Helena Valero - Yo soy Napeyoma

helena valero •• yo soy napeyoma relato de una mujer raptada por los indígenas yanomami fundación la salle de 'Cieócia

Views 127 Downloads 4 File size 46MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

helena valero ••

yo soy napeyoma relato de una mujer raptada por los indígenas yanomami

fundación la salle de 'Cieócias naturales

Helena Valero

••

YO SOY NAPEYOMA Relato de una mujer raptada por los indígenas yanomami

Compilador Renato Agagliate Editor Emilio Fu entes

Fundación La Salle de Ciencias- Naturales Monografía Nº 35

INDICE

Derechos reservados conforme a la Ley

© Fundación La Salle de Ciencias Naturales Depósito Legal: lf-84-4375 Diseño y foto de la portada: Emilio Fuentes Foto de la contraportada: Julio Serrano Fotocomposición: Textos Eche Impreso en Venezuela por Editorial Texto Caracas 1984 ·

/'"' -' o - - ,_ -, -- . 6·Por qué Vienen · mento? a atacarme en mi campa·· . . por eso se v:tmeron tan rápido para acá. -Ustedes se llevaron a Napeyoma, -Aquí no está Napeyorna, m· la conozco. De1en . a mis mujeres o los voy a flechar.

~ndo qu_e los dejaran quietos, q~::~í :·h~bfau~n a Haikiawe, jefe de Jos Yápit . ·· th ·

hablar .con Husiwe.• grin. Mane1we discutía con los hijos d R . .. guna muJer Namowe1-theguieron en busca de los Sitoya-the ·eyepohwb~· Entonces los Namowei-theri sin· a 1an pasado el cañ y- · ·· garon ~arde al campamento. Allá hicieron lo . o ap1tawe. Lletas mu1eres de aquella tribu. Los Sito a-th . Illlsmo. Comenzaron a halar a se corrieron al monte Los N . yth _en protestaron. Algunos por miedo · amowe1- en ento d .. ban era porque tenían Na .. yo . A í nces IJeron que si se escapatrajeron. Los Sitoya-thef co~ª·d s que ª.g~rraron a varias mujeres y se las aquel tiempo. Uno de ell~s oes.:_t~o ·hi~eron nada. Eran miedosos en que no le quitaran a su mu1·e~ Lars ~. en'. asta se puso a llorar, pidiendo -A uí .. . v1e1as gntaban: q no está Napeyoma; déjennos a nuestras hijas.

ª

s:

Pero los Namowei-theri no hicieron caso y se las trajeron aquella misma noche. Desde el rastrojo yo los había oído volver haciendo bulla. Para escuchar mejor, me había acercado al camino. Las presas lloraban. Los hombres les decían: -No lloren, no lloren. Ustedes dejaron a unos maridos viejos, feos , miedosos. Si fueran valientes, no habrían permitido ni siquiera que las tocáramos. No lloren. Allá pasan sólo trabajo; con nosotros se van a encontrar bien. Aquí hay mucha comida; pijiguao todo el tiempo ... Al acabar de oscurecer yo me había acercado al shapono. Ahí había oído a Yarninawe-theri regañando. Aquello que dije antes. Eso me asustó más. Ahora yo estaba en peligro por una culpa que no tenía. Los Wanitima-theri se habían robado cuatro mujeres; los Rashawe-theri cinco; los Pishaasi-theri seis; los Patanowe-theri cinco. Yo escuchaba a las mujeres robadas que lloraban. Dije: "Ahora no podré ni volver a los Namowei-tberi ni irme adonde los Sitoya-theri". Cuando Yaminawe-theri me nombraba, yo temblaba. Me puse a llorar. Cuando él acabó ?e regañar, me fui al rastrojo a dormir. ¡Dios mío: mi candela se había apagado! ¿Cómo asar mí comida? Sin fogón, aquella noche me atacaron los zancudos. Al día siguiente, yendo por el monte, Uegué a un cacahual. Chupé bastante cacao. En la cabecera de un caño hice carato y bebí. La noche siguiente volví al shapono para sacar fuego. Todos los Namowei-theri seguían allí reunidos. Sólo se había ido Yaminawe-theri con su gente. Yo no sabía por dónde entrar. Me senté esperando y rezando . Sería medianoche, cuando ya era todo silencio, di una vuelta y con mi hoja de casupo entré por donde estaba la casa de Yaminawe-theri . De allí pasé a una casa cercana, donde había fuego. Cogí un tizón , lo tapé con la hoja de casupo y volví a salir. Nadie se había dado cuenta esta vez. Lo llevé a mi sitio, hice un fogoncito y me eché a dormir. El tiempo · pasaba. Tenía como un mes andando sola por esos montes. Una tarde llegué al rastrojo. Comí mis cangrejos. Tenía sed y, alumbrándome con un tizón, bajé al caño del shapono a beber. Miré bien; no vi nada. Dejé la candela en la orilla y me agaché a tomar agua, así como hacen ellos. Después cogí el tizón y me puse a soplar. En eso sentí que dos manos me agarraban por los hombros. Quise gritar, pero no pude. -¿Por qué estás soplando esa candela?- me dijo el que me tenía agarrada. -Quítale el tizón - le mandó otro al primero. Reconocí en él la voz de Husiwe, quien me dio un empujón y dijo: -Vámonos, vámonos. Mereces morirte ahora mismo. Por culpa tuya trajimos mujeres Sitoya-theri. Allá están llorando. Y tú aquí tranquila ... Por culpa tuya he quedado de enemigo con los Sitoya-theri -.Y a Kosipawe:-¿No es verdad que trajimos mujeres? -Sí; es verdad - dijo él. - Pero algunas se escaparon. Ibamos: yo adelante, Husiwe atrás con sus dos cuñados, Kos· · ~ 0{) tesiwe. Ahí oí que Husiwe decía: -La voy a flechar . ;;:~ ~·~f.\ -No - le dijo Kosipawe. - No la fleches. Da lástima d ~a, qr.y

59

parte de los Wánítima-theri. Los Patanowe th . . habían ido. Les tenían miedo a lo S't h- .en y los Yammawe-theri ya se s 1 oya-t en porque s b' gas d e gente que podía hacerles daño e 'd ' . a ian que eran ami. s· on epi em1a De paso . p . . mu3er itoya-theri encinta, llorando duro Ese , . , . vt a reuru, una y Mamokasiwe, por celos Ja había fl b .d dia habra sahdo a coger cacao . . , ec a o con una flecha d , ' pnmera mu3er que él tenía y la estre 6 e arpan. Era Ja salido ningún hombre con ella sólo ~ flech:izo. y eso que no había a Y:e:p+· anu· ni a ma re de el. Llegamos a la ca.sa de Husiwe y éste me entreo-ó 0 . · · -Deja que se siente ahí est ', a esposa mayor, d ic1endo: Yép+ami me hizo sentar. ~l ~ace;;a, que ya me la voy a comer. en voz baja: e e casa de su mamá. Yép+ami me dijo

tºº u;

ª

-;P~brecita de ti! ¿Por qué fuiste a a are , . haberte ido. El tiene un garrote y P cer por aca? Lejos tenías que P or al1 a, o1, que Husíwe le decíacon 1eso. te. va a pegar -. y se puso a llorar. M , h . a a vteJa Yarotoma· · , - ama, e encontrado a Na .. 0 mar agua y yo Ja agarré. Allá estái:ey m~ . Estaba por aqu1 cerca. Bajó a to-No no - J di' y 'pero a voy a matar. , e JO arotoma. - . Cómo v d as a matar a una mujer callada que no hace nada malo? Se Ja pasa h¿ tra. a quién la trate bien. Tu hermano (~~·ohpo~. el monte porque no encuenh . is ewe) se la quitó a Yarekenri y Ja deJaron medio muerta. Por .Q . , b , eso se a ido escapando p ahí N ¡, uien ebena sus huesos? Da lástima Ja . or . o la mates. necesito para mi compañera T . pobrecita. Mándamela para acá. La aqui. Esa mujer trabajaba ~an: ~~~-res son. bastantes ya, y yo estoy sola cutíendo. conmigo. Las otras se la pasan dis-

ª

H~iwe pasó de allí al otro lado del sh de los P1shaasi-theri. Yo me dé apono donde estaba Rashawe, jefe -Agarré a N .. q~e sentada llorando y oí que decía: . apeyoma, alli, en el caño to d mos ido lejos a coger mujeres Sito a-theri • man o ª~ª· Por su culpa he. Ahora la quiero matar. Pero primero he venido a consultar contigo.y -No, no, hermano - dijo Rashawe - N anda sola por ahí huyendo Ella t' . o mates a esa pobre mujer que J . · no 1ene culpa de q h as muieres Sitoya-theri. Nosotrós las tr .. . ue nos ayamos traído a fue con ellos. ¿No ves que andaba por a:J!?~ si~ antes averiguar. Ella no se Fue ella quien se comió lo 1. . . i. llllSmo encontraste sus rastros s P J1guaos del rastrojo y · th · en, nosotros no hemos matado a di N . ' en cuanto a los SítoyaLa mayoría de las muJ'eres ya s h na e. o hay, pues, que tenerles miedo. Dé 'al e an escapado D · tr · .1, a con tu mujer. y cuídala. EJla an · e1a . anquila a Napeyoma. qUien la cuide. Está en tí da por el monte porque no tiene t . erra extrana con otra gent , ma ar. Déjala en paz. ' e, Y tu todavía la quieres -Yo cojo mi garrote - dijo Husiwe con r . . abia - Y se lo hinco. La hago pedazos y la quemo en medio de este a . -No di' p tlo. , no JO Rashawe calmándolo - N . . para ayudar a tus esposas DéJ'al . . . o digas eso. Esa mu1er sirve E t · a vtVlr. _;;u~~ces se viníe~on los dos adonde yo estaba. ate con rru hermano di. Ellos te van a tratar bien. Mi hennr:e JO .Rashawe. - No te escapes más. Nada malo te hará. Quédate tranquila~º te iba a matar, pero yo te defendí. 160

