Jaime MAssardo_GRAMSCI_EN_CHILE,_2007.pdf

GRAMSCI EN CHILE Apuntes para el estudio de una experiencia de difusión cultural. 1 Jaime Massardo 2 A la memoria de Ant

Views 84 Downloads 3 File size 350KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

GRAMSCI EN CHILE Apuntes para el estudio de una experiencia de difusión cultural. 1 Jaime Massardo 2 A la memoria de Antonio A Santucci (1949 - 2004)

«Il tratto essenziale della più moderna filosofía della praxis consiste appunto nel concetto storico-politico di «egemonia»», (Antonio Gramsci, Lettere dal carcere) «L’assorbimento delle élites dei gruppi nemici porta alla decapitazione di questi e al loro annichilimento per un periodo spesso molto lungo», (Antonio Gramsci, Quaderni del carcere)

Abstract. Nuestro trabajo se propone una reconstrucción histórica de la recepción en Chile del pensamiento de Antonio Gramsci a través del examen de las condiciones que posibilitaron determinada lecturas, o más exactamente, determinadas «traducciones» locales de su obra, desde los momentos encontrados por los que ha venido atravesando la propia historia política del país en los últimos sesenta años. En esa perspectiva, comenzando por mostrar los primeros pasos de esta recepción antes del golpe de Estado de 1973, nuestro trabajo examina las formas de acercamiento a Gramsci en condiciones de dictadura y la ulterior lectura de su pensamiento entre 1987 y 1991, desde las disímiles perspectivas de los grupos que participan, sea en la lucha, sea en la búsqueda de una negociación con ésta, culminando con una reflexión a propósito de los «usos de Gramsci» que organiza el Documento de Santa Fe II, redactado por un equipo de asesores presidenciales norteamericanos afines a la óptica que, al interior del país, desarrollan hasta el presente un conjunto de instancias políticas en función de la preservación de las características del tipo de sociedad que emerge con el Chile de la postdictadura. I Probablemente la primera vez que en nuestro medio local haya aparecido una referencia a Antonio Gramsci sea en junio de 1946, en el contexto de un artículo redactado por Renato Treves, socialista italiano exiliado en Argentina, y publicado por la revista Babel. 1

3

El texto, centrado en la

Comunicación a la IV Conferencia Internacional de Estudios gramscianos «Gramsci a setenta años de la muerte», organizada por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, la Fondazione Istituto Gramsci, La International Gramsci Society, a desarrollarse los días 29 y 30 de noviembre y sábado 1º de diciembre del 2007. Agradecemos aquí las observaciones al texto realizadas a este texto por Alessandra Olivi y por Pierina Ferretti. 2 Universidad de Valparaíso / Correo electrónico: [email protected] 3 Puede recordarse aquí que en el mes de octubre de 1922, entre los delgados al IV Congreso de la Internacional comunista que se celebraba en Moscú, se encuentran Antonio Gramsci y Luis Emilio Recabarren. Entre los textos

2

personalidad de Piero Gobetti, destacado luchador antifascista y editor del semanario La rivoluzione liberale, reflexiona en torno al acercamiento que se había venido produciendo entre las fuerzas políticas que se habían enfrentado al fascismo durante largos años de lucha, acercamiento que, de acuerdo con el autor, «parece haber sufrido cierto retroceso» luego de la caída del régimen. 4 Gobetti, como muestra minuciosamente Paolo Spriano, había compartido con Gramsci durante el biennio rosso 1919-1920 la experiencia de los Consigli di fabbrica en la ciudad de Torino, «en la cual el joven revolucionario marxista y el todavía más joven revolucionario liberal pensaban y actuaban»

5

y es propiamente a él a quien debemos las primeras informaciones sobre la labor

cultural y política así como sobre la personalidad de Gramsci que trascienden el círculo de los comunistas torineses. 6 Aún escuetamente, el artículo de Babel apunta el vínculo intelectual que se había establecido entre el joven resistente liberal tempranamente desaparecido y Antonio Gramsci: «La idea misma de los Consejos de fábrica ha sido sin duda comunista, pero este hecho no debe hacer suponer que fuera contradictoria la adhesión plena y entusiasta que dieron a tal movimiento hombres de formación liberal como la de Gobetti. La simpatía intelectual que éste demostraba por Gramsci, el teórico de la nueva idea y el animador del movimiento, su colaboración intensa en Ordine Nuovo, la revista por él dirigida, y alrededor de la cual se unían las mejores energías y los más altos valores del entonces joven Partido comunista italiano, no estaban de ningún modo en contradicción con un liberalismo riguroso e integral... Los comunistas de Torino habían superado la fraseología libertaria y demagógica y se planteaban problemas concretos». 7 Esta fugaz referencia a Gramsci publicada en Babel un año antes de que las Lettere dal carcere ganaran el premio Viareggio 8 y dos de que los Quaderni del carcere comenzaran a ver la luz 9 y escritos por uno u otro no hemos encontrado ningún testimonio de intercambio entre ellos. Como delegado de La Federación obrera y del Partido comunista de Chile, Recabarren redacta varios informes publicados como artículos en la prensa obrera de la época sin que la delegación italiana aparezca más que de forma puramente incidental (cfr. v. gr., L. E. Recabarren, «Desde la Rusia comunista», in El comunista, Antofagasta, 22 de enero de 1923). El examen de la obra Recabarren hasta su muerte, en diciembre de 1924, tampoco muestra referencias sobre el tema. 4 R. Treves, «Piero Gobetti y la revolución liberal», in Babel, vol viii, nº 33, revista de arte y crítica, Santiago de Chile, p. 122. 5 P. Spriano, Gramsci e Gobetti. Introduzione alla vita e alle opere, terza edizione, Torino, Einaudi, 1977, p. 3. 6 «Non è difficile constatare -escribe Guido Liguori- come il primo contributo di conoscenza e di giudizio su Gramsci vada riconosciuto a Piero Gobetti». G. Liguori, Gramsci conteso. Storia di un dibattito 1922-1996, Roma, Editore Riuniti, 1996, p. 3. Para la imagen que Gobetti retiene de Gamsci, véase, P. Gobetti, Storia dei comunisti torinesi scritta da un liberal, in La rivoluzione liberale, 26 marzo 1922; para la imagen que Gramsci construye de Gobetti, véase, A. Gramsci, «Alcuni temi della quistione meridionale», in La costruzione del partito comunista 1923-1926, quinta edizione, Torino, Einaudi, 1971, pp. 156-158. 7 R. Treves, «Piero Gobetti y la revolución liberal», in Babel, cit., p. 127. 8 Cfr., A. Gramsci, Lettere dal carcere, (1947), undicesima edizione, Torino, Einaudi, 1963. 9 Cfr., A. Gramsci, Il materialismo storico e la filosofia de Benedetto Croce, (1948), décima edizione, Torino, Einaudi, 1974; Gli intellettuali e l’organizzazione della cultura, (1949), décima edizione, Torino, Einaudi, 1974; Il Risorgimento, (1949), undicesima edizione, Torino, Einaudi, 1974; Note sul Macchiavelli, sulla política e sullo Stato

3

que «la Italia antifascista, de los comunistas a los liberales, redescubriera la grandeza humana y civil de Gramsci que creía desaparecida par siempre», 10 no puede retenerse como un pasaje aislado o puramente anecdótico. La revista Babel, fruto de la actividad de Samuel Glusberg que, con el pseudónimo de Enrique Espinoza, la tuvo a su cargo en Santiago de Chile entre 1939 y 1951, durante su segunda época —la primera había transcurrido en Buenos Aires—,

11

mantenía

intercambio y correspondencia con un conjunto de otras publicaciones de importante circulación en América latina y representaba, de acuerdo con una opinión tan autorizada como la de Armando Uribe, «la mejor revista cultural que haya habido en Chile».

12

Tampoco puede dejar de retenerse

aquí la presencia dijéramos omnipresente en el espíritu y en la orientación de la revista Babel de la figura de José Carlos Mariátegui, 13 «tal vez el mayor intelectual latinoamericano de nuestro siglo». 14

Mariátegui, que «piensa y actúa como alma gemela» del propio Gramsci,

15

incorpora al debate

latinoamericano durante los años veinte una temática donde están presentes aspectos significativos de la cultura política de la cual este último era portador e incluso más de alguna referencia directa a su labor. 16 «El Ordine Nuovo es el diario del Partido comunista (y) está dirigido por dos de los más notables intelectuales del partido: Terracini y Gramsci», escribe por ejemplo desde Roma en junio de 1921, en un artículo que será publicado un mes más tarde por El Tiempo de Lima y que constituye con mucha probabilidad una de las primeras referencias a Gramsci conocida en América latina.

17

Referencia a Gramsci entonces en Babel y presencia también en ésta de temáticas

gramscianas a través de la mediación de Mariátegui, que, como obsesivo juego de espejos, nos moderno, (1949), ottava edizione, Torino, Einaudi, 1974; Letteratura e vita nazionale, (1950), ottava edizione, Torino, Einaudi, 1974 y Passato e Presente, (1951), Settima edizione, Torino, Einaudi 1974. 10 A. A. Santucci, Gramsci, traducido del italiano por Giovanna Baldi y Jaime Massardo, Santiago de Chile, Lom ediciones, 2005, p. 92. 11 Cfr., H. Tarcus, Mariátegui en la Argentina o las políticas culturales de Samuel Glusberg, Buenos Aires, Ediciones el cielo por asalto, 2001. 12 A. Uribe, presentación a M. Rojas, / J. S. González Vera, Letras anarquistas. Artículos periodísticos y otros escritos inéditos, compilación de Carmen Soria, Santiago de Chile, Planeta, 2005, p. 5., 13 Presencia que se expresa a través de numerosos artículos que le son dedicados así como de reproducciones de sus texto y, más allá de estos, de determinadas «afinidades electivas» que serán permanentes a la producción de Babel. Cfr., entre otros, José Carlos Mariátegui, «El hombre y el mito», in Babel nº 8; José Carlos Mariátegui, «Genealogía de socialismo», in Babel nº 10; Ciro Alegría, «Impresión de Mariátegui», in Babel nº 13. 14 A. Melis, «J.C. Mariátegui, primer marxista de América», («J.C. Mariátegui, primo marxista d’America», in Critica marxista, nº 2, Roma, marzo-abril, 1967, pp. 132-157), in Vv. Aa., Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, segunda edición, selección y prólogo de José Aricó, México, Cuadernos de Pasado y presente, nº 60, 1980, p. 201. 15 O. Fernández, «Tres lecturas de Gramsci en América latina», in Vv. Aa., Gramsci, actualidad de su pensamiento y de su lucha, Roma, Claudio Salemi tipógrafo editore, 1987, p. 212. 16 Cfr., R. Paris, «Mariátegui y Gramsci, prolegómenos a un estudio contrastado de la difusión del marxismo» in Socialismo y participación, n° 23, Lima, septiembre de 1983, pp. 31-54. 17 Cfr., J. C. Mariátegui, «La prensa italiana», in El Tiempo, Lima, 10 de julio de 1921.

4

conduce, por supuesto más allá de objetivo de estos apuntes, a no perder de vista el nexo subyacente entre Mariátegui y el propio Gobetti.

18

Es además Samuel Glusberg, director de Babel, quien

escribe sobre Mariátegui en la misma revista, contribuyendo a difundir su pensamiento y su presencia en Chile

19

y es entre las cartas que Mariátegui dirige a Glusberg donde podemos leer

aquella citada frase que sintetiza el itinerario intelectual y existencial que lo lleva a impregnarse de la tradición historicista de la que forma parte el propio Gramsci: «residí más de dos años en Italia, donde desposé una mujer y algunas ideas»... 20 Con todo y a pesar del carácter extraordinariamente precoz de la referencia que encontramos en Babel y que tanto sugiere sobre la significación cultural que tuvo esta revista, la reconstrucción de la presencia de Gramsci en Chile muestra que sus escritos no comienzan a circular entre nosotros antes de la década siguiente. Primero, a través de la versión bonaerense de las Lettere dal carcere realizada en 1950 por la editorial Lautaro, 21 sobre las que Ernesto Sabato había abonado el terreno tres años antes en la revista Realidad, de Buenos Aires.

22

Luego, de los Quaderni del carcere;

traducciones que representan, ambas, gracias a los esfuerzos de difusión cultural realizados en Argentina por Héctor P. Agosti,

23

las primeras que aparecen en una lengua extranjera —no

italiana— en el mundo. 24 Ejemplares más bien escasos, importados por algunos libreros iniciados o 18

Mariátegui escribe tres artículos sobre Gobetti: «Presentación a Piero Gobetti», in Mundial, Lima, 12 de julio de 1929; «La economía y Piero Gobetti», in Mundial, Lima, 26 julio de 1929, y «Piero Gobetti y el Risorgimento», in Mundial, Lima, 15 de agosto de 1929, incorporados luego in El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, onceava edición, Lima, Amauta, 1988, pp. 133-145. Para una reflexión sobre la relación entre Mariátegui y Gobetti véase, R. Paris, La formación ideológica de José Carlos Mariátegui, traducción de Oscar Terán, México, Cuadernos de Pasado y presente, n° 92, 1981; en particular el cap vi, pp. 154-175. 19 Cfr., E. Espinoza, «José Carlos Mariátegui, guía o amauta de una generación, in Babel, revista de arte y crítica, Santiago de Chile, año xi, nº 54, segundo trimestre de 1950, pp. 120-124. 20 J. C. Mariátegui, Carta a Samuel Glusberg, Lima, 10 de enero de 1927 (1928), in Correspondencia (1915-1930), Introducción, compilación y notas de Antonio Melis, Lima, Amauta, 1984, t ii, p. 331. 21 Cfr., A. Gramsci, Cartas de la cárcel, prólogo de Gregorio Bermann, Buenos Aires, Lautaro, 1950. 22 Cfr., E. Sabato, Comentario a las Cartas de la cárcel, de Antonio Gramsci, Buenos Aires, in Realidad, nº 6, noviembre / diciembre de 1947, pp. 409-413. «Sabato -escribe José Aricó- tuvo siempre la virtud de recordar (a Gramsci) y de ponerlo ante la conciencia moral de los argentinos como un ejemplo a retener». J. Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América latina, Caracas, Nueva sociedad, 1988, p. 194. 23 «Pensador y ensayista de prestigio entre la intelectualidad tradicional, miembro connotado del grupo dirigente del comunismo argentino, Héctor P. Agosti fue de hecho en los años cincuenta -nos dice José Aricó-, el punto de agregación de un movimiento intelectual tendencialmente gramsciano... Fue Agosti quien dirigió la publicación de los Cuadernos de la cárcel por la editorial Lautaro y comprometió a algunos de nosotros en la tarea de traducirlos, anotarlos y prologarlos. Para todos nosotros fue, a este respecto, un precursor... En los críticos años cincuenta pudimos acceder tempranamente a Gramsci, diría que en el momento mismo que nos enteramos de su existencia, porque Agosti nos desbrozó el terreno». José Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América latina, cit., pp. 21 y 32 24 Cfr., A. Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, traducción de Isidoro Flaumbaum, Prólogo de Héctor P. Agosti, Buenos Aires, Lautaro, 1958 ; Los intelectuales y la organización de la cultura, traducción de Raúl Sciarreta, Buenos Aires, Lautaro, 1960 ; Literatura y vida nacional, traducción de José Aricó, prólogo de Héctor P. Agosti, Buenos Aires, Lautaro, 1961 ; Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno,

5

traídos de retorno al país por viajeros instruidos, las traducciones trasandinas tuvieron la virtud de facilitar en algunos grupos locales un encuentro con Gramsci que portaba in nuce la posibilidad de una lectura no ortodoxa del marxismo; de otra manera, de una lectura que escapaba al canon oficial del «marxismo-leninismo» que, desde mediados de loa años veinte, formalizaba en el terreno ideológico las necesidades políticas del Estado soviético. «Gramsci nos llegó gracias a la traducción argentina de su obra —recuerda Osvaldo Fernández— y sus escritos fueron acogidos y devorados por toda una generación de intelectuales chilenos cuya práctica política le había conducido a la preocupación por el trabajo teórico».

25

A las ediciones de Lautaro les acompaña desde 1967

Cultura y literatura, selección de escritos de Gramsci con un prólogo de Jordi Solé-Tura, editado en Madrid, todavía bajo el franquismo, 26 y desde el año siguiente la traducción castellana de la Vita di Antonio Gramsci, de Giuseppe Fiori, publicada en Italia en 1966 y que aparecía ahora en Barcelona. 27

El mismo año de la elección de Salvador Allende a la presidencia de la República era posible

acceder en Chile a algunos ejemplares de la Antología de Gramsci, con selección, traducción y notas de Manuel Sacristán. publicada por Siglo veintiuno editores 28 («casa habitual de propaganda ideológica marxista para España y América», lanzará Ricardo de la Cierva, ex-ministro español de la cultura, de inspiración franquista, en un encuentro sobre Gramsci organizado en 1987, reactivamente, por la derecha chilena).

