Las Leyes de Reforma

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Las Leyes de Reforma Este documento, fue realizado por Benito Juárez en el que una parte estaba destinada a castigar al clero por su intervención en la política, y por haber ayudado con sus bienes al sometimiento de la guerra, favoreciendo a los conservadores. Es importante destacar que esas leyes ya habían sido puestas en práctica por el gobernador de Zacatecas, Don Jesús González Ortega, con anterioridad. Cuando la Guerra de Reforma sostenida entre liberales y conservadores se encontraba en su momento más dramático aunque sin ventaja aparente para ninguna de las partes beligerantes, el presidente Benito Juárez tomó una determinación verdaderamente radical que inclinaría decisivamente la balanza de la victoria a favor de la causa liberal el 7 de julio de 1859, siendo el estado de Veracruz donde se hizo el anuncio de la expedición de las Leyes de Reforma por medio de un manifiesto a la nación. Estas disposiciones, promulgadas en ese mismo mes, se sumaron a las expedidas entre 1855 y 1857, y conformaron, en conjunto, un cuerpo normativo cuya finalidad era consolidar el Estado mexicano. Estas Leyes de Reforma son las reformas establecidas en estas leyes las cuales fueron más radicales que las de la Constitución de 1857, y según los colaboradores del presidente, completaban la constitución. Las leyes de Reforma inicialmente fueron tres: • Ley Juárez: Esta trató de suprimir los bienes militares en los negocios civiles, por lo tanto los tribunales de las dos corporaciones, Iglesia y Ejército, se debían concretar a intervenir en los asuntos de sus competencias y no los asuntos civiles. • Ley Lerdo: Obligaba a las corporaciones civiles a vender las casas y terrenos que no estuvieran ocupando a quienes los arrendaban, para que esos bienes produjeran mayores riquezas, en beneficio de más personas. Esa fue firmada por el Presidente Comonfort y Lerdo de Tejada. • Ley Iglesias: Prohibió el cobro de derechos y obvenciones parroquiales, el diezmo. Al trasladar su gobierno a Veracruz en 1859, Juárez promulgó las siguientes reformas: • Ley de la nacionalización de los bienes del clero: Esta ley complementa la Ley Lerdo de desamortización de los bienes de la iglesia, con un cambio importante: los bienes ya no pasaban a manos de los rentistas. • Ley del matrimonio civil: Establece que el matrimonio religioso no tiene validez oficial y establece el matrimonio como un contrato civil con el Estado. • Ley del registro civil: se declararon los nacimientos y defunciones como un contrato civil con el Estado. • Ley de exclaustración de monjas y frailes: Se prohibió la existencia de claustros o conventos, y se decretó la salida de las religiosas y religiosos que ahí vivían.

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• Ley de libertad de Cultos: Esta ley permitió que cada persona fuera libre de practicar y elegir el culto que desee. Esta ley también prohibió la realización de ceremonias fuera de las iglesias o templos. A lo largo de su aún corta vida independiente, la nación mexicana había sufrido la intervención de la Iglesia en los asuntos meramente políticos; patrocinando financieramente a los enemigos del gobierno, la institución religiosa había logrado desarticular todos los intentos de someterla a la autoridad civil. Por tal motivo, la estrategia de los reformadores fue minar el poder económico del clero, nacionalizando sus propiedades, al tiempo que lo despojaba de todas las atribuciones y facultades que debían de ser desempeñadas por el Estado[3]; esto último se obtendría mediante la creación del registro civil, la institución del matrimonio civil y la administración estatal de cementerios y camposantos. El anuncio de las Leyes de Reforma tuvo como preludio una severa discusión entre los compañeros de Juárez durante su gobierno en Veracruz, pues mientras unos promovían la promulgación inmediata de las Leyes de Reforma, otros consideraban que si la Constitución de 1857 y las leyes promulgadas con anterioridad, especialmente la Ley Lerdo, habían provocado una guerra civil, emitir otras nuevas, más radicales, sería como echar combustible al fuego: los pocos apoyos conseguidos podrían perderse y la guerra se tornaría más violenta. Sería más prudente derrotar a los conservadores, asentar el gobierno en su sede y esperar algunos cuantos años, dando tiempo a que las pasiones menguaran y a que la opinión pública comprendiera la necesidad de nuevas leyes; entonces se seguiría adelante con la Reforma. Considerando que el movimiento reformista es parte del proceso que tiende a lograr el afianzamiento de la nacionalidad mediante la conquistaplena de la soberanía y la transformación de sistema político, económico y social reinante, establecido uno nuevo bajo un régimen democrático, representativo y popular. Juárez comprendió los razonamientos que proponían para posponer el momento en el que se debían promulgar las leyes reformadoras, pero esgrimió en su contra un argumento contundente: finalizada la guerra y pasados tres o cuatro años, una vez restablecido el orden constitucional, se suscitaría una nueva guerra cuando se expidieren las nuevas leyes, tan ruin como la que en ese momento se enfrentaba y, en lugar de haber sufrido una guerra, habrían de padecer dos. Don Benito Juárez tenía razón, pues lo mismo había ocurrido con antelación al promulgarse la Ley Juárez y la Ley Lerdo: a la primera le sobrevino la rebelión del gobernador Manuel Doblado en Guanajuato; a la segunda, el movimiento de Antonio Orihuela y Miguel Miramón en Puebla. Si estos dos ordenamientos se hubieran dado simultáneamente, el gobierno de Comonfort habría tenido que enfrentar una sola revuelta.

