Las historias que contamos

Las historias que contamos Por Nancy M. Sauer —En primer lugar, sé que sois un hombre sabio y deseo que el mundo compar

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Las historias que contamos Por Nancy M. Sauer

—En primer lugar, sé que sois un hombre sabio y deseo que el mundo comparta esa sabiduría. Estoy convencida de que el día de nuestra boda podréis revivir a lo que está muerto. Doji Shizue se detuvo y frunció el ceño. Su dicción había sido impecable, pero necesitaba perfeccionar el gesto con el abanico. En aquel punto de la historia Doji-no-Kami despreciaba a Kakita, pero su corazón pronto se abriría ante él, y su relato tenía que reflejarlo. Cuando se tenía la oportunidad de narrar historias para un príncipe Imperial, lo único que valía era la perfección. Practicó una y otra vez el movimiento del abanico, un movimiento de barrido en el aire como el de un ave elegante, hasta que encontró el movimiento exacto que expresaba simultáneamente la gracia y la sutil condescendencia de la Dama Doji. —En segundo lugar, sé que sois un hombre culto... —un discreto toque en el marco de la puerta la interrumpió, y Shizue luchó contra el impulso de arrojar su abanico contra ella. ¿Cómo iba a poder practicar entre tantas distracciones? —Lo lamento mucho. Shizue-sama —dijo el sirviente en el pasillo—, pero acaban de llegar dos cartas; son de vuestros hermanos. El templo de Fukurokujin, la Fortuna de la Sabiduría, estaba igual que siempre: La madera pulida resplandecía a la luz de las velas, y el aroma del incienso llenaba el aire. A medida que Shizue caminaba hacia el interior del santuario, el peso de siglos de oraciones y meditación se asentaba a su alrededor como una armadura, pero las palabras que contenían las dos cartas aún ardían como heridas abiertas. Shizue se detuvo ante la estatua dorada de la Fortuna y se preparó para la oración. Dio dos palmadas y se inclinó. —Gentil Fukurokujin, el más sabio de las Fortunas, escuchadme. Guiad mis pensamientos, para que pueda honrar a mi clan y a mis ancestros. Ayudadme a actuar como una auténtica hija de la Dama Doji —Shizue se detuvo. ¿Osaría decirlo en voz alta? Pero, ¿cómo si no iba a escucharla la Fortuna?—. Concededme vuestra sabiduría para discernir la verdad sobre la muerte del Señor Satsume. 11

La luz de las velas vaciló como si se moviera con la brisa. Las palabras de su hermana resonaron en el silencio. No podemos permitirnos actuar precipitadamente en esta cuestión. ¡Y llegar directamente a la conclusión de que fue un asesinato es realmente precipitado! Debemos permitir a los magistrados Esmeralda llevar a cabo su propia investigación, y el Clan de la Grulla se atendrá a su veredicto. Son los agentes del Emperador, y los garantes de sus leyes. Que cumplan con su deber, y nosotros cumpliremos con el nuestro. Parecía que Hotaru se contentaba con mantenerse apartada por el momento. Pero, ¿sobre qué habían hablado en aquella ocasión ella y Bayushi Kachiko, la Consejera Imperial? ¿Podría ser que Hotaru estuviera siguiendo alguna nueva pista que había ocultado al resto del clan? ¿O buscaba algún tipo de venganza sutil? Para Hotaru, Doji Satsume era un tirano y un padre terrible. Hotaru nunca perdonó el papel que había desempeñado en el suicidio de su esposa. Y ahora, parecía dispuesta a dejar que su muerte quedara impune. Un niño tenía el deber de vengar el asesinato de sus padres, y el deber era uno de los siete pilares del Bushidō. Hotaru nunca violaría directamente sus dictados, pero parecía segura de que no había nada que vengar. Durante el funeral de Satsume había mantenido una actitud adecuadamente apesadumbrada, pero al día siguiente delegó en Shizue la tarea de acudir a los diversos templos de la capital y disponer las oraciones e incienso en recuerdo de su padre. Con todo, era cierto que Hotaru tenía otras preocupaciones. La muerte a sus manos de Akodo Arasou, y el ascenso como resultado directo de aquella muerte de su viejo amigo Akodo Toturi al puesto de Campeón del Clan del León. El asedio ininterrumpido contra Toshi Ranbo. El compromiso roto entre los clanes del León y el Unicornio. La nueva Campeona del Clan del Fénix. Era posible que la muerte de Satsume fuera simplemente una lamentable tragedia... natural, aunque inesperada. Pero en el Palacio Imperial corrían los rumores, y Shizue no podía estar segura. Las palabras de su hermano relataban una historia distinta. La muerte de Satsume fue demasiado repentina, ¡y en la corte su desaparición ha servido para consolidar la posición del Clan del Escorpión por encima de la nuestra! Mientras protegemos nuestras posesiones en las llanuras Osari contra el Clan del León, nuestros agentes en la capital deben llegar al fondo de este asunto y actuar. Habían pasado semanas desde que Kuwanan redactó aquella carta, que estaba inusitadamente manchada de barro. Probablemente la escribió en primera línea del frente, en aquella aldea perdida en la que había sido destinado, y que se sintiera impotente para hacer algo más aparte de escribir la misiva. Al menos se había asegurado de no culpar en su carta al Clan del Escorpión de forma directa, ni de mencionar a Hotaru. Para el Clan de los Secretos resultaba muy fácil interceptar su correspondencia. Si se hacía caso de la versión de Kuwanan. Doji Satsume era un padre exigente pero justo. Kuwanan había amado a Teinko tanto como lo hacía Hotaru, y la había llorado igual de intensamente, pero él era el hijo que Satsume siempre había querido. Su padre le había colmado de 22

