Histeria masculina

La histeria en el varón. Escuela de Clínica Psicoanalítica con niños y adolescentes Psicopatología psicoanalítica I Doc

Views 205 Downloads 3 File size 102KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

La histeria en el varón. Escuela de Clínica Psicoanalítica con niños y adolescentes

Psicopatología psicoanalítica I Docente: Clara Arnó Alumna: Valentina Avendaño Fecha de entrega: 28/06/2016

Histeria y sexo masculino pueden parecer dos conceptos contradictorios si tenemos en cuenta que la existencia de esta neurosis fue descubierta en la Antigua Grecia como una alteración en el útero, término griego que da nombre a la histeria. De este modo, la histeria era vista como una enfermedad únicamente posible en las mujeres, continuando esta concepción durante mucho tiempo en la historia de la humanidad. Uno de los objetivos de este trabajo es pasear históricamente por diversas épocas y autores significativos en el estudio de la histeria masculina, desde Le Pois hasta Freud y algunos investigadores contemporáneos, mostrando así su enrevesado desarrollo y algunas de las múltiples contribuciones, que tal y como veremos muchas de estas devenían temas de debate durante largos períodos. Cabe destacar el hecho de que la gran histeria femenina acompañaba e influía en toda investigación acerca de esta patología en el varón, siendo muy adecuada, al mismo tiempo, a la hora de establecer las diferencias en cuanto a síntomas entre la histeria femenina y la histeria masculina. Además del recorrido histórico, otra de las principales finalidades de este trabajo es la descripción de aquellos elementos psicoanalíticos relevantes en la histeria en el varón, como la sexualidad y el complejo de Edipo, componentes psicodinámicos esenciales para la comprensión de esta patología. Las conversiones, como rasgo característico en este cuadro, también se tratarán, incluyendo el ejemplo de algún caso estudiado por Freud. Por último, resultará interesante la explicación de las manifestaciones y peculiaridades que caracterizan la histeria masculina, las cuales pueden ser tan diversas como las múltiples representaciones que puede llegar a tener este trastorno neurótico, uno de los cuadros clínicos más intrigantes de la época victoriana.

1

El primer investigador en ubicar la histeria fuera del útero fue Charles Le Pois (15631633), un médico francés conocido por sus novedosas ideas para la época. El 1618 fue el año en que Le Pois describió la histeria como una “enfermedad cerebral primitiva”, situándola de esta manera en el cerebro y no en la matriz como se había pensado durante tanto tiempo, además de unirla a la epilepsia por su similitud en algunos síntomas. Siendo Galeno el primero en suponer la existencia de histeria masculina, fueron Le Pois y Willis quienes siguieron su línea de estudio desarrollando investigaciones en este campo. Willis, además de separar la histeria de la epilepsia y unirla a la hipocondría, planteó abiertamente la histeria en el varón. La relacionó con la hipocondría al observar el alto grado de preocupación de estos pacientes por su salud, y también por su naturaleza melancólica. Posteriormente, Sydenham realiza algunos avances sobre la histeria agregándole síntomas de perturbaciones en el carácter, como explosiones de furia, ataques de celos, paso repentino de la risa al llanto, entre otros. Explica que la histeria en las mujeres es “pura” histeria, en cambio en los hombres es hipocondría, y asegura que en la histeria de ambos sexos pueden aparecer síntomas de otras enfermedades, con el objetivo de alertar para evitar equivocaciones en el diagnóstico. Para Freud, no es que se copiaran síntomas de otras enfermedades, sino que se adquirían síntomas de otras personas. Hubo épocas en las que se tomaba a las histéricas como mentirosas y simuladoras cuyo objetivo era únicamente llamar la atención, resultando esta concepción nociva para los pacientes con histeria. Fue el neurólogo francés Jean-Marie Charcot (1825-1893), maestro de Freud, quien transformó completamente la concepción que se tenía hasta ese entonces. Lamentablemente, se empezó a ocupar de la histeria pocos años antes de morir, pero logró romper con la idea de que las mujeres con histeria eran mentirosas y aduladoras. De esta manera le proporcionó objetividad al síntoma histérico, planteando por primera vez la posibilidad de tratamiento. Contemporáneamente, Charcot comienza a trabajar en el tema de la hipnosis y descubre que mediante este procedimiento, los pacientes tenían comportamientos similares a los que se dan en la histeria: hipnotizando podía paralizar o cegar. Empieza a definir la hipnosis como una “neurosis artificial de naturaleza histérica”. A partir de este momento Charcot entendió que hay una participación de lo psíquico en la histeria. Tenemos como ejemplo el caso de las parálisis histéricas, las cuales son

