La Vida en La Atlantida

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LA VIDA EN LA ATLÁNTIDA “RECUERDA QUIÉN ERES”

Lucía Serrano

“A todas las personas que sienten la llamada de su alma en busca de la vibración del amor y recuerdan que un día fueron Atlantes”

CANALIZADO POR REGISTROS AKÁSHICOS

Este escrito es una canalización de Registros Akáshicos, todo lo que vas a leer está transcrito literalmente tal como fue recibido a través de mi corazón.

Viernes 19 julio 2019

Estoy en el templo blanco, de mi corazón blanco brotan todos los colores del arcoiris hacia fuera. Toda la ciudad está llena de esferas de luz de colores, halos de luz, esa luz nos llena de armonía, de amor.

No hay celos, envidia, rencor, odio, karma, sólo hay amor.

Cada uno tiene su función y se manifiesta en su máximo esplendor. El artista hace obras sublimes, el que se dedica a la costura trasmite la belleza máxima en sus obras. Todos gozamos de nuestros dones en máxima potencia, en lo más sublime.

De todos nosotros, de nuestros corazones, brota el amor.

Hay una profunda conexión con la tierra, con los elementos, los minerales. Con el cielo, con la divinidad.

Estamos en conexión con otros planetas que como el nuestro son sagrados.

Los Atlantes seguimos existiendo, hay una dimensión en la que todos los Atlantes existimos y vivimos en la Atlántida multidimensionados. Aquí en la tierra hemos venido a ayudar, nos proyectamos aquí para elevar el nivel de vibración del planeta y que pueda ascender, trascender y vibrar en el amor.

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Toda la ciudad estaba construida con geometría sagrada. En cada templo, en el suelo había dibujada una estrella de seis puntas, la estrella tetraédrica y sobre ella se ubicaba un cuenco grande de bronce donde estaba el fuego de cada rayo, de cada templo. El templo dorado era el templo de la sabiduría, el rojo el de la pasión, la manifestación y la creatividad, el rosa el del amor incondicional, el verde el de la sanación, el naranja el de la abundancia, el violeta el de la transmutación, el azul el de la protección, la fuerza y la voluntad de Dios.

El blanco el de la totalidad, el centro de todos los templos donde se guardaba una gran biblioteca con los libros de cada alma, todos los ciudadanos lo sabían pero no todos podían acceder. Ocurrió que quienes no debían entrar entraron, querían el poder, dominar, querían lo que veían pero no el amor, no el corazón, entró quien no debía y manipularon y accedieron manipulando a través de la mente, creando dolor, sufrimiento y separación. La vibración comenzó a descender y durante años aquí estamos, sin reconocer nuestra divinidad, el poder del amor, nuestro corazón sagrado, nuestros dones.

Todo quedó destruido y posteriormente construido por los Atlantes con el amor de su corazón.

Todos nuestros campos energéticos estaban equilibrados, en perfecta armonía y en conexión con el cielo y con la tierra.

Con el solo poder de nuestra intención podíamos cambiar de forma y manifestar cualquier realidad, podíamos cambiar nuestra realidad y tomar cualquier aspecto o forma de vida. Todo era flexible y moldeable, todo se hacía desde el corazón, todo nacía de allí, de nuestro interior.

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Nuestra energía era como la energía crística. Cristo conocía todo esto, ese es el gran misterio. Cristo vino a revelarnos que en nuestro corazón habitaba el amor infinito de Dios, que éramos hijos de Dios, que formábamos parte de la divinidad, de la totalidad, que éramos fragmentos de algo mayor, de la unidad.

Es la hora de la verdad, la verdad tiene que ser ahora manifestada, conocida, para la verdad no hay velos, no hay trabas. La luz siempre es mayor que la oscuridad. La verdad está en el interior de cada ser, en su corazón. Si quieres saber la verdad conecta con tu corazón, tu lugar sagrado, el contacto con tu divinidad, con la totalidad.

El gozo y la plenitud de las almas de cada ser en la Atlántida es indescriptible, las palabras no alcanzan porque no se hablaba, se sentía. Todo era sentido, observado, escuchado, desde el corazón, desde el amor, sin juicio, sin castigo, sin opinión.

Todo era y a todo se le permitía SER, porque allí éramos UNO con el universo, solo

disfrutábamos

de

SER.

Todo

era

luz,

todo

era

amor,

nos

complementábamos los unos a los otros, no había lucha, competición, ni vanagloria, desde la humildad nos manifestábamos a lo grande, porque todo era grandeza, todo era sublime, dábamos desde el corazón y todo se multiplicaba y se engrandecía. Nuestro poder era el AMOR y eso era lo único que anhelábamos, manifestar el amor en diferentes formas, donde todos estábamos incluidos.

La verdad va a ser manifestada, es algo que ya se ha establecido y cada uno va a sentirla en su corazón, sin necesidad de maestros o gurús, va ser revelada a cada ser.

