La Psique

LA PSIQUE Pablo Fernández Christlieb Departamento de Psicología Social Facultad de Psicología Universidad Nacional Autó

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LA PSIQUE

Pablo Fernández Christlieb Departamento de Psicología Social Facultad de Psicología Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen El presente trabajo intenta plantear una cierta concepción de la realidad psicológica y de la psicología, desde el punto de vista de una psicología desdisciplinaria, probablemente más afín a la filosofía, la crítica cultural y a una psicología colectiva en desuso. Se argumenta que la psique (o sus sinónimos, mente, coniciencia, significado, etc.) es, en su forma esencial y fundamental, el acontecimiento de aparición de la realidad, o, en otras palabras, la "presenciación" de algo para alguien, y se define tentativamente como "aquello que no queda enteramente dicho pero no queda enteramente no dicho", y cuyas cualidades principales son: (a) ser colectiva, (b) incluir al observador y (c) ser virtual o inextensa. No obstante, se argumenta, la psique desarrolla una res extensa o materialidad en cuatro direcciones, que son: (1) el lenguaje, (2) las cosas, (3) la historia y (4) los mitos, cuya combinación en conjunto constituye el universo psicológico o una forma derivada de la psique. En suma, se pretende esbozar la idea de una psique que sea del tamaño de la sociedad (vs. una psique del tamaño de los individuos), y se alega la necesidad actual de intentar nuevas versiones de la disciplina.

Descriptores Psique. Significado. Psicología Colectiva. Psicología. Lenguaje. Historia.

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LA PSIQUE

Pablo Fernández Christlieb Departamento de Psicología Social Facultad de Psicología Universidad Nacional Autónoma de México

La disciplina de la psicología ya no se ocupa de la psique; descartó el concepto cuando prefirió interesarse por el método científico y por las técnicas de intervención en el comportamiento a modo de terapias, y se olvidó de la palabra. "Psique", además de ser un espejo en francés y una mortal de quien se enamoró nada menos que Cupido en la mitología griega, significa "alma", "aire", "espíritu", esto es, la parte no tangible de la gente y del mundo. Ya no hace falta recurrir a la psicología para hablar de ella, e incluso hace falta no recurrir a la psicología para conocerla, sino más bien a la cultura en general, a las ciencias humanas y sociales, para poder intentar plantear lo que podría llamarse una psicología indisciplinaria, es decir, autónoma de la disciplina académica, e ignorante de la división del conocimiento en disciplinas, subdisciplinas con especializaciones y subespecializaciones, que a lo más, hacen recordar lo que dijo Bergson un día que no pudo pertenecer a la psicología, por indisciplinado: "toda la inferioridad del animal está ahí: es un especialista".

Mente, Conciencia, Significado, Conocimiento, Imagen, Etc.

4 La psique es el acto de aparición de algo que no estaba allí antes, por ejemplo, el chiste de un chiste: éste consiste en que un cuento cualquiera, en un momento dado se transforma de golpe en un otro cuento totalmente distinto, de modo que lo que uno iba entendiendo hay que comprenderlo súbitamente de otra manera; en los chistes, la realidad que se estaba explicando de pronto no existe y de hecho nunca había existido, y en su lugar aparece una otra nueva realidad, que llega de quién sabe dónde y por lo tanto, impacta, asombra. Falta saber por qué uno se ríe, pero cuando menos ya se sabe por qué Descartes apuntó al asombro como la emoción básica: porque es la primera, porque es lo que sucede cuando se inaugura una realidad previamente inexistente. Esto es lo mismo que sucede en el momento de solucionar un problema, ya sea el de encontrar la palabra de un crucigrama o demostrar un teorema: todo lo que un instante antes se había visto como garabatos inconexos y molestos, se acomoda de buenas a primeras en una especie de universo en donde todo coincide con todo, y uno ve aparecer, entre atónito y encantado, un orden. Es ese instante glorioso en que alguien se da cuenta de que tiene la ficha ganadora del dominó. Si va a considerarse a la psique como el comienzo de lo psicológico, entonces, por principio, la psique no tiene antecedentes: ella es el antecedente. En efecto, la psique es una aparición, un vislumbre, una iluminación, un alumbramiento, inmensa porque abarca toda la atención del implicado, pero fugaz porque el solo hecho de querer conservarla hace que desaparezca: es como las hadas, que según se dice, eran maravillosas, pero solamente eran visibles entre dos parpadeos, y cuando se intentaba una segunda mirada para comprobar la maravilla, ya no estaban. Es por esta razón que el positivismo considero que la psique es un hada que no existe, y la psicología del siglo veinte prefirió decidir que se trataba de un error de percepción. Ciertamente, la psique es un objeto imprevisto, no incluido en el prontuario con que se analiza el mundo; es una pieza que no aparece en las instrucciones, y por eso se le arrumba en el rincón de las intrascendencias y de los milagros. Si se puede

5 afirmar que el universo está hecho en suma de cosas y de palabras, y en efecto, sí se puede, el caso es que la psique no pertenece ni a las palabras ni a las cosas, sino al punto de fundación, creación o descubrimiento de unas y otras. La psique es el origen tanto del reino de las cosas como del reino de las palabras: es un tercer reino, o más bien, primero, cuyos objetos nunca han sido cosas y todavía no son palabras. La psique es el punto de indefinición entre el lenguaje y el no-lenguaje; no es que sea su mezcla o un puente, sino sólo el hecho de que a falta de nombre se le tiene que definir por la circunstancia de que no es los otros dos. La psique es aquello que no está exactamente dicho y no está exactamente no dicho. No puede, por tanto, percibirse con los sentidos mecánicos de la percepción, ni tampoco aprehenderse con el intelecto: no puede verse ni decirse, sino sólo, literalmente, "presenciarse". Todo mundo puede ver un edificio, oír una canción, probar un pollo frito, y saber y explicar cómo y de qué están hechos, y admitir que, en cuanto a técnica, cualquiera con un poco de aplicación los puede hacer, es decir, que están muy bien ejecutados pero en rigor no son cosa de otro mundo; pero cuando en ese mismo edificio de presencia una obra de arte, cuando el pollo frito sabe estrictamente increíble, entonces aparece algo más que no radica técnicamente en la canción ni en el pollo frito, aparece un plus de maravilla que hace que eso sea una cosa de otro mundo: se vislumbra una suerte de realidad que no reside en la técnica. Lo que se vio no se vio con los ojos ni puede repetirse con las palabras, y después de lo cual la vida ya es de otra manera, más sabia, más rica, más bonita. En efecto, la psique es el acontecimiento de reinauguración constante del mundo. Aunque todo el mundo haya oído una canción, no todo el mundo ha presenciado una obra de arte. El sentimiento de aparición insólita de la realidad, el momento en que el mundo se vuelve enteramente nuevo, lo tiene, no sólo los artistas, sino cualquiera, por ejemplo, cuando en el metro se topa con una mirada que es tan absolutamente correcta que ya con eso uno puede seguir contento el resto del día, o cuando en el

6 teléfono le contesta una voz inesperadamente amable, cuando alguien dice exactamente la frase que debía decir aunque no se supiera cuál era, y ahí, uno está frente a lo que nunca se había visto, oído, conocido, tocado, sentido, y en verdad, da la sensación de que la vida, en ese momento, cambió de signo. La psique es el descubrimiento o invención de una realidad, y la señal de que esto ha sucedido es la sonrisa. En todos los ejemplos citados, el gesto inevitable, irreprimible, es una sonrisa, no ésa que se aprende a hacer ya después y que sirve para salir en las fotografías, para recibir a las visitas o para atender a los clientes, sino la primera sonrisa, aquélla espontánea que nunca estuvo planeada, que ni siquiera se sabe que se hizo y que no era para nadie porque no había nadie más cuando surgió: esa sonrisa que debe haber tenido Newton cuando miró la manzana que le había caído en la cabeza, aquélla con la que Leonardo le correspondió a la Mona Lisa, y que se le nota a quien pone la última pieza de un rompecabezas, que salta a la cara cuando alguien tiene una ocurrencia, una idea, una respuesta: esa sonrisa que es como dueña de sí misma, autónoma, que parece desprenderse del nacimiento mismo de las cosas. Sonrisas a solas. Es por esta aparición de una realidad inédita que los chistes hacen sonreír, pero también las metáforas nuevas, las caras bonitas, las muy buenas noticias, y también las muy malas, pésimas noticias, que lo hacen a uno emitir una sonrisita, la típica sonrisa de la incredulidad; de hecho, el gesto del pavor es lo que más se parece a una sonrisa. Sin embargo, dato curioso, la mayorías de las sorpresas aparecen por el lado bonito de la vida, y es que, evidentemente, la psique no surge como sufrimiento, porque de ser así, la especie humana, no tan tonta, se hubiera negado a ella y hubiera escogido quedarse en calidad de chimpancé, esos animales que pegan risotadas, pero nunca esbozan sonrisas. La sonrisa es la marca de creación de la realidad, y por eso normalmente es tenida como signo de lo bueno. Como el asombro, una sonrisa es efímera, y nadie sabe cuándo volverá a aparecer otra, porque nunca nadie podrá decir que el siguiente pollo frito volverá a saber como aquél del otro día, porque la misma

