Historia Economica de Francia

INTRODUCION El presente trabajo tiene como finalidad nombrar y explicar los distintos cambios económicos a lo largo de l

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INTRODUCION El presente trabajo tiene como finalidad nombrar y explicar los distintos cambios económicos a lo largo de la historia en Francia, tomando como inicio La Revolución Francesa y a lo largo de la línea cronológica nos encontráremos y denotaremos los aspectos económicos más importantes de hechos tales como La Época Napoleónica, La Primera y Segunda Guerra Mundial, entre otros hechos históricos hasta llegar a la actualidad.

El siglo XVIII - Cambios Agrícolas El sistema de propiedad comunidad y de los campos abiertos implicaba muchas restricciones: la principal era el respeto de la rotación de cultivos trienal y de su calendario decidido por la comunidad aldeana. A esto se agregaban las cargas colectivas y un derecho a pastar. Inglaterra puso fin a este sistema que juzgó improductivo y perjudicial para la innovación para desarrollar la propiedad individual y los "cercamientos". Ciertas regiones francesas del sur practicaban un sistema bienal (la tierra estaba en reposo un año de dos) todavía menos productivo, mientras que en el oeste ciertos campesinos cultivaban hasta el agotamiento total de la tierra. Los rendimientos se mantuvieron en promedio muy bajos: de 4 a 5 granos recolectados por 1 un grano sembrado, lo que implicaba que un cuarto o un quinto de lo recolectado no podía ser consumido. Las praderas eran raras, así como las tierras forrajeras y la debilidad de la ganadería se traducía en una falta de estiércol, lo que volvía indispensable la rotación de cultivos para reconstituir la fertilidad de los suelos. El volumen de las cosechas y los precios agrícolas fueron sometidos a los riesgos climáticos y, por tanto, a brutales fluctuaciones de consecuencias sociales importantes. El modelo de Inglaterra inspiró a la élite francesa y provocó un apasionamiento por la agronomía, pero que no fue necesariamente seguido por los campesinos. La crítica delopen field no condujo a la sistematización de los cercamientos a causa de la resistencia popular. Fue puesta en ejecución una política fiscal en favor del desbrozamiento. Según Jean-Claude Toutain, entre 1700 y 1780, el país observó una mejora de un tercio sobre los rendimientos agrícolas, lo que se traduciría en un alza del 60% de la producción sobre el conjunto del siglo. El ritmo anual medio del crecimiento agrícola sería del orden del 0,3% en la primera mitad del siglo y del 1,4% en el último tercio. Este progreso agrícola puede apreciarse en el auge demográfico del siglo XVIII, por el cual la población alcanzó alrededor de 21 millones de habitantes al inicio y en torno a 28 millones en vísperas de la Revolución. Hasta mediados del siglo XVIII, el crecimiento demográfico estuvo afectado por hambrunas, cuya aparición coincidió con los picos de mayor mortalidad. En la segunda mitad del siglo, si bien todavía se presenta escasez de alimentos, estos períodos son más cortos y localizados. La reducción de la amplitud de la fluctuación de los precios agrícolas durante las crisis demuestra este progreso. No obstante, la agricultura siguió manteniendo una baja productividad: en vísperas de La Revolución francesa, el rendimiento promedio siguió limitado en torno a los 5 granos por 1 semilla, mientras que en Inglaterra el ratio era de 12 a 1. Voltaire anotó: « Se escriben cosas útiles sobre la agricultura; todo el mundo los lee, excepto los labradores». En 1774, Turgot promulgó el edicto de liberalización del comercio de granos, con el cual quitó a la policía urbana el rol de control y su misión de asegurar el respecto del "pacto de subsistencia"

entre el rey y el pueblo. Este fue inmediatamente seguido por el alza de precios de los granos y, por tanto, del pan, en partido debido a las malas cosechas de los veranos de 1773 y 1774. Se denunció entonces un "pacto de hambruna" entre el rey Luis XV y los especuladores. Una ola de motines estalló de abril a mayo de 1775 en las partes norte, este y oeste del reino de Francia. La Guerra de las harinas, revuelta singular por su escala, fue reprimida por las fuerzas del orden, mientras que Turgot volvió a la liberalización, operando un retorno al control de precios del trigo (antes del retorno de la abundancia). Esta liberalización fue así contraria a la "economía moral", ruptura con respecto al principio que exige del rey de vigilar la seguridad de sus súbditos y de su aprovisionamiento en productos alimenticios.

