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\ EL SOBERANO Y SU REINO Reflexiones sobre fa genesis del ciudadano en America Latina FRAN\:OIS-XAVIER GUERRA* E /

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EL SOBERANO Y SU REINO

Reflexiones sobre fa genesis del ciudadano en America Latina FRAN\:OIS-XAVIER GUERRA*

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son dos de las mayores novedades del mundo moderno, dos figuras fntimamente ligadas con la so­ berania en el mundo latino. Ambos se constituyen en relacion 0 en oposicion al monarca absoluto: la nadon, C01110 soberanfa colectiva que reemplaza la del rey; el ciudadano, como el componente elemen­ tal de este nuevo soberano. De ahl el tftulo de nuestro ensayo. Pero ni L1na ni otro son realidades simples que se puedan captar de manera unlvoca, sino conceptos complejos con atributos m(tltiples -y a veces contradictorios- que cambian segdn los momentos y lugares. Por eso, para estudiar al ciudadano hay que colocarse en un doble registro: el cultural, para descifrar esta figura compleja, y el historico, para asistir a su genesis ya sus avatares. Del ciudadano podrfamos decir 10 que Tertuliano deda del cristiano: no nace, se hace. Ser y sentirse ciu­ dadano no es algo "natural", sino el resultado de un proceso cultural en la historia personal de cada uno y en la colectiva de una sociedad. Analizar aSl al ciudadano es abordar de otra manera el problema de la democracia, no como una cuesti6n institucional 0 sociologica en la que la historia no representa mas que un tel6n de fonda para dar co­ lrido a la escena, sino como un elemento esendal de inteligibilidad. EI ciudadano, la nacion, las elecciones, el regimen representativo, la igualdad ante la ley, los derechos del hombre y muchos otros elemen­ tos constitutivos de nuestros modelos politicos actuales son realidades (0 ideales) nuevas que tienen a 10 mas dos siglos de existencia. Hay, pues, que estudiarlas como 10 que son, como una invencion social, sir! dejarse engaiiar por la polisemia dellenguaje. Ni el ciudadano moderno es el ciudadano de las republicas antiguas 0 medievales, ni la naci6n moderna equivale a la del Antiguo Regimen, ni la representaci6n tiene el mismo sentido y funciones en las sOciedades tradicionales que en las modernas... L CIUDADANO Y LA NACI6N

• Univer5idad de Paris I, FrJncia.

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LOS ORfGENES DE UN PROBLEMA

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Es este proceso de invencion el que hay que estudiar, atentos a sus a las ru pturas y permanencias, a las hibridaciones entre 10 viejo y 10 nuevo; a los lugares donde primero se produce esta invenci6n y a su difusion hacia otras areas; a las combinatorias, en fin, que se produ­ y medios entre los elementos comunes cen en a un area cultural -en nuestro caso la occidentaL la cana- y otros espedficos. No han sido estas las problematicas que mas se han utilizado en multiples coloquios y libros sobre la democracia, sobre todo en Ame­ rica Latina. Consciente 0 inconscientemente, muchos de estos analisis estan impregnados de supuestos morales 0 teleol6gicos por su referen­ da a modelos ideales. Se ha estimado de manera implfcita que, en todo y siempre --0 por 10 menos en los tiempos modernos-, la sociedad y la po!ftica deberfan responder a una serie de principios como la igualdad, la participaci6n de todos en la polltica, la existencia de autoridades surgidas del pueblo, controladas por til y movidas solo por el bien general de la sociedad ... No se sabe si este "deberian" co­ rresponde a una exigencia etica, basada ella misma en la naturaleza del hombre 0 la sociedad, 0 si la evoluci6n de las sociedades modernas conduce inexorablemente hacia esa situaci6n. posturas absolutizan el modelo ideal de la modernidad oc­ cidental: la primera, al considerar al hombre como naturalmente indi­ vidualista y democratico; la segunda, par SLl universalizaci6n de los hist6ricos que han conducido a algunos a reglmenes politicos en los que hasta cierto punto se dan estas notas. Ni que decir tiene que ninguno de estos supuestos resiste un analisis hist6rico. Cada vez conocemos mejor hasta punto la modernidad occidental -por sus ideas e imaginarios, sus valores, sus practicas sociales y compor­ tamientos individualistas- es diferente no s610 de las sociedades no occidentales, sino tambien de las sociedades occidentales del Antiguo Concebir la sociedad como una asociaci6n voluntaria de regida por autoridades que ella misma se ha dado, ",'"'''''''''''' una novedad radical respecto a las sociedades hasta enton­ en las que el individuo se concebIa ante todo como ces miembro de un grupo, en las que la jerarqufa se consideraba como cons­

