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El sacerdocio ministerial en San Ireneo

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VIDA Lo que más se conoce de la vida de S. Ireneo procede de sus propias obras. Es originario de Asia Menor, de joven había escuchado a Policarpo en Esmirna (carta de Ireneo a Florino). Por ello se piensa que se fecha de nacimiento podría estar entre los años 130 y 140. Su doctrina y su conducta están muy influenciadas por Policarpo. Parece ser que residió en Roma durante algún tiempo, pero lo que sí es seguro es que en el año 177 estaba en Lyon. Era presbítero, título que podría indicar su dignidad episcopal. Por otro lado, la tradición acerca de su martirio es demasiado tardía. De él conocemos dos obras, “Demostración de la predicación apostólica” y “Adversus haereses”. Es de esta última de la que vamos a tratar en la siguiente reflexión sobre el sacerdocio ministerial en S. Ireneo. La teología que podemos encontrar sobre el sacerdocio ministerial, en los escritos conservados de S. Ireneo, no es muy abundante; pero si es muy primitiva. Por ello comenzamos por determinar la terminología empleada por S. Ireneo en esta materia.

TERMINOLOGÍA • Sacerdos, sacerdotalis, sacerdotium: Sacerdotium se emplea dos veces refiriéndose a Zacarías y una aludiendo a la institución divina del sacerdocio levítico. La forma más común de referirnos a sacerdos está inspirada en los sacerdotes de la Ley Antigua. Una vez se emplea para designar a los sacerdotes de los ídolos. Sacerdotalis lo podemos encontrar en dos interesantes pasajes: uno referido al sacerdocio de Cristo, el otro habla del Evangelio de San Lucas. Parece que San Ireneo piensa que el tercer Evangelio caracteriza el aspecto sacerdotal en la actividad de Cristo, y por eso se abre con un sacerdote y un sacrificio. Es interesante observar que el término sacerdotalis y la dignidad y misión que por él se designan, se aplican lo mismo a la actividad salvífica de Cristo que al sacerdocio levítico. • Episcopatus, episcopus: Episcopus en S. Ireneo es un término que designa a los que han recibido de los Apóstoles la sucesión de su ministerio, y a su vez la han trasmitido a otros. Episcopatus es el nombre que recibe esa sucesión de la que hablábamos anteriormente. Dentro de esta se refiere con más frecuencia a los obispos de Roma. Encontramos también otros textos en los que aparecen estos términos, pero son citas bíblicas. • Presbyter, presbyterium, senior: El término presbyter en S. Ireneo es un poco complejo. Exceptuando algunas citas bíblicas, como Mt 15,2, parece que se da una clara equivalencia entre presbyteri y episcopi. Al mismo tiempo, los términos apostoli-presbyteri como transmisores de la tradición, se equiparan con apostoli-episcopi de algunos pasajes de “Adversus haereses”. Esta equivalencia entre presbyteri y episcopi la encontramos, también, en la carta de S. Ireneo al papa Víctor. “...Entre estos hombres, también los presbíteros anteriores a Sotero,

2 los que han dirigido la iglesia que tú gobiernas ahora, decimos Aniceto, Higinio, Telesforo, Sixto...” (En Eusebio, Historia eclesiástica 5, 24,14).

Pío,

Esos presbíteros son los Pontífices Romanos. Hay que tener en cuenta que los textos del libro IV, en los que el traductor latino ha traducido el Πρεσβυτεροs original unas veces por presbyter y otras por senior. El término presbítero se puede entender por el discípulo de los que vieron y oyeron a los Apóstoles o por el discípulo de los Apóstoles. Harnack y Benoit le dieron prioridad a la primera opción, mientras que Dom Rousseau da prioridad a la segunda. Parece que es esta última solución la que parece preferible (así pues en “Adversus haereses” 4, 27,1; 4,28,1...).