El Comienzo De Un Despegue Industrial Contrariamente a la situación en Inglaterra, ningún sector industrial prevalecía en Francia. La producción textil estaba diversificada: la lana era dominante, pero las industrias del lino y de la seda fueron igualmente importantes. Otros sectores como la construcción y las industrias alimentarias (las azucareras de Burdeos, por ejemplo) tuvieron una importancia parecida a la textil. La metalurgia siguió estando poco desarrollada. En el plano geográfico, estas industrias estuvieron relativamente dispersas. Las concentraciones, como en el caso de la seda en Lyon, siguieron siendo extraños, a pesar de la existencia de especializaciones regionales. En las ciudades, los artesanos estuvieron organizados en los gremios, organizaciones que administraban el conjunto de la producción de un tipo de bien en una ciudad. Junto con el Estado, reglamentaron de manera estricta la actividad que les concernía, reagrupando en su interior a empleadores, obreros y aprendices. Lucharon contra el desarrollo del capitalismo y el surgimiento de la industria moderna a fin de proteger sus oficios. En 1776, Turgot intentó suprimirlos en vano; sin embargo hicieron la competencia a las manufacturas heredadas de JeanBaptiste Colbert que reunían a menudo a varias centenas de obreros. Podían ser públicas o privadas con un privilegio real, pero fueron también objeto de una reglamentación estricta. En este contexto, fueron raras las industrias que hacían prueba de dinamismo y dejaban aparecer a los primeros empresarios famosos, a la imagen de Christophe-Philippe Oberkampf, cuya fábrica de tela en Jouy contaba con aproximadamente 900 obreros en 1774. Fuera de las ciudades, la actividad industrial rural tuvo un lugar determinante y creciente, gracias al desarrollo del "sistema doméstico". Al beneficiarse de la mano de obra a veces ociosa del campo y al buscar escapar de la reglamentación de las ciudades, los negociantes organizaron el aprovisionamiento de materias primas de obreros rurales, luego administraron la distribución sin participar en la producción propiamente dicha. En Sedán, por ejemplo, los negociantes drenaban la producción de alrededor de 10.000 campesinos. Otras industrias eran rurales por razones técnicas: así las papeleras necesitaban de cursos de agua; la metalurgia, de árboles.

Aunque menos marcados que en Inglaterra, los primeros signos de la Revolución industrial fueron visibles a fin de siglo. Las innovaciones textiles inglesas se difundieron lentamente y los progresos en el teñido textil en la fábrica de Oberkampf o en el este de Francia fueron importantes. En la metalurgia, los Wendel se lanzaron en la aventura en Le Creusot: importaron de Inglaterra la fundición a base de coque. Finalmente, en el sector del carbón, se desarrollaron empresas importantes en vista del número de sus efectivos (la Compañía de minas de Anzin contaba con 3.000 trabajadores en 1789) y de la modernidad de los medios técnicos utilizados (máquinas de vapor para bombear agua a las minas). Al final, por la mayor parte del siglo XVIII, el crecimiento industrial francés siguió siendo superior al de Inglaterra (esta última tuvo una gran aceleración alrededor de 1780).