2

parálisis de representaciones que no tienen nada que ver con terminaciones nerviosas. Freud, siguiendo esta línea de estudio, niega la histeria como una lesión funcional física y asegura que la lesión funcional está en el ser humano, en sus emociones, en su asociación de ideas, etc. Observando pacientes con parálisis histéricas, detecta que el problema no está en su funcionamiento orgánico, sino en las asociaciones de las ideas que éstos tenían de sus partes del cuerpo (brazos, piernas, manos) con las demás ideas que forman parte del Yo. Por ejemplo, la noción de brazo queda aislada del resto de representaciones que forman el yo. Dicha idea aislada está asociada a otra idea específica que podría ser un recuerdo traumático. Así pues, es el afecto relacionado con ese suceso lo que afecta a la idea de brazo, y mientras esa asociación exista, la parálisis va a permanecer. Se trata de un proceso inconsciente: la histeria se produce por una asociación a un hecho traumático. Después de haber sido discípulo de Charcot en la Salpêtrière, Freud a su vuelta a Viena expone su monografía “Observación de un caso severo de hemianestesia en un varón histérico” (1886), explicando la sintomatología conversiva de August P., hombre histérico que ofrece un síntoma de hemianestesia de nivel casi total. Su sintomatología comenzó a partir de una pelea muy fuerte con su hermano, provocando que toda la parte izquierda de su cuerpo se encontrara anestesiada, y sus sentidos del lado izquierdo se hubieran perdido, sólo la audición había sobrevivido, hecho muy llamativo al ser sordo casi por completo del oído derecho debido a un accidente. El misterio del caso era la inexistencia de parálisis, el enfermo podía ejecutar movimientos con sus extremidades izquierdas. En su texto “Histeria” (1888), Freud admite que la histeria es más rara en varones que en mujeres. Además alega que en los varones estos estados suelen ser más sombríos y de mayor gravedad, muy unidos a la melancolía. Algo de lo que Freud no guardaba duda alguna era de que la participación del factor sexual es común en la histeria de ambos sexos, aunque en la masculina tienen más peso los traumas y la neurastenia. Con sus palabras: “El sistema masculino tiene predisposición a la neurastenia, el femenino a la histeria”. Para ejemplificar la caracterización psicodinámica del histérico se suelen utilizar dos ejemplos: por un lado está el típico “Don Juan” como varón hiperviril y seductor, que al mismo tiempo tiene conductas antisociales. Por el otro lado se encuentra el “niñito