29

Durante los años de la Unidad popular se editan en

Santiago algunos fragmentos de los Quaderni del carcere, publicados por Nascimento, bajo el título de Maquiavelo y Lenin, Notas para una teoría política marxista, cuya selección y prólogo debemos al mismo Osvaldo Fernández, trabajo que posibilita una difusión mucho más significativa (la

prólogo, traducción y notas de José Aricó, Buenos Aires, Lautaro, 1962. Posteriormente la traducción castellana de los Quaderni fue completada con Pasado y presente, traducción de Gabriel Ojeda Padilla, México, Juan Pablos editor, 1977, y El Risorgimento, traducción y notas de Stella Mastrangelo, México, Juan Pablos editor, 1980. «Los Quaderni del carcere se publicaron parcialmente en Buenos Aires entre los años 1958 y 1962; en Brasil aparecieron en versión portuguesa entre 1966 y 1968. Por esos años ambas ediciones fueron las más numerosas y completas en lengua no italiana... Gregorio Weinberg hizo publicar por Lautaro la primera edición en idioma no italiano de las Cartas de la cárcel». J. Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América latina, cit, pp. 135 y 194. 25 O. Fernández, «Tres lecturas de Gramsci en América latina», in Gramsci, actualidad de su pensamiento y de su lucha, con prólogo de Enzo Santarelli, Roma, Claudio Salemi, 1987, pp. 217. Puede verse también el prólogo del mismo Osvaldo Fernández a la selección de textos de Antonio Gramsci, Maquiavelo y Lenin, cit. 26 A. Gramsci, Cultura y literatura, selección y prólogo de Jordi Solé-Tura, Madrid, Península, 1967. 27 G. Fiori, Vida de Antonio Gramsci, (Vita di Antonio Gramsci, Gius, Laterza e figli, 1966), Barcelona, Península, 1968. 28 Antología de Antonio Gramsci, selección, traducción y notas de Manuel Sacristán, México, Siglo veintiuno editores, 1970 (doceava edición en 1992). 29 R. De la Cierva, «El marxismo ante la religión», in Gramsci, la nueva forma de penetración marxista, Seminario realizado en Santiago de Chile, del 9 al 21 de noviembre de 1987, in Communio, s./l, s./f, p. 42

6

segunda edición, a fines del mismo año de 1972 fue de cinco mil ejemplares) y, por ende, un mayor conocimiento del pensamiento de Gramsci en Chile... 30 Independientemente del interés filológico e historiográfico de estos primeros escritos de Gramsci que circulan localmente, las circunstancias de su publicación no parecen haber encontrado el clima apropiado para obtener una masiva apropiación de sus contenidos y para lograr a través de ellos una incidencia política. El agotamiento del modelo basado en la ideología del desarrollo y el impacto de la Revolución cubana, entre otras circunstancias, habían venido marcando durante esos años en Chile, así como en el conjunto de América latina, un constante ascenso de las luchas sociales. Movilizador en tantos sentidos, rico, formativo, creador y multiplicador de energías revolucionarias, «fatto fisiologico, esistenziale, collettivo» —como decía Italo Calvino a propósito de la explosión literaria en Italia durante los años de la posguerra—, 31 este clima político y cultural, va, no obstante, posiblemente por su propia fuerza o, si se prefiere, por la fuerza de sus iconos, a subordinar también numerosas posibilidades de lectura de Gramsci a las tendencias preexistentes en la cultura política del movimiento popular (tendencias fortalecidas por el propio ascenso de la lucha social) y a determinadas modas teóricas de entre las cuales la más evidente fue el estructuralismo 32 —que como dice Sabato, «conmovió a los snobs»—,

33

bloqueando, filtrando y, en un cierto

sentido, postergando su apropiación. «Singular circunstancia —escribe Antonio A. Santucci—, el

30

A. Gramsci, Maquiavelo y Lenin, Notas para una teoría política marxista, selección y prólogo de Osvaldo Fernández, segunda edición, Santiago de Chile, Nascimento, 1972. 31 I. Calvino, Prefazione a Il sentiero dei nidi di ragno, Nona edizione, Torino, Einaudi, 1980, p. 7. 32 Cfr., L. Althusser, La revolución teórica de Marx, traducción y presentación de Marta Harnecker, segunda edición en castellano, México, Siglo veintiuno, 1968; L. Althusser, E. Balibar, Para leer El Capital, traducción de Marta Harnecker, Madrid, Siglo veintiuno, 1969. La matriz estructuralista, digamos «cientista» o positivista, desde la que parte Althusser, para quien, no lo olvidemos, «Auguste Comte es el solo espíritu digno de interés que la Francia ha producido después de la revolución de 1789» (L. Althusser, Préface a Pour Marx, Paris, Maspero, p. 16), condiciona en Chile la recepción de Gramsci, cuyo pensamiento se sitúa siempre en el terreno de la historia y en la convicción de que «la filosofía de la praxis es un historicismo absoluto» (A. Gramsci, Quaderni del carcere, edizione critica dell’Istituto Gramsci a cura di Valentino Gerratana, Torino, Einaudi, 1977, p. 1437). Este «cientismo» actúa como un «filtro legitimador» que expulsa de la corte al pensamiento de Gramsci, a quien Althusser había comenzado a leer en agosto de 1961, expulsión que será formalizada durante 1965, en «El marxismo no es un historicismo» (in Lire le Capital, Paris, Maspero, 1980, pp. 150-184; capítulo V, «Le marxisme n’est pas un historicisme»), y luego en carta a la Rinascita, de Roma, publicada en diciembre de 1967, (L. Althusser, Carta a Dal Sasso, in Rinascita, Paris, 11 décembre 1967. Una versión castellana de esta carta con el nombre de «Acerca de Gramsci», se encuentra en Actualidad del pensamiento político de Gramsci, selección e introducción de Francisco Fernández Buey, Barcelona, Grijalbo, 1977, pp. 274-279. Resulta de interés percibir la mirada que porta Althusser sobre su propio marxismo desde los años noventa, época en la que sigue mostrando «algo no resuelto» en relación con Gramsci. Cfr., L. Althusser, L’avenir dure longtemps, Paris, Éditions Stock / Imec, 1992 ; en particular, pp. 121, 490 y 506. 33 E. Sabato, Apologías y rechazos, Buenos Aires, Planeta / Seix Barral, 2003, p. 111.

7

éxito de Louis Althusser en la izquierda latinoamericana bloqueará por el contrario durante los mismos años en Argentina y en Chile la precoz influencia gramsciana». 34 Puestos en circulación en un momento en que el análisis y la discusión acerca del carácter de la sociedad chilena y de los sedimentos más profundos que daban origen a los problemas estratégicos del proceso político era desplazada por la urgencia de las tareas contingentes, el instrumental del análisis gramsciano sería así también evacuado con ella. Probablemente porque durante esos años parecíamos a punto de «tocar el cielo con la mano», resultaba particularmente difícil asimilar claves de lectura construidas en tiempos en que el fascismo había derrotado, aunque fuese temporalmente, a los trabajadores italianos, sin contar con que —problema mayor— la discusión sobre la construcción de hegemonía pensada como terreno en disputa, como debate que se da en el seno de las instituciones culturales e intelectuales que constituyen la sociedad civil, como «dirección intelectual y moral»,

36

35

aparecía en el Chile de aquellos años mediada por la

urgencia de una percepción que apuntaba a resolver los problemas del control del aparato estatal, al interior del cual la «vía chilena al socialismo», al capturar su rama ejecutiva, había puesto una cuña. Todo sucedía como si la hegemonía residiese y se resolviese efectivamente sólo en y desde el Estado, en cierta medida tomando como «modelo a aplicar» El Estado y la revolución de V. I. Lenin —el marxismo se entendía preferentemente en aquellos años como «aplicación» de enseñanzas o experiencias anteriores—, revelando la ausencia de historización con que eran asumidos nuestros problemas.

37

Se trataba más bien —y muchas veces instrumentalmente— de

llevar la fuerza del pueblo organizado a copar —se decía— el aparato de Estado para desde allí construir la sociedad socialista. 38 La lúcida mirada de Salvador Allende al referirse a la vía chilena al socialismo apunta muchas veces a las contradicciones que venía generando este rasgo del proceso. «La institucionalidad no es un ente abstracto —dirá, por ejemplo, en el Informe al Pleno nacional del

34

A. A. Santucci, Gramsci, cit., p. 95. Cfr., J. A. Buttigieg, «Gramsci y la sociedad civil», in Hegemonía, Estado y sociedad civil en la globalización, Dora Kanoussi (Compiladora), México, International Gramsci Society / Universidad de Puebla / Plaza y Valdés, 2001, pp. 39-77; también A. Tosel, «Sur quelques distinctions gramsciennes. Economie et politique: Société civile et Etat», in La Pensée, nº 301, Paris, janvier / février /mars 1995, pp. 69-80 ; 36 A. Gramsci, in Quaderni del carcere, cit., p. 2010. 37 Cfr., U. Cerroni, Teoría política y socialismo (Teoria política e socialismo, Roma, Editori Riuniti, 1973), México, Era, 1976. 38 Una excepción notable está constituido por el debate que generó a raíz del proyecto de crear en Chile una Escuela nacional unificada, la Enu, proyecto que, dadas las presiones de la derecha política y la Iglesia católica fue rápidamente retirado del Parlamento. 35

8

Partido socialista, en la localidad de Algarrobo, en marzo de 1972, en polémica con las posiciones más rígidas sustentadas por la dirección de este partido en torno «al problema del Estado»—, la institucionalidad responde a la fuerza social que le dio vida y lo que está apareciendo ante nuestros ojos es que la fuerza del pueblo, del proletariado, de los campesinos, de los sectores medios, está desplazando de su lugar hegemónico a la burguesía monopólica y latifundista»,

39

organización interna de la sociedad «bajo la hegemonía de los desposeídos»,

para obtener la 40

para lograr

«transferir a los trabajadores y al pueblo en su conjunto el poder político y el poder económico». 41 Pese a la extrema claridad de esta caracterización del escenario de la lucha social que existía en Chile durante aquellos días de vino y de rosas en los que, sin lugar a dudas, la democracia se desplegó con inusitado vigor en estas tierras, la revolución chilena, posiblemente debido a la propia naturaleza conservadora de la sociedad civil local, no fue nunca percibida por sus propios protagonistas en una dimensión insoslayable de su posibilidad, concretamente como una insurrección contra el sentido común prevaleciente cuyas raíces marcadamente oligárquicas estaban, entonces como ahora, a la vista de todo buen observador. con la imagen que popularizara Aníbal Pinto—,

43

42

País centauro —de acuerdo

mitad hombre, mitad bestia; mitad civilizado,

mitad bárbaro, Chile parecía también durante esos años a mitad de camino entre definir una estrategia apoyada sobre una «guerra de movimiento» o sobre una «guerra de posiciones»,

44

enfrentado como estaba a definir el problema del poder —irrecusable dado el propio programa político de la Unidad popular—, sin que la clase obrera hubiese logrado transformarse en clase dirigente de la mayoría de las fuerza sociales involucradas en el proceso y sin que éstas se hubiesen transformado en una mayoría nacional, signo también irrecusable de una insuficiente lucha por la hegemonía al interior de la sociedad civil o, lo que era el caso, de la ausencia de un planteamiento 39

S. Allende, «La vía chilena al socialismo y el aparato estatal actual», in Salvador Allende, Obras Escogidas. Ediciones del Centro de Estudios Políticos Latinoamericanos «Simón Bolívar» y de la Fundación Presidente Allende (Madrid), Santiago de Chile, Editorial Antártida, 1992, p. 401 (Informe al Pleno nacional del Partido socialista, en la localidad de Algarrobo, marzo de 1972), pp. 400-401 (cursivas nuestras). 40 S. Allende, «Primer mensaje al Congreso pleno. La vía chilena al socialismo», in Salvador Allende, Obras Escogidas, cit., p. 327 (cursivas nuestras). 41 Ibidem, p. 332. 42 «Se una teoría riesce a penetrare nel senso comune ha una bella forza di espansività e di evidenza», A. Gramsci, in Quaderni del carcere, cit., p. 1400. Citado por Antonio A. Santucci, Antonio Gramsci 1891-1937. Guida al pensiero e agli scritti, Roma, Editori Riuniti, 1987, p. 112. 43 Cfr., A. Pinto, Chile, una economía difícil, México, Fondo de cultura económica, 1964, pp. 159-160. Sobre el tema, desde una perspectiva bastante diferente a la nuestra, véase A. Guardia, Chile, país centauro. Perfil de socialismo renovado, Santiago de Chile, Bat ediciones, 1990. 44 Cfr., C. N. Coutinho, «Gramsci y el «Sur» del mundo: entre Oriente y Occidente», in Poder y hegemonía hoy, Gramsci en la era global, coordinación a cargo de Dora Kanoussi, México, International Gramsci Society / Universidad de Puebla / Plaza y Valdés, 2004, pp. 199-205.

9

cabal en esta dirección. Este primer registro de la lectura en nuestro país del que «probablemente sea el pensador comunista más original que produjo Occidente en el siglo xx»,

45

debe

circunscribirse entonces a la actividad de grupos más bien reducidos, particularmente de la ciudad de Valparaíso, entre los que participan intelectuales orgánicos del movimiento popular como Leopoldo Benavides o el propio Osvaldo Fernández. 46 Aparte de estos grupos, para la mayoría de aquellos que durante aquellos años escucharon de Gramsci o leyeron alguno de sus escritos, éste representaba ante todo un luchador antifascista, en un escenario político que, por supuesto, parecía por entonces muy lejano a esta porción del territorio más austral del mundo... II Durante el período que se estructura en el acaecer local con el golpe de Estado militar de septiembre de 1973 y mientras los grupos que habían iniciado previamente la lectura de Gramsci se repliegan hacia algunos centros académicos o hacia el exilio, las posibilidades de acceder en Chile a la obra gramsciana así como a cualquier otra referencia teórica crítica deviene extraordinariamente difícil. A pesar de ello y a contraluz del necesario maniqueísmo impuesto por la lógica de un régimen que actuaba in barbarum, la investigación muestra los vestigios de una circulación subterránea de determinadas lecturas de Gramsci, circulación que se manifiesta a través de publicaciones que, en el límite de lo clandestino, pasaban de mano en mano por entre algunos grupos de resistentes u opositores a la dictadura, y que algunas veces salían a la luz pública a través de las reducidos espacios que, en determinados momentos, la propia Resistencia arrebataba al régimen. En esas condiciones el interés por conocer el pensamiento de Gramsci continuaba sin duda expresando la simpatía hacia un luchador que había sido víctima del fascismo —caracterización que aunque impropia recibe el régimen militar chileno de manera bastante popularizada—,

45

47

aunque esa

E. J. Hobsbawm, «El gran Gramsci», in El pensamiento revolucionario de Gramsci, Universidad Autónoma de Puebla, 1978, p. 175. 46 «Éramos un grupo de estudiantes y profesores de Valparaíso, donde se encontraban Sergio Vuscovic, Nelson Osorio y otros», señalaba recientemente Osvaldo Fernández durante las Jornadas de reflexión «A setenta años de la muerte de Antonio Gramsci», celebrado en la sede del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, el 6 y 7 de junio del 2007 en Santiago de Chile (Osvaldo Fernández, «La obra de Gramsci: una lectura personal», in El Siglo, Santiago de Chile, 29 de junio del 2007, p. 16). «Desde Valparaíso se comenzó a enseñar Gramsci a Santiago y en otras regiones del país», agregaba Leopoldo Benavides en las mismas Jornadas (Leopoldo Benavides, «Gramsci y la filosofía de la práctica», in El Siglo, Santiago de Chile, 29 de junio del 2007, p. 16). 47 Sostenemos que el fascismo es un proceso histórico que se desarrolla en Italia y no en otros lugares. No compartimos, en consecuencia, el procedimiento que utiliza Nicos Poulanzas, que define un caso de fascismo italiano, otro alemán y otro japonés (Cfr., N. Poulanzas, Fascisme et dictature, Paris Éditions du Seuil / Maspero, 1974). En esta misma perspectiva Ludovico Incisa incorpora al fascismo procesos tan disímiles como la Guardia de Hierro rumana, las Cruces

10

simpatía, como trataremos de mostrar más adelante, resulta también reveladora de la emergencia de una cierta percepción de orfandad teórica; quizás de la intuición de la clausura de determinadas tradiciones políticas propias de una época, de la necesidad de una búsqueda de nuevos referentes que permitieran esclarecer el nuevo escenario chileno y latinoamericano de los años setenta. «Nos hemos quedado sin maestros y debemos hacer el curso solos», nos escribía desde la clandestinidad nuestro amigo Mauricio Carrasco Valdivia, resistente de particular claridad política, asesinado por la dictadura en octubre de 1976.

48

La lectura de los escritos de estos años muestra también que,

pese a esta intuición de que Gramsci portaba «algo nuevo», la atención que estos círculos de la Resistencia prestan a su pensamiento no se presenta ex nihilo, sino, al contrario, aparece en estrecha conexión con las tradiciones culturales preexistentes en la izquierda chilena y el movimiento popular antes y después de septiembre de 1973. Sea desde claves francamente ortodoxas, sea desde algún a priori anticomunista frecuente en sectores de la izquierda chilena, sea desde el ancho camino de búsqueda de las tradiciones cristianas, los textos de Gramsci eran entonces muchas veces «traducidos» desde el pie en tierra que entregaba una posición asumida previamente. 49 Flechadas húngaras, la Acción Integrista brasileña y los movimientos revolucionarios bolivianos de los años treinta. (Cfr., L. Incisa, «Fascismo», in Diccionario de política, a cargo de Norberto Bobbio y Nicola Matteucci, Madrid, Siglo veintiuno editores, 1986, pp. 668-679). El Chile del período dictatorial 1973-1989 ha sido caracterizado también frecuentemente como «fascista», cuestión que muestra ante todo nuestra incapacidad de dar cuenta conceptualmente de los procesos de nuestra propia historia local. En un artículo bastante ilustrativo al respecto, Patricio Quiroga recuerda que «Luis Corvalán (Chile) proclamó el carácter fascista de las dictaduras, Orlando Caputto y Alvaro Briones (Chile) el fascismo dependiente, Eberhand Hackethal (Rda) el fascismo militar, Luis Maira (Chile) el Estado de la seguridad nacional, Guillermo O’Donnell (Argentina) el Estado Burocrático-militar, Ruy Mauro Marini (Brasil) el Estado de la contrainsurgencia, Jorge Tapia (Chile) el Estado de la estrategocracia, Miguel Enríquez (Chile) el Estado gorila, Mario Esteban Carranza (Argentina) el Estado de excepción, Simon Collier (Estados Unidos) el nuevo autoritarismo, Alain Rouquié (Francia) el nuevo Estado militar, etc», caracterizaciones todas que nos parecen fuertemente reveladoras de la existencia de un debate pendiente. Cfr., P. Quiroga, «América latina entre dos crisis», in América latina, publicación del Doctorado en el Estudios de las Sociedades latinoamericanas de la Universidad Arcis, Santiago de Chile, n° 2, II Semestre del 2002, pp. 159-160. Para una reflexión más larga cfr., J. Massardo, «A propósito del fascismo. Apuntes para una historia política de la Italia contemporánea (1860-1945)», in Revista de la Academia, publicación de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, n° 8, Santiago de Chile, primavera del año 2003, pp. 49-70. 48 Sobre Mauricio Carrasco, véase http://memoriavivapuc.blogspot.com/ 49 A partir de los testimonios espontáneos recogidos en nuestro Taller Introducción al pensamiento de Antonio Gramsci, llevado a cabo en diversas instituciones culturales o académicas locales, surgen igualmente testimonios de acercamientos espontáneos a Gramsci, que tuvieron lugar bajo los años de dictadura. De acuerdo con estos testimonios, posiblemente siguiendo las pautas políticas latentes en la juventud chilena luego que el golpe de Estado de 1973 corta los vasos comunicantes con el mundo, la figura de Gramsci habría provocado polémica entre los grupos más politizados de los liceos de Santiago. Las Juventudes comunistas lo habrían visto como un personaje sospechoso de heterodoxia, mientras otros liceanos, cercanos a las posiciones de la izquierda revolucionaria, se habrían sentido atraídos por su imagen. ¡Ninguno de los dos grupos habría leído, sin embargo, jamás, un texto de Gramsci!... Paralelamente, de acuerdo al testimonio de María Eugenia Santis, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile, un grupo de estudiantes organizaba círculos de lectura y estudiaba a Gramsci sobre la base de fotocopias de algunos escritos de la Antología de Manuel Sacristán, que circulaba en el Chile de la época. El testimonio de Mario Garcés nos refiere que en 1974, poco antes de la caída de Miguel Enríquez, la dirección del Movimiento de izquierda revolucionaria habría estado

11

La significación que durante estos años de plomo comienza a adquirir la cultura como un espacio de resistencia a la dictadura —las «peñas» folklóricas pueden ser un buen ejemplo— así como el desarrollo de algunas actividades en el terreno de la educación popular muestran, en los límites que impone el régimen, el despliegue de este proceso. Aparecen por entonces diversos escritos de inspiración gramsciana o que incorporan al análisis de la sociedad chilena diversas categorías gramscianas. Entre ellos podemos registrar algunos textos de circulación pública aunque restringida como aquellos salidos de la pluma de Tomás Moulian, redactados entre 1973 y 1981 y reunidos en 1985 bajo el título de Democracia y socialismo en Chile

50

o de la de Juan Eduardo

García-Huidobro, uno de los autores que con mayor seguridad se aproxima a Gramsci durante estos mismos años, que redacta La concepción gramsciana del Estado, Hegemonía y filosofía, Un estudio sobre Antonio Gramsci.

53

51

Gramsci y la escuela,

52

y

Un folleto refiriéndose a la «teoría

gramsciana del Estado», sin título, sin autor y sin lugar de edición, que se presenta como «el resumen de una exposición realizada por Juan Eduardo García-Huidobro durante el Programa de formación de educadores populares de Eco, en 1982», constituye un elemento revelador de la presencia de los temas gramscianos en la actividad del mundo popular, actividad forzosamente restringida.

