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EL EL YO YO DE DE LA LA IRA IRA SABIDURÍA GNÓSTICA “Es urgente eliminar el YO para producir dentro de cada uno de nos

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EL EL YO YO DE DE LA LA IRA IRA

SABIDURÍA GNÓSTICA

“Es urgente eliminar el YO para producir dentro de cada uno de nosotros un cambio profundo, radical, total, verdadero. Así como estamos, así como somos, sólo podemos servir para amargarnos la vida y amargársela a nuestros semejantes”. SAMAEL AUN WEOR

EL “YO” DE LA IRA “El Ego está siempre dispuesto a dejarse llevar de la ira, el coraje, el enojo, el enfado, la irritación, la furia, la exasperación, etc. Al Ego le agrada la queja, la discordia, la disputa, la pendencia, la riña; es amigo de peloteras, contiendas, rencillas, pleitos, litigios, discusiones, demandas, guerras, etc. Por antítesis diremos que el Ser es distinto: ama la paz, la serenidad; es enemigo de las palabras duras, aborrece los altercados, las trifulcas, dice lo que tiene que decir y luego guarda silencio, dejando a sus interlocutores en plena libertad para pensar, aceptar o rechazar, y después se retira”. Samael Aun Weor, “El Parsifal Develado”.

“No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos, no sea que aprendas sus maneras y tomes lazo para tu alma” PROVERBIOS, Cap. 22, Vers. 23 y 24.

1- INTRODUCCIÓN Ante todo, el aspirante al Auto-Conocimiento o Auto-Gnosis debe comprender por qué y para qué es necesario eliminar el Ego, el “Yo”, el mi mismo, el sí mismo. Aún a despecho de todo cuanto afirman los psicólogos universitarios, e incluso ciertas escuelas seudo-esotéricas y seudo-ocultistas, el “Yo” es pluralizado, deviene siempre como muchos y nos convierte en personas absolutamente débiles. Por eso las Enseñanzas Gnósticas señalan, en relación con el Ego, que “el hombre fuerte es aquel que se vence a sí mismo”. En realidad de verdad el “Yo” es obscuridad, tinieblas, y su única razón de existir es la ignorancia. Por ejemplo, la gente sabe que siente ira en un momento dado, pero ignora radicalmente qué es en sí mismo ese falso y exasperante sentimiento que tan graves daños le causa a la humanidad. En su conferencia titulada “El Milagro del Amor”, el V.M. Samael nos dice que uno de los factores de discordia entre las parejas, en el hogar, es la ira, colocando de inmediato el siguiente ejemplo: “el hombre dice una frase iracunda, la mujer responde con dos piedras en la mano y al fin terminan con una batalla de platos y vasos rotos. Y luego añade: “esa es la cruda realidad de los hechos, pero si se eliminara el demonio de la ira, reinaría la paz en los hogares, no habría dolor”. Seguidamente el Mensajero de Acuario se pregunta: “¿Por qué tiene que haber ira dentro de nosotros, por qué somos así? ¿Acaso no es posible que cambiemos?” Él mismo se responde: Sí es posible; yo fui iracundo, conocí el proceso de la ira, pero me propuse eliminarlo y lo eliminé”. “Claro (continúa diciendo el Venerable), hube de pasar por ciertos sacrificios. A fin de eliminar la ira visitaba aquellos lugares donde me pudieran insultar, iba con el propósito de que me insultaran. Sabía de un elemento X-X que no gustaba de las enseñanzas y lo visitaba intencionalmente para que me insultara.

