Juan Pablo II Catequesis Sobre El Credo

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JUAN PABLO II CATEQUESIS SOBRE EL CREDO I. CREO EN DIOS PADRE PRIMERA PARTE. INTRODUCCIÓN GENERAL 1.1. El anuncio del Evangelio "El que crea y se bautice se salvará" (Mc 16, 16) "¿Cómo van a creer si no oyen hablar de Él?" (Rom 10, 14) 1. El día de Pentecostés, cuando los Apóstoles, reunidos en el Cenáculo, "se llenaron del Espíritu Santo". En aquella circunstancia "vino de repente un ruido del cielo, como de un viento recio" y "vieron aparecer unas lenguas como llamaradas" que se posaron sobre cada uno de ellos. El Cenáculo, hasta entonces cerrado, se abrió de par en par y los apóstoles salieron al encuentro de los peregrinos judíos, presentes aquel día de diversos países. Entonces, Pedro habla a la multitud reunida en torno al Cenáculo. Evoca al Profeta Joel, que había anunciado "la efusión del Espíritu de Dios sobre toda persona", y luego plantea a los que se habían reunido para escucharlo, la cuestión de Jesús de Nazaret. Recuerda cómo Dios había confirmado la misión mesiánica de Jesús "con milagros, prodigios y señales", y después que Jesús fue "entregado, clavado en la cruz y matado", como Dios había confirmado definitivamente su misión por medio de la resurrección: "lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte". Pedro se refiere al Salmo 15 (16), en el cual se contiene el anuncio de la resurrección. Pero, sobre todo, se remite al testimonio propio y al de los otros Apóstoles: "todos nosotros somos testigos" 2. Con el acontecimiento de Pentecostés comenzó el tiempo de la Iglesia. Este tiempo de la Iglesia marca también el comienzo de la evangelización apostólica. Los Apóstoles habían recibido de Cristo el mandato de "ir a todo el mundo, enseñando a todas las naciones" (Mt 28, 19; Mc 16, 15) El anuncio del Evangelio, según el mandato del Redentor, está unido a la llamada al Bautismo, en nombre de la Santísima Trinidad. Así, pues, el día de Pentecostés, a la pregunta de quienes lo escuchaban: "¿Qué hemos de hacer, hermanos?", Pedro responde: "Arrepentíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo" "Ellos recibieron la gracia y se bautizaron, siendo incorporados a la Iglesia aquel día unas tres mil almas". De este modo nació la Iglesia como sociedad de los bautizados, que "perseveraban en oír la enseñanza de los Apóstoles y en la unión fraterna y en la fracción del pan y en la oración" El nacimiento de la Iglesia coincide con el comienzo de la evangelización. Puede decirse que éste es simultáneamente el comienzo de la catequesis. De ahora en adelante, cada uno de los discursos de Pedro es no sólo anuncio de la Buena Nueva sobre Jesucristo, sino también una catequesis que prepara a recibir el Bautismo.

3. Nos remitimos constantemente a estos comienzos. Si "Jesucristo es el mismo ayer y hoy..." (Heb 13, 8), entonces a esa identidad corresponde, la evangelización y la catequesis de la Iglesia. 4. Si la Iglesia también debe en nuestra época "perseverar en oír la enseñanza de los Apóstoles", es indispensable para ello el incansable anuncio del Evangelio "a toda criatura" (Mc 16, 15) El día de Pentecostés Simón Pedro comenzó en Jerusalén la catequesis de la Iglesia, y hoy en día es continuada por su sucesor el Romano Pontífice

