Gracias - Robert a. Emmons

0 ¡GRACIAS! De cómo la gratitud puede hacerte feliz Robert A. Emmons Traducción de Mila Martínez 1 Agradecimientos

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¡GRACIAS! De cómo la gratitud puede hacerte feliz Robert A. Emmons Traducción de Mila Martínez

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Agradecimientos Hay quien asegura que las únicas certezas de la vida son los impuestos y la muerte. El tercer lugar, siguiéndolas muy de cerca, lo ocupa la convicción de estar en deuda. Como seres humanos, hemos contraído una deuda. No se trata de una deuda monetaria, aunque ése sea también el caso para muchos de nosotros, sino de una deuda personal y emocional hacia todos aquellos que nos han ayudado en nuestro viaje. Desde la cuna a la tumba, tenemos una deuda con un número incontable de individuos que nos ayudan a ser lo que somos y de quienes dependemos. Sin embargo, las deudas de gratitud se diferencian de otras deudas en que son agradables. Esta forma de gratitud es un adeudamiento grato. Yo estoy felizmente en deuda con un gran número de personas que han contribuido a hacer posible este libro. Mike McCulloughn colaboró conmigo en el proyecto de investigación de la gratitud, por lo que le estoy especialmente agradecido. Mike ha sido y es un buen amigo, a la vez que instigador de varios proyectos en muchos años, sin cuya experiencia y ánimo muchas de las investigaciones para este libro no se habrían llevado a cabo. Varios estudiantes, colegas, y mentores han realizado importantes contribuciones a la ciencia de la gratitud, entre ellos, Barbara Fredrickon, Bob Roberts, el hermano David Steindl-Rast, Charles Shelton, Chris Peterson, Dacher Keltner, Dan McAdams, David Myers, Jeffrey Froh, JoAnn Tsang, Jon Haidt, Marty Seligman, Patrick McNamara, Peter Stewart, Philip Watkins, Ray Paloutzian, Sol Schimmel, Stefanie Gray-Greiner, Stephen Post y Todd Kashdan. Deliberaciones, colaboraciones y la amistad con estas personas han profundizado mi comprensión del papel crucial que juega la gratitud en los asuntos humanos. A nivel local, estoy en deuda con Ted Abresch y Craig MacDonald del Centro Médico Davis-Universidad de California por invitarme a colaborar en la beca para la investigación y la 2

formación de la calidad de vida en pacientes con enfermedades neuromusculares. Quiero dar las gracias a todos los que participaron en esta investigación y fueron generosos dedicándome tiempo y compartiendo información. La gestión de este aspecto del proyecto por parte de Lisa Krause resultó invalorable. En los últimos años, me he beneficiado del apoyo del jefe de mi departamento, Phil Shaver, y de los decanos Steven Sheffrin y Steven Roth de la Facultad de Ciencias y Letras. Estoy agradecido a Gabriel Unda de Campus Mediaworks por su destreza fotorgráfica, y en especial a Sarah Schnitker por mantener mi laboratorio vivo y en funcionamiento mientras me tomé un año sabático para acabar este libro. Esmond Harmsworth, de la agencia literaria Zachary Shuster Harmsworth, fue todo lo que un escritor novato puede pedir como agente, y mucho más. Le estoy muy agradecido por sus ideas, ingenio, conocimiento y ánimos durante todo el proceso. Este libro es mucho mejor gracias a su amabilidad, atención y apoyo, y por ello me siento en deuda con él. Deseo expresar mi agradecimiento también a Jane Rosenman, editora en Houghton Mifflin por sus pasiones gemelas –la escritura clara y concisa, y los Yankees de Nueva York-, sobre los que hemos mantenido muchas conversaciones e intercambiado menajes de correo electrónico. Quiero dar las gracias a Beth Burleigh Fuller, editora de texto en Houston Mifflin, por su escrupulosidad a la hora de guiar el manuscrito a través del proceso de producción. Me he convencido de que los editores de texto son realmente los héroes del negocio editorial. Gran parte de la investigación ofrecida en este libro no habría sido posible sin las generosas subvenciones de la Fundación John Templeton. Me siento especialmente en deuda con el vicepresidente ejecutivo Arthur Schwartz por su constante apoyo y entusiasmo, y su deseo de traducir investigaciones básicas en formas que alcancen el mayor impacto posible en la sociedad. También me siento agradecido por el apoyo del 3

vicepresidente Check Harper, el presidente Jack Templeton, el miembro de la junta Mary Ann Mayers, Joanna Hill, editora de Templeton Fundation Press, y sir John Templeton. Nunca olvidare el momento en que sir John se puso de pie en la conferencia sobre la gratitud y lanzó la siguiente pregunta al público: Que este libro sea un comienzo modesto hacia ese objetivo. Mi esposa, Ivonne, y nuestros dos hijos, Adam y Garrett, me han provisto de incontables oportunidades para sentir gratitud. Como las fuentes principales de acción de gracias en mi vida, este libro se lo dedico a ellos.

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La nueva ciencia de la gratitud No puedo contarte nada que, en unos minutos, te diga cómo ser rico. Pero puedo contarte cómo puedes sentirte rico, que es mucho mejor que ser rico, si me permites que te lo diga. Sé agradecido […] es el único método totalmente fiable para llegar a ser rico.1 BEN STEIN, actor, humorista, economista. En 1999, el famoso escritor Stephen King sufrió un grave accidente de tráfico. Caminaba por una carreta secundaria no lejos de su residencia de verano, en el estado rural de Maine, cuando el conductor de una furgoneta al que distrajo su perro rottweiler, se salió de la carretera atropellando a King. El impacto arrojó a King contra el parabrisas del vehículo y, seguidamente, a una zanja. Poco faltó para que se golpeara contra una roca. King fue hospitalizado con múltiples fracturas en la cadera y pierna derecha, un pulmón colapsado, varias costillas rotas y un desgarro en el cuero cabelludo. Después, al preguntarle en qué pensaba cuando le dijeron que podía haber muerto, su respuesta fue escueta: . Individuo no religioso en su vida personal, tal y como él mismo reconoce, no obstante en aquella ocasión apreció la bondad de la divina influencia en el resultado. Al discutir el tema de la responsabilidad del accidente, King dijo: . Esta breve inserción en la vida privada del escritor de novelas de terror de más éxito de todos los tiempos pone de manifiesto que la gratitud puede aparecer en las circunstancias más inesperadas. Especializado como está en escribir sobre el lado más oscuro y temible de la vida, el no 5

encarna precisamente la imagen de la gratitud. Por lo general, asociamos a ésta con los estados más elevados y exaltados de la vida. Durante siglos, teólogos, filósofos morales y escritores han identificado la gratitud como una manifestación indispensable de virtud y excelencia de carácter. No hace mucho, un filósofo contemporáneo comentó que .2 A pesar de esa afirmación, los psicólogos y científicos no habían examinado o estudiado la gratitud hasta hace poco. Es posible que la psicología haya ignorado la gratitud porque, a primera vista, parece ser una emoción muy obvia, que carece de complicaciones interesantes: recibimos un regalo, de amigos, familia, Dios, y entonces nos sentimos gratamente agradecidos. Pero, mientras que la emoción me parecía simplicista, incluso a mí, cuando empecé la investigación, no tardé en descubrir que la gratitud es un fenómeno más complejo y profundo, que juega un papel decisivo en la felicidad humana. La gratitud es, literalmente, una de las pocas cosas que pueden cambiar la vida de una persona de forma apreciable. Tal vez sea inevitable que un trabajo que rectifique una omisión científica tan mayúscula, comience, como muchos otros grandes avances, por un golpe de buena suerte. Siendo profesor de la Universidad de California-Davis, en los años ochenta, empecé a interesarme en los que ahora se conoce como psicología positiva, es decir, el estudio de las emociones humanas que constituyen aspectos saludables y agradables de la vida (en oposición a la previa concentración de esta disciplina en los problemas clínicos y emocionales). Desde finales de la década de 1980 y hasta finales de la década de 1990, el fondo de mi investigación giró en torno a la felicidad y a la consecusión de objetivos. Después, en 1998, fui invitado a asistir a una pequeña conferencia acerca de lo que se consideraban las : sabiduría, 6

esperanza, amor, espiritualidad, gratitud, humildad. Cada científico tenía la tarea de presentar todo el volumen de conocimientos existente sobre su tema y desarrollar una agenda de investigación para el futuro. Mi primera elección, la humildad, estaba tomada; en su lugar, me asignaron la gratitud. Sondeé el material publicado en los campos de la teología, la filosofía y las ciencias sociales, seleccionando ideas de estas disciplinas en un intento de entender la esencia de esta fuerza universal. No tardé en creer que la capacidad para la gratitud está profundamente entrelazada en el tejido de la especie humana y, posiblemente, también en el de otras especies. Después de la conferencia, empecé un programa de investigación científica en colaboración con Michael McCullough, psicólogo de la Universidad de Miami, en el que realizamos importantes descubrimientos acerca de la gratitud. Aportamos pruebas científicas de que los individuos que cultivan la gratitud de forma sistemática, experimentan una variedad de beneficios mensurables: psicólogos, físicos e interpesonales. Las pruebas sobre la gratitud contradicen la creencia, ampliamente generalizada, en que todos los individuos tienen una a la felicidad que no puede alterarse con ningún medio conocido: en algunos casos, los individuos afirmaron que la gratitud había introducido cambios visibles en su vida. Y, más importante aún, familia, amigos, parejas y otras personas de su entorno repitieron una y otra vez que los individuos que practican la gratitud parecen perceptiblemente más felices y su compañía resulta más agradable. Este libro nos desvela la nueva ciencia de la gratitud. Entretejida en su extensión, se halla una discusión sobre cómo los grandes líderes religiosos, teólogos y novelistas han escrito sobre la gratitud en diferentes culturas y períodos históricos. Para animar al lector a emprender el camino de la práctica de la gratitud, he incluido una descripción de las técnicas factibles que aumentarán la gratitud y la felicidad del lector. Mi intención es 7

que este libro despierte el interés intelectual además del autoexamen. Y confío en facilitarle información que el inspire por tomar decisiones que cambien su vida.

¿QUÉ ES LA GRATITUD? ¿A qué llamamos exactamente gratitud? La mayoría de las personas tenemos una sensación cotidiana del concepto. Me siento agradecido cuando reconozco que he recibido un regalo, reconozco el valor de ese regalo, y valoro la intención del donante. El beneficio, regalo o ignorancia personal puede ser material o no material. (emocional o espiritual). Sin embargo, desde una perspectiva científica, la gratitud desafía las clasificaciones fáciles. Hace unos años, la página web de un popular programa radiofónico de entrevistas vendía camisetas estampadas con el logotipo . No hay duda de que es una actitud, pero es mucho más. La gratitud también ha sido descrita como una emoción, un humor, una virtud moral, un hábito, un motivo, un rasgo de la personalidad, una respuesta al estrés e incluso una forma de vida. El Diccionario Oxford de Inglés define la gratitud como .3 La palabra se deriva del latín gratia, que significa , y de gratus, que significa o . Todos los derivados de esta raíz latina tienen que ver con amabilidad, generosidad, regalos, la belleza de dar y recibir, o de recibir algo a cambio de nada. La gratitud es agradable. Hace sentirse bien. La gratitud es también motivadora. Al sentirnos agradecidos, tendemos a compartir la generosidad recibida con otros.

Gratitud es conocimiento y reconocimiento Tal y como yo veo la gratitud, me ha sido muy útil concebirla en dos fases. Primero, la gratitud es el reconocimiento 8

de la bondad en nuestra vida. En la gratitud decimos sí a la vida. Afirmamos que, en rasgos generales, la vida es buena y tiene elementos que hacen que valga la pena vivirla. El reconocimiento por haber recibido algo que nos gratifica, bien sea por su presencia o por el esfuerzo que hizo el donante para elegirlo. Segundo, la gratitud es conocimiento de que la (s) fuente (s) de esta generosidad se encuentra (n), al menos en parte, fuera del yo. El objeto de la gratitud va dirigido al otro; podemos estar agradecidos a otras personas, a Dios, a animales, pero nunca a nosotros mismos. Ésta es una manera significativa en la que la gratitud se diferencia de otras inclinaciones emocionales. Una persona puede enfadarse consigo misma, sentirse complacida consigo misma, orgullosa de sí misma o sentirse complacida consigo misma, orgullosa de sí misma o sentirse culpable de haber hecho algo mal, pero sonaría extraño decir que una persona se siente agradecida a sí misma. Incluso si uno decide darse un pequeño capricho, como yo suelo hacer cuando estoy en un hotel y pido que me suban la cena a la habitación, sería extraño si me diera las gracias a mí mismo. Las gracias están dirigidas al exterior, al donante de un regalo. Desde este ángulo, la gratitud es algo más que un sentimiento. Exige la buena voluntad de reconocer (a) que uno ha sido el beneficiario de la generosidad de otra persona, (b) que el benefactor ha dispensado un beneficio, incurriendo a menudo en algún grado de coste personal, y (c) que el beneficio tiene valor a ojos del beneficiario. La gratitud implica humildad, es decir, el reconocimiento de que en la vida no podríamos ser quienes somos o estar donde estamos sin las contribuciones hechas por otros. La gratitud implica también el reconocimiento de que es posible que otras fuerzas actúen a nuestro favor, impulsadas por motivos beneficiosos y altruistas. En un mundo donde no existiera nada salvo la injusticia y la crueldad, realmente no existiera la posibilidad de la gratitud. Ser 9

agradecido implica un reconocimiento de la existencia de cosas buenas y placenteras en el mundo. Estos dos términos, conocer y reconocer, requieres más aclaración. Primero, sugieren que la gratitud (o el sentirse obligado a corresponder) es un estado no natural que se debe crear y mantener. No es para aquellos que están intelectualmente aletargados. Dar gracias pertenece a la esfera del pensamiento: las dos palabras derivan de raíces etimológicas comunes. El destacado filósofo alemán, Martin Heidegger, solía decir que Denken ist Danken4 (pensar es dar las gracias). El francés es una lengua especialmente rica en expresiones relacionadas con dar las gracias. El término reconnaissance proviene del francés reconoissance, que significa una inspección o exploración con el propósito de reunir información. Pese a la evidente connotación militar, en el contexto de la gratitud alude a la inspección o exploración de la vida propia con el propósito de ver a quién deberíamos dar gracias. La expresión francesa je suis reconnaissant5 connota tres significados: (1) Yo reconozco (intelectualmente), (2) yo agradezco (de buen grado, por voluntad propia), y (3) yo aprecio (emocionalmente). De no darse los tres significados, la gratitud no es completa. Este breve desvío etimológico ya sugiere que la gratitud es mucho más que una cortesía o un sentimiento superficial. El reconocimiento es la cualidad que permite que la gratitud sea transformacional. Reconocer es conocer o pensar acerca de algo de manera diferente a como lo hacíamos antes. Piense en alguna experiencia pasada en la que inicialmente parecía una maldición, acabara siendo una bendición disimulada. Tal vez le despidieron de un trabajo, su matrimonio se disolvió o padeció una enfermedad grave. Poco a poco, usted emergió de las aguas turbias resultantes con una nueva percepción. La adversidad se transformó en oportunidad. El dolor se transformó en agradecimiento. Usted re-conoció el suceso. También es posible que el re-conocimiento concierna asuntos muchos más 10

mundanos que el despido, el divorcio o la discapacidad. Conduciendo al trabajo en un día cualquiera, podemos reparar por primera vez en la salida del sol, en un prado recién florecido o en una formación de gansos que sobrevuela por encima de nuestra cabeza, y sentirnos, de repente, invadidos por un respeto reverencial hacia la gratitud. El agradecimiento es una conciencia reflexiva de que somos los destinatarios de la generosidad. En la gratitud, recordamos las contribuciones que otros han hecho a nuestro propio bienestar. Como destinatarios, agradecemos el recibir regalos, y somos conscientes de que el donante actuó con la intención de beneficiarnos. Como donantes, reconocemos que el receptor tiene necesidad y se merece los regalos, y también que somos capaces de hacer regalos. No podemos ser agradecidos sin antes haber prestado atención. No es posible cambiar de marcha mentalmente, poner punto muerto, y llevar un estilo de vida que incluya el agradecimiento. Ésa es la razón por la que la gratitud requiere contemplación y reflexión.

