Jeremy Bentham Deontologia Tomo I

T DEONTOLOGIA C I E N C I A DE L A MORAL. VALENCIA, I M P R E N T A D E J . F E R P . E R D E ORGA^ CALLE DE BALL

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T

DEONTOLOGIA C I E N C I A DE L A

MORAL.

VALENCIA, I M P R E N T A D E J . F E R P . E R D E ORGA^ CALLE

DE

BALLESTEROS,

N05.

DEOIVTOLOGIA O

CIENCIA DE LA MORAL, OBRA POSTUMA DE J E R E M Í A S REVISADA Y ORDENADA

BENTHAM.

M. J . B O W R I i V G ,

POR

EN F R A N C E S SOBRE E L MANUSCRITO

V

TRADUCIDA AL ESPAÑOL POR

D. P. P.

TOMO P R I M E R O .

MEJICO^ L I B R E R I A DE PORTAL

DE

CALVAN,

AGUSTINOS.

1856.

PUBLICADA

ORIGINAL.

ADVERTENCIA D E L TRADUCTOR,

Generalmente hablando se exornan con prefacios ó prólogos aquellas obras, que se cree no hablan bastante por si mismas 5 ó cuyos autores no se consideran revestidos de suficiente nombradla y autoridad, para poderlas presentar sin ellos. No es de estas la que he traducido. E l nombre de Bentham vale por mil prólogos, y Ciencia de la Moral, escrita por Bentham envuelve una idea de grandeza y profundidad, que se halla ya

VI

identificada con todas las producciones de este genio sublime y privilegiado. No faltarán escrupulosos 5 á quienes alarmen los principios novadores y altamente reformadores delfilosofoingles 5 también habrá cosquillosos, cuya crítica halle pábulo y cebo en la nomenclatura de Bentham y en el modo de tratar los asuntos : unos y otros podrán omitir la lectura de esta obra 9 seguros de que aun quedará al autor de la JDeontologia suficiente número de lectores para añadir otra corona á las inmortales con que ha ceñido el mundo las sienes del gran bienhechor de la humanidad.

E L TRADUCTOR F R A N C E S ,

LA t r a d u c c i ó n de esta obra presentaba dificultades de un g é n e r o p a r t i c u l a r , y que no nos lisonjeamos haber vencido completamente. Se trataba de hacer pasar á nuestra lengua

filosófica,

la fraseología

ner-

viosa, o r i g i n a l , á vezes estrana, y siempre profundamente justa y verdadera de un escritor el mas conciso, el mas e l í p t i c o , y el mas económico de palabras, sin que semejante tarea quedase debilitada p o r la b r i l l a n t e y pintoresca p l u m a , que él mismo se h a bía escogido p o r i n t é r p r e t e . En dicha obra estaba p r o h i b i d a la circunlocución;

la perífrasis no era de recibo, el sistema de los equivalentes inadmisible. E r a forzoso é indispensable tomar la palabra para tener la cosa; porqi^e bajo la p l u m a del

filósofo

ingles, está en tale? t é r m i n o s pegada y

soldada la palabra á la cosa, que se han hecho inseparables. De a q u í proyenia la necesidad de crear l o cuciones nuevas, á las que no podemos rehusar la concesión del derecho

de cindadarios, si

que la espresion sea « n a representación

queremos

exacta de la

cosa espresada. L a p r i m e r a que se ofrece, es la que forma la base de toda o b r a ; tales son las palabras m a x i m i t a c i ó n , minimizacion; maximizar, ]mimmizar. Cualquier otro equivalente les baria perder

de

su energía. A s í la m a x í m i z a c i o n de la d i c h a , será la dicha elevada al m á x i m u m : su mhiimízacion será su cantidad reducida al m í n i m u m . E l p r i n c i p i o de la maximizacion de la d i c h a , será el p r i n c i p i o , que se propone p o r objeto procurar á los hombres i n d i v i d u a l y colectivamente la mayor suma posible de dicha, y evitarles la mayor cantidad posible de males. H a i otro t é r m i n o que hace un distinguido papel en la presente o b r a , y es la benevolencia y sus derivados. Nuestra lengua carece de esta palabra tan justa y tan espresiva, pues l o que nosotros entendemos por benevolencia, nada tiene de c o m ú n con el sentido que a q u í le dan Bentham y su i n t é r p r e t e . N o es

aquel sentimiento t i b i o y superficial, que soló se m a nifiesta esteriormente y en el estremo de los labios; aquel gesto de afabilidad y c o r t e s í a , aquella moneda bafata que usan los grandes, y con la cual pagan los servicios de sus inferiores. Es aquel sentimiento gran-. de^ abundante, espansivo, que simpatiza con todos los padecimientos, y hace consistir su estudio y fin ; en la dicba de loá hombres. Es aquel genio que insp i r a todas las virtudes, el que dictaba los escritos de un Fenelon , y las acciones de u n