1.2. Escucha de la palabra de Dios "El que crea y se bautice se salvará" (Mc 16, 16).

1. Tras el bautismo de unos 30,000, Pedro simultáneamente mostró que es condición imprescindible para la fe el anuncio y la escucha de la Palabra de Dios: " ¿cómo van a creer si no oyen hablar de Él?", advierte San Pablo "¿cómo van a creer si no oyen hablar de Él?" (Rom. 10, 14). 2. Desde su nacimiento en Jerusalén, el día de Pentecostés, la Iglesia "persevera en oír la enseñanza de los Apóstoles", y esto significa el encuentro recíproco en la fe, de los que enseñan y de los que son instruidos. Precisamente esto es la catequesis según la palabra griega (Kátekheo). Esta palabra originariamente significaba "llamar desde arriba" (ex alto) o también "producir eco (Kata = arriba, ekheo = sonar, expresar). De ahí se deriva luego el significado de instruir (cuando la vez del que enseña encuentra eco en la voz del alumno, de manera que la respuesta del alumno es como el eco consciente del maestro). En este sentido la palabra "catequesis" aparece en muchos puntos del Nuevo Testamento, y luego en las obras de los Padres de la Iglesia. Juntamente con ella aparece también la palabra "catecúmeno", que literalmente quiere decir "el que es instruido" Ante todo, la palabra "catecúmeno" se refiere a los que se preparan al bautismo de acuerdo con la orientación que Cristo expresó: "Creerá y será bautizado". 3. Esta precisión del concepto de "catecúmeno" y "catequesis", está vinculada a la praxis de los primeros cristianos. Lo mismo que el día de Pentecostés, así también en todo el período más antiguo de la historia de la Iglesia, recibían la fe y el bautismo ante todo las personas adultas. Al bautismo precedía una preparación adecuada, que se prolongaba por un período de tiempo bastante largo: normalmente de dos a tres años. Esta preparación consistía, no sólo en la exposición de las verdades de la fe y principios de la conducta cristiana, sino también en una introducción gradual de los catecúmenos a la vida de la comunidad eclesial. La catequesis se convertía en la "iniciación", es decir, en la introducción al "mysterium" del bautismo, y luego al conjunto de la vida sacramental, de la que es cumbre y centro la Eucaristía.

Por consiguiente el bautismo es la primera y fundamental consagración de la persona, mediante la cual se entrega al Padre en Jesucristo, con la fuerza del Espíritu Santo que actúa en este sacramento ("el nacimiento del agua y del Espíritu": cf. Jn 3, 5). San Pablo ve en la inmersión en el agua del bautismo, el signo de la inmersión en la muerte redentora de Cristo, para tener parte en la nueva vida sobrenatural, que se manifestó en la resurrección de Cristo (cf. Rom 6, 35). 4. Todo esto testimonia la intensidad y profundidad de la catequesis, que desde los primeros siglos de la Iglesia iba unida, por medio de la institución del catecumenado, a la administración del bautismo y a la admisión a la Eucaristía y a toda la vida sacramental. La Iglesia constantemente "perseveraba en oír la enseñanza de los Apóstoles", y la catequesis como expresión fundamental de ese "perseverar en oír",

