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Mohamed Alí Seineldín

IDEAS PARA EL

PROYECTO NACIONAL

Editorial Los Nacionales - Fundación Doctrina

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IDEAS PARA EL PROYECTO NACIONAL

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Mohamed Alí Seineldín

IDEAS PARA EL PROYECTO NACIONAL

Instituto Penal de las Fuerzas Armadas Campo de Mayo 2001

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Registro de la propiedad intelectual en trámite Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 I.S.B.N. Nº: 987-98174-1-9

EDITORIAL LOS NACIONALES Virrey Cevallos 275 1077 BUENOS AIRES Tel. 4372-8580 FUNDACIÓN DOCTRINA Pte. Luis Sáenz Peña 176 1110 Buenos Aires Tel. 4381-5679

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Con profundo cariño y admiración a ese gran patriota que en vida fuera don ALEJANDRO OLMOS.

Este tributo lleva el compromiso inclaudicable de continuar levantando bien alto las Banderas de una Patria Justa, Libre y Soberana. El autor

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CONTENIDO

Presentación. .............................................................................................................. 9 Prólogo. ...................................................................................................................... 10 I.

Nuestra tierra. Nuestra sangre. Herencia y destino. ..................................................................................................... 11

II.

Persona. Deberes. Derechos. ...................................................................................... 14

III.

Trabajo. Sindicato. Empresa. ...................................................................................... 18

IV.

Orden económico-social. ............................................................................................ 20

V.

Cultura. Educación. ..................................................................................................... 23

VI.

Defensa Nacional. ....................................................................................................... 27

VII.

Política Internacional. ................................................................................................. 29

VIII.

El Estado. ..................................................................................................................... 32

IX.

La Comunidad Organizada. .......................................................................................... 35 Conclusión. ................................................................................................................. 38

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Presentación

Los auténticos cambios políticos, sociales y económicos que se realizaron en nuestra Nación resultan tales cuando el Pueblo Argentino fue el protagonista principal, yno cuando entre gallos y medianoche, pretendidos elitismos impusieran su visión parcializada. Tal lo ocurrido el 25 de Mayo de 1810 y lo efectivizado el 17 de Octubre de 1945, como lo viene manifestando el Cnl. Mohamed Alí Seineldín. Este clamor de cambio surge desde el seno mismo de la ciudadanía que se expresa, integralmente, a través de los cuerpos intermedios que la misma comunidad va construyendo; este cambio es, ni más ni menos, que REVOLUCIÓN. Con mayúsculas, sin odio ni venganza, pero justa y reparadora. Es hora de que los argentinos afrontemos el desafío para asumir el protagonismo debido a fin de lograr la restauración de la Patria que solamente habrá de lograrse cuando el Pueblo vuelva a ser artífice de su destino. Significa volver a los valores fundamentales superando intereses de clase, conveniencias de partido, resentimientos pasados y negociados financieros. Continúan vigentes hoy más que nunca las banderas de Justicia Social, Independencia Económica, Soberanía Política y Nacionalismo Cultural; sin éstas el Nuevo Orden Mundial, eufemísticamente denominado "globalización", continuará su ibra macabra de hacer trizas nuestra identidad nacional y la integración iberoamericana. Se torna imprescindible volver a ser, para librarnos del triste destino que la perversidad de aquél, aliado a sus agentes vernáculos, nos tiene asignado para hacernos colonias sumisas que, incluso, agradezcan al esclavizador la misma esclavitud. Y en eesta lucha por el ser o no ser de la Patria, contamos con el ejemplo inclaudicable del Abanderado que levanta bien alto las banderas de la dignidad nacional: es el Cnl. M. A. Seineldín. De allí que quienes seguimos creyendo en aquello que nos enseñara el Grl. Perón "Primero, la Patria", hacemos nuestras estas "IDEAS PARA EL PROYECTO NACIONAL", que habrán de refrescar la memoria y orientarán en la lucha en pos de los objetivos que son desde siempre. Lo escribía José Hernández ya en 1869: "Combatir la oligarquía para asegurar al Pueblo el uso desembarazado, libre y pacífico de todos sus derechos". El primero de éstos, resulta obvio, es contar con una Patria, y no, sufrir una vil y abyecta colonia.

Gustavo Luis Breide Obeid Presidente del Partido Popular de la Reconstrucción

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Prólogo

Parece existir en la Argentina una ley que se cumple inexorablemente: cada gobierno -salvo honrosas excepciones- deja a la Nación peor de lo que la encontró. Con gobiernos "de hecho" o "de derecho", y con buena o mala fe de los gobernantes, hay un constante: la aplicación de ideologías erróneas que comprometen la formación plena del ser humano; realización que solamente es posible en la actividad comunitaria de su esencia política. Esto lleva, naturalmente, a comprometer el mismo destino nacional. Por lo demás, sin una concepción trascendente del hombre y de la vida, cualquier intento de construcción política, social o económica no es más que una de las tantas utopías que ideólogos extraviados han intentado a lo largo de la historia; si a esto le agregamos "los desvalores que nos proponen desde afuera" (Obispos de la Argentina. 2000), el cuadro resulta comprometedor. Se ha llegado a una serie de desaciertos que ponen a la Argentina en peligro de disgregación. Para el rescae de la Patria no hay varias opciones sobre las cuales se pueda elegir. Solución hay una sola: reedificar el Proyecto Nacional sobre una recta valoración del Ser Argentino. Frente a sistemas colectivistas o liberales; ante proclamas conservadoras o seudoprogresistas; en contraposición a ideologismos socialdemócratas o autocráticos, ofrecemos nuestra visión de ese Proyecto. Desde los mismos orígenes de la Patria, dos son los sistemas que se disputan su dominio político: el americano y el europeo (José de San Martín). El primero, nacional, esencialmente espiritualista, resulta solidario, gestor de la independencia, proteccionista, cultor de los valores tradicionales-religiosos, integrado con las patrias hermanas de "nuestra América" (José Martí), donde la libertad es atributo de la tierra, pues no se puede ser libre sin independencia (José Gervasio de Artigas). El otro, colonial, materialista, individualista, dependiente, procapitalista, es decir, culturalmente imitador de lo foráneo, reducidor a los intereses de la pampa húmeda coincidenes con las apetencias imperialistas, cuyo patriotismo se limita al puerto y la única libertad reconocida es la de comercio; el partido de "las Malvinas mentales ocupadas" (Osvaldo Guglielmino), hoy bajo siglas políticas diversas, pero todas tributarias del devastador Nuevo Orden Mundial. El Pensamiento Nacional es el resume de la labor de miles de compatriotas que dedicaron sus vidas a pensar la Patria. Federalismo Rosista, Radicalismo Yrigoyeneano o Justicialismo Peronista fueron sus expresiones más claras, lúcidas y efectivas; pero el mismo no pertenece a ningún sector en particular, sino que es propiedad de todos los Argentinos. De allí que cada uno puede aportar, desde enfoques complementarios, su propia visión o idea. Para "ser lo que somos" (P. Castaleda), pues "HOY LA PATRIA REQUIERE ALGO INÉDITO" (Obispos de la República Argentina. Mayo de 2001). A todos esos argentinos que piensan, sientan y aman esta tierra, única ("No pueden haber dos nacionalismos". Hugo Wast), los exhortamos a que ocupen un puesto de acción y de lucha, y el honor insigne de constituirse en celosos guardianes de las grandes banderas nacionales, herencia común de todos cuantos crean en eso sublime llamado:

¡ARGENTINA! 10

I. NUESTRA TIERRA. NUESTRA SANGRE. HERENCIA Y DESTINO.

1.- La Argentina resulta hoy de la conjunción de las dos primeras oleadas inmigratorias: la denominada indígena, de ubicación temporal desconocida, y la hispanoamericana, con fecha precisa. Así se fue gestando el criollo que, unido a la tierra y derramada su sangre en defensa de la herencia que se fue tornando común, formó el tipo llamado argentino. Los terceros grupos inmigratorios, tras la conformación de la nación independiente hasta nuestros días, fueron complentando la situación antedicha. Y siguen estando abiertas las puertas del generoso corazón argentino para todos los hobres del mundo que con... buena voluntad quieran incorporarse a nuestra ecúneme; solidaria actitud que nunca preguntó ni por la raza, ni por la religión, ni por las ideas, sino que abrió sus brazos en conjunción de amor y esperanza. En este "gran crisol de sangre y espíritu" es como se realizó la "fábrica esencial de la argentinidad" (Comodoro Oliva), con estilo propio, misión trascendente e historia a cumplir. La Argentina no puede constituirse, como pretenden ciertos imperios dominantes y aceptan pasivamente descastadas oligarquías vernáculas, en suburbio lejano de metrópolis ajenas. Nuestro Pueblo tiene sus raíces en su historia, en su suelo, en sus tradiciones, en su fe, pero tiene su mirada tendida hacia el futuro: por eso es patria (tierra de los padres) y por eso es nación (tierra de los hijos) (P. Ignacio I. Ezcurra). La existencia de ésta mp es resultado de un acuerdo entre grupos de pobladores; no es un contrato de partes originado por relaciones de conveniencia entre familias y regiones para proteger algunos intereses, propiedades o bienestar, colaborando con alguna autoridad creada al efecto. La Nación concebida como construcción voluntaria y, por ende, rescindible, para resguardar los valores materiales más o menos circunstanciales, aunque importantes en sí, deconoce que la ligazón del hombre con su Patria va más allá de la utilidad o la comodidad, del "ubi bene", del sentirse bien, del amor sensible, del amor de complacencia. Nuestro amor hacia la tierra es metafísico, de construcción, arquitectónico, que se torna proyecto de vida en común, heroico en algunos instantes de la misma (como en Obligado o en Malvinas), totalizador y participativo (de todos y para todos), sacrificado siempre (amamos a la Patria aunque no nos guste, como se halla, y precisamente por eso).

