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Palestina: del Imperio Otomano a la 1° Guerra mundial. 1.1 El territorio de Palestina, Palestina es uno de los nombres que ha recibido la región histórica de Oriente Próximo situada entre el Mar Mediterráneo y el Río Jordán, donde actualmente se ubica el Estado de Israel y los Territorios Palestinos Ocupados. Es el nombre con el que se llamaba a la antigua tierra de Canaán, que formaba parte de la provincia romana de Siria y pasó a denominarse Siria-Palestina o simplemente Palestina durante la dominación del Imperio Otomano (1299-1922). Actualmente, la región limita con Egipto al sur, con el Líbano y Siria al norte, con Jordania al Este y con el Mar Mediterráneo al Oeste. 1.2 Palestina y el Imperio Otomano

El Estado Otomano (Turco), comúnmente llamado Imperio Otomano fue una potencia imperial, ubicada en su mayor parte alrededor de la ribera del Mar Mediterráneo, y cuya existencia temporal abarcó el periodo entre 1299 y 1922. En el cenit de su poder en el siglo XVII, este imperio incluía toda la península de Anatolia, Oriente Medio (Palestina, Siria, Jordania, Líbano, Iraq y parte Egipto y del Golfo Pérsico), además de extensiones del Norte de África, la mayor parte de los territorios enclavados en la franja que va desde el sudeste de Europa (Balcanes, Grecia, Bulgaria, Rumania) al Cáucaso en el norte. Esto comprendía un área de aproximadamente 5,5 millones de kilómetros cuadrados, aunque la mayor parte estaba bajo control indirecto del gobierno central. Las posesiones del Imperio se hallaban situadas entre Oriente y Occidente, por lo que, a lo largo de su historia de más de seis siglos, sus relaciones internacionales estuvieron influenciadas por ello. Palestina pasó a formar parte del Imperio Otomano en (1516), El balance total de los cuatro siglos de dominio otomano no significó cambios en la estructura de la población palestina, ni altero el carácter eminentemente árabe del país, pues su lengua, costumbres y cultura siguieron siendo árabes. El concepto "árabe", aunque esté estrechamente ligado al Islam por razones históricas y culturales, es exclusivamente lingüístico y cultural y no debe confundirse con el de "musulmán" ni tampoco con “el racial”. La mayoría de los pueblos del Mundo Árabe son pueblos arabizado en el tiempo. Hoy día, árabe se refiere más a la cultura y la lengua que a la raza. Los árabes de raza tienen su origen en Yemen y parte de la Península Arábiga. Los palestinos, sirios, iraquíes, argelinos, marroquíes, egipcios etc.. son pueblos árabes en el sentido cultural y son producto del