1.3. La preparación catequística a la vida sacramental 1. Después cuando se fue afianzando cada vez más universalmente la costumbre de administrar el bautismo a los niños poco después de su nacimiento, comenzó a desaparecer la institución del catecumenado en su forma primitiva. La costumbre de conferir el bautismo a los niños poco después de su nacimiento, se desarrolló como expresión de fe viva de las comunidades y, en primer lugar, de las familias y de los padres; éstos habiendo crecido también ellos en la fe, deseaban este don para sus hijos lo antes posible después del nacimiento. Como es sabido, esta costumbre se mantiene constantemente en la Iglesia como signo del amor preveniente de Dios. 2. ¿Podría afirmarse que esta vida, en cierto sentido, se transforma en un "segundo catecumenado"? Si por "catecumenado" entendemos la instrucción vinculada a la preparación concreta al bautismo, entonces diremos que no. Pero si "catecumenado" significa no tanto dicha instrucción, cuanto la disponibilidad interior proyectada a perseverar en la fe y a madurar en ella, entonces la expresión "segundo catecumenado" tiene un sentido plenamente apropiado. Pues la catequesis responde a una necesidad de la fe: a la necesidad de profesarla, de perseverar y de crecer en ella. 3. Por constituir la vida sacramental de los cristianos una llamada repetida e inmediata a la catequesis, es necesario decir que la apertura a la catequesis, instaurada por el bautismo, no solo se proyecta a la catequesis ocasional, sino sobre todo a la catequesis sistemática: o "instrucción cristiana". En ésta no se trata de adquirir la ciencia "de la religión", sino más bien de profundizar globalmente en los contenidos de la fe. No olvidemos que la catequesis nace de la fe y está al servicio de la fe. Por ello precisamente debe acompañar toda la vida del cristiano, adecuándose a las varias etapas del camino de la vida, a las distintas tareas y obligaciones, a la multiplicidad de situaciones en que va discurriendo dicho camino. Es cuestión de conseguir que la "palabra salida de la boca de Dios" (cf. Mt 4, 4) llegue constantemente hasta el hombre y "no vuelva vacía" (cf. Is 55, 11), sino que resulte siempre fecunda en los varios aspectos de la vida humana.

1.4. Transmitir a los niños y a los adultos el don integral de la fe 1. Hemos recordado ya que la catequesis es obra de la Iglesia, que difunde la Buena Noticia en el mundo y trata de reforzar su vida sacramental por medio de un mejor conocimiento del misterio de Cristo. Al transmitir la verdad de la salvación, la catequesis se ocupa de hacer manifiestos los interrogantes fundamentales nacidos en el corazón humano «sufrimiento, muerte, enfermedad, etc.» y demostrar que Dios ha respondido a través de su Revelación con un don de verdad y vida que supera las expectativas más profundas del hombre (1 Cor 2, 6-9). Su tarea consiste en dar certezas basadas en la autoridad de la Revelación. 2. La catequesis, lejos de levantar dudas o confusión al considerar los problemas, quiere iluminar la inteligencia y vigorizarla con convicciones sólidas. No se puede entender todo, pero lo que se comprende es suficiente para indicar las verdades fundamentales y el significado de la vida. 3. Vale la pena recordar aquí lo que nos dice la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae sobre la integridad del contenido de la catequesis: "A fin de que la ofrenda de su fe sea perfecta, el que se hace discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la "palabra de la fe" no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e integral, en todo su rigor y vigor. Traicionar en algo la integridad del mensaje es vaciar peligrosamente la catequesis misma y comprometer los frutos que de ella tienen derecho a esperar Cristo y la comunidad eclesial" Puede ocurrir que el mensaje parezca difícil de dar a entender y ser aceptado. Circulan en el mundo muchas ideas contrarias a la doctrina evangélica e incluso algunas mantienen una actitud de oposición a cuanto se enseña en nombre de la Iglesia. Ante las resistencias que encuentra quien se dedica a la catequesis, podría verse tentado a echarse atrás, a no exponer el mensaje cristiano con toda su verdad y todas sus exigencias de vida, y a limitarse a algunos puntos más fáciles de admitir. Entonces precisamente debe acordarse de que está encargado de una enseñanza que le supera y debe esforzarse por proponerla como la ha recibido; sobre todo ha de tener conciencia de que en su tarea catequética dispone de una fuerza divina que le hace capaz de transmitir su fe, y que en el corazón de sus oyentes el Espíritu Santo hace que penetre la palabra en la medida en que ésta es fiel a la verdad que debe expresar. 4. El problema de la catequesis es un problema de fe. ¿Quién hubiera pensado en los orígenes de la Iglesia que un reducido número de discípulos de Jesús iba a poder emprender la obra de evangelizar y catequizar a la humanidad entera? Y, sin embargo, así fue: ya desde el principio el mensaje cristiano consiguió penetrar en la mentalidad de un gran número de hombres. Lo que hizo la gracia entonces, y luego a lo largo de los siglos sin cesar, lo sigue realizando también hoy. Por tanto, la catequesis cuenta con la potencia de la gracia para transmitir a los niños y adultos el don integral de la fe. Todo catequista tiene el encargo de comunicar el mensaje cristiano entero, y del mismo Cristo recibe la capacidad de cumplir plenamente esta misión.