El Auge Del Comercio Exterior y Las Finanzas. El comercio exterior de Francia tuvo un auge importante en el siglo XVIII. Entre 1716-1720, su valor se quintuplicó gracias a la variación de los precios. Esta expansión fue muy fuerte en la primera mitad del siglo (a un ritmo de alrededor del 3% anual) y, luego, fue más mesurado (1% anual). En cambio, el crecimiento de las importaciones fue más rápido que el de las exportaciones, llevó a un déficit comercial al final del Antiguo Régimen. En términos relativos, la parte del comercio francés en el comercio mundial era la mitad del comercio inglés en 1720 (respectivamente el 8 y el 15%), mientras que la igualó en 1780 (12% para ambos países). La tasa de apertura de la economía (ratio exportaciones/PBI) fluctuó, pasando de 8% en 1720 a 12% en 1750, antes de decrecer a 10% en 1780. La naturaleza de los productos intercambiados hizo aparecer a Francia como un país relativamente industrializado: exportando productos manufacturados e importando materias primas. Una parte importante del comercio francés se realizó en el Levante mediterráneo, pero también con las colonias, a pesar de la dislocación del primer imperio colonial por el Tratado de París (1763). El azúcar, el café, el añil y el algodón fueron los productos principales de las Antillas francesas que estaban en plena expansión, como lo testifica la multiplicación de esclavos en estas regiones: entre fines del siglo XVII y 1789, el número de esclavos en las Antillas francesas pasó de 40.000 a 500.000. Si bien la trata francesa fue menos importante que aquella organizada por los ingleses y los portugueses, esta participó en el desarrollo de ciertos grandes puertos como Nantes y Burdeos. Estos dos puertos aseguraron el comercio con las Antillas y las reexportaciones hacia los otros países europeos, mientras que en el Mediterráneo, Marsella se desarrolló gracias a Italia, España y el Levante. A inicios del siglo, la regencia de Felipe II de Orleans estuvo marcada por la introducción del papel moneda bancario por el inglés John Law, pero el sistema de Law sufrió la especulación y el desacreditó por largo tiempo la emisión de dinero fiduciario en Francia. De manera global, las finanzas eran uno de los problemas principales del Estado en el siglo XVIII, ocasionando veleidades de reformas, buscadas por hombres como Vauban (en su Proyecto del diezmo real en

1707, deseaba gravar todos los impuestos, incluidos los de la nobleza), Turgot o Necker, pero a las cuales se oponía el orden establecido. El apoyo a los insurgentes de América del Norte no hizo más que acrecentar las dificultades financieras.

De la Revolución francesa al Imperio En el período 1789-1815, Francia se distanció de su vecino del otro lado del Canal de la Mancha. Mientras el Reino Unido conocía lo que Walter Whitman Rostow denominó su "despegue económico", un fuerte despegue industrial de unos veinte años, Francia experimentó un período de más lento desarrollo económico, a pesar de un cambio de régimen favorable a la burguesía.

La Economía y La Revolución A partir de 1784, Francia padeció una serie de crisis agrícolas que se tradujeron en crisis industriales, según el modelo de las crisis del Antiguo Régimen. El alza del precio del pan, que absorbía el 90% del presupuesto de los trabajadores en 1789, fue un sinónimo de contracción del mercado para las actividades artesanales. Además, los industriales franceses se quejaban de los efectos del tratado Eden-Rayneval, acuerdo comercial firmado entre Francia y Gran Bretaña en 1786, acusado de poner en dificultades a las industrias de ciertas ciudades. A estos problemas se añadía el riesgo de bancarrota del Estado debido a su fuerte endeudamiento y a la ausencia de una reforma fiscal. Justamente, fue el problema financiero de Francia lo que motivó la reunión de los Estados Generales, punto de inicio de la Revolución francesa. La Revolución, en un principio liderada por la burguesía, tuvo numerosas consecuencias económicas. En primer lugar, la noche del 4 de agosto de 1789 desaparecieron los derechos feudales, supresión que modificó totalmente la división del patrimonio territorial; sin embargo, en un primer momento, la situación de la parte más modesta de la población agrícola cambió muy poco. Esta medida, que se combinó con diversas confiscaciones de bienes de la Iglesia y de la nobleza expatriada, permitió a los burgueses y a los campesinos acomodados recuperar tierras, antes que la reventa de parcelas más pequeñas beneficiara a una parte más grande de la población. El individualismo y el liberalismo de la burguesía encontró su expresión en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (que convierte a la propiedad privada en derecho inviolable), el Decreto de Allarde y, sobre todo, la Ley Le Chapelier (que prohibió las corporaciones y las coaliciones, por tanto, los sindicatos). Se instauró el principio del mercado como modo de regulación de la economía. Así, por ejemplo, las aduanas interiores fueron suprimidas. Los trastornos de la Revolución hicieron que esta inspiración liberación fuera poco aplicada en los hechos y dejó lugar a las requisiciones, a una administración autoritaria de los precios y de los salarios e incluso a la inestabilidad monetaria vinculada con la inflación de los asignados.