atenciones, y él por su parte era incapaz de imaginar a Satsume como el frío comandante que veía Hotaru. Para él, las muertes de sus padres eran cuestiones separadas. No era posible vengarse por el suicidio de Teinko, así que no podía hacer nada por su madre. Pero creía que su padre había sido asesinado, por lo que era necesario encontrar al asesino y hacerle pagar por sus actos; era su deber, y lo aceptaba con orgullo. ¿Qué historia debía creer? Teinko había acogido a Shizue y le había prodigado el mismo amor y atenciones que a Hotaru y Kuwanan. Satsume la había adoptado formalmente. No se había limitado a incluirla en su familia, sino que la había convertido en parte del linaje de Doji-noKami. Había sido una figura paterna hosca y distante, como muchos padres, pero nunca la había tratado con crueldad. Entre algunos de los miembros de su familia habían circulado desagradables rumores en relación a su pierna deformada, pero Satsume sólo se lo había mencionado una vez. —Tu cojera hará que la gente te subestime —había dicho—: asegúrate de que se equivocan. Las historias opuestas libraban una guerra en su corazón. Shizue debía obediencia a su campeona, lo que significaba que debía aceptar la muerte de Satsume. Kuwanan y el Bushidō exigían venganza, lo que requería acción. Las dos historias no podían ser ciertas. Se quedó mirando fijamente a la estatua de Fukurokujin durante un largo rato. El guardia abrió la puerta y Shizue entró lentamente en el salón del príncipe. Tal y como exigía el protocolo se arrodilló de inmediato y apretó la cabeza contra el suelo respetuosamente. —Shizue-san, es un placer veros — dijo la suave voz del príncipe—. Por favor, venid y sentaos ante mí. La práctica prolongada había dotado a Shizue de la habilidad de parecer elegante mientras cogía su bastón y se levantaba con esfuerzo. Avanzó a un ritmo decoroso, aprovechando el tiempo para observar discretamente al príncipe y determinar su estado de ánimo. Hantei Daisetsu siempre parecía pensativo, pero hoy tenía una apariencia aún más contemplativa de lo habitual. Estaba vestido de manera un tanto informal, y su cabello suelto caía sobre sus hombros y su espalda en una cascada exuberante. Pronto se sometería a su gempuku y se lo cortarían todo. Shizue lloró la pérdida de tal belleza, pero no había nada que hacer: las familias Imperiales eran muy tradicionales respecto a la longitud y el estilo de peinado de los varones. Shizue se arrodilló sobre un cojín colocado frente al estrado bajo en el que se encontraba sentado el príncipe. —Gracias por llamarme, Su Alteza —dijo humildemente—, es un placer servir a un miembro de la familia Imperial. 33