Husiwe agarró su garrote, bonito, pintado, y, mostrándomelo, me dijo: -Con esto yo te iba a hacer pedazos para quemarte. Esto corta como machete. Pero él te ha defendido. Por eso te dejo vivir. -Sí - me dijo Rashawe. - Yo te he defendido, pero tú ahora quédate tranquila con la madre de mi hermano. No vuelvas a escaparte. Y tú - a Husiwe - no la maltrates; no la regañes. No la obligues a escaparse de nuevo, que ella no tiene parientes, no tiene a nadie, y si se escapa, no volverá más. A ti, como jefe de toda esta gente , te pido que hagas caso de lo que te digo:¡No mates a esta mujer! La gente grande debe saber pensar. Lo que te pido me lo debes prometer. -Ya que así lo pides - dijo Husíwe, - te prometo que no la mataré. -Así sea - dijo Rashawe. - Déjala que viva hasta que se muera por sí sola. Yo quiero que pronto tú me digas: "Toma este carato de plátano que Napeyoma, la que tú defendiste, cocinó". Rashawe era joven, pero fundamentoso. Era grueso, buen mozo, valiente como nadie. Se fue. Entonces Husiwe Je dijo a Yép+ami: -Dale su chinchorro; si no , vete a buscarlo, que lo tiene mi mamá. No la mato porque mi hermano me dijo cosas que me han hecho cambiar. Trajeron el chinchorro y me lo colgaron en la parte de atrás. No pude dormir, porque tenía miedo de que me volvieran a flechar. Por la mañanita vino Rashawe, se sentó a mi lado y le dijo a Husiwe: -Ahora no la vuelvas a hacer correr por el monte; si no, ella no vuelve más -. Y a las mujeres de Husiwe: - Ustedes no la regañen . Ella es mujer joven y las puede ayudar. En los otros dos chinchorros de la casa dormían Yép+agii y su hija Komakama. Ese día nos quedamos en la casa. Yo torcía algodón. Y ayudaba a Yarotoma a torcer el suyo. Me daban de comer. Siempre me dejaban en la casa con algunas viejas; no me llevaban fuera, porque tenían miedo de que volviera a escaparme. Así por un mes. Un día salimos para Wánitima. Antes de llegar, los Pishaasí-theri se fueron para su shapono. Rashawe, su jefe, aconsejó mucho a Husiwe que me tratara bien. Nosotros llegamos, limpiamos el campamento y nos quedamos. Estuvjmos trabajando en el conuco, recogiendo anoto. Desde entonces comencé a quedarme definitivamente con los Wánitima-theri y a ser esposa de Husiwe. El tenía cuatro antes que yo: Yép+ami, la más vieja , que era Tetehei-theri; después estaba Sh+r+koma, que era Aramamisi-theri; después Shapotama, Irota-theri; la otra esposa era Toroma, Patanowé-theri. Ahora estaba yo: Napeyoma. Husiwe comenzó a ser menos duro conmigo. El traía cacería y la entregaba a Yép+ami para que la cocinara. Venía a comer su parte y dejaba que Yép-i-ami repartiera el resto con todas nosotras. Para donde iba él con sus mujeres, iba yo también. Yo obedecía a Yép+ami y me llevaba bien con él. Pero entre sus esposas siempre había discusiones. Sólo esperaban que Husiwe saliera y comenzaban. Se halaban por el pelo, se pegaban toletazos. Por si acaso , yo tenía guardado mi tolete para defenderme. Cuando Husiwe volvía y desde lejos oía, cortaba su palo y allá llegaba dispuesto a pegar, sin mirar a quién, a todas por igual; poco importaba que quebrara brazos o cabezas. Y l l'l l

eso que la culpa era de una sola o de dos La . más joven, la más rebelde la á l . Dmás pretens1osa era Toroma, la cuando olía peligro, me refugiab; ;o~eº~~ro espués . venía Shap?t~_ma. Yo, gaba por una tonteria. Cogía un madero del f~~ª· A. ve~es Husr~·e nos peagarrara. No se salvaba ni Yép+am· p g n Y 1tun. a la pnmera que 1 los de las otras mujeres yo nunca ll1~gu~r os golpes que él daba y por los ce. 'd , . e a acostumbrarme a ·d . biera s1 o umca esposa de un homb tal . esa v1 a. S1 hure, vez me hubiera ada t d Lo . mo, o peor, me pasó luego con el desalmad0 d A.k .. p a o. mismás adelante. e awe. Pero de esto hablaré . Como yo vívfa con Yép+ami ella salí buscaban pleito. Eso las ponía mas'' 1· a Ma m1 favor cuando las otras me . . ca 1entes. e tenían b" sas. Y, al pnncipio, por una cosa mu t t . ra ia por muchas coque les hiciese palanganas, telas, mach~t on ~como yo era nape, pretendían que no sabía. es... veces llegaban a pegarme por-

-Es mentira que ella es hija de na e - d , . p eCian. - NaCJó de cualquier bicho en una madriguera. -Si eres hija de nape mañana éd palangana para cocinar w~pu. qu ate en la casa y hazme cuchillo, tela, Ayveces ~e quedaba callada. Otras veces les respondí . N a. - o no se hace T, r eso. unca he visto hacer un cuchillo - u mereces esto en la cabeza - me . un madero. -¡Y qué hija de nape! contestab,an entonces enseñándome

~Ven a pegaz:me -

le decía yo a la que me amenazaba . veces el ousmo Husiwe decía:

=~Lifr lqué tú, siendo hija de nape,

no haces machete? e contestaba yo. _ Mi , . . . cha, ni palangana. El trabajaba trabIªtª nunca hizo mngun machete, ni haEJ daba siringa, balatá, yuvía ~azabe Jaª ~/ cons.~guia todo eso de otra gente. hacha, chinchorro palangana' y l ? nape. Este le traía machete tela ' nane 1 . · e que traia eso, tampoco lo hacía él, lo' recí-• bfa a su vez de otro A r ' e1os, que sabía hacerlos Jf : . veces en estas discusiones tamb ', . -¿Por qué la regañan todo el tie~en sa a a mi favor Yanunawe-theri. nusa? - decía. - Ella no sab Dé' J po p~a que haga machete, hacha caAJ . . . e. Jen a tranqwla. ' pnnCJpio, como dije con q · , Ella me llamaba para que ¡~ ayudarwen mas terua que ver yo era Yép+ami. · R emonma - · a buscar agua Le a , a cargar · A veces me mandaba con su hiJa poco d · d brava, pero la obedecía D · , dtema un . e m1e o, porque se ponía . . espues e vanos meses d . li p da, sm rezongar' ella habló con Husiwe J . . e verme obecbente, cum-Mi suegra ahora q · , Y VIeJa Yarotoma y me dijo: - No. . were que tú mandes a las otras es sas ' yo no qwero mandarlas - l di. . po . Toroma, todas las otras er e Je yo, considerando que, fuera de -No .. an mayores que yo. , ' no - dijo ella. - No tengas miedo Sól . yo. As1 te írás acostumbrand 0 Ma d . o ttenes que hacer como hago n arlas a buscar le· gu ao ... Ahora hay bastantes batat na, agua, plátanos, piji1 que ~~~an lo repartes entre ellas. as en e conuco, mándalas a recoger. Lo . . amonas - me decía Yarotoma - T , ¿Piensas que vas a ser . . ienes que hacer as1 así. ¿·Qué? . siempre muchachita? La mamá de Re -'. monma ya está 1

• -

0

ª

162

vieja: tú tienes que ocupar su lugar. -Vámonos - me decía Yép+ami, cuando iba a haber reahu de maíz. E íbamos todas al conuco. Ellas recogían. Los hombres traían. Yo me quedaba por allá cerniendo mazorcas grandes y chiquitas. Después las repartía a todas. A las que tenían más niños les daba más maíz. Así me fui acostumbrando a mandar. Poco a poco. A ellas las mandaba a traer leña. O me iba yo con ellas y dejábamos a Yép+ami cocinando. Al principio me reclamaban mucho. -Yo no voy- decía alguna. - ¿Cómo me voy a dejar mandar por ella que es más joven que yo? -No soy yo que las quiere mandar - contestaba yo. - Ellos quieren que las mande y ustedes tienen que obedecer. -Coge un madero y pégales - me decía Husiwe, - vas a ver que te obeclecerán. No tengas miedo; nadie te va a pegar a ti. A veces, cuando rezongaban mucho, Husiwé les pegaba él mismo o les tiraba algún tizón. -¿Por qué rezongan? - les decía. - Yo he puesto a ella para que les mande. · -Sí - se quejaban. - A ella no le pegas; sólo a nosotras. -A ella no le pego porque no me da motivo. A veces venían y me decían: -Mira. En tal parte hay mucha fruta madura. Nosotras vamos a recogerla. -No - les decía yo. - Hay mucho algodón que torcer. Hoy torcemos. Mañana iremos por fruta. Yo voy a hablar con el cacique para que mande a algunos jóvenes a acompañarnos. A lo mejor él mismo nos va a acompañar. Pero mañana; hoy ... ¡a torcer! Ellas a lo mejor querían salirse para esconderse por allá con otros hom· bres ... A menudo salía con ellas a recoger leña. Les hacía dar dos o tres viajes, hasta que hubiera bastante. Para Husiwe y para cada una de ellas. ¡Ohl Al principio me tenían rabia. Me hacían llorar. En cambio Yép+ami siempre fue buena conmigo. Cuando yo todavía no sabía hablar bien Yanomami ella salía a mi favor. Las regañaba porque no me obedecían y les decía que yo era su hija. También la vieja Yarotoma salía mucho a mi favor. Al final se fueron amansando. Más bien me preguntaban: -¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Para dónde vamos hoy? ¿Vamos por moriche? ¿Por cacaradoras? -Sí - les decía yo, - vamos a tal cosa -. Y se iban; o nos íbamos. Si, me quedaba, era para cocinar. Siempre Husiwe mandaba con ellas a algún hombre, joven generalmente, para que las cuidara del tigre, de dañeros o de algún atacante. Si el tigre, por ejemplo, oye niños llorando, se acerca; los jóvenes lo flechan entonces, lo alejan y ponen a salvo a las mujeres. Mientras éstas trabajan, los muchachos rondan tratando de cazar alguna ave. A veces nos acompañaba el mismo Husiwe y, por allá, él iba de cacería. Y así como me llevaba bien con Yép+ami, lo mismo era con mi suegra, 163