54

El seminario Para una nueva política, realizado por Sur, en julio de 1981, y

publicado por la revista Margen, agrupa intelectuales vinculados a la oposición a la dictadura y sus

leyendo una traducción castellana realizada ad hoc, del trabajo de Huges Portelli, Gramsci y el bloque histórico, cuya edición original, en francés, había aparecido en 1972 (cfr., H. Portelli, Gramsci et le bloc historique, Paris Puf, 1972). Ninguna consecuencia teórica práctica que, desde el punto de vista político, pudiera poner en cuestión el jacobinismo característico de la izquierda revolucionaria parece desprenderse sin embargo de esta lectura. 50 «¿Cuál es el proyecto político de la izquierda chilena -se pregunta Moulian en uno de ellos, escrito en 1977- en el que ella simultáneamente se continúe y se supere, recoja lo mejor de su propio pasado y se plantee creadoramente hacia el porvenir?... Siguiendo las ideas de Gramsci hablamos de un proyecto nacional popular. El término proyecto no significa un programa para una fase de la lucha política; está usado más bien en el sentido de perspectivas y orientaciones de la acción». Cfr. T. Mouletto (pseudónimo), «Democracia, socialismo y proyecto nacional popular», in R. Aristo y otros, Futura institucionalidad de la paz en Chile, Santiago de Chile, Cisec, 1977, pp. 17-37. Una recensión se encuentra en Mensaje, nº 265, Santiago de Chile, diciembre de 1977, pp. 761-763. Republicado en T. Moulian, Democracia y socialismo en Chile, Santiago de Chile, Flacso, 1985, pp. 161-179. La cita corresponde a la p. 176 de esta edición. «En Italia -continua Moulian en otro escrito, redactado en 1980 y también recogido en Democracia y socialismo en Chile- la enorme renovación teórica de marxismo, alimentada por la obra precursora de Gramsci, original en el terreno de la superestructura... tiene su base material y su fundamento político en la renovación del Partido comunista italiano». T. Moulian, «Cuestiones de teoría política marxista; una crítica de Lenin», documento de trabajo de la Flacso, nº 105, diciembre de 1980. Republicado en T. Moulian, Democracia y socialismo en Chile, cit., pp. 181-221. La cita corresponde a la p. 189 de esta edición. 51 Cfr., J. E. García Huidobro, La concepción gramsciana del Estado, Santiago, Cide, Documento de trabajo, nº 8, 1980. 52 Cfr., J. E. García-Huidobro, Gramsci y la escuela, Santiago de Chile, Cide, Documento de trabajo, nº 15, 1984. 53 Cfr., J. E. García-Huidobro, Hegemonía y filosofía, Un estudio sobre Antonio Gramsci, Université catholique de Louvain, Institut superieur de philosophie, s./f. 54 Páginas mimeografiadas, sin título sin autor, sin lugar de edición, numeradas de la p 53 a la 61.

12

reflexiones —en particular la presentación de Enzo Faletto «Crisis partidaria y crisis del Estado»— contienen igualmente una evocación significativa del pensamiento de Gramsci. 55 Un hito importante en la reconstrucción de la problemática gramsciana durante esta misma etapa lo encontramos en los artículos de Tomás Valdivia (pseudónimo), publicados en abril y en diciembre de 1979 en la revista Mensaje, intitulados respectivamente, «Gramsci y el Marxismo, otra forma de concebir la política», 56 y «Gramsci y la cultura». 57 En el momento en que la dictadura se aprestaba a dar un paso decisivo para concluir la transición a la nueva fase de acumulación organizada por el neoliberalismo buscando aprobar el plebiscito que iba a sancionar la Constitución de 1980 —expresión jurídica de esta misma transición, la única cabalmente llevada a cabo hasta ahora en Chile, señalémoslo—, los textos de Valdivia presentan como «un deber de los intelectuales y de los políticos cristianos tener algún conocimiento de las evoluciones significativas del pensamiento marxista».

58

Influido probablemente por los trabajos que había elaborado desde

México, Juan Carlos Portantiero, 59 la conexión entre la reflexión gramsciana sobre la hegemonía y las posibilidades de «analizar hoy a América latina» surge con claridad en la argumentación de Valdivia: «Es posible sugerir, asumiendo los riesgos de toda analogía histórica —escribe—, una semejanza entre el panorama italiano que Gramsci entreveía desde su celda de prisionero y la situación que se vive en vastas zonas del continente latinoamericano. El movimiento obrero europeo de la primera posguerra vivió una época de fuerte optimismo, el ejemplo de la Revolución rusa y la situación crítica provocada por la guerra lo hacían pensar en un cataclismo de la sociedad capitalista. Sin embargo, el optimismo y la lucha que lo acompañó, terminó en derrota, Gramsci vivió la lucha y el fracaso y dedicó su solitaria meditación en la cárcel de Mussolini a clarificar el camino futuro»... 60

55

E. Faletto «Crisis partidaria y crisis del Estado», presentación al seminario Para una nueva política, realizado por Sur, julio de 1981, in Margen, marzo 1982, s. / l., s. / f., pp. 147-155. 56 T. Valdivia, «Gramsci y el Marxismo, otra forma de concebir la política», in Mensaje, nº 277, Santiago de Chile, marzo / abril de 1979, pp. 140-145. 57 T. Valdivia, «Gramsci y la cultura», in Mensaje, nº 285, Santiago de Chile, diciembre de 1979, pp. 828-836.. 58 «El presente artículo -escribe Valdivia- se propone presentar a Antonio Gramsci a los lectores de Mensaje. La tarea es compleja. Inevitablemente al pretender responder a la pregunta ¿quién es Gramsci? cuarenta y dos años después de su muerte y a miles de kilómetros de distancia y de historia de su Italia natal, se está respondiendo a través de un prisma que nos descompone su figura y su pensamiento en función de preguntas más próximas ¿por qué Gramsci? ¿qué sentido tiene preocuparse de él hoy en América latina?». T. Valdivia, «Gramsci y el Marxismo. Otra forma de concebir la política», in Mensaje, nº 277, cit., p. 140. «Siguiendo a numerosos intérpretes –continúa Valdivia- estimamos que el mayor aporte gramsciano puede anudarse en torno a la teoría de la hegemonía y creemos que ella y el corolario que de ella se sigue: el camino de la revolución en occidente pasa por la creación de una nueva hegemonía, entregan sugerencias ricas para analizar hoy a América latina». T. Valdivia, «Gramsci y la cultura», in Mensaje, nº 285, cit., p. 828. 59 Cfr., J. C. Portantiero, Los usos de Gramsci, Cuadernos de Pasado y presente nº 53, México, 1977, pp. 1-84. 60 Ibidem.

13

Al colocar la reflexión de Gramsci en el marco de la derrota del movimiento obrero italiano frente al fascismo Valdivia contribuye, sin duda, a historizar la lectura de Gramsci y a proponerla como un punto de referencia para examinar la naturaleza de la derrota de los trabajadores en Chile. Como enfatiza Valentino Gerratana en un texto al que volveremos más tarde, «Gramsci partía de un hecho: la acontecida derrota de la clase obrera».

61

Y la pregunta que surge es inevitable: al

instaurarse la dictadura militar, ¿no habíamos sufrido nosotros también en Chile una derrota, mutatis mutandi, análoga o equiparable a la que sufrió el movimiento obrero italiano bajo el fascismo? ¿No debíamos situarnos entonces nosotros también en el mismo punto de partida y examinar las causas de nuestra propia derrota? En función de la analogía de la lucha frente al fascismo italiano y a la dictadura militar en Chile, el texto de Valdivia logra entonces mostrar la actualidad del pensamiento de Gramsci extendiéndose también en torno a los aspectos teóricos que organizan al análisis gramsciano. 62 Aunque es extremadamente difícil evaluar su incidencia, seguramente el incremento de la publicación de escritos gramscianos en el exterior y su impacto en la reflexión del exilio chileno donde están presentes historiadores, filósofos y la amplia gama de profesionales que en nuestra América latina llamamos «cientistas sociales», estimula también, durante aquellos años, la lectura y retroalimentaba la difusión de Gramsci en Chile. A las publicaciones citadas más arriba se suman, Actualidad del pensamiento político de Gramsci, selección a cargo de Francisco Fernández Buey, 63 Gramsci y la cuestión religiosa, de Huges Portelli, 64 y Gramsci hoy, 65 todos editados en Barcelona, 61

V. Gerratana, Gramsci. Problemi di metodo, Roma, Editori Riuniti, 1997, p. 55 (subrayado nuestro). «He procurado sólo bosquejar la inspiración básica de Gramsci -continúa Valdivia-, la que se nos presenta como una nueva proposición de concebir la política y de hacer política, la que se entronca fecundamente con una búsqueda muy actual del movimiento popular latinoamericano por redefinir su práctica y superar viejos impasses teóricos». (T. Valdivia, «Gramsci y el Marxismo. Otra forma de concebir la política», in Mensaje, nº 277, cit., p. 141). «La insistencia original de Gramsci en el terreno del marxismo es la valoración de la sociedad civil –agrega- ...la hegemonía se juega en el seno de la sociedad civil». (ibidem, p. 143). De esta manera, «no se trata sólo del poder de la fuerza ni de una institución que debe ser tomada y revertida. El poder es una realidad compleja, dictadura y hegemonía, fuerza y concepción del mundo, que penetra todo el tejido de las relaciones sociales y se modifica con la modificación de estas relaciones. La alternativa política propuesta no es un socialismo y un partido externos a las clases subalternas, sino realidades que deben surgir de ellas, construirse en su seno, respondiendo a su cultura y a sus instituciones como autogobierno del pueblo-nación» (ibidem,.p. 145). Así -concluye Valdivia-, «la respuesta a la pregunta ¿por qué Gramsci? ha quedado sólo insinuada. Dar cuenta de ella supondría retomar el pensamiento gramsciano desde la historia del movimiento popular chileno y latinoamericano. Sin embargo, creemos que lo dicho en estas páginas permite afirmar, al menos, que dicho estudio podría ser fecundo, y que el doble aporte gramsciano, recién señalado desafía a quienes pretendan analizar el carácter actual de la dominación en América latina y a quienes pretendan repensar el proyecto y la práctica política de la izquierda». Ibidem 63 Cfr., Vv. Aa., Actualidad del pensamiento político de Gramsci, selección e introducción de Francisco Fernández Buey, cit. A propósito del trabajo sobre Gramsci de F. Fernández Buey, véase Leyendo a Gramsci, Barcelona, El viejo topo, 2001. 64 Cfr., H. Portelli, edita Gramsci y la cuestión religiosa, Barcelona, Laia, 1977. 62

14

mientras en México aparece Gramsci y la revolución de Occidente, de María-Antonietta Macciocchi

66

y «Los usos de Gramsci», de Juan Carlos Portantiero, texto que sirve como

presentación a Antonio Gramsci. Escritos políticos (1917-1933),

67

selección de textos editada por

Cuadernos de Pasado y presente, proyecto que representa, sin lugar a dudas, «la más audaz e importante labor editora que se haya realizado en América latina». Francisco Fernández Buey publica Ensayos sobre Gramsci,

69

68

Al año siguiente el mismo

la Universidad de Puebla edita el

volumen colectivo El pensamiento revolucionario de Gramsci

70

mientras circulan las versiones

castellanas de Gramsci et l’Etat, de Christine Buci-Glucksmann

71

y de The antinomies of Antonio

Gramsci, de Perry Anderson, que había aparecido en la New Left Review. Texier, publica en castellano su Gramsci

73

72

En 1979, Jacques

y en México las ediciones Era traducen la selección de

textos de Gramsci Sul fascismo, con una introducción de Enzo Santarelli. 74 En 1980, Cuadernos de Pasado y presente publica la selección Gramsci y las ciencias sociales, Portelli, Gramsci y el bloque histórico.

76

75

y el mismo Huges

En el mismo sentido pueden haber incidido el coloquio

que en septiembre de 1978 organiza la Universidad nacional autónoma de México dedica a Gramsci con la presencia de Christine Buci-Glucksmann, María-Antonietta Macciocchi, Juan Carlos Portantiero y Giuseppe Vacca, y el Seminario de Morelia, Hegemonía y alternativas políticas en América latina, efectuado en 1980 y cuyas actas aparecerán más tarde. 77 III Este intento por historizar a Gramsci y leerlo desde claves locales parece haber venido tomando cuerpo lentamente en Chile hasta el momento en que el impacto social de la crisis de 1981-1982 65

Cfr., Vv. Aa., Gramsci hoy, Barcelona, Materiales, extra 2, 1977. Cfr., M-A. Macciocchi, Gramsci y la revolución de Occidente, México, Siglo veintiuno editores, 1975. 67 Cfr., J. C. Portantiero, Los usos de Gramsci, Cuadernos de Pasado y presente nº 53, México, 1977, pp. 1-84. 68 C. Franco, Presentación a Marx y América latina, de José Aricó, segunda edición, México, Alianza editorial mexicana, 1982, p. 10. 69 Cfr., F . Fernández Buey, Ensayos sobre Gramsci, Barcelona, Materiales, 1978. 70 Cfr., Vv. Aa., El pensamiento revolucionario de Gramsci, Universidad autónoma de Puebla, 1978. 71 Cfr., Ch. Buci-Glucksmann Gramsci y el Estado, (Gramsci et l’Etat, Paris, Fayard, 1974), segunda edición, México, Siglo veintiuno editores, 1978. 72 P. Anderson, Las antinomias de Antonio Gramsci, (The antinomies of Antonio Gramsci, New Left Review, 1977), Barcelona, Fontamara, 1978. 73 Cfr., J. Texier, Gramsci, Barcelona-Buenos Aires-México, Grijalbo, 1979 74 Cfr., A. Gramsci. Sobre el fascismo (Sul fascismo, Roma, Editori Reuniti, 1974), introducción de Enzo Santarelli, traducción de Ana María Palos, México, Era, 1979. 75 Cfr., Vv. Aa., Gramsci y las ciencias sociales, Cuadernos de Pasado y presente n° 19, sexta edición, México, 1980. 76 Cfr., H. Portelli, Gramsci y el bloque histórico, séptima edición, México, Siglo veintiuno editores, 1980. 77 Vv. Aa., Hegemonía y alternativas políticas en América latina, coordinado por Julio Labastida, prólogo de José Aricó, México, Siglo veintiuno editores / Unam, 1985. 66

15

viene a radicalizar las condiciones de lucha, instalando un nuevo escenario donde las jornadas de «protesta», comienzan a generar, a partir de mayo de 1983, un cuadro de polarización política y de insurgencia civil, precipitando formas de enfrentamiento donde la iniciativa parece pasar puntualmente a manos del pueblo organizado. Esta dinámica que implicaba la vuelta a formas más o menos tradicionales de enfrentamiento de clases en Chile va seguramente a condicionar la lectura de Gramsci al ritmo de las cosas. No iba a ser entonces sino solamente cuando el propio proceso de agotamiento del gobierno militar —que por lo demás había cumplido su función desde el punto de vista del capital— y la necesidad de reemplazarlo por una administración civil capaz de mantener el modelo de acumulación empiezan a ser percibidos con cierta claridad por la clase política y cuando la negociaciones en vistas a estos futuros escenarios convocan a una serie de políticos profesionales que, desde diversos ángulos, la reflexión gramsciana comienza a interesar a un público más vasto y a ocupar un espacio público mayor. Gramsci atrae ahora la atención también de la derecha política, preocupada por la necesidad de asegurar la permanencia de un sentido común que le asegurara la continuidad de su propia hegemonía. El Mercurio conversa en Roma con Augusto del Noce, senador independiente vinculado a la Democracia cristiana y con Flavio Cappuci, doctor en teología y sacerdote de la curia romana —a juicio del mismo Mercurio, «dos de los principales estudiosos del problema gramsciano» (sic!)—, conversación que con el revelador título de «La hegemonía cultural, desafío de hoy», será publicada también en El Mercurio en mayo de 1986. 78 El momento de mayor presencia del pensamiento de Gramsci en Chile no iba a darse sin embargo sino hasta el año siguiente. Mientras la dictadura asestaba sus últimos golpes — recordemos que en estos días se produce la masacre de Corpus Christi—, se realiza en Santiago de Chile, del 25 al 31 de mayo de 1987, el Simposio Internacional Vigencia y legado de Antonio Gramsci, organizado por el Instituto Gramsci de Roma y por el Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, dirigido entonces con gran sensibilidad política por Miguel Lawner. El Simposio cuenta con la participación, entre otros, de Antonio A. Santucci, de Georges Labica, de Luciano Casali, de Osvaldo Fernández y de trabajadores que venían luchando contra la dictadura, como José Figueroa, dirigente de la Federación de la construcción y Fabián Berríos, dirigente de la Confederación minera, o el dirigente sindical italiano Giacomo Barbieri, participación que lo transforma, de hecho, en el mayor esfuerzo realizado hasta entonces en Chile por reflexionar en torno a la figura y al

78

«La hegemonía cultural, desafío de hoy», entrevista a Augusto del Noce, y Flavio Cappuci in El Mercurio, Santiago de Chile, 18 de mayo de 1986.

16

pensamiento de Gramsci, marcando, sin lugar a dudas, un hito en su recepción y estimulando significativamente su acceso por parte de los sectores populares. El Simposio publica además un conjunto de trabajos en un número especial de los Cuadernos del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz,

79

los que estimulan el conocimiento de la obra de Gramsci, mientras, gracias a la

solidaridad de los compañeros italianos, comienza a circular en Chile, Gramsci, actualidad de su pensamiento y de su lucha, «publicado con motivo del Simposio Internacional Vigencia y legado de Antonio Gramsci», impreso en Roma por Claudio Salemi y con una introducción de Enzo Santarelli. 80 «Hemos convocado a este encuentro —dice Miguel Lawner en el acto de inauguración— abierto, pluralista, sin propósitos encubiertos, teniendo a Gramsci como el hilo conductor que contribuya a comprender nuestras dificultades y nuestros aciertos. Para que nos ayude a vencer el temor y los prejuicios entre nosotros mismos. Para que colabore en el entendimiento recíproco y en la estrategia adecuada que permita concluir con las tinieblas y abrir paso a la verdad y la justicia. Para combatir mejor por la causa del pueblo es que nos convocamos en torno a la figura y al legado de Gramsci. Para desenmascarar la mentira es que recurrimos a Gramsci. Para afirmar los consensos unitarios y concentrar los fuegos en el verdadero enemigo es que aprendemos de Gramsci... Hacemos nuestro el lema estampado en la revista L’Ordine nuovo que fundara Antonio Gramsci: «decir la verdad es revolucionario»». 81 La dinámica creada por el Simposio va a provocar un debate bastante más abierto en torno al pensamiento gramsciano, debate que anima la publicación de artículos como «La cultura de las clases subalternas en Gramsci», que Carlos Ossandón redacta para la revista Andes, dirigida por Patricio Quiroga, 82 del ensayo La vida y la obra de Antonio Gramsci, de Jorge Cash Molina, 83 de Gramsci: pensador político y militante revolucionario, de Mauricio Lebedinsky —publicado originalmente en Buenos Aires—, 84 y la reimpresión de uno de los textos de Juan Eduardo GarcíaHuidobro. 85 De su lado, la derecha política reacciona y organiza el seminario Desafíos actuales de la cultura occidental, realizado del 9 al 21 de noviembre de ese mismo año 1987, en Santiago, por la 79

Cfr., Cuadernos del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz. nº 7, Santiago de Chile, octubre / diciembre de 1987. Gramsci, actualidad de su pensamiento y de su lucha, prólogo de Enzo Santarelli, Roma, Claudio Salemi, 1987, p. 1. 81 M. Lawner, «Decir la verdad es revolucionario», in Cuadernos del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz. nº 7, cit., p. 8. 82 Cfr., C. Ossandon «La cultura de las clases subalternas en Gramsci», in Andes, año v, nº 7, Santiago de Chile, 1988, pp. 49-57. 83 Cfr., J. Cash Molina, La vida y la obra de Antonio Gramsci, Instituto chileno de estudios humanísticos, 1987 84 Cfr., M. Lebedinsky, Gramsci: pensador político y militante revolucionario, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1987. 85 Cfr., J. E. García-Huidobro, Gramsci y la escuela, cit., reimpreso en septiembre de 1987. 80

17

Universidad Gabriela Mistral, en Valparaíso por la Universidad católica de Valparaíso y en la ciudad de La Serena por organizaciones afines. Las comunicaciones al seminario dedicadas a la discusión del pensamiento de Gramsci fueron publicadas bajo la forma del volumen Gramsci, la nueva forma de penetración marxista, y editado en un número especial por la revista católica Communio, uno de cuyos fundadores, dicho sea de paso, es el actual Papa de la Iglesia católica Joseph Ratzinger. 86 El texto consta de una presentación a cargo de Jaime Antúnez Aldunate, en la época editor del suplemento cultural de El Mercurio, quien afirma que «si los países de cultura occidental, al margen de enfrentar los desafíos policiales que la subversión comunista supone, desean verdaderamente poner freno al marxismo, no tienen otro camino que afrontarlo en su versión gramsciana, combatiéndolo sobre todo en la perspectiva cultural, filosófica e ideológica».