7 canción que nos inundó de milagro podrá sernos del todo indiferente la próxima vez, porque nunca hay garantía de que uno volverá a sonreír; toda sonrisa siempre puede ser la última. Por eso la gente se ríe: la risa, y en especial esa risa que va rumbo a la carcajada y a la falta de fineza, es la pretensión de prolongar artificialmente el gesto, a ver sí así se prolonga el milagro de la psique, pero no funciona. En cambio, la alegría, que no requiere andar haciendo gestos, puede definirse como la disposición a volver a tener otra sonrisa. La sonrisa ilumina la cara, hace que brillen los ojos, aclara los colores, y es que ciertamente, la aparición, creación o descubrimiento de cualquier cosa, es un acontecimiento en el cual lo que antes estaba oscuro y era opaco, queda claro y se hace transparente, como si le cayera luz de alguna parte. Esta iluminación se les nota francamente a los niños, los artistas y los místicos, sujetos éstos a los que frecuentemente se les encuentra embobados con algo que los demás no perciben; están embobados con un objeto psíquico, que el adulto promedio de hoy en día confunde con una mosca, un color, o un dios, y es que desgraciadamente, al adulto promedio de hoy en día ya sólo le salen risas y carcajadas sin sonrisa. En el objeto psíquico sucede como si la luz que le cayera acomodara repentinamente el mundo, como si de buenas a primeras todo quedara en su lugar, todo tuviera relación con todo, todo adquiriera coherencia, razón de ser, necesidad de estar. Es interesante notar que todos los sinónimos de la psique contienen esta connotación de iluminación de lo oscuro y de ordenamiento del caos: entre los sinónimos más conspicuos está el de conciencia en su acepción de darse-cuenta, asimismo, el de significado (Cfr. Bruner, 1990), entendido como el contenido profundo de las cosas, el de sentimiento (Cfr. S. Langer, 1967), como una certeza muda e inverificable, el de sentido, como un ordenamiento superior de la realidad, el de conocimiento, que es precisamente la presenciación de un modo de la realidad que no se había presentado antes, el de imagen, que es también la presencia real de un

8 objeto que tiene un quién-sabe-qué de cosa sin ser cosa y otro quién-sabe-qué de lenguaje sin tampoco serlo, o finalmente el sinónimo de forma que se refiere a la disolución de elementos dispares en una unidad orgánica de naturaleza distinta a los elementos que la componen, "gestalt", le dicen en alemán y en todos los demás idiomas. Hay otros sinónimos, como "mente", que se encuentra en franco proceso de burocratización académica gracias al dominio de las ciencias cognitivas, o como "insight", que peca de sectario, como todo lo que tiene copyright de los círculos psicoanalíticos, pero igual aluden a algún objeto que embona como por arte de magia y salta a la luz sin preámbulos. En efecto, la psique es cuando la realidad hace "click". Este click (S. Langer, 1967, p. 120n), otro sinónimo, onomatopeya que indica el chasquido que hacen los aparatos para avisar que ya están listos, cuando se enciende la lámpara, es el mismo que se siente cuando la confusión se acomoda en comprensión, cuando el caos se coloca en orden, cuando se prende la luz. La psique es la visión de un modo del mundo por primera vez, o la visión del mundo como si fuera la primera vez. En todo caso, esta primera vez vuelve a suceder una vez y otra todo el tiempo. Sucede por primera vez cuando el clan humano se reúne en torno al algo inaudito, una rueda por ejemplo, y al reunirse quedan tan juntos que se separan del resto de las especies, de los pinos y las mariposas que jamás han visto una rueda. Sucede por primera vez en cada niño que nace, cuando al bebé le hace click que "mamá" quiere decir "mamá", y ya por eso, ipsofacto, pasa a formar parte del clan humano, qué es el único donde hay mamás. La psique siempre está empezando. Sucede en la biografía de cada quien, en cada chiste que oye por primera vez, en cada ocurrencia que ocurre por primera vez, en cada foquito que se prende por primera vez en la cabeza, en cada amor a primera vista que siempre es el primero, en cada libro memorable, en cada canción esplendorosa, en cada conversación absorbente, en cada pollo frito increíble, en cada buena y mala noticia, y en cada

9 mercancía de consumista que lo sorprende a uno y que uno no sabe qué hacer frente a tanta incredulidad como no sea comprarla. La psique es un objeto inextenso, como diría Descartes, esto es, carece de dimensiones espacio-temporales, o sea, no tiene medidas, esto es, no se puede contar, cronometrar, dividir ni clasificar, porque le falta cualquier materialidad; es pura cualidad toda vez que no tiene cantidades, y por ello, para verla no se necesitan los ojos, ni para oírla los oídos y así sucesivamente, es decir, es un percatamiento que no emplea los canales fisiológicos de la percepción, toda vez que, aunque sea objeto, no es cosa: es un objeto virtual: está aquí, pero no se sabe cómo, dónde exactamente ni en qué; los virtuales son objetos que flotan en la realidad sin encarnar en nada, como por ejemplo, la belleza de una pintura o la elegancia de una persona. Se entiende, entonces, que, como los demás objetos de las ciencias, tenga que ser captada por la vía de la metáfora, o sea, que para mencionarla hay que hablar de otra cosa, como se ha hecho aquí, que se habla de sonrisas, descubrimientos e iluminaciones: tal vez éstas sean sus metáforas, pero admitirlo equivale a volverla una sonrisa acartonada, artificial, de ésas que se usan como tarjeta de visita, es decir, volverla una metáfora muerta, y quizá por eso lo mejor sea no endosarle ninguna para poder utilizar cualquiera, sea un milagro o un pollo frito, y en efecto, esto vale como apunte metodológico: al objeto psíquico solamente se le puede aproximar utilizando todo el tiempo metáforas, lenguaje figurado. Solamente con metáforas aparecen una imagen, un significado, que en efecto, no fueron exactamente dichos pero tampoco fueron exactamente no dichos, y ciertamente, cuando uno entiende la metáfora, se le ilumina la cara y sonríe. Parece ser entonces que la metáfora de la psique es eso: la metáfora.

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10 Metáforas y otros tropos: metonimias, ironías, analogías, sinécdoques. Y paradojas, entre las cuales se pueden mencionar las siguientes propiedades de la dimensión psíquica: .-El principio comienza por el final. La psique es el origen del resto de la realidad psicológica, dentro de la cual ya se ha mencionado al lenguaje y a las cosas. Sin embargo, puesto que la psique solamente puede ser definida por no ser exactamente los otros dos, es necesario que ya existan esos otros dos para poder aproximarse a ella como tercero, aunque sea primero, y hasta el momento, es decir, mientras no se describan las palabras y las cosas, único. Es irresponsable "hablar" de un "objeto" que existe antes de que se pueda hablar y de que existan los objetos, porque cómo hablar si no hay palabras y de qué hacerlo si no hay cosas: uno tendría la obligación de callarse. Para no tener que quedarse callados, tiene que asumirse el extraño dato de que el principio surge al final. Después de todo, la comprensión de una película, el chiste de un chiste, la intención de una novela y la razón de una conversación solamente comienzan cuando la película termina: antes uno no puede afirmar que la ha entendido. Todo el mundo, bueno, casi, se ríe hasta que el chiste se acaba. De otro modo puede argumentarse que la psique es la intensidad culminante de las palabras y las cosas. Intenso es algo, un color, una situación, que concentra toda su extensión y su cantidad en un punto condensado, es decir, que en vez de desplegarse hacia afuera, como un color muy diluido, se repliega hacia adentro, hacia sí mismo, hasta que llega a su propio colmo. La psique es una especie de implosión de las palabras y las cosas, de explosión en reversa. .- La psique es colectiva. El primer objeto psíquico posible es la sociedad, porque, como dijo Mead, nada, ni el conocimiento, ni el individuo, ni el arte, ni lo psicológico, puede existir antes que ella, y todo solamente puede existir dentro de ella. La aparición de la psique, en tanto creación de la realidad, siempre es la

