Las 7 Bienaventuranzas del Apocalipsis

Las 7 Bienaventuranzas Apocalipsis Marcelo J. Solís M. TÍTULO DE LA OBRA: Las 7 Bienaventuranzas del Apocalipsis.

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7

Bienaventuranzas

Apocalipsis

Marcelo J. Solís M.

TÍTULO DE LA OBRA: Las 7 Bienaventuranzas del Apocalipsis. Serie 7 de 7 Copyright © 2018 por Marcelo J. Solís M.

Auto-publicación: Por McSolís ®

Email: marcelosolis_2000yahoo.com San Salvador, El Salvador. C. A.

Las citas bíblicas que se usan en esta obra son de Reina Valera 95 ® de © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995.

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia, en audio o por cualquier otro medio, sin el permiso previo y por escrito del autor.

Primera edición, 2018.

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Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis

Contenido Palabras Introductorias …………………. 05 Primera Bienaventuranza ………………. 06 BIENAVENTURADO el que lee, los que oyen y los que guardan las palabras del Apocalipsis ………..…………………….. 07

Segunda Bienaventuranza ……………… 24 “BIENAVENTURADOS de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor” ……………….. 25

Tercera Bienaventuranza ………………. 42 BIENAVENTURADO el que vela y guarda sus vestiduras ……………………………………. 43

Cuarta Bienaventuranza ………………… 54 BIENAVENTURADOS los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero ………. 55

Quinta Bienaventuranza ………………… 88 BIENAVENTURADO y santo el que tiene parte en la primera resurrección ………………. 89

Sexta Bienaventuranza …………………..106 BIENAVENTURADO el que guarda las palabras del Apocalipsis …………………………….. 107

Séptima Bienaventuranza ……………… 116 BIENAVENTURADOS los que lavan sus ropas y guardan sus mandamientos ……………..117

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Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis

Palabras Introductorias

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AS SAGRADAS ESCRITURAS están cargadas de bendiciones y bienaventuranzas, así mismo como de promesas. Y en el Apocalipsis encontramos las únicas siete bienaventuranzas con un significativo valor para el pueblo de Dios en esta etapa de la historia profética. Cada bienaventuranza apocalíptica contiene un mensaje de esperanza y aliento al sufrido pueblo santo de Dios que con el correr del tiempo se ha tenido que enfrentar a distintos embates contra las fuerzas del mal. Pero Dios, quien nunca ha abandonado a su iglesia, le infunde un mensaje de fortaleza y lo motiva a perseverar hasta el mismo fin. Esta debe ser la meta de todo hijo de Dios: perseverar hasta el fin en el amor y en la obediencia de la verdad. En LAS SIETE BIENAVENTURANZAS DEL APOCALIPSIS usted encontrará puntos doctrinales, proféticos y así mismo como alentadoras promesas de parte del que “es, del que era y del que ha de venir”; de parte del que de sí mismo dice: “Yo soy el Alfa y la Omega; el Principio y el Fin”. Mi oración y deseo es que esta obra sea de mucha bendición para la vida espiritual de cada lector y, sobre todo, lograr la victoria al final del conflicto de los siglos. Autor.

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“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escrita; porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:3)

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BIENAVENTURADO el que lee, los que oyen y los que guardan las palabras del Apocalipsis

I

niciaremos un hermoso recorrido apocalíptico concentrados en las únicas siete bienaventuranzas que contiene el último libro de la Biblia, es decir, el Apocalipsis. Son bienaventuranzas consoladoras, llenas de vida y de promesas maravillosas para fortalecer la fe de los verdaderos hijos de Dios. Puesto que su propósito ha sido ese mismo, a lo largo de la historia profética. Es importante que recordemos, en contraposición, el Apocalipsis no solo contiene estas siete bienaventuranzas; también habla de los ayes para los que no obedecen la Palabra de Dios. Y aunque esto es cierto, en esta obra nos concentraremos únicamente en las siete bienaventuranzas. Suficientes, para evitar los ayes del Apocalipsis. Esto no significa –de ningún modo– que debamos ignorar voluntariamente todo el 7

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contenido del libro profético. De hecho, para comprender estas siete bienaventuranzas debemos analizarlas desde la perspectiva del cuadro completo de las profecías apocalípticas. Esto, nos permitirá hacer un recorrido por todo el Apocalipsis y del resto de las Sagradas Escrituras. Aunque no pretendo ser exhausto con este estudio, pero sí me permitiré enfocar aquellos elementos prácticos concernientes al Plan de Salvación de Jesucristo para con su pueblo de los últimos tiempos, porque –indiscutiblemente– el fin se acerca.

Una bienaventuranza es una bendición Sí, es una bendición divina. Dios está más interesado en que tu vida sea una vida llena de bendiciones y no de maldiciones. Y para iniciar una vida bendecida, debe serlo mediante la Palabra de Dios. El Apocalipsis es un libro de bendiciones para los hijos de Dios, pero al mismo tiempo, describe las maldiciones para quienes rehúsen creer en Jesucristo y guardar sus mandamientos. La primera bienaventuranza se propone esto. Estimula a que las personas lean la Biblia y en especial, el Apocalipsis. También motiva a que las palabras proféticas de Dios sean escuchadas con oídos de fe para poderlas guardar. La Biblia, como Palabra de Dios, alumbra el alma e ilumina el sendero de la vida. Una persona 8

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que lee con devoción la Palabra de Dios, es alguien que camina en luz, no en tinieblas. Y caminar en luz, en sí mismo, ya es una bendición, es decir, una bienaventuranza. El Apocalipsis, como parte de la Palabra de Dios, y a su vez, como “la revelación de Jesucristo” ofrece las más preciosas bienaventuranzas a sus lectores, oidores y a todo aquel que guarde en su corazón estas palabras proféticas. Por eso, para entrar en mayor profundidad, revisemos a continuación cada frase de la primera bienaventuranza, ya que cada una de ellas tiene un significativo valor para lo que deseamos lograr como objetivo en este pequeño libro.

“Bienaventurado el que lee” Se nos ha dicho acerca de los beneficios de la lectura. Sabemos, nos proporciona información, nos saca de la ignorancia, estimula el pensamiento, desarrolla la mente, agudiza la inteligencia y fortalece la fe. Note que esta bienaventuranza, proclama la bendición en singular, para quien lee. Lo que sucede es que, cuando Juan escribió el Apocalipsis, fue escrito con propósitos de que se leyera en medio de la congregación, así que, mientras el mensajero lo leía, la congregación escuchaba. Eso era así, porque no todos los cristianos poseían una copia del Apocalipsis. Pero ahora, que todos y cada uno de nosotros la tenemos, estamos 9

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invitados a leer este maravilloso libro. Y más aún, a leer toda la Biblia. No hay excusa para quien posee una Biblia. Si sabes leer, puedes hacerlo; y si puedes leer, estás obligado si es que deseas alcanzar la primera bendición del Apocalipsis. Te invito a que leas este maravilloso libro. ¿Y por qué no?, también te invito a leer toda la Biblia en un año, aprovechando que estamos iniciándolo. Lee unos tres capítulos de las Escrituras cada día, y verás que al final del año habrás terminado de leerla toda. Pero si cada día dedicas a leer un solo capítulo del Apocalipsis, te aseguro que en menos de un mes habrás leído todo este libro profético. Quizá te estés diciendo en este momento que el Apocalipsis es un libro difícil para comprender. Bueno, es cierto. Pero esto no debe desanimarte. El Apocalipsis nadie lo entiende ni lo entenderá si no lo lee. La clave para poderlo comprender inicia con la lectura. Pero con una lectura espiritual, mediante la intervención de la iluminación divina. Es por eso que Elena G. de White escribió: “Ante semejante testimonio de la Inspiración, ¿cómo se atreven los hombres enseñar que el Apocalipsis es un misterio fuera del alcance de la inteligencia humana? Es un misterio revelado, un libro abierto. El estudio del Apocalipsis nos lleva a las profecías de Daniel, y ambos libros contienen enseñanzas de suma importancia, dadas por Dios a los hombres, acerca de los acontecimientos que han de desarrollarse al fin 10

Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis de la historia de este mundo” (Conflicto de los siglos, p. 340).

Léelo una primera vez, y luego intenta leerlo la segunda de manera más reflexiva; y puedes hacerlo muchas veces más y, te darás cuenta de que poco a poco Dios te irá dando luz para comprender esta maravillosa “revelación de Jesucristo”. Al final, verás cómo Dios te bendecirá y tu vida espiritual crecerá; al fin y al cabo, esto es lo que más vale. Esto es lo que Dios se ha propuesto. De esta manera el Señor quiere bendecirte. De hecho, solo quienes lo lean con ansias de aprender y de ser iluminados por el Espíritu Santo, se convertirán en sabios, y como sabios, “resplandecerán como el resplandor del firmamento” (Daniel 12:3). Personalmente considero a las profecías del Apocalipsis como una continuación del libro de Daniel, de hecho, Daniel es un libro de profecías apocalípticas. Y su interrelación con el Apocalipsis es incuestionable y no se puede separar el uno del otro, si deseáramos una comprensión limpia del texto bíblico. En aquellos tiempos, cuando el profeta Daniel recibió aquellas visiones que lo dejaron perplejo y perturbado por no comprender todas las cosas, Dios mismo se aseguró de que el profeta no siguiera así, sino que muriera tranquilo, porque Dios, en el último tiempo, suscitará hombres y mujeres “entendidos” que “resplandecerán como el resplandor del firmamento” (Daniel 12: 3). 11

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Dios le dijo: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Daniel 12: 4). Sin embargo, Daniel menciona solo dos partes de su profecía que quedan selladas hasta el tiempo del fin: Primero, la profecía de los 1260 días/años de 12:7-9; 7:25, y segundo, la profecía de los 2300 días/años en Daniel 8: 14, 26. Ambas profecías figuran en Apocalipsis 11-14 después de la apertura del librito de Apocalipsis 10. Es interesante notar que mientras que a Daniel se le dijo que sellara el libro hasta el tiempo del fin (Daniel 12:4), a Juan se le dijo “No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 22: 10). Partiendo de esto, podemos decir con seguridad de que Apocalipsis es un libro abierto para todo el que quiera leerlo y comprenderlo bajo la dirección iluminadora del Espíritu de los profetas. Este es un argumento esencial para saber por qué lo debemos leer ahora. “A San Juan le fueron descubiertos cuadros de la experiencia de la iglesia que resultaban de interés profundo y conmovedor. Vio las circunstancias, los peligros, las luchas y la liberación final del pueblo de Dios. Consigna los mensajes finales que han de hacer madurar la mies de la tierra, ya sea en gavillas para el granero celestial, o en manojos para los fuegos de la destrucción. Le fueron revelados asuntos de suma importancia, especialmente para la última 12

Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis iglesia, con el objeto de que los que se volviesen del error a la verdad pudiesen ser instruidos con respecto a los peligros y luchas que les esperaban. Nadie necesita estar a oscuras en lo que concierne a lo que ha de acontecer en la tierra” (El conflicto de los siglos, p. 340).

Si retomamos esta exhortación, debemos estar seguros de que El Apocalipsis debe ser leído por la iglesia de los últimos tiempos, es decir, por nosotros. Su mensaje, como lo dice el párrafo anterior, “hará madurar la mies de la tierra”. Necesitamos, por tanto, leerlo, conocerlo para poder proclamarlo al mundo. Y entonces, estar listos para el gran día de la cosecha de Dios. Una cuidadosa lectura del Apocalipsis nos dará la bendición, no únicamente del conocimiento de los acontecimientos presentes o venideros, sino que fortalecerá nuestra confianza en la Mano divina que sostiene el universo y gobierna sobre el tiempo y las profecías. Dios, es el que declara “el fin desde el principio, y desde la antigüedad cosas aún no hechas” (Isaías 46: 10). Su plan, aunque intervengan las manos humanas y mentes finitas, prevalecerá. Nada desviará el curso del cumplimiento de las palabras proféticas. Dios es soberano. ¡Amén!

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Bienaventurados “los que oyen las palabras de esta profecía” Es así como se alimenta la fe de todo hijo de Dios. Pablo escribió: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (Romanos 10: 17 RV95). Amados hermanos y queridos jóvenes lectores. Esta declaración es muy importante. Escuchar atentamente la Palabra de Dios, proporciona fe. Una vida llena de fe es lo que más necesitamos ahora, ya que vivimos en un mundo tan materialista y secularizado. Necesitamos fe para orar más; para aferrarnos a la mano del Todopoderoso; para depender más de Dios y menos del hombre. Pero, ¿cómo podemos tener más fe? ¡Escuchando la Palabra de Dios! Pero si la dejamos de escuchar, nos alcanzará la tentación hasta hacernos caer en el pecado. Cuando Eva pecó, pecó porque dejó de escuchar la voz de Dios, y empezó a escuchar la voz de la serpiente. En este mundo, saber elegir lo que escuchamos es muy importante. Si escuchas la voz de la serpiente, perderás tu fe en Dios. “… Y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14: 13 ú. p). 14

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En la primera bienaventuranza se nos invita a escuchar a Dios. Se nos promete una bendición especial si escuchamos la voz divina. Hay una bendición para todos los que escuchen, no a cualquiera, sino a “las palabras de esta profecía”. No nos confundamos, “las palabras de esta profecía” son las palabras de Dios. Otras palabras que no procedan de Dios pueden desbaratar los propósitos divinos para con nosotros. Escuchar “las palabras de esta profecía” es una necesidad capital, porque se trata de las profecías que a nuestra vista se están cumpliendo. Muchos, al ver los acontecimientos actuales, no poseen fe en Dios, porque nunca leyeron, ni tampoco escucharon “las palabras de esta profecía”. Explican los acontecimientos de manera científica y con pura explicación humanista, pero no ven la mano de Dios interviniendo en los asuntos de los hombres. El Dios del cielo está actuando en todos los sucesos de la tierra. La mano divina es la que dirige a las manos humanas, aún la de los inconversos, porque los propósitos de Dios llegarán a su cumplimiento; crean los hombres en Dios o no crean, Dios está dentro de todo el acontecer de nuestro mundo. Él dice: “Mi plan permanecerá y haré todo lo que quiero… Oídme, duros de corazón, los que estáis lejos de la justicia: ‘Haré que se acerque mi justicia; no se alejará, y mi salvación no se detendrá. Pondré salvación en Sion y mi gloria en Israel’” (Isaías 46: 10 úp., y versículos 12, 13). 15

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Y, ¡qué maravilloso es ver el cumplimiento de las profecías que estamos escuchando del Apocalipsis! Aunque nuestra fe no es por lo que vemos, sino por lo que escuchamos, y lo que escuchamos es la Palabra profética de Dios, pero al ver cumplirse las profecías de nuestro Señor, esto nos reconforta y fortalece nuestra convicción de que Dios está dirigiendo todo el acontecer del mundo. Entonces, la bendición que alcanzan todos los que “escuchan las palabras de esta profecía” es fe, confianza y fortaleza. Al mismo tiempo, consolación y la seguridad maravillosa de que Dios sigue con la mano al timón, es decir, de que Dios sigue dirigiendo nuestra historia y nuestro mundo. Él no ha perdido los estribos, ni los perderá. Y si Dios sigue al control del mundo, que lindo es pensar en que también Dios está dirigiendo tu vida. Él está al control de todo. Dios está contigo para fortalecerte. ¡Amén! Aunque los acontecimientos del mundo sean dramáticos y terribles, Dios sigue al control. Aunque en tu vida haya una tempestad de problemas y dificultades, Dios sigue al control de todo. Sólo ten fe. Los propósitos de Dios para tu vida, ciertamente se cumplirán. El Señor quiere elevarte a otra dimensión de fe. A una convicción inquebrantable de su constante presencia.

