La Mujer En La Colonia

LA MUJER EN LA COLONIA La pedagogía colonial, diferencial y excluyente, alejaba la mujer de las aulas y se enfocaba prim

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LA MUJER EN LA COLONIA La pedagogía colonial, diferencial y excluyente, alejaba la mujer de las aulas y se enfocaba primordialmente a prepararla para el matrimonio y la maternidad, tesis que defendió la iglesia cuyo jerarcas sostenían que “como la mujer es un ser flaco, inseguro y muy expuesto al engaño, como lo mostró Eva... no conviene que enseñe” Para las criollas y españolas la soltería era un baldón y una desgracia para la familia; su destino forzoso era el matrimonio, pero no tenían derecho a elegir al pretendiente, pues los padres arreglaban la boda previa concertación de la dote y los bienes que aportara la doncella. La mujer indígena no se preocupaba por dotes ni por matrimonio eclesiástico; se unía a quien quería con bendición o sin ella y abandonaba al marido si le resultaba un tarambana o no llenaba sus expectativas. Era el pilar de la familia en su mundo trágico y difícil, donde tenia que trabajar para sostener a los hijos y pagar los tributos, pues el aporte de su compañero, mísero peón en minas y haciendas, era insuficiente para asegurar la subsistencia. En cuanto a las mujeres negras, su calidad de esclavas las convertía en un bien al servicio de los patronos. No disponían del presente ni del futuro de sus hijos, eran objetos sexuales del amo y ni siquiera podía escoger compañero, pues ello dependía de la conveniencia de sus propietarios. RESISTENCIA INDIGENA Los pueblos indios, pese a la profunda y duradera destrucción provocada por la conquista y pese al intenso proceso de aculturación a que se les somete, conservan cierta capacidad de resistencia y desde el inicio de la colonización expresan su protesta y su rechazo a la dominación colonial. El rechazo se manifestó de diversas maneras, abarcando desde la simple resistencia pasiva incorporada al quehacer diario, hasta la rebelión armada y generalizada. En muchas zonas conquistadas por el español, los nativos continuaron con sus viejos ritos y creencias, desafiando a la autoridad que intentaba imponer su religión. Estallidos locales y motines de variada intensidad conmovían de tanto en tanto a todas las provincias de la América colonial. Por último, en importantes regiones alejadas de los grandes núcleos urbanos, la guerra permanente caracterizó las relaciones hispanoindígenas. En muchos lugares el milenarismo actuó silenciosamente a espaldas del español, originando movimientos que cuestionaban la dominación hispana en un plano ideológico y cultural. Quizás el caso más conocido fue el del Taqui Ongo en el Perú de las últimas décadas del siglo XVI. Este movimiento preconizó el enfrentamiento de los dioses indígenas con el dios cristiano, donde el triunfo pertenecería a los primeros. De esa manera, los europeos serían expulsados del mundo andino, iniciándose un nuevo ciclo cósmico. LA SUBLEVACIÓN DE TUPAC KATARI Julián Apaza Nina, más conocido como Túpac Catari, Túpaj Katari o, simplemente fue un indígena aimara que lideró una de las rebeliones más extensas contra el Imperio Español en el Alto Perú, junto a su esposa Bartolina Sisa; y su hermana menor Gregoria Apaza.

Fue sacristán y panadero antes de iniciar su rebelión. Adoptó el seudónimo de Túpac Katari en homenaje al cacique rebelde Túpac Amaru II que se levantó en el Cusco; y Tomás Catari, cacique de Chayanta. Logró reunir un ejército de más de 12.000 indígenas en su campamento de la ceja de El Alto, desde donde se divisaba la ciudad de La Paz (Chuquiago); Sebastián de Segurola estaba a cargo de la defensa española. El movimiento tenía características mesiánicas, Tupac Katari prometía la resurrección a quienes murieran en la lucha, ellos volverían a la tierra a seguir combatiendo; se cuenta que se acercaba a los antiguos cementerios indígenas gritando: “ya es tiempo de que volváis al mundo para ayudarme”. Durante la insurrección miles de nativos fueron engrosando su ejército que llegó a reunir más de 40.000 miembros. Controló Carangas, Chucuito, Sicasica, Pacajes y Yungas, y el 13 de marzo de 1781 inició el sitio a La Paz (Chuquiago). Los nativos no permitieron el ingreso de alimentos, ni la salida de los habitantes, a su vez continuamente hostigaban a la población. Dentro de las murallas de la ciudad el hambre y las epidemias provocaron una gran mortandad, mientras que las tensiones entre criollos y españoles se acrecentaron. Todos los días el ejército katarista atacaba la ciudad, utilizando grandes pelotas hechas con lana de oveja, empapadas con aceite o impregnadas con pólvora, que arrojaban a la ciudad para causar incendios, cansar al enemigo y desgastarlos para la lucha. Este levantamiento indígena de finales del siglo XVIII fue el más extenso geográficamente y con más apoyo. Tomó dos años a los virreinatos afectados sofocarlo. LA SUBLEVACIÓN DE TUPAC AMARU II José Gabriel Condorcanqui Noguera, mejor conocido como Túpac Amaru II, nació el 19 de marzo de 1742 en la provincia de Canas El líder indígena es reconocido como el rey de América y quien marcó el inicio de la etapa emancipadora de la historia del Perú.

