Humor Zen - Henri Brunel

HUMOR ZEN. HENRI BRUNEL PRELUDIO El humor es la libertad del zen. Sacude insolemnemente el árbol de las doctrinas. El h

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HUMOR ZEN. HENRI BRUNEL

PRELUDIO El humor es la libertad del zen. Sacude insolemnemente el árbol de las doctrinas. El humor es otra manera de enfocar la existencia, de interpretar el mundo. Relativiza, aligera, despierta. No hay zen sin humor. Porque el zen desconfía de los intelectualismos, del verbalismo, y privilegia la experiencia directa. Gracias al humor, establece esa distancia feliz que desintoxica de las teorías, preserva de las veneraciones intempestivas y salva de los integrismos. El humor zen, en todas las épocas, frente a las religiones, en las culturas más diversas, deshace el orden autocomplaciente. Invita, más allá del dogmatismo, a la simplicidad del Amor sin límites, a la infinita paciencia, a acogerlo todo y a todos. Entreabre la –puerta sin puerta- del Despertar. LA CABAÑA DE LA SAL El buen monje zen Ryôkan y lo salva in extremis: -- ¿Por qué no has dicho que eras inocente? -- Cuando los hombres creen poseer la verdad—dice Ryôkan con calma—no son muy sensibles a los argumentos lógicos. Por eso me ha parecido inútil protestar. EL ARRANCADOR DE NABOS El arrancador de nabos señala el camino con un nabo.. Issa ¿Con qué queréis que lo señale?

EL RUIDO El ruido no es el ruido. Si escuchas el ruido con espíritu puro, es simplemente lo que es.

A veces es difícil reconocer lo bien fundado de esta sentencia zen... cuando uno está cerca de un martillo neumático, por ejemplo. El humor zen nos despierta, nos hace ver una realidad tan evidente que no la vemos. EL ZAZEN Y LAS FLATULENCIAS El zen es el zazen. Dicho zen Unas doctas investigaciones llevadas a cabo por el doctor Usaburo Hasegawa tienden a demostrar que la práctica zazen cura: -- la hiperacidez del aparato intestinal y del estómago -- el catarro gastroenterítico crónico -- la atonía del estómago y de los intestinos -- el estreñimiento crónico -- la diarrea -- las flatulencias (acumulación de gas en los intestinos, que se traduce en una hinchazón intestinal y unos ruidos incongruentes a veces llamados –flatos- o – meteorismos-. EL MAESTRO ZEN Un maestro zen es invitado a la televisión. La emisión es en directo. En el plató, en los bastidores, en el control reina una gran efervescencia. El presentador se pega febrilmente al cráneo de un mechón rebelde, habla por el teléfono móvil, grito a un colaborador: -- ¡Bertrand, sobre todo no olvides la ficha técnica!... ¿Y la iluminación? ¡Quiero que mi invitado esté de lleno bajo los focos! Finalmente, mientras transcurren los últimos segundos antes de que empiece la emisión, el presentador se sienta frente al maestro zen y le dice: --¿No estará nervioso con toda esta excitación a su alrededor? --No –dice apaciblemente el maestro zen--. Fuera de esta agitación todo está en

calma. Bajo la espuma de la superficie, el fondo del agua está tranquilo. Así también la mente del Despierto.

PRECEPTOS ZEN -No tomes la palabra antes de que el otro haya terminado su frase-. Muy recomendable en los debates políticos. -No digas lo contrario de lo que piensas-. Es lo que en general se dice no mentir. Y finalmente este doble precepto, que parece marcado con el sello de la sensatez: -No hables de razón cuando tu mismo estés borracho-. EL BUDDHA DE MADERA Una terrible noche de invierno, el monje zen Tan-Hsia se refugió en templo que parecía abandonado. Encedió un fuego, desplegó su futon y se durmió. Hacia la mañana, como faltaba leña, cogió de un altar una estatua de Buddha de madera y la arrojó a las llamas. Cuando llegó el guardián del templo y vio los desperfectos, fue presa de una violenta cólera: —¡Haré que te detengan por sacrilegio! Tan-Hsia no decía nada y hurgaba en las cenizas. —¿Qué haces?—preguntó el guardián del templo. —Separo las reliquias sagradas de Buddha... —A ver— dijo el guardián alzando los hombros—, ¿Cómo puedes recoger las – reliquias sagradas- de un Buddha de madera? ¡Eres estúpido! —Si las reliquias no son sagradas, entonces el Buddha tampoco lo era— dijo TanHsia y, levantándose, cogió del altar un segundo Buddha de madera y lo arrojó alegremente al fuego.

¿QUÉ ES BUDDHA? Si encuentras a Buddha, ¡mátalo! Dicho zen La tradición zen exige que uno se desapegue de Buddha para llegar a convertirse él mismo en Buddha. Así nace una cultura de la irrisión, que se remonta a los orígenes. Se expresa en fórmulas a menudo insólitas o cómicas: ¿Qué es Buddha? —Tres libras de lino. Tung-Shan ¿Qué es Buddha? —Un mojón seco. Yun-men ¿Qué es Buddha? —¿Qué es lo que no es Buddha? Nan-Yang Hui-Chung ¿Qué es Buddha? —Espera a que haya uno y te lo diré. Nan-Yang Hui-Chung

EL CIEGO Y LA LINTERNA Érase una vez un monje zen ciego que terminaba sus días en una pobre chabolas de los suburbios de Edo. El día de Nochebuena fue a visitar a un amigo de juventud. Tras una cena decente regada de sake y una velada agradable, el ciego se dispuso a volver a su casa. Su amigo lo detuvo en la puerta: —Toma esta linterna de bambú en la que arde una vela —dijo. El ciego se encogió de hombros con un poco de humor: —No tengo ninguna necesidad de linternas —dijo. —Tú no, pero los transeúntes podrían chocar contigo si no te ven. El ciego cogió la linterna y se marchó. Apenas había doblado la esquina un hombre tropezó bruscamente con él. El ciego se enfureció: —¡Ganso torpe, mira por dónde andas! ¿No ves mi linterna? —Es que tu linterna está apagada, hermano —dijo el transeúnte. Este cuento malicioso nos enseña que un monje zen que predica la compasión y la virtud, no las pone en práctica, es tan útil en la Vía como una vela apagada.

EL GATITO

El gatito en la balanza no para de jugar. Issa El maestro zen prosigue su vida ordinaria en toda circunstancia... Compárese con esta anécdota: San Luis Gonzaga (1568-1591), alumno jesuita, jugaba a pelota con sus compañeros cuando le interpelaron: —¿Qué harías si te anunciaran que vas a morir dentro de un cuarto de hora? El respondió apaciblemente: —Seguiría jugando a pelota.