Vicente de

P a u l . L a ¿ ^ « ^ o / e / i c í a , según que basta e l día la c o m prendia nuestra lengua, es una v i r t u d de a r i s t ó c r a t a , y no la usa generalménte todo el n í u n d o . ¿ Q u i é n Oyó hablar jamas de la benevolencia del pobre ? L a benevolencia, tal como la entendemos, í a benevolencia de Bentham es el bien q ü e f e r , la voluntad déí b i e n , esta voluntad v i r t u o s a , i l u s t r a d a , á la cual debemos al mismo B e n t h a m , y que le ha hecho consagrar á l á dicha de los hombres todos los instantes de su dilatada, infatigable y b e n é v o l a carrera. H a i ademas otras palabras, á las cuales se ha concedido una acepción mas lata que la que nuestra lengua les atribuye. Tales

son; conveniencia é i n -

conveniencia , convenible é inconvenible ^ las cuales espresaban

tínicamente

ideas convencionales, y a las

que hemos asociado de u n modo absoluto las ideas

X

anejas al deber. A s í l o que es convenible, no es para nosotros el resultado del capricho i n d i v i d u a l ó soc i a l ; sino l o que es conforme al interés ilustrado y bien entendido, ya sea i n d i v i d u a l , ya social. Inconvenible, espresando la idea contraria ^ ha debido sustituirse á la palabra inconveniente, ó no conveniente., cuyo sentido no tiene analogía con ella. T a n t o s,obre estas inovaciones del lenguaje, como Sobre el sistema de rigurosa fidelidad que nos hemos propuesto en nuestro trabajo, nos remitimos cOn confianza al buen sentido del p ú b l i c o . Benjamin Laroche.

XI

PREFACIO.

ESTABA ya principiada esta o b r a , cuahdo llegó la muerte á terminar los trabajos de su ilustre autor en la t i e r r a . Tenia la costumbre, que ha conservado hasta los ú l t i m o s momentos de su existencia, de apuntar en el papel sin ó r d e n n i seguida cuantos pensamientos se ofrecian á su e s p í r i t u s o b í e la importante materia que forma e l objeto de estos v o l ú m e n e s . De tiempo en tiempo ponia en mis manos todos estos materiales sueltos, y en l a intimidad

con que me

honraba este grande h o m b r e , no desdeñaba

darme

p o r sí mismo las instrucciones necesarias para f a c í -

XII

litarme su inteligencia y coordinación. E r a tarea m u i dulce y lisonjera para m í proseguir en investigaciones, en que se daban l a mano la benevolencia y la sabiduría: y ¡cuán preciosa d e b i ó ser al discípulo l á i n s t r u c c i ó n tan admirablemente reproducida con ejemplos en cada pensamiento, cada palabra^ cada acción de su maestro! T o m é la p l u m a con c a l o r , c o n t i n u é m i trabajo con u n encanto siempre renaciente; pero le doi fin con u n sentimiento de amargura y tristeza imposible de espresar con palabras. Disipóse el e n canto : e n m u d e c i ó la voz que me guiaba y alentaba en la catrera. Siempre que me pongo á hojear estas páginas ^ me parece ver en ellas cierta cosa de solemne , como si fuesen el eco de la tumba. N o t a r d a r á en ofrecerse la ocasión de hablar de aquel, cuya mente prepara la presente obra. H o i tengo el placer de darla al p ú b l i c o , siendo este el p r i m e r acto del c u m p l i m i e n t o de los deberes que se me han impuesto, como depositario de estos tesoros l i t e r a r i o s , que m i amigo y maestro confió a m i custodia y

fidelidad.

INTRODUCCION.