11 invitación para asistir a la inauguración del mundo, y por lo tanto, la psique es por definición la fundación de un modo de la sociedad. La psique se inicia como una sociedad, pero de igual manera, toda sociedad se inicia con la aparición de la psique: esto es válido para la fundación de una sociedad en su sentido más usual de la configuración de una comunidad, y también para otros modos de la sociedad, como la formación de grupos, fundación de ciudades, establecimiento de familias, enamoramiento de parejas, y sigue siendo válido en aquellos acontecimientos innumerables en donde uno parece que está solo, como en la creación artística, la presenciación de un espectáculo, la asistencia a una puesta de sol, etc., porque ahí, todo el universo es del tamaño de lo que abarca la atención, es decir, no hay nada más: eso es el mundo completo; el individuo aislado que está ante tal acontecimiento no se siente solo, sino todo lo contrario, porque no está separado del resto del mundo, sino precisamente inserto en él. El primer objeto psíquico que aparece es la sociedad, y el primer creador, observador, o lo que sea, de ese objeto psíquico es también la sociedad. Hay quien opina que Dios creo al universo, al cosmos, al mundo, a la realidad y al ser humano. De acuerdo, pero como lo decía Durkheim: Dios es la sociedad (Cfr. Hernández Prado, 1996, p. 23). Y de ahí en adelante, el universo es la sociedad, el cosmos, el mundo, la realidad, es la sociedad. La psique es la sociedad. Dios comienza con la creación, no antes, y la creación comienza con la sociedad, no antes. Convendría no olvidar esta cualidad colectiva de la psique, al menos no olvidarla con la irremisibilidad con la que lo hizo la psicología, incluida la psicología social. Es asimismo debido a esta cualidad que la psique se muestra más dentro del conocimiento de las ciencias de la cultura y del espíritu, como la historia, la filosofía, la estética, la sociología, la crítica cultural, la antropología, o la psicología colectiva. La psicología colectiva, al revés de las otras, es -o era- una ciencia que no desechó ni a la cultura ni a la psique -por eso la desechada fue ella-, y contenía las posibilidades

12 de hacer una teoría cultural de la psique. De hecho, la psicología colectiva parece capaz de desarrollar una psicología general, de la misma manera que la psicofisiología puede también hacerlo, pero ninguna otra. .- La psique es un ser vivo. Todo es cuestión de determinar quién es un ser vivo. Aquello de que nace, crece, se reproduce y muere, se vuelve dudoso porque un gato caminando no hace nada de eso pero sigue vivo; nadie va a ponerse a esperarlo a que haga cualquiera de esas cosas para decir que sí está vivo. Se ha dicho también que vivo es aquello que se mueve en sentido horizontal, y entonces el gato sí está vivo, toda vez que lo inánime se mueve solamente en sentido vertical, por lo común hacia abajo, pero está bonita definición tiene el defecto de que nada más se aplica para los seres más evolucionados, del caracol para arriba. Los biólogos suelen determinar muy a sus necesidades los límites de lo vivo, por ejemplo, que lo vivo tenga que estar forrado por una piel o una membrana, condición que no se antoja necesaria. Además, no son los dueños de la palabra "vivo", y ciertamente, se le puede adjudicar este adjetivo a otras cosas que la biología ignora, por ejemplo al fuego de la chimenea, a una pieza de música, a una escultura, a un juego de futbol o a un incidente callejero. Pareciera que la viveza de estos objetos, y también la del gato, radica en que (a) se presentan como una unidad, (b) contienen movimiento, y (c) llaman la atención. O a,b,c juntos: tienen tensión, o "tensividad", como la llamó Susanne Langer, esto es, una cierta disposición de sus diversos rasgos que forma en medio de ellos algún punto virtual de atracción, de cohesión de conjunto, que hace que tales rasgos pertenezcan a tal objeto y otros no: es como si hubiera alguna fuerza que los contrajera contra alguna otra que los desbandara; el equilibrio precario de ambas fuerzas es la tensión. Cuando se dice que una discusión está muy tensa, se dice que puede desperdigarse o colapsarse en cualquier momento, y también se dice que está muy "viva". En un juego cualquiera de pelota, todos los

13 jugadores, las líneas de la cancha, los reglamentos, y la mirada de los espectadores, atienden y tienden hacia los avatares de la pelota; aunque uno no hubiera visto jamás ese juego, e incluso pelota alguna en su vida, sabría de todos modos dónde mirar, y no fijaría su atención en el gato que pasa caminando al lado de la cancha. hay algo que reúne todos los elementos en una unidad. Un partido tenso, muy vivo, sería aquél en donde la atracción de la pelota estuviera jalando con mayor fuerza las carreras de los jugadores, la urgencia del movimiento, la fijeza de las miradas, la rapidez del tiempo, en suma, la concentración del juego, mental, física, espacial y temporalmente. Por el contrario, un partido distendido, está, como se dice, "muerto", y amenaza con disgregarse, desvanecerse, lo cual es casi una definición del aburrimiento. Comoquiera, la viveza sucede igualmente en una pintura, una conversación, una investigación o una fórmula matemática. En efecto, lo vivo también ha sido definido como una entidad centrada en sí misma, o como un automovimiento, como un movimiento centrado en sí mismo, por lo cual no necesita desplazarse, así que si el gato se sienta, sigue vivo. Puesto que la definición del movimiento también ha dado pie a discusiones, ya que eso del cambio de posición de un objeto en el espacio no parece ser una definición con mayor inteligencia, entonces el movimiento parece residir en las tensiones, razón por la cual se puede decir, con coherencia y verosimilitud, que las esculturas de piedra tienen movimiento, es decir, que presentan en su forma tensiones e intenciones, que es lo que clasicamente se denominaba "actitud". El término "tensión" proviene del latín "tendere", "tender", "desplegar", y se encuentra en muchísimas palabras castellanas, como en "extenso" o en "extensión", que es aquello que se despliega hacia fuera, como la res extensa de Descartes, la cual, por ende, se puede medir. Lo no extenso es lo que no se puede medir, y es entonces, lo "intenso", lo que se despliega hacia dentro, inmedible e inverificablemente. Puede entonces definirse a la psique como una "res intensa", como una intensidad, que hace

14 que los rasgos de cualquier objeto se jalen, atraigan y contraigan hacia un punto, es decir "atiendan" ("tender-a") a él. Y si uno es el observador, le sucede lo mismo. Es por esto que la psique llama la atención. .- El observador es una cualidad del objeto. En toda mención a la psique resulta obligada la presencia de uno mismo para hablar, no de uno mismo, sino del objeto, lo cual hace suponer que entonces uno mismo es una característica sine que non de ese objeto. Obviamente; no existe algo sin nadie. Es una constante de todo instante de arrobo frente al hallazgo, el hecho de que a uno se le olvide hasta cómo se llama y demás circunstancias para pasar concentrarse exclusivamente en el objeto: uno queda literalmente fuera de sí, absorto en el objeto, que quiere decir, literalmente, absorbido por el objeto. Cuando alguien se olvida de sí mismo, quien recuerda es el objeto; cuando alguien se sale de sí mismo, entra al objeto: uno es el objeto en la exacta y recíproca medida en que el objeto es uno. El observador está en la naturaleza misma del objeto. Ya lo dijo Berkeley, un color es el choque de una longitud de onda con una mirada: si falta uno, no hay color: en el aire transparente falta la longitud de onda, en el ultravioleta falta la mirada. Así, todo objeto tridimensional es largo, alto, ancho y percibido y/o sentido. Toda cosa es la cosa y su conocimiento. El observador, o presenciador, o investigador, o espectador (o "expectador": aquél que espera con la mirada la presencia de algo), o como deba llamársele, no es una entidad exterior al objeto, sino una instancia del objeto mismo. Incluso, puede plantearse que de la misma manera que el objeto construye su percepción (Cfr. Humphrey, 1992), el objeto hace a su observador. La creación crea al creador. De ello se desprende que, así como si a una cosa cualquiera se le cambia su longitud de onda, cambia su color, también, si a una cosa se le cambia su observador, la misma cosa se convierte en otra diferente. No es la misma la Gioconda vista por

15 una crítico de arte que la Gioconda vista por un japonés de vacaciones. Y es que en efecto, la percepción no es una función que tenga que ver con la agudeza de los ojos o los oídos, sino que es un contenido, es decir, una historia, un conocimiento, un estado de ánimo, ciertas creencias, etc., que son, en el momento de la percepción, cualidades del objeto, así que si el mismo observador ve en dos fechas diferentes, cansado y de mal humor, o expectante y atento, a la misma Gioconda, la Gioconda es distinta. De esto se desprende a su vez que nunca se ha visto el mismo objeto dos veces, que todo objeto psíquico es único y visto siempre por primera -y última- vez, que todo objeto psíquico, como todo sentimiento o maravilla intempestiva, es irrepetible. Parece ser entonces que ha sido una equivocación crasa de las ciencias sociales y humanas, por lo menos, y una equivocación deliberada del positivismo, separar al observador del objeto, pretendiendo que uno y otro puedan existir aparte, aunque tal vez no deba extrañar, toda vez que la vocación de las ciencias positivas siempre ha sido la de la descomposición de los objetos descomponiéndolos en sujeto y objeto, cuyo resultado es hasta la fecha una realidad descompuesta. El costo es alto, y ya se está pagando. El positivismo resuelve los rompecabezas al revés: cuando encuentra uno armado, lo deshace, y cuando encuentra uno desarmado, hace una lista numerada de las piezas. Y a eso le llama ser científico. .- Lo conocido fabrica su propio desconocido. Cuando alguien encuentra lo que busca, ya no busca más, y claro, ya no encuentra nada. Pero si la psique es de por sí el encuentro mismo, el hecho de encontrarlo y no tener ya nada que buscar, la aniquilaría. Pero la psique se las arregla, por eso escoge no encontrar nunca objetos terminales, sino siempre transitorios, para poder seguir descubriendo, inventado, creando, encontrando: la psique realiza el truco de encontrar solamente pistas, solamente preguntas, solamente claves, que sirven para encontrar otras pistas,