2.- Nos reconocemos, entonces, proviniendo de una etnia, la iberoamericana, que fundamenta su filiación en la cultura greco-romana. La argentinidad hunde sus raíces en la armónica inteligencia de la filosofía griega y en la firmeza de las instituciones romanas que, fertilizadas con el espíritu vital del Cristianismo, fue engendrada por la Hispanidad gótico-arábiga: ésta, en apasionada unión con la tierra virgen, engendró la novedad de nuestra América: el fantástico mestizaje, que fue "también cultural" (Armando Raúl Bazán) resultó, así, la conquista del conquistador por el conquistado. La etnia iberoamericana -misma lengua, idéntica cultura, espacio geográfico común e igual destino histórico- es presupuesto inescindible para nuestra común realización historica. La lamentable realidad de nuestras frustraciones casi bicentenarias así lo demuestran. Nos reconocemos , sí, occidentales; pero ¿de qué Occidente? No precisamente del actual occidente materialista, ateo, decadente, hedónico, individualista que ha perdido su profundo significado cultural cristiano. Vivificados los argentinos con un estilo peculiar qe hace que seamos lo que somos por los valores

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que portamos, y sin los cuales no seremos nada (San Martín), hemos conformado "una realidad histórica y social nueva" (P. Carlos Escobar Saravia). Sabemos que sin la conformación de la gran Nación Iberoamericana (donde puedan convivir las patrias soberanas) nuestro futuro se halla seriamente comprometido ("unidad, unidad, o la anarquía os devorará". Bolívar); y sabemos también que la filosofía, en su más alta expresión común (y no vano discurrir de modernos y trasnochados sofistas politiqueros), nos indica que los factores materiales no pueden ser ni principio ni fin de las acciones humanas, sino tan sólo medios para el desarrollo integral de la persona, es decir, que ésta recupera la "escala de magnitudes... para que posea plena conciencia de que, ante las formas tumultuosas del progreso, sigue siendo portadora de valores máximos..." (Perón).

3.- Y sabemos que somos cristianos, es decir, católicos. Desde el nombre de las ciudades, nacidas de la espada (Juan B. Terán) (nuestra primera población hispánica, de 1527, en el Paraná, resultó el fuerte de "Sancti Spiritus"; la última, en 1683, "San Fernando del Valle de Catamarca"), hasta la formación de una verdadera "democracia de hidalgos" (Federico Ibarguren), la caballerosidad, el espíritu de generosidad, la preeminencia de los valores superiores y trascendentales, la lealtad, la valentía... nos conformó en "americanos de índole hispana" (Alberto Buela), porque "Argentina nació católica" (P. Cayetano Bruno). Y, también, sabemos que podemos conocer y preservar valores permanentes que surgen del Orden Social Natural, jerarquía y armonía, y que todo hombre está llamado a defender; del cual deriva el derecho natural debido al hombre en razón de su esencia (Carlos A. Sacheri). Sabemos que existen valores sociales fundamentales: la justicia, el amor, la verdad, la libertad; conocemos la diferencia entre el bien y el mal, que no son relativos, sino que conllevan categorías absolutas. Pensamiento y acción, razonamiento y fe, ciencia y técnica, sentido moral y trascendencia espiritual, mística y heroísmo... son todos elementos que conforman nuestro Ser Nacional, sin cuyo reconocimiento y defensa no podremos brindar el aporte a la crisis que sufre la humanidad en general y nuestra Patria en particular. "Recuerda, amigo Sancho, que nadie es más que nadie, sino hace más que nadie" (Don Quijote). Sin ningún tipo de ambigüedades, la respuesta argentina al mundo actual debe proyectarse desde esta cosmovisión, fundamentalmente espiritual y esencialmente humanística.

4.- Esto criollo, esto mestizo, esto argentino, esta fusión configura los linajes primigenios con un peculiar modo de ser. por ser una Nación nueva, la tarea de buscar características distintivas resulta ineludible; entre controversias y titubeos, en actitudes cambiantes y a veces inaprensibles, sabemos que lo ARGENTINO EXISTE. De allí la importancia de conocer nuestra génesis, de entender, sentir y comprender nuestra vera historia, de asir lo heredado de nuestra estirpe, porque habremos de ser lo que fuimos. No es una vuelta nostálgica y utópica al pasado; "tradición no es querer muertos a los vivos, sino vivos a los muertos" (Chesterton). Se torna imprescindible articular un modo propio del todo; sólo así podremos salir de una postración que amenaza con paralizarnos por siempre. Somos argentinos, criollos (lo indígena, lo hispano y lo europeo sin exclusiones suicidas); esto amola lo nativo y lo heredado, en función de una originalidad sustancial. Y en la necesaria integración con otras particularidades culturales, debemos ir reafirmando más que nunca nuestras peculiares esencias porque "ARGENTINA ES EL HOGAR" (Perón). En lugar de esta armónica y fértil convivencia, quienes apuntan a nuestra desintegración pregonan un pluralismo que concluye en coexistencia de colectividades y desculturización nacional.

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Desde ese conformado hogar es cómo podremos proyectar nuestra unidad de destino; primero en el reagrupamiento que señala la Cruz del Sur, en las Provincias Unidas Rioplatenses; cuatro estrellas y una en realidad: Alto Perú, Banda oriental, Paraguay y Argentina, hacia nuestra América, después; y en servicio del universo, en tercera instancia. Que ya lo sostenía el primer gran Caudillo Federal, Artigas: Confederación para la defensa común, libertad, soberanía e independencia económica. La lamentable situación que estamos padeciendo hace que "el nuevo siglo encuentra al país en una situación tan delicada que no le deja vislumbrar el rumbo y la orientación de su historia" (Obispos de la República Argentina. Mayo de 2001); y sin clara visión histórica, con sus más y con sus menos, no será posible volver a ser. Los enconos, los odios, la búsqueda enfermiza de goces materiales, como el dinero y el sexo, en estos casos normalmente provenientes de un poder irresponsable, lleva al no-servicio del bien común, sino al servirse del esfuerzo de todos para beneficio de partidismos sectarios y elitistas.

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II. PERSONA. DEBERES. DERECHOS.

5.- El hombre es persona, Señor de sí y de las cosas, por ser portador de principios morales y de valores trascendentes. Como ser que decide es libre y, por tanto, responsable de su conducta y de su vida. Esta dignidad de la persona humana -fundada en su semejanza con Dios (Gén. I, 27)- debe ser desarrollada en tarea inacabable en la comunidad para el logro de una sociedad organizada en justicia. Así el hombre, "animal político" y "ordenado a la convivencia social" (Aristoteles), adquiere plena conciencia de su responsabilidad y de su libertad, sanamente ejercitadas en el marco socio-político que lo encuadra. En la búsqueda del bien común, que no se identifica con el bien personal de ninguna persona en particular, es como el hombre encontrará su propio bien (Santo Tomás); y porque el bien común no es yuxtaposición, resulta de una jerárquica ordenación de los bienes particulares en función de los más importantes y generales. Sólo así es posible la realización del hombre -persona y comunidad- ya que "el hombre se realiza en una comunidad que se realiza" (Perón). Lo escribía magníficamente Ignacio Anzoátegui: "La grandeza del león necesita de la grandeza de la selva, como la grandeza del hombre necesita la grandeza de la Patria".

6.- Ser persona significa existencia moral libre, entendiendo la libertad como un medio para cumplimentar la vocación humana, dirigida hacia Dios como a su Fin y Bien Supremos; y no como un fin en sí que, al no reconocer nada superior al capricho individual, confunde bien y mal, verdad y error, relativizando todo y socavando el fundamento esencial social del hombre. De esta forma se niega la misma libertad que se pretende y, por supuesto, se compromete el objetivo adecuado de la misma. El ser humano supera la mera dimensión biológica de trasnochadas teorías; porque dotado de intelecto y voluntad, y elevado por Dios al orden sobrenatural, puede interrogarse acerca de su vida, de su origen y de su destino; y, libremente, puede encontrar las respuestas concretas adecuadas para lograr sus fines más elevados. Esta noción de persona, fruto exquisito del pensamiento humanístico trascendente, es conclusión lógica de la concepción más excelsa del ser humano: el hombre sobre las cosas, junto a los otros, de cara a Dios. La persona humana así entendida, principio y fin de la comunidad política recta y jerárquicamente organizadas, es fundamento de toda afirmación política, social, cultural, económica... que tenga como objetivo la reafirmación del espíritu nacional. Espíritu que plasmado en la doctrina, no resulta como disposición de principios políticos, sino como consenso en valores comunes.

7.- Por propia naturaleza, entonces, la persona humana es titular de deberes y derechos universales, inviolables e irrenunciables. El ejercicio de esos deberes/derechos garantiza el normal desenvolvimiento del orden social natural. Los deberes, indispensables porque el hombre no es un ser insolidario ni egoísta, confluyen hacia la

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sociedad que se va transformando y enriqueciendo con el aporte de todos, desde la familia, "grupo primario y fundamental de la sociedad" (Constitución de 1949), (hoy severamente cuestionada y atacada por legislaciones antinaturales), y los grupos intermedios, "cuerpos orgánicos... que participan en la construcción de la decisión política" (A. Buela), hasta el Estado, órgano supremo integrador, instrumento histórico de la realización del destino de la Nación y del Pueblo (hoy lamentablemente transformado en coto de caza de intereses minúsculos y corruptos). Los derechos que brotan de la naturaleza humana posibilitan la realización integral de la personay, por tanto, deben ser tutelados y defendidos por el Estado contra todo intento de negación o supresión; porque a los hombres -"personas de diálogo y dueños responsables del destino común" (Episcopado Latinoamericano)- no les es lícito soportar el dominio de ninguna imposición, ya sea individualista o colectivista, ni financiera ni tecnocrática, tampoco política o cultural. Más aún, cuando estas dominaciones, como ocurre actualmente con el perverso Nuevo Orden Mundial, están recubiertas con un máscara seudodemocrática, y manipuladas por medios de "des-comunicación", mediatizados éstos por poderosas organizaciones financieras internacionales. El hombre, todo hombre, debe tener asegurada la suficiencia de bienes, no sólo materiales, sino también morales, intelectuales y espirituales. Por eso que el verdadero desarrollo es "de todo hombre y de todo el hombre" (Pablo VI). Así podrá concretar sin menoscabo las actividades que conduzcan a su inserción comunitaria, con la posibilidad de felicidad que pueda brindar su naturaleza solamente realizada definitiva e íntegramente en Dios (San Agustín).

