La Violencia en Colombia.

LA VIOLENCIA EN COLOMBIA, CONFLICTO POSTCONFLICTO Y PROCESO DE PAZ. LINA ALEJANDRA SILVA FERNANDEZ CÓDIGO 201220176 NAT

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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA, CONFLICTO POSTCONFLICTO Y PROCESO DE PAZ.

LINA ALEJANDRA SILVA FERNANDEZ CÓDIGO 201220176 NATALIA TABACO SALAZAR CÓDIGO 201220236 ANDRES FELIPE URIBE GONZÁLEZ CÓDIGO 201220175

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA Y TECNOLÓGICA DE COLOMBIA FACULTAD DE INGENIERIA ESCUELA DE INGENIERIA METALÚRGICA TUNJA 2012

LA VIOLENCIA EN COLOMBIA, CONFLICTO POSTCONFLICTO Y PROCESO DE PAZ.

LINA ALEJANDRA SILVA FERNANDEZ CÓDIGO 201220176 NATALIA TABACO SALAZAR CÓDIGO 201220236 ANDRES FELIPE URIBE GONZÁLEZ CÓDIGO 201220175

PRESENTADO A: LUIS JOSÉ NUÑEZ N. DOCENTE DE SOCIO-HUMANÍSTICA I

UNIVEERSIDAD PEDAGÓGICA Y TECNOLÓGICA DE COLOMBIA FACULTAD DE INGENIERIA ESCUELA DE INGENIERIA METALÚRGICA TUNJA 2012

CONTENIDO

1. CONFLICTO. ¿QUÉ ES EL CONFLICTO? El conflicto define al conjunto de dos o más hipotéticas situaciones que son excluyentes: esto quiere decir que no pueden darse en forma simultánea. Por lo tanto, cuando surge un conflicto, se produce un enfrentamiento, una pelea, una lucha o una discusión, donde una de las partes intervinientes intenta imponerse a la otra. Para el alemán Ralf Dahrendorf, un conflicto es una situación universal que sólo puede solucionarse a partir de un cambio social. Karl Marx, por su parte, ubica al origen del conflicto en la dialéctica del materialismo y en la lucha de clases. Las teorías existentes sobre el conflicto social permiten entender la necesidad de contar con un cierto orden dentro de la sociedad, cuyos miembros deben integrarse. Para esto deben desarrollarse políticas de consenso e instrumentarse acciones de coerción. El conflicto puede analizarse a partir de diversas perspectivas a nivel social. En general se lo entiende a través de la moral o la justicia, con consecuencias negativas ya que puede destruir o hasta desintegrar a una sociedad. Se puede aceptar, de todas maneras, que el conflicto tenga una función positiva gracias a su dinamismo (promueve el cambio social). Fuera de la política o de la sociología, podemos entender al conflicto como algo mucho más cotidiano y sin grandes efectos. Una pareja discutiendo por el manejo doméstico del dinero, un alumno enfrentado a su maestro por una mala nota o dos amigos peleándose por cuestiones futbolísticas estarán viviendo un conflicto. Existen muchos tipos de conflictos, una forma de clasificarlos es la de: unilaterales y bilaterales. Un conflicto es unilateral cuando sólo una de las partes está de en desacuerdo y bilateral cuando todas las partes esperan algo de la otra. EL RECONOCIMIENTO DEL CONFLICTO. Un paso importante a la hora de resolver un conflicto, es empezar por reconocer que dicho conflicto si existe, en Colombia, durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, el conflicto armado se desconoció, es decir, se negó que existiera, y de esta forma, los grupos subversivos como las FARC y el ELN, pasaron a ser terroristas. Este bache se vio superado cuando el presidente Santos dentro de la Ley de Víctimas incluyó un artículo que reconoce que en Colombia, si hay conflicto armado, aunque sostuvo, en declaraciones del martes 10 de Mayo de 2011, que el hecho que se reconozca el conflicto armado, en Colombia no quería decir que “los terroristas dejen de ser terroristas o dejemos de llamarlos terroristas, no les estamos dando un reconocimiento especial y mucho menos estamos allanando terreno para beligerancia”. VIOLENCIA. La violencia del latín violentia, la violencia es la cualidad de violento o la acción y efecto de violentar o violentarse. Lo violento, por su parte, es aquello que está fuera de su natural estado, situación o modo; que se ejecuta con fuerza, ímpetu o brusquedad; o que se hace contra el gusto o la voluntad de uno mismo. La violencia, por lo tanto, es un comportamiento deliberado que puede provocar daños físicos o psíquicos al prójimo. Es importante tener en cuenta que, más allá de la agresión

física, la violencia puede ser emocional mediante ofensas o amenazas. Por eso la violencia puede causar tanto secuelas físicas como psicológicas. La violencia busca imponer u obtener algo por la fuerza. Existen muchas formas de violencia que son castigadas como delitos por la ley. De todas formas, es importante tener en cuenta que el concepto de violencia varía según la cultura y la época. Según Daniel Pecaut la experiencia de la violencia llega a ser en muchos aspectos mucho más destructiva que la experiencia de la violencia anterior, porque se hace más difícil relacionar la propia experiencia personal de la violencia con una historia global, es decir, con los acontecimientos que se están dando a nivel de la historia global. De esta manera, el desfase de los acontecimientos que vive la gente en un lugar y las evoluciones y los cambios que se dan a nivel nacional, es tan grande que en muchos casos la gente no le presta atención a los hechos nacionales, mucha gente está convencida, inclusive hasta los mismos investigadores de que Colombia ha tenido siempre una historia de violencia. De esta manera, lo que está ocurriendo ahora sería lo mismo de la Guerra de los Mil Días, lo mismo del siglo XIX. Éste es el gran mito colombiano, este mito parece profundamente opuesto a la idea de construcción de una ciudadanía democrática. No habrá construcción de una ciudadanía democrática en Colombia mientras tanta gente esté convencida de que en el fondo de los acontecimientos colombianos sólo existe el principio de una violencia repetitiva. Daniel Pecaut también considera que el estudio de la violencia ha sido pobre, ya que se omiten gran parte de las vivencias y consecuencias vistas desde el ámbito rural. E.J hobs bawn aborda la temática meramente desde la sociedad tradicional agrícola que erigía al país en la época de la violencia. Lo anterior con el propósito de plasmar una reflexión acerca de aquella hipótesis sustentada con argumentos como le precepción de la violencia para estos ensayistas. Pecaut en su ensayo “reflexiones sobre el fenómeno de la violencia” parte en un comienzo aludiendo que los estudios sobre la violencia en Colombia se han quedado cortos ya que para el representan un fenómeno de considerable magnitud presente únicamente en nuestro país, estudios anteriores que no dan cuenta, de las grandes consecuencias del campo rural, esto partiendo del hecho de que solo partieron del plano político es decir de tan mencionada división bipartidista entre las tendencias tradicionales, liberal y conservador para establecer su concepto parte de concretar la violencia como la movilización popular a la que se le suma la ofensiva de clases dominantes propiciando así la disociación entre conflictos sociales y campo político que “Gaitán llevo a su punto extremo” y a quien critica porque dentro de su campaña de un lado se ponía a la oligarquía y por el otro se asociaba ella, esto lo ejemplifica con los movimientos tradicionales que dieron disputa incesante por el poder, recalcando que la ideología liberal también hizo parte de aquella elite