En “Epideixix” 3 y 61 se trata de un grupo de presbyteri, discípulos de los ápostoles (ya que todos al menos conocieron a S. Juan y vivieron en su ambiente de Éfeso). Estos son presbyteri de las iglesias de Asia y, según S. Ireneo, eran obispos. • Minister, ministerialis, ministerium, ministratio, ministrare: Estos términos no van a proporcionarnos grandes resultados. Un ejemplo de esto es que a minister no se le da ningún sentido religioso, incluso cuando se habla de minister Dei (es citado en Rom 13,4-6). El Padre lo administra todo en su providencia, el Hijo y el Espíritu Santo presta su ministerio al Padre. Ministrare, ministratio se dicen también de Cristo que nos da la Eucaristía, de los ángeles, de Salomón, de la Iglesia... Ministratio se usa para referirse al desempeño de un cargo elevado. Ministerium designa las acciones sacerdotales en el Antiguo Testamento. Ministrare también se puede encontrar como oficio del Nuevo Testamento (Adversus haereses 4,16,1). Aquí la frase que comenta el texto de Rom 8,36 parece referirse a los Apóstoles.

EL SACERDOCIO DE CRISTO En San Ireneo hay dos pasajes principales que se refieren al sacerdocio de Cristo, Ambos están en el Libro IV de “Adversus haereses”. En el primero (4,8,2) S. Ireneo comenta una curación hecha por Jesús en sábado (Lc 13,15-16). Lo particular de este pasaje es que ve en él una función expresa de Cristo como Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, inspirándose en la Carta a los Hebreos. Otra función es la que se refería a la curación de la lepra (Lev 14), que S. Ireneo extiende aquí a todos los enfermos. Pero lo más singular, es que para S. Ireneo el Sacerdocio de Cristo, como realidad del Sumo Sacerdocio, culmina en la muerte de Cristo. Si no nos equivocamos, la concepción de S. Ireneo sobre el sacerdocio de Cristo abarca su ministerio público entero para llegar a la perfección completa en la donación de su vida. Pero esto, que es original, no es una ruptura total con el sacerdocio antiguo, sino que da plenitud a su figura y realidad a su profecía. El segundo pasaje (4,20,11) se mueve en otro ambiente literario distinto, como perteneciente a los capítulos inspirados por el presbítero. Aquí, S. Ireneo subraya la perpetuidad del sacerdocio de Cristo. Pero tanto el primero como este coinciden en ver ese sacerdocio como cumplimiento y perfección del sacerdocio antiguo.

SACERDOCIO MINISTERIAL Y SACERDOCIO ANTIGUO El texto evangélico que vamos a utilizar para comentar este sacerdocio de Cristo es el de Mt 12,1. Para comenzar diremos que cuando Jesús hacía milagros no iba contra la prohibición de trabajar en sábado, como tampoco la contradecía el Sumo Sacerdote