Recordamos, entre sus derechos: •Derecho a la vida, que es inviolable desde la concepción hasta la terminal. •Derecho a profesar la propia religión. •Derecho a la protección de la familia, como núcleo básico de la sociedad, que necesita adecuada protección de parte del Estado. •Derecho a trabajar y a una retribución justa y digna, para sí y para su familia. •Derecho a la seguridad personal y social. El futuro no debe constituirse en angustiante hipoteca. •Derecho a la educación y a la cultura. •Derecho a la salud y prevención. •Derecho de los padres a ser reconocidos como los primeros educadores de sus hijos. •Derecho a la vivienda digna, apta para la familia. •Derecho a la propiedad privada en función social. •Derecho al reconocimiento de las asociaciones gremiales y profesionales como agrupaciones esenciales en la organización comunitaria.

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•Derecho a la participación política que, para ser verdadera, no debe agotarse en partidos políticos; y al respeto a sus decisiones. •Derecho a la protección integral de parte del Estado, sobre todo para los más necesitados.

A este respecto hacemos nuestro el artículo 37 de la Constitución Social de 1949 y los derechos de la familia proclamados por la Santa Sede en 1983; consideramos que sobre estas bases podrá ir construyéndose un orden soical justo y solidario. El hombre argentino, entonces, por el mismo hecho de haber nado en esta tierra, debe tener asegurada la polibilidad de vivir en plenitud en la misma (Eva Perón), mereciendo este insigne derecho por ser responsable en sus obligaciones. De allí que la prioridad debe ser "la constricción de bases materiales, culturales y espirituales" que nos permitan ser nación (Arturo Frondizi).

8.- El Argentino, dueño y servidor de su Patria, tiene hacia sus compatriotas un deber irrenunciable: la solidaridad. Solidaridad que también se expresa hacia la Nación -destino común de todos los argentinos y de todos cuantos con buena voluntad quieran habitar su territorio- a la cual la unen insoslayables deberes de justicia y de amor, aún a costa de esfuerzos, trabajos y sacrificios. Dios nos puso aquí, en esta Patria, como misión a cumplir y como medio para guiarnos hacia la morada definitiva (P. Alberto I. Ezcurra). Una convivencia fraterna sólo es posible cuando todos nos reconocemos hijos de Dios, fundándose el auténtico y verdadero respeto mutuo. De este modo una vida política verdaderamente humana y erigida sobre principios cristianos, exige sentido de justicia y vocación de servicio en todos los miembros del cuerpo social. El hombre, ser desposeído por naturaleza, necesita del otro; y este otro, al dar no se empobrece, sino que va enriqueciéndose aún más. Es el misterio del amor simbolizado en el Pan Eucarístico que, multiplicado, no se agota, sino que reparte de su profundidad. Los deberes políticos y sociales, ejecutados a conciencia por los ciudadanos, constituyen fundamento imprescidible para la consolidación del sano orden comunitario. Pero sin la concepción cristiana de la vida, como enseña Arturo Sampay, no existe ni justicia, ni libertad, ni seguridad porque el hombre no puede vivir sin un sistema absoluto de valores, ya que "la política no puede limitarse a una mera técnica para conquistar el poder y conservarlo, sino que requiere una visión clara de los verdaderos que han de orientarla" (Juan Llambías de Azevedo). Lamentablemente hoy se vive de sofismas, con relativismo, sujetivismo, escepticismo y venalidad (Bernardino Montejano). Todo esto "quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de referencia moral"; asimismo "si no existe una verdad última -la cual guía y orienta la acción política- entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fin de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible en encubierto, como demuestra la historia" (Juan Pablo II). Y esto es así desde el preciso instante de la Encarnación en que el Hijo de Dios, Cristo, "se metió" en la historia. De allí aquello de "dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Mt. XXII,21), debe

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entenderse el sentido de que el César también es de Dios. El modelo uni-mundialista avanza, con centro operativo en los Estados Unidos, que hace el trabajo sucio, y con inteligencia planificadora en la Gran Bretaña, a través del secularismo profano (democracia liberal, derechos humanos y sacrosanta religión del mercado), y del secularismo religioso (sectas y nueva era) (Rodolfo Mendoza).

9.- Cada uno debe responder ante la comunidad por el cumplimiento de sus obligaciones; y los que posean y puedan más, tienen la obligación de hacer en favor de los que posean y puedan menos. Pensar y hacer otra cosa, es reducir al hombre a la categoría inferior de lobo. El esfuerzo solidario dirigido a amparar, abrigar y alimentar a los desposeídos y necesitados, no sólo es manifestación caritativa de amor fraternal que surge del mismo corazón de Cristo, sino cumplimiento obligatorio de un deber de justicia social hacia los que conviven bajo un mismo cielo, compatriotas de una misma tierra e hijos de un mismo Dios. Justamente quien lucha por la justicia social no es solamente el que abriga lástima al comprobar la necesidad ajena, sino quien siente vergüenza de la misma (Héctor Oscar Legnani). De allí, las palabras de la Madre Teresa: "Dar hasta que duela".

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III. TRABAJO. SINDICATO. EMPRESA

10.- El trabajo es el derecho que tiene todo hombre para satisfacer sus necesidades materiales y espirituales; y un deber hacia la sociedad de la que es parte; una forma de contribuir al esfuerzo común para el logro de un orden socio-económico justo y digno. La regla general debe ser: "cada uno debe producir por lo menos lo que consume" (Perón). Consideramos el trabajo como expresión de la singularidad del individuo y no como algo meramente físico o material, porque el mismo contiene un valor ético propio de la personalidad humana consciente y libre. Es obvio, entgonces, que el trabajo no puede ser considerado mercancía. Como expresión de esa personalidad, el trabajo es co-creación con Dios que dejó inconcluso el mundo para que el hombre lo labre y perfeccione con sus realizaciones; y además de ser medio adecuado para sustento propio y de la familia, en proyección social produce los bienes y servicios que necestia la comunidad para una mejor y más conveniente distribución de los mismos. Esta realidad lleva a la natural defensa de los intereses laborales por medio de la constitución de sindicatos y asociaciones profesionales. En la organización de aquéllos y éstas, se configura la defensa integral del oficio y de la profesión. Se procura así el mejoramiento del ámbito laboral, la empresa, asegurando el perfeccionamiento del trabajador y del profesional, cuidando de las condiciones morales y materiales del trabajo. La empresa debe constituirse en una auténtica "comunidad de personas" (Juan XXIII); debe ser más que una asociación de capitales, ya que la acción humana, precisamente por tal, rebasa cualquier concepción materialista. Reducir la empresa a quienes poseen su propiedad, es acotarla en su proyección social. Si es deber del sindicato, en la actual estructura económica, la obtención de una retribución justa que cubra las necesidades del grupo familiar del trabajador (alimentación, vestimenta, habitación, salud, educación, esparcimiento, ahorro...) se colige la primacía del trabajo en realción al capital (postulado esencial de la moral social). De allí, entonces, que en este sistema, lo repetimos, como primera medida propugnamos la humanización del capital en el sentido de legítima y necesaria asociación del trabajo a aquél. Pero el ideal es lograr que el trabajo, como tal, participe en la propiedad: no es, en efecto, el capital que produce, sino el trabajo que utiliza a éste como medio. La propiedad es atribución, y la posesión, poderío, dominino. Para suprimir el sistema capitalista basta atribuir la posesión del instrumento de trabajo a quienes legítimamente lo necesitan para la producción, es decir, los productores, pudiendo permanecer la propiedad en manos de quien la formó (pero, no, de quien la robó). Así podrá aspirarse a una comunidad de productores, sin parásitos ni explotación. Solamente de esta manera es cómo se logrará el pleno ejercicio de la libertad individual, superando precisamente al individualismo económico. El sistema capitalista no es humanizable, porque es, precisamente, antihumano: tan inhumano, como el marxista. Uno produce la explotación del hombre por el hombre; el otro, la del hombre por el Estado. Ambos injustos, engañosos y perturbadores del recto orden social. En esta organización no capitalista, debe ser precisamente el gremio, como la unión de todos cuantos

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laboran en un mismo proceso o producen un determinado servicio, el medio del reencuentro de los productores, no divididos por intereses de clase, sino unidos en beneficio propio, en primer término, y en segundo, de la comunidad, desde luego y por supuesto. No habrá sindicalismo de confrontación, sino asociación de conjunción.

11.- Pero mientras debemos luchar para trasmutar el sistema capitalista de opresión, por otro digno de una humanidad salida de las manos de Dios, el sindicato, como legítima organización libre del Pueblo, debe gozar de todos los atributos que la elevada función a cumplir requiere. Y en unidad. De allí que ratificamos la necesidad de una sola representación por rama; el intento, bajo engañosas apelaciones a la libertad, de variadas expresiones sindicales, no es más que propósitos de avasallar las distintas aspiraciones de los trabajadores. El "pluralismo" sindical, parafraseando a Julio Guesde, no más que "el zorro libre en el gallinero libre". El sindicato, entonces, no es un mero discutidor de salarios, sino debe conformar una verdadera organización que, al tiempo que defiende como nadie los derechos de sus integrantes, aporta su esfuerzo a la comunidad toda. De allí que, como contribución al bien común, resulta imprescindible la legítima, útil y necesaria proyección política de los interese y necesidades de los trabajadores; ya lo había enseñado el Cnel. Perón cuando, obligado a dejar el cargo de Secretario de Trabajo y Previsión, se despidió de ellos en octubre de 1945.

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IV. ORDEN ECONÓMICO-SOCIAL

12.- Partiendo de la base de que la economía y la propiedad se deben hacer, únicamente, trabajando, resulta justo un orden económico-social en el cual aquéllas tengan el objetivo esencial, humano, de que el hombre viva y viva plenamente, es decir, en posibilidad de acceder a todos los bienes necesarios (materiales, espirituales, morales, intelectuales, etc...) para el desarrollo integral de su personalidad. Por lo tanto, no puede existir desvinculación alguna entre los principios morales y los económicos, pues éstos se hallan justificados en función del hombre. No es el hombre para la economía, sino la economía para el hombre (Perón). Concebimos, así, la economía como el resultado de la libre cooperación en el esfuerzo productivo de todos los agentes del hecho económico que, por ser humanos, es social y es político. De modo que en el marco de pautas justas ordenadas al Bien Común, la economía tiene una función social que cumplir para lograr el bienestar social, y esto al efecto de concretar las condiciones para el desarrollo de la sociedad en su conjunto. Esta armonía sólo se consigue mediante una sociedad participativa, donde el hombre tenga algo que ofrecer y no sólo una presencia muda y pasiva, pues "al sentido de comunidad se llega desde abajo y no desde arriba" (Perón). Este enfoque supera largamente la organización capitalista que, so capa de tutelar la libertad, aplasta la verdadera autodeterminación a través de la concentración del poder económico y financiero; y a la pretendida solución marxixta que, al nulificar a la persona, concluye en elitismos no menos nefastos e inhumanos. Ni lucha de clases ni libre concurrencia, porque ambos son materialistas e inhumanos (Pio XI). El hombre, libre protagonista de su trabajo, proyecta el yo hacia el nosotros en fecundidad operativa. Sostenemos toda organización libre del Pueblo que defienda y consolide la economía social, base para el logro de la justicia social, que concluye en equitativa distribución de los frutos del trabajo.