CAUSAS OBJETIVAS Y VIOLENCIA Mito: “Existen unas causas objetivas que explican la violencia en el país” Parte del problema en la evaluación de esta hipótesis es el uso indiscriminado de los términos crimen y violencia. Mientras que en la presentación del “mito” los autores hacen referencia a la conexión entre causas objetivas y violencia, más adelante, y para apoyar su argumento, citan estudios que demuestran la ausencia de asociación entre crimen y pobreza Si el objetivo es refutar la relación entre crimen violento y condiciones objetivas, debe señalarse una vez más que el homicidio no es un indicador preciso, puesto que probablemente la mayoría de los delitos violentos no serán fatales. Si se toman en cuenta todas las modalidades de delito violento, incluyendo las que no resultan en la muerte de las víctimas, puede aparecer un cuadro muy diferente. Encuestas de victimización realizadas en Cali, por ejemplo, muestran que la abrumadora mayoría de ellos se concentran en las comunas pertenecientes a los dos estratos más bajos: 66.3 por ciento de los robos, 65.3 por ciento de las heridas con arma blanca, 74.6 por ciento de las heridas con arma de fuego y 66.7 por ciento de las amenazas de muerte. En todos los casos, el estrato más bajo es de lejos el más afectado. Otros estudios han demostrado que la violencia doméstica es más predominante en los estratos bajos. LA VIOLENCIA EN COLOMBIA. Cuando se habla de "la violencia en Colombia" se corre el riesgo de emplear una fórmula que muchas personas entienden de muy diferentes modos. Unos piensan en los horribles crímenes del narcotráfico, con sus asesinos a sueldo o "sicarios", sus bombas y sus implacables atentados contra jueces, periodistas y políticos honrados. Otros piensan en los grupos paramilitares con las espeluznantes masacres, mutilaciones y torturas de sus víctimas que son casi siempre gente humilde del pueblo, trabajadores, campesinos, estudiantes, sindicalistas. Otros evocan las emboscadas guerrilleras, los atentados contra oleoductos y empresas extranjeras, los ajusticiamientos de "sapos" presuntos o reales y, últimamente, las ejecuciones en masa de personas desarmadas de diversa edad y condición. Otros, en fin, traen a la mente los secuestros, los robos, la delincuencia brutal de las ciudades y los campos, en un país que ostenta las más altas cifras de muertos por causas de violencia en todo el continente americano, con 40.000 víctimas cada año. Pero sea cual sea la imagen que uno tenga en la mente cuando pronuncia la expresión "violencia en Colombia", quedan siempre en pie estos hechos terribles: en las ciudades y regiones más densamente pobladas del país, la primera causa de muerte es el asesinato o el homicidio y la segunda, el infarto cardíaco. Colombia tiene el récord mundial de secuestros, con un índice de un secuestro cada seis horas. Tiene también el récord mundial, en cifras absolutas, de refugiados internos (desplazados): más que Ruanda o Zaire, Bosnia, Afganistán, Kurdistán y Chechenia. Más del diez por ciento del total de periodistas asesinados en el mundo entero en los últimos cinco años, son colombianos. Colombia tiene el récord continental de asesinatos de maestros y solamente es superada en este flagelo, a nivel mundial, por Argelia. Colombia es el único país en el mundo que ha sufrido en un solo año (1989-1990) el asesinato de tres candidatos a la Presidencia de la República (Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro). Por si esto fuera poco, todos los expertos coinciden en pronosticar que el período pre-electoral 1997-98 será el más violento en toda la historia de Colombia.

Estos datos son, por sí solos, terroríficos. Pero toda su horrenda significación se pone al descubierto cuando se establece que cerca del 70 por ciento de todas las violaciones de los Derechos Humanos que se cometen en el país, son de responsabilidad de agentes del Estado colombiano, militares, policial y paramilitar. Ahora bien, la violencia que se ejerce en Colombia es principalmente una violencia sistemática y generalizada contra la población civil. Se mata individualmente o en masa a estudiantes, trabajadores, campesinos, colonos, indígenas, amas de casa, ancianos y niños. Es una violencia que

se aplica con sadismo y con rituales de bestialidad horripilantes. Los niños son degollados en presencia de sus padres. Se arrancan los ojos y los órganos internos a campesinos y obreros. Se despedaza a machete el feto en el vientre de su madre. Se hace todo esto para "castigar" los delitos reales o supuestos del marido, del hermano, del padre o del tío, o para "hacer justicia", porque a uno le han hecho lo mismo en su hermana, su hijo o su madre. Detrás de todos estos horrores no hay una guerra sino muchas guerras superpuestas, muchos odios transmitidos y ejercidos de generación en generación. Los individuos armados y organizados, sea en las fuerzas militares del estado, sea en las guerrillas, sea en los grupos paramilitares o en las organizaciones criminales, ciertamente combaten y tienen sus muertos y sus heridos. Pero esas bajas son una pequeña parte del total de muertos y heridos en el proceso de la violencia colombiana. Como en Ruanda, la enorme mayoría de las víctimas de la violencia en Colombia son gente desarmada y pacífica, son población civil.

LA MASACRE DE LAS BANANERAS. La masacre de las bananeras fue perpetrada por un régimen de las Fuerzas Armadas de Colombia bajo el mandato del presidente Miguel Abadía Méndez y ejecutada por orden del general Cortés Vargas en el municipio colombiana de Ciénaga el 6 de diciembre de 1928, quienes asesinaron vilmente a un número indeterminado de manifestantes (aproximadamente 300 personas afirmado por las investigaciones más serias de la época) que protestaban por las pésimas condiciones de trabajo en la UNITED FRUIT COMPANY. Se conoce que la huelga transcurrió de forma pacífica, no obstante si se contaba con un nivel de orden y apoyo popular inédito. Los altos representantes de la bananera movieron sus influencias que tenían en el gobierno logrando que se trasladaran un contingente de soldados, al mando del comandante General Carlos Cortés Vargas. Los 25 mil huelguistas tenían a su favor la simpatía de la población e inclusive hasta del propio alcalde, de los indígenas de la Sierra Nevada, de los comerciantes y algunos ganaderos que les enviaban reses para su manutención. Y algo inusitado, por el contrario a las ideas generalizadas, fue el hecho de que muchos trabajadores norteamericanos se solidarizaron con ellos. Los trabajadores pasaron a las directivas de la empresa un pliego con 9 puntos de exigencias de los trabajadores, se había fijado el 5 de diciembre como el día en el que se llevaría a cabo la negociación. Se estima en 5000 los trabajadores que estaban en la

plaza cuando fueron rodeados por unos 300 hombres armados. Contaban los sobrevivientes que después de un toque de corneta propio Cortés Vargas dio la orden de fuego por 3 veces. Nunca se supo a ciencia cierta la cifra real de muertos. Las narraciones populares orales y los documentos escritos dan cifras de entre 800 a 3 mil asesinados, eso teniendo en cuenta que muchos cuerpos fueron arrojados al mar.

Las guerras civiles Como ya he señalado, las guerras civiles significaron, en Colombia, una continuación de la Guerra a Muerte, casi sin interrupción, desde la disolución de la Gran Colombia hasta 1861. En ese año comenzó a tomar cuerpo, por primera vez en la historia republicana, un acuerdo de los partidos para respetar la vida de los prisioneros de guerra y de los heridos en el campo de batalla, que hasta ese momento habían sido sistemáticamente sacrificados. Existen al respecto anécdotas horribles. En alguna de las numerosas guerras civiles regionales, un jefe militar introdujo el sistema del "fusilamiento a machete": si el prisionero no disponía de los dos pesos que costaba la munición para fusilarlo, se le mataba a machetazos. En otra de esas carnicerías, los caudillos militares de ambos bandos decidieron sacrificar no solamente a los prisioneros y heridos del bando contrario, sino también a los heridos del propio bando que no pudieran caminar por sus propios medios. El pueblo colombiano, los campesinos, artesanos, estudiantes, indígenas, masas empobrecidas reclutadas a la fuerza en estas orgías de sangre, no han tenido otra escuela que ésta durante más de siglo y medio. Esto es lo que las oligarquías han enseñado, esta ha sido la educación cívica del pueblo trabajador.     