87

La

publicación reúne, entre otras, las comunicaciones de Gianfranco Morra, de la Universidad de Bologna, del ex Ministro de la Cultura español, Ricardo de la Cierva, del Director de la revista Communio, Fernando Moreno, del teólogo Carlos Martínez, del cientista político, también español, Ángel Maestro, que ya había manifestado su posición sobre el tema publicando un artículo en El Mercurio el mes de agosto de 1987, con el sugestivo título de «La instrumentación gramsciana de la cultura». 88 El seminario tiene como blanco predilecto la labor de García Huidobro. «Recientemente —escribe el teólogo Carlos Martínez— un organismo vinculado a la Compañía de Jesús, el Cide, con sede en Santiago, acaba de editar un libro del pedagogo Juan Eduardo GarcíaHuidobro que en su momento defendiera arduamente la Enu y es conocido como experto en P. Freire. Este texto lleva por título Gramsci y la escuela. En el texto plantea que Gramsci a propósito de la situación educacional italiana propone como solución única la escuela única». 89 Un apéndice de la mencionada revista reproduce el debate televisivo conducido por Juan Guillermo Vivado y en el cual participan los españoles Ricardo de la Cierva y Ángel Maestro, junto a Christiane Raczynski, Karin Ebensperger, Guillermo Young y el propio Jaime Antúnez. 86

90

Es

Gramsci, la nueva forma de penetración marxista, Seminario realizado en Santiago de Chile, del 9 al 21 de noviembre de 1987, Communio, s/l, s/f. Como es sabido, Ratzinger fundó en 1972, con Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac entre otros, la revista teológica Communio, que hoy se publica en diecisiete lenguas (alemán, inglés y castellano, entre otros) y que se ha convertido en una de las publicaciones católicas conservadoras más influyentes. 87 Ibidem, p. 10. 88 A. Maestro, «La instrumentación gramsciana de la cultura», in El Mercurio, Santiago de Chile, 9 de agosto de 1987. 89 C. Martínez, «Teología de la liberación, educación popular e ideología gramsciana», in Gramsci, la nueva forma de penetración marxista, Seminario realizado en Santiago de Chile, del 9 al 21 de noviembre de 1987, Communio, s/l, s/f, p. 80. Recientemente García Huidobro, en su condición de miembro del Consejo asesor presidencial de la educación ha vuelto a recibir el ataque de la Iglesia chilena en un artículo intitulado, en referencia al informe del Consejo, «El lenguaje se asemeja mucho a la filosofía gramsciana», in El Mercurio, 17 de diciembre del 2006 D, 20-21. 90 Gramsci, la nueva forma de penetración marxista, in Communio, cit., anexo i

18

interesante observar que este debate lleva por título «Gramsci: neomarxismo y democracia» y que en él se desarrolla un esfuerzo por encasillar las reflexiones gramscianas dentro de la tan curiosa categoría de «neomarxismo» —cuyo estatuto escapa largamente de nuestra comprensión, digámoslo así— coincidiendo con los puntos de vista que desde entonces se ha venido imponiendo en nuestras universidades, donde la idea de presentar a Gramsci como «neomarxista» y de la existencia misma de un «neomarxismo», parece haber hecho su camino, mostrando evidentes conexiones con un conjunto de operaciones político académicas propias del postpinochetismo —«postmodernismo», «postcolonialismo», «estudios culturales», «estudios subalternos», «postestructuralismo» (que siguiendo a Sabato sería doblemente snob), etc.—, las que comentaremos más adelante.

91

«El

neomarxismo de Antonio Gramsci —dice, por ejemplo, Juan Guillermo Vivado, conductor del programa— continúa influyendo en los rumbos de muchos partidos izquierdistas o proclives a la izquierda de Occidente». 92 Un segundo apéndice republica la entrevista de El Mercurio a Augusto del Noce y Flavio Cappuci, considerados a juicio del mismo Antúnez Aldunate en su presentación al texto —recordémoslo— como «dos de los principales estudiosos del problema gramsciano en Italia». 93 Es interesante observar aquí cómo la expresión civil de la ideología instalada por la dictadura partir de 1973, encabezada por Jaime Guzmán y otros ideólogos del régimen, cristaliza diez años más tarde, en septiembre de 1983, en la fundación de la Unión demócrata independiente, partido político que se forma con la intención de darle una continuidad civil al régimen. Este partido, que deviene mayoritario en el Chile de la postdictadura, establece en 1991 en la localidad de Punta de Tralca, una Declaración de principios de 23 puntos, en cuyo punto 12, intitulada «Un nuevo rostro del marxismo», podemos leer: «El avance contemporáneo conduce a que progresivamente desaparezca el proletariado la fuerza con el perfil y la influencia que se le adjudicó en la sociedad industrial. El mundo se sitúa hoy en la era postindustrial, con una desarrollada economía de servicios y una ampliación del ámbito se las decisiones individuales, propio del progreso tecnológico actual. Ello torna cada día más obsoleta la estrategia leninista para establecer la dictadura del proletariado. El marxismo modifica así su fisonomía hacia enfoques más sutiles como el de Gramsci que preconizan apoderarse de las sociedades libres a través de la erosión de sus instituciones fundamentales y del dominio de la 91

Cfr., Vv. Aa., Posmarxismo. En los márgenes del marxismo, Cuadernos sociológicos, nº 1, Escuela de Sociología, Universidad Arcis, 2002. 92 Gramsci, la nueva forma de penetración marxista, in Communio, cit., anexo i, «Gramsci, neomarxismo y democracia», pp. 157-167. 93 Gramsci, la nueva forma de penetración marxista, in Communio cit., anexo ii, p. 169.

19

cultura. Para ello se fomenta la destrucción sistemática, especialmente los referidos a la familia y las costumbres públicas y privadas. El debilitamiento del matrimonio, la legalización del aborto y la permisividad frente a la pornografía y las drogas, son síntomas que, aunque de variados orígenes, se fomentan o aprovechan por esta nueva expresión gramsciana del marxismo, que hoy amenaza incluso los países más desarrollados del Occidente. Enfrentar los peligros que entraña dicha agresión contra el espíritu y los valores de la cultura occidental y cristiana, es una obligación de especial actualidad que la Udi asume y respecto a la cual alerta a los chilenos». 94 Es posible observar, entonces, la continuidad de la argumentación sobre Gramsci a través del seminario Desafíos actuales de la cultura occidental, publicado por la revista católica Communio, los artículos de El Mercurio y la Declaración de principios de la Unión democrática independiente. Tomando distancia del conflicto de interpretación y desde una perspectiva más amplia, el interés que suscita el pensamiento de Gramsci en sectores tan disímiles intelectual, política y culturalmente como los aquí citados hace posible afirmar que, en ese año de 1987, la figura de Gramsci entra de cuerpo entero en el debate nacional. IV Durante el último tramo del régimen dictatorial la actividad política en Chile tiende a concentrarse en el plebiscito de octubre de 1988 y en las elecciones de diciembre del año siguiente. Al calor de las circunstancias que rodean a estos hitos, el debate teórico parece ir paulatinamente cambiando de signo. La pugna por descalificar el pensamiento de Gramsci (El Mercurio, Communio) o, al contrario, por recogerlo como un referencia para avanzar en la transformación de la sociedad chilena (Mensaje, Cuadernos), va dejando paso a una mirada que, apoyada en el proceso de «renovación» —quizás sea más preciso llamarlo «transformismo»— 95 de las prácticas políticas de una buena parte de lo que había sido la izquierda chilena (proceso que encuentra su eje en la incorporación de un sector importante del Partido socialista de Chile al ideario liberal), establece otros «usos de Gramsci». Aparece entonces lo que podríamos llamar, parafraseando el título del 94

Unión demócrata independiente, Declaración de principios, Punta de Tralca 1991 (cursivas nuestras). Resulta interesante observar que los mismos argumentos sobre la destrucción sistemática, de la familia y de las costumbres públicas y privadas, sobre el debilitamiento del matrimonio, la legalización del aborto y la permisividad frente a la pornografía y a las drogas, se siguen repitiendo majaderamente por la derecha política y sus expresiones universitarias. A título de ejemplo, el profesor de la Pontificia Universidad católica de Chile, Mario Correa Bascuñan realizó recientemente en esa misma casa de estudios el seminario Gramsci y el relativismo, donde expone latamente estos conceptos ya anotados por la Udi. 95 Con el mismo sentido, la expresión fue utilizada en la Italia de fines del xix. Cfr., L. Bortone, «La cultura politica dell’Italia unita», in Storia d’Italia, coordinata da Nino Valeri, seconda edizione, vol iv, Torino, Tipografica sociale torinense, 1965; Gramsci hace igualmente referencia al «transformismo», cfr., A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 1238.

20

libro de Guido Liguori, un «Gramsci conteso»,

96

un Gramsci en disputa entre esta «renovación»

socialista y otras corrientes que, dentro del mismo socialismo —los comunistas habían elegido otra opción durante esa coyuntura—, seguían visualizando a Gramsci como una referencia fundamental dentro de una óptica de transformación de la sociedad.

97

Algunos trabajos muestran los enjeux de

este «Gramsci conteso»: «Identificar a Gramsci como marxista obliga a identificar la lectura precisa que él hace de la filosofía de la praxis», escribe v. gr., Antonio Cortés Terzi, en Gramsci: teoría política (Ensayo de interpretación y divulgación), aparecido en julio de 1989 se sitúa dentro de esta última perspectiva.

98

Cortés Terzi formaliza en su libro los problemas tratados en el seminario

«Teoría política en Antonio Gramsci», llevado a cabo del 11 al 27 de abril de ese mismo año en la comuna de Ñuñoa en el Centro de estudios Avance. «Los profundos y necesarios procesos de renovación teórica y política que hoy se viven dentro del pensamiento de la izquierda a nivel mundial y en nuestro país —dice la convocatoria al mencionado seminario—, han encontrado en la obra de Antonio Gramsci un permanente y poderoso estímulo, y un grado de influencia muchas veces poco asumido y reconocido. Las posibilidades teóricas abiertas con Gramsci para pensar la opción socialista en sociedades cada vez más complejas, su aporte al desarrollo y maduración de una concepción marxista del poder y del Estado, su aporte en la teoría del Partido y las vigencias de sus reflexiones a la luz del desafío histórico de reencontrar los idearios democráticos y socialistas, otorgan una vitalidad y una actualidad a la obra de Gramsci que obligan a profundizar su conocimiento, reflexión y divulgación. Avance quiere con este Seminario aportar en esas direcciones, e invita a todos quienes quieran sistematizar sus conocimientos sobre la obra de Gramsci y conocer la síntesis e interpretación que de ella hace el profesor Antonio Cortés. El Seminario está principalmente dirigido hacia quienes tengan ya un conocimiento básico en el trabajo teórico de Antonio Gramsci». 99 En 1989 aparece también el libro de Eduardo Sabrovsky Hegemonía y racionalidad política, conteniendo «una recopilación de artículos escritos entre mayo de 1987 y abril de 1989».

100

El

prefacio, redactado por Ernesto Laclau, señala que «Sabrovsky encuentra, no sorprendentemente, la importancia vital de la obra de Gramsci como comienzo de un discurso político que en ciertos 96

Cfr., G. Liguori, Gramsci conteso. Storia di un dibattito 1922-1996, cit. En rigor, Gramsci nunca perteneció al acervo del socialismo chileno. Buscando un marxismo que se opusiera al «marxismo-leninismo», el Partido socialista adopta desde su fundación en 1933 una posición que, pretendiendo ser innovadora -aquella de «recoger el marxismo como método»-, termina construyendo un equivalente al «materialismo dialéctico», un método que existe fuera de la historia. Cfr., E. González, «Fundamentación teórica del programa del Partido socialista», in Pensamiento teórico y político del Partido socialista, presentación selección a cargo de Julio César Jobet y Alejandro Chelén, Santiago de Chile, Quimantu, 1972, pp. 67-91. 98 Cfr., A. Cortés, Gramsci: teoría política (Ensayo de interpretación y divulgación), Santiago de Chile, América latina libros, 1989, p. 5. 99 Seminario «Teoría política en Antonio Gramsci», 11 al 27 de abril de 1989. Folleto del Centro de estudios Avance. 100 E. Sabrovsky Hegemonía y racionalidad política (contribución a una teoría democrática del cambio), Santiago de Chile, Las ediciones del ornitorrinco, 1989, p. 15.. 97

21

aspectos cruciales rompe con la tradición del marxismo clásico».

101

¿Existirá propiamente un

«marxismo clásico» o estamos frente a los prolegómenos de la instalación una lectura «neomarxista» de Gramsci? ¿O se trata de vincular de alguna manera a Gramsci con la moda postmodernista de la cual el propio Lacleau es un connotado animador? El texto de Sabrovsky, más allá de sus virtudes polémicas, sugiere perfectamente este tipo de interrogantes... Lo que parece cierto es que la necesidad de otorgarle un estatuto teórico a los pasos finales de una negociación que ya dejaba entrever —a veces demasiado groseramente— el frío cálculo de las necesidades instrumentales de la política (10 por 100 de las ventas de cobre para los militares; los medios de comunicación en manos de la derecha política, inviolabilidad del dictador, que para desgracia del pueblo chileno irá a morir tranquilamente en su cama) instala nuevos «usos de Gramsci»; necesidades instrumentales que conduce al mismo tiempo a algunos dirigentes del socialismo chileno a buscar en el pensador italiano un apoyo teórico a la serie de contubernios que conformaron en Chile la así llamada «transición a la democracia». Esta vez no se trataba de un problema de horizonte de visibilidad o de los límites y los énfasis que la época y las circunstancias le asignan a la recepción de un autor, sino de una operación política, de una manipulación consciente, organizada desde los pragmáticos objetivos del poder por los sostenedores de una también así llamada «renovación socialista», tendencia que —como dice análogamente Rossana Rossanda a propósito de un determinado sector de la izquierda italiana— «ahogando en la indeterminación de lo «político» toda armazón de clase, ha hecho del antijacobinismo de Gramsci una imitación gradualista y de su guerra de posiciones una teoría de la renuncia a la ruptura».

102

«Los intelectuales políticos de izquierda chilenos —observaba nuestro desaparecido Enzo Faletto, caracterizando en la misma dirección este proceso «renovador»—, guiados por su espíritu políticopráctico, utilizaron de modo fragmentado el pensamiento de Gramsci, sacando de él sólo partes que parecieron ser útiles al momento político que se vivía. Su comportamiento era el de una especie de bricoleur que toma objetos o partes de ellos sin mucha consideración al contexto al que pertenecen y los incorporan, resignificándolos, a una nueva estructura que para sus propios fines él persigue». 103

101

E. Sabrovsky Hegemonía y racionalidad política (contribución a una teoría democrática del cambio), cit., p. 15.. R. Rossanda, «La revolución italiana», in El pensamiento revolucionario de Gramsci, Universidad Autónoma de Puebla, 1978, pp. 83-84. 103 E. Faletto, «¿Qué pasó con Gramsci?», in Nueva sociedad, n° 115, Caracas, septiembre-octubre de 1991, p. 91. 102

22

Estos «usos» de Gramsci que buscaban implícitamente el beneplácito o la aceptación de la derecha política resultaron no obstante insuficientes para la tradicional voracidad de ésta. Para llevar la «renovación» de la izquierda chilena a sus últimas consecuencias iba a ser necesario también «superar» a Gramsci, como terminará pidiéndolo abiertamente en una entrevista realizada por El Mercurio el 14 de enero de 1990 José Joaquín Brunner, magnífico representante de este mismo espíritu «renovado». Luego de afirmar que «como pensador y teórico Gramsci ha tenido una influencia decisiva en los procesos de renovación», 104 Brunner, en lo teórico aún tributario de una matriz positivista de la que parece no haber logrado nunca desembarazarse del todo y en lo político siempre dispuesto a buscar las simpatías de la derecha, pretende que en Gramsci el tema de la hegemonía, vale decir, el de la «conducción intelectual y moral», sería insuficientemente tratado o —¡Dios nos libre!— el producto de una visión «ambigua» (sic!). 105 «La visión de Gramsci es ambigua —dice Brunner— cuando uno pretende introducirla dentro de una matriz de pensamiento democrático, precisamente por la ambigüedad del concepto de hegemonía. Yo, personalmente creo que, en una lectura rigurosa de Gramsci, su visión de hegemonía es incompatible con el juego democrático. Es imposible pensar que uno puede generar una mayoría absolutamente coherente y estable en torno a una concepción única del mundo y hacerla compatible con el juego democrático, el cual es mucho más flexible y cuyos elementos de pluralismo, de diferenciación cultural, ideológica y de alternancia en el poder son centrales a su esencia. Creo que debemos hacer una lectura crítica de Gramsci y superar su noción de hegemonía en la forma en que se desprende de sus textos». 106 Despejando la curiosa idea de que para Gramsci la hegemonía sería «una mayoría absolutamente coherente y estable» —definición obviamente ajena a Gramsci—, resulta por lo menos extraño constatar aquí como Brunner parece atribuir tácitamente la posibilidad de construir hegemonía (para él, posibilidad antidemocrática o totalitaria) solamente a los sectores populares, no viendo o, mejor, en su afán «renovador» no queriendo ver la presencia de la hegemonía realmente existente que han venido construyendo durante toda la historia de Chile aquellas mismas fuerzas sociales que impusieron la dictadura militar, la represión, el control de la información, y que se aprestaban en ese momento a distribuir cartas en el gobierno civil. La hegemonía estuvo y está presente bel et bien en Chile antes, durante y después del momento coactivo (el golpe militar), y reproduce la visión del mundo de la oligarquía del dinero, de aquellos sectores sociales que —como dijera Salvador 104

J. J. Brunner, «¿Por dónde va la Renovación socialista?», in El Mercurio, Santiago de Chile, 14 de enero de 1990, entrevista a José Joaquín Brunner realizada por Lucía Santa Cruz (sección D, p. 9). 105 Ibidem. 106 Ibidem (cursivas nuestras).