13.- Reconocemos como único y legítimo capital al que sea capaz de movilizar las iniciativas y el trabajo de todos los argentinos. Recordando la admonición de la Conferencia Episcopal Argentina en 1981: "... puesto que Dios es Nuestro señor, ningún hombre, ningún grupo de poder, ninguna empresa económica puede erigirse sobre la exclavitud, la degradación o la humillación de los hombres, sea cuales fueren las formas que éstas adopten", afirmamos que cualquier actividad económica debe tener como meta servir a la persona. Decía Hipólito Yrigoyen que la democracia no consiste sólo en la garantía de la libertad política, sino que entraña a la vez la posibilidad para todos de poder alcanzar un mínimo de felicidad siquiera. Los hechos económicos -eficiencia, lucro, interés, consumo, producción- no deben ser fines en sí mismos, y no han de prevalecer sobre los derchos esenciales de los hombres. La economía está subordinada al bienestar de la persona y de la sociedad; y no al revés. Nuestras riquezas -recordaba Enrique Mosconi- deben redundar para "el bienestar moral y material del Pueblo Argentino". Sostener el desarrollo de los pueblos sobre la base de las ambiciones particulares, es destruir el principio de la solidaridad, para crear una sociedad de caníbales. Expresa el Episcopado Argentino: "Un sistema económico que no procure justicia, pan, trabajo y libertad al

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conjunto de los argentinos, es nocivo, está en el error y va contra el hombre". Y la Pontificia Comisión "Justitia et Pax": "...las estructuras económicas y los mecanismos finanacieros están al servicio del hombre y no a la inversa". Una economía sin moral y contra el hombre, resulta aberrante, perversa y demoníaca, concluyendo en una tecnoburocracia que desemboca, en lo político, en la concentración del poder; y en lo social en la tiranía de los mercados financieros. "La tarea no debe reducirse a que las cuentas cierren para tranquilizar los mercados. No es suficiente haber bien los deberes hacia afuera" (Los Obispos de la Argentina. 2000).

14.- Pero no es posible la justa distribución de los bienes si los resortes básicos de la economía no se hallan en manos de la Nación, a través del fiel ejercicio del gobierno y de la autenticidad de sus instituciones, para beneficio del Pueblo. No se puede pretender un país con posibilidad de decisión nacional si el Estado renuncia a su misión de controlar los fundamentos económico-financieros, como la moneda, por ejemplo, pues se compromete estratégicamente la misma permanencia de la Argentina como nación soberana. Lo mismo afirmamos de las empresas, cuya vil entrega ha debilitado el cuerpo social; el afán por privatizar y de cualquier manera, nos convirtió en factoría. Deberemos reparar este dislate. Asimismo no se logró ninguna de las "mentidas-promesas" de quienes aseguraban que el Estado, al dejar la administración de las mismas, iba a reforzar su acción en justicia, seguridad y educación. ¿Tenemos, acaso, más educación, seguridad y justicia que una década atrás? La respuesta es taxativa: ¡no! Los manejos de la alta finanza internacional, las empresas multinacionales y sus epígonos locales, "perduellis y oligarcas" (José Luis Torres), el saqueo de los recursos naturales, la inmoral y usuraria deuda externa (que no podrá resolverse mientras los "deudores" no programen una acción política de conjunto) producen, por fatal consecuencia del "imperialismo internacional del dinero" (Pío XI), la dependencia de las naciones, la esclavitud de sus pueblos, la imposibilidad real de la consecución de empleos dignos y de planes de desarrollo, de salarios justos y de precios internacionales equitativos, manteniendose una ficción de soberanía por el uso de la bandera y el canto del himno nacional (devaluados y con minuscula), concluyendo en la tiranía de los menos contra los más, oclocracia oligárquica y pérfida sostenida por grupos ideológicos foráneos. Industria muerta, precios deformados y convertibilidad nos ha colocado en el sector de pueblos dominados.

15.- Un párrafo para la ilegítima, imnoral e impagable deuda "externa", saqueo financiero sin parangón en la historia argentina. El Sumo pontifice ha llamado repentinamente la atención, sobre todo con motivo de este año jubilar, de lo insoportable e insostenible que resulta la misma para los países deudores; deudas cuyos montos no han podido ser todavía verificados. La usura fue condenada desde siempre por los Padres y Escritores de la Iglesia: el préstamo a interés estaba vedado a los cristianos. Por eso lo realizaban gentes sin escrúpulos y con un "particular" sentido de lo ético. La pretendida deuda externa, por obra y gracia de la usura de los grupos financieros internacionales, se ha tornado "una de las amenazas más peligrosas contra el destino nacional" (Mons. Dr. Héctor Aguer). Hcemos nuestra la angustia de este pastor que patéticamente expresara: "Una pesada lápida amenaza caer sobre nosotros sepultando nuestros propósitos y deber de contituir efectivamente una Nación justa, libre y

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soberana. Ya puede adivinarse la inscripción mortuoria: 'Aquí yace la República Argentina. Vivió pagando, murió debiendo' ". Porque, como repetidamente nos enseñara ese gran patriota que fuera Alejandro Olmos, "o se está al servicio del país contra la deuda externa, o se está al servicio de la deuda externa contra el país". Ya en 1989 los obispos norteamericanos, en un notable "llamamiento a la corresponsabilidad, la justicia y la solidaridad", expresaban que "los deudores no pueden ser reducidos a una situación de pobreza extrema para pagar sus deudas"; "el problema de la deuda, con sus consecuencias humanas, es económicamente insostenible, políticamente peligroso y éticamente inaceptable". Así es porque la "refinanciación ad aeternum... genera una situación de dependencia permanente entre el prestamista y el prestario" (Adrián Salbuci). ¡¡¡Y esto es un problema político!!! Pues de lo que se trata, ni más ni menos, es de lograr que el hombre argentino sea liberado de aquéllo que a él oprime y aliena a la Nación. Un hombre económicamente dominado no es libre, pues "en la necesidad no radica la libertad" como magnificamente sintetizara un eminente líder tercerista y, por tanto, no puede lograr ni su finalidad natural ni su vocación sobrenatural, cosificándose e instrumentándose en aras a injustas e inhumanas ideologías. Una nación sin independencia económica, por tanto, pierde identidad y la posibilidad de su destino. Acá el "unidos o dominados" adquiere patética vigencia; por eso sostenemos que los países deudores deben aunar esfuerzos en común ante el club de los acreedores, representados por las corporaciones financieras internacionales.

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V. CULTURA. EDUCACIÓN

16.- Entendiendo la cultura como forma de acuerdo a la cual los diversos grupos humanos se proyectan hacia el futuro relacionandose con Dios, entre sí y con las cosas, se conforma un estilo de vida en común que fundamenta los signos distintivos de la singularidad nacional. Esta realidad existencial y concreta lleva a la conclusión que tomar un "hombre-general" como exponente de "cultura-universal", es una ficción ideológica. El hombre, en nuestro caso el hombre argentino, está inserto en lo cultural a través de una vertiente, justamente argentina. Toda creación del hombre -que esto es en definitiva el hecho cultural-, compartida en actitudes y trasmitida como le, es irrepetible. En nuestra civilización greco-romana hay varias expresiones culturales, y en nuestra propia idententidad cultural existen fuentes diversas; pero una sola manera de expresarse. Y porque resulta la única manera posible para conformar y definir al Ser Nacional, la cultura siempre es nacional; por ésta es definida la nación (Osvaldo Guglielmino); los pretendidos "pluralismos" apuntan a varias naciones. Ese sentimiento nacionalista que surge "de la entraña misma de la tierra", mínimo y defensivo, resulta "el fundamento de la idea nacional de que el Estado argentino debe recoger e interpretar y a la que debe darle fuerza ejecutiva" (Raúl Scalabrini Ortiz). El orgullo de lo nuestro es la afirmación nacional; esto el Pueblo lo percibe con perspicacia; que es diverso a la vanidad, renuncia a ser en aras a parecer; la tilinguería y el medio pelo, justamente, han prostiuido los hábitos culturales argentinos (Arturo Jauretche). Es la zoncera de la "media-clase", como decía irónicamente el maestro Alberto A. Mondragón, que lleva a una "disposición denigratoria" producto, a su vez, de una deformación intelectual foránea (A. Jauretche).