Entre 1810 y 1824 sufrimos las guerras de la independencia. En 1829 estalló la guerra en Antioquia, dirigida por el general Córdova. En 1830 tuvimos una guerra breve contra el Perú y numerosas guerras civiles regionales. En el período 1839-41 se libró la horrenda "Guerra de los Supremos". Entre 1843 y 1850 hubo incontables asonadas y motines locales y regionales. En 1851 se alzaron en armas los esclavistas para impedir la abolición de la esclavitud y para derrocar al presidente José Hilario López, quien además de decretar la libertad de los esclavos apoyó a las organizaciones de artesanos y realizó la primera Reforma Agraria en la historia del país. En 1854 el general José María Melo dio un golpe de estado apoyado por los artesanos y las Sociedades Democráticas, lo cual produjo un levantamiento general de la oligarquía. El baño de sangre concluyó con fusilamientos en masa de artesanos y el destierro de más de dos mil de ellos a las regiones inhóspitas del Darién. En el período 1859-62 tuvimos otra guerra (mejor dicho, muchas guerras provinciales entrelazadas en una sola gran conflagración) cuyo resultado fue el triunfo del federalismo, afianzado a sangre y fuego en la terrible guerra de 187677. Los excesos del sistema federal condujeron a la reacción que se conoce con el nombre de “Regeneración Nacional", movimiento liberal-conservador que se impuso en la guerra de 1884-84 y que implementó la Constitución de 1886, vigente en Colombia hasta 1991.



En 1895 se libró una breve pero muy sangrienta guerra civil, que debe ser vista como el preludio de la inmensa conflagración de 1899-1902 (Guerra de los Mil Días). LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS.

Debido a las propensas situaciones que sufrió Colombia a lo largo del siglo XIX, la inestabilidad política fue el factor que más se desempeñó en la causa principal de la guerra desde 1886, año en la cual se suprimió la constitución de 1863, dado a que revelaba los excesos del federalismo durante el periodo de los radicales. Con la época de la Regeneración y la aplicación de la constitución de 1886, el régimen centralista no hizo sino agravar los problemas políticos de los cuales algunos departamentos no tardaron en sentir su malestar frente al gobierno central. En el campo económico, las decisiones políticas también provocaron su inestabilidad. El factor detonante de la guerra, fue el enfrentamiento bipartidista de liberales y conservadores, tanto entre ellos como dentro de sus respectivos partidos, que buscaba detentar el poder del país, además, los constantes revueltas en contra del entonces gobernante San Clemente y el déficit económico ahondaron aún más en los ánimos de los gestores de los dos partidos. El inicio de la guerra civil comenzó con un intento el 20 de octubre de 1899 o mediados de 1900, pero se adelantó por imprudencia de algunos generales del partido liberal, quienes prefirieron hacerlo el 17 de octubre. La reacción de ese movimiento no se hizo esperar, ya que algunos miembros consideraron que no estaban organizados para iniciar la guerra. La rebelión comenzó en la población de Socorro y se esperó la llegada de refuerzos militares desde Venezuela. Las primeras derrotas militares para el bando Liberal comenzaron días más tarde de haber iniciado la guerra en la batalla del Río Magdalena el 24 de octubre de 1899. En la búsqueda de poner orden al país el sector conservador se dividió en históricos y nacionales poniéndolos en desventaja frente al partido liberal. Sin embargo los abanderados históricos lograron derrocar al presidente San Clemente que fue reemplazado por José Manuel Marroquín. Por su parte los liberales nombraron presidente del país a Gabriel Vargas Santos para que opacara a los mandatarios constitucionales del sector conservador. Poco a poco la guerra tomo un camino más represivo y cruel, incluso la población se dividió para tomar parte en cada bando de un modo más fanático, pese a los esfuerzos de cada partido por obtener victorias. Sin duda, las batallas de Peralonso y de Palonegro (Santander) mostraron con claridad los perjuicios que había causado la guerra. En la primera los liberales obtendrían su última victoria para el Partido Liberal, de manos de Rafael Uribe Uribe. En Palonegro (25 de mayo de 1900) los conservadores detuvieron a sus enemigos forzándolos a un combate sin sentido y carente de significado para los partidos. Los liberales querían lograr a toda costa la victoria pero ante la violencia, este partido también se divide en pacifistas y belicistas. Los conservadores nacionales pronto comprendieron que lo mejor era detener la guerra, que ya comenzaba a extenderse a Panamá y el Mar Caribe. Con esa decisión, se evitó internacionalizar la guerra, de la cual en Venezuela se trataba de provocar un conflicto abierto a través de su presidente Cipriano Castro (quién apoyaba a Uribe Uribe para colocarlo en el poder). Las tropas de Marroquín lograron cortar la ayuda venezolana a los liberales (29 de julio de 1901), quienes no dudaron en ser derrotados por el general conservador Juan B. Tovar. El general Uribe Uribe se vio entonces obligado a rendirse de manera gallarda pero con algunas condiciones. El 24 de octubre de 1902, se firma el Tratado de Paz de Neerlandia, en la hacienda del mismo nombre. Aun así los combates solo se terminan en noviembre de ese año en Panamá, donde combatían los navíos Almirante Padilla (liberales) y el Lautaro (de propiedad chilena, expropiado por los conservadores), donde fueron derrotados los conservadores. Con la muerte del General Carlos Albán, que viajaba en el

Lautaro el istmo de Panamá queda sin representante y es nombrado Don Arístides Arjona. Más tarde vino la constante amenaza de la marina estadounidense enviado por el gobierno de Theodore Roosevelt para proteger los futuros intereses en la construcción del Canal de Panamá. Los liberales del general Benjamín Herrera, se vieron entonces obligados a deponer las armas. El tratado de paz definitivo se dio lugar en el acorazado estadounidense Wisconsin el 21 de noviembre de 1902, en donde el general Lucas Caballero Barrera en calidad de jefe de Estado Mayor del ejército unido del Cauca y Panamá, junto con el coronel Eusebio A. Morales, secretario de Hacienda de la dirección de guerra del Cauca y Panamá, en representación del general Benjamín Herrera y del partido liberal, se reunieron con el general Víctor M. Salazar gobernador del departamento de Panamá, y el general Alfredo Vázquez Cobo, jefe de Estado Mayor del ejército conservador en la Costa Atlántica, el Pacífico y Panamá, firmaron en representación del gobierno, el fin de la guerra. La Violencia" (1948 a 1953) La etapa política en la historia de Colombia denominada como "La Violencia" abarcó un período de confrontación armada de carácter irregular y con manifestaciones de terror y de violencia de grandes proporciones en todo el país. Las rencillas del partido liberal y conservador en esta etapa eran la expresión del conflicto de intereses socio-económicos, motivado por la expropiación y redistribución de miles de hectáreas de tierra. Este conflicto acabó con muchos pequeños y medianos campesinos, fortaleciendo el poder de los viejos y nuevos terratenientes del país.El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán agudizó la polarización política, que en este período adquirió dimensiones de carácter nacional y dio pie a la insubordinación campesina y popular que constituyó la base de los primeros focos guerrilleros de la segunda mitad del siglo XX en Colombia.La irrupción del incipiente movimiento guerrillero le imprimió a esta época de violencia el carácter de una guerra abierta y organizada entre campesinos armados, la clase dirigente del partido liberal y el gobierno conservador de Laureano Gómez, quien con el apoyo de la Iglesia y el Ejército Nacional, en su gobierno inició una campaña de persecución política en las ciudades contra la supuesta amenaza del "comunismo internacional", y en el campo conformó grupos paramilitares que se hicieron conocer como "Los Chulavitas". En la medida en que el conflicto se agudizó, el matiz político de la guerra se fue degradando y generó una dinámica de retaliaciones y venganzas que ensangrentó todo el territorio nacional. Algunos de los efectos más devastadores de este fenómeno fueron un saldo de cerca de 300.000 personas asesinadas y el desplazamiento forzado de grandes masas de campesinos, que fueron a repoblar las ciudades o que emigraron en busca de nuevas tierras lejos de las cordilleras, especialmente a los Llanos Orientales, la Costa Atlántica y el Magdalena Medio, comenzando un fuerte desarrollo de colonización que se extiende hasta nuestros días. Esta primera etapa de "La violencia" finalizó con el golpe militar liderado por el General Gustavo Rojas Pinilla en 1953.

