Kant y la ilustracion

Que es la ilustración? Análisis Kant empieza el ensayo con una definición directa de Ilustración: es la salida del hombr

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Que es la ilustración? Análisis Kant empieza el ensayo con una definición directa de Ilustración: es la salida del hombre de su minoría de edad, de la cual él mismo es culpable. Por lo tanto Kant no se refiere a la ilustración como un segmento temporal, sino proceso por el cual pueden pasar el ser humano y la humanidad: es el proceso de abandonar la “minoría de edad” en la cual estamos y nos mantenemos por culpa nuestra, es no atrevernos a pensar por nuestra propia cuenta, no tener el valor de usar nuestro conocimiento sin estar sometidos a otro, y esto lo hacemos por cobardia, por falta de atrevimiento y por indecisión. Según Kant, la ilustración consiste en tener el valor, la valentía, de pensar por nosotros mismos. Por eso dice “sapere aude “, “Atrévete a saber”. Pero esto no es fácil, la cobardía y la pereza, hace que nos mantengamos al entendimiento de otro antes que asumir el trabajo de pensar, y este trabajo es duro, no es fácil, y además es peligroso, hay riesgos. Por ejemplo, al usar nuestro conocimiento nos equivocaremos y sufriremos decepciones. Aunque igualmente con unas cuantas caídas aprenderán.

ILUSTACION SEGÚN KANT Kant empieza el ensayo con una definición directa de Ilustración: es la salida del hombre de su minoría de edad, de la cual él mismo es culpable.   Lo primero que emerge en este punto es que Kant no está viendo la Ilustración como usualmente la vemos, es decir, como un periodo de la historia. La respuesta de Kant no refiere a tal cosa: no dice, por ejemplo, que la Ilustración sea el periodo comprendido entre tal y tal fecha. Para él, más que un segmento temporal, la Ilustración es un proceso por el cual pueden pasar el ser humano y la humanidad: es el proceso de abandonar la “minoría de edad” en la cual estamos y nos mantenemos por culpa nuestra.   ¿Y qué es la minoría de edad? De nuevo una respuesta directa y simple: es no atrevernos a pensar por nuestra propia cuenta: no tener el valor de usar el entendimiento sin estar sometidos a otro. Nótese el fuerte contenido moral que esto tiene: es por cobardía, por falta de atrevimiento, por indecisión, que caemos en ese estado de someternos a otro y no atrevernos a pensar por nosotros mismos. ¿En qué consiste entonces esa mayoría de edad llamada Ilustración? Lo contrario a la cobardía es el valor: consiste en tener el valor, la valentía, el atrevimiento, de pensar por nosotros mismos. “Atrévete a saber” (sapere aude) es según Kant la consigna de la Ilustración.   No es fácil: la cobardía y la pereza, dice Kant, nos mantienen en la minoría de edad. Preferimos someternos al entendimiento de otro antes que asumir el trabajo de pensar: trabajo duro, en cuanto no solo entraña esfuerzo sino riesgos: al usar nuestro entendimiento sufriremos decepciones, y tendremos que abandonar creencias cómodas y establecidas. Pero hay otro factor de dificultad: aquellos a quienes hemos sometido nuestro entendimiento no tienen interés en que nos liberemos; quieren conservar el dominio que nuestra sumisión les brinda, y para ello nos mantienen en la ignorancia, nos intimidan y nos privan de la libertad. Porque si de algo está seguro Kant es que, aun cuando es difícil y doloroso que el hombre salga de la minoría de edad, es casi inevitable que esto suceda si al hombre se le da libertad. Y en particular hay una cierta libertad que es crucial para que se dé la Ilustración: la libertad de hacer lo que Kant llama “uso público de la razón”. Este vendrá a ser uno de los conceptos más importantes de su artículo. Uso privado y público de la razón Kant es suficientemente agudo para saber que incluso la más excelsa y deseable de las libertades debe tener algún límite en algunas circunstancias. La libertad de usar la razón, por ejemplo, implica la libertad de discutir. Pero la vida, en particular la vida organizada, no podría existir si en absolutamente todos los casos y todas las circunstancias hubiera libertad de controvertir. Ahora bien: ante esta realidad habría que proceder con cuidado, porque fácilmente de ella podrían hacerse derivar limitaciones muy graves a la libertad. ¿Cómo resuelve Kant este problema? Con su famosa distinción entre uso público y privado de la razón. Hay uso público de la razón, dice Kant, cuando el hombre se comporta como si estuviera hablando ante un auditorio, ante un público, es decir como un pensador. Hay uso privado de la razón, por otro lado, cuando el hombre ejercita el entendimiento como parte de una función que le ha sido confiada. Cuando, por ejemplo, me formo una opinión sobre los impuestos, a manera de reflexión que hago como persona que piensa en estos temas, puedo compartir estas ideas con otros como si estuviese hablando a un público que me escucha y con el cual puedo discutir. Hago en ese caso uso público de la razón. Pero supongamos que soy agente de la administración de impuestos, y tengo la misión de cobrar los tributos a los contribuyentes: ese no es el momento ni la ocasión para controvertir sobre la justicia del sistema tributario, pues este no funcionaría si cada vez que llamo a la puerta de un contribuyente se suscita un debate. En este caso debo hacer uso privado de la razón, y pedirle al contribuyente que pague. Ahora bien: Kant es en este punto bastante celoso con la libertad, pues, volviendo al caso anterior, considera que incluso el recaudador de impuestos, en su tiempo libre y cuando actúa como ciudadano deliberativo, tiene todo el derecho de criticar el sistema al cual sirve como funcionario.