17.- A esta negativa situación han contribuido los medios de comunicación "eficacísimos instrumentos de... confusión" (P. Leonardo Castellani), en manos de determinadas "cadenas" internacionales. Fue Jauretche quien tratara el tema con su habitual ironía y profundidad. La zoncera de "lo dijo..." hoy se ha instalado en la sociedad argentina. Se hace imprescindible desmitificar el nuevo dogma religioso del que se escuda tras un micrófono o una pantalla, y de la pretendida libertad de prensa: que no existe. Hay, sí, libertad de empresa que es otra cosa bien distinta. Con las admirables excepciones de esforzados programas independientes que, normalmente no llegan al gran público, sea por la baja potencia de las emisoras o debido a que los espacios centrales de las de mayor envergadura resultan económicamente inaccesibles, como porque las posibilidades televisivas exceden las realidades de militantes comprometidos en la defensa de los nacional y, por tanto, a contramano de los intereses de empresas con intereses foráneos. La ausencia de espíritu crítico, esto es, de no saber y/o de no querer distinguir racionalmente, abunda en los medios periodísticos. No puede existir libertad para atentar contra la libertad de querer ser y sentirnos argentinos; la libertad, cualquier libertad, debe enmarcarse en los fines supremos del bien común. 18.- "Esta marca de fábrica" es la que nos distingue, la que nos proporciona la base sólida para la imprescindible cohesión y solidaridad, es factor predominanate de la personalidad social, es la que sistematiza valores, comportamientos y actitudes, es la que protege la identidad nacional. Un pueblo se funda en su cultura que lo nutre y mantiene vivo; diluido en los fangosos esteros del

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universalismo, se pierde, porque no conserva identidad, niega el pasado y compromete el futuro. De allí la importancia de la propia tradición, valores a conservar, y del conocimiento exacto de su historia. "La mayoría de los males de América provienen de gobernantes que no saben historia", ha dicho con sobrada razón Luis Alberto de Herrera. Medulosamente expresa Juan Pablo II que "la cultura es el fundamento de la vida de los pueblos, la razón de su identidad profunda, el soporte de su supervivencia y de su independencia". Concepto este no libresco, para el cual ser culto es estar informado o conocer las últimas modas. ¡Informado de lo foráneo, e ignorante de lo propio! Versión moderna de "civilización o barbarie". La única cultura verdadera es la nacional, manifestada si se quiere en el deseo insatisfecho por ser Nación, pero no fuera de los marcos de ésta; es popular en cuanto el Pueblo va creando y recreando nuevas expresiones; es humanística porque el hombre concreto argentino, es el centro de sus afanes; es cristiana porque los valores surgidos de Cristo son los fundantes de nuestra cosmovisión. Todo esto conforma la herencia a transmitir, sin la cual, cualquier proyecto se convierte en simiesca imitación; ninguna expresión foránea, puede representar válidamente los intereses del Pueblo Argentino. Son nuestros valores aunque sus esencias sean universales porque dimanan de la ley moral natural, propios e irrepetibles. No somos ni mejores ni peores; somos. Y ésto es lo que nos forma como argentinos.

19.- Decía Perón hace más de cincuenta años que la primera meta de la escuela debía ser "entronizar a Dios en las conciencias exaltando lo espiritual sobre lo material", ya que "el fin de la vida no es la riqueza sino la virtud". Proscripto Dios, ¿puede quedar algún valor serio en pie? Justamente ésta es la gran falencia desde el laicismo implantado por liberales y masones durante los años 80 del siglo XIX, hasta los afanes mercantilistas de estas últimas décadas. Sin Dios no puede haber educación integral y, por tanto, peligra el destino nacional. Negando lo espiritual ¿qué paradigmas presentamos a nuestros niños y jóvenes? El logrero, el avivado, el exitoso o la diva valen más que el santo, el héroe o el sabio. El laicismo escolar -que en la práctica ha significado la negación de Dios- compromete seriamente los fundamentos de una Nación basada, desde su comienzo como tal, en los ideales evangélicos. Dios es el gran discriminado en la escuela argentina (Card. Jorge M. Bergoglio).

20.- Desde la perspectiva del hecho cultural nacional debe partir la acción educativa, como medio para el fortalecimiento de la conciencia nacional. En nuestro caso la enseñanza fue -y lo sigue siendo- un proceso de aculturización que se utilizó, en su momento, para convencernos de que estábamos bien en ser colonia de Inglaterra (O. Guglielmino) y para sumirnos ahora en las garras tentaculares del nefasto Nuevo Orden Mundial que intenta desterrar la religión y las patrias (P. Alfredo Sáenz). Ni historia, ni nacionalismo, ni religión, como lo escribiera Zbignew Brzezinski. Una educación supuestamente imparcial, neutra universalista, relativista... lleva a no compromiso, a indiferencia social, a ideologismo extraviado en lo filosófico, religioso e histórico. No es posible confundir bien con mal, o pensar que todo es igual. La esucela "debe enseñar a los niños el amor por la virtud y el odio por el vicio" (Manuel Belgrano). El fin de la educación es la búsqueda de la verdad para el ejercicio de la justicia. Esto que nos libera se

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expresa concretamente en el deseo por "ser más" Y ser más argentinos, más patriotas, más comprometidos con nuestros valores nacionales jerarquizados. Porque más que por potencial económico, numérico o armamentístico, la grandeza de un Pueblo se mide por el índice de su dignidad y por el valor de su cultura. Cultura es poder; y cultura nacional es poder nacional. Solamente así será posible que el Estado Soberano pueda conformar una Nación libre para una Comunidad Organizada en justicia solidaria y en verdadera libertad. La prioridade: renovar-restaurar al hombre argentino en sus valores fundamentales.

21.- La cultura que nos quieren imponer es la que busca el "pensamiento único" nivelador y uniformante "y lo que obstaculiza la toma de conciencia de nuestro ser cultural". Contra esto se alza la cultura católica, de modo que la iglesia se ha convertido en el más formidable ariete contra esta pretendida dominación (P. Aníbal E. Fosbery); dominación esta que hasta ha trastocado la significación misma de las palabras de modo de producir perversa confusión en las ideas. Y de ideas confusas, no puede concluirse en acciones lúcidas... Ya en 1946 el gran Papa Pío XII enseñaba que "el camino que traza (la Iglesia) en su proceso y en su expansión es contrario al que sigue el imperialismo moderno". Justamente el enfoque de Fukuyama se basa en eliminar la religión y las patrias, permitiendo la religión "tolerante" y aceptando naciones finalizadas en las banderas o el himno (P. Saenz). Pero sabemos que el nacionalismo, como suprema expresión de amor a la Patria, y la religión, basamento insustituible de la moral y dignidad humanas, son base inconmovible de sustentación de las comunidades nacionales. De allí que proponemos una seria reformulación de lo cultural y de lo educativo, volviendo a las fuentes de nuestras auténticas tradiciones nacionales y a las valoraciones de nuestro acervo cristiano que otorgan identidad al pueblo argentino y recuperan el patrimonio cultural-espiritual. Sin éstos, resulta imposible borronear siquiera un proyecto de nación, pues si no somos lo que debemos ser, mal podemos ser mejores. Acervo desintegrado como medio para neutralizar nuestras potencialidades y comprometer el mismo patrimonio físico (Florentino Díaz Loza); y, por supuesto, frustrar definitivamente nuestra vocación iberoamericana en la reconstrucción de su perdida unidad. Tal marco referencial es el único posible para la realización integral del hombre argentino, posibilitado por una Argentina también realizada. Toda concepción tecnocrática, elitista o marxista, "trabaja deliberada o inconscientemente para que la sinarquía cercene irreparablemente nuestra vocación de autonomía espiritual y obstruya por siempre la formación de una autentica cultura nacional", escribe Perón; y concluye: "el desarraigo anula al hombre y lo convierte en indefinido habitante de un universo ajeno". Se trata, como dijimos, de restaurar los valores, reforzar los lazos nacionales yd efender nuestra cultura católica; aún no teniendo fe personal, resulta medio de reafirmación de nacionalidad y de arraigo. Solamente así estaremos en condiciones de configurar la armonía de valores necesaria para el proyecto compartido de vida en común. Porque "los pueblos sin moral, carecen de historia" (Perón).

22.- Resulta ocioso recordar que desde hace décadas la Nación fue perdiendo presencia en ciencia y tecnología. Lo arduamente logrado y trabajosamente obtenido, sobre todo a partir de la década del cuarenta, se vio seriamente afectado por enconos politiqueros y miopes resentimientos. La independencia económica hoy resulta impensable sin investigación ni desarrollo. Son bien conocidas las angustias de

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nuestros investigadores, científicos y técnicos a merced de planes que parecen diagramados por el enemigo. El ideologismo se ha mostrado cruel y ha resultado corrosivo, anulando la mayoría de los proyectos, desmantelando las principales instituciones de investigación; también en este rubro el afán privatizador cumplió sus ocultos propósitos. La industria de base y de la producción para la defensa (blindados, misilística, aviación, buques, submarinos, armamentos...) fueron sistemáticamente desmanteladas, anulándose promisorias realidades tanto para el autoabastecimiento cuanto para la exportación. Nos hallamos en manos de aventureros irresponsables y de nefastos personeros de intereses foráneos. La dependencia tecnológica es una suerte de dominación y justamente su solución "está en el corazón de la conquista de la liberación" (Perón) En esto también hacemos nuestros los conceptos que, para todos los argentinos, nos dejara el "Modelo Argentino".

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VI. DEFENSA NACIONAL

23.- Aspiramos a una plena autodeterminación que debe preservar los intereses vitales y esenciales de la Nación. Esto se obtiene con el imprescindible apoyo de una sociedad esclarecida y compenetrada de los grandes objetivos nacionales, la protección adecuada de las necesidades y el armónico desarrollo del potencial nacional. Desde el nacimiento de nuestra Nación como entidad independiente se entabló la lucha, ancestral, entre el Proyecto Nacional y el antinacional, entre la concepción propia y la importada, entre la realidad hispanocatólica y la ideología anglosajona-protestante, entre la lucha por la liberación y la entrega a la dependencia, entre los factores aglutinantes de la Patria y los disociadores de la misma, entre nacionales y antinacionales, entre la defensa de la Nación y la indefensión más abyecta.

24.- La Defensa Nacional no circunscribe su acción tan sólo a las Fuerzas Armadas. Éstas son el "instrumento de lucha" y " el mejor instrumento", piedra o metal de la cuerda y el arco que "son la nación toda" (Perón); y en la realización del potencial de guerra deben intervenir "la totalidad de las fuerzas morales y maeriales con capacidad y rapidez" (Manuel N. Savio). Esta "visión totalizadora" (Florentino Díaz Loza), ya lo dijimos repetidamente, tiene dos misiones fundamentales: una, constitucional, salvaguardar los intereses de la Nación; la otra, institucional, brazo armado de la Patria. Reemplazar estos objetivos nacionales, a cambio de lo impuesto por el Nuevo Orden Internacional, ha significado perder de vista el valor geopolítico nacional y comprometer la soberanía nacional porque desaparecen las políticas independientes. Desde el punto de vista geopolítico estamos a cien puntos; no nos falta nada: tenemos una gran plataforma continental, contamos con incalculabes riquezas, nos benficiamos con las cuatro estaciones, cultivos variados, ganadería abundante, mierales, etc. Pero en lo relativo nos hallamos comprometidos, rodeados de seis países, con fronteras extensas y difíciles, población escasa y además, concentrada. Nuestras Fuerzas Armadas (Ejército, Marina y Aeronáutica) estaban destinadas para hacer frente a las grandes amenazas; las Fuerzas de Seguridad (Prefectura y Gendarmería), para las medias (terrorismos, narcotráfico, contrabando), y las Fuerzas Policiales (Federales y Provinciales), para las amenazas menores (delitos comunes). Con unidad de mando. Asimismo había apoyo logístico (Fabricaciones Militares, planta industrial en Córdoba, fábrica de submarinos,...) y un formidable sostén civil: comunicaciones, energía, petroquímica, siderurgia, servicio militar. Los grandes objetivos fueron reemplazados po misiones coloniales para resguardo del Nuevo Orden impuesto por el imperialismo anglo-norteamericano, que usa nuestras Fuerzas Armadas para hacer "changas". Las tenemos ahora para magníficos conciertos y vanas presencias en el exterior. En cambio Fuerzas Armadas, cuando emprendieron el camino nacional, produjeron enormes posibilidades revolucionarias, como las realizadas en el proyecto 1943-1945. Hoy han perdido su razón de existir; lo mismo da el Golfo que el Atlántico Sur; y quizás más aquél, por egoísta interés individual económico. ¡Lamentable! Por el contrario, necesitamos Fuerzas Armadas comprometidas seriamente en la defensa de su territorio y de su patrimonio; sin este, Argentina es una ficción (Julio C. González). Nos quedará el enorme privilegio de vivir enajenados.