"La Violencia" (1953 a 1957) El Gobierno de Rojas Pinilla prometió poner freno al terror y promover la reconstrucción económica de las zonas afectadas por la violencia. El General Rojas ofreció una amnistía

general e incondicional a los alzados en armas, quienes fueron reconocidos como integrantes de fuerzas rebeldes.

Muchas de estas promesas sin embargo fueron incumplidas, y la paz no alcanzó a consolidarse en el país, lo cual conllevó a que la violencia partidista de los años anteriores se reiniciara.El 8 y 9 de junio de 1954, cuando tuvieron lugar las primeras manifestaciones antigubernamentales de carácter civil, fueron asesinados en Bogotá 13 estudiantes universitarios por parte del Ejército Nacional; hecho que terminó de desprestigiar al dictador. Los partidos tradicionales aprovecharon esta coyuntura y crearon un frente civil que logró derrocarlo 3 años después.

El 20 de julio de 1957, ante la dimisión del General, las elites de los partidos liberal y conservador fundaron el Frente Nacional, un pacto político que consistía en la alternancia en el poder estatal. Durante los siguientes 4 gobiernos, liberales y conservadores se dividieron paritariamente las cuotas burocráticas del Estado y se turnaron en la Presidencia de la República.

ANALISÍS DEL PROCESO DE PAZ. Una gran ilusión generó en millones de colombianos el anuncio del presidente Juan Manuel Santos, acerca del inicio de los diálogos de paz con las FARC. He aquí una pequeña cronología de los procesos anteriores que se vivieron en el país. 1981: El Gobierno del ex presidente liberal Julio César Turbay creó una comisión de paz para iniciar conversaciones con la guerrilla. El ex presidente Carlos Lleras Restrepo, quien tenía la misión de liderar el proceso, renunció con el argumento de que no lo dejaron establecer contactos con la insurgencia. 1982: El entonces presidente conservador Belisario Betancur inició una negociación de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). 1984: El Gobierno de Betancur y las FARC firmaron el Acuerdo de La Uribe, que incluyó el cese bilateral del fuego, la suspensión del secuestro y la apertura de espacios políticos para la guerrilla. El proceso fracasó y se rompió en 1987. 1988: El presidente liberal Virgilio Barco comenzó acercamientos de paz con las FARC, pero el exterminio a manos de paramilitares de ultraderecha de miles de militantes del partido izquierdista Unión Patriótica, vinculado con esa guerrilla, impidió avanzar. Barco también inició diálogos con la guerrilla del M-19 y expidió una ley de amnistía. 1990: El Gobierno de Barco firmó un acuerdo de paz con el M-19, que entregó las armas, se reintegró a la vida civil y se convirtió en una fuerza política. 1991: El entonces presidente César Gaviria inició conversaciones con las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Caracas, capital de Venezuela y luego se trasladaron a Tlaxcala, en México. 1992 se rompió el proceso por el asesinato de un ex ministro secuestrado por la guerrilla. En ese mismo año, se desmovilizaron las guerrillas del Ejército Popular de Liberación (EPL), el grupo indigenista Quintín Lame y el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) después de acuerdos de paz. 1993: Durante el Gobierno de Gaviria se reintegraron a la vida civil y entregaron las armas los integrantes de la Corriente de Renovación Socialista, una disidencia del ELN.

1998: El Gobierno del presidente Ernesto Samper concedió el estatus político al ELN en un esfuerzo por lograr un acuerdo de paz. También hubo encuentros con ese grupo rebelde en España y Alemania que no prosperaron. Ese mismo año, el entonces candidato conservador Andrés Pastrana ganó la presidencia de Colombia con la promesa de iniciar un diálogo de paz con las FARC para poner fin al conflicto interno. Siendo mandatario retiró las Fuerzas Militares de una zona de 42 mil kilómetros cuadrados para que sirviera de sede a la negociación. 1999: Se inició el proceso con las FARC, el tercer intento formal para lograr la paz con esa guerrilla. Los diálogos se realizaron en medio de la confrontación y se rompieron en febrero del 2002. Durante el Gobierno de Pastrana también se mantuvieron aproximaciones con el ELN, sin lograr avances concretos. 2002: Durante el Gobierno del presidente Álvaro Uribe, quien lanzó una ofensiva militar contra la guerrilla con el apoyo de Estados Unidos, se inician diálogos con el ELN en Cuba. Entre el 2004 y el 2005 hubo facilitación de México y en el 2007 se intentó restablecer el proceso con ese grupo rebelde en Venezuela con la mediación del presidente Hugo Chávez, pero una vez más las aproximaciones fracasaron. 2012: El presidente Juan Manuel Santos anunció que su Gobierno y las Farc firmaron un acuerdo marco que establece un procedimiento, una hoja de ruta, para avanzar en negociaciones de paz que comenzarán en la primera quincena de octubre en Oslo, Noruega, y luego continuarán en Cuba. El máximo comandante de las FARC, Rodrigo Londoño, alias Timoleón Jiménez o ‘Timochenko’, se declaró optimista sobre el proceso de negociación.

