La Biologia de La Creencia

La biologia de la creencia Publicado en enero 25, 2009 LA BIOLOGÍA DE LA CREENCIA Bruce Lipton es uno de esos biólogo

Views 119 Downloads 7 File size 347KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

La biologia de la creencia Publicado en enero 25, 2009

LA BIOLOGÍA DE LA CREENCIA

Bruce Lipton es uno de esos biólogos heterodoxos que han pasado su vida entre dos aguas: con un pie dentro de la ciencia y con el ojo puesto en la vida, en las novedades e intuiciones que el hecho de vivir por si mismo proporcionan a los hombres, una de las vias tradicionales del conocimiento: la autoobservación. Se trata de una novedad, no es usual que los cientificos habiten aquellos mundos que construyen con sus investigaciones, es como si hubieran levantado un muro de separación entre la vida y la ciencia. Este no es el caso de Lipton, para empezar mientras casi todos los biólogos se interesaban por el núcleo y el material genético que habita dentro de él, Lipton se interesó por la membrana celular descubriendo no pocos de sus secretos anatomofisiologicos. Mientras todos los cientificos se afanan en investigar los genes y proporcionar a la industria de la genómica la claves para lanzar productos -marcadores biológicos- de detección precoz y de diagnóstico Lipton se marchaba a Granada, una universidad caribeña de poca monta con tal de aislarse de ese mundo competitivo y hostil orientado hacia el dinero y el corto plazo. En su exilio voluntario de Granada tuvo Lipton un accidente de trafico y cayó en manos de un osteópata que fue -por asi decir- el que le descubrió uno de los hallazgos por los que Lipton pasará a la historia de la ciencia: el descubrimiento o más bien la experiencia personal de que la mente tiene una potentisima influencia en el dolor, en las manifestaciones de la enfermedad y en la recuperación de la misma una vez que se ha perdido ese don que llamamos salud. Sin embargo este “eureka” hubiera sido imposible sin sus previas investigaciones sobre la membrana celular a la que Lipton considera “el verdadero cerebro de las células” y a la que otorga un papel hegemónico en el control de la vida celular muy por encima del núcleo y sus códigos genéticos demasiado encerrados en si mismos para poder adquirir otro

papel que el del disco duro de un ordenador: el lugar donde se instalan los programas que son a su vez activados desde fuera de ellos mismos, como hacemos con el teclado y el ratón. Para Lipton la membrana es un cerebro -un procesador para seguir con la metáfora cibernética- pero no debe entenderse que la palabra cerebro es -a su vez- una metáfora sino de una realidad fáctica, un cerebro diminuto y primitivo que es capaz de discriminar en todo momento qué cosas de su medio ambiente (el medio extracelular) son necesarias para su supervivencia y qué cosas son prescindibles o incluso tóxicas. La membrana es una especie de cristal compuesto por una empalizada foslipídica que combina moleculas hidrofóbicas (grasas) con moleculas hidrofilicas. Esta curiosa combinacion de elementos orgánicos (fósforo) con los lipidos son los que dotan a esta membrana de esa caracteristica tan especifica de poder saber que es lo que le conviene a la célula para su nutrición al tiempo que abriendo y cerrando poros por donde circulan sodio, potasio y calcio la celula baila electromagneticamente constantemente desprendiéndose de lo que le sobra y absorbiendo lo que precisa incluyendo secuencias electromagneticas y no sólo química.

Como puede observarse en esta fotografia la membrana celular es una empalizada fosfolipidica de la que emergen como unas antenas que son en realidad glicoproteinas ocupadas en detectar como anda el medio ambiente. En su libro -evidentemente orientado a la divulgación de sus ideas- Lipton hace una difícil y arriesgada pirueta y concluye que la membrana celular es como un pequeña mente comparable a esa otra mente que desde Descartes fue sacada a empujones del estudio de la ciencia al ser considerada como un intangible que debia seguir en manos de teólogos. Sin embargo es dificilmente comprensible la analogia que lleva a Lipton a proponer su teoria o mejor dicho las conclusiones que parece extraer de su descubrimiento esencial: que la membrana es la clave en la salud o enfermedad celular. Desde mi punto de vista Lipton pretende apartar nuestra vista de la determinación genética y aportar una idea optimista acerca

