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Frédéric Gros FOUCAULT Y LA LOCURA Ediciones Nueva Visión Buenos Aires Título del original en francés: Foucault et l

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Frédéric Gros

FOUCAULT Y LA LOCURA

Ediciones Nueva Visión Buenos Aires

Título del original en francés: Foucault et la folie © Presses Universitaires de France, 1997

Traducción de Horacio Pons

I.S.B.N. 950-602-402-2 © 2000 por Ediciones Nueva Visión SAIC Tucumán 3748, (1189) Buenos Aires, República Argentina Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en la Argentina / Printed in Argentina

ADVERTENCIA

Propon mos aquí cuatro recorridos por la obra de Foucault. Se trata de cuatro pensamientos coherentes, sistemáticos y dife­ renciados de la locura en este autor. La prim era parte de esta obra examina los textos de la década del cincuenta, previos a la escritura de la tesis. En ellos, Fou jault no se m uestra original: la locura se comprende a partir de los esquemas explicativos deudores de una vulgata m arxista (Enfermedad mental y personalidad) y, sim ultánea­ mente, a través de las grillas de lectura tomadas de la filosofía existencial (“Introducción” a Binswanger). La locura se pre­ senta alternativam ente como patología social objetiva y pro­ yecto fundamental de existencia. Esta doble dependencia no deja de ser disonante. Su superación exige la puesta en acción de un nuevo tipo de analítica histórica. El segundo tiempo de la obra estudia la Historia de la locura en la época clásica. Es la parte más extensa. No intentamos dar un resumen del gran relato. Siempre nos pareció que la Historia de la locura... se apoyaba sobre una arquitectura conceptual extremadamente fuerte. Nos hemos consagrado únicamente a recuperar esta última. Ambición que, al mismo tiempo, nos libera de la tarea ambigua de juzgar la validez de los contenidos históricos propuestos por Foucault. El tercer gran capítulo está dedicado a lo que la construc­ ción de Foucault considera la “literatura”, tanto en su Raymond Roussel como en artículos dispersos escritos para Tel Quel, Critique, etcétera. Es como si, al hablar de literatura, Foucault prolongara ciertas intuiciones de su Historia... Excepto que se diga que lo que se había decidido como locura en su tesis lo debía ya a la lectura de Artaud, Bataille o Blanchot. En él, literatura y locura se pertenecen una a otra o, mejor, cada una de ellas se ajusta a una experiencia única

de lenguaje. Armados con ese postulado, consagramos largas páginas a la experiencia crucial de un lenguaje sin origen, tal como lo m uestra de m anera decisiva la escritura literaria. Ese lenguaje es el mismo que tram a el delirio de los locos. La cuarta parte estudia las presencias de la locura en Las palabras y las cosas. Esta obra da a Foucault la oportunidad de aclarar la importancia que atribuye a las construcciones metapsicológicas de Freud y situar el psicoanálisis en su relación con las ciencias del hombre y los pensamientos de la finitud.

EL FUNDAMENTO SOCIAL EXISTENCIAL DE LAS ENFERMEDADES MENTALES

La r e c u s a c ió n

DE UNA METAPATOLOGÍA UNITARIA

El primer libro de Foucault1está animado por una ambición real: “M ostrar de qué postulados debe liberarse la medicina mental para convertirse en rigurosamente científica” (p. 8). En 1954, la voluntad de “hacer ciencia” en relación con la locura no constituye el objeto de ninguna reducción. Debía aparecer, bajo el impulso teórico de Althusser, como el ele­ mento previo de cualquier investigación seria y eficaz, y vemos a Foucault someterse a ella con una extraña docilidad.2 El ensayo se inicia con el enunciado de dos preguntas: “¿En qué condiciones se puede hablar de enfermedad en el dominio psicológico? ¿Qué relaciones pueden definirse entre los datos de la patología m ental y los de la patología orgánica?” (p. 7). 1 Maladie mentale et personnalité, editado por p u f en abril de 1954 [traducción castellana: Enfermedad mental y personalidad, Buenos Aires, Paidós, 1991. Las páginas citadas de esta obra corresponden a la edición castellana]. Una segunda edición, con importantes modificaciones en su texto (que tienen en cuenta los logros de la Historia de la locura...), apareció en 1962 (es la que hoy figura en la colección “Quadrige” de PUF con el título de Maladie mentale et psychologie). Sólo consideramos aquí la edición de 1954. Para un estudio comparativo de ambos textos, cf. el artículo de P. Macherey, “Aux sources de YHistoire de la folie: une rectification de ses limites”, en Critique, n" 471-472, 1986, pp. 753-774. 2Según D. Eribon, “Foucault va a adherir al Partido Comunista, en gran parte, bajo la influencia de Althusser” (Michel Foucault, París, Flammarion, 1989, p. 50) [traducción castellana: Michel Foucault y sus contemporáneos, Buenos Aires, Nueva Visión]. Al parecer, se afilió al partido en 1950 y renunció a él a fines de 1953. La redacción definitiva de la obra se sitúa sin duda durante este último año.