Si se admite eí principio de que ía v i r f u d debe ser la regla, y la dicha el fm de las acciones humanas; el que haga ver el modo de aplicar mejor el instrumento á la p r o d u c c i ó n del fin, y c ó m o puede lograrse este fin en -el mas alto grado de perfección posible, este sin duda practica üriá acción virtuosa, y adquiere derecho á las recompensas reservadas á la virtud* N o h a r á poco servicio al género humano el que descubra leyes aplicables á todas las circunstancias de la vida> y ponga al hombre de bien y de conciencia en estado de responder con discreción á esta pregunta embarazosa, que cada uno de nosotros se hace á sí mismo á todas horas, y á cada instante: ¿Cómo obraré yo, y por qué T. i . 1

motivo? L a obra que tengo e l placer de presentar al p ú b l i c o , me parece c o n t r i b u i r á á esclarecer las partes oscuras del C a m p o de la m o r a l , á resolver crecido n ú mero de dudas, á vencer m i l dificultades, y á dejar satisfechos á los investigadores de lá verdad. E l autor puso el manuscrito en mis manos sin restricción n i reserva alguna en cuanto al modo y forma de la p u b l i cación. L a e s í r e m a indiferencia de aquel hombre est r a o r d í n a r i o respecto de eso qtte llaman gloría literaria

, forma un

Contraste

chocante

con

el afán

con

que espresaba el deseo de que s u s opiniones hicieran su camino en el mundo. Siempre cuida mas de estraer el metal de la mina y p r e p a r a r l o , que de i m p r i m i r en él su nombre ó busto. Esto no obstante, jamas o l v i d a r á la posteridad á su bienhechor, n i dejará de honrar al hombre que ha de ejercer forzosamente s o bre su destino una alta y poderosa influencia. Podemos decir con razón de las obfas de B e n t h a m , lo que decía M i l t o n de uno de sus l i b r o s , que en el dia está casi olvidado: «Se necesita una alta inteligencia para apreciarlas.» Las doctrinas de nuestro autor han removido fuertemente el corto n ú m e r o de e s p í r i t u s filosóficos; pero ya se abren paso con rapidez y descienden á las masas que se van aclarando. Algunos gritos insultantes h a b r á n podido oponerse á su marcha; pero ¿ q u é sabio h a b r á sido capaz de menospreciarle, ó habiendo escuchado su voz, no h a b r á ofrecido su respeto y reconocimiento al hombre que fué el p r i m e r o en formar de la legislación una ciencia? E l medio que u s ó Bentham fué emplear un lenguaje capaz de trasmitir sus ideas con la mayor precisión.

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U n a fraseología vaga produce

necesariamente ideas

vagas. E n manos de hombres bien intencionados es un manantial de confusión; en las de m a l intencionados un instrumento de ruina. E l bien y el m a l , l o justo y l o injusto ^ son t é r m i n o s susceptibles de interpretaciones bien diferentes. A c o m o d á n d o s e á los caprichos del interés personal, pueden servir y en efecto han servido para producir indistintamente el bien ó el m a l . E x a m i n á n d o l o s de cerca, se h a l l a r á no ser otra cosa que la espresion de las opiniones mas ó menos influyentes del que los emplea, y que para apreciar su valor y la oportunidad de su a p l i c a c i ó n , es i n d i s pensable que puedan estar á la prueba de algún otro principio. E l lenguaje o r d i n a r i o , antes de poder servir á la trasmisión de las ideas justas, debe ser traducido al idioma de la u t i l i d a d , ó de otro m o d o , al idioma de la dicha y desdicha, de los placeres y penas. E n estos elementos es donde se resuelven definitivamente todos los resultados morales. Es un p u n t o , mas allá del cual nadie podria pasar. Si hai bien mayor que la dicha, que lo presente como recompensa el que hizo el descubrimiento: si hai m a l mayor que la desdicha, que haga de él su inventor un instrumento de castigo. E n el vocabulario de los placeres y de las penas es donde nuestro gran moralista ha hallado todo el mecanismo de su descubrimiento. F i a t experientia'. este axioma de Bacon está reconocido como fundamento

de toda ciencia verdadera.

