La Llave de La Buena Vida - Joan Garriga

LA LLAVE DE LA BUENA VIDA - JOAN GARRIGA Cuando los padres dan vida, entregan la vida del hijo al flujo de la existencia

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LA LLAVE DE LA BUENA VIDA - JOAN GARRIGA Cuando los padres dan vida, entregan la vida del hijo al flujo de la existencia, a su viaje singular, y lo hacen con todo lo que éste conlleva: avances y retrocesos, claridad y confusión, alegría y lágrimas, festividad y condolencia, escasez y abundancia, puesto que todo tiene su momento bajo el sol. Y cuando el hijo cumple 18 años y muda la piel a adulto, alegóricamente le entregan la llave que le abrirá todas las puertas que haya de cruzar en su viaje, que son de dos tipos: las puertas del ganar y las del perder. Y además, siempre nos aguarda la última y definitiva, la de la muerte. El hijo también llevará consigo las actitudes y mensajes que los padres esculpieron en él mediante sus enseñanzas y la historia de su propia manera de vivir. A partir de hoy, os iré compartiendo las claves para saber ganar sin perderse & saber perder ganándose a uno mismo. Claves para saber ganar sin perderse & saber perder ganándose a uno mismo 1) Entrégate con todas tus fuerzas en la dirección de lo que te mueve y te conmueve. Invierte toda tu energía en lo que deseas y te hace feliz. Arriésgate, no te reserves, vive, ábrete a la posibilidad de poder caer, fracasar, frustrarte o lastimarte. Aprende siempre, y que no te importe tanto que puedas resultar herido. Y cuando ocurra, aprende que no necesitas defenderte tanto, pues has podido, y llegó el momento de abandonar las corazas. Aprende a amigarte con el dolor y los tragos amargos cuando se manifiesten. Pero renuncia a invocarlos o atraerlos; llegarán si tienen que venir. 2) Que aquello que te mueva esté en sintonía con tu legado de dones, predisposiciones y talentos. No te inventes un personaje ni te parapetes en él. Respétate en todo momento. Nada de tu naturaleza está mal en sí mismo, sino todo lo contrario: es perfecto. Y que con tus logros y ganancias honres a los que estuvieron antes de ti: aquellos que, con sus aportaciones, hicieron posible tu prosperidad. Ojalá que lo que te mueva esté al servicio de la vida y la embellezca, ya que el sentido de la vida es servirla y regarla con tu propia singularidad. 3) Cuando la vida te dé lo que deseas, sé agradecido; disfrútalo y celébralo y ocúpate de compartirlo con alegría y generosidad. Es importante que sepas tomarlo con humildad, como un regalo que la vida te hace. Por tanto, evita envanecerte con tus logros y atribuirte en exceso los méritos. Eres un servidor y un instrumento. Nunca pierdas tu medida natural: ni te infles ni te achiques. Asiéntate en tu dignidad en todo momento. 4) Cuando la vida no te dé lo que quieras o te quite lo que aprecias y tienes y te conduzca a las puertas del dolor, debes saber que la felicidad también incluye ponerse en concordancia con los propósitos misteriosos de la vida, aunque no encajen con los tuyos propios. Ojalá logres rendirte ante la Gran Voluntad, que a menudo muestra implacable su soberanía y nos obliga a doblegarnos, a cuestionarnos, a cambiar, a cosechar silencio y finitud. Ojalá descubras que las grandes ayudas se disfrazan a menudo de contrariedad. Evita denigrarte con tus fracasos y pérdidas. No te atormentes demasiado y busca la luz que se encuentra en todas las grietas, encuentra el universo de lo posible cuando parece que todo se derrumba. 5) Navega, en pleno gesto de confianza y audacia, con la naturaleza imperfecta, impermanente y azarosa de la vida. No olvides que las sorpresas, los azares y las heridas forman parte del viaje. No te enojes mucho por haber sido herido. Todos lo somos en algún momento y forma parte inevitable del camino. ¿Qué sería una vida sin zarandeos, sin ninguna pena ni dolor? ¿Cuánto valdría? Poco. Que sepas curar tus heridas como adulto y las que viviste como niño o niña por culpa del mal amor de los que te rodeaban o de los imperativos antinaturales de nuestra sociedad explotadora, egoica

