La Palanca

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La Palanca del Compañero En el tercer viaje de la ceremonia de aumento de salario el Aprendiz entrega el compás al Hermano Experto, y recibe en su mano derecha una nueva herramienta: la palanca. Podría pensarse que se trata de una herramienta tosca y rudimentaria, más aún si es comparada con la precisión y belleza del compás que se acaba de entregar. Sin embargo, al comenzar a estudiar el simbolismo de la palanca, inmediatamente se advierte la potencia y la utilidad que tiene esta nueva herramienta que se suma a las ya recibidas. En estas pocas líneas no pretendo ser original ni sorprenderlos con algo nunca escrito; mi propósito es más modesto, y simplemente es intentar transmitirles cuanto me ha impactado el reflexionar sobre el simbolismo de la palanca del Compañero. Para la física, la palanca es una máquina simple que consiste en una barra rectilínea que, utilizada sobre un punto de apoyo o fulcro, multiplica la fuerza y así permite mover objetos pesados. Si pensamos a la palanca como un segmento, se pueden determinar dos distancias: la primera desde el punto en que se aplica la fuerza (potencia) hasta el punto de apoyo, se la llama brazo de potencia, y la segunda desde éste hasta el punto de resistencia, conocida como brazo de resistencia. Se define la ley física de la palanca: la potencia por su brazo es igual a la resistencia por el suyo. Así, con una palanca de un metro de largo, y ubicando el fulcro a 10 centímetros de la resistencia, se puede, por ejemplo, desplazar 50 kilogramos de peso aplicando solo algo más de 5 kilogramos de fuerza. Más allá de la física, la palanca es un riquísimo símbolo para el iniciado masón. La palanca como símbolo no surge de lo particular de su forma, ya que cualquier elemento resistente y recto puede servir de palanca. Tampoco surge el simbolismo de su material, pueden utilizarse tanto un tronco como una barra de hierro (aunque la tradición dice que en la construcción del templo de Salomón no se usaron metales, por eso las palancas para transportar piedras eran de madera). El símbolo de la palanca surge claramente de su propia función, que es la de multiplicar fuerzas para doblegar una resistencia física o mover grandes pesos. Es un símbolo de la inteligencia del hombre que, con habilidad, puede multiplicar su fuerza sin límites. Esa potencia, que

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puede ser ilimitada, hace de la palanca también un símbolo de fe para alcanzar nuestras metas más difíciles. El hombre ha usado la palanca desde que, hace miles de años, comenzó a valerse de objetos como herramientas. Ya en las culturas más antiguas encontramos menciones de su uso. Sin embargo, una de las referencias científicas más antiguas sobre la palanca está en la “Colección Matemática” que escribe Pappus de Alejandría en el siglo IV de nuestra era. En ella se cita la frase que Arquímedes había dicho cinco siglos antes: “Denme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Se trata de una frase muy famosa, pero que ahora hallo hermosísima y sobre todo, inspiradora. Tenía razón Arquímedes, no importa cuánto pese lo que necesites mover, ni siquiera si pesa tanto como el mundo; podrás hacerlo, siempre y cuando tengas un buen punto de apoyo. La frase de Arquímedes me ha despertado inquietud, ahora, no antes cuando la conocí hace años, y me llevó a hacerme estas preguntas: ¿Para qué sirve la palanca del Compañero? ¿Qué mundo podremos mover? ¿La realidad o nuestro mundo interior? ¿Cuál será nuestro punto de apoyo? Son interrogantes que surgen de apreciar el símbolo de la palanca y que nos invitan a la reflexión. Cuando recibimos esta herramienta tenemos la responsabilidad de reflexionar sobre como usaremos la fuerza, dónde la aplicaremos. Tanto usa una palanca el ladrón que, en la oscuridad de la noche fuerza la puerta de una casa; o el acomodaticio que se vale de sus influencias para alcanzar una posición, y se jacta de tener una “palanca”; como aquel trabajador que se esfuerza día a día para llevar el sustento a su hogar y siente que va remando lentamente por el turbio cauce de la vida. Sin embargo, la palanca del compañero masón se utiliza en otro plano, más elevado, posiblemente el más elevado a que puede aspirar un ser humano, un plano de espiritualidad que es el de la construcción de nuestro propio templo interior. Esta nueva herramienta nos servirá para acomodar las pesadas piedras ya pulidas que, con el tiempo, lo formarán. Aldo Lavagnini lo expresa bellamente en uno de sus clásicos: la palanca “representa, por lo tanto, el medio o posibilidad que se nos ofrece, con el desarrollo de nuestra inteligencia y comprensión (el brazo extremo o potencia de la palanca) para regular y dominar en cualquier momento la inercia de la materia y la gravedad de los instintos, levantándolos y moviéndolos para ocupar el lugar que les corresponde en la Construcción de nuestro Edificio Individual”. Es tan cierto que la lucha por alcanzar la virtud nunca se acaba; cuando crees haber vencido levemente algún vicio, si no te sigues esforzando, al poco tiempo éste, con todo su peso, se vuelve sobre tus espaldas. Para aquel esforzado obrero que tiene que mover una piedra pesada sobre un plano inclinado y a quien la inercia impide avanzar ,¡¿qué herramienta mejor que una palanca?! Hace más de 2000 años Arquímedes pedía un punto de apoyo para mover el mundo, pero ¿cuál es el punto de apoyo del masón? Ese punto de apoyo estará formado para 2

