Jory Strong - Serie Fallon Mates 01 - Vinculando a Krista

El Club de las Excomulgadas Agradecimientos Al Staff Excomulgado: a Mdf30y por la Traducción, a AnaE, Puchunga y Taratu

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El Club de las Excomulgadas

Agradecimientos Al Staff Excomulgado: a Mdf30y por la Traducción, a AnaE, Puchunga y Taratup por la Diagramación y a Angiee por la Lectura Final de este Libro para el Club de Las Excomulgadas… A las Chicas del Club de Las Excomulgadas, que nos acompañaron en cada capítulo, y a Nuestras Lectoras que nos acompañaron y nos acompañan siempre. A Todas…. Gracias!!!

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Corrección, De nuevo a AnaE por la

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El Club de las Excomulgadas

Argumento Para Adan d’Amato y Lyan d’Vesti, solo un vínculo de enlace compartido asegurará la continuación de sus razas. Los científicos del Consejo les han encontrado una compañera en Krista Thomas, un ser humano genéticamente compatible. Según las reglas del consejo Krista debe estar dispuesta, y la vinculación debe llevarse a cabo inmediatamente antes de ser llevada a su mundo, porque una vez que acepte el vínculo, sabrá que Adan y Lyan no son nativos de la

compañera a ellos, y volver a casa. Sólo hay un problema, Krista está huyendo y tiene miedo de involucrar a alguien más en su vida.

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Tierra. Para los guerreros, es una tarea sencilla, ir a la Tierra, vincular su

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo 1 Adan d’Amato hizo una mueca mientras estudiaba la escena frente a él. Llamaban a este sitio el ‘Paraíso del Jugador’, pero era más probablemente el ‘Infierno del Jugador’. Los humanos estaban apiñados como mineros en un viejo transporte Ewellian. Entre el ruido de las máquinas, y el sonido de sus voces, era suficiente para enviar a

Al lado de Adan, Lyan d’Vesti tenía un feroz ceño fruncido. Su estado de ánimo se hizo eco en su mente a través del pensamiento. El Consejo malgasta nuestro tiempo. No encontraremos a ninguna compañera de vínculo aquí. Adan se rió suavemente de la impaciencia de Lyan. Nuestra compañera llegará. Quienquiera que la vigila, no nos enviaría a este lugar si ella no fuese a estar aquí. Lyan resopló. Tienes demasiada confianza en la infalibilidad del Consejo y sus científicos genéticos. Sus predicciones y formulas no siempre son ciertas en el mundo real. ¿No les he dicho eso cada vez que he sido llevado ante ellos para explicar mis acciones? Se divertirían enviándonos a una persecución salvaje, o uniéndonos con una humana con nada de Fallon en ella. Pero si esta compañera humana es inadecuada, entonces tomaré una de mi propia elección. Los Vesti tomamos lo que nos pertenece, cuando es el momento exacto de tomarlo. No rogamos ante la mesa del Consejo. Adan no se molestó en ocultar la diversión en sus pensamientos. Sin duda, has logrado ofender a alguien en el Consejo, si no a todos los miembros. Pero yo he sido un ciudadano modelo. Cuando el marcador en tus genes se correspondió al de una humana, los científicos tenían que saber que me elegirías para completar el vínculo de unión. Sin duda ellos habrían estado agradecidos por la extinción de tus rasgos, pero debido al respeto que tienen por los míos, te hablaron sobre la existencia de la mujer.

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un guerrero menos experimentado a buscar refugio.

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El Club de las Excomulgadas Lyan se movió con impaciencia. Vamos a ver si permaneces tan divertido cuando esto llegue a su fin. Frente a los guerreros, una luz roja comenzó a parpadear de repente. Un sirena sonó y una mujer humana, de edad avanzada y con el pelo teñido de azul, chilló con un tono agudo lo suficientemente alto como para romper un cristal Sarien. Sólo los reflejos perfeccionados por horas de entrenamiento y años de experiencia impidieron que Adan y Lyan usaran los cristales Ylan de sus muñecas, y transmutaran la ofensiva máquina en partículas tan pequeñas que no pudieran ser

Las monedas comenzaron a caer de la máquina que la mujer anciana había estado usando. ¡Monedas! Han pasado miles de años desde que nuestros antepasados estuvieron aquí y sin embargo, los seres humanos siguen evolucionando al ritmo en que se arrastra una babosa Tresor. ¡No me extraña que nuestra apariencia diera lugar a sus leyendas de ángeles y demonios! Adan se encogió de hombros. Alégrate de que algunos de los Fallon se sintieran atraídos por estas humanas y se reprodujeran con ellas. Si fuera por los genes de nuestros antepasados comunes, no habría ninguna esperanza para los Vesti y los Amato, y ambas razas estarían condenadas a la extinción. Lyan trató de apagar la furia que siempre amenazaba con consumirle al mencionar el destino que esperaba a ambas razas en Belizair. Su corazón bramó por el dolor que su hermano mayor y su compañera soportaban. A menos que los científicos genéticos encontraran una solución contra el virus bio-genético que los Hotalings habían soltado en Belizair, el apareamiento de su hermano no produciría ningún niño. Tampoco habría niños para cualquiera de las mujeres Amato o Vesti. Hasta ahora los científicos sólo habían hallado una forma de derrotar al virus Hotaling. Ahora los agentes del Consejo buscaban entre los seres humanos con el fin de identificar a aquellas mujeres que tuvieran el marcador genético común con los Fallon, el ancestro común de los Amato y Vesti.

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recuperadas.

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El Club de las Excomulgadas Toda la esperanza de evitar la extinción estaba en los varones no apareados, sin embargo, todo varón tenía el miedo de no encontrar una compañera adecuada y el conocimiento de que requeriría de un Vesti o un Amato como co-compañero con el fin de producir descendencia. Lyan se obligó a controlar la opresión de su pecho. Él era el primero de su familia en ser emparejado. La continuación de su linaje descansaba en él… y en Adan. Nunca se había sentido atraído por mujeres que no fueran de su raza, pero… mientras ese pensamiento tomaba forma, una mujer entró en el casino y la

De repente, tuvo que luchar por tomar aire, incluso tuvo que esforzarse para mantener el equilibrio. Los cristales Ylan de color púrpura tejidos en las cintas de su muñeca, que llevaban los símbolos del clan de Lyan, quemaron contra su piel, haciéndose eco del intenso calor arremolinándose a través de su torrente sanguíneo. Adan tomó una inhalación brusca, dirigiendo los ojos hacia la mujer. Los cristales Ylan dorado oscuro de sus muñecas hicieron movimientos en espiral cuando sus emociones aumentaron ante el reconocimiento de la presencia de su compañera. “Por el Consejo, es exquisita”, murmuro Adan, mientras colocaba una mano en el hombro de Lyan. Las fosas nasales de Lyan llamearon cuando todos los instintos depredadores dentro de él se concentraron en su compañera. Ella era pequeña, hasta para su propia gente, y vestía de negro, el color de la ropa de un guerrero. Y aun así, su cuerpo estaba hecho para el placer, no para la lucha. Contra el material negro, su cabello era una antorcha de oro. Lyan podía imaginar su calor sedoso al moverse sobre su piel e inflamándolo cada vez más a medida que fluyera sobre sus cuerpos, retorciéndose en la pasión. La fiebre de apareamiento de la raza Vesti brilló justo por debajo de la superficie de su control. Su polla estaba totalmente erecta, dura como una roca, lista. El instinto le impulsaba a saltar ahora, tomarla, unirse a ella, hacerla completamente suya. Un gruñido bajo vibró a lo largo de su garganta.

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necesidad dio un tirón en su polla.

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El Club de las Excomulgadas Como una brisa fresca, la voz de Adan susurró, advirtiéndole. Tomarla de esa manera garantizará que no haya descendencia para ninguno de nosotros. No es de uno o del otro, es de ambos, o no habrá ninguna concepción en absoluto. El gruñido de la garganta de Lyan se hizo más profundo. Gruñó. Malditos Hotalings y lo que hicieron. Deberían dejar a nuestra gente perseguirlos uno por uno y librar al universo de ellos por el uso de las armas bio-genéticas. Y lo haremos. Pero por ahora, alegrémonos de que nuestros científicos hayan encontrado una manera para que podamos evitar la extinción. Nuestra compañera espera. ¿Seguimos aquí de su vientre nuestros linajes sobrevivan? Adan no esperó una respuesta, y dio un paso adelante. Cuando lo hizo, la mujer sintió su movimiento y lo miró. Era un cazador muy hábil para no notar su cuerpo tensarse, preparándose para escapar. Su reacción inundó su ser con el deseo de protegerla, aún cuando la sangre corrió con fuerza a través de su eje, anticipando una persecución. Déjala escapar. La victoria y el acoplamiento sólo serían mucho más intensos. En las bandas de sus muñecas los cristales dorados se arremolinaban en una melodía a tono con su anticipación de una compañera, de un heredero, de la supervivencia de su raza. La voz de Lyan gruñó en su mente. ¿Ahora la lujuria de quién amenaza con dejarnos sin compañera? Ella nos debe aceptar de buen grado o no habrá enlace. Adan se rió suavemente. ¿Realmente dudas de nuestra capacidad para asegurar a nuestra compañera de vínculo? Antes de que esta noche termine, ella nos pertenecerá de todos los modos posibles. ******* Krista Thomas sintió sus miradas, tan pronto como entró al casino. Había estado huyendo tanto tiempo, que su primer pensamiento instintivo fue salir corriendo. Pero a medida que, subrepticiamente, estudió a los dos hombres, dudó. Eran peligrosos, no había duda de eso, pero ¿eran peligrosos para ella?

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discutiendo lo que no podemos cambiar, o vamos y la aseguramos de tal manera que a través

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El Club de las Excomulgadas Se rió silenciosamente, y por una fracción de segundo se permitió liberarse de un poco de la tensión que siempre estaba presente sobre sus hombros. Ciertamente, eran peligrosos para su libido. Dios, eran una fantasía andante. Incluso en Las Vegas, la ciudad del pecado, donde la belleza y riqueza se exhibían las veinticuatro horas del día, los siete días a las semanas, aquellos dos hacían que las cabezas se volvieran. Magníficos no les hacía justicia. Eran impresionantes, con sus feroces y llenos de confianza cuerpos de guerrero y caras ultra-masculinas. Krista quiso apretarse contra ellos, pasar sus manos a través de su sedoso pelo que

Tomó una respiración profunda, sin embargo. La fantasía era un lujo que no podía permitirse. La verdad era que los dos hombres en cuestión, no parecían el tipo de hombres que Alexi contrataría, en realidad, eran todo lo contrario. Pero no podía permitirse el lujo de dejar caer la guardia. Si Alexi la atrapaba… Un escalofrío involuntario corrió a lo largo de la columna vertebral de Krista. Últimamente los hombres que había eludido, parecían estar dispuestos a llevarla viva o muerta. Pronto tendría que llamar al Fiscal de Distrito, y ver si había fecha para el juicio. Era arriesgado contactarlo, pero necesitaba saber si Alexi tenía razones para poner precio a su cabeza. Otro temblor la recorrió. No podía permitirse pensar en ello, no en este momento. Ahora tenía que concentrarse en ganar el dinero suficiente para mantenerse huyendo. Si tenía suerte, podría quedarse en Las Vegas unos días más antes de ser descubierta. Estar allí era un riesgo calculado, especialmente después de Atlantic City, pero apostar era la única manera, o al menos la única manera aceptable, de

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llegaba hasta sus hombros, uno rubio dorado, y el otro negro como el cuervo.

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El Club de las Excomulgadas conseguir el dinero que necesitaba para sobrevivir. Tomó una respiración profunda y se acercó a una fila de máquinas cercanas a las mesas de blackjack. Los crupiers de blackjack estaban haciendo buenos negocios. Por lo que se veía, había una especie de convención de ventas en la ciudad. Krista negó suavemente con la cabeza y silenciosamente se rió de sí misma. Esta era Las Vegas, por supuesto que había una convención. ¿No había siempre una? Pasó los dedos por encima de las fichas de su bolsillo. Su estómago gruñó y se contrajo, recordándole la necesidad imperiosa de comer. Su última comida

vez que se había relajado realmente en un restaurante y había saboreado su comida, parecía haber ocurrido hacía una eternidad. Krista miró a su alrededor, todavía hiperconsciente de lo que la rodeaba, sobre todo de los dos hombres que la miraban. Se detuvo delante de la primera máquina e introdujo una moneda, siendo sólo vagamente consciente del resultado, mientras vigilaba disimuladamente a los dos hombres. El hombre rubio se movió en su dirección. El otro lo siguió inmediatamente. ¿Quedarse o huir? ¿Quedarse o huir? La pregunta destellaba en su mente mientras su instinto de supervivencia se apresuraba a evaluar la situación. Se tensó, y su corazón se aceleró. El hombre de pelo negro como el cuervo tocó ligeramente el brazo de su compañero y aminoraron la marcha. Krista retrocedió hacia la puerta, esperando para ver si se dividían para tratar de atraparla entre ellos. No había duda que esa era su intención. Estaba en sus ojos, en la tensión dura de sus cuerpos. El rubio sonrió, una sonrisa sorprendentemente suave para un hombre que parecía no tener ninguna debilidad. Krista vaciló otra vez. Las apuestas eran muy altas. Si ella se equivocaba sobre los hombres, pagaría un precio terrible, su libertad como

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verdadera había sido días atrás, justo antes de escapar de Los Ángeles. La última

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El Club de las Excomulgadas mínimo, y su vida, finalmente. Pero algo la impulsaba a dejar que se acercaran y por eso se mantuvo firmemente en su lugar. Krista no sabía si se trataba de anticipación o temor, lo que hacía que su corazón tronara en sus oídos y sus nervios hormiguearan cuando los dos hombres se detuvieron frente a ella. Eran tan grandes que se sentía rodeada por ellos, aún cuando le habían dejado una ruta de escape, al no ponerse entre ella y la puerta. “Soy Adan d’Amato”, dijo el rubio, ofreciéndole la mano.

de plata que llevaba puesta. Estaba tallada de manera ornamental con enormes bestias que asemejaban a los tigres dientes de sable, pero lo que mantuvo su atención fueron los cristales de color dorado oscuro que había en su centro. Nunca había visto algo igual. Con la iluminación del casino la gema parecía como si arremolinara y cambiara, casi como si estuviera viva. Una segunda mano se movió en su línea de visión, apartando sus ojos del cristal dorado. “Soy Lyan d’Vesti”, dijo el hombre de cabello oscuro. El también llevaba pulseras talladas, aunque los cristales de color purpura de sus muñecas estaban entre dragones, o tal vez… algún tipo de criaturas aladas. Krista, con suavidad, trató de separar su mano del apretón de Adan, pero él la sostenía firmemente, y antes de que pudiera decirle que la soltara, Lyan le tomó la otra mano. Tan pronto como su piel tocó la suya, un placer intenso recorrió los brazos de Krista como una oleada erótica de electricidad. Sus pezones se apretaron en puntas duras, necesitados, mientras un tipo diferente de hambre se movió por su abdomen e hizo latir su clítoris y sus labios inferiores se hincharon. Jadeó involuntariamente y justo cuando su cara enrojecía con una combinación de vergüenza y lujuria, levantó la mirada para examinar las caras de Adan y Lyan. Ellos tenían una idéntica expresión de satisfacción y anticipación… y de posesión. ******

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Krista puso su mano en la suya, momentáneamente paralizada por la ancha pulsera

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El Club de las Excomulgadas ¡Por el Consejo, ella es nuestra! La voz de Adan penetró en la bruma roja de deseo que había llenado por completo la mente de Lyan, ante el primer contacto con su compañera. Vamos a sacarla de aquí. ¡Mi polla amenaza con romper esta vestimenta primitiva!, Lyan apostilló. Como lo hace la mía. Pero ahora mismo ella empieza a entrar en pánico. Tenemos que calmarla y ser suaves con ella. Dijo Adan, llevando la mano de su pareja a sus labios y besándole suavemente la palma de la mano. Sus ojos se agrandaron y oscurecieron

él. “Krista.” “Krista”, Adan respiró. Probó su nombre. La sensación sobre su lengua. Era la correcta. “Acabamos de llegar a tu ciudad. ¿Quieres unirte a nosotros para una comida?” La voz de Lyan gruñó en su mente. Yo la extendería ante mí y saborearía cada centímetro de su piel. Me deleitaría con el deseo de que no pertenezca a ningún otro de ahora en adelante. Adan se rio entre dientes. Para un gran cazador Vesti, te falta paciencia, amigo mío. No me incites. Incluso ahora estoy luchando contra mi propia naturaleza. ¡Malditos fueran los Hotalings y sus armas! Si no fuera por ellos, el tomaría simplemente lo que deseaba. No tendría que compartir nada con su compañero, incluso si este era Adan, ¡un amigo por el cual moriría! Compartir no era la costumbre Vesti. Ellos no eran Amato, que establecían lazos en cualquier variación en la que estuvieran de acuerdo los involucrados. Los Vesti tomaban una compañera y la poseían completa y totalmente, a fondo, de cada modo que un hombre puede reclamar a su mujer.

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mientras un pequeño escalofrío pasaba a través de ella. “¿Y tú te llamas?”, preguntó

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El Club de las Excomulgadas Lyan respiró hondo y obligó a sus pensamientos a ir en otra dirección. Lo hecho, hecho estaba. No se trataba de una situación para entrar a toda prisa, sólo para lamentarlo más tarde. Quería a Adan como a un hermano. No había ningún otro al que soportara ver cubrir a su compañera… la de ambos, que bombeara en ella repetidamente, mientras ella gritara de placer. Sus mandíbulas se apretaron y la necesidad de acariciar con sus labios el punto sensible de la base del cuello de Krista, para finalmente dejar salir sus dientes de apareamiento de sus vainas ocultas y hundirlos en su cuerpo, marcándola, haciéndole imposible escapar de él. Refunfuñó en la mente de Adan. ¡Sigamos

La sonrisa de Adan frotaba como papel de lija contra la lujuria de Lyan. Mientras tú estabas ocupado fantaseando sobre nuestra compañera, yo estaba ocupado consiguiendo que aceptara cenar con nosotros. ¿Estás listo para unirte a la conversación ahora… antes de que ella decida que en verdad eres la bestia por la cual te pusieron el nombre? Lyan gruñó en respuesta, pero soltó la mano de Krista y deslizó sus dedos hacia arriba, para poder ahuecar su codo, mientras se desplazaban por el casino lleno de gente.

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adelante con esto!

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Capitulo 2 Krista se estremeció al permitir que Adan y Lyan la ayudaran a sentarse en el restaurante de estilo mexicano del casino. Ellos habían elegido una esquina tranquila y apartada. Tan pronto como el camarero se marchó a buscar sus bebidas, Krista se escondió detrás de su menú abierto, agradecida por la posibilidad de relajarse por un momento. Aunque no podía ver a Adan y Lyan, pudo sentir el calor emanando de

mismo tiempo, haciendo que se sintiera protegida. Era la primera vez que se sentía segura en meses. Es mejor que no te acostumbres, la voz de la razón susurro a través de ella. El miedo es lo que te ha mantenido viva. Su mano tembló ligeramente. El agotamiento emocional y la desesperación amenazaron con hundirla. Respiró hondo y apartó los sentimientos destructivos. Necesitaba algún tiempo de tranquilidad. Si permanecía inactiva sabía que terminaría muerta. Unos dedos acariciaron su hombro y ella se sorprendió, lista para saltar de su asiento, hasta que la voz suave de Adan la tranquilizó. “¿Estás lista para ordenar? Lyan y yo pensábamos probar las fajitas. ¿Te gustaría compartir con nosotros lo que hemos elegido?” Krista bajó el menú. Había estado tan atrapada con su propia confusión que no lo había mirado, y mucho menos pensado en lo que quería comer. Su daiquiri de fresa estaba frente a ella y el camarero se acercó, preparado para tomar su orden, para pasar a algún otro cliente. Ella cerró el menú, y se lo dio con una sonrisa. “Las fajitas están bien.”

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sus cuerpos mientras se sentaban a ambos lados de ella, conteniéndola, pero al

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El Club de las Excomulgadas El camarero desapareció de nuevo, sólo que esta vez ella no tenía nada para esconder sus pensamientos. Krista respiró hondo para centrarse mientras estudiaba a los dos hombres que compartían su mesa. Ellos parecían salidos directamente de una fantasía erótica. Placer incomparable y deseo oscuro. Ella quiso derretirse en ellos, rodearse de su fuerza. Adan se acercó y cubrió su mano con la suya. El calor de su mano contrastó bruscamente con la suavidad fría de la mesa de madera. “Cuéntanos sobre ti”,

Sólo su voz despertaba el deseo en sus terminaciones nerviosas, apretando sus pezones y haciendo que su coño se humedeciera, preparándola para él. Con una pequeña inhalación, ella trató de estabilizarse. No podía permitirse implicar a alguien más en su vida ahora mismo. A regañadientes sacó su mano de debajo de la de Adan. “No hay mucho que contar”, dijo, cambiando su atención hacia Lyan, con la esperanza de que eso le permitiera distraerse, y disminuyera el dolor entre sus muslos. No funcionó. La cara de Lyan estaba ligeramente sonrojada. Sus ojos negros como el carbón se concentraban en ella con una intención hambrienta. Él era todo un depredador, un hombre cuya naturaleza exigía sumisión. Krista sabía que eso debería asustarla, no excitarla y tentarla. Se apresuró en concentrar su atención en el daiquiri de fresa que estaba frente a ella y lo alcanzó, apenas capaz de evitar que su mano temblara. La bebida fría se deslizó por su garganta. ¿Qué iba a hacer sobre esto, sobre ellos? ¿Por qué no dejas que la naturaleza siga su curso? La voz de la lujuria susurró en su mente.

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exhortó.

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El Club de las Excomulgadas ¿Y terminar durmiendo con ambos? Imágenes eróticas pasaron por la mente de Krista. Era su fantasía favorita, aunque Adan y Lyan eran mejores en carne y hueso, que cualquiera de los compañeros con los que había soñado. Con resolución apartó esos pensamientos. Una cosa era fantasear, y otra estar con dos hombres reales, a la vez. Una vez más, los dedos de Adan la acariciaron a lo largo del hombro. “Vamos,

Krista sonrió a pesar de la oleada de tristeza que se apoderó de ella. Cuando esto acabara… si lograba sobrevivir… a lo mejor lograría hacer de nuevo, lo que adoraba hacer. “Soy maestra.” Adan sonrió abiertamente. “Tal vez me inscriba en alguna de tus clases.” Le tomó la mano y la llevó a sus labios, presionando un suave beso en la palma de la mano. “Dime lo que me enseñarías.” “No estoy segura de poder enseñarte algo nuevo.” Su voz pareció ronca hasta para sus propios oídos. Sintió que él sonreía contra su palma, lo vio en la arruga de sus ojos. El presionó otro beso en su palma y acarició la piel suave que cubría su mano. Con cada caricia su conciencia de él aumentó. Para distraerse, dijo, “Enseño matemáticas en la escuela secundaria.” Los ojos de Adan se oscurecieron. “Entonces te gustan los niños.” “Sí. Muchísimo.” “Pero no tienes ninguno propio.” “No, todavía no. ¿Y tú?” Adan sonrió. “No. No he encontrado una compañera de vínculo hasta ahora.”

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cuéntanos un poco sobre ti. ¿En que trabajas?”

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El Club de las Excomulgadas “¿Una compañera de vínculo?” Adan vaciló. “Una esposa compartida. Una compañera para tener niños con ella.” Krista cerró los ojos brevemente, excitada por la fantasía erótica que él estaba tejiendo, por la ilusión que formaba. Su alma anhelaba el mundo que él estaba creando con sus palabras, y quiso refugiarse en él, para que se convirtiera en su realidad. Estaba tan mojada que podía oler su propia excitación y se preguntó si ellos también podrían hacerlo.

en su pecho, en la marca clara de sus pezones. Su deseo era evidente, allí mismo para cualquiera que mirara, y Krista sabía que si ella lo permitiera, él se inclinaría a través de la mesa y succionaría las puntas de sus hinchados pechos en ese mismo momento. Se lamió los labios nerviosamente y vio la cara de Lyan tensarse. La oleada de poder femenino afectó a Krista de una forma tan emocionante como desconocida. En ese momento quería llevarlos a un dormitorio y experimentar su fantasía. Adan lentamente pasó su lengua a lo largo de la línea de la vida que cruzaba su palma de la mano. “¿Cómo es que estás sin reclamar?” Ella apartó su fantasía y le dijo: “He estado viajando mucho últimamente. Eso no deja ningún espacio para poder implicarte con alguien.” Sabía que era el momento perfecto para establecer límites, para decirles que no estaba disponible incluso para una sola noche, que no deberían estar sentados con ella ahora mismo, pero no pudo hacerlo. El calor y el deseo la atraían a ellos, tan fuertemente como una polilla se sentía atraída por una llama. Las cejas de Adan se elevaron interrogadoras. “¿Viajas con tus estudiantes?” “No. Estoy entre dos empleos en este momento.” “¿Vives aquí en Las Vegas?”, preguntó Adan.

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Un gruñido bajo de Lyan llamó la atención de Krista hacia él. Sus ojos estaban fijos

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El Club de las Excomulgadas Krista negó con la cabeza. “Sólo estoy de visita. ¿Y ustedes?” Los dos hombres intercambiaron una mirada y un poco del recelo de Krista volvió. Como si sintieran su sospecha, Adan sonrió y dijo: “Al igual que tú, también estamos viajando.” Su respuesta parecía una evasión, pero Krista decidió no presionarle de nuevo. ¿Qué sentido tendría? Este momento era un estallido de luz y fantasía, algo para saborear mientras evadía la oscuridad de ser atrapada por Alexi y trataba de

La frialdad de la realidad volvió, y lentamente retiró su mano de las manos de Adan. Sería injusto para ellos atraerlos a su vida. No podía saber qué precio podrían tener que pagar. El camarero llegó con una fuente caliente de comida. El estómago de Krista gruñó y se le hizo agua la boca, mientras tomaba una tortilla mexicana y comenzaba a hacerse una fajita. Durante bastante tiempo, no pudo hacer nada más que concentrarse en su comida. Había pasado tanto tiempo desde que todo lo que podía hacer era tomar su comida para luego seguir moviéndose. Cuando finalmente estuvo llena, dejó que el camarero retirara su plato. Adan aún no había terminado de comer, así que Krista llevó su a atención hacia Lyan, el más callado. “¿Cuánto tiempo van a estar en Las Vegas?”, le preguntó. “Sólo el tiempo que precisemos.” Krista se rió de la respuesta críptica. “¿No te gusta apostar?” Los ojos de Lyan llamearon mientras se acercaba más a ella. “El resultado no está en duda. Nos marcharemos con lo que vinimos a buscar.” Escalofríos bailaron por la columna vertebral de Krista, impulsándola a cerrar el espacio y presionar sus labios contra los suyos, a pesar de que parte de su alarma interna le señalaba que debería huir. En su desesperación, trató de hacerse con el

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mantenerse viva.

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El Club de las Excomulgadas control de sus emociones en conflicto y volver a mantener una conversación educada. “¿Qué clase de trabajo hacen?” Hubo una breve pausa cuando Lyan miró a Adan, y luego devolvió su mirada a Krista. “Somos cazadores de recompensas.” Un ruido blanco llenó su mente y por un segundo Krista pensó que iba a desmayarse. Sólo la fuerza de voluntad le impidió darle la bienvenida a ese tipo de

El miedo casi le hizo insoportable respirar. Ella había sabido desde que estaba en Nueva York, que Alexi había empezado a contratar a hombres que no eran miembros de su organización para tratar de localizarla. Los dedos de Adan acariciaron suavemente su hombro, sólo que esta vez no hubo ningún placer en su toque. “No es tan terrible como parece”, murmuró. Ella quiso reír histéricamente. En cambio, lucho por mantener su ingenio. El camarero reapareció y les preguntó si deseaban algún postre. Krista se obligó a sonreír y pedir flan, luego mientras el camarero le ofrecía las sugerencia a Adan, ella rápidamente se excusó y se dirigió hacia las señales que indicaban los servicios. Tan pronto como dobló la esquina, se escapó del restaurante y huyó corriendo del casino. ****** “No me gusta esto”, dijo Lyan mientras observaba el postre que estaba sin tocar en el asiento de Krista. Seguramente nuestra compañera no piensa que su aspecto está tan mal, como para tener que arreglarse durante un período tan largo de tiempo. “No me gusta, tampoco”, estuvo de acuerdo Adan con el ceño fruncido. Se puso de pie. “Buscaré a alguien para que compruebe el cuarto de baño.”

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escape en el olvido.

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El Club de las Excomulgadas Lyan asintió, y miró como Adan caminaba a través del restaurante. En cuestión de segundos el camarero se acercó a la mesa, tal vez sintiendo que algo no estaba bien, y con ganas de asegurarse que la cena fuera pagada antes de que la situación se deteriorara más. Lyan tomó la cuenta y rápidamente la pagó, asegurándose de dar una propina generosa. Era una cosa muy pequeña para él, un hábito desarrollado durante muchos años. Propinas generosas a veces facilitaban el flujo de información, si no hoy, entonces en algún momento futuro. Frunció el ceño ante la idea. Una vez que su compañera estuviera asegurada, esperaba que no tener que volver a este planeta primitivo.

pasaran entre ellos, que su compañera se había ido. ¿Fue secuestrada? No. Fue vista escapando del restaurante. Había dolor en las palabras de Adan, un dolor que resonó en el pecho de Lyan. La encontraremos. Adan asintió. Y cuando lo hagamos, tú la marcarás del modo que lo hace tu raza, para que no pueda escapar de nosotros otra vez. Estoy de acuerdo.

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La cara de Adan era tempestuosa cuando regresó. Lyan supo sin que las palabras

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Capitulo 3 Cuando el pánico de Krista disminuyó, la voz de la razón se reafirmó y se sintió culpable por escapar de Adan y Lyan. Puede que fueran cazadores de recompensas, pero no la perseguían a ella. No podía ser. Todo su ser femenino gritaba que habían estado buscando su propio placer, habían estado intentando seducirla, no entregarla a otro hombre. No se habrían atrevido a tocarla si esa fuera su intención. Incluso si no conocían la verdadera razón por la

sido advertidos de que cualquier otra cosa aparte de capturarla y llevarla hasta él, significaría sus muertes. Krista quería meterse bajo sábanas calientes y fingir que todo esto era una pesadilla. Pero no podía. Un hombre había sido asesinado ante sus ojos. Y no cualquier hombre, un policía. Su corazón se tambaleó al recordarlo. Ella lloró por el hombre y su familia, su esposa y su pequeña hija, a pesar de que nunca había conocido a ninguno de ellos. Ni siquiera había sabido que era un agente encubierto hasta unos meses más tarde, después de haberse escapado de Alexi y haber visto un artículo en el periódico que explicaba cómo el cuerpo del policía había aparecido varado en una playa y había sido encontrado por un turista. Incluso ahora, la escena en la casa de la piscina se desplegaba en sus sueños y en los momentos en que su mente bajaba la guardia. Si sólo se hubiera quedado en el comedor cuando Alexi le había dicho que no…

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que estaba siendo perseguida, habrían sabido sobre la obsesión de Alexi, y habrían

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El Club de las Excomulgadas Pero entonces, ella no habría sido testigo del asesinato, y no habría sabido lo que era Alexi hasta después de haberse casado con él. Tenía que permanecer con vida, para dar testimonio por el hombre que había perdido la suya, para ver que la justicia prevalecía en su nombre. Krista empujó lejos su miedo y pensó en Adan y Lyan. Alexi nunca habría enviado unos hombres con su apariencia, hombres que exudaran poder y magnetismo animal como ellos lo hacían.

Había otros vehículos en los surtidores, ella los examinó, cautelosa, aunque sabía que sólo la mala suerte haría que fuera reconocida en ese lugar. Krista se armó de valor para hacer la llamada telefónica. Se sabía el número de memoria, conocía la voz del fiscal, aunque no conocía la cara que iba con esa voz. “¿Hay ya una fecha?”, preguntó, sin molestarse en identificarse. “¿Dónde estás?” “En movimiento.” “Krista, esto es peligroso. Por favor, vete a la comisaría más cercana, conseguiré que entres en el programa de Protección de Testigos.” “¿Hay alguna fecha?”, pregunto, dispuesta a darle otra oportunidad de responder, antes de colgar. Desde el momento que había denunciado el asesinato, había estado insegura de en quién podía confiar. “No. Estas cosas llevan tiempo. Mira, Krista…” “Llamaré otra vez”, dijo ella y colgó, con miedo a quedarse en línea el tiempo suficiente para que la llamada pudiera ser rastreada.

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Salió de la carretera en la siguiente rampa de salida y se detuvo en una gasolinera.

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El Club de las Excomulgadas El teléfono comenzó a sonar inmediatamente y un miedo puro la azotó al darse cuenta de que adivinaría desde donde llamó, tan pronto como alguien contestara el teléfono y le dijera donde estaba localizado. Levantó el auricular y oyó la voz del fiscal. Sin responder, cortó la comunicación. Incluso si hubiera querido, no había ningún modo de cortar el cable telefónico. Lo mejor que podía hacer para retrasar lo inevitable, era dejarlo descolgado y huir de esa zona. La adrenalina en su sistema aumentó y corrió con más fuerza, amenazando con

vez. Si no había fecha para el juicio, entonces Alexi probablemente esperaba atraparla con vida, obligarla a casarse con él y vivir como una prisionera en su costosa casa. No le permitiría hablar por teléfono, ni ver a nadie que él no aprobara, y nunca podría testificar en su contra. Su obsesión era una maldición y una bendición, ya que sin ella estaría muerta. Krista decidió volver a Las Vegas. Era un lugar muy grande, el mejor lugar para jugar sin llamar la atención por su talento para las matemáticas, y era la mejor posibilidad de obtener ganancias. Y si veía a Adan y Lyan otra vez… Su corazón se apretó en una reacción dolorosa y se abstuvo de pensar en ellos. No había ninguna razón para torturarse a sí misma. Tenía que concentrarse en mantenerse con vida. ****** Adan y Lyan no les hizo gracia encontrar al visitante de pelo oscuro que esperaba en su suite del hotel, después de otro día de visitar casinos y buscar a su compañera de vínculo. Ya habían pasado tres días horrorosos en este infierno de juego, pero no habían tenido ni un solo avistamiento de Krista. ¿Por qué estás aquí, Kye?, preguntó Lyan. No hizo ningún esfuerzo para ocultar el gruñido hostil de su tono.