Las respuestas corrientes prolongan invariablemente oposi­ ciones conceptuales macizas, esto es: materialismo fisiológico del cuerpo contra idealismo orgánico del sentido. Falsos debates, sin embargo, alimentados por la tentación reiterada de constituir, por encima de las alteraciones mentales y orgánicas, una teoría patológica general y abstracta. Foucault, al contrario, va a consagrarse, en el espacio de una pequeña obra, a fundar científicamente la psicopatología, dándole como punto de anclaje no una “‘metapatología’ cualquiera” que englobe el conjunto de las afecciones, sino “una reflexión sobre el hombre mismo” (p. 8). La psicopatología sólo puede llegar a ser científica en el marco de una reflexión sobre “el hombre” concreto. Este retorno al hombre constituía en los años cincuenta una urgencia especulativa cuya evidencia era sin duda lo suficientemente compartida para que pudiera tolerar toda una diversidad de posiciones teóricas, del existencialismo fenomenológico al marxismo hum anista. El primer capítulo (“Médecine mentale et médecine organique”) desarrolla históricamente las tesis dogmáticamente afirmadas en la introducción. Foucault m uestra las grandes etapas de esa “patología general” cuyay pretensiones denun­ ció de antemano. En un primer mnmentó, la medicina mental, como un calco de la medicina orgánica, constituye una sintomatología y una nosografía. Es la época de las grandes entidades clínicas clásicas. Foucault denuncia dos postula­ dos: en ellas, la enfermedad mental se piensa como esencia (entidad ideal, autónoma, que se m antendría casi retraída de sus manifestaciones concretas) y como especie natural (la unidad de la patología sería la de una especie viviente que se especifica sin perderse). Estos dos supuestos previos3estable­ cen entre patologías orgánicas y patologías mentales un paralelismo abstracto y nos hacen perder de vista la unidad del hombre real: “El problema [...] de la totalidad psicosomática sigue abierto en su totalidad” (p. 13). La segunda etapa (la década del treinta) “privilegia, al contrario, las reacciones globales del individuo”. La enfermedad mental se describe entonces como “alteración intrínseca de la personalidad” (p. 14). Foucault se refiere a los trabajos de Goldstein (se conocen 3 Diez años más tarde, Foucault los identificará como constituyentes del fondo de la medicina prerrevolucionaria de las especies (Naissance de la clinique, París, p u f , 1963, pp. 6-8) [traducción castellana: El nacimiento de la clínica: una arqueología de la mirada médica, Buenos Aires, Siglo XXI, 1966],

las prolongaciones que encontraron en la obra de MerleauPonty) sobre la afasia: ésta, irreductible a una lesión orgánica lo mismo que a un déficit puram ente psíquico, señalaría más bien la incapacidad existencial de un ser vivo para adoptar una actitud de denominación. En consecuencia, la enferme­ dad en general ya no se comprende como la entidad mórbida que desde el exterior lanza ataques al alma o al cuerpo, sino como “una reacción global del individuo tomado en su totali­ dad psicológica y fisiológica” (p. 16). Así como un momento antes había criticado el falso paralelismo de las patologías, ahora Foucault denunciaría el tem a ilusorio de una unidad de lo patológico.4 Así, pues, entre patología orgánica y patología mental no hay ni paralelismo abstracto ni unidad confusa. Si hay sin duda coherencia entre los diversos tipos de enfermedad, se trata exclusivamente de una unidad “de hecho”, en el sentido restringido de que quien los respalda es “el hombre real” (p. 21). Habrá que interrogar a este hombre real para volver a captar la irreductibilidad de la locura. La búsqueda de las formas concretas de la enfermedad m ental proseguirá en dos direcciones: estudio de sus dimensiones psicológicas, estudio de sus condiciones reales.