REACCIONES MUNDIALES -La jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Catherine Ashton, saludó el anuncio del inicio de negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC como la "única ventana de oportunidad" para terminar con décadas de conflicto. "Expreso mi gran satisfacción porque el gobierno de Colombia y las Farc se comprometieron a iniciar conversaciones con el propósito de poner fin el largo conflicto en el país", afirmó Ashton en comunicado. "Hay ahora una única ventana de oportunidad para cesar este conflicto de décadas que ha frenado el desarrollo y causado un indecible sufrimiento al pueblo colombiano", añadió. -Por su parte la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, afirmó que "el éxito" del diálogo de paz entre las FARC y el Gobierno colombiano mejorará la imagen de Suramérica. "El éxito de las negociaciones traerá grandes beneficios al pueblo colombiano y consolidará la imagen de una América del Sur que realiza grandes transformaciones en paz", afirmó la mandataria brasileña en un comunicado. Rousseff consideró que el anuncio de su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, del inicio del diálogo de paz con la guerrilla "es motivo de celebración" en la región y en todo el mundo. La mandataria brasilera también dijo que ella conocía sobre el tema, pues el presidente Santos le había comentado anteriormente sobre su decisión. -Finalmente la jefa de la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, la republicana Ileana Ros-Lehtinen, criticó este martes que el gobierno de Colombia inicie un diálogo de paz con la guerrilla de las Farc "sin condiciones previas". Asimismo, Ros-Lehtinen, firme detractora del gobierno castrista, calificó de "alarmante" que Cuba, incluida en la lista estadounidense de países patrocinadores del terrorismo, juegue un rol importante en el diálogo de paz anunciado este martes por Bogotá y el grupo guerrillero. La cubana estadounidense Ros-Lehtinen dijo entender "el deseo de los colombianos" de poner fin al conflicto interno de casi medio siglo, pero "la paz a través de cualquier medio y a cualquier costo no es paz verdadera". "Es preocupante que el gobierno colombiano inicie negociaciones con las FARC, consideradas una organización terrorista por Estados Unidos, sin condiciones previas", señaló en un comunicado.

-Declaración FARC-EP sobre el proceso de paz La delegación de las FARC anunció su interés en poner fin a 50 años de conflicto armado. Marcos León Calarcá, portavoz de las FARC, apareció en el Palacio de Convenciones de La Habana en compañía de Mauricio Jaramillo, Ricardo Téllez, Andrés París, Hermes Aguilar y Sandra Ramírez, quienes participaron en las conversaciones exploratorias con el gobierno colombiano. Mauricio Jaramillo actuó como jefe de la delegación y saludó «en nombre de las FARC, con sentimiento bolivariano y de Patria Grande. La resistencia del pueblo colombiano forma parte del torrente de la lucha de los pobres del mundo. En ese sentido fluye la solidaridad. Y por eso los hemos convocado hoy para dar a conocer una declaración sobre el proceso de paz que estamos llevando a cabo». Luego, Rodrigo Londoño, (a) Timoleón Jiménez, pronunció una declaración en la que anunció oficialmente el inicio de las conversaciones de paz con el gobierno y aseguró que «en La Habana, en la patria de Fidel y el Che, en la patria socialista de José Martí, nuestros delegados suscribieron el día 27 de agosto el acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Con esto se desata de nuevo un proceso de diálogo encaminado al fin del conflicto en nuestra patria, una noble y legítima aspiración que la insurgencia defiende desde hace ya medio siglo. Consideramos un deber insoslayable reconocer el invaluable apoyo de la República Bolivariana de Venezuela, encabezado por el presidente Hugo Rafael Chávez Frías, que resultó determinante, así como del gobierno del reino de Noruega. Y sin la preocupación y gestión del gobierno presidido por Raúl Castro esta larga faena no habría llegado a tan exitoso puerto. A todos ellos nuestro más profundo agradecimiento. Estamos seguros de que en Nuestra América aplauden su gestión, y estamos seguros de que nuevas naciones se unirán al proceso». Londoño recordó que han transcurrido 10 años desde que Andrés Pastrana decidió echar en saco roto las conversaciones de paz del Caguán. «¿Cuánta muerte y vida cercenada para llegar a la conclusión que la salida a los problemas internos no está en las armas? Por eso ahora Colombia entera debe ponerse en pie para lograr que esta vez sí se alcance la paz. «Hace una década no solo sufrimos una espantosa estampida paramilitar, judicial y de todo tipo. También caímos en el descrédito contra nuestra causa por parte del régimen imperial a través de los medios. Volvemos a una mesa reconocidos como adversarios militares, pero tanta manifestación de odio carece de sentido». Timoleón admitió que el proceso no está exento de peligros, aunque "tiene la convicción" de que en esta ocasión será diferente y logrará «la consecución de

una paz democrática y justa, que merece afrontar los más difìciles retos. Estamos convencidos de que la realidad nacional impondrá la voluntad de las grandes mayorías que creen y necesitan de la justicia social. A un lado del camino deben quedar los firmantes de fabulosos contratos salidos de la guerra, los que encuentran en el conflicto militar un rápido camino de enriquecimiento, los que asientan velozmente sus posesiones sobre los humillados y explotados». «Seis meses batallando por estas verdades nos permitió incluir estos puntos en el acuerdo con el gobierno nacional. Sabemos que la llave de la paz no descansa en el bosillo del presidente u otra institución, sino en el pueblo de este país. A ellos estamos dirigiendo esta comunicación para que salgan y marchen por la paz, por la construcción entre todos del nuevo país, de luchar por las modificaciones del orden vigente. Tenemos que hacer de esta oportunidad un nuevo grito por la independencia. Con los colombianos del montón, los oprimidos y explotados, nos ponemos de pie en defensa de nuestro territorio o terminaremos con la marca del hierro candente en nuestra espalda lamentando haber sido inferiores a nuestro compromiso con la patria. Extendemos en esta hora nuestras manos abiertas en profunda reconciliación. Otra Colombia es posible y entre todos podemos lograrlo. Haber llegado a este punto es el resultado de la resistencia de la guerrilla y de todos los oprimidos en estos años. Hemos jurado vencer y venceremos». La delegación de las FARC anunció además una rueda de prensa para el próximo jueves a las 10 de la mañana.

‘Acuerdo General para la Terminación del Conflicto’ HABLA EL PRESIDENTE JUAN MANUEL SANTOS Bogotá, 4 Septiembre del 2012 “Colombianos, buenas tardes... Hace unos días confirmé que habíamos avanzado en unas reuniones exploratorias en el exterior con representantes de las FARC. Dije que un proceso para terminar el conflicto en mi gobierno sólo sería posible si éste sigue tres principios: aprender de los errores y aciertos del pasado para no crear falsas expectativas; lograr efectivamente el fin del conflicto –no su prolongación–, y no ceder un solo milímetro del territorio nacional. Hoy les quiero anunciar que esas reuniones exploratorias han culminado con la firma de un acuerdo marco entre el Gobierno nacional y las FARC que establece un procedimiento –una hoja de ruta– para llegar a un acuerdo final que termine, de una vez por todas, esta violencia entre hijos de una misma nación. El acuerdo lleva el nombre de “Acuerdo General para la Terminación del Conflicto”, y tiene su origen en unos canales que había establecido el gobierno anterior y que nosotros retomamos y continuamos. Las conversaciones exploratorias, realizadas de manera directa y con toda discreción, se llevaron a cabo durante seis meses en La Habana, con el acompañamiento de Cuba y Noruega, después de año y medio de trabajo preparatorio. En ellas se construyó una visión compartida del fin del conflicto y se acordaron el propósito, la agenda y las reglas de juego de un proceso que debe ser serio, digno, realista y eficaz. Luego de estas conversaciones exploratorias, tengo la convicción de que estamos ante una oportunidad real de terminar de manera definitiva el conflicto armado interno. Se trata de un camino difícil, sin duda –muy difícil–, pero es un camino que debemos explorar. Cualquier gobernante responsable sabe que no puede dejar pasar una posibilidad como ésta de acabar con el conflicto. ¡Y eso sí que lo entienden las millones de víctimas! ¿Cuántos colombianos no han sufrido el conflicto en carne propia? ¿Cuántos colombianos no tienen un familiar que haya sido víctima de la violencia?