El hombre me insultaba durante media o una hora (eso duraba), y entretanto yo observaba mis reacciones internas y externas, los impulsos que venían de adentro y los que venían de afuera, observaba las causas que motivan la ira y pude evidenciar que en algunas ocasiones la ira se producía porque me herían el amor propio, porque me quería mucho a mi mismo y pensaba que yo era un gran personaje, sin comprender que tan sólo era un vil gusano de la tierra, un mísero gusano del lodo de la tierra. Me creía grande, y si alguien tocaba la llaga que hay por allá adentro, entonces reaccionaba furiosamente, tronaba y relampagueaba, rasgaba mis vestiduras y protestaba”... Escrito está que “el Maestro comienza por hacer lo que quiere enseñar y después enseña”. Según sus propias expresiones, el Logos Samael enfatiza lo siguiente: “Yo me propuse estudiar todos esos factores de la ira, y a través de muchos super-esfuerzos y sacrificios conseguí eliminarla”. De modo que el Maestro habla de lo que sabe, de lo que por sí mismo y por experiencia directa ha logrado en el terreno de la psicología profunda. Develando los Misterios de la Vida y de la Muerte, siempre en busca de la salvación de las Almas, el Buen Maestro insiste en la necesidad de hacer la luz dentro de nosotros mismos, “lo cual no es posible mientras OBSTINADO (el Ego) retenga esa Luz que le ha robado a Pistis Sophía, al Alma Humana”. En tales condiciones, viviendo entre las tinieblas espantosas del “Yo mismo”, nadie puede ser felíz. Es obvio que “mientras existan dentro de nosotros los múltiples elementos indeseables que personifican defectos psicológicos, ostensiblemente habrá dolor. No es posible que haya felicidad en cada uno de nos, en tanto los elementos de la infelicidad existan en nuestro interior”. “La Esencia, embotellada entre todos los elementos subjetivos de la desdicha (como los de la ira, por ejemplo), se procesa en virtud de su propio embotellamiento. Destruidos los elementos subjetivos de las percepciones (los Yoes), deviene maravillosa la percepción integral, uni-total, plena e iluminada de eso que es lo real, de eso que es todo felicidad, libertad, amor, belleza, etc.”

2- QUÉ ES LA IRA EN SÍ MISMA “El de grande ira llevará la pena, y si usa de violencias, añadirá nuevos males. El que fácilmente se enoja hará locuras, y el hombre perverso será aborrecido”. Biblia Hebraica, Proverbios de Salomón-Rey.

“Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a los otros. El hombre pacífico aprovecha más que el muy letrado. El hombre apasionado, aún el bien convierte en mal, y de ligero cree lo malo. El hombre bueno y pacífico, todas las cosas echa a la buena parte. El que está en buena paz, de ninguno sospecha. El descontento y alterado, con diversas sospechas se atormenta; ni él sosiega, ni deja descansar a los otros. Dice muchas veces lo que no debiera, y deja de hacer lo que más le convendría”. Tomás De Kempis, “Imitación de Cristo”.

La ira es uno de los 7 “Yoes Capitales”; la ira es una emoción negativa de altísima peligrosidad, pues en casos extremos no vacila en asociarse con los “Yoes” de la violencia y del homicidio. La ira (eso lo sabemos todos por experiencia propia) provoca intranquiidad, impaciencia, desasosiego, y desde el punto de vista gnóstico constituye un serio obstáculo para lograr la iluminación, pues ésta sólo se alcanza cuando hay paz en el corazón tranquilo. En la develación del libro “Pistis Sophía”, el V.M. Samael Aun Weor coloca al nivel de nuestro entendimiento las sublimes enseñanzas secretas de Jesús El Cristo, y refiriéndose a este tan nefasto Agregado Psíquico nos dice: “Uno se asombra ante la locura de la ira; los ojos de los iracundos revelan demencia total”. Luego continúa la develación del siguiente modo: “Gentes muy devotas dentro de su Templo, aparentemente muy sencillas, se vuelven espantosas durante los ataques de ira. Gentes que estudian nuestras enseñanzas, algunas hasta dedicadas a la disolución de los Agregados Psíquicos indeseables que en nuestro interior cargamos, de pronto, llenas de grande ira, rasgan sus vestiduras, truenan y relampaguean”. “Múltiples son los agregados psíquicos de la ira: los hay por celos, o por odio, o por cualquier deseo frustrado, o por motivos monetarios egoístas, o por asuntos de pleitos, o por terror, o por estados de ánimo de mente, cuerpo, lengua, etc., etc., etc.” “Uno debe auto-observarse durante un ataque de ira para especificar realmente cuál es la clase de ira que nos invade en un momento dado, porque a veces la ira se debe al amor propio herido, o a la vanidad herida, o a veces se debe al orgullo herido”. “La ira se asocia, pues, con muchos Agregados Psíquicos, y lo más grave es que el iracundo fracasa en la Gran Obra del Padre”. Una vez auto-observado y comprendido éste o aquél “Yo” de la ira, “hay que dirigir el Rayo de la Kundalini contra ese defecto psicológico para perforarlo y desintegrarlo atómicamente”...