titutiva del orden y las autoridades estaban legitimadas por la historia, la costumbre 0 la religion. Puesto que nuestras maneras de concebir eI hombre, la sOciedad 0 el poder polItico no son universales ni en el espacio ni en el tiempo, la comprension de los reglmenes po]fticos modernos es ante todo llna tarea hist6rica: estudiar un largo y complejo proceso de invenci6n en el que los elementos intelectuales, culturales, sociales y econ6micos estan Intimamente con la po!ftica. Esto es 10 que vamos a intentar por la amplitud del tema a la epoca de la independencia, periodo fundamental en que la modernidad irrumpc en el mundo iberico, cuando se define por vez primera el ciudadano moderno y se realiza una gran cantidad de e1ecciones basadas en este nuevo sujeto polItico. Decimos bien "en el mundo iberico", puesto que en esta epoca fun­ dadora es imposible separar a America Latina de sus metropolis ibericas, y ntis attn en nuestro tema, par la extra ordinaria in1portancia que tuvie­ ron los debates de las Cortes y de la Constituci6n de Cadiz en todo el mundo iberico; no s610 en la America fealista --de hecho la parte nW.~ poblada de la America hispanica-, sino tambien en las regiones insur­ gentes e incluso en el mundo portugues. No olvidemos que la Revolu­ ci6n portuguesa de 1820 adopt6 como sistema provisionalla Constitucion de Cadiz y que con arreglo a ella tuvieron lugar las elecciones de 1821 a las Cortes constituyentes de Lisboa, tanto en Portugal como en Brasil; tambien para este (Btimo eI ciudadano y el sistema electoral definidos en Cadiz fueron la primera expresi6n de la modernidad polItica. Si aiiadimos que el repentino triunfo de la modernidad polltica en el mundo iberico es del proceso de disoluci6n de las monar­ qufas en ese ambito, se complica mas aun el analisis al hacer coincidir el nacimiento del ciudadano con la creaci6n de nuevas naciones. si se tienen bien c1aros estos orfgenes es entender la larga y compleja historia -hecha de avances y retrocesos-- de la construcci6n del ciudadano en America Latina. Por razones de espacio nos centraremos en el mundo his panico y en la Constituci6n de Cadiz, aunque de vez en cuando haremos algunas anotaciones comparativas con las constituciones independentistas. Vamos, pues, a examinar ellugar que ocupa la problematica de la ciu­ dadanla en In gran mutaci6n de la epoca revolucionaria, si el ciuda­ dano que aparece en aquel tiempo es ya el ciudadano moderno y la funci6n que cumplen entonces las elecciones.

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para esto5 temas las obms pioneras de Louis Dumont, Homo hlerarchicus. EssCli sur Ie .lys­

Ierne de caste.\ Paris, 1966; Homo requalis. Genese et epanouissement de "ideologle ecol.omique, Paris, 1977; Essais sur /'individualisme. Une perspective Clrlthropologique sur /'ide%gie moder­ ne, ParIs, 1983.

