La Iglesia Primitiva

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PRESENTACIÓN El presente es un estudio generalizado sobre la historia de la Iglesia desde su inicio, cuyo objetivo es dar un enfoque breve, aunque lo más amplio posible dentro de dicha brevedad histórica, sobre las vicisitudes históricas a través de los siglos, desde su fundación en los primeros albores del cristianismo hasta finales del siglo XX. LA IGLESIA PRIMITIVA Desde un punto de vista teológico, la Iglesia fue fundada el primer Viernes Santo, aunque en realidad no se fundó en un solo acto, sino paso a paso. El proceso fundacional empieza ya cuando Cristo llamó a los apóstoles, prosigue con la designación de pedro como piedra fundamental de la Iglesia, sigue con la instauración de los sacramentos, y llega a su consumación cuando los apóstoles, después de la Resurrección, empiezan a poner en marcha los mandatos del Maestro. A partir de la época apostólica observamos como el mapa se va llenando con los nombres de nuevas comunidades de fieles, hasta que a finales del siglo III apenas queda en todo el Imperio Romano una sola ciudad importante en la que no se encuentren cristianos. Como es lógico, en toda nueva corriente aparecen, además de los favorecedores, los inconformes y los detractores. Así ocurrió en el siglo I con los gnósticos que, en lugar de ser una secta separada del cristianismo, era una corriente espiritual dentro de la Iglesia, quienes tenían la penosa impresión de que el cristianismo era demasiado superficial y simplista, en lugar de considerarla como realmente era: un complejo de verdades inmutables y reveladas. Ellos prefirieron elaborar su propia filosofía, adecuándola a lo que los gnósticos llaman un conocimiento más profundo. Los predicadores

gnósticos

fueron

excomulgados

por

los

primeros

papas,

y

el movimiento perdió impulso definitivamente en el siglo III gracias a la demostración de que la doctrina cristiana era de carácter revelado. Pero el primer cisma grave de la iglesia primitiva acaeció después de la muerte del Papa Ceferino en el año 217, siendo su promotor Hipólito, quien estaba considerado como el mejor teólogo de la iglesia cristiana de aquella época. El Papa Calixto invitó a Hipólito a justificarse sobre un punto doctrinal y, al negarse a ello, fue excomulgado. Hipólito entonces organizó una comunidad rival y acusó al papado de relajación moral. El cisma siguió después del martirio del papa Calixto y continuó bajo el papado de sus sucesores, Urbano y Ponciano. Al fin Hipólito se reconcilió con el Papa Ponciano en el año 235 a raíz del destierro de ambos a

Cerdeña, ordenado por el emperador romano Maximino el Tracio, motivado precisamente por la pugna entre ambos personajes. Los tres primeros siglos de la historia de la Iglesia reciben a menudo el nombre de época de las persecuciones y también el de época de los mártires. Así como hasta el siglo III las persecuciones eran individuales, al igual que las sentencias, en el siglo III son los emperadores quienes desencadenaron persecuciones en masa para aplacar así los sentimientos hostiles del pueblo. Las principales persecuciones dentro del siglo III fueron ordenadas por los propios gobernantes, tales como Séptimo Severo (202) prohibiendo conversiones al cristianismo, Máximo el Tracio (235) contra los obispos, Decio (250) contra los sospechosos de ser cristianos, y Valeriano (258) contra los obispos y toda reunión cristiana. El caso de Diocleciano fue muy curioso, puesto que después de permitir por más de cuarenta años la propagación del cristianismo, se dejó convencer en el 303 por el emperador romano Galerio para iniciar una gran persecución. Sin embargo en el 311, antes de su muerte, el propio Galerio ordenó suspender la persecución y devolver los bienes confiscados a la iglesia cristiana. De hecho, cuando Constantino subió al trono del Imperio Occidental después de la división del Imperio Romano en Oriente y occidente a finales del siglo III, la persecución ya había finalizado. Lo que sí hizo Constantino fue imprimir un giro a la política imperial en el sentido de hacerla favorable a los cristianos, y de conceder a la Iglesia su privilegiada situación dentro del Imperio, lo cual excluyó para siempre toda posibilidad de que resucitaran las leyes de persecución. Esto realmente es lo que convierte a Constantino en el verdadero liberador de la Iglesia. Poco después de emitir el edicto favorable a los cristianos, Galerio murió y su sucesor, Licinio, quien gobernaba el imperio oriental, lo menospreció y continuó la persecución en sus dominios. Al contrario hizo Constantino, quien veló para que en el Imperio Occidental los cristianos gozaran de libertad absoluta de culto. De esta forma ocurrió que mientras en el Imperio Occidental florecía el cristianismo, en el Imperio Oriental proseguían las persecuciones contra los cristianos.