La Economía Bajo El Consulado y El Imperio Si Francia heredó de la época napoleónica progresos significativos en administración, no consiguió en este período un importante éxito económico. En el ámbito administrativo, el Código de comercio de 1807 promovió el desarrollo de empresas por acciones: distinguía las sociedades colectivas que predominaron en el siglo XIX, las sociedades anónimas (sometidas a la autorización previa del Estado) y las sociedades en comandita. El catastro volvió más eficaz y justa al régimen tributario. La creación del Banco de Francia (1800) y del franco germinal (1803) puso en su lugar un sistema monetario estable. Las guerras del Imperio agravaron la debilidad demográfica y su financiamiento enrareció los capitales, a pesar de que los mandos militares estimularon ciertas industrias. Los obstáculos que levantaron al comercio la guerra marítima permitieron el auge de actividades económicas de substitución, cuyo ejemplo típico es la remolacha. No obstante, el resultado global de la guerra marítima fue el desplome del comercio exterior francés, de cuyas consecuencias sufrieron los puertos del Atlántico. La reducción del comercio impidió la transferencia tecnológica desde el Reino Unido y provocó dificultades de aprovisionamiento para la industria del país: el algodón era cuatro veces más caro en Francia que en Inglaterra. En la agricultura, los resultados del Imperio parecían poco convincentes. La papa se generalizó, participó en la disminución del barbecho. Por tanto, en el período de 1803-1812, la tasa de crecimiento anual media del producto agrícola no fue más que del 0,3%, una tasa inferior al crecimiento demográfico bastante débil (0,5%)101 La propiedad campesina progresó, pero la repartición de las tierras entre los hijos herederos (de acuerdo al Código Civil) provocó la fragmentación. En la industria, fue Bélgica la que se benefició, al interior del Imperio, del desarrollo de la metalurgia y de la producción del carbón. Los progresos de la industria textil no impidieron que el Reino Unido adelantara su avance en la producción de cotonadas. No obstante, se constataron varias innovaciones que participaron en la prosperidad de sectores como la seda en Lyon (telar de Jacquard) o los primeros desarrollos de la industria química (soda cáustica por Nicolás Le Blanc durante la Revolución). En el plano geográfico, el período del Consulado y del Imperio anunció el desplazamiento del dinamismo económico: dificultades sobre la costa atlántica, desindustrialización del oeste y del suroeste y desarrollo de la industria en el este del país.

Consideraciones Generales Sobre la Industrialización Francesa Entre las grandes naciones industriales del siglo XIX, Francia ocupa un lugar especial. Su despegue industrial fue uno de los más precoces, después del seguido por el Reino Unido, pero no ha sido nunca tan rotundo como en los otros países, lo que explica que, a pesar de su avance, la industria francesa se ubique detrás de las de Estados Unidos y Alemania a fines de siglo XX. Un signo evidente de esta evolución original fue el gran incremento absoluto del número de agricultores. De hecho, por largo tiempo, los historiadores han atribuido a Francia un ritmo lento de industrialización. La puesta en comparación del crecimiento industrial y del débil crecimiento demográfico matiza fuertemente ese pesimismo: en 1860, la producción manufacturera por habitante de Francia no fue superada en Francia más que, muy largamente, por aquella del Reino Unido y, en menor medida, por la de Bélgica y Suiza. Entonces, es comparable a la de Estados Unidos. Este crecimiento es también irregular, pero se trata de un fenómeno común a las naciones industriales. Los ciclos económicos han sido observados tan temprano como en 1861, cuando Clement Juglar remarcó una periodicidad de entre 7 y 10 años en el movimiento de los negocios. Estas fluctuaciones se insertan a sí mismas en ciclos más largos, de una duración de medio siglo y comprenden una fase de prosperidad y una de desaceleración, destacadas por Nikolai Kondrátiev. La interpretación más famosa de las crisis es la proporcionada por Joseph Alois Schumpeter, según la cual, la innovación al inicio del período de prosperidad es sinónimo de rentas temporales para las empresas que se apresuren a prestarse dinero para invertir en ella y beneficiarse, estimulando así la creación monetaria y el conjunto de la actividad económico. En un segundo momento, las innovación ya estarán generalizadas y las empresas no recurrirán más al crédito y la masa monetaria dejará de crecer, por lo que la actividad económico se reducirá mientras que los precios tenderán a disminuir.