F i a t observado, tal es el axioma de Bentham. L a observación es para el moralista lo que la esperiencia

para el filósofo. Bentham ha examinado las acciones humanas al t r a v é s de los placeres y las penas que producen, y en este exámen ha fundado todos sus raciocinios. E n esta o p e r a c i ó n era m u i difícil que se le escapase Ja verdad^ porque la verdad y la u t i l i d a d siempre caminan juntas. E l que llega á descubrir lo que es ú t i l , no está lejos de hallar l o verdadero. E n efecto mas fácil es hallar la verdad yendo en busca de la u t i l i d a d , que encontrarla sin tener la utilidad p o r guia; porque l o que es ú t i l entra bajo el dominio de la esperiencia, al paso que l o verdadero solo po-* demos alcanzarlo con el ausilio de conjeturas* Cuantos conozcan la i n t r o d u c c i ó n de Bentham á los principios de la m o r a l y de la legislación, poco de nuevo h a l l a r á n en este l i b r o ; y no f a l t a r á tal vez quien tenga esta p o r una p u b l i c a c i ó n sin utilidad y sin fin ^ d e s p u é s de haber visto aquel magnífico m o numento de poder analítico y de fuerza lógica. Pero los principios sentados en aquella obra toman con demasiada frecuencia la forma de axiomas para interesar á la universalidad de los lectores; les falta el atract i v o de formas mas populares , como lo ha acreditado la escasa circulación de aquel l i b r o . P o r el contrario éste apropiado especialmente á la generalidad de Jos lectores, está redactado con menos seguida y concisiom Para dejarse leer, hale sido forzoso adoptar u n estilo riguroso y severo. E l p r i m e r o se destinó á las meditaciones del pensador. Este aspira á una esfera de utilidad menos elevada, pero mas estensa y popular. L a i n t r o d u c c i ó n incluye un plan mas vasto y profundo; tiene por o b -

6 jeto p r i n c i p a l desenvolver los verdaderos principios de legislación, cosa que no puede interesar á la generalidad de los lectores. Diferente es el objeto de estos v o l ú m e n e s ; porque no nos proponemos entrar en el desenvolvimiento de la ciencia jurisprudencial. L a m o r a l privada es la que nos va á ocupar; y este asunto es recomendable á la atención de todos, en t o da ocasión y en todas las cosas que abraze el dominio de la palabra y de la acción.

I.

PRINCIPIOS GENERALES. —ALIANZA ENTRE EL INTERES Y EL DEBER.

E L que toma la palabra en una asamblea deliberante, se constituye en cierto modo fuera de línea, a t r i b u y é n d o s e una verdadera superioridad sobre su auditorio. Igualmente el que en la r e p ú b l i c a de las letras se resuelve á tomar asiento entre los escritores , se distingue por esto mismo de la m u l t i t u d de los lectores, y entrambos cargan con una grande responsabilidad. L a diferencia consiste en que todos los errores en que incurre el orador p o d r á n ser al instante reparados, mientras en este auditorio ficticio y que jamas se congrega, el cual constituye el t r i b u n a l de la o p i n i ó n , la r e p a r a c i ó n del error j a m á s sigue i n mediatamente : el escritor estando casi siempre al

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abrigo de toda c o n t r a d i c c i ó n , se espone á producirse con una seguridad que de n i n g ú n modo justifica su posición. H a i motivos para no dar á sus doctrinas y á sus principios el apoyo de razones suficientes, cuya p r o ducción le i m p o n d r í a u n aumento de trabajo, y cuyo desenvolvimiento requeriria u n ejercicio adicional de fuerza intelectual. E¡I legislador legal no obstante la estension de sus poderes, es menos despótico en su lenguaje que el escritor que se constituye cíe su p r o pia autoridad legislador del pueblo. E l escritor p r o mulga las leyes sin esponer los m o t i v o s , y las leyes generalmente po son otra cosa que la espresion de su voluntad suprema y de su gusto particular. En efecto es desgracia que los hombres entren á discutir cuestiones importantes , sabiendo de antemano la solución que les han de dar. P u d i é r a s e decir que h a b í a n c o n t r a í d o previamente cierto e m p e ñ o consigo mismos de encontrar buenas ciertas acciones y otras malas. Mas el principio de la utilidad no admite tales decisiones perentorias. Antes de condenar un acto, exige que se demuestre su i n c o m p a t i b i l i d a d con la dicha de los hombres. Semejantes investigaciones no convienen al instructor d o g m á t i c o , porque no s a b r í a

acomodarse

al principio de la utilidad. Se v a l d r á para su uso de un principio peculiar s u y o , y para sostener su o p i nión f o r m a r á

de esta misma o p i n i ó n un

principio.

