Horst Bredekamp en Dos Charlas Con Ulrich Raulff

Actuar en lo simbólico Estrategias de empoderamiento, política del cuerpo y las estrategias imaginales de la guerra Hors

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Actuar en lo simbólico Estrategias de empoderamiento, política del cuerpo y las estrategias imaginales de la guerra Horst Bredekamp en dos charlas con Ulrich Raulf

Raulf: ¿Qué piensa del actual debate acerca de la importancia de las imágenes? Bredekamp: medios y en una política activa todos

La discusión es llevada ante todo en el campo de la teoría de los eso radica su fuerza pero también su ceguera. Cuando se habla de de la imagen, entonces en relación a un marco complejo, esto los medios de la imagen, también los pre-modernos.

Raulf: Pero la tesis de Virilio del periodista “colocado” no ofrece nueva evidencia de que la guerra y el cine están en esencia emparentados? Bredekamp: Sólo de estos días puede leerse de nuevo en Virilio que las imágenes, y particularmente las imágenes de guerra, mienten: que no tienen ningún contenido de verdad respecto de la substancia que parecen reflejar. Es una constatación, de que la esencia de la imagen no está a la altura porque está cargada de expectativas incumplibles. Naturalmente una guerra con su olor, con su dolor no puede ser puesta en imágenes adecuadamente. Por eso los periodistas que acompañan actúan ya son conscientes de retrucar la crítica de la imagen. Después de la guerra simulada como se afirma que es la primera Guerra del Golfo –me acuerdo de las palabras del general Schwarzkopf. “We have long been waiting for the video game generation, now here they are” – después de la ilusión, que una guerra simulada puede ser sostenida y reproducida , tenemos ahora que vérnosla con estrategas, que experimentan una representación tal como desagradable. Lo que ahora se intenta es una retirada del resplandor traicionero de la simulación por el brillo de una auténtica participación – con su polvo, su barro pero también la embriaguez del nadar por el mar del desierto nocturno. Hay ciertos intereses políticos, también intereses filosóficos por parte de los straussianos… Raulf: …¿seguidores del filósofo Leo Strauss? Bredekamp: … sí, Leo Straussianos que al parecer para la nueva Guerra del Golfo han pensado una nueva estrategia de imagen, a saber, mediante el periodista que acompaña producir un aparente luchar con que puede contagiarse del heroísmo del viaje nocturno por el desierto y del combate y con eso puede volver a llevar a una situación altamente tecnológica al combatiente solitario heroico. Esto es lo contrario de lo que ha sido la dirección de la imagen

convenida en la primera Guerra del Golfo. Aquí diferentes objetivos políticos y filosóficos se han vuelto imagen. Raulf: Pero, ¿eso es típicamente straussiano? ¿No experimentamos el regreso de un tipo a la Ernst Jünger? Bredekamp: Es un Strauss enfáticamente implementado y banalizado. Decisivo es aquí al parecer la reflexión fundamental de que una sociedad que hace discursos y que se distrae no es capaz de una autodefensa fundamental. Este era el análisis de Carl Schmitt como también de Strauss de lal postrimerías de la democracia de Weimar. Esta doctrina ha transmitido Strauss en los Estados Unidos pasando por dos generaciones de teóricos políticos. Es parte de las peculiares volteretas de la historia política de los dogmas , que los Estados Unidos implementen elementos actuales de una teoría que fue ideada ante la amenaza de la democracia de la República de Weimer. El campo de la teoría de los medios tiene así un efecto que la sociedad de la televisión considera como imagen de una democracia moderna, que al mismo tiempo es menospreciado por los straussianos y utilizado virtuosamente. Raulf: En otras palabras , ¿ante Bagdad, también se dejan de lado el deconstructivismo y el postestructuralismo a favor del straussismo? Bredekamp: Así me parece. Pueda que sea una construcción salvaje pero está en consonancia con los discursos para nosotros intolerables acerca del sacrificio en una situación de autodefensa, con la para nosotros francamente desagradable alocución que Bush sostuvo ante la academia militar en Florida. Para nosotros todos los conceptos utilizados allí son intolerables –pero es comprensible en el transfondo de un concepto , según el cual la democracia en su inactividad discursiva y distractiva y al estar lejos de la decisión no está en condiciones de defenderse y entonces depende para ello de “volver a hacer metafísica” por razones estratégicas . Raulf: Pero, ¿la sociedad del entretenimiento no hizo también de la guerra como continuación de la diversión por otros medios , algo profundamente insoportable? ¿Qué es lo insoportable de los nuevos conceptos? Bredekamp: Es insoportable para nosotros que una retórica, que considera como perjudicial a la democracia se repita en el marco de la defensa de la democracia. Todos esos vocablos como “sacrificio”, “batalla”, “combatiente solitario” y la militarización general del lenguaje y los gestos, que en el marco de una metafísica de la autodefensa celebran la resurrección de la cultura propia, todos son conceptos y modos de comportarse que nosotros nos hemos prohibido poque tienen algo de inhumano, porque van más allá de la autodeterminación y la autoconservación del individuo. Por el contrario, los “embedded journalists “ tienen el objetivo de llevar la vivencia de lucha a un nuevo heroísmo, mediante una presencia participativa y que acompaña en la