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25.- Las Fuerzas Armadas provienen del Pueblo que las nutre, y al cual en última instancia deben servir en relación a los intereses de la Patria toda. Son parte de él y su unión con éste resulta vital para el proyecto nacional. No deben servir a la oligarquía que invariablemente las usó para sus apetencias sectoriales. Los lamentables desencuentros con el Pueblo, debido a ideologizadas cúpulas elitistas, comprometieron el prestigio de las mismas y, por tanto, la independencia nacional. El pronunciamiento del 3 de diciembre de 1990 tuvo como finalidad exclusiva alertar sobre las políticas que nos llevaban al abismo en el cual estamos sumidos. De allí que la mejor manera de volver a ser, consiste en retornar a sus funciones específicas e insustituibles: geografía y valores, industrias y desarrollo, soberanía y dignidad. Para lo cual deben contar con todos los medios necesarios para tan trascendentales finalidades. La reconstrucción política, social y económica de la Patria no podrá lograrse sin la reconstrucción de las Fuerzas Armadas. Por eso es que si la Defensa Nacional comienza en las personas, pasa por los Pueblos, se solidifica en las Fuerzas Armadas, en unión con aquéllos y en solidaridad con éstas... concluye el Estado Nacional, fuerte e integrador. Nada puede escapar a esta óptica: desde la acción política interna hasta la diplomática y conducción de la Nación; desde la tarea del obrero hasta la creación de industria propia que transforme y potencie la economía nacional. La Defensa Nacional es un problema integral que no es posible resolverlo en compartimentos estancos, sino en la movilización general de los hombres y de las instituciones de la patria toda. La acción de nuestras Fuerzas Armadas posibilitó el despegue industrial de la Argentina, hoy lamentablemente destruido. El ritmo histórico acelerado que hoy viven las naciones obligan a que el conjunto de la ciudadanía -como elemento disitintivo de autonomía, identidad e integridad nacionales- asuma su papel activo enla misma. De modo que es la Nación integral, estruturada en base a un Proyecto Nacional que nos compromete a todos, surgida a su vez de una Doctrina Nacional, sintetizadora de los grandes principios permanentes y vitales de nuestra sociedad, la que resulta actor y autor de la misma. Sólo un Pueblo fuerte, conuna idea superior y superadora y un vigoroso brazo armado, podrá derrotar cualquier agresión, ya sea ideológica, cultural, financiera o armada; disuadiendo así en el intento por dominarnos a los provocadores de afuera, y a sus epígonos locales de adentro, ya que "sólo cuando hay voluntad de vencer se obtiene la victoria" (Perón).

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VII. POLÍTICA INTERNACIONAL

26.- Solamente puede lograrse una verdadera y justa política internacional si la misma sostiene su accionar en un doble fundamento: la existencia de naciones soberanas, y el principio de igualdad jurídico-política de los diferentes Estados nacionales. El orden jurídico internacional debe surgir de la conciliación de las necesidades e interese de cada uno de los países, conformando una verdadera confraternidad con todos los pueblos del mundo que tienen derecho a organizar comunidades justas, libres y soberanas. De allí que los organismos internacionales no pueden aspirar ni a tutelajes ni a intentos de subordinar naciones. La independencia moral y material de las naciones debe estar garantizada con total salvaguarda de las legítimas aspiraciones de cada una de las naciones. No puede construirse ningún pretendido orden, si el mismo no se halla fundamentado en el respeto a la persona humana, en las comunidades nacionales, en el sincero respeto a la autodeterminación de los pueblos y en la absoluta igualdad de todas las naciones. La realidad internacional actual conspira contra esto: resulta una infamia pregonar los derechos humanos y al mismo tiempo que cinco naciones se constituyan en privilegiads con derecho a vetar cualquier iniciativa, aun la ás justa, la más humana y la más acorde al derecho. Menos aún cuando alguna de ellas se considera dueña del planeta. La paz sólo puede ser fruto de la justicia y del amor. De las inevitables ruinas del actual mundo -el muro cayó hacia ambos lados- debemos construir el nuevo mundo basado en la cooperación, la ayuda y la solidaridad recíprocas entre las diferentes naciones. Porque junto a sus innegables derechos, los Estados poseen obligaciones ineludibles con sus pares: el cumplimineto de éstas debe tender a la mejora general de las condiciones de vida, a la comunidad de esfuerzos, a la defensa de los valores espirituales y materiales que son patrimonio de todos los seres humanos, a eliminar el escándalo que significa la existencia de dos terceras partes de la humanidad sin posiblidades de presente ni proyecto de futuro. Debe erradicarse totalmente a la feroz oligarquía internacional que pretende seguir imponiendo a los pueblos y a las naciones la tiranía de un pretendido pensamiento único (A. Salbuchi).

27.- La política internacional de una nción se realiza cunado se dterminan metas estables y medios adecuados a tales finalidades. Si éstas, por el contrario, son pergeñadas desde el exterior -como sucede actualmente con las impuestas por el feroz Nuevo Orden manejados desde los inhumanos centros financieros internacionales- es obvio que esa política no puede responder a las necesidades nacionales. En forma eminenet fueron Yrigoyen y Perón quienes posibilitaron una autodeterminación de la Argentina en momentos de graves crisis munidales, sin olvidar lo realizado durante el siglo XIX por el brigadier Juan Manuel de Rosas. Se difinió una política propia, independiente de cualquier gurpo foráneo, y abierta. Quienes maliciosa e intencionadamente hablan de aislamiento, confunden los protagonismos que, como nunca, tuvimos en asambleas americanas e internacionales, con los presidentes citados y que constituyeron la más alta expresión de dignidad nacional, con las abyectas actitudes de los que proclamaron "relaciones carnales", con un Argentina siempre abajo y sometida al proyecto imperialista.

28.- Escribe Carl Schmitt que la distinción propiamente política es diferenciar al amigo del enemigo. Y así es

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no más: si no es conocido quién es el enemigo, resulta imposible construir el sistema sólido de alianzas que necesita la Nación. Por eso que, además de otras justas motivaciones, la guerra del Atlántico Sur mostró fehacientemente ante propios y extraños, quiénes son los amigos y quiénes son los enemigos de la Nación y Pueblo Argentinos. Esto es definitorio. La más grave y principal defección de los gobernantes comienza cuando se tergiversa esta realidad; realidad que incluso a veces escapa a simpatías hacia uno u otro grupo nacional. No aceptar esto hace incurrir en la más infamante de las traiciones: la de la Patria.

29.- El Orden Internacional que deseamos es el que la Argentina proponga a las demás naciones la no intervención en los asuntos internos de otros países, en la convivencia pacífica y en la solución consensuada de las inevitables disputas entre estados. Ese orden internacional no es posible si no se acepta el principio de soberanía e igualdad jurídica de las naciones. La caída del muro pareciera que anula las pautas que sustentara la Tercera Posición que clarividentemente propusiera el Gral. Perón. Para nosotros las mismas mantienen plena vigencia, en solidaridad recíproca con los pueblos que aspiran a su liberación. Hoy más que nunca existe un perverso afán por dominar de parte de grupos (que incluso superan apetencias nacionales) que intentan imponer la más feroz de las tiranías: el unimundialismo que niega las patrias, las culturas y la religión. Cada pueblo debe tener la posibilidad, en base a su propia autodeterminación y a su propia manera de ser, de construir su destino; y cada estado, así, se hallará en condiciones de fundamentar la ineludible misión que toda nación debe lograr. Solamente desde nuestro propio nacionalismo cultural es como podremos proyectarnos hacia el continente; y desde éste, hacia el universalismo.

30.- Reiteramos que nuestra política exterior debe reafirmar la total e irrestricta soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, Sector Antártico Argentino e Islas del Atlántico Sur. Cualquier defección a este postulado hace incurrir en traición a la Patria. Asimismo considramos que la renovación de la genial concepción geopolítica del Virreinato del Río de la Plata, con naciones independientes, intereses coincidentes y desarrollo equilibrado con las naciones de afuera de esta área, deberá trasformarse en un proyecto asumido por raíces comunes y compartido en acciones efectivas. No se trata de que alguna nación absorba a otras; se busca que nos integremos entre todos para conformar la Patria Grande que soñaran, entre otros, Artigas, Rosas y San Martín. No como dominio imperialista de una con respecto a otras, sino como aporte a la fortaleza común. Separados valemos lo que el imperialismo permite; juntos dejaremos de ser yunques para convertirnos en martillo (Perón). Se trata de recuperar el sentido de la historia. Como lo dice José Antonio: "Las naciones que no se saben servidores de una misión en el mundo, pasan de épocas de severidad cruel y abusiva a épocas somnolientas y estúpidas". Imposible mayor claridad, ni mayor realidad.

31.- Demás está en recordar que el Nuevo Orden propuesto desde el imperialismo anglo-norteamericano y denunciado, por nosotros, desde hace más de una década, se halla en las antípodas de esta concepción. Así expresabamos el 12 de noviembre de 1992: "Resistiré a esta moderna y falaz invasión hacia nuestras culturas y valores, es un mandato de nuestros próceres y a la vez un deber de todo patriota iberoamericano que se precie de ser persona con dignidad".