Digo que estas cosas no están bien, e s c l a m a r á con una dosis suficiente de seguridad , luego estas cosas no están bien. Es evidente que semejante modo de raciocinar, por la

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cual la afirmación de una opinión hace las vezes de p r u e b a , y constituye una razón suficiente, ha de c o locar al mismo nivel las ideas mas estravagantes y las opiniones mas saludables, y que en adelante será f o r zoso apreciar la verdad ó la falsedad de una o p i n i ó n por el grado de violencia con que se sostenga y por el n ú m e r o de sus secuazes. Pero si la violencia constituye un medio de apreciación , no siendo posible calcular la intensidad de una convicción sino por su influencia en las acciones, r e s u l t a r á que el que

der-

r i b a á su enemigo es mas buen lógico que el que

se

ciñe á una p r e d i c a c i ó n vehemente; el que le corta la cabeza, es aun mejor lógico, y que finalmente entrambos deben ceder la palma al que antes de quitar la vida á su antagonista, le dá tormento: de manera que la moralidad de una o p i n i ó n e s t a r á en razón directa del grado de persecución empleado para sostenerla, y que en este supuesto el tipo mas perfecto de la r a zón y la verdad será la inquisición. S i el n ú m e r o es el que debe d e c i d i r , el cristianismo d e b e r á ceder el campo de batalla á la i d o l a t r í a , y la verdad y la mor a l se h a l l a r á n en u n estado perfecto de

oscilación

entre las m a y o r í a s y m e n o r í a s , que se cambian con todas las vicisitudes de las cosas humanáis. E l que en cualquiera otra ocasión dijese : esto es como yo lo d i g o , porque yo digo que es a s í , no parece d i r i a gran cosa; pero en materia de m o r a l hai escritos gruesos v o l ú m e n e s , cuyos autores desde la p r i mer p á g i n a hasta la ú l t i m a no hacen sino repetir este raciocinio y nada mas. T o d o el poder de estos libros, todas sus pretensiones lógicas consisten en la suficiea-

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cia del escritor, y en la deferencia i m p l í c i t a de sus lectores. Con una competente dosis de estos ingredientes se puede hacer pasar indiferentemente cuanto se quiera. De esta arrogación de autoridad nació la p a l a b r a obligación, del verbo latino obligo, yo ato; t é r mino r a r o , nebuloso, cuya oscuridad no han podido disipar hasta el presente tantos volúmenes

escritos

sobre la materia, y la cual c o n t i n u a r á tan densa hasta que aparezca en medio de este caos la antorcha de la u t i l i d a d , con sus penas y sus placeres, y las sanciones y los motivos que de ellas proceden. Es i n ú t i l efectivamente hablar de los deberes; l a palabra misma presenta ya cierta cosa de desagradable y repulsivo* Bien se piiede hablar cuanto se q u i e ra; lo cierto es que esta palabra jamas será regla de conducta. U n hombre, u n moralista ocupa gravemente su c á tedra y desde ella se le ve dogmatizar en frases p o m p o sas sobre el deber y los deberes. ¿ P o r q u é ninguno le escucha? Porque mientras él habla de deberes, cada uno piensa en los intereses. E n la naturaleza [del hombre está el pensar antes que todo en sus intereses, y p o r a q u í es p o r donde todo naturalista i l u s t r a do creerá que es de su interés comenzar ; él bien p o d r á h a b l a r , bien p o d r á hacer, el deber siempre cederá el paso al interés. E l objeto que nos proponemos en esta obra es hacer resaltar las relaciones que unen el ínteres al deber en todas las cosas de la vida. Cuanto mas atentamente se examine este asunto, tanto mas evidente a p a r e c e r á la homogeneidad del interés y del deber.