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ponerla físicamente enferma. Pero, finalmente, se estabilizó y ella pudo pensar otra

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El Club de las Excomulgadas ¡Me hieres, primo! La sonrisa de superioridad y diversión no contenida, hizo ver que sus palabras no eran ciertas. El visitante miró a su alrededor. He venido hasta aquí para ver cómo van con su hermosa compañera de vínculo. ¿Dónde está? Frunció el ceño, su mirada oscilaba entre Adan a Lyan. Nunca he sabido que ninguno de ustedes haya bajado la guardia. Seguramente han estado tan abrumados por la lujuria, que los cristales Ylan fallaron y ella vio su verdadera forma. Cuando su comentario fue recibido con gruñidos duales, Kye se relajó y dijo. Cierto, ella es una cosa diminuta, pero no se pierde fácilmente. ¿Se les olvidó y la dejaron en el vestíbulo? Se levantó como si fuera a buscarla. Lyan gruñó, tenso y listo para lanzarse contra su primo, más que dispuesto a

entre Kye que sonreía abiertamente y Lyan que fruncía el ceño. ¿Vienes por encargo del Consejo o para crear problemas? Preguntó Adan. Kye extendió sus manos. Uno de los científicos del Consejo envió un mensaje de que quizás hubo un error y la mujer no es su compañera verdadera, ya que no han regresado con ella y tampoco han sido vistos juntos después de la primera reunión. Me ofrecí para verificar el asunto. Si ella no es la suya, entonces le buscarán otros compañeros de vínculo. Saben que ella es demasiado valiosa como para dejarla en este planeta primitivo. Sonrió abiertamente a su primo. Aunque yo siempre he admirado el fuego de las mujeres pelirrojas, el pelo de tu compañera avergüenza al sol mismo. Dado que tú y yo somos de la misma línea, quizás… ¡No lo digas!, interrumpió Adan. ¡O me uniré a Lyan para darte una lección y pasaran muchos meses antes de que seas útil para cualquier mujer! Ella es nuestra. Nadie la alejará de nosotros. Kye sonrió. Tregua, entonces. Puedo ver la verdad en la cara de mi primo… y en otros lugares. La fiebre de apareamiento Vesti lo tomó fuertemente. Poco a poco la diversión de Kye se evaporó y fue sustituida por honesta preocupación. ¿Qué ha pasado con su compañera? Ahora lo pregunto por preocupación, por ustedes, así como por su mujer. ¿Se ofendió por la idea de tomar dos compañeros? ¿Estás seguro que los cristales Ylan no fallaron? He oído decir que algunas de las mujeres pueden vernos como realmente somos. No pensé que ella fuera una de ellas, pero no soy su compañero.

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desahogar su frustración en Kye. Adan se movió hacia adelante, un parachoques

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El Club de las Excomulgadas Lyan dio un gruñido frustrado y caminó con paso majestuoso hasta la cama. No lo sabemos, primo. Parecía que todo iba bien con Krista, y de repente escapó del restaurante y nos dejó sentados como los pescadores Ewellian en un mar muerto. ¿No la marcaste? El gruñido de Lyan fue fuerte y salvaje. Kye se encogió. No lo hiciste. No hubo oportunidad, dijo Adan, y luego estudió al primo de Lyan durante un largo momento. Kye era de su misma edad y estatura, pero sus emociones no llameaban

hombres de la familia de Lyan, Kye fue entrenado como un cazador de recompensas, un encargado de la ley, al igual que lo eran los hombres de la familia de Adan. Pero a diferencia de la mayoría de los Vesti, quienes todavía no aceptaban por completo que las necesidades de todos se resolverían mejor con la cooperación, más que con la competencia feroz, Kye servía al Consejo que los gobernaba a ambos y trataba de ayudar a varias razas a sobrevivir de la extinción genética después de que los Hotaling soltaran sus armas bio-genéticas. Una sospecha llenó la mente de Adan cuando se dio cuenta de que Kye sabía que su compañera era pequeña y de pelo rubio. En raras ocasiones, cuando los científicos del Consejo temían que pudieran perder la pista de una compañera de vínculo potencial, enviaban a uno de sus cazadores para implantar un diminuto chip de rastreo. Se hacía a distancia, con un dispositivo especial, de modo que la mujer no se asustara o se diera cuenta. La picadura no era más dolorosa que la de un insecto y el chip era fácilmente destruido una vez que ella fuera asegurada y apareada. La presencia de Kye sugería que podría haber un modo de salvar la situación, sin la humillación de ir ante el Consejo y admitir que no habían conseguido vincular a su compañera. Adan trató de calmar su creciente excitación, cuando consideraba cuales preguntas los llevarían hasta Krista.

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en la superficie, como lo hacían las de Lyan tan a menudo. Como muchos de los

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El Club de las Excomulgadas Ningún varón, mucho menos un cazador de recompensas, quería admitir que su compañera podía eludirlo tan fñacilmente. Pero más allá de la certeza de que Krista les pertenecía, no sabían lo suficiente sobre su compañera para encontrarla, sobre todo si se iba de la ciudad, como ellos temían que pudiera hacer finalmente. Adan dio un rápido vistazo hacia Lyan. Su amigo estaba ahora estirado en la cama, como meditando. Adan hizo una mueca de simpatía, al ver la protuberancia que tensaba la incómoda tela de los pantalones de Lyan. La fiebre del apareamiento Vesti podía llevar al dolor extremo al igual que al placer extremo.

Sí. El Consejo me envió hace seis meses terrestres. ¿A esta ciudad? No. San Francisco, Los Ángeles, Atlantic City, y finalmente a Nueva York. Pero hay muchos lugares más pequeños en medio, muchos de ellos infiernos de juego, como este. Ha sido un trabajo muy difícil. ¿Una compañera de vinculación potencial? Sí. ¿Tuviste éxito al final? Por supuesto, aunque fue la caza más difícil que he emprendido nunca. No había ninguna lógica en sus patrones de viaje, y fui obstaculizado por nuestras reglas. El rodó sus ojos. Los medios de transporte aquí son insoportablemente lentos. ¿Entonces no has estado en esta ciudad antes? No. Pero eso no es ninguna sorpresa. La mayor parte de la gente que encontrarás aquí es de otros lugares. Los ojos de Adan se estrecharon. Kye sonrió ligeramente.

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¿Has estado en este planeta antes?, preguntó Adan, dirigiendo su atención a Kye.

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El Club de las Excomulgadas ¿No has visto mucho de la ciudad entonces?, preguntó Adan. No. Sólo algunos casinos. Ninguno memorable, excepto el Paraíso del Jugador. Bebí en una de sus pequeñas bares y disfrute de una de sus maravillosas comidas anoche. ¿Sabes? La atención de Adan se agudizó. Era el casino donde encontraron a su compañera. El único lugar en el que estaban seguros, que Krista no estaría. Sí. Pero hay muchos restaurantes en el casino. ¿Cuál elegiste? Kye se inclinó hacia atrás en la silla, como si tratara de recordar. Adan se rió y se

Lyan y yo comimos unas excelentes fajitas allí. Ese plato me parece familiar. ¡Quizás fuera el mismo lugar! Algo que ellos llaman mexicano. Lyan y Adan se pusieron de pie antes de que Kye hubiera terminado la frase. ¿Te habrás ido cuando volvamos?, preguntó Lyan, con un gruñido bajo en la cabeza de su primo. Kye se rió entre dientes. Sí. Aunque he visto tres varones unidos a una mujer, no pienso que esta sería una buena unión. Adan sacudió la cabeza por la indiferencia de Kye ante el peligro. Pero cuando Lyan se volvió para hacer daño físico a su primo, Adan se rió y dijo, disfrutaré domando a nuestra compañera mientras tú te diviertes por aquí. Lyan gruñó a su primo. Asegúrate de que ya estemos unidos a nuestra compañera antes de dejarte ver otra vez. Kye sonrió abiertamente. Por supuesto, primo. Quizás visite a tu familia y les de noticias a tus hermanos sobre tu compañera. Estoy seguro que disfrutarán de oír el relato de tu conquista. Los ojos de Lyan se estrecharon. Sus dientes brillaron cuando gruñó a Kye. Adan se rió. Cuidado, Kye, incluso ahora mismo, las miradas del Consejo en la Tierra, pueden

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encogió de hombros. No importa, tal vez la comida es igual de buena en todo el casino.

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El Club de las Excomulgadas estar sobre tu compañera. Puedes estar seguro de que Lyan y yo disfrutaremos viendo como la buscas y tendremos el placer de ver a tu compañera ponerte de rodillas. La risa de Kye se unió a sus palabras. Ese día nunca llegará. A partir del momento en que mi compañera sepa de mi existencia, ella entenderá a quien pertenece y sólo se preocupará en complacerme. Adan movió la cabeza con incredulidad. Lyan se rió a carcajadas. Antes de que ellos pudieran salir, la expresión de Kye se puso seria y detuvo a

búsqueda. Está preocupada por tu hermano. Zeraac se ha ofrecido para otra misión, más peligrosa que la última. Ella espera que vuelvas con una compañera vinculada y la promesa de darle sobrinas y sobrinos que lo ayuden a levantarse y le den una razón para esperar con esperanza el futuro.” El dolor atravesó a Adan con la sola mención de su hermano mayor. Había visto los cambios en Zeraac, y temía por él. El virus Hotaling había sido una maldición doble, dejando a su hermano completamente estéril y aún más devastado cuando la mujer con la que se había comprometido, había decidido en contra de la unión, prefiriendo unirse a otro compañero, con la esperanza de que los científicos encontraran algún modo para que ella pudiera reproducirse. “¿Hablarías con Zeraac para pedirle que espere hasta que volvamos con Krista?” Kye asintió. “Iré ahora.”

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Adan con una mano en su brazo. “Tu madre desea un regreso rápido de tu

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Capitulo 4 Krista entró en el Paraíso del Jugador por cuarta noche consecutiva. No esperaba encontrar a Lyan o Adan, ellos probablemente habrían decidió que otro casino satisfacía más sus gustos, o quizá, ya habrían vuelto a casa. Era igualmente bueno. Había logrado lo que necesitaba. Tenía el dinero suficiente para mantenerse en movimiento y la experiencia le decía que ahora estaba en un tiempo prestado. No

Krista se estremeció. Durante las últimas veinticuatro horas, sintió varias veces como si alguien observara. No había visto a nadie, y la vigilancia se sentía de alguna manera diferente de lo que había sentido en otras ciudades, no amenazante, pero podría ser sólo por estar en Las Vegas. Esta ciudad brillaba con el entusiasmo y la energía. Se metió en uno de los bares más pequeños del casino para tomar una copa, mientras la multitud de gente que cenaba salía del restaurante mexicano. El bar estaba lleno, pero no se fue. Se sentó en una esquina, desde donde podía ver la puerta. Unos instantes más tarde, su corazón dio un salto y la conciencia tocó cada terminación nerviosa, cuando Adan entró en el bar. Krista casi podía creer que él la buscaba. Su cuerpo estaba tenso y sus ojos exploraron el bar, encontrándola casi inmediatamente. Sus ojos se encontraron y ella sintió como si un calor líquido fluyera en su corazón, y luego viajara hacia abajo, a su matriz. Sus ojos se movieron hacia la entrada, esperando que Lyan estuviera justo detrás de Adan. Se sintió decepcionada al no verlo. Era difícil pensar en uno sin el otro, aunque ellos parecieran opuestos en su temperamento.

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pasaría mucho tiempo antes de que alguien la descubriera y llamara a Alexi.

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El Club de las Excomulgadas Sin vacilar, Adan se dirigió directamente hacia ella. Ella se tensó, sintiéndose ansiosa, culpable, emocionada y un poco nerviosa. Le debía una disculpa. Oró para no estar cometiendo un error fatal. El corazón de Adan latió acelerado en su pecho mientras se acercaba a Krista. Aunque los Amato hubieran sido siempre más flexibles que los Vesti en sus acuerdos de vinculación, no eran menos posesivos con sus compañeras elegidas. Ahora que Krista estaba a su alcance, el traspasó el delgado borde de rabia, dolor y deseo. Quería ponerla sobre la mesa y empujar su dura polla en ella hasta que

huyendo otra vez. Tomo una respiración profunda para calmarse y envió un mensaje a Lyan. Estoy con ella. El calor quemó de vuelta a través de su enlace, con el mismo deseo feroz con el que Adan combatía. Estoy en camino. Krista no podía quitar los ojos de la ardiente fiereza de él. No pidió permiso para unirse a ella, tomó la silla a su lado e inmediatamente envolvió sus fuertes dedos alrededor de su frágil muñeca. “Lo siento”, susurró ella, apenas capaz de sacar las palabras de su pecho, que se encogía rápidamente. “Entré en pánico cuando Lyan me dijo que eran cazadores de recompensas.” La sorpresa de sus palabras disminuyó la cólera de Adan y alivió un poco su dolor. De todas las cosas que ella podría haber dicho… nunca habría esperado que fuera esto. Los cazadores de recompensas eran admirados y respetados en su mundo. Adan pudo sentir la repentina duda de Lyan mientras el caminaba hacia el bar. La pregunta de su amigo hizo eco en la suya. “¿Por qué el pánico?”

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reconociera a quién pertenecía. Hasta que jurara que nunca lo atormentaría

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El Club de las Excomulgadas Krista miró hacia abajo, a la mesa. A medida que su dedo remontaba el diseño de la servilleta de papel, dijo. “Estoy huyendo de alguien. No importa quién es, sólo que lo estoy haciendo. En los últimos dos sitios a los que he ido, me encontró usando detectives privados.” Ella se encogió de hombros. “No era muy raro pensar que lo siguiente que contrataría serían cazadores de recompensas, cuando lo anterior no funcionó.” La rabia llenó completamente a Adan. Mataría al hombre del que huía Krista.

Krista alzó la vista entonces y añadió, “Después de calmarme, me di cuenta que probablemente Lyan y tú, no habían sido enviados… por la persona que me busca. Entonces volví. Esperaba que me dieran la oportunidad de disculparme.” Adan ahuecó la cara de Krista con su mano libre. “Dime quién es ese hombre y encontraré el modo de que nunca te moleste de nuevo.” Krista se rió suavemente. “Gracias por tratar de hacer sentirme mejor. No te meteré en mis problemas. Ahora que he tenido la posibilidad de pedir perdón, puedo seguir adelante con la conciencia limpia.” El gruñido de Lyan rugió por la mente de Adan. La mano de Adan apretó ligeramente mientras ahuecaba la cara de Krista, sus ojos se ensancharon y vaciló con el inicio del miedo. “Nunca me temas”, dijo Adan cuando se esforzó por controlar la tensión de su cuerpo y dar suavidad a su voz. Un movimiento cerca de la mesa captó la atención de Krista. Su corazón se aceleró en bienvenida, cuando Lyan separó una silla y se unió a ellos. “¿Quién es el hombre que está aterrorizándote?”, exigió Lyan. Krista se asustó. ¿Cómo sabía que había un hombre? La sospecha comenzó a alejar su placer.

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Sólo si te adelantas, prometió Lyan y Adan pudo sentirle casi en el bar ahora.

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El Club de las Excomulgadas Cuidado, advirtió Adan. Ella tiene miedo de ser encontrada. No le demos razones para huir de nuevo. ¡Averiguaré quién es ese hombre! Ambos lo haremos. Pero hay tiempo. Debemos vincular a Krista primero a nosotros. Lo otro puede esperar. Lyan gruñó en reconocimiento, tomando la mano libre de Krista en la suya. Con el tacto de su piel sobre la suya, la necesidad la azotó, exigente y dura, haciendo que

dolor entre sus piernas. Tanto Adan como Lyan se tensaron en sus sillas, casi vencidos por las olas de lujuria que barrieron sobre ellos. No requerían del enlace mental para conocer los pensamientos del otro. Ambos ardían por una necesidad que se hacía urgente. A medida que la fiebre del apareamiento Vesti trataba de controlar a Lyan, el luchaba por encontrar algo que decir, algo que pudiera acelerar la unión y poner fin a su tormento. Las palabras nunca habían sido fáciles para él. Era un hombre de acción, un hombre cuyo cuerpo hablaba por él. Sin haber tomado una decisión consciente se inclinó hacia delante y presionó sus labios contra los de Krista. Adan retiró la mano de la cara de Krista de modo que Lyan pudiera tomar una completa posesión. Este no perdió tiempo para meter sus dedos en el pelo rubio sedoso y sostenerla con fuerza contra él. Su lengua acariciaba las comisuras de sus labios, exigiendo entrada. Krista gimió y obedeció. La realidad era mejor que cualquier fantasía. Krista estaba abrumada por el tacto y el sabor de Lyan. Era crudo, primitivo, como si fuera a perecer si no podía unir su cuerpo al suyo.

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sus pezones se contrajeran y presionaran contra su delgada blusa, aumentando el

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El Club de las Excomulgadas Cuando el beso terminó, Krista estaba aturdida y sin aliento. Lentamente fue nuevamente consciente del bar y sus clientes. Adan se acercó y acarició con sus dedos sus hinchados labios. “Concédeme el mismo favor que Lyan ha recibido.” Su voz era ronca, desesperada. Krista lamió sus labios. A lo largo de los tres días anteriores había tenido mucho tiempo para pensar en lo que podría pasar si se encontrara de nuevo con Adan y Lyan. Era honesta consigo misma, la curiosidad y su fantasía, eran parte de las razones por las que había vuelto a Las Vegas en vez de seguir camino a Los

No podía permitirse pensar que Alexi finalmente la capturaría. Y sin embargo, una parte de ella, la cautelosa y conservadora, que le había impedido vivir la vida al máximo y experimentar sexualmente, ahora estaba siendo invalidada por un nuevo deseo de experimentar y exprimir cada minuto de placer de la vida que pudiera. Los ojos de Adan, se clavaron en ella. Ella presionó sus labios contra sus dedos, queriendo decir que sí. Pero era cautelosa y tímida, y no quería que lo que iba a ocurrir, fuera obvio para cualquiera que estuviera mirando. “Más tarde”, susurró ella. Los ojos de Adan se estrecharon. “Ahora. Ven a nuestro cuarto con nosotros.” Krista podía sentir su deseo, su voluntad presionándola. El calor subió a su cara. Quería pasar más tiempo con ellos antes de dejar que la química tomara el relevo. Pero era peligroso. Si eran vistos con ella… Tragó con fuerza, su conciencia en guerra con su deseo. El último hombre con el que había salido había estado implicado en un accidente de arrollamiento y fuga. Sobrevivió, por más suerte que otra cosa. Sólo más tarde Krista se enteró que no fue un accidente. Ahora las apuestas eran mucho más altas. Antes del asesinato había estado ciega a lo que Alexi era. Había sabido que quería casarse con ella, y estaba a medio camino de enamorarse de él. Salir con él había sido como estar en medio de un torbellino.

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Ángeles o Reno.

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El Club de las Excomulgadas Se había sentido halagada por sus atenciones, por la forma generosa en que donaba dinero para su escuela cada vez que le hablaba de un proyecto de recaudación de fondos. Incluso ahora, no sabía cómo había encontrado el coraje de regresar al comedor y fingir que no había sido testigo de cómo Alexi sacó una pistola de su bolsillo y disparó a quemarropa al hombre que había sido obligado a arrodillarse delante de él. De alguna manera, logro comer un trozo de tarta y beber su café, luego dijo que debía irse temprano esa noche, para estar fresca para ayudar a sus estudiantes para

Alexi le había permitido irse a casa, pero tan pronto como Krista salió de la comisaría, había sido secuestrada. Su estómago se apretó ante el recuerdo de su confrontación, en su prisión, y el riesgo que había tomado al escapar. Sólo el deseo de Alexi de poseerla, la había mantenido con vida tanto tiempo. Si se iba con Adan y Lyan, Alexi lo vería como una nueva traición. Si se enteraba, probablemente los mataría, y a ella también. Se estremeció y las lágrimas se formaron mientras tomaba valor. No podía hacer eso. No iba a poner sus vidas en peligro. Krista se quedó mirando los dedos de Adan, que aún sostenían su muñeca. Se concentró en su pulsera embellecida por los cristales mientras trataba de recuperar su compostura. Los dedos que tocaban sus labios se movieron a su barbilla y levantaron su cara hacia Adan. “No te haremos daño. Ven con nosotros.” “No puedo”, dijo Krista, y al otro lado de ella, Lyan gruñó. Ella le miró entonces. Parecía aún más salvaje que cuando había entrado en el bar. Ella se lamió los labios con nerviosismo. “No puedo implicarlos en mi vida, ni siquiera por una noche. El hombre del que huyo los mataría si se enterara que han estado conmigo.” Lyan gruñó, enseñando los dientes mientras lo hacía. Krista hizo una pausa para respirar. Tenía que decir esto, tenía que hacerles entender. “Hizo daño al último

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prepararse para sus exámenes.

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El Club de las Excomulgadas hombre con quién me relacioné, sólo por salir con él. Alguien lo buscó y casi lo mató. No lo entendí entonces, pero ahora lo hago.” Adan le acarició la palma de la mano. Lyan volvió a gruñir. El sonido áspero en combinación con la caricia suave, hicieron apretar sus pezones en puntas duras y la hicieron estremecer. “Tú nos deseas”, dijo Adan. “Y no tenemos miedo del hombre del que estás huyendo. Cuidaremos de ti, Krista. Ven con nosotros, encuentra seguridad en

El suave ronroneo de su voz rozó el cuerpo de Krista, mientras que la promesa de lo que ella anhelaba le perforó el corazón. Adan se inclinó y rozó con la boca la piel sensible debajo de su oreja. “De dónde venimos, cazadores de recompensas son los guardianes de la ley. Confía en nosotros.” Tomó el lóbulo de su oreja entre sus labios, tirando suavemente antes de soltarlo. “Déjanos cuidarte.” Krista se estremeció, incapaz de luchar contra lo que le ofrecían, lo que ella más necesitaba. “Sólo por esta noche. Tengo que marcharme mañana. No es seguro para mí quedarme más tiempo.” Los dos hombres se levantaron de sus sillas. Y como cada uno sostenía una muñeca de Krista, ella no tuvo ninguna otra opción, salvo levantarse con ellos. No luchó contra eso, su decisión estaba tomada, pero la energía nerviosa y la anticipación, hicieron que el trayecto a su hotel y el del ascensor hasta llegar a su suite, fueran alternativamente demasiado cortos o bien demasiado largos. Krista quiso relajarse cuando Adan cerró la puerta detrás de ellos. La suite era grande con dos camas queen y mucho espacio. Lyan soltó su muñeca y se sentó en la cama más cercana. El ritmo del corazón de Krista se triplicó cuando él se quitó la camisa y la lanzó contra la cómoda. Su

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nuestros brazos esta noche.”

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El Club de las Excomulgadas pecho estaba cubierto de pelo negro azabache, sus hombros y espalda lisa, sus músculos se movieron cuando él se flexionó para quitarse los zapatos. Los brazos de Adan rodearon a Krista y la llevaron contra él. Sus labios dejaron besos por su cuello hacia abajo. Su erección se presionó en su espalda. La humedad cubrió sus bragas cuando Lyan se puso de pie y se quitó los pantalones. Su erección se levantaba con hambre contra el plano firme de su abdomen. Ella se estremeció y no ofreció resistencia mientras Adan le abría la cremallera de su pantalón. Pero en lugar de empujarlo hacia abajo por sus piernas,

sedoso vello púbico y bajando para ahuecar su montículo. Gimió cuando sus dedos acariciaron su hinchado clítoris y trazaron la humedad de su hendidura. Lyan se acercó y se detuvo frente a Krista. Su boca cubrió la suya. Su lengua acariciaba su boca mientras sus manos trabajaban rápidamente para desabotonar su camisa y el broche frontal del sujetador. Krista se estremeció y envolvió sus brazos alrededor de su cuello, clavando sus dedos en su hermoso pelo largo. Adan introdujo un dedo en su empapada vagina, mientras la palma de su mano daba un toque rápido a su clítoris. Krista se arqueó y gimió en la boca de Lyan. Uno de los brazos de Lyan serpenteaba alrededor de sus hombros y tiró de la parte superior de su cuerpo contra su pecho. Palmeó un pecho, y luego pasó el pulgar sobre el pezón, rodeándolo antes de agarrarlo y pellizcarlo, mientras Adan presionaba su clítoris de nuevo. Krista gimió, sin importarle lo que ellos hicieran, mientras mantuvieran ese bombardeo de placer exquisito sobre sus sentidos. Adan mordió suavemente la unión entre su cuello y hombro, luego se apartó. Inmediatamente extrañó su calor, y se hubiera retirado para mirar sus movimientos, pero los dedos de Lyan se deslizaron hacia abajo y se apoderaron de su clítoris. Lo rodeó varias veces, apenas tocándolo, luego lo tomó entre sus dedos y comenzó a bombear al mismo ritmo que su lengua acariciaba la suya. Ella lloriqueó en su

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su mano se deslizó en su interior, metiéndose bajo sus bragas, acariciando su

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El Club de las Excomulgadas boca y abrió las piernas más ampliamente mientras pasaba las manos por sus brazos hasta poder agarrarse a sus costados. Los inicios del orgasmo brillaban en ella. Lyan gruñó y hundió dos dedos profundamente en su coño mientras presionaba su mano con fuerza contra su clítoris. Sacó los dedos y ella se retorció contra él, tratando de seguirlos, no queriendo perder el placer que su toque le traía. El los sumergió de nuevo, esta vez con un golpe firme a lo largo de su clítoris y ella no pudo contenerse más. El orgasmo hizo que sus músculos interiores se apretaran en

Su cuerpo todavía estaba temblando en la liberación cuando Lyan la libró de su ropa, y la levantó en sus brazos. Adan había retirado los colchones de las camas y los había puesto en el suelo. Estaba desnudo a excepción de las pulseras talladas en sus muñecas, y era tan masculino como Lyan. Donde Lyan era perfección oscura, Adan era dorado. Su pelo colgaba suelto, justo por debajo de sus hombros, del color de la rica miel. Su pecho era liso, con vello color miel sólo en su ingle. Krista tembló por la anticipación cuando vio su erección. Una gota de humedad relucía en su cabeza morada. Se acostaron a ambos lados de ella. Adan tomó posesión de su boca mientras Lyan se apoderaba de un pezón y lo chupaba como si deseara extraer leche del brote rosa pálido. Krista se arqueó y lloriqueó. Enredó una mano en el pelo de Lyan, mientras que la otra trazaba el costado de Adan, hasta que la envolvió en su polla. Él se movió en su palma, gimiendo en su boca cuando su pulgar acarició la cabeza de su pene, suave como la seda. Los labios de Lyan bajaron de su pecho a su empapado coño. Mordisqueo la suave ondulación de su abdomen, y luego el interior de su muslo antes de frotar su lengua a lo largo de su hendidura y sobre su clítoris.

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torno a sus dedos y vertió un deseo líquido en la palma de su mano.

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El Club de las Excomulgadas Puro placer palpitó por Krista y ella movió su pulgar sobre la cabeza llena de sangre del pene de Adan en respuesta. Él se sacudió, enviando más líquido pre-seminal a la palpitante punta. “Eres nuestra”, dijo él, cuando se movió más abajo, mordiendo el pezón hinchado de Krista. “Eres nuestra para el placer y para protegerte.” Necesidad, lujuria, y algo más… algo tan intenso que rayaba en el dolor, se apoderaron de Krista, como una ola de calor, mientras Adan la acariciaba con su lengua sobre su pezón, succionando al ritmo de las lamidas y succiones de Lyan a

Una y otra vez, llevaron a Krista hasta el borde y luego se retiraban. Ella se esforzaba en acercarse, trató de envolver sus piernas alrededor de la cabeza de Lyon y obligarle a dejarla llegar al clímax, pero sus manos se apoderaban con facilidad de sus muslos y la mantenía abierta para él. Ella luchó para impulsar más de su pecho en la boca caliente de Adan, pero el sostenía la parte superior de su cuerpo pegada al colchón. “Por favor, Lyan”, gimió ella cuando una vez más, su boca se pegó a su clítoris y comenzó a succionar. Los labios de Adan dejaron un rastro ardiente a través de su pecho cuando cambió al otro y tomo en su boca el otro sensible pezón que Lyan había chupado antes. “Por favor, por favor”, gritó Krista, sollozando en la desesperación. Adan levantó la cabeza y se movió para que su rostro se cerniera a unos centímetros por encima del de ella. Sus pupilas estaban dilatadas por completo. “¿Aceptas lo que te ofrecemos?” En alguna pequeña parte racional de la mente de Krista, cuestionó la pregunta, su formalidad era extraña. Pero las exigencias de su cuerpo sólo dejaban espacio para una sola respuesta. “Sí”, gimió ella.

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su clítoris.

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El Club de las Excomulgadas La lengua de Lyan inmediatamente se hundió profundamente en su vagina una y otra vez, y comenzó nuevamente a lamer su clítoris, dejándola de nuevo al filo del orgasmo. Ella sollozó cuando se retiró. “Por favor, por favor.” Manos firmes la agarraron y le dieron la vuelta, colocándola de modo que estuviera sobre sus manos y rodillas, vulnerable y abierta para Lyan mientras su boca estaba sólo a centímetros del palpitante pene de Adan. Con un gruñido profundo, Lyan la cubrió y hundió su polla en su vagina. Krista se

Cuando estuvo completamente dentro, Lyan se calmó, como si quisiera saborear esta unión inicial. Krista gimió ante la intensa sensación. Estaba caliente, duro, un hombre primitivo montando a su mujer. Ella arqueó la espalda, queriéndole seducir, queriendo que se moviera contra ella, dominándola. Lyan se acercó más, tocando tanto de su cuerpo con el suyo como podía. Se sentía como si una piel tibia le cubriera la espalda. Sus labios rozaron su cuello. “Tú nos perteneces ahora. Eres nuestra para darte placer y protegerte”, dijo Lyan, repitiendo las palabras de Adan antes de morder la piel sensible de la base de su cuello con la suficiente fuerza para dejar saber a Krista que era una demanda de sumisión. Ella dejó caer su cabeza adelante y sus labios rozaron la polla palpitante de Adan. Krista nunca había querido hacer una felación a un hombre antes, nunca había querido explorar un pene con sus labios y lengua. Pero ahora… ahora quería darle tanto placer como el que ella estaba recibiendo. La polla de Adan saltó cuando sus labios y cálido aliento se movieron sobre esta. “Krista”, gimió, y ella respondió lamiendo lentamente con su lengua hasta llegar a la cabeza de su pene erecto.

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quejó ante su entrada. Él era enorme. La llenó como nunca había sido llenada.

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El Club de las Excomulgadas Su aliento quedó atrapado en su garganta y se tambaleó hacia delante, mientras ponía una mano sobre su propia polla. La vista de Krista en él, era más de lo que podía soportar. Ella succionó todo lo que pudo hasta llegar a su puño. Lyan comenzó a moverse dentro y fuera de su vagina y ella empezó a chupar la polla de Adan al ritmo de sus empujes. El placer era tan intenso, tan demandante que Krista no quería que terminara nunca, no quería alejarse de Adan y Lyan. Quería quedarse unida a ellos, complacida por ellos, perdida en su fantasía con ellos.

gruñó, presionando su pecho aún más contra su espalda, como si quisiera derretirse directamente en ella. Krista gritó cuando sus dientes atravesaron su carne suave y el hielo caliente de la necesidad irradió hacia fuera de la mordedura, azotando sobre su piel y haciéndola retorcerse con un placer tan intenso que era casi doloroso. Adan gimió y se arqueó. “Ahora”, refunfuñó él y los dedos de Lyan encontraron el clítoris de Krista. El orgasmo se cerró de golpe en ella,

ordeñando la polla que palpitaba

profundamente dentro de su vagina y el eje que se metía en su boca. Esta vez cuando el placer rugió por ella, los dos hombres se corrieron con ella. Y duró eternamente. Y no lo suficiente. Krista se sentía laxa, totalmente satisfecha. Hizo un pequeño sonido de protesta cuando Lyan y Adan salieron de ella, pero suspiró de aprobación cuando ellos simplemente recostaron de nuevo su cuerpo, estirándola cómodamente. Había sido complacida tan a fondo que apenas podía mantener los ojos abiertos. Sin embargo, cuando Adan se acercó a ella y las manos de Lyan se deslizaron por

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Los empujes duros, golpeaban en su mojado canal con ímpetu aumentado. Lyan

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El Club de las Excomulgadas sus muslos para instar a sus piernas a mantenerse abiertas, el deseo estalló en su coño, un dolor que era demasiado poderoso como para ignorarlo. En ese instante supo que no se sentiría completa hasta que la semilla de Adan estuviera, también, profundamente en su vientre. Cuando abrió los ojos, vio la expresión en la cara de Adan y era tierna. Ella se movió, abriéndose aún más y ofreciéndole lo que él quería. Cuando él no respondió de inmediato hundiéndose en ella, ella gimió y una sonrisa de satisfacción cruzó los labios de Adan.

con ganas de capturarlo y mantenerlo en ella. Repitió el movimiento lento, tortuoso, repetidas veces, nunca dándole más de un par de pulgadas. Krista se arqueó y gimió. Sus uñas se clavaron en sus brazos hasta que él tomó sus muñecas con sus fuertes manos y las sujetó contra el colchón. “¿Qué deseas?” preguntó, mientras su coño apretaba desesperadamente su pene, que se retiraba. “Fóllame, por favor, fóllame.” Su risa era ronca. “Te estoy follando.” “Más duro. Más rápido.” Ella se contorsionó debajo de él, tratando de forzarle a embestirla más profundamente. Los dedos de Adan se apretaron en sus muñecas, y el gimió mientras luchaba contra su demanda. “Reconoce que nos perteneces sólo a nosotros.” Ella apretó su polla de nuevo cuando entró en el túnel de su vagina palpitante. “Sí.” “Di las palabras.” Dijo él comenzando a retirarse, y Krista sollozó. “Por esta noche te pertenezco sólo a ti. A ti y a Lyan.” “Para siempre”, gruñó Adan mientras sus embastidas se hacían feroces, exigentes, un intento masculino de aparearse con su mujer. Krista imitó sus movimientos,

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Deslizó la punta de su pene en su apertura y luego la retiró. Su vagina se apretó,

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El Club de las Excomulgadas retorciéndose y levantándose a él hasta que su matriz se contrajo con fuerza victoriosa, enviando un placer extremo que estremeció cada terminación nerviosa, cada célula, mientras extraía el semen de Adan. Cuando lo hubo tomado todo, el colapsó sobre ella, presionando todo su peso en ella momentáneamente, antes de moverla y abrazarla contra él. Lyan se presionó contra el otro lado. Ella sintió su longitud semierecta contra ella y murmuró, “Déjame descansar primero”, antes de quedarse dormida. Él se rió entre dientes en su oído, extrañamente contento de sólo abrazarla. Ella es todo lo que podría haber esperado, dijo Lyan a Adan. Mañana podemos terminar nuestra reclamación y

Adan se rió suavemente. Lo suficientemente divertido, como para abrir los ojos y mirar a Lyan. ¿Crees realmente que será tan fácil? Lyan frunció el ceño. ¿Piensas que será difícil? Ella ha aceptado nuestra petición y reconoció que nos pertenece. Mañana estará contenta de que la llevemos lejos de lo que teme. Adan se rió otra vez. Krista piensa que se nos ha dado sólo por esta noche. Ella no acepta realmente que es nuestra compañera de vínculo, nuestra esposa. Mañara intentará dejarnos. Lyan resopló de incredulidad. Entre los Vesti no era conocido que ninguna mujer intentara marcharse después de que hubiera sido reclamada y montada. Pasó la lengua sobre la vaina que ocultaba sus colmillos de acoplamiento. Eso hizo que su polla palpitara recordando el placer. Nunca antes habían salido de su escondite, y habían perforado a una mujer durante un acto de apareamiento. Lyan nunca antes había experimentado el enorme placer de sentir fluir por sus colmillos en el momento en que llegó al clímax, el suero que ayudaba a lograr el embarazo y hacía que la mujer fuera más fácil de rastrear. Ella no se escapará, gruñó en la mente de Adan. No, pero tratará de dejarnos, protegernos de ese hombre al que teme. Había diversión en la voz de Adan ante la inocente preocupación de Krista por su seguridad. Pero también había firme determinación… Ella era de ellos para su placer y protección.