1.5 Características de la enseñanza catequística 1. La catequesis plantea problemas de pedagogía. Sabemos por los textos evangélicos que el mismo Jesús quiso afrontarlos. En su predicación a las muchedumbres se sirvió de las parábolas para impartir su doctrina de un modo adecuado a la inteligencia de sus oyentes. En la enseñanza a los discípulos procede gradualmente, teniendo en cuenta sus dificultades en comprender; y así sólo en el segundo período de su vida pública anuncia expresamente su camino doloroso y sólo al final declara abiertamente su identidad de Mesías y también de "Hijo de Dios". Cristo nos ha hecho ver la necesidad de adaptar la catequesis de muchas maneras, según los grupos y personas a los que va dirigida. Nos ha indicado igualmente la índole y límites de dicha adaptación; presentó a sus oyentes toda la doctrina para cuya enseñanza había sido enviado y, ante las resistencias de quienes le escuchaban, expuso su mensaje con todas las exigencias de fe que comportaba. Recordemos el sermón sobre la Eucaristía, con ocasión del milagro de la multiplicación de los panes; no obstante las objeciones y defecciones, Jesús sostuvo su doctrina y pidió a los discípulos su adhesión (Jn 6, 60-69). Al transmitir a sus oyentes la integralidad de su mensaje contaba con la acción iluminadora del Espíritu Santo que iba a hacer comprender más tarde lo que no podía entenderse inmediatamente (Jn 14, 26; 16, 13). Por tanto, tampoco para nosotros la adaptación de la catequesis debe significar reducción o mutilación del contenido de la doctrina revelada, sino más bien esfuerzo por hacer que se acepte con adhesión de fe, a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo. 2. Siguiendo el ejemplo del único Maestro, que es Jesús, en su catequesis, la Iglesia ha procurado adaptarse a las personas a quienes quería comunicar la luz del Evangelio. Los problemas de la adaptación son muchos y difíciles, cambian según lugares y tiempos, y no dejarán de seguir planteándose también en el futuro. Hay que notar que estos problemas hoy están relacionados con los del desarrollo de los nuevos medios de comunicación social. Al lado de formas sencillas y tradicionales de catequesis, hay lugar para una enseñanza catequística que emplee los medios más modernos de la difusión. La Iglesia no puede dejar de alentar los intentos de crear formas nuevas de transmisión de la verdad evangélica. 3. Por consiguiente, la catequesis no pretende estancarse en lo que se hizo anteriormente. La catequesis "tiene necesidad de renovarse continuamente en sus métodos, en la búsqueda de un lenguaje adaptado, en el empleo de nuevos medios de transmisión del mensaje" La necesidad de renovación pide esfuerzo constante de reflexión sobre los resultados obtenidos. No se puede partir del principio de que todo lo nuevo es bueno y fecundo: lo importante es verificar con la experiencia la eficacia del camino que se ha seguido.

4. El Sínodo destacó en especial la necesidad de una enseñanza no improvisada. Si es verdad que “la repetición rutinaria lleva al estancamiento y, en definitiva, a la parálisis”, es preciso reconocer también que “la improvisación irreflexiva engendra desconcierto en los catequizados y en sus padres” Tres características de la enseñanza catequística debemos recordar. a) Debe ser una enseñanza que insista en lo esencial, que “no pretenda abordar todas las cuestiones disputadas”. b) Una enseñanza bastante completa, que no se detenga en el primer anuncio del misterio cristiano, cual lo tenemos en el kerigma c) abierta a todas las esferas de la vida cristiana. El espíritu de fe es esencial a toda catequesis cristiana. No serían suficientes la búsqueda y puesta a punto de los métodos más aptos, si no estuvieran animados de dicho espíritu de fe. Los aspectos científicos de la pedagogía no podrían suplir una falta de fe. En realidad, la fe es la que estimula al catequista a buscar el método mejor para exponer y transmitir la doctrina. La fe es la que constituye el alma de la catequesis e inspira todo el esfuerzo de la pedagogía en la enseñanza religiosa.