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Toda leí que tenga por objeto la dicha de los gobernados, d e b e r á tender á que estos encuentren su i n t e rés en hacer aquello, cuyo deber les impone la m i s ma. E n sana m o r a l jamas podria consistir el deber de un hombre gn hacer aquello que tiene interés en no hacer. L a m o r a l le enseñará á establecer una justa estimación de §us intereses y de sus deberes; y exam i n á n d o l o s n o t a r á su coincidencia. A c o s t ú m b r a s e á decir que u n hombre debe hacer á su§ deberes el sacrificio de sus intereses. Tampoco es raro o i r citar tal ó t a l iiicjividuo por haber hecho semejante sacriíicio, y nunca se deja de manifestar la mas profunda a d m i r a c i ó n . Pero si consideramos e l ínteres y el deber en su mas lata a c e p c i ó n , nos convenceremos de que en las cosas ordinarias de la v i d a , n i es practicable n i tampoco m u y apetecible el sacrificio del i n terés al deber; que este sacrificio no es posible, y que si pudiese realizarse, nada c o n t r i b u i r í a á la dicha de la humanidad. Siempre que se trata de m o r a l es cost u m b r e invariable hablar de los deberes del hombre esclusivamente. Mas aunque en rigor no se pueda establecer como p r i n c i p i o , que lo que no es claramente de ínteres para u n i n d i v i d u o , no constituye su deb ^ r ; no obstante se puede afirmar positivamente que á menos que no se demuestre que tal acción ó t a l l í nea de conducta está en el ínteres de u n hombre , ser i a trabajo perdido e m p e ñ a r s e en probarle que esta acción , esta línea de conducta están en su deber. Y á pesar de esto no han procedido de otra suerte hasta ahora los predicadores de moral. « E s de vuestro deber hacerlo así. Vuestro deber es absteneros de es-

II

to.» N o se puede negar que de este modo la profesión de moralista no es difícil. ¿ M a s por q u é es esto m i deber? He a q u í poco mas ó menos cual será la respuesta á semejante cuestión. « P o r q u e yo os lo he m a n dado, porque t a l es m i o p i n i ó n , m i v o l u n t a d . — E n horabuena. Pero ¿ y si yo no me conformo con vuestra voluntad? — ¡ O h ! en t a l caso haréis m u i m a l , que es como si dije§e, ya d e s a p r o b a r é vuestra conducta.» Es cierto que todo hombre obra solo en vista de su p r o p i o interés : no es decir que vea siempre su i n t e rés donde está v e n í a d e r a m e n t e , pues entonces alcanzaría la mayor suma posible de bienestar; y si cada hombre, obrando con conocimiento de cawsa en su i n terés i n d i v i d u a l , obtuviese la mayor suma posible de d i c h a , entonces la humanidad llegaría á la felizidad suprema , y se l o g r a r í a el fin de toda m o r a l , es decir la dicha universal. E l empleo de un moralista ilustrado consiste en demostrar que un acto i n m o r a l es u n cálculo falso del interés personal, y que el h o m bre vicioso hace una estimación e r r ó n e a de Jos p l a ceres y de las penas. Sino ha hecho esto , nada ha hecho, porque como dijimos a r r i b a , consiste en la misma naturaleza de Jas cosas el que un hombre se esfuerze en lograr aquello que cree Je debe p r o p o r c i o nar Ja mayor suma de gozes. E n escribir esta obra no nos proponemos otro o b jeto que la dicha de la humanidad. Ja dicha de cada hombre en p a r t i c u l a r , t u dicha en fin, ó Jector, y Ja de todos Jos hombres. Nos proponemos estender el dominio de Ja dicha por do quiera respire un sér capaz de g u s t a r í a ; y Ja acción de un aJma benévoJa no se

