La Tercera Ola (Resumen)

XXIV CODA: LA GRAN CONFLUENCIA Antes de llegar a la última parte de la obra, Alvin Toffler hace en este capítulo un re

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XXIV

CODA: LA GRAN CONFLUENCIA

Antes de llegar a la última parte de la obra, Alvin Toffler hace en este capítulo un resumen de lo dicho en páginas anteriores, poniendo énfasis en que lo que ha venido propiciando la civilización de la tercera ola no es una utopía. Tampoco una "antiutopía" El autor divisa "La aparición de lo que podría denominarse una 'practopía', ni el mejor ni el peor de todos los mundos posibles, sino un mundo que es práctico y, a la vez, preferible al que teníamos". A diferencia de las utopías, la practopía no es estática ni se halla petrificada en una irreal perfección: "Una practopía no está libre de enfermedades, sordidez política y malos modales". "Una practopía ofrece una alternativa positiva, incluso revolucionaria, pero se encuentra dentro de lo que es realísticamente posible de alcanzar". Pero esto implica una remodelación personal y de las instituciones.

XXV

LA NUEVA PSICOSFERA

Se ve que por todo el mundo hay algo que no funciona: hay tensiones, violencia, drogas, entre otros. Hay búsqueda de paz y estabilidad. Florecen los "buhoneros religiosos" que ofrecen solución a la paranoia y a la desintegración psíquica generalizada. Uno de estos males que hay en el ambiente es la plaga de la soledad. La tercera ola deberá restaurar la comunidad, y uno de los instrumentos con que cuenta para ello son las comunicaciones. Otra de las causas de la crisis actual es la pérdida de estructura y la falta de significado. Esto explica —según Toffler— la proliferación de sectas, cultos, entre otros: Los cultos ofrecen la estructura, exigiendo y creando la tan ansiada disciplina. La tercera ola tendrá que ofrecer solución a esta necesidad, una solución cuerda y democrática, no la que ofrecen estos cultos, en veces totalmente irracionales y despersonalizadores. Toffler concluye este capítulo diciendo: "Está haciendo su aparición una nueva psicosfera, que alterará fundamentalmente nuestro carácter".

XXVI

LA PERSONALIDAD DEL FUTURO

En el anterior capítulo XXV, Toffler empieza la cuarta y última parte de su libro, la que él llama Conclusión. En este ofrece los rasgos de lo que tendrá que ser el hombre nuevo, creado por la tercera ola. O más bien, de lo que tendrá que ser el carácter social nuevo: Aquellas características que más probablemente habrán de ser estimadas por la civilización del mañana. En primer lugar, la educación cambiará: "Habrá más aprendizaje fuera de la escuela que dentro de ella. Pese a las presiones de los sindicatos, los años de enseñanza obligatoria se irán reduciendo en vez de aumentar. En lugar de practicarse una rígida separación por edades, se entremezclarán jóvenes y viejos. La educación se entretejerá e interpenetrará más con el trabajo, y se dispersará más a lo largo

de la vida. Y el trabajo mismo ya se trate de producción para el mercado o de prosumo para el propio hogar comenzará probablemente a edad más temprana que en la última o dos últimas generaciones. Por estas razones, la civilización de la tercera ola puede muy bien favorecer rasgos completamente diferentes entre los jóvenes, menos reactividad hacia los iguales, menos orientación hacia el consumo y menos hedonismo". También la empresa de la tercera ola necesitará más personas "menos preprogramadas" y más capaces de iniciativa propia. En segundo lugar, una nueva ética aparece en la tercera ola, la ética del prosumidor, que vuelve a hacer respetable el trabajo manual, después de 300 años de menosprecio. Los medios de comunicación están moldeando esa nueva personalidad: La desmasificación actual de esos medios ofrece diversos estilos de vida y de modelos con los que compararse. Además, presentan fragmentos y destellos de comportamiento, para que haya un "yo configurador" que se encargue de completarlos a su gusto: eso explica la desesperada búsqueda de identidad de tantas personas. Así, los medios de comunicación actuales "nos convierten en productores o, mejor dicho, en prosumidores— de nuestro propio conjunto de imágenes". Esta revolución de las comunicaciones nos da a cada uno una imagen más compleja de nosotros mismos, nos diferencia más: "acelera el proceso mismo por el que 'probamos' diferentes imágenes del yo y, de hecho, aceleran nuestro movimiento a través de imágenes sucesivas. Nos hace posible proyectar electrónicamente nuestra imagen al mundo. Y nadie sabe con exactitud cuál será el efecto de todo esto en nuestras personalidades. Pues en ninguna civilización hemos tenido jamás herramientas tan poderosas. Poseemos cada vez más la tecnología de la conciencia".