23

Allende en su último mensaje desde el Palacio de La Moneda—, «estarán hoy en sus casas, esperando, con mano ajena reconquistar el poder para poder seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios». 107 La hegemonía es un dato, un hecho fáctico otorgado por una correlación de fuerzas que no se elude pretendiendo estar por encima del bien y del mal o pretextando de que la democracia es un juego neutro que puede ser amenazada exteriormente por la existencia de esta misma hegemonía. Seguramente la lectura apresurada que Brunner realiza de Gramsci no le ha permitido nunca enterarse que para éste, entre los objetivos de la lucha política, está el «hacer intelectualmente independientes a los gobernados de los gobernantes... destruir una hegemonía y crear otra».

108

Brunner no ve o, mejor, no quiere ver que la hegemonía de un sector social o de otro es un dato de toda sociedad de clase como la nuestra y por tanto que la democracia posible en esas condiciones no tiene otra opción que otorgarle garantías a las distintas visiones de mundo expresadas como política de clase (y no como mera administración); que los momentos donde la democracia ha alcanzado mayor expresión en nuestro país ha sido justamente al período que podemos situar entre 1967 y 1973, durante los últimos años de la Democracia cristiana y durante el gobierno de Salvador Allende, de otra manera, durante los momentos en que las fuerzas populares han estado en el gobierno, y que la destrucción de la democracia en Chile, que nosotros sepamos, fue obra de la derecha y no de esas fuerzas populares. Bref, en Chile se han desarrollado formas más o menos democráticas durante ciertos períodos de la vida política, pero ha existido siempre hegemonía, lo que muestra el absurdo de la argumentación «renovada». Afortunadamente, al Brunner y al Mercurio les sale al paso en la revista Análisis, la fina perspectiva Antonio A. Santucci, estudioso de Gramsci, editor de la Lettere dal carcere de Gramsci

109

y durante muchos años director del

Centro de estudios gramscianos del Istituto Gramsci de Roma. 110 «Se habla allí con una banalidad sorprendente —dice Santucci refiriéndose a la entrevista del 14 de enero—, hay una insistencia en establecer una incompatibilidad con el Gramsci teórico de la hegemonía, aduciendo que hegemonía y democracia no pueden concordarse. Y todo ello se explica 107

S. Allende, «La Moneda, 11 de septiembre de 1973», in Salvador Allende, Obras Escogidas, ed. cit., p. 670 A. Gramsci, in Quaderni del carcere, cit., p. 1319 (cursivas nuestras). 109 Cfr., A. Gramsci, Lettere dal carcere, a cura di Antonio A. Santucci, Palermo, Sallerio editore, 1996. 110 Cfr., A. A. Santucci, Senza comunismo, Labriola, Gramsci, Marx, Roma Editori Riuniti, 2001; «Per la verità: intellettuali, classe, potere», in Gramsci e la rivoluzione in Occidente, Roma, Editori Riuniti, 1999, pp. 301-311; Antonio Gramsci 1891-1937, Guida al pensiero a agli scritti, Roma Editori Riuniti, 1987; «El nexo política-cultura en Gramsci», in Cuadernos del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, nº 7, Santiago de Chile, octubre / diciembre de 1987, pp. 10-17; Gramsci, Roma, Newton e Compton, 1996 (traducción castellana: Gramsci, Santiago de Chile, Lom ediciones, 2005) 108

24

a través de formulismos, estereotipos, que en realidad me hacen pensar en una falta de autonomía en el plano político y en una falta de conocimiento, ya que una síntesis de la teoría gramsciana, de la democracia y pluralismo, es un asunto complejo sobre el que no se pueden aplicar fórmulas fáciles... José Joaquín Brunner piensa que Gramsci es todavía demasiado marxista, demasiado ortodoxo, demasiado ligado a la tradición... José Joaquín Brunner no entiende nada de Gramsci». 111

Las posiciones de Brunner se reiterarán en marzo y en mayo de 1990 en dos artículos aparecidos en el diario La Epoca presentando más o menos la misma argumentación

112

y van a encontrar

igualmente respuesta también en dos artículos, esta vez de Antonio Cortés Terzi, respectivamente, en abril y julio del mismo año y también en La Epoca.

113

Vista en perspectiva, sin embargo, la

argumentación de Brunner muestra no ser sino solamente un síntoma —y no el más fino— de la cultura neoliberal que se instalaba en la vida chilena y en el mundo. La crisis terminal del socialismo de Estado y la caída del muro de Berlín —que precede en escasas semanas del término de la dictadura en Chile— elevaba al bloque liderado por los Estados Unidos a la condición de fuerza triunfante de la Cold War, mientras el staff político de la administración norteamericana, adelantándose al nuevo escenario, replantea, a través del el Documento de Santa Fe II, su diseño político imperial para América latina, señalando que «los funcionarios norteamericanos no han entendido el profundo conflicto cultural que está teniendo lugar en los países latinoamericanos» 114 y que resulta necesario tomar precauciones tanto frente a la teología de la liberación, «una doctrina política disfrazada de creencia religiosa», teórico marxista»,

116

115

como frente a Gramsci, ese «importante y renovador

conflicto cultural que para ser controlado de acuerdo con los intereses

norteamericanos «requiere que el mecanismo político permanente... sirva los intereses de la

111

A. A. Santucci, «El Gramsci de los años 30 sigue vigente», in Análisis, Santiago de Chile, enero de 1990, pp. 53-54 (cursivas nuestras). 112 Cfr., J. J. Brunner, «Gramsci: derecha e izquierda», in La Época, Santiago, 1º de marzo de 1990, y J. J. Brunner, «Gramsci, un legado polémico», in La Época, Santiago, 21 de mayo de 1990. Una recopilación de estos artículos fue realizada con el título de «Las nuevas izquierdas», por la revista Avances de actualidad, nº 5, del Centro de estudios Avance, Santiago de Chile, agosto de 1990. 113 A. Cortés, «Brunner: la renovación que ignora», in La Época, Santiago, 5 de abril de 1990, y A. Cortés «Socialismo renovador: hegemonía y democracia», in La Época, Santiago, 10 de julio de 1990. 114 «América Latina : la nueva estrategia norteamericana. Documento de Santa Fe II», in Araucaria, n° 45, Madrid, 1989, p. 20. El Documento de Santa Fe II fue preparado para la administración de George Bush por el mismo equipo de asesores que redactaron el Documento de Santa Fe I, para Ronald Reagan. En este grupo destacan L. Francis Bouche, Roger Fontaine, David Jordan Godon Summer Jr., todos vinculados a círculos académicos o militares de Estados Unidos. 115 Ibidem. p. 21. 116 Ibidem.

25

sociedad»,

117

aproximación en la que puede leerse, como han demostrado los años recientes, una

política de «democracia controlada» —en realidad, cada vez más controlada— articulada con una internal preventive war. 118 «Ninguna elección democrática puede modificar la continua inclinación hacia regímenes estatistas —continúa el Documento de Santa Fe II— si la industria de la elaboración de la conciencia está en manos de intelectuales estatistas. Los medios de difusión, la iglesia y las escuelas continuarán desviando las formas democráticas hacia el estatismo si los Estados Unidos y los nuevos gobiernos democráticos no reconocen esto como lucha del (propio) régimen. La cultura social y el régimen deben ser concebidos para proteger una sociedad democrática... El desarrollo de una política cultural es decisivo para el apoyo de Estados Unidos la gestión latinoamericana encaminada a mejorar la cultura democrática». 119 Volveremos sobre estos puntos. 120 V Cuando aún no concluía la primera mitad de los años 1990 se iba poniendo ya de manifiesto el alcance de las modificaciones que en el plano económico, social y sobre todo cultural habían traído para Chile los años de una dictadura militar, modificaciones asociadas al proyecto de refundación capitalista en plena realización y tributario de la forma específica que adquiere en Chile el «mecanismo político permanente» que evoca el Documento de Santa Fe II. El disciplinamiento de la fuerza de trabajo logrado a través de la represión durante los años de la dictadura así como el nuevo sistema de referencias articulado en torno a un mercado oligopolizado que transforma nuestra sociedad en un tremendous monopoly games, son internalizados durante este período por la mayoría de la población la cual, trabajando cuarenta y ocho horas a la semana, confunde felicidad con consumo y percibe el quehacer político como una esfera mediada, como un asunto de aquellos que, elegidos cada ciertos años, tienen a su cargo la administración del poder, con lo cual se rompe el vínculo entre representantes y representados propio del despliegue de cualquier forma democrática. La dictadura deja instalado así un sentido común que, aún pensado críticamente termina siendo 117

Ibidem, p. 20. Cfr., América latina en la encrucijada : el desafío para los países trilaterales, traducción integral no oficial del 39º informe a la Comisión trilateral, preparado y presentado en la reunión de Washington de los días 21 al 23 de abril de 1990. 119 «América Latina : la nueva estrategia norteamericana. Documento de Santa Fe II», in Araucaria, n° 45, cit., pp. 2224. 120 Sobre la presencia de Gramsci en el Documento de Santa Fe, véase a O. Fernández, «In America latina», in Vv. Aa., Gramsci in Europa e in America, Bari, Laterza, 1995, pp. 141-157. 118

26

aceptado por el pueblo chileno, tan grande fue su derrota.

121

Sin conexiones orgánicas con otros

procesos culturales, atomizada por el efecto coercitivo de los años de represión, desmoralizada por la frustración de sus expectativas democráticas, sin ninguna presencia en los medios de comunicación que crean opinión en nuestro país, las grandes mayorías de la población chilena de los años 1990 no parece existir sino como consumidora y espectadora.

122

El debilitamiento de las

formas orgánicas de circulación de la cultura política de los trabajadores —sindicatos, agrupaciones populares, partidos— contribuye a facilitar esta autonegación de las potencialidades de la praxis política y de la misma identidad social de los actores. La ausencia de referentes y de movimientos sociales y por la tanto de vasos comunicantes entre la actividad social y la creación intelectual que conlleva este gigantesco proceso de desagregación de la vida social característico de los años del pospinochetismo va generando, además, un conjunto de nuevos intelectuales que se piensan a si mismos como «productores de sentido» y que va construyendo, como dice Enzo Faletto, «la autoimagen de un grupo social que está por encima de los intereses de las clases, que es portador de una racionalidad que le es propia y que se asume casi como el portavoz de esa racionalidad». 123 El ejercicio de la política en estas condiciones se viene transformando en la práctica de una libertad inofensiva, donde la masa de administrados sólo puede actuar en calidad de «electores» y donde los proyectos políticos que conciernen a toda la población se planifican con criterios de marketing, identificando, entonces, democracia y mercado. «Por una especie de automatismo verbal y mental —escribe José Saramago— que no nos deja ver la cruda desnudez de los hechos, seguimos hablando de la democracia como si se tratase de algo vivo y actuante, cuando de ella nos queda poco más que un conjunto de fórmulas ritualizadas, los inocuos pasos y los gestos de una especie de misa laica».

124

«Es lo que hay», responde como un eco resignado, fingunt simul creduntque, el

pueblo chileno, al que su propia sociedad se le representa como una suma de presentes, como

121

Cfr., J. Massardo, «Cultura y globalización, las tres últimas décadas de vida política en la sociedad chilena», in Le Monde diplomatique (versión castellana, edición chilena), año iv, n° 34, Santiago de Chile, septiembre del 2003, pp. 1415. 122 «Les images que se sont détachées de chaque aspect de la vie -escribía Guy Debord en 1967- fusionnent dans un cours commun, où l’unité de cette vie ne peut plus être rétablie. La réalité considérée partiellement se déploie dans sa propre unité générale en tant que pseudo-monde à part, objet de la seule contemplation. La spécialisation des images du monde se retrouve, accomplie, dans le monde de l’image autonomisée, où le mensonger s’est menti à lui-même», G. Debord, La société du spectacle, Paris, Gerard Lebovici, 1989, p. 9. 123 F. Zerán, «Enzo Faletto rompe tres décadas de silencio Necesitamos una nueva ética de comportamiento», entrevista a Enzo Faletto, in El Rocinante, año V, nº 41, marzo del 2002, p. 5. 124 J. Saramago, «Este mundo de la injusticia globalizada», in Le Monde diplomatique (versión chilena), nº 17, marzo del 2002, p. 3.

27

formas de vida social que-estuvieron-siempre-allí, como «la forma final de todo gobierno humano». 125

Aunque en 1991, para el centenario de nacimiento de Gramsci, todavía se publica en la revista Análisis algún trabajo de divulgación Leal,

127

126

y aparece Gramsci. La ciudad futura, de Antonio

la lectura de Gramsci en Chile parece irse constituyendo ya un ejercicio anacrónico y su

obra parece correr la misma suerte que la de los otros textos críticos, compañeros de utopía: la de verse arrojada al cesto de los papeles que se escribieron cuando aún la historia existía y los seres humanos podíamos soñar en organizar la sociedad de otro modo; tiernos relatos dorados, escritos con una curiosa fe en la praxis y en sus potencialidades, textos que, releídos desde la vulgaridad del mercado y desde de la era posmoderna, parecen comenzar todos por aquella frase de nuestros cuentos infantiles, «érase una vez»... El estudio de la obra gramsciana es reemplazado de esta manera por la puesta en vitrina de una colección de referencias genéricas de inspiración postmoderna, escritas por supuesto fuera de contexto y que circulan, además, a través de una producción que facilita la imagen de un Gramsci que sirve un poco para todo, pero que resulta particularmente útil como forma de intentar dibujar —tijeras y engrudo a la mano— una referencia teórica para una transición a la democracia que en Chile nunca ha existido. No debe extrañarnos, entonces, que el Capitán de Fragata Omar Gutiérrez, Master of Arts in Military Sociology, por la University of Maryland, en los Estados Unidos, publique en la Revista de la Marina, con la cual colabora desde 1991, un artículo intitulado «Gramsci, la cultura y el papel de los intelectuales», en el que presenta a Gramsci como «un organizador comunista ortodoxo antes de la Segunda guerra

125

F. Fukuyama, inicialmente en el conocido artículo de The national Interest, nº 16, 1989 y retomado en The end of History and the Last Man, Citamos aquí la versión francesa: La fin de l’histoire et le dernier homme, Paris, Flammarion, 1992, p. 11. Cierto es que tal perspectiva no es nueva y toda la labor desarrollada por Marx tiende justamente a mostrar la naturaleza histórica del capitalismo. Puede recordarse también que en el Mundo Feliz de Aldoux Huxley no se enseñaba historia y en el 1984 de George Orwell la historia se rescribía permanentemente, aspiración que seguramente subyace en los trabajos de Karl Popper. Pero la era neoliberal va más allá. No se trata de las «robinsonadas» de la economía política naciente ni de utopías negativas y ni siquiera de las burdas tentativas del análisis popperiano. Se trata de plantear bel et bien, el fin de la historia. El neoliberalismo reinante instala así un discurso legitimante cuyo rasgo más característico está constituido por la premisa de que el escenario al cual nos ha conducido la actual fase de acumulación, desembarazado de toda reconstrucción genética, de toda lectura del pasado que pueda nutrir una reflexión crítica sobre el presente y que implique la reconstrucción de la memoria colectiva, constituye un punto de llegada necesario, dotado de una determinada universalidad y cuya naturaleza no podría ser entonces modificada. Garantizar la vida como una suma de presentes obliga a evacuar una historia. Paisaje dantesco, infierno sobre la tierra, desintegración, atomización. «Plus de passé, plus de landemain. Plus d’attente, plus de rêve. Vivre vite, dans l’instant déraciné»… D. Bensaïd, Walter Benjamin, Paris, Plom, 1990, pp. 215-216. 126 J. Massardo, «Hace un siglo, Gramsci... », in Análisis, n° 370, Santiago de Chile, febrero de 1991. 127 A. Leal, Gramsci. La ciudad futura, Santiago de Chile, Documentas, 1991.

28

mundial»

128

y sugiere —no se trata de una broma (conviene advertirlo) y el artículo muestra bien

hasta dónde puede ir la mentira y la falsificación de los intelectuales del sistema— que Gramsci fue encarcelado por los propios comunistas. «(Gramsci) —nos dice el autor— se dio cuenta que el partido comunista de su país funcionaba mal, situación que lo motivó a efectuar críticas abiertas al partido, lo que trajo como consecuencia el que fuese encarcelado y condenado a veinte años de presidio» (sic!). Allí escribió su conocido trabajo Los cuadernos de la cárcel... Gramsci, en coincidencia con Marx, reconocía la importancia de los factores estructurales, especialmente la economía, sin embargo, no creía que éstos provocaran la revuelta de las masas. Asimismo visualizó que en su país, la tarea más difícil para un revolucionario era convencer a las víctimas de la represión que eran tales (sic!). 129 ¿Podemos pensar que estos enfoques obedecen solamente a la casualidad? ¿Podemos creer que la deformación deliberada y sistemática del pensamiento de Gramsci sea puramente el fruto de algunas lecturas apresuradas o, simplemente, de la ignorancia? Examinemos más de cerca el Documento de Santa Fe II. «El importante e innovador teórico marxista que reconoció la relación de los valores que la gente observa en la creación del régimen estatista fue Antonio Gramsci (1891-1937). Gramsci —nos dice el citado documento— afirmaba que la cultura o el conjunto de valores de la sociedad mantienen primacía sobre la economía. Según Gramsci, los trabajadores no conquistarían el régimen democrático pero los intelectuales sí (sic!). Para Gramsci la mayoría de los hombres tienen los valores comunes de la sociedad, pero no están concientes de porqué sostienen sus puntos de vista o de cómo los adquirieron en primera instancia. De este análisis se desprendía que era posible controlar o dar forma al régimen a través del proceso democrático si los marxistas podían crear los valores comunes dominantes de la nación. Los métodos marxistas y los intelectuales marxistas podrían lograrlo mediante la dominación de la cultura de la nación, un proceso que requería una fuerte influencia en su religión, escuelas, medios de difusión masiva y universidades. Para los teóricos marxistas el método más prometedor para crear un régimen estatista es un ambiente democrático, es a través de la conquista de la cultura de la nación». 130 La imagen del pensamiento de Gramsci que nos presentan los autores del Documento de Santa Fe II es a todas luces pedestre, evidentemente deformada y francamente reductora, pero no estamos obligados a creer en que dichos autores lo ven realmente así. Es más bien la propia referencia a

128

O. Gutiérrez, «Gramsci, la cultura y el papel de los intelectuales», in Revista de la Marina, nº 4 / 1997, Armada de Chile, vol 115 / 839, p. 327. 129 Ibidem (cursivas nuestras). 130 «América latina: la nueva estrategia norteamericana. Documento de Santa Fe II», in Araucaria, n° 45, cit., p. 21.

29

Gramsci presentado además como «importante y renovador teórico marxista» la que llama nuestra atención y nos suscita algunas reflexiones. Anotemos aquí, al pasar, tres de entre ellas: i) El marxismo, que podría quizás pensarse como «una ejemplificación histórica del «mito» soreleano» en el sentido que Gramsci le atribuye a Il Principe, de Niccolà Machiavelli,

131

contribuyó, sin lugar a dudas, tanto en Chile como en toda América latina a la orientación del movimiento popular, en particular a los trabajadores, colocando piedras angulares de su organización y de sus heroicas luchas políticas como clase, pero fue, al mismo tiempo —con excepciones notables como, entre otros, la de Mariátegui, en Perú—, portador de fórmulas teóricas que fueron recibidas en nuestro continente como cuerpos de ideas, como «doctrinas» —se acostumbraba a decir— que podían ser «aplicadas», presentándose así como «resultado», a contrapelo de una realidad social «compleja y rebelde».