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l i m i t a á la raza humana; porque sí los animales que llamamos inferiores no tienen algún derecho á nuestra s i m p a t í a , ¿ s o b r e q u é se apoyarian los t í t u l o s de nuest r a p r o p i a especie? la cadena de la v i r t u d abraza to-? da entera la creación sensible. E l bienestar que podemos p a r t i r con los animales está í n t i m a m e n t e ligado con el de la raza humana, y el de la raza humana es inseparable del nuestro. Seria ciertamente m u i de desear que algún m o r a l i s ta benéfico tomase los animales bajo su p r o t e c c i ó n , y revindicase sus derechos á la p r o t e c c i ó n de las leyes y á la s i m p a t í a de los hombres virtuosos. T a l vez sea prematuro semejante deseo en el d i a , en que una porción considerable de la raza humana está escluida t o d a v í a del ejercicio de la beneficencia y tratada como animales inferiores; no como personas, sino como cosas. Es verdad que los animales no gozan sino de u n poder de acción m u i limitado sobre la especie humana , de m u i pocos medios para hacer esperimentar á la injusticia y á la crueldad el castigo que les es deb i d o , y mucho menos de dar al hombre p o r la comunicación del p l a c e r , la recompensa de su humanidad y de sus beneficios. Nosotros les quitamos la vida y en esto t a l vez somos justificables; la suma de sus sufrimientos no iguala á la de nuestros gozes: el bien escede al m a l . ¿ P e r o á q u é fin atormentarlos? ¿ Á q u é fin ponerlos en t o r t u r a ? Difícil será dar la r a z ó n por la que hayan de ser escluidos de la p r o t e c c i ó n de la l e i . L a verdadera cuestión es: ¿ S o n susceptibles de sufrimientos? ¿Puédeseles comunicar placer? ¿ Q u i é n se e n c a r g a r á de t i r a r la línea de d e m a r c a c i ó n que se-

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para los diversos grados de la vida ánirtial, coriienzan-* do por el hombre y descendiendo de uno á otro hasta lá mas h u m i l á e criatura capaz de distinguir el s u f r i miento del goze? ¿ D e b e r á establecerse la distinción por la facultad de la razón ó de la palabra? Pero un caballo ó u n perro son sin c o m p a r a c i ó n seres mas r a cionales y c o m p a ñ e r o s mas sociales que u n nifío de u n dia, de una semana ó de un mes. Y aun suponiendo que no fuese así ¿ q u é consecuencia s a c a r í a m o s ? L a cuestión no es: ¿ P u e d e n raciocinar ? ¿ P u e d e n hablar? S i n o : ¿ P u e d e n sufrir? Pero entre todos los seres sensibles son los hombres los que nos tocan mas de cerca, y nos deben ser mas queridos. ¿ Y c ó m o se p o d r á trabajar mas eficazmente en labrar su dicha? ¿ C o m o ^ sino es por medio del ejercicio de las virtudes, de estas cualidades cuya r e u n i ó n constituye la v i r t u d ? L a v i r t u d se divide en dos ramas, la prudencia (1) y la benevolencia efectiva (2). L a prudencia tiene su asiento en el entendimiento; l a

1 Se aplica á la palabra prudencia una significación limitada, esclusiva y despréndida de toda ealificacion moral: acostumbranjos á entender por prudencia la conveniente aplieaeion de los medios á un fin dado. E s superfino decir que no es este el sentido estrecho en que tomamos esta espresíon. 2 Nos hemos visto precisados á emplear estas dos palabras, siendo imposible espresar en íiuesfra lengua con una sola la idea de la bondad activa ó de benevolencia y beneficencia reunidas. L a benevolencia sin la beneficencia és un árbol sin fruto y nada contribuye á la dicha ; la beneficencia separada de la benevolencia ya no es una virtud, sino una cualidad moral ; puede pertenecer á un tronco de árbol ó á un peñasco, lo mismo que á un se'r humano.

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benevolencia efectiva se manifiesta principalmente en Jas afecciones, en estas afecciones, que cuando son fuertes é intensas constituyen las pasiones. L a prudencia se divide igualmente en dos: L a que dice relación con n o s o t í o s ó ía prudencia personal (1), aquellas por ejemplo q u é hubiera podido ejercer el p r o t o t i p o de Robinson Cmsoe ^ el marinero Alejandro S e l k í r k e n su isla desierta,' y la que se refiere á o t r o , la cual podemos llamar prudencia estra-personal. L a benevolencia efectiva es ó positiva ó negativa. Se ejerce por la acción ó por la abstinencia de acción. Tiene por objeto ó u n aumento de placer ó una d i m i n u c i ó n de penas. Para q u é opere de una manera positiva para la p r o d u c c i ó n de placer es preciso que posea á u n tiempo el poder y la voluntad. Cuando opera negativamente absteniéndose de obrar, la voluntad es solo necesaria. E l poder de la acción b e n é vola tiene sus l í m i t e s ; pero no los tiene el poder de la abstinencia b e n é v o l a , y la abstinencia de acción puede llevar consigo una cantidad de v i r t u d ó vicio igual á la que lleva la acción misma. H a i casos en que el hombre que se abstuvo de hacer lo que su deber le prescribia para impedir un asesinato , ha merecido el castigo reservado al homicida tanto como el mismo asesino. Triste cosa es pensar que la suma de dicha que está en poder de u n hombre p r o d u c i r , aunque sea el mas poderoso, es corta si se compara con la suma de m a -