4 Tres direcciones conceptuales bastan para demostrar la irreductibili­ dad de la patología mental: la abstracción (si en la enfermedad orgánica siempre es posible aislar, abstraer la singularidad de una reacción mórbida, apenas es viable una operación semejante en el caso de la vida psicológica, en la que el trastorno parece ligado a toda la personalidad del enfermo, de acuerdo con un estilo de cohesión específico); lo normal y lo patológico (esta distinción sigue siendo eficaz en medicina orgánica, con la condición, desde luego, de reinscribir lo patológico como virtualidad y no como monstruosidad fisiológica; en psiquiatría, la frontera entre una reacción normal y una actitud patológica no es identificable con tanta facilidad); el enfermo y su medio (las prácticas médicas permiten aislar una originalidad mórbida, recortar la individualidad de un sujeto enfermo; en psiquiatría, al contrario, las prácticas terapéuticas, y más en general las prácticas del entorno con respecto al enfermo, entablan relaciones constitutivas con la patología. Cuando Babinski, por ejemplo, logra aislar la sugestibilidad de la histérica, en el momento en que ésta, bajo la hipnosis, obedece una orden externa, lo que está en entredicho son menos las capacidades de simulación de la enferma que la realidad social del poder alienante de la medicina mental).

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L as formas

DE LA ENFERMEDAD MENTAL

La enfermedad mental hace que en la conducta del individuo afectado se manifiesten “déficits”. Constituye rápidam ente el objeto de un análisis negativo (pérdida de la memoria, aboli­ ción del lenguaje, derrumbe de las referencias, etcétera). Pero al mismo tiempo que desaparecen funciones, se introducen automatismos (estructura de repetición, monólogo continuo, etcétera). De tal modo, las oposiciones entre funciones des­ aparecidas y funciones conservadas declinan tres dobletes conceptuales: lo simple y lo complejo (el delirio sustituye la síntesis del diálogo por la repetición incansable de sonidos elementales), lo inestable y lo estable (el proceso patológico exagera fenómenos continuos como el sueño), lo involuntario y lo voluntario (el enfermo pierde toda libertad de iniciativa y se ve repentinam ente presa de la repetición automática). Esta oposición estructural puede volver a desplegarse de acuerdo con una dimensión evolutiva. Se dirá que la enferme­ dad mental presencia la desaparición de conductas superiores y recientes en beneficio de actitudes arcaicas elementales. La locura dejaría entrever, en el vacío ahondado por la ausencia de funciones complejas, la prehistoria de lo humano: “La enfermedad no es una esencia contra natura, es la naturaleza misma, pero en un proceso invertido” (p. 25). Así, Jackson encontraba la explicación de los comportamientos mórbidos en uñ fenómeno de regresión.5Sin embargo, este regresionis5 Para Foucault, esta lectura de la enfermedad mental como retorno a estados arcaicos vuelve a hallarse parcialmente en Freud, quien interpreta los grandes tipos de neurosis como otras tantas fijaciones o retornos a un estadio de sexualidad infantil: la neurosis de abandono como complejo establecido durante la fase de erotismo bucal, en que actúa una ligazón casi biológica con la madre; la neurosis obsesiva estructurada por la ambivalen­ cia afectiva que marca el período sádico anal (aprendizaje simultáneo de la prohibición y la valorización); la histeria que recupera el despedazamiento corporal (anestesias locales, parálisis, etcétera) que debía conjurar la experiencia del cuerpo propio en el espejo. Si todo estadio libidinal que atraviesa el niño contiene la estructuración inmanente de futuras neurosis, es porque éstas se comprenden a su vez como resu^gencias de estados antiguos de la libido. Janet también se inspiraría en este esquema explica­ tivo. Según él, la enfermedad mental, al quebrar las tensiones energéticas necesarias a las acciones continuadas y ordenadas, impide las “conductas difíciles” (las que implican la síntesis elaborada de una multiplicidad de conductas elementales). El psicasténico se muestra pronto incapaz de una

