Lectura Orante de La Biblia

LECTURA ORANTE DE LA BIBLIA Esta manera de orar, con la Palabra de Dios, se llama “lectura orante de la Biblia”. Al deci

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LECTURA ORANTE DE LA BIBLIA Esta manera de orar, con la Palabra de Dios, se llama “lectura orante de la Biblia”. Al decir del catecismo de la Iglesia: “Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues ´a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras`”1. Orígenes2, de quien procede la expresión “LECTIO DIVINA”, o, para nosotros, “LECTURA ORANTE DE LA BIBLIA”, “exhortaba a leer la Palabra de Dios con un corazón abierto y en un clima de oración”3. Luego, los monasterios medievales, hicieron “una práctica más continua y sistemática”4, de este modo de orar. La búsqueda de los monjes era leer TODA la escritura como si fuera una escalera que lleva al cielo (cfr. Génesis 28, 12; Juan 1, 51). Por ejemplo, para GUIGO, monje cartujo del siglo XII, esta lectura orante es una ESCALERA DE CUATRO PELDAÑOS: lectura, meditación, oración y contemplación. La idea de los monjes era recorrer toda la Sagrada Escritura, tal cual es, desde el centro, que es JESUCRISTO. Esta es una tarea para toda la vida, donde el orante va siguiendo la Palabra de Dios y va integrando la fe en la vida, para así tomar las decisiones vitales desde la luz que las Sagradas Escrituras proyectan sobre el sujeto orante y su comunidad. Es el mismo GUIGO quien nos invita a alimentarnos por la palabra de Dios en la oración: “Busquen leyendo… y encontrarán meditando; llamen orando… y se les abrirá por la contemplación”5. Desde allí es que nos animamos a leer, continuamente, toda la Escritura al modo de la “LECTURA ORANTE”, para encontrar en ella la presencia de Dios que nos ha salvado a través de Jesucristo, su Hijo amado.

ALGUNOS PUNTOS PREVIOS 1

Catecismo de la Iglesia Católica, N° 2653. Cita a SAN AMBROSIO, De officis ministrorum: 1, 88; Patrologia Latina 16, 50A.

2

Orígenes (griego ORIGENES; latín Origenes Adamantius; en algunos textos antiguos, también Horigenes o bien Origines) (Alejandría, 185 - Tiro o Cesarea Marítima, 254) es considerado un Padre de la Iglesia, destacado por su erudición y, junto con San Agustín y Santo Tomás uno de los tres pilares de la teología cristiana. Gran estudioso y amante de las Sagradas Escrituras.

3

La Lectio Divina, Armando Levoratti, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Nuevo Testamento, Verbo Divino, Navarra, 2003, p. 26.

4 5

Idém, p. 26. Ver GUIGO II el cartujo, Scala Claustrorum: Patrología Latina 184, 476C. Citado por catecismo de la Iglesia Católica, N° 2654.

1.- Preparar el lugar adecuado de oración. Un cirio – La Biblia – Cruz. 2.- Relajarse y ponerse en clima o situación de oración. •

Cada persona es distinta. Algunos entran fácilmente en oración al recitar oraciones conocidas o aprendidas de memoria. Esas “Oraciones preparatorias”, les pueden ser de utilidad para iniciar el momento de oración.



Otros necesitan “cambiar de aire”. Hacer pequeños ejercicios respiratorios, con inspiraciones profundas y expiraciones largas. Esa “Respiración” inicial los ayudará a dejar atrás el “mundo” y entrar en el “cielo”.



Otros prefieren tratar de “Poner la mente en blanco”. Puede ser un buen método para permitirle a Dios llenarles de su gracia y entendimiento.



Cualquiera sea el modo de prepararse, lo importante es saber que lo que viene es un encuentro con Dios y un momento profundo de oración frente a Él.

3.- Iniciar la lectura orante de la Palabra con una invocación al Espíritu Santo, u otra similar.