mestizaje y la adopción que hicieron con el tiempo de la lengua y la cultura árabes. Lo mismo se puede decir al hablar de estos pueblos como musulmanes. En realidad, los musulmanes árabes no son en su inmensa mayoría descendientes de los conquistadores musulmanes y árabes, sino pueblos que se convirtieron al islam a lo largo de los siglos y adoptaron tanto la lengua como la cultura árabe. La terminación del canal de Suez (1869), la ocupación inglesa de Egipto (1880), y la francesa del Líbano, volvió a despertar en Europa la conciencia de la importancia de Próximo Oriente y el deseo de atraerlo a su área de influencia. El Kaiser Guillermo II visitó Palestina en (1893) tras arduos preparativos que culminaron en una serie de realizaciones germanas en los Santos Lugares, si bien su más brillante expresión fue la propuesta de un proyecto de ferrocarril Berlín-Bagdad. 2.1 El sionismo y Palestina El nacimiento del sionismo está ligado política e ideológicamente a la eclosión de los nacionalismos europeos del siglo XIX, que tuvieron como bandera común la idea de «un pueblo, un Estado» y que está en el origen del concepto de Estado-nación. Al calor de esa idea se formaron distintos Estados europeos, surgidos del desmembramiento de los imperios o bien a través de la unificación de Estados con similar cultura y lengua (como Italia y Alemania). Paralelamente a ese desarrollo nacionalista, nació el nuevo imperialismo y aparecieron las nuevas doctrinas de la superioridad racial que condujeron a la creación de partidos, y más tarde, regímenes fascistas. En este ambiente excluyente se desarrolló el antisemitismo, que en esencia considera a los judíos como pueblo sin patria, ajenos al cuerpo de la nación y enemigos potenciales de ésta. La reacción de la burguesía judía europea a esta hostilidad y este antisemitismo fue la búsqueda de un proyecto político del que da cuenta el nacimiento de las corrientes sionistas que predicaban la necesidad de crear un Estado para los judíos europeos. El sionismo sostenía que los judíos eran primordialmente un grupo nacional (como los polacos o los alemanes) y no un grupo religioso (como los musulmanes o los católicos) y que, como tal, tenía derecho a crear su propio Estado. La formulación clásica de la idea es la que hizo Theodor Herzl en su opúsculo Der Judenstaat (El Estado judío, publicado en Berlín y Viena en 1896), que tiene como precedentes doctrinales la obra de Moses Hess Roma y Jerusalén (1860) y la del médico judío ruso Leo Pinsker Autoemancipación (1882), de carácter panfletario, que contiene ya la consigna «Ayudaos, que Dios os ayudará». El sionismo se puso como objetivo primario la creación de un Estado judío, considerando que con ello devolvía a los judíos su estatus de nación y acabaría con el antisemitismo al que estaban sometidos en Europa. Las ideas y objetivos del sionismo fueron transformados en un proyecto colonial siguiendo la tendencia general de los nacionalismos europeos en la era del llamado “Nuevo Imperialismo”. Así, en 1897 nace la Organización Sionista Mundial (órgano político del Movimiento Sionista), fundada en Basilea (Suiza) por Theodor Herzl, considerado el padre del sionismo en general y de la rama política en particular (otras corrientes son: el sionismo socialista, el sionismo revisionista, el sionismo religioso, etc). En el Congreso Sionista celebrado en Basilea (1897) se barajaron varias propuestas para la construcción del Estado judío. Algunas fueron como Argentina — en la que se crearon numerosas colonias de inmigrantes judíos europeos—, o en África Oriental colonizada por el Imperio Británico (el conocido como «proyecto Uganda», en la actual Kenia), ofrecida por el Gobierno británico; éstas propuestas (y otras como Chipre y Madagascar) fueron estudiadas por Herzl (en su obra habla de ventajas, comparando entre Argentina y Palestina) y también fueron debatidas durante el Congreso de (1897). Finalmente, aquellas propuestas fueron rechazadas por la dirigencia sionista, y se optó por concentrar los debates y los esfuerzos en el establecimiento del futuro Estado en Palestina, una región en manos del Imperio Turco, y pensando en que el factor religioso podría atraer a las masas judías europeas al proyecto sionista y alejarlas de los movimientos políticos burgueses y obreros europeos. Cabe añadir que sólo, en el 7º congreso de la Organización Sionista

Mundial (1906), se llega a tomar la decisión definitiva de establecer el futuro Estado judío en Palestina. En resumen, se estaba poniendo en práctica y materializando una leyenda sobre una tierra prometida por Dios a su pueblo elegido. El carácter laico de los fundadores del sionismo y la gran influencia que tenían de los nacionalismos excluyentes de la Europa del siglo XIX, no impidieron que ésos aceptaran y utilizaran la leyenda bíblica del Antiguo Testamento sobre la “tierra prometida” para conseguir sus objetivos políticos. El Movimiento Sionista nace en Europa en el seno de la burguesía aria judía. Ha sido, en el origen, una expresión clara de los intereses del capital de la burguesía judía europea que, en medio de un nacionalismo europeo hostil, buscaba una patria propia. La inmensa mayoría de los clásicos ideólogos y lideres de este Movimiento formaban parte de la burguesía judía aria, es decir eran azhkenasi, es decir Khazares, en otras palabras, arios europeos que se convirtieron a la religión judía en un determinado momento de la Historia, por lo tanto, no eran hebreos, no eran semitas, ni tenían linaje real con los judíos de Medio Oriente. El término “semita” hace referencia a los pueblos citados en la Biblia descendientes de Sem. Y para los antropólogos, los pueblos semitas son los pueblos que habitaban esa región como cananeos y filisteos, hebreos, árabes, fenicios, asirios y aramios etc… A partir de (1898), el centro de la Organización Sionista Mundial se estableció en Viena, donde Herzl publicó su semanario oficial Die Welt (El Mundo). Los congresos sionistas se celebraban anualmente hasta 1901 y después cada dos años. Cuando el Gobierno otomano rechazó la propuesta de Herzl de otorgar Palestina a los judíos europeos, los sionistas buscaron el apoyo de Gran Bretaña. . 2.2 El Imperio Británico y el Movimiento Sionista La política y las ideologías de la expansión colonial europea, entre 1870 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914, se denominan a menudo como el "Nuevo Imperialismo". Este período se caracteriza por una búsqueda sin precedentes de "el imperio por el imperio", una competición agresiva entre las potencias para conseguir territorios y materia prima de ultramar, además de la aparición en los países conquistadores, de doctrinas que justifican la superioridad racial y que niegan la aptitud de los pueblos subyugados para gobernarse por sí mismos. Durante este período, las potencias europeas sumaron a sus posesiones coloniales casi 23.000.000 km². África se convirtió en el principal objetivo de la "nueva" expansión imperialista, aunque esta conquista afectó igualmente a otras áreas; en especial el sudeste asiático y el Pacífico, donde los Estados Unidos y Japón se unieron a las potencias europeas en su lucha por los territorios. La entrada de Gran Bretaña en la nueva era imperial se fecha a menudo en 1875, año en que el gobierno conservador de Benjamin Disraeli compró al endeudado rey de Egipto, Ismail Pasha, su parte en el Canal de Suez para asegurarse el control de esta vía estratégica, un canal que sirve para el tráfico entre Gran Bretaña y la India desde su apertura seis años antes, bajo el Emperador Napoleón III. El control financiero conjunto de Inglaterra y Francia sobre Egipto acabó abriendo la puerta a una total ocupación británica del país en 1882. Pocos años después aparece la importante figura del Lord Rotschild – figura importante entre los primeros sionistas- y la relación profunda de intereses entre el colonialismo británico y el Movimiento Sionista que se expresa en la penetración de las grandes compañías explotadoras de petróleo. En este contexto, Palestina, Siria y El Líbano, en el Mediterráneo Oriental, configuran una zona necesaria de comunicación para controlar el paso hacia el Medio y Lejano Oriente, como también, para el transporte de petróleo hacia los puertos del Mediterráneo. Los británicos estaban interesados por el petróleo de Irak y su evacuación por vía marítima, pero más aún por los oleoductos que de ese país llegaban a las costas de Palestina. De allí, la honda conexión entre los intereses británicos y la consolidación del sionismo en Palestina. El Gobierno