El corazón y la cabeza En caso de intelectualizar demasiado la gratitud (un peligro profesional para un intelectual como yo), debemos tener en mente que el componente afectivo, o sentimental, debe ser profundo. La gratitud apunta al corazón tanto como a la mente. La Enciclopedia Internacional de Ética dice que .6 Hace casi doscientos años el filósofo escocés, Thomas Brown, definió la gratitud como , y el más alto ; espero lo mejor>>. Aunque contaba con el grupo de gratitud mostraría más beneficios positivos, no creía que los resultados fuesen predecibles o inevitables. Algunos aspectos de la gratitud pueden restar valor a lo grato. Estar agradecido implica que uno está dispuesto a situarse en la posición de receptor, es decir, a sentirse en deuda y consciente de su dependencia con los demás. Para algunos, este reconocimiento de dependencia representa falta de control e infelicidad. Además, la gratitud tiene un carácter obligatorio. Se espera que devolvamos las atenciones y, a veces, nos rebelamos contra lo que se espera de nosotros, y nos disgustan las cosas que . Muchas personas experimentan el sentimiento de estar en deuda con alguien como un estado psicológico desagradable y aborrecible. De este modo, ayudar a las personas a tomar conciencias de las cosas de su vida por las que deberían sentirse agradecidas aumenta, en algunos casos, su convencimiento de la necesidad de corresponder, que incluso afirman sentir fuertes sentimientos negativos hacia sus benefactores, tan extremos incluso como el odio. También esperábamos que si la disposición natural a la felicidad de los sujetos en el experimento podía afectar el poder 38

de la gratitud, tendría que cambiar su humor. Era posible que los individuos asignados al grupo de gratitud fueran por naturaleza pesimista, y al contrario, que los individuos del grupo de problemas fueran alegres optimistas. Si eran los bastante extremos, su disposición falsearía los resultados. Una participante del grupo en la condición de problemas escribió lo siguiente en su resumen: . Leyendo esta lista, uno podría pensar que esta persona era muy cascarrabias, quejosa y negativa. La persona pesada que nadie quiere tener sentada a su lado durante un viaje en avión. Sin embargo, a la pregunta de cómo se sentía respeto a su vida en general, marcó el punto medio de la escala (). En la pregunta sobre cómo se sentía respecto a la semana siguiente, escogió la alternativa . Estábamos convencidos de que esta investigación representaba una prueba bastante fiable del potencial de la gratitud como inductor de la felicidad, y confiábamos en que si era posible demostrar que existen efectos significativos de una breve intervención para inducir la gratitud, entonces tendríamos el escenario para un esfuerzo más largo y sostenido que podría tener un impacto significativo en la felicidad a largo plazo e incluso alterar la disposición de los individuos.

LOS RESULTADOS ¿Qué reveló el primer estudio? Al final de las diez semanas examinamos las diferencias entre los tres grupos comparando todos los resultados el bienestar que habíamos medido al comienzo del estudio. Los sujetos en la condición de gratitud se sentían, en general, mejor con su vida y más optimistas de cara al futuro que los sujetos de las otras dos condiciones de control. Para ponerlo en cifras, según la escala 39

que empleamos para calcular el bienestar, eran un 25 por ciento más felices que el resto de los sujetos. Los individuos del grupo de la condición de gratitud expresaron menos quejas relacionadas con la salud e incluso pasaron más tiempo haciendo ejercicios que los sujetos del grupo de control. También experimentaron menos síntomas de enfermedad física que los sujetos de los otros dos grupos. Por último, se registró un efecto significativo en el número de horas dedicadas al ejercicio físico: los sujetos del grupo de gratitud dedicaron una cantidad de tiempo significativamente superior (casi una hora y media semanal más) que los individuos del grupo de problemas. La diferencia es enorme. Los sujetos del grupo neutral registraron unos valores, más o menos, intermedios entre los de los otros dos grupos. Intrigados por estos resultados, en el segundo estudio, aumentamos la intervención de la gratitud a una práctica diaria durante un período de tres semanas. Lo mismo que en el primer estudio, los sujetos fueron asignados a uno de los tres grupos al azar. En el segundo estudio, las condiciones de gratitud y de problemas se mantuvieron idénticas a las empleadas en el primer estudio, pero en lugar de pedir a los sujetos que pensaran en las cosas ocurridas durante la semana, les pedimos que pensaran en las maneras en que aventajaban a otros (la condición de comparación). Se les dijo: . Incluimos esta condición para tener una que, pese a su apariencia de ser positiva, en realidad podría conducir a resultados diferentes a los que lleva concentrarse en la gratitud. La parte del balance de los sentimientos en el apartado del humor diario y el informe sobre la salud eran casi idénticos al informe semanal utilizado en el primer estudio. También pedimos a los sujetos 40

que anotaran diariamente si habían ayudado a alguien a resolver un problema u ofrecido a alguien apoyo emocional. La condición de gratitud mostró aún una impresionante variedad de beneficios, a pesar de que la condición de comparación podría haberla imitado y producido algún efecto de agradecimiento. Aunque los beneficios de salud aparecidos en el primer estudio no eran evidentes en el segundo (tal vez debido a la corta duración de la intervención), los sujetos en la condición de gratitud se sintieron más felices, entusiastas, interesados, atentos, llenos de energía, animados, decididos y fuertes que los del grupo de la condición de problemas. También dijeron que habían ofrecido a otros más apoyo emocional o ayuda con un problema personal, lo que indicaba que la condición de gratitud aumenta la motivación social, es decir, refuerza en concreto la idea de que la gratitud motiva a las personas a hacer el bien. Y esta conclusión no se basaba sólo en las afirmaciones de los sujetos. Enviamos encuestas a otras personas que les conocía bien, cuya opinión nos pareció muy relevante, y resultó que los sujetos del grupo de gratitud habían sido más amables y serviciales en comparación con los sujetos de otros grupos (los familiares y amigos encuestados no estaban informados de la condición experimental de los sujetos). Una vez más, la condición de gratitud mostró un efecto significativo en las emociones positivas comparado con la condición de los problemas, aunque no produjo ningún impacto fiable en las emociones negativas. Además, descubriremos la importancia de la referencia con la que las personas practican el agradecimiento. Nuestro segundo estudio aportó pruebas de que la intervención diaria conducía a aumentos más elevados de gratitud que la práctica semanal a la que habíamos sometido a los sujetos del primer estudio. En un tercer estudio reproducimos los beneficios del pensamiento de gratitud en adultos con enfermedades neuromusculares. Con la colaboración del departamento de 41

Medicina Interna y Rehabilitación de la Universidad CaliforniaDavis, reclutamos adultos con afecciones neuromusculares congénitas y de reciente aparición (NMD, en inglés). Se calcula que las NMD afectan a alrededor de cuatro millones de individuos en Estados Unidos. La mayoría de los sujetos en nuestro estudio padecía una secuela de la poliomielitis (PPS, en inglés, o síndrome pospolio). La PPS es un estado que puede afectar a los supervivientes de la polio, entre diez y cuarenta años después de haberse recuperado del ataque inicial del virus de la poliomelitis, y que padece aproximadamente un setenta por ciento de personas infectadas con el virus. Se caracteriza por un mayor debilitamiento de los músculos previamente dañados por la infección de la polio. Los síntomas incluyen fatiga, una lenta y progresiva debilidad muscular, dolor de músculos y articulaciones, y atrofia muscular. Mientras que algunos pacientes sólo experimentan síntomas menores, otros desarrollan atrofia muscular de la columna vertebral, o lo que parece pero no es, una forma de esclerosis lateral amiotrópica. Las PPS es una enfermedad lenta, caracterizada por largos períodos de estabilidad y de curso impredecible, pero que casi nunca pone en peligro la vida del paciente. Entre otras enfermedades neuromusculares representadas en nuestra muestra, figuraban la enfermedad Charcot-Marie-Tooth, la distrofia muscular de los miembros y distrofia faciales, escapulares y humorales. Los sujetos fueron asignados, al azar, a la condición de gratitud o a una estricta condición de control en la que los sujetos se limitaban a rellenar formularios clasificando experiencias diarias. Similar a los estudios anteriores, los resultados de los sujetos en la condición de gratitud presentaba efectos notablemente más positivos y mayor satisfacciones con la vida, a la ve que efectos menos negativos que en el grupo de control. Los sujetos en la condición de gratitud se declaraban considerablemente más satisfechos con su vida en general, se 42

sentían más optimistas de cara a la semana siguiente y más cerca de otras personas que los sujetos en la condición de control. Comparados con aquellos que no escribieron las cosas buenas de cada noche, los sujetos en la condición de gratitud declararon dormir más horas por la noche, pasar menos tiempo despiertos antes de quedarse dormidos, y sentirse mucho más frescos al despertarse. Quizá sea éste el motivo por el cual los individuos agradecidos se sienten más vivos y vitales durante el día. Al empezar mi estudio sobre la gratitud, estaba tan excitado por participar en un nuevo programa de investigación que, a menudo, tenía dificultades para conciliar el sueño por la noche. En mi mente se agolpaban pensamientos sobre la importancia del tema mientras cavilaba por qué había sido un factor tan olvidado en la ciencia de la felicidad. Tal vez debería haber seguido mi propio consejo y pasar más tiempo contando las cosas buenas en lugar de contar las conclusiones de la investigación. Este hallazgo es de capital importancia dado que los trastornos del sueño y dormir poco se han identificado como indicadores centrales de un bajo bienestar general. Los individuos que padecen alteraciones de sueño de manera regular segregan un número elevado de las hormonas del estrés y la función de su sistema elevado de las hormonas del estrés y la función de su sistema inmunitario corre peligro. Si la situación persiste, con el tiempo, el individuo privado de sueño se enfrenta a un riesgo elevad de caer enfermo o de muerte prematura. ¿Por qué? El sueño es un proceso restaurador que sirva para reparar, mantener y aumentar las capacidades fisiológicas de nuestro cuerpo. Sin dicha restauración, el desgaste de nuestro sistema corporal amenaza nuestra salud a largo plazo e incluso nuestra supervivencia. Es posible que suene simplista, pero no se pueden ignorar las pruebas: si quiere dormir más profundamente, en lugar de contar ovejas, cuente las atenciones que ha recibido. Un compañero de departamento, nada menos que un psicólogo del desarrollo, me contó que su hija de seis años tenía miedo de 43

quedarse sola por la noche, y por esta razón, no quería dormirse. Noche tras noche, semana tras semana, se iba a la cama de los padres, una rutina nocturna que causó un gran nivel de trastornos de sueños a los tres. Una noche, mi colega sugirió a su hija que hiciera una lista mental de las personas que conocía y que habían hecho algo agradable por ella ese día. Esta involuntaria intervención del agradecimiento obtuvo el resultado deseado, sin duda, uno que los mismos padres agradecieron vivamente. Curiosamente, no sólo los informes de los sujetos en la condición de gratitud señalaron un aumento de los sentimientos positivos y de la satisfacción con la vida, sino que también lo hicieron los informes de otras personas relevantes. Las parejas de los sujetos en la condición de gratitud manifestaron que éstos parecían gozar de un bienestar subjetivo más elevado que el que mencionaron las parejas de los sujetos en la condición de control, lo que indica que los cambios emocionales positivos que ocurren después de practicar la gratitud no son aparentes sólo a los sujetos. Uno de los rasgos excepcionales de todos estos estudios de investigación es que se asignó los sujetos a las condiciones al azar. La base de la investigación sobre la felicidad se basa casi exclusivamente en encuestas. Son pocos los estudios que han logrado con éxito crear intervenciones para aumentar la felicidad o el bienestar. Se debería tener en cuenta que la manipulación en estos estudios representa, en nuestra opinión, una intervención bastante mínima. Pedimos a los sujetos que reflexionaran una vez a la semana o una vez al día, durante dos o tres semanas, sobre las cosas sobre las que debían sentirse agradecidos, sin embargo, confiábamos que está reducida petición tuviera un impacto inmediato en el bienestar. Visto bajo esa luz, los resultados obtenidos fueron bastante notables. Al fin y al cabo hay una multitud de factores que influyen en el bienestar, desde la personalidad a los genes, desde factores de la personalidad a influencias genéticas a circunstancias de la vida crónicas o 44

temporales, por lo que no esperábamos que un solo factor fuera por sí mismo particularmente potente. ¿Se vuelve agradecida una persona si escribe un diario de gratitud? Es posible, pero puede que necesite un compromiso a largo plazo para practicar la gratitud. No me hago ilusiones de ser capaz de inculcar un profundo sentido de agradecimiento como orientación fundamental de la vida o de inspirar la virtud de la gratitud como resultado de escribir un diario a corto plazo. Como psicólogo de la personalidad, creo firmemente en la continuidad a largo plazo de las disposiciones psicológicas. La propensión de los individuos a responder a los acontecimientos de su vida y comportarse de maneras características no cambia en mucho tiempo, incluso durante décadas. Por lo tanto no se puede esperar que escribir un diario de gratitud, durante unos días o incluso durante semanas, produzca un cambio duradero en la naturaleza de los rasgos del carácter a los que afecta el agradecimiento. La experiencia momentánea de la gratitud no es lo mismo que tener una disposición a la gratitud bien agudizada: aunque en un momento las experiencias personales puedan ser idénticas, una persona que siempre parece hacer gala de un corazón profundamente agradecido, sea cual sea la circunstancia, será muy diferente de otra que simplemente está agradecida por un regalo que ha recibido recientemente. Dicho esto, si desea mejorar ostensiblemente su calidad de vida, aún le recomendaría insistentemente que escribiera un diario de gratitud. En el capítulo final, describiré métodos adicionales para cultivar el agradecimiento.

