Leyendas Ecuatorianas

EL JINETE SIN CABEZA Dice la leyenda, que en un pueblo muy apartado de toda civilización, un Jinete en un caballo hermos

Views 118 Downloads 5 File size 274KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

EL JINETE SIN CABEZA Dice la leyenda, que en un pueblo muy apartado de toda civilización, un Jinete en un caballo hermoso acostumbraba a recorrer por las oscuras noches. La gente muy extrañada se preguntaba por qué hace algo tan raro aquel hombre ya que, no era común que alguien saliera tan tarde y mucho menos, por las noches por una caminata.

Una día, durante la noche muy oscura empezó a aparecer fuertes relámpagos, y al día siguiente, el Jinete desapareció de la nada. Días después ya no regresó hasta que con el pasar de los años, la gente se olvidó de él. Tiempo después, en una noche de lluvias y truenos, similar a la que cuando desapareció, se escuchó nuevamente la misma cabalgata del Jinete.

Las personas que lo veían por las noches, sintieron curiosidad por verlo y se asomaron para verlo, sin embargo, cayo un rayo que iluminó los alrededores y de paso, al Jinete demostrando horriblemente, que no tenia Cabeza.

EL PEINE DE ORO

El peine parece ser un atributo de la Diosa Madre mediterránea, personificación del poder generador.

En las márgenes de los arroyos, las lamias vascas peinan sus largos cabellos con peines de oro. Son criaturas con aspecto de sirena y patas de ave que seducen a los hombres a los que pueden llevar a la perdición. El peine simboliza a la vez erotismo y ambición, pues con él tienta a los hombres que, deseosos de apoderarse de la joya, sucumben ante la lamia. En ocasiones las lamias someten a todo tipo de infortunios a los hombres hasta que devuelven el peine robado, pero otras veces la relación es erótica y puede acabar incluso en matrimonio. Las leyendas también hablan de lamias del mar, como la que, según los pescadores del Golfo de Vizcaya, provocó el hundimiento del Mina Mari al peinar su rubia cabellera con un peine de oro.

(En la mitología griega, Lamia era una doncella amada por Zeus cuyos hijos hacía perecer la celosa Hera nada más nacer. Consecuentemente la desdichada Lamia, presa de desesperación se convirtió en un monstruo que, envidioso de otras madres más afortunadas, robaba y devoraba a los niños.)

LA DAMA TAPADA

Hace más de doscientos años en las calles apartadas de Guayaquil, los trasnochadores veían la Dama Tapada. Anoche vi a la Dama Tapada, contaba en una reunión de amigos, el Fulanito. Son puros cuentos, respondía el amigo con aires de valentón. Yo nunca he tropezado con ella. Nunca se la ve antes de las 12 de la noche, ni después de las campanadas del alba, opinaba otro asistente a la reunión. Según la leyenda, la Tapada era una dama de cuerpo esbelto y andar garboso, que asombraba en los vericuetos de la ciudad y se hacía seguir por los hombres. Nunca se supo de dónde salía. Cubierta la cabeza con un velo, sorpresivamente la veían caminando a dos pasos de algún transeúnte que regresaba a la casa después de divertirse. Sus almidonadas enaguas y sus amplias polleras sonaban al andar y un exquisito perfume dejaba a su paso. Debía ser muy linda. Tentación daba alcanzarla y decirle una galantería. Pero la dama caminaba y caminaba. Como hipnotizado,el perseguidor iba tras ella sin lograr alcanzarla.De repente se detenía y, alzándose el velo se enfrentaba con el que la seguía diciéndole: Míreme como soy... Si ahora quiere seguirme, sígame...Una calavera asomaba por el rostro y un olor a cementerio reemplazaba el delicioso perfume. Paralizado de terror, loco o muerto quedaba el hombre que la había perseguido. Si conservaba la facultad de hablar, podía contar luego que había visto a la Tapada .

LA LEYENDA DEL CERRO SANTA ANA

Mucho antes de la llegada de los españoles y del asentamiento de los huancavilcas, un lujoso palacio acuñado de oro, plata y mármol se levantaba en las profundidades del cerro Santa Ana. Su dueño era un cacique que un día, desesperado, mandó a llamar al curandero más anciano del lugar con la esperanza de que curara a su hija enferma.

