Hace Falta Un Muchacho de Arturo Cuyas.

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL “EDUCAR PARA TRASFORMAR” LICENCIATURA EN PEDAGOGÍA Tercer Semestre PROGRAMA DE ESTUDIO

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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL “EDUCAR PARA TRASFORMAR”

LICENCIATURA EN PEDAGOGÍA Tercer Semestre

PROGRAMA DE ESTUDIOS

PSICOLOGÍA SOCIAL: GRUPOS Y APRENDIZAJE. PROFESOR(A)

PHD. HERNÁNDEZ AMADOR RAQUEL ELABORÓ:

Lenin Martí González Molina

TRABAJO

Reseña crítica sobre el libro “Hace falta un muchacho” de Arturo Cuyas.

Hace falta un muchacho. Arturo Cuyas “Vamos a hacer patria” La comprensión de esta lectura, ferviente en su contenido y ausente en su hecho, me remonta a compararla en su esencia con El Príncipe de Maquiavelo, puesto que ambos comparten la idea de hacer de su obra una especie de instructivo de vida; este libro, como guía de motivación, superación personal, adiestramiento mental, instrucción hacia el porvenir, consejos sobre las diversas áreas de la vida (escuela, trabajo, casa, iglesia, etc.), y la otra obra –de Maquiavelo- como instructivo para conservar y obtener poder. Hace falta un muchacho, es un método o instructivo de vida que narra las formas en las que un verdadero hombre debe vivir, y la transición para convertirse en un hombre. Y ese proceso de niño a hombre o de joven a hombre, se basa –según una parte específica del libro- en el rol del maestro, y no simplemente un rol, sino un rol funcional y útil; la profesión de maestro es venerada pues atiende el cultivo de nuestra inteligencia con la misma solicitud que un jardinero cuida de sus plantas. Ahora bien, no se enfoca en gran medida la dispositivo del profesor como portador de saberes, sino más bien al don del hombre por sobre todas las especies. Me refiero al uso de la razón, al concretar juicios, desarrollar ideas y pensamientos, la capacidad de ver más allá de lo evidente, hablando en una forma más romántica. Arturo Cuyas, nos hace ver los niveles de transición para convertir al mono en hombre (haciendo énfasis a la obra de Engels, “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”), concibiendo al mono como el nivel más bajo del desarrollo humano, un simple vástago, y al hombre como fin último de evolución de la especie humana, la maduración total del ser humano. Siguiendo esta idea, entraríamos en una discusión; en un dilema, si nos preguntásemos sobre, si el ser humano debe ser necesariamente considerado un hombre como tal, en el sentido estricto del proceso de formación de la especie. Pero démosle un valor mínimo a la anterior premisa y enfoquémonos lo que representa el hombre como un “ideal” –como un conjunto de “todo” y “nada”- para Cuyas. Entonces pues, al hablar del hombre requeriríamos –en base al texto- de identificar las esferas de desarrollo para conocer transitoriamente la transformación de muchacho a hombre. Y entonces, abarcaríamos las siguientes etapas: 1)la instrucción, 2) la educación, 3) dispositivos de adquisición de conocimientos (libros, TIC, periódico, etcétera.), 4) abstracción de la esencia de los saberes (el estudio), 5) elección de un rol funcional (elección de profesión), 6) la socialización como medio de maduración (amigos, compañeros), 7) la ideología como práctica moral (religión), 8) la identidad en un todo (la patria), 9) la moral y la ética (civismo), 10) el trabajo espiritual (la voluntad), el comportamiento (el carácter), 11) los valores (la honradez), 12) el deber ser (los ideales) y

13) el trabajo. Las generaciones cambian, evolucionan, renuevan su pedagogía, reconfiguran sus ideales, cambian parámetros, revolucionan paradigmas. Y eso –como señala el autor- debe ser una motivación extra para dar esfuerzos adicionales, y por tanto, aspirar a los puestos importantes que ahora tienen los que serán ancianos más tarde. El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos –diría Pablo Milanés-. Entonces, probablemente entre líneas, ubicamos el concepto de competitividad como la antítesis de la idea central “la razón moral” de un hombre formado; si concebimos “Hace falta un muchacho” como un obra que inspira el uso de valores podría causar cierto desequilibrio en cuestión al dilema epistemológico que causa el empleo de la palabra competitividad. Pero bueno, no desviaré palabras para hacer algún debate sin ton ni son. Arturo Cuyas recalca mucho la idea del hombre como ser pensante, crítico, determinante y propositivo sin usar exactamente estas mismas palabras. Su sentido crítico del hombre tiene gran parecido al de José Ingenieros en su obra “El hombre mediocre”; pues este último reclama al hombre como un ser concebido como un ser basado en la razón, y cualquier otras concepción distinta la desecha radicalmente, ya que considera que el hombre a través del tiempo como ideal, como pensamiento, ha decaído, dejándole y desarrollando a través del tiempo el término mediocre. Ahora contemplaré la postura de José Ingenieros de su obra “El hombre mediocre” para complementar y aseverar la afirmación de Arturo Cuyas sobre su obra “Hace falta un muchacho”. El hombre no puede creer en una verdad que no comprenda; ni hay verdad, para el hombre, si previamente no la ha comprendido. El hombre sin fe es el hombre sin confianza, sin seguridad, sin personalidad. El mediocre es fanático y supersticioso. La mediocridad, en consecuencia, representa un enorme riesgo para la solidaridad y progreso humanos. En el verdadero hombre mediocre la cabeza es un simple adorno del cuerpo. “Puedo concebir un hombre sin manos, sin pies; llegaría hasta concebirlo sin cabeza, si la experiencia no me enseñara que por ella se piensa. Es el pensamiento lo que caracteriza al hombre; sin él no podemos concebirlo” (Pensées). La rutina es el hábito de renunciar a pensar. Los rutinarios razonan con la lógica de los demás. La mediocridad teme al digno y adora al lacayo. Si concebimos la obra de Arturo Cuyas como la tesis central sobre el hombre y su función psicosocial debemos también asumir que la obra de José Ingenieros en la antesala de un debate, se consideraría su antítesis. Puesto que dice todo lo que debemos de hacer pasar llegar a la mediocridad, mientras que Cuyas advierte en su obra lo que debemos seguir para evitar a la mediocridad. Sintetizando el análisis de la obra analizada, identificamos que este manual de adoctrinamiento humano es una vertiente activa de análisis y conjeturas que llevan al hombre, al individuo a pensar sobre su deber ser, deber hacer, deber conocer, y en un plano más profundo conlleva a una reflexión exhaustiva y existencialista del individuo, ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es mi fin? ¿Por qué tengo que ser? ¿A dónde tengo que ir? Etc.