¿QUÉ TIENE DE BUENO LA GRATITUD? Expresar gratitud por los regalos que nos hace la vida, es decir, un sentimiento de maravilla, agradecimiento y apreciación, es probable que eleve la felicidad por un número de razones. El pensamiento agradecido fomenta el disfrute de las 45

experiencias y situaciones de la vida, de manera que los individuos extraen el máximo posible de satisfacción y regocijo de sus circunstancias. Contar las dichas contrarresta directamente los efectos de la adaptación hedonista, es decir, el proceso por el cual nuestro nivel de felicidad retorna, una y otra vez, a su punto de partida, impidiendo que demos por descontado las cosas buenas que ocurren en nuestra vida. Si conscientemente recordamos las cosas buenas que hemos recibido, debería ser más difícil darlas por hecho y acostumbrarnos a ellas. Y el acto en sí de ver las buenas cosas como regalos es probable que sea beneficioso para el humor.14

Los dones del yo «La vida es el primer regalo, el amor es el segundo, y la comprensión el tercero»,15 escribió la novelista y poeta Marge Piercy. Y comprender que la vida es un regalo podría ser un requisito previo de la salud emocional. La gratitud contribuye a la felicidad gracias a las ventajas adicionales que acompañan a un beneficio, cuando éste se percibe como un regalo, es decir, un don que nos han hecho para nuestro propio beneficio. Hablando de la alegría que traen los momentos de gratitud, Chesterton dijo: «Las cosas que son un regalo, las valoramos más.»16 Si percibimos los dones como un regalo, ¿hay realmente más probabilidades de que disfrutemos de ellos? Percibir una experiencia positiva como un regalo puede ser una forma de ampliación cognitiva que aumenta los sentimientos positivos. Al ampliarlo, aumentamos o volvemos más poderoso el objeto enfocado. Los sentimientos positivos se amplían cuando vemos su fuente como un regalo que hemos recibido para nuestro beneficio. Si las cosas buenas son realmente mejores cuando las percibimos como regalos, esto podría ser una manera de que la gratitud contribuya directamente a los estados de felicidad. Las personas agradecidas tienen más tendencia a recibir las cosas que ocurren en su vida como simples regalos, y a usar 46

espontáneamente expresiones como sentirse «mimado» o «bendecido» por la vida. Para poner a prueba esta suposición, en un experimento incluimos una condición en la que intentamos que los sujetos concentraran su atención en los regalos que habían recibido, empleando el lenguaje de los regalos de la manera más amplia posible. Este procedimiento provocó beneficios similares a las instrucciones para enumerar las cosas por las que nos sentimos agradecidos. Pedimos a los sujetos que siguieran las instrucciones al pie de la letra: Concéntrense durante un instante en los beneficios o «regalos» que ha recibido en su vida. Los regalos pueden ser simplemente placeres cotidianos, personas en su vida, fortalezas o talentos personales, momentos de belleza natural o atenciones de otros. Es posible que, normalmente, no veamos estas cosas como regalos, pero así es como queremos que piensen en ellas. Tómense un momento para saborear o disfrutar de esos «regalos», piensen en su valor, y luego escríbanlos en los espacios en blanco. Los resultados de este instructivo ejercicio fueron fascinantes. Casi la mitad de los regalos mencionados entraban en la categoría de lo «interpersonal» o «espiritual», es decir, casi un veinte por ciento más que cuando la condición de regalo no se incluyó en las instrucciones del experimento. Resulta significativo que sean, precisamente, esas categorías de cosas buenas las que relacionamos con un bienestar superior. En una ocasión, un participante «recibió» los siguientes regalos: «Desayuno semanal con mi hijo, siempre un placer, un excelente regalo», «asistencia a la reunión del Cuerpo de Paz y trabajo en la confección de edredones para colaborar con los esfuerzos del Lutheran World Relief (Organismo Mundial Luterano)», «ver y conversar con algunos seres queridos (en un funeral)», «ganar fuerzas después de asistir a un hermoso oficio religioso, aunque 47

me perdí una buena parte por estar sordo». Fe, amigos y familia eran regalos mencionados con frecuencia. Parece haber algo inherente a las relaciones, ya sean mundanas o trascendentes, que animan a los individuos a envolverlas con los términos de regalos y donantes. De este modo, debemos recordar que no se puede inculcar el agradecimiento con órdenes. Más bien, la gratitud es un sentimiento que proviene de percepciones y pensamientos. Por lo tanto, para volvernos más agradecidos, necesitamos mirar a la vida de una manera determinada, y una manera tangible de hacer esto es a través de los lentes de los regalos y la generosidad. Al evaluar la condición que produce la gratitud, la literatura sugiere tres percepciones por parte del destinatario del regalo que aumenta su experiencia de la gratitud. Primero, el destinatario debe reconocer el valor del regalo. Diversos estudios han demostrado que cuanto más valora el regalo el destinatario, más probabilidades hay de que experimente gratitud. Además, cuando percibimos un bien como regalo, más dispuestos estamos a protegerlo. Durante los dos primeros años de la vida de mi hijo mayor, pasé mucho tiempo con él, mientras mi esposa estudiaba, a tiempo completo, una carrera universitaria. Tenía unos meses, cuando un día que habíamos ido al supermercado, y él iba subido al carrito de la compra, un anciano nos paró y se nos quedó mirando, primero a él y luego a mí, y entonces, como suelen hacer los desconocidos, hizo un comentario sobre el fascinante parecido físico entre padre e hijo. Nunca olvidaré sus palabras. Me miró a los ojos y dijo: «El tiempo pasa rápido cuando son pequeños. Yo no pasé mucho tiempo con los míos —se lamentó— y ahora se han ido.» Esta interacción tuvo una cualidad profética. Es un cliché decir que los hijos son un regalo, todos sabemos que lo son, pero adoptar esta perspectiva seriamente sugiere que hemos invertido en el regalo, que lo hemos conservado y protegido, y que valoramos el tiempo que 48

lo hemos tenido. Esto es algo que siempre intento hacer con mis dos hijos. Segundo, cuando el destinatario reconoce al donante del regalo y valora su bondad, es más probable que se sienta agradecido. Detrás de cada regalo hay un donante. Algunos estudios señalan que si el destinatario cree que el donante le hace un favor con la intención de beneficiarlo, hay más probabilidades de que el destinatario experimente gratitud.17 Tercero, es más fácil que el destinatario experimente gratitud si piensa que el regalo es gratuito. Cuanto más se aleje un regalo de las expectativas sociales del destinatario, más probable es que éste experimente gratitud.

Gratitud, depresión y recuerdos agradables Varios estudios han demostrado que la depresión es el reverso de la moneda de la gratitud. Cuanto más agradecido estás, menos deprimido te sientes. Cuando más deprimido estás, menos probable es que vayas por ahí sintiéndote agradecido a la vida. Por lo general la depresión se mide en los trabajos de investigación mediante una serie de preguntas sobre los niveles habituales de humor, las actitudes hacia uno mismo, y los hábitos de comer y dormir. No obstante, es bien sabido que los cuestionarios sobre uno mismo son medidas inadecuadas del síndrome clínico de la depresión, porque muchas afirmaciones de un cuestionario sobre la depresión coinciden en parte con otros estados clínicos, así como con un funcionamiento normal (por ejemplo, ¿quién no ha padecido algunos períodos cortos de insomnio?). Philip Watkins, psicólogo clínico en la Universidad del Este en Washington, calculó el estado de gratitud de individuos que habían sido diagnosticados mediante una entrevista clínica planificada. Descubrió que los individuos clínicamente deprimidos mostraban un nivel de gratitud significativamente más bajo (casi el cincuenta por ciento menos de gratitud) que los controles de los no deprimidos.18 Dado que la 49

depresión es un estado desagradable, se deduce lógicamente que los depresivos no se sienten agradecidos ya que no experimentan felicidad de las atenciones que reciben y son menos propensos a reparar en las cosas buenas que hay en su vida. Los investigadores han demostrado que la gratitud mejora la recuperación de experiencias positivas aumentando la elaboración de información positiva. ¿Qué significa esto? Significa que cuando nos sentimos agradecidos somos más propensos a fijarnos en los aspectos positivos de nuestra vida, y esto aumenta la formación (o la «codificación») de estas experiencias en la memoria. Si al codificar, experimentamos gratitud en respuesta a un beneficio, por definición, esto debería aumentar el valor que atribuimos al regalo, al donante y a los aspectos adicionales de la situación (el esfuerzo hecho por la persona, cómo nos sentimos en ese momento, cómo expresamos nuestra gratitud, etcétera). La codificación conlleva una elaboración, que aumenta la recuperación de lo sucedido en nuestra memoria. De esta manera, los individuos agradecidos tendrían más probabilidades de recordar los beneficios pasados de su vida y sentir gratitud en respuesta a esos dones. En otras palabras, los individuos agradecidos tendrían más posibilidades de «contar las bendiciones» de manera espontánea, no sólo cuando se les pide que lo hagan en un experimento psicológico. Las personas que son agradecidas tienden a hacer gala de una memoria selectiva de lo positivo (evocando muchos más recuerdos agradables que dolorosos) cuando se les pregunta sobre los sucesos del pasado, del mismo modo que los individuos depresivos tienden a tener una memoria selectiva de lo negativo cuando se les pide que recuerden sucesos del pasado (recordando muchos más acontecimientos desagradables que agradables). Una enfermera que asistió a un taller de gratitud que organicé me explicó que al día siguiente del taller, su marido se había quedado sin trabajo. Añadió que su marido casi siempre se deprimía muchísimo cuando le sucedían cosas de gran magnitud. 50

Por las mañanas compartían momentos piadosos o «de silencio», que ella aprovechaba para hablarle de los beneficios de escribir las cosas buenas. Empezaron a escribir tres cosas cada uno, que luego compartían. Después de unas tres semanas de hacer lo mismo, su marido salió a buscar trabajo y su humor mejoró volviéndose más optimista. Ella apenas podía creer los cambios. Hasta los amigos lo notaron. «¿Qué le pasa a tu marido? ¿Cómo es que no está deprimido?» Poco tiempo después consiguió un buen empleo. ¿Cómo puede la gratitud prevenir la depresión? Si la gratitud facilita la concentración y el disfrute de las cosas buenas, eso debería bastar para mantener a raya la depresión. Dado que la gratitud ayuda al individuo a dirigir su atención a los favores que recibe y lo aleja de las cosas de las que carece, debería disminuir la posibilidad de depresión. Tal vez el individuo que perdió su trabajo se sintió más agradecido por tener una esposa, una familia o el apoyo de los amigos durante la época de desempleo y esta conciencia del apoyo de otros le dio la energía suficiente para buscar trabajo. Los sucesos estresantes parecen ser importantes precursores de episodios depresivos, por lo que, si la gratitud demuestra ser una técnica efectiva para hacerles frente, también debería ayudar a prevenir la depresión. Además, al hacer más fácil el acceso a los recuerdos positivos, la gratitud podría ayudar a crear más percepciones positivas. Mientras que, históricamente, los enfoques del tratamiento de la depresión se han centrado en corregir los aspectos negativos, recientemente, algunos han puesto más énfasis en aumentar los pensamientos positivos. Practicar la gratitud podría ayudar a desarrollar una manera más positiva de pensar en los sucesos de la vida y, de paso, ayudar a la prevención de la depresión. Varios investigadores de la depresión han propuesto que la falta de recompensas sociales (y/o el aumento del castigo social) es importante en la etiología y mantenimiento de la depresión. Si la disposición al agradecimiento proporciona una vida social más 51

agradable, también debería ayudar a mantener a raya la depresión. Los beneficiarios de la bondad que se sienten agradecidos, se encuentran mejor consigo mismos. Se sienten estimados e importantes cuando se dan cuenta de que otras personas les proporcionan asistencia. Este aumento de la autoestima puede por sí mismo expulsar la depresión, reduciendo la desesperanza, que es en sí misma un rasgo clave de la depresión. Un elemento vital de la gratitud es el reconocimiento por parte del beneficiario de que el regalo ha sido fruto de un acto de compasión, generosidad, bondad o amor (y a menudo, aunque no siempre, con desinterés, y siempre, por lo menos, con algún esfuerzo y pérdida de energía del donante). Una de las razones por las que la gratitud nos hace felices es que nos obliga a abandonar una creencia que suele acompañar a la depresión aguda: que el mundo carece de bondad, y que en él no hay nada salvo azar y crueldad. El hábito de percibir la bondad puede inducir a la persona deprimida a reorganizar el esquema de sí misma («mirándolo bien, creo que no soy un perdedor»). Al sentirnos agradecidos, reconocemos que alguien, en alguna parte, está siendo bondadoso con nosotros, y por lo tanto, no sólo que somos merecedores de la bondad (a diferencia de todos los demás) sino también que la generosidad existe realmente en el mundo y, en consecuencia, que la vida vale la pena vivirse. De manera similar, la gratitud puede aliviar la depresión desviando la atención sobre uno mismo. Algunas investigaciones han demostrado que los individuos deprimidos prestan excesiva atención a sí mismos, lo que intensifica su desánimo.19 Al practicar la gratitud, la atención se aparta de uno mismo y se dirige a los otros y lo que nos dan. En un experimento realizado en la Universidad de Virginia, los sujetos escribieron sobre varias situaciones diferentes en las que habían experimentado emociones positivas concretas. Había diferencias interesantes entre las respuestas de felicidad y las respuestas de gratitud. 52

Cuando los sujetos recordaban algo bueno que les había sucedido (el escenario de la felicidad), la investigadora Sarah Algo descubrió que tenían «la vista puesta en sí mismos, no de manera negativa, sólo que querían celebrar y decir a todo el mundo lo bien que se sentían». En contraste, los sujetos que habían sido beneficiarios de algo bueno (el escenario de la gratitud) querían hablar a los demás de la gratitud de esa persona y no se centraban en sí mismos.20