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Bienaventurados los que “guardan las cosas en ella escritas” Para poder guardar las Escrituras, primero tenemos que leerlas y al menos escucharlas. Nadie puede obedecer la Palabra de Dios sin esto primero. Por eso el Señor nos ha enviado escrito el mensaje del Apocalipsis, y también nos ha hablado de diferentes maneras. La voz profética sigue sonando, prestémosle mucha atención para poderla guardar. Guardarla, es lo mismo que ponerla en práctica. Poner en práctica la Palabra de Dios es el testimonio más poderoso de que verdaderamente tenemos fe en Él y en su Palabra. Tristemente vivimos en una era en la que muchas personas que profesan ser cristianas no practican el cristianismo. Algunos consideran que llevar al terreno de la práctica la fe es una especie de fanatismo pasado de moda. Muchos quieren llevar el nombre de Cristo pero no hacer las obras de Cristo. El mundo carece de cristianos que practiquen verdaderamente la Palabra de Dios. Los que practican la Palabra de Dios están escasos; en peligro de extinción. Pero no se extinguirán. Porque, aunque sean pocos, el Apocalipsis habla que éstos existirán hasta el mismo fin de los tiempos. Por eso dice:

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“Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14: 12). En cierta ocasión, Jesús ilustró la bendición de poner en práctica sus palabras mediante la siguiente parábola que registra Mateo 7: 24-25: 24 "A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. 25 Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre la roca.

Pero también ilustró, en los dos versículos siguientes, el destino de quien no pone en práctica las palabras divinas: 26 Pero a cualquiera que me oye estas palabras y no las practica, lo compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. 27 Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina".

Se puede contemplar claramente la bendición y la maldición. La bendición para quien cumple la Palabra de Dios; y la maldición para quien no la pone en práctica. No basta con escucharla, sino que debemos practicarla también. La adversidad siempre azotará como una tempestad. A todos, tanto a los hombres y mujeres de fe como a los que no poseen fe. Las dificultades de esta vida y las tentaciones siempre amenazarán 18

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a los habitantes de esta tierra. La tempestad siempre dará con ímpetu contra todos, contra los que practican la Palabra de Dios como contra los que no la practican. Pero la Biblia dice que solo quienes la practican, no caerán. En cambio, quien no pone en práctica la Palabra del Señor, caerá, y su ruina será grande. Y más aún, presta atención a las siguientes palabras registradas en Levítico 26: 14-16: “14 "Pero si no me escucháis ni cumplís todos estos mandamientos, 15 si despreciáis mis preceptos y vuestra alma menosprecia mis estatutos, si no ponéis en práctica todos mis mandamientos e invalidáis mi pacto, 16 yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma. Sembraréis en vano vuestra semilla, pues vuestros enemigos la comerán”.

Entonces, debes preguntarte como algunas personas preguntaron a Jesús hace muchos siglos: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?” –De inmediato el Señor les respondió: “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado” (Juan 6: 28-29). Si crees en Cristo, cumplirás con su Palabra, porque se necesita fe para practicar lo que Dios ha dicho. Pero sin fe, es imposible poner en práctica la Palabra de Dios. Y como consecuencia, vendrá una grande ruina. 19

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Dios no quiere eso para ti. Él quiere bendecirte. Dios quiere bendecirnos a todos. Por eso dice: Bienaventurados los que “guardan las cosas en ella escritas”. Hay una bendición especial en guardar las palabras santas: a saber, la de estar firme aun cuando azote con ímpetu la tempestad. Dios lo ha prometido, y lo cumplirá. ¿Quiénes no recibirán la bendición de la primera bienaventuranza del Apocalipsis? Para contestar esta inquietante pregunta, prefiero citar nuevamente a Elena G. de White: “El profeta dice: ‘Bienaventurado el que lee’: Hay quienes no quieren leer; la bendición no es para ellos. ‘Y los que oyen’: Hay algunos, también, que se niegan a oír cualquier cosa relativa a las profecías; la bendición no es tampoco para esa clase de personas. ‘Y guardan las cosas en ellas escritas’: Muchos se niegan a tomar en cuenta las amonestaciones e instrucciones contenidas en el Apocalipsis. Ninguno de ellos tiene derecho a la bendición prometida. Todos los que ridiculizan los argumentos de la profecía y se mofan de los símbolos dados solemnemente en ella, todos los que se niegan a reformar sus vidas y a prepararse para la venida del Hijo del hombre, no serán bendecidos” (El Conflicto de los siglos, p. 340).

“Porque el tiempo está cerca” El fin de los tiempos se nos avecina. Estamos viviendo en los últimos días de la historia de este 20

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mundo. El fin del mundo está cerca. Y es precisamente en esta época en la que necesitamos las siete bendiciones del Apocalipsis. Estas bienaventuranzas son una protección contra todos los peligros de nuestro mundo actual. El mundo está infectado de tantas maldades. La violencia y el terror han invadido a nuestra civilización. Enfermedades, plagas y calamidades están causando tanto pánico en el corazón de la humanidad al punto de que los hombres desfallecen. Los recursos naturales están languideciendo paulatinamente y, las aguas y el aire cada vez están más contaminados. La flora y la fauna están casi agonizando y la maldad de los hombres va aceleradamente en aumento. La pobreza y la injusticia son cada vez más marcadas y dejan cicatrices imborrables en la historia de nuestro mundo. Pareciera que todo está trastornado. Los hombres se matan entre sí y las familias se desintegran dramáticamente. Cada día hay más viudas y huérfanos hasta de padres vivos; la lujuria y el pecado imperan en los pensamientos continuamente de las personas. Estamos en un momento de crisis de valores; vivimos en la agonía de nuestro mundo. Estamos en el umbral de los tiempos. Por eso, necesitamos leer, escuchar y guardar las palabras de esta profecía, “porque el tiempo está cerca”. ¿Cuál tiempo? El tiempo del cumplimiento de todas estas cosas; el tiempo del 21

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fin del mundo, el tiempo de la Segunda Venida de Jesús. Definitivamente, la aguja del reloj profético marca que ya el tiempo está llegando a su final. Los acontecimientos finales serán rápidos y dramáticos. Nosotros, debemos estar listos para entonces recibir el galardón prometido. Pronto llegará el fin del tiempo de gracia. “Y me dijo: ‘No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. El que es injusto, sea injusto todavía; el que es impuro, sea impuro todavía, y el que es santo, santifíquese más todavía. ¡Vengo pronto!, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra’” (Apocalipsis 22: 10-12).

También, la gran crisis final está a las puertas. El gran tiempo de angustia se nos avecina. El profeta Daniel lo describe con las siguientes palabras: “Y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será librado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro” (Daniel 12:2).

Y cuando este mundo no sea ya más, y llegue el final de los tiempos, los bienaventurados hijos del reino, “resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12: 3).

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“Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:3).

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“Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14: 13).

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“BIENAVENTURADOS de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor”

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esta bienaventuranza es muy especial para mí. Le antecede el imperativo: “¡Escribe!”. Como quien quiere decirnos que es tan importante que merece ser escrita para ser recordada, y no olvidada. Tiene un significado trascendental para nuestro tiempo y para la iglesia, que ha estado proclamando el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis catorce. Nótese que esta bienaventuranza está ubicada inmediatamente después del mensaje del tercer ángel. Y el elemento temporal que posee es muy importante. Nos ubica en un tiempo y describe a los bienaventurados que son desde cierta época en adelante: “de aquí en adelante”. De hecho, desde ese espacio de tiempo, los que alcanzan esta bendición son sólo “los muertos que mueren en el Señor”. No son cualquier tipo de muerto, sino sólo los que en vida aceptaron a Cristo en su corazón y creyeron en los tres mensajes 25

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evangélicos de los versículos que le anteceden. O dicho de una forma más sencilla y clara, son los que murieron en el Señor Jesús, creyendo y proclamando el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6-12. De hecho, el versículo doce hace un énfasis marcado sobre la identidad del pueblo de Dios de los últimos tiempos: “Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14: 12).

“Bienaventurados de aquí en adelante” Ahora se nos presenta la bienaventuranza en un plural abarcante. Porque se refiere a todos los que mueren en el Señor “de aquí en adelante”. Pero nos preguntamos, ¿en qué momento se puede ubicar el “aquí”?, y luego, ¿cuánto abarca el “en adelante”? Como ya se mencionaba anteriormente, esta bendición contiene un elemento temporal. Está ubicada en un período en el que se puede señalar que “los muertos que mueren en el Señor” son aquellos que cuando estaban vivos creyeron en el mensaje que proclamaron los tres ángeles de Apocalipsis catorce. El mensaje del tercer ángel en la historia adventista: Con respecto al mensaje del tercer ángel, Elena de White, escribió:

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Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis “Este mensaje abarca los dos mensajes precedentes, se lo presenta como si fuese pronunciado a gran voz, es decir, con el poder del Espíritu Santo. Ahora están en juego todas las cosas. Debe darse la mayor importancia al mensaje del tercer ángel. Es un asunto de vida o muerte. La impresión que produzca este mensaje será proporcional con el fervor y la solemnidad con los cuales sea proclamado” (MS 16, 1900).

Y dos años después, escribió: “El mensaje del tercer ángel aumenta en importancia a medida que nos acercamos a la terminación de la historia de esta tierra” (MS 135, 1902).

Nos preguntamos: ¿cuándo se inició a proclamar el mensaje del tercer ángel? Por lo que conocemos en nuestra historia, la Iglesia Adventista del Séptimo Día empezó a proclamar este mensaje a partir de 1844. El mensaje del tercer ángel se ha enviado al mundo para advertir a los hombres contra la recepción de la marca de la bestia o de su imagen en sus frentes o en sus manos. Este mensaje, desde 1844, ha sido proclamado, revelando el verdadero día de reposo del cuarto mandamiento y mostrando que en la Palabra de Dios no hay ningún fundamento para la observancia del domingo. Nosotros creemos que el movimiento adventista es el cumplimiento de los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14: 6-12, y que como resultado está surgiendo el “resto” de los “santos” 27

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que “guardan los mandamientos de Dios”. Por el mensaje que se proclama, se hace una invitación a todos los hombres y mujeres de todo el mundo, a unirse a este movimiento profético. Entonces, podemos deducir, con todo lo dicho anteriormente, que el “de aquí en adelante” tiene su punto de partida desde cuando se inició a predicar el mensaje del tercer ángel en 1844.

La resurrección especial Pero, ¿por qué estos muertos en el Señor reciben esta bienaventuranza y no los demás muertos en el Señor? Acerca de ellos, leemos en El Conflicto de los siglos que, en ocasión del tiempo de la liberación del pueblo de Dios, que también es descrita por Daniel 12: 1, precisamente poco antes de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, ocurrirá una resurrección especial. Pero, mejor los invito a que leamos cómo lo describe Elena G. de White: «Los sepulcros se abren y “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12: 2). Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron su ley. “Los que le traspasaron” (Apocalipsis 1: 7), los que se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo y los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para contemplarlo en su gloria y para ver el honor con que serán recompensados 28

Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis los fieles y obedientes» (El Conflicto de los siglos, p. 661. Edición del 2010).

Como se puede observar, esta resurrección es especial, no se refiere a la general. El profeta Daniel menciona que los que se levantarán del polvo de la tierra serán “muchos”; no habla de “todos”. En cambio, tanto Jesús como Pablo, al igual que otros escritores bíblicos (cf. Juan 5: 28-29) hablaron de la resurrección general, la cual ocurrirá en ocasión de la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. Y utilizan las palabras: “los” y “todos los que están en los sepulcros”. Evidentemente se refieren a “todos” los muertos. Acerca de la resurrección especial, la Biblia registra que ya ha sucedido que el Señor resucitó muertos, actos que podrían clasificarse como evidencias de que el Señor puede ejecutar una resurrección especial en el último tiempo también. Esta obra, la de resucitar muertos, sólo Dios la puede hacer, porque Satanás no puede crear vida ni resucitar muertos. Fue nuestro Señor Jesucristo, que con el poder de su fuerza, resucitó a Lázaro (cf. Juan 11), también resucitó a la hija de Jairo y al hijo de la viuda de Naín (ver Lucas 8: 40-56; 7: 11-17). La misma muerte y resurrección de Jesús obró poderosamente –un milagro– a favor de muchos santos que habían muerto. Las Escrituras nos dicen: “Pero Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra 29

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tembló, las rocas se partieron, los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y después que él resucitó, salieron de los sepulcros, entraron en la Santa Ciudad y aparecieron a muchos” (Mateo 27: 5053). Acá vemos otra resurrección especial en las Sagradas Escrituras.

La resurrección general Aunque a continuación haré mención brevemente de la resurrección general, más adelante, específicamente en la bienaventuranza número cinco ahondaré en este tema tan importante de las Escrituras. La Biblia es clara al describirnos la resurrección general de los muertos en Cristo. Será en la misma ocasión cuando nuestro Señor venga en las nubes de los cielos. Sobre la resurrección general, Jesús dijo: “No os asombréis de esto, porque llegará la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida; pero los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5: 28, 29).

Por su parte, Pablo escribió: “El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4: 16). 30

Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis

Los bienaventurados del Apocalipsis 14: 13 no son “todos” los muertos en Cristo, sino los “muchos” muertos que mueren en el Señor a partir de 1844. Obsérvese que el versículo 12 describe el estilo de vida de los santos de Dios con las siguientes palabras: “Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”.

Esto nos indica que los bienaventurados muertos que mueren en el Señor son personas que creyeron y practicaron este estilo de vida. Una vida en conformidad con los Diez Mandamientos de Dios y que vivían por la fe de Jesucristo. También se los presenta como personas perseverantes y pacientes. Puesto que algunos de ellos vivirán, tal como lo profetizó Daniel, en “tiempos de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro” (Daniel 12: 1).

“Los muertos que mueren en el Señor” Los tales mueren en el Señor; mueren en la causa de Cristo, en estado de unión con Cristo; los tales son hallados en Cristo cuando les llega la muerte. La muerte no los sorprende, porque vivieron preparados ante la presencia de Dios. Sus vidas fueron un testimonio viviente de que sí se puede 31

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permanecer en Cristo hasta el fin de sus vidas terrenas. Para alcanzar esta bienaventuranza, no basta con morir después de 1844, sino morir en el Señor. Pero para morir en el Señor, es necesario, ahora, vivir en Él. Esto es, una vida de fe y obediencia; una vida santa y dedicada en vivo servicio al Dios viviente. Porque es mejor morir en Cristo que vivir sin Él.

“Sí, dice el Espíritu” El Espíritu Santo dice un “SÍ”, reconfirmando la bienaventuranza de ellos. “Sí, dice el Espíritu”. Es una afirmación divina de la tercera Persona de la Deidad. Dios mismo lo reafirma porque esto es verdad. El testimonio del Espíritu lo asegura y atestigua. Y si el Espíritu lo dice, entonces es verdad, porque Él es el “Espíritu de verdad” –dijo Jesús– “él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16: 13). Cuando el Espíritu habla debemos escucharlo; cuando el Espíritu afirma algo es porque es una verdad trascendental. El Espíritu es el Maestro que nos guía al conocimiento de toda la verdad concerniente a “las cosas que habrán de venir”. Es el Espíritu de los profetas. Es el Espíritu de la profecía. Es la voz de Dios. Escuchemos su voz, prestémosle mucha atención y creamos en el Espíritu de Dios. 32

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“Descansarán de sus trabajos” Estos muertos en Cristo son bienaventurados, no porque ya estén gozando vida eterna en el cielo, sino porque ahora están descansando “de sus trabajos”. Nos podemos preguntar, ¿y de qué trabajos descansan ahora? Bien, no hay trabajo más sublime que el trabajo en la obra de Dios. Estas personas vivieron una vida activa y dinámica en la obra de la evangelización. Proclamaron el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6-12; son esas personas que dedicaron su vida al servicio entregado al Señor en la gran causa de ganar almas para Cristo. Estos santos, en su vida comprendieron y pusieron en práctica las palabras de la Biblia cuando nos exhorta: “Todo lo que te venga a mano para hacer, hazlo según tus fuerzas, porque en el seol, a donde vas, no hay obra, ni trabajo ni ciencia ni sabiduría” (Eclesiastés 9: 10).

Ellos sabían que su actividad en la obra de Dios caducaría con su vida terrenal. Al morir dejaron de actuar. Porque los muertos están en un estado de completa inconciencia. Una vez más se nos confirma en la Palabra de Dios el verdadero estado de los difuntos. Los muertos no están vivos, ellos están muertos, descansando el sueño de la muerte, dormidos, esperando el momento de su resurrección por la gracia y el poder de Jesús, nuestro Salvador. 33

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Simbólicamente se dice de ellos: “Entonces se les dieron vestiduras blancas y se les dijo que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos” (Apocalipsis 6: 11).