El Despegue Industrial -

Ventajas y Desventajas a Vísperas del Despegue Industrial

A inicios del siglo XIX, Francia sufría cierta cantidad de desventajas que la impedían alcanzar un crecimiento económico comparable con el del Reino Unido. Del lado de la demanda, la debilidad del crecimiento demográfico, en comparación con otros países de Europa, redujo el mercado interior, mientras que en el plano exterior, el dominio británico de los mares perjudicó al comercio. Francia no lograba ser competitiva en las industrias del momento (productoras de telas de algodón) y debió concentrarse en las exportaciones para las cuales la importancia de la calidad le confería una ventaja fuera del precio: su tradición industrial dotó al país de una mano de obra calificada. El esfuerzo de Inglaterra para mantener su liderazgo tecnológico, que tomó la forma hasta 1843 de una prohibición de la exportación de maquinarias, benefició a Francia. A pesar de esta prohibición, se permitieron las transferencias de tecnologías por medio del envío de máquinas en piezas desmontadas, de técnicos inglesas y la entrada de industriales francesas para que observen

lo realizado en Inglaterra, mientras que globalmente el país fue obligado a desarrollar su propia industria mecánica, evitando así una dependencia tecnológica a largo plazo. La industria padeció de una falta estructural de carbón: entre 1820 y 1860, el consumo francés de carbón no hizo más que decuplicarse, mientras que la producción solo se multiplicó por diez, lo que se tradujo en una multiplicación por 22 de las importaciones de esta materia prima. El problema del carbón también estuvo ligado a la insuficiencia de redes de transportes, lo que se añadió a su costo: se extraía en el Norte y viajaba con dificultad a la industria metalúrgica ubicada en el Macizo Central. En cambio, el país no carecía de capitales. En 1860, los bancos franceses acumularon depósitos 50 veces inferiores a los británicos; sin embargo, el autofinanciamiento fue suficiente para el surgimiento de la industria textil (pequeñas inversiones permitieron importantes rendimientos que podían ser reinvertidos), mientras que la "alta banca" se aseguró el financiamiento de infraestructuras más costosas (minas, canales y, más tarde, los ferrocarriles).104 La Bolsa de París, instalada en un nuevo local: el Palacio Brongniart, en 1826, conoce un crecimiento importante: de 1816 a 1830, había emitido 187 millones de francos en acciones, contra 975 millones entre 1831 y 1848.

Los Progresos Agrícolas La economía de Francia del siglo XIX siguió estando dominada por la agricultura, mientras que la población del país continuó siendo esencialmente rural. Según la historia cuantitativa, entre 1820 y 1870, la agricultura francesa tuvo un crecimiento que, desde el punto de vista histórico, no fue superado hasta aquel posterior a la Segunda Guerra Mundial. La tasa de crecimiento anual promedio de producción agrícola fue del 1,2%. La superficie cultivada se incrementó con la extensión de los cultivos de remolacha, de pastos o, más generalmente, la disminución de la rotación de cultivos. Algunas innovaciones como las primeras espigadoras, el reemplazo de las hoces por guadañas y el progreso de la papa contribuyeron también a esta prosperidad. De manera general, este progreso contribuyó a una elevación del poder adquisitivo que estimuló el surgimiento de las industrias de bienes de consumo, los cuales participaron en la reducción de las crisis del Antiguo Régimen, en las cuales una crisis agrícola repercutía en la industria. Es notable que varios historiadores económicos, como Paul Bairoch o Walter Whitman Rostow, han convertido a la "revolución agrícola" en una etapa de desarrollo y en una condición del despegue industrial.

El Despegue Industrial Bajo La Monarquía

Junto al progreso agrícola, se unió un factor favorable para el despegue industrial: el desarrollo de los transportes. La red tradicional (con exclusión de las vías ferreas) se ha más que triplicado entre 1815 y 1848, con la construcción de canales para asegurar el aprovisionamiento de las industrias y el desarrollo de la red carretera. Entre 1800 y 1850, el costo del transporte terrestre casi se dividió en dos. Fue entre 1820 y 1840 que Walter Whitman Rostow sitúa el despegue francés. En efecto, en el período de 1815-1848, la industrialización del país tuvo una fuerte aceleración. En 1815, Francia producía alrededor de 120.000 toneladas de hierro fundido, esencialmente a la leña, producción que aumentó a 450.000 toneladas en 1848, de las cuales alrededor de la mitad al coque. La primera línea de ferrocarril estuvo abierta en 1832 y la red llegó a tener 3.000 km en 1850. Entre 1790 y 1820, la producción de carbón difícilmente superaba los 0,8-1,1 millones de toneladas, es decir un crecimiento del 37% en un período de treinta años. En los treinta años que siguieron, esta producción aumentó a 5 millones de toneladas, es decir, un crecimiento del 350%. En la industria textil, la producción de algodón con hilados se cuadriplicó entre 1815 y 1848. Si sus rendimientos hicieron de Francia la segunda gran potencia en experimentar el despegue industrial, no permitieron alcanzar al Reino Unido: la producción francesa de carbón en 1850 era similar a la británica de 1790.