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llevarla a casa.

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El Club de las Excomulgadas Adan tendría un gran placer en tratar con ese hombre que se atrevió a atacar a Krista.

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Sólo si llegas a él primero, gruñó Lyan en un desafío amistoso.

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El Club de las Excomulgadas

Capitulo 5 Krista despertó sintiéndose cálida y protegida. Se deleitó con la sensación, saboreando la ausencia del temor que, por lo general, se precipitaba en ella en el momento que despertaba. Lyan estaba presionado contra su espalda, su pecho con pelo tibio, era una piel sensual contra su espalda desnuda. Sus brazos estaban envueltos alrededor de su

Podía oír la ducha. Adan. Krista trató de separarse de Lyan. Sus brazos la apretaron. “Quiero darme una ducha”, le dijo ella. Él le besó en el cuello y luego la liberó. Krista se sentó y lo miró. Incluso relajado por el sueño, él era magnífico. Lyan sonrió abiertamente con satisfacción masculina. “¿Te gusta lo que ves?” Ella no pudo evitar que una pequeña risa se le escapara. “No sé. Voy a tener que pensar en ello.” El separó las sábanas de su cuerpo. “¿Y ahora?” La mirada de Krista se deslizó a lo largo de él, deteniéndose en su polla. Ya estaba erecta. Ella quería tomarlo en su mano, en su boca. Quería ver como se ponía aún más grande, aún más desesperado por lograr el alivio. Quería sentir como palpitaba en ella. Trató con todas sus fuerzas de separar sus ojos de su pene y volver a su cara.

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cintura y su cara estaba pegada al lugar donde la había mordido.

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El Club de las Excomulgadas Su cuerpo se sentía bien amado, hasta sensible. Pero sabía que no podía separarse de él sin hacer el amor una vez más. “Te necesito otra vez. Pero quiero una ducha primero”. Su voz pareció ronca. “Toma tu ducha. Pero no dejes que Adan te entretenga demasiado tiempo o te canse.” Krista se levantó y entró en el cuarto de baño. Era enorme y lujoso. La alfombra de felpa de color rosa amortiguó el ruido de sus pies desnudos. Un mostrador de dos

techo. Krista sonrió abiertamente al ver su reflejo. Bien amada era un término muy suave. Parecía como si hubiera sido violada. La puerta de la ducha se abrió y Adan dijo “Únete a mí”. Krista cubrió la corta distancia y se deslizó bajo el agua caliente y pulsante, para unirse a él. Sin una palabra, Adan echó gel en sus palmas y comenzó a deslizarlas sobre Krista. Ella se estremeció y se apoyó contra su pecho liso. “Esto es el cielo”, murmuró mientras él le lavaba el cuerpo, y luego seguía con su pelo. Cuando terminó con eso, Adan movió sus manos sobre su espalda y hacia abajo hasta ahuecar sus nalgas. Su erección latía contra su abdomen. Krista deslizó sus manos por los costados y alrededor del grosor de su pene y los testículos que colgaban en su base. Su satisfacción se expresó a través de un gemido, en la tensión de su cuerpo y en el empuje involuntario de sus manos. Con una mano, suavemente levantó y exploró sus pelotas, mientras la otra se deslizaba por su pene y lo acariciaba cerca de su hinchada cabeza. No pudo resistir la tentación de arrodillarse y tomarlo en la boca, arremolinando su lengua sobre él. Él se arqueó de nuevo y clavó sus manos entre su pelo, sosteniéndola cerca él. “Estás jugando con fuego”, gimió Adan. Krista se rió y bromeó, “Lo bueno es que hay mucha agua fría aquí para apagarlo.”

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lavabos ocupaba la longitud de una pared. Sobre este, un espejo se elevaba hasta el

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El Club de las Excomulgadas Adan dio un bufido de burla. “El agua no funciona con este fuego.” “¿Qué funciona?” El no respondió con palabras, pero la sacó de la ducha. Se pararon frente al espejo, con la espalda apretada contra su pecho. “Las acciones dicen más que las palabras”, dijo Adan. Su voz era ronca, excitada, ahora más dominante que juguetona. “Te daré una demostración de lo que funciona.”

hacia delante de modo que se sujetaran con fuerza en el mostrador. La vergüenza y la excitación se mostraban en el espejo, cuando Krista volvió a mirarse, estaba inclinada con sus pechos colgando y las piernas extendidas invitantes. La mano de Adan bajó por sus muslos abiertos. Sus dedos acariciaron su coño, y luego se deslizaron sobre su clítoris. Ella gimió y comenzó a cerrar los ojos. “No”, exigió Adan. “Mira.” Miró mientras sus dedos la preparaban aún más, moviéndose dentro y fuera de su cuerpo y acariciando su clítoris, luego deslizándose hasta sus pezones endurecidos, haciéndolos relucir con sus propios jugos. “Eres tan hermosa”, susurró Adan. “Llenas mi alma como ninguna otra podría. Cuando estoy cerca de ti, todo en lo que puedo pensar es en darte placer. Todo lo que quiero hacer es perderme en tu cuerpo. Estás destinada a ser mía, estás hecha para mí, eres la única mujer del universo con la que podré tener hijos. Tú eres mi compañera de vínculo. Mía para el placer y la protección.” El apretó sus pezones por última vez, luego movió su mano por su cuerpo y hundió los dedos entre sus muslos. “Puedo oler tu excitación. Hace que me duelan las bolas y que mi polla palpite. Nada se siente tan bien como estar enterrado en tu

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Deslizó las manos por sus brazos. Cuando llegó a sus muñecas, las tomó y las llevó

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El Club de las Excomulgadas húmeda vagina.” Hundió dos dedos grandes en ella y Krista pudo sentir como las paredes de su vagina los apretaban y pulsaba alrededor de ellos. “Cuando haces eso a mi pene tengo que hacer todo lo que puedo para impedir liberarme en el momento mismo en que estoy dentro de ti.” Jadeó él mientras comenzaba a deslizar sus dedos dentro y fuera. “Amenazas mi control como ninguna otra lo ha hecho nunca.” Krista gimió, arqueando la espalda y empujando contra él. “Por favor, Adan, mete

Sus ojos se dilataron por el placer y se apartó de ella para que pudiera verlo en el espejo. “Mira lo que me haces, Krista.” Su polla estaba enorme, llena de sangre, goteando por su excitación. Krista encontró sus ojos en el espejo y ella hizo un pequeño ruido hambriento antes de extender sus piernas aún más ampliamente y arquear su espalda para darle una mejor vista de su hinchado coño. Adan gruñó y se movió para arrodillarse detrás de ella, dirigiendo sus dientes sobre sus nalgas, antes de maniobrar entre sus piernas con el fin de succionar su clítoris. Krista giró, sacudiéndose lejos del contacto que fue tanto placer, que casi rayaba en el dolor. Él la agarró por las caderas y la sujetó a él mientras su lengua entraba como una flecha en su coño, una y otra vez, con el fin de degustar sus jugos. “Quiero que estés tan desesperada que te duela como tú haces que me duela”, dijo él. “Quiero que me necesites como te necesito.” Krista lloriqueó, “Oh Dios, me estás matando, Adan. Por favor, por favor acaba.” El cambió de posición con el fin de ver su rostro. Cuando empezó a cerrar los ojos le mordió la nalga. “Sigue mirando. Mira mientras tu compañero de vínculo te toma.”

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tu polla en mí ahora.”

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El Club de las Excomulgadas Adan se puso de pie y dirigió su polla gruesa a ella por la espalda. Su rostro se endureció y se sonrojó cuando él comenzó a empujar en ella tan profunda y duramente que ella pudo oír y sentir sus bolas balanceándose contra los labios de su hinchado coño. Krista se retorció, presionándose contra él, gritando como un animal en celo. Estaba más allá de cualquier otro pensamiento que no fuera la necesidad de llegar al orgasmo y arrastrar a su compañero hasta el final. Adan la llevó al orgasmo. Sólo entonces los ojos de Krista se cerraron, pero cuando

placer, cuando él la llenó con su semilla. Estuvieron de pie durante unos minutos, ambos jadeando, ambos demasiado débiles para moverse. Finalmente Adan salió de ella y juntos volvieron a la ducha para un aclarado rápido. Antes de que terminaran, la puerta de la ducha se abrió y Lyan intervino. “Tenía miedo que no hubiera más agua caliente en el momento en que ustedes dos terminaran.” Adan se echó a reír y le dio un beso rápido a Krista antes de salir de la ducha. Lyan la tomó en sus brazos, presionado su polla ya dura contra ella, en un intento de llamar su atención. Krista envolvió los brazos alrededor del cuello de Lyan y se rió. “Pobre bebé.” “Pon tus manos en mis hombros y envuelve tus piernas alrededor de mí”, dijo Lyan cuando la levantó fácilmente. Krista hizo lo que él pidió y fue recompensada de inmediato. Su pene se hundió en ella en un solo empuje. No se había percatado de lo mucho que lo necesitaba, hasta que estuvo allí, caliente y duro, llenándola.

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él dio un último empuje salvaje y gimió en su clímax, Krista los abrió y miró su

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El Club de las Excomulgadas Lyan giró de modo que su espalda se apoyara contra la pared lisa y fría de la ducha, mientras que el frente de su cuerpo estaba cubierto por un hombre caliente y por el agua tibia. “Sólo uno rápido ahora, para comenzar el día”, dijo él, y comenzó a bombear dentro y fuera de su canal en un movimiento sorprendentemente suave. Sus labios cubrieron los de ella y su lengua imitó los movimientos que su pene estaba haciendo. Incluso cuando los músculos de su interior se contrajeron y tiraban de él mientras ella llegaba a su clímax, Lyan no dejó de besarla hasta que la última gota de semen

“Nunca conseguiré lo suficiente de ti”, dijo él, contra sus labios antes de alejarse y alcanzar el jabón. La realidad volvió como si un puño apretara el dolorido corazón de Krista. Si las cosas fueran diferentes… Tal vez algún día… Se sacudió esos pensamientos. Nada había cambiado. Esto era una fantasía, que ella nunca dejaría si tuviera realmente una opción. Pero no había otra opción. Estaba huyendo y cualquiera que estuviera con ella estaba en peligro. Se aclaró rápidamente y escapó de la ducha. Cuando entró en el dormitorio, encontró su ropa. La camisa y los vaqueros estaban arrugados, pero decentes hasta que ella pudiera llegar a su coche. Prefiriendo no ponerse las mismas bragas de ayer, las metió en el bolsillo de los vaqueros. Adan se sentó en la cama, también vestido. Cuando ella lo miró, él sonrió. “Vamos a conseguir algo de comer.” Krista cruzó el cuarto y se sentó a su lado. “Tan pronto como Lyan salga del cuarto de baño, tengo que marcharme.” Adan se rió suavemente y la llevó hacia su regazo. Aunque su toque era suave, los brazos alrededor de ella parecían bandas de acero. “Nos perteneces a nosotros ahora. Eres nuestra para el placer y la protección. Nuestra compañera de vínculo.”

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había sido extraída de sus testículos.

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El Club de las Excomulgadas Krista negó con la cabeza, tratando de mantener su mente clara y luchar contra la fantasía con la que había sido sorprendida. “Por favor no hagas esto más difícil de lo que es. Los dos sabemos que esto es un…” Ella no se atrevía a decir que era una aventura de una sola noche. Aunque nunca había tenido una antes, lo que había experimentado con Adan y Lyan se sentía como algo más que eso, algo mejor que eso. Respirando hondo, ella continuó. “No puedo quedarme. No aquí. Ni en ninguna

El detuvo sus palabras con un beso suave. “No hay nadie más para nosotros. No te dejaremos ir.” La tensión fluyo en Krista. Como hombres que eran, debería haber sabido que el reto de derrotar a otro hombre sólo conseguiría aumentar su testosterona. “No tienen elección.” La cara de Adan se endureció, pero lo que fuera que iba a decir se detuvo cuando Lyan entró en la habitación. La lucha comienza, dijo Adan en la mente a Lyan, como te dije que sucedería. Ella está tratando de dejarnos. Lyan gruñó bajo en su garganta y comenzó a vestirse. Esto es una tontería. Las normas del Consejo sólo retrasan lo inevitable. Ella es nuestra. El que ella lo reconozca antes o después de la llevemos a casa, no tiene importancia. Adan se encogió de hombros. Tonto o no, a menos que obedezcamos las reglas, el Consejo tiene el derecho de dejar de lado el vínculo. Las imágenes violentas que pasaron por la mente de Lyan, implicaban en su mayor parte a los miembros del Consejo. Adan se rió entre dientes y luego se puso de pie, levantando a Krista fácilmente con él y poniéndola de pie. “Deberíamos ir a comer antes de que Lyan pierda todo su control sobre sí mismo.”

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otra parte. Tal vez algún día, si no han encontrado a alguien más…”

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El Club de las Excomulgadas Krista se puso tensa, preparada para discutir, pero luego lo pensó mejor. A pesar de que preferiría no huir de ellos como había hecho antes, si era necesario hacerlo, entonces le sería más fácil en un lugar público. No tendría sus muertes sobre su conciencia. Sin embargo, no pudo resistirse a decir. “Tengo que marcharme después de que comamos.” Adan dio una media sonrisa. “Podemos hablar de eso una vez que hayamos comido.” Krista negó con la cabeza, y esta vez no cedió ante la tentación de seguir

Comieron en uno de los restaurantes del casino. Krista decidió hacer un desayuno y pidió una tostada francesa aunque la camarera les dijo que era más del mediodía. El tiempo en Las Vegas era algo sin sentido. Pero Krista sabía que era una ilusión que ella no podía permitirse. Cuanto más tiempo pasaba antes de terminar su comida, más tensa se ponía, como si algún instinto de supervivencia diera puntapiés en ella. Y le susurrase, Vete, vete ahora. Krista miró a su alrededor en el restaurante. No había nada evidente. Nada obvio. Pero eso no significaba que no hubiera sido descubierta por alguien que supiera que Alexi la estaba buscando. Dejó su tenedor y sacó un poco de dinero de su bolsillo. “Gracias a los dos por este tiempo maravilloso. Pero realmente tengo que irme.” Adan se echó a reír y le tomó la mano en la suya, atrapando los billetes contra su palma. “Es nuestro derecho y deber darte placer, no hay ninguna necesidad de que debas pagarnos.” Él sonrió abiertamente. “La satisfacción que recibimos fue pago suficiente. ¿No es así, Lyan?” Lyan tomó su otra mano. Como siempre, una corriente de necesidad pasó volando por Krista, formando un arco entre los sitios en que ambos la tocaban.

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argumentando.

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El Club de las Excomulgadas “Ninguna otra nos puede dar lo que tú puedes, Krista”, dijo Lyan. Adan se acercó y susurró, “Dime que no sientes el vínculo que nos ata a los tres juntos. Dime que no sientes lo correcto de esto.” “No lo hagan más difícil de lo que ya es”, suplicó Krista. Su voz se rompió, una revelación de los sentimientos que revoloteaban en su corazón. “Cuéntanos acerca de ese hombre al que temes tanto”, instó Adan.

Lyan gruñó. Adan se rió entre dientes. “Ya estamos implicados. Quizás ahora mismo él esté pensando en desafiarnos por la posesión de lo que es nuestro.” Krista se estremeció, excitada por sus continuas afirmaciones de propiedad, pero también era cautelosa, por ella, por ellos, de ellos. Ellos estaban fuera del alcance de su experiencia. “Cuéntanos un poquito”, la convencía Adan. “¿Y entonces me dejarán ir sin hacerlo más difícil para mí?” “Sí.” ¡No!, protestó Lyan. La mirada de Adan se deslizó hacia Lyan. Tú ya la has marcado de la forma Vesti, ella no puede eludirnos de nuevo. Ella es como un ave Ginka, deseando conseguir un lugar seguro en tierra y construir su nido, pero cautelosa de ser atrapada y confinada. Si queremos tenerla con nosotros, entonces tendrá que ser con una mano abierta y no con un puño cerrado. La frustración atravesó a Lyan mientras la mirada fija de Krista se volvía hacia él. Pudo ver la cautela que cubría el comienzo su vínculo. Pudo oír el sonido de la verdad en las palabras de Adan. Sin embargo, iba en contra de la naturaleza de su pueblo dejar que su compañera se escapara. Esto estaba en contra de su naturaleza.

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“No. Es mejor que no se impliquen.”

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El Club de las Excomulgadas La fiebre de apareamiento Vesti conducía a un macho a aparearse con su mujer hasta que ella reconocía su dominio y aceptaba su protección, hasta que ella ansiaba su toque tanto como él necesitaba el de ella. Le dijo a Adan, Confiaré en tu criterio, pero si algo llega a amenazarla, entonces, ella estará atada al modo en que las compañeras Vesti, siempre han sido reclamadas. Krista colocó su mano libre en la de Lyan. “¿Estás de acuerdo?” “De acuerdo.”

Ella se estremeció cuando los recuerdos de su fuga se apoderaron de ella. Alexi no había previsto que ella se arriesgaría a ahogarse, todo por conseguir escaparse de él. Tampoco había considerado el número de navegantes que podrían pasar lo suficientemente cerca de su yate anclado, navegantes que podrían acercarla a la orilla. Krista se lamió los labios en un gesto de nerviosismo y casi pudo saborear la sal del mar en ellos. Alexi no la subestimaría otra vez. La próxima vez, él no dejaría nada al azar… si no la mataba primero. “Me llevaría a algún lugar y nadie me volvería a ver nunca más.” El gruñido de Lyan fue profundo y salvaje. “¿Te mataría?” “Tal vez no enseguida. Pero sí al final.” Su estómago se revolvió, encogido ahora al recordar como ella había dormido alguna vez con Alexi. Krista tembló. No sería capaz de soportar de nuevo sus caricias, y mucho menos tocarlo. Adan la alcanzó y acarició un lado de su cara. “Ven a casa con nosotros. Podemos protegerte de él.”

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Adan preguntó. “¿Qué pasaría si ese hombre te consiguiera, Krista?”

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El Club de las Excomulgadas “No hay ninguna parte de la tierra en la que no pueda alcanzarme finalmente. Él es rico y está bien conectado.” Ella se giró de modo que sus labios rozaron contra la palma de la mano de Adan. “No sabes lo que tu oferta significa para mí. Pero no puedo, absolutamente no, puesto que esto los pone en peligro a ti y a Lyan. Al… el hombre del que huyo los mataría sólo por ofrecerme refugio. Si él pensara que además son mis amantes, eso sólo le haría estar mucho más determinado a destruirlos y a cualquier persona que les importe.” Krista negó con la cabeza. “Me he enloquecido evaluando el pasado, tratando de ver si hubo señales de advertencia que debería haber notado. Tal vez alguien con

hombre que era hasta que fue demasiado tarde.” Lágrimas inesperadas se formaron en las comisuras de sus ojos cuando se imaginó el cuadro de Adan o Lyan atropellados por un coche que huía, como su amigo Matt lo había sido. “No podría soportar que algo les sucediera a alguno de ustedes por mi causa.” Emociones feroces y desconocidas se arremolinaron a través de Lyan al ver sus lágrimas, ante la preocupación de su voz. Él no quería nada más que recogerla y llevarla a la casa que él y Adan habían preparado para ella. “Confía en nosotros para protegerte”, suplicó él, sorprendido de haber sido reducido a tal ternura. “Ven a casa con nosotros.” Krista negó con la cabeza. “No. No puedo.” Hubo un temblor en su voz mientras separaba sus manos. “Debo irme ahora. Cuanto más tiempo espere, más difícil va a ser.” Lyan quiso discutir. Quería exigir que ella cediera. Pero había dado su palabra. Por ahora, ella conseguiría lo que pensaba que debería hacer. Adan dijo: “Te acompañaremos a tu coche.” Su voz era firme, sin dejar espacio para la discusión. Krista asintió con la cabeza aceptando.

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más experiencia lo habría notado. Pero yo no lo hice, no me di cuenta de la clase de

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo 6 Kye d’Vesti vio con asombrada incredulidad como Lyan y Adan acompañaban tranquilamente a su compañera de vínculo a su coche y permitían que se fuera. Que Krista era su compañera no estaba en duda. Aún si no hubiera sido testigo de la forma posesiva en la que flotaban alrededor de ella, Kye pudo ver la marca de apareamiento que los colmillos de Lyan habían dejado en la base de su cuello.

duda, si él fuera lo bastante tonto como para dejarse ver, su primo lo utilizaría como una excusa para sacarse un poco de su frustración. A pesar de las advertencias de Lyan, la curiosidad había llevado a Kye a volver después de entregar el mensaje de Adan a Zeraac, pero ahora él podría justificar su continua vigilancia como parte de su deber para el Consejo. Después de todo, ¿no había sido requerido para la tarea de rastrear y marcar a Krista, de modo que pudiera ser reclamada por sus compañeros? Y puesto que todavía tenía implantado el dispositivo de rastreo, seguramente era razonable suponer que debía seguir supervisando la situación. Después de todo, las mujeres de la Tierra eran demasiado valiosas como para tomar riesgos. Kye sonrió abiertamente. Lo que iba a disfrutar burlándose del bruto de su primo en los próximos años. ¡Qué fuerte había caído! ¡Y en las manos de una mujer tan diminuta! Se rió entre dientes al ver la prisa con la que Lyan y Adan regresaban al hotel, y al ver el lento transporte terrestre que tuvieron que utilizar. Si Lyan hubiera estado solo, Kye sabía que su primo habría desobedecido las órdenes del Consejo, como tan menudo hacía, y viajaría como más le complaciese. Pero los Amato eran quisquillosos con el cumplimiento de las reglas, y Adan no era ninguna excepción. Tendría a Lyan bajo control a fin de asegurar que no hubiera ningún impedimento para el vínculo.

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Negó con la cabeza, atónito, casi descuidándose y haciendo ver su presencia. Sin

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El Club de las Excomulgadas Kye se dispuso a seguir a Krista, usando una tecnología que estaba prohibida, pero era más rápida. Negó con la cabeza una vez más, con asombrada incredulidad, mientras veía a los guerreros desparecer. ¡Cuando llegara su momento de aparearse, el no dejaría que su mujer lo llevara a tal persecución! ***** A Krista le dolió el corazón al separarse de Adan y Lyan. Ella no quería dejarlos, pero no tenía elección.

¿Por qué tuvo que conocerlos en ese momento? Su pecho se apretó dolorosamente y se enjugó las lágrimas que bajaban por sus mejillas. Esto era patético, se había quedado atrapada en una fantasía, eso era todo. Esta no era la vida real. ¡Era Las Vegas! Ella fue una aventura de vacaciones para ellos, y ellos fueron un medio de fuga para toda la tensión que tenía encerrada, por estar huyendo. Eso era todo lo que era. No dudaba de su sinceridad cuando le dijeron que querían protegerla. Ellos habían sido tan capturados por la fantasía, como lo había sido ella. Pero la vida real no era algo llamado compañero de vínculo entre una profesora de matemáticas de secundaria y dos hombres que podrían haber salido en la portada de cualquier novela romántica. La vida real era un marido, si una podía encontrar a alguien con quien quisiera casarse. Krista se limpió algunas lágrimas más. ¡Ni siquiera era legal casarse con más de un hombre al mismo tiempo! Un puño se apretó alrededor de su corazón. Real o no, se había sentido tan correcto. Nunca sería capaz de encontrar a nadie como Adan o Lyan. Sólo pensar en ellos y en el intenso sexo que habían compartido, tenía de nuevo a su cuerpo palpitando con necesidad. Soltó una mano del volante, y la pasó sobre el

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Emitió un sollozo, tratando por todos los medios de evitar romperse y llorar. ¡Dios!

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El Club de las Excomulgadas guijarro duro de su pezón y bajó hasta su coño, frotando su clítoris, por encima de la tela gruesa de sus vaqueros. No fue suficiente, y tuvo el horrible presentimiento de que nunca sería suficiente. Ellos la habían arruinado para los otros hombres. ¡Incluso la habían arruinado hasta para ella misma! Krista tomó un tembloroso y largo suspiro, y encendió la radio. Después de la primera canción triste sobre amor perdido y angustia, la apagó. ¡No necesitaba eso!

coche. Y cada vez que la imagen de Adan o Lyan llegaba a su mente, se hacía jugar tres manos imaginarias más, y la del crupier, al mismo tiempo. Eso la mantuvo ocupada hasta que llegó a las afueras de Reno. Reno debería estar bien, al menos durante unos días. Se detendría brevemente y visitaría a Savannah. Eso siempre era divertido. Y debía ser bastante seguro, sobre todo si ella llevaba el uniforme. Aún los matones de Alexi, no serían lo bastante estúpidos como para intentar secuestrarla delante de una policía. Miraría si la cabaña estaba vacía. Si lo estaba, podría quedarse allí, fuera de la vista por un tiempo. Krista sintió que un poco de su tensión la abandonaba al tomar esa decisión. Sí, eso era lo que necesitaba, una distracción y la posibilidad de estar rodeada por la naturaleza. Cuando sus padres estaban vivos, a menudo se habían quedado en la cabaña que poseía la familia de Savannah. Gracias a Dios, ella nunca se lo había mencionado a Alexi, nunca mencionó a Savannah o Reno. Sería un buen lugar para esconderse por un tiempo. Krista sonrió con anticipación cuando se detuvo en el aparcamiento de un mini súper para llamar a la comisaría. Tuvo suerte. El turno de Savannah acababa de terminar. “¿Recuerdas dónde estaba aquel cuchitril llamado The Dive?”, preguntó Savannah.

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Finalmente recurrió al juego del blackjack en su cabeza, mientras conducía el

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El Club de las Excomulgadas Krista se echó a reír. “Sabes que lo hago. Ese era el único lugar de la ciudad en el que solían dejarnos entrar con nuestros carnets de identificación, obviamente falsos, cuando teníamos dieciséis años.” “Me mantendré en silencio para no incriminarme”, se rió Savannah. “¿Por qué no me encuentras en The Dive? Es un lugar bastante seguro en estos días y tan pronto como me cambie de ropa iré allí de todos modos. Se supone que debo encontrarme allí con un soplón, pero mi asunto con él, no me debería tomar mucho tiempo.” Krista sonrió. Savannah no había cambiado ni un poquito. Ella era toda una

“Te veré allí”, dijo Krista y colgó el teléfono. Por un breve instante, sus terminaciones nerviosas le advirtieron que estaba siendo vigilada. Era la misma sensación de ser observada que había tenido en Las Vegas, curiosa en vez de amenazante, benévola en vez de malintencionada. Krista rápidamente miró a su alrededor. Todos los coches a la vista estaban ocupados por gente con el pelo gris o con niños. Se frotó los brazos y volvió a su coche. Por lo que ella pudo ver, nadie la había seguido al aparcamiento y al lugar de encuentro. Sin embargo, Krista tomó la precaución adicional de permanecer en su coche, con la intención de esperar varios minutos antes de entrar en The Dive. Cuando una camioneta plateada entró en el estacionamiento, el ánimo de Krista se levantó y se rió en voz alta. Algunas cosas nunca cambiaban. La camioneta de Savannah tenía más abolladuras y golpes, que superficie lisa. Parecía que su amiga todavía seguía a las vacas perdidas, en el rancho de su padre, con el mismo entusiasmo que seguía a los delincuentes. Krista bajó de su coche y se apresuró a darle un abrazo a la dínamo pelirroja que salía de la camioneta. Savannah le devolvió el abrazo.

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policía, todo el tiempo.

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El Club de las Excomulgadas “Lo siento, llego tarde.” Los labios de Savannah hicieron una mueca, aunque el centelleo de sus ojos dijo a Krista que estaba más divertida por ello que molesta. “El capitán me tuvo que dar mi regañina semanal sobre investigar fuera de las horas de servicio.” Krista se rió. “¿Cómo reunirte con un soplón esta noche?” Savannah hizo rodar sus ojos. “¡Ni lo menciones! Con un poco de suerte el capitán no se enterará.” Ella comprobó su reloj. “Podemos entrar. El Hurón sabrá donde

“¿El Hurón?” “Parece una comadreja, huele como una comadreja y actúa como una comadreja, por lo que lo llamo el Hurón, aunque creo que su verdadero nombre es algo así como Dale o Ricky.” Krista negó con la cabeza y se rió. Savannah era terrible con los nombres reales, pero era estupenda para poner apodos. Entraron, y tomaron una cabina en la parte de atrás, lo que satisfizo a Krista. Esta le daba una gran vista de la puerta y no había ningún modo de que alguien pudiera acercarse sigilosamente a ellas. “Entonces, ¿qué te trae a Reno?”, preguntó Savannah después que la camarera tomara sus pedidos. Krista miró a su amiga y lamentó no poderle hablar de Alexi. Pero eso era imposible. Decírselo a Savannah sería tan malo como decírselo a Adan y Lyan. Tal vez aún peor. Savannah iría tras Alexi, aún si eso pusiera su propio trabajo y su vida en peligro. “Pensé que sería agradable alejarme por un tiempo, tal vez usar la cabaña si está disponible.” Eso le sonó falso incluso a Krista.

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encontrarme.”

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El Club de las Excomulgadas La expresión de Savannah le dijo que no lo creyó ni por un segundo. Sin embargo, Krista se ahorró la agonía de ser sometida a un interrogatorio de inmediato, al llegar sus bebidas y nachos. Después que la camarera se marchara, Savannah se abalanzó. “¿Problemas con un hombre?” La mente de Krista fue primero a Alexi, pero rápidamente se movió hacia Adan y Lyan. En un momento de introspección, se dio cuenta de que en ese momento, el

podía llegar a ser una realidad, era más doloroso que el miedo que le tenía a Alexi. Algo de lo que estaba sintiendo se debió mostrar en su cara. Savannah negó con la cabeza y dijo, “Ah, muchacha, estás mal. ¿Quieres hablarme sobre el imbécil que te rompió el corazón? A lo mejor tiene una orden de arresto o algo así, y puedo asegurarme que las ruedas de la justicia se pongan en marcha.” Krista se rió. “Lo que realmente quieres decir es… asegurarte de que las ruedas de la justicia derriben al tipo y lo aplasten.” Savannah sonrió abiertamente. “Eso también.” Luego, en un tono más serio, añadió, “Siéntete libre de utilizar la cabaña durante todo el tiempo que la necesites. Soy toda oídos si quieres hablar.” Krista respiró hondo. No podía hablar sobre Alexi, pero ¿haría daño hablar de Adan y Lyan? Savannah y ella habían sido amigas desde siempre. No habían crecido juntas los trescientos sesenta y cinco días al año, pero cada vez que la familia de Krista había ido a quedarse en la cabaña, ella y Savannah habían sido inseparables. Algunos años, las visitas había durado más que otros, pero sin importar cuánto tiempo hubiera pasado entre las visitas, siempre parecía como si ellas se hubieran separado el día anterior. Las dos habían conectado y seguían conectadas.

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dolor de haberlos dejado, y el no permitirse continuar con la fantasía y ver si esta

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El Club de las Excomulgadas Krista se aclaró la garganta y tomó un nacho. Podía sentir el rubor en su cara mientras murmuraba. “No es sólo un tipo, son dos. Y no rompieron mi corazón exactamente.” Se detuvo, sin saber cómo continuar. Finalmente dijo, “Quiero estar con ellos, pero no puedo.” Savannah tomó un nacho y lo metió en un cuenco que contenía queso derretido. “Oh, Dios. ¿Estás hablando de ambos al mismo tiempo, o dos novios diferentes en dos lugares diferentes?”