lucha . También es una simulación, claro está, pero con el objetivo de hacerla irreconocible. Raulf: En el final de su libro acerca del Leviatán de Hobbes , usted insinúa que las imágenes del 11 de septiembre darán ocasión a nuevas guerras. ¿Dónde ve la relación? Bredekamp: En la actualidad se habla mucho de la guerra de imágenes; al mismo tiempo se pasa por alto que hay diferencias fundamentales entre los grados de acuñación de la imagen, que Thomas Hobbes ha señalado nítidamente. Según él hay imágenes, son las señales de la memoria, que por consiguiente son “marks” y algunas imágenes, las que se vuelven indicaciones directas de acción, que son “signs”. “Signs” son las imágenes acuñadas que a lo largo de una vida nunca se olvidarán e implican una indicación directa de acción, respecto de ellas hay mucho que argumentar. “Signos” de este tipo han sido las dos imágenes decisivas de los últimos dos años: la destrucción de las estatuas de Buda en febrero de 2001 y la caída de las torres gemelas de Manhattan. Este “sign” ha llevado a cambiar la retórica política en su conjunto y en última instancia a la re-heroización de la guerra. Raulf: En este contexto usted usa un concepto, que parece intervenir profundamente en la cibernética de la democracia tal como las imágenes como medio para hacer propaganda. Se habla de “direccionar el miedo” a través de las imágenes. Bredekamp: Es el concepto central del propio Leviatán. En un pasaje del escrito Thomas Hobbes se refiere a la apariencia del Leviatán, acerca de la cual en el Libro de Job dice que ante él “el miedo baila”. Es el miedo originario que baila ante los hombres, que más allá de toda argumentación racional penetra en capas profundas y provoca un proceso que no puede probarse pero que por eso posiblemente actúa tan enérgicamente. Desde la caída de las torres gemelas Estados Unidos baila ante el miedo propio al ver que las masas humanas se echan a correr sumidas en el pánico. Esta es la señal de miedo que profundamente, para admitir su palabra, ha penetrado en la cibernética de la reflexión política. Estados Unidos es desde la caída de las torres gemelas una sociedad obsesionada por el miedo que intenta destraumatizar su miedo. Raulf: Pero, ¿USA no ha conseguido ya superar su trauma con la campaña de Afganistán? Bredekamp: Afganistán no estaba en condiciones de “curar” este tipo de herida de Estados Unidos. Esa victoria era esperable, demasiado poco triunfalista… Raulf: …sobre todo porque no fue completa, porque no se capturó a Osama bin Laden. ¿Si se hubiese tomado revancha o se hubiese hecho justicia, las cosas se habrían visto de distinta manera?