Estamos ante una oportunidad real por dos razones fundamentales: La primera, porque Colombia ha cambiado, y el mundo ha cambiado. La segunda, porque este acuerdo es diferente. Lo primero: ¿Qué ha cambiado? Hoy podemos hablar de paz porque Colombia crece y se abre al mundo. Nuestra economía es ya una de las más prósperas de América Latina, similar a la de Argentina y sólo superada por Brasil y México. Es una economía que está creando empleo, como pocas en el mundo, en medio de una fuerte turbulencia internacional. Hoy podemos hablar de paz porque millones de colombianos están saliendo de la pobreza y porque seguimos avanzando en esa dirección. Hoy podemos hablar de paz porque el uso de la violencia para alcanzar objetivos políticos es cosa del pasado. Ningún país de la región lo tolera, y en varios hay gobernantes que dejaron atrás la lucha armada y optaron por el camino de la democracia. No sólo Colombia: el continente entero quiere vivir en paz y nos respalda en ese propósito. Hoy podemos hablar de paz gracias a los éxitos de nuestras Fuerzas Militares y de Policía, y gracias a la creciente presencia del Estado en todo el territorio nacional. Hoy podemos hablar de paz gracias al esfuerzo diario de nuestros soldados y de nuestros policías, a quienes en este momento quiero rendir un homenaje. Yo sé lo que es la guerra porque fui Ministro de Defensa en un momento crucial y conocí de primera mano el sacrificio de nuestros hombres. Hoy podemos hablar de paz porque la visión de mi gobierno es una visión integral: NO combatimos por combatir; combatimos para alcanzar la paz. Y también estamos construyendo paz. Lo hacemos cuando reparamos a las víctimas, lo hacemos cuando restituimos tierras a los despojados, lo hacemos cuando buscamos mejorar las condiciones de vida de quienes han permanecido olvidados en los confines de nuestra geografía. Hoy podemos hablar de paz porque este gobierno ha avanzado mucho –de la mano del Congreso– en crear condiciones para la reconciliación nacional.

Lo segundo: ¿Por qué es diferente este acuerdo? ¿Por qué no repite los errores del pasado? Es diferente porque es un acuerdo para terminar el conflicto. Contiene las condiciones que el Gobierno considera necesarias para abrir un proceso con suficientes garantías, aunque, por supuesto, el éxito NO se puede dar por descontado. Por eso un punto de la agenda es, precisamente, “el fin del conflicto”, es decir, lo que pasa cuando cesen definitivamente las acciones militares. Este acuerdo no es ya la paz, ni se trata de un acuerdo final. Como ya lo dije, es una hoja de ruta que define con precisión los términos de discusión para llegar a ese acuerdo final. Este acuerdo es diferente porque no tiene despejes de territorio y porque no hay cese de operaciones militares. Es diferente porque las conversaciones se llevarán a cabo fuera de Colombia, para seguir trabajando con seriedad y discreción. Comenzarán en Oslo la primera quincena de octubre y luego continuarán en La Habana. Es diferente porque las conversaciones NO tendrán un tiempo ilimitado. Se medirán en meses, no en años. En todo caso, acordamos que la duración estará sujeta a que se revisen los avances cada cierto tiempo y, si no hay avances, sencillamente no seguimos. Es diferente porque el acuerdo establece un proceso con una estructura clara, dividida en tres fases: La primera fase –la fase exploratoria– definió una agenda cerrada y unas reglas y procedimientos para evacuarla, que es lo que ya se firmó. La segunda fase estará enmarcada dentro de unas sesiones de trabajo reservadas y directas. Será una discusión, sin interrupciones y sin intermediarios, sobre los puntos acordados para llegar al Acuerdo Final. Y con ese acuerdo final se terminaría formalmente el conflicto.

La tercera fase es la implementación simultánea de todo lo acordado, con las correspondientes garantías y mecanismos de verificación y participación ciudadana. Este acuerdo es diferente a los anteriores porque contiene una agenda realista sobre cinco puntos concretos. El primer punto es EL DESARROLLO RURAL. Eso significa dar mayor acceso a la tierra, llevar infraestructura a las regiones más apartadas, hacer que la prosperidad y los servicios del Estado lleguen a todos los habitantes del campo. Es repartir las oportunidades de manera más equitativa por todo el territorio. El segundo punto son LAS GARANTÍAS PARA EL EJERCICIO DE LA OPOSICIÓN POLÍTICA Y DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA. No sólo en la norma, sino en la realidad. Es decir, que quienes disientan y protesten lo hagan sin temor, y que se rompa para siempre el lazo entre política y armas. El tercer punto es EL FIN MISMO DEL CONFLICTO ARMADO. Esto incluye la dejación de las armas y la reintegración de las FARC a la vida civil, junto con todas las medidas del Gobierno para dar garantías al proceso de terminación. El cuarto punto es EL NARCOTRÁFICO, que tanto daño le ha hecho y le hace a nuestro país. Si este proceso contribuye a que se combata con más efectividad este negocio ilícito, eso por sí solo sería un gran avance. Y el quinto punto son LOS DERECHOS DE LAS VÍCTIMAS. Nadie puede imaginar el fin del conflicto sin atender a quienes han sido sus víctimas, que –precisamente– es lo que comenzamos a hacer con la Ley de Víctimas. Satisfacer los derechos de las víctimas es una obligación de todos. Eso significa también emprender un ejercicio de esclarecimiento de la verdad porque no sólo las víctimas, sino todos los colombianos, tenemos derecho a saber qué pasó y quiénes fueron los responsables.

Todos estos puntos tendrán su correspondiente verificación y, en su conjunto, constituyen una fórmula integral para la terminación efectiva del conflicto, y para avanzar en la construcción de una paz estable y duradera. Y son, además, consecuentes con las políticas de este gobierno. Nosotros seguiremos haciendo en el terreno lo que prometimos a los colombianos: restituir tierras, reparar a las víctimas, garantizar justicia, disminuir la pobreza, crear empleo. Hemos trabajado con seriedad, y debo reconocer que las FARC también. Todo lo que hasta ahora se ha acordado, se ha respetado. Si las FARC abordan la siguiente fase con la misma seriedad, tenemos buenas perspectivas. Para la fase que comienza, vamos a establecer mecanismos para informar sobre los avances y para garantizar una adecuada participación de la sociedad, manteniendo –eso sí– el carácter serio y discreto de las conversaciones. En el entretanto –repito– el Gobierno no hará concesiones de ningún tipo en el terreno militar. Las operaciones militares –ministro Pinzón, comandantes– continuarán con la misma intensidad.

general

Navas,

señores

Tampoco nos dejaremos amedrentar por los extremistas y los saboteadores, de cualquier sector, que suelen aparecer en estos momentos. Le pido al pueblo colombiano templanza, paciencia, fortaleza ante eventuales nuevos ataques de las FARC o un incremento de la violencia, que de todas maneras SERÁN respondidos con toda la contundencia por parte de la fuerza pública y de la justicia. Por último, quiero agradecer a los gobiernos de Cuba y de Noruega por el generoso apoyo que nos han brindado. Sin su concurso no habría sido posible llegar a este punto. Cuba y Noruega seguirán actuando como anfitriones y garantes en la segunda fase. También quiero agradecer al gobierno de Venezuela por su permanente disposición a ayudar en todo momento, y al gobierno de Chile por haber aceptado apoyarnos en la siguiente fase. Estos dos países: Venezuela y Chile serán acompañantes.