Savannah hizo un espectáculo agitando el aire delante de su cara. “¿Fue idea tuya o de ellos?” El rubor de Krista se hizo más intenso. “Todos estuvimos de acuerdo con ello.” “Me dejas sin palabras.” “Por primera vez”, masculló Krista. Savannah sonrió abiertamente. “Sí, mi capitán diría eso, también.” Su cara se puso sombría. “Entonces, ¿qué te detiene? ¿Tienes miedo que el Director de tu escuela se entere y te despida por faltas a la moral?” El corazón de Krista dio tumbos y cayó como si fuera de plomo. Había estado tan concentrada en mantener seguros a Adan y Lyan que no había dedicado ni un pensamiento al cuadro más amplio. Pero Savannah tenía razón. No sabía dónde vivían, pero aunque fuera en San Francisco que era más liberal, las asociaciones de padres todavía levantaban un escándalo sobre profesores homosexuales que ‘salían del armario’. Les daría una apoplejía si sabían de una profesora que vivía abiertamente con dos hombres. Y recordando como Lyan la había besado en el bar, y la exigencia de Adan de compartir también un beso, más su comportamiento posesivo en el restaurante, Krista sabía que no había ningún

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“Ambos a la vez.”

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El Club de las Excomulgadas modo de que una relación con ellos permaneciera secreta. No es que ella les pidiera eso a ellos, o a ella misma. Tragó saliva y dijo: “Sí, algo así.” Savannah alcanzó su brazo y le dio un pequeño apretón. “Bueno, vete de viaje a cualquier sitio y disfruta de tu fantasía. Es lo que yo haría.” La sorpresa pasó por la cara de Krista y Savannah se rió. “¿Qué?, ¿no piensas que yo tengo fantasías, también?” Sus cejas subían y bajaban de una manera cómica.

Krista se rió. “¿Así que tomarías dos tipos a la vez?” “Oh, sí. Y me gustaría sacar el lazo.” “¡No!” Savannah sonrió. “Sabes cómo me gustan esas cosas de lazos y cuerdas. Ahora cuéntame sobre esos dos tipos.” Y Krista lo hizo. Cuando terminó, Savannah dijo. “Para. No sigas. ¡Dime si tienen algunos amigos magníficos y luego encuentra un cuarto para encerrarte con ellos!” Sintiéndose más alegre de lo que había estado desde que esta cosa de Alexi comenzara, hacía más o menos un año, Krista se rió y dijo: “Supongo que no hay ningún hombre de fantasía en tu vida ahora mismo.” “Ni siquiera cerca. Los únicos que veo son policías y delincuentes, no exactamente candidatos de primera en el departamento de las relaciones.” “¿Y los vaqueros del rancho de tus padres? Por la forma en que los recuerdo, ahí es donde puedes encontrar tipos de aspecto estupendo.” Savannah hizo rodar sus ojos. “Ahora que mis hermanos se han hecho cargo, para que mis padres puedan viajar, cualquier tipo que encuentran mirándome, termina

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“Tengo una imaginación muy activa.”

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El Club de las Excomulgadas comprobando cercas. Me han dicho que montar vigilando el cercado con una furiosa erección es muy doloroso. ¡En estos días todo lo que tengo que hacer para dejar vacío un cuarto lleno de vaqueros, es entrar en él! Y sí, tienes razón, el barracón del Bar None todavía está lleno de cosas dulces para la vista.” Krista se rió disimuladamente. “Tan cerca y a la vez tan lejos.” “Tienes razón”, dijo Savannah, mientras comprobaba su reloj y fruncía el ceño. “¿Tu chivato llega tarde?”, preguntó Krista.

temprano, acecha entre las sombras hasta que se cerciora que es seguro, y luego se escabulle. Lo de llegar tarde no es típico de él.” Se levantó de su silla. “Creo que voy a mirar afuera, por si acaso.” Krista se levantó también. Desde que había empezado a huir de Alexi, también había aprendido a escuchar a sus instintos y ahora mismo le gritaban que no dejara a Savannah ir sola. “Iré contigo.” “De ninguna manera, es un asunto policial.” “¿Un asunto oficial de la policía?”, preguntó Krista levantando una ceja. Savannah movió la cabeza con tristeza. “Ese es el problema de las confesiones, siempre se vuelven en tu contra. Vamos. En estos días The Dive es un lugar bastante

tranquilo.

Realmente

no

espero

ningún

problema.

El

Hurón

probablemente consiguió una oferta mejor y por eso no ha venido, pero yo me daría una patada a mí misma si averiguara más tarde que él me esperó fuera.” “¿Qué tipo de información te vende?” “No lo sé.” “¡No lo sabes!”

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“Sí, unos diez minutos. El Hurón es un tipo nervioso. Por lo general llega

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El Club de las Excomulgadas Savannah hizo una mueca. “Todo lo que me dijo es que era algo grande. Algo tan grande que si lo abro, me tendrán que dar la insignia de detective, y mis días como policía de patrulla habrán terminado.” Las campanas de alarma prácticamente chillaron en la cabeza de Krista, cuando salieron del bar, y Savannah dijo. “Ese parece el coche del Hurón.” El coche estaba aparcado en la calle, al otro lado del callejón. Un flamante Beamer negro, un modelo caro. Esto le dijo a Krista que el negocio de la información estaba bien pagado. “Esto me da mala espina”, dijo, mirando a su alrededor, por el

aquí?” La sonrisa de Savannah envió terror directamente al corazón de Krista. “No lo sé. Pero solo hay una manera de averiguarlo.”

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aparcamiento de The Dive. Estaba prácticamente vacío. “¿Por qué no se estacionó

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo 7 La polla de Kye llegó a una erección rápida y palpitante, cuando vio a la mujer pelirroja salir del bar con Krista. Por las estrellas, era ella… ella era su compañera. No necesitaba al Consejo y sus científicos para confirmarlo. La sangre que llenaba su eje, el fuego que corría por sus venas, la necesidad que sentía de dejar su escondite e ir a reclamarla, era toda la prueba que él necesitaba. Ella era suya.

Kye negó con la cabeza como si pudiera limpiar las imágenes que sus ojos transmitían a su cerebro. ¿Acababa su compañera de sacar un arma primitiva de una pistolera de su costado? ¿Se alejaba ahora mismo de él, de la manera que un cazador persigue a su presa? Lo hacía. Kye no supo si reírse o gritar de rabia, cuando rápidamente determinó su destino y se transportó hacia este. Ahora que había encontrado a su compañera, no había ningún modo en que él permitiera que algo le sucediera. ***** Krista no servía para jugar a policías y ladrones. Nunca lo había hecho, y nunca lo haría. Enseñar matemáticas en una escuela secundaria pública era lo bastante peligroso para su gusto, aunque con honestidad, la enseñanza en una escuela especializada para alumnos de alto rendimiento no suponía, exactamente, un gran peligro. “¿No deberías pedir refuerzos o algo así?”, susurró a Savannah. Savannah negó con la cabeza, pero no se dio la vuelta para contestarle cuando rodeó el edificio y enfiló hacia el callejón.

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Ella también estaba armada y era peligrosa.

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El Club de las Excomulgadas Krista respiró hondo y trató de calmarse. Sentía que las campanas de alerta seguían sonando en su cabeza. Savannah levantó una mano para marcar un alto, luego se puso en cuclillas con su arma en posición de disparo cuando se dispuso a dar la vuelta a la esquina. ¡Esto es un locura!, pensó Krista. ¡Ni siquiera voy armada! Savannah entró en el callejón y Krista se tensó, esperando oír disparos en cualquier momento. Fue casi una decepción cuando no fue así.

funda. Krista se movió para examinar el callejón. Savannah tenía razón. Estaba despejado de un extremo a otro, ningún coche desguazado, ningún contenedor metálico de basura o cajas de cartón, ningún contenedor apoyado en las paredes del edificio, y ningún tipo malo esperando a ponerles una emboscada. Krista dio un suspiro de alivio y trató de relajarse. Pero sus instintos no dejaron caer el escudo protector que la había mantenido libre de problemas todos estos meses. Un coche arrancó más abajo en la misma cuadra y su pulso se aceleró, aunque no fuera nada sospechoso. Se apartó de la acera y comenzó a moverse en dirección opuesta. “Todavía no me gusta esto”, dijo Savannah, observando el coche del Hurón. “Tengo el presentimiento que tampoco me va a gustar lo que está en el Beamer.” Ella dio un paso adelante. Con su visión periférica Krista vio el coche al final del bloque vacilar en la esquina. La ventanilla de atrás se abrió varias pulgadas. Un destello llamó la atención de Krista cuando el sol alumbró algo surgiendo de la ventanilla. El instinto de que algo más iba a pasar hizo que agarrara a Savannah y tirara de ella fuera del callejón. “Que caraj…” dijo Savannah, antes de que una explosión llenara el aire, meciendo los edificios alrededor de ellas y tirándolas a tierra. El vidrio de las ventanas cercanas caía, junto con trozos de ladrillo y trozos del Beamer.

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“Todo despejado”, dijo Savannah, mientras se levantaba y metía el arma en la

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El Club de las Excomulgadas Krista quedó tan estupefacta, que le tomó unos segundos darse cuenta del hombre que había aparecido de repente y se había puesto en cuclillas junto a ellas. Se parecía tanto a Lyan que ella jadeó. ****** Hasta ese momento, Kye nunca había sentido las emociones primitivas que tan a menudo alcanzaban a los varones Vesti. Pero ahora, cuando miró hacia abajo, a su compañera cubierta de escombros, estos manaron por él.

y dolorosamente. Quería llevar a su compañera a casa y asegurarse que su vida nunca estuviera en peligro otra vez. Los ojos de Kye fueron hacia la compañera de Lyan y el amor por ella aumentó en su corazón. Si no hubiera sido por ella, su propia compañera estaría muerta. “¿Lyan?”, preguntó Krista, frunciendo el ceño con una perpleja confusión. “No, soy Kye.” Krista negó con la cabeza para despejarse, y, lentamente, se sentó, para luego mirar atentamente a su amiga. “Savannah, ¿estás bien?” Savannah gimió y se sentó. “Sí, nada que algún analgésico y agua oxigenada no puedan resolver.” Ella se pasó una mano sobre su pelo, enviando trozos de cristal y ladrillo a la acera. “¡Hombre, yo sabía que no me iba a gustar lo que estaba en el Beamer!” Su sonrisa envió una ola de furia por Kye. ¿Su compañera no se daba cuenta que alguien había estado esperando por ella? ¿Qué estaban tratando de matarla? Krista movió su cabeza y se estremeció. “Tal vez deberías dejar la ciudad por un tiempo, Savannah. Alguien lo tenía planeado.”

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Quería encontrar a quienquiera que le hiciera esto a ella y hacérselo pagar despacio

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El Club de las Excomulgadas Savannah se frotó las manos. “Donde hay humo, hay fuego. Esta podría ser mi gran oportunidad. ¿Qué viste antes de la explosión? ¿Qué te advirtió?” Krista le contó. Las fosas nasales de Kye resoplaban con furia reprimida. Los cristales de color púrpura en sus pulseras se arremolinaron y pulsaron cuando sus emociones amenazaron con hacerle perder el control. La necesidad de tomar a su compañera y mantenerla segura era aplastante. “¿Quién quiere hacerte daño?”, exigió él.

Cuando él la alejara de aquí, ella sentiría el aguijón de su mano en su culo antes de que él la montara. “¿Y tú eres?”, su desafiante compañera… Savannah, tuvo el valor de preguntar en un tono desafiante. “Kye d’Vesti, el primo de Lyan d’Vesti.” Los ojos de Savannah se pusieron redondos y sus labios formaron una pequeña O. Ella le dijo a Krista, “Guau.” Krista enrojeció intensamente. “¿Te envían Lyan y Adan? ¿Cómo supieron que estaba aquí?” Kye contestó, “Lyan todavía no sabe donde estas. El me habló de ustedes y yo sentí curiosidad, por lo que te seguí desde Las Vegas.” Krista se puso rígida. “¿Por qué sentiste curiosidad?” Kye sonrió abiertamente. “No se ve todos los días que mi feroz primo caiga de rodillas. Quise conocer a la mujer que lo había domado.” Negó con la cabeza. “Ten cuidado, una vez que Lyan recobre el sentido, vendrá tras de ti.” “¿Vas a decirle que estoy aquí?”

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Fuego verde brilló en los ojos de su compañera y envió sangre rugiendo a su polla.

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El Club de las Excomulgadas La variedad de emociones en guerra en la cara de Krista, deseo junto con desesperación, hizo que Kye sintiera más curiosidad de la que alguna vez había tenido, de saber lo que estaba pasando entre Adan, Lyan y su hermosa compañera de vínculo, pero negó con su cabeza y se concentró diciendo. “No, tienes mi palabra de que no le diré nada.” Por supuesto, él no tenía ninguna necesidad de contarle a su primo. El suero que Lyan había inyectado en la corriente sanguínea de Krista, cuando hundió los dientes en ella durante su acoplamiento, había forjado una conexión que le permitiría sentir donde estaba. Esto también permitiría que Lyan alcanzara su

reclamada, era imposible para una compañera Vesti escaparse. Una sirena sonó a lo lejos. Savannah se puso de pie. “Maldita sea, tenemos que salir de aquí. Vamos a dejar el callejón y sus alrededores. Cuanta menos gente nos vea, mejor.” Krista frunció el ceño. “¿No deberías quedarte y hacer un informe o algo así?” “Confía en mí, será peor si mi capitán se entera de esto. Y hasta que no sepa más de lo que está pasando, voy a mantener la jugada en secreto. El Hurón dijo que estaba en algo grande. No sé cuánto tiempo va a tomar para que se enteren que el coche le pertenecía, pero tengo que llegar a la casa del Hurón y ver si hay algo que me ayude a entender todo esto.” “Iré contigo”, dijo Krista, luego siguió a Savannah hasta el final de callejón y dieron vuelta a la esquina. Savannah negó con la cabeza. “No. Será más seguro para ti que no lo hagas. Por favor, vete a la cabaña. Te llamaré para decirte lo que encontré en la casa.” La cara de Krista creció en determinación. “No voy a dejar que vayas sola. Yo voy, aunque te tenga que esperar dentro del coche.”

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mente y recuperara su posición, tan pronto como ella se durmiera. Una vez

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El Club de las Excomulgadas Kye rechinó sus dientes. Su compañera ponto aprendería que ponerse en peligro era inaceptable. A pesar de su promesa a Krista, envió una sonda mental para averiguar si Lyan y Adan estaban cerca. El alivió lo llenó cuando los encontró acercándose rápidamente a la ciudad. Pronto podrían estar aquí para hacerse cargo de su compañera. Kye y las dos mujeres se metieron en el aparcamiento de The Dive sin ser notados. Una multitud se reunía alrededor de los restos del Beamer negro en la calle. Cuando Savannah usó el mando a distancia de su llavero para abrir las puertas de

“No”, dijo Kye. Sería el infierno para él si permitiera que le pasara algo a la compañera de Adan y Lyan. “Yo iré con Savannah.” Savannah se puso rígida. “No creo haberte invitado.” La atención de Kye se dirigió hacia su compañera. Tomó su brazo y trató de quitarle las llaves. Cuando ella no cedió, él la apretó contra su cuerpo. El olor de ella llenó sus fosas nasales y se imprimió en su alma. “Atrás”, gruñó ella, tratando de escapar de sus brazos. La lucha de Savannah solo sirvió para presionar con más fuerza la punta de sus pechos contra su pecho. Él sonrió. Ella no era inmune a él. Pero si las miradas pudieran matar, su compañera estaría ahora mismo respondiendo a acusaciones por su asesinato. “No. Tenemos mucho que discutir.” Kye no se molestó en ocultar el gruñido de su voz cuando forzó las llaves de su asimiento, luego abrió las puertas y metió a su compañera en la camioneta. Una vez que ella estuvo dentro, él se dio la vuelta hacia Krista y ahuecó su cara en su mano. “Tienes mi palabra de que mantendré segura a tu amiga. Ella es mi compañera de vínculo. Aquellos que le hagan daño pagarán con sus vidas.”

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su camioneta, Krista dijo, “No te dejaré ir sola. Te seguiré en mi coche.”

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El Club de las Excomulgadas Los ojos de Krista se ensancharon. Kye sonrió y presionó sus labios con los suyos, lamiendo y jugueteando hasta que ella abrió la boca bajo la de él. Su lengua rozó la de ella, ofreciéndole seguridad y tranquilidad. Cuando el beso terminó, Kye dijo:

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“Vete ahora. No te preocupes por tu amiga”.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo 8 “Si nuestra compañera realmente se preocupara por nuestro bienestar, se habría quedado en un hotel en vez de en una cabaña”, refunfuñó Lyan, mientras aplastaba otro de los insectos voladores que parecían preferir su sangre a la de Adan. Al lado de él, Adan se movió con facilidad, frotando su espalda contra el árbol contra el que estaba apoyado. Si nuestra compañera supiera que la estamos vigilando, se

¡Como si no lo estuviéramos pagando ya! Lyan dio un manotazo a otro de los parásitos alados. La separación de Krista lo había dejado siempre duro, y cada día que pasaba, se preocupaba menos de las reglas y más por asegurar a su compañera. ¿Qué locura le había dominado? ¡Sus hermanos no lo dejarían vivir tranquilo si se enteraran que voluntariamente había dejado marchar a su compañera, incluso acompañándola hasta su coche, y dándole un beso de despedida! ¡Era una locura! Había sido un tonto por dejar que el razonamiento de Adan y las lágrimas de Krista le dominaran. ¡Un picotazo más de un insecto y él iba a subir a la cabaña! ****** Krista estaba en el porche y respiró hondo mientras miraba a su alrededor. Habían pasado veinte años, casi veintiuno, desde la última vez que había acampado aquí. Fue el verano anterior antes de su último año en el instituto. Sus padres habían dicho que la querían toda para ellos una última vez antes que ella dejara el nido En aquel momento, ella pensó que estaban siendo demasiado dramáticos, no es que le importara ir de acampada con ellos. Eran una familia muy unida, sólo ellos tres. Ella les había puesto los ojos en blanco, y se había burlado de ellos por hacer sonar la graduación del instituto como si estuviera abandonando la faz de la Tierra. ¿Pero que había sabido ella en aquel entonces? Había estado llena de entusiasmo juvenil y

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armaría una buena.

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El Club de las Excomulgadas expectativas pocos realistas. Sí, ella viviría lejos de casa, pero lo fabuloso de la enseñanza eran las vacaciones de verano. Todavía volvería durante el verano y otras vacaciones. La vida no era un cambio radical, era algo en evolución. Pero, por supuesto, su vida estaba cambiando, y estos cambios se llevaron a cabo rápidamente una vez que se graduó y comenzó su nuevo trabajo. Nuevos amigos. Nuevas aventuras. Nuevas experiencias. Nuevos retos. Había vuelto a casa y había hecho visitas, pero nunca fue lo mismo. Y después no

Sus padres habían muerto en un accidente de aviación junto a un amigo piloto y su esposa. Habían estado camino a Colorado cuando su pequeño avión quedo atrapado en una tormenta. Krista frotó la mano sobre su corazón. El dolor seguía ahí, incluso después de todos estos años. Volvió a pensar en Savannah, preguntándose como estaría con Kye, y si podría experimentar su fantasía de estar con dos hombres a la vez. Kye estaba solo, pero había afirmado que era su compañera de vínculo. Krista suponía que eso significaba compartir a su compañera, como había sido en su caso también. Sus cejas se juntaron y su corazón se aceleró al pensar en ello ahora. Kye había usado las palabras ‘compañera de vínculo’ con tanta naturalidad, como si el concepto de compartir una compañera fuera algo completamente normal. Y su forma de hablar era formal… antigua, como lo era la de Adan y Lyan. Ella todavía no sabía dónde estaba su casa. ¿Era posible que vivieran en una comunidad fuertemente cerrada, donde era aceptable tener más de un marido… o esposa? Krista frunció el ceño. Compartir un hombre con otra mujer no era una de sus fantasías. Se encogió de hombros apartando la preocupación. A pesar de que Kye le dijo que Lyan y Adan la encontrarían, ella no veía que fuera posible que lograran

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hubo ninguna casa a la cual volver.

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El Club de las Excomulgadas encontrarla, a menos que supieran la ubicación de la cabaña de Savannah. Y ella confiaba en que su amiga no la dijera. Krista sonrió abiertamente cuando recordó que el comportamiento de Kye había dejado muda a Savannah. Eso no pasaba muy a menudo, y seguramente no duraría mucho tiempo. A Kye le esperaba una sorpresa si pensaba que podía dominar a Savannah como quisiera. A Krista no le sorprendería si Savannah sacaba realmente el lazo y la

Los pensamientos sobre Kye la llevaron a recordar a Lyan y Adan, y el dolor que sintió al dejarlos en Las Vegas volvió como una venganza. No podía mentirse. Después de su encuentro con Kye, había estado medio esperando… medio esperando que Lyan y Adan aparecieran. Una ola de soledad pasó sobre ella y sus ojos se llenaron de lágrimas. Dios, los echaba de menos. Durante el día. Durante la noche. Todo el tiempo. La necesidad de ellos nunca la dejaría. Y los sueños… Su cuerpo se tensó, sus pezones se pusieron como puntas duras, mientras su clítoris se convertía en un punto rígido y doloroso. Desde que los había dejado, sus sueños habían cambiado, se habían convertido en una mezcla de erotismo y surrealismo. Tanto Adan como Lyan aparecían en ellos, a veces como hombres y a veces como… Las bragas de Krista se humedecieron más con el recuerdo de cómo le habían hecho el amor en sus sueños, Adan había aparecido como un ángel, conduciendo su polla dentro de ella, él la sostenía envuelta y protegida en suaves y aterciopeladas alas con bordes dorados.

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cuerda y lo ataba como a un toro camorrista con demasiada testosterona.

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El Club de las Excomulgadas Y Lyan… Ella se estremeció. En sus sueños él siempre la tomaba mientras ella estaba sobre sus manos y sus rodillas, mordiendo sus nalgas hasta que ella extendía sus piernas; entonces, lamía su mojado coño y succionaba su clítoris hasta que ella estaba temblando, necesitada y suplicando. Justo cuando pensaba que no podría soportarlo más, él la cubría, manteniendo sus muñecas en el suelo, empujando dentro y fuera de ella mientras suaves alas de murciélago, formaban una tienda de campaña a su alrededor, atrapando el calor y el olor de su unión dentro de ellas.

imágenes de su mente. Pero era demasiado tarde. Estaba dolorosamente excitada. Dejando la taza de té en la barandilla del porche, se sujetó con una mano en la madera y metió la otra por debajo de sus bragas. Su clítoris estaba firme, palpitando con la necesidad. Ella se humedeció los dedos en sus propios jugos, y luego rodeó el hinchado punto, jugueteando con la cabeza sensible y su suave parte oculta, al mismo tiempo imaginando que Lyan y Adan se la estaban acariciando con la lengua, hasta que finalmente las paredes de su vagina comenzaron a contraerse, dándole una pequeña medida de alivio, pero dejándola más necesitada que nunca. Krista se estremeció y sacó sus manos de las bragas, con temor de haber sido una tonta, al insistir en que la dejaran. Tal vez ellos hubieran podido defenderla. Pero tan pronto como la idea la tentó, una imagen de Matt pasó por su mente, atado para mantener los huesos en su lugar, con tubos entrando y saliendo de él, mientras enfermeras y médicos pasaban a comprobar su estado. Pisándole los talones vino la imagen de Alexi, matando a sangre fría. No. Había hecho lo correcto. Había hecho lo único posible. No sólo debía preocuparse de Alexi, sino también de su padre, su tío y el resto de su organización. Si algo le pasara al único heredero, nunca la dejarían hasta cobrar

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Tomando una respiración profunda y temblorosa, Krista trató de alejar las

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El Club de las Excomulgadas su venganza. Krista se estremeció, recordando la advertencia velada de Alexi, cuando la había retenido en su yate. Su padre había amado a una sola mujer, como Alexi afirmaba amar a Krista. Todo había salido bien hasta que su madre trató de abandonarle. Entonces ella había ‘desaparecido’. Krista sacudió lejos sus pensamientos y regresó a la cocina, preparando té helado y bebiéndoselo de un trago ante el mostrador. Era tiempo de volver al casino. Revolcarse en su tristeza y desesperación no iba a hacerle ningún bien, pero sí lo haría hacer dinero.

se obligó a cambiarse, poniéndose una falda azul claro con una femenina parte superior a juego. El conjunto, no solo resaltaba su bronceado, sino hacía que sus ojos fueran más notables. Al verse en el espejo su estado de ánimo mejoró. Sólo deseaba que Adan y Lyan estuvieran allí para verla. Ese pensamiento la hizo reír en vez de llorar. Sí, claro. Este conjunto iba a durar al menos dos segundos antes de que se lo arrancaran de su cuerpo. El cuerpo entero de Krista se tensó con la imagen. Respiró hondo y empujó lejos la fantasía erótica, antes de salir de la cabaña. Tenía que estar con gente, al menos por un rato. Sacó el coche de su aparcamiento detrás de la cabaña y salió de la propiedad, cuidadosa, intentando detectar cualquier señal que pudiera significar que la habían descubierto. Varias veces, durante el último par de días, cuando había salido de la cabaña había tenido la vaga sensación de no estar sola, y sin embargo no había sentido el impulso de huir, como solía suceder cuando se sentía observada. Había atribuido esa sensación a la fauna que vivía y se escondía en los bosques que rodeaban la cabaña, pero eso no significaba que ella bajara la guardia. Tan relajante como era la cabaña, daba un poco de alivio llegar a la fila de gente que llenaba los casinos. Krista se rió de sí misma. Reconociendo que estaba cambiando los bosques por una selva de un tipo diferente.

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Por lo general, ella era el tipo de mujer de vaqueros o pantalones cortos, pero hoy

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El Club de las Excomulgadas Cambió dinero por fichas de casino y se dirigió a las mesas de blackjack. Cada jugador tiene su propia rutina, su propio conjunto de supersticiones para atraer el éxito y la buena suerte. La sonrisa de Krista fue autocrítica cuando comenzó su ritual. Era algo que no podía evitar, aunque sabía que al final sería su habilidad matemática, junto a su capacidad para recordar las cartas jugadas, lo que haría aumentar su montón de fichas. Su primera tarea era jugar varias manos de póquer electrónico. Ella nunca esperaba ganar nada, pero la calmaba, preparando su subconsciente, y la ayudaba a

Una vez que terminó con la máquina de póquer, se paseó casualmente por cada una de las mesas de blackjack, parándose unos segundos en cada una, con el fin de determinar si el crupier parecía simpático, hostil o mecánico. Cuando había estado libre de preocupaciones, siempre había elegido un crupier más mecánico, cuyos pensamientos estuvieran en otra parte, quién no la distraería con las emociones. Hoy, no importaría el tipo de crupier que trabajara en la mesa que elegiría. Su elección de la mesa se basaría en la seguridad de su ubicación, si ella era capaz de concentrarse en el juego en vez de estar mirando sobre su espalda. Pero los rituales eran importantes, por lo que, con cuidado, estudió a cada crupier, y haciéndolo así dejó que su mente se asentara y se preparara para el juego. Hoy estaba de suerte. Su tipo preferido de crupier estaba colocado en la mesa más segura. Krista esperó que un asiento quedara libre y ocupó su lugar. Después de eso, el tiempo dejó de tener sentido. ****** Desde la distancia, Adan y Lyan la miraban. Ambos sentían placer con cada uno de sus éxitos. Nuestra compañera lo hace bien, dijo Lyan. Tal vez deberíamos enseñarle a jugar al Sauris y luego retirarnos al Sector de Juego Kotaka.

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concentrarse. Interiormente, se rió de sí misma. Sí, claro.

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El Club de las Excomulgadas Adan se echó a reír. Nuestro retiro no duraría. ¿Cuántas veces nos hemos metido en esa región y hemos cazado a algún transgresor de la ley? ¡Si no estuviéramos evitando las repercusiones, seríamos la presa de otros cazadores! Será bastante difícil mantener lejos de nuestra compañera la atención de otros hombres, cuando regresemos a Belizair. Piensa en el desafío que afrontaríamos en Kotaka, donde las mujeres de tal belleza son tan raras. Lyan gruñó. Que cualquier hombre de Belizair o de cualquier otra parte toque a Krista, y será la última carne femenina tocará. Las cejas de Adan se elevaron. ¿Y qué hay de Kye? ¿No viste en la mente de Krista que tu hombre buscado ahora? Lo perdonaré solo porque protegió a Krista y ella no sintió ningún deseo por él. Reconoceré que su beso sólo le ofrecía tranquilidad. Una sonrisa inesperada cruzó el rostro de Lyan. Había perdido la esperanza de que alguna vez Kye se quitara el yugo del Consejo. Nunca había roto las reglas. Este tiempo en la Tierra ha sido bueno para él. Sería una vergüenza que su vida terminara antes de tener la oportunidad de volver a casa y actuar como debería hacerlo un Vesti. Adan resopló. ¿Quieres decir como TÚ lo harías? Nunca entenderé como consigues escapar sin castigo de burlar las normas una y otra vez. Aplausos estallaron en la mesa de Krista y los hombres volvieron a toda prisa su atención a su compañera. Sus fichas se habían triplicado. Adan sonrió. Ella encajará bien con nuestra gente. Una vez que aprenda nuestras costumbres, estoy seguro que le pedirán que enseñe. Con su habilidad matemática y su suave belleza, los estudiantes llenarán la sala de aprendizaje. Lyan asintió con la cabeza. Su transición debería ser suave. No creo que su mente se rebele ante nuestra forma de comunicación o a la fusión total que se produce cuando los compañeros vinculados bajan sus escudos mentales y se convierten en uno en mente y cuerpo. Con su mente libre de las preocupaciones de la vigilia, ha sido fácil llegar a ella y conocer sus

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primo compartió un beso con ella? ¿Debería enviar noticias a su familia de que él es un

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El Club de las Excomulgadas pensamientos, mucho más fácil de lo que esperaba. En varias ocasiones, la conexión se hizo más profunda… Adan frunció el ceño. ¿Crees que ella vio tu verdadero…? La conversación se vio interrumpida por la llegada de tres mujeres. Las tres eran altas y esbeltas, con figuras que hubieran atraído a Adan y Lyan antes de conocer a Krista. La pelirroja del centro sonrió y dijo. “Hola, chicos. ¿No son una pareja? Mis

tomar una copa?” Lyan medio les gruñó, encontrado su perfume y proximidad empalagosos. Se movió de modo de poder seguir viendo a Krista. Ella estaba a punto de colocar una apuesta. “Me temo que ya estamos comprometidos”, dijo Adan. La muchacha que estaba ante él frunció el ceño. “¡Dime que no son gay! ¡Sería un total desperdicio!” “¿Es un desperdicio ser gay?”, preguntó Adan. La mujer frente a Lyan se movió de manera que sus pechos rozaron su pecho, y antes de que pudiera reaccionar, ella le sorprendió pasando sus dedos a lo largo de su polla. Estaba duro como una roca por estar cerca de Krista. “No creo que él prefiera los hombres”, dijo la mujer con una risita tonta. Lyan gruñó y se alejó de ella, horrorizado por sus palabras, rechazando el olor perfumado que ahora salía de su propia ropa. “¡No soy un amante de los hombres!” Incluso aunque eso existía entre los Vesti, no era aceptado o se hablaba de ello, como lo era entre la gente de Adan.

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amigas y yo los hemos estado observando. ¿Les gustaría unirse a nosotras para

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El Club de las Excomulgadas Adan se rió disimuladamente, aunque sólo Lyan lo oyó. Entonces Adan, también retrocedió, cuando las otras dos mujeres, más cercanas a él, caminaron hacia delante y comenzaron a tocarlo. Nunca le había gustado ser el perseguido, aunque de vez en cuando el aceptaba lo que le ofrecían. Pero ahora que tenía un vínculo de unión con Krista, no tenía deseo por ninguna otra. La mujer a su izquierda se rió tontamente. “No hay ninguna necesidad de

Adan retrocedió más, tratando de evitar las avaras manos y también de llamar la atención sobre sí mismo. Podía sentir el rubor en su cara y rezó porque nadie de su raza atestiguara el espectáculo de un guerrero Amato retirándose ante dos mujeres humanas que avanzaban hacia él. ¡Si llegaba a oídos de su padre y hermanos, nunca dejarían que lo olvidara! Echó un vistazo para encontrar a Lyan en retirada también, siendo conducido hacia el laberinto de las máquinas. Finalmente Adan se detuvo cuando chocó con una anciana. Ella frunció el ceño hacia sus perseguidoras. “¡Señoritas, consigan una habitación de hotel! ¡Este no es lugar para eso!”, dijo ella volviéndose para girar la palanca. Casi inmediatamente una sirena sonó y las luces comenzaron a destellar. La anciana gritó y abrazó a Adan, dando brincos y balbuceando que fue su presencia, lo que cambió su suerte. Una muchedumbre excitada comenzó a juntarse y Adan vio que Lyan también estaba atrapado en la marea humana que palpitaba hacia la máquina tragaperras. A su alrededor las voces repetían lo mismo. “¡Es Big Bob! ¡Big Bob finalmente ha tocado! ¡Creo que estaba en unos ciento veinte millones!” Los turistas sacaron cámaras, apuntando hacia la anciana que sujetaba con los brazos a Adan. En cuestión de segundos se vio atrapado en la luz deslumbrante de los flashes y los clics de las máquinas disparándose.

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temernos. No les haremos daño… no a menos que así lo quieran.”

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El Club de las Excomulgadas La risa de Lyan se movió por la mente de Adan. Sin duda, el Consejo encontrará algún modo de culparme de tu caída en desgracia. Será divertido ver como bailas delante de ellos como he tenido que hacerlo yo tantas veces, y explicar cómo has podido romper una regla tan importante, como la de no dejar ningún rastro de tu presencia mientras visitabas la tierra. Adan trató de arrancar a la mujer, pero a pesar de su aspecto frágil, su abrazo era tan fuerte como el de un guerrero. “No, joven. Quédate aquí. Por favor. Eres mi testigo. Tú me viste tirar de la palanca. Ellos no tratarán de engañarme si te ven aquí.”

gruñó bajo en su garganta y contempló hacia donde Lyan estaba tratando de librarse de la masa de gente. ¿Vuelves con Krista? Sí. Ella se ha ido más lejos. Me reuniré contigo en breve. La única respuesta de Lyan fue una profunda risa, que hizo que Adan lamentara que no estuvieran en el planeta selva, Farini, de modo que pudiera disfrutar desafiando a Lyan a un juego de Arunda, un juego de entrenamiento para los cazadores de recompensas, en el que el perdedor volvía a casa con el cuerpo tan magullado como el ego.