1 Empleamos esta palabra en el sentido de egoísmo que envuelve uua idea de preferencia viciosa.

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Ies que pueda crear p o r sí mismo ó por otro. No es decir que en la raza humana la p r o p o r c i ó n de la desdicha esceda á la de la dicha, porque estando limitada en gran parte la suma de la

desdicha

por la voluntad

del que sufre, tiene casi siempre á s u disposición m e dios de aligerar sus males. Mas la tendencia de la henevolencia efectiva es á aumentarse

por el

ejercicio.

Es un tesoro ; cuanto mas

esfraemos de él para derramar las riquezas sohre los que nos rodean, tanto mas se m u l t i p l i c a n estas m i s mas riquezas. Nuestra opulencia sube en razón d e l consumo que hacemos de nuestros tesoros. E l que se procura u n placer ó se evita una pena, contribuye á su dicha de U n a manera directa; el que procura u n placer ó evita una pena á o t r o , contribuye indirectamente á su p r o p i a dicha. ¿ Q u é es dicha? Es la posesión del placer con esencion de pena. Es proporcionada á la suma de placeres gustados y de las penas evitadas. ¿ Y q u é es v i r t u d ? Es lo que mas contribuye á la dicha, lo que m a x i miza los placeres y minimiza las penas (1). E l vicio p o r el contrario es lo que disminuye la dicha y cont r i b u y e á la desdicha. L a l e i p r i m e r a de nuestra naturaleza es desear nuest r a propia dicha. Las vozes reunidas de la prudencia y de la benevolencia efectiva se hacen o i r y nos d i cen: Procurad la dicha de los otros; buscad vuestra propia dicha en la dicha ajena. 1 M a x i m i z a r , elevar al máximum; minimizar reducir al minimum ; espresion de Bentham. ( N o t a d e l T, f r a n c é s . J

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L a prudencia en el lenguaje ordinario es la adaptación de los medios á un fin dado. E n m o r a l este fin es la dicha. Los objetos sobre los cuales debe ejercerse la prudencia ^ somos nosotros mismos y los d e m á s : nosotros mismos como instrumentos, los demás como instrumentos t a m b i é n de nuestra felizidad. E l objetó de todo ser racional es obtener por sí mismo la m a y o r suma de dicha* Cada hombre es mas í n t i m o y mas querido á sí mismo que pueda serlo á cualquiera otro^ y n i n g ú n otro que él puede medirle sus penas y sus placeres. Es preciso de absoluta necesidad que sea él mismo el plfimer objeto de su solicitud. E l p r o p i o i n terés debe á sus ojos preferirse á otro cualquiera, y e x a m i n á n d o l o de cerca, nada hai en este estado de cosas que sirva de obstáculo á la v i r t u d y á la dicha: ¿ p o r q u é c ó m o se l o g r a r á la dicha de todos en la m a y o r p r o p o r c i ó n p o s i b l e , sino es con la condición de que cada uno o b t e n d r á para sí la mayor cantidad p o sible? ¿ D e q u é se c o m p o n d r á la suma de la dicha t o t a l sino de unidades individuales? De lo que exigen la prudencia y la benevolencia, la necesidad hace una l e i . L a continuación de la misma existencia depende del principio

de la personalidad. Si A d á n hubiese cuida-

do d é l a dicha de Eva mas que de la suya p r o p i a , y al mismo tiempo hubiera Eva subordinado su dicha á la de A d á n , S a t a n á s hubiese podido escusarse la molestia de una tentación. Mutuas miserias hubieran destruido todo porvenir de dicha, y la muerte de entrambos hubiese puesto u n pronto t é r m i n o á la hist o r i a del hombre. ¿ Q u é importantes deducciones sacaremos de estos

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principios? ¿ S o n acaso inmorales en sus consecuencias? M u i lejos de eso : son al contrario

filantrópicos

y benéficos en el mas alto grado; porque ¿ c ó m o pod r á ser feliz un hombre