Esas vestiduras blancas es un símbolo de la justicia (condición de un justo a la vista de Dios) que viene de Cristo. Por eso se nos dice en Apocalipsis 3: 4-5: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El vencedor será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles”.

El hecho de haber conservado sus vestiduras sin mancha es un significado de que permanecieron fieles al Señor. Porque prefirieron la muerte, que fallarle a Dios (cf. Apoc. 12:11). Su amor y fidelidad al Señor fue más fuerte – literalmente– que la muerte.

“Sus obras con ellos siguen” Aunque ellos murieron, sus obras continúan, porque el alcance del trabajo misionero trasciende el tiempo y las generaciones. Ya han pasado muchos años desde 1844, y las obras de los fieles misioneros de esa época siguen con nosotros. Y es posible, si nos tocara morir 34

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también a nosotros y si pasaran muchos años más, aunque vayamos al descanso, nuestras obras continuarán. “Sus obras” –que es la obra de Dios– “con ellos siguen”. Evidentemente, tenemos esparcido el Evangelio eterno por todas partes del mundo, gracias a la labor de estos fieles portaestandartes de la verdad presente. Gozamos de un templo y de la presencia de la iglesia del Señor en muchas partes de todo el mundo, porque la obra de nuestros pioneros, aunque ahora descansan de sus trabajos, “con ellos siguen”. Las malas obras son despreciables y pronto la gente las olvidará. Pero las buenas obras, y la mejor, la de salvar un alma para Cristo, tienen eco de vida eterna en la eternidad. De esta forma se puede inmortalizar la memoria de un hijo de Dios. Pero esto no es lo más importante, sino que su nombre esté escrito en el Libro de la Vida y que Dios reciba la gloria, la honra y el honor.

Nos conviene vivir en estrecha comunión con Dios Pronto llegará un gran tiempo de angustia, pero el pueblo de Dios permanecerá firme y leal en medio de las turbulentas olas de violencia que anegarán la tierra. El desenlace del gran conflicto es inminente. El fin viene pronto. Y a medida que se acerca ese tiempo de angustia, los fieles hijos de Dios avanzan en la gran obra de proclamación del mensaje del tercer ángel. Es la última amonestación de amor que el mundo entero ha de escuchar. El mundo 35

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necesita este mensaje. Es la proclamación que madurará la mies para la gran cosecha. Un consejo inspirado nos dice: “Lo mejor que podemos hacer es estar en estrecha comunión con Dios, y si él quiere permitir que seamos mártires por causa de la verdad, esto puede ser el medio de traer a muchos otros a la verdad” (3 MS 480, 1886).

La proclamación del mensaje del tercer ángel siempre irá precedida de los mensajes maravillosos del primero y del segundo ángel. Uno va tras el otro, ambos tienen un enlace y una continuidad en la experiencia de la salvación y santificación. Su propósito es preparar al pueblo de Dios para el encuentro del Señor en gloria y majestad, y para poder entrar “por las puertas en la ciudad amada”. Mientras tanto, nos conviene vivir en santidad y comunión con Dios. Caminando con Dios como lo hizo Noé en aquella perversa generación, y fue encontrado justo delante del Señor. Nos conviene así como Enoc caminó con Dios, hasta que el Señor se lo llevó. De igual forma, muy pronto se cumplirá la promesa maravillosa, de ser recibidos por el Padre celestial en las moradas celestiales con palabras de bienvenidas y la corona de la vida eterna. ¡Jesús volverá pronto para llevarnos con él! ¡Amén!

“¡Bienaventurados los que de aquí en adelante mueren en el Señor!” 36

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UN TIEMPO A SOLAS CON DIOS

UNA BIENAVENTURANZA ESPECIAL (Aporte del hermano O. Pacheco) —Usado con permiso—

“Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14:13).

Todos conocemos que la Palabra de Dios habla de dos resurrecciones generales (Juan 5:28,29). La primera, es una resurrección de justos durante la segunda venida de Cristo (1 Tesalonicenses 4:15,16). Y la segunda, es una resurrección de los impíos después del milenio, es decir en la tercera venida de Cristo (Apocalipsis 20:4-6). Sin embargo en Daniel 12:1,2 se menciona una resurrección que no encaja en ninguna de las dos resurrecciones anteriores, notemos el pasaje en cuestión: “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.” (Daniel 12:1,2). Dicha cita bíblica hace referencia a una resurrección especial de justos e impíos por las siguientes razones: (1) Ocurre 37

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durante el “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces”, el cual es un evento anterior a la segunda venida de Cristo, (2) El pasaje dice que “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados”, nótese que no son todos sino muchos, esto significa que esta es una resurrección de un grupo específico o especial, (3) Salvos y perdidos son resucitados al mismo tiempo, por lo tanto este evento no puede hacer referencia a la resurrección general de justos (que se dará en la segunda venida de Cristo) o la resurrección general de impíos (que se dará al final de los mil años en la tercera venida de Cristo). Como verás hay dos grupos de personas que se levantarán del sepulcro en esta resurrección especial: justos e impíos. ¿Quiénes son los impíos que resucitarán en la resurrección especial? La Biblia y el Espíritu de Profecía identifican 4 categorías: (1) Los judíos que no le aceptaron en su primera venida: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Mateo 23:37-39). (2) Los líderes religiosos judíos que fueron directamente responsables de la muerte de Cristo: "Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado 38

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a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo" (Mateo 26:64). (3) Los líderes políticos y soldados romanos que fueron directamente responsables de la crucifixión de Cristo: "He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén." (Apocalipsis 1:7). (4) “Los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para mirarle en su gloria y para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes.” (El Conflicto de los Siglos, Pág. 621). ¿Quiénes son los justos que resucitarán en la resurrección especial? Bajo el contexto de la proclamación del mensaje de los tres ángeles en 1844, el profeta Juan escribe: “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14:13).

El pasaje menciona que hay una bienaventuranza para aquellos justos que son llamados al descanso después de la proclamación del mensaje de los tres ángeles y que hayan vivido a la luz de la verdad presente para el tiempo del fin. Esta bienaventuranza es la misma que se encuentra en Daniel 12:12. ¿En qué consiste esa bienaventuranza? ¿Cuál es ese regalo especial que Dios les tiene preparado a su remanente especial? La mensajera del Señor responde: 39

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“Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron su ley.” (El Conflicto de los Siglos, pág. 621).

¡Qué hermosa promesa la que Dios ha dado a su pueblo! Piensa por un momento en todos aquellos familiares y amigos que la muerte te arrebato y mientras estaban con vida conocieron y vivieron fielmente el mensaje adventista, si somos parte de la última generación de justos tendremos la oportunidad de verles de nuevo para recibir juntamente con nosotros el galardón de la vida eterna. Personalmente he perdidos a hermanos muy queridos en la fe que dejaron huella en mi vida, hermanos cuyas palabras y ejemplo dieron inspiración y aliento a mi corazón, hermanos cuyas vidas eran un sermón sazonado con la gracia de Cristo, me alegra saber que Dios tiene preparado algo especial para ellos. La resurrección especial es una de las siete bienaventuranzas más interesantes del Apocalipsis. Tan grande es el amor que Dios tiene por su pueblo remanente que no permitirá que ninguno que haya conocido y vivido a la luz del mensaje de los tres ángeles resucite en la resurrección general de los justos, ellos tendrán el privilegio de resucitar antes para contemplar la venida de Cristo de principio a fin ¡Qué Dios nos ayude, en caso que seamos llamados a descansar antes de la segunda venida de Cristo, a ser parte de esos “muchos… que duermen en el polvo de la tierra” que “serán despertados… para vida eterna” y en caso que estemos vivos para el retorno de nuestro Salvador que nos dé la oportunidad de tener ese reencuentro con nuestro hermanos y amigos en la fe! 40

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“Yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus vestiduras, no sea que ande desnudo y vean su vergüenza” (Apocalipsis 16: 15).

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BIENAVENTURADO el que vela y guarda sus vestiduras

H

emos llegado a la tercera bienaventuranza. Hasta aquí hemos visto que Dios está interesado en bendecir a sus hijos fieles. Por esta razón, las bienaventuranzas son un medio para motivarlos y para que reciban las bendiciones prometidas en ellas. Contienen mensajes significativos, profundidad doctrinal y una riqueza devocional. Esta tercera bienaventuranza, al igual que la primera, está expresada en un singular muy especial, y es porque Dios desea que cada uno reciba este mensaje de manera personal.

“Yo vengo como ladrón” Apocalipsis 16: 15 inicia con una ferviente aseveración de la Segunda Venida de Cristo. Se trata de una venida súbita, por eso usa la frase: “como ladrón”. No importa en qué momento de la historia profética usted considere que se cumple esta 43

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bienaventuranza, pero una cosa sí es cierta y no se puede negar: Cristo Jesús volverá por segunda vez a esta tierra. Él vendrá un día; día que no tengo en mente, porque “en cuanto al día y la hora” de su venida, “nadie lo sabe”. Solamente Dios. Es por eso que me declaro un completo ignorante ante el momento majestuoso de la Segunda Venida de Jesús. Personalmente, yo creo en la inminencia de la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. En cuanto a la Segunda Venida, las Escrituras Sagradas nos informan que será “en poder y gran gloria” (Mateo 24: 30). Distinto a su primera venida a este mundo. Por eso, leemos en Hebreos 9: 28 las siguientes palabras: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que lo esperan”.

Observemos que, cuando Jesús vino por primera vez a esta tierra vino como un niño indefenso, encarnado y tomando sobre sí el pecado de todos nosotros. Vino como el Siervo sufriente y como Varón de dolores. En su Segunda Venida, vendrá como un Guerrero victorioso, “como el Rey de reyes, y Señor de señores”. En su primera venida vino a salvar a todos los pecadores; en su segunda venida, salvará únicamente a los que lo esperan ansiosamente. En su primera venida, ofreció su vida “para llevar los pecados de muchos”; en su segunda venida, 44

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aparecerá para decretar juicio y condena contra los pecadores que no se arrepientan.

“Bienaventurado el que vela y guarda sus vestiduras” Esta bienaventuranza es pronunciada por el mismo Jesucristo después de proclamar que vendrá como ladrón. Si observamos detenidamente, esta bienaventuranza la encontramos como un paréntesis entre las siete postreras plagas. Específicamente, el paréntesis se lo ubica en la sexta plaga, la cual caerá sobre el río Éufrates cuyas aguas se secarán. El escritor del Apocalipsis lo expresa de la siguiente manera: “El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y el agua de éste se secó para preparar el camino de los reyes del oriente. Vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos semejantes a ranas. Son espíritus de demonios, que hacen señales y van a los reyes de la tierra en todo el mundo para reunirlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 16: 12-14).

Nótese que está hablando de una batalla de dimensiones internacionales. Por tanto, estamos hablando de un tiempo de crisis mundial, de guerra y de zozobras. Pero en medio de la descripción de angustia, el Señor pronuncia esta bienaventuranza con el 45

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propósito de dar un rayo de luz y esperanza a su pueblo fiel. Aunque el mundo entero se volcará contra Dios y su pueblo, en la tierra seguirá existiendo para entonces un pueblo bienaventurado que continuará predicando el mensaje del advenimiento de Jesucristo hasta el cumplimiento del mismo magno suceso. Los hombres vivirán angustiados por las calamidades de la tierra. Sus corazones estarán desfallecientes. Pero en ese tiempo, lamentablemente, el período de gracia ya se habrá acabo. Por eso, no se arrepentirán de sus pecados. Sin embargo, como una luz en medio de la oscuridad, estarán los fieles del Señor, firmes y con la inquebrantable fe de Jesús, porque serán fieles a los mandamientos del Señor. Mientras que los impíos, ni siquiera estén pensando ni mucho menos esperando el fin del mundo, éste los sobrecogerá como un lazo. Serán sorprendidos por la misma presencia majestuosa del Rey de reyes y Señor de señores. Allí los magnates de la tierra temblarán ante su presencia y sus corazones se derretirán del miedo ante la majestad del cielo. En cambio, la Palabra de Dios describe una bendición especial para el pueblo que sí espera a su Dios, con las siguientes palabras de oro: “Yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus vestiduras, no sea que ande desnudo y vean su vergüenza” (Apocalipsis 16: 15). 46

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En esta bienaventuranza se nos dan dos exhortaciones importantes que a continuación analizaremos.

“Bienaventurado el que vela” Esto es estar vigilando; permanecer en un estado constante de sobriedad espiritual y estar alertas. Cuando Jesús oraba en el Getsemaní, exhortó a sus discípulos a velar y a orar para no entrar en tentaciones. Es preferible no entrar en tentaciones que ser tentados. Aunque la tentación no es pecado, pero representa un gran peligro para cada hijo de Dios. También, velar significa vivir en expectativa del glorioso acontecimiento de la venida del Señor. Es vivir esperando a Jesús. Es esperar al Rey que es nuestro Dios. ¡Cuidado perdemos la esperanza de su venida! Asegurémonos que nuestro corazón palpite de gozo porque vivimos esperando a nuestro Salvador. Jesús muy pronto va a venir al mundo con gran poder. La promesa de su venida se cumplirá. Porque el que ha de venir, vendrá, y no tardará. Con esto, se puede asegurar que quien vive velando, vive esperando a su Señor. Y vivir esperando a Jesús es ser un auténtico adventista. “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir” (Mateo 25: 13).

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Este es un velar de permanecer despiertos y sobrios espiritualmente en todo tiempo. Mirar y discernir los peligros espirituales para apartarnos de ellos. Es prevenir la tentación y huir del pecado. Es no tentar al tentador para que nos tiente. Es vivir en santidad y obediencia al Señor Jesús. Es prepararnos constantemente para el encuentro con nuestro Señor Jesucristo. Esto, para mí, significa “velar”.

“Bienaventurado… el que guarda su vestidura” Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, somos despojados del viejo hombre de pecado y de la ropa de nuestra propia justicia, la cual es como trapos de inmundicia. Tenemos una ropa santa y limpia. Porque hemos sido lavados en la sangre del Cordero de Dios. Esto es bueno, pero lo mejor es permanecer limpios. Quienes alcanzan esta bienaventuranza son los que además de velar, guardan su vestidura para no ensuciarla ni contaminarla con la fea mancha del pecado y de la impiedad. Son aquellas personas que se cuidan de esta perversa generación. “Muchos son llamados, pero pocos escogidos” En la parábola de la fiesta de bodas, los primeros invitados no entraron porque no eran dignos. Por eso el rey dijo a sus siervos: “La boda a la verdad 48

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está preparada, pero los que fueron invitados no eran dignos” (Mateo 22: 8). El evangelio de Jesucristo es maravilloso. Mediante él, Dios invita y llama a todos los pecadores para venir a Él. Pero aquellos, que no están dispuestos a renunciar a su orgullo; que no desean ser limpiados y purificados por la sangre preciosa del Cordero; que no se quieren despojar del viejo hombre de pecado ni de sus ropas de inmundicia, “no son dignos”. Seguirán con sus harapos pecaminosos e indignos. Entran al reino de la gracia del Señor únicamente aquellos que reciben la ropa de la justicia de Cristo. Esto es, entrar al pueblo de Dios; aceptar el “evangelio eterno” (Apocalipsis 14: 6) en sus corazones. Es recibir a Cristo y vivir en Él. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5: 17). Mateo 22: 11 y 12 nos sigue diciendo: “Cuando entró el rey para ver a los invitados, vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda, y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí sin estar vestido de boda? Pero él guardó silencio”.