16 preguntas, claves, y así sucesivamente. La psique es abisal: carece de fondo: nunca termina: cada certeza que encuentra viene siempre con un enigma dentro. Lo que fabrica no son respuestas, sino preguntas. El conocimiento genera siempre una zona mayor de desconocimiento. La ignorancia se conforma con lo que sabe, la sabiduría no. Siempre es más vital, esto es, con más vida, crear lo desconocido, lo que hará seguir buscando, seguir moviéndose, que obtener de una vez por todas el conocimiento, lo que hará nada más repetirlo cada vez con menor intensidad, con mayor aburrimiento. La tecnomanía y metodomanía de las ciencias sociales y humanas contemporáneas, y su proverbial falta de teorización, son el resultado aburrido e ignorante de tener ya un conocimiento finiquitado, sin enigma alguno. Puede afirmarse que la esencia de la psique consiste en este desconocimiento. Lo arcano, lo ignoto, no se puede encontrar en otra parte que dentro de la propia cultura, es decir, lo desconocido está dentro de lo conocido y es una creación de éste. Hegel, en su Fenomenología, lo dijo así: "la razón busca su Otredad, sabiendo que en lo Otro no encontrará otra cosa que a sí misma; la razón busca solamente su propia infinitud" (citado por Mattei, 1990, p. 1520). Y si la sonrisa era la marca del descubrimiento, la alegría que está dispuesta a volver a sonreír parece ser la marca de este desconocimiento de fondo que tiene la oscura confianza de que volverá a aparecerse el conocimiento. Los sonrientes son los que encontraron algo; los alegres son los que están buscando. .- Lo inextenso tiene extensiones. Ha quedado anotado que la psique es inextensa, o sea, que carece de dimensiones espacio-temporales, de medidas y de materialidad, razón por la cual las ciencias positivas no pueden atraparla. Sin embargo, al mismo tiempo, toda conciencia es conciencia de algo, todo significado, conocimiento, imagen, lo son de algo, lo cual quiere decir, igualmente, que la psique coincide con la realidad, porque después de todo, es ella quien la inventa; el click del sentido y la

17 comprensión es el click que se oye al constituirse la realidad. En suma, psique y realidad son lo mismo, pero resulta que, por el contrario, la realidad sí es espaciotemporal, concreta y cuantitativa, mesurable y material, es decir, como decía Descartes, es extensa, o como decía Woody Allen, "la realidad es insoportable, pero es el único lugar en donde se puede conseguir un buen bistec". Ello implica algo que ya no diría Descartes, y que en cambio sostendría Leibniz, y es que, en primer lugar, la realidad es también una entidad psíquica, el bistec es la extensión de un mundo espiritual, aunque quién sabe como le sabría esto a Woody Allen, y en segundo lugar, lo no extenso, lo meramente intenso, tiene extensiones, es decir, se despliega hacia fuera, hacia donde las cosas ya tienen magnitud. Y en efecto, la psique se extiende, se expande, se despliega, por todos lados en la realidad. No obstante, para no difuminar el argumento hacia todos lados, vale la pena enfocar estas extensiones en cuatro direcciones nada más, en un cuadrante que se puede leer de la siguiente manera: HISTORIA

COSAS

LENGUAJE PSIQUE

MITOS Hacia la derecha, la psique desarrolla la dimensión del lenguaje, hacia la izquierda, la dimensión de las cosas de todo tipo. Tradicionalmente, con estas dos

18 dimensiones ya está el mundo completo, pero al parecer, es precisamente esta tradición la que ha auspiciado ciertas dicotomías que en nada ayudan, como la de sujeto vs. objeto o idealismo vs. realismo, y ciertas versiones de la vida que presentan un mundo sin cultura, sin memoria, sin devenir, como son los casos del positivismo y el cientificismo (i.e. la consideración -paradójicamente irracional- de que el único conocimiento válido es el de las ciencias físicas y naturales: que la única realidad es física y ésta es "objetiva"), así como de ciertas vueltas excesivas de tuerca al giro lingüístico (Rorty, 1967). Si solamente nos quedáramos con palabras y cosas, el mundo se reduciría a denominación de objetos y objetos nominados. Así pues, hacia arriba, se desarrolla una dimensión de la historia, y hacia abajo, una dimensión de los mitos: ambos tienen un quién-sabe-qué que no se reduce a palabras y cosas, o a hechos y descripciones, y que tampoco se reduce mutuamente. Éste, todo en conjunto, es el universo psicológico. La extensividad es la psique que pierde intensidad y gana materialidad; Bergson (1888) diría que la duración se espacializa. Y por ello, ya no será ese arrebato místico de la creación, no absorberá al sujeto, y el sujeto, o sea, uno mismo, podrá guardar cierta distancia no desdeñable hasta que, de repente, en un momento imprevisto, encuentre algo, el significado de una etimología como dice Borges, un recuerdo inédito, una mariposa en la primavera o un sueño atávico, y con una sonrisa se deje transportar por su hallazgo: es como si la realidad se concentrara debido a la atención de alguien en ella, hasta hacerse tan intensa que de pronto hiciera luz, se iluminara. El hecho de que esto suceda, y sucede a cada rato, significa que las extensiones de la psique, que el lenguaje, la historia, las cosas y los mitos comportan la misma estructura o forma que la psique que las genera, es decir, que son análogas e isomorfas, razón por la cual es posible hablar de la psique a partir de sus extensiones, cosa que Bergson refutaría, porque nunca aceptó que en el espacio pudiera, de cuando en vez, relampaguear la duración. El espacio del que habla

19 exclusivamente Bergson es lineal y sucesivo, "zenónico", como si nunca se le hubiera ocurrido uno tridimensional y simultáneo, que es, casualmente, el que todos habitamos, excepto él.

Lenguaje, Palabras, Lógica, Discurso, Etcétera. No tiene ningún caso hacer una versión lingüística o semiótica del lenguaje, sino una versión psíquica. Comoquiera, el lenguaje es el principal modo que tiene la conciencia de fijarse, de estabilizarse, para durar más de lo que dura su aparición: es la manera en que puede extenderse la experiencia. El lenguaje es posterior a la psique toda vez que siempre se habla de algo que ya sucedió, de un acontecimiento pasado; es pues, una "posterioridad". Sobre lo que está sucediendo el lenguaje se tiene que quedar callado hasta que termine, incluso aunque a veces lo que "está sucediendo" es lenguaje, es un discurso, pero para poder hablar sobre él, tiene primero que terminar: no se puede hablar sobre lo que se está hablando al mismo tiempo. Por ello da la impresión de que la realidad es previa al lenguaje, existe antes que él, lo cual en rigor, no es cierto. En todo caso, la psique sitúa al lenguaje en un momento posterior a ella. El lenguaje, ya sea hablado o escrito, no puede presentarse instantáneamente como la psique, sino que tiene que desenrollarse sobre el espacio y extenderse sobre el tiempo. Es por ello que aparece como una línea, como un discurso, algo que transcurre, como una serie de palabras que se van formando en fila una después de otra, como por ejemplo los renglones de este texto, en un orden determinado, de izquierda a derecha, como una lógica, que es la regla de secuencia de las palabras para que verdaderamente puedan decir algo, primero sujeto, luego verbo, luego complementos, directo, indirecto, de tiempo, modo, lugar, concatenados mediante ciertos conectores como las conjunciones y las preposiciones, y así sucesivamente, o