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Somos hijos de la gran Patria Iberoamericana; o nos convertimos en indignos y bastardos esclavos del imperialismo. La consigna sigue siendo idéntica: "LIBERACIÓN O DEPENDENCIA". Para esto se necesita una "diplomacia armada", como enseñaba clarividentemente ese gran patriota llamado Estanislao S. Zeballos; de otro modo, concluía, ingresaremos "como colonias inermes de las grandes potencias". Impulsamos a los ciudadanos de la Patria a que sumen sus esfuerzos para resistir al "orden de los satisfechos". En esta empresa, sí vale la pena darlo todo, incluso la vida.

HAGAMOS POSIBLE LA ARGENTINA

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VIII. EL ESTADO

32.- El Estado Nacional es el organismo superior necesario para el ejercicio del gobierno. En él reside el poder y la autoridad, y conduce las diversas cuestiones políticas, sociales, culturales, económicas en el dominio que le resulta propio. La fuerza supletoria, integradora y orientadora del Estado asegura al Pueblo su total realización, y a la Nación, su posibilidad de grandeza. El fin del Estado es velar por el bienestar físico, moral y espiritual de todos sobre una amplia base de participación popular que supere tanto al absolutismo colecivista que absorbe la personalidad humana; cuanto al individualismo deshumanizado que reduce a aquél a una mera función de policía, neutro y prescindente. El grave error conceptual del liberalismo, difundido por precisos instrumentos de los intereses económicofinancieros, ha concluido en la Argentina de hoy en un Estado totalmente ineficaz; podemos decir, sin temor a equivocarnos, que nunca en la historia argentina se halló el mismo más debilitado. Más, prácticamente no existe. Aquellos principios trasnochados de que el mejor Estado es el que menos manda, o que achicar el Estado es agrandar la nación, fueron aceptados de buena fe por muchos que, ignorantes de las realidades mundiales, así lo creyeron. En efecto, las grandes naciones cuentan con poderosos Estados que posibilitan lo que organizaciones privadas no pueden realizar. Desde 1955, y sobre todo a partir del nefasto marzo de 1976, se achicó el Estado Argentino y se anuló la Nación con capacidad de decisión autónoma; tenemos, como remate, una autoridad debilitada a merced de grupos que presionan de acuerdo a sus intereses particulares. La embestida actual del Nuevo Orden contra los Estados Nacionales es claro indicio de la necesidad de los mismo para que los pueblos puedan cumplir su misión histórica.

33.- El Estado no es el garante del bien común, sino su custodio, para el servicio total de las personas, "ya que el Estado es para el hombre y no el hombre para el Estado" (Pío XI). Aquéllas son superiores al Estado, pero deben estar subordinadas a un ordenamiento jerárquico que posibilite la consecución de sus derechos. El Estado, para ser legítimo, debe ser eficaz, no bastando la mera legalidad de un gobierno para el funcionamiento correcto del mismo. La legalidad en el sentido de designación de las autoridades según la ley y que éstas ejerzan su mandato también legalmente, no es legitimidad. La legitimidad del mismo está en relación directa a su eficacia en cuanto a encarnar la misión histórica nacional sin cuya consecución nada puede legitimar su accionar. Procurar eficazmente el bien común, respetar las exigencias del orden natural y valorar tradiciones e historia de su propio pueblo (C. Sachieri) hacen a su esencial legitimidad. Esta afirmación de la Nación exige la participación pelna de los ciudadanos para constituir un pueblo organizado con conciencia y personalidad sociales (Perón). Este pueblo así organizado resulta basamento para la organización de la comunidad que habrá de posibilitar a la nación su liberación ingtegral y su destino de grandeza. El gobierno no puede cumplir correctamente la función que le compete como propulsor del bien común cuando meramente ocupa el Estado para uso de facciones partidocráticas o para beneficio de prejuicios ideológicos. Tampoco es dable hacerlo con aparatos estatales deteriorados o, lisa y llanamente, inexistentes, ya que la debilidad de los mismos produce anemia y anarquía en todo el cuerpo social. Potenciar los mismos es solidificar la Nación, pues la única posibilidad de que el Estado sea, es que sea nacional; de otro modo, no es (A. Buela).

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Asimismo la misma legalidad se halla en entredicho cuando, entre otras causas, el gobierno surge de un golpe institucional; o abusa de su posición contrariando promesas; o existe notorio vacío de poder ya que "cuando un gobierno es incapaz de gobernar, deja de ser legítimo" (Teodoro Mommsen); o cuando se extralimita con los decretos bajo excusa de necesidad y urgencia. En este caso el poder legislativo es convertido en mero instrumento de apariencias seudo-democráticas, no vacilándose ante el soborno, las mentiras y cualquier inmoralidad que otorga la impunidad del poder (como lo demuestra la realidad de estos últimos años), vulnerando las bases mismas que dice respetar: la división de poderes y la separación de funciones. Por otro lado una justicia complaciente, tardía y de cuya imparcialidad se duda, no es lo más acorde a un pregonado sistema republicano de gobierno. La legitimidad, cualquiera sea el origen del mando, se halla sumamente cuestionada cuando el gobierno no puede orientar el timón del Estado en función de los intereses nacionales; la incapacidad en tal sentido es la forma más eminente de corrupción. Asimismo la ausencia de principios morales y la falta de lealtad a aquéllos son otras tantas maneras de ilegitimidad. Que Dios y la Patria demandarán. Gráficamente lo expresa el eminente historiador alemán arriba citado, que es inútil una fortaleza donde no se escucha "una voz de mando" por ausencia del jefe; sin conducción ningún grupo humano, y menos una nación, puede desarrollarse. Reseña el perenne magisterio de Castellani: "Un hombre solo no puede salvar a una sociedad de la ruina; pero un hombre solo puede ser vuelto por Dios una señal de que una sociedad va a la ruina". Por otra parte resulta imposible alcanzar la mínima eficacia gubernamental sin un profundo conocimiento de la realidad; de ésta surge la necesidad de la planificación que abarque las iniciativas privadas, pero que apunten a lograr los objetivos de conjunto. La diferencia entre un estadista y un politiquero es que aquél piensa en la proxima generación, y el segundo en la próxima elección. Cuando los pueblos no planean desde adentro, se lo arman desde fuera, y cuando no existe un Proyecto Nacional, aparecen los designios foráneos que, de acuerdo con la experiencia vivida, jamás nos resultaron beneficiosos.

34.- La aparición de fuerzas nuevas acordes a la evolución social choca con otras que intentan permanecer anquilosadas en viejos moldes por diversos motivos: defensa de injustos privilegios, deseo inmoderado de predominio político o económico, imposición de intereses grupales no acordes con las necesidades generales. El pueblo defraudado "intuye que la República se encuentra secuestrada por dirigencias partidarias o por los intereses que los sostienen y dominan, contrarios a los intereses de la Nación" (Mons. H. Aguer). ¡Esto no va más! Entonces se torna imprescindible la Revolución Nacional que es el medio que tiene la sociedad para poner las estructuras acordes al ritmo necesario a fin de no quedar varada la misma en el proceso evolutivo. Sin aquella resultan utópicos los cambios estructurales que permitan encontrar solución a las graves crisis que padece la ciudadanía, sufre la nación y perjudica el desenvolvimiento eficaz del Estado. Las organizaciones libres del pueblo y los organismos vitales de la comunidad deben otorgar la necesaria posibilidad, permanencia y profundización para garantizar que la acción transformadora no finalice en

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"gatopardismo", sino que concluya en profunda revolución; revolución esta en paz que hoy necesita la Nación Argentina. Ayer fue útil, hoy se torna imprescindible. Y para que su acción pueda perdurar en el tiempo debe ser obra de todo el Pueblo y no fruto de élites, por bien intencionadas que parezcan. La lucha, sin cuartel, es contra "el régimen falaz y descreído" (H. Yrigoyen), y sus instrumentos: la partitocracia corrompida y corruptora, su estructura jurídica, su andamiaje económico, su injusticia social (Enrique P. Osés). Si no la realizamos a tiempo, con lúcida conciencia nacional, la Patria que es sentimineto del pasado, vinculación en el presente y proyección al futuro porque conocedora de su misión a cumplir en el mundo, estará al borde de la disolución.

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IX. LA COMUNIDAD ORGANIZADA

35.- Hablar de comunidad Organizada pareciera ser una tautología. En efecto ¿qué puede ser la comunidad sino organizada? Sin embargo sufrimos situaciones contrarias. El proyecto político actual no es representativo de la necesidad de los argentinos. En 1853 se dictó una constitución a contrapelo de la nación real; en 1994 se completó el estrangulamineto en conformidad con los intereses uni-mundialistas. El sistema liberal que entre nosotros murió de muerte natural en 1930, tuvo su aliado renovador en sucesivos golpes militares que lo oxigenaron (excepción hecha del ocurrido en 1943 que comenzó un proceso transformador y revolucionario, lamentablemente abortado por intereses foráneos y complicidades internas). A nivel popular se confunde política, como la ciencia arquitectónica del bien común, la "salus populi" de los romanos, con politiquería logro de cargos y prebendas, política-juego que consiste en apostar y ganar: partidocracia que anula la verdadera y auténtica democracia. De allí que todo gobernante debe conocer profundamente las razones éticas últimas del accionar de aquélla; y, asimismo, poseer una profunda vocación de servicio, porque mandar es servir. Se ha deteriorado tanto este concepto, que la idea general es que hacer política es hallarse metido en roscas y arreglos. Pragmatismo, se expresa; debo salvarme. Y esto significa que en cada momento se hace lo que "conviene hacer", concluyendo en lo inmoral y en lo amoral; lo hemos constatado en estas últimas décadas. Nosotros consideramos útil el realismo crítico, es decir, sostener la realidad, aunque no nos guste, y precisamente, por eso, debemos perfeccionarla y cambiarla. Ya lo había, sabiamente manifestado Perón: "Nuestro modelo político propone el ideal no utópico de realizar dos tareas fundamentales: acercar la realidad al ideal y revisar la validez de este ideal para mantenerlo abierto a la realidad del futuro". La política, en pensamiento de Santo Tomás es lo que más asemeja a Dios, pues así como Éste, con su providencia, se preocupa del mundo en su generalidad, el político, prudencialmente, debe abocarse al bien del todo. La realidad que lamentablemente padecemos da razón valedera, salvo rarísimas excepciones, a aquella otra visión pesimista. Que debe ser subsanada, pues si el hombre "está ordenado a la convivencia social" (Aristóteles), sólo la realización social lo puede perdeccionar en su persona. Se han abandonado los valores; el servir ha cedido a servirse; la metafísica de la construcción al juego; la verdad al número.