—Escuchar vuestras historias es una delicia, así que esta tarde ambos nos sentiremos privilegiados —hizo un pequeño gesto y un sirviente se adelantó para servirle una taza de té. Otro sirviente puso una taza ante Shizue—. Será un momento de calma entre los problemas que nos rodean. Era un pensamiento inusualmente filosófico para alguien tan joven. —Es uno de los muchos regalos que una historia puede dar —dijo. —Y los Grulla son expertos en hacer regalos —dijo Daisetsu. Su sonrisa convirtió la frase en una broma en lugar de en una burla—. Y como sois Grulla, supongo que ya habréis oído hablar de la nueva Campeona Fénix. —Shiba Tsukune —dijo Shizue—. Sé poco de ella, aparte de que es algo joven. —Muy joven, lo que la convierte en una extraña elección para sustituir a la experiencia de Shiba Ujimitsu —comentó el príncipe—. Al parecer entrenó como bushi durante algún tiempo con el Clan del León. Quizás eso influyó en la elección: hay indicios de problemas entre los dos clanes. —Sin duda contará con una mayor capacidad para entender las motivaciones León que la mayoría de los samuráis Fénix —asintió Shizue. —Por otro lado, vuestro hermano Kuwanan también entrenó con el Clan del León, y no parece que haya servido de ayuda. Shizue comenzó a sentirse incómoda cuando la conversación se desvió hacia un terreno peligroso. Se tranquilizó y dirigió una sonrisa triste al príncipe. —Me temo que no se necesita ningún conocimiento especial en nuestro conflicto con los León. Nuestra posesión de las llanuras Osari es perfectamente legal, y los León han decidido recurrir a la violencia porque es lo que conocen. Nos limitamos a tratar de preservar las tierras que el Emperador nos ha concedido, y a usar la abundancia que nos proporcionan para cumplir con nuestros deberes hacia el Imperio. —El Príncipe heredero está a favor de ignorar oficialmente la cuestión y permitir que vuestros dos clanes diriman la disputa en el campo de batalla. El tono de Daisetsu daba a entender que no estaba del todo de acuerdo con la idea. El hecho de que los príncipes Imperiales tuvieran opiniones encontradas acerca del conflicto era información de vital importancia. Tendría que informar de ello a Kakita Yoshi lo antes posible. Y sin embargo, escuchar que la relación entre Daisetsu y Sotorii no era muy diferente de la de Hotaru con Kuwanan... Deseaba poder decir que lo entendía, pero jamás osaría hablar de las luchas internas de su familia con un extraño, especialmente con alguien tan importante. Con renovada determinación, Shizue redirigió la conversación al tema en el que Hotaru estaría más interesada. —¿Y qué piensa Su Majestad? Su respuesta fue una sonrisa y una risa breve. —¡Me sorprende que no preguntéis qué es lo que opina mi madre! ¿O simplemente dais por hecho que favorece a su antiguo clan? —La Emperatriz Hochiahime es una mujer sabia y gentil —dijo Shizue con cierto remilgo. Sin embargo, su mala salud no era ningún secreto, y se rumoreaba que estaría ausente de las ceremonias y festividades del Kiku Matsuri para recuperarse—. Nunca hablaría de política imperial delante de los hijos del Emperador. 44

Esto arrancó una auténtica carcajada del príncipe, e indicó a los sirvientes que retiraran las tazas de té. —Ni siquiera habéis comenzado vuestra historia y ya me he divertido —dijo—. ¿Qué me habéis traído hoy? —Su Alteza, hoy os traigo la historia del cortejo de Kakita a la Dama Doji — Shizue sacó su abanico del obi y lo abrió de golpe—. Después del primer Campeonato Esmeralda, el Emperador Hantei y Kakita se habían hecho muy amigos —comenzó. La historia fluyó a través de Shizue, que la contó con palabras y gestos rápidos de su abanico: las tres solicitudes imposibles de la Dama Doji, la larga búsqueda de Kakita, y la sabia anciana pescadora que le había ayudado. —“Prometida mía”, comenzó Kakita, “me pedisteis que llevara vida a la muerte el día de nuestra boda”. De una pequeña bolsa, Kakita sacó un pedazo de madera envejecida. “Lo encontré en la orilla de un pequeño pueblo de pescadores, a gran distancia de los bosques. Lleva muerto mucho tiempo, desde aquel invierno que lo arrancó de su árbol y lo arrojó al océano. Flotó a la deriva durante estaciones, seco y sin vida en las lluvias estivales. Sin duda, esto concuerda con vuestra solicitud”. Mientras un divertido Hantei enarcaba una ceja en gesto de curiosidad, Kakita sacó un extraño instrumento de cuerda de su bolsa. Shizue imitó el gesto, mostrando delicadamente un instrumento ficticio en sus manos. —“De un pedazo de madera que encontré, he creado este regalo”. Con dedos suaves, Kakita entonó una melodía de amor con la biwa, el primero de estos instrumentos creado en Rokugán. La biwa entonó notas puras que resonaron por todo el palacio. Dondequiera que se escuchaba la melodía, la gente se detenía a escuchar con asombro la hermosura de la composición. Cuando terminó, nadie pudo discutir que la biwa había cobrado vida. La Dama Doji sólo pudo asentir con la cabeza. El cuerpo de Shizue se puso rígido al asumir la personalidad de la Dama Doji, asintiendo a su audiencia dejando escapar de su gesto tranquilo tan sólo el más leve indicio de miedo y esperanza. Con otro cambio de postura, volvió a adoptar la personalidad cordial de Kakita. —“En segundo lugar, gentil hija de Amaterasu, me pedisteis que os dijera lo amplio que es el mundo, y cuánto tiempo llevaría caminar de un lado al otro. La respuesta a vuestra pregunta no se encuentra en el viaje, sino en la compañía. Si un hombre despertara cuando sale el sol sobre el mar y viajara junto a vuestra madre, seguramente se encontraría al otro lado del mundo cuando ella buscara descanso en las tierras occidentales”. La sonrisa de Kakita era amplia y alegre. “Así, como la propia Amaterasu es mi guía, sólo hace falta un día para recorrer el mundo”. La corte sonrió, y Hantei tuvo que esforzarse para contener su risa ante tan elocuente contestación. La Dama Doji se ruborizó levemente como respuesta, y ocultó su sonrisa tras un abanico rápidamente levantado. 55