ta vieja Yarotoma. Y eso que ella me hubiera querido como esposa de Nakishewe. Nada de silencio entre las dos, como sucede entre yernos y suegros Yanomami. Cuando éstos se encuentran por un camino, el yerno se aparta, dice que ve como un relámpago. La nuera se esconde, voltea el lomo y deja pasar. Hasta le asusta oír la voz. El suegro le habla al yerno por medio de tercera persona. Por ejemplo dice: -Dile al marido de mi hija que vaya a buscar seje. Y el yerno dice: -Manda a decir tu yerno que le envíes flechas para ir de cacería. Ahora, entre suegra y nuera la cosa no es tan seria como entre hombre y suegra. Esa Yarotoma, en cambio, conmigo hablaba siempre. Me daba muchos consejos y me contaba muchas cosas. Me contaba por ejemplo que antiguamente , cuando vivían en Konata y en Wareta, estaban bien, no les faltaba nada, pero que los Waika Jos atacaban continuamente. Contaba que, siendo ella joven, había sido robada por los Waika, gente que vivía en cerros y que comía murciélagos, que andando por el monte pegaban el oído a los troncos para saber si adentro había de esos bichos. Si los había, hacían candela y los chamuscaban, comían y la suegra le daba de comer a ella con salmuera. Contaba cómo la gente de Hayamamok+we había tenido que cruzar el no grande y cómo habían llegado a Patanowe-teka. Allí recordaba cómo lloraba Husiwe, porque no había plátanos para comer, como no fuera algún plataníto que se daba en ese rastrojo dejado quién sabe si por los Kóhóróshi-thari o los Kara' we-thari. Todo eso y otras cosas. A pesar de que era mi suegra, me decía: -Tú no debes tener miedo de mí. Los nape no tienen miedo. Son los Yanomarni que le tienen miedo a la suegra. No tengas miedo de mí que ya estoy vieja. Sus hijas se reían diciendo: -Nunca he visto a una suegra hablando con su nuera como lo haces con Napeyoma. También los hombres se extrañaban. Uno, al verme que le sacaba una espina del píe, le decía: - Mira que si dejas a tu nuera que te haga eso, te va a quedar la piel como de guacamaya. -No va a pasar nada de eso - contestaba ella, - porque ella no sabe nada de eso. Este miedo entre suegros y yernos dicen que viene del tiempo de losantepasados y todos lo van pasando de generación en generación. En mis trabajos siempre me ayudaba un niño de nombre Mokakawe. El ya no tenía madre. Era hijo de una Aramamisi-theri , parienta de Sh+r+koma, que se había muerto quemada. Me contaban que una vez , habiendo salido la gente para el conuco , ella se había quedado en la maloca. Allí le había dado mareo y se había caído en el fogón. Así se había quemado , hasta morir. Y todo por culpa de un veneno que le habían echado. Cuando yo comencé a vivir con Husiwe, el niño venía casi siempre a comer con nosotros. El cacique decía:

. - A uí no tiene parientes. -Dale de comer a ese nmo. q . 'ba a casa de su madrastra, , S , lo a dormn se i Yo le daba. Todos los dias. o. K - . h'ma Cuando ya era más grandes· . e llamaba omts 1 . una Aramamisi-then que s fu ra a cuidar a su hermano. t no se cito su madrastra lo llamaba para qu\ eH siwe entonces se lo quitaba y le . ' vema , ella , le pegaba y lo arrastra a. u iba de~ía a ella: . h. . Cuando éste era más pequeño, tú no le dabas -Vete tú a cmdar a tu IJO. tendes que te ayü.ae. . de comer' le pegabas ... Ahora pr~ l día con nosotros. Salía conmigo al coPor eso el niño se pasaba to o e . ayudaba a cargar .. · , al , nuco , a cazar cangre1os, me. .. E hi"o de otra gente, pero si lo cnas gun -Críalo - me decía Hus1we. - s J día te va a ser útil.

165

164

C A P 1T U L O

XII

De Wayum+ con los Wánitima-theri En Wánitirna estuvimos como dos meses, no en el shapono, sino en aquel campamento donde había llegado yo de los Shama-thari. En el shapono hacía calor; aquí no, porque había matas en el medio que daban sombra. Hubo que renovar la palma del techo porque se la comían las chiripas y los grillos. De noche se oyen morder las ojas: kr+ , kr+, kr+ , kr+ ... Pero tampoco duraron mucho, porque las destrozaron unas tempestades que hubo. La primera fue tremenda. Una tarde, soplando un viento raro, se oyeron truenos. Ya oscurecía y se veían claros los relámpagos. El viento se hizo más fuerte. Empujaba los te.chos para llevárselos. En el campamento estábamos todos los Namo wei-theri, con excepción de los Patanowe-theri. Estábamos un poco asustados, listos para correr; las mujeres con sus niños en el güenepe, por si acaso; también porque los árboles, meciéndose, parecía que a cada rato se nos iban a caer encima. Los brujos se juntaron en el tapirí más seguro, uno que tenía techo de palma de yagua y por eso pesaba más. Olieron yopo y se pusieron a mirar entre sus brazos como para que los hekura no les pegaran en los ojos. Querían ver quién era el hekura que producía la tempestad. Querían hincarle el arco a los hekura enemigos. De pronto, Yanúnawe-theri dijo: -Estos son hekura de la tribu de Y amoiwe. Yamoiwe era cacique de los Aramamísi-theri; por eso a ellos los llamaban también Yamoiwe-theri. -No - dijo otro. - Son hekura de Pashorinawe -. Este era el jefe de los Konapuma-theri. -No, no, no, no - dijo entonces Katawe. - Hay muchos hekura que vienen , pero el jefe de ellos es Shinarima. Ya la veo allá, bonita y valiente, en medio del viento. -Verdad, verdad - decían los otros. - Entre ellos hay una mujer: miren sus tetas grandes; toda mojada; miren la corona que lleva en la cabeza llena de plumón -. Y comenzaron a pegarle al viento, a hincarle el arco. - Espíritu tortuga: ven a flechar con tus flechas - invocaba uno. -Los hekura ya están heridos - decía Ruwawe, cortando el aire con su hacha. Otros decían: -Espíritu anaconda: aguanta los árboles para que no se caigan. Mujeres Yanomami bailando

167

l

1

l 1

1

I 1

-Espíritu marimonda agarra las ramas para que no se rompan. -Espíritu del mono capuchino: ¿estás despierto hoy? Ven, ven , ven a quemar a esos hekura. -Espíritu guache: tírales tizones. .L~s árboles se ~eneaban. Una mata grande se cayó sobre el tapirí de Hus1we. Y~ m~ habia escapado detrás del campamento, junto a otro tronco grande. Se mclmaba mucho. Otros corrieron a refugiarse en los tapirís cercanos de los Rashawe-theri. Los techos de los tapirís se levantaban y caían destroza~os. Lo~ brujos seguían ensalmando. En las tempestades las mujeres con los mnos se JUntan todas alrededor de un brujo, como si él pudiera hacer milagros.

.1?e~pués, todo de golpe, escampó . Apareció la luna clara, clarita. La gente volvm al campamento. Las mujeres lloraban. Husiwe y Shamawe venían gritando: -¿Dónde está mi mamá? Kónokama, hermana de Husiwe lloraba. Allá la encontraron privada. Toroma gritaba: ' - ¡Estamos aquí, aquí, aquí con tu mamá. Un~ rama de aquel árbol caído le había machucado la espalda, un brazo Y una pierna; y a Y~rotoma la cintura. Entonces trozaron la rama del tronco y sacaron a las pobrecitas. Toroma botaba sangre. Yaminawe-theri decía -Shinarima, la que envió la tempestad , se fue riéndose de nosotros. . Donde no había techo, dormimos así, al sereno, en chinchorros mojados, attzando el fuego lo más que podíamos. Yép+ami se quejaba: -Los hekura se fueron porque Yarusheriwe les tiró todos los tizones de mi fogón. . Los brujos seguían buscando por si quedaba todavía algún hekura escondido. A veces se quedan para robarse el alma de algn niño. Al día siguiente c~mpu~im~s los ta~irís y renovamos sus techos. La culpa de la t:mpe~t~d la tema Shman?1.ª· As~ decían. Ella era la única mujer brujo por. alla Y v1via en los Aramam1s1-then. Sí, las mujeres también pueden ser brujos, por lo menos cuando así lo quiere el padre de una. Pero en ese caso ella no puede casarse. Eso, naturalmente, le resta hijos a la tribu. Katawe que la conocía, nos decía q~e Shinarima era bonita de cuerpo y de cara; alta'. fuerte y de color claro; sabia flechar y se pintaba y adornaba como un hombre. Los brujos nuestros decían que así mismo la habían visto. Con el tiempo llegó a saber matar gente. En Wiinitima volvió Shinarima a atacarnos con dos tempestades más. Pero Husiwe había mandado poner palos sobre los techos bien amarrados para que el viento no pudiera levantarlos. Entonces la bruja' fue a destrozar el conuco Y ~ dej~rnos el camino trancado con palos caídos. Los brujos decían que Ja hab1an visto, pero ahora había venido pintada de otra manera . -Ella es mujer - decían, - pero tiene hekura muy bravos. Husiwe estab~ ahora a~repentido de haberle entregado a su hija Remorima a un Ir~_ta-then ; le habna gustado que fuera brujo. Después, cuando nació Raeama, dijo: -Esta la voy a guardar para que sea brujo. Que nadie se meta a darle co-