Bredekamp: Puede que sea una idea absurda pero no se encuentra nada en Afganistán comparable con el brillo de Manhattan. El traumático desplazamiento de Afganistán y Al Qaeda a Iraq también se debe a esto, que debía derrotarse algo que brillara para experimentar el triunfo sanador. Raulf: Es decir, no se trata del cuerpo del criminal, llámese Osama bin Laden o Saddam Hussein, sino de ojo por ojo, ciudad por ciudad, Nueva York contra Bagdad. Bredekamp: Es tan insoportable el pensamiento a la vista del dolor de la guerra: se trata de un desplazamiento traumático. Nunca se puede superar un trauma en el mismo objeto. Esa es la diferencia para superar el atentado. En los tiempos premodernos el atentado podía ser “sanado” matando y desmembrando a quien lo ejecutara como en el caso del regicida Damien descripto por Foucault. Aquí , en cambio, tiene lugar una “superación del trauma” que tiene que lograrse por un desplazamiento. Para sanar la herida en este cuerpo simbólico se da un desplazamiento del trauma y si a veces se designaba a Bagdad como capital de Afganistán, era algo más que una ignorancia geográfica. Raulf: ¿Cómo explicarse entonces la simultaneidad de una acción profunda en lo simbólico, por así decirlo, en la raíz del miedo de lo simbólico, y un discurso racional –el de los straussianos– que no puede ser más racional? Bredekamp: Le corresponde a la tercera generación de los straussianos al parecer, tratar los ataques metafísicamente fundamentados de los enemigos en un plano que está, por su parte, más allá de la banalidad, por ejemplo, de lo económico. Sólo se puede vencer a las oposiciones metafísicas a la democracia, esa es su convicción, con sus propias armas. Y dado que la modernidad ha llevado a cabo una lucha exitosa contra toda metafísica, se tiene que retornar, por medio del grupo de los Iluminados, fundamentándose en la autodefensa de la democracia, a una nueva metafísica en el discurso público del miedo.

*

Raulf: ¿Qué papel desempeñan en las torturas de la prisión de Abu Graib las imágenes?¿¿Fueron ellas mismas instrumentos de tortura: así lo hacemos con ustedes, si no hablan –o no tuvieron ninguna otra función que ser unidades sexuales de valor libremente convertibles? Bredekamp: Cuando estas imágenes no están ligadas con el objetivo de la tortura, para conseguir información por la fuerza, no quiere decir que no

tengan ninguna función. He experimentado la entrevista de Klaus Theweleit (SZ del 13 de mayo) como liberadora aún en su dureza, pero en el punto decisivo como irreflexiva e imprudente. Su argumento es: mostramos las imágenes, qué se le va a hacer … Raulf:… pero entonces, ¿de dónde surge la indignación? Pues cualquiera desde hace treinta años ha visto imágenes comparables en el cine. Sólo que se sabía que es ficción, que es actuación, que es puesta en escena. Ahora , en cambio, queda claro para cualquiera que realmente se le corta la cabeza a un pobre hombre joven, que de hecho se apilan prisioneros a montones… Bredekamp: ...sí, y estrictamente en eso radica la diferencia: En el momento, en el que se ve a Judith y la cabeza de Holofernes en el la imagen, por ejemplo, de Botticelli o de Caravaggio, no se piensa en un cuerpo real; más bien el mostrar la cabeza es una acción simbólica, En el fresco de Lorenzetti de la ayuntamiento de Siena la Justicia tiene una cabeza cortada en la rodilla derecha y cualquiera sabe que no es ningún hombre real ni ninguna cabeza real, sino la amenaza de lo que puede sucederle a alguien que cometa un crimen capital. Aquí, por el contrario es un hombre el que efectivamente ha sido matado para producir esta imagen. No es ninguna variante de la mostración disuasoria de los símbolos, sino que por el contrario: un crimen capital se vuelve el símbolo. Raulf. ¿ Y por eso su insistencia en la diferencia entre la imagen y la cosa? Bredekamp: Sólo después de este acto de separación se puede determinar en qué medida las imágenes generan la realidad que ellas reproducen. El siempre vuelto a discutir fenómeno de que las imágenes en ningún caso ilustran pasivamente, sino que reproducen activamente, no basta para eliminar el núcleo del problema más amplio que aquí se abre. Éste está más bien en que el “acto de imagen” creador de hechos es tan eficaz como el uso de armas o la dirección de los flujos de dinero. Actualmente vemos imágenes que no reproducen la historia sino que la generan. Raulf: ¿Cómo se tiene que pensar este “acto de imagen”? Bredekamp: La teoría visual atomística no ha podido sostenerse en el terreno de la física pero es útil tener presente su supuesto fundamental, que el ver es sólo una forma peculiar del tocar. Si las imágenes de la retina al parecer bombardean corporalmente, entonces las imágenes no son ya, como Hobbes lo había imaginado, cosas separadas; más bien las imágenes particularmente notables tienen la misma fuerza que las estocadas o los puñetazos. Por lo tanto se vuelve el objetivo de las decapitaciones el lograr una imagen, que alcance al ojo del receptor, al acto de imagen, a la política del cuerpo. No mil tiros sino imágenes de los prisioneros que están sostenidos por correas para perros