Pero el curandero obligó al cacique a elegir entre su riqueza y su hija. “La única cura”, dijo. “Es que devuelvas a sus dueños legítimos todas las riquezas obtenidas y robadas en tus batallas”. La avaricia habló y el cacique optó por su riqueza, mientras arrojaba un hacha de oro al curandero.

El brujo, furioso, escapó de la muerte y maldijo al cacique y a su hija. “Vivirás con tu hija y tus tesoros en las entrañas del cerro”, sentenció. ”Tu hija deambulará fuera de palacio cada cien años hasta el día que encuentre a un hombre que la prefiera por sobre sus bienes”.

Pasaron muchos años hasta que llegara la conquista española y, con ella, el soldado Nino de Lecumberry, quien al llegar a la cumbre del cerro Santa Ana se encontró con la hija del cacique. Sin conocer su historia, la siguió hasta el centro del cerro, a su palacio, y tuvo que elegir entre quedarse con ella o los tesoros del lugar.

Nuevamente la avaricia fue más y el español tuvo que enfrentar la ira del cacique. Estando en peligro de muerte, imploró de rodillas a la cristiana Santa Ana, madre de María y abuela de Jesús, para que lo sacara de ese lugar.

Al lograrlo, en agradecimiento, colocó en la cima del cerro, una cruz con la leyenda de Santa Ana. Desde ahí, los pobladores empezaron a llamar así al lugar que antes era llamado por los aborígenes originarios como Loninchao.

LA TUNDA

La Tunda es uno de los seres más malvados que pueden existir en la selva, esta mujer fea y monstruosa tiene un pie de molinillo o de tingui-tingui (raíz de un árbol) y el otro como el de un bebé. Se lleva a los niños desobedientes y aquellos que no recibieron el bautismo, también atrae a maridos trasnochadores e infieles y a jóvenes hombres o mujeres hacia los bosques y los retiene cautivos allí. Engaña a sus víctimas tomando la forma de un ser querido, cuando los tiene en sus dominios, los alimenta con langostinos y cangrejos, para conservarlos con vida en una especie de trance conocido como entundamiento. Los “entundados” aprenden a amar a esta mujer y rechazan a los humanos. Para poder rescatarlos, es necesario formar una comisión familiares y un sacerdote. Todos ellos se internan en el monte tocando tambores (cununos y bombos), quemando pólvora, disparando escopetas, rezando las oraciones y diciendo palabras soeces para que ella desaparezca.

Esta horrenda criatura se dedica al consumo de seres humanos, dado que posee un apetito feroz, caza a muchas víctimas en el lapso de pocos días. Los mantiene dóciles con sus malos olores, y ellos le permiten chupar un poco de sangre para satisfacer sus impulsos vampíricos.

Algunos dicen que la Tunda es negra y que huele mal, es un ser que experimenta sentimientos humanos, se enamora, se queja y odia, especialmente a los niños. A pesar de sus sentimientos y acciones humanas, tiene poderes sobrehumanos, pues es ella quien produce la conjugación de sol y lluvia, y cuando esto pasa la gente del Pacífico dice que: “la Tunda está pariendo“.

EL BARCO FANTASMA

Por los lentos ríos amazónicos navega un barco fantasma, en misteriosos tratos con la sombra, pues siempre se lo ha encontrado de noche. Está extrañamente iluminado por luces rojas, tal si en su interior hubiese un incendio. Está extrañamente equipado de mesas que son en realidad enormes tortugas, de hamacas que son grandes anacondas, de bateles que son caimanes gigantescos. Sus tripulantes son bufeos vueltos hombres. A tales peces obesos, llamados también delfines, nadie los pesca y menos los come. En Europa, el delfín es plato de reyes. En la selva amazónica, se los puede ver nadar en fila, por decenas, en ríos y lagunas, apareciendo y desapareciendo uno tras otro, tan rítmica como plácidamente, junto a las canoas de los pescadores. Ninguno osaría arponear a un bufeo, porque es pez mágico. De noche vuélvese hombre y en la ciudad de Iquitos ha concurrido alguna vez a los bailes, requebrando y enamorando a las hermosas. Dióse el caso de que una muchacha, entretenida hasta la madrugada por su galán, vio con pavor que se convertía en bufeo. Pudo ocurrir también que el pez mismo fuera atraído por la hermosa hasta el punto en que se olvidó su condición. Corrientemente, esos visitantes suelen irse de las reuniones antes de que raye el alba. Sábese de su peculiaridad porque muchos los han seguido y vieron que, en vez de llegar a casa alguna, fuéronse al río y entraron a las aguas, recobrando su forma de peces. Sale el barco desde las más hondas profundidades, de un mundo subacuático en el cual hay ciudades, gentes, toda una vida como la que se desenvuelve a flor de tierra. Salvo que esa es una existencia encantada. En el silencio de la noche, aguzando el oído, puede escucharse que algo resuena en el fondo de las aguas, como voces, como gritos, como campanas…

