Hanni Ossott y La Voz de La Psique -Rafael Arraiz Lucca

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Año LXV / 2003 - Caracas, Venezuela Portada

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HANNI OSSOTT Y LA VOZ DE LA PSIQUE Rafael Arráiz Lucca o i l o f a t r o p

En mi libro El coro de la voces solitarias -una historia de la poesía venezolana- me detengo a valorar una de las obras poéticas más importantes de los últimos años. Me refiero a la de Hanni Ossott, que habiendo nacido en Caracas en 1946, falleció el 1 de enero del año que comienza, dejando en la viudez al historiador Manuel Caballero, con quien compartió vida durante la segunda, y fundamental, etapa de su obra. En la primera etapa, compuesta por los títulos Espacios para decir lo mismo (1975), Espacios en disolución (1976), Formas en el sueño figuran infinitos (1976) y Espacios de ausencia y de luz (1982), la autora desarrolla un lenguaje conceptual de marcado acento geométrico, donde la delimitación del espacio es categórica, y donde la abstracción como operación lírica está siempre presente. En ella se advierte la influencia de la poesía de Ida Gramcko y de Elizabeth Schön, ambas obras esmeradas en hacer del Ser la categoría ontológica primordial. En la segunda etapa, que se comienza a articular a partir de una estadía de varios años en Atenas y Londres, su poesía despierta a otros registros y se torna narrativa, mientras la operación lírica deja de ser abstracta para hacerse cotidiana, corpórea, sudorosa. Esta etapa comprende varios títulos: Hasta que llegue el día y huyan las sombras (1983), El reino dónde la noche se abre (1986), Cielo, tu arco grande (1989), Plegarias y penumbras (1991), Casa de aguas y de sombras (1992) y El circo roto (1996). Como tarea simultánea a la poética, la autora abordó con particular destreza el arte de la traducción. Desde mi condición de lector, confieso desconocer una mejor traducción de las Elegías de Duino de Rainer María Rilke que la que adelantó Ossott. También celebro la traducción que de la poesía de D. H Lawrence realizó nuestra poeta. Sus libros de ensayos, Memoria en ausencia de imagen, memoria del cuerpo (1979) e Imágenes, voces y visiones (1987), entregaron sus reflexiones acerca de la naturaleza de la poesía, sus fuentes más hondas, sus procederes psíquicos más enigmáticos, reuniendo el discurso poético con el ensayístico en uno solo. Desde que salió a la luz pública no he dejado de señalarlo: uno de los más intensos, trágicos y profundos poemas que se han escrito en Venezuela es “Del país de la pena”, contenido en el libro El reino donde la noche se abre. De él he afirmado en anterior oportunidad: “Es un poema metafísico en la medida en que trasciende a partir de su particularidad, haciendo que la materia nombrada se esfumine ante la preponderancia de ese otro que subyace en su búsqueda. Es un poema de angustia religiosa en tanto que es plegaria del perplejo, del que padece la incertidumbre. Es poema polifónico porque a través de esa única voz, íngrima e implorante, hablan muchas de sus voces interiores, su multitud secreta”. En una entrevista que sostuve con Hanni para la revista Imagen en 1986, con motivo de la aparición del libro, señaló: “Ese poema fue escrito una noche de noviembre de 1985 entre las diez de la noche y las cuatro de la madrugada. Aquello fue terrible: escribía, me levantaba, me asomaba por la ventana, me sentaba otra vez. Ha sido el poema más largo, intenso y complicado que he escrito en mi vida”. Y así fue, nunca más fue médium de un poema de tal longitud ni tan estremecedora vivencia. Debo decir, para que no quede ningún género de duda, que su obra no se reduce a ese poema excepcional, pero tampoco puedo dejar de señalar su radical importancia para nuestra historia de la poesía. Ossott alcanza en esta segunda etapa a darle expresión a sus voces interiores, y estas voces se articulan a partir de la experiencia de la exterioridad. Un paisaje, un sonido, un acontecimiento gustativo puede servir de puente para la aparición de esa voz profunda. De modo que esa voz no surge descontextualizada, abstracta, sino interpelada por alguna circunstancia exterior. Un horno, el recuerdo de un vestido, un

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sabor, cualquier elemento o hecho de la cotidianidad es semilla de una reflexión poética y psicológica. De hecho, la experiencia psicoanalítica fue propicia para la indagación que constituye su poesía. Ossott nos deja uno de los viajes más entrañables por las oscuridades de la psique que se hayan adelantado entre nosotros. Una auténtica experiencia interior. Portada

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