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cumpliendo sus deberes ese día. El texto evangélico que nos trata es en el que Jesús defiende a sus apóstoles que habían cogido y comido unos granos de trigo en sábado. En el comentario de este texto, S. Ireneo va a decir: “con estas palabras (el Señor) excusó a sus discípulos” (Adversus haereses 4,8,3) . S. Ireneo utiliza el término “Excusó” y, al mismo tiempo, no citará “El Hijo del hombre es Señor del sábado” por que no quiere una ruptura con la prescripción antigua, sino que intenta buscar la continuidad. La argumentación de S. Ireneo esta basada en una alusión a Lev 24,9. Con respecto a esto dirá “significans (Dominus) licere sacerdotibus libere agere”. Esto hay que entenderlo como que los sacerdotes, según la ley, tenían plena libertad para obrar como quisieran el sábado para el servicio de Dios. Aquí, sacerdotes son los de la ley antigua. Pero ¿qué tiene que ver este principio con los Apóstoles?. S. Ireneo lo explicará aludiendo a que David era sacerdote, y por ello pudo comer los panes de la proposición; de igual forma, los Apóstoles eran sacerdotes, y por ello pudieron comer las espigas en sábado. Pero ¿por qué era David sacerdote a los ojos de Dios?. Parece que S. Ireneo afirma un sacerdocio común, por el que todos los justos poseen el rango (ταξιν) sacerdotal; pero no es así, ya que según el texto original que se ha conservado de S. Juan Damasceno habría que leer, con respecto al sacerdocio de David, “porque todo rey justo posee rango sacerdotal”. Aquí se está aludiendo a la unción regia y se la asimila a la unción sacerdotal. Por lo tanto, no se trata de un sacerdocio común. Podemos, también, preguntarnos cual es la concepción sacerdotal que tenía S. Ireneo de los discípulos del Señor, él afirma: “Sacerdotes autem sunt omnes Domini discipuli, qui neque agros neque domus hereditant hic, sed semper altari et Deo seruiunt”. La discusión está sobre a quienes alude S. Ireneo con el término “discipuli Domini”. Este título es dado a los Apóstoles, sobre todo en S. Juan, pero también puede tratarse de discípulos del Señor, que han renunciado a los bienes terrenos para servir a Dios y al altar. Pero, se refiera a los Apóstoles o a sus sucesores, queda claro que habla del sacerdocio ministerial del Nuevo Testamento. El hecho de que estos sean sacerdotes es probado por S. Ireneo con unos textos bíblicos, que hacen referencia al sacerdocio levítico (Dt 33,9; Ex 32,2529...; apoyados con textos paulinos, como Flp 4,17...). Lo que sí queda claro en todo el proceso es la asimilación entre los discípulos del Señor y los sacerdotes levíticos. Lo válido para unos lo es también para los otros. Es decir, discípulos del Señor que no tienen nada en la tierra, al igual que los sacerdotes de la tribu de Leví; por el hecho de que su herencia única es el Señor, pueden comer en la necesidad lo que les biene a la mano; porque el fin merece el sustento como operarios del Señor. Esta última frase ha causado también ciertos problemas, sobre todo en la referente a los términos “substantiam habere”. Parece ser que el sentido último en S. Ireneo lo da la siguiente traducción: “a los discípulos del Señor, como eran levitas, les era lícito comer...”. S. Ireneo comenta este texto en el libro V, en el que él dirá: “Ostendimus autem in superiori libro, quoniam levitae et sacerdotes sunt discipuli omnes Domini, qui...” (Adversus haereses 5,34,3) . Hay que afirmar que para S. Ireneo no existe una ruptura total entre el sacerdocio levítico y el sacerdocio ministerial cristiano; más bien sería que este realiza lo que aquél prefiguraba. Hay que tener en cuenta, también, que según las últimas investigaciones de Dom Rousseau, este afirma que los sacerdotes son realmente los discípulos del Señor y su presencia

4 en el templo es una presencia puramente espiritual; mientras que nosotros hemos venido afirmando que el sacerdotes del texto Mt 12,1 se refería a lo dicho de los sacerdotes de la Ley Antigua y, por tanto, el templo es el templo de Jerusalén. Nosotros, siguiendo el comentario de S. Ireneo, tenemos que afirmar que no estamos de acuerdo con lo dicho por Dom Rousseau. El comentario que hace S. Ireneo sobre Mt 12,5 se refiere a los sacerdotes levíticos, y no a los discípulos del Señor. Así se comprende que hable de oficios realizados en el templo, oficios que no son profanos y, por tanto, no transgredían la ley. Esto no tendría sentido si no se entiende desde el sacerdocio antiguo, por tanto, no parece probable que S. Ireneo aluda ahí a una presencia de los discípulos en el templo del Señor, no material ni física, sino espiritual. S. Ireneo vería en el sacerdocio ministerial de la Ley Nueva el cumplimiento de lo figurado en el sacerdocio levítico.