La pobreza del bienestar Una de las preguntas más frecuentes que se hacen los expertos del bienestar parece ser «¿si somos tan ricos por qué no somos felices?». Investigaciones sobre el bienestar indican que la felicidad no se puede comprar. En nuestra cultura cada vez más próspera, no parece que la gente sea más feliz, y hay quien afirma que, de hecho, el índice de sufrimiento se eleva (en el sentido de variables como la depresión o la tasa de suicidios). Una razón por la que el incremento de las buenas cosas materiales no aumenta la felicidad está relacionada con el principio de adaptación. Investigaciones de un número de áreas diferentes en psicología han coincidido en que los seres humanos tenemos una increíble habilidad para adaptarnos a las circunstancias. Pero uno no necesita ser un esclavo de la ley de aclimatación. Acostumbrarse a la satisfacción se puede contrarrestar siendo conscientes a todas horas de lo afortunado de nuestra condición. Eso es precisamente lo que la práctica de la gratitud debería conseguir, recordarnos constantemente lo buena que es realmente la vida. Como cualquier publicista sabe, los esfuerzos por alcanzar cosas materiales están alimentados por comparación con estratos sociales más elevados que suscitan sentimientos de privación y descontento.21 Al concentrarnos en las cosas buenas por las que estamos agradecidos, la atención se aparta de hacer comparaciones con otros que tienen más. Algunos estudios han 53

demostrado que la comparación con estratos sociales más elevados lleva a un efecto menos positivo y a sentimientos más desagradables como la depresión y el resentimiento. El individuo que agradece lo que tiene, no es probable que piense que todo lo de fuera es mejor. Quiero hacer notar que lo opuesto también ocurre: si la atención de una persona se centra constantemente en las cosas que no tiene, es poco probable que se concentre en apreciar las cosas buenas que tiene. Observaciones realizadas en nuestro propio laboratorio indican que las personas agradecidas son menos propensas a basar su felicidad en posesiones materiales, son menos envidiosas, y menos inclinadas a medir el éxito desde el punto de vista de las ganancias materiales. Sin embargo la relación no es tan simple como para caer en el estereotipo de «las personas agradecidas pasan de las cosas». Es probable que disfruten de las posesiones materiales tanto como los demás. No obstante, también invierten más en proteger «sus cosas». Y están más dispuestos a reconocer las contribuciones que otros hacen a su bienestar material. Cuando el cuentakilómetros de su coche alcanzó los 200.000 kilómetros, un amigo mío compró pequeños regalos para los mecánicos que lo habían revisado desde el día que lo compró. Las personas agradecidas son materialistas conscientes. La apreciación deliberada reduce la tendencia a menospreciar lo que uno tiene, lo que hace menos probable que salgamos y reemplacemos lo que tenemos por alternativas más nuevas, más brillantes, más rápidas y mejores. La habilidad que tienen las personas agradecidas para obtener de la vida la máxima satisfacción se extiende a las posesiones materiales. En contraste, siempre hay algún placer real o imaginario que se cruza en el camino de la felicidad de la persona desagradecida. El consumismo alimenta la ingratitud. Los anunciantes invocan a propósito sentimientos de comparación e ingratitud induciéndonos a pensar que nuestra vida es incompleta a menos que compremos lo que nos venden. Examinemos una inquietante 54

estadística: a los 21 años, un adulto ha visto de promedio un millón de anuncios en la televisión. Jugando con nuestros miedos y deseos, estos anuncios crean necesidades y cultivan la ingratitud por lo que tenemos y quienes somos. Las relaciones humanas están secuestradas. Los psicólogos del consumismo sostienen que los anuncios ponen barreras entre padres e hijos, y entre los cónyuges. Se representa a los padres como insulsos y sin contacto con los adolescentes, a los que se anima a rechazar las preferencias de la generación anterior y crear su propia identidad alrededor de valores materialistas. La gratitud hacia el cónyuge puede atravesar tiempos difíciles, sobreviviendo al desfile continuo de cuerpos perfectamente culturales que irradian un inmutable deseo sexual. En un clásico estudio llevado a cabo en la década de 1980, los investigadores descubrieron que los hombres que miraban fotos de mujeres físicamente atractivas o las páginas centrales de Playboy, después encontraban a sus compañeras menos atractivas, se sentían menos satisfechos con sus relaciones actuales y expresaban menos compromiso con su pareja.22 La gratitud puede actuar como cortafuegos de protección contra algunos de los efectos de los insidiosos mensajes de los anuncios. Cuando una persona aprecia lo que tiene, es más crítica con los mensajes que la animan a desear lo que no tiene, y otros tienen. A propósito, en otro estudio, cuando se enseñó a las mujeres las fotos de Playgirl, no expresaron los mismos cambios del corazón hacia el marido o el novio.

LA GRATITUD SOCIALES

REFUERZA

LOS

LAZOS

El fuerte apego de Esther Summerson a John Jarndyce en Casa desolada de Charles Dickens nació de la gratitud. Jarndyce había adoptado a Esther y la había criado. «Desde niña, explica ella, he sido objeto de la inagotable bondad del mejor de los seres humanos, a quien estoy tan unida en virtud de todos los lazos de afecto, gratitud y amor, que nada de lo que hiciera en el 55

transcurso de una vida podría expresar la gratitud de un solo día.»23 Los lazos del afecto, como los de Esther hacia John Jarndyce, se forjan a través de acciones generosas entre los donantes y sus beneficiarios, y se cimientan y refuerzan con la gratitud. La gratitud se basa en la suposición de que la otra persona deseaba hacer algo por mí, y lo quería hacer por mi bien. Hizo de mi interés, el suyo propio. Esther entiende que las acciones de Jarndyce están motivadas por su bondad, y su gratitud es el resultado inevitable de esta suposición positiva y confiada. Para no sentir gratitud, tendría que haberse convencido de que la bondad de sus actos no era auténtica, pero ella no tenía motivos para pensar así. Un beneficio inesperado (que no anticipé) de escribir un diario de gratitud, era que los individuos que lo hacían aseguraron que se sentían más próximos y más comunicados con otras personas, estaban más dispuestos a ayudar a los demás, y además eran vistos como más amables por personas significativas de su entorno social. Familia, amigos, pareja, y otras personas que les rodeaban, declararon sistemáticamente que los individuos que practican la gratitud parecen visiblemente más felices, y su compañía es más agradable. También tenemos pruebas de que los sujetos con una disposición elevada a la gratitud, es decir, que tienen una tendencia habitual a ser conscientes de las cosas buenas de la vida, disfrutan de mejores relaciones, tienden a proteger y conservar dichas relaciones, están más unidos, y se sienten menos solos. Que las personas agradecidas no se sienten tan solas es un descubrimiento clave. Sigmund Freud escribió que el mayor miedo de nuestra vida es el temor a quedarnos solos y aislados. Analistas sociales contemporáneos han descrito la etapa de la historia en la que vivimos como la «era de la soledad».24 Nunca antes en la historia tantas personas han vivido solas, nunca antes tantas familias han estado geográficamente dispersas o han sido tan pequeñas. Los individuos que tienen menos dificultades para encontrar razones 56

por las que estar agradecidos son menos propensos a decir que les falta compañía o que, realmente, nadie los conoce bien. Nuestro innato deseo de pertenencia aumenta cuando experimentamos y expresamos nuestra sincera gratitud. ¿Por qué es buena la gratitud para nuestro bienestar relacional? Barbara Fredrickson, investigadora en la Universidad de Carolina del Norte y pionera en el estudio de las emociones positivas, opina que las emociones positivas desarrollan nuestro modo de pensar y crean recursos personales duraderos.25 Estos recursos funcionan como reservas de las que podemos echar mano en momentos de necesidad. Vista a la luz de este modelo de desarrollo-y-construcción, la gratitud es eficaz para aumentar el bienestar, dado que construye recursos psicológicos, sociales y espirituales. La gratitud inspira una reciprocidad prosocial y además es uno de los mecanismos psicológicos primarios que subyacen al altruismo recíproco («tú me haces un favor, yo te lo hago a ti»). Además, animar a los individuos a concentrarse en los beneficios que han recibido de otros conduce a sentirse querido y mimado. Así que la gratitud parece construir amistades y otros vínculos sociales. Y son recursos sociales porque, en momentos de necesidad, estos lazos sociales se convierten en manantiales a los que acudir en busca de apoyo social. También se puede pensar en la gratitud como una forma de amor, una consecuencia de un apego ya formado así como una condición que precipita la formación de nuevos lazos afectivos, como los que había entre Esther Summerson y John Jarndyce.

¿MATRIMONIOS AGRA-DECIDOS O AGRA-VIADOS? Recientes investigaciones sugieren que la salud mental óptima se asocia con ratios elevadas de emociones positivas a negativas.26 Según este modelo, el funcionamiento normal se caracteriza por ratios cercanas al 2,5 (es decir, 2,5 veces más 57

positivismo que negatividad), donde el funcionamiento óptimo se caracteriza por ratios próximas a los 4,3. Resumiendo dos décadas de investigación de campo sobre los matrimonios, el psicólogo de la Universidad de Washington, John Gottman, experto en relaciones maritales, concluye que a menos que una pareja sea capaz de mantener una ratio más elevada de impresiones positivas que negativas (5,1 o más), es probable que el matrimonio se deshaga. En un estudio muy difundido, él y sus colegas observaron a 73 parejas discutiendo un área de conflicto en su relación. El equipo de investigación midió lo positivo y lo negativo utilizando dos esquemas de codificación: uno se concentró en las interlocuciones positivas y negativas, y otro analizó las emociones positivas y negativas observables. Gottman dictaminó que entre los matrimonios que duran, y que los dos miembros de la pareja encontraban satisfactorio —lo que podríamos llamar matrimonios florecientes—, la media de ratios positivas era de 5,1 para las interlocuciones y 4,7 para las emociones observadas. En contraste, entre los matrimonios identificados como envueltos en una espiral destructiva hacia la disolución, la media de ratios positivas para las interlocuciones era del 0,9 y para las emociones observadas del 0,7. Gottman afina tanto a la hora de detectar las fortalezas y las debilidades de los matrimonios, que es capaz de predecir con un 90 por ciento de exactitud si un matrimonio acabará o no en divorcio, a menudo después de observarles sólo tres minutos en su laboratorio matrimonial.27 ¿Cuál es la mejor manera de crear una ratio positiva? Gottman sugiere practicar la gratitud en el matrimonio. Es más, el «ejercicio de agradecimiento» que recomienda es la base para uno de los siete principios para que el matrimonio funcione. En su libro El segundo turno (The Second Shift), Arlie Hochschild escribió sobre una «economía de la gratitud» en el matrimonio: «Cuando una pareja se pelea, rara vez se trata de quién hace qué. Mucho más a menudo la cuestión gira en torno al toma y daca de 58

la gratitud. La lucha para salvar el matrimonio en la sociedad contemporánea es la lucha por cultivar la gratitud entre hombres y mujeres.»28 Los matrimonios en conflicto se caracterizan por fijarse mucho más en las quejas y olvidarse de las cosas buenas. Según la ratio positiva, una meta deseable es que haya, al menos, cinco cosas buenas por cada queja (y hay quien sugiere una cifra tan elevada como entre ocho y veinte cosas buenas por cada queja). La receta no es complicada: puedo apreciar y reconocer la bondad de mi esposa; puedo decidir, de manera consciente, fijarme en las atenciones que tiene conmigo, en lugar de dejar aflorar mi tendencia a criticar o fijarme en lo que le falta. Cuando me fijo en las atenciones que me dedica, expreso gratitud por ellas, fortalezco nuestra relación y abro el camino para recibir futuras atenciones. La falta de reconocimiento de la gratitud conduce, en el mejor de los casos, a dar por descontado que el otro estará siempre allí para nosotros y, en el peor, a la falta de respeto, el resentimiento y el desprecio.

GRATITUD Y FELICIDAD SOSTENIBLE Por los resultados de nuestros experimentos sabemos que la gratitud tiene, al menos, un poder temporal para mejorar nuestra salud emocional, la satisfacción en las relaciones, y en algunos aspectos, el bienestar físico. Ahora bien, ¿alguno de estos progresos sobrevive al paso del tiempo? Sorprendentemente, muchos de nuestros pacientes con enfermedades neuromusculares siguieron escribiendo sus diarios de gratitud mucho tiempo después de que el estudio finalizase, y cuando nos pusimos en contacto con ellos, varios meses después, nos comentaron los beneficios a largo plazo de haber participado en el estudio. Un individuo dijo que: «Sentirse obligado, de manera consciente, a reflexionar, contemplar y resumir su vida una vez al día, había sido curiosamente terapéutico e iluminador. Me venían a la mente facetas de mí mismo que me gustaban mucho y otras que se podían mejorar [...], he intentado ser más 59

consciente de mi nivel de gratitud.» Otro escribió: «Es fácil dejarse llevar por las cosas que ocurren en el día a día y olvidarnos de parar y recordarnos por qué nos levantamos cada día. Su estudio me ayudó a acostumbrarme a hacer una pausa todos los días para recordar las cosas maravillosas de la vida.» Cuando el bienestar de los sujetos en el grupo de gratitud se comparó con el del grupo de control, nos encontramos con una pauta llamativa y constante: el grupo de gratitud seguía disfrutando de los beneficios ¡seis meses después! Experimentaban emociones más positivas, estaban más satisfechos con su vida, en general se sentían mejor con su existencia, y seguían sintiéndose más cerca de los demás. Aunque el experimento en el que participaron había concluido seis meses antes, seguían manteniendo niveles de bienestar un 25 por ciento más elevados que los individuos del grupo de control. Las pruebas contradicen la creencia, ampliamente extendida, de que cada persona tiene una disposición determinada a la felicidad y que ésta no puede cambiarse por ningún medio conocido: en algunos casos, tenemos constancia de que la gratitud ha inducido cambios transformadores de vida. Una de las satisfacciones de crear una nueva línea de investigación es ver cómo nuestro trabajo inspira a otros a reproducir y ampliar la investigación inicial en direcciones novedosas y creativas. Las reproducciones e investigaciones han empezado a llegar de otros laboratorios. En un proyecto de seis semanas, se invitó a estudiantes de la Universidad de Misuri a contemplar las cosas por las que se sienten agradecidos, bien una vez a la semana o tres veces.29 Se les pidió que se esforzaran en: «Pensar en todas aquellas cosas de la vida, pequeñas o grandes, por las que podéis sentiros agradecidos. Esas cosas pueden incluir amistades que os apoyan, sacrificios o contribuciones que otros han hecho por vosotros, hechos de vuestra vida como por ejemplo ventajas y oportunidades, incluso gratitud por la vida misma y el mundo en que vivimos [...]. Es posible que nunca 60

antes hayáis pensado así sobre vosotros pero recientes investigaciones sugieren que hacerlo puede mejorar vuestro humor y vuestra satisfacción por la vida. Por eso, queremos pediros que sigáis pensando de esa manera unas cuantas semanas más.» Entre los ejemplos de «cosas buenas» citadas por los estudiantes figuraban «un cuerpo sano», «mi madre» y «un messenger instantáneo AOL». Los sujetos del grupo de control sólo hicieron la primera parte del experimento. De nuevo, los resultados sugirieron que el incremento de felicidad a corto plazo era posible, pero también la importancia de elegir el momento óptimo. Los estudiantes que expresaron gratitud regularmente mostraron un incremento de su bienestar en el transcurso del estudio, en comparación con los del grupo de control, pero esos aumentos sólo se observaron en aquellos estudiantes que habían practicado la actividad una vez a la semana. Es posible que muchos encontraran aburrido contar las cosas buenas varias veces a la semana, y que hacerlo les pareciese menos refrescante y carente de sentido con el paso del tiempo. De ahí la importancia de variar lo que se escribe en el diario de gratitud.

