Historia Uruguaya 1930

HISTORIA URUGUAYA 9 “Crisis política y recuperación económica. 1930-1958 (Resumen) Benjamin Nahum, ANgel Cocchi, Ana fre

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HISTORIA URUGUAYA 9 “Crisis política y recuperación económica. 1930-1958 (Resumen) Benjamin Nahum, ANgel Cocchi, Ana frega, Yvette Trochon EL MARCO POLÍTICO 1-HACIA EL GOLPE DE ESTADO (1930-1933): Los uruguayos de la “generación del centenario” tuvieron más de un motivo para sentirse optimista respecto al país. En las tres primeras décadas del siglo XX se había desarrollado un efectivo proceso de democratización política, modernización social y afirmación institucional, amparado en las ventajas comparativas de una economía agropecuaria en el marco de una situación internacional favorable. Lo alcanzado no tuvo parangón en América Latina y, en el clima de confianza y relativa prosperidad al que contribuyeron los avances sociales, los progresos materiales y los triunfos deportivos, muchos creyeron vivir en la “Suiza de América”, como algún deslumbrado observador extranjero nos calificó. Hacia 1930 esa visión idealizada fue puesta a prueba. Una serie de factores de orden interno y externo cuestionaron no sólo lo obtenido, sino también las formas en que se habían logrado. 1.1 EL FINAL DE UN PERÍODO: Cuatro clase de factores contribuyeron a la comprensión de este momento: A) Amplitud e importancia de la crisis mundial. El 24 de octubre de 1929, derrumbe de la Bolsa de Wall Street. Fue el inicio de la quiebra de bancos y empresas, caída del precio de materias primas, reducción de importaciones por parte de los países desarrollados, desempleo masivo, proteccionismo y restricciones comerciales, etc. Junto con las dificultades económicas, llegó también el freno del avance progresivo en materia de reformas y legislación social promovido por el batllismo, el aumento del conflicto social y el cuestionamiento de la institucionalidad democrática. B) Después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se dio en Europa un auge de las tendencias autoritarias que negaron los fundamentos de la democracia liberal (fascismo italiano y nacionalsocialismo alemán) Las mismas se manifestaron en dictaduras personales en la Latinoamérica de la época, sacudida por la crisis, e incluso afectaron a nuestros vecinos, Argentina con el golpe de Estado del 5/9/1930 del Gral. José Félix Uriburu y el pronunciamiento revolucionario de Getulio Vargas en Brasil, que derribó a la “República Velha”. Éstos éxitos fascistas fueron una tentación para algunos líderes nacionales, vieron en él un modelo sustitutivo a la alicaída institucionalidad democrática, pero carecieron de la adhesión de las grandes mayorías. De todas formas coadyuvó para la crítica al complicado andamiaje derivado de la Constitución de 1919: un híbrido ejecutivo bicéfalo (Presidente y Consejo Nacional de Administración) al que se lo acusaba de lentitud e ineficacia, una movilización electoral constante y la politización creciente de la sociedad. C) En cuanto a los social, las tres primeras décadas del siglo consolidaron una estructura social sólo relativamente integrada, con pocos sectores diferenciados, donde aún subsistían las desigualdades entre los urbano y lo rural, era muy importante el número de extranjeros y predominaban las clases medias, especialmente montevideanas. Mientras los grupos sociales populares y medios urbanos se sentían parte de un proceso de cambio ascendente, el asalariado rural, los habitantes de los “pueblos de ratas” y el minifundista agrícola seguían apegados al ritmo de vida tradicional. Los primeros, entre los que se deben contar el incipiente proletariado industrial, fueron protegidos por el reformismo batllista y su legislación económica y social de avanzada que se desarrolló frente al recelo y oposición de los sectores conservadores (el sector agroexportador, los grandes comerciantes e industriales, los grupos financieros y el capital extranjero, especialmente los británicos). A fines de la década de 1920, a medida que la coyuntura económica se hizo más crítica y el reformismo promovió algunas iniciativas (como la extensión de la jubilación a todas las actividades, el proyecto de salario mínimo para el comercio, industria y agro, la posibilidad de cambios mínimos en el sistema de tenencia de la tierra o la creación de una refinería de petróleo de carácter estatal) los sectores conservadores fueron adoptando una actitud de enfrentamiento franco y duro. En setiembre de 1929, los diversos organismos patronales que representaban las “fuerzas vivas” del país, como la Federación Rural, la Unión Industrial del Uruguay y diversas entidades que agrupaban al comercio mayorista y minorista, fundaron el Comité de Vigilancia Económica (la picaresca popular lo llamó “Comité del vintén”) con el objetivo de enfrentar “la política socializante del Poder Ejecutivo”. Para dar un alto definitivo las “exageraciones demagógicas en materia económica y social” planteó, entre otras medidas, la necesidad de una reforma constitucional que suprimiese el Consejo Nacional de Administración, la detención del estatismo, la disminución del gasto público, de la burocracia y la frecuencia de los actos electorales. El Comité Nacional de Vigilancia Económica actuó como un grupo de presión y movimiento extra-partidario, constituyendo un ineludible centro de poder que aglutinó a los sectores patronales, logró hacer efectivos lock-outs de empresas, comercios y fábricas, y buscó dentro del espectro político a quienes mejor representaran sus intereses. También a partir de 1929, se formaron las “Vanguardias de la Patria”, grupos de civiles que recibieron instrucción militar y participaron en algunos desfiles y festividades patrias, pero tuvieron corta vida. Por su parte, la depresión económica encontró al movimiento sindical profundamente dividido.) de tendencia anarquista, que había perdido gran parte de su influencia; la Unión Sindical del Uruguay, de mayoría anarco-sindicalista, fundada en