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Hombres de traje fueron pasando rápidamente a través de la muchedumbre. Adan

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo 9 Krista notó al hombre con rasgos poco atractivos y afilados como los de un hacha, momentos después de que una sirena estallara en el casino y la gente comenzara a moverse hacia las máquinas tragaperras. El estaba de pie cerca de una entrada, hablando por el móvil. Mientras la gente se alejaba de él, pareció nervioso. Su nerviosismo fue lo que llamó la atención de Krista, eso y la manera como miraba fijamente la salida más cercana a Krista, y luego a un segundo hombre que luchaba

Ambos hombres encajaban en la imagen de alguien que trabajaría para Alexi, aunque Krista solo tuvo que escuchar su alarma interior para saber que tenía que salir del casino inmediatamente. Recogió sus fichas y se dirigió a la salida, con los dos hombres detrás de ella, ya sin molestarse en ocultar el hecho de que la seguían. Por el rabillo del ojo vio al hombre con cara de hacha, casi gritando por el móvil. Su comportamiento despertó una bandera de precaución y se desvió en el último momento, evitando la salida y tratando de perderse entre la multitud. En su mayor parte, los hombres que la habían cazado habían trabajado solos. Pero ya sabía que había dos hoy, y probablemente afuera estuviera un tercero esperando cogerla. Krista caminó más rápido hasta que vio a un grupo más grande de gente, los invitados a una convención, probablemente. Más mujeres que hombres, la mayoría entre veinte y treinta años. Se colocó entre ellos, sonriendo como si les reconociese de otras reuniones a las que hubieran asistido antes. Varios le devolvieron la sonrisa. El matón pasó, corriendo hacia adelante. Pasaron varios minutos. Cuando no hubo ninguna señal del hombre con la cara de hacha, Krista se inquietó, con miedo de haberse dejado atrapar. El grupo entre el que se había escondido comenzó a dividirse, atraídos por los diferentes juegos. Krista sabía que debería hacer un movimiento en breve.

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contra la marea de gente y se dirigía hacia ella. Un matón.

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El Club de las Excomulgadas Lamentaba haber elegido uno de los casinos más pequeños. Tenía un limitado número de salidas y eso aumentaba las probabilidades de que la que ella eligiera fuera la equivocada. Una vez más, miró a su alrededor buscando al hombre con cara de hacha, pero no lo encontró. La sirena y el entusiasmo que rodeaban a Big Bob se habían detenido. Había un flujo estable de gente separándose, volviendo a sus juegos de azar. Su renovado entusiasmo y optimismo pulsaban por el casino, cada uno pensando que hoy sería para ellos el día de conseguir sacar el premio gordo, también, y Krista se

Ella regresó hacia la salida que originalmente había querido tomar. Las probabilidades sugerían que sus perseguidores hubieran seguido hacia adelante, pensando que ella estaba por delante. No había ninguna señal del hombre con cara de hacha o el otro matón, cuando Krista se movió para unirse a un pequeño grupo de gente y abandonó el casino con ellos. Una vez afuera, se dirigió hacia su coche, uniéndose continuamente a distintos grupos de gente, mientras trataba de apresurarse y sin embargo, pasar desapercibida. Mientras caminaba, supo que estaba siendo seguida. Sus instintos gritaron para que corriera y ella no trató de discutir con ellos. Mientras corría, se maldijo por haber dejado lejos su coche y por ceder a ponerse un atuendo tan femenino. Las delicadas sandalias no eran tan cómodas para correr como sus zapatillas de tenis habituales. Casi estaba en la plaza donde estaba aparcado su choche, cuando el hombre con cara de hacha de repente salió de detrás de una furgoneta, con el teléfono todavía pegado a su oreja. Su cara lucía una expresión triunfal. El corazón de Krista latió en sus oídos, y su aliento era entrecortado, hacia adentro y afuera de sus pulmones, por correr en el calor de Reno. Dio la vuelta, lista para lanzarse a través de la calle, pero vio al matón que se acercaba rápidamente. Dio la

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sintió alentada por la esperanza.

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El Club de las Excomulgadas vuelta de todos modos, sabiendo que estar entre gente era su mejor jugada para escaparse de ser capturada. El tercer hombre era imposible de pasar por alto. Se acercaba a ella rápidamente, el sudor goteaba por su cuerpo, su cara redonda enrojecida por el calor y el esfuerzo. De los tres, era su mejor opción, el eslabón más débil, tal vez. Krista se precipitó hacia él, sabiendo que sólo tendría una oportunidad de pasarle y salir fuera del aparcamiento. Rezando para que los hombres no fueran lo suficientemente inteligentes como para pensar en dardos tranquilizantes, o que

El tercer hombre sonrió abiertamente cuando ella se movió hacia él. Krista esperó hasta el último segundo para cambiar de dirección. En la fracción de segundo que necesitó para desviarse de su pesado cuerpo, ella lo rodeó, sólo para ver que el matón la seguía rápidamente. Abrió la boca para gritar, no queriendo esperar a que fuera demasiado tarde. Pero antes de que pudiera emitir el primer sonido, Lyan y Adan aparecieron ante su vista, con expresiones feroces y mortales. Krista corrió hacia ellos, con el alivio en conflicto con el miedo. Dudando si arrojarse a ellos, o dejarlos atrás, aceptar su ayuda sin exponerlos a un peligro adicional. Adan no le dio opción. Tan pronto como ella estuvo cerca, él la agarró, abrazándola brevemente, antes de empujarla en el asimiento inflexible de Lyan. Krista vio que los tres hombres se habían retirado, pero no desaparecieron. El hombre con la cara de hacha estaba aún al teléfono. Se estremeció, preguntándose si estaría hablando con Alexi. “Por favor, vayámonos ahora”, dijo Krista. Adan se rio. “Trataré con ellos, mientras Lyan te pone segura.”

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Alexi no hubiera decidido que estaría contento con saber que ella estaba muerta.

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El Club de las Excomulgadas “No, Adan, por favor. Déjalo. No te impliques aún más”, suplicó Krista. Se volvió hacia ella y su rostro se suavizó cuando rozó sus labios contra los suyos. “No pidas algo que no puedo darte. Vete con Lyan ahora de modo que no tenga que preocuparme por tu seguridad.” A Lyan añadió, La fiebre está montándote con fuerza, amigo. Mientras yo consigo mi satisfacción en la lucha, tú puedes encontrar la tuya mientras tratas de domar a nuestra compañera.

Adan se rió entre dientes. Me reuniré con ustedes en la cabaña después de haber enviado una advertencia y un desafío al hombre que está aterrorizando a Krista. Bien. Se hará justicia en su nombre antes de dejar este planeta primitivo. Lyan escoltó a Krista a su coche, luego la ayudó a subir al asiento del pasajero y vio que se abrochara el cinturón de seguridad, antes de subir al asiento del conductor y arrancar el motor. Hubo un momento de satisfacción cuando el vehículo se movió hacia adelante. Primitivo, sin embargo, extrañamente agradable. Conseguiría alguno de estos aparatos de transporte si tenía que permanecer en este planeta durante un largo periodo de tiempo. Los tres hombres se dispersaron tan pronto cuando la vieron marcharse y a Adan acercándose. Ahora no había rastro de ninguno de ellos. Krista se apartó de su ventanilla y miró a Lyan. La adrenalina y el miedo aún rabiaban por su cuerpo. “¡Me han seguido!” “Por supuesto. Tú nos perteneces. Eres nuestra compañera de vínculo, nuestra para proteger y para el placer. Nuestra para reproducirnos. ¡Nuestra! ¿Pensaste que te dejaríamos ir?” Sus palabras se derramaron sobre ella como lava. “¡Nuestra para reproducirnos!”

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¿Tratar? Contestó Lyan, su voz mantenía toda la arrogancia de un varón Vesti.

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El Club de las Excomulgadas Las fosas nasales de Lyan llameaban. Su polla se apretaba contra el frente de sus jeans. “Sí.” Sus palabras revolotearon en su vientre. Sus pezones se tensaron. Quería zambullirse en la fantasía que ellos crearon y no salir nunca. Pero su instinto de supervivencia protestó. “Yo no lo creo”, dijo. Las manos de Lyan apretaron el volante. El no respondió. No era un maestro con

¡Deja que te desafíe! La entrega sólo será más dulce. Hicieron el resto del camino a la cabaña en silencio. El tomó solo el tiempo suficiente para asegurarse que todo estaba seguro, y entonces la llevo adentro. Tan pronto cuando cerró la puerta, Lyan se desabrochó la camisa y la bajó por sus hombros. “Quítate la ropa. Necesito a mi compañera. Han pasado demasiados días desde que mi polla estuvo dentro de tu acogedora vagina. Te la quitas o te la destrozo.” Krista jadeó. Dividida entre el ultraje, la diversión y la lujuria. Su mente se esforzó por encontrar una contestación adecuada. Tuvo que conformarse con una simple palabra. “No.” Las manos de Lyan se trasladaron a sus jeans y se los quitó. “Fue una tontería dejarte ir. Fue una tontería dejar que te separaras de nosotros. Tú has sido hecha para nosotros. Para mí. Desnúdate, Krista. Ahora. O te castigaré.” El calor se apoderó de ella, un fuego que no reconocía en sí misma. Este juego de amor, estaba más allá de lo que hubiera experimentado alguna vez. Se quedó mirando la polla completamente erecta de Lyan. “No eres mi dueño”, desafió ella, viendo el efecto que sus palabras tenían en él.

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las palabras. Su cuerpo le demostraría la verdad.

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El Club de las Excomulgadas Su polla se sacudió y se puso aún más grande. Un gruñido bajo retumbó por su pecho. Él se movió hacia ella, su mano fuerte y oscura rodeando su eje, bombeando una vez, luego otra. Una excitación desconocida, se precipitó por Krista. Él era un macho. Un hombre primitivo. Ella se alejó, rodeando el sofá. Los ojos de Lyan se agudizaron por la anticipación. “Antes de que este día haya terminado, habrás accedido a realizar la ceremonia de vínculo. Antes de que este día haya terminado, te habré tenido de cada modo que

Krista se estremeció, sus pezones se apretaron dolorosamente con sus palabras. “Sabrás quien es el dueño de tu cuerpo cuando hayamos acabado”, prometió él con un susurro ronco. “Necesitarás mi polla de igual manera que necesitas respirar. Suplicarás realizar la ceremonia de vínculo y volver a casa con nosotros.” Ella se rió de su arrogancia. “Tú serás el que suplique”, le contestó ella, mientras un deseo al rojo vivo pasaba a lo largo de su columna vertebral y dejaba empapadas sus bragas. Una sonrisa sensual se deslizó a través de sus masculinos rasgos. Unos segundos más tarde, se abalanzó sobre ella, pero el instinto entrenado por largos meses de estar huyendo, golpeó sobre ella. Lo esquivó, aunque a costa de su blusa. Esta se rasgó de su cuerpo, como si hubiera estado hecha de papel. Lyan gruñó, sus ojos se dilataron cuando los restos de su blusa revolotearon hasta caer en la alfombra. “Ríndete ahora y no te castigaré.” Krista se movió alrededor de una silla, más cerca de la puerta que llevaba a su dormitorio. Tendría que ser muy rápida para atravesarla y encerrarse, antes que Lyan la alcanzara. “No soy del tipo de mujer que se rinde”, le dijo ella.

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un hombre puede tomar a su mujer”, le dijo Lyan.

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El Club de las Excomulgadas Él se encogió de hombros, sus ojos nunca abandonaron su cara. Todo el calor de la fiebre de apareamiento Vesti estaba sobre él ahora. Esta atravesaba su cuerpo, exigiendo la sumisión total de su compañera. Tal vez si Adan estuviera aquí… Lyan no se molestó en explorar el pensamiento que pasaba por su mente. No había nada que le impidiera ceder a su instinto de ligarla a él al modo de su gente. Krista se tensó como si fuera a correr hacia la puerta principal, pero Lyan sabía cuáles eran sus intenciones verdaderas. Al momento en que lo intentó, él estuvo sobre ella, cogiéndola en sus brazos y entrando al dormitorio, su lucha solo

Ella esperó que la tirara en el colchón y le introdujera su gruesa polla. En cambio, se sentó en el borde de la cama y la colocó acostada boca abajo sobre su regazo. Con una mano rápidamente la despojó de la ropa restante. “Reconoce que nos perteneces. Que eres nuestra compañera de vínculo, nuestra para la protección y el placer, nuestra para reproducirnos, y dejaré que te escapes sin castigo”, dijo mientras su mano se movía sobre su culo desnudo en una caricia posesiva. “No.” El levantó la mano y la dejó caer sobre sus nalgas desnudas. El corazón de Krista latió con fuerza en sus oídos. El pequeño dolor la sorprendió, pero la excitación la dejó atontada. Incluso en sus fantasías más salvajes, nunca había considerado que el dolor fuera erótico. Pero mientras la palma de la mano acariciaba el hormigueo de su piel antes de golpearla otra vez, no podía negar que la había encendido. Lucho contra su posesión sobre ella. Luchó contra su excitación. Pero la lucha solo pareció conducirla más y más arriba. El interior de sus muslos estaban mojados, sus labios hinchados y sus pezones tensos y sensibles.

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aumentaba su excitación.

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El Club de las Excomulgadas “Por favor, Lyan”, finalmente gritó, sintiendo que su polla quemaba contra su costado y lo necesitaba dentro de ella tanto que quiso rogarle. Él la liberó de su regazo de modo que quedara de rodillas delante de él. Su cara era una máscara salvaje, con los ojos completamente negros de deseo. “Chúpame la polla como una compañera verdadera lo haría”, exigió. Las palabras, la dominación, hicieron que su coño se apretara. No pensó en desobedecerle, pero las nalgadas no la habían reducido a la sumisión. Lo que habían logrado, era que

Krista descansó sus manos contra sus duros muslos. Se inclinó hacia delante y vio con satisfacción como su abdomen se tensaba. Su aliento se detuvo en su garganta cuando sus labios se cernieron sobre la enorme cabeza morada de su pene. El gimió mientras su lengua, despacio, lamía la hinchada cabeza, antes de moverse para explorar el resto de su eje, pero ella no lo tomó en el calor de su boca, como le había ordenado. Lyan agarró su cabeza. “¡Succiona mi polla, Krista, ahora!”, le exigió. Ella se rió suavemente, moviendo sus manos para que una rodeara su eje, mientras que la otra exploraba sus bolas firmes y pesadas. El bombeó contra ella, gimió, y se esforzó por controlarse. Krista apretó el agarre a su eje mientras ahuecaba y acariciaba sus pelotas, rozando la punta con los labios y jugueteando con la superficie húmeda de su lengua. Sus manos se enredaron en su pelo, sosteniéndola de modo que él pudiera empujar su polla dentro y fuera de su boca. Las sensaciones estaban más allá de lo que Lyan había experimentado nunca, jamás se lo hubiera imaginado. Cada gota de su sangre, cada terminación nerviosa se sentía como si perteneciera a su polla. Él estaba agonizando y solo Krista podría darle alivio.

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quisiera probar su propio poder femenino.

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El Club de las Excomulgadas Su corazón latía con fuerza, lleno de amor, deseo, excitación, como nunca había sentido, mientras bombeaba repetidamente dentro y fuera de su caliente boca. “¡Krista!”, gritó. Su necesidad era un afrodisíaco potente. Su mano subió por su eje, haciéndole imposible empujar más que la punta hinchada de su polla en su boca. El refunfuñó y Krista comenzó a succionarlo, despacio al principio, y luego más fuerte.

una demostración exquisita de necesidad, de masculinidad feroz. Krista abrió más su boca, queriéndole tragar entero. Queriendo succionar su propia esencia. Lyan gimió cuando Krista le tomó hasta llegar al fondo de su garganta, succionándolo como si quisiera tomar todo de él, gimiendo cuando él se retiró, solo para hundirse más en el siguiente empuje. Sus bolas se apretaron. No había vuelta atrás. Dedos de placer recorrían sus testículos y su polla, impulsándole a empujar más rápido, más fuerte. Se corrió con una ola de interminable éxtasis. Y tuvo una satisfacción primitiva cuando Krista tragó toda su semilla. Lyan se estremeció y jadeó por el placer que ella le había dado. Su polla se levantó a la vida otra vez cuando ella le acarició la parte interna del muslo, cogiendo su piel entre sus dientes y marcándolo como suyo. Con un gruñido suave, la llevó a la blanda alfombra, poniéndola sobre sus manos y rodillas delante de él. Inevitablemente, su boca se dirigió a la señal en su cuello y los colmillos de apareamiento se hundieron en la carne tierna. Ella gimió y se arqueó contra él, el olor de su excitación inundaba sus sentidos.

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El agarre de Lyan en su pelo se hizo más fuerte y él arqueó su espalda. Su rostro era

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El Club de las Excomulgadas Sus muslos lisos cedieron cuando usó el suyo para empujarlos y separarlos. Ella estaba empapada por el deseo. Lyan gimió cuando su polla encontró su húmedo calor. No había ningún pensamiento, sólo la necesidad ardiente de estar dentro de ella. Lyan se hundió todo lo largo que era, y comenzó a bombear dentro y fuera, sin sentir cualquier otra cosa, excepto un placer extremo. Krista se retorcía bajo él, inflamándolo aún más, haciendo que la necesidad de dominar se escapara de su control.

aferraba a su polla, apretada, mojada, dándole la bienvenida. Con cada envite hacia dentro, sentía que sus pelotas golpeaban sobre su carne hinchada. Nunca se había sentido tan poderoso, tan posesivo, tan poseído. “Córrete para mí,” le pidió, solo para exigirlo una y otra vez, después que ella le hubiera obedecido. Incluso después que Lyan le hubiera permitido la liberación, no se retiró del cuerpo invitador de Krista. Él la abrazó con fuerza y se movió solo lo suficiente de modo que no la aplastara. La fiebre del apareamiento había disminuido su agarre sobre él, pero aún no se había acabado. Los músculos de su espalda se estremecieron y le dolían por dejarle ver todo de él, dejar que la protección de los cristales Ylan cayera, pudiendo de este modo envolverla con sus alas, atrapando el calor y el olor de su acto sexual a su alrededor. Pero ella aún no estaba vinculada a ellos y su corazón se astillaría como el cristal Sarien si ella retrocediera con horror. Por su propia cuenta, su mano viajó a lo largo de su estómago plano hasta el vello suave y dorado entre sus muslos. Le ahuecó posesivamente el coño y apretó su mano contra su clítoris. Krista gimió, tan sensibilizada, que su toque bordeó el dolor. “Considérame castigada y vencida. No creo que pueda aguantar otra ronda.”

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Lyan pensaba que iba a morir del placer de aparearse con ella. Su vagina caliente se

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El Club de las Excomulgadas Lyan sonrió contra su pelo sedoso. “Entonces, ¿te comprometerás con nosotros en la ceremonia de vinculación y regresarás a casa con nosotros?” “No discutamos eso”, suplicó ella. “Si algo nos ha demostrado el día de hoy, es lo peligroso es que los vean conmigo.” “Si algo debería haberte demostrado a ti el día de hoy, es que puedes confiar en nuestro voto de protección. Incluso ahora, Adan está tratando con esos tipos, que querían llevarte lejos de nosotros.”

y ver como se encuentra?” El cuerpo entero de Lyan se sacudió por la risa. “Adan se sentiría insultado si yo pensara que no puede manejar a esos tres comedores… de la Tierra.” “¿Comedores de tierra?” Lyan se rió entre dientes. “Lo siento. Me dejé llevar por las imágenes de ir a ayudar a Adan. Esos hombres son patéticos, apenas dignos del esfuerzo de Adan. Pero si interfiero con su diversión, el me desafiará a una lucha a cambio.” “¡Hombres!”, se quejó Krista. “Más que hombres”, dijo Lyan. “Tus compañeros. Los compañeros que ya no permitirán que te pongas en peligro.” El fuego destelló en los ojos de Krista y se puso rígida en sus brazos. “¿Y yo no tengo nada que decir sobre ello?” Los ojos de Lyan se estrecharon y sus fosas nasales llamearon cuando la fiebre de apareamiento creció nuevamente dentro de él. Su polla estaba dura como una roca cuando él la sacó de ella. Ella gimió, su cuerpo la seguía, tratando de guardarla dentro, ya sabiendo y aceptando que lo necesitaba para sobrevivir.

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Krista se estremeció y se acurrucó contra su pecho. “¿No crees que deberías volver

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El Club de las Excomulgadas Sin decir una palabra, se levantó y se fue a la sala de estar, recogiendo sus pantalones vaqueros del suelo y tomando un pequeño tubo del bolsillo, antes de dejar caer de nuevo los pantalones en la alfombra. Cuando volvió al dormitorio, se encontró a Krista sentada en el medio de la cama. Lyan avanzó lentamente por la cama, usando el tamaño de su cuerpo para forzarla a colocarse sobre su espalda. Krista envolvió sus piernas alrededor de sus caderas, sus ojos brillando con desafío, con resolución para no ser dominada sexualmente. La parte de la mente de Lyan controlada por la fiebre de apareamiento crecía con

contenía un lubricante especial, luego tomó las muñecas de Krista en sus manos y las sostuvo contra el colchón encima de su cabeza. “Tú me perteneces. Ahora. Para siempre. Di que realizarás la ceremonia de vinculación.” Ella se rozó contra él, haciéndole estremecerse cuando sus jugos cubrieron su polla. “Disfrutemos de este momento en el tiempo, Lyan”, susurró ella en respuesta. “Hazme el amor otra vez. Necesito tu cuerpo en el mío.” El cuerpo de Lyan dio un empuje involuntario, asentándolo en las profundidades calientes de ella, antes de que pudiera evitarlo. Krista presionó sus labios contra su cuello, su cuerpo arqueándose contra él, con ganas de tragarle en su victoria. “No”, gruñó Lyan, saliendo de ella y colocándola sobre su estómago. “Dame lo que quiero, Krista”, exigió, cuando bajó su cuerpo al de ella. “Accede a un vínculo permanente.” Ella se apretó contra él seductoramente. “Cuando sea seguro. Si todavía lo deseas. Por favor, Lyan. No discutamos. Hazme el amor.” El cuerpo de Lyan latía ante su propia demanda, con la necesidad de perderse en sus profundidades mojadas y calientes. Pero su alma y su corazón se negaban a dejar que su polla lo dirigiera esta vez.

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su desafío y saltaba para aceptarlo. Puso debajo de la almohada, el tubo que

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El Club de las Excomulgadas Movió sus manos de modo que sólo una fuera necesaria para mantener las muñecas de ella en la cama. Con su mano libre, recuperó el tubo de lubricante. Sus labios se curvaron en un gruñido silencioso cuando recordó al trabajador del Consejo que se había visto obligado a crear un diseño que no despertara sospechas y que no dejara saber el secreto de su contenido si era dejado accidentalmente en la Tierra. Maldito Consejo y todas sus reglas. ¿Qué daño podría haber para los humanos, si lo descubrieran, y encontraran la manera de duplicar el aceite de ritzca de los Vesti? ¿No era ya un importante objeto de importación a través del universo? Lyan se separó de Krista lo suficiente como para poder pasar un dedo a lo largo de

de su mano. Él se rió y puso su oscura, y musculosa pierna sobre las de ella, haciéndole imposible escapar de su toque. Ella se estremeció cuando sus dedos separaron las mejillas de su culo y se concentró en la piel rugosa que rodeaba su ano. “Te tomaré por aquí ahora, Krista”, dijo, mientras apretaba el tubo de lubricante en la palma de su mano y vio que algunas gotas que se deslizaban a través sus dedos y caían sobre Krista. Ella se arqueó cuando el aceite caliente de inmediato comenzó a trabajar, revistiendo sus tejidos, y haciéndola aún más consciente de cada terminación nerviosa. La polla de Lyan saltó y una gota de líquido pre-eyaculatorio brilló en la punta aterciopelada. El aceite calentaría su piel, aumentaría su necesidad, y al mismo tiempo, la lubricaría, para que el dolor de su penetración se mezclara con un placer increíble para ambos. El frotó el acetite dentro de ella, metiendo un dedo en el tentador agujero delante de él. Krista gimió y trató de evitar su toque. Su respuesta le dijo que nunca había sido penetrada de esta manera antes. Esto envió más sangre a su polla, que casi reventó. La idea de ser el primero en tenerla de esta manera, casi le hizo lanzar su semilla entre los globos de color crema de su culo.

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la hendidura de su culo. Su aliento se quedó en su garganta y ella trató de alejarse

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El Club de las Excomulgadas Lyan apretó su cara contra su cuello. “No es bueno luchar contra el vínculo entre nosotros”, dijo con voz ronca, enviando más del lubricante hacia abajo por sus dedos y a su ano. “Vas a gritar de placer y pedirás más. Nos perteneces sólo a nosotros, al igual que nosotros te pertenecemos sólo a ti.” Krista se arqueó contra él, haciendo que su dedo se metiera más profundo en su canal apretado. Lyan gimió y añadió un segundo dedo. “Imagínate lo que será tenernos tanto a Adan como a mí dentro de ti a la vez, llenando tu coño y tu culo. Uniéndonos

es el modo en que llevaremos a cabo la ceremonia de vinculación.” Él le acarició el cuello con sus labios y metió más lubricante en su temblorosa abertura. “Dime que no quieres unirte a nosotros de esa manera, Krista. Dime que no quieres aparearte con nosotros de esa manera.” Krista gimió y se arqueó contra su mano. Su cuerpo estaba cubierto con una capa ligera de sudor, como lo estaba el suyo. Lyan la llenó aún más con el aceite ritzca y luego se movió de modo que su pierna ya no atrapara su cuerpo contra la cama. Krista tembló y colocó sus rodillas bajo su cuerpo, de manera que él pudiera introducirse fácilmente en la parte de ella que ahora gritaba por su posesión. “Por favor, Lyan. Por favor.” Las caderas de Lyan bombearon involuntariamente ante la vista delante de él. Su compañera extendida para su placer. Sumisa para él. La fiebre de apareamiento Vesti rugió a través de él, cuando se movió hacia el cuerpo de Krista, cubriéndolo con el suyo.

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contigo y haciendo que los tres seamos uno solo, un único ser interconectado. Ese

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Capítulo 10 Krista se estremeció. Cada nervio de su cuerpo se tensó con anticipación mientras Lyan se movía. El calor que salía de su cuerpo hacia el suyo se hizo eco del dolor ardiente que se centraba en su ano. Pero cuando sintió la cabeza aterciopelada de su pene presionando contra su apertura inexplorada, se debatió entre moverse hacia él o alejarse de él. Sus labios susurraron en su cuello y hombros. “Tranquila, amada”, dijo, su voz

“Lyan.” Su nombre salió de su boca con un suave, necesitado y sumiso sonido. El gimió y se empujó contra ella, moviéndose de modo que sólo la punta de su polla estuviera dentro de ella. Krista se apretó alrededor de él, en señal de protesta, en demanda confusa, el dolor se unía al placer. Lyan gruñó, saliendo, y luego presionando aún más dentro de ella, mientras una mano se deslizaba a su alrededor y comenzaba a acariciar su clítoris mientras bombeaba. Krista se sintió abrumada por la sensación. Con un sollozo se extendió aún más ampliamente, ofreciendo más de sí misma. “Por favor” gimió ella, pero Lyan no cedió ante la suplica. Sus dedos redujeron la marcha y Krista casi se corrió cuando froto la primera gota de lubricante caliente en su duro y erecto clítoris. Sintió como si cada nervio de su cuerpo se centrara en su clítoris y culo. Ella sepultó la cara contra el colchón, temiendo acceder a cualquier cosa que él quisiera, cuando sus dedos mojados en aceite se movieron de nuevo por su clítoris hinchado y su vagina ya dolorida.

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suave a pesar de su posición dominante.

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El Club de las Excomulgadas Acarició, entrando y saliendo, utilizando su polla y sus dedos para darle aún más placer. “Esta es una débil imitación de lo que será cuando Adan y yo te poseamos, al mismo tiempo.” Dijo Lyan, contra su cuello, contra el lugar donde la había mordido. “Accede a la ceremonia de vinculación”, exhortó, frotando la palma de la mano contra su palpitante clítoris, mientras empujaba profundamente con los dedos y la polla. Krista gritó y empujó contra él, atrapada en el borde de un poderoso orgasmo, desesperada por llegar más allá.

“Accede y yo te daré la liberación que deseas”, dijo Lyan mientras mordía suavemente su cuello. Krista se estremeció, sus emociones y su cuerpo se rebelaron, convenciéndola de que necesitaba esto para sobrevivir. “Sí”, sollozó, y el gruñido victorioso de Lyan llenó el cuarto cuando soltó su control, e hizo que Krista llegara a un orgasmo tan exquisito que la envió al olvido. Cuando despertó, acarició con la nariz un masculino pecho desnudo. Adan. Krista presionó un beso suave contra su piel lisa y fue recompensada con un abrazo. “Así que, finalmente estás despierta.” Ella lamió el pequeño pezón marrón y luego lo succionó ligeramente antes de retroceder unos centímetros, de modo que pudiera ver todo su cuerpo desnudo. No parecía haber ninguna contusión o rasguño en él. De todos modos, no pudo evitar preguntar, “¿Estás bien?” Los dientes de Adan brillaron en una sonrisa masculina de superioridad. “Por supuesto. No tienes que preocuparte de que ellos traten de cazarte otra vez. Fui

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Lyan se retiró y Krista gimió.

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El Club de las Excomulgadas capaz de convencerlos de que si seguían al servicio de Alexi, sufrirían su mismo destino.” Krista se puso rígida ante la mención del nombre de Alexi. “¿Has hablado con ellos sobre Alexi?” “Sí. Pero como regalo para mi compañera de vínculo, les perdone la vida… esta primera vez.” Él se encogió de hombros. “Si son tan estúpidos para intentar atraparte otra vez, entonces morirán. Como lo hará Alexi si no presta atención a la

El corazón de Krista se aceleró dentro de su pecho. ¡Esto era exactamente lo que ella quería evitar que sucediera! “¿Sabe Alexi quién eres?” “¿Mi nombre?” Krista tenía ganas de gritar, pero respiró hondo en su lugar. ¡Hombres! ¡Entre más peligro, más testosterona! “Sí.” Adan se encogió de hombros. “Los hombres que envió saben sobre Lyan y yo. Si nuestros nombres fueron dichos en su presencia o no, carece de importancia. Lo que es importante, es que ellos saben que tú ya no estás sola, sin protección y sin reclamar, y ya habrán pasado ese conocimiento al hombre que temes. Es suficiente. Ahora estás a salvo.” La irritación destelló por Krista. Ni Adan ni Lyan habían escuchado una palabra de lo que les había dicho. Pensaban que una muestra de músculo y una amenaza de violencia espantarían a Alexi. ¡No aceptanab que ella lo conocía mucho mejor! Y ella sabía que nada lo detendría. “Tengo que irme. Probablemente ya consiguió más gente para que me busquen en todo Reno. No pasará mucho tiempo antes de que encuentren a alguien que sepa dónde estoy, o que yo solía venir aquí con mis padres”, dijo ella, sin molestarse en esconder su cólera. Los ojos de Adan se estrecharon, pero él no la detuvo cuando salió de la cama y entró en el cuarto de baño.

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advertencia que le envié.”

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El Club de las Excomulgadas Krista se metió en la ducha, tratando de calmarse con el agua caliente y unos minutos sin Adan o Lyan cerca. Sus emociones la asaltaron, un torbellino sobre el que ella no tenía ningún control. ¡Ellos la habían reducido a esto! Respiró hondo y cerró los ojos. Por su propia voluntad, los recuerdos de la dominación de Lyan inundaron sus sentidos. Ella esperaba que su ausencia significara que él estaba afuera, vigilando la cabaña, porque ella sabía que sería encontrada. No había ningún ‘sí’, sólo ‘cuándo’. Sin embargo, a pesar de la preocupación, el torbellino de emociones la

pulso separado, el nombre de Adan sonando con cada latido de su corazón. Su cuerpo pedía a gritos su contacto, con la misma desesperación que había sentido por Lyan. Lo que fuera que le hubieran hecho, era ahora una adicta. Krista se volvió de modo que se apoyó contra la pared mientras el agua caliente golpeaba su espalda. El ruido suave de la puerta de la ducha al abrirse y cerrarse, le dijo que Adan se había unido a ella. “Lyan dijo que estuviste de acuerdo en realizar la ceremonia de vinculación.” Krista se estremeció, mientras la imagen de Adan y Lyan tomándola al mismo tiempo, la llenaba de una dolorosa necesidad. “Lo hice. Lo haré. Eso no cambia el hecho de que tenemos que irnos de aquí.” “No confías en nosotros”, dijo Adan contra la suave piel de su nuca. “¡No se trata de confiar en ustedes! Se trata de no querer que nada les suceda. ¿Tienes alguna idea de lo mal que me sentiría?” La sola idea hizo correr lágrimas por sus ojos. Adan la obligó a dar la vuelta. Le acarició el cabello y luego tomó su rostro, manteniéndolo inmóvil mientras sus labios susurraban un beso a través de los de ella. “Es hora de que aprendas a confiar”, dijo, sacándola de la ducha y secando su cuerpo con una toalla, antes de secarse a sí mismo.

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atormentaba, Krista podía sentir la demanda construirse en su cuerpo, como un

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El Club de las Excomulgadas Krista buscó su ropa, pero Adan la detuvo sujetándola por las muñecas. “No.” Su cuerpo reaccionó con un estremecimiento sensual. “¿No?” “Es hora de que aprendas a confiar”, repitió. Había una firme resolución en su rostro, por lo general tierno, cuando la condujo a través del dormitorio hacia la cocina. Adan se sentó en la mesa y la sentó sobre su regazo. Podía sentir su polla medio erecta presionando contra sus nalgas desnudas.

era. Su estómago gruñó cuando vio naranjas y bananas en rodajas, dispuestos en una bandeja en el centro de la mesa. Pero cuando intentó alcanzar un trozo de fruta, Adan, nuevamente la agarró de la muñeca. “No. Yo te alimentaré.” Krista se rió y trató de escapar de su control. El respondió tomando ambas muñecas por delante de ella, con una de sus manos. Entonces alcanzó la fuente de frutas con la otra mano. “¿Prefieres un poco de banana o de naranja?” “Puedo alimentarme sola.” Adan rozó con sus labios su cuello y hombro. “¿Un mordisco de la banana o un gajo de naranja?” Ella se dio la vuelta para poder mirarlo a los ojos. “Preferiría alimentarme yo.” El alcanzó un gajo de naranja y lo metió en su boca, masticándolo despacio, luego tragando mientras Krista lo miraba. Cuando terminó, presionó sus labios con los de ella y lentamente invadió su boca con su lengua. El sabor dulce de la naranja hizo gruñir su estómago en protesta. “¿Banana o naranja?”, preguntó él otra vez. “Banana.”