Es muy posible que en nuestra iglesia se bautice alguien sin dejar de ser el mismo de ayer, sin haber experimentado un cambio de corazón. Es posible que haya entrado a las filas del Señor un enemigo asolapado. Es probable que dentro de las bodas del Hijo del Rey de la parábola, no exista uno, sino muchos que no están con las vestiduras 49

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correctas. “Pues muchos son llamados, pero pocos escogidos” (Mateo 22: 14). Apreciado hermano y amigo, si tú decides entrar a las bodas mediante la fe, asegúrate no hacerlo con tus propias ropas, es decir, con tu propia justicia. Déjate cobijar con la gracia de Cristo. El Señor quiere transformarte en un auténtico hijo de Dios. Cristo te aconseja que de Él compres, además del oro puro y del colirio, “vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez” (Apocalipsis 3: 18). Y una vez teniéndola, entonces, es muy importante que guardes tus “vestiduras”. Es decir, que te guardes de no mancharte con el espíritu inicuo que opera en esta generación adúltera y pecadora. Seguramente vas a tener muchas tentaciones más en tu vida. Algunas tan fuertes que parecerán irresistibles. Los dardos del enemigo son tan ponzoñosos que de ser posible, usará incluso a nuestros seres queridos para ensuciar nuestras vestiduras de justicia. Pero tú, no apartes la mirada del Cordero de Dios, que murió para librarte del pecado y de su condenación. Jesucristo, con su vida venció las tentaciones del diablo, con su muerte venció al pecado, y con su resurrección venció a la muerte. De modo que, Cristo es el vencedor de todo y sobre todos.

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Conclusión: Cristo muy pronto volverá. Preparémonos para no ser sorprendidos. Su glorioso advenimiento es el más maravilloso y espectacular evento de toda la historia del universo. ¡Oh!, ¡cuánto anhelo verlo pronto! ¿Y usted? Dios quiere que vivamos en un constante velar para no ser sorprendidos, sino para irnos con Él en su Segunda Venida. El enemigo está dispuesto a desviarnos del propósito de Dios. Acatemos las palabras del Salvador: “Velad y orad para que no entréis en tentación”. También, el Señor estará satisfecho con nosotros si guardamos limpias nuestras vestiduras. Él no quiere que nos quedemos desnudos, o sea, que perdamos nuestra vestidura y se vea nuestra vergüenza.

Por eso nos dice: “Bienaventurado el que vela y guarda sus vestiduras, no sea que ande desnudo y vean tu vergüenza”.

No necesitamos desprendernos de las ropas de justicia. Necesitamos ser cubiertos con la sangre del Cordero. Necesitamos su manto de justicia; necesitamos ser revestidos de Cristo, justicia nuestra. Es el ropaje del cielo con el cual debemos cubrir nuestra vida para poder resistir a las tentaciones fieras del enemigo de las almas. Sólo 51

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mediante la justicia de nuestro amante Salvador podremos resistir al enemigo, permanecer alertas, velando y orando para no entrar ni caer en tentaciones. Dios quiere darnos la victoria en el poderoso nombre de Jesús, su Hijo. ¡Amén!

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Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis

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El ángel me dijo: Escribe: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”. Y me dijo: “Estas son palabras verdaderas de Dios” (Apocalipsis 19: 9)

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BIENAVENTURADOS Los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero

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vitación divina que enternece el alma. Es maravilloso notar cómo Dios mismo está interesado en compartir su gozo y su felicidad con sus hijos. Él desea una celebración de su victoria ganada en la cruz. Es la celebración de las bodas del Cordero de Dios “que fue inmolado y vivió”. Se celebra la gran victoria de la redención de la humanidad.

“El ángel me dijo: Escribe” Esta vez Dios manda a un mensajero para darle instrucción al profeta. Le dijo: “Escribe”. Lo que está a punto de dictarle es de capital importancia. Se trata de una bendición especial porque se refiere directamente a la celebración de la victoria definitiva del Redentor. Ahora, veamos un asunto de importancia máxima: Si hay “llamados” a la cena de las bodas del Cordero, entonces deben haber siervos de Dios que extiendan este llamado. 55

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Sobre este punto, Elena G. de White escribió: “El solemne y sagrado mensaje de amonestación debe proclamarse en los territorios más difíciles y en las ciudades más pecaminosas, en todo lugar donde todavía no haya brillado la luz del gran triple mensaje de Apocalipsis 14. Cada uno ha de oír la última invitación a la cena de bodas del Cordero” -Obreros evangélicos, sec. 1, p. 27 (1915).

Invitar a otros a la cena de las bodas del Cordero es una solemne responsabilidad que tenemos los que conocemos el mensaje de salvación. La gente necesita conocer esta invitación. El mundo necesita escuchar el llamado que Dios hace a los pecadores para arrepentirse y ser perdonados. Jesús quiere salvar a la humanidad caída de su deplorable situación. El Cordero murió por todos los pecadores. Él es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1: 29). Se nos pregunta: “¿Dónde estarán los hombres y mujeres que saldrán a predicar el evangelio confiando plenamente en Dios y listos para actuar con firmeza? Dios hace este llamamiento: «Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña» (Mateo 21: 28, RV60)… “Dios llama a obreros consagrados que sean leales a él; obreros humildes que comprendan la necesidad de predicar y que no retrocedan, sino que cada día realicen fielmente su tarea dependiendo de la ayuda y el poder de Dios en 56

Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis cada emergencia que surja” –El Evangelismo, p. 20.

Una razón poderosa por la que debemos estar extendiendo este llamado, es porque quienes lo escuchen y lo acepten serán bendecidos con las palabras apocalípticas: “Bienaventurados los que son llamados…”.

La cena de las bodas del Cordero “La cena de las bodas del Cordero” ya da por sentado de que “las bodas” se han efectuado. La ceremonia de bodas se celebra en el Templo celestial. La cena se celebrará en ocasión de la Segunda Venida de Cristo. Para tener un amplio concepto de la fiesta de bodas, deseo invitarlo a usted a leer la parábola del Señor, en Mateo 22: 1-14. “Jesús volvió a hablarles en parábolas, y les dijo: «El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo una fiesta de bodas para su hijo. Y envió el rey a sus siervos para convocar a los invitados a la fiesta de bodas, pero éstos no quisieron asistir. Volvió el rey a enviar a sus siervos, y les dijo: “Díganles a los invitados que ya he preparado el banquete; que he matado mis toros y animales engordados, y que todo está dispuesto. Que vengan a la fiesta”. Pero los invitados no hicieron caso. Uno de ellos se fue a su labranza, otro a sus negocios, y otros más agarraron a los siervos, los maltrataron y los mataron. Cuando el rey supo esto, se enojó; así que envió a sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: “La fiesta de 57

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bodas ya está preparada, pero los que fueron invitados no eran dignos de asistir. Por tanto, vayan a las encrucijadas de los caminos, e inviten a la fiesta de bodas a todos los que encuentren”. Los siervos salieron por los caminos y juntaron a todos los que encontraron, lo mismo malos que buenos, y la fiesta de bodas se llenó de invitados. Cuando el rey entró para ver a los invitados y se encontró con uno que no estaba vestido para la boda, le dijo: “Amigo, ¿cómo fue que entraste aquí, sin estar vestido para la boda?” Y aquel enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: “Aten a este de pies y manos, y échenlo de aquí, a las tinieblas de afuera. ¡Allá habrá llantos y rechinar de dientes!” Porque son muchos los llamados, pero pocos los escogidos.»

Es muy interesante notar que esta parábola es escatológica. Contiene los elementos misio-lógicos y también hace un marcado énfasis en la necesidad de asistir a las fiestas de las bodas con las ropas adecuadas. El Apocalipsis habla de la cena de las bodas del Cordero. La ceremonia de bodas se empezó a realizar cuando Cristo inició su obra sumosacerdotal en el Santuario celestial (en el 1844 d. C.). Desde entonces se invita a los hijos de Dios a acercarse al trono de la gracia por la fe y lavar sus pecados en la sangre del Cordero. Porque “La sangre de Jesucristo… nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7, ú. p.).

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Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis

“La fiesta de bodas ya está preparada” Notemos los siguientes elementos: Primeramente el rey preparó la fiesta de las bodas. Esta preparación es la que Jesús prometió en Juan 14: 13. Cuando Jesús dijo a sus discípulos que se iría al cielo, era a fin de preparar las moradas celestiales para su pueblo. Él dijo que hay “muchas moradas” para nosotros. Hay suficientes moradas para los invitados (cf. Juan 14: 1-3). El Señor, a estas alturas, ya terminó de prepararnos esas moradas celestiales. Mientras tanto, el pueblo de Dios debe prepararse para el día más venturoso de la humanidad: para la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. Los siervos llevan la invitación El otro elemento que esta parábola destaca es que el rey envió a sus siervos a hacer la invitación. Y así es, en esta última etapa de la historia de la humanidad en esta tierra, Dios está enviando a sus siervos por todo el mundo a predicar el Evangelio del reino. La iglesia es la depositaria de la verdad, pero a su vez es la que Dios ha elegido para anunciar “el evangelio eterno” a todos los habitantes de la tierra. Mala actitud de los invitados El tercer detalle que encontramos en esta parábola es que los invitados originalmente tomaron con muy mala actitud la invitación del Señor. La rechazaron la primera vez. El Señor extendió su 59

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misericordia en insistir nuevamente con la invitación. Dios volvió a enviar a sus siervos (llámense profetas, pastores y maestros). Finalmente los maltrataron, los golpearon y los mataron. Esto me hace pensar en que Dios envió sus mensajeros (profetas) a Israel. Para invitarlos a las bodas. Pero ellos rechazaron el mensaje de invitación y a sus mensajeros. Jesús dijo: “¡Jerusalén, Jerusalén. Que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como junta la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mateo 23: 37).

Ahora, el Señor sigue enviando a su iglesia a cumplir la misión. Es la última invitación que Dios hace a través de la proclamación del triple mensaje angelical de Apocalipsis 14: 6-12. El primer mensajero representado por un ángel es quien marca la pauta. Éste, lleva en su mano el “evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, pueblo y lengua” (cf. Apocalipsis 14: 6). ¿Qué es lo que posee la iglesia? “El evangelio eterno”. ¿Para qué la iglesia posee el evangelio eterno? “Para predicarlo a todas las naciones de la tierra”. ¿Quién debe proclamar el evangelio eterno en esta última generación? “La iglesia es la depositaria 60

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de la verdad”, y por tanto la que debe proclamar este mensaje tan solemne al mundo entero. “Los adventistas del séptimo día han sido elegidos por Dios como pueblo particular, separado del mundo. Con el gran instrumento de la verdad, los ha sacado de la cantera del mundo y los ha relacionado consigo. Ha hecho de ellos representantes suyos, y los ha llamado a ser sus embajadores durante esta última fase de la obra de salvación. Les ha encargado que proclamen al mundo la mayor suma de verdad que se haya confiado alguna vez a seres mortales, las advertencias más solemnes y terribles que Dios haya enviado alguna vez a los hombres” (Joyas de los testimonios, tomo 3, p. 140).

Se trata de la última invitación a un mundo que perece. También es la última advertencia a un mundo en rebelión. La voluntad de Dios es que llegue a todo el mundo esta invitación antes de que se cierre el tiempo de la gracia. “Porque el tiempo está cerca”, dice el profeta en Apocalipsis 1: 3. Por otro lado, no es que sea pesimista. Pero pese a la invitación final, los invitados, según la parábola no sólo harán caso omiso a la invitación, sino que también rechazarán a los mensajeros (siervos) y los maltratarán y los matarán. ¿No se predice acaso acá un tiempo de persecución o tribulación contra los proclamadores de la verdad? Al mismo tiempo, se habla de un decreto de muerte por parte de estos homicidas que no eran dignos de la invitación del Rey.

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La señora Elena G. de White, escribió: «Aquellos que vivan durante los últimos días de la historia de esta tierra, sabrán lo que significa ser perseguidos por causa de la verdad. La injusticia prevalecerá en los tribunales. Los jueces se negarán a escuchar las razones de los que son leales a los mandamientos de Dios, porque saben que los argumentos a favor del cuarto mandamiento son irrefutables. Dirán: “tenemos una ley, y por nuestra ley debe morir”. Para ellos la ley de Dios no significa nada. “Nuestra ley” es suprema para ellos. Aquellos que respeten esta ley humana serán favorecidos, pero no se les mostrará ningún favor a los que no se inclinen ante el ídolo del [falso] día de reposo.» (The Signs of the Times, 26 de mayo de 1898). «Satanás tiene un millar de ataques disfrazados que serán lanzados contra el pueblo leal a Dios, que guarda los mandamientos de Dios, para obligarlos a violar su conciencia» (Carta 30ª, 1892).

Ropas dignas de bodas En su última advertencia, Dios insiste en llamar y traer a todos a sí mismo para que entren a las bodas de su Hijo. Se trata de la última generación. No son simplemente invitados, sino más bien los traídos. Todos están siendo traídos a la fiesta de bodas. Dios hace su obra; la iglesia también. Pero, es necesario que todos entren con ropas dignas. Nadie que no se vista la ropa de bodas podrá permanecer en ella. Será echado afuera, a las tinieblas. Y allí sí será el lloro y el crujir de dientes. 62

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Pongámonos las ropas limpias resplandecientes de la Justicia de Dios.

y

Un juicio investigador «Cuando el rey entró para ver a los invitados y se encontró con uno que no estaba vestido para la boda, le dijo: “Amigo, ¿cómo fue que entraste aquí, sin estar vestido para la boda?” Y aquel enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: “Aten a este de pies y manos, y échenlo de aquí, a las tinieblas de afuera. ¡Allá habrá llantos y rechinar de dientes!” Porque son muchos los llamados, pero pocos los escogidos.» (Mateo 22: 11-14).

Al momento de entrar los que fueron llamados a las bodas, se efectúa un juicio investigador. A la iglesia del Señor están entrando muchas personas, “buenas y malas”; “convertidas e inconversos”. Muchos entran a la boda por la fe mediante la gracia de Cristo, pero otros, jugando con la gracia, entran sin haberse puesto la ropa de justicia que es por la fe. Sin embargo, en el juicio investigativo se descubrirá quién tiene las vestiduras dignas y quién no. Se hace, a través de esto, un llamado a la iglesia actual, a que nos pongamos las ropas de justicia. No solo es el atuendo necesario para entrar y permanecer en el templo celestial por la fe (las bodas) sino también es un requisito indispensable para poder asistir a “la cena de las bodas del Cordero”.

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Alabemos al Señor con las palabras que registra el profeta Isaías en el capítulo sesenta y uno y versículo diez: «En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios, porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió y como a novia adornada con sus joyas» (Isaías 61: 10).

El Señor dice: «Así mimo vestiré de salvación a sus sacerdotes y sus santos darán voces de júbilo» (Salmo 132: 16).

Job testifica: «Iba yo vestido de justicia, cubierto con ella; como manto y diadema era mi rectitud» (Job 29: 14).

Por su parte, en el Nuevo Testamento, Pablo exhorta a los cristianos, diciendo: «Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad, vestidos con la coraza de la justicia y calzado los pies con el celo por anunciar el evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Efesios 6: 14-17).

También, a los Tesalonicenses les escribió: «Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de la fe y del amor, y con la esperanza de la salvación como casco» (1 Tesalonicenses 5: 8). 64

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Ahora, observemos cómo lo describe Juan en el Apocalipsis: “Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas y como la voz de grandes truenos, que decía: «¡Aleluya!, porque el Señor, nuestro Dios Todopoderoso, reina. Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero y su esposa se ha preparado. Y a ella se le han concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente». (El lino fino representa las acciones justas de los santos)” (Apocalipsis 19: 68).

Sobre el lino fino, que la nota entre paréntesis dice que representa las acciones justas de los santos, citemos lo siguiente: Sobre Babilonia, se sabe que no todo es malo en ella. Tiene un sincronismo de cosas buenas con malas, de mentiras con verdades. Por eso se dice de ella que posee “lino fino” en Apocalipsis 18: 12, 16. También, en Apocalipsis 19: 14 se habla de los ejércitos del cielo, es decir, los ángeles están “vestidos de lino”, pero no fino, sino “finísimo, blanco y limpio”. Dado a que sus acciones están limpias de contaminación del egoísmo y pecado porque son los mensajeros del Señor, son “los ejércitos celestiales”. Sobre los siete ángeles que salieron del templo celestial para derramar las siete plagas postreras, se dice que estaban “vestidos de lino 65

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limpio y resplandeciente y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro” (Apocalipsis 15: 6). Sobre las leyes del templo dadas al profeta Ezequiel se dijo acerca de los que ministrarían en las puertas del atrio y dentro de la casa: «Cuando entren por las puertas del atrio interior, se vestirán con vestiduras de lino, no llevarán sobre ellos cosas de lana cuando ministren en las puertas del atrio y dentro de la casa» (Ezequiel 44: 17).