mida-. Y a la niña le decía: - T ú vas a ser brujo. Tumbarás muchos techos de Yanomami. Tu fama irá lejos, lejos ... La niña escuchaba y se reía. Desde Wanitima cada grupo salió de wáyum+ para alguna parte . Los Wanitima-theri nos fuimos para el sitio de Masiwe. Había que limpiar y sembrar el conuco nuevo. Se hizo al otro lado del camino, donde no había piedra. Ya Husiwe había sembrado tabaco. Con el tabaco es como se prueba si una tierra es buena. Si el tabaco se da enclenque y amarillito, mejor es hacer el conuco en otra parte. Allí se estaba dando bonito. Por eso ahora nos pusimos a sembrar ocumo, batata , onoto , plátano, pijiguao, caña brava. Hicimos tres viajes para traer semillas y retoños . De Masiwe-teka seguimos adelante, comiendo fruta por el monte. Por allá los Irota-theri vinieron a visitarnos y le dijeron a Husiwe que los Aramamisi-theri habían encontrado gente napii que les había dado machetes, ropa y sombreros. Después que se marcharon , Shamawe le dijo a I:Iusiwe: -Nosotros que vivimos cerca del Parauwe ke u no hemos visto nape y ellos que viven lejos los han encontrado. Vámonos por aqu~ hasta el Parauwe ke u. Ahora que tenemos a Nepeyoma, ella les va a pedtr machetes y tela para nosotros. . Se acordaban de mí... Salimos, pues, hacia el río grande. Caminamos varios días. Se acabaron los plátanos; se acabó el cucurito ; sólo comíamos cacería y seje pequeño, seje sin carne. Pasamos por un sitio donde había chiquichique. Lo estaban comiendo los báquiros. Esos indios no co_n ocían; como que era Ja primera vez que lo veían. Parece que nunca habtan ido yor aquellos lados. De día y de noche oíamos tigres bravos roncando. Para ir de cacería , los hombres salían de a tres, porque tenían miedo de que los tigres los atacaran . Encontrábamos huesos de báquiro, de danto , de venado , donde comían los tigres. Hacíamos tapirís bien apretaditos , bien forrados por fuera con vez flevarejones de chiquichique, tumbando alrededor mucho monte. charon un báquiro, después siguieron para flechar otro ; al rato vieron que el tigre se llevaba al primero que habían flechado . Lo persiguieron y vieron que se lo estaban comiendo. Flecharon: el tigre soltó el báquira y se fue. Era un tigre grande. . A veces flechaban marimonda. Esta no acababa de caerse, que ya el tigre se la estaba llevando. De noche se oía roncar, roncar. Por eso los brujos se enyopaban y cantaban. Invocaban al espíritu del pájaro houm+ que canta hou ... hou ... hou ... , para que se llevara los tigres a otra parte, a comerse a los blancos. Dicen los indios que ese pájaro con su can to llama al tigre Y éste lo va siguiendo. . Una tarde dos hombres encontraron un caño de aguas blancas. Trajeron unos bocones pesadísimos. El río grande - decían - debía estar cerc_a. Entonces nos hicieron tapirís buenos, bien apretaditos cercados, para de~arnos solas. Ellos salieron casi todos , rumbo al río grande, con algunas mu1eres para cargar Jos corotos de los nape; sólo quedaron algunos _rara cuidarnos. Era tiempo de inviemo. Al día siguie nte yo salí con otras mu1eres a buscar ocumo y encontramos mucho. Tres días después regresar~n los explorad~res Y nos contaron. Con mucha difitultad habían llegado al no grande. Ouenan esgua-

l?

1:1ºª

168 169

zarlo, pero el agua estaba muy alta. Habían comenzado a hacer un puente; pero, mientras eso hacian, les había dado fiebre. Los brujos comenzaron a decir que era una epidemia de los nape, que venían remontando; que la epidemia había encontrado a los Wanitima-theri por oír el ruido que hacían cons-truyendo el puente. También contaron que habían oído disparos río abajo: too, toooo, reventones de nape. Las mujeres que los habían acompañado tenían fiebre. Temblaban alrededor de los fogones. A mí no me dio: una razón más para creer que era una epidemia enviada por los blancos .... Al día siguiente salimos para huir del peligro. Las mujeres, en broma, decían regañando a los hombres: -Los machetes que trajeron nos ha procurado esta gripe. Para curarse se tendían al sol. Los brujos ensalmaban para alejar la epidemia. -Ustedes salieron a buscar machetes - decían. - ¿No saben que donde están los nape hay mucha enfermedad? Es por eso que los Yanomami creen que quemando cosas de los napé se puede producir la epidemia. La vieja Yarotoma me contó lo que les había pasado una vez a los Namowei-theri, mucho antes de llegar yo, cuando todavía ellos se llamaban Waréta-theri: -lbamos de wáyum+, ya regresando. Cuando llegamos a nuestro shapono de Waréta, encontramos que debajo del techo alguien había quemado un pedazo de botella. Lo habían quebrado y lo habían quemado. También habían quebrado un pedazo de espejo. Y encontramos quemada una cosa blandita: era tela. No podían sino ser nuestros enemigos; seguramente les habían robado esas cosas a los napii, quién sabe dónde. Entonces recogimos en una guapa aquellos pedacitos, las cenizas, todo, y lo fuimos a botar fuera del shapono. Parece mentira, pero aquella misma noche muchos cayeron enfermos. Nos había dado la enfermedad, y fuerte. Todos gimiendo, llorando, con dolor de cabeza. Los niños vomitaban. La gente tosía; le salía catarro con sangre. Se murieron muchos niños, especialmente chiquitos; y muchos hombres: más hombres que mujeres. Desde entonces los Namowei-theri les cogimos mucho miedo a las botellas, al espejo, a la tela, todas esas cosas nape. Asustados, salimos de aquel sitio y atravesamos el Parauwe ke u. Pasamos a vivir a este lado, a llevar hambre, cuando al otro lado del río estaban nuestros plátanos e-chándose a perder. Por así /3/ lunas. Por miedo a la epidemia nadie quería volver. Comíamos cacao, hacíamos carato. Fue entonces cuando comenzamos a limpiar un rastrojo cerca del Shanishani ke u. Allá nos fuimos curando, también porque comíamos mucha araña mona; la comíamos en salmuera. . Así contaba Yarotoma. También Yarekemi me hablaba de aquella epidenua. Contaba que entonces los Wareta-theri y los Morota-theri eran muchísimos; después de la epidemia quedaron poquísimos. Pero parecía que esta vez la epidemia no iba a ser tan seria para nosotros. Por ahí encontramos otras raíces de bejuco para comer. Algunas mujeres empeoraron. Husiwe brujeaba a su hija Komakama, que estaba bastante mal. Esa noche él nos dijo a todos: -El Espíritu del picure me ha avisado que más adelante hay una tierra buena, con mucho viento. El viento se puede llevar la epidemia y además te170

nía wapu en su boca; quiere decir que allá vamos a encontrar wapu también nosotros. Seguimos. Al fin llegamos a un lugar y to~os_se acostar~n .ªl sol. Todos estaban enfermos. Tosían, tosían. Yo, nada. Allí 01rnos un paJanto que cantaba. --Oigan ese pájaro que canta - les dije a las mujeres. - Nos está avisando que la tierra sana está cerca. .. Husiwe me oyó, se sentó, se puso a escuchar y después di10: -Vámonos para allá a ver si llegamos a tierra fume. Entonces seguimos. No había sendero ni rastros de gente. Los hombres rompían ramas para abrir camino. Ibamos subiendo. Encontramos wa!'u. ~l pajarito cantaba y el viento soplaba fuerte. Los hombres fueron a ver s1 babia un caño cerca y lo consiguieron. Los sapos cantaban. -Vamos a ver si nos curamos bebiendo agua de sapo - decía la gente. Se hicieron los tapirís y los techamos con hojas de kómishi. Allí quedamos como dos meses. Venían los monos encima de los tapirís a jugar. No le tenían ·miedo a la gente. Los hombres los flechaban; pero, como por la fiebre les temblaban las manos, orn~has ve~~s no l~s acertaban. Cuando estuvieron sanos, salían de cacería y tratan pauJl, cachicamo, monos ... ~ mujeres recogíamos wapu y lo cocinábamos. De allí nos mudamos a o~ro sitio más adelante para recoger más. También tumbamos matas de cucunto para sacarles el cogollo. Allá todos se fueron curando. Nadie .murió. Después m~­ daron a algunos jóvenes al :.itio de Patanowe para ver s1 los demás Namowe1theri ya habían regresado. Encontraron rastros frescos y calcularon que ellos estarían también listos para la vuelta. A nuestros hombres, de tanto cazar, ~ les habían acabado las flechas, porque los monos las mordían y era necesano empatadas: así quedaban corticas. Al fin emprendimos el regreso: los hombres adelante, las mujeres atrás. Seguimos varios días más y, al fin, caímos a un camino nuestro. Nos ~­ mos a Kahuusip+wei. Los Patanowe-theri ya habían regresado y estaban viviendo en unos tapirís nuevos que se habían hecho cerca del shapono. En ese tiempo Repowe nos convidó a su campamento para un reahu de plátanos y ocumo. Ellos se fueron. Yo me quedé con las viejas. Yarotoma, como me veía triste y callada, me preguntaba qué era lo que tenía. Es que Husiwé me obligaba a quedarme con él, pero yo no .estaba ª-~to. ESC: día pensaba yo: "¡Cómo puedo vivir en ese bando de mu1eres! A el no_ lo qmero. Me dan ganas de odiarlo ...". Y recordaba aquella vez que me habta flechado por la calumnia de Shapotama y la otra en que había querido hacerme pedazos y quemarme ... "En fin - pensaba yo, - un hombre así no puede querer. me. ¿Para qué seguir viviendo asf?". De regreso de ese reahu trajeron mucha cacería y comenzaron a repartir. Yo estaba acostada. Husiwe llamó a Yep+ami, y ella fue a buscar su parte. Después llamó a las otras mujeres. Cada una iba con su guapa y la traía llena de carne y de plátanos asados. De última me llamó a mí. Yo le dije a Komakama, hija de Yep+ami, que fuera ella a recogérmela. A Husiwe eso no le gustó. -¿Por qué no viene ella? - dijo. - ¿Acaso tiene la pierna quebrada? Esta 171

