La Libertad en Sartre

LA LIBERTAD EN SARTRE En la esencia de la filosofía de Sartre yace una pregunta engañosamente simple: ¿Si los seres huma

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LA LIBERTAD EN SARTRE En la esencia de la filosofía de Sartre yace una pregunta engañosamente simple: ¿Si los seres humanos somos verdaderamente libres de hacer lo que queramos, como debemos vivir nuestras vidas? Sartre nunca halló una respuesta convincente a esta pregunta.

La libertad para Sartre, radica en que cuando el ser humano se da cuenta que existe “otro ser”, que es una libertad que no coincide con su propia libertad, se da cuenta que es un esclavo (del otro) y puede asumir dos actitudes: 1.- Puede tratar de actuar sobre la libertad del otro para poseerla (Es lo que Sartre define como el amor); o 2.- Puede tratar de recobrar su libertad sin eliminar la libertad del otro. Esto es lo que supone la diferencia entre la libertad de un ser y la de otro.

El hombre vive en un mundo social, que es un mundo donde luchan las libertades opuestas, ante ello el hombre tiene dos alternativas: o se subyuga o rehúye. Al darse cuenta que en este mundo social convive con otros seres, el hombre toma conciencia de sí mismo, y a la vez va a tomar conciencia de la amenaza que se cierne sobre su propia libertad.

Sartre dice, que el mundo humano, es un mundo de condenación, “que nadie consigue ser, sino como lo ven que es”; es decir el hombre es constantemente asediado, constantemente arrancado de sí mismo, y no es más que los que otros quieren que sea que es, es decir es un ser para otros. Este tema es tocado por Sartre en su obra “A puerta Cerrada” (1944), en ella podemos colegir que la mirada de los demás, nos condena, nos fagocita, nos esclaviza; es decir somos el ser

pero en otro, como si fuera una existencia inauténtica, el castigo es no poder ser singular, pues el juicio del “otro” nos devora constantemente, entonces la libertad es condena, la libertad es el castigo de vivir en un mundo social donde no se puede ser singular, donde “el otro” te devora, donde uno, es un ser para otros. La libertad entonces precede a la esencia humana, hace posible a la esencia humana, en consecuencia el hombre se hace a si mismo desde sus propias elecciones.

Distingue Sartre en el mundo dos tipos de realidades o entes, los que son "en-sí", y los que son "para-sí". Entre estos últimos se encuentran los seres humanos, en cuanto son conscientes de su propio ser, en cuanto existen, en el sentido anteriormente señalado. Los demás seres simplemente son. El ser humano, siendo consciente de su propio ser, y precisamente por ello, existe, ¿Cuál es, pues, el ser del ser humano, el ser del para-sí? El ser del ser humano es la nada, tomada en su sentido más literal.

¿Cómo llega Sartre a alcanzar esta respuesta? El análisis de la conducta humana, basado en cierto modo en la filosofía de Heidegger, le lleva a Sartre a descubrir en el ser humano la posibilidad que éste tiene, frente a los demás seres, de contestar con un no, es decir: le lleva a descubrir al ser humano como posibilidad de negar. La interrogación nos descubre un nuevo componente de lo real, la negatividad. Pero ¿dónde está el origen de esta nada? No puede originarse en el ser en-sí, puesto que la noción de ser en-sí no contiene en su estructura la nada: el ser en-.sí es pura positividad. La idea de la nada tiene que venir, en consecuencia, del otro único tipo de ser, del ser para-sí, única realidad que queda, excluido en ser en-sí. Dice Sartre:

“Debe, por tanto, existir un ser - que no puede ser el para-sí - y que tenga como propiedad el níhilizar (negar) la nada, soportarla en su ser y construirla continuamente de su existencia, un ser por el cual la nada venga a las cosas.

Pero, para ser el creador de la nada, el ser humano debe albergar en sí mismo la nada: el ser del ser humano, en definitiva, es la nada. No hay que entender esta nada como si el ser humano en sí mismo fuera absolutamente nada: en el ser humano hay un en-sí, es decir, su cuerpo, su "ego", sus costumbres, etc., pero lo específicamente humano es su no determinación, su libertad, su nada. Sartre nos dice, además, que el para-sí (el ser humano) se caracteriza por tres tendencias: 1) tendencia a la nada 2) tendencia al otro 3) tendencia al ser

La tendencia del ser humano a la nada se descubre en la conciencia y en la libertad. Esta no es una propiedad del ser humano sino que es su propia esencia. Con ello nos quiere decir que no es cierto que exista primero el ser humano y luego se diga de él que es libre, sino que no hay, estrictamente hablando, diferencia alguna entre el ser del ser humano y el ser libre del ser humano: el ser humano es su propia libertad.