20 sea, en sucesión. Si el discurso no es tan fluido, tan lógicamente conectado, entonces se hacen listas, enumeraciones, incisos, ordenados bajo alguna jerarquía, ya sea cronológica, de mayor a menor, de inclusividad, de subordinación, por orden alfabético, etc. Esta es la versión material del lenguaje: hablar lleva tiempo y escribir toma espacio. Y quien habla o escribe demasiado quita tiempo y espacio a los demás: forma parte de la ética el imperativo de no hacerlo. Pero a medida que el lenguaje produce cadenas discursivas de palabras, va produciendo sin pretenderlo un cúmulo de pausas, de comas y punto y comas, de saltos de la lógica, de suspiros, de titubeos, trastabilleos, tartamudeos, balbuceos, de omisiones: en suma, va produciendo silencio, es decir, algo que entre lo que se dice quedó no dicho exactamente. El silencio es lo que no se dice de lo que se dice. Y tiene razón Octavio Paz cuando define a la poesía como un órgano verbal productor de silencios; estos silencios son la versión psíquica del lenguaje. Aparte de los silencios entre palabra y palabra y oración y oración, y de los silencios de los puntos suspensivos que dejan sin terminar la frase o que irrumpen en mitad de un enunciado, el silencio del lenguaje se abre también, como hueco, como ausencia, como abismo, en las ubicuas contradicciones e incompatibilidades que hay dentro del discurso, en las faltas a la lógica, que como mostró el positivismo lógico, son puntualmente infaltables, y se vuelve a abrir en los tropos del lenguaje, esto es, en las utilizaciones de palabras con sentidos distintos a los sancionados y establecidos, como en el caso de las metáforas y las ironías, y se sigue abriendo en las etimologías, en el ritmo o cadencia que adquiere un cierto discurso, en la métrica y en la rima, en los altibajos de la secuencia, etc. Todos estos silencios estropean la linearidad de la lógica, como si hubiera un cortocircuito en la conducción de las palabras, con chispazo típico y sobresalto y todo, y como si así el lenguaje se refundiera en una imagen sin tiempo ni espacio. Los silencios rebobinan el hilo del discurso; lo vuelven a hacer ovillo. En efecto, los

21 silencios vuelve a anudar la secuencialidad del lenguaje en una suerte de lío en el cual el equivalente -indecible- de muchas palabras ocupa un mismo lugar y un mismo tiempo. Con ello, hay apariciones, pequeñas o grandes, de la psique. En esto radica el encanto de la conversación, el gusto de la gente por hablar, la fascinación de la escritura, y no en la transmisión de mensajes: se emprende deliberadamente una secuencia lógica para que inopinadamente se tropiece y aparezcan entonces sorpresas, visiones, milagros; para que un simple hablante admire de tanto en tanto y por flashazos a la realidad en su momento fundacional y fundamental. Los tropos y demás figuras de la gramática se realizan con el fin de aproximarse más a lo que realmente se quiere decir, por lo que pueden considerarse un intento del lenguaje de nombrar, no sólo nombres, sino de nombrar a las cosas mismas a las que se refiere, de alcanzar con los nombres a los referentes. Éste es el viaje que el lenguaje emprende desde las palabras hasta las cosas. Y nunca llega. Nunca con palabras se podrá tocar la realidad de las cosas. Pero no importa, porque este viaje es, como la Ítaca de Cavafis, sólo un pretexto, toda vez que el destino genuino de las palabras es el silencio, su verdadera meta es ser sorprendidas de improviso por esa iluminación de la psique que se les atraviesa en mitad de su camino hacia las cosas de la realidad. El lenguaje nunca alcanzará a sus referentes, pero, a cambio, como por Serendipity, se topará con el fundamento de ambos entre otras cosas, de la vida, pues. Moraleja: quien va a Ítaca llega a Serendipity.

Naturaleza, Cosas, Afectos, Etcétera. A la dimensión de las cosas nunca llega el lenguaje. Las cosas siempre han estado allí, como esperando a ser descubiertas. O inventadas, porque la psique también construye lo que es previo a ella: estas cosas que son independientes de la conciencia

22 colectiva, social o individual, y que ya existían con antelación a ella, como por ejemplo, las piedras que siempre han estado ahí puestas, las calles que nos preexisten por varias generaciones, o una silla fuera de su lugar que cuando menos ya estaba ahí desde antes de que uno se tropezara por su culpa, o por su causa. Ciertamente, la psique construye sus propias causas, sus antecedentes, sus "anterioridades", para más tarde o temprano ir a descubrirlas enterándose que existían de antemano. El mundo de las causas y de las cosas es como América, el "nuevo" continente que siempre ha estado ahí, quieto y aguardando oculto en el océano. La categoría de lo extenso, de res extensa, se formuló expresamente para referirse a esta dimensión de la realidad: es obvio que las piedras, las calles y las sillas ocupan un lugar y duran un tiempo, aunque es cierto que a medida que se sofistica la extensión resulta más delicado medir sus magnitudes, como en el caso de los impulsos nerviosos, los positrones o los agujeros negros, por lo cual a veces se hace difícil caracterizarlos como "cosas" tangibles y se hace más fácil caracterizarlos como "objetos", es decir, como "algo" que se interpone y señala una interrupción de la nada. Así, a las cosas de medición dificultosa suele llamárseles objetos: objeto de atención, objeto de burla, objeto de deseo, etc.; "objeto" es lo que objeta, lo que pone objeciones, como un obstáculo al paso, como un estorbo en el panorama, como un primer plano, como una interrupción, como una duda, como un misterio. Si a la psique se le ha denominado "objeto", no es porque ella lo sea en sí misma, sino porque aparece como objeto de reflexión, de estudio, y si se quiere, sin menoscabo, como cosa de difícil medición. Y en efecto, cualquier cosa puede aparecer en la dirección de la extensión: las cosas de la naturaleza como los árboles y los planetas, las cosas de la psicología como la inteligencia de Binet, la conducta de Watson o los reflejos de Pavlov, las cosas de la manufactura como las licuadoras o las bicicletas. De hecho, Descartes fue el primero que empezó a poner a las sensaciones y los sentimientos en el territorio de la res extensa (Cfr. Abbagnano, 1961). El lenguaje

23 mismo también puede aparecer como cosa, por ejemplo como libro o como objeto de estudio de la lingüística. Este trabajo es, también por ejemplo, un objeto, es decir, tratable como referente, como realidad. De un sinnúmero de cosas se suele saber su nombre ("mesa"), descripción ("superficie lisa para poner cosas"), medidas ("1.75 x .90 mts."), relaciones ("está en la esquina y viene con una silla"), funciones ("es un escritorio"), composición ("madera de pino laqueada"), pero con todo ello, en rigor se sabe aproximadamente su localización en la dimensión de los objetos, sus coordenadas, pero no su contenido, por ejemplo: qué se siente ser mesa, cómo se oye ser mesa, qué es ser una mesa. Eso sólo las mesas lo saben. Lo que se sabe de las cosas es solamente lo que el lenguaje le ha arrancado, que por lo común son sus nimiedades, pero las cosas son en esencia lo que nunca se va a poder decir de ellas. Las cosas son aquella parte de la realidad que no puede ser alcanzada por el lenguaje: es lo que se le escapa al nombre, a la descripción y a todo lo demás, y lo que no tiene nombre ni nada de lo demás; es por decirlo así, la interioridad o la intimidad de las cosas. Las mesas son cosas que en rigor a nadie le preocupan mucho, pero objetos tales como el arte, el amor o el infinito, en cambio, sí. Las cosas son la dimensión del secreto, porque las cosas no se dicen, sino solamente se habla sobre, en torno a, acerca de, ellas. Si las cosas se pudieran decir, entonces no pertenecerían a este apartado, sino al del lenguaje. En efecto, lo que se sabe y se dice de las cosas no pertenece a su dimensión, sino a la del lenguaje, y en sentido estricto, nunca podrá saberse si eso que se dice pertenece realmente a las cosas de las que se habla. Ello implica que siempre que se habla de los objetos, de los referentes, no se habla de ellos, sino solamente se habla del lenguaje mismo. Las cosas coinciden con las palabras sólo en la medida en que el secreto coincide con el silencio. La coincidencia del secreto con el silencio es otra manera de manifestar que se ha aparecido la psique.

24 La dimensión de la realidad física, de la naturaleza, de la manufactura, de la biología, de la artesanía, de la neurología, etc., pertenece al universo psíquico, pero no a su conocimiento lingüístico. Por ello se presenta como un secreto, o sea, algo real, que se mueve, que actúa, que causa, que determina, que afecta, pero que no tiene nombre. Es aproximadamente lo que de otro modo se le ha denominado inconsciente, dentro del cual se encuentran, según se sabe, las vicisitudes del cuerpo, como el arribo de la edad, el advenimiento de un cáncer, los actos del lóbulo occipital, las tareas de un área de Broca, y que en suma pueden denominarse afectos precisamente porque afectan, es decir, porque brotan sus resultados sin que se sepa qué los arrojó. Pero no hay nada, excepto Freud, que obligue a que lo inconsciente, el secreto y los afectos, se encuentren exclusivamente en el interior del cuerpo humano, ya que, si de verdad es inconsciente, nadie tiene por qué saber por dónde anda y por lo tanto puede estar en cualquier parte, causando afectos, y en efecto, aquella realidad psíquica que actúa sin nuestro consentimiento es, ciertamente la entraña corporal, pero es también el resto de la vida, por ejemplo, la historia, las tradiciones, el poder, las costumbres, pero también la fuerza de gravedad, las etapas de la evolución, la formación de las galaxias, etc.: todo lo que se quiera, porque el inconsciente es todo menos lo que sabemos. Para Durkheim (1898) era, por supuesto, la sociedad; para Leibniz (1714) era el universo. Dios también cabe en este párrafo. Y todo esto hace pensar que, para ser extensa, la res es bastante cogitans. Lo más seguro es que Descartes no lo había pensado así, pero en todo caso, de lo que se trata es de Descartesianizar la realidad, y como sea, forman parte de la dimensión objetiva, cósica, de la realidad: a) la naturaleza, los físico, químico y biológico; b) el cuerpo: los órganos, sus funciones y sus afectos; y c) los artefactos: todos los objetos de manufactura humana, incluyendo los objetos de arte y los objetos conceptuales aunque éstos no sean "manufactura" sino "ideofactura". Esta clasificación no es lógica, y es que es psíquica. El descubrimiento de cualquiera de