Los miembros de la iglesia primitiva Varios pasajes del Nuevo Testamento sugieren que las comunidades cristianas formadas a partir de Pentecostés estaban constituidas predominantemente por gente pobre. Las palabras de Pablo dirigidas a la iglesia de Corinto, por ejemplo, sugieren que apenas unos pocos miembros pertenecían a las clases privilegiadas: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles” (1 Co 1:26). En Hechos y las cartas paulinas se mencionan algunas excepciones obvias: el “excelentísimo Teófilo” (Lc 1:3; Hch 1:1) para quien Lucas escribe sus dos libros; el centurión Comelio (Hch 10:lss.); Manaén, miembro de la corte de Herodes el tetrarca (Hch 13:1); Sergio Paulo, procónsul de Chipre (Hch 13:7); Dionisio el areopagita y una mujer llamada Dámaris (Hch 17:34); Filemón de Colosas (Flm 2); Erasto, tesorero de la ciudad (Ro 16:23) y Crispo, principal de la sinagoga en Corinto (Hch 18:8). Sin embargo, es obvio que la gran mayoría de cristianos era de origen humilde. Pablo interpretó esta situación como un medio que Dios estaba usando para avergonzar al mundo, “a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Co 1:27ss.). Jesucristo es un Mesías crucificado; su iglesia es la iglesia de los débiles y los pobres. La preocupación por los pobres en la iglesia primitiva La preocupación de Jesús por los pobres fue emulada por la iglesia primitiva, especialmente en el contexto de la comunidad cristiana. Obviamente, los creyentes se concebían como una comunidad modelada en el Mesías-siervo.

¿CÓMO ERAN LAS REUNIONES EN LA IGLESIA PRIMITIVA? A algunas instituciones se les permite crecer hasta volverse tan antiguas y venerables que la idea de descartarlas resulta impensable y sacrílega. F. F. Bruce

Toda la preocupación de la teología de la reforma consistió en justificar la restructuración de la iglesia organizada sin sacudir sus fundamentos. John Howard Yoder

Es cosa corriente para los cristianos hablar acerca de “ir a la iglesia”. Para ellos, esto implica asistir a un servicio religioso (de la iglesia).

QUIENES SON LOS PADRES DE LA IGLESIA PRIMITIVA

En el uso de la biblia y de la iglesia cristiana primitiva, la palabra padre se aplicaba en un sentido espiritual a los maestros. San Pablo dice a los Corintios "Aunque tengáis diez mil preceptores en Cristo, no tenéis muchos padres porque solo yo os he engendrado en Jesucristo por medio del evangelio" Y san Irineo de Lyon comenta "cuando alguien recibe la enseñanza de otro, es llamado hijo de aquél que lo instruye y este, a su vez, es llamado Padre suyo" Los Padres de la Iglesia son los más insignes pastores, casi siempre obispos de la iglesia de los primeros siglos. Sus enseñanzas, en sentido colectivo, son consideradas

por la iglesia como fundamento indispensable de la doctrina ortodoxa cristiana por su cercanía a los apóstoles, nos presentan la correcta interpretación a las Sagradas Escrituras. Para que el evangelio se conservara siempre vivo y entero en la iglesia, los Apóstoles nombraron como sucesores a los Obispos, dejándoles su cargo en el Magisterio. En efecto, la predicación apostólica expresada de un modo especial en los Libros Sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos. Esta transmisión viva llevada a cabo en el Espíritu Santo es llamada la Tradición. Los escritos de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la iglesia que cree y ora. Para un cristiano es indispensable saber que tanto las Sagradas Escrituras como la Tradición Apostólica han conformado una unidad, el tesoro de la Revelación Divina. Fueron los Apóstoles quienes iniciaron la transmisión de la Tradición, luego sus sucesores quienes a lo largo de los tiempos, guiados por el mismo Espíritu de Cristo, han ido comprendiendo, conservando, guardando, custodiando y defendiendo las enseñanzas del Maestro hasta nuestros tiempos. Padres Apostólicos Son aquellos Padres que tienen cercanía inmediata con los Apóstoles, por lo que cronológicamente se ubican en el siglo primero y la primera mitad del siglo segundo. Entre los Padres Apostólicos destacan: San Clemente de Roma, el cuarto Papa. San Ignacio de Antioquia. San Policarpo de Esmirna. Padres Apologistas Abarcan desde la mitad del siglo segundo hasta fines del siglo tercero. Defensores de la fe, se puede llamar a aquellos padres y escritores eclesiásticos que tomaron la antorcha de la enseñanza del Evangelio. Se trata de una época especialmente interesante porque estos hombres tuvieron que enfrentar graves peligros que amenazaban, cada uno a su modo, la existencia misma de la Iglesia. Entre los Padres Apologistas destacan: San Justino Mártir. San Irineo de Lyon. Orígenes. Grandes Padres Orientales y Occidentales Fueron grandes escritores cristianos, que van desde el siglo tercero hasta el siglo séptimo, también clasificados como Griegos y Latinos. Estos hombres se caracterizan por la ortodoxia de su doctrina, la Santidad de vida y el reconocimiento de la Iglesia. Su edad de oro fueron los siglos cuarto y quinto. Entre los Padres griegos y Latinos podríamos destacar a: San Atanasio San Juan Crisóstomo San Jerónimo de Estridón San Agustín de Hipona