Como observamos, en las Escrituras, el vestir con este atuendo (lino fino) es muy importante para la obra que Dios requiere en este tiempo (tiempo del juicio investigador). Durante este período del Juicio Investigador, los siervos de Dios están buscando esas almas que están pereciendo sin Dios y sin esperanza. Cristo es la solución de todos tus problemas. Confía en él. El Señor ha mandado siervos suyos a buscarte para ser alcanzado con su gracia salvadora y que seas rescatado de la vana manera de vivir según el mundo, para que entres al reino de la gracia. Cristo quiere que te tornes victorioso en su nombre en esta lucha contra el pecado. Él ha prometido: “El vencedor será vestido de vestiduras blancas…” (Apocalipsis 3: 5). Debes acercarte a Jesús, y comprar de Él, sin dinero, por su gracia, esas “vestiduras blancas para vestirte, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez” (Apocalipsis 3: 18). 66

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Si deseas ser encontrado entre los redimidos y si anhelas ser contado entre aquella gran multitud que no se puede contar, debes vestirte tus ropas blancas, porque sobre ellos, Juan, en Apocalipsis 7: 9, en símbolo de victoria sobre el pecado; y en victoria sobre la bestia y su imagen, dice: «Después de esto miré, y vi una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en sus manos».

Para entrar a las bodas se requieren esas ropas blancas que es la justicia de Cristo. Dejar que sea la justicia celestial que cubra nuestra vida es lo mismo que ser “justificados por la fe mediante su gracia” y vivir en la obediencia de los mandamientos de Dios por la fe de Jesús.

Las diez vírgenes y las bodas del Cordero Muchas veces he leído la parábola de las diez vírgenes y cada vez encuentro elementos importantes que apuntan al Juicio Investigador de Apocalipsis 14: 6, 7. Jesús relató esta parábola para ilustrar realidades celestiales con elementos terrenales, y dijo: «Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, 67

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no tomaron consigo aceite; Pero las prudentes tomaron aceites en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Como el novio tardaba, cabecearon todas y se durmieron. Y a la media noche se oyó un clamor: “¡Aquí viene el novio, salid a recibirlo!” Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan”. Pero las prudentes respondieron diciendo: “Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden y comprad para vosotras mismas”. Pero mientras ellas iban a comprar, llegó el novio; y las que estaban preparadas entraron con él a la boda, y se cerró a puerta. Después llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “¡Señor, Señor, ábrenos!” Pero él, respondiendo, dijo: “De cierto os digo que no os conozco”. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir» (Mateo 25: 1-13).

Sabiduría versus insensatez “El reino de los cielos será semejante a diez vírgenes…” Las diez vírgenes representan o se las compara con el Reino de los cielos. Por lo tanto, sin importar de qué naturaleza sean las diez, se habla dentro de un contexto cristiano o de creyentes. Por lo cual, se puede asegurar de que estas diez doncellas es una representación de dos tipos de creyentes. ¿Y por qué dos tipos de creyentes? Porque el Maestro dijo que “cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas” (Mateo 25: 2). La sabiduría no es compatible con la insensatez. Por lo cual está claramente distinguido 68

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que ambos grupos de doncellas eran incompatibles. Aunque ambos grupos tenían el mismo propósito, pero con diferente actitud. Por un lado, las insensatas no fueron previsoras. “Tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite” (ver. 3). Pensemos en el significado espiritual de estos elementos: La lámpara es un símbolo de la Palabra de Dios. El salmista escribió: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino” (Salmo 119: 105). Y el aceite, por su parte, es un símbolo del Espíritu Santo. Combustible para que la lámpara permanezca encendida. Y si su antorcha está flamante, la lámpara siempre iluminará. Pues, el acto de iluminar o dar luz, es un símbolo de sabiduría, conocimiento y discernimiento. Y es que –como lo dijo Pablo– “las cosas espirituales, se disciernen espiritualmente”. La luz también es un símbolo de Jesucristo. Acerca de sí mismo, dijo: “Yo soy la luz del mundo”. Es que Jesucristo es “la Palabra encarnada”. Y también “es la luz que alumbra a todo hombre”. Existen muchos cristianos que van a sus casas de cultos, o sea, a las iglesias donde se congregan, llevan sus Biblias, pero no conocen mucho de la Palabra de Dios. No la leen. Abren sus páginas generalmente sólo cuando se las cita el predicador a la hora del culto, pero después de eso no la estudian ni profundizan en ella. Este tipo de cristianos no tienen conocimiento suficiente como 69

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para ayudar a otros mediante la explicación de las Escrituras. Es como si su luz fuera tenue u oscura aún. Tampoco practican la oración personal. Por lo general oran solo en las reuniones de su iglesia, pero después, no. Por consiguiente, carecen de la presencia del Espíritu Santo en sus vidas. Eso explica su estado anímico espiritual y su desgano en las cosas de Dios. Casi nunca desean estar en la obra de Dios. Tienen un tipo de religión muy acomodada y tranquila. No salen de su zona de confort. Se sienten bien como están y ya se acomodaron a ese estilo de vida mediocre. Este tipo de personas son las que están representadas por las cinco vírgenes insensatas. “Pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas” (Mateo 25:4).

Las cinco vírgenes sensatas, sabias o prudentes representan a aquellos cristianos sinceros y fervientes. Toman el aceite en sus vasijas juntamente con sus lámparas. Son previsoras. Toman decisiones sabias y piensan en su preparación para el futuro. Claro, aunque las cinco vírgenes insensatas también esperaban al novio, las sabias también lo esperaban. La diferencia era que las primeras lo esperaban sin preparación adecuada. Es decir, ellas creían que lo estaban esperando. Pero las del segundo grupo esperaban al novio y se prepararon para continuar con sus lámparas encendidas hasta su venida. En esta parábola encontramos que las diez vírgenes “salieron a recibir al novio”, es decir, que lo esperaban, pero como ya dijimos, no todas se 70

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habían preparado adecuadamente. Implícitamente esto nos comunica la realidad de la necesidad nuestra de una preparación adecuada previa al advenimiento de Jesucristo. Mientras esperaban la llegada del novio, hubo una demora, y “como el novio tardaba, cabecearon todas y se durmieron” (Mateo 25: 5). La cuestión aquí no es la tardanza en sí misma, sino la falta de preparación de las necias, que no tuvieron en cuenta la posibilidad de una tardanza. Esto es una explicación de lo que significa “velar”, como lo son también las siguientes dos parábolas. Sin embargo, hay una realidad innegable en nuestro tiempo, la iglesia pareciera estar dormida ante la aparente demora de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. Pero, algo tendrá que ocurrir para que despierte de su soñolienta condición espiritual. Sólo Dios lo sabe y creo que sólo Dios lo puede hacer. El Señor intervendrá con su Santo Espíritu en el corazón de sus siervos. Las diez vírgenes esperaban al novio. Las diez vírgenes, ante la demora, cabecearon y se durmieron. Pero sólo cinco de ellas, se habían preparado con suficiente aceite de modo que sus lámparas no se les apagaran en el momento más oportuno. Podían repetir las palabras de Cantar de los Cantares 5: 2, confiadamente: “Yo dormía, pero mi corazón velaba”, porque sus lámparas siempre permanecieron encendidas. Su aceite era abundante. Esto significa “velar”. 71

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Mientras las lámparas contengan el aceite suficiente habrá luz permanentemente. Una vida con luz vence todas las tinieblas. Una persona llena del Espíritu Santo tendrá luz en su interior. El Espíritu es quien le enseñará todas las cosas, y esto es lo que la hace más sabia. En cambio, una persona sin el Espíritu Santo, no tendrá la luz suficiente como para conocer la verdad de todas las cosas. Porque “Las cosas espirituales se disciernen espiritualmente”. Esta es la razón por la cual, en la parábola, las cinco vírgenes insensatas se perdieron entrar con el novio a las bodas.

La venida del novio según Elena G. de White “Y a la media noche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el novio, salid a recibirlo!” (Mateo 25: 6).

Acerca de esta parábola, podemos leer muchas interpretaciones. Sin embargo, me gusta la forma cómo lo explica la señora Elena G. de White en su libro El Conflicto de los Siglos. La venida de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote al lugar santísimo para la purificación del santuario, de la que se habla en Daniel 8:14; la venida del Hijo del hombre al lugar donde está el Anciano de días, tal como está presentada en Daniel 7:13; y la venida del Señor a su templo, predicha por Malaquías (3: 1), son descripciones del mismo acontecimiento representado también por la venida del Esposo a las bodas, descrita por 72

Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis Cristo en la parábola de las diez vírgenes, según Mateo 25. En el verano y otoño de 1844 fue hecha esta proclamación: “¡He aquí que viene el Esposo!” Se conocieron entonces las dos clases de personas representadas por las vírgenes prudentes y fatuas: la una que esperaba con regocijo la aparición del Señor y se había estado preparando diligentemente para ir a su encuentro; la otra que, presa del temor y obrando por impulso, se había dado por satisfecha con una teoría de la verdad, pero estaba destituida de la gracia de Dios. En la parábola, cuando vino el Esposo, “las que estaban preparadas entraron con él a las bodas”. La venida del Esposo, presentada aquí, se verifica antes de la boda. La boda representa el acto de ser investido Cristo de la dignidad de Rey. La ciudad santa, la nueva Jerusalén, que es la capital del reino y lo representa, se llama “la novia, la esposa del Cordero”. El ángel dijo a San Juan: “Ven acá; te mostraré la novia, la esposa del cordero”. “Me llevó en el Espíritu”, agrega el profeta, “y me mostró la santa ciudad de Jerusalén, descendiendo del cielo, desde Dios”. Apocalipsis 21:9, 10 (VM). Salta pues a la vista que la Esposa representa la ciudad santa, y las vírgenes que van al encuentro del Esposo representan a la iglesia. En el Apocalipsis, el pueblo de Dios lo constituyen los invitados a la cena de las bodas. Apocalipsis 19:9. Si son los invitados, no pueden representar también a la esposa. Cristo, según el profeta Daniel, recibirá del Anciano de días en el cielo “el dominio, y la gloria, y el reino”, recibirá la nueva Jerusalén, la capital de su reino, “preparada como una novia engalanada para su esposo”. Daniel 7:14; Apocalipsis 21:2 (VM). Después de 73

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recibir el reino, vendrá en su gloria, como Rey de reyes y Señor de señores, para redimir a los suyos, que “se sentarán con Abraham, e Isaac, y Jacob”, en su reino (Mateo 8:11; Lucas 22:30), para participar de la cena de las bodas del Cordero. La proclamación: “¡He aquí que viene el Esposo!” en el verano de 1844, indujo a miles de personas a esperar el advenimiento inmediato del Señor. En el tiempo señalado, vino el Esposo, no a la tierra, como el pueblo lo esperaba, sino hasta donde estaba el Anciano de días en el cielo, a las bodas; es decir, a recibir su reino. “Las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y fue cerrada la puerta”. No iban a asistir en persona a las bodas, ya que estas se verifican en el cielo mientras que ellas están en la tierra. Los discípulos de Cristo han de esperar “a su Señor, cuando haya de volver de las bodas”. Lucas 12:36 (VM). Pero deben comprender su obra, y seguirle por fe mientras entra en la presencia de Dios. En este sentido es en el que se dice que ellos van con él a las bodas. Según la parábola, fueron las que tenían aceite en sus vasos con sus lámparas quienes entraron a las bodas. Los que, junto con el conocimiento de la verdad de las Escrituras, tenían el Espíritu y la gracia de Dios, y que en la noche de su amarga prueba habían esperado con paciencia, escudriñando la Biblia en busca de más luz, fueron los que reconocieron la verdad referente al santuario en el cielo y al cambio de ministerio del Salvador, y por fe le siguieron en su obra en el santuario celestial. Y todos los que por el testimonio de las Escrituras aceptan las mismas verdades, siguiendo por fe a Cristo mientras se 74

Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis presenta ante Dios para efectuar la última obra de mediación y para recibir su reino a la conclusión de esta, todos esos están representados como si entraran en las bodas. (El Conflicto de los Siglos, pp.422-423, todos los énfasis han sido añadidos).

Se puede visualizar perfectamente lo que significa esta parábola y sus implicaciones espirituales y trascendentales para el pueblo de Dios de estos tiempos. El grito de medianoche, o como lo conocemos mejor, el clamor de medianoche, no es más que la proclamación de la segunda venida de Jesús a esta tierra, según lo anunciaban los milleritas de entonces para el 22 de octubre de 1844. Sin embargo, esta venida, aunque se cumplió realmente en esa fecha, no se refería a un adviento a la tierra, sino al lugar santísimo del Santuario celestial, tal como lo vio el profeta Daniel en el capítulo 7. Se trata de la misma venida que describe Malaquías 3: 1 de la siguiente manera: “Yo envío mi mensajero para que prepare el camino delante de mí. Y vendrá súbitamente a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis; y el ángel del pacto”.

Esta venida súbita al Templo se cumple en el sentido de que el pueblo de Dios esperaba la Segunda Venida de Cristo a la tierra, y no al Templo celestial en 1844. Pero el Señor “vino hasta el Anciano de días” en esa fecha y no a la tierra. Nadie esperaba la venida del Hijo del hombre al Santuario celestial. Nadie estaba pensando en eso. Sino que todos creían que vendría a purificar la tierra, 75

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cuando en realidad él empezó su obra de purificación del Santuario celestial. Se puede observar también, que la novia con quien se casaría el novio de la parábola es la Nueva Jerusalén, y sus invitados a las bodas representan a la iglesia. Las bodas representa la entronización de Cristo al lugar santísimo del Santuario que está en el cielo para recibir el reino de la ciudad amada, la Nueva Jerusalén; para recibir “dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará; y su reino es uno que nunca será destruido” (Daniel 7: 14). Y las vírgenes sabias son todos aquellos fieles hijos de Dios, llenos del Espíritu Santo, que por la gracia del Señor, escudriñaron las Escrituras y llegaron a la comprensión sincera del Ministerio Sacerdotal de Cristo en su Santuario Celestial. Por la fe, estas personas, entraron con el Novio a las Bodas. Fue después de entrar a las bodas que “se cerró la puerta”. Este elemento es clave acá. Nosotros los adventistas del séptimo día sabemos que la puerta abierta que se nos presenta en el Apocalipsis 3: 8 representa la puerta del lugar santísimo abierta, que en cierto modo es la oportunidad de acceso libre a la salvación por gracia. Dicho de otro modo, es el tiempo de la gracia para todas las personas. Sin embargo, como también sabemos, vendrá un el día en que llegue el fin del tiempo de la gracia, y la puerta se cerrará. Esto ocurrirá, precisamente antes de la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo en gloria y en 76

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majestad a esta tierra. Por lo tanto, esto puede decirnos mucho en cuanto a la venida del novio de la parábola de Mateo 25. No es la Segunda Venida a la tierra. Es la Venida del Señor a su Templo celestial.