25 estos objetos, en rigor, no puede darse por la vía lingüística, ya que no es un asunto de lenguaje, no es cosa de palabras, sino de intuición, "insight", iluminación, vislumbre. No hay distinción muy tajante entre objetos descubiertos e inventados; en todo caso, todo conocimiento de ellos, toda teoría sobre ellos, empieza de esta manera. La mecánica universal, los saltos cuánticos, el inconsciente freudiano, la curvatura del espacio, la estructura del ADN, la evolución de las especies, el Big Bang, las mónadas, los fractales, el caos, la duración de Bergson, el magnetismo de Mesmer, el teorema de Pitágoras, la redondez de la Tierra, etc., aparecen como imágenes, como formas, como significados puros, certezas que no requieren verificación, y ya luego, con trabajo y con oficio, se simbolizarán, se formularán, se formalizarán, se describirán, se sistematizarán, y algunos se convertirán en verificaciones que no requieren certeza. Cualquiera que haya hecho lo arriba mencionado sabe que lo que queda como teoría no se parece suficientemente a lo que se le apareció cuando gritó Eureka. Un dato insoslayable es que una gran cantidad de modelos de las ciencias físicas y naturales, de las ciencias aplicadas y de los inventos de artefactos presentan estadísticamente una enorme coincidencia entre los efectos obtenidos y las causas o cosas que suponen, en otras palabras, la realidad funciona como dicen las teorías que lo hace, que es lo que se llama leyes científicas. Un buen porcentaje de esto puede ser mera interpretación del lenguaje, esto es, que el lenguaje mismo fabricó el objeto, y por eso se le parece, como sería el caso de la afirmación de que la personalidad del adulto está determinada por la infancia, pero otras, como el hecho de que el avión en que va uno no se cae, es algo que hace sospechar que no se trata nada más de una interpretación o una creencia, sino de algo más que en efecto, guarda relación con la realidad física. Aunque se desconozca la intimidad de la naturaleza, se puede alcanzar un determinado control de ella, y se pueden proyectar en el papel aviones que sí vuelan. Ello debe implicar, no que el lenguaje ha develado el secreto de la naturaleza,

26 sino que ambas dimensiones tienen la suficiente similitud como para que lo que se conciba de un lado corresponda a lo que ocurre en el otro, y lo que ocurre de este lado se pueda nomenclaturar en el otro. Las permanentes pruebas, experimentaciones, verificaciones y replicaciones, son los palos de ciego, las apuestas, los intentos al azar, que pacientemente van registrando estas coincidencias entre la realidad y su descripción. La estadística y las leyes de probabilidad son una buena muestra de ello: no se sabe por qué el dado cae en seis; solamente se sabe que caerá así cada seis veces, lo cual se averiguó tirándolo millones de veces, aunque afortunadamente se puede verificar con sólo tirarlo miles de veces. La razón por la cual ambas dimensiones son similares, análogas, isomorfas, es porque son la creación, a imagen y semejanza, de la conciencia que las percató, de la psique que las hizo. El conocimiento de los objetos, en sentido estricto, pasa inexorablemente por el significado y por el sentimiento. Si no pasa por ahí, no es conocimiento, sino mera verificación. En esto insistió mucho Einstein, y en general los escritores no necesitan insistir. De tanto contemplar, manipular, jugar, o describir lingüísticamente los objetos, de tanto tratar de convertirse en ellos, el objeto se hace claro aunque indescripto, se muestra a condición de ser indescriptible. Pero el significado como condición del conocimiento no está hoy de moda, porque se ha sustituido por una modalidad perversa, a saber, la de la burocratización cognoscitiva que consiste en pasar del lenguaje a los objetos o viceversa sin pasar por su significado, de nomenclaturar cosas en algún código lingüístico, sin sentimiento alguno. Por ello el cientificismo contemporáneo no suele producir conocimiento, sino datos que se van acumulando con el fin de hacer progresar la ignorancia.

Historia, Mitos, Etcétera.

27 Si la historia es solamente un recuento de hechos acaecidos no deja de ser un asunto de palabras que hablan sobre objetos que nada más es historia porque los datos vienen en orden cronológico, una historia sin nadie dentro. Al contrario, la versión psíquica de la historia narra las persistencias y las transformaciones sucesivas de la psique, es decir, es una historia de los significados de la vida, o como lo han dicho los historiadores, aprovechando un término excluído de la psicología, una historia de las mentalidades, que no fortuitamente abreva de la psicología colectiva (Le Goff, s.f.), y que parece corresponder a la definición que hace Hegel de la psicología: "la narración de lo que le acontece al alma". La historia en versión psíquica es la narración de lo que en el curso de la vida de la sociedad no ha quedado enteramente dicho pero no ha quedado enteramente no dicho: los sentimientos, los valores, los principios, los modos de ser, las felicidades y las infelicidades. El asombro estático de Moonwatcher, el personaje protohomínido de A. C. Clark en su Odisea del Espacio, a quien de tanto mirar la luna de repente le entra humanidad y hominización por alguna parte, debe guardar alguna diferencia con el asombro de Joan Miró, 72,000 años después, al ver pintada la luna en alguno de sus cuadros. Ambos sonrieron y descubrieron algo por primera vez, pero cada primera vez es distinta de la precedente, e incluye, o recuerda, todas las primeras veces que le antecedieron. El origen se transforma, que es a lo que Gadamer, mutatis mutandis, llama historia efectual (1960). La misma luna ya no es la misma, porque ahora es la luna más su historia de todas las lunas, la de los herméticos medievales, la de los enamorados, la de las mujeres, la de Julio Verne, la de los astronautas, la de los cuernos, la de los lunares, la de queso y la de los lunáticos, que siempre están en la luna. La forma del asombro se transforma en el curso de la vida colectiva, social e individual, y crece y se supera y se complica y se sutiliza, y así, aunque cada sonrisa sea nueva y sea única, cada sonrisa, por así decir, sonríe todas las anteriores además de sonreírse ella misma; la de la Gioconda requirió los siglos de gestación de la

28 ternura para poder esgrafiarse, y algo le debe la sonrisa de Greta Garbo a aquélla. En suma, la psique tiene historia. La psique no se desarrolla por acumulación de hechos ni tampoco es secuencial, no sigue esa lógica, porque no es un lenguaje, sino una forma o significado, y por ende, no discurre, no se mueve discursivamente. La historia psíquica no es una línea, como la línea del progreso: más bien se mueve por apariciones, por saltos, por paquetes, como irrupciones, ya que ciertamente carece de componentes que se puedan ir sumando uno por uno. La psique, entonces, se transforma por gestalts (gestalten), es decir, como un todo, al cual, en el transcurso del tiempo, con los cambios diversos de la sociedad, los inventos, avances científicos, conflictos políticos, etc., se van agregando rasgos, detalles, tonos, que no le hacen nada, que no cambian en nada la forma de los sentimientos y de la conciencia, hasta que, repentinamente, de buenas a primeras, como colmo, como esa gota que derrama el vaso, un hecho nimio, un detalle intrascendente, hace que el todo cambie todo, que se aparezca otro modo de la conciencia, una idea, un sentimiento enteramente nuevo, asombroso y sin antecedentes. Es lo que en teoría estética se llamó "forma significativa". En la historia individual sucede de la misma manera, en donde ocurren ideas y sentimientos, que no se sabe que venían gestándose hasta que algún incidente hace que se desaten. Uno de los significados del término "significado" es precisamente el de la narración de su historia (Cfr. Bruner, 1990). Un acto, una tristeza, una imprudencia, cualquier cosa, tiene sentido y vale la pena por el solo hecho de que uno sea capaz de contar una historia al respecto, que permita saber -descurbir o inventar- cómo es que se llegó a hacer eso o estar así, y si la narración tiene éxito, se verá alguna sonrisa por allí. Pero narrar es más afín a novelar que a explicar, y ciertamente, se pueden relatar más de cuatro narraciones para cada caso, incluso contradictorias, pero igual de plausibles. Y es que la historia de la psique no es unívoca, donde algo sólo puede ser