La visita de gratitud Pruebas adicionales de que la gratitud importa muchísimo a largo plazo nos llegan del laboratorio de psicología positiva de Martin Seligman en la Universidad de Pennsylvania. Ni en nuestro trabajo experimental ni en el estudio de la Universidad de Misuri se hicieron distinciones entre las experiencias y las expresiones de gratitud. Lo que nos interesaba era cómo se maneja el agradecimiento sentido. No obstante, las emociones son procesos con múltiples componentes, que constan de condiciones provocadas, reacciones fisiológicas, experiencias subjetivas y comportamiento expresivo. Las expresiones de la conducta son importantes porque completan la tendencia a la acción asociada con la emoción. La expresión sería un aspecto especialmente delicado de la gratitud. El concepto de 61

«agradecimiento» o el acto de dar gracias, implica que hay alguien a quien le damos las gracias. El renombrado humanista y psicólogo, Abraham Maslow discutió la importancia de expresar gratitud hacia nuestros benefactores, y la tensión psicológica que resulta del asunto inacabado de no dar las gracias a aquellos con quienes nos sentimos positivamente en deuda.30 ¿Y si pidiéramos a la gente que expresase su agradecimiento a sus benefactores? ¿Cuáles serían los efectos de una confrontación de gratitudes? Afortunadamente, Seligman y sus colegas de la Universidad de Pennsylvania se ocuparon de organizar el experimento.31 Los sujetos tenían una semana para escribir una carta de gratitud y entregarla personalmente a alguien que hubiera sido especialmente generoso con ellos o que hubiera hecho por ellos algo realmente positivo, que todavía viviera, y que no hubiera recibido las gracias tal y como se merecía. Si iban a hacer una visita de gratitud, debían seguir los siguientes pasos: primero, redactar un escrito de 300 palabras, concreto, bien escrito, contando la historia de lo que la persona había hecho, por qué era importante, y dónde se hallaban en la vida como resultado; luego, podían llamar por teléfono y decir «me gustaría ir a verte», pero sin decir el motivo, para que fuera una sorpresa. Alrededor de trescientas personas hicieron una visita de gratitud, que resultó ser una experiencia extraordinariamente conmovedora tanto para la persona que escribió la carta como para el destinatario. Todos acabaron llorando. Por ejemplo, un joven alto, serio y muy moderno escribió una carta a sus padres, en la que reconocía los sacrificios que habían hecho para criarlos a él y a su hermano, y lo mucho que ambos los querían y les estaban agradecidos, aunque dudaba que nunca llegara a leérsela a sus padres porque le daba vergüenza. No obstante, por obra del destino, mientras el estudiante pasaba las vacaciones de Navidad en casa de sus padres, su hermano pequeño resultó gravemente herido en un accidente de coche y 62

falleció en la sala de urgencias del hospital. Esa noche, después de que él y sus padres abandonaran el hospital y regresaran a casa destrozados, el joven decidió que era el momento adecuado para entregar a sus progenitores el testimonio de su gratitud, donde describía lo mucho que él y su hermano querían a sus padres, quienes los habían amado y cuidado tan bien durante tantos años. Después comentaría que aquel acto se convirtió en el momento más significativo de la vida emocional de la familia, y que ayudó a aliviar el dolor de sus progenitores por la muerte del hermano pequeño. Supuso no sólo una revelación para la familia, sino también una vía a través de la cual canalizar el dolor y sobrellevarlo. En el período inmediatamente posterior al experimento (una semana después de haber hecho el ejercicio), los sujetos en la condición de la visita de gratitud se sentían más felices y menos deprimidos. Más aún, estos sujetos dieron los índices más altos de cambios positivos de todo el estudio. Este aumento de la felicidad y descenso de los síntomas depresivos se mantuvo en las evaluaciones consecutivas, una semana y un mes después. Resultó, para sorpresa de Saligman, que la visita de gratitud aliviaba los síntomas de depresión en las personas y las ayudaba a ser más felices durante más tiempo que los placebos. Aunque no sea práctico para muchas personas organizar visitas de gratitud formales de manera regular, la mayoría de la gente puede sacar tiempo todos los días para expresar su agradecimiento a alguien, de manera elaborada y sincera. Los beneficios superan a los observados en aquellas personas que sólo escriben un diario de gratitud.

LA GRATITUD EMPIEZA TEMPRANO Hemos llevado nuestra investigación de la gratitud con personas de todas las edades, desde adolescentes a adultos. ¿Hay algún grupo que podría representar especialmente un «reto a la gratitud»? Pensemos en los niños. Se sabe que los niños son 63

desagradecidos. «¡Ingratitud! ¡Demonio de corazón de mármol, más horrible que el monstruo del mar, cuando te muestras en una hija!», exclamaba el Rey Lear de Shakespeare.32 La envidia y el sentirse con derecho a algo parecen dos logros psicológicos mucho más accesibles que la gratitud y el agradecimiento. Algunos estudios indican que debido a la toma de perspectiva que requiere la gratitud, los niños menores de 7 años no entienden de manera fiable que la gratitud supone dar crédito a otros por los resultados positivos que afectan al yo. No obstante, muy parecido a las cualidades de la gratitud para inculcar la felicidad, las suposiciones acerca de la presunta incapacidad de los niños para sentir gratitud nunca se ha sometido a una prueba experimental. Un estudio reciente examinaba las versiones publicadas en un periódico de las cosas de las que se sentían agradecidos unos niños en edad escolar en el período que siguió a los sucesos del 11 de septiembre de 2001.33 Los temas más mencionados eran familia, amigos, bomberos, otras ayudas y libertad. En general, las niñas se sentían más agradecidas que los niños, y su agradecimiento se basaba en la familia y los amigos, mientras que los niños estaban más agradecidos por los objetos materiales. Una niña de 9 años escribió: Doy gracias porque tengo a mi papá y a mi mamá, porque me ayudan a hacer los deberes. Me doy gracias a mí misma porque mi gato le hizo un arañazo a mi hámster, y cogí un trapo, lo mojé y le limpié la sangre del ojo. Doy gracias por mi abuelo y por mi abuela, que me han dado dinero para comprarme un regalo de Navidad. Doy gracias por tener ropa, porque si no iría desnuda. Doy gracias por tener un gato, porque mi gato se come los ratones del campo. Doy gracias por tener a la señorita Long, que ayuda a los niños con las matemáticas y otras materias. Doy gracias por mi hámster, que me ayuda a saber cuándo tengo que hacer los deberes. 64

Sin embargo, el estudio no examinó el vínculo entre la gratitud y resultados tales como la felicidad, el bienestar o cómo superar los problemas. Falta saber si contar las cosas buenas afecta el bienestar de los niños, de la misma manera que el de los adultos. Teniendo esto en cuenta, el doctor Jeffrey Froh, en aquel entonces psicólogo en el Colegio Candlewood en Dix Hills, Nueva York, llevó a cabo un experimento de gratitud con 221 estudiantes de sexto y séptimo grado. Siguió un modelo casi experimental en el que once clases fueron asignadas, al azar, a una de tres condiciones (por ejemplo, gratitud, problemas y control). A los estudiantes en la condición de gratitud se les pidió que enumeraran cinco cosas del día anterior por las que estuvieran agradecidos, mientras que al grupo de problemas se les pidió que hicieran lo mismo, pero fijándose en cosas que les habían irritado. El grupo de control simplemente completó el modelo estándar. Además de contar las bendiciones o los problemas, todos los estudiantes completaron el mismo modelo estándar. Los datos fueron recogidos diariamente al principio de cada clase durante dos semanas, con un seguimiento de tres semanas. Las relaciones de cariño/apoyo fueron el tema más común del grupo de gratitud. Además, fue bastante común entre los niños decir que se sentían agradecidos por su educación, su salud y sus actividades (principalmente deportes). Tanto el grupo de la condición de gratitud como el de control experimentaron efectos significativamente menos negativos que el grupo de la condición de problemas, tanto en el período inmediatamente posterior como durante el seguimiento. Además, el grupo de la condición de gratitud era significativamente más positivo acerca de la semana siguiente y durante el seguimiento, comparado con el grupo de la condición de problemas. Dentro del dominio de la experiencia escolar, a posteriori, el grupo de la condición de gratitud obtuvo mayor satisfacción comparado con los grupos de 65

la condición de control y de la condición de problemas. En cuanto al lugar de residencia y vida en general, en el período de seguimiento, los grupos de las condiciones de gratitud y control se sentían más agradecidos, en comparación con el grupo de problemas. También se registró una tendencia en los niños de la condición de gratitud a estar menos enfermos, mientras afirmaban sentirse menos molestos con problemas físicos. Por último, durante el seguimiento, los grupos de las condiciones de gratitud y control se sintieron más agradecidos con aquellos que les habían dispensado ayuda, que el grupo de la condición de problemas. Esto sugiere que la gratitud nos vuelve más sensibles para percibir la generosidad de otros. La gratitud, pues, parecía tener un efecto gradual, aunque significativo, en el optimismo y en los sentimientos de agradecimiento hacia la ayuda recibida. En resumen, estas conclusiones sugieren que la gratitud tiene efectos inmediatos y a largo plazo en el funcionamiento psicológico positivo. Al cultivar la emoción positiva de la gratitud, es posible que nuestros hijos experimenten una espiral ascendente de resultados positivos, que cree una interacción recíproca y les proporcione más razones aún para contar las cosas buenas.34 Es aún más alentador que los resultados de este estudio sugieran que podría haber maneras mejores y más duraderas de inculcar la gratitud en los niños que la de las notas de agradecimiento a los familiares. Los autores de libros para niños y artículos en revistas sobre la crianza de los hijos, animan regularmente a que se cultive la gratitud y el agradecimiento en los chicos y ofrecen estrategias para que los padres lo inculquen. En la década de 1930, la psicóloga suiza Franziska BaumgartnerTramer sugirió que los padres recalquen el sentido de comunidad creado o acrecentado por la gratitud y disminuido o destruido por la ingratitud, en lugar de apelar a la función de la cortesía o a su naturaleza obligatoria.35 Casi ochenta años después, este consejo se ha puesto finalmente en práctica cuando padres y educadores 66

desarrollan maneras para guiar a sus hijos en su paso a una edad adulta de manera más eficiente, responsable y agradecida. El movimiento de psicología positiva, del que nuestra investigación sobre la gratitud es un ejemplo, ha pedido un mayor reconocimiento de las herramientas que mejoran el bienestar físico y psicológico de los niños. En psicoterapia, educación y crianza de los hijos, un enfoque basado en las fortalezas, está suplantando, muy despacio, el enfoque exclusivo en los remedios a favor de comprender cómo se desarrollan los niños. La infancia puede ser el momento óptimo para promover actitudes saludables y la prevención de problemas, y el entrenamiento en gratitud puede jugar un papel importante en cualquier programa diseñado para promover el bienestar. Como en los adultos, la gratitud puede ser una herramienta muy valiosa que los niños pueden utilizar para negociar los altibajos de la vida.

DEPENDENCIA FELIZ: ¿LA GRATITUD VA LIGADA A LA FELICIDAD? El grado en que los niños se sienten espontáneamente agradecidos por lo que reciben de la vida y el grado en que esta gratitud les hace sentirse más felices y mejores ciudadanos constituye, seguramente, un tema importante para investigadores, padres y educadores. Sin embargo, hay tina realidad más básica sobre la gratitud que podemos aprender de nuestros hijos. Cuando éramos niños, no vivíamos la ilusión de ser autosuficientes. Éramos conscientes de la dependencia que teníamos de nuestros padres para nuestra supervivencia, seguridad y comodidad. A medida que crecemos, nos enseñan a recurrir, más y más, a nosotros mismos para la satisfacción de nuestras necesidades. Al final, llegamos a creer en el mito de nuestra propia autosuficiencia. Para muchos, es necesaria la enfermedad, la discapacidad, el peligro o la proximidad de la muerte para alterar esta ilusión de autosuficiencia. Todos 67

empezamos la vida dependiendo de otros y la mayoría de nosotros la acabamos de la misma manera. Entretanto, disfrutamos de unos sesenta años, aproximadamente, de dependencia no reconocida. La condición humana es tal, que a lo largo de nuestra vida, no sólo al principio o al final, somos profundamente dependientes de otras personas. Y somos conscientes de esta dependencia. El filósofo moral, Alasdair Maclntyre se ha referido a los humanos como «animales racionales dependientes».36 Estar vivo es mantener relaciones con otros, relaciones que son vitales para nuestro bienestar. El yo, por sí mismo, es un lugar muy pobre para encontrar la felicidad o el significado de la vida. La gratitud nos lleva fuera de nosotros mismos, donde nos vemos como parte de una intrincada red de relaciones vigorizantes, que son mutuamente recíprocas. En otras palabras, la gratitud es esencial si realmente queremos comprendernos. En algunos aspectos, ésta es una idea profundamente contracultural. La psicología moderna ha puesto un gran énfasis en la autonomía individual y la autosuficiencia. La gratitud exige, sin embargo, que afirmemos nuestra dependencia de otros y reconozcamos que necesitamos recibir lo que no podemos procurarnos nosotros mismos. Hasta que esta dependencia no se reconoce, la gratitud subsiste, en el mejor de los casos, como posibilidad. La memoria del corazón incluye la memoria de aquellos de quienes dependemos, lo mismo que la mala memoria de la dependencia es la reticencia o la falta de habilidad para recordar los beneficios que nos llegan de otros. He intentado demostrar en este capítulo que la gratitud es el mejor enfoque de la vida porque conduce a una felicidad duradera. También añadiría que es el enfoque más auténtico de la vida. La vida consiste en dar, recibir y devolver. Somos seres receptivos, que dependemos de la ayuda de otros, de sus regalos y de su bondad. Como tales, estamos llamados a la gratitud. La gratitud es un sentimiento 68

agradable, y aceptamos gustosamente la dependencia que exige cuando correspondemos o «devolvemos» el favor. La vida se vuelve completa cuando somos capaces de dar a otros que ahora lo necesitan lo que nosotros recibimos en el pasado. Una mujer de 33 años con atrofia muscular en la columna vertebral expresó así la dinámica entre la dependencia y devolver lo que se recibe: Toda mi vida he necesitado de la ayuda de personas para vestirme, ducharme, trabajar, ir al colegio, etcétera. Tenía la esperanza de algún día ser capaz de hacer algo realmente significativo por otra persona, de la misma manera que otros lo han hecho siempre por mí. Conocí a un hombre que estaba casado y era muy desgraciado. Su esposa y él habían tenido un hijo que se había muerto a los 7 meses. Habían seguido casados diez años, en los cuales habían intentado tener otro hijo. No lo consiguieron. Se divorciaron y él se convirtió en mi amigo y en mi amante. Me dijo que el sueño de su vida era tener otro hijo. Quedé embarazada y sufrí un aborto natural. Volvimos a intentarlo, y esta vez tuve un embarazo ectópico (pero no perdí la trompa, ¡gracias a Dios!). Una inyección solucionó el problema. Me quedé embarazada por tercera vez; nuestro precioso bebé nació el 20 de diciembre de 1998. Nunca me he sentido más agradecida en toda mi vida. Por fin era capaz de dar algo a alguien a cambio. Yo, que se suponía que debía haber muerto a los 2 años. Es la gratitud la que nos permite recibir y es la gratitud la que nos motiva a devolver la bondad que hemos recibido. En resumen, es la gratitud la que nos permite convertirnos en seres totalmente humanos.