¿Qué opina la señora de White sobre la parábola de las bodas de Mateo 22? En la parábola del capítulo 22 de San Mateo, se emplea la misma figura de las bodas y se ve a las claras que el juicio investigador se realiza antes de las bodas. Antes de verificarse estas entra el Rey para ver a los huéspedes, y cerciorarse de que todos llevan las vestiduras de boda, el manto inmaculado del carácter, lavado y emblanquecido en la sangre del Cordero. Mateo 22:11; Apocalipsis 7:14. Al que se le encuentra sin traje conveniente, se le expulsa, pero todos los que al ser examinados resultan tener las vestiduras de bodas, son aceptados por Dios y juzgados dignos de participar en su reino y de sentarse en su trono. Esta tarea de examinar los caracteres y de determinar los que están preparados para el reino de Dios es la del juicio investigador, la obra final que se lleva a cabo en el santuario celestial. Cuando haya terminado este examen, cuando se haya fallado respecto de los que en todos los siglos han profesado ser discípulos de Cristo, entonces y no antes habrá terminado el tiempo de gracia, y será cerrada la puerta de misericordia. Así que las palabras: “Las que estaban preparadas entraron con él a las bodas, y fue cerrada la puerta”, nos conducen a través del ministerio final del 77

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Salvador, hasta el momento en que quedará terminada la gran obra de la salvación del hombre. En el servicio del santuario terrenal que, como ya lo vimos, es una figura del servicio que se efectúa en el santuario celestial, cuando el sumo sacerdote entraba el día de la expiación en el lugar santísimo terminaba el servicio del primer departamento. Dios mandó: “No ha de haber hombre alguno en el tabernáculo de reunión cuando él entrare para hacer expiación dentro del santuario, hasta que salga”. Levítico 16:17 (VM). Así que cuando Cristo entró en el lugar santísimo para consumar la obra final de la expiación, cesó su ministerio en el primer departamento. Pero cuando terminó el servicio que se realizaba en el primer departamento, se inició el ministerio en el segundo departamento. Cuando en el servicio típico el sumo sacerdote salía del lugar santo el día de la expiación, se presentaba ante Dios, para ofrecer la sangre de la víctima ofrecida por el pecado de todos los israelitas que se arrepentían verdaderamente. Así también Cristo solo había terminado una parte de su obra como intercesor nuestro para empezar otra, y sigue aun ofreciendo su sangre ante el Padre en favor de los pecadores. Este asunto no lo entendieron los adventistas de 1844. Después que transcurriera la fecha en que se esperaba al Salvador, siguieron creyendo que su venida estaba cercana; sostenían que habían llegado a una crisis importante y que había cesado la obra de Cristo como intercesor del hombre ante Dios. Les parecía que la Biblia enseñaba que el tiempo de gracia concedido al hombre terminaría poco antes de la venida misma del Señor en las 78

Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis nubes del cielo. Eso parecía desprenderse de los pasajes bíblicos que indican un tiempo en que los hombres buscarán, golpearán y llamarán a la puerta de la misericordia, sin que esta se abra. Y se preguntaban si la fecha en que habían estado esperando la venida de Cristo no señalaba más bien el comienzo de ese período que debía preceder inmediatamente a su venida. Habiendo proclamado la proximidad del juicio, consideraban que habían terminado su labor para el mundo, y no sentían más la obligación de trabajar por la salvación de los pecadores, en tanto que las mofas atrevidas y blasfemas de los impíos les parecían una evidencia adicional de que el Espíritu de Dios se había retirado de los que rechazaran su misericordia. Todo esto les confirmaba en la creencia de que el tiempo de gracia había terminado, o, como decían ellos entonces, que “la puerta de la misericordia estaba cerrada”. Pero una luz más viva surgió del estudio de la cuestión del santuario. Vieron entonces que tenían razón al creer que el fin de los 2.300 días, en 1844, había marcado una crisis importante. Pero si bien era cierto que se había cerrado la puerta de esperanza y de gracia por la cual los hombres habían encontrado durante mil ochocientos años acceso a Dios, otra puerta se les abría, y el perdón de los pecados era ofrecido a los hombres por la intercesión de Cristo en el lugar santísimo. Una parte de su obra había terminado tan solo para dar lugar a otra. Había aún una “puerta abierta” para entrar en el santuario celestial donde Cristo oficiaba en favor del pecador. 79

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Entonces comprendieron la aplicación de las palabras que Cristo dirigió en el Apocalipsis a la iglesia correspondiente al tiempo en que ellos mismos vivían: “Estas cosas dice el que es santo, el que es veraz, el que tiene la llave de David, el que abre, y ninguno cierra, y cierra, y ninguno abre: Yo conozco tus obras: he aquí he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie podrá cerrar”. Apocalipsis 3:7, 8 (VM). Son los que por fe siguen a Jesús en su gran obra de expiación, quienes reciben los beneficios de su mediación por ellos, mientras que a los que rechazan la luz que pone a la vista este ministerio, no les beneficia. Los judíos que rechazaron la luz concedida en el tiempo del primer advenimiento de Cristo, y se negaron a creer en él como Salvador del mundo, no podían ser perdonados por intermedio de él. Cuando en la ascensión Jesús entró por su propia sangre en el santuario celestial para derramar sobre sus discípulos las bendiciones de su mediación, los judíos fueron dejados en oscuridad completa y siguieron con sus sacrificios y ofrendas inútiles. Había cesado el ministerio de símbolos y sombras. La puerta por la cual los hombres habían encontrado antes acceso cerca de Dios, no estaba más abierta. Los judíos se habían negado a buscarle de la sola manera en que podía ser encontrado entonces, por el sacerdocio en el santuario del cielo. No encontraban por consiguiente comunión con Dios. La puerta estaba cerrada para ellos. No conocían a Cristo como verdadero sacrificio y único mediador ante Dios; de ahí que no pudiesen recibir los beneficios de su mediación.

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Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis La condición de los judíos incrédulos ilustra el estado de los indiferentes e incrédulos entre los profesos cristianos, que desconocen voluntariamente la obra de nuestro misericordioso Sumo Sacerdote. En el servicio típico, cuando el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo, todos los hijos de Israel debían reunirse cerca del santuario y humillar sus almas del modo más solemne ante Dios, a fin de recibir el perdón de sus pecados y no ser separados de la congregación. ¡Cuánto más esencial es que en nuestra época antitípica de la expiación comprendamos la obra de nuestro Sumo Sacerdote, y sepamos qué deberes nos incumben! Los hombres no pueden rechazar impunemente los avisos que Dios les envía en su misericordia. Un mensaje fue enviado del cielo al mundo en tiempo de Noé, y la salvación de los hombres dependía de la manera en que aceptaran ese mensaje. Por el hecho de que ella había rechazado la amonestación, el Espíritu de Dios se retiró de la raza pecadora que pereció en las aguas del diluvio. En tiempo de Abraham la misericordia dejó de alegar con los culpables vecinos de Sodoma, y todos, excepto Lot con su mujer y dos hijas, fueron consumidos por el fuego que descendió del cielo. Otro tanto sucedió en días de Cristo. El Hijo de Dios declaró a los judíos incrédulos de aquella generación: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta”. Mateo 23:38. Considerando los últimos días, el mismo Poder Infinito declara respecto de los que “no recibieron el amor de la verdad para ser salvos”: “Por lo tanto, les envía Dios operación de error, para que crean a la mentira; para que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, antes consintieron a la iniquidad”. 2 81

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Tesalonicenses 2:10-12. A medida que se rechazan las enseñanzas de su Palabra, Dios retira su Espíritu y deja a los hombres en brazos del engaño que tanto les gusta. Pero Cristo intercede aún por el hombre, y se otorgará luz a los que la buscan. Aunque esto no lo comprendieron al principio los adventistas, les resultó claro después, a medida que los pasajes bíblicos que definen la verdadera posición de ellos empezaron a hacerse inteligibles. Cuando pasó la fecha fijada para 1844, hubo un tiempo de gran prueba para los que conservaban aún la fe adventista. Su único alivio en lo concerniente a determinar su verdadera situación, fue la luz que dirigió su espíritu hacia el santuario celestial. Algunos dejaron de creer en la manera en que habían calculado antes los períodos proféticos, y atribuyeron a factores humanos o satánicos la poderosa influencia del Espíritu Santo que había acompañado al movimiento adventista. Otros creyeron firmemente que el Señor los había conducido en su vida pasada; y mientras esperaban, velaban y oraban para conocer la voluntad de Dios, llegaron a comprender que su gran Sumo Sacerdote había empezado a desempeñar otro ministerio y, siguiéndole con fe, fueron inducidos a ver además la obra final de la iglesia. Obtuvieron un conocimiento más claro de los mensajes de los primeros ángeles, y quedaron preparados para recibir y dar al mundo la solemne amonestación del tercer ángel de Apocalipsis 14. (El Conflicto de los Siglos, pp. 423-426).

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No puedo decir nada más que ¡Gloria a Dios! El Señor todo lo tiene preparado. Esto es parte del gran plan de salvación. Ahora, me gustaría que volvamos a la bienaventuranza de nuestro estudio: El ángel me dijo: Escribe: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”. Y me dijo: “Estas son palabras verdaderas de Dios” (Apocalipsis 19: 9) Entonces, para poder asistir “a la cena de las bodas del Cordero” es menester antes entrar por la fe a las bodas. Es decir, tenemos que pasar por la experiencia del Ministerio de Cristo en su Santuario, para estar listos y participar de la cena de las bodas. Con palabras claras y sencillas, el Señor nos dice en Apocalipsis 3: 20: «Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo».

En otros pasajes del Nuevo Testamento (NT), la posición de Cristo a la puerta habla de la proximidad de su regreso. “Tened vuestra cintura ceñida y vuestras lámparas encendidas; sed semejantes a hombres que aguardan a que su Señor regrese de las bodas, para que, cuando llegue y llame, le abran enseguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su Señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a 83

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la mesa y vendrá a servirles. Y aunque venga a la segunda vigilia o a la tercera vigilia, si los halla velando, bienaventurados son aquellos siervos. (Lucas 12: 35-38).

Ahora, me pregunto, ¿qué significa tener “vuestra cintura ceñida y vuestras lámparas encendidas”? Significa con un cinto, que impedía que las largas ropas flotantes de la época estorbaban al trabajar. Entonces tener ceñidas las cinturas significa estar trabajando en la obra de Dios. Las lámparas encendidas no es otra cosa más que dejarse iluminar por la Palabra de Dios todo el tiempo. Esto es velar. Trabajar en su obra y esperar la Segunda Venida gloriosa y en majestad de nuestro Rey mientras seguimos estudiando y predicando la Palabra de Dios y de esta manera iluminando al mundo con la verdad del evangelio eterno. Sobre la cercanía de la Segunda Venida, en Mateo 24: 33 y 44 también leemos: «Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas… Por tanto, también vosotros estad preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora que no pensáis».

De la misma forma, estas palabras se registran en Marcos 13: 29: «Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas». Por su parte, Santiago 5: 9, dice: «el Juez ya está delante de la puerta». Sí. El Señor está a la puerta. Mientras tanto, llama al arrepentimiento de nuestros pecados. A su 84

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Segunda Venida, quiere servirnos a la mesa y sentarnos a cenar con él. Esa cena maravillosa es la más significativa de todas las cenas, porque es la cena de las bodas del Cordero de Dios. ¿Estarás allí? Dios te está invitando ahora. Prepárate para entrar allí y disfrutar del manjar celestial.

Y me dijo: “Estas son palabras verdaderas de Dios” (Apocalipsis 19: 9). Ante semejante declaración divina, Juan tuvo una reacción de querer adorar al mensajero celestial, pero el ángel le dijo: «¡Mira, no lo hagas! Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que mantienen el testimonio de Jesús. ¡Adora a Dios!» —fue la exhortación del ángel— Y Juan explica entre paréntesis: «(El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía)» (Apocalipsis 19: 10). ¡Sí! ¡Adoremos a Dios! Este es un llamado que se hace una y muchas veces más en el Apocalipsis, porque lo contrario, si 85

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no adoras a Dios, terminarás adorando a la bestia que se describe en el capítulo 13. Por eso se dice que: «Se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablara e hiciera matar a todo el que no la adorara» (Apocalipsis 13: 15). Ya antes, en el versículo 8 se dijo de esta adoración: «La adoraron todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no estaban escritos desde el principio del mundo en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado». Nuestro mensaje debe mantener la tónica celestial y no bajar la guardia, dando la última advertencia al mundo entero: «Si alguno adora a la bestia y a su imagen y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero. El humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. No tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre» (Apocalipsis 14: 9-11).

El llamado de Dios es: «Adorad a Aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas» (14: 7 ú. p.).

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“Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20: 6).

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BIENAVENTURADO y santo el que tiene parte en la primera resurrección

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STA BIENAVENTURANZA es una verdadera joya; es una maravillosa promesa esperanzadora para el pueblo de Dios. Para los enlutados; para los cristianos de todos los tiempos que han sido separados de sus seres queridos por causa de la muerte. Pues se les promete no morir por segunda vez, antes bien, se les da la seguridad de reinar con Cristo en el cielo por mil años. La primera resurrección es únicamente para los muertos en Cristo. La segunda resurrección es para quienes en vida despreciaron la gracia redentora de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Hay una bendición especial para quienes participen de la primera resurrección. «En la primera resurrección todos surgen dotados de lozanía inmortal; pero en la segunda son visibles en todos las señales de la maldición. Todos surgen de sus tumbas como descendieron a ella. Los que vivieron antes del diluvio, surgen con su estatura gigantesca más de dos veces el tamaño de los que ahora viven en la tierra, y bien 89

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proporcionados. Las generaciones posteriores al diluvio disminuyeron en estatura» (Spiritual Gifts, tomo 3, pp. 84-85).

Si esto es así, entonces merece la pena analizar a profundidad la primera resurrección.

La Primera Resurrección Se trata de la resurrección general de los difuntos que descansan en Cristo Jesús. Sobre esta primera resurrección, podemos leer en el Nuevo Testamento la promesa consoladora de la resurrección de los hijos de Dios que descendieron al sepulcro creyendo en su Salvador Jesucristo. «Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras» (1 Tesalonicenses 4: 13-18).

En estas palabras se pueden observar cuatro cosas fundamentalmente importantes: (1) se da la 90

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gloriosa esperanza de la resurrección de los muertos cristianos, (2) las circunstancias de la resurrección, (3) la traslación de los justos vivos y de los resucitados y (4) todos los creyentes deben consolarse mutuamente con esta seguridad. (1) Se da la gloriosa esperanza de la resurrección de los muertos cristianos La base para tener esta esperanza está fundada en la misma resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Jesús, con su muerte venció al pecado, y con su resurrección venció a la muerte. La muerte entró al mundo por el pecado de Adán, pero la vida eterna la trajo Cristo mediante su victoria sobre la muerte. «Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte», a favor de todos los hijos de Dios. Porque él dice que no quiere “la muerte del que muere” (1 Corintios 15; 26 y Ezequiel 18: 32). Jehová, «destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho» (Isaías 25: 8). Sobre sí mismo, el Señor le aseguró a Marta, la hermana de Lázaro: «Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”» (Juan 11: 26). «En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres» (Juan 1: 4). La vida de Cristo no era prestada. “En él estaba la vida”. Se refiere a la vida eterna, la vida que es exclusiva propiedad de Dios. Sobre nuestra 91

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vida física, es algo que hemos recibido cada individuo. No es eterna ni inmortal, pues Dios la toma de nuevo, siendo él el Dador de la vida. Y la vida eterna sólo se la puede poseer a través de Cristo. La resurrección para la vida eterna no es un premio, es un obsequio de Dios; es la dádiva gratuita de Dios para quien crea en Cristo como su Salvador personal. «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Romanos 6: 23). Así que, la resurrección de los justos y fieles es una esperanza consoladora “para que no os entristezcáis como los que no tienen esperanza” (1 Tesalonicenses 4: 13). Es por eso que, los hijos de Dios cuentan con un poderoso recurso para enfrentar el frío valle de la muerte: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento» (Salmo 23: 4). (2) las circunstancias de la resurrección Es una circunstancia escatológica. La resurrección de los justos de Dios no ocurrirá sino hasta que Cristo vuelva en gloria y en majestad. «Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero» (1 Tesalonicenses 4: 16). «Cuando Cristo venga para reunir consigo a los que le han sido fieles, resonará la última trompeta y toda la tierra la oirá, desde la cumbre desde las 92

Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis más altas montañas hasta las más bajas depresiones de las minas más profundas. Los muertos justos oirán el sonido de la última trompeta, y saldrán de sus tumbas para ser revestidos de inmortalidad y para encontrarse con su Señor» (Special Testimonies, Serie B, N° 2, p. 24).

Por eso, leemos —en el Antiguo Testamento— las inspiradas palabras de Dios por medio del profeta Isaías: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo!, porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos” (Isaías 26: 19, el énfasis ha sido añadido). «El Dador de la vida reunirá en la primera resurrección a su posesión comprada, y hasta que llegue esa hora triunfante, cuando suene la última trompeta y el inmenso ejército surja para victoria eterna, cada santo que duerme será conservado con seguridad, y será guardado como una joya preciosa a la que Dios conoce por nombre. Mediante el poder del Salvador que estuvo en ellos mientras vivían y porque fueron participantes de la naturaleza divina, son sacados de entre los muertos» (Carta 65a, 1894).