de la curación de determinadas enfermedades. Para ello nos refresca el concepto de placebo, un tema sobre el que ya hablé en este post y en este otro. Hasta el momento actual el efecto placebo ha sido considerado por la ciencia como un artefacto, es decir una complicación que venia a ensuciar los estudios con nuevos fármacos que para pasar a ser comercializados deben someterse a rigurosos controles que han de demostrar que la efectividad del nuevo fármaco es superior al placebo (es decir a una sustancia inerte). la verdad del asunto es que pocos fármacos nuevos pasan estos controles sobre efectividad de una manera definitiva. Los efectos del placebo son muy importantes aunque dependen de patologias: por ejemplo son más eficaces en patologias como la depresión pero poco efectivos en otras patologias como el cáncer. Cuenta Lipton el caso de un hipnoterapeuta que curó con hipnosis una ictiosis (una enfermedad de la piel que le da un aspecto de escamas a casi todo el cuerpo y que tiene un claro origen genético), el caso es que el terapeuta que curó a aquel enfermo de su ictiosis no pudo volver a repetir su sanación en ningún otro caso. Concluye que lo que sucedió fue que el terapeuta dejó de creer en sus dotes sugestivas en cuanto se enteró de que su diagnóstico era equivocado y que la ictiosis era una enfermedad considerada incurable lo que viene a decir que el optimismo terapeutico del médico es necesario junto con la creenciadel paciente en su curación. Hoy ya no creemos en que el placebo sea un obstáculo o un artefacto, más bien nos inclinamos a creer que en las creencias humanas se articulan no pocos de los mecanismo curativos y autodestructivos que nos llevan a la salud y a la enfermedad. Si supiéramos como funciona el efecto placebo y aprendiéramos a utilizarlo podriamos curar a un mayor número de pacientes pero más allá de eso, cualquier persona podria -utilizando sus resortes curativos- sanarse a si mismo a través de eso que conocemos como causación

descendente, es decir aprendiendo a que la mente influya sobre el cuerpo y a utilizar esa extraordinaria energia que seguramente anida en nuestro inconsciente para curarnos a nosotros mismos. A mi personalmente no me cabe ninguna duda de que esto que estoy nombrando es el futuro de la medicina, el futuro del hombre está seguramente vinculado a una evolución que frontalice definitivamente su sistema nervioso y lo haga depender de la voluntad, al menos en esa parte de la autoconciencia capaz de realizar cambios a nivel celular. No hay que olvidar que la corteza cerebral es la ultima adquisición de nuestro cerebro, es aun muy reciente y vulnerable, la mayor parte de las enfermedades mentales pueden entenderse como desaferentizaciones de la misma y el retorceso del cerebro hacia bucles de retroalimentación sin fin como esas musicas de la new age o esos mantras eternos que se repiten a si mismos hasta el paroxismo. No estamos aun completamente aferentizados y sobre todo cuando afrontamos un conflicto nos desaferentizamos aun más, parecemos enloquecer cuando algo nos agobia ¿No les sucede esto a ustedes? Significa que cuando hay que sacrificar algo lo primero que perdemos es el raciocinio, la reflexión y eso que conocemos con el nombre de sentido común. Pero esta idea no debe hacernos perder de vista las dificultades: la primera de todas ellas es que hace falta algo más que eso que se ha venido en llamar pensamiento positivo. Hace falta una tecnología precisa para poner a punto técnicas sencillas y autoplicables que vayan más allá de la sugestión que algunos médicos hacen espontáneamente muchas veces de forma totalmente inconsciente o la autosugestión sin direccionalidad. En mi opinión hace falta una perfecta sincronización entre el deseo consciente y la pulsión inconsciente que reside en la memoria implicita y a la que no estamos demasiado