LOS PELDAÑOS

LECTURA: La lectura se hace sobre el texto elegido. Esta debe ser cuidadosa, sin apuros. Se busca entender lo que dice. Si algo no se entiende, volver a leer (también sirve un trabajo previo –ejemplo: la noche anterior– sobre el texto en cuestión para erradicar dudas sobre palabras o sentido del texto), es la acción inicial en la lectura orante, demanda una visión global sobre el relato, una comprensión general del mismo.

MEDITACIÓN: Es la lectura atenta e inteligente en clave oracional. No estamos ante un trabajo científico, sino ante un encuentro de oración con Dios. Se busca COMPRENDER. El intelecto es la parte más usada en este momento. Razonar, es la clave. Aquí rumiamos el relato, lo des-armamos, pasamos de la lectura continua a una detallista. Al comprender nos apropiamos de las enseñanzas que la palabra nos da. No lo entendamos al estilo escolar, ni en una visión sistemática de una doctrina. La en-seña-nza, es mostrarnos las señales del Reino en el mundo, en la comunidad eclesial, en mí. Tiene, sobremanera, un carácter indicativo, como de mojones para la oración, son señales de Dios para que sepamos cómo ir hacia Él y encontrarnos con su presencia.

No olvidemos que el relato bíblico es una CATEQUESIS y hay que tomarla como tal. En la meditación se da la comprensión profunda del relato y sus consecuencias múltiples para la vida. Si no se lee en clave de CATEQUESIS su aprovechamiento no será pleno. Ver los personajes – los verbos utilizados – quién busca algo – qué busca ese alguien – qué se dice – quién dice – por qué lo dice – quién encuentra algo – quién ayuda para que algo pase – quién obstaculiza o se opone a que algo pase. Es decir: hay que rumiar el texto, sacarle el jugo, usar la inteligencia para comprenderlo y entender lo que nos quiere decir. Tenemos que estar atentos a que no haya una sola mirada: un texto dice mucho más que una sola cosa. Si nos acercamos con sumo cuidado y le permitimos expresarse, vamos a ver las “rugosidades” del texto. Frecuentemente, por la ley del menor esfuerzo, vemos el árbol que tapa el bosque, nos quedamos con la primera impresión de lo que nos dice, o con lo que sabíamos sobre ese pasaje de las Escrituras. Esto vuelve infértil la tarea de la meditación. Como Moisés, hay que ir “más allá del desierto” (Éxodo 3, 1). Animarnos a salir de lo conocido, para contemplar la “zarza ardiente”, el yuyito que arde sin consumirse. Esa es la Meditación, como tarea, es encontrar en lo cotidiano y conocido de la Escritura la “llama de amor vivo” (san Juan de la Cruz). Una vez que hemos meditado en profundidad el relato nos concentramos en lo esencial del mismo. La “esencialidad” del relato no está marcada como un sendero único, la “esencialidad” del texto meditado está relacionada con la experiencia de vida, su situación, su circunstancia, con ella interactúa, se funde. El relato no cambia su sentido, su orientación. Somos nosotros los que, al apropiarnos de él, ponemos el acento, desde nuestra circunstancia vital, sobre aquello que nos interesa o nos hace falta. Observemos que esta realidad supera a la “decisión” personal. No se trata de lo que “quiero”, se enmarca en un dialogo que produce sentido de vida entre la Palabra sacada de la memoria y nosotros que la contextualizamos en nuestro ahora.

ORACIÓN: Cuando se leyó y comprendió, cuando se asimiló, la ORACIÓN se eleva a Dios. Podemos intentar esta oración al modo tradicional de la Iglesia: 1.- Oración de petición o súplica. Está dirigida a que Dios escuche la necesidad del orante. Interesante sería saber “qué se pide” y “para qué se lo hace”. Ejemplo: “pido la gracia de la conversión, para que mi vida sea verdaderamente cristiana”. Importante: que las súplicas tengan relación con lo meditado de la Palabra de Dios. 2.- Oración de Intercesión. Está dirigida a que Dios escuche la necesidad de otras personas distintas al orante, por las cuales o la cual este eleva su plegaria. Interesante sería saber “qué se pide” y “para qué se lo hace”.

