Guerrilla Teoponte

LA GUERRILLA DE TEOPONTE La Guerrilla de Teoponte se inició un 18 de julio de 1970 con el ingreso de más de setenta comb

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LA GUERRILLA DE TEOPONTE La Guerrilla de Teoponte se inició un 18 de julio de 1970 con el ingreso de más de setenta combatientes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) a esta zona del norte del departamento de La Paz. Ingresaron después de hacer conocer a la sociedad boliviana una proclama en la que señalaban: “Volvimos a las Montañas”. Por su parte, los dirigentes universitarios que decidieron participar en la guerrilla hicieron conocer el documento “A LA JUVENTUD REVOLUCIONARIA DE BOLIVIA Y AMÉRICA”, en algunos de cuyos fragmentos, se dice: “Abandonamos la dirección del movimiento estudiantil universitario para incorporarnos como simples soldados del glorioso Ejército de Liberación Nacional, instrumento liberador que fundaron el CHE y el INTI y al cuál concurren combatientes de todos los sectores sociales y organizaciones políticas después de comprender que la única forma de ser consecuentes con la Revolución Boliviana es pasar por encima de las poses declarativas a la acción, es destruyendo los impedimentos del sectarismo político y asumiendo la responsabilidad y el honor de empuñar las armas que junto al CHE y al INTI dejaron muchos compañeros por la Liberación Nacional de nuestro pueblo. Hasta ahora el pueblo no ha contado con una organización política que canalice sus luchas, no existió partido político capaz de convertirse en vanguardia revolucionaria de la clase obrera” (Adolfo Quiroga Bonadona: Presidente CUB, Mario Suárez Moreno: Vicepresidente CUB, Hugo Rodríguez Román: Secretario de Vinculación, Horacio Rueda Peña: Secretario de Prensa, Norberto Rodríguez Silva: Presidente FUL de Trinidad, Carlos Suárez Coimbra: FUL Trinidad, Antonio Figueroa Guzmán: FUL Sucre, Juan José Saavedra: Comité central Revolucionario de la UMSA.

INTI INTI PEREDO (1937-1969) La boliviana Anna Elena Recacoechea, compañera de luchas y madre de su primer hijo, narra cómo lo capturaron, torturaron y asesinaron en la capital de su país natal. 'El Inti que yo conocí fue uno de los hombres más revolucionarios y más grandes que ha tenido la historia de Bolivia'. Así comienza el testimonio de Anna Elena Harvey de Recacoechea, en su casa del reparto capitalino de Bahía, en La Habana del Este, donde radica el Comité de Defensa de la Revolución que lleva el nombre del mítico guerrillero. 'Inti murió cuando estaba preparando la segunda guerrilla en las selvas de mi tierra boliviana. Yo fui

una de sus compañeras de lucha en el seno del Partido, y lo recuerdo con la misma claridad que cuando compartíamos una reunión, cumplíamos una tarea partidista, y sobre todo el amor que sentía por su hijo Peter Inti. El se entregó en cuerpo y alma a organizar un nuevo frente guerrillero, tal como había prometido, luego de la dolorosa muerte del Che. Claro, lo hizo en la más absoluta clandestinidad y eran muy pocos los que sabían dónde estaba cuando lo fueron a buscar'. Dice Anna que le dieron un cuartico pequeño, en la parte de afuera de la edificación donde se encontraba, exactamente en el número 584 de la calle Santa Cruz, entre Isaac Tamayo y Max Paredes, en La Paz. Han transcurrido desde entonces 41 años de un episodio que ha sido olvidado por las historias oficiales, pero que está vivo en la memoria de quienes sobrevivieron y hoy pueden brindarnos sus testimonios, así como en la de todos aquellos que compartieron la utopía socialista y de construcción del hombre nuevo, que fue el camino abierto por la lucha del Che Guevara en Ñancahuazú. La Guerrilla de Teoponte fue sin duda un hecho político inscrito en su tiempo, la década de los setenta, en la que en América Latina y distintas partes del mundo miles de jóvenes, hombres y mujeres, se rebelaron contra el sistema capitalista, el colonialismo y distintas formas de opresión y optaron por la lucha armada como única opción viable para transformar sus sociedades. Fue también un acontecimiento que dejó legados históricos para las generaciones futuras, como la radicalización sin precedentes de las clases medias en especial universitarios e intelectuales, la emergencia de sectores de la Iglesia Católica comprometidos con las demandas sociales populares, las relaciones de solidaridad entre distintos movimientos revolucionarios y, sobre todo, la articulación entre la teoría y la práctica revolucionarias. En Teoponte, como ocurrió con otros movimientos de liberación nacional y por la construcción del socialismo, la represión estatal y gubernamental fue implacable, la que se apoyó en la Doctrina de Seguridad Nacional impuesta después de estallada la Guerra Fría, así como en el abierto intervencionismo norteamericano que quería impedir a toda costa que la experiencia cubana sea reeditada. A lo largo de toda la década, mujeres y hombres de todas las edades cayeron bajo el accionar del terrorismo de estado, se sufrió la tortura, la desaparición forzosa, el asesinato y el exilio, así como el intento de borrar de la historia de nuestros pueblos la memoria de una generación que en muchos casos entregó su vida en pos de sus ideales. La guerrilla de Teoponte, compuesta por jóvenes vinculados con la dirigencia de la Confederación Universitaria Boliviana (CUB), de las Federaciones Universitarias Locales (FULES), así como por cristianos, miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) creado por el Che Guevara, campesinos y militantes revolucionarios de Chile, Argentina y Perú, y que contó con una activa “retaguardia” en la que las mujeres jugaron un papel central, se inscribe en ese momento heroico de la historia nacional y latinoamericana reciente.