acostumbrados a visitar para poder llegar a sanarnos a nosotros mismos. En este post describí la diferencia que existe entre la memoria procedimental y la memoria implicita. Podemos entender que la memoria implicita es aquella que no podemos recobrar fácilmente en forma de ideas, imágenes, recuerdos o secuencias de hechos y de ahi la dificultad a la hora de sincronizar algo consciente como un deseo de sanar de algo y el trabajo de nuestro inconsciente que está siempre operando bajo la lógica de la supervivencia tal y como ese inconsciente instalado en lo más profundo de nuestro cerebro reptiliano se imagina la supervivencia: vida o muerte, huir o luchar. Además hay que contar con que el cableado entre el sistema reptiliano, el sistema limbico o mamífero y la corteza están perfectamente permeables y conectados entre si, sin estorbos ni bloqueos. Liberar estas secuencias filogenéticas que se encuentran grabadas en el tallo por miles de millones de años de evolución no es tarea fácil y es precisamente ahi donde hay que viajar puesto que en ellas se encuentra precisamente la energias necesarias para influir en el nivel celular. No es pues la corteza, ni los pensamientos positivos los que nos pueden sacar de un atolladero de salud sino de la fuerza de los arquetipos -en la terminología jungiana- que son los que pueden modificar la materia de arriba abajo y a veces actuando en contra de la creencia, no olvidemos las curaciones que se producen a pesar del propio enfermo o el efecto nocebo. Dicho de otra manera: debe haber una perfecta comunión de intereses entre nuestros deseos conscientes y nuestros programas ancestrales, de lo contrario se viaja contra corriente y ningún resultado positivo puede esperarse: la lógica determinista de nuestro cerebro profundo se impondrá siempre a nuestros pensamientos o creencias sean las que sean. Aqui es donde el conocido adagio griego “Conocete a ti mismo” vuelve a mostrar su potencial curativo: nadie puede curarse de nada si no tiene un mapa aproximado de cómo es

y qué desea en realidad, a la obtención de esta verdad se oponen muchas fuerzas, morales unas, sociales otras, de exigencias y autoexigencias, deudas y culpas. miedos y desconfianzas pues estamos obligados a seguir pensando a través de los carriles de nuestra propia experiencia. Los pacientes que responden al placebo en estas condiciones son seguramente los más influenciables o sugestionables y para rizar el rizo es hasta posible que un paciente se cure para complacer a su médico que es una forma bastante femenina de seguir desconociéndose uno mismo. Naturalmente este es un concepto blando del placebo y no es al que me refiero como futura pócima de la humanidad. Será posible cuando cualquiera de nosotros sea capaz de lidiar con sus conflictos de un modo creativo y constructivo sin oposiciones entre cortezas y tallos cerebrales, cuando sepamos coordinar ese parlamento que es la mente y dictar un código de vida que sea compatible con lo que ya somos. Si un conflicto es derivado al polo biológico sin pasar por el filtro de la mente tenemos muchas posibilidades de enfermar pero si un conflicto es derivado al polo psiquico tenemos la posibilidad de neutralizarle y quitarle sus valencias virulentas. El futuro está en la frontalización, en ese seguir siendo más humanos, sin duda.

Bruce Lipton: La biología de la creencia

Éste es un resumen de las ideas que me parecieron más significativas del libro La Biología de la Creencia, de Bruce Lipton, uno de los “enfants terribles” de la biología celular actual, un hombre que ha tenido el valor de enfrentarse al parque jurásico científico y de salirse de los raíles de la ciencia ortodoxa, con la idea de unir ciencia y espíritu. 5.- La carga genética de todo ser viviente no sólo no determina las condiciones biológicas en la que se va a desarrollar, sino que ni siquiera es el factor condicionante fundamental. Lo que le condiciona como organismo vivo es su entorno físico y energético. El conocimiento no es más que una ficción que ha tenido éxito, ha declarado más de un filósofo. Comentario: Si sustituyéramos “carga genética” por carga circunstancial, podríamos decir, extrapolando, que las circunstancias que hemos heredado de nuestro entorno familiar al nacer (por ejemplo dificultades económicas o padres conflictivos, o enfermos etc.) no tienen por qué ser un factor condicionante fundamental, sino que todo depende de cómo utilicemos nuestro capital energético para responder a esa situación. 8.- De pronto me di cuenta de que la vida de una célula está regida por el entorno físico y energético, y no por sus genes.

