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La cuestión del hombre – Daniel Dei 1. Antropodicea: La cuestión del hombre • La vida como posibilidad humana Buscar l

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La cuestión del hombre – Daniel Dei

1. Antropodicea: La cuestión del hombre

• La vida como posibilidad humana Buscar la verdad es solo una búsqueda. Lo único evidente es la existencia de alguna verdad a la que aspiramos legitimar. Buscamos la verdad por naturaleza, la verdad como sentido. La cultura es configuradora de sentido, de orden de lo caótico, de descubrimiento de lo contingente. Nuestra situación en la sociedad y ámbito familiar se adecua al orden de sentido en el que estamos involucrados. Hasta en las situaciones de ruptura de orden, nos encontramos en nuestra verdad, en un orden dentro del caos. Buscar la verdad significa encontrarle un sentido a nuestras vidas. Investigamos cuál es la condición ontológica que compartimos todos loshombres por igual para así, poder encontrar nuestra respuesta personal ante el dilema. Una cuestión es un interrogante que cuando es formulado abre perspectivas en el sujeto que pregunta. Lo que se encuentra por delante del problema es una incógnita despejada por el dato que desconocemos y que, aparecerá en un futuro. Las cuestiones iluminan un camino para comprender al mundo, nos orientan para encontrar la verdad. Las cuestiones NUNCA se agotan, no son definitivas; dependen de las herramientas y situación en la que nos encontramos al momento de formularnos la pregunta. Una vez que encuentro una respuesta, la universalizo, la legitimizo. Cuando investigamos los aspectos físicos y socioculturales dl hombre hablamos de ciencias del hombre. Cuando buscamos situar la cuestión del hombre, adoptamos una posición ontológico-existencial de manera metafísica. Nos preguntamos el qué y el para qué de su existencia. En el saber existe un proyecto de estar dispuesto a lo que pueda aparecer en el camino: aquellos nuevos interrogantes que abrirán caminos. Pensar radicalmente es filosofar, pensamos, nos preocupamos por ser más que hombres, indagamos profundo en nuestro ser. Buscamos hacer de la vida, una tarea significativa, nuestra posibilidad.

• Cómo responder a la pregunta ¿qué es el hombre? ¿Qué es la esencia del hombre? Para responder a esta pregunta tenemos que investigar lo que sucede en la interrogación misma. Cuando surge la pregunta, nos encontramos ante un vacío, abstracto, incompleto. Se abre un silencio de conceptos: nos sabemos un interrogante. La esencia tiende a un universal, está supuesta a una verdad que se interroga. La existencia, en cambio, me sume en la desnudez de la vivencia de mi propia existencia. Me sitúa en un espacio y tiempo determinado y elabora mi idenidad. Esa incertidumbre ante la pregunta abre nuevas inquietudes sobre las verdades que componen nuestra vida cotidiana. Busco definir mi identidad construyéndola con otros individuos, pero el todo al que llegaré va a ser totalmente personal. La pregunta y respuesta yacen en la respuesta activa de decidir acerca del seguir viviendo. La angustia existencial desvanece nuestras construcciones psicológicas, es por eso que debemos extraer o una experiencia, aprendizaje...para cambiar nuestra visión y encontrar una respuesta; así adentimos a la vida y desplazamos la negación (hartazgo del mundo). Antropodicea es el modo de pensar donde se pronuncia una defensa sobre el hombre que asiente a la

vida. Es una respuesta filosófica consustancial con las preocupaciones finales que tiene el hombre. ANTROPOS --> HOMBRE, DIKE → JUSTICIA (justificación). El hombre se encuentra abierto al interrogante y al identificarse, logra un constructo dinámico. En el hecho de preguntar aparecen 2 facta (hechos): 1. La necesidad de significar el universo simbólico donde vivimos, estableciendo un orden (hago al mundo, mi mundo) 2. Nuestra condición ontológico-existencial, todo aquello que es parte de mi identidad al momento del interrogante. (se refiere al hombre en su particularidad)

• El camino de la interrogación por el sentido de nuestra existencia Los facta preguntan por lo que somos. Al obtener una primera respuesta, nos referimos pura y exclusivamente al sujeto y a partir de allí dependerá la dirección que tome la respuesta final que abrirá la realidad de lo que somos. Ante todo, somos sujetos de cambio. A través de la determinación de la paradoja ontológica (ser finito que aspira a la infinitud) ejercito el acto de responder que involucra lo contingente y lo permanente y consigo un producto que me dea una libertad y que conllevará un cambio de actitud frente a la vida y me permitirá llegar a una respuesta existencial, me va a dar sentido. La vivencia de la contingencia es la manifestación de nuestra finitud en un mundo que se revela como finito. Nos sabemos situados en un horizonte donde se comienza con el nacimiento y se termina con la muerte. Tanto la finitud como la infinitud responden a la pregunta de ¿QUÉ ES EL HOMBRE? El hombre es un ser situado con probabilidades desplegadas (la historia de cada uno) y por desplegar (el futuro), con finitud (vivencias/experiencia) y experimentación de un deseo de permanencia. Este deseo de trascender supone un deseo de infinitud que esquematiza la paradoja ontológica. Para definir qué es el hombre vamos a buscar una respuesta ontológica, algo que intentará conceptualizar lo dado y develado (lo finito de las vivencias y lo infinito de lo trascendental). El hombre es consciente de su finitud, pero siempre aspira a lo infinito, a permanecer. Pensamos al hombre como un universal concreto , nutrido de la experiencia surgida de la interrogación. El hombre es un ser finito con aspiraciones de infinitud. Sabemos de nuestra situación de finitud, pero no sabemos nuestro sentido/verdad, estamos sujetos al cambio y somos una alteridad (un otro que intercambia con un tercero en marco de identidad) que contiene la identidad como condición de su más íntima posibilidad de cambio. Esta identificación con otros es continua y permanente; así se produce un cambio en mí y construyo mi identidad. La sola idea de vida también incluye la idea de muerte. Solo con el ejercicio de la libertad resolvemos el sentido, la verdad, la hacemos consistente, configuramos aquel sentido y hacemos cuerpo una realidad (determinamos aquello que se expresó en un primer momento como deseo). Lo que no sabemos es el sentido de la vida, el por qué de nuestra presencia en el mundo. Nos sabemos históricos y nos situamos en tiempo y espacio, buscamos conocer procesos y encontrar sentido a los acontecimientos que se llevan a cabo. Cada uno de nosotros tiene su propia verdad. Ésta es cambiante, se actualiza y es provocada por las experiencias; no es única, ni absoluta, ni determinante. Esta libertad supone un horizonte infinito de posibilidades que la actualizan, y depende de nosotros, de la urgencia que tengamos de progresar y conocernos para llegar a esa respuesta. La respuesta al sentido supone aprehenderse, afirmarse. Buscamos trascender nuestros propios límites, constituirnos en un marco de realidad. Pero frente a otros mundos soy un sujeto marginal, estoy al margen. Sabemos que pertenecemos a este mundo (contingencia/consciencia de finitud) pero no podemos dar cuenta absoluta de esto (lo que vivo como proyecto). Dotamos de corporeidad de sentido a nuestra existencia. De lo que sí estamos completamente seguros, es de que sonos finitos