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LOS ORiGENES DE UN PROBLEMA

PRlORlDAD Y PRlMACiA DE LA NAcrON

La primera comprobaci6n que podemos hacer es que la cuestion del ciudadano no es ni prioritaria ni central en las primeras fases de las revoluciones hispanicas. 1.0 que va dominar al principio son los pro­ blemas de soberanfa, representaci6n y nacionj es decir, temas que con­ ciernen rnas a la colectividad que al individuo. Las razones de este fenomeno son obvias, puesto que la crisis revolucionaria tiene su ori­ gen en la abdicacion forzada de la familia real en favor de Napole6n y en el rechazo -casi unanime en Espana y unanime en America- de la nueva dinastIa y de la invasion francesa. Antes que nada hay que justi­ ficar entonces la resistencia al invasor y organizar un gobierno que colme el vado del rey allsente. No se puede lograr esto mas que rom­ piendo con el absolutismo y con su concepcion de la soberanfa abso­ luta del monarca. Con palabras diversas -nacion, reino, pueblo, que indican por 10 demas la coexistencia de imaginarios muy diversos, unos mas tradicionales y otros mas modemos-, todos afirman los derechos de la colectividad a reasumir la soberanfa. Existen, ciertamen­ te, divergencias sobre la naturaleza de esa soberania y acerca de como concebir la colectividad; pero, como en la Francia revolucionaria y de modo muy diverso a Inglaterra, la proclamacion de los derechos colec­ tivos de 1£1 naci6n, de 1£1 soberanfa colectiva, priva sobre la afirmacion de los derechos individuales. Sin embargo, existe lIna diferencia impor­ tante: mientras que en Francia se trata de la afim1acion interna de la soberanfa -la naci6n frente al rey-, en el mundo hispanico la naci6n se afirma primero contra un adversario exterior: Napoleon en una pri­ mera fase; la Espana peninsular despues, una vez comenzado el proce­ so de la independencia. La diferencia es importante, pues la afirmacion de la soberanfa inter­ na implica una demanda social -por 10 menos en el seno de las eli­ tes- rnientras que 1£1 afirmacion de la externa es independiente de la evolucion de los espfritus y compatible con la tenaz persistencia imaginarios tradicionales. La mutaci6n cultural y politica que se pro­ duce a partir de entonces no resulta una maduraci6n end6gena, sino que ha side impuesta por circunstancias exteriores y, en gran parte, inesperadas. Ahr tenemos la primera explicacion de una de las pa­ radojas mas irnportantes del mundo hispanico: la victoria precoz de la modemidad poHtica en sociedades que son aun -por sus imaginarios

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y sus practicas sociales- mayoritariamente sociedades del Antiguo Regimen. A esta primera especificidad hispanica de la primada de los derechos de la colectividad --de la nad6n, se dira cada vez mas frecuen­ temente- hay que anadir una segunda: la diftcH transformaCi6n de la monarquta hispanica en nad6n modema, dificultad originada no 5610 por su divel'siciad geografica y el alejamiento de sus dos principales pilares, el europeo y el americano, sino tambien por la pel'sistencia de dos maneras distintas de concebirla a ambos lados del Atlantico. Contrariamente a Francia, en donde 1£1 naci6n modern a es 1£1 heredera del reino y coincide C=ois-Xavier Guerra, Modem/dad e independl!1lclas. EnsaJ/os sobre las revalue/unes b/spdnieas, Mapfre, Madrid, 1992, 406 pp. ~ Cf Diario de las Sesiones de las Cortes Generalesy Extraordirwrias (en auelante DSCGE) del 3 al 14 de septiembre de 1811, nurns. 336 al348.

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americanos Fundan a veces sus argumentos, 10 que sigue siendo fun­ damental es la reivindicuci6n de la igualdad de representaci6n entre los dos continentes y la justa representaci6n de las provincias. En esta discusi6n apasionada estan en juego, ante todo, los derechos colec­ tivos de los pueblos, como 10 muestra el desarrollo del debate. Despues de haber perdido la batalla de la ciudadania automatica de las castas, los diputados americanos replantean el debate para incluir a las castas en el censo electoral, del que depende el n(lmero de diputados de America en las futuras Cortes. 6 La misma visi6n plural y corporativa de la nacion se observa en 1:1 formaci6n de las juntas americanas y en los primeros textQs electorales que estas promulgan. EI pueblo que reasume la soberanfa y constituye juntas de gobierno en 1809-1810 no remite a los componentes indivi­ duales de una nacion, .~ino al cuerpo polftico de una ciudad, congrega­ do en juntas 0 en cabildos abiertos. EI imaginario social es doblemente corporativo; por una parte, es cada ciudad capital como cabeza de un cuerpo politico territorial que comprende otms ciudades, villas 0 pue­ blos dependientes la que actua en nombre de una provincia 0 de un reino; y por otra, 50n los vecinos principales saniorpars--- quienes act(lan en nombre de la ciudad con la aclamaci6n del bajo pueblo urbano. "Disuelta la Naci6n Espanola"7 por la ausencia de un gobierno cen­ trallegftimo, los pueblos, convel1idos en verdaderas ciudades-Estados, son el punto de pal1ida para construir la naci6n.8 Esto no podra ha­ cerse mas que por "pactos y negociaciones [entrellos Estados 0 cuerpos poHticos" ,9 puesto que, como se dice con toda daridad en el RIO de la Plata: "para que una autoridad sea legilima entre las ciudades de nues­ tra confederaci6n polltica debe nacer en el sene de ellas mismas, y ser una obra de sus propias manos".10 6 El car.kler apasionado de su defensa de las C