Los genes no son más que planos moleculares utilizados para la construcción de células, tejidos, órganos. Es el entorno el que actúa como el «contratista o aparejador» que lee e interpreta esos planos genéticos y, a fin de cuentas, como el responsable último del carácter de la vida de una célula. Es la «percepción» del entorno de la célula individual, y no sus genes, lo que pone en marcha el mecanismo de la vida. Al igual que en las células aisladas, el carácter de nuestra existencia se ve determinado no por nuestros genes, sino por nuestra respuesta a las señales ambientales que impulsa la vida. 9.- Me sentí rebosante de alegría al darme cuenta de que podía cambiar el curso de mi vida mediante el simple hecho de cambiar mis creencias. Me sentí revigorizado de inmediato, ya que comprendí que allí había un sendero científico que podría alejarme de mi eterna posición de «víctima» para darme un puesto como «cocreador» de mi destino. Comentario: Veamos un ejemplo concreto de lo que afirma Lipton: Isabel acudió a A.G. espoleada por diversas patologías provocadas la pésima relación que mantenía con su madre. Me contó que un año atrás su madre se había desplazado desde su residencia habitual, un pueblo de la Andalucía profunda, hasta la ciudad en la que reside su hija (en el Norte) y desde aquel momento a Isabel vio muy restringida su libertad de movimientos ya que recibe de forma incesante llamadas telefónicas de su madre a cualquier hora del día o de la noche. Isabel me contó que percibía la actitud de su madre como una agresión. A través de la sesión de A.G. tuvo la oportunidad de reconectarse con su esencia, con sus guías, con su poder femenino y vivió una importante catarsis. Le pregunté si ella habría acudido a mi consulta de no ser por la situación que vivía con su madre y reconoció que no, en aquel momento su visión cambió por completo, se dio cuenta de que su madre había hecho el inmenso esfuerzo de

dejar su casa, sus amigas de siempre, sus costumbres y comodidades para ayudarla a reconectar con ella misma, aunque con el método “al revés te lo digo para que me entiendas”. Entonces empezó a sentir agradecimiento y amor hacia su madre, lo cual modificó su genética y le hizo sentirse pletórica de energía, como si hubiera soltado una pesada carga. 10.- Cuando observé por primera vez, en la escuela, en un microscopio un paramecio (ser unicelular que abunda en los charcos), en la ingenuidad de mi mente infantil, no consideré a ese organismo como una célula, sino como una persona microscópica, un ser capaz de pensar y sentir. Más que moverse sin rumbo, ese organismo microscópico unicelular parecía tener una misión. Comentario: Cada una de nuestras células es una réplica perfecta de nuestro ser exterior y por supuesto que es capaz de sentir, pensar, enfadarse, llorar, reír, esconderse, quejarse o regocijarse, como cualquier ser humano. Es algo que podemos verificar en cuanto conectamos, a través de un ejercicio A.G., con nuestro pueblo celular. 16.- En aquella época ya me había convertido en un vehemente partidario de una «nueva biología». Había llegado a cuestionarme no sólo la competitiva versión darwiniana de la evolución, sino también el dogma central de la biología, la premisa de que los genes controlan la vida. Esa premisa científica tiene un error fundamental, que consiste en decir que los genes no se pueden activar o desactivar a su antojo. 17.- Creo que las células nos muestran no sólo los mecanismos de la vida, sino también una forma de llevar una vida rica y plena. Dentro de la torre de marfil de la ciencia, ese tipo de pensamiento me granjearía sin duda el estrafalario premio Doctor Dolittle al antropomorfismo o, para ser más exactos, al “citomorfismo”: pensando como una célula»,

aunque para mí se trata de biología básica. Tal vez te consideres un ente individual, pero como biólogo celular puedo asegurarte que en realidad eres una comunidad cooperativa de unos cincuenta billones de ciudadanos celulares. La práctica totalidad de las células que constituyen tu cuerpo se parecen a las amebas, unos organismos individuales que han desarrollado una estrategia cooperativa para la supervivencia mutua. En términos básicos, los seres humanos no somos más que la consecuencia de una «conciencia colectiva amebiana». Al igual que una nación refleja los rasgos distintivos de sus ciudadanos, la humanidad debe reflejar la naturaleza básica de nuestras comunidades celulares. Utilizando estas comunidades celulares como modelos, llegué a la conclusión de que no somos las víctimas de nuestros genes, sino los dueños y señores de nuestros destinos, capaces de forjar una vida llena de paz, felicidad y amor. Comentario: Podemos ser los dueños y señores de nuestros destinos, pero para ello es preciso activar el más preciado de los regalos divinos: la voluntad, la intención, lo que López Guerrero llama la ecuación de decisión. 18.- He vuelto al punto de partida y he pasado de ser un científico reduccionista enfrentado a la vista a ser un científico espiritual. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y es necesario que volvamos a introducir el espíritu en la ecuación si queremos mejorar nuestra salud mental y física. Puesto que no somos maquinas bioquímicas indefensas, el hecho de zamparnos una pastilla cada vez que nos encontramos mal física o mentalmente no es siempre la respuesta. Los fármacos y la cirugía son herramientas poderosas cuando no se utilizan en exceso, pero la idea de que los medicamentos pueden curarlo todo es, en esencia, errónea.