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El sol entraba por las ventanas y Krista se dio cuenta que no tenía idea de qué hora

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El Club de las Excomulgadas Él tomó un trozo de banana y se lo ofreció. Ella lo tomó de sus dedos, con cuidado de no tocar su piel, para no reconocer aún más lo que él estaba tratando de hacer con ella. Adan se rió suavemente. “¿Otro?” Ella asintió, pero en vez de alimentarla inmediatamente, Adan arrastró besos hacia abajo por su cuello y sobre su clavícula. Cuando ella gimió, tomó otra pieza de banana y se la ofreció. Por propia voluntad, su lengua acarició sus dedos cuando

Adan sonrió y repitió el proceso una y otra vez, hasta que Krista gustosamente tomaba todo lo que él le ofrecía. Cuando la llevó de nuevo a la cama, su excitación inundaba sus sentidos y quemaba a través de su sangre, al igual que su aceptación de él era un fuego en su corazón y alma. La necesidad de Krista era tan intensa que se arqueó hacia Adan tan pronto como sintió la sábana fría tocando su espalda. Estaba tan húmeda e hinchada que le dolía. Él se acostó a su lado, moviéndose de manera que una pierna mantuviera la parte inferior de su cuerpo en su lugar, mientras sus manos tomaban sus muñecas y las levantaban por encima de su cabeza. En una fracción de segundo, antes de que la neblina sensual pudiera disiparse y la realidad se impusiera, había extendido sus brazos y había atado sus manos a la cabecera. Krista volvió a la tierra bruscamente. “No tienes que atarme para hacerme el amor.” Adan presionó su pecho contra los suyos, dominándola con su peso. “No para hacerte el amor, sino para continuar tu lección de confianza.” “Confió en ti. Suéltame, para poder tocarte.”

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tomó el trozo de fruta.

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El Club de las Excomulgadas “Todavía no”, dijo él y luego libero el resto de su cuerpo, besándola suavemente mientras se retiraba. Esta vez él no la tomó por sorpresa, pero el resultado no cambió. Sus piernas fueron extendidas, sostenidas abiertas por los tobillos que ató a los pilares de la cama. “Adan”, ella rogó, no exactamente segura de lo que quería. Sus ojos estaban oscuros por la excitación, ahora. El empezó a besar su cuerpo en su camino de regreso. Los besos eran firmes, posesivos. Cuando llegó a la parte interior del muslo, mordió suavemente, marcándola a ambos lados de su goteante

“Adan”, dijo ella otra vez. Arqueándose, ofreciéndose a sí misma, mendigando. Su lengua se sumergió en su hendidura en una probada rápida. “No sabes cuánto tiempo he esperado por una compañera, soñado con una compañera.” De nuevo un lametón y ella gimió. “Tener a una compañera como tú, está más allá de mis más salvajes fantasías.” Esta vez lamió desde la base de su hendidura hasta su clítoris. Krista se sacudió contra las ataduras que le impedían envolver su cuerpo alrededor del de Adan. Los dedos de Adan apretaron y halaron sus pezones mientras tomaba su clítoris en su boca y comenzaba a succionar. Krista luchó contra el orgasmo, pero las sensaciones que la llenaban eran abrumadoras, intensas, y ella no pudo resistirse. Gritó y se estremeció con la liberación, y Adan presionó su cara en su empapado coño y comenzó a lamer sus jugos, gimiendo como si fuese a hacer una comida de ella. Eso envió a Krista sobre el borde otra vez, le dio un orgasmo que la hizo sollozar por la necesidad de tener su polla penetrándola. Cuando se alejó, el respiraba con dificultad. “Hazme el amor”, pidió Krista. “Todavía no.” Adan se inclinó hacia delante y empezó a besar su estómago, mordiendo suavemente y calmándola con su lengua. “Casi no puedo esperar para

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coño.

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El Club de las Excomulgadas llevarte a casa y plantar mi semilla en tu vientre, para que se hinche con nuestros hijos.” La vagina de Krista palpitó. Su matriz dolía. Sus pezones estaban tan apretados que también dolían. Adan besó su camino hacia arriba, solo deteniéndose para dejar una marca sobre su corazón, antes de pasar la lengua, hacia atrás y adelante, sobre su pezón. Krista se arqueó y sollozó. “Por favor, Adan”, y él respondió tomando el pezón en

hendidura, bañándose en su humedad. Se mudó al otro pezón, primero succionó suavemente y luego con más fuerza, enviando oleadas de placer y necesidad directo a su vientre. “Por favor”, gimió ella otra vez. Los labios de Adan abandonaron su pezón, pero sus dedos se hicieron cargo de la estimulación constante, mientras besaba su camino hasta su rostro, cerniéndose a unos centímetros por encima de ella. Un deseo ardiente, una llama caliente en sus ojos, una fina capa de sudor en su cuerpo totalmente excitado. “Esto es lo que me hace la idea del acoplamiento contigo.” Bajó su cabeza y succionó su pezón como si quisiera tragarlo. Cuando finalmente lo soltó, dijo, “Quiero ver a nuestros hijos amamantándose de tus pechos. Quiero saber que realmente aceptas el placer y la protección de tus compañeros. Que confías en nosotros para protegerte.” El presionó solo la cabeza de su pene en su hendidura. Sus ojos miraron fijamente los suyos mientras tomaba suavemente el pezón en su boca y lo chupaba. Krista se arqueó y sollozó, deseando lo que él deseaba, queriendo cederle todo. El soltó el pezón y se trasladó al otro, tomándolo en su boca y succionando suavemente, como si adorara su pecho. Algo dentro de ella cedió. Ella los quería. Los amaba. Para lo bueno y para lo malo.

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su boca y succionando suavemente mientras su pene se frotaba a lo largo de su

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El Club de las Excomulgadas “Confió en ti para que me protejas”, susurró. “Tienes que estar de acuerdo en ir a casa con nosotros, antes de que podamos completar la ceremonia de vinculación”, dijo Adan. “Iré a casa con ustedes.” Adan levantó la mano y entrelazó sus dedos con los de ella. “Eres nuestra esperanza, nuestro futuro, Krista, lo eres todo para nosotros”, dijo antes de llenarla

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y hacerle el amor una y otra vez.

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Capitulo 11 Krista se sentó en la cama y se estiró. El sol de la mañana bañaba el dormitorio con una luz suave. No pudo quitar la sonrisa de su cara mientras miraba a Adan y Lyan. Aún dormidos, hacían latir su corazón y a su cuerpo apretarse de deseo. ¿Cómo diablos había conseguido terminar con estos dos hombres? El miedo trató de meterse en su felicidad, pero ella lo apartó. Les había prometido a ambos que confiaría en ellos para protegerla, no es que ella fuera a dejar caer su

el riesgo y aceptaran ‘lo peor’ que venía con ‘lo mejor’. Se deslizó para salir de la cama, riendo suavemente con presumida satisfacción, cuando Adan frunció el ceño y gruñó y Lyan se quejó, pero ninguno se despertó. ¡Ella había dejado agotados a sus compañeros, ah, tan dominantes! El calor palpitó por ella al recordar el placer. ¡Quién habría imaginado que podía ser tan caliente ser dominado! Una pequeña sonrisa jugueteó en sus labios al pensar en pagarles con la misma moneda. No es que quisiera hacerlo todo el tiempo, pero sería divertido atarlos uno a la vez y ver cuán excitados podía ponerlos. Por supuesto, tendría que conseguir unas ataduras extra-fuertes antes de intentarlo, sobre todo para Lyan. El deseo zumbó a través de su cuerpo cuando la idea se apoderó de ella y mentalmente examinó la cabaña buscando cualquier cosa que pudiera servir como restriccion. No podía pensar en nada más que en las ataduras que Adan había usado en ella. Tal vez serían lo suficientemente fuertes para él. De los dos, era el más suave, el más juguetón. Probablemente el consentiría en jugar a este juego. Krista se echó a reír. Entre los dos, ¡la habían convertido en una maníaca sexual! En silencio caminó hacia la cocina, agarrando la camisa de Adan de la mesa y poniéndosela. Cogió una taza de café, y luego salió al porche. El aire era cálido y

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guardia o quedarse como una mujer indefensa, pero esperaba que ellos entendieran

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El Club de las Excomulgadas con un olor dulce, la vista de los bosques de los alrededores estaba tranquila. Krista inhaló profundamente, como si su alma absorbiera la paz que la rodeaba. Los pensamientos sobre el sexo salvaje cedieron el paso a preguntas sobre la ceremonia de vinculación. Ya se sentía ‘casada’ con ambos. Frunció el ceño, recordando las palabras que ellos habían usado. No matrimonio, sino ceremonia de vinculación. No maridos y mujer, sino compañeros de vínculo. Por la forma en que ellos habían hablado, se imaginaba que habían sido educados

casi una sensación del ‘viejo mundo’ en ellos, como si hubieran crecido apartados de la sociedad. La inquietud la recorrió. Ellos querían llevarla a su casa, y sin embargo, ella no tenía idea de donde estaba. Habían dicho que una vez que la unión se completara estarían atados para siempre. Por la forma en que lo habían dicho, ella les creía, le hacía creer que tener dos esposos era la cosa más natural del mundo… que era completamente legal, y aun así no lo era. Sus pensamientos fueron brevemente a su encuentro con Kye. ¿Era posible que vivieran en una comunidad fuertemente cerrada, dónde era aceptable tener más de una esposa… o maridos? Los latidos del corazón de Krista dieron un salto, mientras consideraba la posibilidad real de compartir la vida con dos hombres, de comenzar una familia con ellos. Ambos habían dicho que querían tener hijos, esto hizo que ella se excitara solo con la idea de producir estos niños. ¿Cuántos hombres querían tener hijos tan profundamente, que en realidad hablaran de apareamiento, de plantar su semilla en su útero y la imaginaran alimentando a sus hijos? Un temblor la atravesó cuando la realidad se atravesó en sus fantasías. ¿Y si eran miembros de algún culto? ¿Si venían sólo para asegurar a una mujer para tener sus hijos?

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en una cultura diferente, y aún así no parecían completamente extranjeros. Había

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El Club de las Excomulgadas Miró hacia abajo, a las pulseras que adornaban sus muñecas. Durante la noche Adan y Lyan habían colocado cada uno una pulsera en una de sus muñecas, afirmando otra vez que era su compañera de vínculo. Krista estudió los diseños intrincados de las dos pulseras. Eran idénticos a los de las pulseras que Adan y Lyan llevaban, aunque sus pulseras tenían piedras de colores que no tenían las de ella. Se estremeció otra vez al no encontrar ningún broche que permitiera quitar cualquiera de las dos pulseras de sus muñecas. En la parte más profunda de su ser, Krista creía que Adan y Lyan nunca le harían

¿Era el precio que tendría que pagar, no sólo por estar con ellos, sino para permanecer segura de Alexi? ¿Estaba de acuerdo en pagarlo? ¿Y cómo conseguiría hacer justicia para el policía asesinado, si ella desaparecía? Krista sintió que el pánico comenzaba a cogerla. Reprimió sus emociones y dejó el porche, decidiendo que un paseo corto la ayudaría a calmarse. Nada estaba hecho aún. Había tiempo para hacer preguntas. Ella les había dicho que confiaba en ellos, y ella en verdad lo hacía. Ellos no la llevarían en contra de su voluntad. ¿Pero y si ellos le daban las respuestas que temía? O peor, ¿Si rechazaban contestar a sus preguntas por completo? Cuando llegó al borde del bosque, sintió que sus instintos le gritaban que huyera. Krista no cedió ante ellos. En vez de eso, volvió de nuevo a la cabaña, decidida a despertar a Adan y Lyan en cuanto llegara. Pero antes de que pudiera dar el primer paso, la agarraron por detrás y el frío cañón de una pistola se apretó contra su sien. En ese momento se dio cuenta de la verdadera fuente de su pánico. ****** Lyan se despertó sobresaltado, inmediatamente seguro de dos cosas: que Krista no estaba en la cabaña y que algo andaba mal. Se puso de pie y alcanzó su ropa.

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daño, pero si se iba a casa con ellos, ¿Desaparecería, para no ser vista nunca más?

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El Club de las Excomulgadas Adan se despertó al instante, viéndose totalmente alerta. ¿Puedes sentirla?, preguntó. No hubo ninguna inflexión en las palabras de Adan, pero Lyan pudo sentir el dolor bajo la superficie de estas. Se acercó a Krista, utilizando el enlace forjado y profundizado durante la fiebre de apareamiento Vesti. Su corazón se aceleró y golpeó dolorosamente en su pecho cuando tocó su mente, sólo para encontrar miedo enmascarado por una oscuridad empalagosa. ¡Ella ha sido capturada!, dijo Lyan.

Alguien se acerca. Lyan apenas refrenó un bufido de burla. Sólo siento a dos de ellos. Adan se encogió de hombros. Quizás hay otros esperando en el bosque, para ver cómo les va a estos dos. Tal vez. Pero no tenemos tiempo de jugar con ellos. En este momento Krista está siendo alejada de nosotros. Adan asintió con la cabeza. Ya han sido advertidos. Debemos matarlos e ir a reclamar a nuestra compañera. La sonrisa de Lyan era salvaje, aunque la diversión se escondía en sus ojos. No hay duda de que seremos llamados ante el Consejo a fin de justificar nuestras acciones, una experiencia con la que estoy bastante familiarizado, pero que tú siempre has evitado. Que así sea, dijo Adan, segundos antes de que la luz solar rebotara en el metal de un cañón de arma que apareció de repente en la ventana del dormitorio. Con un instinto afinado hasta la perfección, Adan y Lyan utilizaron los cristales de sus pulseras contra su enemigo común. El hombre armado, nunca supo que le golpeó. Ni el segundo hombre, o los otros dos que esperaban un poco más allá de la línea de los árboles.

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Al otro lado de la cama, Adan hizo señas hacia la parte de atrás de la cabaña.

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Capitulo 12 Krista despertó con un palpitante dolor de cabeza y el estómago revuelto. Automáticamente su mano se movió hacia el bulto en su sien y el dolor explotó en su cabeza. Dejó caer la mano y vio que sus dedos estaban cubiertos por una delgada capa de sangre. Se esforzó por dar sentido a lo que le estaba pasando, y entonces recordó. Había tratado de luchar contra su atacante, trató de gritar para advertir a Adan y Lyan,

perdió la conciencia. El miedo se precipitó sobre ella, haciendo que las náuseas fueran más difíciles de manejar. Krista respiró hondo y se obligó a estudiar su entorno, para orientarse. Mientras quedaba vida, había esperanza. Estaba en una pequeña habitación con paredes de paneles baratos y una pequeña ventana cubierta por una cortina de gasa. El suave movimiento de balanceo llevó su atención hacia el sonido de neumáticos sobre una carretera. La camisa de todavía Adan cubría su cuerpo. Krista se levantó, apretándola contra su cara y aspirando su olor, tomando algo de consuelo al hacerlo. De alguna forma, tendría que escapar de nuevo. Krista se puso de pie, luchando contra el mareo y las náuseas cuando se movió inestablemente hacia la ventana. Apoyó su mano contra la madera falsa y miró como árbol tras árbol aparecían ante su vista, para después desaparecer. No había ningún tipo de señal en la calle, ninguna casa, ninguna indicación de que alguien más estuviera aquí además del conductor… y ella. Estaba en algún tipo de casa rodante. Cerró los ojos y se apoyó contra la pared, mientras esperaba que las náuseas desaparecieran. Cuando lo hicieron, volvió a mirar por la ventana, reconociendo el paisaje en esta ocasión, aunque no la

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pero un segundo hombre se acercó y la golpeó con su pistola. Después de eso,

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El Club de las Excomulgadas ubicación exacta. Estaban en California, cerca de Tahoe, pero lejos de los turistas y jugadores. La garganta de Krista se apretó. Nunca había estado aquí con Alexi, pero sabía que su padre y sus tíos tenían una remota cabaña de caza allí. Un lugar donde sería sencillo mantener a alguien cautivo, o matarlo. Su ritmo cardíaco se aceleró. Se forzó a meter aire en sus pulmones y pasó una mano por su sien, cuidadosa de rodear el chichón, mientras trataba de apartar el pánico. “Piensa”, susurró en voz

Una vez más, presionó la camisa de Adan contra su cara. Su corazón se sacudió. El miedo por ellos la inundó. Las lágrimas llenaron sus ojos al recordar cómo había visto a Adan y Lyan la última vez, tumbados en la cama, dormidos. ¿Y si…? La garganta de Krista ardió. Su corazón se contrajo en un atormentado nudo dentro de su pecho. Durante varios segundos el dolor fue insoportable. Jadeó, sus dedos se aferraron a las cortinas baratas de gasa, con el fin de evitar hundirse en el suelo, derrotada. Emitió un fuerte sollozo antes de que los instintos que la habían mantenido con vida, subieran a la superficie de su conciencia. Tenía que escapar. Tenía que creer que Adan y Lyan estaban bien. No tenía ninguna otra opción. Respirando hondo, Krista hizo entrar aire en sus pulmones y apartó el dolor y miedo de sus pensamientos. Sólo había sitio ahora para una cosa… escapar, sobrevivir. Se apartó de la ventana y estudió sus dimensiones. Incluso aunque ella pudiera abrirla de alguna manera sin que el conductor la viera por el espejo lateral, era demasiado pequeña para que ella pudiera salir a través de ella y el vehículo se movía rápidamente, por lo que saltar era más peligroso que esperar otra oportunidad, quedándose.

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alta. “Cálmate y piensa.”

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El Club de las Excomulgadas Krista se movió de la ventana. No se sorprendió al encontrar que la puerta que conducía al resto de la caravana estuviera cerrada con llave. La camisa de Adan rozó contra sus muslos, recordándole que estaba descalza y sin la ropa adecuada. Pero tras una búsqueda rápida por el cuarto, no consiguió nada que pudiera usar, para cubrirse o para protegerse. La caravana comenzó a reducir la velocidad y Krista volvió a la ventana. Su corazón casi se paró cuando vio un Mercedes negro, aparcado junto a la reja de entrada de un camino. Mientas miraba, la puerta del conductor se abrió y del

conductor de Alexi, Ruben. Había tratado de conversar con él en varias ocasiones. Cada vez él había permanecido de pie, inmóvil, como si ella no hubiera estado allí. Cuando ella se lo había mencionado a Alexi, este había sonreído y le había dicho: “Ruben ha estado conmigo durante mucho tiempo. Sabe lo que espero de él.” Cólera contra sí misma la atravesó. ¿Cómo pude haber sido tan estúpida como para no haberme dado cuenta de las cosas? ¿Tan ingenua? La voz de la razón la calmó. Debido a que Alexi era encantador y un hombre como él estaba fuera de tu experiencia. El conductor de Alexi abrió la reja para que la caravana pasara sin detenerse. El corazón de Krista palpitó en sus oídos cuando siguieron hacia abajo, por un camino estrecho de curvas cerradas y un bosque denso, oscuro a cada lado. Sin ninguna duda, supo que Alexi la estaba esperando. Tampoco había ninguna esperanza de que fuera capaz de sorprenderlos y fugarse. De alguna manera, tendría que sobrevivir y planear, como lo había hecho en el yate, hasta que alguna posibilidad de escaparse se presentara. Finalmente la cabaña estuvo a la vista. Era pequeña, especialmente si se comparaba con la casa que Alexi tenía en San Francisco. La caravana tembló cuando se detuvo, y el motor se apagó. Krista oyó el portazo de la puerta de la casa rodante al cerrarse.

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elegante coche salió un musculoso hombre. Krista lo reconoció de inmediato, el

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El Club de las Excomulgadas El Mercedes negro se detuvo junto a la ventana de Krista. El conductor de Alexi salió y desapareció por delante de la casa rodante. Hubo un murmullo de voces, y Krista se distrajo por un momento de mirar la cabaña, mientras trataba de escuchar lo que decían.

Cuando miró de nuevo, un miedo extremo estalló en su pecho. Alexi había salido al porche y se movía hacia la caravana. Una sonrisa de satisfacción llenaba su rostro, aunque incluso en la distancia, Krista pudo ver la dura mirada de sus ojos.

tiernos, llenos de ternura y admiración. “Sáquenla”, dijo a Ruben y al otro hombre. Una puerta se abrió y la casa rodante se meció ligeramente cuando fuertes pasos se movieron por el pasillo, para detenerse justo en la puerta del cuarto donde Krista estaba encerrada. Respiró profundamente, obligándose a parecer tranquila, sin miedo. Su tiempo como prisionera en el yate de Alexi le había enseñado que la fuerza emocional y la tranquila confianza eran requisitos para la supervivencia. La apuesta sería aún mayor, ahora. Alexi estaría enojado por su huida. Pero mientras él pensara que existía alguna posibilidad de poseerla por completo, él no la mataría. Al menos no enseguida. Dio un paso para alejarse de la puerta cuando un cerrojo se deslizó de su lugar, un segundo antes de que la puerta de madera barata, fuera abierta con más fuerza de la necesaria. El conductor de Alexi estaba de pie en la entrada, con los brazos ligeramente separados de sus costados, como si esperara ser agredido, o atacar si fuera necesario. Su ropa oscura de diseñador, no escondía el bulto de sus brazos o el grosor de su cuello.

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Ella se estremeció, recordando que alguna vez le habían parecido sólo cálidos y

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El Club de las Excomulgadas La voz de Ruben fue un estruendo profundo. “Fuera.” Dio un paso atrás para permitirle salir. Krista caminó hacia el vestíbulo. Un hombre que no conocía estaba al final del pasillo, bloqueando cualquier intento de llegar al asiento del conductor. Una burbuja de risa amenazó con hacer erupción en ella. Como si tuviera alguna posibilidad de alejarme del conductor de Alexi, arrancar el motor y, de alguna manera, sacar de la casa rodante a los dos hombres, mientras me escapo.

desvaneció y sus ojos se redujeron a hendiduras hostiles, cuando su atención se desplazó desde su cara, hacia la camisa que llevaba puesta. Krista no pudo evitar la rigidez involuntaria de su cuerpo, cuando las manos de Alexi se apretaron en puños. Una pequeña medida de satisfacción volvió a la cara de Alexi, al ver su reacción. “Tienes una buena razón para estar asustada, Krista”, dijo, y luego concentró su atención en el conductor. “Has cumplido tu promesa, Sr. Bicos, me devolviste lo que es mío. No sabes cuánto significa eso para mí. Ruben, por favor, dale al Sr. Bicos su recompensa.” El hombre sonrió con anticipación y comenzó a darse la vuelta hacia Ruben. Vio su recompensa una fracción de segundo antes de que Krista lo hiciera. Su grito llenó el aire mientras el cuerpo del hombre se desplomaba en el suelo. Ruben desenroscó el silenciador y enfundó la pistola de nuevo. Alexi dijo: “Dejaré que tú y Marco se encarguen de que el Sr. Bicos y su caravana sean retirados de la propiedad.” Ruben asintió con la cabeza y Alexi volvió su atención hacia Krista. Ella había perdido la batalla contra las náuseas y estaba encorvada, luchando contra el horror y el miedo.

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Alexi la esperaba cuando salió de la casa rodante. Su sonrisa de triunfo se

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El Club de las Excomulgadas “Es desafortunado que tuvieras que presenciar eso, Krista. Pero tenías que entender lo que tus acciones han logrado. Si el Sr. Bicos y sus socios te hubieran encontrado sola y te hubieran traído a mí, entonces yo simplemente habría pagado lo prometido y podrían haberse largado. Pero ellos te encontraron prostituyéndote con dos hombres, Krista. Y eso es algo que no quiero que sea conocido sobre mi esposa.” Cada célula del cuerpo de Krista gritó por desmentir su declaración, de que ella sería su esposa, de que ella era la responsable del asesinato que acababa de presenciar, pero conservó la cabeza inclinada, de modo que él no viera sus

Alexi caminó hacia adelante y tomó el brazo de Krista en un apretón de hierro, antes de girar hacia la cabaña. Su instinto gritaba para que luchara contra Alexi, y huyera hacia el bosque, pero Krista se obligó a contener su pánico y parecer tranquila. Descalza y desarmada, ella tenía todo para perder y nada para ganar, si intentaba fugarse en este momento. Detrás de ella los motores del Mercedes y de la casa rodante arrancaron. Se preguntó si los dos guardaespaldas de Alexi volverían a la cabaña, o si tendrían otros alojamientos. Ella sospechaba esto último, contenta en este caso de los celos posesivos de Alexi y su necesidad de acapararla como un premio. Eso había trabajado a su favor en el yate, dándole la oportunidad de escapar sin ser vista y pasar desapercibida, porque la tripulación temía lo que fuera que tuviera que ver con ella. Tan pronto como entraron en la cabaña, Alexi cerró la puerta. Krista no tuvo ninguna advertencia, a no ser el aguijón de la tela arrancada de su cuerpo, cuando Alexi agarró la camisa y la rompió, alejándola de ella. Instintivamente quiso tratar de cubrirse, pero, obligó a sus brazos a mantenerse a los lados, mientras se volvía hacia él.

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pensamientos. Mientras estuviera viva, había esperanza.

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El Club de las Excomulgadas El respiraba con dificultad, con la camisa de Adan aún sujeta en su puño. Krista no sabía si sentirse aliviada o asustada por el rubor que se extendió por sus mejillas,

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mientras su mirada descendía para ver su cuerpo desnudo.

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Capitulo 13 Esta se arrastró lentamente por la piel de Krista, y casi la hizo estremecer por el horror, al pensar en él tocándola, pero aún así, su deseo por ella podría ser la única cosa que la mantuviera viva hasta que ella lograra escaparse. El arrepentimiento la atravesó. Se había equivocado al no contarle a Adan y Lyan todo lo que sabía sobre Alexi. Si lo hubiera hecho, entonces tal vez ellos hubieran sido capaces de seguir su rastro hasta aquí…

alma. Nos perteneces a nosotros. Eres nuestra para protegerte y para el placer. Una pequeña esperanza se formó en el corazón de Krista, tan pequeña que no se atrevía a permitirse creerla totalmente, pero sin embargo, fue suficiente para alimentar su fuerza interior. Miró a Alexi, sin ofrecerle ningún miedo, ninguna emoción. El rubor dejo la cara de Alexi. Despacio, aflojó el puño y la camisa de Adan cayó al suelo. “Cuando tenía once años, mi madre nos abandonó. Se fue con uno de los escoltas que me estaban asignados. Ellos fueron encontrados, por supuesto. Y se les dio su justo tratamiento. Mi padre se encargó personalmente.” La mirada de Alexi cayó a la camisa de Adan. “Por desgracia, la prudencia dicta que tus amantes encuentren un final más rápido, y el final más satisfactorio que hubiera preferido. Pero puedes estar segura, Krista, ambos están muertos.” Su atención se centró de nuevo en su cara. “Me has traicionado tres veces. En primer lugar, al ir a la policía. Luego huyendo. Y ahora esto… abriendo tus piernas a dos desconocidos y dejando que te marcaran.” Su mano se extendió de repente y la golpeó en la cara, con tal fuerza que ella cayó de rodillas, demasiado mareada para levantarse.

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Las voces de Adan y Lyan resonaron en su mente, una promesa profunda en su

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El Club de las Excomulgadas “Quise que fueras mi esposa, la madre de mis hijos, y me lo devuelves con la desconfianza y el engaño.” Krista se obligó a mirar a Alexi. Ella no se arrodillaría humildemente y esperaría a que él le metiera una bala en la cabeza. La cara de Alexi estaba sonrojada, su aliento estremeciéndose dentro y fuera de su pecho. Una erección presionaba fuertemente el frente de sus pantalones. Krista obligó a su miedo a disminuir. Incluso si la violaba, habría algún momento

tranquilamente, como si los asesinatos a sangre fría no hubieran sido la razón por la que huyó. “Tú habrías querido que dejara todo lo demás… mi trabajo, mis amigos, mi libertad… mi posibilidad de vivir una vida normal.” “Tú no necesitas nada más que a mí.” Su brazo salió disparado, su mano moviéndose tan rápido que Krista tropezó hacia atrás en un esfuerzo por evitar ser golpeada de nuevo. Pero el golpe esperado nunca llegó. En cambio, la agarró por el cuello, su apretón lo bastante fuerte para doler, pero no tan fuerte como para dañar el músculo y hueso. El tiró de Krista contra él. Entonces tan repentinamente como la había cogido, la dejo ir. “Apestas como una puta, Krista. Puedo olerlos en ti. Me da náuseas.” El señaló una puerta abierta. A través de ella, Krista podía ver la cama. No pudo evitar un estremecimiento. Alexi se rió severamente. “Eso llegará, si tienes suerte y puedo pasar por alto tu traición. Por el momento, tomarás una ducha. Entonces decidiré si te mantendré desnuda, o te dejaré llevar uno de los camisones que compré para ti en Paris.” El indicó con la cabeza hacia el dormitorio. Krista se movió hacia allí, preguntándose si habría una ventana por la cual ella pudiera escapar. La había, pero eso no importó. Alexi entró con ella y se quedó allí, mientras ella entraba en el compartimento acristalado de la ducha.

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de descuido que podría utilizar para escapar. Se obligó a ponerse en pie y a hablar

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El Club de las Excomulgadas “Limpia cada centímetro de ti, Krista”, ordenó, y ella tembló ante leve ronquera en su voz. Ella supo entonces que él planeaba mirarla, pero ella tenía que tomar una decisión si él quería follarla después de que estuviera limpia. ¿Podría soportarlo? ¿Podría aguantar que la tocara? ¿Incluso si eso significara mantenerla con vida? ¿Lo entenderían Lyan y Adan si ella lo hacía? ¿La perdonarían? ¿Todavía la querrían como su compañera de vínculo?

ignorar la forma en que se había movido hacia la puerta de cristal, como una de sus manos se había deslizado en su bolsillo. Sólo la voz de la razón que susurraba en la cabeza de Krista, le impidió reírse y decirle que nada de lo que él tenía podía compararse con lo que tenían Adan y Lyan, nada de lo que pudiera hacerle le produciría el placer que ellos le habían dado. Ella giró ligeramente, prefiriendo escudarse sólo parcialmente, en vez de darle la espalda a Alexi completamente. Subrepticiamente, vio como sus ojos seguían el movimiento de sus manos, cuando ella enjabonó su cuerpo. Ahora su cara estaba ruborizada, y la mano en su bolsillo obviamente manipulaba sus genitales. Krista sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que él estuviera listo. Tembló bajo el agua caliente, con asco ante el pensamiento de que alguna vez encontrara placer al excitarlo. No creía poder soportar que él la tocara, sobre todo si hubiera hecho lo que dijo, matar a Adan y Lyan. La voz de la supervivencia gritó en su cabeza. ¡Actúa ahora! ¡Actúa ahora, mientras están solos y él está distraído!

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Mientras el agua golpeaba su cuerpo, Krista trató de ignorar a Alexi. Trató de

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El Club de las Excomulgadas Con cada onza de la fuerza que tenía, Krista empujó la puerta de la ducha, abriéndola y golpeando de lleno a Alexi. El gruñó y tropezó hacia atrás, pero no se cayó como ella había esperado. Una de sus manos agarró su brazo, pero se resbaló por su piel mojada. El corazón de Krista latía con fuerza en sus oídos, concentrada únicamente en salir por la puerta del cuarto de baño y de la casa. “Te arrepentirás de esto”, gruñó Alexi, lanzándose tras ella.

Trató de escabullirse, pero Alexi se movió hacia adelante rápidamente y presionó el oscuro metal contra su piel. Hubo un segundo de sorprendida comprensión, cuando la pistola eléctrica se disparó, y Krista perdió la capacidad de controlar sus extremidades. Ella se inclinó hacia delante, golpeándose contra la puerta. Entonces no hubo nada más que olvido.

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Por el rabillo de su ojo ella vio algo oscuro en su mano. Un arma.