La Segunda República y El Segundo Imperio En el campo económico y social, los resultados de Napoleón III, inspirado por Henri de SaintSimón así como por su exilio en Gran Bretaña, fueron sin duda mejores que los de su tío quien había asegurado a Francia un Estado y una administración sólida. Jacques Marseille destacó que: «El cuidado de plegarla a las exigencias y limitaciones de la revolución industrial debía corresponder a Napoleón III. Algo para hacerlo menos popular que su tío, ya que es difícil en Francia preferir el mercado que al Estado.» De hecho, los años 1850 y 1860 fueron la ocasión de una prosperidad económica real. En el plano financiero, Napoleón aprovecha la coyuntura: el descubrimiento de oro en California y en Australia. El elevado porcentaje de ese oro que terminó en Francia permitió la expansión monetaria, la cual estimuló los negocios. Por otra parte, en esta época, se estableció la red de bancos de negocios: los Hermanos Péreire establecen un sistema de financiamiento por obligación de las empresas que, a pesar de la quiebra del banco en 1867, influencia al resto del sector, donde los Rothschild conservaron su posición. Otro banco que proporcionó préstamos a largo plazo, el Crédit foncier, fue creado en 1852. La red de bancos de depósitos aparece también en esta época: el Crédit industriel et commercial (1859), el Crédit Lyonnais (1863) y la Société Générale en 1864. Estos bancos permitieron atraer el dinero de los pequeños ahorradores. La distinción neta de los bancos de depósitos y de los bancos de negocios no se realizará más que progresivamente a iniciativa de Henri Germain, fundador del Crédit lyonnais, a fin de asegurar la

estabilidad del sistema bancario. Consistió en no prestar más a largo plazo los ahorros de corto plazo. En su fase liberal, el Imperio flexibilizó la legislación sobre la creación de empresas: la creación de las sociedades anónimas fue totalmente liberalizada en 1867, tras una liberalización parcial de 1863. Las obras públicas emprendidas por el Segundo Imperio fueron muy importantes. La red de ferrocarriles pasó de 3.000 km en 1850 a 17.500 km en 1870. 111 Napoleón promovió la realización del canal de Suez, inaugurado en 1869, el cual revolucionó el transporte marítimo entre Europa y el océano Índico. El auge de los ferrocarriles estimuló directamente a la industria siderúrgica. Las obras públicas incluyeron también la renovación completa de París por el Barón Haussmann, así como de otras ciudades como Lyon. Napoleón III estaba también convencido de las virtudes del comercio libre: confió a Michel Chevalier negociar secretamente con Richard Cobden un acuerdo comercial entre Francia y el Reino Unido. Firmado en 1860, este acuerdo fue calificado de « golpe de estado comercial» por los industriales franceses que temían ser arruinados por la competitividad de la economía británica; sin embargo, el tratado provocó la multiplicación de acuerdo de libre comercio entre las diferentes naciones europeas, creando, a causa de la cláusula de la nación más favorecida, una primera era relativa de comercio libre en el continente. Siempre a escala europea, Napoleón III soñaba con una unión monetaria que condujo a la creación de la Unión Monetaria Latina. Finalmente, Napoleón III estableció una política social real: acordó el derecho de huelga en 1864 y se pronunció a favor de la supresión del livret ouvrier, documento que ataba a los obreros a cumplir un horario muy estricto. Si los obreros descubrieron el derecho de huelga, la burguesía descubrió las grandes tiendas: Aristide Boucicaut creó Le Bon Marché en 1852. Esta creación fue seguida por la aparición de marcas célebres: Au Printemps (1865), La Samaritaine (1869).

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