3- LAS MANIFESTACIONES DEL “YO” DE LA IRA “La blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor”. PROVERBIOS, Cap. 15, Vers. 1

El fracaso a que conduce el “Yo” de la ira se explica porque nadie puede ni siquiera auto-observarse careciendo de serenidad. La serenidad y la dulzura son las virtudes antitéti-cas o contrarias al “Yo” de la ira. Durante un ataque de ira el Centro Intelectual entra en un proceso de locura, de enajenación, de descontrol total, y el Centro Instintivo-Motor también sufre las consecuencias de esa emoción negativa, al punto de llevarnos a cometer acciones desordenadas, grotescas, violentas, delictuosas. Téngase en cuenta que la ira surge como una respuesta o reacción (inconsciente, sub-consciente e incluso infra-consciente) a los deseos no satisfechos, a las frustraciones, las molestias físicas, etc. Es decir, cuando los hechos de la vida práctica no coinciden con nuestros modos específicos de pensar y de sentir, brota de inmediato la rabia, ira o cólera. La rabia, asociada con los “Yoes” del orgullo y sus derivados, se torna impositiva, dictatorial, dogmática, intransigente, y quiere por lo tanto (a la fuerza) que las demás personas piensen, sientan y actúen como ese “Yo” quiere, como ese “Yo” opina, etc. Existen diversas formas de manifestación del “Yo” iracundo. Y así tenemos que hay rabia corporal, ira de la lengua y cólera del ánimo. La rabia corporal surge debido a la inconformidad física, porque estamos acostumbrados a darle gusto al cuerpo y no toleramos el calor, el frío, las incomodidades ni mucho menos las enfermedades. En este sentido uno puede observar que hasta un pequeño dolor muscular, o de estómago, o de la cabeza provocan iras a las que la mayoría de las personas no le conceden ninguna importancia, las consideran “normales” o “naturales”, ignorando que tales iracundias son el producto del miedo al dolor físico y al sufrimiento. Similarmente los “Yoes” de la gula se asocian íntimamente con los de la ira cuando no son plenamente satisfechos, y otro tanto ocurre con los Agregados Psíquicos de la pereza que no gustan de ver alterada su comodidad, su desidia, su indiferencia, su apatía y así sucesivamente. Los hechos demuestran que quienes gustan de comer y beber en exceso, o que simplemente quieren siempre más dinero, más vestidos, más lujos, más comodidades, más títulos, más reconocimientos de parte de sus semejantes, más conocimientos intelectuales y en general más sensaciones y satisfacciones, son extremamente débiles frente a la adversidad, es decir cuando surgen situaciones críticas y difíciles, y de allí que sean al propio tiempo exigentes, carentes de la más mínima humildad, iracundos y soberbios frente a sus semejantes, con la sociedad donde se desenvuelven. Surge así, entonces, la ira de la lengua con su maldecir, con sus airadas protestas, sus quejas, sus ironías, sus frases destempladas y groseras. La cólera del ánimo, por su parte, nos convierte en personas malhumoradas, pesimistas, terriblemente negativas. La cólera del ánimo inclina hacia el odio, el resenti-

