La Importancia de Hablar Mierda de Nicolas

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Dlseño de Port¡da E§NHI,R SANCHMSUÁRü Colecclón ISBN 958-20-OO5O-3 ISBN 958-20-O224-7

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1995. CüOPERXTTVA EDTTORIAL ¡{ACISTERIO

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rm¡rreslón Editorial Presencia Ltda. Este libro nó podrá Gsr reÉodueido en todo o eD pa¡te, por ntngún medto iñpreso o de reproducclón §tn permlso escrltD dFl edjtor. IMPRE§O EN COLOMBTA

padre . . . . . . . 9 ..,.15 , Lahistoriadelosobeliscos. Elüempr:total .. ......26 El üempo libre . . . . . . . .32 Lairnportanciadehablarmierda ......40 I-os.círculosdelectores.... . ".47 Elbuenarnor. ....... " 53 Magiayciencia ...."..62 Las verdades y les merthasde rni

?oe¿anA¿a6+* ¿Y de la convivencia qué? Este libro, en forma placentera, resalta la importancia de recuperar el habla narrativa,. la conversa, el habla como goce, como juego, sólo como comunicación sincera. Sencillamente hablar por hablar para reconstruir el mundo.

Uno de los propósitos de los PEI y de las reflexiones que hacen los maestros, con respecto a Ias relaciones que se establecen al interior del ambiente educativo, es la construcciÓn de un manual de convivencia. ¿Qúén lo debe elaborar? ¿Cómo establecer regulaciones en la vida escolar?

A partir de aquí sc pueden formular antbientes que pernritan restablecer significaciones de la virla coüdiana, perdidas en los afanes e imposiciones de la tecnología educaüva; y para promoved la construcción de nexos afinoniosos e invisibles rie la estructura sociai.

EI maestro Nicolás Buenaventura encuontra en la palabra el verdadero senüdo de la convivencia social, Es, a través de ella, que se pueden asumir las relaciones humanas, el respeto por Ia vida, por Ia opinidn ajena, eI respeto por la diferencia. En este encuentro es posible y muy probatrle la construcción de una "Ética del deber y ilel derecho" fundamento de los derechos hum¿nos.

La Cooperativa Editorial Magisterio desea poner en diálo-

go el pensamiento del maestro Nicolás Buenaventura con los docentes colombianos y latinoantericanos. Con el ánimo de que sus enseñanzas se traduzcan, en motivo de profundas retlexiones en forno al discurrir cotidiano de la vid¿ escolar y social.

Los editores

y'a¿ dd"€A,

? hd, fireoüttitta0,

dp ur¿ padne UANDO YO ERA NIÑO, ÉNNUOS DMZ hgrmanos, en la amplia mesa del comedor en la casa, y teníamos siempre las verdades y las mentiras de mi padre.

La primera verdad era el pan. Nunca fattÓ el pan en la mesa, ni en los üempos más dr¡ros. Otra verdad era la rne§a misma, ancha, dura, que aguantaba todo, la,comirla, el juego, la remesa, la guacherna. También la casa era algo cierto, era una verdad, nos mudábamos aquí y allá, como pobres, pero siempre estuvo la casa. Mi padre trabajaba. Era comerciante. Vendía miel,

a veces

toda la vivienda se llenaba de mieles. Era con§tructor, inventaba urbanizaciones que la familia inauguraba en un peregrinaje constante, Era artesano, hacfa banderas de papel para los dfas patrios

con toda ta uopa familiar. Era cazador y a menudo llegaba a üempo con buenas piezas.

Pero además ese universo paterno de las verdades en el hogar se ensanchaba y se apuntalaba en cuanto la madre también producfa. Ella era co§turera y hortelana. cosfa pacotilla a pedal en todos los resquicios o r&tos que podfa hurtarle a la durajornada del oñcio dornéstico y tenfa eras de hortalizas que cuidaba de las gallinas cubriéndolas con alterones erizados de chamizas resecas. Pero, a Ia par con todas estas ricas verdades, tuvimos también, siempre, Ias mentir¿s de mi padre.