1.6. La enseñanza de la doctrina cristiana

1. Para la Iglesia, la labor de catequesis comporta una intensa obra de formación de los catequistas. También en esto nos da luz el ejemplo de Cristo. Durante su ministerio, Jesús se dedicó sobre todo a formar a los que habían de difundir su mensaje por el mundo entero. Consagró mucho tiempo a predicar a las multitudes, pero reservó un tiempo mayor a formar a sus discípulos. El Suscitó en ellos la fe y la hizo crecer progresivamente con una instrucción cada vez más completa. Cuando les confirió la misión de enseñar a todas las gentes, podía confiarles esta tarea, pues les había dotado de la doctrina que debían divulgar, si bien la comprensión plena de ésta les iba a venir del Espíritu Santo que les daría la fuerza divina del apostolado. La formación doctrinal es tanto más necesaria cuando el catequista vive en un mundo donde se difunden ideas y teorías de todo tipo, y con frecuencia incompatibles con el mensaje cristiano. Debe estar capacitado para reaccionar ante lo que ve y oye, y discernir lo que puede ser asumido de lo que debe rechazarse. Si ha asimilado bien la doctrina cristiana y ha entendido bien su significado, podrá enseñarla con fidelidad. 2. Si bien el conocimiento de la doctrina revelada requiere un esfuerzo de la inteligencia, la formación doctrinal debe ser al mismo tiempo una profundización en la fe. La finalidad esencial de la catequesis es la comunicación de la fe, y es ésta la que debe guiar el estudio de la doctrina. 3. La enseñanza de la doctrina cristiana tiene por objetivo la difusión de la fe y no un mero conocimiento de la verdad; tiende a suscitar una adhesión de la inteligencia y del corazón a Cristo y aumentar la comunidad cristiana. Se espera que tengan este espíritu de misión no sólo los catequistas que despliegan su actividad en los llamados países de misión, sino

igualmente todos los catequistas de la Iglesia, sea el que fuere el lugar donde enseñan. El espíritu de misión mueve al catequista a emplear todas sus fuerzas y talentos en la enseñanza.