29 eso y no otra cosa, sino, por el contrario, es múltiple: sucede varias veces a la vez, y se pueden contar más de cuatro historias correctas para cada cosa, para cada dato, de la misma manera que se puede encontrar más de una etimología para muchas palabras, e incluso se pueden colegir etimologías que no se le habían ocurrido ni a los mismos griegos. Así que la historia psíquica no tiene la obligación de ser verídica, sino, como decía Wundt, verosímil, esto es, que permita encontrar un significado, cualquier significado, al pasado, para que el presente también lo tenga. Después de todo, por antonomasia, no puede existir un significado que no sea verdadero. Tomando los lugares comunes, podría planearse una versión psíquica de la historia que narrara en los últimos mil años, primero, la aparición de las pasiones en la Edad media; segundo, la aparición de las ternuras (sutilezas, suavidades, misericordias, colores tenues, buenos modales, etc.) en algo así como el Renacimiento; tercero, la aparición de la sensatez en el siglo XVIII (la razón, el diálogo, el argumento, las libertades civiles, la ciencia, los siglos de oro de los idiomas, etc.); y cuarto, más difícil decirlo, hacia el siglo XX, la aparición de un estado colectivo de la psique marcado por la a-lógica, que es una nueva imagen de la vida que notoriamente incluye, en una gestalt inédita, los tres puntos anteriores sin que se parezca a ninguno de ellos. Esta a-lógica del siglo XXI

todavía no se

encuentra en el sentido común, ni mucho menos en el retroceso voluntario a la esoteria por parte de los grupos más asustados, ni en el "retroceso" a la tecnofilia, azuzado por la cibernética, aunque en realidad sea un sentimiento decimonónico sólo apto para estatuas de sal, pero, en cambio, se puede localizar en el arte (el arte abstracto sobre todo) y en la filosofía (Vgr. la hemenéutica), las ciencias duras (Vgr. la teoría cuántica) y las ciencias suaves (Vgr. la antidisciplinariedad del conocimiento). En la moda, en la música pop, en el diseño, en el lenguaje cotidiano, también hace sus esporádicas apariciones.

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Mitos, Etcétera. De la misma manera que la psique construye su propia historia, obviamente posterior al origen, igualmente construye una antehistoria, la cual relata, no cómo se desarrolla la vida a partir del principio, sino lo que sucede antes, lo que da origen al origen, es decir, el mito, a falta de mejor término, ya que en su versión psíquica no se refiere a leyendas estilo Perseo ni Perséfone, estilo Robin Hood ni Rey Arturo, Estilo Buffalo Bill ni Supermán, estilo Quetzalcoatl ni Zapata. Se refiere, en cambio, a todo ese saber que no parece conocimiento, sino que parece más bien una precondición de conocimiento, un apriori, diría Kant, que siempre ha existido y que se utiliza más bien para elaborar el resto del conocimiento, no importa de qué tipo. Este conocimiento muestra una visión de la realidad genuinamente mítica, completamente legendaria, en la cual vivimos y sobre la cual nos orientamos, y que siempre es actual, porque mito que no es vigente no es mito. Se ha utilizado como ejemplo de la psique a este mismo texto: este texto es lenguaje, este texto es cosa, y este texto es historia aunque el ejemplo no se haya dado. Pues bien, también, este texto es mito. Si se reproduce el esquema que graficaba a la psique y sus extensiones, se podrán marcar una serie de obviedades:

arriba

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1

2 centro

izquierda

derecha 3

4 abajo

Parece una cruz. La psique está en el centro. Tiene cuatro flechitas que apuntan en cuatro direcciones. Hay izquierda y derecha, arriba y abajo. Todo esto no es correcto ni incorrecto, sino más bien casi tonto, ni siquiera vale la pena, no es para nada una explicación sino meramente un recurso, por lo demás nada novedoso, para explicar otra cosa: Ése es exactamente el mito, un mundo previo y obvio sobre el cual se asienta cualquier otra realidad e incluso todas las demás realidades, y es inocente pero no innocuo. El centro, como sabía Eliade, es siempre el punto del origen del universo y de la sociedad, el lugar donde se concentra o condensa toda la realidad sin perder su esencia, y que a la fecha sigue jugando ese papel, a juzgar por su recurrencia en el lenguaje cotidiano: "centro de atracción, centro de mesa, problema central, etc.". La derecha, que es la diestra (vs. la siniestra), la experta, la hábil, también es la dirección en que se avanza, porque, curiosamente, su etimología proviene de "directo" y de "dirigir", y por eso las líneas rectas, que llegan más pronto, están "derechas". Por eso, por ejemplo, la escritura occidental va hacia la derecha, y hace pensar que otras culturas tienen una geografía simbólica distinta; la derecha política siempre se ha creído dueña de estas virtudes, y por eso se llama así. Debe haber parecido natural hasta el grado de no advertirlo, que el lenguaje se colocara en el esquema a la

32 derecha, pero es el lugar que le corresponde, toda vez que se concibe como un discurso que se desarrolla, que avanza, que prosigue, y asimismo que controla y estabiliza al resto de la realidad. La izquierda, por el contrario, es zurda, inhábil, torpe; en lenguaje cinematográfico elemental, lo que se mueve hacia la izquierda es lo que se va de la escena, y en general, es lo que va en reversa, porque la circulación es para el otro lado; camina, pues, a contramano, no avanza hacia el futuro, sino que regresa al pasado, a lo primitivo, a lo incivilizado, a lo desconocido y a lo oscuro; por eso lo malo es izquierdo, esto es, es "siniestro". Vuelve a ser curioso que, etimológicamente, el término no sea ni greco ni latino, sino vasco y céltico, y además, quiera decir "torcido" (Esku, mano, y Kerros, propiamente, torcido; a la mano izquierda, coloquialmente se le dice la "chueca"), y que haya sido importada al castellano para suplir a una palabra que no debía pronunciarse porque era de mal agüero (Cfr. Corominas, 1973), lo cual quiere decir que no importa con qué palabra se diga, siempre lo izquierdo es tenebroso, y hace pensar que la izquierda política fue bautizada por la derecha. La dimensión de las cosas, que fue calificada de secreta y oscura, se aviene bien a la mítica de la izquierda. Arriba es la otra dirección positiva, porque lo alto es el lugar donde se ponen las virtudes y los ideales, y la mirada, y por eso es preciado aquí todo lo que se eleva, como las aves, las nubes, las escaleras. La aspiración a las alturas se puede advertir desde el bipedalismo hasta el Empire State pasando por el Zigurat de Ur; a la par que el proceso y la técnica se sube en el vector de la derecha, el proceso de civilización y de cultura se elevan, nos levantan por encima de las demás criaturas, nos "enaltecen", según esto: una historia del arte, de la cultura, de la mente, de lo "psi", se coloca naturalmente aquí; la conciencia, la sabiduría, la santidad, siempre se les pone por los cielos. Nótese que lo alto y la derecha siempre son posterioridades, que están después y a lo que hay que llegar: metas, objetivos, utopías, etc. La izquierda y lo bajo son anterioridades, de donde se viene. Por lo que toca a lo bajo, ésta es la dirección en

33 que queda el infierno y el inconsciente, los instintos y las maldades, y el Titanic, pero asimismo, los tesoros ocultos y los conocimientos olvidados, como los de los sueños; hacia allá se hunden las raíces, de allá vinimos, o más bien, "surgimos", "emergemos", como agua de manantial. Por eso los abismos o el fondo marino son una mezcla de pánico y fascinación. Los objetos que tienen o tendrán más tiempo, alcanzan este sitio, se "hunden" en el tiempo, o son "profundos", como por ejemplo los sentimientos más profundos o lo que hay en lo profundo de cada uno: "profundizar" indica que se pretende llegar a eso, se trate de recuerdo, de pensamiento, de sentimiento. Por lo mismo, es el lugar de lo ancestral, de lo atávico, no en el sentido peyorativo de primitivismo o barbarie, sino de inmemorial: es algo así como el pretérito de "siempre". Es decir, lo mítico. Ciertamente, hay dentro de la cultura una suerte de geografía mítica, de extensión legendaria en donde el tiempo y el espacio tienen un ordenamiento distinto al de la geografía física, y no obstante insospechadamente recurrente en el lenguaje cotidiano, en la señalizaciones viales, en la arquitectura, en las artes, en la sociología, la política, la literatura o el buen gusto, mediante la cual la gente se ubica y se mueve de manera automática, toda vez que se trata más que nada de un pre-conocimiento tan totalmente evidente que solamente se ejerce y nunca se dice ni se cuestiona ni se advierte. Podría decirse que es la estructura misma del pensamiento, el mapa o la traza por donde se mueve la conciencia. El esquema de la psique quedó seccionado sin querer en cuadrantes, a partir de lo cual se pueden agregar otros aprioris de la cultura a la extensión mítica, como, en efecto, los números 1, 2, 3 y 4: cuatro, los puntos cardinales, las estaciones del año, las "cuatro verdades" con las que las abuelas solían amenazar pero que se llevaron a la tumba, así como los cuadriláteros. Tres ha sido, desde Pitágoras, el número perfecto, el de la sociedad ("tres hacen una sociedad", decían los latinos), el de la santísima trinidad, el de la semiótica de Peirce, y es la cifra preferida de todos los