132

La condición subalterna de este

marxismo con respecto al imaginario liberal imperante o a al propio jacobinismo, lo fue alejando de manera significativa de la propuesta cognoscitiva y política de la filosofía de la praxis elaborada originalmente por Marx, terminando por asignarle importantes límites a su capacidad interpretativa y, en consecuencia, a su función de «guía para la acción» para los trabajadores, colocando sobre el tapete, desde la última década del siglo xx, la urgencia de un esfuerzo capaz de producir una nueva síntesis, de un nuevo momento de elaboración de la dialéctica entre necesidad y praxis, entre historia y filosofía, esfuerzo que encuentra su point d’appui en el pensamiento gramsciano. Es la posibilidad de esta nueva síntesis y, en particular, las posibilidades de influencia en América latina

131

Ibidem, p. 1555. Resulta así de utilidad recordar aquí muy sucintamente que el marxismo -que reemplaza al nazismo y antecede al «terrorismo» entre los enemigos demonizados por Estados Unidos-, llega a Chile así como al conjunto de nuestro continente como expresión tributaria de la lectura positivista (evolucionista, economicista, cientista, teleológica...) que orienta la actividad de la Internacional socialista; lectura que, a través del guedisme y del socialismo español o, más bien madrileño, llega hasta nosotros pasando por la plaque tournante que hasta la Primera guerra mundial, representa para Chile Buenos Aires y el socialismo argentino. 132 La revolución rusa abre durante su fase heroica, una nueva interpretación del marxismo de significativa influencia en nuestro país, hasta que, a partir de la segunda parte de los años 1920 y como producto de su propia evolución política, el proceso soviético establece una lectura metafísica de la obra de Karl Marx, el así llamado «marxismo-leninismo», cuyos contenidos se apoyan, como se sabe, en las categorías de «materialismo histórico» y «materialismo dialéctico», exteriores y aún contradictorias con el pensamiento del propio Marx; lectura que se desliza hasta nuestro país esta vez por las vías de los manuales de la Internacional comunista.(«El jefe de la escuela (caposcuola) de la filosofía de la praxis -anota Gramsci refiriéndose a Marx- no ha llamado jamás «materialista» a su concepción... Así no adopta jamás la fórmula «dialéctica materialista» sino «racional», en contraposición a «mística», lo que da al término «racional» un significado bien preciso»... Sobre esta cuestión hay que volver a ver lo que escribe Antonio Labriola en sus Ensayos. A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 1411). La influencia de ésta en la formación de buena parte de la élite del movimiento popular va a marcar su actividad hasta el golpe de Estado de 1973, para irse descomponiendo paulatinamente durante los años de la Resistencia a la dictadura y terminar derrumbándose junto con el Muro de Berlín. 132

30

del pensamiento de Gramsci que, en nuestra opinión, el Documento de Santa Fe II se propone extirpar de raíz. Cuando el marxismo ha caducado entonces en sus versiones socialdemócrata o socialista (cuyas expresiones políticas se integran antes o después al sistema) y comunista soviética (que se extingue producto de su propia estrechez), he aquí que aparece en Gramsci una relectura del Marx articulada en torno a la filosofía de la praxis que encuentra una importante recepción en América latina,

133

un Gramsci que «sobrevive a la caída de todos los muros»

134

y cuya presencia «se hace

sentir en muchos de los más lúcidos análisis de los propios latinoamericanos acerca de las realidades de nuestra América»,

135

porque «Gramsci es el marxista que mejor ha resistido entre

nosotros a la actual ofensiva del neoliberalismo y del postmodernismo»...

136

El Documento de

Santa Fe II —y esto es lo que queremos subrayar aquí— percibe con claridad esta resistencia y la eventualidad de renovación cultural que porta el pensamiento de Gramsci y no presenta de ninguna manera frente a éste una posición ingenua, orientando una ofensiva cultural de gran envergadura sobre América latina.

137

Una buena muestra de esta ofensiva, que prolonga los argumentos del

seminario Desafíos actuales de la cultura occidental, publicado por la revista católica Communio antes citada, los artículos de El Mercurio y la Declaración de principios de la Unión demócrata independiente, la encontramos en el recientemente aparecido libro de Rodrigo García Pinochet, nieto del ex-dictador, en el que se habla de Gramsci como del «presunto sucesor de Marx»,

138

y

«del renacimiento a través de su figura, de un enemigo presuntamente caído en Berlín». 139 Incluso en aspectos de forma —Gramsci aparece en la misma portada del libro de García Pinochet— se reafirma esta lectura de Santa Fe, presentando al pensador sardo como el artífice de «los

133

El mejor trabajo al respecto sigue siendo, a nuestro parecer, el de José Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América latina, cit. De nuestra parte sobre este tema hemos publicado en Roma, «Gramsci in America latina. Questioni di ordine teorico e politico», in Gramsci e la rivoluzione in Occidente, a cura di Alberto Burgio e Antonio A. Santucci, Roma, Editori Riuniti, 1999, pp. 324-355. 134 J. Aricó, «Un pensamiento recorrido por la sospecha», in Nueva sociedad, n 15, Caracas, septiembre-octubre de 1991, p. 124. 135 C. N. Coutinho, «Gramsci y el «Sur» del mundo: entre Oriente y Occidente», in Poder y hegemonía hoy, Gramsci en la era global, cit., p. 202 (cursivas de Coutinho). 136 Ibidem. 137 «Gramsci culmina ingresando como antagonista principal del pensamiento imperial norteamericano en el Documento de Santa Fe II», decía Osvaldo Fernández durante las Jornadas de reflexión «A setenta años de la muerte de Antonio Gramsci», celebrado en la sede del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, el 6 y 7 de junio del 2007 en Santiago de Chile. Osvaldo Fernández, «La obra de Gramsci: una lectura personal», in El Siglo, Santiago de Chile., 29 de junio del 2007, p. 16. 138 R. García Pinochet, El caso Riggs. La persecución final a Pinochet, Santiago de Chile, Maye, 2007, p. 82. 139 Ibidem.

31

fundamentos para la concepción de un socialismo post guerra fría»,

140

—cuestión, en este caso,

absolutamente correcta— mientras recuerda que ya el ex-dictador había aludido la figura de Gramsci. 141 ii) En esta misma dirección, queremos también llamar la atención del lector sobre una afirmación que encontramos, también en el Documento de Santa Fe II, en el sentido de que la estabilidad política en América latina, léase la reproducción del sistema o la «gobernabilidad» — como se dice hoy—, «requiere que el mecanismo político permanente... sirva los intereses de la sociedad». Este «mecanismo político permanente», lo sabemos muy bien, cobra forma actualmente para Chile en una democracia restringida de carácter puramente formal, que descansa en el peso decisivo que dispone la élite al interior de la sociedad civil y que encuentra un lugar privilegiado en el control que ésta ejerce sobre medios de comunicación cuya función consiste en la reproducción de sentido común. 142 El papel que al interior del sistema juega esta sociedad civil como el lugar en el que se construye y en el que, eventualmente, se disputa la hegemonía y, por tanto, como el lugar en el que se configura la condición subalterna, resulta, sin embargo, dada justamente la fuerza del sentido común, escasamente visible para el propio mundo popular que realiza prácticamente esta condición subalterna en la cotidianidad de su vida y de su inserción social. Esta «invisibilidad» con respecto a la verdadera naturaleza de la sociedad civil da forma a un aspecto central de la «guerra de trincheras» que la élite lleva a cabo, paradójicamente, al interior de esta misma sociedad civil. 143

140

Ibidem, p. 84. Dicho sea de paso, García Pinochet toma sin citarlos, varios pasajes de nuestros propios escritos sobre el tema. Cfr., J. Massardo, «A propósito de la «fuerza expansiva» del pensamiento político de Antonio Gramsci», in Actuel Marx / Intervenciones, nº 1, segundo semestre del 2003, Santiago de Chile, Universidad Arcis, pp. 109-125, y J. Massardo, Investigaciones sobre la historia del marxismo en América latina, Santiago, Bravo y Allende editores, 2001. 141 García Pinochet, se refier a la entrevista realizada a Augusto Pnochet, por la revista Cosas, el 14 de septiembre de 1993. Cfr., R. García Pinochet, El caso Riggs. La persecución final a Pinochet, cit., pp. 82-83. 142 Cfr., G. Sunkel y E. Geoffroy, Concentración económica de los medios de comunicación, Santiago de Chile, Lom, 2001. 143 La lucha por imponer una visión de mundo por parte de estas élites encargadas de orientar la acción del capital encuentra un punto de apoyo privilegiado en este enmascaramiento de las categoría gramscianas. Así, la noción de sociedad civil, como muchos otros conceptos que se ha venido imponiendo entre nosotros a través de una serie de operaciones culturales promovidas por la élite y de la cuales no son ajenas las ni universidades chilenas ni otros puntos de difusión cultural del sistema, proviene del acervo liberal o neoliberal. Esta representación de la sociedad civil propia del mundo liberal o neoliberal «globalizado» se apoya en las siguientes premisas, las que, por lo demás, nunca los liberales o neoliberales se molestan en explicitar: i) la sociedad civil reemplaza, simplemente, la noción de «sociedad»; ii) la sociedad civil se entiende entonces como una esfera separada formalmente, orgánicamente, en la «realidad», del Estado (o gobierno) y no como una separación puramente metodológica del análisis; iii) la sociedad civil se entiende como oposición al Estado (pensado como gobierno o aparato de gobierno); iv) la sociedad civil se entiende como lucha desde «la base» contra el Estado visto como algo que aparece situado «arriba» de la estructura social, lo que parece entregarla a la sociedad civil una cierta legitimidad a priori; v) como producto de lo anterior, el refuerzo o la expansión de la esfera de la sociedad civil se asimila al refuerzo o a la expansión la «democracia»; vi) la sociedad civil se entiende además como esfera de lo «privado» (connotación positiva) donde estaría presente algo así como la «libertad», en

32

A propósito de esta «invisibilidad» de la función hegemónica de la élite y de la función del sentido común, nos gustaría decir aquí, sucintamente, en la medida en que está directamente relacionada con la recepción del pensamiento de Gramsci en Chile, algo sobre esta mediación o filtración que la cultura prevaleciente ejerce sobre el pensamiento gramsciano en lo que respecta a las categorías de sociedad civil, de hegemonía, de grupos subalternos y a la conexión entre ellas. Para este propósito conviene comenzar por recordar, aunque sobre esto se haya escrito mucho, que las propias circunstancias en que Gramsci produce estas categorías se ubican ya en la conformación de un nuevo escenario político que reemplazaba el que posibilitó la Revolución rusa. Las mutaciones que venían produciéndose en la historia política europea donde el ascenso vertiginoso de la lucha social de posguerra, que en Italia alcanza su climax con la ocupación de las fábricas durante el biennio rosso, encuentra sus límites en la liquidación de los Soviets en Hungría, en la derrota del Ejército Rojo en las puertas de Varsovia y en el fracaso de la revolución en Alemania.

144

Estas mutaciones no sólo modifican el escenario en el que se desarrollaba la lucha

social, poniendo término a la ola de optimismo que, desde octubre de 1917, venía impregnando el espíritu de los trabajadores italianos, sino provocan también, como escribe Rossana Rossanda, «la crisis de las categorías políticas en que habían sido pensadas las revoluciones de los años veinte». 145

La revolución no está ya a la orden del día y comienzan a anunciarse un conjunto de signos que

presagian «una relativa estabilización del capitalismo».

146

En ese contexto, la oposición entre las

nociones de «Oriente», asimilable a la experiencia de la Revolución rusa y a las características de las sociedades afines, y «Occidente», asimilable a las características de las sociedades de Europa oposición a lo «estatal» (connotación negativa) caracterizado como «control» (de allí a las nociones de «libertad de empresa» y de la sociedad civil como esfera de los «consumidores» no hay sino un paso pequeño). El resultado de esta lectura liberal o neoliberal se traduce en una aceptación y en un uso cotidiano de la idea de sociedad civil que no pone para nada en cuestión la lógica del sistema social y político dominante, o, más que eso, que resulta funcional a este mismo sistema. La sociedad civil «buena» o «positiva» y el Estado «malo» o «negativo» se enfrentan en la misma cancha (vale decir, con reglas del juego ya dadas de una vez y para siempre) y los avances de la sociedad civil son vividos como avances de la «democratización». La distorsión del concepto gramsciano de sociedad civil forma parte entonces de la misma «guerra de trincheras» que la élite lleva a cabo dentro de la propia sociedad civil. Puede acotarse que esta distorsión no de lleva a cabo sólo en la sociedad chilena. «Lo que trajo el término de sociedad civil a un amplio espectro de observadores, por lo menos en los Estados Unidos -escribe Joseph A. Buttigieg-, fueron los acontecimientos de Europa del Este y el desmantelamiento del bloque soviético. Esto no quiere decir que el uso cada vez más frecuente del concepto de sociedad civil fuese acompañado de una comprensión clara de su genealogía o sus diferentes matices». J. A. Buttigieg, «Gramsci y la sociedad civil», in Hegemonía, Estado y sociedad civil en la globalización, compilación a cargo de Dora Kanoussi, cit., pp. 39-40. Véase también, P, García Olivo, «El mito de la «sociedad civil», in Memoria, nº 215, México, enero del 2007, pp. 48-51. 144 P. Spriano, Storia del Partito comunista italiano, vol i, «Da Bordiga a Gramsci», sexta edizione, Torino, Einaudi, 1967. 145 R. Rossanda, «La revolución italiana», in El pensamiento revolucionario de Gramsci, cit., p. 83 (cursivas nuestras). 146 Cfr., E. Ragionieri, Il marxisme e l’Internazionale, Roma, Editori Reuniti, 1972.

33

central y occidental, es leída por Gramsci a partir de las diferentes relaciones que en ellas se establecen entre Estado y sociedad civil, distinción que a su turno le plantea el problema de una modificación sensible en la estrategia del movimiento obrero, la que debía pasar, de acuerdo con la metáfora tomada la de los escritos del general Krassnoff, 147 de una guerra de movimiento «aplicada victoriosamente en Oriente en el 17», Occidente».

149

148

a una guerra de posiciones, «que era la única posible en

En esta perspectiva interpretativa se sitúa Gramsci desde la intuición política de la

época del Ordine Nuovo

150

hasta la redacción de los Quaderni, buscando examinar los problemas

de la revolución en Occidente en torno al análisis de la derrota del movimiento obrero y de las posibilidades de revertirla avanzando en la construcción de una nueva hegemonía, de tal forma que el paso de la guerra de movimiento a la guerra de posiciones le parece «la cuestión de teoría política más importante del período de posguerra y la más difícil de resolver acertadamente». 151 La historia del siglo xx mostrará que el paso de la guerra de movimiento a la guerra de posiciones no irá a constituir solamente «la cuestión de teoría política más importante del período de posguerra» en el cual Gramsci actuó directamente en la vida pública italiana, sino una forma de lucha política que va a devenir bastante más permanente en la medida en que la modernidad se 147

Gramsci lee en prisión el libro del general Krassnoff, Dall’aquila imperiale alla bandiera rossa, Girenze, Salami, 1929. 148 A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 866. 149 Ibidem. 150 Cfr., A. Gramsci, «Due rivoluzioni», in L’Ordine Nuovo 1919-1920, a cura di Valentino Gerratana e Antonio A. Santucci, Torino, Einaudi, 1987, pp. 569-574 151 A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 801. En el Quaderno 13 (xxx), «Noterelle sul Machiavelli», al comentar la noción de «revolución permanente», Gramsci se refiere a los cambios que venían sucediéndose en Europa en las relaciones entre Estado y sociedad civil durante las últimas tras décadas del siglo xix. «La formula è propia di un periodo storico in cui nonesistevano ancora i grandi partiti politici di massa e il grandi sindicati economici e la société era ancora, per dir cosí, allo stato di fluidità sotto molti aspetti: maggiore arrettratezza della campagna e monopolio quasi completo dell’efficienza político-statale in poche città o addirittura in una sola (Parigi per la Francia), aparato statale relativamente poco sviluppato e Maggiore autonomia della società civile dall’attività statale, determinato sistema delle forza militari e del armamento nazionale, maggiore autonomia delle economie nazionale dai rapporti economici del mercato mondiale, ecc. Nel periodo dopo 1870, con l’espansione coloniale europea, tutti questi elementi mutano, i rapporti organizativi e internazionale dello Stato diventano piú complessi e massicci e la formula quarantottesca della «rivoluzione permanente» viene elaborata e superata nella scienza política nella formula di «egemonia civile». Avviene nell’arte política ciò che avviene nell’arte militare: la guerra di movimento diventa sempre piú guerra di posizione e si puo dire che uno Stato vince una guerra in quanto la prepara minutamente e técnicamente nel tempo di pace. La struttura massiccia delle democrazie moderne, sia come organización statali che como complexo di asociación nella vita civile, contituiscono per l’arte política come le «trincee» e le fortificazioni permanenti del fronte nella guerra di posizione: essi rendono solo «parziale» l’elemento del movimento che prima era «tutta» la guerra ecc. La quistione si pone per gli Stati moderni, non per i paesi arretrati e per le colonie, dove vigono ancora le forme che altrove sono superate e divenute anacronistiche». A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., pp. 1566-1567. En el reciente seminario, Poder, Estado y democracia, realizado en el doctorado de Estudios latinoamericanos de la Universidad Arcis y conducido por el profesor Lucio Oliver, éste llamaba la atención sobre estos parágrafos de los Quaderni, mostrando que esta preocupación existía también en el último Engels, particularmente en el Prólogo que redacta en 1895 a La lucha de clases en Francia, de Karl Marx.