SEGUNDA PARTE. ¿QUÉ ES LA FE? SECCIÓN I. ORIGEN DE LA FE: RESPUESTA A LA INICIATIVA DE DIOS 2. 1. ¿Qué quiere decir ―creer? 1. Las profesiones de la fe cristiana se llaman también "símbolos de fe". La palabra griega "symbolon" significaba la mitad de un objeto partido (por ejemplo, de un sello) que se presentaba como el signo de reconocimiento. Las partes rotas se juntaban para verificar la identidad del portador. De aquí provienen los ulteriores significados de "símbolo": la prueba de la identidad, las cartas credenciales e incluso un tratado o contrato cuya prueba era el "symbolon". En nuestro caso, los "símbolos" significan la colección de las principales verdades de fe, es decir, de aquello en lo que la Iglesia cree. 2. Entre los varios "símbolos de fe" antiguos, el más autorizado es el "símbolo apostólico". En él se contienen las principales verdades de la fe transmitidas por los Apóstoles de Jesucristo. Otro símbolo antiguo y famoso es el "niceno-constantinopolitano": contiene las mismas verdades de la fe apostólica autorizadamente explicadas en los dos primeros Concilios Ecuménicos de la Iglesia universal: Nicea (325) y Constantinopla (381). 3. Cada uno de los mencionados "símbolos" comienza con la palabra "creo". Efectivamente, cada uno de ellos nos sirve no tanto como instrucción, sino como profesión. La expresión está presente en el lenguaje cotidiano, aún independientemente de todo contenido religioso, y especialmente del cristiano. "Te creo", significa: me fío de ti, estoy convencido de que dices la verdad. "Creo en lo que tú dices" En este uso común de la palabra "creo" se ponen de relieve algunos elementos esenciales. "Creer" significa aceptar y reconocer como verdadero y correspondiente a la realidad el contenido de lo que se dice, esto es, de las palabras de otra persona. 4. La palabra "creo" aparece con frecuencia en las páginas del Evangelio y de toda la Sagrada Escritura. Sería muy útil confrontar y analizar todos los puntos del Antiguo y Nuevo Testamento que nos permiten captar el sentido bíblico del "creer". Al lado del verbo "creer" encontramos también el sustantivo "fe" como una de las expresiones centrales de toda la Biblia. 5. En la Constitución conciliar Dei Verbum del Vaticano II, leemos lo siguiente: "Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf. Ef 1, 9); mediante el cual los hombres, por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina."(cf. Ef 2, 18; 2 Pe 1, 4) Existe un vínculo entre nuestro "credo" cristiano y esa particular "iniciativa" de Dios mismo, que se llama "Revelación". Por esto, la catequesis sobre el "credo" (la fe), hay que realizarla

juntamente con la de la Revelación Divina. La fe está condicionada por la Revelación. Es la respuesta del hombre a la divina Revelación. Es la respuesta del hombre a la divina Revelación.

2.2. El hombre puede llegar con la razón al conocimiento de Dios 1. En la anterior catequesis dijimos que la fe está condicionada por la Revelación y que ésta precede a la fe. Por consiguiente hemos de aclarar la noción de Revelación y verificar su realidad siguiendo la Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II. Pero antes de esto, concentrémonos todavía un poco sobre el sujeto de la fe: sobre el hombre que dice "creo" respondiendo de este modo a Dios que "en su bondad y sabiduría" ha querido "revelarse al hombre". Antes de pronunciar su "credo", el hombre posee ya algún concepto de Dios que obtiene con el esfuerzo de la propia inteligencia. El hombre "puede conocer ciertamente a Dios con la razón natural por medio de las cosas creadas" (Rom 1,20) 2. Un texto clásico sobre el tema de la posibilidad de conocer a Dios a partir de las cosas creadas, lo encontramos en la Carta de San Pablo a los Romanos: “Lo cognoscible de Dios es manifiesto entre ellos, pues Dios se lo manifestó; porque desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, son conocidos mediante las obras. De manera que son inexcusables” (Rom 1, 19-21). Aquí el Apóstol tiene presentes a los hombres que "aprisionan la verdad con la injusticia" (Rom 1, 18). El pecado les impide dar la gloria debida a Dios, a quien todo hombre puede conocer. En el Antiguo Testamento, el libro de la Sabiduría proclama la misma doctrina del Apóstol sobre la posibilidad de llegar al conocimiento de la existencia de Dios a partir de las cosas creadas. "Vanos son por naturaleza todos los hombres, en quienes hay desconocimiento de Dios, y que a partir de los bienes visibles son incapaces de ver al que es, ni por consideración de sus obras conocieron al artífice. Sino que al fuego, al viento, al aire ligero, o al círculo de los astros, o al agua impetuosa, o a las lumbreras del cielo tomaron por dioses rectores del universo. Pues sí, seducidos por su hermosura, los tuvieron por dioses, debieron conocer cuánto mejor es el Señor de ellos, pues es el autor de la belleza quien hizo todas estas cosas. Porque si pueden alcanzar tanta ciencia/ y son capaces de investigar el universo, cómo no conocen más fácilmente al Señor de él?" (Sab 13, 1-9). El pensamiento principal de este pasaje lo encontramos también en la Carta de San Pablo a los Romanos (1, 18-21): Se puede conocer a Dios por sus criaturas; para el entendimiento humano el mundo visible constituye la base de la afirmación de la existencia del Creador invisible. Por tanto, al lado del "yo creo" se encuentra un cierto "yo sé". Este "yo sé " hace relación a la existencia de Dios e incluso a su esencia hasta un cierto grado. Por consiguiente, junto y más allá de un "yo sé", que es propio de la inteligencia del hombre, se sitúa un "yo creo", propio del

