

45

11,31

10,22

9,77

7,60

7,62

5,03

50

14,30

12,36

11,63

9,39

9,54

6,01

55

20,58

17,61

16,17

13,31

13,64

8,39

60

31,56

27,48

24,85

20,66

21,18

14,17

43,95

39,88

33,47

33,30

24,87

35

10,73

9,01

65

50,19

70

82,73

70,77

65,26

55,67

52,03

40,97

75

138,61

118,00

108,13

94,44

84,27

64,17

80

211,28

184,92

172,14

155,86

141,15

114,99

85

300,75

271,54

257,28

239,93

222,68

193,44

90

407,01

377,85

363,55

346,64

328,86

299,51

95

530,07

503,85

490,96

476,01

459,68

433,20 121

TABLA

V

SUPERVIVIENTES SEGUN L A S T A B L A S TIPO Esperanza de vida:

25 años Nivel 10 (i)

30 años Nivel 20

35 años Nivel 30

40 años Nivel 40

45 años

100.000 70.951 56.217 52.372 50.088 47.230 43.726 40.021 36.090 31.843 27.207 22.367 17.648 13.155 9.125 5.654 2.876 1.099 245

100.000 74.441 62.201 58.871 56.831 54.123 50.664 47.064 43.282 39.207 34.681 29.761 24.629 19.353 14.188 9.329 5.109 2.143 558

100.000 77.535 67.389 64.558 62.778 60.301 57.024 53.666 50.168 46.404 42.154 37.368 32.085 26.299 20.199 14.002 8.201 3.757 1.125

100.000 80.427 72.050 69.672 68.147 65.943 62.941 59.888 56.727 53.321 49.425 44.894 39.649 33.603 26.824 19.466 12.102 5.993 2.023

100.000 83.091 76.272 74.316 73.036 71.117 68.441 65.744 62.965 59.963 56.482 52.300 47.233 41.120 33.873 25.553 16.733 8.867 3.310

100.000 73.185 57.679 53.585 50.913 47.638 43.731 39.552 35.258 30.940 26.781 22.723 18.680 14.709 10.753 7.052 3.854 1.566 385

100.000 76.627 63.834 60.294 57.925 54.843 51.044 46.994 42.860 38.700 34.615 30.452 26.067 21.451 16.474 11.420 6.676 2.970 849

100.000 79.675 69.144 66.151 64.095 61.300 57.763 54.003 50.189 46.348 42.507 38.437 33.945 28.937 23.162 16.860 10.476 5.076 1.660

100.000 82.441 73.805 71.307 69.554 67.090 63.905 60.539 57.137 53.698 50.180 46.318 41.885 36.706 30.392 23.067 15.129 7.898 2.895

100.000 85.095 78.133 76.095 74.637 72.540 69.792 66.929 64.013 61.041 57.919 54.363 50.107 44.942 38.331 30.205 20.805 11.627 4.720

Nivel 50

Sexo masculino 0 año 1 » 5 años 10 » 15 » 20 » 25 » 30 35 » 40 » 45 50 » 55 » 60 » 65 » 70 » 75 » 80 » 85 Sexo femenino Oaño 1 5 años 10 » 15 20 » 25 » 30 » 35 » 40 » 45 » 50 » 55 60 » 65 s 70 » 75 » 80 85 »

(1) Los niveles bajos corresponden a una elevada mortalidad y, recíprocamente,

122

E L A S NACIONES UNIDAS 50 años Nivel 60

55 años Nivel 70

60 años Nivel 80

65 años Nivel 90

70 años Nivel 100

73 años Nivel 110

100.000 85.622 80.180 78.599 77.546 75.900 73.575 71.240 68.846 66.247 63.172 59.345 54.521 48.466 40.908 31.847 21.751 12.198 4.943

100.000 88.189 84.025 82.792 81.949 80.598 78.672 76.741 74.756 72.567 69.913 66.511 61.989 56.084 48.373 38.722 27.499 16.183 7.057

100.000 91.553 88.513 87.579 86.913 85.831 84.291 82.744 81.142 79.336 77.073 73.990 69.757 64.008 56.180 46.000 33.638 20.646 9.569

100.000 94.948 92.996 92.326 91.824 90.999 89.860 88.704 87.745 86.038 84.143 81.408 77.454 71.880 63.986 53.384 40.080 25.456 12.415

100.000 97.033 96.087 95.697 95.380 94.842 94.136 93.399 92.554 91.490 89.970 87.610 84.008 78.710 70.965 60.227 46.284 30.322 15.458