De la identificación del ser del ser humano y su propia libertad se deducen dos consecuencias importantes para la concepción del ser humano en Sartre. En primer lugar, el ser humano, como tal, no posee naturaleza alguna predeterminada, no se identifica con una esencia determinada: su esencia es su libertad, es decir, la indeterminación, la ausencia de toda

determinación trascendente. En segundo lugar, la existencia precede necesariamente a la esencia, hasta el punto de que la esencia del ser humano (del para-sí) es su propia existencia.

El hombre existe luego se define, primero existe y luego hace su esencia, por lo tanto la libertad humana precede a la esencia humana; es decir hace posible a la esencia humana. La libertad humana no es una propiedad del hombre, supone ese decir sí a las decisiones, es decir a esas selecciones que se toman en este presente, donde no hay pasado ni un futuro. Para Sartre esto es ni más ni menos una aproximación al existencialismo sartriano.

¿Cómo llegamos a la conciencia de la libertad? La libertad se revela en la angustia: En la angustia adquiere el ser humano conciencia de su libertad o, si se prefiere, la angustia es el modo de ser de la libertad como conciencia del ser. La angustia es la forma que tiene el ser humano de darse cuenta de lo que es, es decir, la forma de darse cuenta de que no es nada. El ser humano huye de la angustia y de este modo trata también de sustraerse de su libertad. Pero el ser humano no puede liberarse de la angustia, puesto que es su angustia, y por eso tampoco puede escapar de su libertad. El ser humano está, por ello, condenado a ser libre.

Sartre en su obra “El Ser y la Nada” al referirse a la angustia dice: "En la angustia adquiere el ser humano conciencia de su libertad o, si se prefiere, la angustia es el modo de ser de la libertad como conciencia del ser".

La angustia no es tener miedo a algo externo, sino miedo a nosotros mismos al saber que somos responsables de nuestros actos, pero es que, además, con cada decisión que tomamos,

estamos afirmando un modelo de conducta válido para todos. En cada acto comprometemos a la humanidad entera.

El no poder poner excusas a nuestra conducta al ser conscientes de nuestra libertad nos sentimos desamparados, porque estamos solos frente a nuestras elecciones, según Sartre no hay un Dios que nos dicte lo que debemos hacer; no hay una moral establecida que nos imponga unas normas: somos nosotros desde nuestra conciencia de la libertad intransferible los que nos vamos definiendo a nosotros mismos.

Pero el reconocimiento de la propia libertad implica el reconocimiento de la libertad de los otros. El ser humano no es sólo subjetividad, un ente aislado, sino también intersubjetividad: no hay “yo” sin “tú”. La libertad de cada uno de nosotros se enfrenta a otras libertades. Pero ¿es posible tratar al otro como a un sujeto, como un ser que tiene sus propios proyectos, como un ser libre? La respuesta de Sartre es pesimista: No. En la relación con los demás pueden suceder dos cosas: o bien el otro nos tratará como meras cosas o bien nosotros lo trataremos a él; yo intento utilizar al otro y el otro intenta utilizarme a mí. La esencia de las relaciones interpersonales es el conflicto. Sartre expresa gráficamente esta idea señalando que “EL INFIERNO SON LOS OTROS” (Sartre: “A puerta Cerrada”).

Ser libre significa que somos responsables y que nuestra vida es un proyecto. Pero cuando pretendemos refugiarnos en excusas, cuando nos mentimos a nosotros mismos acerca de nuestra responsabilidad, nos auto engañamos, incurrimos en lo que Sartre llama “mala fe”. La mala fe es a la vez conocimiento y desconocimiento: primero somos conscientes de que nuestra libertad es causa de nuestro futuro, pero luego fingimos desconocer que somos lo que

somos por nuestras decisiones del pasado. Este es el modo que tenemos de liberarnos de la angustia que nos causa la libertad. La “mala fe”, consiste en engañarnos a nosotros mismos fingiendo que no somos responsables de nuestros actos. De ese modo elegimos renunciar a nuestra propia humanidad porque nos “cosificamos”,

nos vemos a nosotros mismos como

una simple cosa, que las circunstancias u otros manejan. Pero Sartre nos recuerda que ya no hay excusas, que debemos asumir nuestra libertad, y la angustia y el desamparo que la acompaña porque con cada elección comprometemos a la humanidad entera. De ahí que cuando elegimos debemos preguntarnos ¿Querría que todos actuasen del mismo modo en mi lugar? La mala fe es un modo de existencia inauténtica. Afrontar el hecho permanente de que somos libres es por el contrario una existencia auténtica.