Ejemplo: “Pido a Dios por NN, para que sea feliz con la Buena Nueva de Jesucristo”. 3.- Oración de Alabanza. La oración de Alabanza es una oración gratuita, desinteresada. El orante capta lo que Dios es y hace, por eso expresa su asombro y gozo con una oración de parabienes. Es un “piropo” a Dios por sus bondades. A Dios se lo alaba por lo que es, por lo que hace y por lo que hace en mí. La oración de alabanza puede contener un vocabulario muy rico, que el mismo orante va descubriendo en su propia oración constante. Algunos términos similares: ALABO – ENGRANDEZCO – EXALTO – ENALTEZCO – GLORIFICO – APLAUDO – HONRO. La oración de alabanza tiene un “que” y un “porque”. Ejemplo de oración de ALABANZA: •

A ti, Dios de mis padres, yo te alabo y glorifico, porque me has dado la sabiduría y la fuerza (Daniel 2, 23).



Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños (Mateo 1, 25).

Recuerde que su oración de alabanza esté referida al pasaje leído y meditado. 4.- Oración de Acción de Gracias. La acción de gracias es la respuesta satisfecha de aquel que reconoce que Dios está obrando en él. Esta oración es la retribución humilde de quien nada tiene para devolver por el favor recibido. Es la oración del pobre, del humilde, del que no tiene otro modo de mostrar que sabe que se le dio algo que no podría conseguir por sus propios medios. El “GRACIAS” es, al igual que gesto de delicadeza hacia el generoso, reconocimiento de la propia pobreza. Ejemplos de oración de acción de gracias: • Gracias, Jesús, por regalarme la Buena Noticia de la Salvación. • Muchas gracias, Señor, porque me lavaste de mis pecados. • Estoy agradecido, porque me elegiste para ser como Juan el Bautista, mensajero de tu Reino. Recuerde que su acción de Gracias esté referida al relato meditado.

CONTEMPLACIÓN: La marca registrada de la Contemplación es el silencio. Más que un hacer, la contemplación es un ver, un dejar hacer, un fundirse con el Otro. En la contemplación dejaras que los arroyos superficiales silencien su rumor, para permitir que los ríos subterráneos movilicen las aguas profundas. En la contemplación las raíces buscan la hondura. La contemplación no es acción,

es actitud. La contemplación silencia a la inteligencia, para hundirse en el “sí mismo”. En la contemplación se da una experiencia mística, en el sentido de prestar oído a los susurros, de afinar la vista en lo invisible. El que contempla deja que fluya la vida en él. Su situación constante es el “dejar hacer”. Lo que “vimos” en la meditación, lo “experimentamos” en la contemplación. Al ser una experiencia fuertemente mística, la contemplación, es un bien arduo, costoso. Ella es como la perseverancia para los pacientes, o la resiliencia para los vencidos. Así como la masa, unida por el panadero, necesita de “reposo” previo a la cocción; así, la contemplación, es el “reposo”, el “leudar”, de lo que amasamos con Dios en la meditación. No te preocupes, solo déjate llenar de la gracia de Dios, que él hará el resto.

Final de la Lectura Orante: Se puede terminar al modo acostumbrado a las oraciones diarias. Al final con la señal de la Cruz.

¿Qué hacer después de la LECTURA ORANTE DE LA BIBLIA?: Hay tres “impulsos” que ayudan a transformar la vida desde la oración con la Palabra de Dios6: -La discretio, o sea la capacidad adquirida en el Espíritu para acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio, rechazando lo que le es contrario. Es el discernimiento para que conozcamos la voluntad de Dios en situaciones concretas. -La deliberatio, o sea la selección consciente de aquello que corresponde a la verdad de la Palabra de Dios, oída con amor y asimilada con fe. -La actio, o sea el actuar subsiguiente dentro de un comportamiento “según Dios”: un estilo-de-vida que traduce vitalmente nuestra “experiencia de Dios”. Un punto importante es que dejemos en la memoria, “memorizar”, un versículo de la Palabra leída que me sirva como jaculatoria para repetir “todo el día, todos los días”.

6

Lectura orante de la Biblia: fuente de renovación espiritual. Henrique Cristiano José Matos, cfmm; en http://www.servicioskoinonia.org/relat/232.htm#b1, vista el 22 de marzo de 2012.