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Capitulo 14 Krista recobró el conocimiento en un sofá de la sala, su frente palpitaba. Necesitó un momento para poner en orden sus pensamientos. Suavemente, dirigió sus dedos sobre el chichón de su sien, que ahora doblaba su tamaño, con el segundo golpe en un día. Este palpitaba, y al tocarlo su estómago y garganta se apretaron cuando la náusea la atravesó. Llevaba un camisón ahora, una suave prenda rosada que Alexi le había dado

con la esperanza renovada, con las posibilidades. Estaba viva, y donde había vida, había una posibilidad de fuga. La presencia de Alexi se cernía detrás de ella en algún sitio, una amenaza silenciosa. Un demonio personal a la espera de empezar a atormentarla de nuevo. Krista se sentó con cautela. Hubo un momento de vértigo y luego su mente se aclaró, a excepción de los latidos siempre presentes en su sien. Sus muñecas estaban dolorosas y en carne viva. La piel estaba enrojecida, como si Alexi hubiera tratado de eliminar las pulseras que Adan y Lyan habían puesto en ellas. Krista frotó los dedos sobre las pulseras y Alexi escogió ese momento para hacerle saber su presencia. “¿Recuerdos de tus amantes muertos, Krista? Por desgracia, no fui capaz de quitártelas. Y ellas me ofenden. Ten la seguridad, que si decido seguir contigo, serán retiradas y destruidas.” Sus ojos se dirigieron hacia el hinchado cardenal en la frente de Krista. Krista se abrazó, esperando las repercusiones por su intento de fuga. En cambio, Alexi se acercó al bar y se sirvió un trago, prolongando la tensión. Ella reconoció su juego… el gato y el ratón. Y no le daría la satisfacción de jugar. El hecho de seguir viva, y relativamente ilesa, le daba razón para creer que Alexi no había acabado

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cuando estaba en el yate, pero era mejor que estar desnuda. Su corazón se aceleró

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El Club de las Excomulgadas con ella todavía, aún no estaba dispuesto a renunciar a mantenerla como una posesión. Los cubitos de hielo tintinearon contra el lateral de su vaso mientras daba vueltas a su bebida. “Tienes suerte de que tu piel marcada con más moretones me repela, Krista.” Sus labios se torcieron en una parodia de sonrisa. “Es un rasgo que no comparto con mi padre. Exigió una completa obediencia de mi madre y nunca permitió que una transgresión quedara impune. Veo ahora que he sido demasiado blando contigo, demasiado generoso. No quería que me tuvieras miedo.” Hizo una

El temor comenzó a llenar a Krista, pero no le dio la satisfacción de ver alguna reacción. El sonrió, como si supiera lo que ella estaba haciendo, y le dijo: “Estoy seguro que te estás preguntando qué voy a hacerte por arruinar mi placer con tu pequeña tentativa de fuga. Podría esperar y decírtelo después de hacerlo, pero tu castigo será mucho más eficaz si lo sabes con anticipación.” Alexi se rió. “No sé por qué no lo pensé antes. Va a ser como matar dos pájaros de un tiro, o más exactamente, al matar a un pájaro, quitaré más de una piedra de mi vida… y de la tuya Krista.” Tomó un sorbo de su bebida, lentamente, antes de continuar. “Sabes que no quiero compartir tu afecto con nadie. Te lo he dejado claro en varias ocasiones.” El horror corrió a lo largo de la piel de Krista. Su corazón tronaba en su pecho. Alexi se alejó del bar y se desplazó deprisa para colocarse frente a ella. “Ya me he encargado de tus dos últimos amantes, Krista. Tu falta de dolor por ellos, me hace pensar que los estabas usando. Intercambiando sexo por protección. En cierto modo, eso me hace sentir mejor, te hace parecer menos… mancillada. Aquel profesor con el que estuviste es otro asunto, sin embargo. Siempre me ha molestado que sobreviviera al accidente.” Él sonrió y la saludo con el vaso. “Tu castigo, Krista. Ruben está ya en camino a San Francisco para tratar con tu amigo el profesor.”

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pausa para causar más efecto y añadió: “Fue un error.”

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El Club de las Excomulgadas Ella hizo un pequeño sonido de dolor. Quería pedir a Alexi que no hiciera daño a Matt, sin embargo, al mismo tiempo, sentía terror de que al hacerlo, las cosas empeorarían para él. Alexi nunca la creyó cuando le había dicho que Matt fue más un amigo que otra cosa. Alexi dejó su vaso sobre una mesa cercana. Krista se preparó para no retroceder ante su toque, para no demostrar el asco, el odio que sentía por él. Despacio el acarició suavemente su mejilla. “Creo que ahora nos entendemos.

Ella no podía permanecer silenciosa, por siempre preguntándose si podría haber hecho algo para prevenir la muerte de Matt. “Por favor, no le hagas daño a Matt. El no forma parte de esto. No intentaré fugarme de nuevo.” Mientras lo decía, supo que era verdad. No podía seguir huyendo. No podría vivir con la preocupación, siempre presente,

que el encontrara a la gente que le

importaba y los destruyera uno tras otro. Esta era su lucha, su error por no ver antes el monstruo que él era, y esto solo terminaría con uno de ellos muerto. Alexi se rió, trazando el contorno de sus labios y presionado con el pulgar contra ellos en una orden silenciosa para que ella tomara una parte simbólica de él en su boca. “Oh, yo sé que no huirás de nuevo, Krista. ¿Cuál era el nombre de aquella estudiante a la que te sentías tan unida?” El apretó más fuerte contra sus labios. “Jessica algo. No importa. Estoy seguro que será fácil encontrarla. No es frecuente que una muchacha de su sección de la ciudad se destaque por sacar una beca completa para ir a Harvard.” Krista apartó la cabeza, incapaz de obligarse a ceder a su avance, rezando para que no decidiera tomar represalias, haciendo daño a la gente que le había importado, por cada una de sus ‘infracciones’. Alexi se rió suavemente y frotó los nudillos a lo largo de su mejilla. “Eres tan hermosa, Krista. Desde el primer momento que te vi, te quise a tí y a nadie más. Lamento tener que controlarte y castigarte. Deberías haberte quedado en el

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¿Verdad, Krista?”

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El Club de las Excomulgadas comedor como te dije esa noche. Entonces, nada de esto habría sucedido. Estaríamos casados y estarías feliz esperando nuestro primer hijo. Nunca quise que te implicaras en mi negocio.” “Tú mataste a un policía”, dijo Krista, tratando de no dejar que adivinara el horror de su voz. “En ese momento, no sabía que era un agente

encubierto. Con los años he

descubierto que es mucho más fácil pagar para que las pruebas y testigos desaparezcan, y que los policías miren para otro lado.” Alexi la agarró por la

iremos a Nevada y nos casaremos antes de volver a California. Mis abogados deben tener todo resuelto para entonces. Me temo que el fiscal con el que has estado en contacto va a ser una decepción.” Se rió del pequeño jadeo de Krista, y dijo: “Por un precio, cualquier información puede tenerse, a pesar de que fuiste lo suficiente inteligente como para no hacer muy larga la última llamada. Alguien en mi nómina la rastreó hasta Las Vegas. A partir de ahí fue fácil adivinar a donde más podrías ir.” Alexi sonrió ligeramente. “Espero que hayas aprendido tu lección, Krista. No hay ningún lugar al que puedas ir, en el que no te encuentre finalmente. No hay nadie en que puedas confiar que no se pueda comprar o matar.” Sonrió ligeramente. “Creo que nos entendemos ahora. A partir de este momento, todo en lo que tienes que preocuparte es en complacerme.” El estómago de Krista se revolvió y su cabeza palpitaba, sus dedos se levantaron rápidamente hacia el chichón de su frente. Los ojos de Alexi se estrecharon, pero ella no pudo estar segura si era ante la vista de la pulsera de Lyan o porque su herida le recordaba su intento de fuga. Una idea destelló en la mente de Krista. Se lamió los labios y la mirada de Alexi siguió ese movimiento. Armándose de valor para desempeñar el papel, se inclinó hacia delante, como si fuese a acariciar con la boca la parte delantera de sus pantalones, en señal de

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barbilla y obligó a Krista a mirarlo. “Pasaremos algún tiempo en la cabaña, después

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El Club de las Excomulgadas súplica. Pero antes de que su cara pudiera hacer contacto, se tambaleó un poco y cerró los ojos. “Me siento un poco mareada.” Se tocó el chichón de la frente otra vez. “Una compresa caliente ayudaría. Y algo de comer. No he comido desde ayer.” Alexi la estudió en silencio durante varios segundos antes de decir: “Muy bien, Krista. Podemos hacernos cargo de tus necesidades primero. Luego nosotros encargaremos de las mías. Me he aliviado con otras mujeres desde que me

Dio un paso atrás y permitió que Krista se levantara. Ella no tuvo que fingir el leve tropezón cuando dio un paso para alejarse del sofá. Por el rabillo del ojo vio el ligero movimiento de la mano de Alexi, hacia el bolsillo de su chaqueta. Si estaba en lo cierto, ahí era dónde estaba la pistola eléctrica. Su mente daba vueltas, tratando de calcular las probabilidades. ¿Podría llegar a ella y utilizarla contra Alexi? Incluso si lo lograra, ¿Sería el aturdimiento lo suficiente para inmovilizarlo? ¿Cuánto tiempo tendría…? Su mente rehuyó terminar el pensamiento, pero Krista resueltamente se obligó de nuevo a la visualización de su asesinato. Ella sabía que la gente moría a causa de las pistolas paralizantes. Una vez que estuviera inmovilizado, ella imaginaba lo que tendría que hacer. Su corazón latió en su garganta. Sólo tendría una posibilidad de matar a Alexi, si fallaba, o bien, la mataría de inmediato, o bien, se aseguraría de que ella nunca tuviera otra posibilidad de asesinarlo. Y si la mantenía viva, no dudaba que la torturaría matando a cualquiera que él pensara que podría importarle. Ella tembló de miedo y desesperación. No sería capaz de evitar sus demandas sexuales por mucho tiempo, pero, comparado con ser la causa del asesinato de gente inocente… su propio sufrimiento palidecía en comparación. Entraron en la cocina. Alexi se detuvo cerca de la mesa, apoyándose casualmente contra ella mientras su mano se deslizaba en el bolsillo de su chaqueta. Krista se

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traicionaste, pero eran pobres sustitutos de ti.”

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El Club de las Excomulgadas caminó hacia el refrigerador, abriéndolo de modo que pudiera usar la puerta para escudarse mientras revisaba la habitación. Una tabla de cortar estaba sobre el mostrador, cerca del fregadero. Al lado de ella había una colección de cuchillos de cocina metidos en un bloque de madera. Ella supo inmediatamente que Alexi la estaba probando. Evaluando si ella estaba lo suficientemente desesperada, o era lo bastante estúpida, para intentar coger uno de los cuchillos. Seleccionó un envase de ensalada de huevo de la nevera, rebusco en el gabinete del pan, y luego seleccionó un cuchillo de mesa, de un cajón que estaba

Krista llevó sus suministros a la mesa y se hizo un sándwich, sólo para descubrir después del primer bocado, que realmente se estaba muriendo de hambre. Se hizo un segundo bocadillo con el fin de calmar el hambre, y retrasar el momento inevitable en el que tendría que ceder ante las demandas de Alexi o bien, luchar contra él. Sabía que no tenía ninguna posibilidad si él decidía violarla, y sospechaba que aún si ella lograba tener relaciones sexuales con él, después no se quedaría dormido sin más, y no la dejaría vagar libremente por la casa. Tendría otras armas aquí, armas de fuego probablemente, y no serviría de nada encerrarlo para que no pudiera llegar a ellas rápidamente. El no le daría la posibilidad de que pudiera encontrar una. El hecho de que hubiera mantenido su mano en el bolsillo, con la pistola eléctrica, mientras ella se movía cerca del bloque de cuchillos de cocina, le demostró a Krista que aunque pensara que podía manejarla con el miedo, no confiaba en ella para que no intentara escaparse otra vez. Una vez que consiguiera la satisfacción sexual, Alexi la encerraría, o la ataría, y ella estaría indefensa para hacer cualquier cosa… y Matt moriría. La bilis quemó en su garganta ante ese pensamiento.

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muy cerca de los cuchillos de cocina.

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El Club de las Excomulgadas Se levantó de la silla y volvió al mostrador, guardando el pan, lavando el cuchillo y el plato que había usado, y luego guardándolos. No veía a Alexi, pero podía sentir su estado de alerta. Su corazón se aceleró en su pecho por lo que se disponía a hacer, ante el riesgo y las posibles consecuencias. Pero no tenía otra opción. Tenía que escapar. Tenía que matar a Alexi antes de que él pudiera ordenar más muertes. Tenía que evitar de alguna manera la muerte de su amigo. Se frotó la frente antes de tomar un paño de cocina limpio de un cajón y lo empapó

masajearme la parte de atrás de la cabeza y cuello? Creo que haría que el dolor desapareciera más rápidamente.” Hubo una leve vacilación, como si ella hubiera cogido por sorpresa a Alexi con su petición. “Ven aquí”, dijo él. “Sería mejor si pudieras hacerlo cerca del fregadero, para que pueda mantener la compresa caliente.” Krista contuvo el aliento mientras esperaba ver lo que él haría. Su corazón comenzó a palpitar en sus oídos cuando oyó sus pasos en movimiento a través del piso de cerámica de la cocina. ¿Podría hacerlo? ¿Podría atacarlo físicamente? ¿Podría realmente matarlo? Ella se estremeció, su mente llegó a la misma conclusión a la que llegó antes. No tenía ninguna otra opción. Alexi se detuvo detrás de ella. Podía sentir el calor de su cuerpo a lo largo de su espalda. Krista bajó la cabeza, ofreciéndole su cuello mientras se inclinaba hacia delante, abriendo el agua caliente y renovando la compresa. Una vez más, Alexi vaciló. Esta vez estaba tan cerca que podía sentir la tensión en su cuerpo. Cuando ella no hizo nada, además de exprimir el trapo de cocina y presionarlo contra su frente, lentamente se relajó y levantó una mano hacia su cuello.

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en agua caliente. Una vez que la compresa estuvo sobre su frente, dijo: “¿Puedes

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El Club de las Excomulgadas Krista suspiró y se inclinó un poco hacia atrás de modo que sus nalgas se apoyaran en su ingle. Se obligó a apretarse contra él, como si le diera la bienvenida a la sensación de su cuerpo contra el suyo, su erección contra su cuerpo cubierto por el camisón. Se escuchó el sonido suave de piel contra la tela, mientras sacaba la otra mano del bolsillo y la llevaba a su hombro, masajeando y friccionando. Una vez más, renovó la compresa. Alexi se tensó, pero no buscó la pistola eléctrica. Krista cambió la compresa varias veces. Con cada repetición de la acción, Alexi se

sus nalgas, él no bajaría la guardia completamente otra vez. La mano que masajeaba la parte posterior de su cabeza bajó para acariciar su pezón y luego la cadera. Krista sabía que su tiempo se agotaba rápidamente. Ella alcanzó otra vez el grifo, usando ambas manos para retorcer el trapo de cocina varias veces, como si el agua no estuviera lo suficientemente caliente. La respiración de Alexi era más evidente mientras se frotaba contra ella. Krista rezó por coraje y suerte, mientras dejaba que el trapo se llenara con agua hirviendo. Cuando no pudo soportarlo más, se dio la vuelta, y golpeó la cara de Alexi con el paño empapado, con toda su fuerza, antes de tomar un cuchillo y apuñalarlo. Él cayó hacia atrás, gritando con indignación. Ella atacó, siguiéndole hasta el suelo, su miedo le daba fuerza. Pero no fue suficiente. El se las arregló para empujarla hacia atrás y coger la pistola eléctrica de su bolsillo, mientras ella se ponía de pie. Había tanta sangre, que por un segundo Krista pensó que le había acuchillado una arteria. Pero entonces, él se puso de pie y en sus ojos se veía una furia asesina.

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ponía cada vez menos tenso, pero sabía que, aun con su polla presionando contra

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El Club de las Excomulgadas Estaba entre ella y la entrada. Agua y sangre caían de él. El corazón de Krista palpitaba con tanta fuerza, que parecía que estaba a punto de estallar en su pecho. Alexi se movió hacia delante, tropezando levemente. Krista agarró la pesada tabla de cortar y se la tiró. El se cubrió con un brazo, gruñendo cuando esta lo golpeó. Ella consiguió un segundo cuchillo del contenedor, este más grande de lo que había sido el primero. Alexi se acercó un paso. Ella sostenía ambos cuchillos delante de ella, preparada para usarlos para defenderse. El sostuvo el arma eléctrica lejos de su

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cuerpo, mientras se disponía a acercarse a ella.

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El Club de las Excomulgadas

Capitulo 15 El aliento de Krista entraba y salía de su pecho de manera entrecortada. Su mente trataba de leer su lenguaje corporal y calcular sus posibles movimientos. No podía dejar que la tocara con su pistola eléctrica. Un ruido llegó desde el otro cuarto. Alexi se sobresaltó, una mirada de sorpresa atravesó sus facciones. Gritó, “¿Ruben? ¿Marco?”

Alexi dio la vuelta para enfrentar al intruso y Krista se movió rápidamente, hundiendo el cuchillo en su espalda, aún cuando su alma retrocedía con horror por lo que estaba haciendo. El gritó de furia y comenzó a girar hacia Krista. Ella sacó el cuchillo, lista para repetir el ataque, desesperada por terminar antes de que Adan o Lyan fueran heridos. La pistola eléctrica chispeó contra la pulsera de Adan, y él se rió mientras seguía hacia adelante, dispuesto a matar a ese hombre que había amenazado la vida de su compañera de vínculo. La voz de Lyan lo detuvo. Reclamo el derecho de matar, por los genes Fallon que marcan a Krista y que la hacen mía por decreto del Consejo. A pesar de la gravedad de la situación, la diversión se precipitó a través de Adan ante la extravagancia de Lyan de reclamar un derecho, basado en el mismo Consejo al que a menudo había ignorado y contra el que había despotricado. Se rió y se movió rápidamente, tomando a Krista en sus brazos antes de que ella pudiera arriesgarse a ser herida, intentando atacar a Alexi otra vez, y luego dijo, Tuyo por derecho, pero hazlo ahora. Lyan lanzó su brazo, quitando la pistola eléctrica de la mano de Alexi, como si fuera un juguete de plástico. Siguió, lanzando un puñetazo al estómago de Alexi. Cuando este se inclinó hacia delante en reacción, Lyan lo agarró por la cabeza y la

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Krista casi dejó caer los cuchillos cuando Lyan apareció en la entrada de la cocina.

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El Club de las Excomulgadas giró. Se oyó un ruido enfermizo de huesos rompiéndose y tejidos blandos siendo destrozados. Cuando Lyan lo soltó, el cuerpo de Alexi cayó al suelo de la cocina, su cara inmóvil, los ojos desorbitados, se había orinado sobre sí mismo. Krista gimió y enterró su rostro en el pecho de Adan. Los cuchillos de sus manos cayeron al suelo y empezó a temblar sin control. Lyan presionó el cuerpo contra su espalda. Sus brazos se unieron a los de Adan, abrazándola, en un capullo de amor y protección.

“Tenía tanto miedo”. La voz de Krista era un mero hilo de sonido. “Estás segura ahora”, dijo Adan, también acariciando con su boca su pelo. Krista se estremeció otra vez, y tanto Lyan como Adan comenzaron a acariciar su cuerpo, ofreciéndole tranquilidad, mientras ellos comprobaban sus heridas. “Él dijo que los había hecho matar. Traté de no creerlo, pero estaba tan asustada de que fuera verdad.” Adan se rió. “Los hombres que envió no eran, de ninguna manera, contrincantes para nosotros. Nos libramos de ellos rápidamente y vinimos a por ti.” “¿Cómo sabían dónde estaba?” Lyan presionó sus labios contra su cuello en un beso suave. “Tú nos perteneces. Eres nuestra para el placer y la protección. Nuestra compañera de vínculo. No hay lugar al que puedas ir, en el que no podamos encontrarte. Es tiempo de completar la vinculación y llevarte a casa con nosotros. Nunca conocerás esta clase de miedo otra vez.” Él se alejó y dijo, “Adan te llevará al lugar que hemos elegido para la vinculación. Yo me encargaré de este lío.” Krista se arrancó de los brazos de Adan. “No puedo marcharme aún. Tengo que ir a San Francisco. Alexi envió a alguien para matar a Matt, el profesor sobre el que

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“Siento que tuvieras que presenciar eso, amada”, susurró Lyan contra su pelo.

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El Club de las Excomulgadas les hablé.” Su corazón se aceleró cuando recordó que Alexi tenía un segundo guardaespaldas. “Había alguien más protegiendo a Alexi.” Lyan se rió. “Ya hemos eliminado esa amenaza.” Adan se inclinó hacia adelante y frotó su nariz contra la de Krista. “¿Confías en nosotros para proteger a tu amigo del peligro?” Krista sólo podía asentir con la cabeza. Realmente confiaba en ellos. Con su vida. Con la vida de Matt.

y ardió por la emoción. “Los amo”, susurró ella. “Los amo tanto a ambos que no pienso que pudiera seguir sin ustedes.” “Es lo mismo para nosotros. En todo el universo, eres la única para nosotros.” Adan la presionó contra su cuerpo, acariciando su espalda y sosteniéndola como si ella fuera su mundo. Cuando la soltó, dijo, “Ven, dejemos a Lyan hacer lo que sea necesario aquí. Se reunirá con nosotros dentro de poco.” Cuando Krista se dio la vuelta, Lyan la arrastró hacia delante de modo que sus cuerpos se tocaran. El presionó su frente contra la suya y acarició su mejilla suavemente. “¿Sabes quién es el hombre enviado para hacerle daño a tu amigo?” Una imagen de Ruben llegó inmediatamente a la mente de Krista. “Sí. El chofer de Alexi. Su nombre es Ruben. No sé su apellido, pero ha trabajado para Alexi mucho tiempo.” Lyan acarició los labios de Krista con los suyos. “No te preocupes por tu amigo. Tanto Adan como yo tenernos hermanos y primos que pueden ir a San Francisco. Les enviaré un mensaje e irán inmediatamente para protegerlo y eliminar esa amenaza.”

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Adan la recompensó con una sonrisa tan llena de alegría, que su pecho se contrajo

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El Club de las Excomulgadas Krista se estremeció. Parte de ella estaba horrorizada con lo fácil que le era aceptar este tipo de violencia en su vida. Pero no se atrevía a pedir clemencia en nombre de Ruben. Adan se movió de modo que su cuerpo se moldeara contra su espalda otra vez, mientras Lyan todavía la apretaba contra su pecho. El calor la envolvió, y otra vez se sintió rodeada por ellos, protegida por ellos, amada por ellos. Un tipo diferente de escalofrío la recorrió. Adan se colocó más cerca, dejándola sentir su necesidad de responder a esa necesidad. La risa de Lyan fue ronca cuando

La próxima vez que nos unamos nos vincularemos para siempre.” Krista se inclinó hacia adelante y besó los labios de Lyan antes de decir: “Por favor, ten cuidado.” Él se rió y Krista permitió a Adan que la alejara de la cabaña. Ella estuvo desorientada por un momento, cuando vio su coche aparcado al lado de uno de los coches deportivos de Alexi. Adan abrió la puerta y ella entró, de repente abrumada por tantas emociones, que comenzó a temblar de nuevo. “Todo estará bien”, dijo Adan mientras se inclinaba y la abrazaba. “Pronto estaremos en casa”. En su cálido abrazo, las emociones turbulentas poco a poco se desvanecieron y aparecieron las preocupaciones prácticas. Krista se alejó un poco y dijo: “Todavía estoy en camisón.” Adan enarcó las cejas y sonrió. “Un camisón muy trasparente. Te favorece, aunque es distrae bastante.” Krista se rió y el horror del día desapareció. “Creo que será mejor que me cambie.” “Te conseguiré algo de ropa.” Adan cerró suavemente la puerta del pasajero antes de buscar un par de jeans y una camisa en unas de sus maletas, en el maletero del coche, y se los entregó, para

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acarició su mejilla y bajó la boca para acercarla a la de ella. “Ve con Adan ahora.

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El Club de las Excomulgadas luego subir al asiento del conductor. Ella arqueó una ceja y preguntó, “¿Sin ropa interior?” Él se rió entre dientes y arrancó el motor. Krista se echó a reír, y se puso seria cuando comenzó a cambiarse y vio la sangre de Alexi salpicando sus brazos y la parte delantera del camisón. Por suerte había una botella de agua medio vacía en el soporte del salpicadero. La usó para limpiar la sangre de Alexi de su piel. Cuando termino de vestirse, Adan extendió la mano para tomar la de ella. Krista se aferró a ella, tomando la fuerza y el calor de él. Había esperado que Adan se dirigiera hacia una de las autopistas que los llevarían a

utilizadas. Después de haber viajado por un tiempo, Krista finalmente preguntó: “¿A dónde vamos?” El sonrió. “Lo verás muy pronto.” El corazón de Krista se iluminó sin motivo en absoluto además de su encantadora sonrisa, su presencia. Ella apretó su mano, luego se inclinó para arrastrar los dedos de su mano libre a lo largo del interior de su muslo. “Tengo modos de hacerte hablar”, bromeó ella. “¿A dónde vamos?” Bajo sus dedos, ella pudo sentir su cuerpo en tensión. Con sus propios ojos pudo ver como el bulto en sus pantalones se hacía más pronunciado. Adan se estremeció cuando sus dedos se movieron la distancia final y cubrieron su erección. Él quería llevar el coche hasta la orilla de la carretera y hacerle el amor. Quería oír sus gritos de placer, bombear en ella hasta que ninguno de los dos pudiera moverse. Quería librarse completamente del terror que se había apoderado de él, cuando Krista había desaparecido. No hubo ninguna duda en su mente de que la encontrarían y la traerían de vuelta, pero tuvo miedo de lo que le podría sucederle antes de que pudieran alcanzarla.

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Sacramento o de vuelta a Reno. En cambio, siguió el camino, por carreteras apenas

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El Club de las Excomulgadas Su toque lo estaba volviendo loco. Pero él no la tomaría otra vez hasta la ceremonia de vinculación. En esto, él y Lyan habían estado de acuerdo, antes de llegar a la cabaña de Alexi. Adan exhaló con dureza. Su polla estaba tan dura que palpitaba. Su mano apretaba fuertemente el volante. Ardía de deseo por abrir sus pantalones y liberar su erección, sepultar sus manos en el pelo de Krista mientras ella lo tomara primero en su boca, y luego en su apretada y caliente vagina. Ella se rió suavemente, de modo seductor, y las caderas de Adan empujaron

“Krista”, gimió él. “Debemos esperar a la ceremonia de vinculación.” Ella apretó su agarre, masajeando de arriba abajo por su longitud. Su toque lo quemaba a través de su ropa. “¿Por qué esperar?”, susurró ella. Su polla se sacudió ante su tacto. “Lyan y yo estuvimos de acuerdo en que ninguno te tomaría otra vez hasta que pudiéramos hacerlo juntos.” Lo que había comenzado como un juego, había salido rápidamente fuera de control de Krista. Sus pezones estaban apretados y necesitados, su coño hinchado y mojado. Krista quería envolverse alrededor de Adan, sentirlo profundamente dentro de ella, reafirmando que estaba segura y que era amada. “Pero yo no me comprometí a no tomarte”, dijo ella, mientras abría su cremallera y liberaba su polla. “Krista”, se quejó de nuevo, desesperado por su boca, incapaz de detenerse de acercarse a sus labios, cuando su aliento caliente llegó a la hinchada cabeza de su pene.

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involuntariamente. “Tal vez deberías aparcar a un lado del camino”, le dijo Krista.

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El Club de las Excomulgadas En respuesta, ella deslizó sus dedos a lo largo de su longitud hasta que ahuecaron su escroto. Su sedosa y húmeda lengua sondeó suavemente el diminuto agujero que ya goteaba por su excitación. Adan se sacudió contra ella. Lo estaba matando con su toque. Nunca había experimentado esa clase de agonía. Ese tipo de placer. Volvió a gemir, atormentado por la necesidad, pero no quería violar el juramento que había tomado con Lyan. Estaban tan cerca de la unión completa con Krista. Hacerlo estando separados podría significar que no hubiera lazo de vinculación

Krista oyó la desesperación y la sinceridad de su voz. Ella se apartó, su cuerpo dolorido, insatisfecho, pero la idea de lastimar a Lyan era intolerable. “¿Cuánto falta para llegar a ese sitio al que me llevas?” “No está lejos.” Con una mueca, logró cerrar sus pantalones sobre su enorme erección. “Lyan nos alcanzará pronto. Eso te lo puedo prometer. El hambre que nosotros sentimos arde en él también.” Krista apretó sus piernas y asintió con la cabeza. “Entonces apresúrate a llegar allí.” Adan tomó de nuevo su mano en la suya. Su pulgar acarició sus nudillos mientras él decía, “Eres más de lo que esperaba en una compañera de vínculo, más de lo que alguna vez pensé merecer.” El amor se precipitó a través de Krista, suavizando su calor sexual en algo mucho más suave aunque no menos sobrecogedor. “Yo soy la afortunada por tenerlos a Lyan y a ti”, dijo, mientras se acurrucaba contra Adan hasta que llegaran a su destino. Por algún milagro, Lyan ya estaba allí. El descansaba casualmente frente a una vieja construcción de adobe. El corazón de Krista se aceleró cuando lo vio y el último miedo que había mantenido en su interior se escabulló.

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compartido. “Krista, debemos esperar. Hacer esto podría hacerle daño a Lyan.”

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El Club de las Excomulgadas Adan aparcó el coche y vio como Krista se precipitaba para abrazar a Lyan. ¿Todo fue bien?, preguntó. Lyan levantó una arrogante ceja, antes de enterrar su cara en el pelo de Krista. Por supuesto. ¡Ahora comencemos para que podamos unirnos a nuestra compañera de vínculo e irnos de este planeta primitivo! Ya he estado adentro y he hecho lo necesario. Un hambre renovada se precipitó por Adan. Su ritmo cardíaco se aceleró. El momento con el que había soñado tanto tiempo había llegado.

pulseras empezaron a zumbar y pulsar al tiempo de los latidos de su polla. Podía ver el remolino de oro en los cristales que Adan llevaba y sabía que vibraban en sintonía con las emociones de Adan, y por la proximidad de los cristales de dentro de la cámara del portal. Pronto los cristales morados y dorados estarían en sincronía y el vínculo se llevaría a cabo. Pronto Krista estaría en su hogar, sería suya para siempre. Krista se sorprendió cuando entraron en la construcción de adobe. Había esperado entrar en la sala de una pequeña casa de campo. En su lugar estaba en un jardín íntimo y en una terraza. Por encima de su cabeza, el techo era transparente, para permitir que el sol brillara sobre una exquisita colección de plantas con flores. Bajo sus pies habían piedras de colores dispuestas en patrones exóticos. En el centro de la sala, en medio de unos espectaculares cristales, había un grueso colchón en un marco que descansaba cerca de la tierra. Adan pasó la mano por la mejilla de Krista, y luego la bajó y comenzó a desabrocharle la blusa. Junto a ella, Lyan se quitó la ropa y la dejó caer en un cofre de madera cercano a la puerta. Krista se estremeció, en parte por anticipación y en parte por temor. La duda trató de presionar sobre ella, cuando se dio cuenta de la naturaleza ceremonial de este lugar, la singularidad de que estuviera allí, en medio de la nada.

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Lyan se alejó de Krista mientras Adan se unía a ellos. Los cristales púrpura de sus

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El Club de las Excomulgadas Adan le quitó la blusa y la dejó caer en el baúl de madera donde la ropa de Lyan había sido colocada. Como si sintiera su creciente temor, le dijo, “No tengas miedo, Krista. Confía en nosotros.” Hubo un temblor en su voz, cuando ella contestó, “Lo hago.” Lyan se arrodilló delante de ella. Dio un beso caliente y húmedo contra la carne desnuda del estómago de Krista, mientras sus manos iban a sus jeans, abriéndolos y bajándolos por sus piernas. El frotó su nariz contra la piel sensible de su vientre, y

Con un gemido, Lyan la mantuvo estable mientras levantaba uno de sus pies y luego el otro, de modo de poder quitarle los jeans. Al lado de ellos, Adan ya se había quitado su camisa y pantalones. El levantó el pantalón de Krista y lo depositó con el resto de la ropa. “Es el momento”, dijo con voz ronca, y la necesidad feroz en su voz, estalló en Krista como un rayo. Involuntariamente juntó sus piernas, cuando sus labios se hincharon más. Lyan presionó más contra ella y el calor de su aliento contra su sexo mojado y adolorido, hizo que se moviera contra él y se aferrara a sus hombros. Sus manos subieron para agarrar sus nalgas, sosteniéndola mientras su boca buscaba y encontraba su clítoris tenso, totalmente erguido. Krista gimió por la necesidad. Se estremeció, deseando que succionara. Bajo sus dedos, los músculos de los hombros de Lyan se tensaron y apretaron. Entonces, con un gemido, él se separó de ella y se puso de pie. Krista gritó ante la pérdida de la húmeda boca. Su mirada viajó automáticamente a su ingle. La erección de Lyan era feroz y firme, ya reluciendo con gotas de su necesidad. Sin decir una palabra, Lyan y Adan tomaron cada una de sus manos y la llevaron a la cama del centro del jardín. De pie junto a ella, Adan la giró para que quedara

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se detuvo cuando se acomodó en el vello suave entre sus piernas.

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El Club de las Excomulgadas frente a él, presionando la parte inferior de su cuerpo con el suyo, mientras que Lyan se movió para envolverse en torno a ella, desde atrás. “Una vez que la ceremonia de vinculación se haya completado, tenemos que llevarte a casa con nosotros”, dijo Adan, sus ojos encontraron y mantuvieron su mirada, su expresión era sombría, aunque su rostro estaba tenso por la necesidad. “no hay marcha atrás una vez que esté hecho.” El abrazo de Lyan se apretó alrededor de su cintura. Ya es demasiado tarde para dar

El pánico que había sacado a Krista de su cabaña y permitió que los hombres de Alexi la capturaran, volvió con toda su fuerza. Lyan y Adan querían llevarla a su hogar, y ella todavía no tenía ni idea de donde estaba. Si se iba con ellos a su casa, ¿desaparecería, para no ser vista nunca más? Como si sintiera su pánico, tanto Lyan como Adan se inclinaron más cerca, acariciándola con besos contra su piel. “Todo estará bien, amada”, susurró Adan. “No pienses en dejarnos”, advirtió Lyan, sus dientes cerrándose en la señal de mordedura que le había dejado. El corazón de Krista latía tan rápido, que sabía que probablemente ellos podían oírlo. Se lamió los labios y les preguntó: “¿Dónde está su hogar?” Adan besó hacia arriba por su cuello hasta que sus labios se cernieron sobre los de ella. “Lejos de aquí. Eso es todo lo que puedo decirte.” “Y una vez que esté allí, no puedo marcharme. ¿Cierto?” Adan frunció el ceño. “Nunca he oído de alguna compañera de vínculo que deseara marcharse.” “¿Y si quisiera volver y visitar a mis amigos? ¿Podría hacerlo?”

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marcha atrás, rugió en la mente de Adan.