La teoría de que los muertos buenos ya viven en un mundo mejor no es verdadera. Ellos resucitarán para vida eterna en ocasión del advenimiento de nuestro Señor Jesucristo. El apóstol San Pablo, escribió: “He aquí os digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos; a la 93

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final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Corintios 15: 51-52).

Nuestro amante Salvador Jesucristo murió por nuestros pecados, mas no se quedó en la tumba. Él resucitó y rompió las cadenas del sepulcro después de yacer allí tres días. Es por eso que se deja oír su victoriosa voz, al decirnos: “estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos”. Él pronto volverá, haciendo sonar su triunfante voz de arcángel y trompeta de Dios. ¿Cómo te estás preparando para ese glorioso acontecimiento? Si tuviéramos que caer muertos ahora, ¿estaremos listos como para ir al descanso con la esperanza de la resurrección para vida eterna? El Dador de la vida volverá pronto para resucitar a sus hijos que hoy descansan en el sepulcro. El Cristo glorioso y resucitado volverá para romper las cadenas de la tumba y derrotar para siempre a la muerte y al sepulcro. Liberará a los cautivos y proclamará: “Sorbida es la muerte en victoria”. Cristo es la resurrección y la vida eterna. Entonces, se presentará la hueste resucitada delante de Él. Sus últimos pensamientos fueron de la muerte y sus funestas angustias. Pero ahora, proclaman: “¿Dónde está muerte tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” Al despertar, todo dolor, enfermedad y sufrimientos habrán desaparecido para siempre. 94

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Recibirán el último toque de inmortalidad y junto con todos los justos vivos, ascenderán a las moradas celestiales para encontrarse con su Señor y Salvador. Se abrirán las puertas de la ciudad amada de par en par, y entrarán por ellas todos aquellos santos victoriosos que han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero que estuvo muerto y vivió. Recibirán sus coronas de oro, la corona de la vida eterna. Y postrados a los pies del Redentor, lo adorarán reverentemente y con gran gozo en sus almas. Entonarán un cántico triunfal en perfecta armonía y grande júbilo. El nombre de Dios será glorificado. Dirán: “El Cordero que fue inmolado, es digno de toda alabanza”. Ellos sabrán que Dios ha hecho nuevas todas las cosas, y que el dolor, la muerte y el sufrimiento se habrán desvanecido para siempre. (3) La traslación de los justos vivos y de los resucitados Algunos sectores cristianos han opinado que este traslado ocurrirá repentina y súbitamente. Es decir, “en un abrir y cerrar de ojos”. Pero en realidad, para ser honesto con usted, las Escrituras no nos hablan de una traslación de esa manera. La Biblia habla de una transformación instantánea, pero no de una traslación. «He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los 95

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muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria» (1 Corintios 15: 51-54).

La Biblia presenta ese momento glorioso como una victoria divina porque el Señor Jesús aparecerá en los cielos sobre las nubes con poder y grande gloria. Vendrá acompañado de sus santos ángeles para reunir a todos sus elegidos de los cuatro vientos del cielo, desde un extremo de la tierra hasta el otro. Ese día, mientras él aparezca en el cielo, todos los linajes de la tierra lo verán y se lamentarán ante el horror de su adviento. Porque ese día será de terror y espanto para los impíos; día ardiente del Señor para quienes rechazaron la gracia en el tiempo de salvación. Pero el pueblo de Dios estará contento y entonará un cántico de victoria. «Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación» (Isaías 25: 9).

En ese día solemne, será vencida —eternamente— la muerte, porque al mundo de muerte vendrá el Dador de la vida para otorgar vida sin fin a sus redimidos. Y los justos que no conocerán la muerte, serán trasladados junto con los justos resucitados a las moradas eternas de 96

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salvación con un cuerpo glorificado e inmortal. El día de la gran victoria habrá llegado para los redimidos de Jesús. Sus cánticos de alabanzas a Dios y de triunfo se entonarán y se harán oír por las bóvedas celestes y juntos con los adoradores celestiales, las huestes de redimidos del Señor alabarán a su Salvador. (4) Todos los creyentes deben consolarse mutuamente con esta seguridad Ningún creyente en el Señor debe desesperar ante la oscura realidad de la muerte. Cuando un hijo de Dios va al descanso, debe entenderse que es un descanso temporal, «Yo sé que mi Redentor hasta cuando el Señor vive. Y al fin se levantará venga a despertar a sus sobre el polvo; y después de deshecha ésta mi piel, hijos. Esto ocurrirá en en mi carne he de ver a mi la mañana gloriosa de Dios» (Job 19: 25, 26). la resurrección. Y los justos del Señor se levantarán en victoria en la primera resurrección. Éstos no sufrirán daño de la segunda muerte, pues resucitarán para vida eterna por el poder de Dios. Esta es la esperanza de consolación y fortaleza espiritual para los que confían en el Señor Todopoderoso. Esta esperanza renueva nuestras fuerzas y nos motiva a perseverar en la fe de Jesús hasta el mismo fin. El Señor vendrá en las nubes y “todo ojo lo verá” (Apocalipsis 1: 7). Y sus santos redimidos que 97

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han descendido al descanso saldrán a resurrección de vida eterna para la gloria de Dios. No te angusties, apreciado amigo lector, aun si has atravesado el dolor de despedirte de un ser querido, o vives la angustia porque tienes algún familiar cercano a ti casi agonizando. Asegúrate que esa persona acepte a Jesús en su corazón y que crea en su Salvador. Porque si tuviese que morir, pues no será eternamente. Porque «tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán» (Isaías 26: 19). Sin embargo, por el momento, estos hijos de Dios deben descansar por un poco de tiempo en sus sepulcros, mientras pasa la tormenta. Por eso el Señor dice: «Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación» (Isaías 26: 20). Cuando Job sufría la desgracia, la enfermedad y la miseria, le parecía que se iba a morir, sin embargo, ni el dolor, ni la enfermedad, ni la desgracia y ni la «Y se dirá en aquel día: muerte misma fue causa He aquí, éste es nuestro alguna para dejar de Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es confiar en el Dador de la Jehová a quien hemos vida. Él dijo: «Yo sé que esperado, nos gozaremos mi Redentor vive. Y al y nos alegraremos en su fin se levantará sobre el salvación» (Isaías 25: 9). polvo; y después de deshecha ésta mi piel, en mi carne he de ver a mi Dios» (Job 19: 25, 26). Ésta fue la expresión máxima de la fe y la confianza de Job en Dios. Así 98

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mismo, nosotros, los hijos de Dios, debemos expresar nuestra fe y confianza en nuestro Redentor, aun cuando atravesemos por el valle de la muerte. Cristo es la solución al problema de la muerte. Recibamos esta promesa como consolación y fortaleza de parte de Dios, y lo mejor aún, que podemos contar con la presencia del Espíritu Santo, el Consolador.

“Y reinarán con él mil años” “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20: 6).

Esto requiere una explicación más detallada. En primer lugar, hablemos del milenio de Apocalipsis 20 como un puente entre las dos resurrecciones. Dicho de otro modo, los mil años se inician a contar en ocasión de la Segunda Venida y cuando ocurra la resurrección de los justos para vida eterna. En ese entonces, los hijos de Dios, tanto los resucitados justos como los santos de los últimos días que no conocerán muerte, ascenderán al cielo a reinar con Cristo durante los mil años. Los redimidos «serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años» —es lo dicho por las Escrituras. Esto de ser hechos sacerdotes ya viene de aceptar la experiencia de la expiación realizada por el Cordero de Dios y de aceptar la obra de intercesión de Cristo en su santuario. Por eso, en Apocalipsis se nos dice: «Al que nos ama, 99

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nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre, a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén» (1: 5-6). Ahora, para comprender mejor esto, obsérvese la escena solemne de adoración de Apocalipsis 5, cuando el Cordero tomó el librito sellado de la mano del que estaba sentado en el trono celestial: «Cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Todos tenían arpas y copas llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: “Digno eres de tomar el libro y abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje, lengua, pueblo y nación; nos has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra» (Apocalipsis 5: 8, 9).

Se puede observar que en estos últimos versículos se profetiza, incluso, el reino eterno de Dios y de sus redimidos sobre la tierra. En el 1: 5, 6 solo dice “nos hizo reyes y sacerdotes”, pero no especifica dónde reinarán los redimidos, pero el Apocalipsis 20 dice que los redimidos del Señor reinarán en el cielo por mil años. Para entonces, la tierra habrá quedado destruida y vacía completamente. Ningún ser humano estará vivo sobre la faz de la tierra. Y bajo cadenas de circunstancias, estará Satanás en la tierra atado por ese mismo período. El diablo y sus 100

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demonios no tendrán a nadie a quien tentar. Algunos le llaman a este período —al milenio— las vacaciones del diablo. Sin embargo: «Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla. Su número es como la arena del mar» (Apocalipsis 20: 7, 8).

Esto implica que, como en el versículo 5, los impíos muertos resucitarán por el mismo tiempo, al cumplirse los mil años, serán engañados por el archienemigo de Dios y serán reunidos en una rebelión unificada y organizada contra Dios (véase Ezequiel 38 y 39). En los capítulos 38 y 39 de Ezequiel vemos una sola unidad literaria, y esto es sólo un paréntesis de lo que estamos hablando. Contienen una profecía sobre Gog, en la tierra de Magog. El mensaje principal es evidente para el profeta veterotestamentario: en el futuro (38: 8, 16) Gog lanzará, desde el lejano norte (38: 6, 15; 39: 2), junto con sus aliados (38: 2-8), una campaña hostil contra Israel después del regreso de los judíos desde el cautiverio asiro-babilónico (38: 8, 12; 39: 23, 25, 27, 28) cuando estén habitando tranquilamente en su propia tierra (38: 8, 14; 39: 26). Entonces el juicio de Dios (38: 18-22; 39: 2-7, 17-20) destruirá a Gog y a sus confederados sobre los montes de Israel (39: 4, 15), de modo que Israel 101

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(39: 7, 22, 28) y todas las naciones sabrán que Jehová es Dios (38: 16, 23; 39: 6, 7, 13; 21, 28) y su santidad quedará reivindicada (38: 16, 23; 39: 7, 27). Gog, enemigo misterioso de Dios y de su pueblo, cuya identidad se deja a oscuras, probablemente a propósito. Sin embargo, el ataque contra Gog y su derrota y la de sus aliados aquí predichos jamás tuvieron lugar en la historia, aun cuando pudieron haber ocurrido bajo distintas circunstancias. Pero esta situación histórica potencial sirve como símbolo prefigurativo (tipo) para un triple cumplimiento: (1) en Cristo, (2) en la iglesia, y (3) en el tiempo del fin. (1) En Cristo: se cumple en principio en su vida, como representante o personificación de Israel; Éxodo 4: 22; Isaías 49: 1-7; 52: 13-53: 12; Hechos 8: 30-35. Los ejércitos de “Gog y Magog”, por así decir, se reunieron para destruirlo (Hechos 4: 25-27).pero Dios intervino en favor de su Cristo y lo levantó de los muertos (Hechos 2: 24, 32). (2) En la iglesia: se cumplió en múltiples situaciones análogas, en principio, en el verdadero Israel (el conjunto de judíos y gentiles creyentes). Lo que le ocurrió a Jesucristo también lo experimentó su pueblo. Todo ataque contra la iglesia de Dios, el pueblo de su pacto, es un ataque contra Dios mismo, porque Jesús se identifica íntimamente con sus seguidores que manifiestan la fe de Abraham (Zacarías 2: 8; Mateo 25: 40, 45). La 102

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conspiración en última instancia recae contra los fieles seguidores de Dios que responden con obediencia a él y a su ley. Estos dos primeros cumplimientos lo son solo en principio, y no incluyen un cumplimiento particular escatológico o apocalíptico al fin del tiempo; más bien conducen a éste último. El tercer cumplimiento es el primario, o pleno. (3) En el tiempo del fin: según el Apocalipsis, esta profecía tiene un cumplimiento concreto, tanto en el momento de la segunda venida de Cristo como al fin del milenio. Jesucristo es el vencedor en esta guerra final (Apocalipsis 17: 14), y puede participar en su victoria todo aquel que opta por él, que se identifica con él y se pone de su parte (Apocalipsis 3: 20, 21; 12: 10, 11; 16: 15). Cuando los mil años se cumplan, y Satanás se organice con toda su confederación para la última batalla, lucharán contra Dios y contra su santa ciudad celestial, sabiendo que en medio de ella está el árbol de la vida, y engañará a sus impíos seguidores, insinuándoles que al destruir la santa ciudad se posesionarían del árbol de la vida y comer así de su fruto para vivir para siempre. Pero las palabras proféticas dicen: «Subieron por la anchura de la tierra y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; pero de Dios descendió fuego del cielo y los consumió. Y el diablo, que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y de azufre donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (Apocalipsis 20: 9-10). 103

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Sobre ese lago de fuego y de azufre, leemos en el Apocalipsis mismo: «La muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es a muerte segunda. El que no se halló inscrito en el libro de la vida, fue lanzado al lago de fuego» (Apocalipsis 20: 14, 15).

La muerte y el Hades lanzados al lago de fuego es un lenguaje figurativo que se utiliza en esta porción profética. La Biblia nos dice que después de todo esto ya no habrá más muerte ni sepulcro (1 Corintios 15: 54, 55). Realmente, la figura usada acá representa a “la muerte segunda”, la que sigue a la resurrección al final del milenio, y constituye la penalidad permanente del pecado, que es la eterna exclusión de la presencia de Dios (2 Tesalonicenses 1: 9). Los salvos están exento de esta pena (Apocalipsis 20: 6, 15). El tema del milenio, no culmina en el 20: 15, sino más bien en el 21:1-8, para introducir la visión de la nueva Jerusalén (21: 9-22: 5). ¿Cómo, entonces, termina el tema del milenio? Termina con las siguientes palabras del vidente de Patmos: «Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado y el mar ya no existía más. Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de parte de Dios, ataviada como una esposa hermoseada para su esposo. Y oí una gran voz del cielo que decía: “El tabernáculo de Dios está ahora con los hombres. Él morará con ellos, ellos serán 104

Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron”. El que estaba sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas”. Me dijo: “Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas”. Y me dijo: “Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed, le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El vencedor heredará todas las cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”» (Apocalipsis 21: 1-8).

Por eso, esta bienaventuranza nos dice: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20: 6).

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“¡Vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro” (Apocalipsis 22:7)

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BIENAVENTURADO el que guarda las palabras del Apocalipsis

L

A PRIMERA es muy parecida a esta sexta bienaventuranza apocalíptica. Lo único que ya no se incluyen los primeros dos elementos iniciales de la primera. Porque a esta altura, se da por sentado que los lectores ya han leído y escuchado las palabras de la profecía de este libro. Ahora sólo nos queda “guardarlas” (ver Apocalipsis 1: 3). Leer el Apocalipsis es fácil; escucharlo, es mucho más. Sin embargo, guardar las palabras de la profecía de este libro requiere mucho más esfuerzo y disciplina.