británico favoreció la compra de tierras y la instalación de colonias judías, mientras los grandes capitalistas sionistas servían financieramente a dicho gobierno y tenían grandes inversiones en las compañías petroleras. Otras personalidades sionistas destacadas en el mundo comercial del petróleo fueron los Samuel, dueños de la Compañía de Transportes y Comercio de Petróleo Shell y que fusionados a la Royal Deutch Company, formaron la Royal Deutch-Shell. Los Samuel y los Rotschild participaron en una sociedad económica y sus buques fueron los primeros en utilizar el Canal de Suez. Mientras la rama británica de los Rotschild financiaba los esfuerzos bélicos y coloniales del Imperio Británico, la rama francesa que representaba Barón Edmond de Rothschild empezó a financiar las primeras oleadas de inmigración judía a Palestina. En 1840, el Vizconde de Palmerston ministro de Exteriores británico y que posteriormente sería primer ministro del Reino Unido escribió al sultán del Imperio Otomano: “Actualmente existe entre los judíos dispersos por Europa un fuerte sentimiento de que se aproxima el día en que su nación vuelva a establecerse en la región de Palestina. Sería muy importante para el sultán que sugiriese el retorno y establecimiento de los judíos en Palestina, debido a que las fortunas que ellos traerían consigo incrementarían los recursos de los dominios del sultán, y por otro lado, si los judíos vuelven bajo la invitación y el amparo del sultán, se podrían evitar futuros conflictos con Egipto y el resto de sus vecinos. Me gustaría sugerir fervientemente a Su Excelencia que el Gobierno turco invite a los judíos europeos a “volver” a Palestina (1)”. 3. Los primeros colonos La primera gran ola de inmigración judía a Palestina, conocida como aliá o Aliyá, se inició en 1881, como consecuencia de las persecuciones a que fueron sometidos los judíos en Europa y a las ideas de Moses Hess - un judío alemán nacido en Bonn en 1812 y considerado fundador del sionismo socialista- que abogaba por la “redención” del territorio considerado como la patria hebrea. Los judíos compraban tierras a las autoridades otomanas y a los terratenientes, surgiendo de esta forma los primeros asentamientos agrícolas. En está época los palestinos no se oponían a la llegada de inmigrantes judíos, siguiendo así la tradición otomana que acogía a los judíos perseguidos en Europa desde la época de la Inquisición. En esos momentos no se hablaba ni había sospechas de que aquella oleada de inmigrantes judíos estaba vinculada a un proyecto de colonización sionista. Según las estadísticas otomanas, la población de Palestina en 1895 era de 500.000 palestinos y 47.000 judíos aproximadamente. Los judíos poseían un 0,5% de la tierra y el resto era propiedad de los palestinos. Un tercio de esta población judía había llegado a principios de los ochenta del siglo XIX escapando de la persecución en la Rusia zarista. Las únicas estadísticas disponibles de principios del siglo XX son las del Mandato británico que controlaba Palestina en ese momento. Estas estadísticas datan de diciembre de 1919 y hablan de una población aproximada de 704.000 habitantes, de ellos 574.000 palestinos musulmanes, 74.000 palestinos cristianos y 56.000 judíos, en su mayoría procedentes de Rusia y Europa del Este. 4. La Primera Guerra Mundial y Oriente Próximo La I Guerra Mundial significó el fin del Imperio Otomano tras más de 6 siglos de existencia. Al estallar guerra y alinearse el Imperio Otomano junto a los Imperios centrales, tratará de despertar el apoyo de las poblaciones árabes acudiendo al discurso religioso, mientras los aliados de la entente comprendiendo las tendencias emancipadoras y nacionalistas que desde el siglo anterior se venían gestando en el Mundo Árabe, utilizarán el discurso político recogiendo el mensaje de los acuerdos del Congreso Árabe de París de 1913, cuyas reivindicaciones tenían un marcado carácter nacionalista árabe. Para ello las potencias europeas recurrirán al ala más conservadora del movimiento nacional árabe. La correspondencia entre el comisario británico en Egipto Mc Mahon y el Jerife Hussein, guardián de La Meca y de gran influencia entre los clanes del Hidjaz, se cristaliza en la promesa británica de independencia a los árabes. La gran revuelta árabe contra el Imperio Otomano fue proclamada el 10 de Junio de 1916.