tarde se la voy a quebrar. Cogió. la guapa y la tiró. Yo me fui a casa de Kónokama, hermana de él. Ella .me dio algo?ón ~ara. torcer y carne de paují y de dan to para comer. A media tard~ vo!Vl a m1 chmchorro. Husiwe estaba cerca, brujeando a una enf~rma. Yo ib~ desc?nfiada, pero me acosté. Yep+ami estaba nerviosa y pare-c1a que quena decmne algo:. Shapotama y Toroma se miraban y se reían. Alg~ ~.asaba. Entonces yo d11e en portugués este refrán, para que me oyera Hus1we. -Neste p~~ tem mel - . El oyó y, como ya había termínado de brujear, se levantó y co~o una vara que tenía. Al voltearme de espaldas, me pegó un varazo. Despues me agarró y me pegó más. Vino su madre, vino su hermana para suplicarlo ~ue me de~ara. El seguía, tun, tun , hasta que me caí al suelo; me revolcaba y el me segma pegando. Las mujeres entonces lo desarmaron. Yo r:ne Je~anté y me senté a llorar. Me dolía la espalda y sentía todo hinchado; m pod1~ acostarme. Yep+ami , llorando me dio agua. Más tarde me fui a l_a casa de K?n~kama, donde había dejado mi carne. Ella me dio un pedazo ~as, lo emboJote en u~~ h~ja. y ~e vin~ . Me senté y me puse a pensar: ¿Para d~nde me voy? .... Yep+am1 me dio también un pedazo de cachicamo Y un.os platan?s. Más tarde, cuando estaba durmiendo todo el mundo, cogí el map!Te de Konok~ma, lo forré , metí adentro los plátanos sancochados y Ja carne, me p~se m1 guayuco, agarré un tizón y salí. Pasé un cañita y seguí ru.mbo .al s1~10 de l~s Yaminawe-theri. Me senté en el borde de un casupaL Hice m~ fogon, com1 Y me quedé pensando. Las ampollas se estaban reventando; a~d1an . Eché en el suelo unas hojas de casupo, me tendí de costado y me dorm1. _Cuando _me desperté.' ya era tarde. Volaban los pajaritos. Cargué lo que, trata Y cogi por el camino de Wánitima. Llegué que ya era tarde y me meti en el s~apono. _No quería _dormir baja, porque por aquellos lados hay tigres. Busq.ue por ah1 y consegu1 un chinchorrito de algodón. Estaba reventado en _el medto .. Saqué unos hilos de mi guayuco y lo compuse. Después lo colgue alto, cas1 pegado al techo de una casa. Aticé el fuego y me encaramé en el pal~ para meterme en eJ chi~chorro. Por si acaso, me había subido un arco, pero sin fl~chas. Allá me sente y me puse a rezar. Si venía eJ tigre era difícil que se pudiera encaramar en un palo fino como aquel; si subía, yo abriría un boquet~ en el te~ho y me quedaría arriba. Pasé las primeras horas sentada. Despues me acoste. Era oscuro y mi candela ya no alumbraba bien. Un animal ya estaba dentr~ del shapo~o . Yo quería montarme en el techo. Me puse a rezar. Al rato 01 ~u~ el animal había salido del shapono. No era tigre. Era guac~e; pero las md1as después me dijeron que a Jo mejor era pore ... Me quede sentada hasta que amaneció. Bajé Y soplé la candela. Calenté mi comida y comí. Veía todas moradas ~as ampoll.a~ donde _me h~bia pega?o Husiwe. Enrollé el chinchorro, lo guardé ~eel ~apmto: ~~gt. un tizón Y .sah. Me fui hacia el conuco de Repowe, siemp alla en Warutima. En la onlla del conuco me hice un tapirí, algo escondi~o, u~an~o los palos de unos tapirís viejos, y lo teché con hojas de casupo a~~ndi m1 candela Y ~e acosté. La carne se había acabado esa mañana. Po~ des ~~~cando~ _encontre. esos hon~os que se dan en Jos palos. Recogí algunos, g Je tamb1en un racimo de platanos y me llevé todo al tapiri. Aticé Ja can172

dela y me puse a dormir. Sentía escalofríos, por aquellas llagas que me habían dejado los golpes de Husiwe. Cuando me desperté, cociné los hongos y plátanos y comí. Después corté hojas de una yagua bajita y otras de casupo y Je hice una cerca al tapirí. Aquella tarde recé y me dormí temprano. Allí viví como quínce días. Un día me fui al conuco de Husiwe, siempre en Wánitima, y encontré rastros de su gente. Se ve que había dormido allí, en tres t.apirís. Por la dirección de sus rastros, se había ido de nuevo a Kahuusip+wei . Saqué plátanos, me los cargué y me los llevé. En el conuco de Repowe encontraba siempre cambures. Allá dormía tranquila; no vino ningún tigre. Solo oía monos y pájaros. Todos los días iba al shapono a ver si encontraba rastros de gente. Parece que los Namowei-theri en ese tiempo hicieron un reahu de plátanos e invitaron a Jos Pishaasi-theri. Después de eso vinieron de wáyum+ para Wánitima. Yo los oí llegar. Un perro vino a latir en el conuco. Yo me metí en el monte. Allá encontré un árbol caído, llenito de hongos. Esperé. Al rato vinieron ellos al conuco. Los oía, los veía. Al final se quedaron allí sólo las mujeres. Entonces pensé irme con ellas. Cuando ya se iban , las alcancé. La niña que Yep+ami llevaba sobre su guatura me vio y se puso a gritar señalando para atrás. Así por un rato. Finalmente Yep+ami se volteó y me vio. Me llamó y me dijo que me fuera con ella. Estuvo regañando a Husíwe y a las otras esposas. Mientras ellas iban hablando le dije que por allá había hongos como para llenar cuatro guaturas. Me preguntó dónde había estado; si había visto tigres .. . Nos fuimos a aquel campamento donde yo había dormido por primera vez en Wánitima. Aquella misma tarde renovaron los tapírís. Husiwe no me dijo nada. Vino Yarotoma a verme; también a ella le dije que había encontrado muchos hongos. Salimos, pues: yo, Yarotoma, Yép+ami y otras mujeres, todas a buscar esos hongos. Allá forraron las guaturas con hojas de casupo y las fuimos llenando de hongos: el tronquito se bota, sólo se deja la cabeza. Se comen asados e n hoja o sancochados. Me colgaron de nuevo un chinchorro con Yep+arni y volví a vivir con ellos. Allí estuvimos como dos o tres meses. Estaban también los Patanowetheri y los Yamínawe-theri. Por mi parte , poniendo más cuidado en la palabras, logré de nuevo que Husiwe me tratara bien. Un día él me contó que antiguamente su papá con otros Namowei-theri habían encontrado a un nape, lo habían perseguido y lo habían flechado. En su sitio habían encontrado un pedazo de piedra salada.La miraron, la lamieron y la botaron. Al otro día se habían ido por la orilla del óo 15 , bajando, para ver si el nape estaba muerto. Ellos sabían - alguien les había dicho - que cuando se muere un nape, sus parientes cavan un hoyo en la tierra y lo echan adentro y con él meten sus cosas: el hacha, el machete, el cuchillo , todo lo que le pertenece. Por eso los Namowei-theri iban a ver si lo habían enterrado así, para quitarle esas cosas. En la orilla del río vieron un claro rozado: allí estaba enterrado el muerto. Entonces se pusieron a cavar; vieron el cuerpo hinchado del muerto, pero no encontraron nada con él. Sola la ropa, y se la (15) Es el río Orinoco. Este ataque lo cometerían los Namowei-theri hacia fines del siglo pasado o principios del presente , segurame nte contra un cauchero de los que remontaban el Orinoco en aquella época.