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El templo blanco representaba la totalidad de la sabiduría, de los siete colores del arco iris, representados por rayos que formaban cada templo, cada uno con sus virtudes y sus dones, en perfecta armonía unos con los otros, con la totalidad, con la divinidad.

Toda la ciudad estaba cubierta de amor, de esferas de luz, de diferentes colores y matices, podíamos jugar con ellos, aletear con nuestras manos y fundir su energía con la nuestra, como si fueran mariposas que volaran a nuestro alrededor.

Llorábamos de amor y de éxtasis porque el amor entre los seres, entre lo femenino y lo masculino era plenitud, éxtasis puro, era el amor sublime, la conexión con la divinidad más pura.

No era una lucha de poder o de sexos, todo era equilibrio, masculino y femenino eran UNO y esa unión creaba más amor, más gozo, más plenitud alrededor.

Nuestras lágrimas brotaban del interior, de nuestro corazón y manifestaban alegría, gozo, plenitud y éxtasis.

Toda la naturaleza se manifestaba ante nosotros con esplendor, brillaba de luz, el agua era limpia y transparente, cristalina, el aire puro y las formas de vida inimaginables, animales, peces y seres de muchos colores y formas con los que estábamos unidos energéticamente, de corazón a corazón.

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Explosiones

de

amor

brotaban

de

nuestros

corazones

cuando

nos

relacionábamos los unos con los otros, en hermandad, éramos HERMANOS de corazón, no de sangre, daba igual a donde pertenecíamos o cual fuera nuestra casa, todo se compartía porque nuestro estado natural era la abundancia.

No existía la carencia ni material ni espiritual, todo era tan abundante como el gran amor que brotaba de nuestro corazón.

Nos amamos a nosotros mismos, nos respetábamos y lo mismo hacíamos con los demás. Las diferencias entre nosotros eran virtudes complementarias, dones compartidos. No existía la envidia, los celos o las comparaciones, éramos una UNIDAD con Dios, con la totalidad.

Los templos tenían forma circular y las mujeres nos poníamos en círculo para hacer nuestros rituales en íntima conexión con nuestro corazón, con nuestra divinidad, éramos diosas, sacerdotisas, madres, hijas, hermanas.

Nos conectamos con los ciclos de la luna, con el sol, con el agua, con el aire y con el fuego, éramos guardianas de los fuegos de los templos. Cada templo tenía un fuego que guardar, que nunca se apagaba, estaba encendido día y noche, eso ayudaba a mantener un alto nivel de vibración en la ciudad, cuando el fuego se achicaba lo avivamos moviendo nuestras manos y haciendo símbolos en el aire o mandando amor desde nuestro corazón, con las manos en nuestro corazón potenciamos cualquier efecto o forma que queríamos manifestar.

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La luz dorada representaba la sabiduría infinita, la poseían los eruditos y la compartían con todos, el conocimiento se compartía y era para todos, para beneficio de todos, crecíamos en unidad.

La ciudad era blanca y transparente, bañada por el mar, en los templos había cristales puros, brillantes, los minerales nos conectaban con la naturaleza y nos ayudaban en sanaciones y para tener equilibrados nuestros campos energéticos.

Sentíamos que la tierra era nuestra madre y la respetábamos, ella nos proveía de todo cuanto necesitábamos y su corazón y el nuestro latían a la vez en un acto de amor, donde dar y recibir eran uno.

La ciudad era matriarcal, había hombres pero la energía femenina predominaba y llenaba los templos de amor y ternura.

Nuestros hijos e hijas eran libres, con una conciencia elevada, manifestaciones de nuestro yo, sus almas eran transparentes, cristalinas, llenas de sabiduría y profundidad. No había exigencias o actitudes déspotas o infantiles pues sus conciencias eran muy elevadas y sus conductas armónicas con la totalidad. Aportaban dulzura y belleza con su pureza de espíritu.

Toda la ciudad estaba construida con geometría sagrada. En todos los templos estaba la estrella de seis puntas, o estrella tetraédrica, el equilibrio perfecto entre cielo y tierra, entre femenino y masculino. Todas las casas tenían este símbolo que mantenía equilibrados nuestros campos y nos protegía.

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El rayo violeta era la transmutación, con el trasmutábamos y transformamos cualquier desarmonía.

El rayo verde era la sanación cuando lo usábamos todo quedaba sanado.

Podíamos usar todos los rayos y colores que quisiéramos, a la vez o separados, todos brotaban de nuestro corazón en forma de esferas y espirales que se manifestaban dentro y fuera de nosotros y lo llenaban todo. Nos daba gusto ver y sentir la energía de los colores, nos daba paz armonía y alegría.

Es necesario que cada uno de nosotros recordemos quiénes somos y cuál es la verdad. Que volvamos al corazón, al espacio de nuestro corazón. Sólo si conectamos con él, con ese lugar sagrado que habita dentro de cada uno de nosotros podremos liberarnos de las cadenas que durante tanto tiempo hemos llevado, creyendo que eran de verdad cuando sólo son un mal sueño del que puedes despertar.