miento, la sed de venganza o revanchismo y hacia muchas otras actitudes psicológicas equivocadas que nos granjean la animadversión o repulsa de quienes nos rodean. Hay sin embargo quienes disfrutan con la rabia, suponiendo (muy equivocadamente, desde luego) que esa actitud les proporciona cierto prestigio, cierto ascendiente sobre los hijos, sobre la esposa o esposo, sobre los amigos, sobre los compañeros de trabajo y sobre el prójimo en general, y por eso el “Yo” iracundo apela al argumento del regaño, del sermón, de la amonestación, disfrazándose con la toga del Juez. Los gritos, el levantar mucho la voz, es una de las tantas características físicas que delatan la presencia en nosotros del “Yo” de la ira, aún cuando también puede suceder que dicho “agregado” utilice la palabra entrecortada (silabeante, incisiva, cínica), con poco volumen, para herir así sutilmente al adversario, a quien se tiene como objeto de la rabia. Lo cierto es que el verbo se violenta con los accesos de ira, lo tornan gutural, enredado y ostensiblemente vulgar, debido precisamente a la falta de coherencia intelectual, debido a la irreflexión y torpeza de ese centro en los instantes de rabia. Es tal la locura de la ira, que bien puede expresarse con carcajadas estruendosas y sarcásticas como con sonrisas irónicas, o ya con terribles llantos o con silencios de insólita soberbia, pero en todo caso la descomposición del rostro (muy especialmente de los ojos) revela, señala o acusa el carácter demoníaco del “Yo” iracundo. En suma, la ira, cólera, enojo o enfado aniquila la capacidad de pensar con atención y profundidad, e impide por lo tanto resolver cualquier problema que se nos presente. Al quitarnos la paz o serenidad del corazón, las emociones negativas de rabia nos vuelven también incomprensivos. Para lo único que sirve la rabia, ira, cólera, enojo o enfado es para amargarnos la vida y para amargársela a los demás. Siempre que nos airamos o nos encolerizamos se produce un derrumbe de nuestra imagen exterior y esto nunca es conveniente en el mundo de las Inter-relaciones. Aún más: los diversos procesos de la ira conducen al humanoi-de intelectivo hacia horribles fracasos económicos, políticos y sociales, afectando por añadidura la salud del cuerpo físico. Sabido es por la ciencia médica oficial que la ira produce úlceras estomacales, la gastritis, los infartos, los derrames cerebrales y muchas otras graves enfermedades. La ira es hermana gemela de la violencia y además se emparenta íntimamente con el odio. La ira, combinada con la violencia y el odio, produce más violencia, guerras, enemistades y problemas gravísimos que suelen concluír en los siempre inútiles derramamientos de sangre, muerte y desolación. Siendo (como en efecto lo es) una emoción de tipo muy inferior, la rabia nos convierte también en personas chismosas y calumniadoras, fáciles presa de la envidia, de los celos y de los recelos o desconfianzas, en amigos de las discusiones, peloteras, rencillas, pleitos, demandas, querellas, altercados, etc. Una discusión enojosa o colérica entre dos personas o más, carece del poder de convicción. Cuando dos o más personas discuten acalorada y rabiosamente, es porque quieren imponerse las unas sobre las otras, estando la razón muy lejos de ellas. Cualquier diálogo fecundo y creador exige que los interlocutores sepan escuchar. La ira, incuestionablemente, es un Ego que destruye sin compasión alguna la fragancia de la cortesía, del trato amable y amistoso, de la disposición necesaria para intercambiar impresiones pacíficamente.

4- EL TRABAJO SOBRE EL “YO” DE LA IRA “Amigos: les invito a comprender lo que es el trabajo de la disolución del Ego. Indubitablemente, al sumergirnos por medio de la meditación en nuestros propios infiernos atómicos con el propósito de comprender tales o cuales defectos psicológicos, es incuestionable que nos ponemos en contacto con tal o cual infradimensión natural. Siendo la quinta región sumergida (o esfera sumergida de Marte) la sección fundamental de la ira, obviamente al tratar de comprender en forma íntegra los diversos procesos del enojo, del coraje, de la violencia, de la soberbia, etc., nos ponemos en contacto con el citado quinto círculo dantesco”. Samael Aun Weor, “Si hay Infierno, sí hay Diablo, sí hay Karma”, Capítulo Nº 9.