LA LEYENDA DE ETSA

Iwia, un demonio terrible, tenía la costumbre de atrapar a los shuar, meterlos en su enorme shigra y después comérselos.En cierta ocasión, atrapó y luego se comió a los padres de Etsa. Se llevó al poderoso niño para tenerlo a su lado y, durante mucho tiempo, le hizo creer que él era su padre. Cuando Etsa creció, todos los días cazaba para el insaciable Iwia, que siempre pedía pájaros para postre. El muchacho regresaba con la gigantesca shigra llena de aves de todas las especies. Una mañana, cuando apenas empezaba su cacería, descubrió que la selva estaba en silencio. Ya no había pájaros coloridos por ninguna parte. Solo quedaba la paloma Yápankam, posada sobre las ramas de una Malitagua. Cuando Etsa y la paloma se encontraron en medio de la soledad, se miraron largamente. -¿Me vas a matar a mí también? preguntó Yápankam. -No, dijo Etsa. Parece que he dejado toda la selva sin pájaros. Sintiéndose culpable, a Etsa se le fueron las fuerzas y se dejó caer sobre el colchón de hojas del piso. Entonces Yápankam voló donde estaba Etsa y, a tuerza de estar juntos en medio de ese silencio, se convirtieron en amigos. Yápankam aprovechó para contarle al muchacho la manera en que Iwia había matado a sus verdaderos padres. Entonces, nada ni nadie podía consolar a Etsa: lloraba con una mezcla de rabia y tristeza. Cuando Yápankam se dio cuenta de que Etsa estaba calmado, le dijo: -Muchacho, no puedes hacer nada para devolverle la vida a tus padres, pero aún puedes devolvérsela a los pájaros. -¿Cómo?, dijo Etsa. La paloma explicó: “Introduce en la cerbatana las plumas de los pájaros que has matado, y sopla”. El muchacho lo hizo y de inmediato empezaron a salir miles de pájaros de todos los colores que levantaron el vuelo y con su alegría poblaron nuevamente la selva. Etsa ya no volvió donde Iwa.

EL ORO DE LOS LLANGANATES Se dice que el llamado Juan el Oso se había casado con la hija del Inca. Su suegro poseía una Gran cantidad de oro y, en señal de ello, acostumbraba llevar puesto, en uno de los dedos de Su mano derecha un anillo de oro macizo. Un día, el así llamado Juan el Oso, dijo a su mujer: _ Tu padre tiene un anillo de oro puro. Yo quiero tener ese anillo. Bien mandada fue la esposa de Juan el Oso a pedirle a su padre, el Inca, que le diera el ansiado Anillo. El Inca se negó, no quería entregarle el anillo a su yerno porque era muy ambicioso. El Inca Temeroso de que Juan el Oso le robara el anillo, lo cuidaba celosamente. Tanto así, que cuando Dormía lo guardaba en su boca.

Juan el Oso no había dejado de ambicionar el anillo de su suegro y tramó un plan para quitárselo. Un día se encontró con un ratón y le dijo: _ Mi suegro está ahí durmiendo, con el anillo en la boca. Métele el rabo en la nariz y muévele, Haciéndole cosquillas. ¡Ve ¡ El ratón hizo todo lo que Juan el Oso le pidió.

_ ¡Uuuuaau, arrojando

uuuaaauuuglla!

_ estornudó el suegro de Juan el Oso,

Lejos el anillo y vomitando absolutamente todo. El ratón cogió el anillo y se lo dio a Juan el oso. _ ¿Qué ha sucedido? _ dijo el inca, terriblemente enojado.

Entonces el Inca cogió todo el oro que tenía y se fue a los cerros Llanganates y los ocultó ahí Desde entonces, nosotros ignoramos el lugar donde está el oro. Si Juan el Oso no se hubiera Robado el anillo de su suegro, ahorita tendríamos oro en abundancia. De todas maneras, sabemos Que el tesoro está oculto en los Llanganates. LA VIUDA DEL TAMARINDO EL ATAUD AMBULANTE