cristiano: en efecto, con la fe el creyente tiene acceso, si bien sea en la oscuridad, al misterio de la vida íntima de Dios que se revela.

2.3. Dios que se revela es la fuente de la fe del cristiano

1. Nuestro punto de partida en la catequesis sobre Dios que se revela sigue el texto del Concilio Vaticano II: "Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf. Ef 1, 9): por Cristo, la palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina (cf. Ef 2, 18; 2 Pe 1, 4). Este conocimiento de Dios por medio de la razón, ascendiendo a Él "a partir de las cosas creadas", corresponde a la naturaleza racional del hombre. Corresponde también al designio original de Dios, el cual, al dotar al hombre de esta naturaleza, quiere poder ser conocido por él. "Dios creando y conservando el universo por su Palabra (cf. Jn 1, 3), ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de Sí mismo" (cf. Rom 1, 19-20)" Mediante la atenta y perseverante lectura del testimonio de las criaturas, la razón humana se dirige hacia Dios y se acerca a Él. Esta es, en cierto sentido, la vía "ascendente": por las gradas de las criaturas el hombre se eleva a Dios, leyendo el testimonio del ser, de la verdad, del bien y de la belleza que las criaturas poseen en sí mismas. 2. Esta vía del conocimiento que, en algún sentido, tiene su comienzo en el hombre y en su mente, permite a la criatura subir al Creador. Podemos llamarla la vía del "saber". Hay una segunda vía, la vía de la "fe", que tiene su comienzo exclusivamente en Dios. Pero el testimonio de Dios en las criaturas no puede desvelar a la mente humana estos horizontes sobrenaturales. No abre ante el hombre "el camino de la salvación sobrenatural", camino que está íntimamente unido al "don que Dios hace de Sí" al hombre. Con la revelación de Sí mismo Dios "invita y recibe al hombre a la comunión con El" 3. Sólo teniendo todo esto ante los ojos, podemos captar que es realmente la fe: cuál es el contenido de la expresión "creo". En el conocimiento mediante la fe el hombre acepta como verdad todo el contenido sobrenatural y salvífico de la Revelación; y es que sólo un completo "abandono a Dios" por parte del hombre constituye una respuesta adecuada.

2.4. Jesucristo es el cumplimiento definitivo del misterio de Dios que se revela 1. La fe —lo que se encierra en la expresión "creo"— está en una relación esencial con la Revelación. La respuesta al hecho de que Dios se revela "a Sí mismo" al hombre, y simultáneamente desvela ante él el misterio de la eterna voluntad de salvar al hombre mediante

"la participación de la naturaleza divina", es el "abandono en Dios" por parte del hombre, en el que se manifiesta "la obediencia de la fe". La fe es la obediencia de la razón y de la voluntad a Dios que revela. Esta "obediencia" consiste ante todo en aceptar "como verdad" lo que Dios revela. De este modo, con la obediencia de la razón y de la voluntad a Dios que revela, comienza un modo nuevo de existir de toda la persona humana en relación a Dios.