“En la Inter-relación existe Auto-Descubrimiento y Auto-Revelación. Quien renuncia a la convivencia con sus semejantes, renuncia también al Auto-Descubrimiento”. “Cualquier incidente de la vida, por insignificante que parezca, indubitablemente tiene por causa un actor íntimo en nosotros, un Agregado Psíquico, un Yo. El Auto-Descubrimiento es posible cuando nos encontramos en estado de Alerta-Percepción, de Alerta-Novedad” (véase el “Tratado de Psicología Revolucionaria”, capítulo Nº 32). En el Trabajo Esotérico-Gnóstico sobre el “Yo” de la ira, el practicante debe observar cómo se manifiestan los detalles o facetas de ese “agregado” en el Cerebro Intelectual, en el Cerebro Emocional y en el Cerebro Motor-Instintivo-Sexual. Para luchar contra las emociones de rabia, ira, coraje, enfado o enojo, es absolutamente necesario cultivar las virtudes de la paciencia y de la serenidad. No olvidemos nunca que el trabajo debe ser abordado desde la Conciencia libre de “Yoes”, que la Esencia o Conciencia es el observador, y lo observado (en este caso específico) es el “Yo” iracundo. Los “Yoes” de la impaciencia, de la precipitación, de la imprudencia, de la temeridad, de la irreflexión, todos ellos motivados por el deseo de querer obtener lo que deseamos en forma inmediata, sin duda alguna accionan la rápida aparición del “Yo” de la ira que asume entonces el control de los Centros Inferiores de nuestra máquina orgánica. Importa mucho, entonces, aprender a seleccionar las impresiones, escogiendo aquellas que más convienen al desarrollo interior y cerrándole las puertas del corazón a las impresiones negativas de rabia, de odio, de envidia, de miedo, de celos, etc (véanse las conferencias del Maestro Samael tituladas “La Transformación de las Impresiones” y “El Alimento de las Impresiones”). En esa vía de la selección de impresiones vamos entendiendo que la serenidad, la dulzura, la bondad, la paciencia, la humildad y la comprensión (entre otras), constituyen emociones trascendentales y permanentes que pueden ayudarnos a vencer (o mejor dijéramos eliminar) la ira, el coraje, enojo o enfado. La constante identificación con los “Yoes” iracundos los fortalece terriblemente, y esto impide liberarnos de sus resultados. Así las cosas, cuando el “Yo” de la ira está demasiado fuerte, basta cualquier nimiedad o tontería para que reaccionemos violentamente, basta cualquier pequeña contrariedad para que ya estemos ardiendo de rabia. Esa tremenda debilidad ocasionada por el Agregado Psíquico que ahora estamos estudiando, nos convierte en personas vulnerables, en fáciles víctimas del mí mismo y de la maldad del prójimo; en personas que dependen física y psicológicamente de los demás, porque ese tipo de

“Yoes” (en el fondo cobardes) siempre están tratando de evitar que otros los molesten y por tanto carece de la fuerza necesaria para sobreponerse a todo aquello que no coincida con sus particulares maneras de pensar, sentir y actuar. Las personas que en todo momento son víctimas de la rabia, que se molestan hasta bebiendo agua, reciben como pago el aislamiento, la soledad, el abandono de sus semejantes, y también el rechazo de todo lo que digan. Caso contrario, el varón o la mujer que tienen un completo Auto-Control (que se observan de momento en momento) y que en consecuencia nunca se dejan dominar por la ira, siempre estarán en la cumbre, siempre serán unos triunfadores, y sus palabras tendrán credibilidad, serán aceptadas por quienes las escuchan.

5- LAS BASES PSICOLÓGICAS DEL “YO” IRACUNDO “El hombre iracundo levanta contiendas, y el furioso muchas veces peca. La soberbia del hombre le abate, pero al humilde de espíritu sustenta la honra”. ROVERBIOS, Cap. 29, Vers. 22 y 23.