100.000 97.959 97.526 97.335 97.167 96.882 96.495 96.050 95.487 94.712 93.528 91.596 88.468 83.639 76.351 65.875 51.732 34.971 18.581

100.000 87.625 82.136 80.515 79.333 77.615 75.332 72.940 70.500 67.981 65.266 62.064 58.093 53.076 46.413 37.747 27.141 16.086 7.123

100.000 90.042 85.945 84.708 83.792 82.433 80.615 78.702 76.726 74.652 72.342 69.506 65.857 61.080 54.486 45.509 33.962 21.190 10.090

100.000 92.941 90.044 89.160 88.500 87.488 86.128 84.686 83.158 81.511 79.586 77.105 73.785 69.302 62.887 53.770 41.441 27.082 13.726

100.000 95.867 94.139 93.585 93.161 92.486 91.571 90.575 89.465 88.203 86.637 84.490 81.502 77.353 71.196 62.064 49.147 33.399 17.838

100.000 97.663 96.860 96.568 96.328 95.926 95.397 94.786 94.048 93.136 91.908 90.089 87.434 83.642 77.803 68.831 55.662 38.977 21.690

100.000 98.461 98.095 97.952 97.823 97.608 97.314 96.946 96.461 95.800 94.826 93.282 90.912 87.381 81.840 73.184 60.278 43.337 24.963

los niveles elevados corresponden a una

lidad baja.

123

TABLA

VI

COCIENTES DE M O R T A L I D A D

SEGUN L A S

(POR 1.000) Esperanza de vida:

25 años Nivel 10

30 años Nivel 20

35 años Nivel 30

40 años Nivel 40

45 años Nivel 50

290,4 207,7 68,4 43,6 57,0 74,2 84,7 98,2 117,7 145,6 177,9 211,0 254,6 306,3 380,4 491,3 618,0 777,2

255,6 164,4 53,5 34,7 47,6 63,9 71,0 80,3 94,1 115,4 141,9 172,4 214,2 266,9 342,4 452,3 580,6 739,7

224,6 130,9 42,0 27,6 39,4 54,3 58,9 65,2 75,0 91,6 113,5 141,4 180,3 231,9 306,8 414,3 541,9 700,4

195,7 104,2 33,0 21,9 32,3 45,5 48,5 52,8 60,0 73,1 91,7 116,9 152,5 201,7 274,3 378,3 504,9 662,4

169,1 82,1 25,6 17,2 26,3 37,6 39,4 42,3 47,7 58,1 74,0 96,9 129,4 176,2 245,6 345,2 470,1 626,7

268,1 211,9 71,2 49,7 64,3 82,0 95,6 108,6 122,5 134,4 151,5 177,9 212,6 268,9 344,2 453,5 593,8 754,3

233,7 166,9 55,4 39,3 53,2 69,3 79,3 88,0 97,0 105,5 120,3 144,0 177,1 232,0 306,8 415,4 555,0 714,3

203,2 132,2 43,3 31,1 43,6 57,7 65,1 70,6 76,5 82,9 95,7 116,9 147,5 199,6 272,1 378,6 515,4 673,0

175,6 104,7 33,8 24,6 35,4 47,5 52,7 56,2 60,2 65,5 77,0 95,7 123,6 172,0 241,0 344,1 478,0 633,4

149,5 81,8 26,1 19,2 28,1 37,9 41,0 43,6 46,4 51,1 61,4 78,3 103,0 147,1 212,0 311,2 441,2 549,0

Sexo masculino 0 año l a 5 años 5 a 10 » 10 a 15 » 15 a 2 0 » 20 a 25 » 25 a 30 » 30 a 35 » 35 a 40 » 40 a 45 » 45 a 50 » 50 a 55 » 5 5 a 60 » 60 a 65 » 65 a 7 0 » 7 0 a 75 » 75 a 8 0 » 80 a 85 » Sexo femenino 0 año l a 5 años 5 a 10 » 10 a 15 » 15 a 2 0 » 20 a 25 » 25 a 30 » 30 a 35 » 35 a 40 » 40 a 45 » 4 5 a 50 » 50 a 55 » 55 a 6 0 » 6 0 a 65 » 65 a 70 » 70 a 75 » 75 a 80 » 80 a 85 » 124