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3 Cómo se expresa la gratitud En un reciente viaje a Washington, D.C., visité el Monumento Conmemorativo de la Segunda Guerra Mundial. Al igual que otros monumentos, va dirigido a promover el recuerdo, en este caso, de los 16 millones de hombres y mujeres que sirvieron a su país durante la Segunda Guerra Mundial. Una ligera lluvia caía en aquella fría mañana de invierno, mientras caminaba sin rumbo por la plaza central, deteniéndome ante algunas de las columnas de granito semicirculares dedicadas a cada estado o república. Alguien había colocado una corona al pie de una de ellas. Me agaché para verla más de cerca, pero antes incluso de poder leer la inscripción, de repente me sentí 70

abrumado con una mezcla de sentimientos diferentes: admiración, tristeza, dolor, pero sobre todo, gratitud. Sin duda, gratitud es lo que uno espera sentir en lugares como éste, pero eso no hizo que mis sentimientos fueran menos auténticos. Aquella reacción emocional me impulsó a contemplar mi propia contribución ancestral a la «más grande de las generaciones». Tres de mis tíos habían prestado sus servicios en el ejército durante el conflicto, sin embargo, nunca me había parado a recordarlo, y a reconocer el significado de lo que se habían propuesto conseguir y el sacrificio que ellos, y millones de camaradas, habían hecho. Al salir de la plaza, me detuve para buscarlos en el Registro de los Caídos, una lista por ordenador de los estadounidenses que tomaron parte en el conflicto bélico. Recuerdo a uno en particular, tío Ed (a quien llamábamos afectuosamente Unky), con quien había estado particularmente unido de pequeño. Mi padre padecía una enfermedad crónica y, siendo yo un niño, entró y salió repetidas veces del hospital. Unky llegó a ser como un padre para mí. Con un físico que imponía pero de voz suave, llevaba el pelo cortado al rape, en consonancia con su pasado militar. Había participado en la liberación de Dachau, y había recibido cuatro condecoraciones diferentes, además de la Estrella de Bronce por su heroísmo. Después de la guerra, había servido más de treinta años en el departamento de policía de la ciudad en la que creció, ascendiendo de rango hasta ser nombrado capitán, el segundo puesto más alto del departamento. Mirando hacia atrás, lo que más me llamaba la atención de él era su humildad, nunca hablaba de sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial ni supe de los numerosos honores que le habían tributado, tanto en la vida militar como en la civil. De niño, ninguna vez se me ocurrió interrogarlo sobre sus experiencias de guerra, aunque conociéndolo como lo conocía, estoy seguro que habría desviado la atención de sus contribuciones. Cuando me 71

hice adulto, hacía tiempo que no vivía en casa y las visitas a tío Unky eran escasas y esporádicas. Hoy, lo recuerdo con gratitud. El psicólogo Jonathan Haidt ha descrito el estado emocional de la elevación, un sentimiento cálido y exaltado que los individuos experimentan cuando ven actos inesperados de bondad humana, generosidad y compasión.1 Un fuerte sentimiento de afecto en el pecho, ganas de llorar, escalofríos y un nudo en la garganta caracterizan la elevación, y eran esos cambios los que me acompañaron al ver la foto de tío Ed en el registro, leer sus hazañas y reflexionar sobre su vida cuando lo conocí. Aunque asociamos las lágrimas con el dolor, las emociones positivas también pueden dar paso al llanto. Las lágrimas son una respuesta común a la gratitud profunda. Y a ellas se ha aludido como la «más sustancial y sin embargo la más fugaz, la más obvia y en cambio la prueba más evidente de nuestra vida emocional».2 Experimentar una abrumadora sensación de agradecimiento, como me sucedió en aquella ocasión, puede hacer que alguien se eche a llorar. Alguien escribió: Hay veces, mientras conduzco, que reviso mentalmente todas las presiones económicas que sufro: dos hijos que van a la universidad, y deudas que se acumulan sin que les vea un final a la vista. Justo cuando empiezo a sentirme abrumado, pienso en todas las cosas por las que me siento agradecido: la salud, el amor de mi esposa, amigos que se preocupan por mí y dos hijos maravillosos. Y me siento tan afortunado que quiero dar gracias a Dios, y tan emocionado que a veces me echo a llorar.3 Era ese mismo sentimiento de sentirse abrumado por la gratitud lo que san Ignacio de Loyola conocía tan bien. Decían que su vida de oración era tan intensa que, a menudo, durante la misa tenía que parar un momento porque los ojos se le llenaban 72

de lágrimas y no podía ver. Al cabo de un tiempo, el llanto constante empezó a dañarle los ojos, por lo que pidió una dispensa papal especial que lo relevara de algunos de sus piadosos deberes con el fin de conservar la salud. En su diario espiritual escribió: «A causa del violento dolor que sentía en un ojo de tanto llorar, se me ocurrió que si seguía dando misa, podría perder el ojo, pero que era mucho mejor conservarlo.»4

LA ENCARNACIÓN DE LA GRATITUD A la mayoría de las personas, la gratitud no nos causa lágrimas dolorosas como le pasaba a san Ignacio (podría añadir que la gratitud no siempre nos trae lágrimas dolorosas, aunque la mayoría de nosotros, en situaciones extremas, podríamos llorar de gratitud). Sin embargo, la gratitud, como cualquier otra emoción, se somatiza. Se siente y se expresa físicamente. Cuando los psicólogos emprenden el estudio de una emoción como la gratitud, se ven forzados a establecer con exactitud varios componentes. Primero, buscan algo externo que provoque el sentimiento, un factor generador. Un primo o un amigo de la familia nos hace un regalo muy deseado o nos dice que nos va a hacer un gran favor. Segundo, nuestro benefactor nos provoca una sensación particular que induce a un sentimiento subjetivo con su correspondiente intensidad. Nuestro cerebro procesa el anuncio de nuestro benefactor, y se percata de que se está ofreciendo a ayudarnos de manera significativa. Tercero, nuestro benefactor seguramente nos provoca una respuesta fisiológica mesurable. Es posible que sintamos un nudo en la garganta, una sensación fisiológica, cálida y creciente, de gratitud mientras procesamos la oferta de nuestro primo. En aquel momento la respuesta, es decir, es probable que el sentimiento provoque, entre otros, cambios motivacionales en nuestra manera de pensar. Descubrimos que nuestro benefactor es alguien en quien podemos confiar en momentos de apuro. Finalmente, existe a menudo un componente expresivo que nos permite comunicar la 73

emoción a otros.5 Este componente expresivo remite a las maneras en que cambiamos, de forma deliberada, nuestras acciones para reflejar el hecho de que nos sentimos agradecidos, y también a las maneras en que cambia nuestra expresión facial y corporal, tanto si queremos como si no, para comunicar al resto de los seres humanos las emociones que estamos experimentando. Mientras nos planteamos la oferta de nuestro benefactor, sonreímos y mostramos que estamos experimentando gratitud; también decidimos lo que diremos en respuesta a la oferta. Estos elementos de la reacción al agradecimiento también se aplican a otras emociones. Pensemos en la rabia. Experimentamos rabia en contextos donde percibimos que se ha cometido una ofensa contra nosotros de manera intencionada. Percibimos al autor como culpable y, por lo tanto, como merecedor de nuestra ira. Nuestro pulso y nuestro corazón se aceleran, y las hormonas del estrés tales como la epinefrina y el cortisol invaden nuestro cuerpo. El ritmo de la respiración aumenta y los músculos se tensan. Los puños crispados y la mandíbula apretada son también señales de ira. A medida que nuestra manera de pensar se estrecha y se restringe, nos damos cuenta de que nuestra capacidad para resolver problemas y otras habilidades mentales se ponen en peligro, de ahí el lamento «estaba tan enfadado que no podía pensar con claridad». Podemos desear que el blanco de nuestra ira sufra daño, ya sea infligido por nosotros mismos o por un tercero. Podemos revelar nuestra ira a través de un movimiento o de una expresión facial, y podemos dejarnos llevar por la emoción de maneras que luego lamentaremos. El componente expresivo de las emociones es extremadamente importante, en particular el modo en que comunicamos facialmente nuestros sentimientos a otros individuos. Este componente expresivo es fundamental: si no parecemos felices, enfadados, agradecidos o tristes, a otros les cuesta creer que 74

realmente estemos sintiendo esas emociones. Las interacciones sociales descansan en nuestra habilidad para comunicar las emociones a través del rostro, y si no podemos expresar nuestras emociones, nuestra vida social se deteriora. Los individuos que padecen problemas faciales se pueden encontrar con que las personas no reaccionan hacia ellos de la misma manera que reaccionan hacia quienes tienen expresiones faciales normales, porque sus emociones van acompañadas de una expresión estática y antinatural. Hay individuos, por ejemplo, aquellos a quienes un infarto cerebral ha dañado su hemisferio derecho, incapaces de reconocer en otros expresiones faciales emocionales, lo que contribuye a que sus intercambios sociales sean problemáticos. Los investigadores han documentado que las emociones básicas de ira, alegría, asco, felicidad y miedo tienen manifestaciones faciales universalmente reconocibles. En todo el mundo, ya se trate de culturas avanzadas o primitivas, las personas reconocen cuándo alguien está iracundo o asqueado, feliz o sorprendido. Por ejemplo, en el caso de la ira, las cejas se fruncen hasta tocarse, formando arrugas en la piel de la frente, los labios están tensos y más finos, y la mirada se vuelve fulminante abriendo mucho los párpados. El investigador de la Universidad de California, Paul Ekman y sus colegas han reunido pruebas de la universalidad de siete expresiones faciales de la emoción: ira, felicidad, miedo, sorpresa, asco, tristeza y desprecio. En todas las culturas que han estudiado —en Japón, toda Europa y Estados Unidos, y entre los miembros analfabetos de la tribu fore de Papúa Nueva Guinea—, una mayoría considerable era capaz de reconocer las expresiones emocionales básicas expresadas por individuos de otras culturas, y otros reconocían las propias.6 En contraste con las emociones básicas, la gratitud no parece tener una expresión propia y reconocible. Tal vez, la excepción más evidente sea en el caso de la gratitud inspirada 75

por la religiosidad. En iglesias, templos y santos lugares, los creyentes se postran en alabanzas de agradecimiento a su Dios o, de lo contrario, adoptan una postura de recogimiento, rezando con los ojos cerrados, en pie o de rodillas. Más que ninguna otra parte del cuerpo, las manos y los brazos expresan el agradecimiento a Dios. Por ejemplo, los carismáticos rezan con las manos en alto, las palmas abiertas en una postura de receptividad. Esto significa agradecimiento por las buenas cosas pasadas recibidas y por el trabajo continuo de Dios en la vida del creyente. Pero, aparte de estos contextos religiosos, podría ser difícil leer la cara o el lenguaje corporal, y determinar si el individuo está agradecido, feliz, aliviado, ligeramente divertido o no siente nada en absoluto. En su clásico trabajo sobre la expresión de las emociones, Charles Darwin atribuyó una importancia considerable a la voz como portadora de información emocional.7 Frecuentemente, deducimos emociones y actitudes no sólo de lo que se dice, sino también de cómo se dice. Hay pistas acústicas, cualidades tales como el volumen, el tono y el sonido, que nos facilitan información sobre el estado emocional de quien habla. A veces he notado que cuando una persona recita las cosas por las que está agradecida, los ojos se le llenan de lágrimas, y la voz se le entrecorta y le tiembla por la emoción. No obstante, en muchas ocasiones, el sentimiento de gratitud puede estar demasiado contenido para alcanzar el umbral de la expresión. O puede darse un retraso de tiempo entre el momento de producirse el suceso y el sentimiento de agradecimiento. Muchas veces nos sentimos agradecidos cuando volvemos la vista atrás, mucho después de que haya pasado la circunstancia original que suscitó nuestra gratitud. Por ejemplo, no empecé a sentir un profundo agradecimiento hacia algunos de mis colegas profesores de la universidad hasta bien entrado en la madurez. Este reconocimiento acompañado de gratitud tiene más de cognición 76

que de emoción, de ahí que no se asocie a ninguna expresión facial en particular, pauta vocal o reacción visceral. Dado que la gratitud es una emoción social secundaria, más compleja, hemos aprendido maneras de fingirla cuando es necesario y también de ocultarla cuando es preciso. Recuerdo las Navidades en que la abuela de mi primera esposa regaló a todos los varones de la familia la misma chaqueta con cuadros escoceses, de poliéster. Por mucho que lo intenté, no me imaginé llevando este uniforme familiar en público. No obstante, lo correcto en ese caso era demostrar mi agradecimiento a la abuela, cosa que hice diligentemente. Hay estudios que aportan pruebas de que los observadores tienen la habilidad de inferir correctamente nuestro verdadero estado emocional por la voz a más velocidad, más que al azar.8 En un cierto número de estudios y estados emocionales diferentes, el promedio de exactitud es de alrededor del 60 por ciento. Lo único que espero es que aquella Navidad, mis pistas acústicas no me delataran. Para desentrañar y evaluar la parte física de la gratitud, imagínese ahora mismo experimentando una profunda sensación de agradecimiento hacia alguien. Imagínese que le observan o le filman. Exprese lo agradecido que está a esa persona. Por la expresión de su cara o de su cuerpo, ¿sería capaz un observador de decir que está agradecido? Si habla, ¿qué le ocurre a su voz? ¿Cambia el tono, la intensidad o la entonación? ¿Su ritmo de hablar es más rápido o más lento? ¿Y su postura? ¿Ha variado? Es posible que se sienta inclinado a ofrecer una amable caricia. Si el sentimiento es lo bastante fuerte, es probable que note otras sensaciones corporales, tal vez sienta los ojos llenos de lágrimas, o quizá sienta un poco de calor en el pecho, o que apriete los labios ligeramente. Es dable que experimente la gratitud más de cuello para abajo que en la cara. En un ingenioso experimento llevado a cabo hace unos años, se mostró a un grupo de observadores cintas de vídeo de mujeres que habían contestado con la verdad o con una mentira 77

a la pregunta de si experimentaban una sensación de disfrute mientras veían un bonito documental sobre la naturaleza.9 En realidad, la mitad de ellas había visto una película violenta, pero mintieron en cuanto a lo que habían visto y, también, a lo que habían sentido. Afirmaron, falsamente, que se habían sentido positivas con el documental que decían haber visto. Los observadores vieron o bien la cara o el cuerpo de las mujeres, pero no pudieron escuchar lo que decían. Los observadores hicieron juicios más exactos cuando se fijaron en los cuerpos que cuando se fijaron en las caras, pero sólo en los vídeos engañosos. Según esto, parece que el cuerpo es mejor fuente de información que la cara. Sin embargo, la mayoría de las personas creen que la cara revela más cosas. Después del experimento, se interrogó a las mujeres que habían sido filmadas mintiendo o diciendo la verdad sobre el documental, sobre qué aspectos de su comportamiento se habían concentrado en controlar cuando mentían. Casi todas mencionaron la necesidad de ocultar las expresiones faciales; sólo unas cuantas mencionaron la necesidad de vigilar los movimientos del cuerpo. Cuando recibimos un regalo que nos parece horroroso, en mi caso una chaqueta de punto de cuadros escoceses, es posible que tratemos de ocultar nuestra desilusión y esforzarnos para experimentar una sensación de agradecimiento, sin embargo, la lección que aprendemos de esta investigación es que haríamos mejor en prestar más atención a los mensajes que envía nuestro cuerpo. Y cuando se trata de adivinar lo que sienten los otros, podríamos perdernos información importante si sólo les miramos a la cara. Aunque nuestro cuerpo es posible que envíe ciertas señales para indicar un sentimiento interno de gratitud, no existe una relación directa, necesaria entre la respuesta interna subjetiva de agradecimiento y la exteriorización corporal. Aunque es posible que tengamos intuiciones basadas en nuestras experiencias personales, faltan trabajos de investigación que examinen sistemáticamente las pistas verbales y no verbales que, 78

inequívocamente, nos llevan a deducir que otra persona experimenta una gratitud sincera. Todavía no sabemos cómo se expresa la gratitud sentida en el rostro; por lo tanto, tenemos que mirar creativamente en otros lugares para entender cómo se encarna la gratitud.