Eescribe el Maestro: “Es urgente auto-observarnos de momento en momento con el propósito de conocer, claramente, los fundamentos sobre los que descansamos”. Cuando uno descubre aquello que más le ofende en un momento dado, la molestia que le dieron por tal o cual cosa, entonces descubre las bases sobre las cuales descansa psicológicamente”. Ya hemos apuntado en párrafos anteriores que el “Yo” de la ira busca “descansar” en la comodidad, en la plena satisfacción de sus caprichos y necedades, evitando que nadie lo moleste, que nadie lo ofenda, o sea que nadie lo contraríe. Según nos explica el V.M. Samael Aun Weor, “la ira descansa sobre 4 tipos de emociones negativas, a saber: la frustración, la duda, el miedo y la culpabilidad”, indicando además que “quien se libera de los Yoes que producen esa clase de emociones inferiores, aprende a vivir consciente e inteligentemente, su vida se torna serena, armoniosa y equilibrada”. Siddharta Sakya-Muni, el Buda, “por interna iluminación comprendió que los sufrimientos humanos tienen por causa el deseo”, que “el sufrimiento no es otra cosa que el resultado de un deseo no satisfecho”, y que “toda esa efervescencia de tumultuosos deseos forman en el hombre una tan horrenda y lóbrega bóveda psíquica, que hace imposible la infilración de toda luz, de todo conocimiento, de toda paz, de todo bien”... Obviamente los deseos no satisfechos provocan terribles frustraciones, surgiendo así el miedo al fracaso y las dudas sobre las propias posibilidades, motivo por el cual nos auto-culpamos o bien culpamos a los demás de nuestros sucesivos fracasos, y experimentamos entonces grande ira, mucha rabia por no poder lograr lo que tanto deseamos. En los años de la pubertad, por ejemplo, cuando el jovenzuelo o la jovencita ven frustrados sus deseos de amar por vez primera, surge la rabia frente al fracaso y en el centro intelectual les emergen dudas sobre el amor. Hay incluso quienes culpan a Dios de sus fracasos, violentándose y airándose contra lo Divinal. El hecho mismo de sentirse defraudado por alguien, es fuera de toda duda un verdadero infierno y provoca no sólo rabia, enojo o enfado, sino también problemas sexuales en la época de la primera juventud, y esto ha sido debidamente explicado por el V.M. Samael en su libro titulado “El Misterio del Áureo Florecer”. De modo que, existe la rabia de no poder amar, de no poder satisfacer el deseo sexual, y de manera global existe rabia por no poder satisfacer la codicia y la ambición, por no poder complacer las exigencias del orgullo y de la vanidad, por no poder, en fin, darle gusto al Ego cada vez que una oportunidad se presenta. La furia (o ira extrema) ciega de tal modo al iracundo que éste es capaz de golpear, maltratar a otros, e incluso de llegar al asesinato. Este tipo de “Yoes” coléricos es muy propio de gentes perversas, soberbias, altaneras y excesivamente orgullosas, demasiado llenas de sí mismas, esto es: llenas de dogmas y prejuicios ancestrales, de fanatismos y moralismos, de ideas rancias, etc., e incapaces por lo tanto de soportar humillaciones, de permitir ideas en contrario, de tolerar que alguien se les atraviese en su camino.

Los Agregados Psíquicos que regresan del pasado (de anteriores existencias), debido a las consecuencias kármicas sufren terribles frustraciones al no poder auto-complacerse, y a medida que se van reincorporando en la personalidad del niño comienzan a manifestar sus rabias, sus iras nefastas, acompañándonos luego por el resto de la existencia y fortaleciéndose merced a la ignorancia de lo que psicológicamente somos. La ira es, pues, impositiva e intolerante, violenta y altanera, demencial y enemiga de nosotros mismos y de los demás. La ira desgarra las carnes y hacer arder la sangre, nos obliga a derrochar muchísima energía vital y adormece en forma alarmante la conciencia individual, motivos más que suficientes como para comprender la necesidad de erradicarla de nuestra psiquis, si es que realmente queremos afianzarnos en el Reino del Amor, de la Paz, de la Bondad, de la Comprensión. Sólo por vía de franca experimentación podemos llegar a comprender que la Fuerza de la Persuasión es mucho más convincente y mucho más enaltecedora y dignificante que la ira impositiva, que la rabia intolerante, que la cólera soberbia, altanera y orgullosa. Ya notables psicólogos y psiquiatras han demostrado, con pruebas irrebatibles e irrefutables, que las cárceles, los cementerios y los hospitales están llenos de gente que en un momento determinado se dejaron arrastrar por la ira, rabia, cólera, enojo o enfado.

La furia (o ira extrema) ciega de tal modo al iracundo que éste es capaz de golpear, maltratar a otros, e incluso de llegar al asesinato. Este tipo de “Yoes” coléricos es muy propio de gentes perversas, soberbias, altaneras y excesivamente orgullosas, demasiado llenas de sí mismas.