34 cuentos de hadas. Dos: la dualidad, presente en toda la cultura occidental y aquélla que le sirvió a Descartes para fundar la modernidad; de hecho la dualidad es una de nuestras más monumentales invisibilidades, ya que el mismo idioma está hecho en pares: derecha-izquierda, alto-bajo, etc. Uno, la unidad, Dios por ejemplo, la perfección por ejemplo, el origen por ejemplo, el centro mismo por ejemplo, y por ejemplo también, uno mismo es "uno", que como el mismo numerito lo indica, está de pie, "derecho" y "alto". Y puede notarse que el cuadrante mítico es una exacta geografía del cuerpo humano, como si tal conocimiento hubiera aparecido con él. Esta numeratividad mítica es el origen de la cábala, aquella idea medieval de que el universo está todo numerado, y sólo bastaría con averiguar sus números para conocer sus secretos, para lo cual debe emplearse el método de especular con los números, hasta que en una de ésas, aparezca el nombre de Dios: el del Diablo ya se sabe, quién sabe cómo pero es 666; así hay otros números cabalísticos o míticos: 7 como los pecados capitales o 13 como los invitados a una cena. Otros mitos sobre los que se apoya el pensamiento cotidiano y también científico que se pueden mencionar son, específicamente, el del "océano primordial", la masa acuática e informe de donde surge el mundo y el universo, que ha estado presente en todas las cosmogonías antiguas, y también en la del siglo que entra, mejor conocida como la teoría del Big Bang; de este mito se deriva otro igualmente socorrido, que es el del eterno retorno, según el cual todo acaba por repetirse, por volver a su punto de origen (el Big Crush), y que se encuentra, a pesar de la idea contemporánea del progreso lineal y ascendente, en el calendario circular que se utiliza para planear ese progreso: otra vez enero, otra vez lunes, otra vez las seis de la mañana, por fin el fin de siglo, de nuevo el nuevo milenio. Y probablemente el mejor mito de todos sea la luz como gesto de la fundación, la creación, el descubrimiento, la invención y la maravilla, que es la cosa que mejor se ve cuando se ilumina la cara con una sonrisa. La luz es el color de la psique.

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Etcétera, la Psique. Pero nadie anda todo el tiempo de éxtasis en éxtasis, de milagro en milagro, de descubrimiento en invención y de maravilla en asombro: sería una enfermedad terrible e imposible: dolería la sonrisa. Las apariciones susodichas de la psique son más bien esporádicas y eventuales. Y sin embargo, efectivamente, debe admitirse en cambio que conciencia, significado, etc., hay todo el tiempo: la vida normal, de diario, fluye en una suerte de conciencia que implica meramente el darse cuenta de las cosas, estar despierto, saber lo que sucede, actuar con cierta habilidad, y el mundo tiene significado de igual manera, uno sabe qué significan las palabras, los gestos, las nubes negras, etc., y asimismo, solemos atestiguar muchas más sonrisas que milagros. En efecto, se habla se conciencia, significado, mente, imagen, conocimiento, click, etcétera, pero no en su sentido fuerte, sino en uno mas atenuado, débil. Hay algo así como una psique de baja intensidad que es con la que se percibe, se simpatiza, se interactua, en términos ordinarios, no extraordinarios: son las situaciones psicológicas propias de la cultura cotidiana. Estas situaciones, o atmósferas, o campos, como los llamó Lewin, o "cuadros", o escenas, están compuestos por el sinfín de relaciones establecidas entre y al interior del lenguaje, la historia, las cosas y los mitos, y constituyen una psique desintensificada, más extensa que intensa, pero que debe entenderse justamente como la extensión de un momento psíquico intenso, el cual, en otro momento nunca predecible, puede reaparecer, reinaugurarse y refundar una vez más por vez primera, la intensidad de la creación, del descubrimiento y de la invención, en cualquier parte, en una lectura, una conversación, una actividad política, etc., en donde, de repente, todo confabula o todo se concilia en un punto, en un vértice, diría Davidson (1980), que prescinde de todos

36 sus antecedentes, esto es, que carece de causas, y hace aparecer la maravilla de lo insólito. Ciertamente, cuando se está contando un chiste, en el procedimiento de la narración hay conciencia de lo que se está contando, se entienden los significados del idioma, se va dibujando una imagen de la trama, e, incluso, hay sonrisas amables de parte de los oyentes y sonrisas propiciatorias de parte del narrador: esa es la psique tenue; pero en un momento dado, esta narración se anuda o se concentra de tal manera que salta lo otro, el chiste del chiste, que hace que todo lo anterior salga sobrando, carezca de secuencia, se corte, y aparezca algo enteramente nuevo, un nuevo significado, la conciencia de otra cosa, etc., y una sonrisa que es otra sonrisa que la que se venía sosteniendo anteriormente. El problema con las psicologías contemporáneas es que conciben como su única realidad y su único objeto esta psique de baja intensidad, y la tematizan y retematizan cada vez más repetitivamente, cada vez más acartonadamente, desintensificándola hasta el aburrimiento, y jurando por las ciencias que esa y así es la única realidad que existe. El papel teórico de la psicología colectiva es plantear el argumento de la creación y la refundación de la sociedad. No se pueden planear las creaciones a voluntad, pero sí se puede desacartonar las posibilidades de la realidad, sabotear los aburrimientos.

*** Bocetar una psicología a partir de una psicología colectiva, o más extremadamente, una psicología desde fuera de la psicología, puede provocar la pregunta de para qué sirve todo esto. Dadas las circunstancias actuales, no se ve mucho para qué. Pero las circunstancias actuales tampoco las tienen todas consigo. La psicología actual se preocupa, a veces en verdad y a veces en ficción, a mejorar la calidad de vida de un número de gentes, por ejemplo, alcohólicos, niños

37 con problemas de aprendizaje, autistas, personas que dieron positivo en el análisis del VHI, infelices, neuróticos, políticos que necesitan votos, fumadores, insomnes, publicistas que se anuncian por televisión, desolados, desconsolados, parejas en vías de ruptura y familias en vías de derrumbe, industriales que contratan obreros, decoradores de interiores que diseñan ambientes preciosos, ancianos solitarios, víctimas de violaciones y otras violencias, etcétera. El campo de la terapia es amplio. Este trabajo no puede presumir de nada de esto: toda la psique no suma una terapia. Pero todas las terapias no suman una sociedad mejor, aunque tal sea su propaganda: aumentan las terapias de alcoholismo, pero aumenta el número de alcohólicos que hacen aumentar las terapias de alcoholismo, y así sucesivamente. Suena muy ingenuo creer que llegará el día en que, entre prevención y redención, los psicólogos logren acabar con los alcohólicos, los deprimidos, los descontentos, los asustados y los compradores compulsivos; parece menos ingenuo suponer que la psicología académica está más bien satisfecha con la vida y la sociedad tal como están, y que su único encargo es, como dijeron Horkheimer y Adorno, corregir desperfectos, arreglar las descomposturas de una máquina con la que se está contento, e incluso cada vez más contento, porque cada vez hay más desperfectos que arreglar, esto es, hay buenas perspectivas de trabajo e ingresos económicos. Los psicólogos se parecen cada día más a los dentistas a los que jamás se les ocurriría descubrir una vacuna contra la caries, o a los fabricantes de llantas que nunca fabricarán llantas indestructibles. El psicólogo sería infeliz sin infelices. Hoy en día, la preocupación central de la psicología académica es obtener clientes, ya sea niños con problemas de aprendizaje o neuróticos que necesitan estar sanos para su cita del viernes por la noche. Y en efecto, en las circunstancias actuales, la psicología establecida es una disciplina exitosa que promete para el siglo que entra muchos psicólogos, muchos clientes, suficiente dinero y bastante infelicidad. Por

38 todo ello, las universidades se han vuelto escuelas técnicas de capacitación para el trabajo. Una psicología indisciplinada que en estas circunstancias se pregunta por la psique no sirve para nada de eso. Sirve, acaso, para empezar a decir que no. Quizá con eso basta, y esto solo a lo mejor es suficientemente terapéutico, como resultan ser los chistes, las obras de arte, las invenciones, los descubrimientos y las sonrisas. En cualquier caso, y en resumen, el planteamiento de una psicología indisciplinaria consiste en elaborar teóricamente una versión de la realidad psíquica en donde se haga imposible separar el pensamiento de las cosas y las cosas de la cultura y la cultura de la imaginación, de modo que la vida toda tenga psique, es decir, sentido, significado. El planteamiento es la elaboración de una psique que sea del tamaño de la sociedad, donde cabe todo, hasta esas psicologías empequeñecidas que no alcanzan a ver más allá de su propio éxito.

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