3

de mamá” pasivo y afeminado, con cierto temor a las mujeres. En cualquier caso, las relaciones del hombre histérico con las mujeres siempre son peculiares. Como vemos al comentar los rasgos conductuales del varón histérico, destaca un comportamiento sexual alterado, y este hecho viene influido debido a que en la génesis de la histeria se encuentra el desarrollo de la sexualidad y de la identidad de género, áreas que normalmente han sido perturbadas en la historia de los hombres histéricos. Como patología neurótica, en la histeria tiene un papel muy importante la elaboración del complejo de Edipo, fundamentado en el complejo de castración de la fase fálica. Además, Otero (1999) asegura que la histeria se instala durante el proceso de reconocimiento de la diferenciación de sexos. Se dice que el hombre histérico siempre se encuentra en la ambigüedad entre ser hombre o mujer, lo cual podría tener relación con una diferenciación de sexos o establecimiento de la identidad de género erráticos. Según Perrier (1974), un hombre histérico puede llegar a consulta debido a perturbaciones en su conducta sexual, en su carácter o por crisis de nervios entre otros muchos síntomas posibles, los cuales únicamente reserva para su madre, normalmente ansiosa y demasiado complaciente. La madre del histérico se caracteriza por ser incapaz y no cumplir su papel suficientemente bien. Moscone (1990) incluso plantea que dicha ineficacia maternal llega a perturbar la capacidad del histérico de amar a las mujeres. En algunos casos, es un tipo de madre que proyecta su sexualidad en su hijo creando un vínculo narcisista e implicando una sobreestimulación incestuosa. Por el otro lado y en contraposición con esta madre generadora de miedo, suele encontrarse un padre débil y emocionalmente inaccesible o ausente, lo cual puede provocar que el niño se modele a partir de la imagen materna, adoptando una identidad afeminada. Algunos autores relacionan esta dinámica con la homosexualidad. La otra posibilidad derivada de la ausencia de padre, es que imite estereotipos de hipermasculinidad. En estas descripciones quedarían reflejados el “nene de mamá” y el “Don Juan” antes comentados. En “Tres ensayos de teoría sexual” (1905), con el descubrimiento de la sexualidad infantil, Freud también advierte la importancia de las fantasías y deseos inconscientes infantiles (incesto y parricidio) formados durante el desarrollo del complejo edípico, los cuales son reprimidos y están repletos de afecto insoportable

4

que hace que se inscriban como síntomas en el cuerpo físico, a modo de histeria conversiva. La interpretación de la histeria masculina de acuerdo al Edipo negativo es tomada por Freud en su obra “Dostoievsky y el parricidio” (1928), en la cual explica como el famoso escritor presenta ataques conversivos e histeria epileptiforme, que reflejan el autocastigo por el deseo de la muerte del padre odiado. El parricidio resulta ser la fuente principal del sentimiento de culpabilidad, y la no aceptación (represión) del sentimiento de odio hacia el padre es la que produce la gran angustia que padece. En el caso de la histeria femenina, el amor al padre es consecutivo a su castración, así que la relación con su muerte no se halla inscrita en la misma lógica temporal. Freud manifiesta la relevancia de la pubertad como época de eclosión de la histeria, período en el cual resurge el Edipo y debe acabar de resolverse. De este modo, asegura Laplanche (1974) que la histeria queda planteada como una defensa contra ansiedades tempranas. En la histeria, las seducciones incestuosas nunca faltan. El varón histérico, al no poder disponer de su objeto sexual, reacciona con una intensa inhibición de su sexualidad, desarrollada fundamentalmente en la fantasía. Durante el proceso de individuación o separación de la madre, el niño puede descubrir su Edipo y forzar una orientación sexualizada hacia la madre, figura que en un principio había sentido como amenazadora. Esto puede generar una dinámica de acercamiento-alejamiento que el histérico tiende a repetir en sus relaciones con las mujeres: seductor que atrae a las mujeres pero que al mismo tiempo ha de mantenerlas a distancia, como histérico inhibido. Su objetivo principal en la elección de objeto será evitar la sexualidad, llegando a consulta con problemas de impotencia o de abstinencia sexual, llevando a cabo interminables juegos pregenitales. El cuerpo del histérico padece de una división entre la parte genital, anestesiada e inhibida sexualmente, y el resto del cuerpo no genital, que paradójicamente se encuentra intensamente sexuado. El cuerpo en las personas histéricas es en cierto grado ajeno a su yo consciente, no llegan a considerar el yo con el cuerpo, sino que sienten éste último como algo doloroso, percibiéndolo como no-yo. Se trata de una sintomatología conversiva que se encuentra libre de angustia, lo que llamaron “la bella indiferencia de los histéricos”. Cuando existen zonas del cuerpo físico afectadas, se trata de síntomas simbólicos. Tal y como dijo Freud, para los pacientes que sufren perturbaciones histéricas, determinados lugares de su cuerpo han tenido alguna significación erótica particular.