UN CORAZÓN SANO ES UN CORAZÓN AGRADECIDO Glen Affleck, psicólogo de la Universidad de Connecticut, disfruta con un buen desafío. Sus estudios de investigación han incluido pacientes con problemas crónicos de dolor, padres de recién nacidos gravemente enfermos, niños discapacitados en su desarrollo, parejas infértiles, y víctimas de ataques al corazón. En un intrigante estudio, él y sus colegas demostraron que la explicación que una persona da de por qué ha sufrido un ataque al corazón tiene implicaciones para su futura salud cardíaca.10 Siempre que ocurre un suceso inesperado, intentamos encontrarle una explicación. ¿Por qué mi esposa, que nunca mencionó que se sentía insatisfecha, me abandonó? ¿Por qué fui elegido como víctima de un fraude? ¿Por qué me despidieron después de treinta años de prestar fieles servicios? ¿Por qué me puse enfermo después de degustar una comida tan sibarita en aquel restaurante tan elegante? Affleck y sus colegas del departamento de Medicina y Asistencia Sanitaria pidieron a sus pacientes que puntuaran el grado en que varios factores les parecían responsables de su infarto, y también les preguntaron si habían encontrado algún posible beneficio, ganancia o ventaja en su enfermedad. ¡Los pacientes de ataques cardíacos que culparon a otros de su infarto tenían más posibilidades de sufrir otro fallo cardíaco en los siguientes ocho años! Por otro lado, percibir beneficios y ganancias del infarto inicial, incluido ser capaz de valorar más la vida, se relacionó con un riesgo reducido de un ataque posterior. Un considerable número de pacientes dijo que el infarto les había 79

hecho reconsiderar los valores y prioridades de su vida, y que creían que tenían más capacidad para no dar las cosas por hecho. Haciendo eco de estas conclusiones, un participante en mi estudio escribió: Cuesta expresar en palabras cuántas veces me he sentido agradecido de tener unos niños y una familia tan estupenda. Y ahora con mis nietos. Cuando tuve mi primer ataque al corazón, mi hija, que iba al instituto, reconoció los síntomas del infarto y llamó a una ambulancia. Mi esposa no se apartó nunca de mi lado cuando la necesité. Cuando tuve una parada cardíaca en Nueva York, allí estuvo ella. Y también aquel joven de California que me prestó los primeros auxilios. Cuando salí del hospital y volví a casa, los doce miembros de mi familia estaban allí para recibirme. Mientras esperaba un trasplante, mi esposa estuvo a mi lado para llevarme al hospital. Todas las veces que he tenido un fallo cardíaco, y hace tres años cuando se me formó un hematoma en el cerebro, mi esposa y mi familia estuvieron a mi lado. ¿Qué más se puede pedir en la vida? Según la sabiduría popular del cuerpo-mente, los enfermos de corazón tienden a ser «reactores encendidos», es decir, responden a las nimiedades del día a día con reacciones que van desde una ligera irritación, a rabia en toda la extensión de la palabra. Diversos estudios apoyan esta creencia. Las personas propensas a la rabia tienen el triple de posibilidades de sufrir un infarto que los individuos emocionalmente más tranquilos.11 Casos de los que se tienen conocimiento parecen indicar que las víctimas de infartos, a menudo, ven su enfermedad como la manera que tiene el cuerpo de decirles «calla, deja de quejarte y cuenta las bendiciones». Por la misma moneda, contar las cosas buenas, en sí mismo una expresión de gratitud, puede ser una estrategia para sobrellevar el estrés de los tratamientos relacionados con 80

enfermedades cardíacas, tales como el cateterismo. Este procedimiento consiste en introducir un catéter (un tubo de goma, delgado y flexible) por una arteria o una vena hasta el corazón —normalmente el punto de entrada está en la ingle—, y dentro de una arteria coronaria. En la mayoría de los casos, este procedimiento se recomienda cuando se sospecha una oclusión arterial, parcial o completa. Se utiliza para evaluar cómo funciona el corazón y para obtener información sobre las obstrucciones. En caso de encontrar una obstrucción, el procedimiento puede llegar a durar entre dos y tres horas, y se pide a los pacientes que permanezcan inmóviles cuatro o seis horas después de haberles retirado el catéter. Es extraordinariamente estresante, sencillamente antinatural que te introduzcan instrumentos punzantes por la ingle. Un estudio realizado en el Centro Médico de la Universidad de Duke comparó casi tres mil pacientes que habían sufrido niveles significativos de oclusión en las arterias coronarias con pacientes con niveles más bajos.12 Entre otras formas de sobrellevarlo, los investigadores preguntaron a los pacientes el grado en el que típicamente «contaban las bendiciones» como una forma característica de enfrentarse al estrés. Los pacientes que padecían niveles más significativos de oclusión que se encontraban socialmente más aislados, eran menos propensos a confesar que contaban sus bendiciones comparándose con otros menos afortunados que ellos. El apoyo social incidía en el dolor de manera indirecta, alentando a contar las dichas personales como estrategia para combatir el estrés. Es decir, la relación estrecha con otras personas alentaba el uso de modelos de conducta positivos o, si no, propiciaba los pensamientos de agradecimiento en personas que tienen que pasar por pruebas clínicas estresantes. Un recurso mucho más radical que el cateterismo es el trasplante. Cuando pedí que escribieran sobre una circunstancia 81

en la que habían sentido una profunda sensación de gratitud, un trasplantado de uno de nuestros estudios relató lo siguiente: No estoy seguro de cuándo me di realmente cuenta de que me habían hecho un trasplante de corazón y me habían devuelto la esperanza. Sí recuerdo, como paciente externo, que volvía a tomar decisiones y a tener la última palabra. También recuerdo cuando volví a casa como paciente externo, después de dos meses. Recuerdo que me sentí agradecido por mi nueva vida. Me recuerdo volviendo a ir al trabajo en coche, escuchando canciones que me recordaban a mi donante y me hacían llorar de felicidad. Recuerdo el primer encuentro con los padres de mi donante, y cómo sentí un agradecimiento que no podía expresar con palabras, y también la sensación de vacío en su vida después de perder a su hijo. Luego, ese fin de semana, que los amigos y la familia del donante dieron una fiesta para rememorar su vida, me sentí un poco incómodo pero contento de estar con todos ellos y conocerlos. Yo había recuperado la esperanza y él se había ido. Antes incluso de caer enfermo, daba gracias tanto por las cosas pequeñas como por las grandes. Pero ahora, la cosa ha ido a más. En el contexto de recibir un nuevo corazón, ¿sirve de algo sentirse agradecido? La gratitud expulsa las emociones tóxicas de resentimiento, rabia y envidia, y se puede asociar con la salud física y emocional a largo plazo en pacientes trasplantados. En un estudio realizado con 119 casos de trasplante de corazón, llevado a cabo en la Universidad de Pittsburgh, el agradecimiento y la apreciación de los pacientes con le religiosa, se relacionaron positivamente con la salud física y mental percibida un año después del trasplante. El agradecimiento era también un pronóstico de conformidad con el régimen médico y de menores dificultades con la dieta y la medicación.13 82

UNA VIDA AGRADECIDA, UNA VIDA LARGA El aumento del promedio de vida en Estados Unidos, en veintisiete años durante el último siglo, ha conducido a esfuerzos por comprender los factores determinantes de la longevidad. Aunque los genes desempeñan un factor importante (si se tiene una tía que vivió hasta los 99 años, entonces las probabilidades de vivir más tiempo aumentan) los expertos afirman que la longevidad se asocia hasta un 75 por ciento con factores psicológicos y de comportamiento. Un número de estudios recientes ha puesto de manifiesto que las actitudes y las predisposiciones emocionales se asocian con una variedad de indicadores de mala salud, incluido el envejecimiento acelerado, el aumento de enfermedades e incluso la muerte prematura.14 Por ejemplo, las emociones negativas crónicas, en particular la depresión y el pesimismo, se asocian objetivamente a una vida más corta. Pacientes pesimistas con cáncer sobreviven menos que sus homólogos más optimistas. Los pesimistas están de acuerdo con frases como «si algo sale mal, me tocará a mí», «casi nunca espero que las cosas me salgan bien», «las cosas nunca me salen como yo quiero», «raro es que a mí me pase algo bueno». El tema subyacente en todas estas frases es la esperanza de un futuro negro. Uno de los pesimistas más famosos de la historia fue el economista del siglo XIX William Jevons, autor del libro El problema del carbón, publicado en 1862. En ese libro pronosticaba que las existencias de carbón de Norteamérica se agotarían pronto. La era del carbón, tal y como la conocemos, duró cien años o más después de esa fecha, y todavía prosigue. A Jevons también le alarmaba la escasez de papel que se avecinaba a causa de la deforestación, y almacenó tal cantidad de papel para escribir y envolver, que cincuenta años después de su muerte, su familia todavía no lo había gastado todo. Jevons falleció a la edad todavía joven de 47 años. La brevedad de su vida se puede contrastar con la del legendario optimista Norman 83

Vincent Peale, que seguía escribiendo y hablando del poder de los pensamientos positivos, bien entrados los noventa. La desesperanza y el desaliento pueden tener un impacto negativo en los sistemas endocrino e inmunitario. A la inversa, ser optimista puede ayudar a reducir el riesgo de morir de una enfermedad cardíaca y de otras causas. Un estudio longitudinal de treinta y cinco años realizado con estudiantes varones de Harvard observó que los optimistas padecían un número significativamente inferior de enfermedades en la edad madura, después de tomar en cuenta su salud en los primeros años de su vida.15 Incluso más convincente es un estudio reciente, llevado a cabo en la famosa clínica Mayo de Rochester, Minnesota. Allí, los investigadores encontraron pruebas que apuntaban a que los pesimistas vivían menos tiempo que sus homólogos optimistas.16 Los investigadores evaluaron los resultados de un test de personalidad realizado por los sujetos hacía más de treinta años y los compararon con las posteriores tasas de mortalidad. Encontraron que los individuos que alcanzaron una puntuación alta en optimismo tenían un 50 por ciento menos de riesgo de muerte prematura que los que habían sido calificados como más pesimistas.17 Un tercer estudio, con ancianos neerlandeses de ambos sexos, reveló que las personas que se describían a sí mismas como muy optimistas registraban tasas inferiores de muerte por fallo cardiovascular, y menos riesgo de cualquier causa de muerte, que los individuos que afirmaban ser altamente pesimistas. Los que declararon altos niveles de optimismo corrían un 55 por ciento menos riesgo de muerte por cualquier causa, y un 23 por ciento menos de riesgo de morir por un fallo cardiovascular que los individuos que declararon elevados niveles de pesimismo. El optimismo se relaciona con la gratitud pero no es lo mismo. Falta establecer si la gratitud puede añadir años de vida, aunque existen indicios de que así es. El doctor David Snowdon es profesor del departamento de Neurología del Centro Médico 84

de la Universidad de Kentucky; es también el director del «Estudio de las monjas», una investigación longitudinal sobre la salud y el envejecimiento. El estudio de las monjas se hizo famoso por descubrir factores asociados con un incremento del riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer. Casi 700 monjas de la orden de las Hermanas del Colegio de Notre Dame participaron en el proyecto. Dado su estilo de vida homogéneo (la misma ocupación), las historias similares desde el punto de vista marital y reproductivo (ninguno), el consumo de alcohol (probablemente muy poco), esta población ofrece una oportunidad única dentro de la cual examinar la salud y la longevidad. Una de las conclusiones más interesantes que salieron del proyecto provenía del análisis lingüístico de las autobiografías escritas por las monjas en los primeros años de su vida. Esta orden en particular tiene la tradición de exigir a las novicias una breve autobiografía, escrita a mano, un relato de su vida. Los investigadores descubrieron que la «densidad de ideas», el número de ideas distintas expresadas en una muestra escrita, era un pronóstico de qué monjas desarrollarían después la enfermedad de Alzheimer. Una baja densidad de ideas y una baja complejidad gramatical en las autobiografías escritas en los primeros años de la vida se vincularon con una función cognitiva escasa y la enfermedad de Alzheimer en estadios más avanzados de la vida, unos sesenta años después de que las autobiografías fueran escritas. De una autobiografía de una página, el equipo de investigación fue capaz de predecir, con un 85 por ciento de exactitud, quién padecería Alzheimer sesenta años después y quién no.18 Identificar factores de riesgo cognitivos que auguren demencia es un logro científico significativo. Sin embargo, las ambiciones de Snowdon y sus colegas no se detenían ahí. La naturaleza única de sus datos les permitió explorar otros factores que contribuían a la salud y longevidad. En un estudio ampliamente divulgado sobre las emociones positivas y la salud, 85

Snowdon y la psicóloga Deborah Danner examinaron la asociación entre el contenido emocional positivo en las autobiografías de 180 monjas católicas, escritas a los 22 años, y el riesgo de mortalidad en edad avanzada. En el momento de analizar estos datos, las edades de los sujetos del estudio oscilaban entre los 75 años y los 107 años. Cada palabra escrita en estas autobiografías se codificó como símbolo de una experiencia emocional. Varias monjas, como la hermana Genevieve Kundel, de 93 años, llenaron sus autobiografías de sentimientos de agradecimiento: Qué agradecida estoy de que Él me eligiera para formar parte de una familia más grande, pues ahora me doy cuenta de que no hay compensación para aquellos que se pierden sus alegrías y sus penas [...], las semillas de la vocación se sembraron por primera vez cuando mi hermano mayor, y mi aliado, se fue de casa a los 16 años para hacerse jesuita [...], nuestras visitas el Día de Acción de Gracias y los veranos hicieron gran mella en mí [...], su crecimiento en salud física y paz espiritual me hicieron reflexionar, y es su ejemplo de coraje y perseverancia a lo que atribuyo el que yo también haya seguido la llamada de Cristo.19 Los resultados de este nuevo estudio clásico, publicado en 2001, fueron verdaderamente extraordinarios. A mayor número de emociones positivas expresadas en las historias de la vida de esas monjas (satisfacción, gratitud/agradecimiento, felicidad, esperanza y amor), más probabilidades había de que siguieran con vida seis décadas después. De hecho, el descubrimiento más asombroso fue que ¡había casi una diferencia de siete años de longevidad entre las monjas más felices y las menos felices! Dicho de otra manera, las monjas que empleaban menos palabras relacionadas con emociones positivas corrían el doble de riesgo de morir a cualquier edad, en comparación con aquellas que utilizaban más palabras. Ahora 86

bien, las monjas tienden a tener una esperanza de vida mayor que la de la población general; incluso las monjas menos felices en el estudio vivieron hasta bien entrados los 80. Los efectos sobre la prolongación de la vida que tiene la escritura autobiográfica han sido objeto de investigación adicional.20 En una ampliación y réplica parcial de este estudio, Sarah Pressman y Sheldon Cohén, psicólogos de la salud de la Universidad de CarnegieMellon, descubrieron que se puede predecir la longevidad de famosos psicólogos a través del uso de palabras sociales en sus autobiografías, así como del uso de palabras que indican humor, interés, determinación y elevada actividad (por ejemplo estados de excitación, entusiasmo, alerta). Todo esto ayuda mucho a la ardua investigación sobre la integración social y la longevidad.