Tu corazón te está esperando, te anhela, desea que vuelvas a conectarte con él, quiere hablarte, susurrarte palabras de amor. Quiere revelarte la verdad. Deja tus miedos y atrévete a volver a tu corazón.

Si ahora cierras los ojos y llevas tus manos al chacra corazón podrás sentir como ahí hay un latido, una luz que palpita, lleva toda tu atención allí, siéntela, simplemente quédate allí sintiendo, escuchando, durante un buen rato y tu corazón se abrirá para ti, te hablará desde la profundidad de tu ser, donde tú realmente sabes quién eres.

“Inicia el camino del corazón, te está esperando”.

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Cada persona tiene su don, el canto, el arte, la costura, la pintura… Y cada uno lo realiza en su máxima expresión, disfrutando en realizarlo sin preocuparse por el resultado. Se manifiesta por puro gozo, por necesidad de expresar lo que cada uno lleva dentro. Nadie es más que nadie, todos somos válidos y nos complementamos en nuestros dones y virtudes. No luchamos unos con otros, vivimos en hermandad.

Las mujeres danzan y al hacerlo el amor se expande a través de sus corazones y sus movimientos, son danzas sagradas en completa conexión con la madre tierra, con la divinidad, se convierten en diosas que danzan haciendo movimientos del símbolo infinito y trasmitiendo armonía. Los lugares se equilibran al danzar, todo se llena de luz, de amor.

Recordar que todos los elementos son sagrados, el agua, el aire, el fuego, la tierra, respetarlos, cuidarlos, agradecerles por todo lo que nos dan. Reconectaros con todos ellos, cuanto más conectéis y más les agradezcáis más os darán, se expandirán y os llenarán de abundancia. La abundancia es la máxima expresión del amor, ser generosos y todo os volverá en abundancia.

Para nuestras almas no había distancias ni límites, éramos seres energéticos conectados por el corazón, podíamos estar en varios sitios a la vez, nos proyectamos en diferentes lugares, éramos multidimensionales. Recuerda que aún lo somos, esa es nuestra verdadera esencia. Somos omnipresentes.

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Podíamos cambiar la realidad con sólo intención arlo, disfrutábamos probando, experimentando y éramos conscientes, nada era para siempre. Sólo vivíamos el presente con la tranquilidad de que nada nos faltaba, la carencia no existía, es una creación de nuestra mente y en la Atlántida no pensábamos, sentíamos, todo se manifestaba a través del corazón.

Deja tu mente y conecta con tu corazón, para empezar a recordar quién eres.

Nuestro corazón contiene todos los registros de quienes hemos sido, de lo que somos y de lo que seremos. Somos seres inmortales, partes de la divinidad, de la totalidad, no existe la separación, el dolor, el sufrimiento, la carencia, el odio, el rencor, el castigo, el karma, es todo una creación de nuestra mente.

Vuelve a tu corazón y sabrás la verdad. Siente sus latidos, escucha lo que tiene que decirte, ha llegado el momento de “despertar”.

Hace muchos años nuestra vibración atlante que era tan elevada, cayó, pasó lo que no tenía que pasar, comenzó a descender y la mente y el pensamiento entró en juego. A partir de ahí comenzamos a dejar entrar la densidad, el dolor, el sufrimiento, la separación, la división y se nos olvidó quiénes éramos, se nos olvidó nuestro poder, nuestra divinidad. Durante años hemos estado ciegos, manipulados, engañados, y ha llegado el momento de recordar.

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Usar la geometría sagrada es muy sencillo, sólo tienes que poner el símbolo en tu corazón, imaginar o visualizar el símbolo allí ubicado y sentirlo, dejar que se manifieste y haga su efecto. También lo puedes colocar en cualquier otro lugar del cuerpo o sentir que estás dentro de él y te rodea o colocarlo con el solo poder de la intención en un lugar. Cada uno se puede sentir identificado con un símbolo.

El tetraedro era el que regía nuestra ciudad y aportaba equilibrio entre cielo y tierra, entre lo femenino y lo masculino, estaba por toda la ciudad en forma de estrella tetraédrica.

Prueba a ponerlo en tu corazón, cierra los ojos, lleva toda tu atención al chacra corazón y visualízalo allí, simplemente siéntelo y quédate allí. Hazlo a menudo siempre que lo sientas o necesites. También puedes ponerlo en tu casa en el suelo de las habitaciones mentalmente, en donde te apetezca. Hay muchos más símbolos de geometría sagrada, busca con cual te sientes tú conectado.

Somos ángeles caídos, debido a nuestro ego, nos alejamos de la divinidad, creímos que podíamos desconectarnos de la totalidad, de Dios, que no lo necesitábamos. Y nuestra vibración comenzó a bajar, luchas de poder, competencia, ego, la mente entró en juego y relegamos al corazón, lo olvidamos, olvidamos el amor, la divinidad.

“De todo lo que has leído y ha sido manifestado, lo más importante es que vuelvas a conectar con tu corazón y que recuerdes quién eres.” Desde mi corazón Atlante al tuyo, con todo mi amor.

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