pueden aún determinar dentro de cincuenta años la imagen de USA en el mundo árabe. Raulf: Susan Sontag en su artículo en contra de la tortura en Abu Ghraib (SZ del 24 de mayo) insiste más bien en el punto de definir a las imágenes como derivadas y a partir de allí llegar a qué muestran y producen. Bredekamp: Precisamente en eso radica el límite de su filípica. Ella evita designar a las últimas semanas como un momento específico de la historia de la imagen, en el que la imagen se vuelve acto. Raulf: Pero, ¿dónde está la diferencia en exhibir cabezas cortadas, algo que también se conoce en otras épocas y en otros círculos culturales? ¿No será que se vuelven imagen en el momento en el que se los cuelga de un poste y se los expone? ¿No es lo mismo: se corta la cabeza, para él, es para para poder mostrar ya sea el triunfo, ya sea la intimidación, para hacer una imagen de él? Bredekamp: Como dije, la diferencia es que aquí la cabeza se muestra como un trofeo. Si la cabeza se hacía visible en la imagen era el símbolo derivado de una situación de combate, que se transforma en el gesto de triunfo del vencedor. Con la fotografía venía la tentación de utilizar el acto mismo para producir una imagen, su aparente veracidad usa este proceso inmediatamente y no sólo en un segundo nivel del exhibir triunfal. En esta segunda línea, que hace del matar mismo un acto de imagen, por consiguiente, que aparece intencionalmente de manera inmediata a la imagen, el agrupamiento de las montañas de cuerpos se expone con el objetivo de snapshots triunfalistas de una etapa posterior. Su punto final provisorio es ultimar norteamericanos con el propósito de generar imágenes. Raulf: Ahora, cuando usted dice que todo lo que sucede aquí, la cabeza, la tortura, la humillación, el ejecutar actos sexuales, sucede sólo para volverse imágenes, cuando usted dice eso todo el beneficio de la violencia el sexo es embolsado por la imagen –¿no argumenta usted precisamente como aquellos teóricos de los medios a los cuales usted siempre les ha vuelto a reprochar el haber dejado de lado la realidad de los cuerpos? Bredekamp: Pienso que no. Estos jueguitos teóricos se han acabado. El problema se plantea con los autores que no simulan el cuerpo sino que humillan y sacrifican para generar imágenes, en un plano completamente distinto. Está la investigación de Kathrin Hofmann-Curtius acerca de las imágenes de los ahorcados y ultimados en el frente oriental. Ella ha mostrado que las ejecuciones en un primer momento seguían principios militares o criterios de revancha pero después eran utilizadas para producir imágenes, que para aquellos que habían sido testigos de estas