173

quitaron. Volvieron a enterrarlo y se fueron. Ahora Husiwe me preguntaba: -¿Cuándo los nape entierran a un muerto no le ponen al lado sus corotos? -No - le contesté. - No le ponen nada. -¿Y por qué entierran al muerto? -Porque esa es la costumbre. Así vi que hacían cuando yo era niña. El se quedó pensando. Pero otro día volvió a hablar de eso: -Los nape no saben vivir. Viven como los pájaros, como los animales. No saben pensar. Por eso, cuando se les muere uno, sus parientes lo meten bajo tierra. Dejan que los gusanos se lo coman. Hacen así porque no mezquinan a su padre, a su madre, a sus hijos. No tienen sentimiento. Con el cuerpo bajo tierra, su alma no puede salir. Todo el día y toda la noche empujando aquella tierra para arriba, sofocándose, sin poder hacer nada. Los nape no quieren a sus parientes. Se olvidaron de que la gente tiene alma. Enterrando al muerto, todo se acaba. Husiwé estaba sentado. Acababa de brujear. Yo le contesté: -Y ustedes tampoco mezquinan a sus parientes. Si los mezquinaran, no harían lo que hacen con sus muertos. ¿Se le muere un pariente? En seguida mandan a traer leña y lo queman ... Después que ha sufrido por la muerte, lo van a hacer sufrir asándolo. -Son ustedes que hacen sufrir a sus muertos - replicó él. -Ustedes - repliqué yo. - Hasta hacen sufrir a los niños inocentes. Sólo para tragarse el polvo de los huesos. También los hermanos de Husiwe repetían que los nape hacen sufrir a sus muertos. -Son ustedes que los hacen sufrir - decía yo, - quemándolos con tanta leña y tanta candela. Y, mientras se asa el muerto, sienten lástima y se ponen a llorar. Husíwé se puso bravo, cogió un madero y corrió para pegarme. Yo corrí a la parte trasera de la casa riéndome. Allá pensé: "Si huyo, él va a creer que le tengo miedo; mejor es que vuelva". Al rato, pues, volví a entrar. El mellamó: -Ven para acá. ¿Por qué te corriste afuera? -Porque tú querías pegarme. Te pusiste bravo sólo porque te dije la verdad. - Yo dije que los nape no tratan bien a sus muertos. Esa es la verdad. ¿No ves que bajo tierra, con ese enorme peso sobre el pecho, su alma sufre sin poder salir? - ¿Y ustede acaso no hacen sufrir al muerto? - agregué yo. - Se muere uno, cortan un montón de leña y encima lo queman. Lo hacen sufrir también después de muerto. Y luego pasan lunas, pijiguaos 16 , llorando por él. Si uste.. des quísíeran a sus muertos, los enterrarían y, de vez en cuando, irían a ver su sepultura ... Cuando tú te mueras ... yo haré un boyo grande en el suelo y te (16) AJ hablar de lunas y pijiguaos, hace referencia a lapsos de tiempo distinguidos p~r los Yanomami que podrían relacionarse con meses y años, aunque las palmeras p1jiguao fructifican frecuentemente dos veces en un mismo año. 174

meteré adentro. Husiwe sonrió. No dijo nada; sólo me miró con aquellos ojos grandes. Yo salí al conuco a buscar leña. La traje y me fui al puerto a bañarme. Después volví a sentarme en mi chinchorro. El estaba sentado cerca de mí. Allí le volví a decir: -¿Por qué me perseguiste con el palo? Yo sólo te decía cómo hacen los nape con sus muertos. Yo no te hice nada. -Porque cuando hablas, babias en voz alta. Hablas con voz de hombre. Por eso me puse bravo. -Yo también tengo derecho a ponerme brava. Sólo porque una habla, no hay que correrle encima y pegarle. Tú y tus hermanos se burlaron de cómo los nape enterramos a los muertos. Si todos ustedes me caen encima, es natural que yo hable duro y me defienda. Yo no voy a dejarme dominar sólo porque ustedes son muchos y yo solita. No he dicho sino la verdad. ¿Uno de ustedes se muere? Lo lloran, por acá, por allá; mandan traer leña; después recogen sus huesos, ciernen sus boronitas; después van a pilar todo eso; después hacen carato de plátano y lo mezclan con el polvo de los huesos. Beben eso y así el muerto pasa por la barriga hedionda de sus parientes; y, por si .fuera poco, todavía lo van a cagar al monte. No se conforman con quemarlo; también tienen que ensuciarlo y hacerlo pasar por donde no tienen que pasar los huesos de un muerto. Me miró raro Husiwe y me dijo: -Que nadie oiga lo que has dicho .. . -Bueno; habla tú - le dije yo. - Dime si soy yo la que está equivocada o eres tú. Nosotros los nape no hacemos sufrir a nuestros muertos. Cuando se muere un pariente, lo componen bonito en su urna, bien forrado; todos se visten de negro y limpio y todos lo van a velar la noche entera. Se tapa y se lleva para el cementerio, un shapono donde está enterrada mucha gente, todos juntos, no como aquel nape que vieron ustedes. Allí, cuando viene el día de los muertos, uno lleva velas y flores sobre la sepultura. Así hacemos, cada pijiguao, porque mezquinamos a nuestros muertos. Y su alma no se queda debajo sufriendo como tú dices: se va adonde Dios lo manda. Si es bueno, al cielo; si es malo, a la caldera de fuego. -Bueno - dijo él. - Así es para nosotros: los generosos se van al shapono de Yaru y los mezquinos para la caldera de fuego . .. Pero nosotros no enterramos a los muertos. Los quemamos, porque así hicieron los antepasados. Nosotros seguimos haciendo como ellos. Estando al){, en Wánítima, me dio un fuerte dolor de muelas. Lloraba, lloraba. Los indios me tenían lástima; me brujeaban. Un día la vieja Yarotomame dijo: - ¿Ves aquel palito de hoja ancha? Vete y sácale la raíz. Lávala bien y ráspala. Pon la raspadura en el huequito de la muela y tapa con algodón. Ese es buen remedio para el dolor que tú tienes. Esa planta se llama áshokáma ke hi y crece más bien en tierra baja. La boja tiene leche. La parte interna de la concha la usan los Yanomami para hacer curare, como dije. Yo hice como me había dicho la vieja Yarotoma. En cuestión de media hora me pasó el dolor. 175

Si uno lame eso, se le duerme toda la lengua. Es como una anestesia, que dicen ahora. Por dos meses no volví a sentir el dolor. Cuando me volvió, con esa misma raíz me curé de nuevo. Ya ahora sabía el remedio. Por todas partes donde estuve, aun con los Kóhóróshi-thari , los Karawethari y los Shama-thari, nunca había visto Yanomami sufriendo dolor de muelas. Ni hombres ni mujeres. ¡Cuántos viejitos recuerdo con sus dientes bonitos! En cambio ahora veo a los Iyewei-theri y otros con caries. Ellos dicen que porque han aprendido a comer sal. "Comerse esa cosa salada - me decían a mí cuando tenía dolor de muelas - es comerse los dientes; por eso a ustedes los nape les faltan dientes" . Sólo llegué a saber que les faltaban dientes a los Nak+yayope-theri. Me contaron que uno de ellos, por celos contra su mujer, de pura rabia se puso a morderle el chinchorro. La cuñada entonces vino, haló duro y le arrancó al hombre tres dientes. Luego le pasó lo mismo a una mujer celosa que había mordido el chinchorro de bejuco de su marido. Y así seguramente los demás casos. Otros dicen que en lugar de pegarse con palos en la cabeza, se pegaban por la boca, y así se rompían los dientes. De allí el 17 nombre que tenían . Yo había visto a los Nak+yayopi!-theri la primera vez que fuimos de visita adonde los Ashitowe-theri. La última vez vi tres en el shapono de los Irota-therí, cuando la muerte de Husiwe. Los Mamopatikayope-theri, que por el habla parecían Aramamisi-theri, dicen que trataban de pegar con la mano sobre los ojos. Y por eso se llamaban así. Otro nombre que tenían era Penawe-theri, por ser hijos de Penawe. Después los Patanowe-theri salieron a comer moriche por el camino de los Yaminawe-theri. Nosotros , los Wánitima-theri y los Yaminawe-theri nos fuimos de wáyum+ para Rasha-teka. Nos había invitado Ruwawe: sus hombres habían cazado danto y en su conuco se estaban echando a perder los plátanos. Quedaba cerca, pero tardamos tres días. Cuando llegamos ya nos habían hecho los tapirís, porque su shapono era pequeño. Entramos oliendo carne de danta. El tenía buenos perros para cazar animal. Nos dieron carato de plátano para beber. Después nos repartieron carne de danta. Al día siguiente fuimos al conuco. Allá vi matas de yopo que Ruwawe cultivaba. Para que crecieran pronto les tenía el tronco pintado con rayas de onoto. Las había traído del Ishawari kek+, más allá del Rahuawe ke u, donde los Irota-theri tenían su antiguo conuco, que les había costado tanto hacer en aquel cerro bravo. Una vez los Namowei-theri habían ido a robar yopo parara allí y por eso había nacido la enemistad. Pero luego se olvidaron de eso y ahora venían a nuestro shapono a cambiar yopo pararo por chinchorros de algodón. Allá nos dieron tres racimos de plátano para cada esposa. Llenamos las guaturas y volvimos al campamento. Los hombres se habían quedado ese día preparando yopo de parara. Como quince días después hubo reahu. Los Wánitima-theri y los Yaminawe-theri éramos los invitados. Allá estuvimos como dos meses. Luego salimos con los Rashawe-theri por el camino de los Irota-theri . Más adelante nos separamos: ellos por un lado; los Wánitima-theri y los Yaminawe-theri por otro; (17) La gente de los dientes rotos. 176