A la

cabecera de la mesa o eu las visitas o tefiulias, en la

sala, en cualquier parte, al viejo no lo detenfa nadie cuando se empeñaba en volver a tomar el hilo de cualquiera de sus fantásticas historias que ya todos conocfamos bien. Eran mentiras prodigiosas por una razón: porque siempre fueron creciendo sin lfmites, mucho más que crecfa laprogenie. pero, adernás, eran mentira§ argumentadas siempre con un tujo de precisiones y ceftidumbres absolutas.

Quiero corrtar aquí cómo llegé a crecer la célebre historia Mi padre fue allf capitán de un barco pirata. Entonces le tocó afrontar una tormenta nocturna de tal magnitud, tftn pavorosa, que se hizo completamente de día a la luz de los relámpagos. Era tal la alborada que, en el puente del barco, la tripulación no salla del asombro de poder conversar de la tempestad en el mar Pacíñco.

mirándose todos las caras, durante horas, en plena media noche.

Sin embargo, en la última versión que alcanzamos a ofrle, resultó tan dese§peradamente larga esa alborada, que mi padre tuvo que distraer del aburrimisnto a la tripulación leyendo, a la luz de los relárnpagos y con voz atronadora, una novela entera de lobos de mar.

-¡Qué seriedad-, ¡

raro! *acotaba el viejo al terminar, con la mayor

Qué extraño!

Y la historia

de las yucas, por ejemplo, ¡cómo llegó a

crecer este suceso! La primera vez que la contó, las cosas ocurrieron así: Mi padre fue a cornprar cerdos a una isla del rfo Cauca y 10

se encontró, para gran asombro suyo

y del dueflo, con que

se

hablan perdido los animales, con que tod¿ la piara habfa desaparecido de la finca. Era muy raro, muy extraño; me explicaba mi padre, porque enesetiempo no habfarobos ni nada semejante. No obstante, el enigma se vendría a despejar pronto. Al recouer el yucal, resulta que los tubérculos de las rafces de esas plantas eran tan grandes, tan descomunales, debido a la fertilidad del suelo, que los cerdos cebados, comiendo yuca, habfan hecho cuevas dentro de ellos y estaban alll allí metidos, como Úmadillos en sús :,,

c¿Nas.

En la última versión de la leyenda, los marranos se pierden dennitivamente y ya no es posible hallarlos ese dfa. Sólo semanas después, haciendo muchas indagaciones, se puede dar con el paradero de los animales. Y el caso fue éste: la tiena era tan fértil que las ralces del yucal habían cavado por debajo del cauce del rfo, desde la isla, hasta alcanzar la üerra firme en la ribera. Entonces los cerdos, devorándolas, habían hecho túneles y se habfan escapado de la finca.

-¡Qué

raro!

--dijo

é1.

Han corrirlo muchos años desde entonces y yo nunca he tenido dr¡da de que las menüras de mi padre hayan sido tanto alimento, tante fortaleza y provecho pare ncsotros en el hogar' como lc fueran el pan y todas sus demás verdades. i. ' 1,

Toda cotnunidad humana, y la primera de todas, l¿ familia,

si está viva, se comporta asf: Tiene dos sisrcmas de relaciones humanas, dos armaduras y dos tramas que la conforman. Una, ia que hemos llamado con el nombre de «verdades». E§ la tra¡na o tejido de rclaciones que se refieren a las cosái, a los objetos. Otra, la que representamos aquí como «mentiras». Es ésta la rcd de relaciones humanas referidas a los símbolos u objetos «simbolados>>. Una es la del trabajo, la del pan. Otra es la del juego,

ll

de

la fantasfa"

l1

Las relacir¡nes de . puedeconsurtar er mapamundi .c-uarquiera de los inlcios de este siglo' Enronces verá cómo