Cada vez que se introduce un fármaco en el organismo para corregir una función A, se alteran inevitablemente las funciones B, C o D. No son las hormonas ni los neurotransmisores producidos por los genes los que controlan nuestro cuerpo y nuestra mente; son nuestras creencias las que controlan nuestro cuerpo, nuestra mente y, por tanto, nuestra vida. En este libro trazaré la proverbial línea en la arena. A un lado de la línea está un mundo definido por el neodarwinismo, que considera la vida como una guerra interminable entre robots bioquímicos de batalla. Al otro lado de la línea se encuentra la «nueva biología», que propone la vida como un viaje de cooperación entre individuos poderosos que pueden reprogramarse a sí mismos para experimentar una vida llena de alegría. Si atravesamos esa línea y llegamos a entender de verdad la nueva biología, ya no será necesario discutir sobre el papel del medio y de la herencia por separado, porque nos daremos cuenta de que la mente consciente domina ambas cosas. Y creo que, cuando cruce esa línea, la humanidad experimentará un cambio tan profundo y paradigmático como cuando la realidad de que la Tierra era redonda irrumpió en una civilización plana. 19.- Los pensamientos positivos tienen un intenso efecto sobre el comportamiento y los genes, pero sólo cuando estamos en armonía con la programación subconsciente. De igual modo, los pensamientos negativos tienen también un poderoso efecto. Cuando comprendamos que estas creencias positivas y negativas controlan nuestra biología, podremos utilizar ese conocimiento para forjamos una vida saludable y feliz. 24.- Siempre me había fascinado la idea de que el hecho de considerar las células como «humanos en miniatura» haría que resultara mucho más sencillo comprender su fisiología y su comportamiento. Tal vez aprendieras en el colegio cuáles son los componentes básicos de una célula: el núcleo, que contiene el material genético; las mitocondrias, que producen energía; la membrana externa; y el citoplasma, que rellena el

interior. Pero dentro de esas células en apariencia tan simples existe un mundo complejo; estas células inteligentes utilizan ciertas tecnologías que los científicos ni siquiera han acertado a imaginar todavía. Tratar de explicar la naturaleza de cualquier cosa no humana relacionándola con el comportamiento humano es lo que se denomina antropomorfismo. Los «verdaderos» científicos consideran que el antropomorfismo es un pecado mortal y condenan al ostracismo a los científicos que lo utilizan a sabiendas en su trabajo. Comentario: Considerar a las células como humanos en miniatura tiene muchas implicaciones, por ejemplo la que consiste en consultar con ellas cualquier iniciativa que deseemos tomar sobre nuestro cuerpo. Como por ejemplo una operación de cirugía estética. A un cirujano no se le ocurriría la peregrina idea de elegir una mujer cualquiera por la calle y hacerle una liposucción sin que ésta se lo haya pedido, es algo que nos parece impensable y absurdo, sin embargo es lo que hacemos con nuestros ciudadanos celulares cuando tomamos cualquier decisión sin consultarles previamente, y luego nos extrañamos cuando un cuerpo rechaza un trasplante o un implante dental, pongamos por caso. Las células sienten y piensan porque son como nosotros en el mundo de Lilliput. ……………………………………………………………………………… ………………. Un experimento de Bruce Lipton A continuación, un resumen de las palabras de Lipton en el video https://www.youtube.com/watch? v=niC9Bq0IO_c&feature=share Habla de un experimento realizado por John Karat en 1988, su equipo cogió células intolerantes a la lactosa y las rodeó sólo de lactosa, esa era su única comida.