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Se decidió seguir adelante con la expedición de las Leyes de Reforma, no sin antes explicar a la nación los motivos de su formulación y las condiciones imperantes en las instituciones del país; por eso, en el manifiesto de Veracruz del 7 de julio de 1859, Juárez dedicó la mayor parte del texto a desarrollar un amplio programa para exponer los aspectos fundamentales del gobierno y las medidas concretas que se adoptarían para solucionar los problemas existentes: se procuraría realizar el pago de la deuda externa, se modificaría el sistema tributario para hacerlo más justo, se reduciría el aparato burocrático, se ampliarían y mejorarían las redes de comunicación y se fomentaría la colonización atrayendo inmigrantes extranjeros, entre muchas otras medidas necesarias para el progreso del país. Sin embargo, para poder llevar a cabo un programa de tal magnitud, era indispensable el triunfo de la causa liberal. Juárez expresó que la nación se encontraba en un momento solemne, porque del resultado de la encarnizada lucha que los partidarios del oscurantismo y de los abusos se habían provocado en esa ocasión en contra los más claros principios de la libertad y del progreso social, todo dependía de su porvenir. El oscurantismo aludido por Juárez era el fantasma del pasado colonial de México, cuya defensa enarbolaban los conservadores con tanto encono. Los liberales, especialmente los de postura más radical, eran un grupo conformado por Juárez y sus colaboradores más cercanos, quienes sabían que para conservar su independencia México debía, emprender el camino de la modernidad. Negarse a abandonar prácticas e instituciones arcaicas que le había costado en 1848 la pérdida de una parte importante de su territorio, hacía que el erario público se mantuviera en bancarrota perpetua e impedía que todos los mexicanos alcanzaran el estatus de ciudadanos. Por supuesto, el clero mexicano no permaneció impávido, reaccionó e intentó descalificar al gobierno legítimo. Desde 1855, su estrategia había sido conformar un sólido ejército conservador para que peleara en su nombre, pero la aplicación de la Ley Lerdo, promulgada el 25 de junio de 1856, había mermado considerablemente sus recursos y para 1859 sufría una aguda crisis de liquidez. Entonces, como lo había hecho antes, el clero continuó manipulando a la opinión pública. El púlpito y las cartas pastorales dirigidas a la feligresía fueron, junto con la prensa conservadora, uno de los medios empleados: llamaron “herejes” a los liberales y los acusaron de intentar destruir una de las más preciadas herencias de nuestros antepasados refiriéndome a la religión católica. Por otro lado, mientras Félix Zuloaga, dio a conocer el Plan de Tacubaya, demandando la anulación de la Constitución de 1857, la permanencia deIgnacio Comonfort, y la convocatoria de un Congreso extraordinario, con el que elaboraría otra carta constitucional que, según los conservadores, garantizaría los verdaderos intereses del pueblo.

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Los hombres de la Reforma nunca fueron, enemigos de la religión ni de la Iglesia. Deseaban simplemente que ninguna corporación llámese clero, ejército, sociedad comercial o estamento estuviera por encima del poder del Estado, para lo cual era necesario, venciendo una multitud de obstáculos, la creación de un auténtico sistema jurídico y económico moderno, pues la propiedad inmueble amortizado y en poder de las corporaciones impedía la existencia de una economía nacional y de unas finanzas públicas sanas. En suma, como país independiente, era necesario que México adquiriera su propia identidad y dejara de mantener un pie anclado en la Nueva España, con la mitad de su sistema jurídico y económico sustentado en instituciones pertenecientes al antiguo régimen. Aunado a lo anterior en el curso del 1916, Venustiano Carranza impulsó la idea de convocar a un Congreso Constituyente que debía introducir algunas modificaciones en la Carta Magna de 1857. Con esto se trataba de dar por terminada la lucha armada y regresar al orden legal.[5] Hubo una gran diversidad en las opiniones de los diputados, lo cual produjo la formación de dos grupos donde principalmente había diferencias acerca de las funciones del Estado y la formación del gobierno central. El grupo jacobino se relacionaba con Álvaro Obregón, en tanto que los liberales con Venustiano Carranza. Los de Obregón tenían ideas que iban encaminadas un poco más hacia un cambio social necesario. Carranza se mostró conservador y para él la revolución era la destitución de la dictadura y garantizar el gobierno civil, y no buscaba cambios sociales. Aunque trató de aumentar impuestos en empresas estadounidenses por citar algún ejemplo las petroleras, Estados Unidos de América siempre presionaron a Carranza para que los estadounidenses en México se mantuvieran privilegiados. También se intentó el crecimiento de la industria para no depender de la industria extranjera, facilitado de igual manera la adquisición de la tierra. Se dieron también mejoras en las condiciones del trabajador, como son la jornada de 8 horas, indemnizaciones por accidentes, los menores de doce años no trabajan, el derecho a huelga, se prohíbe el pago con mercancías, etc. En torno a la educación también se dieron una serie de cambios, como son la implementación de una educación laica y gratuita, basada de igual manera en las reformas liberales de Juárez. Aunque cabe destacar que uno de los mayores avances la igualdad es decir no se seguiría manchando el territorio nacional con la esclavitud se dio la abolición de la institución semifeudal, las tiendas de raya, lo que permitió que se modernizara el campo. Por lo que surgió una verdadera práctica de la inviolabilidad de la vida humana. Continuando así con La Guerra de Reforma de México o también conocida como la Guerra de los Tres Años, transcurrió desde el 17 de diciembre de 1857 hasta el 1 de enero de 1861, que culmina