algunos por sus valores, o el trabajo en logia, para otros por el pensamiento libre, la tolerancia, la fraternidad, o bien por el egregor. Estoy seguro que todos son elementos que componen nuestro fulcro y contribuyen a hacerlo fuerte. De nosotros dependerá que éste sea lo suficientemente seguro y bien ubicado para comenzar a mover nuestro mundo interior. Un buen uso de la palanca, sobre todo cuando la empleamos sobre grandes cargas, es tomarla con ambas manos. La mano derecha representa la facultad activa de la voluntad, mientras que la izquierda es la facultad pasiva que es el pensamiento; ambas deben trabajar juntas y de manera complementaria, como el mazo y el cincel. El pensamiento, sin el empuje de la voluntad, y la voluntad sin la guía del pensamiento, se muestran ineficaces para cumplir con la meta propuesta. Sólo aplicando la palanca con ambas manos, en un ejercicio armónico de voluntad e inteligencia, alcanzaremos nuestro objetivo de vencer el peso de esas moles que son la desidia, la pereza, el fanatismo, la soberbia, y en general todos los vicios que oprimen nuestra alma. La acción de la palanca puede generar una fuerza extraordinaria, y para evitar que sea descontrolada, esta herramienta debe usarse con sensatez y mesura. Esta enseñanza la descubrimos en el ritual de aumento de salario, efectivamente el candidato en su tercer viaje acompaña la palanca con una regla que lleva en la otra mano para que así comprenda que la fuerza que va a aplicar debe tener la medida justa. Para desplazar estas pesadas cargas necesitamos también de la fe, porque sino confiamos en el poder de la palanca, sino nos entregamos completamente, sino creemos, no podremos mover nuestro mundo interior. Conocida es la cita evangélica en que Jesús dice: “En verdad les digo: si tuvieran fe, del tamaño de un granito de mostaza, le dirían a esta montaña: Quítate de ahí y ponte más allá, y la montaña obedecería. Nada sería imposible para ustedes”. (Mateo 17:20; 21:21) Queridos hermanos: la palanca que acabo de recibir es una herramienta fundamental para el compañero que intenta transformarse en un ejemplo para los aprendices y debe obligadamente desplazar esos lastres que son nuestros vicios. Por eso les pido que me ayuden en la tarea de reflexión y aprendizaje de su manejo. Solamente conociendo el uso de las herramientas simbólicas, con el consejo y el acompañamiento de Uds., que antes que yo han iniciado este magnífico camino del mejoramiento personal y la búsqueda de la Luz que es la Masonería, podré construir un edificio espiritual que sea digno de albergar la vida que el G.·.A.·.D.·.U.·. nos ha concedido. Es cuánto.

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