EXIGENCIAS ÉTICAS DEL MINISTERIO DEL N.T. La teología de S. Ireneo nos puede llevar a sacar nosotros mismos unas consecuencias, pero es el mismo S. Ireneo el que nos las va a expresar en el ”adversus haereses”, en el libro IV (4,26,2; 4,26,4; 4,26,5...). Aquí nos va a exponer las exigencias éticas que impone al ministro del Evangelio su propio ministerio. De los ministros del Nuevo Testamento va a afirmar que, junto con el rango presbiteral o la sucesión episcopal, tienen una misión y un deber: ser ejemplo y corrección de los demás por su doctrina sana y su vida intachable; “...hay que seguir a los ministros del Evangelio, que por su doctrina sana y su vida intachable son ejemplo de los fieles y corrección de sus malas costumbres”. Pero ¿a qué vida intachable se está refiriendo?. A la de Moisés, que sin tener nada que le remordiese la conciencia , podía decir a Dios: “non concupiscens alicuius illorum quid accepi, neque malefeci alicui eorum” (Num 16,15). O a la de Samuel que fue tantos años juez y guía de Israel. La de S. Pablo que, con la seguridad de su buena conciencia, expuso a los Corintios su conducta sin tacha. Según S. Ireneo “tales presbyteros nutrit Ecclesia” (Adversus haereses 4,26,5) . Para S. Ireneo los no verdaderos ministros del Evangelio son los que rompen la sucesión apostólica, los herejes, cismáticos, autosuficientes (aunque se hagan pasar por presbíteros), los esclavos de las pasiones, los que ultrajan a los otros, los soberbios que luchan por el primer lugar; “todos ellos serán juzgados por Señor, que ve los corazones...”. En cambio, los verdaderos presbíteros de la Iglesia se harán notar por los carismas; es decir, por la sucesión apostólica y por su vida santa e irreprochable, al igual que por una integridad incorrupta de doctrina.

EL PROBLEMA DE LA FUNCIÓN SACRIFICIAL Por el hecho de la importancia que le da S. Ireneo a la relación entre el sacerdocio levítico y el sacerdocio de la Ley Nueva, es normal que le de un puesto también al sacrificio. Los términos que S. Ireneo utiliza normalmente sobre el sacerdocio antiguo son sacrificar, ofrecer, sacrificio, oblación... Con respecto al sacerdocio de la Nueva Alianza, va a tratar el tema, sobre todo, en el libro IV de “Adversus haereses”. Verá los sacrificios no como una indigencia de Dios, a quien se ofrecían, sino como una necesidad del hombre que los ofrecía. De aquí se puede sacar el carácter sacrificial de la Eucaristía, ya que este es un nuevo sacrificio del Nuevo Testamento, al igual que su carácter eclesial: la Iglesia, recibiéndolo de los Apóstoles, lo ofrece a Dios en el mundo entero. Este carácter eclesial es subrayado por S.

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Ireneo en varias ocasiones (Adversus haereses 4,17,6; 4,18,1; 4,18,4...). La Iglesia ofrece este sacrificio por Jesucristo, y en la Iglesia y con la Iglesia lo ofrecemos todos los cristianos. El sacrificio eucarístico lo ofrece la Iglesia a Dios por medio del ministerio de sus sacerdotes; pero esto no lo dice expresamente S. Ireneo, por que lo que a él le interesa más es hacer notar el sentido interno del sacrificio, el movimiento íntimo de la voluntad humana que lo ofrece al Señor. Dios no ha rechazado los sacrificios en sí mismos, lo que ha cambiado es el sentido de estos. Porque es el mismo Señor a quien se sacrifica ahora y al que se sacrificaba entonces, lo que es distinto es el carácter de la oblación; ya que no es lo mismo la oblación de los siervos que la de los que son libres. Por ello, “los cristianos, hombres libres con la libertad de Cristo, ofrecen alegre y libremente cuanto tienen al Señor” (Adversus haereses 4,18,2). S. Ireneo, cuando habla del ministerio del Nuevo Testamento no se ha volcado sobre la función sacrificial, sino que lo ha hecho sobre el carisma dado por Dios, que entronca en la línea dela sucesión apostólica y exige en los ministros una pureza íntegra de doctrina y una vida de conducta intachable.