Himnos Calasancios

Himnos Calasancios El alma de los niños imán de tus amores celebra tus favores, José de Calasanz. Y a impulso de cariños

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Himnos Calasancios El alma de los niños imán de tus amores celebra tus favores, José de Calasanz. Y a impulso de cariños que son del cielo encanto ensalza con su canto tu ciencia y tu piedad. Los niños son tu herencia le dice Dios un día y en él la Escuela Pía brotaba sin rival. De Dios allí los niños el nombre silabean cual aves que gorjean su trino matinal. Bendice tus escuelas, apóstol de la infancia, conserva la fragancia del virginal candor. Y logren ante el cielo tus santas oraciones guardar los corazones del vicio y del error. De niños candorosos llevar almas al cielo, fue tu constante anhelo, Padre de la niñez; y son ellos tu gloria que por doquier pregonan las perlas que coronan tu venerable sien. El niño andaba solo perdido en su camino errante peregrino que ignora donde va; y Dios compadecido le dijo al fin un día; ese será tu guía: José de Calasanz.

Las Campanas

Las campanas repican vibrantes, Calasanz, volteando en tu honor y los cirios te ofrecen temblantes en tu altar su poema de amor. Así quieren tus hijos queridos sobre el son de las torres cantar y con besos de amantes latidos ser los cirios que alumbren tu altar. ¡Gloria y honor, gloria y amor a Calasanz! Insigne pedagogo, mentor de juventudes, espejo de virtudes del alma estudiantil; alumbra nuestras mentes, inflama nuestros pechos de amores y ansias hechos y vida juvenil. Las aulas que tu abriste al niño redimieron; piedad y letras fueron tu lema y tu ideal. De escuelas populares do Cristo es venerado el Papa te ha nombrado patrono universal.

A Nuestra Señora de las Escuelas Pías Desde el trono de marfil, donde reinas, Virgen Pía oye el canto que te envía nuestro pecho juvenil Calasanz en oración con sus pequeños estaba cuando abrióse del Edén la grandiosa portalada. Y entre nubes de arrebol se mostró la Virgen Santa. En las alas de la luz atraviesa el aire rauda y aparece a Calasanz y a sus niños en el aula. El maestro y sus alumnos como de éxtasis quedaban. Con un célico sonrís Hijo y Madre los miraban; de María a una señal el infante su diestra alza y les da su bendición a José y a su mesnada. Cual rocío celestial descendió sobre sus almas la divina bendición y por ella siempre ufana de los siglos a través crece la planta escolapia

Almas puras Almas puras, cantad con cariño

al que es padre del huérfano niño al que es ángel y heraldo de paz. Cantad gloria al mentor de la infancia, gloria al lirio de eterna fragancia, gloria, gloria, José Calasanz. Siendo niño a Satán le declaras cruda guerra y por eso preparas de amiguitos brillante escuadrón. Los alienta tu voz de profeta y lográis la victoria completa que os granjea sin par galardón. Al Santo de los niños Al Santo de los niños, al Padre de la infancia, al que, naciendo grande para crecer se humilla, al que en la Iglesia alumbra y entre los sabios brilla, al que las almas busca con insaciable afán. Al que del genio tuvo la heroica constancia, al que entre adversidades y penas sin ejemplo, para los pobrecitos alzó la escuela templo. Cantadle, cantadle cantadle: ¡Viva, viva el Santo José de Calasanz! Si peralta le dio ilustre cuna, principados otórgale Lérida y valencia sus triunfos recuerda y sus lauros le ciñe Alcalá; con sus glorias Albarracín brilla, su influencia sintió Barcelona, Monserrat con su nombre blasona y el Urgel todo de él lleno está. Él fue noble, fue rico, fue sabio, fue bizarro discreto influyente; tuvo grandes su pecho y su mente pero todo como era se dio. Se dio todo a los pobres pequeños, por salvar su hostigada inocencia cuando Dios la azarosa existencia de los niños sin Dios le mostró. Dios le puso de pecho en la entraña manantiales de celo y ternura; saltó el rico venero y aún dura el raudal fecundante de amor… Y las Pías Escuelas remansan

de piedad y saber la corriente porque beba la turba inocente la verdad y el divino temor. Humillado, ultrajado abatido, ni un instante nublóse su frente, y su pecho siguió transparente como lago de limpio cristal. Que el Señor, que a los justos alienta, cuando más la tormenta rugía, “Job de gracia” en su frente escribía con un rayo de luz cenital. Pobres almas, las almas del pobre, que el orgullo miró con desprecio…, ricas perlas perdidas sin precio en el fondo del vil muladar. Calasanz, con un celo abnegado, las pulió en el taller de su escuela, y cada una brillante riela entre lumbres de trono o de altar. Roma vio del maestro modelo del afán, la efusión, la constancia… y la insigne legión calasancia pronto en triunfo la Europa corrió. Luego dieron su fallo los pueblos… y los siglos sobre ella pasaron y los siglos también sancionaron lo que el Gran Escolapio fundó. Hoy enjambres de niños proclaman de José de Calasanz la grandeza, cuando al mundo a mostrarle ya empieza sus horrores la “escuela sin Dios”… La piedad y las letras son tabla donde puede salvarse el progreso; Calasanz ha ensayado el proceso… Reyes, pueblos, marchad de él en pos.