la belleza del silencio M i g u e l Á n g e l B e r nat La belleza del silencio Madrid, CALAMBUR 2008 poesía, 81
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la belleza del silencio
M i g u e l Á n g e l B e r nat
La belleza del silencio
Madrid,
CALAMBUR
2008
poesía, 81
A Ángeles y a mi madre
No he tenido un hijo no he escrito un libro mi legado es las cosas que he mirado con piedad
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La misma luz en la luz en la oscuridad y yo la correspondo
A veces leo un libro, a veces doy un paseo En la brisa del espíritu todo descanso toda actividad
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Las Escrituras te pueden distraer del sentido de las Escrituras
Cedros y hombres libres de este mundo ilusorio hunden sus raíces en lo eterno
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Mientras soy el Ser un pájaro canta lavo los platos una mujer nace un poema respira un pintor pinta doy un paseo
En medio de tu rabia la flor te espera la flor te mira
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Sin oponer resistencia me entrego a la luz junto a mi esposa para que nos lleve hasta el fin
Qué poco viven los hombres lágrimas en mis ojos como una revelación
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Sobre el suelo verde claro, la luz de la tarde; la sombra del escritorio se extiende más allá del tiempo, todo aquí es descanso, mi esposa en la cama, yo en la cómoda silla, no hay yo
Todas las cosas buenas que he conocido los libros que he leído las personas que he apreciado en este sol interior
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Qué gran dicha aunque sea un instante vivir lo que sé
La refrescante voz del agua me hace llorar
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Cómo no acudir a la llamada de esta maravilla
Mi reflejo en la puerta me dice: no te preocupes tanto por mí
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Ángeles dice: este paso a lo eterno es el mejor viaje que se puede hacer
En la luz del otoño encuentro a mi abuelo que hace muchos años murió
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Cada cosa que tocas es Dios
Las sillas vacías la luna
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Estoy aquí en quietud
El teléfono de Dios siempre quise saberlo Sólo ahora, al marcar, acierto a oírle disfrazado de niño o silencio de anciano o mujer
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En las tranquilas tardes de verano tal vez un niño llora, quizá una pareja se separa, nuestras madres envejecen y mueren, una urraca canta, un pino eterno sonríe
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Cuando tenía once años al levantarme por la mañana sentía en mi pecho sentía y buscaba y encontraba en mí y entonces ya me podía levantar
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Ni el aire del mar ni la brisa de las montañas son necesarios para quien vive en el Ser
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Escribo con una letra que no es la mía en un lenguaje que no conozco poemas que dicen quién soy
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La escudilla del mendigo es el rostro de Buda
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—Todo árbol es Buda, todo árbol es un árbol —A ver en qué quedamos —Todo árbol es Buda, todo árbol es un árbol —Eso sí
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Viendo la luna sin mí
Un viejecito sonándose alma blanca alegre compañía
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Hace frío, para ser feliz no se necesita nada
Me vuelvo para ver si le falta algo a mi esposa pero está en Dios
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Tarde invernal el sol entra el sol se va un sol silencioso siempre está
Fuimos a escuchar el silencio y el silencio nos respondió
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De noche un gran silencio los pasos de alguien en la calle, en el sofá a la tenue luz de la lamparita escribo, mi verdadera vida no es mía eso me hace feliz
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Un silloncito es una persona en forma de sillón
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Quizá una tarde invernal del siglo XII esta misma luz, quizá una tarde helada de los hombres del Paleolítico alguien pudo sentir esta misma paz
Dondequiera que vaya ya estaba allí antes de llegar
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Hace treinta y siete años, la paciencia y el esmero con que un anciano relojero en Suiza, que se parecía a mi abuelo, me envolvió un reloj
Los demonios miraban, me miraban, mis propios hermanos, y sentí compasión
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Las montañas se dejan acariciar y roer por el viento
Los pinos son reyes
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El padre de Ángeles se fue al caer la tarde Habíamos salido y compramos un libro de Wang Wei maestro de la despedida que da paso a la unión y al volver en el azul silencioso que precede a la noche se fue para unirse a nosotros para siempre
El viento del Ser se ha llevado el fantasma, mi corazón está ligero feliz
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Este mueble de madera aunque tú lo encargaras no fue hecho para ti
Joven mirando la lluvia por la ventana
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El silencio irradia sus poemas como el sol sus rayos como la madre su amor o el océano sus olas
Éstas son mis memorias: recordar lo que soy
En el silencio fluye el poema eterno poema eterno en esta luz
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En el silencio de una tarde de primavera hay una nieve que tú y yo oímos, en el suave deslizarse de la tarde hay una nieve sin tiempo cayendo en nosotros, unos copos que somos tú y yo
No es su esplendor una rosa no es su extinción
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En ningún lugar los viejos errores el viejo sufrimiento sólo esta brisa fresca del Ser que reúne a todos los seres en esta meditación bajo las rosas
