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Libertad como Idea filosófica Los diversos conceptos mundanos, académicos del término libertad constituyen una constelac

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Libertad como Idea filosófica Los diversos conceptos mundanos, académicos del término libertad constituyen una constelación muy oscura, una nebulosa. La Idea de libertad está repartida y como refractada en el conjunto de estos conceptos particulares, acepciones o determinaciones. Sólo por la mediación de estas determinaciones y a través de la confrontación crítica de las mismas, puede intentarse una reconstrucción sistemática. Esta reconstrucción de una Idea de Libertad es la tarea de la filosofía. La Idea de libertad sólo se manifiesta, porque sólo se desarrolla también, abriéndose camino a través de los fenómenos, de los diferentes conceptos de libertad que, a su vez, están determinados en el curso de los procesos históricos, culturales y sociales. Por tanto, la Idea de libertad sólo puede analizarse a través de esas concreciones suyas por cuya mediación, además, seguirá determinándose en lo sucesivo. La Idea de libertad, si es que puede ser establecida, deberá extraerse de esa nebulosa; y no necesariamente como un “común denominador” a todas sus partes, o como una “integración armónica” de todas ellas, sino acaso como una reconstrucción de algunas partes a partir de otras, o de todas a partir de terceros componentes que puedan demostrarse que actúan en aquellas partes. Lo que implicaría, eventualmente, antes la “desintegración” o trituración que la “integración” de las partes de esa constelación de la libertad en la Idea de libertad. Según esto, es la crítica de las determinaciones fenoménicas o conceptuales de la libertad el único punto de partida objetivo para una reflexión filosófica sobre la libertad. Cuando, por los motivos que sean, aceptamos alguna de esas determinaciones, o incluso todas ellas, como suficientes para los propósitos del momento (por ejemplo, cuando utilizamos, en contextos bien delimitados, el concepto estadístico de “grados de libertad”, o el concepto jurídico de “libertad de residencia”) entonces el análisis filosófico de la libertad podrá ser considerado, con razón, superfluo. El paso a la reflexión filosófica está determinado, por tanto, por la estructura misma del campo histórico, social, etc. de la libertad y por la crítica interna del mismo. La crítica de los fenómenos y conceptos constitutivos del campo de la libertad la entendemos, ante todo, como una clasificación y como una confrontación de las relaciones entre sus diversas determinaciones. (Si el análisis del concepto de “caída libre” corresponde a la Física, y el concepto de “mercado libre” corresponde a la Economía política, la confrontación profunda entre ambos conceptos requiere una perspectiva filosófica “de segundo grado”. [3, 5]) Podríamos expresar lo anterior diciendo que las cuestiones que suscita la idea de libertad, considerando la amplitud de sus determinaciones, son cuestiones transcendentales: su tratamiento requiere la consideración de la conexión del sujeto operatorio, no ya con alguna región determinada (categorial), sobre la cual se ejercen sus operaciones, sino sobre los componentes más genéricos de su operatividad y, por tanto, sobre la universalidad de los diversos campos de operaciones.

Introducción Elegí como problema filosófico la libertad, lo hice porque una vez, leyendo una novela, tuve un momento de reflexión sobre la libertad, que cambió completamente el concepto que tenía sobre este tema, por lo que me gustaría trabajarlo. Me formulé como pregunta filosófica: ¿Somos real y totalmente libres?

Y mi respuesta fue esta: Yo pienso que una libertad total no existe, porque uno no puede hacer lo que quiere en este mundo, vivimos acatando leyes y normas, y su incumplimiento contrae un castigo, por ejemplo: decido no trabajar porque “si trabajo para alguien no soy libre, y si tengo hambre o sed, fácil, robo algo, porque yo hago lo que quiero, soy una persona libre”, pero qué pasa, la ley dice que no se puede robar …… Pero por más que la persona se sintiera libre en el interior y decidiera ciertas actitudes, siempre estuvieron determinadas por las condiciones ambientales que lo rodeaban, y este sentimiento se convierte en una ilusión, jamás tuvo una libertad real. Con lo que respecta a San Agustín de Hipona, dice que a lo largo de la historia Dios le ha concedido al ser humano dos dones: El libre albedrío: al contrario que el resto de los animales, que tienen una función determinada, al principio de los tiempos, Dios le concedió al ser humano una “voluntad indeterminada” que le permitió elegir entre dos caminos: el bien (lo que quiere Dios) o el mal (un querer propio). El primer hombre que pudo elegir fue Adán, y escogió mal. Por lo tanto, su alma la heredamos todos, por lo que estamos condenados a no poder “no pecar”; y La libertad: es el segundo don que Dios concede a algunos hombres tras haber desaprovechado el primero. Éste les permite “no pecar”. Los hombres dotados son influenciados por Dios para que escojan bien, a pesar de que ellos piensesn que su propia volundad la que las permite elegir