T A B L A S TIPO DE L A S NACIONES UNIDAS 50 años Nivel 60

55 años Nivel 70

60 años Nivel 80

65 años Nivel 90

70 años Nivel 100

73 años Nivel 110

143,8 63,6 19,7 13,4 21,2 30,6 31,7 33,6 37,7 46,4 60,6 81,3 111,0 155,9 221,5 317,0 439,2 594,8

118,1 47,2 14,7 10,2 16,5 23,9 24,5 25,9 29,3 36,6 48,7 68,0 95,3 137,5 199,5 291,1 410,4 563,9

84,5 33,2 10,5 7,6 12,4 17,9 18,3 19,4 22,3 28,5 40,0 57,2 82,4 122,3 181,2 268,7 386,2 536,5

50,5 20,6 7,2 5,4 9,1 12,5 12,9 13,9 16,4 22,0 32,5 48,6 72,0 109,8 165,7 249,2 364,9 512,3

29,7 9,7 4,1 3,3 5,6 7,4 7,8 9,0 11,5 16,6 26,2 41,1 63,1 98,4 151,3 231,5 344,9 490,2

20,4 4,4 2,0 1,7 2,9 4,0 4,6 5,9 8,1 12,5 20,7 34,1 54,6 87,1 137,2 214,7 324,0 468,7

123,7 62,6 19,7 14,7 21,6 29,4 31,7 33,4 35,7 39,9 49,1 64,0 86,3 125,5 186,7 281,0 407,3 557,2

99,6 45,5 14,4 10,8 16,2 22,1 23,7 25,1 27,0 30,9 39,2 52,5 72,5 107,9 164,8 253,7 376,1 523,8

70,6 31,2 9,8 7,4 11,4 15,5 16,7 18,0 19,8 23,6 31,2 43,1 60,8 92,6 145,0 229,3 346,5 493,2

41,3 18,0 5,9 4,5 7,2 9,9 10,9 12,2 14,1 17,8 24,8 35,4 50,9 79,6 128,3 208,1 320,4 465,9

23,4 8,2 3,0 2,5 4,2 5,5 6,4 7,8 9,7 13,2 19,8 29,5 43,4 69,8 115,3 191,3 299,7 443,5

15,4 3,7 1,5 1,3 2,2 3,0 3,8 5,0 6,8 10,2 16,3 25,4 38,8 63,4 105,8 176,3 281,0 424,0 125

SIGNIFICADO DE L A S T A B L A S

TIPO

DE

LAS

NACIONES

UNIDAS

En un gran número de países, la mortalidad no es lo suficientemente bien conocida como para que permita establecer una tabla de supervivencia. Se puede suplir la tal laguna por medio de las tablas tipo. Se admite, para ello — ¡ o que no es verdad más que aproximadament e — , que la mortalidad en una edad dada, determina la mortalidad para todas las edades. Dicho de otra forma, la mortalidad en un país no dependería más que de la edad y de la situación de este país, desde el punto de vista del desarrollo económico y sanitario. En tai hipótesis bastan indicaciones parciales dignas de confianza para «clasificar» un país en un nivel correspondiente. Por ejemplo, si en Guatemala la mortalidad infantil es de 100,5 por 1.000 (es la cifra anunciada para 1957), lo que corresponde a 8 9 . 9 5 0 supervivientes de un año, son las tablas de «nivel 70» y «nivel 80» las que se aproximan más a tal cifra y la encuadran. Podríamos deducir que la esperanza de vida al nacer está comprendida entre 55 y 60 años (un cálculo de interpolación podría darnos una cifra más precisa) y tener así una estimación, para no importa qué edad, del número de supervivientes y del cociente de mortalidad.

127

INDICE ALFABÉTICO

INDICE A L F A B E T I C O

Actividad e inactividad Alimentación defectuosa — natural Ancianos, Problemas de los

99 3 1 , 90 10, 13 9 7 , 100

Biológico (ver: Límite) Calendario demográfico 101 Cáncer 8 4 , 106, 109 Catástrofes, Misión de las 8 4 , 1 0 6 , 109 Caracteres físicos 67 Ciencia: — creencia ciega en la 14 — progreso de la 107 Clima 68 Coeficientes de mortalidad: — comparación entre 37 — en España 119,120,121 — en Francia 37 — instantáneos 46 Composición por edades 3 6 , 7 2 , 85 — en España 81 Crecimiento de la población 2 7 , 86 — previsiones de las Naciones Unidas 89 Defunciones (ver: mortalidad): — observadas 4 6 , 61 Deontología médica 110 Desempleo 39 Desigualdades sociales 66, 68, 70, 71, 74 Doctrinas socialistas 14 Duración de la vida humana (ver: Esperanza de vida, límite inferior; límite máximo; probabilidad; supervivientes; vida máxima; vida media; viejos excepcionales) — ejemplos fabulosos 9 — encuestas de opinión 12 131