arrpreoáminan

rosado del imperio inglés, que incluye una mitad de África, una mftod de Arnérica del Norte, la lndia, en Asia, y Australia, en Oceanfa. 2) Ei amuillo rlel imperio ruso, casi media Asia y buena parte de Europa Oriental. Luego slguen, en su orden, el azul del imperio francés, el verde de Holanda y poco más, Es una carta casi monocroüna, el planeta de los imperios. En cambio hoy, al finalizar el siglo, solamente en África habrfa que uülizar más de 50 colores diferentes si se quisiera diferenciar los estados y las >' Pensemos en el mejor arte colombiano' profun«Iamente e§ta dualidad'

el cual expresa

la ciudad en comRecuerdo una vez que caminábamos por la ceremonia de rnirar pañía de un campesino y nos detuvimos a mi compañero de inauguración de un erJiácio púbtico' Entonces ruta me llamó la atenciótt. esa mámaestro --me decía-, ¡están bendiciendo

-Mire, quina dc ailí, mirei

Y me rnost¡aba

una hermosa escultura metálica de Edgar

Negret. Reccrdemos el texto clásico de L0vi-Strauss, quien dice: El pensamientr¡ mdgico no es un comienzo, un esbo' zo, una iniciación, la parte de un todo que todavía no

rnáquina de magia Ciertamente cia una máquina' pero una quitaba los ojos' a la cual el campesirio ntl le

77 76

Conocl a Negret muy joven en una casa de campo en

Popayán y no puedo olvida¡ su rabia o su violencia por un lntento mlo dehacer lógica o de razonar frente al misterio i, f ,

*rñ.

Hablábamos recostados sobre el barandal del corredor, mirando al campo. Y de pronto la niebla fupida, bl¿nca, nos cerró totalmente el p4noranna que ya comenzaba a oscurecer. Luego, poco a poco, rnuy lentamente empieza a surgir, ante nuestros ojos, una visión de espanto. pa¡ecía como si la niebla se fuera llenando de huecos a través de los cuales se col¿ra la noche.

No sé por qué diablos, de qué modo, yo até cabos, razonando- Tenla urgencia de razonar. De todas maneras descifré casi de inmediato el enigma.

-_Ya

sé qué es, ya sé,

gritó enfurecido:

-¡No, la niebla.

*dije,

casi murmurando.

y

Negret

no! Es eso. Es lo que estás viendo. Son agujeros en

Negret no tenía prisa. Podía rescatar todo el tiempo del hechizo, del estuElr, tlel animismo. Y luego, cuando fuera la hora. viniera Ia «miquin», esclarecedora de la experiencia, el mecanismo de larazón razonadora. Y esta ha sido su rey y su historia. Este ha sido siempre su mensaje.

.,

Er nuestra sultura dual, biunívoca.

Pienso en Botero. por ejemplo, un cuadro clásico sr.lyo de los años sesenta que quiero mucho. EI cura pá*oco está eónado en ia yerba, haciendo una siesta campestre. AI pie está la montaña, anunciada por los troncos enormes de dos árbores- Er misal, ürado en el prado, está abierto. Pero, por favor, observe bien, no es el cura mismo el que -vi_ está dornútando allf, no es el hombre tranquilo, desgreñado, viente, en la costumbre de su siesta al calor del sol. Es otra cosa.

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Es un Ícono, una irnagen. con la §otana apretada, matrÓn, con el bonete calado, bien calzado, es un santo de altar, una estatua de porcelana, una cerámiiá, que usted puede desarmar, que puede zafule los brazos, la cabeza. Es la visión mágica del cura del pueblo la que está acomodada allf en la loma.

Pero ante todo el cuadro es color, es pintura. La anécdota naufraga totalmente en la sincronfa. El cura es rubicundo, radiante, y el altar donde está depositado, la pradera, e§ intensamente verde. Sin embargo, yo creo que la expresiÓn artística más totalizadora de esta cultura dual colombiana no e§f 6 en la plástica y ni siquiera en el teatro, sino en la novela. Y pienso, sobre todo, en Vorágirte y Cien años de tres novelas de fronteru: María,

la

soledad. Creo quepor eso han