XXVII

EL MAUSOLEO POLÍTICO

La invención de nuevas herramientas políticas viene exigida por la tercera ola. Las instituciones políticas de la segunda están funcionando mal: Hay en todas partes un vacío de poder; y se nota en todos los sitios la creciente demanda de una "autoridad más fuerte". Este clamor según el autor se basa en tres concepciones erróneas. La primera, es el mito de la eficiencia autoritaria. La segunda falacia es la de suponer que un estilo de gobierno que resultó en el pasado, haya de resultar también en el futuro. La jefatura que requiere la tercera ola no es del mismo tipo de las jefaturas del pasado. Y, por último, la tercera falacia es la de que se necesita de "algún mesías político para salvarnos del desastre". Y es que la crisis que nos atenaza no es sino la crisis terminal del Gobierno representativo. Una razón por la cual las actuales estructuras políticas están anticuadas es que el entramado de las naciones es hoy más interdependiente que antes. Además, "si hay una cosa que hubiéramos debido aprender en las últimas décadas, es que todos los problemas sociales y políticos estén entretejidos, que la energía,

por ejemplo, afecta a la economía, la cual, a su vez, afecta a la salud, la que a su vez, afecta a la educación, el trabajo, la vida familiar y otras mil cosas. El intento de tratar por separado problemas nítidamente definidos, aisladamente unos de otros —fruto de la mentalidad industrial—, no hace sino crear confusión y desastre. Sin embargo, la estructura organizativa del Gobierno refleja con exactitud este enfoque de la realidad propia de la segunda ola". Por otro lado otra razón que aporta el autor, es la aceleración en las comunicaciones, que hace que las decisiones se tengan que tomar muy rápidamente; y otro fenómeno que incide en esta obsolescencia, es lo que Toffler llama "el colapso del consenso", que se da como consecuencia de la desmasificación de la vida política: ya no hay mayorías políticas. Por todo esto, hay que inventar nuevas instituciones políticas.

XXVIII

DEMOCRACIA DEL SIGLO XXI

"Como la generación de los revolucionarios puros, nosotros tenemos un destino que crear". Para esto es necesario alterar las estructuras, y lo primero es saber que en el Gobierno de la tercera ola la minoría es lo que cuenta. "Necesitamos nuevos procedimientos diseñados para una democracia de minorías, métodos cuya finalidad es revelar diferencias, más que encubrirlas" con mayorías disfrazadas, forzadas o ficticias, basadas en la "votación excluyente, la sofística cuadriculación de los problemas, o manipulados procedimientos electorales. Necesitamos, en suma, modernizar todo el sistema para fortalecer el papel de las diversas minorías, permitiéndolas, no obstante, formar mayorías". Para esto, habrá que prescindir de las anticuadas estructuras de partido, diseñadas para la segunda ola, e "inventar partidos modulares temporales partidos de quita-pon del futuro"; "puede que necesitemos nombrar 'diplomáticos' o 'embajadores' cuya misión sea mediar no ya entre países, sino entre minorías de cada país. Puede que necesitemos crear instituciones cuasi-políticas para ayudar a las minorías —sean profesionales, sexuales, regionales, recreativas o religiosas— a formar y romper alianzas con mayor facilidad y rapidez". Toffler ve que la política tenderá, por tanto, a ser más bien minimayoritaria, es decir, "una fusión del gobierno de la mayoría con el poder de la minoría". Después el autor habla de lo que él llama "la segunda piedra angular de los sistemas políticos del mañana": el principio de "democracia semidirecta". Un cambio de "depender de los representantes a representarnos a nosotros mismos". Todo esto implica "masivas batallas por el control de los presupuestos, los impuestos, la tierra, la energía y otros recursos"; y, también, se tendrán que expandir las élites que toman decisiones. Este punto es el tercero de los básicos para los nuevos sistemas políticos: la nueva democracia se tiene que basar, cuanto antes, en el poder de las minorías, en la democracia semidirecta y en el reparto decisional.