36.- Si la política es un "hacer artístico" (Marcelo Sánchez Sorondo), como lo es, significa que debe tener como fundamento lo bello, lo bueno y lo verdadero. Separar la moral de la misma, entonces, lleva en sí el germen de la destrucción, la base del descreimiento y la pérdida de confianza. La desesperanza en las posibilidades de la Nación es sumamente peligrosa pues se "experimenta un complejo de inferioridad" que hace a esa sociedad "vulnerable a las fuerzas de la disolución" (Georges

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Burdeau). ¿No es éste el peligro que en estos momentos se cierne sobre la Nación? Por eso adquiere vigencia el pensamiento de Castellani: "La inteligencia argentina tiene hoy una tarea y un deber sacros, pensar la Patria". Y como supremo ideal para aquéllos que vocacionalmente se hallan orientados hacia la acción pública, supremo deber de amor hacia el prójimo, nada mejor que recordar lo de Hipólito Yrigoyen: "... me identifiqué con la empresa redentora de la Patria...", pues "sólo se entrega la vida por la causa de la Patria cuando se tiene: luz en el alma para comprenderla; entusiasmo en el corazón para amarla y energía en el brazo para defenderla". Escribía el Padre de la Patria que para defenderla a ésta no se necesitaba más que "orgullo nacional". ¿Y qué es este? Conciencia nacional, que es el despertar de los valores en relación a la tierra en que se ha nacido, el medio en que nos hemos desarrollado; valores que Dios nos entregó para que la Nación prime por encima de todo interés material o de cualquier pasión subalterna. Acá se entronca la idea de la provincialidad de la Patria; no nacimos de casualidad en Argentina. Cada uno de nosotros debe descubrir la misión a cumplir en aras a la gran empresa que, entre todos, debemos desarrollar. Que en suma redunda en favor del hombre concreto argentino. Por eso decía hace casi cincuenta años el Gral. Perón: "Levantamos la bandera de nuestra doctrina en defensa del hombre, del hombre auténtico y total, materia y espíritu, inteligencia y corazón, individual pero social, material pero trascendente, limitado pero infinito".

37.- Reivindicamos, por tanto, la vigencia del concepto de Comunidad Organizada enunciando repetidas veces por el genial creador del Justicialismo y jurídicamente plasmado en la Constitución Nacional de 1949, derogada en 1956 por un bando militar, avalado por la dirigencia política de entonces, a instancias del Fondo Monetario Internacional. Expresa Buela que en aquélla "los postulados de libertad, justicia y solidaridad" suplían a los franceses de libertad, igualdad y fraternidad que fueron tomados en la constitución de 1853. Para la de 1949, la libertad es libertad en situación, pues nadie puede ser libre en un país esclavo. En este concepto social "al sentido de comunidad se llega desde abajo y no desde arriba"; de allí la necesaria revalorización de las comunidades intermedias o "de las organizaciones libres del Pueblo", como el mismo Perón las denomina. Estos grupos sociales "constituyen una de las manifestaciones más expresivas de la sociedad contemporánea" (Eduardo Raúl Stafforini). En efecto, en virtud de su dimensión social, el hombre vive y se desarrolla en entes comunitarios de diversos grados. Se trata de jerarquía y de armonía, dos elementos totalmente ajenos tanto al liberalismo, cuanto al marxismo, y a su variante social-demócrata. Armonía y jerarquía que deviene de la Justicia Social, "virtuoso equilibrio" que concluye "en la unidad de orden", como acertadamente expresa H.O. Legnani. Por eso es que deben favorecerse las asociaciones cuya finalidad impliquen la defensa y promoción de valores, culminando en una comunidad, pirámide de federaciones, no constituidas por simples individualidades aisladas e inermes, como sucede en el actual sistema de partidos políticos. La seudo representatividad de éstos debe dejar lugar a una genuina representación orgánica e integral, entendiendo como tal la que no se encuetra bastardeada. En efecto, las necesarias organizaciones sociales, reflejadas en comunidades intermedias, podrán controlar lo que Maurice Duverger llama la ecuación sufragio -medio de difusióndinero-poder. Sólo así se habrá de permitir una auténtica renovación de cuadros y podrá realizarse la determinación libre de candidatos; y, no, como lo efectúa el sistema demoliberal, elección "entre candidatos". El sistema, como escribiera P. Osés, está tan bien diagramado que hace que "hasta los

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enemigos voten por él". Y hoy se halla fortalecido con la prepotencia del Nuevo Orden Mundial; que lo ha elevado a la categoría de religión: con dogmas, ortodoxia, elegidos y réprobos (Pierre Gaxotte). De allí que para su imprescindible cambio es necesario abordar dos situaciones, complementarias y concurrentes: el hecho revolucionario, porque de buena gana los parásitos del sistema no van a querer perder sus mal habidos privilegios; y la unidad con naciones vecinas. No se puede ser libre rodeado de naciones dominadas. La dolorosa experiencia que sufrimos en 1955 así lo demuestra.

38.- El hombre vive, de hecho y derecho, en relación con sus semejantes. Es decir, transcurre en sociedad, esencial y existencialmente, por medio de su integración a variados organismos naturales, unos (como la familia, el gremio, el municipio), voluntarios, otros (clubes, cooperativas, sociedades de fomento, cooperadoras, juntas parroquiales, etc. etc. etc.). Este denso tramado y variada gama de organizaciones intermedias es esl que tutela la libertad individual, refuerza el cuerpo social, solidifica el alma nacional, da verdadera representación a los ciudadanos, vigila la acción estatal para que ésta no entorpezca, ni por acción ni por omisión, ni por exceso, ni por defecto, la tutela de los derechos humanos fundamentales de la persona. El municipio, verdadera familia de las familias, se convierte en el ámbito natural de convivencia política. Esta democracia social u orgánica, así conformada, crea "un sistema de instituciones políticas y sociales que garantice la presencia del pueblo en la elaboración de las decisiones y en el cumplimiento de las mismas"; tal comunidad así organizada es sinónimo de comunidad liberada (Perón). "El equilibrio se da cuando el poder político y la soberanía social -familia y cuerpos intermedios- se conjuugan en un ámbito de jerarquías y autoridades debidas, en función del bien común" (José Luis de Napoli). Serán libertades, derechos y poderes que corresponden a competencias reales para la realización comunitaria (Michel Creuzet). Es la organización tantas veces enseñada por la Doctrina Social de la Iglesia y otras tantas ni siquiera considerada por la clase política (a la cual le falta "clase" y no es "política") Y concluimos este capítulo, como no podría ser de otra manera, con una clarificatoria cita del célebre discurso del 9 de abril de 1949 que clausurara en la ciudad de Mendoza el Primer Congreso Nacional de Filosofía: "Nuestra comunidad a la que debemos aspirar es aquélla donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto en que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad propia. Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa". Sólo así el Pueblo podrá ejercer realmente "el poder que viene de Dios" en una "democracia plena de justicia social" (Perón).

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Conclusión

Pese al hastío, descreimiento y frustraciones, los argentinos tenemos ansia de Patria; y en esa marcha de la historia universal y de la nuestra propia, sentimos y percibimos la necesidad y urgencia de vivir dignamente en una nación libre, grande y respetada. La República Argentina tiene una misión trascendental a cumplir de la cual debe sentirse servidora: reconstrucción de la Patria Grande, sin la cual será impensable la Segunda Independencia de nuestras naciones. De allí que la obligación de los argentinos es doble: hacia nuestra propia tierra y hacia nuestra América. Esa independencia, como en su momento lo fuera la primera, habrá de trascender fronteras para hacer sentir su hálito esperanzador a lo largo y a lo ancho de la Nación Iberoamericana. El fundamento se halla en la acción de todos por una Argentina políticamente soberana, económicamente desarrollada, socialmente justa y culturalmente integrada como deber sagrado de todos cuantos se sientan artífices del destino común; derrotar al enemigo imperialista es punto de partida para la realización de cada uno. Logrado esto estaremos en condiciones, desde los horizontes más amplios de nuestra americanidad, prolongándose la acción desde Méjico hasta la Antárdida. Por esa unidad e integración tantos compatriotas entregaron vida, fama y bienes desde las heroicas epopeyas de San Martín y Bolívar, de Artigas y Dorrego, de Rosas y Lavalleja, de Gual y del Valle, de Rubén Darío y Morazán, de Ugarte y José Figueres, de Herrera y Torrijos, de Felipe Varela y Velasco Alvarado, de Juan Pablo Viscardo y José Martí, de Mariátegui y Sandino, de José Enrique Rodó y Ramiro de Maeztu (tan hispano y por eso tan nuestro), de Yrigoyen y Perón..., en medio de una interminable pléyade de compatriotas, muchos de ellos desconocidos, pero que dieron su vida por la GRAN NACIÓN IBEROAMERICANA. Los argentinos tenemos el deber de encabezar esta batalla: "La tarea de la recuperación nacional debe iniciarse sin demora, si es que no queremos perder la Patria. A los ofrecimientos de vasallaje de los que mandan hay que oponer la voluntad de ser los ciudadanos que tienen el orgullo de llamarse argentinos" (José Luis Torres). A esos argentinos convoca el Gnral. Perón a "hundir hondas raíces" en nuestra "tierra grande y generosa, como único camino esencial para florecer en el mundo". Nos están llegando "los mensajes de naufragio" (Leopoldo Marechal); pero es posible volver a ser dueños de nuestro destino, enfrentando con coraje a quienes buscan desvirtuarlo. Porque "sólo el Amor vencerá al odio, sólo la Verdad vencerá a la mentira, sólo la Justicia traerá la Paz Verdadera" (Jorge J. González Iramain). De allí que nuestro símbolo deba ser el cóndor que, habitando en las alturas, supera la bajeza de los que se arrastran; porque, como decía Perón, es el que vuela más alto, ve más lejos y no se marea con las alturas. ¡Por la Patria, tierra de los padres! ¡Por la Nación, tierra de los hijos! ¡Por Nuestra América, madre común a lograr!

¡ARGENTINA ES POSIBLE!

MOHAMED ALÍ SEINELDÍN

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