1923, y la Confederación General del Trabajo, constituida en 1929, proclive a la línea política del Partido Comunista. En conjunto agruparon sólo 7000 cotizantes, cifra similar a la que tuvo FORU en su momento de apogeo, quince años atrás. De todas formas, el movimiento obrero reivindicó sus principios y objetivos, realizando paros, huelgas y manifestaciones que encontraron una dura réplica policial, con clausura de la prensa y locales gremiales, encarcelamientos e incluso incidentes entre policías y obreros, con heridos y muertos, tanto en Montevideo como en algunas localidades del interior. En los años previos al golpe, el “peligro comunista” fue un motivo más de polarización social y política, y pretexto para que los sectores conservadores dieran más fuerza a sus reclamos. D) Por último, deben tenerse en cuenta los factores políticos, que se encontraron ligados a los partidos. Después del famoso “Alto a Viera” y del rechazo del proyecto colegiado batllista en el plebiscito del 30/7/1916, los partidos Colorado y Nacional desarrollaron una política de acuerdos permanentes, intra e interpartidarios, para intentar resolver los problemas de gobierno. Este cuidadoso juego de compromisos, de “sutilezas políticas”, se vinculó a su vez con otros aspectos de la realidad político-social: 1) La herencia de la tradición histórica de su origen como divisas y el personalismo caudillista de sus grandes figuras (en especial José Batlle y Ordóñez y Luis Alberto de Herrera). 2) La consolidación de los partidos tradicionales como partidos de masas, policlasistas, pues representan un corte transversal de la sociedad y no se identificaron con un sector hegemónico determinado. 3) El papel de intermediarios que tuvieron ambos partidos entre el Estado y la sociedad, al tener posibilidades de redistribución de beneficios y recursos, en el marco de un proceso lento y constante de aumento del estatismo y la burocracia. Dos hechos contribuyeron a afirmar esta peculiar “sutileza política”. Por un lado, la movilización electoral constante: en los quince años de vigencia de la Constitución de 1919 hubo once elecciones nacionales, lo que significó no sólo la consulta popular, sino la decisión sobre una serie de propuestas concretas que fluctuaban entre la prolongación del “reformismo” batllista y la reacción conservadora. Por tanto, el desarrollo de una sofisticada legislación electoral que, al mismo tiempo que dotó de seguridades al sufragio y garantizó la representación de las minorías, sirvió para mantener la unidad de los grandes lemas partidarios, en un período donde las diferencias electorales entre colorados y nacionalistas nunca sobrepasaron el 5% y la más mínima deserción implicaba darle en triunfo al adversario. A pesar de lo anterior, las divisiones internas de ambos partidos hicieron cada vez más difícil la concreción de acuerdos. Hacia 130 dentro del Partido Colorado coexistieron: -P. Colorado Gral. Rivera (“riveristas” encabezados por el Senador Pedro Manini Ríos) conservador y anticolegialista. -P. Colorado “Por la Tradición”, del Dr. Julio María Sosa, también contrario a reformismo batllista. -P. Colorado Radical, orientado por el ex presidente Feliciano Viera, opuesto al batllismo. -P. Colorado Batllista, era la mayoría pero estuvo obligado a constantes acuerdos para mantener la primacía electoral sobre el P. Nacional; la muerte de Batlle en 1929, abrió un vació sucesorio. -Grupo Avanzar, fundado en 1931 por el Dr. Julio César Grauert, que representó la “izquierda” partidaria y mostró fuertes influencias doctrinarias del socialismo marxista. El Partido Nacional también tenía hondas divisiones: -Sector “caudillista!” liderado por el Dr. Luis Alberto de Herrera, la mayoría partidaria, que tuvo su más firme base en el medio rural y en el sector agroexportador. -Sector “doctoral”, contrario al herrerismo, y le disputó la dirección del partido. -Radicalismo blanco de los Dres. Lorenzo Carnelli y Ricardo Paseyro, identificado con el reformismo económico-social. -Agrupación Demócrata Social del Dr. Carlos Quijano, fundada en 1928, que significó la “izquierda” partidaria. La vida política del país giró en torno a los partidos tradicionales, que obtuvieron más del 90% del electorado en comicios con cifras insólitamente bajas de abstención (nunca superaron el 20% del total de habilitados). Los intentos de formar un partido que representara los intereses conservadores del comercio, la industria, el agro y la banca, no prosperaron. (ej, La “Unión Democrática”, del Dr. José Irureta Goyena, consiguió sólo 655 votos en 1919) Tampoco los llamados partidos no tradicionales o “de ideas”, la Unión Cívica, Socialista y Comunista, tuvieron poca incidencia, no consiguieron insertarse en la realidad política nacional, no pasaron de tener un 7% del total del electorado. Esta fragmentación partidista conspiró contra la posibilidad de concebir y aplicar un plan de gobierno coherente, que concitara un necesario respaldo mayoritario de la población. A las crecientes dificultades económicas, habría de sumársele, entonces, una conducción política minoritaria o vacilante.