todos a buscar moriche. Caía mucho. Cada mujer cargaba dos guaturas; una encima de la otra: en una guardaba el duro y en la otra el blandito . Después se vaciaba el duro en el agua , para ir a recoger más. Dos o tres días más tarde ese durito se había puesto blando. Los Yanomami lo comen crudo o en forma de carato. Llovía mucho en ese tiempo. Como quince días después nos mudamos a otro moricha!. De allá volvimos para Patanowe-teka, a un shapano viejo que había. De allí mandaron a invitar a los Watanami-theri para un reahu de plátanos; pero no quisieron venir. Estaban todavía bravos por aquella vez que los acusaron de habenne robado a mí. Entonces invitaron sólo a gente Namowei-theri. Después, para acabar tanto plátano que había, hicieron otro reahu entre ellos, sin los Pishaasi-theri. De allí Repowe, jefe de los Patanowe-theri, dijo que se iba de wáyum+. Quería comer miel. Husiwe también quería. Salimos: ellos por un lado, nosotros por otro. Por el camino se nos juntron los Pishaasi-theri. Ibamos hacia donde habíamos estado una vez comiendo cunurí, porque donde hay esa mata también hay muchas abejas, que gustan mucho de esa flor. En los cerros hay más que en tierra baja. Al pasar por Wánitima-teka, cargamos plátanos. Después seguimos por el camino de los Shama-thari y, más adelante, cogimos hacia la derecha. Allá había mucha miel. Por la mañana los hombres se pintaban. Creen que si las abejas no lo ven a uno así, se esconden, diciendo que es Pore, y a Pore le tienen miedo. Las mujeres también se pintaban y decían: -Voy a limpiarme los ojos para descubrir colmenas. También nos decían que no fuéramos a hacer las necesidades por ahí, porque, si no, lo que se encuentra es masa y no miel. Para encontrar la colmena los indios persiguen a la abeja que vuela y miran adonde se va a parar. Cuando dan con la colmena, si ésta está en un palo, uno de los hombres la monea; si no tiene dónde apoyarse, pasa un bejuco alrededor de la mata, para afincar las nalgas, y con la haowa o el hacha golpea para agrandar el hueco, hasta que le entre la mano. En general son abejas mansas y no pican porque no tienen aguijón; pero se pegan, como los cigarrones. Algunas, en cambio , pican en los ojos y se meten por la nariz. Hay que tener cuidado con la miel de los cigarrones: si cerca de su colmena hay algún animal muerto, ellos chupan la sangre; también chupan otras porquerías. El hueco de la colmena queda siempre más afuera, para que no entre el agua, y es muy pegajoso porque las abejas lo hacen con brea que encuentran en la caraña y en otras matas que tienen leche. Cuando el indio ha abierto el hueco, baja un bejuco que había subido y la mujer le amarra la guatura bien forrada por dentro con hojas de casupo. El hombre la hala arriba y se la guinda aJ lado. Luego va sacando los panales y los mete adentro. Si tiene que abrir más el hueco, porque no alcanza bien con la mano, baja la guatura y vuelve a cortar con el hacha o la haowa. Después vuelve a subir la guatura y saca todo lo que queda. Entonces saca también los huevos y las larvas. Y baja todo. Mientras el hombre está arriba sacando miel, las mujeres, abajo, han estado buscando hojas de casupo. Van a servir de plato. Ahora cada cual coge su pedazo de panal y chupa, chupa ... Las larvas y los huevos se comen mojándolos con miel. Pero todo el resto se carga y por el camino se toma en for177

ma de aguamiel, bien revuelta, dentro de una ho1·a de casupo E ¡ . . n a casa se prepara la a~uam1el dentro de una olla, si es mucha y se quere repartir y en una totuma s1 es poca. '

!

l

1

'l

. Por esos cerros había mucha miel. Continuamente se oía a los indios abnendo coln_ienas en todas partes. Teníamos allí una semana. Una tarde salí con otr~s mujeres a buscar agua. Yo iba de última, con dos camasas. En eso me sent1 morder por encima del tobillo izquierdo. Grité, miré y vi una culebra larga como un metro.

¡¡

-Una mapanare - dijo en seguida una mujer, identificándola. . Se~uramente estaba, chupando u_na de esas hojas sucias de aguamiel que los md10s ?ataban. Segm hasta el cano, llené las camasas y me vine. Pero me estaba d?~endo mucho el tobillo. Sentía que se me encogía Ja pierna. Llegué a l~s tapms y me eché en el chinchorro. Los hombres acudieron y miraron la henda. -No sale sangre - dijeron. - Eso va a doler. Comenzó a dolerme toda la pierna, hasta arriba. Lloraba. Ya era tarde El dolo_r subía por la barriga, por el pecho. Cuando me llegó a Ja cabeza dejé de ~enttr Y me quedé privada. Durante la noche no desperté. Dos mujer~s me tenian recostada, soste?i~_ndome la p~er_na. Lloraban. Los brujos decían que ~ra veneno fuert~. Hus1we no me brujeo. Eran Pishaasi-theri los que me brujeaban. Los h_ab1a llamado Yarotoma. El brujo que no es esposo ni padre de un~, cura mejor. El principal que me ensalmaba era Koatowe. El llamó a su mu1er Kayapama Y le mandó traer hojas de tabaco ahumadas. Las machucó me ~as restr~g? sobre la herida y después me forró la pierna con ellas. M~ sen_ti algo ahVIada. Me acostaron y Yep+ami me amarró Ja pierna con una ma1agua ~ara susp~nderla del techo. Entonces me dormí. Cuando desperté por _Ja '?ªnana, tema toda la pierna hinchada. Pero me dolía sólo donde me babia p1c~~o la _culebra. _Ello~ salieron a buscar miel y yo me quedé acostada ~n el tapm. As1 por vanos días. Yép+amí me lavaba la pierna con agua cahente. No me da~an de comer grulla ni úquira ni cangrejos, porque_ dicen..,.. eso pudr~ la hend~. La herida se puso morada. Cuando se deshinchó, perdí toda la piel de la pierna. Allá estuvimos como dos meses. Me curé. Después nos mudamos adelante para comer más miel. Por allá había mucha miel de una abeja brava, grande Y negra, que hace una colmena pegada al tronco de los árboles. Para subir armaban una troja. Pero primero amarraban hojas secas de palma en la punta de una_ vara,_ les pegaba~ fuego y quemaban la boca de la colmena, para que las abejas deJar~n de salir. Luego se subían y cortaban con la haowa 0 el hacha. Cuando cayo un pedazo, yo me cogí un trocito y corrí a un lado para comer pero en_ eso me atacaron las a_bejas bravas. Una entró en una oreja y me picó'. ~o _ha~1a agua cerca; una mu1er me exprimió leche adentro; entonces la bicha pico mas duro. Por fin salió y la mataron. . De Wiiniti~a ?asamos a Kahuusip+wei. Estando aJJi, un día salimos las muieres de Hus1we a recoger cacao. Remórima con nosotras. Quebramos y luego nos sentamos a chupar las semillas. Después las pelábamos y las guardábamos en l? guatura para asarlas. Sí, se comen asadas en hoja o sancochadas con cangrejo, con pescado ... Asadas, tienen el sabor del merey tostado. Sa~

brasas. Para asarlas se espetan las semillas en una fibra de bejuco o palma. -Bueno - nos dijo Yép+ami. - Cuando terminen de pelar cacao, bajen al caño a coger cangrejos. Hay muchos . Yo bajé primera. Metí las manos en un agujero y saqué dos. Después vinieron las demás a hacer lo mismo. Creo que Remórima se quedó con Yawetima y la tía. Al rato oigo: -¡Napeeee! ¡Napeee! ¡Napeyomaaaa! Pensé que fuera Toroma. A ella siempre la perseguían los hombres. Pero no, no; era Remórima. Junto con ella gritaba su mamá, Yep+ami . -Vamos a ver - dije yo; y corrimos todas barranca arriba. Allá estaba Remórirna abrazada a una mata pequeña, haciendo esfuerzos para que un hombre no se la llevara. Era Orusiwe, aquel maldito abusador que halaba, balaba. En seguida le dije a Shapotama: -Trae grasa de cacao. Esa grasa es babosa corno jabón. Kónokama tenía agarrada a su sobrina para que el muérgano no se la llevara. La vieja lo insultaba. El hombre trataba de abrirle las manos a Remórirna para zafarla. Con el cacao le untamos todo el cuerpo a Remórima. Ahora Orusiwe resbalaba con sus manos; no podía balar; estaba bravo y regañaba. -¿A qué viniste tú acá? - le grité yo. - Tienes tres mujeres y todavía vienes a molestar a la mujer de otro. Vete, muérgano, que voy a avisar a los hombres. - Y o no le tengo miedo a nadie - contestó él. Las otras mujeres también lo regañaban. -¿No tienes vergüenza? - le decía Yarotoma. - Esta muchacha es hija tuya, porque es hija de tu hermano. Tú eres un incestuoso. Lloraba la vieja y lo mordió. Remórima ya lo tenía mordido en muchas partes. El hombre sudaba. Nosotras lo zarandeábamos para que soltara a la muchacha. A ella la halábamos por la cintura. Orusiwe trataba de pisamos con los pies. Al fin no pudo más y dijo: -Ya que tanto la mezquinan, quédense con ella. Otra vez no se me escapará-. Cogió arco y flechas y se fue corriendo. -No llores - le dijo Yarotoma a Remórima. - El tendrá que llorar mucho por los mordiscos que le dimos. Yep+ami se fue brava, acompañando a la hija, regañando mucho, hasta aquel pequeño shapono. Las demás seguimos pelando hasta terminar y nos fuimos también. -¿Qué fue? ¿Qué pasó? - me oontaron que había preguntado Husíwe que estaba brujeando. -Que Orusíwé quería violar a tu hija - contestó Yép+ami, y siguió regañando. Le preguntaron si le habían hecho daño para que su marido le pegara con palo. Ella dijo que no, y contó cómo habíamos hecho para defenderla. Cuando llegamos nosotras, al rato , Husiwe estaba todavía regañando. , -¿Qué quiere hacer ese hombre con mi hija? - decía. -¿Es hermano nuo y no sabe respetar a su hija?-. Dijo muchas cosas, regañando. Luego agregó: - Y ustedes, cuando están solas o son poquitas, tienen que saber defenderse.