ejecuciones o los que las habían llevado a cabo eran mucho más que un mero recuerdo. Tenían el carácter de un amuleto, escudo apotropaico de las propias vidas, entonces, ya que las imágenes de los ejecutados eran llevadas en la billetera. Es, en las imágenes de las que hablamos ahora, una mecánica propia, que también es acuñada en medios masivos como internet, en obra, pero no cabe ninguna duda de que los cuerpos también son usados en la imagen para documentar por sí mismos su carácter de empoderamiento y escudo. Raulf: ¿Son los intentos de acceder vía imágenes a la vida palpitante y de asegurarse la propia sobrevivencia con la muerte de otros? Bredekamp: Así se tiene que interpretar el acarrear las imágenes de los ejecutados: como el tipo más bajo de armadura mágica de imágenes ante el miedo cotidiano a ser alcanzado en cualquier momento y en cualquier lugar por las balas de las emboscadas o por las bombas de los vehículos. Raulf: Ese es el vínculo entre miedo, vida, muerte y sobrevida. Es un enlace del pensamiento mágico. Ahora se hace visible aún otro, el enlace, al parecer “totalmente normal” para la guerra de la anatomía de la violencia y la anatomía sexual. Nos enteramos de que la violencia sexual quizás siempre haya sido algo más que un efecto secundario, que es parte de su núcleo. Bredekamp: Quizás habría que preguntarse qué se necesita para la producción de imágenes de retrato en el plano de la inversión corporal. Con esto se llega a una línea propia, que de ninguna manera fortalece la simbolización, sino la corporización de lo simbólico. En primer lugar están las horas que insume, el modelo se sienta: tiempo de vida que él pone a disposición. Después sigue el desvestirse , la superación de los límites de la vergüenza en un marco que se define como asexual, para poder transgredir estos límites de vergüenza. Nunca era verdad, pero esa era la definición, cuando se desvestían los hombres para ser pintados o esculpidos. Desde finales del siglo XV se añade la sección de los muertos, la intervención en el cuerpo para poder presentar auténticamente un cuerpo en imagen. En un tercer nivel de incremento el film hace posible fielmente la vivisección simbólica de la historia de Marsias. El siguiente paso de esta cuestión de “economía de imágenes”, el amontonamiento de cuerpos humanos significa una tortura psicológica que es puesta en escena en el cuerpo, para poder producir la imagen. En la decapitación del norteamericano, finalmente, se elige y se mata un hombre con un fin determinado, para que pueda hacerse la imagen: un sacrificio filmado. Aun cuando ya no podía haber estado con vida, como afirma

el servicio secreto norteamericano, se mantiene la sugestión de este desplazamiento de este acto simbólico a un crimen. Pero es por eso que el papel del espectador se tergiversa. Dado que el propósito de este crimen radica en contemplar su imagen, implica su complicidad al mirar voluntariamente. Raulf: Nos volvemos cómplices por el mero mirar, ¿eso es lo que creen? Bredekamp: Así es. Si matar a un hombre tiene como propósito poder hacer una imagen de su muerte, entonces el contemplar esa imagen es inevitablemente un acto de participación. Ya el valorar público, tan crítico, implica una confirmación. El dilema es que las imágenes, consecuentemente, nos imponen, nos intercambian a través de ellas. La más efectiva arma contra ellas, sin embargo, sería el silencio. Esto es mucho más válido en relación a la visión de las imágenes incriminatorias. Quien intencionalmente las expone, cumplimenta la determinación del propósito de quienes han matado a esos hombres. Es la consecuencia inexorable. 

Las dos entrevistas aparecieron en el Süddeutsche Zeitung, bajo el título: “América baila ante su propio miedo”, el 7 de abril de 2003 y “Somos extraños cómplices” Gestos de triunfo, estrategias de empoderamiento y política del cuerpo , el 28 de mayo de 2004. La redacción agradece a Horst Bredekamp y Ulrich Raulf por la amable autorización para publicarlos. Las dos partes están separadas por el signo * .

Kritische Berichte, año 33, 2005, Nº1, pp. 5-11.