Edades (ver: composición por, pirámide de) Emigración (ver: migraciones) — causa del envejecimiento de la población 82 — recurso a la 90 Enfermedades: — endógenas 58, 105 58, 74, 105 — exógenas Envejecimiento: 82 — causas del 93 — consecuencias sobre el retiro 79, 84 — definición del 79 — índice de 80, 88 — proceso de — tendencia al 12 20, 28, 3 1 , 56, 68 Epidemias 93, 95, 96 Escolaridad, prolongación de la Esperanza de vida (ver: Duración de la vida humana; límite máximo; probabilidad; • vida media) 106 — aumento de la 42 — cálculo de la 4 2 , 5 1 , 1 1 5 , 116, 117 — en España 6 2 , 107 — infinita 39 — en Londres, 1629-1661 23, 28 — en el Imperio Romano 76 — según las clases sociales 38, 42 — al nacer 51, 56 — en diversos países — de las familias reinantes, S XV-XIX 4 8 4 2 , 118 — en Iberoamérica — según las tablas tipo de las Na4 5 , 122, 125 ciones Unidas 44, 45, 64, 65 Estadísticas, imperfección de las 43 — inexistencia de 109 Eutanasia Familia, crisis de la Fecundidad en los pueblos primitivos — constante, cálculos basados en la Fuentes históricas, valor de las

98 27 83,90 26

Gerontocracia Guerras

99 20, 28, 3 1 , 56

Hambres Herencia, Condiciona la longevidad

20, 28, 31, 56, 90 67

Jornada de trabajo

95

132

Leyes de la muerte 4 6 , 75 Límite biológico 18, 2 1 , 7 3 , 8 5 , 103 Límite de la vida humana (ver: Duración de la vida humana; probabilidad, vida máxima) 104 — inferior 17, 67 — máximo 6 1 , 107 — máximo, dificultades de medida 24 Listas mortuorias Migraciones (ver: emigración) — alteran la tabla de supervivencia Mito del paraíso perdido — de la tierra prometida — formación y subsistencia del — razones y utilidad del Mortalidad (ver: Cocientes de defunciones; sobremortalidad; tabla tipo de; tasa de) — descenso de la — diferencial — medida de la — y natalidad — en edades muy avanzadas — por edades en España — por profesiones — biológica — excepcional — infantil, reducción de la — infantil, según los barrios — infantil, según profesión del padre — infantil, según sexos — normal Muerte (ver: leyes de la) Naciones Unidas (ver: Tablas tipo) — organismos demográficos Natalidad: — descenso de la — limitación de la — recuperación de la — y mortalidad Nivel cultural — económico — de vida

20 13 14 9, 1 1 , 15, 61 13, 15

47, 65, 43 85 62, 55 74 42, 20 52, 73 75 66 20,

54 66, 71, 72, 73, 75 1 0 5 , 107 67 69, 83

28, 3 1 , 56

43 82, 27, 81, 85 75, 76, 57,

8 3 , 84, 8 5 , 89 2 8 , 8 6 , 91 93, 95 76, 77 77 73, 75, 91, 95, 98

Orientación profesional Osarios

99 24

Países desarrollados — subdesarrollados

91 8 6 , 8 7 , 8 9 , 91 133

Período preestadístico Pleno empleo Pirámide de edades Población (ver: Crecimiento de la) — activa Prehistoria Probabilidad — de alcanzar el límite máximo — de superar la vida máxima — de alcanzar una edad dada Progreso económico — de la ciencia y de la técnica — médico — social Puntas de sobremortalidad (ver: sobremortalidad) — degeneración Razas, degeneración — mortalidad diferencial Registro civil. España — inexistencia del — tenencia correcta del Registro parroquial Rejuvenecimiento, Causas de — noticia de un Renta (ver: retiro) —redistribución de la Retiro, Edad del — equilibrio del sistema de — no es un fin en sí — renta del