y competitiva. No pierdas de vista la bondad espontánea de tu corazón. Recuerda la sencilla verdad infantil de que todos somos hermanos. 6) Ten una vida rica en afectos y relaciones. Ten una vida curiosa y creativa. Déjate atraer siempre por el polo magnético del futuro que nos envuelve, incansable, con posibilidades y novedades extraordinarias. El futuro nos permite confrontar las repeticiones y cristalizaciones que, como una rémora del pasado, tratan de atarnos al otro polo magnético, el de lo ya consumido. Que el pasado apuntale tu presente, que sea pilar y apoyo, y conduzca tu energía hacia el futuro. Ojalá el pasado te dé y no te quite. Trabaja para liberarlo cuando te pese. Vivimos entre ambas atracciones, la del pasado y la del futuro, pero del futuro siempre sopla aire fresco bañado de incertidumbre. Ama lo incierto porque cabalgamos en ello todo el tiempo. Que tu corazón contenga la alegría inmensa de las primaveras y el dolor enorme de todas las catástrofes, para cuando emergiendo de lo incierto se concreten en ti. Apártate de los que se empeñan en vivir anclados en sus pesares o glorias pasadas, porque ya pasaron. La vida vibra mejor en el futuro y en toda su plenitud natural en el presente puro. 7) Siempre tienes la llave que abre todas las puertas. La llave de oro que contiene multitudes que, antes que tú y durante milenios, realizaron el viaje de la vida y se mantuvieron en su ser y en su dignidad. La llave de oro que contiene el ser más allá de todas las formas. Ojalá puedas estar alegre por nada, mantenerte feliz tanto en la alegría como en la pena, en la expansión como en la retracción, en las ganancias como en las pérdidas. Ojalá puedas sentirte pleno por nada y por todo al mismo tiempo. Y que cuando la espada del destino abra la última puerta, te encuentre asentado en tu ser y no en tu tener, en tu espíritu y no en tu biografía. Dulce, dispuesto, algodonado, y en paz. 8) Dale a la vida lo que tienes para darle. Sé en la vida lo que eres a cada momento y no otra cosa. Cultiva el coraje de dar lo que tienes a pesar de las dificultades, a pesar de los pesares. Afronta el miedo al rechazo, a la crítica, a la soledad, al exilio. No como un titán que todo lo puede, sino como un ser humano que mira lo que teme y, con atención y paciencia, lo enfrenta. Evita el pecado de inhibirte por temor, el error de empequeñecerte para no molestar. Asume tu grandeza. Es mejor vivir un gran fracaso y una mala crítica que haberse quedado en casa sin arriesgarse, o permanecer indolente y aburrido criticando a los demás por lo que hacen. Si puedes, desaprende el lenguaje de la murmuración. Si conocieras las profundidades y las raíces de cada ser humano de pronto todo sería comprensible y dejarías de lado las habladurías absurdas y evitarías juzgar a los otros. Tampoco serías severo contigo mismo. No te conformes con las palabras, los pensamientos e ideas sobre las cosas, porque sobrevuelan la verdad sin atraparla. La única verdad es silenciosa y no tiene palabras. Se experimenta con el corazón vacío de intenciones. 9) No le des a la vida lo que no tienes. Sería un pecado de impostura, de pretender ser lo que no eres. Trata de ser real, no ideal. No quieras calzar con un personaje bajo la idea de que a través de él te irá mejor o serás más amado. Te convertirás en esclavo de tu personaje y enfermarás. Sé real, no ideal, insisto. Demasiada gente malgasta sus vidas tratando de ser quien no es, tratando de tener lo que no tiene. No quieras ser escritor cuando tu lenguaje es la música. No quieras ser lo que consideres más aceptable, sino lo que eres. Entrega tus dones; has sido elegido como su portador. No los defraudes. Evita incurrir en falsearte, impostarte, manipularte. Todo lo que eres, tal como eres, está bien. Tal vez vivas contradicciones, oposiciones en tu interior; tal vez te cueste integrar voces contrapuestas. Tómate tu tiempo y acabarás volviéndote único y creativo. Rechaza ser una mera fotocopia. La muerte nos iguala necesariamente, pero en vida nos perfilamos cada uno a nuestra manera.

10) Concéntrate en estar contigo, en escuchar y sentir tu cuerpo, tus sentimientos, tus deseos, tus temores. Mantente cerca de ti mismo. Podrías cometer el pecado de no distinguir bien lo que sí tienes y eres de lo que no tienes ni eres. Se trata de una tarea constante porque estamos siempre en movimiento. Nunca estamos acabados. Nunca nos bañamos dos veces en nuestro mismo ser ni en nuestra misma realidad. Todo cambia y nunca somos el mismo que éramos hace un momento. Eso significa que cada día es diferente y necesitamos escucharnos, estar atentos a nosotros mismos en todo momento, en todo instante, sensibles a nuestras sensaciones e intuiciones, para reconocer el próximo paso a dar en nuestro camino. Que te asista el recurso de la conciencia, de la atención, del percatarte y darte cuenta de lo que te mueve a cada momento, ya sea en los amores, en tu trabajo, en tu lugar en el mundo, en tu intimidad, en tu salud y enfermedad. No te apartes de ti mismo. Mantente despierto y atento. 11) No en balde fue inscrito en el oráculo de Delfos: «conócete a ti mismo». Debes superar la pereza de cavar en la médula de tu realidad, de tus sombras, de tu paisaje onírico, de las honduras de tu cuerpo y de tus sensaciones y sentimientos; si te conviertes en maestro de tus propias esencias internas, de tu propia serpiente enroscada en los pliegues de tu vientre, entonces tú mismo serás tu propia voz oracular, el dueño, el que dirige su coreografía, el mensajero preciso de tus propios pasos. Por tanto, conócete a ti mismo. En una doble vertiente: por un lado, conoce quién eres y los deseos de tu corazón, y que tu obra sea alimento marcado y rubricado con tu nombre; por otro, que tu nombre y tu forma personal desaparezcan y que los frutos de tu vida lo sigan siendo más allá de ti. Que seas nada. Entonces conocerás tu Ser.