6- CONCLUSIONES PRÁCTICAS “El necio, al punto, da a conocer su ira; más el que no hace caso de la injuria es prudente”. “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; más la lengua de los sabios es medicina”. Biblia Hebraica, Proverbios de Salomón-Rey.

“¿Puede acaso una parte del Yo aniquilar o reducir a polvo a otra parte del Yo? ¿Puede acaso una parte del mí mismo decretarle la ley del destierro a otra parte del mí mismo? Lo más que podemos hacer es ocultar astutamente lo que no nos conviene, esconder nuestras perversidades y sonreír con caras de santos. Qué una parte del mí mismo pueda esconder a otra parte del mí mismo, ¿es esto cosa rara? ¿Acaso el gato no esconde las uñas? Todo esfuerzo intelectual para disolver el Yo es inútil, porque cualquier movimiento de la mente pertenece al Yo. Cualquier parte del mí mismo puede tener buenas intenciones, ¿y qué? El camino que conduce al abismo está empedrado con buenas intenciones. Es curioso ese juego de una parte del mí mismo que quiere controlar a otra parte del mí mismo que no quiere ser controlada. Son conmovedoras las penitencias de esos santos que hacen sufrir a la mujer y a los hijos; son chistosas todas esas mansedumbres de los santos de chocolate, es admirable la erudición de los sabihondos. ¿Y qué?; el Yo no puede destruír al Yo y continúa a través de millones de años, perpetuándose en nuestros descendientes. Necesitamos desencantarnos de todos los esfuerzos inútiles. Cuando el Yo quiere destruír al Yo, el esfuerzo es inútil”. Samael Aun Weor, “La Transformación Social de la Humanidad”, Cap. Nº 33.

Los libros sagrados, tanto del Oriente como del Occidente del mundo, califican de “necios” a aquellos que fundamentan sus actuaciones en los conceptos surgidos del “Yo”, del Ego, del mí mismo, y al propio tiempo señalan cómo esos mismos necios “dan a conocer su ira” cuando (por ejemplo) se les contraría. Los Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel, en este sentido dan sabias recomendaciones o consejos dirigidos a la Conciencia, haciendo resaltar las nefastas consecuencias que acarrean los Agregados Psíquicos (tales como el de la ira, en el caso que ahora nos ocupa), y las ventajas que para el desarrollo interior tiene la utilización de las virtudes del Alma, de la Esencia. Nunca está de más repetir que para poder observar y comprender cualquier Agregado Psíquico, necesario es saber utilizar las capacidades y virtudes de la Conciencia despierta, porque el “Yo” jamás podría comprenderse ni eliminarse a sí mismo. Véase, a manera de ilustración, cómo los Proverbios expresan que “el que no hace caso de la injuria es prudente”, porque la virtud de la Prudencia indica al trabajador esoterista que “las palabras del insultador no tienen más valor que el que uno le conceda”, o bien que nunca es conveniente identificarse con los “Yoes” de la ira ni con ningún otro “Yo-defecto”. De suyo o en sí mismo, el “Yo” iracundo es irreflexivo, torpe e imprudente, tiene una muy marcada tendencia a despeñarse, a precipitarse, a andar de prisa, y por eso “sus palabras son como golpes de espada”, es decir, hirientes, incisivas, irónicas, mordaces, groseras, arrítimicas, desequilibradas, etc. Por contraste, “las lenguas de los Sabios (de quienes tienen la Conciencia despierta) son medicina” porque producen efectos beneficiosos, sus palabras son rítmicas, armoniosas, equilibradas, persuasivas, emanan “fragancia de sinceridad y cortesía”. “El insensato (continúan diciendo los Proverbios) se muestra insolente y confiado”,