34

establece, de manera creciente, como parámetro cultural; forma de lucha política cuya lógica será asimilada y puesta en práctica por las élites encargadas de orientar la acción del capital antes que por los trabajadores. Luego de la Segunda guerra mundial y sobre todo después de la coyuntura de 1968, con la enorme expansión de los medios de comunicación, el control a través de éstos de la representación, de los espíritus, de la conciencia, de la praxis política, se transforma en un fenómeno característico de la era moderna, fenómeno que se profundiza en condiciones de «globalización», en la cual la industria de la imagen se constituye en un elemento decisivo en la construcción de hegemonía al interior de las instancias culturales e intelectuales que conforman la sociedad civil. 152 Una forma de consenso, fruto de la indeferencia generalizada o de los procesos de internalización de los valores de la elite por parte de estos grupos subalternos, el «consenso pasivo e indirecto», como dice Gramsci, 153 se construye a través de estos mecanismos que ejercen sobre la población la misma discreta presión que una moda, sugiriendo de forma generalmente sutil, las orientaciones de lo que se estima «políticamente correcto». El fundamento de la democracia controlada y puramente formal a la que asistimos en Chile así como en otros lugares de América latina o del mundo se basa, en lo fundamental, en este ejercicio. 154 152

El reciente conflicto en Venezuela en torno a la concesión para wl canal Rctv, muestra bien este carácter decisivo de la industria de la imagen. 153 A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 1771. 154 A través de la difusión imágenes-símbolo los medios de comunicación han venido jugando un papel central en esta evacuación de la historia. El funcionamiento altamente centralizado de la Tv y de la prensa en Chile se traduce culturalmente, en un alto grado de estandarización de los gustos y de los criterios de consumo y, a través de éstos, de homogeneización de las conductas, de las actitudes, de los gestos, que van adquiriendo los receptores de las imágenessímbolo y los lectores de la prensa, homogeneización que se filtra por las rendijas que deja abierta la desestructuración de los referentes sociales económico-corporativos que se había venido dando los sectores populares así como diversos grupos medios hasta septiembre de 1973. El papel que jugaba el disciplinamiento de la fuerza de trabajo logrado a través de los mecanismo represivos de los primeros años del régimen militar viene siendo reemplazado así, paulatinamente, por un lo que podríamos llamar el «disciplinamiento de los espíritus». La constelación de imágenes-símbolo, por otro lado, no se agota en estas relaciones, sino que va modelando y multiplicando una concepción estética que participa significativamente en la conformación del nuevo escenario cultural, reforzando en planos diversos, más allá del mero consumo, la lógica simbólica sobre la que se apoya la nueva fase de acumulación. Así, la arquitectura emergente, que envuelve tan «naturalmente» el transcurrir de la vida cotidiana entregando un juego de formas sobre el que ésta se desliza, dibuja, a través de sus espacios, de sus líneas rectas, de «ese siniestro monumento a la línea recta levantado por el hombre moderno» del que nos habla Pietro Citati en su biografía de Tolstoi, (P. Citati, Tolstoi, traducción al castellano de Bárbara Lombarda, Bogotá, Editorial Norma, 1997, p. 70), una concepción funcional al nuevo ritmo de tiempo que propone el capital, dibuja nuestro tiempo, mostrando que, como escribía Walter Benjamin, «la construction joue le rôle du subconscient», (W. Benjamin, Paris, capitale du xix siècle, Paris, Editions du Cerf, 1989, p. 36), proponiendo simultáneamente una suerte de soporte material que se ve reforzado por los espacios donde la velocidad que busca alcanzar el «tiempo real» -como las autopistas-, una apropiación del mundo como una infinita suma de tiempos presentes, apropiación que determina la subjetividad colectiva, porque «el eclipse del tiempo interno (y su órgano, el sentido temporal «íntimo») significa que leemos nuestra subjetividad en las cosas exteriores», (F. Jameson, El giro cultural, Buenos Aires, Ediciones Manantial, 1999, p. 79). La música, con el hip-hop, como reproducción del ritmo de la sociedad, el cine, donde los efectos especiales ocupan el primer plano sustituyendo la labor propiamente artística por el artificio de la técnica, la pintura que evoca al kitsch, y que ilumina con

35

Insistamos aquí, aunque también sobre esto se haya escrito mucho, que Gramsci piensa la sociedad civil, o sea el lugar donde se debe llevar a cabo la estrategia de la guerra de posiciones, donde se disputa la hegemonía «en el sentido de hegemonía política y cultural de un grupo social sobre el conjunto de la sociedad, como contenido ético del Estado».

155

«En la noción general de

Estado —escribe—, se arrastran elementos que deben reportarse a la noción de sociedad civil (en el sentido, se podría decir, que Estado = sociedad política + sociedad civil, es decir, hegemonía acorazada de coerción»)», 156 aunque «el concepto de Estado... de costumbre es comprendido como Sociedad política (o dictadura, o aparato coercitivo para encuadrar (conformare) la masa del pueblo, de acuerdo al tipo de producción y la economía de un momento dado) y no un equilibrio de la Sociedad política con la Sociedad civil (o hegemonía de un grupo social sobre el conjunto de la sociedad nacional ejercida a través de las así llamadas organizaciones privadas, como la Iglesia, los sindicatos, las escuelas, etc.)».

157

La sociedad civil no es entonces para Gramsci una esfera

separada del Estado sino más bien su extensión a través del conjunto de «las así llamadas organizaciones privadas» en las que se disputa la hegemonía y en las que se plasma la condición subalterna que no es sino la forma en la que se realiza social y prácticamente esta misma hegemonía. El ejercicio del poder a través de la manipulación de esta condición subalterna muestra toda su eficacia bajo las formas políticas del mundo globalizado, cristalizando el «mecanismo político permanente» que el Documento de Santa Fe II aspira, tan generosamente, a que «sirva los intereses de la sociedad». Esta modernidad de la función de la hegemonía como ejercicio del poder es anotada por Gramsci en el Cuaderno 25 (xxiii), cuaderno temático redactado en Formia y precisamente dedicado a la historia de los grupos subalternos, lo que subraya, de paso, el nexo entre subalternidad y hegemonía y no de cualquier otra forma de ejercicio del poder. Comentando un ensayo de Ettore su histriónica estridencia los espacios que va remodelando el capital, porque, como apuntara alguna vez Ernst Bloch, «no se trata solamente del gusto por el kitsch en general; más sospechosa aún es la producción del kitsch humano» (E. Bloch, Le principe espérance, vol iii, Paris, Nrf., Gallimard, 1991, p. 534). El propio lenguaje -«las palabras son testigos que a menudo hablan más alto que los documentos», escribe Eric Hobsbawm (La era de la revolución 17891848, Crítica, Grijalbo Mondadori, Buenos Aires, 1997, p. 9)-, actuando como una suma de conectivos elementales, o a través de la lengua inglesa, que juega el papel que otrora le correspondió al latín, no escapan tampoco de esta transmutación. Así, el viajero que regresa a Chile después de veinticinco años de ausencia -nuestro caso, y permítasenos incorporar a esta nota un elemento casi anecdótico, pero que nos parece absolutamente pertinente- se asombra de encontrar un país donde los «problemas» hoy se denominan «temas», los que señalan de una manera eufemística e incontaminada las zonas de conflicto. 155 A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 703. 156 Ibidem, pp. 763-764 (cursivas nuestras). 157 A. Gramsci, Lettere dal carcere, a cura di Antonio A. Santucci, Palermo, Sallerio editore, 1996, pp. 458-459 (cursivas nuestras, mayúsculas en el original).

36

Ciccotti, aparecido en Confronti storici,

158

donde encuentra «algunas alusiones al desarrollo

histórico de las clases populares en la Comunas italianas», que se organizan a partir del siglo xi, 159 Gramsci advierte que «el método de «analogía» afirmado y teorizado por Ciccotti puede dar algún resultado «indicativo» («indiziario»)», 160 pero que sin embargo, «debe tomarse en cuenta (que) en el Estado antiguo y en el medieval, el centralismo tanto político-territorial como social (y uno no es sino función del otro) era mínimo. El Estado era, en un cierto sentido, un bloque mecánico de grupos sociales y a menudo de razas distintas: dentro del ámbito de la coerción político-militar que se ejercía en forma aguda sólo en ciertos momentos, los grupos subalternos tenían una vida propia, autosuficiente, instituciones propias, etc., y en ocasiones estas instituciones tenían funciones estatales que hacían del Estado una federación de grupos sociales con funciones diversas no subordinadas».

161

Al contrario «el Estado moderno sustituye al bloque mecánico de los grupos

sociales por su subordinación a la hegemonía activa del grupo dirigente y dominante, por consiguiente deroga algunas autonomías, que sin embargo renacen en otra forma, como partidos, sindicatos, asociaciones de cultura». 162 iii) Desde la perspectiva que nos interesa en este estudio se hace necesario subrayar que, desde los comienzos de la década de los noventa, esta caracterización de lo subalterno pensado como «subordinación a la hegemonía activa del grupo dirigente y dominante», a todas luces central en el pensamiento de Gramsci, va a disfrazarse, a desdibujarse e incluso ocultarse en la penumbra cuando comienzan a proliferar en América latina los así llamados «estudios subalternos», en los cuales la condición «subalterna» es asimilada de forma aleatoria a la de «excluidos», «oprimidos», «explotados», «rebeldes», «pobres», «bandidos», «dominados», «desposeidos», «marginales», «miserables», «bajo pueblo» u otras diversas categorías sociales que no son tratadas en relación con el ejercicio de la hegemonía por una clase social determinada, por muchos autores que, sorprendentemente, se reclaman gramscianos y que dicen además haberse inspirado en Gramsci. 163 Como anota Marcus A. Green, profesor de la Universidad de York, Canadá, en un texto intitulado significativamente Gramsci no puede hablar, «libros y artículos que dicen ser de inspiración 158

Cfr., E. Ciccotti, Elementi di «verità» e di «certezza» nella tradizione storica romana, in Confronti storici, MilanoGenova-Roma-Napoli Società editrice Dante Alighieri., 1929. 159 A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 2284. Sobre las Comuna italianas, véase L. Gatto, L’Italia dei Comuni e delle signorie, Roma, Newton e Compton editori, 1996. 160 Ibidem, p. 2286. 161 Ibidem, pp. 2286-2287. 162 Ibidem, p. 2287 (cursivas nuestras). 163 Cfr., J. A. Buttigieg, «I «subalterni» nel pensiero di Gramsci», in Vv. Aa., Gramsci e la rivoluzione in Occidente, a cura di Alberto Burgio e Antonio A. Santucci, Roma, Editori Riuniti, 1999, pp. 193-205.

37

gramsciana fueron publicados sobre la actividad y la historia de grupos subalternos en la India, América del Sur, Irlanda». 164 Este quid pro quo, 165 inducido o no, irá reemplazando el estudio de las expresiones histórico concretas del ejercicio de la hegemonía por estas nociones de «grupos subalternos» de ambiguo registro, terminando por enmascarar la comprensión de la función de la propia hegemonía, castrando así lo que, como decíamos, constituye uno de los aspectos centrales del pensamiento de Gramsci y, de paso, sembrando una confusión que contribuye a profundizar la separación entre pueblo chileno e intelectuales de oficio que se viene produciendo desde los años 1990. 166 Un precursor de estos «estudios subalternos» es, sin duda, Ranahit Guha, el que tuvo a su cargo entre los años 1982 y 1989 de la publicación de los Subaltern Studies 167 y que, de acuerdo a lo que escribe Joseph Fontana en el prólogo a Las voces de la historia y otros estudios subalternos, del mismo historiador indio, «analizaba los movimientos de insurgencia campesina en una perspectiva muy influida por Gramsci».

168

Sin entrar a examinar aquí la lectura de Gramsci que

realiza Guha, es posible acordar que su trabajo contiene, sin duda, un gran interés historiográfico.

164

M. A. Green, «Gramsci no puede hablar», in Hegemonía, Estado y sociedad civil en la globalización, compilación a cargo de Dora Kanoussi, cit., p. 98. 165 Aunque la discusión de este punto supera con creces el marco de estos apuntes, podemos anotar aquí, de paso, que el quid pro quo en cuestión, a nuestra manera de entender las cosas, proviene del error analítico que consiste en asignarles a los grupos llamados «subalternos», una función ontológica, como portadores de valores intrínsicos; de sostener que las reivindicaciones y las luchas de dichos grupos refuerzan una suerte de esencia subalterna abstracta, cuando al contrario, justamente por tratarse de luchas contra-hegemónicas, son el camino hacia la ruptura y hacia la disolución de su condición subalterna, la que va desapareciendo en la misma medida en que sus necesidades y la praxis que conduce a superarlas, empuja a estos grupos a su propia afirmación y a construir su propia visión de mundo, a una lucha por ganar la «dirección intelectual y moral» de la sociedad (A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 2010). Las formas de subalternidad tal como la entiende Gramsci, están destinadas a absorberse en la «sociedad regulada» (Ibidem, p. 734), instaurada por el proyecto cultural de las fuerzas que apuntan a conformar el nuevo «bloque histórico» (Ibidem, p. 1569) que expresa la forma concreta en que se presentan «la unidad entre la naturaleza y el espíritu (estructura y sobreestructura)» (Ibidem). Con su comprensión del fenómeno de lo subalterno, más allá de que el concepto tal como los autores señalados lo utilizan no provenga de Gramsci —lo que por supuesto sería totalmente legítimo—, éstos manifiestan ante todo una incomprensión de la dialéctica entre necesidad y praxis, ergo, una incomprensión de la naturaleza histórica de la vida social y de las luchas que en su seno se establecen enmarcadas en el escenario de la totalidad de la formación social analizada, donde el comportamiento de cada grupo debe examinarse en su relación con el conjunto que constituye la totalidad del escenario social, implicando por parte de estos autores a un callejón sin una salida analíticamente coherente. Es sobre todo esto lo que los separa de Gramsci. 166 Cfr., J. L. Gould, To Lead as Equals: Rural Protest and Political Consciousness in Chinandega, Nicaragua, 19121979, N. C., Chapel Hill, 1990; C. Legrand, Frontier Expansion and Peasants Protest in Colombia, 1850-1936, Albuquerque, N. Mexico, 1986;, F. E. Mallon, «Peasants and State formation in Nineteenth Century Mexico», Morelos, 1848-1858, in Political Power and Social Theory, nº 7, 1988, pp. 1-54. 167 Cfr., Subaltern Studies. Writings on South Asian history and society, Delhi, Oxford University Press, 168 J. Fontana, prólogo a Las voces de la historia y otros estudios subalternos, de Ranahit Guha Barcelona, Crítica, 2002, p. 12.

38 169

El problema aparece cuando —siguiendo a Fontana en el mismo prólogo— «quienes

continuaron la tarea de Subaltern studies han derivado posteriormente por el camino de un postcolonialismo encandilado en su propia verborrea que carece de la hondura y la riqueza de matices del pensamiento de Ranahit Guha», 170 por ello, «los trabajos reunidos en este volumen — concluye Fontana, refiriéndose a los escritos presentados en Las voces de la historia y otros estudios subalternos—, tienen poco que ver con esa moda confinada hoy sobre todo el campo de los llamados «estudios culturales»».

171

«Estudios culturales» que —observemos— comienzan a

instalarse en América latina justamente a partir de 1990,

172

conjuntamente con la moda del

«postmodernismo», del «postcolonialismo», del «postestructuralismo», del «neomarxismo» y, por supuesto, la de los «estudios subalternos». 173 Es durante este año, que coincide con la circunstancia de que Guha deja la dirección de los Subaltern Studies y de que los «estudios subalternos» comienzan a ser promovidos por la Latin American Research Review.

174

cuando el Documento de

Santa Fe II abre sus orientaciones en el campo institucional de las ciencias sociales latinoamericanas. Todos los elementos disponibles parecen entonces conducir a mostrar que, coincidencia o no, a partir de los años 1990, la lectura de Gramsci en Chile, como muy probablemente en el conjunto de América latina, se encuentra, invisibilizada o mediada por los alcances de una operación política cultural cuyos elementos de orden más general son posibles de

169

Para Guha un subalterno es cualquiera que esté subordinado «en términos de clase, casta, edad, género y oficio o de cualquier otro modo» (R. Guha, Preface a «Subaltern Studies I», in Selected Subaltern Studies, editados por Ranahit Guha y Gayatri Chakravorty Spivak, New York, 1988, p. 35), definición que, siendo, por supuesto, absolutamente legítima, no guarda relación ni con los problemas de la internalización de la visión de mundo de la élite ni con el pensamiento de Gramsci. Véase también al respecto «Algunos aspectos de la historiografía de la india colonial», in Las voces de la historia y otros estudios subalternos, en particular la «Nota sobre los términos «élite», «pueblo», «subalterno», y como se han utilizado», cit., pp. 41-42. 170 J. Fontana, prólogo a Las voces de la historia y otros estudios subalternos, cit., p. 15. «En las reflexiones de Guha continúa Fontana- hay muchas sugerencias útiles para aquellos historiadores que deseen superar la crisis de una práctica que ha acabado absorbida por la cultura dominante y ha perdido su capacidad de servir como una herramienta crítica», Ibidem. 171 Ibidem. 172 «Donde los estudios subalternos latinoamericanos marcan una desviación inicial del estilo de estudios culturales... es en la centralidad de la noción de «subalterno»... la noción de «subalterno» de Gramsci como condición general de subordinación, igualmente válida para clase, casta, género, raza, sexualidad, etc», Cfr., Vv. Aa., Estudios culturales y cuestiones globales, Catalina Castillón, Cristián Santibáñez, Marc Zimmerman, (Coordinadores), Santiago de Chile, Bravo y Allende editores, 2005. Véase también E. Gruner, «¿Estudios culturales o teoría crítica de la cultura»?, in El fin de la pequeñas historias: de los Estudios culturales al retorno (mposible) de lo trágico, Buenos Aires, Paidos, 2002. 173 Cfr, Boundary, nº 2, número especial acerca del debate sobre el postmodernismo en América latina 174 Cfr., F. E. Mallon, «Promesa y dilema de los estudios subalternos. Perspectivas a través de la historia latinoamericana», in American Historical Rrview, vol 99, nº 5, december 1994, (Separata del Foro del American Historical Rrview, pp. 1-23).

39

leer en filigrana y, a veces, abiertamente, en el mencionado Documento de Santa Fe II. 175 El rasgo predominante en esas concepciones apuntan a la instalación de un consenso interpretativo, a un paradigma —en el sentido de Thomas S. Kuhn—

176

que presente a Gramsci castrado de todo su

potencial político. El recuerdo de la sibilina intervención de los servicios de inteligencia norteamericanos en Chile en 1965, a través del llamado Plan Camelot, plan que como nos recuerda Armando Uribe, ex diplomático y ex profesor de La Sorbonne, «tuvo el financiamiento más cuantioso en la historia de las ciencias sociales»,

177

no puede dejar de plantearnos hoy algunas

preocupaciones al respecto, preocupaciones que se acrecientan al examinar la dimensión y la agresividad que conllevan las actividades de la National Endowment for Democracy, «entidad gubernamental —como anota Ricardo Alarcón de Quesada— destinada a financiar la guerra cultural»...

178

«Nunca —insiste el mismo Uribe— un proyecto más ambicioso que el Camelot se

había propuesto en materia sociológicas»...

179

A comienzos del siglo xxi ¿habrá abandonado el

Departamento de Estado norteamericano su decisión de influir en la vida académica y cultural chilena y latinoamericana a través de sus principales universidades? El Documento de Santa Fe y su tratamiento del pensamiento de Gramsci sugiere, a nuestro juicio, una clara respuesta... VI Los apuntes para el estudio de una difusión cultural que hemos venido realizando aquí muestran, de una manera resumida, las circunstancias en las que han venido tomando forma los que estimamos los principales momentos de recepción en Chile del pensamiento político de Antonio Gramsci, así como las mediaciones que esta misma recepción encuentra. Parece necesario entonces, antes de finalizar nuestro cometido, intentar brevemente visualizar, desde la perspectiva de conjunto que nos entrega este mismo estudio, la manera desde la cual nuestra propia lectura de Gramsci se inserta en este ejercicio, lectura que cobra forma a través de los intercambios realizados con trabajadores y

175

Cfr., C. Andonie, «El teórico de la hegemonía», in El Mercurio, Santiago de Chile, 30 de abril de 1997. En este artículo –y se trata sólo de un ejemplo. El Mercurio invierte el significado de la «guerra de movimiento», y la «guerra de posiciones». 176 T. S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México, Fondo de cultura económica, 1986. 177 A. Uribe, «El libro negro de la intervención norteamericana en Chile», in Intervención norteamericana en Chile (dos textos claves), Santiago de Chile, Editorial sudamericana, 2001, p. 45 (cursivas nuestras). 178 Cfr., Ricardo Alarcón de Quesada, «El fin del engaño y la última frontera», in Memoria, nº 215, México, enero del 2007, p. 58. La presencia de F. E. Mallon en el Centro de Estudios culturales de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, en enero del 2007, no puede de dejar de llamar la atención a este respecto. 179 A. Uribe, «El libro negro de la intervención norteamericana en Chile», in Intervención norteamericana en Chile (dos textos claves), cit., p. 45 (cursivas nuestras).