2 3 , 71 94 83 92 26 18, 18, 18 53, 28, 49, 53

64, 85 106, 107 108 9 4 , 107 56

13 13 66 45 1 1 , 4 3 , 4 4 , 61 11,23,40,45 3 0 , 45 104 15 96, 94, 80, 10 91,

108 99 94 8 4 , 9 7 , 99

Salubridad del campo y de la ciudad 68 Seguridad social 54, 108 Senescencia 105 Sobremortalidad, Desaparición de la 56 — masculina 66 — puntas de 20 Supervivientes (ver: Duración de la vida humana; vida media, tabla de supervivencia) — a diversas edades en España 52 — a diversas edades en Francia 52 Tabla de supervivencia: — condiciones de construcción — definición de la — de generación 134

2 5 , 40 19 4 0 , 52

— del momento — de España — exposición histórica — de Francia, 1 8 6 0 — primeras tabtes de — vida probable, según la Tablas tipo de las Naciones Unidas — de mortalidad — de supervivencia Tasa de mortalidad, general — de mortalidad, a las diversas edades — de mortalidad, naturales — de mortalidad y tabla de supervivencia — de natalidad, natural Tontinas

4 1 , 51 19, 1 1 2 , 113, 114 38 19 38, 39, 40 43 4 5 , 124, 1 2 5 , 127 4 8 , 1 2 2 , 1 2 3 , 127 35 36 27 20,41 27

39, 72 Vejez, como enfermedad 14, 104 Vida máxima (ver: Duración de la vida humana: Límite, probabilidad) 17, 2 5 , 4 1 , 6 1 Vida media (ver: Duración de la vida humana; Esperanza de vida; Probabilidad; Supervivientes) 5 2 , 8 4 , 103 — alargamiento 19, 25, 3 5 , 3 8 — definición 21,28, 32,47 — efectiva 12 — opinión pública sobre la 1 0 3 , 104 — futura 29, 30, 39 — en los siglos XVI y XVIII 21, 28 — normal 41 — obtención y significación 1 0 , 13 Vida natural 43 Vida probable Viejos excepcionales 10, 1 1 , 13 — causas de la fábula

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Libros colección

Tau

CIENCIA

Libros Y

Tau

CULTURA

Dirigida por Enrique Lluch, Profesor de la Universidad de Barcelona

1.

- CÓMO ESTUDIAR,

2.

- LÍMITES DE LA VIDA HUMANA,

por Harry Maddox. Traducción de M. Dolores Bordas y Prudencio Comes. por Alfred Sauvy.

Traducción de Eugenio Giral.

EN P R E N S A

SEIS PENSADORES EXISTENCIALISTAS, LOS EXÁMENES,

por H. S. Blackham.

por Clifford Alien.

serie macro-Tau EL PRIMER DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA,

por Gwyn Jones. Establecimiento de los Vikingos en.lslandia, Groenlandia y América. (Profusamente ilustrado con láminas y mapas).

HABITAT, ECONOMIA Y SOCIEDAD, Introducción Geográfica a la Etnología. (Profusamente ilustrado)

por C. Daryll Forde.

1

Alfred Sauvy,

nacido en 1898 en Vilanova de ia Rao, Cataluña francesa, ha sido uno de los pioneros de! estudio científico de la población y representante de su país ante la Comisión de la Población de las Naciones Unidas. Dirigió el Instituí National d'Études Démographiques d e s d e su fundación en 1945 hasta 1962, año en que le fue encomendada una cátedra en el Collége de France.

La muerte es un golpe seco, un hilo que se rompe. La longitud de este hilo importa mucho a los hombres. Por el momento, las estadísticas muestran que de 10 millones de personas de 98 años de edad tan sólo 3 individuos alcanzan los 110. Sin embargo, se dice, la vejez no es más que una enfermedad que se curará como las otras. El profesor Sauvy expone en este libro las conclusiones de la ciencia demográfica en cuanto a vida media del hombre en el pasado, esperanza de vida de las generaciones actuales, y perspectivas que aguardan al hombre en el porvenir. Explica cómo la desigualdad ante la muerte depende no sólo del sexo y del clima sino también del estado civil, de la residencia en la ciudad o en el campo y de la condición social o profesional. Y plantea las consecuencias psicológicas, económicas y políticas de la prolongación de la vida y del envejecimiento de la población.

Eugenio G i r a l es p r o f e s o r de D e m o grafía y Estadística en ¡a E s c u e l a Católica de Enseñanza S o c i a l de Barcelona.

(Portada de V- Casanovas)

Una serie de docui dísticos referentesI a Iberoamérica har rados para esta edición por 6 autor y el traductor.

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