5

Esto lo podemos observar en el caso Dora (1905), quien padece de ciertas dolencias físicas estrechamente relacionadas con su desarrollo libidinal. En los varones histéricos, además de la característica sintomatología conversiva, otro aspecto muy común es su tendencia al fracaso y su mal desempeño social, lo cual deriva de una inadecuada elaboración del complejo de Edipo y de castración que hace que muestren una particular configuración psíquica dirigida a una personalidad antisocial. Sus fracasos pueden llegar a un nivel de síntoma, estando continuamente expuestos a una serie de fracasos sexuales, amorosos, laborales, económicos, etc. Desean el éxito pero nunca lo alcanzan, y si lo alcanzan se impiden gozarlo al sentirlo ajeno a ellos, fracasan al triunfar. La cualidad pasiva de los hombres histéricos juega un importante papel, ya que se extiende a una pasividad sexual y en general a una proclividad a la posición de espectador pasivo en la vida, lo cual muchas veces se manifiesta en sueños con parálisis. Otro de los rasgos destacables del varón histérico es su capacidad para dramatizar, su vida es un teatro en el cual actúan las diversas representaciones de la histeria, envolviendo a todos los de su alrededor. A modo de conclusión, buscando comprender mejor la dinámica psicoanalítica de la histeria masculina, se observa que además de sus síntomas conversivos, esta patología se caracteriza por sus múltiples perturbaciones en la sexualidad que se encuentra inhibida así como las relaciones con las mujeres. Se encuentra también una asiduidad de componentes melancólicos desencadenados por hechos traumáticos como la relación de odio y pasividad frente al padre o la identificación con este, lo que desplaza al trauma interno como un factor causal. Este tipo de relación también representa una marca diferencial respecto a la histeria femenina. Cabe destacar lo interesante que resulta indagar por los estudios en el campo de la histeria tanto femenina como masculina, lo cuales marcaron la historia del psicoanálisis permitiendo a Freud la inclusión del término inconsciente y la invención del método psicoanalítico.

6

Bibliografía - Freud, S. (1886). Observación de un caso severo de hemianestesia en un varón histérico. Obras completas, Buenos Aires. Amorrortu Editores (1986), I. - Freud, S. (1888). Histeria. Obras Completas, Buenos Aires. Amorrortu Editores, I. - Freud, S.; Breuer, J. (1893-1895). Estudios sobre la histeria. Obras Completas, Buenos Aires. Amorrortu Editores, II. - Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. Obras Completas, Buenos Aires. Amorrortu Editores, XIX. - Freud, S. (1905). Fragmento de análisis de un caso de histeria (caso Dora). Obras Completas, Buenos Aires. Amorrortu Editores, VII. - Freud, S. (1928). Dostoievsky y el parricidio. Obras Completas, Buenos Aires. Amorrortu Editores, XXI. - Laplanche, J. (1974). La histeria hoy. Revista de Psicoanálisis, psiquiatría y psicología, 4: 4-18. - Perrier, F. (1974). Estructura histérica y diálogo psicoanalítico. Acto psicoanalítico: teoría y clínica. Buenos Aires: nueva visión, 159-181. - Moscone, R. (1990). Composición de un histérico. Histeria: estudios y ensayos. Buenos Aires: ediciones Seimandi. - Otero, F. (1999). En torno a los trastornos narcisistas y la histeria, a propósito del caso Dora. Revista de psicoanálisis, SPP, 1: 77-85. - Rebollo, I. (2002). Fobia, histeria de angustia. De la piscopatología al psicoanálisis. Colección psicología, psiquiatría y psicoanálisis. - Laplanche, J.; Pontalis, J-B.; Lagache, D. (2004). Diccionario de psicoanálisis (1996), i” edición 6a reimpresión. Buenos Aires: Ediciones Paidós. - Carrero, A. (2007). L’hysterie chez l’homme. Revista Bajo Palabra, II. Universidad de París VIII. - Perales, C. (2011). La histeria masculina. Revista chilena psicoanalítica; vol. 28 (2): 72-81.

7