Sartre en su obra de 1943, “El ser y la nada”, expresa: "El hombre es el ser por el cual la nada adviene al mundo. Sartre se propone una investigación del ser, donde se puede inferir que El ser para sí, el ser humano, no tiene una esencia o una naturaleza previa: es pura libertad, no está determinado. Sartre afirma que primero el hombre existe, y sólo después es una persona u otra, se va definiendo como sujeto cuando elige cómo actuar en cada situación. El ser del hombre es indeterminado, es pura nada.

Sartre afirma que la experiencia de la nada es correlativa a la del ser. La nada no es algo extraño al hombre, sino la consecuencia implícita en su libertad, pues el hombre es el único que puede introducir su capacidad de “néantisation” (capacidad de decir “no”) en el ser. Porque somos humanos somos libres; porque somos humanos podemos decir “no”. Por eso Sartre identifica la nada con la libertad: el ser humano existe en una actividad, realiza actos mediante los cuales se va definiendo, va llegando a ser sí mismo.

«El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho (...) El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere».

La nada está en el origen y en el fin del ser humano: cuando vivimos una existencia auténtica también somos conscientes de nuestro límite: la muerte, la nada. Heidegger afirmaba igualmente que el ser humano es un ser para la muerte. La angustia y la nada son, para Sartre, el destino de la humanidad, de ahí que la frase final de su obra "El ser y la nada" afirme: "El hombre es una pasión inútil".

En "El existencialismo es un humanismo" de1946, mantiene una posición más optimista afirmando que el existencialismo es una filosofía de la libertad y la acción, la dignidad humana reside en la libertad, gracias a ella el ser humano siempre trasciende su situación concreta, aspira al futuro sin estar determinado por su pasado, se traza metas y en este trazarse metas construye su ser; de ahí que el existencialismo sea también una doctrina de la acción.

En dicha obra nos dice Sartre que la idea del hombre como un ser libre es una consecuencia inevitable del ateísmo. Compara la concepción creacionista, la concepción según la cual Dios ha creado al mundo y al hombre, con la visión técnica del mundo. En el caso de los objetos artificiales la esencia precede a la existencia; la esencia es el conjunto de rasgos que invariablemente deben estar presentes en un objeto para que este objeto sea lo que es. Cuando queremos fabricar un objeto primero nos hacemos una idea de él, nos formamos un concepto en el que se incluyen las cualidades que le van a definir y su utilidad, su finalidad; el concepto expresa en el nivel del pensamiento la esencia del objeto que vamos a fabricar. Así actuamos,

por ejemplo, en el caso de un libro o un cortapapel: el artesano se ha inspirado en el concepto de libro o de cortapapel; intenta que en todo aquello a lo que llamamos libro o cortapapel estén presentes los rasgos que piensa mediante el concepto o idea correspondiente. En este sentido se puede decir que la esencia es anterior a la existencia, puesto que primero es el concepto del objeto y luego su existencia concreta; la existencia concreta se intenta acomodar a la esencia que se expresa en la definición del objeto. Según Sartre, los que conciben a Dios como creador lo identifican con un artesano superior, el artesano del mundo: cuando Dios crea las cosas del mundo las crea a partir de la idea que se ha hecho de ellas, del mismo modo que el artesano crea un libro a partir de la idea que de él se ha formado, y por ello el hombre individual es una realización del concepto de hombre que Dios tiene en su mente. En la Edad Moderna la noción de Dios entra en crisis, pero no ocurre lo mismo con la idea de que la esencia precede a la existencia; y, en el caso concreto del hombre, se sigue pensando que existe la naturaleza humana, y a cada hombre como un ejemplo del concepto hombre, exactamente igual que cada libro concreto es un ejemplo del concepto libro. El existencialismo, añade Sartre, es un ateísmo coherente, pues afirma que “si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre... ¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo y que después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después y será tal como se haya hecho. Así pues no hay naturaleza, porque no hay Dios para concebirla. El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere y como se concibe después de la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo.” Con estas tesis Sartre declara la peculiar posición del hombre