Shizue abrió su abanico y se lo acercó para ocultarse el rostro, sonriendo en cambio con las cejas. —Kakita sonrió a Doji y continuó: “Por último, mi señora, me pedisteis que os trajera un ejemplo de belleza perfecta, una belleza que no tuviera rival, ni siquiera vos misma. Fue difícil, mi señora, encontrar la cosa más hermosa de todo Rokugán, pero creo que puedo mostrárosla”. Con las manos cerradas, extrajo el objeto final de su bolsa y lo sostuvo ante ella. La Dama Doji se inclinó hacia él con curiosidad, y Kakita abrió sus manos. Daisetsu también se había inclinado hacia adelante, y Shizue hizo una pausa dramática. —Sostenido cuidadosamente entre los dedos de Kakita se encontraba un pequeño espejo dorado, situado de forma que la Dama Doji pudiera ver su propio reflejo. El corazón de la Dama Doji quedó conquistado por completo. La boda de Kakita y Doji se celebró de inmediato, y los festejos duraron siete días. Cuando terminó su narración, Shizue se encontraba exhausta pero satisfecha: su actuación había sido impecable. Se inclinó una vez más, y volvió a sentarse en el cojín. Sin embargo, cuando le miró por el rabillo del ojo, vio que Daisetsu tenía el ceño levemente fruncido, y su corazón le dio un vuelco. —Shizue-san, sois tan hábil como dice vuestra reputación —dijo—. Podía ver los hechos como si hubieran ocurrido delante mío, pero eso me hizo notar algo de lo que no había percatado antes —se detuvo para reflexionar sobre sus próximas palabras—. Kakita hizo trampa. La madera flotante no había vuelto a la vida: era sólo parte de una biwa, no un árbol vivo. Nadie se había cuestionado antes una de sus historias. Tampoco había necesitado nunca defender a uno de los fundadores de su clan sin insultar a un príncipe Imperial. —Así es, Su Alteza —Shizue sonrió mientras ordenaba rápidamente sus posibles respuestas—. Es cierto que el trozo de madera ya no era un árbol vivo. Pero la historia que Kakita contó, con sus palabras y su música, hicieron que volviese a la vida a ojos de la Dama Doji. El príncipe pareció estar dando vueltas a algo en su cabeza. —Así que la verdad es simplemente lo que uno cree que es. Shizue no podía rebatir esta afirmación, ya que en Rokugán las apariencias eran la realidad. Un cortesano arrogante era un marido perfecto, siempre y cuando su esposa jamás se encontrara con su infidelidad. Un samurái amante del sake no era un borracho mientras cumpliera con sus deberes para con su señor. Al final, no importaba si Satsume había sido asesinado o si simplemente había muerto. Todo lo que importaba era lo que Hotaru y Kuwanan creían. Y cada uno de ellos creía una cosa distinta. Shizue mantuvo su rostro completamente inmóvil, y se inclinó profundamente. —Su Alteza es verdaderamente sabio.

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