Sin embargo, al finalizar la guerra las potencias europeas traicionaron a sus aliados árabes en la I Guerra Mundial y aplicaron los acuerdos que negaban la independencia árabe. En primer lugar, los acuerdos Sykes-Picot (mayo de 1916) que repartían el Oriente Próximo en zonas de influencia europea entre Francia y Gran Bretaña, en segundo, la llamada Declaración Balfour, en que el ministro de Relaciones Exteriores británico prometía al Movimiento Sionista un hogar nacional judío en Palestina.

Los acuerdos Sykes-Picot cobraron plena vigencia, siendo incluidos en los Tratados de Versailles (1919), en Sevres y San Remo(1920) y Lausana(1923), además en las decisiones de la Sociedad de las Naciones entre 1922 y 1924, mediante el sistema de Mandatos. Siria y el Líbano quedaron bajo dominio de Francia e Irak y Palestina bajo el dominio de Gran Bretaña. Con ello, el Imperio Otomano desaparece, quedando Turquía confinada a Anatolia y una reducida porción de Europa, mientras producto de una rebelión interna cae definitivamente el Califato. En los territorios que quedan bajo su tutela, Gran Bretaña mantendrá un gobierno directo (Protectorado) sobre Palestina para poder aplicar la Declaración Balfour, y creará el Principado de Transjordania (actual Jordania) poniendo en el trono a Abdallah, hijo de Hussein, mientras en Irak ubica a su otro hijo, Feisal, quién había sido expulsado por los franceses de Siria, de esta manera ambos países quedaban sometidos a la dinastía Hachemita y bajo el Mandato inglés. La Declaración Balfour (1917) es una carta del ministro de Exteriores británico, Sir Arthur Balfour dirigida a Lord Lionel Rotschild, presidente de la Federación Sionista de Gran Bretaña, prometiendo un hogar nacional judío en Palestina y es el resultado de la gran influencia de los capitales financieros sionistas en el Gobierno británico y la reciprocidad de intereses entre ambos. Ello explica que en Palestina el Gobierno británico haya permitido y facilitado la masiva emigración judía desde Europa, reprimiendo las sucesivas protestas y revueltas palestinas, hasta dejar la cuestión en manos de las Naciones Unidas en 1947. Gran Bretaña había recibido el control de Palestina -abriendo la puerta a la aplicación de la Declaración Balfour- gracias al Tratado de Versalles*, el cual fue establecido, más tarde y como

hecho consumado, por la Sociedad de Naciones en 1919. Herbert Samuel, quien había participado en la Declaración de Balfour, fue nombrado primer Alto Comisionado en Palestina. Francia e Italia recibieron con reticencias la Declaración Balfour, pues eran favorables a la internacionalización de Palestina. Alemania, para no perder los apoyos sionistas con que contaba desde principios de la guerra, hizo su propia declaración en favor de la «implantación judía en Palestina», a través de una «instalación sin restricciones» y de un régimen de autogobierno, para proceder al «libre desarrollo de su civilización».