respecto del resto de seres: empieza existiendo, no teniendo un ser propio, empieza siendo una nada, y se construye a sí mismo a partir de sus proyectos; el hombre es lo que ha proyectado ser. De este modo, Sartre relaciona la libertad con la falta de naturaleza: tener una naturaleza o esencia implica que el ámbito de conductas posibles están ya determinadas; que algo tenga una naturaleza quiere decir que el tipo de conductas posibles que le pueden acaecer está restringida o limitada por su propio ser; pero el hombre no tiene naturaleza, no tiene una esencia, por lo que es libre y es lo que él mismo ha decidido ser.

La reivindicación sartriana de la libertad es tan radical que le lleva a negar cualquier género de determinismo. No cree en el determinismo teológico, ni biológico ni social: ni Dios nos ha dado un destino irremediable, ni la Naturaleza ni la sociedad determinan absolutamente nuestras posibilidades, nuestra conducta. Somos lo que hemos querido ser y siempre podremos dejar de ser lo que somos. Los fines que perseguimos no nos vienen dados ni del exterior ni del interior, de una supuesta naturaleza, es nuestra libertad la que los elige. Como dice en “El existencialismo es un humanismo”, no se nace héroe o cobarde, al héroe siempre le es posible dejar de serlo, como al cobarde superar su condición. Estamos condenados a ser libres: condenados porque no nos hemos dado a nosotros mismos la libertad, no nos hemos creado, no somos libres de dejar de ser libres. Aunque todo hombre está en una situación, nunca ella le determina, antes bien, la libertad se presenta como el modo de enfrentarse a la situación (al entorno, el prójimo, el pasado). Ni siquiera los valores, la ética, se presentan como un límite de la libertad, pues en realidad, dice Sartre, los valores no existen antes de que nosotros los queramos, no existen los valores como realidades independientes de nuestra voluntad, los valores morales los crea nuestra determinación de hacer real tal o cual estado de cosas. Al escoger unos valores en vez de otros, la voluntad les da realidad. La libertad se

refiere a los actos y voliciones particulares, pero más aún a la elección del perfil básico de mí mismo, del proyecto fundamental de mi existencia, proyecto que se realiza con las voliciones particulares.

Esta idea sartriana tiene dos importantes consecuencias: Hace al hombre radicalmente responsable: no tenemos excusas, lo que somos es una consecuencia de nuestra propia libertad de elección; somos responsables de nosotros mismos, pero también del resto de la humanidad; lo que trae consigo el sentimiento de angustia y, en los casos de huida de la responsabilidad, la conducta de mala fe; hace del existencialismo una filosofía de la acción: de forma un tanto paradójica el existencialismo se presenta como una filosofía optimista; paradójica puesto que parecería que al declarar el carácter absurdo de la vida, el ser el hombre “una pasión inútil”, podría fomentar la pasividad, la quietud, pero dado que el hombre es lo que él mismo se ha hecho, dado que se declara que cada hombre es la suma de sus actos y nada más, nos incita a la acción, a ser más de lo que somos: no existe ningún ser que nos haya creado y que dirija nuestra conducta de uno u otro modo.

Sartre trataba de decir a todos que cada ser tiene las riendas de su vida, que puede construir su propio destino, en un mundo en el que no solo estamos condenados a ser libres, sino que además la libertad es la libertad de hacer lo que sea. Sartre rechaza el orden, la familia, los niños, la fidelidad; dice que no existe un carácter predeterminado, pues lo que somos está en función de lo que hacemos.

Pese a todos los condicionamientos, llámese medios de comunicación, gobiernos, propaganda, el internet, las clases sociales, el hambre; que acorralan al hombre, que pareciera que no le

queda margen para su libertad, sin embargo le queda el margen para la esperanza de que la libertad sea posible, que en algún punto el hombre se vuelve un sujeto crítico y no acepta los condicionamientos externos y se une con otros. Al unirse con otros el hombre ejercita la filosofía sartriana, que viene a ser el acto libre del sujeto.