Con la fe el hombre, ayudado por la gracia sobrenatural, responde de modo original a la ―auto-revelación‖ de Dios Con la fe el hombre acepta de modo convencido y libre las verdades contenidas en la revelación de Dios. SECCION II. LA TRANSMISIÓN DE LA FE CRISTIANA La transmisión de la Revelación divina La inspiración divina de la Sagrada Escritura y su interpretación El Antiguo Testamento El Nuevo Testamento Fe cristiana y religiones no cristianas El problema de la no creencia y del ateísmo Creer de modo cristiano: la fe enraizada en la Palabra de Dios La fe es estímulo a trabajar con empeño por la unión de los cristianos TERCERA PARTE. ¿QUIÉN ES DIOS? SECCIÓN I. LA EXISTENCIA DE DIOS La justa actitud ante Dios Las pruebas de la existencia de Dios Los hombres de ciencia y Dios SECCIÓN II. DIOS PADRE OMNIPOTENTE

El Dios de nuestra fe El que es Dios de infinita majestad El Dios "escondido" Dios: eternidad que comprende todo

Dios: espíritu infinitamente perfecto Dios: Padre Omnipotente El Dios de la Alianza Dios es amor SECCIÓN III. LA SANTÍSIMA TRINIDAD El Dios único es la inefable y Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo El Padre El misterio de la paternidad divina El Hijo El Hijo, Dios-Verbo Espíritu Santo El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo Unidad y distinción de la eterna comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Tres personas distintas y un solo Dios verdadero Dios tres veces santo La santidad de Dios CUARTA PARTE. DIOS CREADOR Y PROVIDENTE SECCIÓN I. LA CREACIÓN DEL MUNDO El misterio de la creación Creo en Dios...Creador del cielo y de la tierra La creación es la llamada del mundo y del hombre de la nada a la existencia La Creación es obra de la Trinidad La creación es revelación de la gloria de Dios La creación y la legítima autonomía de las cosas creadas SECCIÓN II. EL HOMBRE, OBRA DE DIOS El hombre, creado imagen de Dios El hombre, imagen de Dios, es un ser espiritual y corporal El hombre imagen de Dios, es sujeto de conocimiento y de libertad SECCIÓN III. LA PROVIDENCIA DIVINA La Divina Providencia La Divina Providencia: afirmación bíblica ligada a la obra de la creación La Divina Providencia: Sabiduría trascendente que ama La Divina Providencia y la libertad del hombre

La Providencia Divina y el destino del hombre: el misterio de la predestinación en Cristo La Divina Providencia y la presencia del mal y del sufrimiento en el mundo

La Divina Providencia supera el mal en Jesús redentor La Divina Providencia y la condición histórica del hombre de hoy a la luz del Concilio Vaticano II La Divina Providencia y el crecimiento del Reino de Dios SECCIÓN IV. LOS SANTOS ÁNGELES Y LOS DEMONIOS "Creador de las cosas visibles e invisibles" "Creador de los ángeles, seres libres" Creador de las cosas "invisibles": los ángeles La participación de los ángeles en la historia de la salvación La caída de los ángeles rebeldes La victoria de Cristo sobre el espíritu del mal SECCIÓN V. LA CAÍDA DEL HOMBRE Y EL PECADO ORIGINAL El mal en el hombre y en el mundo y el plan divino de salvación El pecado del hombre y el estado de justicia original El primer pecado en la historia del hombre ―peccatum originale" La universalidad del pecado en la historia del hombre. Carácter hereditario del pecado Las enseñanzas de la Iglesia sobre el pecado original Las enseñanzas de la Iglesia sobre el pecado original. Las consecuencias que el pecado ha tenido para la humanidad Estado del hombre caído SECCIÓN VI. EL PECADO COMO RUPTURA CON DIOS Y LA PROMESA DE LA REDENCIÓN Pecado: ruptura de la Alianza con Dios El pecado del hombre y el "pecado del mundo" El pecado como alienación del hombre "Estableceré hostilidades... ": el hombre implicado en la lucha contra las fuerzas de las tinieblas El protoevangelio de la salvación