Hay una rueda que no roza las cosas no las desgasta no se desgasta aun viejo sin edad sobre ella vas
A mi abuela Virgilia
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La luz en los árboles una ligereza feliz Mozart no ha muerto esta tarde es Mozart
Todas estas cosas santas que no recogen los poemas
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Recuerdo cuando dormía solo y abandonaba mi mano en la inmensidad
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Han desaparecido los médicos de mi infancia, Lassaletta, Azcona Murieron mis abuelos Desaparecieron los carboneros de General Pardiñas y D. Ramón de la Cruz, la vaquería, la tienda del hielo, el hombre del palo que encendía los faroles Es hermoso desaparecer, volverse invisible, oscuro y resplandeciente
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En esta época de ruido y furia ¿quién puede escuchar esta canción? sin ningún alarde es una canción de victoria, ningún sonido falta a este silencio que me devuelve a un mar eterno, sin límites
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Demasiados juguetes impiden ver que la vida es juego del Ser
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Un amigo de juventud me arregló una muela, a cambio yo le regalo un libro, espero poder escribir tantos libros como muelas tengo Es muy generoso y no me quiere cobrar Su pelo es ya blanco y mi calva redonda El tiempo pasa pero nuestro sentimiento permanece igual
Mi memoria está hecha de paciencia, la d con la i, di la o con la s, os
A Ricardo Pita
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Nada te gasta
Con un lápiz nuevo un leve reflejo de la luna nueva ¿Cómo será la luna desde el paseo solitario cerca de la montaña, y en la casa vacía de mis padres, o en aquel pueblo en el que vives tú?
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Una esquina sin tiempo de una calle parece que se ha quedado en el pasado pero llega hasta un ahora misterioso en silencio tranquilo
El afilador con su silbato el saltamontes en el frío diciembre... pero el poema no termina aquí el poema sigue eterno incluyendo todo
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Ningún esfuerzo, ningún trabajo, dejar que lo que es sea en mí
Cada cosa cualquier cosa es un placer si se hace lentamente con suavidad
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Dejar que las manos laven los platos dejarse morir en la Cruz todos los héroes son uno todos los poemas de iluminación son uno
Más allá del nacimiento y la muerte: un farolillo y un árbol
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Pensamientos de humo no pueden llenar una almohada para que mi cabeza descanse
Este suave azul del cielo y las nubes delicadas ¿seré alguna vez así?
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El arco del puente logra completar el círculo gracias a lo que no recordaba, su reflejo en el agua
El silencio de este cuadro me envuelve soy una de sus criaturas una liebre unos cisnes unas aves el íntimo y misterioso verde de la hierba y los bosques el azul de rocas y cielo Paisaje con San Jerónimo, de Patinir
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Han Shan y Shih Te andando en el bosque entre la lluvia, sus túnicas raídas emanan nobleza, son reyes escuchan la lluvia en silencio han vencido a la muerte nadie les conoce
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La inmensidad está en mí, mi vida verdadera no tiene fin mi cuerpo verdadero es el universo
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Por la mañana voy a mi pozo y bebo agua pura todo el día puedo beber de este agua que soy
Soy un dios antiguo siento el aire frío de la noche en mi cara antes de dormir
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Mi voz no es una voz personal no es brillante sino gastada como una puerta que el viento abre al anochecer
Nunca he sido pobre siempre ha habido en mí una ventana para ver el cielo
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Un vagón de metro una mujer árabe y su niño un hombre con la cara quemada una joven de gafas azules, la realidad es un caleidoscopio tranquilo incluso cuando caen bombas, no caería ninguna si abandonáramos nuestro ego ilusorio nunca pasa nada en el jardín del paraíso
La felicidad me invade como una herencia antigua, cada paso es inmensidad, mis pensamientos, mi mente se han convertido en silencio, si escucho lo que soy entro contigo en lo eterno
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El silencio es un sonido de apoyo constante que susurra en nuestro oído
Soy una rosa mis pétalos han caído mi paciencia no
el silencio es lo que soy de él viene toda palabra que cura y conforta
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Bajo estos montículos de suave hierba viven mis padres Con ellos me siento a pasar las horas de la eternidad
Al caminar por la calle, al coger en unas zarzas unas fresas, al volver de la compra, somos el Ser y Davies nos lo muestra A John Davies
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La luz en el suelo de la calle en la pared de la casa tan dulce como una Madonna
Árboles en la noche como una fiesta su joven oscuridad
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Cada vez soy más consciente de lo que soy nada
Querida haya: no sabía que iba a acabar siendo tú Ángeles
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En la habitación de una ciudad se posa la inmensidad; roza un vaso, una mujer, un escritor que, agradecido, no necesita las palabras
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Un vaso de barro mantiene el agua fresca en la noche Ángeles, una mujer mortal, guarda agua inmortal en la oscuridad
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Este sentimiento maravilloso de que pase lo que pase nunca pasa nada
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