40

estudiantes en nuestro Taller de introducción a la obra de Antonio Gramsci que se ha venido desarrollando en instituciones culturales y académicas de algunas ciudades chilenas a partir del año 2000, en el que, por un período de tiempo indeterminado, nos instalamos en Chile. 180 El Taller —enuncia su programa— se propone acercar a la lectura de la obra de Gramsci a trabajadores, estudiantes y público en general que no necesariamente disponen de un conocimiento previo de ésta, buscando mostrar su actualidad y su pertinencia para esclarecer algunos de los desafíos teóricos, políticos y culturales del escenario social chileno en el siglo que comienza. De otra manera, para decirlo con el propio Gramsci, se trata de «la enseñanza de la filosofía dirigida no a informar históricamente al discípulo sobre el desarrollo de la filosofía pasada, sino a formarlo culturalmente, a ayudarlo a elaborar críticamente su propio pensamiento para participar en una comunidad ideológica y cultural (Quaderno 11 (xviii))». 181 Esta voluntad de «acercar a la lectura de la obra de Gramsci a trabajadores, estudiantes y público en general», encuentra un pie en tierra cuando interrogamos los escritos gramscianos desde la analogía que es posible establecer entre las circunstancias que vive Gramsci en la Italia fascista y las que se desarrollan desde septiembre de 1973 en la sociedad chilena. De esta manera, un primer acercamiento a Gramsci se produce a partir de un aspecto central de su trabajo (en particular, aquel que encierran los Cuadernos de la cárcel), a saber, el de la conciencia de la derrota. 182 «Ya en el período del Ordine Nuovo —escribe Valentino Gerratana realiza. en Gramsci. Problemi di metodo—, la polémica de Gramsci contra el fatalismo economicista del marxismo vulgar significa en el fondo propiamente esto: la conciencia de que la crisis de la hegemonía burguesa no daría a luz (partorisce) espontáneamente la revolución socialista si no se construían sólidamente las condiciones de una nueva hegemonía... Gramsci partía de un hecho, la acontecida derrota de la clase obrera. Comprender las razones de la derrota era para él, en ese momento, el único modo de continuar el trabajo de la revolución... Gramsci analiza así las razones de la derrota desde diversos puntos de vista: buscando de un lado los más lejanos componentes históricos que se habían sedimentado en instituciones y en ideologías radicadas en la sociedad italiana, pero esforzándose al mismo tiempo por esclarecer los mecanismos típicos que permiten en la compleja sociedad moderna de Occidente capitalista, la continua recomposición, en forma más o menos débil, de una hegemonía burguesa que ha entrado asimismo 180

Nuestro Taller Introducción a la obra de Antonio Gramsci ha sido llevado a cabo desde nuestro retorno a Chile, en Santiago a partir del año 2000 en el Museo Benjamín Vicuña Mackenna, en los locales de Cenda, en la Universidad Arcis, en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y en el Magíster de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile (Seminario «La recepción de la obra de Antonio Gramsci en América latina»), así como también en la Universidad de Concepción (en un convenio con la Federación de Estudiantes de la Fec), en la Universidad Arturo Prat de Iquique (en un convenio con la Federación de Estudiantes de la Feuap), y se desarrolla desde el año 2004 hasta la actualidad en la Universidad de Valparaíso. 181 Programa del Taller Introducción a la obra de Antonio Gramsci, Universidad de Valparaíso, 2006, p 1. 182 Circunstancia análoga visualizada, como se recordará, en los textos de Portantiero para América latina y de Valdivia para Chile durante el período de la dictadura, que comentamos más arriba.

41

en una fase histórica de crisis irreversible. Las nociones teóricas que hacen posible este tipo de análisis esclarecen el horizonte en el cual se inscriben las nuevas posibilidades de hegemonía alternativa de la clase revolucionaria, como también la posibilidad opuesta de una nueva derrota... En estas mutaciones periódicas, la persistente fortuna del pensamiento gramsciano estimula la convicción, más o menos clara, que no en aquellos aspectos parciales del pensamiento de Gramsci sino en las raíces mismas de su temática está contenida una virtual fuerza expansiva no todavía del todo utilizada». 183 Los intercambios que realizamos en el Taller abren desde esta analogía una perspectiva analítica en la que las categorías gramscianas iluminan con una nueva luz los problemas de análisis de la sociedad chilena y las luchas por construir una comunidad democrática, contribuyendo a darle vida a esta «virtual fuerza expansiva no todavía del todo utilizada» de la que nos habla Gerratana. La derrota de septiembre de 1973 se expresa con claridad durante los primeros ocho o diez años de la dictadura, pierde eficacia cuando los trabajadores, el movimiento popular y, en general, un movimiento cívico, recuperan terreno durante las luchas callejeras de los años 1983-1986 y vuelve a imponerse y a tomar una forma más definida y seguramente más sutil y más profunda a partir del período 1986-1989, abriendo paso a nuevos elementos de conservación del sistema que se prolongan hasta el presente. Es a partir de la vivencia de la actualidad de esta derrota y del convencimiento de su carácter transitorio que podemos, como dice Aricó, «anteponer a la lectura de los Quaderni nuestro propio principio constructivo». 184 Es desde este esfuerzo por intentar «comprender las razones de la derrota de la clase obrera», en el que Gramsci va construyendo el andamiaje teórico cuya significación deviene esencial para captar la naturaleza profunda de las luchas sociales de «la compleja sociedad moderna de Occidente capitalista» desde donde, entonces, arranca la labor analítica de nuestro Taller, en el convencimiento de que este andamiaje teórico se revela de plena actualidad para potenciar las luchas de los trabajadores de nuestro país en función de desembarazarse del sentido común que constituye el centro de la herencia política que dejó instalada la dictadura y que los gobiernos civiles no han tenido —digámoslo así— la voluntad política de desmontar; sentido común que constituye la forma específica en que se manifiesta hoy el carácter subalterno de la visión del mundo de los trabajadores chilenos. Esta «fuerza expansiva no todavía del todo utilizada» del pensamiento de Gramsci, de la que nos habla Gerratana, se concentra, como hemos venido 183

V. Gerratana, Gramsci. Problemi di metodo, cit., pp. 55-56 (cursivas nuestras). «Como un cortaziano «modelo para armar» -decía Aricó-, los Cuadernos se nos vuelven accesibles sólo a condición de anteponerles nuestro propio principio constructivo». J. Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América latina, cit., p. 30.

184

42

repitiendo en estas notas, en torno a la noción de hegemonía, a «las nuevas posibilidades de hegemonía alternativa de la clase revolucionaria, como también la posibilidad opuesta de una nueva derrota»; se concentra en torno a la noción de hegemonía pensada entonces como la categoría portadora de la actualidad de la filosofía de la praxis. «El rasgo esencial de la más moderna filosofía de la praxis consiste justamente —escribe Gramsci— en el concepto histórico-político de «hegemonía»». 185 Para Gramsci se trata de sustraer la filosofía de la praxis de ese estado «inadecuado» y reconstruirla, refundarla a partir de los nuevos problemas que plantea la lucha política en la moderna sociedad burguesa.

186

Trabajo arduo, puesto que «suscitar un grupo de intelectuales

independientes no es cosa fácil, ello demanda un largo proceso, con acciones y reacciones, adhesiones y disoluciones, y nuevas formaciones fuertemente numerosas y complejas»,

187

y

requiere un «trabajo de investigación... complejo y delicado (que) exige mucha delicadeza en el análisis y mucha sobriedad intelectual», 188 porque significa «ni más ni menos que hacer la historia de la cultura moderna después de la actividad de los fundadores de la filosofía de la praxis».

189

Trabajo arduo que adquiere una inminente actualidad desde la atalaya en que se sitúa la obra de un Gramsci que, luego de la absorción por el sistema de la tradición socialista y del hundimiento del mundo soviético, se transforma en «el más universal de todos los pensadores que el marxismo ha producido en el siglo recién concluido».

190

Y trabajo todavía más arduo si nos lo proponemos

desde América latina, donde la recepción del marxismo se produce a través de un sinnúmero de mediaciones. Como escribíamos recientemente con Pierina Ferretti, «Las tareas de transformación de las sociedades de nuestro continente requieren de un trabajo historiográfico capaz de elaborar un diagnóstico circunscrito al acaecer local. Requieren del reconocimiento de lo que nos es propio; del reconocimiento de la «subjetividad histórica de un grupo social», 191 de una filosofía en la cual la construcción del conocimiento crítico se lleve a cabo en íntima ligazón con la práctica, dejando de lado todo apriorismo y toda tautología; de una filosofía de la praxis que, al cobrar vida en un permanente intercambio con nuestra vitalidad continental, procese, «absorba», la complejidad de las necesidades que surgen de las relaciones 185

A. Gramsci, Lettere dal carcere, cit, p. 570. «La filosofía de la praxis -escribe Gramsci- es una filosofía que es también una política y una política que es también una filosofía», ibidem. p. 1860. 187 Ibidem (cursivas nuestras). 188 Ibidem, p. 1856. 189 Ibidem (cursivas nuestras). 190 C. N. Coutinho, «Gramsci y el «Sur» del mundo: entre Oriente y Occidente», in Poder y hegemonía hoy, Gramsci en la era global, coordinación a cargo de Dora Kanoussi, cit., p. 203. 191 A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 1226. 186

43

sociales que se fueron construyendo en nuestras tierras, incorporando a su acervo nuevas variables histórico concretas extraídas precisamente de sus particularidades, contribuyendo así a la formación de un pensamiento crítico enriquecido culturalmente al elaborarse desde la diversidad propia de la historia del continente, al incorporar todo lo que nuestra América, con sus reservas de energía humana y política, tiene de inédito, de abrupto, de insólito... abriendo así ante nosotros un nuevo derrotero desde el cual el marxismo recupere sus vasos comunicantes con la cultura contemporánea... la constitución de esta historiografía capaz de ofrecer una interpretación cabal de América latina demanda de una reconstrucción, por decirlo así, «interna», capaz de devolverle su especificidad; de un esfuerzo de reconstrucción genética del comportamiento de los distintos aspectos de nuestras formaciones sociales y de su modus operandi en la totalidad articulada por el capital y, en este sentido, de pensar el marxismo como una visión del mundo «signada originariamente y de un modo esencial por una marcada historización de si misma», 192 donde «la teoría nunca puede ser «aplicada», puesto que siempre es «recreada» por el proceso social del que quiere dar cuenta o contribuir a crear». 193 La obra de Marx cobra sentido, entonces, únicamente, en su permanente refundación; esto es, en su confrontación práctica con un mundo aún inexplorado»; concretamente en la praxis y en la filosofía que con ella se construye. 194 Esta «confrontación práctica con un mundo aún inexplorado» que implica, en lo que a nuestro continente le corresponde, «hacer la historia de la cultura moderna después de la actividad de los fundadores de la filosofía de la praxis», nos debe conducir a un trabajo de revisión historiográfica que nos permitiría apropiarnos de nuestra historia local desde el horizonte de visibilidad que nos proporciona la atalaya gramsciana —«el sujeto es algo que está dado tanto en la realidad como en la mente», decía Marx—,

195

temática que pasa por el «estudio sistemático de la función de los

intelectuales en la vida estatal e histórica»; 192

196

por la historia de la historiografía producto de la

C. Luporini, Dialéctica marxista e historicismo, («Realtà e storicità: economia e dialettica nel marxismo», in Critica marxista, anno iv, nº 1, Roma, gennaio / febbraio 1966, pp. 56-109), Cuadernos de Pasado y presente, nº 11, Córdoba, 1969, p. 9. 193 J. Aricó, «Mariátegui y la formación del partido socialista del Perú», in Socialismo y participación, nº 11, Lima, septiembre de 1980, p. 139. 194 P. Ferretti y J. Massardo, presentación a Vv. Aa., Releyendo a Antonio Labriola..., selección de textos y presentación a cargo de Pierina Ferretti y Jaime Massardo, Santiago de Chile, Ariadna ediciones, 2006, pp. 11-12. 195 K. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858, Buenos Aires, Siglo veintiuno / Santiago de Chile, Universitaria, 1972, p. 27. 196 A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 1235. «La centralidad estratégica de la teoría de la hegemonía, que es el punto donde se entrecruzan las categoría fundamentales que Gramsci construyó en su angustiante viaje e torno a «la formación del espíritu publico en Italia» -nos dice José Aricó-, involucra necesariamente la centralidad analítica de la cuestión de los intelectuales, de la cuestión política de los intelectuales. Desentrañar esta cuestión significa mostrar el modo en el que las clases o grupos dominantes organizan todo el trabajo de las relaciones entre gobernantes y gobernados para poder dar cuenta luego de las formas particulares del Estado, Pero es obvio que una operación teórico política de tal envergadura requiere de un vasto y laborioso trabajo de reconocimiento de la realidad distinto al que caracterizó a las élites intelectuales de izquierda. Encarar este proyecto de refundación teórica y política de la izquierda socialista supone nutrirse de una tradición distinta, que ya en su propia génesis estuvo más allá del Octubre ruso y que cuenta en su favor con la capacidad intrínseca de admitir muchas otras direcciones de pensamiento que constituyen a trama del conocimiento del presente. En este preciso sentido creo que la difusión de las ideas de Gramsci y el tipo de lectura al que sus escritos están siendo sometidos por las corrientes intelectuales más preocupadas por la terrenalidad

44

labor de éstos,

197

para desde allí poder llevar adelante la tarea de «estudiar en «profundidad»

cuáles son los elementos de la sociedad civil que corresponden al sistema de defensa en la guerra de posiciones»—,

198

para dar cuenta concretamente de la naturaleza del bloque histórico que

aparece hoy en el poder; tarea del «historiador integral», 199 que le conduce a escribir la historia de las clases subalternas y contribuir al proceso de formación de una nueva cultura política democrática. Para una tarea de renovación cultural de estas proporciones resulta imprescindible — insistamos— «suscitar un grupo de intelectuales independientes» con la disposición de realizar estos objetivos. Muy modestamente, es a esta renovación cultural a la que se propone contribuir nuestro Taller de introducción a la obra de Antonio Gramsci... en la Universidad de Valparaíso, primavera austral del 2007

Post scriptum Mientras concluimos estas líneas, en junio del 2007, se realizan en Santiago de Chile las Jornadas de reflexión «A setenta años de la muerte de Antonio Gramsci», organizadas por el Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz y patrocinadas, entre otras instituciones, por la Fondazione Insieme, Instituto Chileno-Italiano de Educación, Cultura y Desarrollo Social, por Le Monde diplomatique, por Ariadna Ediciones, por el Departamento de Historia de la Universidad Arcis y por el Magíster en Historia y el Centro de Investigaciones Sociológicas de la Universidad de Valparaíso, Jornadas que repletaron la sala de actos del Instituto y donde se escucharon comunicaciones de Jorge Arrate, Leopoldo Benavides, Osvaldo Fernández, Pierina Ferretti, René Leal, Jaime Massardo, Álvaro Monge, Cristina Moyano, Fernando Ossandón, Patricio Quiroga y Carlos Ruiz Encina. Puede ser

cultural y política de las ideas, abre la posibilidad de instalar en el centro de las reflexiones sobre el mundo contemporáneo «un nuevo modo de análisis de las realidades sociales latinoamericanas desde el marxismo»». J. Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América latina, cit., pp. 121-122. La cita final entre comillas recoge la frase del texto de Liliana de Riz y Emilio de Ipola «Acerca de la hegemonía como producción histórica (Apuntes para un debate sobre las alternativas políticas en América latina», in Vv. Aa., Hegemonía y alternativas políticas en América latina, coordinado por Julio Labastida, cit., p. 61. 197 Cfr., J. Massardo, «A propósito de la historia de la historiografía», in Revista de la Academia, publicación de la Universidad Academia de humanismo cristiano, n° 10, Santiago de Chile, primavera del 2005, pp. 239-254. 198 A. Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p. 1616 (subrayado nuestro).. 199 Ibidem, p. 2284.

45

todavía prematuro, pero es perfectamente posible pensar que, de acuerdo al debate suscitado durante estas Jornadas, estamos ante un nuevo momento de la recepción de Gramsci en Chile, donde, junto con reconstruir el itinerario de las lecturas locales de Gramsci, la temática se fue concentrando en la discusión de los problemas políticos concretos que le plantea a los trabajadores chilenos la hegemonía instalada por la dictadura y el gobierno civil que lo reemplaza, lo que nos permitió avanzar en la discusión sobre estas cuestiones centrales. Su convocatoria, que reproducimos a continuación, es reveladora del marco en que se da esta discusión.

ANEXO JORNADAS DE REFLEXIÓN. «A SETENTA AÑOS DE LA MUERTE DE ANTONIO GRAMSCI», ORGANIZADAS POR EL INSTITUTO DE CIENCIAS ALEJANDRO LIPSCHUTZ. En el mes de abril de 1937, en el marco de los preparativos para la Segunda guerra mundial, coincidiendo con el bombardeo de la aviación nazi a Guernica y deteriorada por los largos años de encierro en las cárceles de Mussolini, la vida de Antonio Gramsci se extinguía como un signo premonitorio del difícil momento en el que iba a entrar la humanidad entera. «Medianoche en el siglo» escribiría Víctor Serge... A pesar del drama personal y político que acompañaba a Gramsci en estas circunstancias, su espíritu no abandonó aquel «optimismo de la voluntad» que alguna vez reivindicara de Romain Rolland. «Me he convencido de que cuando todo está, o parece perdido —escribiría en una de sus cartas desde la cárcel—, es necesario volver a meterse tranquilamente al trabajo y comenzar de nuevo». No es una lección menor y a todas luces, posee para nosotros una actualidad insoslayable. La herencia política de Gramsci no se restringe, no obstante, a las lecciones que nos entrega el resistente antifascista. La dimensión de su pensamiento y la producción teórica que despliega durante aquellos años, las sugerencias que nos lega en su lucha junto a los trabajadores italianos, en sus escritos y, en particular, en los Cuadernos de la cárcel, hacen de Gramsci, como dijera el historiador Eric J. Hobsbawm, «probablemente el pensador comunista más original que produjo Occidente en el siglo xx».

46

Con el propósito de reflexionar sobre este pensamiento y de debatir sobre la actualidad de la herencia ética y política que nos legara su actividad teórica y práctica, las instituciones abajo firmantes tienen el agrado de invitar a participar, cordial y fraternalmente a las trabajadoras, trabajadores, estudiantes, historiadores, cientistas sociales, al conjunto de la comunidad científica y política y al público en general, el próximo miércoles 6 y jueves 7 de junio, en la sede del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, calle Cumming 350, Santiago de Chile, para realizar unas Jornadas de reflexión «A setenta años de la muerte de Antonio Gramsci». Organiza Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, Programa Miércoles 6 de junio: 18hrs15. Inauguración 18hrs30. «Consideraciones iniciales sobre la lectura de Antonio Gramsci a setenta años de su muerte». Jaime Massardo. 19hrs «Alcances del pensamiento de Gramsci». Pierina Ferretti, Álvaro Monge, Fernando Ossandón Jueves 7 de junio. 18hrs. «Comentarios sobre la recepción de Gramsci en Chile». Leopoldo Benavides, Osvaldo Fernández, Miguel Valderrama. 19hrs. «Gramsci y los desafíos políticos de hoy». Jorge Arrate, René Leal, Cristina Moyano, Patricio Quiroga, Carlos Ruiz Encina. Clausura.