178 179

Agarrar al hombre por las bolas. Allí es donde tiene la vida. Y apretar duro, hasta privarlo. Si no se hace así, el hombre no coge miedo y vuelve a abusar. Y , si no pueden por delante, mientras él arrastra a la muchacha, agárrenlo por detrás y verán que allá mismo se cae. Hecho eso, ustedes se corren. Hasta una mujer sola se puede salvar de esa manera. Orusiwe llegaría de noche, cuando ya todo el mundo estaba dormido . De madrugada, hablando duro, Husiwe le dijo muchas cosas. Estaba bravo y lo nombraba. -Mejor es que te vayas adonde los Irota-therí - le deda. - Ellos son gente violadora como tú. Amatawe, marido de Remórirna, también había regañado mucho, pero no tenía el valor de castigar al abusador con palo. Es que no había hecho lo que quería. Su hermano Amuhuwé también lo regañó. De tanta rabia que probó, al otro día Orusiwe se fue a vivir con los Pishaasi-theri. Esas cosas le pasaban a Remórima, y eso que ella era muy recatada, muy apegada a su mamá, todo lo contrario de otras mujeres que trataban de salir por fruta para irse con otros hombres. ¿Qué digo? Si más bien Remórima ni siquiera había querido casarse. Ahora estaba mansita con Amatawé, pero ¿antes? ¡uuhhh! El matrimonio entre los Yanomamí consiste en que los jóvenes agarran a la novia y la arrastran adonde está el novio. A Remórima la habían llevado como veinte veces así. .. Estaba prometida por su papá a ese Irota-theri; pero ella no quería. Eseraba que el marido se durmiera y se escapaba a casa de su abuela, de su mamá o de su tía; mejor a la de su abuela, porque en su propia casa le pegaban si volvía. La misma mamá le daba con un tizón diciéndole: -Ya eres mujer hecha. Aquí con tus hermanos estás estorbando. Vete con ese hombre, que él va a cuidar de ti. Ya no eres niña para quedarte conmigo. Entonces Amatawé mandaba a los jóvenes a arrastrarla de nuevo. Ella gritaba, pataleaba, y vuelta a escaparse. Era mayor que yo Remórima y la habían arrastrado la primera vez antes de llegar yo a los Namowei-theri. Luego vi muchas veces esa escena de arrastrarla. Nada. Decía ella: -Que se quede soltero. Yo no lo quiero. Yarotoma la consejaba: -No debes tener miedo al hombre. Mira que te van a echar kamosi y te vas a quedar arrugada como la vieja Wawahemi, llena de arrugas y de pellejos colgando. ¡Ah! Ese peligro del kamosi es verdad. Es una mariposa marrón, de pecho blanco, grande como un tu.cusito, que viene a posarse en el techo de la casa. Se embojota; cerca del fogón, para que no le pegue a uno , se raspa la pelusa que tiene atrás en una hoja de miyóma o de platanillo. Después se mezcla con funcia rallada, se embojota y se guinda de1 brazo de uno. Cuando se tiene rabia de una mujer, se abre el bojotioo y se Je echa encima el contenido o también en el chinchorro donde ella se acuesta. El daño produce picazón, pegándole en la ingle, dejándola arrugada. También le pega luego en el cuello, en los sobacos, en las corvas, poniéndoselos a guindar como trapos. A Wawahemi ya se le habían curado las heridas, 180

pero había quedado fea, morada, con unas peloticas guindando. A veces al kamosi se agrega también waka moshi o huevo de cachicamo, tostado y pulverizado, y entonces el mal no sólo produce picazón sino que es más grave. Los Namowei-theri hablaban de un tal Orakawe, un Aramamisi-theri que vestía guayuco como si fuera una mujer, porque de tanto echar kamosi a las mujeres se había pegado el daño a sí mismo. Se había puesto feo, mohoso y arrugado. Volviendo a lo de Remórima, por fin Amatawe había comenzado a echarle kumi cuando se la traían; por la fuerza se lo hacía respirar. A veces le caía en la boca y ella tosía, tosía. El kumi es una pusana que usan los jóvenes para enamorar a las muchachas. Se saca de un bejuco oloroso. Parece que hay un bichito que pica en ese bejuco y por allí sale un polvo de color canela. En una hoja se va raspando, recogiendo buequito por huequito y se tuesta. Se ralla una funcia , se mezclan los dos polvos, se añade un poco de onoto y ya está listo para usarlo. Los jóvenes lo llevan colgando del cuello, de Jos brazos o escondido en el guayuco, envuelto en pequeños bojoticos. La última vez que Remorirna se había escapado, Husiwe, su papá, la había amenazado: -Mira que si vuelves a escaparte, te voy a flechar . Como a los dos meses de echarle pusana encima y en el chinchorro, por fin la muchacha se había amansado. Con Amatawe tuvo dos hijos aun antes de yo tener a M+ramawe. Pobrecita Remórirna: ¡y ahora atacada por Orusiwe! En otra ocasión, yendo por bachacos, también fue agarrada por un hombre. Menos mal que las mujeres sabíamos cómo defendemos. Saliendo a pescar o a por fruta, Husiwe nos enseñaba cómo debíamos hacer si aparecía algún abusador. -Si vienen dañeros y te agarran a ti o a tu compañera, no te pongas sólo a morder, agárralo por la bolsa y aprieta duro, que así se le acaban a ellos las fuerzas. Y lo mismo era para hacerse a los abusadores de nuestra tribu: -Miren - les decía yo a los malintencionados - que los voy a agarrar por donde no quieren y ni siquiera los voy a dejar gritar. Sigan derecho, pues. Ellos se ponían a reír, pero me cogían miedo. Recuerdo que Hokotonama, aquella muchacha que me acompañó de los Shekerei-theri a los Shama-thari, me había contado que de esa manera había muerto el esposo de Maróharima. Lo mismo, antes de llegar yo entre los Namowei-theri, había muerto así un Shama-thari que estaba trabajando para sus futuros suegros entre los Rashawe-theri.

CAPITULO

XIII

La Iniciación de los Shamanes Estando en Kahuusip+wei, los hombres decidieron hacer un shapono en Hahóta. Se llamo Makararop+wei. Era un lugar alto, donde había un campamento de tapirís. Tiene que ser alto para que el agua no se empoce. También les gustó porque el suelo era muy arenoso; así, cuando llueve, no se forma barrialero . Era el principio de un verano. Los hombres comenzaron a rozar el monte bajito. Cortaban con haowa y alguna hacha vieja que tenían; lo demás lo rompían con las manos. Las mujeres no trabajaban en eso. Después comenzaron a tumbar todos los árboles. Para tumbar los árboles se encarama un indio y amarra el palo arriba con un bejuco largo y fuerte. Tirando todos los indios, lo hacían caer hacia el lado que querían . Las matas las dejaban tiradas para que el verano las secara. Nosotros seguíamos en Kahuusíp+wei. Allá los hombres seguían haciendo flechas y salían de cacería. Estábamos esperando que el pijiguao madurara. Un dia pasó por el sitio de Makararop+wei el viejo Hayamamok-t-we y vino a decirnos que el monte tumbado ya estaba seco. Al día siguiente los hombres fueron, amontonaron varias conchas de majagua y troncos de platanillo, todo seco, y prendieron fuego. Después cada uno recogía una de esas conchas o de esos troncos e iba prendiendo en otras partes. El viento, soplando, ayudaba. En el borde los hombres se quedaban mirando. Luego se iban. Al día siguiente volvían a ver cómo estaba: los troncos grandes todavía ardían. Así los dejaban, durante semanas y semanas, hasta que el fuego se apagara. Las mujeres recogíamos tronquitos y ramas que quedaban y los amontonábamos sobre los troncos pesados o junto a los tocones. Allí, después, los hombres hacían fuego para que se consumiera todo. Para que se quemaran bien los tocones , cavaban alrededor, les picaban las raíces y les prendían fuego con leña menuda . Los niños ayudaban trayendo leña y hojarasca para ati:zar el fuego. Entonces comenzaron los hombres a rodar los troncos medianos, que se habían quedado sin quemar, hasta el borde del claro, haciendo palanca con palos. Cuando estuvo todo listo, los hombres fueron a la selva a buscar palos para hacer las casas . Primero pusieron los postes traseros, que son bajitos; hincaron los postes del medio; colocaron las vigas sobre esos postes, amarrándolas con mamure; después pusieron esas varas largas para el techo y también las amarraron. Nosotras, las mujeres, trajimos montones de hojas de miyóma. Ue~ada

de los invitados a un reahu

183

Hombres y mujeres nos pusimos a techar, colocando las hojas primero abajo, después arriba y así adelante. Para alcanzar se hacía una troja debajo del techo. Se techaba por la mañana temprano, porque, a eso de las diez ya comienza a soplar un viento fuerte que no deja trabajar. AJ frente, en lo alto, se pusieron como fleco hojas de seje, porque no ]as había de yagua o de cucurito, que son más indicadas. Este fleco sirve para que el viento no se lleve el techo y para dar sombra adentro. Pero ellos lo ponen también para que los Espíritus del sol y de la luna no vean a los Yanomami en su casa: se podrían llevar sus almas. Después, sobre el techo, se echaron unos palos, bien amarrados abajo y arriba, para que pesaran. Aquella tarde de Kahuusip+wei trajimos a Makararop+wei todos los chinchorros y corotos que teníamos. Aquí comenzamos a vivir. Había plátanos en abundancia y entonces invitaron a los Patanowe-theri a un reahu. Después salimos de wáyum-i-, porque cuando uno espera en la casa que madure el pijiguao, se lo va comiendo poco a poco, y luego falta para la fiesta. Salimos por el canúno de los Irota-theri. Atravesamos el caño Shanishani y nos quedamos en un sitio de tierra alta, junto al cañita Karishi sik+ rereope. Cogimos cangrejos, cacaradoras. En Jos rebalses del caño había también anacondas y babiUas. Un día Husiwe estaba montado en una mata velando guacamayas, de esas amarillas y azules. De pronto oyó abajo un chillido. Bajó, se acercó al caño y debajo de un tronco vio una anaconda: acababa de tragarse una guacamaya. En seguida salió él a cortar un palo duro. Lo aguzó bien y volvió. La bicha había hundido la cabeza para beber. El le hincó su arco hasta que entró en la tierra; d