Hace 40 años, un día como hoy 18 julio (1970), 67 jóvenes emprendieron marcha hacia las selvas del norte de La Paz, hacia la localidad de Teoponte, para continuar el ideal y la guerrilla liderada por Ernesto “Che” Guevara y que fue abortada en 1967, en Ñancahuazú. Pero estos ideales fueron aplacados en sólo 100 días por el Ejército, el hambre y las inclemencias de la naturaleza, durante el Gobierno de facto de Alfredo Ovando Candia, inscribiendo una de las historias más trágicas de Bolivia, poco recordada y aún no cerrada. La expedición de Teoponte duró casi tres meses, desde el 19 de julio hasta el 1 de noviembre de 1970. Fue diezmada por el hambre, las enfermedades raras contraídas en la selva por jóvenes citadinos, las delaciones campesinas y las naturales deserciones en un proyecto aislado del pueblo y del campesinado, sin ninguna perspectiva de éxito. El ejército boliviano asesinó a todos los rezagados por hambre y enfermedad y a los desertores que capturó vivos. Apoyados por Estados Unidos, enfrentaron a 67 combatientes jóvenes e inexpertos. A fines de octubre, por el golpe del general Juan José Torres que ordenó respetar la vida de los guerrilleros, se salvaron de morir los últimos nueve sobrevivientes, entre ellos tres de siete chilenos que fueron parte de la columna que Elmo Catalán contribuyó a formar, pero sin alcanzar a participar porque murió antes. El primer decreto de Salvador Allende, cuando asumió la Presidencia de Chile, el 4 de noviembre de 1970, fue para otorgar asilo político a los nueve sobrevivientes de Teoponte, entre ellos el jefe de la guerrilla, el médico Osvaldo Peredo. A cuatro décadas de ese suceso, al menos una veintena de los restos de los 67 jóvenes que no sobrevivieron a Teoponte, entre bolivianos, chilenos, argentinos y peruanos, están todavía desaparecidos. El pasado año se inició la búsqueda de los restos de los combatientes de esta guerrilla con el apoyo de expertos argentinos y bolivianos y la cooperación de Dinamarca. En septiembre del año pasado se hallaron los restos de nueve de ellos, de los cuales cuatro fueron identificados. En febrero pasado, los restos de Delfín Mérida Vargas, Eloy Mollo Mamani, Francisco Imaca Rivera y Rafael Dimaz Antezana Eguez, todos integrantes del desaparecido Ejército de Liberación Nacional (ELN), fueron devueltos a sus familiares. El actual Gobierno se ha comprometido a seguir adelante con la búsqueda hasta encontrar los cuerpos aún desaparecidos. Para el historiador Gustavo Rodríguez Ostria, quien con una investigación de seis años sobre la guerrilla de Teoponte, los mapas que halló y la memoria de los campesinos del lugar (los que están en su libro) contribuyó a la localización de los restos de los jóvenes guerrilleros, considera que el hallazgo y la exhumación de esos restos, 40 años después, no sólo reabre lo que fue este episodio para su esclarecimiento, sino que reconoce el derecho de los familiares a saber cuál fue el destino de su familiar, dónde esta enterrado y luego darle una sepultura.

“Cada segundo de los seis años que me llevó la investigación considero que valieron la pena por ese momento del reencuentro de esas familias, después de 40 años de espera e incertidumbre, así sean con los restos de sus seres queridos”, expresó Rodríguez, al recordar las palabras de despedida y el llanto de los hijos en el entierro de Francisco Imaca, dirigente de la central campesina del Morro, cuyos restos fueron hallados en Teoponte. “Creo que hallar los restos es una instancia de reparación del daño, más allá de las circunstancias de la muerte. El ciclo de la muerte sólo se cierra con el entierro, que es una especie de conjura, de despedida. Y mientras eso no suceda, las familias viven como en un limbo, en situación de desesperación. Saben y están conscientes de que murieron hace 40 años, pero no terminan de asumirlo mientras no se produzca el encuentro con sus restos y puedan despedirlo, rezarle o hablarle”, manifestó Rodríguez. UNA LUCHA QUE NO IMPACTÓ Para el historiador Gustavo Rodríguez, la guerrilla de Teoponte no tuvo el impacto ni la trascendencia de la guerrilla encabezada por el “Che” Guevara años antes, pese a ser una continuación de la misma y que se convirtió en su final, porque la figura del “Che” era ya emblemática antes de venir a Bolivia y lo fue aún más, después, por las características de su muerte. “En caso de Teoponte, pese a que sucedió exactamente lo mismo, quizá por su naturaleza más local, su rápido desbande, el hecho que hubiesen sido jóvenes sin muchos vínculos externos contribuyó a su rápido desgaste y a su salida de escena. Además que después de Teoponte la lucha política adquirió otros caminos y otras características. No fue ya por la vía de lucha armada, sino la clase media, el MIR, el Partido Socialista-1 recogen esa experiencia y comienzan a trabajar en la organización de partidos, y eso les lleva a transitar por un camino diverso”, Agregó que estas organizaciones políticas no se reconocen en las experiencias de Teoponte, sino contrariamente intentan alejarse de esa experiencia que “la ven complicada, sin posibilidad de éxito”. Por tanto, esas organizaciones post 70, incluso en la dictadura de Hugo Banzer (1971) y luego en la de Luis García Meza (1980), “no acudirán al expediente de la lucha aislada del monte, sino a la organización sindical a partir de las masas.