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con la entrada de Juárez a la capital del país. Fue el conflicto armado que enfrentó a los dos bandos en que se encontraba dividida la sociedad mexicana por los liberales y los conservadores. Se dio inicio cuando el general conservador Félix Zuloaga, dio a conocer el Plan de Tacubaya, el cual demandaba la abrogación de la Constitución de 1857, la permanencia de Ignacio Comonfort en la presidencia y la convocatoria de un Congreso extraordinario, el cual como ya se menciono con antelación se encargaría de elaborar otra carta constitucional que, según los conservadores, debería garantizar los verdaderos intereses del pueblo. Dos días después de su publicación, Comonfort que en ese momento era presidente electo se adhirió al Plan de Tacubaya. Mientras que Benito Juárez defendió la Constitución y se negó a colaborar con los conservadores. Por esta razón, Comonfort ordenó que lo detuvieran y lo mantuvieran en prisión. Con el transcurso de los años, la guerra se hizo más sangrienta y polarizó a la gente en la nación. Muchos de los moderados se unieron a los liberales, convencidos de que era necesario acotar el poder económico y político de la Iglesia Católica. Durante algún lapso los liberales y los conservadores tuvieron gobiernos paralelos, con la sede del gobierno conservador en la Ciudad de México y los liberales en Veracruz. La guerra terminó con la victoria de los liberales y el presidente Benito Juárez instaló su administración en la Ciudad de México. Una vez que el Congreso Constituyente había cumplido con su tarea de elaborar una nueva constitución, se hizo la convocatoria para realizar elecciones tanto de los poderes federal como los estatales; tocó entonces a las legislaturas de los estados el arreglo de las constituciones particulares de cada estado, de acuerdo con la constitución general. Se reunió así el primer Congreso Constitucional que trabajaría ya bajo los principios de la carta magna del 1857. Se inició con el Plan de Tacubaya en diciembre de 1857. Su objetivo principal era la abolición de la Constitución liberal. Al siguiente mes, el Plan de la Ciudadela reafirmaba ese propósito. Desde entonces hasta mediados de 1860 el territorio del actual Estado de México estuvo bajo el control de los conservadores. De tal manera irían fungiendo varios gobernadores conservadores. Entonces trató de sostenerse un gobierno peregrino del Estado de México, siendo el de Michoacán asilo de ese gobierno y fuente de provisiones para los guerrilleros mexiquenses. Tanto liberales como conservadores tuvieron desavenencias internas. Efecto y causa de ellas fue el pronunciamiento de Ayutla en el Estado de México en diciembre de 1858. En Michoacán, el liberal Sabás Iturbide dejó la gubernatura del Estado de México a Simón Guzmán. Tocándole apoyar la campaña de Miguel Blanco, quien intentó tomar Toluca y sorprender la ciudad de México. Éste y otros intentos se frustraron hasta mediados de 1860, cuando Berriozábal logró enseñorearse del valle de Toluca. Este avance fue uno de los pasos que

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prepararon la resonante batalla de Silao, ganada por los constitucionalistas. A ella concurrió Berriozábal con la división del Estado de México. Sin embargo, las gavillas conservadoras siguieron por el rumbo de Malinalco, sobre todo en la sierra que va del Monte de las Cruces a Villa del Carbón, asestando duros golpes, significativos por la muerte de importantes personalidades del partido constitucionalista: Santos Degollado y Leandro Valle, en el Monte de las Cruces. En 1861 la legislatura del estado culminaba la elaboración de una nueva Constitución, acorde con la federal del 57. La Constitución del 61 buscó balancear mejor los poderes públicos, prescribió la mayoría absoluta en la discusión y votación de leyes, redujo los periodos de sesiones del legislativo, amplió las facultades municipales y exigió la residencia en el estado para ser diputado, sin requerirlo en cambio para la gubernatura. En 1857, la situación llegó a ser delicada, tanto que este primer Congreso Constitucional, que había elegido a Comonfort presidente de la República y a Benito Juárez presidente de la Suprema Corte de Justicia, confirió al Ejecutivo facultades extraordinarias para gobernar. El tenor de los hechos impidió incluso que se respetaran los artículos constitucionales relativos a las garantías individuales en tanto continuara la inestabilidad, la cual más que disminuir aumentó las guerras del país.

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