Agradezco, finalmente, a una serie de expertos internacionales que –desde el principio– con su conocimiento, con su experiencia y con gran dedicación, han enriquecido enormemente este proceso. Compatriotas: Hay momentos en la historia en que un gobernante debe decidir si se arriesga a emprender caminos nuevos para resolver los problemas fundamentales de su nación. Éste es uno de esos momentos. Sin duda hay riesgos, pero creo que la historia sería mucho más severa con todos nosotros si no aprovechamos la oportunidad que hoy se nos presenta. En todo caso, la responsabilidad de esta decisión recaerá sobre mis hombros y sobre los de nadie más. Eso sí, quiero poner muy de presente a mis compatriotas que –si no somos exitosos– tendremos la tranquilidad de que hicimos lo correcto; de que no hicimos concesiones ni cedimos un centímetro del territorio, ni tampoco desatendimos las tareas del gobierno. Hemos procedido y procederemos con la debida cautela, pero también con determinación. Los invito entonces a que miremos este proceso con prudencia, pero también con optimismo. Si somos exitosos, habremos puesto fin a esa oscura noche de medio siglo de violencia. NO podemos seguir siendo un país con uno de los conflictos internos más largos del planeta, y el último del hemisferio. NO podemos dejar que sigan naciendo nuevas generaciones–como la mía– que no conozcan un solo día de paz. No hay duda de que es hora de pasar la página. Hace ‘Acuerdo General para la Terminación del Conflicto’ Bogotá, 4 sep (SIG). “Colombianos, buenas tardes... Hace unos días confirmé que habíamos avanzado en unas reuniones exploratorias en el exterior con representantes de las FARC.

Dije que un proceso para terminar el conflicto en mi gobierno sólo sería posible si éste sigue tres principios: aprender de los errores y aciertos del pasado para no crear falsas expectativas; lograr efectivamente el fin del conflicto –no su prolongación–, y no ceder un solo milímetro del territorio nacional. Hoy les quiero anunciar que esas reuniones exploratorias han culminado con la firma de un acuerdo marco entre el Gobierno nacional y las FARC que establece un procedimiento –una hoja de ruta– para llegar a un acuerdo final que termine, de una vez por todas, esta violencia entre hijos de una misma nación. El acuerdo lleva el nombre de “Acuerdo General para la Terminación del Conflicto”, y tiene su origen en unos canales que había establecido el gobierno anterior y que nosotros retomamos y continuamos. Las conversaciones exploratorias, realizadas de manera directa y con toda discreción, se llevaron a cabo durante seis meses en La Habana, con el acompañamiento de Cuba y Noruega, después de año y medio de trabajo preparatorio. En ellas se construyó una visión compartida del fin del conflicto y se acordaron el propósito, la agenda y las reglas de juego de un proceso que debe ser serio, digno, realista y eficaz. Luego de estas conversaciones exploratorias, tengo la convicción de que estamos ante una oportunidad real de terminar de manera definitiva el conflicto armado interno. Se trata de un camino difícil, sin duda –muy difícil–, pero es un camino que debemos explorar. Cualquier gobernante responsable sabe que no puede dejar pasar una posibilidad como ésta de acabar con el conflicto. ¡Y eso sí que lo entienden las millones de víctimas! ¿Cuántos colombianos no han sufrido el conflicto en carne propia? ¿Cuántos colombianos no tienen un familiar que haya sido víctima de la violencia? Estamos ante una oportunidad real por dos razones fundamentales: La primera, porque Colombia ha cambiado, y el mundo ha cambiado. La segunda, porque este acuerdo es diferente. Lo primero: ¿Qué ha cambiado? Hoy podemos hablar de paz porque Colombia crece y se abre al mundo.

Nuestra economía es ya una de las más prósperas de América Latina, similar a la de Argentina y sólo superada por Brasil y México. Es una economía que está creando empleo, como pocas en el mundo, en medio de una fuerte turbulencia internacional. Hoy podemos hablar de paz porque millones de colombianos están saliendo de la pobreza y porque seguimos avanzando en esa dirección. Hoy podemos hablar de paz porque el uso de la violencia para alcanzar objetivos políticos es cosa del pasado. Ningún país de la región lo tolera, y en varios hay gobernantes que dejaron atrás la lucha armada y optaron por el camino de la democracia. No sólo Colombia: el continente entero quiere vivir en paz y nos respalda en ese propósito. Hoy podemos hablar de paz gracias a los éxitos de nuestras Fuerzas Militares y de Policía, y gracias a la creciente presencia del Estado en todo el territorio nacional. Hoy podemos hablar de paz gracias al esfuerzo diario de nuestros soldados y de nuestros policías, a quienes en este momento quiero rendir un homenaje. Yo sé lo que es la guerra porque fui Ministro de Defensa en un momento crucial y conocí de primera mano el sacrificio de nuestros hombres. Hoy podemos hablar de paz porque la visión de mi gobierno es una visión integral: NO combatimos por combatir; combatimos para alcanzar la paz. Y también estamos construyendo paz. Lo hacemos cuando reparamos a las víctimas, lo hacemos cuando restituimos tierras a los despojados, lo hacemos cuando buscamos mejorar las condiciones de vida de quienes han permanecido olvidados en los confines de nuestra geografía. Hoy podemos hablar de paz porque este gobierno ha avanzado mucho –de la mano del Congreso– en crear condiciones para la reconciliación nacional. Lo segundo: ¿Por qué es diferente este acuerdo? ¿Por qué no repite los errores del pasado? Es diferente porque es un acuerdo para terminar el conflicto. Contiene las condiciones que el Gobierno considera necesarias para abrir un proceso con suficientes garantías, aunque, por supuesto, el éxito NO se puede dar por descontado.

Por eso un punto de la agenda es, precisamente, “el fin del conflicto”, es decir, lo que pasa cuando cesen definitivamente las acciones militares. Este acuerdo no es ya la paz, ni se trata de un acuerdo final. Como ya lo dije, es una hoja de ruta que define con precisión los términos de discusión para llegar a ese acuerdo final. Este acuerdo es diferente porque no tiene despejes de territorio y porque no hay cese de operaciones militares. Es diferente porque las conversaciones se llevarán a cabo fuera de Colombia, para seguir trabajando con seriedad y discreción. Comenzarán en Oslo la primera quincena de octubre y luego continuarán en La Habana. Es diferente porque las conversaciones NO tendrán un tiempo ilimitado. Se medirán en meses, no en años. En todo caso, acordamos que la duración estará sujeta a que se revisen los avances cada cierto tiempo y, si no hay avances, sencillamente no seguimos. Es diferente porque el acuerdo establece un proceso con una estructura clara, dividida en tres fases: La primera fase –la fase exploratoria– definió una agenda cerrada y unas reglas y procedimientos para evacuarla, que es lo que ya se firmó. La segunda fase estará enmarcada dentro de unas sesiones de trabajo reservadas y directas. Será una discusión, sin interrupciones y sin intermediarios, sobre los puntos acordados para llegar al Acuerdo Final. Y con ese acuerdo final se terminaría formalmente el conflicto. La tercera fase es la implementación simultánea de todo lo acordado, con las correspondientes garantías y mecanismos de verificación y participación ciudadana. Este acuerdo es diferente a los anteriores porque contiene una agenda realista sobre cinco puntos concretos. El primer punto es EL DESARROLLO RURAL.