Guarda las palabras Esto implica un cristianismo práctico. La teoría tuvo su lugar, en el momento de leer y de escuchar. Pero ha llegado la hora de poner en práctica todo lo leído y escuchado por parte de los fieles de Dios. En cierta y en repetidas ocasiones me he encontrado con muchas personas que me han dicho que nadie puede guardar la Palabra de Dios 107

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ni mucho menos los Diez Mandamientos. Sin embargo, esta es una falsa aseveración. La Biblia habla de una iglesia fiel a los mandamientos de Dios y a su palabra que permanecerá firme hasta la consumación de los tiempos en la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. A continuación, haremos un recorrido por todo el libro del Apocalipsis para comprobar la existencia de una iglesia fiel a Dios, a su Palabra y a sus mandamientos. En primer término, Juan presenta en la primera bienaventuranza la existencia de personas fieles que leen y escuchan y que también guardan las palabras de esta profecía, y “guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1: 3). El mismo Juan, se presenta como un prisionero en la isla de Patmos por su fidelidad a la Palabra “de Dios y del testimonio de Jesucristo” (1: 9). Lo que implica, que él, y muchos cristianos más que sufrieron la misma suerte de prisión y exilio, eran personas fieles a los principios del Evangelio. En el mensaje a las siete iglesias los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis presentan a la iglesia en sus distintos periodos históricos-proféticos como una iglesia fiel a la Palabra de Dios a pesar de las circunstancias deplorables de la apostasía que entró a la iglesia al transcurrir el tiempo. Sin embargo, Dios siempre tuvo a un remanente fiel. A la iglesia de Éfesos se le admira por su perseverancia (2: 2), a la iglesia de Esmirna se le 108

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motiva a permanecer “fiel hasta la muerte” (2: 10), a la iglesia de Pérgamo Cristo la elogia por retener su nombre y por no haber negado su fe en el Señor de la gloria (2: 13), a la iglesia de Tiatira se la elogia por sus buenas “obras”, amor, fe, servicio y perseverancia (2: 19), a Sardis, a pesar del período de oscurantismo y apostasía, se le dijo: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” (3: 4), a la iglesia de Filadelfia se la elogia con las siguientes palabras: “aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre” (3: 8), y finalmente, a Laodicea se le aconseja: “Por tanto, yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez. Y unge tus ojos con colirio para que veas” (3: 18). En Apocalipsis 4 y 5 encontramos la adoración de los seres celestiales, y finalmente de los redimidos y de toda la creación a Dios. Pues, en realidad, la adoración al Creador y Redentor implica lealtad a sus mandamientos. Nuevamente, el capítulo 6 de Apocalipsis presenta a la iglesia fiel del Señor atravesar distintos períodos históricos-proféticos, pero que a pesar de todo, se mantiene un remanente de Dios fiel a su Palabra y a sus mandamientos. Entre ellos vemos a la iglesia representada su lealtad y pureza doctrinal con la figura de un caballo blanco que es cabalgada por el mismo Jesucristo, el jinete 109

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victorioso. En la apertura del quinto sello, Juan tiene una visión de las “almas de los que habían muerto por causa de la Palabra de Dios y del testimonio que tenían” (6: 9). En el capítulo 7 encontramos a los fieles siervos de Dios recibiendo el sello del Dios viviente en sus frentes (7: 3) y finalmente presentados como una gran multitud con vestiduras blancas y victoriosos delante del trono de nuestro Dios sirviéndole día y noche en su templo (vv. 14, 15). En Apocalipsis 8 se presentan los santos de Dios como fieles y perseverantes en la oración (8: 4). Y en el capítulo 9, que forma parte de la misma sección de este libro, se presenta la protección de Dios sobre los hijos del Señor que tuviesen el sello del Dios vivo en sus frentes (9: 4). En el capítulo 10 se puede contemplar a una iglesia fiel misionera proclamando nuevamente las verdades del evangelio de Jesucristo a “muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (10: 11). Los dos testigos del capítulo 11 no son más que la representación misma de la Palabra de Dios que a través de su remanente fiel darían testimonio en el momento más oscuro de la fría Edad Media y en el período de la gran tribulación de los 1200 años de persecución contra la iglesia del Señor. Nótese que en el capítulo 12 se presenta la iglesia verdadera de Dios bajo la figura de una mujer pura vestida del sol con la luna debajo de sus pies. Finalmente, en este capítulo se identifica al verdadero remanente final de Dios como “los que 110

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guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (12: 17). En contraste con el pueblo fiel de Dios, el capítulo 13 presenta a los infieles adorando a la bestia y a su imagen (13: 8, 15). Pero en el capítulo 14 se presenta al verdadero pueblo de Dios como los 144 mil sellados que “no se contaminaron con mujeres, porque son vírgenes. Son los que siguen al Cordero por dondequiera que va… En sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios” (Apocalipsis 14: 4, 5). Posteriormente, los fieles de Dios se presentan claramente como lo describe el versículo 12: “Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y a fe de Jesús”.

En el capítulo 15 se presentan los fieles del Señor como “los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, sobre su marca y el número de su nombre, de pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios” (15: 2). Nótese que en el capítulo 12 se dijo de estos santos victoriosos que son los que han vencido al dragón “por medio de la sangre del Cordero, y de la palabra del testimonio de ellos, que menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (12: 11). En el capítulo 16 se menciona tácitamente la protección de Dios sobre los fieles que no recibieron la marca de la bestia y que no adoraron a su imagen. Es la protección divina de las copa de la ira de Dios. Las copas de la ira de Dios serán 111

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derramadas sobre los opositores de Dios. Es precisamente en este capítulo en donde se registra la tercera de las siete bienaventuranzas: “Yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus vestiduras, no sea que ande desnudo y vean su vergüenza” (16: 15). En el capítulo 17 encontramos la condenación de la gran Babilonia, a la cual Juan vio “ebria de la sangre de todos los santos y de la sangre de los mártires de Jesús” (v. 6). Razón por la cual el profeta se asombró con gran asombro. Luego, en el versículo 14 se registran a los santos victoriosos que está de parte de Jesucristo como los que son “llamados, elegidos y fieles”. En el capítulo 18 del Apocalipsis el Señor, ante la inminente caída de Babilonia, llama a un pueblo que aún está allí para unirse al redil o al remanente de Dios. Por eso dice Juan: “Y oí otra voz del cielo que decía: «¡Salid de ella, pueblo mío, para que no participéis de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas!»” (v. 4). Es importante observar que el principal motivo del castigo de Babilonia es la forma en que trataba al pueblo santo de Dios (véase 6: 10; 17: 6; 19: 2). En el capítulo 19 encontramos las alabanzas en el cielo. Mediante la figura de la esposa del Cordero, se dice que ella estaba vestida de lino fino, limpio y resplandeciente, y en un paréntesis, explica: “El lino fino representa las acciones justas de los santos” (v. 8). Y seguidamente vemos en el versículo 9 la cuarta bienaventuranza: «El ángel me 112

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dijo: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”. Y me dijo: “Estas son palabras verdaderas de Dios”». En el capítulo 20 encontramos a todos los fieles del Señor como facultados de juzgar a los impíos durante el milenio. Juan dice: “Vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni recibieron la marca en sus frentes; y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (20: 4).

En la visión del cielo nuevo y de la nueva tierra, Juan dice que “enjugará Dios todas las lágrimas de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron” (21: 4). Al parecer, en este versículo, se indica que los fieles de Dios habrían tenido que sufrir el dolor y la muerte física misma por algún tiempo, y ahora que Dios los resucita en la primera resurrección, les concede el honor de participar en el juicio de los impíos para que el nombre de Dios sea vindicado. Recuperarse del pasado puede llevarse algún tiempo. Ahora, considere que los redimidos se presentarán como o describe Juan en estos versículos: «Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas vivas. Y 113

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Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos» (Apocalipsis 7: 16-17).

Y finalmente, en el 22, el Apocalipsis presenta las dos últimas bienaventuranzas y en ambas se dan indicios de la existencia de un pueblo fiel de Dios hasta el último día hasta el fin del mundo (ver 22: 7, 14). En la bienaventuranza del versículo 7 se nos amonesta a guardar “las palabras de la profecía de este libro” (v. 7). Y en la última bienaventuranza se da la promesa de si lavásemos nuestras ropas en la sangre del Cordero, se nos concederá el “derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad” (v. 14). En contraste, se les negará la entrada a los infieles y desobedientes a la ley de Dios. Por eso dice el libro sagrado: “Pero los perros estarán afuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo aquel que ama y practica la mentira” (v. 15).

Como podemos ver, en todo el Apocalipsis está presente el remanente fiel de Dios. Y eso de que no existe nadie que pueda guardar las Palabras y los mandamientos de Dios no es otra cosa más que una de las últimas tretas de Satanás. Esto es para infundir desconfianza y aversión contra la Santa Ley de Dios.

La necesidad de obediencia Vivimos en una era desobediente e impía. Los terribles y más grandes juicios de Dios están por caer sobre un mundo impenitente. Pero para estar 114

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bajo la protección divina, es necesario confiar en el Señor someternos a él en obediencia de amor. No necesitamos vivir como vivimos. Necesitamos mejorar y crecer siempre. Esta es una forma de preparación para la crisis final. Y más aún, necesitamos obedecer a Dios por nuestro propio bien, y de esta manera estaremos obedeciendo el mandamiento: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Dios quiere un cristianismo práctico de nuestra parte. No porque Dios lo necesite; él lo requiere para nuestro propio bien. Por su gracia se ha propuesto transformar nuestro carácter de gloria en gloria y que experimentemos un crecimiento espiritual hasta alcanzar la plenitud según el ideal de Dios. Es muy lamentable mencionar que existen muchas personas que profesan fe en Jesús, pero que no están dispuestas a obedecer a Dios sus mandamientos. No guardan las palabras de Dios ni ponen en práctica los principios eternos, antes bien, se complacen en la maldad y en la rebelión contra la Ley de Dios. Por su parte, Jesús nos dice: «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14: 15). Te invito a que guardes la Palabra divina en tu corazón y la pongas en práctica para la gloria de Dios. ¡Maranatha! Jesús pronto volverá. Esta es la razón primordial por la que debemos guardar las palabras de la profecía del Apocalipsis. 115

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“Bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas ciudad” (Apocalipsis 22: 14)

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BIENAVENTURADOS los que lavan sus ropas y guardan sus mandamientos

I

NDISCUTIBLEMENTE ES una necesidad espiritual que merece ser atendida con suma urgencia. Las vestiduras, el alma, la conciencia y aún más, el cuerpo y la mente misma de muchas personas se encuentran en un estado en el que necesitan de la lavandería celestial. Todos los pecadores necesitamos ser lavados y emblanquecidos por la gracia de nuestro Señor Jesucristo.

¿Los que lavan sus ropas o guardar los mandamientos? En griego, hoi plynontes tas stolas, o según otras antiguas copias manuscritas, «los que guardan sus mandamientos» (RVA), hoi poiountes tas stolas. Ambas expresiones armonizan con el contexto y con la enseñanza de Juan en otros pasajes. La obediencia de Cristo acreditada a nuestro favor es nuestro derecho al cielo, pero su obediencia también se nos imparte para adecuarnos a la vida del cielo. Esto último se simboliza con el acto de lavar nuestras ropas (Apocalipsis 7: 14) y purificar 117

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nuestra conducta (1 Juan 3: 3), para lo cual nos guiamos por los Diez Mandamientos de Dios (Apocalipsis 21: 17; 14: 12; Juan 15: 10; 1 Juan 2: 3, 6).

Hablemos de lavar las ropas Este es un acto de fe. Se trata de lavar la conciencia en la sangre del Cordero, que es Cristo. Refiriéndose a Jesucristo, desde el inicio, el Apocalipsis dice que Él es el que “nos ama, nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre, a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén” (Apocalipsis 1: 5, 6). La sangre de Cristo es eficaz. «Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1: 7). Elena G. de White, escribió en 1894: «Gracias a Dios porque Aquel que derramó su sangre por nosotros vive para suplicar mediante ella, vive para interceder por cada alma que lo recibe. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1: 9). La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. Ella habla mejor que la sangre de Abel porque Cristo siempre vive para interceder por nosotros. Necesitamos siempre tener en cuenta la eficacia de la sangre de Jesús. Nuestra esperanza consiste en posesionarnos por fe viviente de esa sangre que limpia la vida y sostiene la vida. Necesitamos 118

Las Siete Bienaventuranzas del Apocalipsis aumentar nuestro aprecio de su valor inestimable, pues tiene significado para nosotros solamente si por fe pedimos su virtud y mantenemos la conciencia limpia y paz con Dios. Esto es presentando como la sangre que perdona, inseparablemente relacionada con la resurrección y la vida de nuestro Redentor, ilustrada por la corriente que siempre fluye procedente del trono de Dios, el agua del río de la vida» (Carta 87, 1894).

Sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados. Cristo era el Cordero de Dios que quita el pecado de muchos. Él fue inmolado desde la fundación del mundo. Pedro dice que “fue destinado desde antes de la creación del mundo” (1 Pedro 1: 20). En la antigüedad, el sistema de sacrificio judío apuntaba al sacrificio del Hijo de Dios. Pues, la sangre de Cristo, “el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo” (Hebreo 9: 14). Esa sangre es más cara que el oro y la plata; es la “sangre preciosa de Jesucristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1: 19). Sin lugar a dudas, necesitamos ser lavados y emblanquecidos en con esa preciosísima sangre divina para ser rescatados de nuestra vana manera de vivir y así estar aptos para heredar las riquezas eternas que Él nos ha prometido. Pues hemos sido comprados con su sangre para salvación nuestra y para la gloria de Dios.

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Hablemos de guardar los mandamientos de Dios Cuando hayamos recibido la justificación por la fe mediante la gracia de nuestro Señor Jesucristo, y la eterna redención por medio de su sangre preciosísima, ahora nos resta vivir en santidad y en obediencia a la santa ley de nuestro Dios. Es muy significativo el hecho de que Apocalipsis 22: 15 dice que a la ciudad santa, a la nueva Jerusalén, no entrarán ni los perros (metáfora muy desfavorable en la antigüedad para indica a una persona vil y despreciable Deut. 23: 1718; Mateo 15: 26-27; Fil. 3: 2), tampoco entrarán los hechiceros, ni los fornicarios, ni los homicidas, ni los idólatras ni tampoco los que aman y practican la mentira. En otras palabras, esas personas se clasifican como desobedientes a la Santa Ley de Dios. Por consiguiente, el contexto nos indica que los redimidos que entren por las puertas en la ciudad y coman del fruto del árbol de la vida serán únicamente las personas que “guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14: 12). La obediencia a los mandamientos de Dios no confiere salvación, sino la sangre de Cristo. Pero la obediencia por fe mantiene la verdadera perseverancia en la fe de Jesús. Por lo cual, es necesario obedecer a Dios, antes que a los hombres. Debemos obedecer a nuestro Padre celestial, no para ser salvos ni para ser sus hijos, sino porque somos sus hijos y porque 120

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somos salvos mediante la gracia redentora de su Hijo amado, Jesucristo. El punto es que mediante la obediencia es como se demuestra el verdadero amor al Padre celestial. Y es mediante una entrega completa y sumisión a la voluntad del Omnipotente es como ejercemos una fe verdadera. Humillándonos ante su presencia y confesando nuestros pecados y al mismo tiempo recibiendo a Cristo en el corazón es como obtendremos eterna redención por su gracia. El sacrificio de Cristo está en directa conexión con su adviento. Su redención en su sangre está en armonía con nuestra santificación en obediencia por la obra del Espíritu Santo. Así mismo, el lavar nuestras ropas tiene relación con mantenerlas limpias mediante una vida de santificación en la obediencia de la verdad, también el derecho de entrar por las puertas en la ciudad amada está en conexión directa con el privilegio que tendremos de comer del árbol de la vida. En realidad todo es un solo conjunto en el gran plan de salvación. Nada debe estar desligado de nada. El plan de Dios es perfecto. Porque “de la manera en que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que lo esperan” (Hebreos 9: 27-28). Lo cual implica que esperar a Jesús lavar tus pecados en la sangre del Cordero, 121

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porque cuando Él aparezca en gloria y en majestad, vendrá sin relación alguna con el pecado. «No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene gran recompensa, pues os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poco y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por la fe; pero si retrocede, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma» (Hebreos 10: 35-39).

Hermanos y amigos míos, “teniendo un gran Sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Hebreos 10: 21-23). Humildemente les pido, en el nombre de nuestro amante Salvador Jesucristo, busquemos a Dios de todo corazón y mantengamos firme la esperanza en su venida. Pronto llegaremos al hogar celestial y comeremos del fruto del árbol de la vida y el nombre de Dios será glorificado en nosotros. Y no olvides, Él te ha llamado para que seas BIENAVENTURADO. ¡Cristo viene! ¡Prepárate!

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Serie 7 de 7 1. 7 Promesas del Apocalipsis 2. Las 7 Bienaventuranzas del Apocalipsis 3. 7 Semblanzas de Jesús en el Apocalipsis 4. Las 7 Iglesias del Apocalipsis 5. Los 7 Sellos del Apocalipsis 6. Las 7 Plagas del Apocalipsis 7. Las 7 Trompetas del Apocalipsis.

“La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén” (Apocalipsis 22: 21).

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Si usted desea hacer sus pedidos de los otros 6 volúmenes de la Serie 7 de 7, puede escribir su solicitud al siguiente e-mail: [email protected]

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