por lo que “fácilmente se enoja y hace locuras”. Obviamente, el que así procede es aborrecido a causa de su soberbia, de su insolencia, de sus indiscreciones, de su menosprecio hacia el semejante, de su impiedad para con los débiles, de su injusta manera de tratar a quienes le rodean. Por contraste o contraposición, el hombre sensato sólo habla cuando debe hablar y calla cuando debe callar, permaneciendo sereno frente a las opiniones ajenas, sin importar que éstas coincidan o no con la palabra que predican.. Dado que la sabia utilización del verbo es uno de los requisitos básicos del cambio o transformación radical, todos los verdaderos Maestros o Adeptos Calificados del gnosticismo universal enfatizan siempre la importancia de “aprender a refrenar la lengua”, movida en forma inconsciente por todos los Agregados Psíquicos que en nuestro mundo interior cargamos, pero muy especialmente por el “Yo” de la ira. Así tenemos que Santiago, en su “Epístola Universal”, refiere sobre el punto lo siguiente: “Por lo tanto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque en la ira del hombre no obra la justicia de Dios... Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”... La mansedumbre, precisamente, es lo contrario de la actitud iracunda, airada, colérica, enojosa, más sin embargo muchos equivocadamente suponen que sí es posible escuchar la palabra de los Maestros sin un previo trabajo dirigido a la observación, comprensión y eliminación del “Yo” iracundo y sus elementos psicológicos afines. Jeshuá Ben Pandirá, por su parte, llama “Bienaventurados” a los “mansos y puros de corazón”. San Marcos (Cap. 7, Vers. 18 al 23) transcribe la palabra de Jesús, el Gran Kabir, según la cual “todo lo de afuera que entra al hombre no le puede contaminar, porque no entra en su corazón sino en el vientre, y entra a la letrina”, pero “que lo que del hombre sale , eso contamina al hombre; porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la soberbia, la insensatez”... “Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre”. Desde este punto de vista rigurosamente psicológico, expresado por el Mayor Instructor de la humanidad, podemos aseverar que sin duda alguna la ira es en elemento inhumano contaminante. La ira, en efecto, ensucia el verbo, inficciona la mente y el corazón, envenena con sus enrarecidas emanaciones el Centro Motor-Instintivo-Sexual, y como si fuera poco lanza sobre el medio-ambiente sus vibraciones letales, contaminando todo lo que toca. La rabia, ira o cólera endurece el corazón humano, lo torna insensible al dolor del prójimo, y esto explica por qué tan nefasto Agregado Psíquico nunca asume aisladamente el control de la máquina humana, sino que emerge en íntima asociación con los “Yoes” del odio, de la violencia, del rencor, del resentimiento, de la sed de venganza, del miedo, de los celos y recelos, y con muchos otros “elementos indeseables” que en esta guía de estudio hemos venido reseñando. Al decir del V.M. Samael Aun Weor, “la ira produce un veneno psicológico llamado IMPERIL que destruye la flor más exquisita de la espiritualidad” (o sea la CLARIVIDENCIA), y de allí por qué Jesús de Nazareth llama “Bienaventurados” a “los mansos”, es decir, a quienes habiendo eliminado el “Yo” de la rabia poseen (por tal motivo) abierto el “CHACRA AJNA” y pueden entonces “ver a Dios”... “Pesada es la piedra, y la arena pesa, más la ira del necio es más pesada que ambas”. Así lo declara Salomón-Rey en sus “Proverbios”, añadiendo luego: “¡Cruel es la ira, e impetuoso el furor!” Y pesa, ciertamente, porque los “Yoes” están estructurados con mate-

riales o Hidrógenos muy pesados, pertenecientes a los Mundos Infiernos. Digamos, finalmente, que si uno observa juiciosamente los “Yoes” de la ira, detecta que ellos nos dominan porque carecemos de paciencia, de humildad y valor para recibir con agrado las manifestaciones desagradables de nuestros semejantes, para guardar en silencio los propios agravios, es decir, para no exteriorizar en forma airada las particulares frustraciones, decepciones, molestias, insatisfacciones, etc., y entonces por simple orgullo, miedo y perversidad preferimos recargar sobre nuestros semejantes el pesado fardo de la ira, del enojo, del enfado. Claro está que si valerosamente nos decidiéramos a trabajar sobre sí mismos, de acuerdo con las orientaciones del V.M. Samael Aun Weor, esas pequeñas o grandes iras serían erradicadas de nuestra Psquis y nuestra vida se tornaría armoniosa y equilibrada. ¡Eso es todo!

“Bienaventurados” a “los mansos”, es decir, a quienes habiendo eliminado el “Yo” de la rabia poseen (por tal motivo) abierto el “CHACRA AJNA” y pueden entonces “ver a Dios”...