En 1780 inició el movimiento militar liderado por el guerrero indígena Túpac Amaru II en defensa de las condiciones de trabajo del indio, el reconocimiento legítimo de sus derechos y la abolición absoluta del régimen colonial. Su prestigio entre los indios y mestizos le permitió encabezar una rebelión contra las autoridades españolas del Perú en 1780; dicha rebelión (precedida por otras similares) estalló por el descontento de la población contra los tributos y prestaciones obligatorias de trabajo que imponían los españoles (mitas, obrajes, repartimientos, servicios…) y contra los abusos de los corregidores. Comenzó con la ejecución del corregidor de Tinta, sin que al parecer existiera un plan premeditado de insurrección. Condorcanqui adoptó el nombre de su ancestro (Túpac Amaru, por lo que sería conocido como Túpac Amaru II) como símbolo de rebeldía contra los colonizadores. Se presentó como restaurador y legítimo heredero de la dinastía inca y envió emisarios para extender la rebelión por todo el Perú. No obstante, su rebeldía se dirigía contra las autoridades españolas locales, manteniendo la ficción de lealtad al rey Carlos III. LA SUBLEVACIÓN DE FERNANDO DAQUILEMA En diciembre de 1871, llegó al colmo la indignación de los pueblos indígenas por el abuso al que llegaron los opresores a través del cobro de los diezmos. Fernando

Daquilema, descendiente de los Duchicelas, encabeza el levantamiento en Kacha, desconociendo el gobierno de blancos que reprime, explota; y, aspirando a formar un nuevo gobierno que considere a los indígenas en igualdad de condiciones. Cerca a la laguna de Kápak-kucha fueron convocados a una gran asamblea con la finalidad de elegir a un jefe para los objetivos que tenían. Todos eligieron a Daquilema como su jefe, porque vieron en Él coraje, templeza, decisión y firmeza. y, tomando un manto y la corona de San José, le nombraron rey. Daquilema, joven de 26 años, inició su misión conformando con gran estrategia y sabiduría un ejército compuesto por caballería que sobrepasaba de 500 unidades y hombres y mujeres dispuestos a luchar cuerpo a cuerpo con las autoridades enfrentando a las fuerzas del ejército.

LA SUBLEVACIÓN DE MANUELA LEÓN Manuela integró el movimiento de Daquilema, era el momento oportuno para saciar la sed de venganza por la violación sufrida por parte de los diezmeros de García Moreno; y encabezó la toma de Punín, el 21 de diciembre de 1871. Manuela León, Pacífico Daquilema y su mujer Juliana Paguay, vecinos de la comunidad de Pucará Pallu, tomaron la voz del alzamiento y reclamaron el lugar de nuestros cabecillas de las poblaciones de San Francisco de Macshi, Pucará, Pallu. Los indígenas se levantaron con tambores, churus y bocinas convocando a toda la comarca a luchar por la justicia. Manuela, con toda firmeza encabezó la movilización por los trabajos forzados en las carreteras nacionales, los tributos y la ofensas diarias. Manuela León, mujer hermosa y con gran coraje oriunda de San Francisco de Majshi, conocida también como Hatun Cacha Loma, dirigió la toma de la parroquia de Punín, junto a Francisco Guzñay y otros líderes valientes el 21 de diciembre, enfrentándose a las tropas del gobierno por un lapso de dos semanas, decayendo ante la superioridad en armamento de las tropas.