Lo normal es que todas hubieran muerto pero sorprendentemente todas sobrevivieron. Cada una entendió el problema al que se enfrentaba y sustituyó una enzima defectuosa por una funcional para, de ese modo, poder utilizar la lactosa como comida. Si una célula es capaz de decidir cómo y cuándo evolucionar porque se enfrenta a la extinción, entonces cualquier cosa puede hacerlo. Comentario: Estas palabras de Lipton me sugieren una reflexión, extrapolando, podemos deducir que lo mismo ocurre cuando nos enfrentamos a una situación difícil, como por ejemplo una crisis que parece irreversible, o a una enfermedad terminal, existe una posible salida diferente a la que las circunstancias hacían suponer. Sólo hace falta sustituir la “enzima defectuosa”, es decir el pre condicionamiento, la creencia, el patrón arraigado, lo que Kryon llamaría un implante. Nos han hecho creer que el cuerpo es una máquina bioquímica controlada por genes sobre los que no podemos ejercer ninguna autoridad, eso implica que somos víctimas de una situación, no los elegimos, los recibimos al nacer y ellos programan lo que sucederá. Cogí tres grupos de células, las puse en tres placas de Petri, cambié las condiciones, cambié el medio de crecimiento y los componentes del medio ambiente en cada una de las tres placas. Luego verifiqué que en una de las placas se formó hueso, en otra músculo y en otra, células liposas. ¿Qué fue lo que controló el destino de cada una de ellas si eran genéticamente idénticas? Eso demuestra que los genes no lo controlan todo, es el ambiente, el ser humano es el que controla, dependiendo de cómo lee el ambiente, de cómo su mente lo percibe. Estamos en un punto de la historia en que hemos de elegir ser soberanos o permanecer dependientes. No estamos limitados por nuestros genes sino por nuestra percepción y nuestras creencias”.

La nueva ciencia, la Epigenética, nos aclara con su propio nombre, qué es lo que realmente está ocurriendo en los genes: Epi-genética, epi significa sobre, por lo tanto control sobre los genes, matiz importante que marca la diferencia. Existe una importante diferencia entre la nueva y la vieja ciencia. En la vieja ciencia, somos víctimas porque no podemos cambiar nuestros genes, no los elegimos y ellos controlan nuestra vida. En cambio, la nueva ciencia dice que somos los directores de la orquesta, y que todo depende de nosotros, y podemos cambiar el ambiente en el que vivimos o aquel al que respondemos, modificando de esa manera nuestra actividad genética. El poder está en nosotros, puesto que tenemos la capacidad de identificar un ambiente que nos proporcione salud y salir de otro que nos esté enfermando. Hablar y enfadarse consigo mismo no cambia el cassette en nuestra mente, la mayoría de la gente trata de cambiarlo de esa manera y se frustra fácilmente. ¿Cómo hacerlo? Hay muchas maneras diferentes de cambiar la cinta. La primera manera que aprendí es la llamada conciencia budista. Básicamente dice que no dejes la cinta correr, que prestes atención al momento presente, entonces estarás al mando. Si tu mente divaga, la cinta avanza, pero si prestas atención, estás dirigiendo el show. Otra manera de “cambiar la cinta” es crear un hábito. Esa manera funciona, porque la mente subconsciente es una “aprendedora de hábitos”. Créate un hábito y asegúrate de hacerlo todos los días. Al principio te parecerá difícil, pero luego lo repites tan frecuentemente que en realidad ni siquiera sabes que lo estás haciendo. Ahora es un hábito. Es como cuando condujiste un coche la primera vez. Tenías que pensar en muchas cosas, cinturón, freno de mano, intermitentes, embrague, luces, freno, acelerador, todo ello con la mente ocupada en pensar cómo hacer todo eso. Sin embargo, una vez que obtienes experiencia en la conducción, puedes hablar con alguien, poner música y pensar en otros

asuntos sin darte cuenta siquiera de que estás conduciendo, porque ahora es un hábito.” Comentario: La epigenética sutil es lo que se practica a través de la Alquimia Genética ya que ésta permite reprogramar el ADN sutil, y me parece muy gratificante comprobar cómo ciencia y espíritu siempre se acaban reencontrando. Si algo he podido comprobar a través de la A.G. es que no se heredan genéticamente las enfermedades o disfunciones sino que se heredan los patrones susceptibles de predisponernos a contraer determinada enfermedad. Si tomamos conciencia de cuáles son estos patrones y los modificamos, demolemos la presa, se modifica el diseño de nacimiento. Crear un hábito es lo que hacemos cuando repetimos 9 veces cada ejercicios de A.G. Por ejemplo, si repetimos un mínimo de 9 veces la visualización en la que nos sumergimos en una piscina de perlas, nuestro cerebro habrá creado el hábito, de manera que con el mero hecho de pensar en perlas, sin necesidad de protocolos previos, sentiremos una profunda relajación, que es uno de los beneficios que nos trae dicha visualización.