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El Club de las Excomulgadas “No lo sé.” Adan acarició su mejilla. “Tú eres nuestra para el placer y la protección. Si está a nuestro alcance, sé que Lyan y yo haremos cualquier cosa para hacerte feliz.” Krista se apoyó en su mano mientras lo último de su pánico la abandonaba. Ella los amaba. Confiaba en ellos. No quería nada más que ser suya para siempre. “Hagamos la ceremonia de vinculación de modo que podamos ir a casa”, dijo ella, presionando sus nalgas contra la erección de Lyan y moviendo su mano hacia abajo al mismo tiempo, de modo de poder pasar su pulgar por la cabeza de la polla de

Ambos hombres gimieron, pero en lugar de empujarla hacia abajo, hacia la cama, la sorprendieron alejándose de ella. La voz de Adan era suave cuando dijo, “Mira como somos en realidad, Krista.” El cristal de oro de sus pulseras palpitó y se arremolinó, y luego el aire brilló detrás de la espalda de Adan como si miles de moléculas se juntaran de repente en un solo lugar. Brillaban en el aire como una tela diáfana hasta que finalmente se solidificaron. El corazón de Krista palpitó con fuerza ante la visión de Adan, de pie, con unas gloriosas alas con vetas de oro. No pudo dejar de moverse hacia él y rozar con la mano sus perfectas plumas. Sus párpados cayeron y se estremeció de placer sensual mientras ella apretaba la mano contra la musculosa parte inferior y acariciaba los bordes. “Soñé con esto”, susurró Krista. “Soñé que hacíamos el amor y que te veías así. Como un ángel.” La risa de Adan fue ligeramente ronca. “¿Por qué no estoy sorprendido de que Lyan haya desobedecido, una vez más, las leyes del Consejo?” Lyan gruñó. “No le mostré a Krista nuestra forma verdadera. Si ella la ha visto, es debido al gen Fallon que lleva.”

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Adan.

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El Club de las Excomulgadas Las cejas de Krista se unieron en confusión. “¿De qué están hablando?” “Más tarde”, dijo Adan y miró a Lyan, detrás de ella. Krista se dio la vuelta y vio a Lyan como lo había visto en sus sueños, con alas como las de un murciélago. Él era lo opuesto a la belleza dorada de Adan. Un demonio, donde Adan era un ángel. Y aún así, era igual de deseable para ella. La incertidumbre en su cara hizo que el corazón de Krista doliera y ella fue a él

Krista se rió suavemente y pasó sus manos sobre el suave ante negro de sus alas hasta que sus párpados estuvieron pesados de placer. Algo cosquilleó en el borde de la mente de Krista, y ella dijo. “Hay más, ¿no?” Lyan lentamente levantó el labio y bajó sus colmillos. Krista tocó el punto de su cuello donde Lyan la había mordido repetidamente. “Así es como me encontraste en Reno, y en la cabaña de Alexi. Tomaste mi sangre, y ahora puedes rastrearme en cualquier lugar.” La cara de Lyan se contrajo en disgusto. “Soy un Vesti, no el vampiro de sus leyendas humanas.” Krista se rió y tiró de su cabeza de modo de poder pasar su lengua a lo largo de uno de sus colmillos. Las fosas nasales de Lyan llamearon y su polla se sacudió contra su estómago. “Pero tú hiciste algo”, dijo ella, jugando con él, mientras pasaba la lengua a lo largo del segundo colmillo. El se estremeció bajo sus atenciones. “Los colmillos de apareamiento de los Vesti inyectan un suero para que podamos rastrear a nuestras compañeras. No es necesario morder más de una vez, pero nos da tanto placer a ambos, que seguimos haciéndolo.”

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inmediatamente. Él se puso rígido, como si temiera que ella fuera a rechazarlo.

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El Club de las Excomulgadas Krista lo soltó y se movió, para poder mirarlos a los dos. “Esto no cambia nada. Los amo tanto. Quiero estar con ustedes donde quiera que estén.” “Entonces déjanos completar la ceremonia de vinculación y vayamos a casa”, dijo Adan, mientras cada uno de ellos tomaba una de sus manos, y la colocaban sobre la cama. Krista se deslizó a través de la lujosa ropa de cama hasta que estuvo en el centro. Adan y Lyan la siguieron, tomando sólo un segundo para empujarla sobre su

El corazón de Krista latía en anticipación. Estaba mojada por ellos, hinchada y lista… necesitada. Un gemido escapó de ella cuando primero Adan, y luego Lyan, besaron sus labios, al principio suavemente, luego posesivamente. En un movimiento sincronizado, ellos dejaron sus labios y se movieron hacia abajo, besándole y mordiendo su cuello mientras bajaban. Sus pezones se apretaron en puntas dolorosas anticipando sus bocas. No pudo dejar de arquearse hacia arriba cuando cada uno de ellos se cerró sobre una de sus aureolas de color rosa. Sus piernas se movieron sin descanso, separándose en una invitación para llamar su atención. Contra su pecho, Adan se rió suavemente, de modo seductor, antes de contestar a su llamado de sirena, con sus dedos. Un sollozo se escapó de Krista y presionó su clítoris palpitante, más fuertemente, contra la palma de la mano de Adan. Él la recompensó empujando su mano contra ella y moviendo sus dedos dentro y fuera de su vagina. Los dedos de Lyan se movieron para remontar a lo largo de la oscura hendidura entre sus nalgas. Krista, en un acto reflejo, se retiró de su toque. El gruñó contra su pezón, mordiendo en advertencia, y ella se estremeció, recordando lo salvaje que había sido cuando él la había tomado por allí, recordando las palabras susurradas de lo que ellos habían planeado para ella durante la ceremonia de vinculación. Las manos de Krista se clavaron en su sedoso pelo, y a lo largo de los bordes superiores de las alas, alternando entre tratar de llevar a uno de ellos de vuelta a su

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espalda, mientras se situaban a ambos lados de ella.

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El Club de las Excomulgadas boca y empujar al otro hacia su dolorido coño. “Por favor”, gimió, y Adan volvió a sus labios, mientras Lyan besó y lamió su camino hasta su hambriento y húmedo coño. Tan pronto como la lengua de Lyan se hundió en su apertura, Adan se deslizó en su boca. En sintonía, se movieron en sus profundidades húmedas, luego se retiraron para morder y succionar sus labios hinchados. A medida que ella se apretaba más fuerte contra la boca de Lyan, ellos la sujetaban, jugueteando, atormentándola repetidamente, llevando a Krista más y más cerca de su orgasmo, sin dejar que llegara. La rígida polla de Adan presionaba contra su muslo. Se frotó contra ella, quería

Lyan había prometido que iban a hacer, vinculándolos como le había prometido. Su cuerpo estaba cubierto de sudor y ardía porque la tomaran. Cuando Adan se alejó de su boca, ella le rogó, temblando, estremeciéndose, desesperada por tener sus pollas hundidas en su cuerpo y haciéndola suya. “Los necesito a ambos. Los necesito a los dos en mi interior.” Lyan gimió y dio un último lametón avaro, antes de dejar su coño y elevarse de modo que su cara estuviera encima de la suya. Estaba ruborizado, sus ojos dilatados por la lujuria y sus labios hinchados y húmedos por darle placer a ella. “Ahora”, dijo, mostrando sus dientes. “Ahora”, se hizo eco Adan, acostándose sobre su espalda, con sus alas a través del lecho mullido como una enorme almohada. El movió a Krista, de modo que ella estuviera encima de él, con las piernas extendidas y descansando contra la suave blandura de sus alas, mientras su erección hambrienta presionaba contra su apertura. Krista gimió, abrumada por la combinación erótica de las alas suaves y el hombre duro. Extendió las manos para tomar su pene y dirigirlo hacia su inundada hendidura. Con un gemido él se empujó dentro ella, pero cuando Krista intentó elevarse, para poder darse y darle placer a él, con su enorme e hinchado eje, Adan

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sentirlo dentro de ella, quería sentirlos a ambos dentro de ella, tomándola como

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El Club de las Excomulgadas la abrazó contra él, moviendo sus manos para separar sus nalgas, abriéndola para Lyan. Su cuerpo se tensó por la anticipación, el nerviosismo. Solo hubo una pausa de un segundo, antes de que los dedos cubiertos de aceite de Lyan viajaran a lo largo del pliegue de su culo, primero rodeando el agujero fruncido, luego deslizándose dentro, trayendo una estela de fuego con ellos. Un poco del lubricante se deslizó en su coño, ya lleno con el pene de Adan. Bajo ella, Adan empujó dentro y fuera de ella, revistiéndose a sí mismo con el potente

Adan y Krista gimieron a la vez por el placer, cuando cada sensación se intensificó. Adan se arqueó hacia arriba y esta vez fue él quien gruñó: “¡Ahora!” Los dedos de Lyan se retiraron de Krista y fueron inmediatamente sustituidos por la punta de su polla. El gimió cuando, lentamente se introdujo en la entrada casi virgen, el placer hizo que sus alas batieran, se abrieran y se dejaran caer en forma de tienda sobre los compañeros con los que establecía el vínculo. Krista gimió, abrumada por la intensidad de la experiencia, por el erotismo de sus alas, y por el puro placer de tener a sus dos amantes en su interior a la vez. Las manos de Adan se entrelazaron con las de Krista, colocándolas en la cama de modo que las pulseras de ambos se tocaran. Cuando las manos de Lyan se entrelazaron con las de los dos, y sus pulseras se apoyaron en las de ellos, ambos hombres comenzaron a moverse, lentamente al principio, luego con más fuerza a medida que susurraban palabras de necesidad, amor y promesa. Krista se entregó completamente a ellos, devolviendo sus palabras de necesidad, amor y promesa. Y cuando el clímax los tomó a los tres, Krista se sintió conectada a ellos de una manera que nunca había sentido antes, como si estuvieran tan estrechamente unidos que pudiera leer los pensamientos de cada uno de ellos, experimentar las emociones de cada uno de ellos.

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aceite ritzca, y luego haciendo arder el coño de Krista con él.

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El Club de las Excomulgadas Su cuerpo todavía se estremecía de placer unos momentos más tarde, cuando ellos se movieron para ponerse de costado, con las pollas todavía dentro de su cuerpo, en un capullo cálido de brazos y alas. Krista deslizó su mano por el brazo de Adan, y se dio cuenta de que la pulsera de su muñeca ahora tenía piedras morada y doradas. Ella había pensado que eran cristales, pero ahora sabía, de alguna manera, que eran algo más, algo de otro mundo. La idea la hizo reír. No de otro mundo, sino algo más, eso era seguro. Lyan y Adan

Ella acarició con la nariz el pecho de Adan, y se preguntó dónde estaría su hogar. Ambos habían conducido su automóvil, ambos se movían a su alrededor como si estuvieran familiarizados con la vida habitual. Ambos habían matado para defenderla. La mente de Krista alejó los pensamientos sobre Alexi. Descansó la frente en el pecho de Adan, calmada el latido estable de su corazón. Ella acarició la parte inferior de sus alas y sintió que su polla se revolvía. Obviamente tanto Lyan como Adan podrían parecer seres humanos normales, pero podía entender porqué querían vivir en privado. Si ella tuviera alas… El corazón de Krista se aceleró. Sus ojos se dirigieron primero hacia los extraños cristales estaban en sus propias pulseras y luego hacia la cara de Adan. Él le acarició la mejilla. Lyan y yo seremos tus alas. La ceremonia de vinculación se ha completado. A medida que aprendas nuestras costumbres, aprenderás sobre la naturaleza de los cristales Ylan y cómo usarlos. Le tomó un segundo darse cuenta de que sus labios no se habían movido. La mano de Lyan cubrió la de ella, donde esta se apoyaba en el ala de Adan. Cualquiera que vea el púrpura y el dorado agrupados en tus pulseras, marcadas con los signos de ambas casas, sabrá quienes te protegen y cuidan de ti.

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eran material de leyendas.

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El Club de las Excomulgadas Sobre el latido de la sangre en su cabeza, una idea descabellada comenzó a formarse en su mente. Krista obligó un pensamiento a ir hacia Lyan, ¿Estoy realmente oyéndote? Ambos hombres se rieron entre dientes, pero fue Adan quien dijo: ¿Es tan difícil creer que existe vida más allá de este planeta primitivo llamado Tierra? En voz alta Lyan dijo: “Es el modo de nuestro pueblo para comunicarse, de mente a mente. Adan y yo te ayudaremos a ganar control sobre tus pensamientos de modo que no trasmitas todo lo que estás pensando.” El pasó las puntas de sus colmillos

polla todavía incrustada en ella. No es que me importe que otros sepan el placer que sientes ante nuestro toque. Krista trató de dar sentido a lo que le decían. La idea de que ellos fueran de otro mundo no la horrorizaba ni la asustaba. Ella no era sólo una profesora de matemáticas, ella era una matemática y una jugadora, que comprendía las probabilidades de ciertos acontecimientos que sucedían. Ella nunca había dudado de que existiera vida en otros planetas o en otros universos. Siempre le había parecido estadísticamente imposible que la Tierra alojara la única forma de vida. Pero las probabilidades de que esta otra vida luciera como la humana… y llegara a la Tierra… No, no sólo que llegara. Ellos debían haber estado aquí desde el principio o al menos durante miles de años, lo que explicaría por qué habían sido representados en imágenes antiguas. Adan acarició su pelo. Tienes razón. Hace mucho tiempo nuestros antepasados visitaron este planeta libremente… antes de que las leyes fueran dictadas, contra la interferencia con otras culturas no tan avanzadas como la nuestra. Krista recordó lo que Lyan había dicho antes y su corazón se aceleró. “¿Los Fallon?”

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contra su piel, ronroneando con satisfacción cuando ella gimió y se apretó contra su

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El Club de las Excomulgadas Adan se rió entre dientes y le dijo a Lyan. Me complace que tengamos una compañera tan inteligente. “Escuché eso”, dijo Krista, el cumplido la hizo sentir menos abrumada por su esplendor. Lyan acarició y presionó besos a lo largo de su cuello. Los Fallon son lo que los Vesti y Amato fuimos una vez, antes de que nuestro orgullo y arrogancia provocaran que razas separadas evolucionaran a partir de una gran raza. Ellos son el antepasado común que

Adan frotó su nariz contra la de Krista. Incluso tú, amada. Al igual que los Vesti y los Amato antiguos, algunos de los Fallon fueron atraídos a tu planeta. Es a causa de estos viajeros de hace tanto tiempo, que tú llevas genes que te marcan como una compañera para Lyan y para mí. Su rostro se puso serio. La esperanza de ambos, Vesti y Amato, está ahora en aquellos que llevan los genes Fallon. Sin ellos, no habrá ningún niño para ninguna de las dos razas y, lentamente, moriremos. Krista estudió su cara y lo alcanzó con su mente para tocar sus emociones, y luego a Lyan, preguntándose si tal vez ellos sólo la querían porque podría darles descendencia. La negación fue instantánea y vehemente, y Krista dejó que ese segundo de incertidumbre desapareciera para siempre. Solo el amor y la esperanza para el futuro, llenaban sus corazones y mentes. “¿Entonces, los Fallon se extinguieron?”, preguntó Krista, tratando de encajar las piezas de la ecuación. El corazón de Adan se llenó de orgullo y alegría por su aceptación de su nuevo mundo, su deseo de entenderlo mejor. “Sí. Ellos eran una gran raza de cambia formas alados, capaces de tomar muchas formas diferentes.” Ella exploró una de las plumas de Adan con sus dedos. “¿Los vimos como ángeles y demonios?”

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compartimos.

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El Club de las Excomulgadas El placer lo recorrió mientras ella lo tocaba. “Para algunos también eran dragones, o hadas, o dioses antiguos.” Krista se rio suavemente. “O vampiros.” Lyan gruñó suavemente y mordió su hombro. El calor se apoderó de ella con el mordisco, y acarició primero el ala de Adan, y luego la de Lyan. Ellos se estremecieron bajo su mano, y, a pesar del orgasmo que acababa de experimentar, los deseó otra vez. Quería sentir la intimidad exquisita

Adan se inclinó y presionó sus labios contra los suyos. Habrá una vida de tales uniones. Yo me quedaría sepultado en tu coño y viviría allí para siempre. Lyan dirigió sus colmillos de acoplamiento a lo largo de su cuello. No temas, Krista. Cuando lleguemos a casa, no saldrás de nuestra cama durante días. Las piedras alrededor de la cama comenzaron a brillar en una secuencia de luz y color. El aire de la cámara se cargó, y el ritmo cardíaco de Krista se aceleró mientras los extraños cristales de sus pulseras parecían tirar de la energía de su alrededor. Ambos hombres apretaron su abrazo sobre ella, enviándole tranquilidad e imágenes de lo que estaba a punto de suceder. Pero a pesar de que sabía que estaba completamente segura, su corazón todavía corría, llevado por el mismo miedo y alegría que sentía cuando se sentaba en el asiento delantero de una montaña rusa y levantaba sus manos. Ella se rió en voz alta, incapaz de contenerse en decir, ¡Telepórtame Scotty!1 Cuando el momento de transportarse se acercaba. La voz de Lyan gruñó en su mente con posesividad, es mejor que no haya ningún Scotty esperándote.

1

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que la unión con ellos le había hecho sentir.

Frase utilizada en la serie Star Trek (Viaje a las Estrellas) para teletransportarse.

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El Club de las Excomulgadas Krista sonrió, y al parecer, entre un latido de su corazón y el siguiente, se trasladó de un mundo a otro. Y sin embargo, inicialmente, el mundo era exactamente el mismo. Estaban en el centro de una habitación, en un colchón que descansaba cerca de la tierra, en medio de un diseño espectacular de cristales. Alrededor de ellos había un íntimo jardín, lleno de una exquisita colección de plantas con flores. ¿Estás lista para ver Winseka?, preguntó Adan cuando, de mala gana, se retiró del

Detrás de ella, Lyan abrazó a Krista, y luego también se separó y levantó. Ven, déjanos llevarte a casa antes de que nuestras familias nos vean y hagan imposible que podamos hacer el amor con nuestra compañera de vínculo. Krista les permitió ayudarla a salir de la cama. Ellos se movieron, como si deshicieran sus pasos anteriores, pero en lugar de tomar del cofre de madera la ropa que habían usado en la tierra, Lyan sacó un par de pantalones casi diáfanos parecidos a los de un harén, de color morado y dorado, y se arrodilló delante de Krista. Ella levantó un pie a la vez, temblando en placer sensual, cuando sus calientes manos rozaron su piel junto con la sedosa tela, mientras la ayudaba a vestirse. Cuando levantó la vista, Adan estaba vestido con algo que se parecía muchísimo a un taparrabos de color dorado, hecho del mismo material. Krista enrojeció ante la imagen que el formaba, en lo que el pequeño trozo de tela tanto ocultaba como revelaba. Adan se rió y estiró sus alas. La ropa de la Tierra sólo obstaculizaría nuestro vuelo. Lyan se vistió con un taparrabos similar, de color morado, antes de tomar la mano de Krista, como si pensara sacarla del edificio.

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cuerpo de Krista y se levantó.

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El Club de las Excomulgadas Esta vez el rubor que inundó la cara de Krista fue de vergüenza. “¡No puedo salir así!” Las cejas de Lyan se unieron. Este es nuestro día de vinculación, es una tradición que llevemos estos colores. Puedes elegir otros colores mañana. Más color se precipitó en la cara de Krista. Mis pechos no están cubiertos. La mirada de Lyan se movió inmediatamente hacia sus pechos y los pezones de Krista se apretaron en respuesta. Cuando él se adelantó y le acarició una dura

Nuestras mujeres no cubren sus pechos, dijo Lyan, mientras se inclinaba y tomaba el pezón en su boca. Krista gimió otra vez y entrelazó un mano en su pelo, sosteniéndolo cerca de ella. Adan se movió al otro pecho, tomando sólo un momento para juguetear con su pezón con su lengua, antes de cerrarse sobre él y succionarlo. De tu cuerpo llegarán nuestros hijos. De tus pechos llegará la leche que les nutrirá. Nuestra cultura adora a ambos y por eso nuestras mujeres no esconden sus pechos con vergüenza. Krista gimió y se apretó a ellos, sus palabras y su atención hicieron que se llenara de humedad y necesidad. Lyan y Adan agarraron sus pantalones y tiraron de ellos hacia abajo, hasta que formaron un fondo sedoso a los pies de Krista. Luego, en sincronización perfecta, sus manos se movieron a su empapado coño y comenzaron a darle placer, acariciando su clítoris palpitante, y presionando dentro y fuera de su vagina, mientras seguían succionando sus pechos. Krista estaba impotente ante su embestida. Sus gemidos y quejidos llenaron la cámara, hasta que finalmente gritó en su liberación. Adan dejó su pezón y la besó hacia arriba hasta que sus labios cubrieron los de ella.

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areola con sus dedos, ella no pudo dejar que se le escapara un gemido.

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El Club de las Excomulgadas Lyan dejó el otro pezón y la besó hacia abajo, hasta que sus labios encontraron sus otros labios, aún hinchados. Cuando la lengua de Adan, traspasó a través de la apertura de los labios de Krista, Lyan metió la suya en su estrecho canal, conduciéndola hasta otro orgasmo, antes de que él la limpiara a lengüetadas y volviera a poner los pantalones en su lugar. Krista estaba demasiado débil por el placer para protestar, cuando ellos la tomaron de sus manos y la llevaron a la puerta. De alguna manera ella había estado esperando que la puerta les llevara al aire libre, como habían estado en la Tierra,

acababan de dejar, con techos transparentes que permitían que la luz bañara a plantas exóticas y rebotara en las paredes y suelo con cristales de colores. Un hombre se levantó de un banco y la respiración de Krista se atrapó en su garganta. A excepción de los rasgos duros, implacables y el cuerpo que parecía tenso, como si se preparara para el dolor, podría haber sido el gemelo Adan. Instintivamente, su mente tocó la de Adan y encontró la preocupación por su hermano. “Zeraac”, dijo Adan, liberando la mano de Krista y agarrando los antebrazos del otro hombre para que las pulseras que llevaban se tocaran. Cuando terminó el saludo, Adan volvió al lado de Krista, tomando su mano otra vez. “Esta es nuestra compañera de vínculo, Krista.” Zeraac dio un paso adelante y Krista vio que sus ojos eran más oscuros que los de Adan, un profundo pozo de angustia donde los de Adan estaban llenos de esperanzas y promesas. Zeraac apretó sus labios contra los suyos, sin juguetear o tratar de persuadirla para que abriera la boca para él, como lo había hecho el primo de Lyan. “Bienvenida.” Dio un paso atrás tan rápido como se había adelantado. “¿Vas a San Francisco?”, preguntó Adan y Krista pudo sentir su deseo de desviar a Zeraac de otro destino más peligroso.

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pero en cambio, se encontró en una habitación más grande, pero parecida a la que

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El Club de las Excomulgadas “No, el hermano de Lyan ya se ha ocupado del asunto.” La mirada de Zeraac se movió hacia Krista. “Ya no tienes que preocuparte por tus amigos. Ya se han encargado del hombre llamado Ruben.” Krista se estremeció. Incluso a un mundo de distancia de Alexi, aun sabiendo que estaba muerto, ella no pudo evitar por completo el miedo que la había hecho huir por su vida. ¿Y si Ruben hubiera contado al padre de Alexi o a sus tíos, que ella había sido la última persona en ver vivo a Alexi? ¿Y si ellos pensaban que todavía estaba huyendo y decidían hacer ejemplos con sus compañeros de trabajo, sus amigos o sus estudiantes, en un esfuerzo por hacer que ella dejara de esconderse?

que todo había terminado. ¿Cómo podría…? Adan presionó un beso en su sien y sus párpados, antes de que pudieran llenarse de lágrimas. Detente, amada. Todo estará bien. ¿No prometimos Lyan y yo hacer todo lo que estuviera en nuestro poder para hacerte feliz? Esto es algo fácil de resolver para nosotros. Se volvió hacia su hermano, y dijo, “Nuestra compañera teme por los que ella ha dejado atrás. ¿Mirarás por su protección?” “No hay ninguna necesidad. Ya ha sido atendido. Cuando el mensaje de Lyan llegó, hubo un montón de voluntarios ansiosos de hacer frente a los enemigos de tu compañera de vínculo, ver la Tierra por sí mismos.” Krista sintió crecer el miedo de Adan por su hermano y su mente comenzó a girar, tratando de encontrar algo que ella pudiera pedirle. Llegó a ella en una puñalada de horror y angustia al recordarlo. Saliendo del asimiento de las manos de Adan y Lyan, tomó la mano de Zeraac en las suyas. “Fui testigo del asesinato de un policía. Su nombre era Colin Ripa. ¿Te asegurarías que su esposa e hija están… que no les falte nada?” Su corazón dolió, sabiendo que las posesiones materiales nunca sustituirían a un marido, a un padre, pero no podía cambiar lo que había pasado. Zeraac asintió con la cabeza, a regañadientes, y Krista sintió un poco de tranquilidad en la preocupación de Adan. “Iré ahora.” Inclinó ligeramente la

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Las lágrimas se formaron y de repente se sintió egoísta por venir aquí, por pensar

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El Club de las Excomulgadas cabeza, en reconocimiento de Lyan, y luego se trasladó a la cámara portal, que ellos acababan de dejar. Adan rozó un beso contra los labios de Krista. Hiciste bien al darle una tarea, quizá en la Tierra encuentre una razón para vivir. Enviaré un mensaje a mis hermanos y les pediré que intenten implicarlo en otros asuntos mientras él esté en San Francisco, dijo Lyan. Salieron del edificio entonces, y la preocupación y el miedo de Krista se

Esto es Winseka, dijo Adan. En tu mundo se traduciría como la Ciudad Puente, la ciudad donde los Amato y los Vesti se han unido para forjar un futuro juntos para las dos razas. Nuestra casa está cerca de aquí, Lyan gruñó con impaciencia, llevándola por un camino de piedras, intrincadamente entrelazadas. Quiero pasar nuestro día de vinculación en la cama con nuestra compañera. Después habrá tiempo para conversar de historia y filosofía. Ya puedo oír a alguien acercándose y nos retrasarán. Si no nos apresuramos, nos arriesgamos a no llegar a casa en absoluto. Habían dado solo unos pasos, antes de que un hombre doblara una esquina y se detuviera en medio de su camino, bloqueándolo. Krista jadeó sorprendida, al ver al desconocido. Él era Amato, como Adan y Zeraac, pero a diferencia de Adan y su hermano, el hombre delante de ella tenía el pelo rubio rojizo y alas veteadas en ese mismo color. Él la hizo pensar en un ángel vengador que había visto en un libro, cuando era niña. Tanto Lyan como Adan se tensaron cuando el extraño se acercó lo bastante, como para que Krista pudiera sentir el calor que irradiaba su cuerpo. Lyan gruñó y dijo, “¿Qué quieres, Draigon?” El labio del hombre se curvó, pero antes de que él pudiera decir algo, Adan dijo. “Esta no es la manera de forjar la paz entre nuestros pueblos.”

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desvanecieron ante la vista de la ciudad de cristal que los rodeaba.

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El Club de las Excomulgadas Durante unos segundos más, el hombre y Lyan se fulminaron con la mirada el uno al otro, hasta que finalmente la mirada del hombre se encontró con la de Adan y asintió con la cabeza en reconocimiento. “Vengo a saludar a su nueva compañera de vínculo y a decirle que pronto su amiga se unirá a ella en Belizair. Los científicos han determinado que la hembra humana, Savannah, tiene el gen marcador Fallon que combina con el mío.” Antes de que Krista pudiera contestar, Lyan gruñó, “Hazle daño a uno de los Vesti y declararás la guerra contra todos nosotros, Draigon.”

los Vesti, tu primo tomó lo que no le pertenecía, pero mi compañera estaría muerta si él no hubiera estado allí para interferir. Por esa razón… esa única razón, lo aceptaré como co-compañero.” Sin previo aviso, Draigon se inclinó hacia adelante y apretó sus labios contra los de Krista, luego giró y pasó junto a ellos, hacia el portal. La aprehensión llenó a Krista mientras lo observaba. La idea de él estando con Savannah y Kye… No te preocupes, dijo Adan, Draigon proviene de una casa honorable. Hará todo lo que esté en su poder para que tu amiga sea feliz. El futuro de su familia y su corazón dependen de ello.

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Los ojos del extraño se estrecharon. “No habrá ninguna guerra. Al modo usual de

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Epilogo La vista de la compañera de Adan casi había distraído a Draigon de la cólera que la presencia de Lyan siempre le inspiraba. Por las estrellas, ella era exquisita. Draigon se había resignado a tener una compañera humana, aunque en realidad, nunca se había sentido atraído por ninguna mujer fuera de las de su raza, y el pensar en una mujer sin alas…

ellas, por qué no había visto a ninguna de las otras hembras humanas que habían vuelto como parte de los vínculos Amato-Vesti. ¡Sus compañeros todavía no las habían dejado salir de la cama! El corazón de Draigon se aceleró y su polla se agitó ante la anticipación de ver como lucía su propia compañera. El científico del Consejo que le había dado la noticia de su unión, sólo le había dicho que su pelo era de un rojo tan profundo como el de un cristal de fuego Sarien y que ella servía como encargada de la ley en la Tierra. Una sonrisa se formó en los labios de Draigon. Le gustaba que se preocupara por la ley y el orden. Los Amato siempre habían actuado bajo esos principios, aunque no tenía ninguna intención de permitirle continuar con ese trabajo después de que estuvieran vinculados. Su polla creció más por la anticipación. Donde antes había estado resignado, casi esperando que alguno de sus hermanos fuera emparejado primero, ahora estaba ansioso por ponerse a la tarea de vincularse a su compañera y traerla a casa, reproduciéndose con ella para que su línea continuara. Frunció el ceño. No había tenido tiempo para preparar un lugar, a pesar de que una casa se pondría a disposición de ellos, en Winseka, cuando regresaran. Inicialmente, todos los compañeros vinculados Amato-Vesti tenían que instalarse

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Ahora entendía por qué algunos de los Fallon se habían sentido fascinados por

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El Club de las Excomulgadas en la Ciudad Puente, de modo que sus compañeras tuvieran la posibilidad de estar entre otras humanas, para que los científicos pudieran monitorearlas. Sólo después del nacimiento de los primeros niños se les permitiría vivir en otro lugar de Belizair. Su ceño se hizo más profundo, mientras sus pensamientos se dirigían a Kye d’Vesti. No sabía mucho sobre el primo de Lyan, aunque había algunos en el Consejo, quienes declaraban que les gustaba Kye, mientras que todos preferían evitar a Lyan, cuyo desprecio y falta de respeto por las normas del Consejo, hacían estragos ante él como una tormenta de arena en el desierto.

acoplamiento como su polla en ella, todavía enviaba una nube de ira a través de Draigon. ¡Por sus actos, Kye ya le había demostrado que se parecía a su primo! Sólo el hecho de que Draigon necesitaba a un Vesti como co-compañero, y que Kye había salvado la vida de Savannah y además, notificó a los científicos sobre ella para que se le hicieran las pruebas del gen marcador Fallon, le permitía a Draigon moverse a través de lo peor de su furia y aceptar lo inevitable. ¡Pero, por las estrellas, Savannah era suya por decreto del Consejo, y aunque él la compartiría, no lo haría de buena gana! Entró en la cámara de transporte, contento con que le hubieran concedido el permiso para saltar al portal más cercano a donde estaban Kye y Savannah, de otro modo habría estado obligado a soportar horas interminables en la Tierra usando sus primitivos medios de transporte. Draigon hizo una mueca. Por lo decían, la Tierra era un planeta atrasado, y él no tenía la intención de permanecer allí por mucho tiempo. El vincularía a su compañera y volvería antes de que el tercer sol se elevara y se pusiera en Belizair. Las piedras de la cámara pulsaron en una secuencia de luz y color, y Draigon se preparó cuando los cristales Ylan de las pulseras en sus muñecas tiraron de la energía alrededor de ellas, preparándose para la transmutación que precedía al

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Kye ya había tomado a Savannah, el que ya hubiera hundido tanto sus dientes de

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El Club de las Excomulgadas transporte. El aire de la cámara se cargó y luego, antes de que él pudiera tomar el aliento, estaba en la Tierra. Se detuvo el tiempo suficiente para cambiarse y ponerse la ropa con la que las cámaras estaban abastecidas, y luego utilizó los cristales Ylan tanto para esconder sus alas, como para transportarse a la localización de Kye. Durante un momento, Draigon sólo pudo mirar con sorprendida incredulidad, la vista ante él.

ahora mismo, dijo Kye, su voz divertida sacudió la atención de Draigon de la visión de un guerrero Vesti, atado y acostado en el suelo, con una humana posicionada encima de él. Como si sintiera su presencia, Savannah se giró hacia Draigon, y entonces, la lujuria se vertió sobre él, incluso mientras cada respiración era forzada a salir de su pecho para ser reemplazada por sentimientos como nunca antes había conocido. Se movió hacia adelante, con un solo pensamiento, reclamar a su compañera.

Fin

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Me pondría de pie y te saludaría de manera apropiada, pero como puedes ver, estoy atado

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El Club de las Excomulgadas Serie Fallon Mates 00- Primer Intercambio Laith d'Amato nunca pensó en formar un vínculo de enlace fuera de los de su raza, pero cuando ve a Cyan Dupre, la hembra humana con la que los científicos en Belizair lo han emparejado, está más que dispuesto a reclamarla. Exquisita. Femenina.

d'Vesti se convierten en una visión segura para Laith. Sólo mediante la inclusión de Rykken en el vínculo de enlace, hay esperanza para Belizair. Una mirada a Cyan, y la fiebre de apareamiento de su raza atrapa a Rykken. Sin las alas de los Vesti y los Amato, ella parece tan frágil que necesita un hombre fuerte para cuidar de ella. Esa no es la forma de vincularse de los Vesti, pero en aras de la amistad y el futuro de Belizair, Rykken luchará contra su genética dominante y la educación de su cultura. Se unirá con Laith en la primera unión compartida con un ser humano femenino. Gracia letal y belleza poética, a Cyan le resulta imposible resistirse a Laith y Rykken. Son una fantasía erótica y una inspiración artística… pero amarlos viene con una elección, hacer lo que es bueno para su corazón o lo que es correcto para su arte.

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Intoxicante. Los sueños de compartirla con Rykken

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El Club de las Excomulgadas 01- Vinculando a Krista Para Adan d’Amato y Lyan d’Vesti, solo un vínculo de enlace compartido asegurará la continuación de sus razas. Los científicos del Consejo les han encontrado una compañera en Krista Thomas, un ser humano genéticamente compatible. Según las reglas del consejo Krista debe estar dispuesta, y la vinculación debe llevarse a cabo inmediatamente antes de ser llevada a su

sabrá que Adan y Lyan no son nativos de la Tierra. Para los guerreros, es una tarea sencilla, ir a la Tierra, vincular su compañera a ellos, y volver a casa. Sólo hay un problema, Krista está huyendo y tiene miedo de involucrar a alguien más en su vida.

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mundo, porque una vez que acepte el vínculo,

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