mo psiquiátrico está gravado por dos postulados discutibles: se piensa el psiquismo como sustancia (la libido de Freud o la energía psíquica de Janet) susceptible de involución, y se supone la identidad estructural de las personalidades del niño, el loco y el primitivo.6 No obstante, Foucault pretende conservar esa noción de regresión, pero como grilla de lectura (y no factor de explicación): “La regresión, en consecuencia, no debe tomarse sino como uno de los aspectos descriptivos de la enfermedad” (p. 33). Pero una descripción semejante ignora aún dos dimensiones de la patología mental. En la locura, la personalidad ya se reorganiza según un estilo propio que es conveniente poner de relieve; por otra parte, el principio general de regresión no explica por qué el retorno afecta a tal individuo, en tal momento de su historia: “Por lo tanto, hay que llevar más lejos el análisis, y completar esta dimensión evolutiva, virtual y estructural de la enfermedad mediante el análisis de la dimensión que la hace necesaria, significativa e histórica” (p. 36). El capítulo m de Enfermedad mental y personalidad se dedicará a la “historia individual”. Foucault empieza por enunciar una oposición entre evolución e historia: “En la evolución, el pasado promueve el presente y lo hace posible; en la historia, el presente se separa del pasado, le confiere un sentido y lo hace inteligible” (p. 37). La perspectiva de la evolución es explicativa: se trata de dar cuenta de un hoy por un ayer, como si la anterioridad pudiera valer de inmediato como razón. La historia pone en acción una interpretación del pasado, pero desde un sentido presente: “El error original de la mayoría de las psicologías genéticas consiste sin duda en no haber comprendido estas dos dimensiones irreductibles de la evolución y la historia en la unidad del devenir psicológico” (p. 37). Correspondió a Freud haber sabido revelar la dimensión propiamente histórica del psiquismo. La historia designa exactamente la posibilidad de que un presente interrogue su singularidad poniéndose frente a un pasado cuyo sentido descifra sim ultáneam ente.7 La síntesis del pasado y el pre­ atención al presente y los otros, de una inteligencia simultánea del horizonte social e interlocutores específicos. s Esta identidad representa un problema: no se puede atribuir al niño y al primitivo personalidades disminuidas. 7 En Foucault, esta mira del sentido presente que pasa por una interpre­ tación del pasado engloba en gran medida, en la estructura de la mirada que

sente se efectúa de acuerdo con una relación circular de significación y no, como en la evolución, por una sucesión de momentos, regulada por una causalidad unívoca. En ese aspecto, Foucault reconoce al psicoanálisis el notable mérito de haber sabido abrir la psicología positiva a la dimensión del sentido. El capítulo m está completamente dedicado a una presentación de Freud. La actitud regresiva puede reinte­ grarse entonces como síntoma significante: “La regresión no es una caída natural en el pasado; es una huida intencional fuera del presente” (p. 40). La regresión ya no se comprende como reflujo mecánico hacia comportamientos primitivos, sino como estrategia de sustitución. El resurgimiento del pasado actúa como refugio -mecanismo de defensa-8frente a un presente insostenible: “La enfermedad tiene por contenido el conjunto de las reacciones de fuga y defensa mediante las cuales el enfermo responde ala situación en que se encuentra” (p. 43). La regresión es menos una virtualidad presente en las leyes biológicas de la evolución que una actitud de repliegue suspendida de la historia individual. Sin embargo, ese refugio en el pasado no supera la contradicción, sino que la profundi­ za. Puesto que lo característico de la actitud patológica es superar un conflicto psicológico usando medios que exacerban la contradicción interior en vez de apaciguarla. La defensa en la locura no es más que la expresión de una derrota suprema. Rechazo el terror de una situación presente refugiándome en posturas pasadas, que despiertan viejas angustias de las que me defiendo mediante un presente neurótico. Aquí, la espiral vertiginosa de la angustia une el pasado y el presente en un largo pliegue doloroso. En efecto, una angustia fundamental permite la comunicación de las dimensiones temporales y constituye el horizonte afectivo constante de una existencia alienada en la diversidad enloquecida de los síntom as. Pero al toparse con la angustia,9 Foucault debe confesar claramente que no encuentra sólo un hecho de la historia individual, sino implica (dimensión “sagital”), la filosofía definida como “actividad de diag­ nóstico”. 8 Anna Freud establecerá una tipología de estos mecanismos (represión para la histeria, aislamiento para el obsesivo, mecanismos de proyecciónintroyección e inversión para el paranoico, etcétera) 9En su Histoire de la folie á l’áfíc claxsiijuc (París, (¡allimard, 1972, col. “Tel”, p. 122) [traduccióncastellana: Historia