Eso significa dar mayor acceso a la tierra, llevar infraestructura a las regiones más apartadas, hacer que la prosperidad y los servicios del Estado lleguen a todos los habitantes del campo. Es repartir las oportunidades de manera más equitativa por todo el territorio. El segundo punto son LAS GARANTÍAS PARA EL EJERCICIO DE LA OPOSICIÓN POLÍTICA Y DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA. No sólo en la norma, sino en la realidad. Es decir, que quienes disientan y protesten lo hagan sin temor, y que se rompa para siempre el lazo entre política y armas. El tercer punto es EL FIN MISMO DEL CONFLICTO ARMADO. Esto incluye la dejación de las armas y la reintegración de las FARC a la vida civil, junto con todas las medidas del Gobierno para dar garantías al proceso de terminación. El cuarto punto es EL NARCOTRÁFICO, que tanto daño le ha hecho y le hace a nuestro país. Si este proceso contribuye a que se combata con más efectividad este negocio ilícito, eso por sí solo sería un gran avance. Y el quinto punto son LOS DERECHOS DE LAS VÍCTIMAS. Nadie puede imaginar el fin del conflicto sin atender a quienes han sido sus víctimas, que –precisamente– es lo que comenzamos a hacer con la Ley de Víctimas. Satisfacer los derechos de las víctimas es una obligación de todos. Eso significa también emprender un ejercicio de esclarecimiento de la verdad porque no sólo las víctimas, sino todos los colombianos, tenemos derecho a saber qué pasó y quiénes fueron los responsables. Todos estos puntos tendrán su correspondiente verificación y, en su conjunto, constituyen una fórmula integral para la terminación efectiva del conflicto, y para avanzar en la construcción de una paz estable y duradera. Y son, además, consecuentes con las políticas de este gobierno. Nosotros seguiremos haciendo en el terreno lo que prometimos a los colombianos: restituir tierras, reparar a las víctimas, garantizar justicia, disminuir la pobreza, crear empleo. Hemos trabajado con seriedad, y debo reconocer que las FARC también.

Todo lo que hasta ahora se ha acordado, se ha respetado. Si las FARC abordan la siguiente fase con la misma seriedad, tenemos buenas perspectivas. Para la fase que comienza, vamos a establecer mecanismos para informar sobre los avances y para garantizar una adecuada participación de la sociedad, manteniendo –eso sí– el carácter serio y discreto de las conversaciones. En el entretanto –repito– el Gobierno no hará concesiones de ningún tipo en el terreno militar. Las operaciones militares –ministro Pinzón, comandantes– continuarán con la misma intensidad.

general

Navas,

señores

Tampoco nos dejaremos amedrentar por los extremistas y los saboteadores, de cualquier sector, que suelen aparecer en estos momentos. Le pido al pueblo colombiano templanza, paciencia, fortaleza ante eventuales nuevos ataques de las FARC o un incremento de la violencia, que de todas maneras SERÁN respondidos con toda la contundencia por parte de la fuerza pública y de la justicia. Por último, quiero agradecer a los gobiernos de Cuba y de Noruega por el generoso apoyo que nos han brindado. Sin su concurso no habría sido posible llegar a este punto. Cuba y Noruega seguirán actuando como anfitriones y garantes en la segunda fase. También quiero agradecer al gobierno de Venezuela por su permanente disposición a ayudar en todo momento, y al gobierno de Chile por haber aceptado apoyarnos en la siguiente fase. Estos dos países: Venezuela y Chile serán acompañantes. Agradezco, finalmente, a una serie de expertos internacionales que –desde el principio– con su conocimiento, con su experiencia y con gran dedicación, han enriquecido enormemente este proceso. Compatriotas: Hay momentos en la historia en que un gobernante debe decidir si se arriesga a emprender caminos nuevos para resolver los problemas fundamentales de su nación. Éste es uno de esos momentos.

Sin duda hay riesgos, pero creo que la historia sería mucho más severa con todos nosotros si no aprovechamos la oportunidad que hoy se nos presenta. En todo caso, la responsabilidad de esta decisión recaerá sobre mis hombros y sobre los de nadie más. Eso sí, quiero poner muy de presente a mis compatriotas que –si no somos exitosos– tendremos la tranquilidad de que hicimos lo correcto; de que no hicimos concesiones ni cedimos un centímetro del territorio, ni tampoco desatendimos las tareas del gobierno. Hemos procedido y procederemos con la debida cautela, pero también con determinación. Los invito entonces a que miremos este proceso con prudencia, pero también con optimismo. Si somos exitosos, habremos puesto fin a esa oscura noche de medio siglo de violencia. NO podemos seguir siendo un país con uno de los conflictos internos más largos del planeta, y el último del hemisferio. NO podemos dejar que sigan naciendo nuevas generaciones–como la mía– que no conozcan un solo día de paz. No hay duda de que es hora de pasar la página. Hace unos días, una madre cabeza de familia, con cuatro hijos –de los cuales había perdido dos en este conflicto– se me acercó y me dijo: “Presidente, busque la paz. En paz seremos mejores personas. En paz los dos hijos que me quedan tendrán más oportunidades”. Así lo creo. Si ponemos fin al conflicto, los colombianos estaremos frente a un mundo lleno de oportunidades. Si terminamos el conflicto, se desatará todo nuestro potencial, y a Colombia no la parará nadie. TENEMOS QUE UNIRNOS. Tenemos que unirnos todos para hacer que el sueño de vivir en paz se convierta por fin en una realidad. Gracias y buenas tardes”. Fuente: Caracol-Albatv/MCZ

Más de cincuenta años de violencia han azotado a Colombia, millones de muertos ha traído como consecuencia este conflicto absurdo que se ha dado por diferencias políticas, por discusiones entre la parte del gobierno y la parte de oposición de este. Tenemos que tener en cuenta que un principio las fuerzas subversivas nacieron como un ente intelectual que buscaba cambios por el campo político, un cambio que esperaban lograra unas mejores condiciones sociales; ya que en este tiempo las condiciones de las “minorías económicas” eran deplorables. Las injusticias que cometía el gobierno ciertamente eran desconocidas, pues los medios de comunicación eran manejados por ellos. Hoy en día estos sucesos ya se han dado a conocer, sucesos como la masacre de las bananeras, masacre que fue ejecutada por parte de las Fuerzas Militares Colombianas en 1928, ya cuentan con bastante información. La represión del gobierno a todo tipo de oposición era tan extrema que mataban a quienes se oponían a ellos, a sus leyes y a las decisiones que ellos tomaban. Esta es la razón por la cual las organizaciones revolucionarias tomaron el camino de las armas, apoyándose en las zonas rurales tomándolas como campo de acción, no todas estuvieron de acuerdo con ellos, ya que las fuerzas militares empezaron a hostigar los sitios en donde estas organizaciones se ubicaban, sin importar que hubiese civiles. Esto causo un gran problema para los revolucionarios ya que no tenían provisiones y las condiciones se volvieron muy difíciles. La verdadera corrupción se dio cuando el narcotráfico empezó a hacer parte importante de la sostenibilidad de este grupo causando que se perdieran los ideales con que ellos nacieron. El dinero fácil que les proporcionaba este negocio ilícito causo unos violentos atentados a la integridad social del país. Años y años de violencia han marginado de una manera cruel a nuestro país, las condiciones de vida se han vuelto muy difíciles y la muerte es el pan diario. Por eso, la firma de un proceso de paz es necesaria, devolvería la esperanza, la calidad de vida y proporcionaría mayor confianza a un país que ha sido duramente afectado por la violencia. Aunque no es lo único que se necesita para que la paz se dé, pues también debemos tener en cuenta a las bacrim y a otros entes organizados que delinquen, si es un gran avance en el camino de la paz tan anhelada que todos los Colombianos queremos.