LOS RITMOS CARDÍACOS Y EL RITMO DE LA GRATITUD «Cierre los ojos y relájese. Aleje la atención de la mente y concéntrela en la zona del corazón. Si le ayuda a conseguirlo, ponga la mano sobre el corazón. Visualice su respiración entrando y saliendo del corazón, y respire lenta y profundamente. Ahora concéntrese en crear un sentimiento de verdadero agradecimiento y afecto hacia alguien o algo positivo en su vida. Esfuércese por sentir la emoción del agradecimiento, no sólo el pensamiento. Trate de mantener, sinceramente, esos sentimientos de amor y agradecimiento tanto como pueda.»21 Acaba de leer un extracto de las instrucciones dadas por los investigadores del Instituto HeartMath en Boulder Creek, California, para inducir la emoción positiva de la «apreciación», un estado similar aunque no idéntico al de gratitud. Lo llaman la técnica de «bloquear el corazón». Consiste en desconectarse de manera consciente de las emociones desagradables desviando nuestra atención al corazón físico, que la mayoría de las personas asocia con emociones positivas, y concentrándose en sentimientos de agradecimiento hacia alguien, entendiendo la 87

apreciación como un estado emocional activo en el que uno se detiene o contempla la bondad de alguien. ¿Lo ha conseguido? Algunas personas dicen que les ayuda llevarse la mano al corazón mientras se concentran. Dado que es agradable, deseable, y está centrada en un área específica de la propia vida, la apreciación es una de las emociones positivas más sencillas y fáciles de ser autoinducidas y sostenidas por los individuos durante largos períodos. Los investigadores de HeartMath creen que el corazón se comunica con el cerebro y el resto del cuerpo a través de varios sistemas, mediante los cuales, el corazón tiene una influencia significativa en la función de nuestro cerebro y de todos los sistemas corporales. Rollin McCraty, el fundador de HeartMath, y Doc Childre fueron pioneros en el desarrollo de tecnologías de lo más novedosas para examinar las interacciones corazón-cerebro y usar esas tecnologías para mejorar la salud humana, el control del estrés y el comportamiento. McCraty ha desarrollado procedimientos analíticos para medir el pulso del corazón (que normalmente se mide en pulsaciones por minuto) y convertirlo matemáticamente en un índice fácil de usar utilizando algo que se conoce como «análisis de la densidad del poder espectral» (no prueben a hacer esto en casa). Este procedimiento reproduce un patrón de ritmo cardíaco que refleja una prueba, no intrusa o indirecta, de la función neurocardíaca, básicamente una comunicación saludable o nociva entre el corazón y el cerebro. Los patrones del ritmo cardíaco asociados con la apreciación difieren ostensiblemente de aquellos asociados con la relajación y la rabia. Incluso cuando experimentamos un estado de relajación interna deseable, es posible que nuestro corazón no funcione de manera tan eficiente como cuando cultivamos la apreciación. Estos patrones se muestran en la Figura 3.1. Cuando experimentamos reacciones emocionales como la rabia, la frustración, la ansiedad y la inseguridad, el ritmo car88

díaco se vuelve incoherente o irregular, interfiriendo en la comunicación entre el corazón y el cerebro. El patrón de irregularidad es evidente en el diagrama. Las emociones negativas crean una reacción en cadena en el cuerpo, los vasos sanguíneos se estrechan, la presión arterial se eleva y el sistema inmunitario se debilita. Este tipo de desequilibrio constante puede crear tensión en el corazón y en otros órganos y, finalmente, llevar a serios problemas de salud. Por otro lado, cuando experimentamos emociones positivas como amor, cariño, apreciación y compasión, el corazón produce ritmos afines o suaves que mejoran la comunicación entre el corazón y el cerebro. Este patrón suave y casi sinusoidal se puede ver en la parte inferior de la Figura 3.1. Las cualidades positivas del corazón producen ritmos armoniosos que se consideran indicadores de la eficacia cardiovascular y del equilibrio del sistema nervioso. También se ha comprobado que producen efectos beneficiosos entre los que se incluyen una renovada inmunidad y un equilibrio hormonal. Cuando los individuos experimentan apreciación y gratitud, de forma consciente, restablecen los ritmos de su corazón.

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FUENTE: Centro de Investigación HeartMath. Copyright ©2001 Instituto de HeartMath. Reproducido con permiso. Estos descubrimientos no habrían sido ninguna sorpresa para Robert Butch McGuire o para Richy Feinberg. Casi cada día, durante cuarenta y cuatro años, McGuire ha sido el propietario y responsable directo de Butch McGuire, un restaurante y pub irlandés en el North Side de Chicago. Dos ataques cardíacos masivos y un posterior trasplante de corazón provocaron cambios significativos en la vida de McGuire: dejó de fumar, perdió más de 50 kilos, y tenía más energía y una renovada apreciación por la vida. «Soy otro hombre, que no da por sentado el tener un corazón sano»,22 le dijo a un periodista. De manera similar, Richy Feinberg, de 58 años, profesor de arte en Nueva York, sufrió un ataque masivo de corazón, seguido de una operación para implantarle un bypass cuádruple. A los dos meses, tuvo otro infarto. Por primera vez en su vida empezó a reflexionar para reducir el estrés. Doce años después, los médicos han dictaminado que su corazón funciona perfectamente, y él atribuye su giro de vida de 180 grados a un entrenamiento de sus habilidades emocionales que promueven la apreciación, la gratitud y la compasión.23 McGuire y Feinberg, como otros casos estudiados de manera sistemática por investigadores de la organización HeartMath, demostraron cambios físicos como resultado del ejercicio de la apreciación y de otras emociones positivas. En un experimento, la práctica de concentrarse en la apreciación durante quince minutos dio como resultado un aumento significativo de los niveles de inmoglobulina A, el anticuerpo predominante que se encuentra en la nariz y en la boca, y que actúa como primera defensa del cuerpo contra los virus. Otra investigación documenta cambios favorables en el equilibrio hormonal con el uso de estas técnicas de reestructuración durante un período de treinta días. En un estudio de treinta sujetos, se 90

produjo un promedio de reducción del 23 por ciento de cortisol, la hormona del estrés, y un aumento del 100 por ciento de la DHEA (hormona de la juventud; refleja un estado de relajación fisiológica), después de un mes de práctica. Los aumentos de la hormona DHEA se relacionaron, de manera significativa, con el aumento de la afectividad (representado por amabilidad, apreciación, tolerancia y compasión), mientras que el descenso del cortisol se relacionó, de manera significativa, con descensos en el estrés percibido.24

DESANUDAR LAS EMOCIONES Hay una escena en la película Cowboys de ciudad, en la que Curly, el arriero canoso (interpretado por Jack Palance, en un papel con el que obtuvo el Oscar), detiene su caballo, sacude la cabeza, mirando a Billy Cristal con aire desaprobador, y le dice: «Vosotros, los listillos de la ciudad, pasáis cincuenta y dos semanas del año enredándoos la vida, y luego pensáis que podéis venir aquí y desenredarla en dos semanas. No funciona de esa manera.» Seguramente, pocos espectadores recordarán la perspicacia de Curly en esta escena, señalando el estrés de los directivos (no es ni de cerca tan memorable como su sermón de «una cosa», apuntando con el dedo). Sin embargo, investigaciones recientes en psicología positiva han puesto a prueba, recientemente, la hipótesis de Curly. La psicóloga Barbara Fredrickson de la Universidad de Carolina del Norte informa que las emociones positivas son psicológicamente beneficiosas porque deshacen o desanudan los efectos dañinos de las emociones negativas.25 Deshacer significa reemplazar un grupo de emociones (normalmente estados negativos o desagradables que nos hacen sentir mal) con emociones contrarias (agradables o positivas que nos hacen sentir bien). Así pues, las emociones positivas corrigen los efectos de las emociones negativas restableciendo el equilibrio emocional y psicológico. 91

La observación básica de que las emociones positivas son incompatibles con las emociones negativas no es una idea nueva, y ha sido demostrada a lo largo de varias décadas. En la década de 1950, el principio básico de la incompatibilidad emocional proporcionó las bases de terapias conductivas diseñadas para tratar fobias y otros desórdenes de ansiedad. Sencillamente, no se puede estar estresado y relajado a la vez. Pruebe. Es imposible. La relajación expulsa la ansiedad y viceversa. He aquí una sabiduría popular que ha sido ratificada por la investigación moderna. Buda dijo: «El odio no puede coexistir con el amor universal; el uno se disipa si se suplanta con pensamientos basados en el otro.»26 No se puede estar agradecido y resentido a la vez, ni ser comprensivo y vengativo. Mientras saboreamos el momento, no podemos estar arrepintiéndonos del pasado. Nuestro cerebro está configurado para evitar la confusión emocional que resultaría de la activación simultánea de estados emocionales opuestos. Las partes del cerebro que se activan cuando se experimentan emociones positivas no son las partes del cerebro que se activan cuando la persona se siente deprimida o ansiosa o viceversa. Más bien, cada tipo de emoción es controlada por diferentes hemisferios, el lóbulo prefrontal izquierdo reacciona más a la felicidad, mientras que el lóbulo prefrontal derecho reacciona más a las emociones negativas.27 La estrategia de Fredrickson fue la primera en inducir una respuesta emocional negativa en todos los sujetos, utilizando o bien algunas imágenes de una película de terror (por ejemplo una escena de El cabo del miedo) o la tarea de hablar en público, que causa ansiedad. Este tipo de tareas, casi siempre, aceleran el pulso cardíaco de una persona y elevan la presión arterial. Seguidamente, dentro de este contexto de estimular emociones negativas, provocó distracción, desprecio, neutralidad, o tristeza, volviendo a utilizar imágenes de películas. De nuevo, es relativamente fácil evocar un estado emocional por este procedimiento. A veces, elegimos una comedia porque nos 92

sentimos tristes y queremos animarnos. Otras veces, por ejemplo si hemos roto con nuestra pareja, elegimos un filme lacrimógeno para regodearnos en nuestros sentimientos heridos. Tengo un amigo que está obsesionado con la película Ghost, más allá del amor desde que perdió a su esposa de manera inesperada. En tres experimentos diferentes, las dos películas de emociones positivas —la película de entretenimiento y la película de satisfacción— aceleraron la recuperación cardiovascular en comparación con las películas neutrales o tristes.

¿QUIÉN ALGO QUIERE, ALGO LE CUESTA? Se calcula que 48 millones de estadounidenses padecen dolores crónicos y a 22 millones se les recetan calmantes contra el dolor. Estas mismas personas gastan 100.000 millones de dólares anuales en tratamientos contra el dolor, causante de casi 4.000 millones de ausencias laborales. La ciencia médica sabe desde hace años que no existe una correspondencia directa, uno a uno, entre el daño físico y el dolor sentido, este último influenciado no sólo por la severidad del estímulo doloroso sino también por factores psicológicos y emocionales. El dolor es un fenómeno físico y psicológico. Por lo general, se cree que los estados emocionales desagradables intensifican la experiencia del dolor, mientras que los estados emocionales agradables lo disminuyen. Hay tres cosas que siempre hago antes de entrar en la consulta del dentista. Todas con la misma meta. Primero, me tomo dos aspirinas. Segundo, evito tomar cafeína al menos cuatro horas antes de la cita. Tercero, intento asegurarme de que estoy de buen humor (o al menos no de un humor negativo), ya que sé que el dolor que me causarán sin intención, aumentará según el humor en que esté y mi nivel de excitación. Varios experimentos han demostrado que el miedo y el asco, creado al exponer a los sujetos a diapositivas de serpientes y cuerpos mutilados, respectivamente, reducen la tolerancia a los estímulos dolorosos.28 La tolerancia al dolor se 93

mide experimentalmente por la longitud de tiempo que una persona está dispuesta a mantener el brazo sumergido en agua helada, un procedimiento que se dice que produce un dolor intenso y abrumador. Los mismos estudios afirman que ver imágenes humorísticas aumenta el umbral y los niveles de tolerancia. Una mente y un cuerpo, que resuenan de gratitud y otros sentimientos que levantan el ánimo, ofrecen un habitáculo inhóspito al dolor. En una revisión reciente de dos docenas de estudios, Sheldon Cohén, especialista en psicología de la salud de la Universidad Carnegie-Mellon, descubrió que si se estimula la liberación de opiáceos endógenos, las emociones positivas reducen la sensibilidad y aumentan la tolerancia al dolor. Las emociones positivas podrían tener efectos analgésicos, que estimulan la liberación de las propias sustancias del cerebro parecidas a la morfina. Jeffrey Friedman es un médico de San Luis Obispo, California, especializado en el tratamiento crónico del dolor. Llevó a cabo un estudio con pacientes que sufrían dolor crónico en el que examinó los cambios en los índices de dolor subjetivo durante un período de cuatro semanas. El tratamiento consistía en sentir gratitud por cosas que tenían un profundo significado en sus vidas. Se obtuvieron los índices de depresión y dolor de cada sujeto. Los que alcanzaron resultados más altos en depresión fueron bastante testarudos y la meditación de la gratitud no les afectó. Sin embargo, los índices de dolor descendieron ligeramente. Cuando se compararon los resultados de la media de los índices de dolor antes de la meditación con los de después de la meditación, se constató un descenso altamente significativo en los valores como resultado de la meditación. ¿Llevaron los 28 días de meditación a una mejoría del dolor? El promedio de los resultados del dolor en los tres primeros días se comparó con el de los tres últimos días; también se comparó el promedio de los catorce resultados más altos, con el promedio de los catorce más 94

bajos. Se registró un indicio hacia el desmido de los índices de dolor después de la meditación durante los 28 días de la prueba. Este fue un pequeño estudio, pero los resultados eran prometedores e indicaban que las intervenciones de la gratitud pueden ser eficaces con pacientes que padecen dolores crónicos. Un equipo de investigadores del proyecto de investigación para la prevención y tratamiento del dolor de la Universidad Duke puso a prueba, recientemente, un programa de amor universal de ocho semanas para pacientes con dolores crónicos en las lumbares.29 Desde hace siglos, la meditación de amor universal se emplea para desarrollar el amor y transformar la rabia en compasión. La meditación se asocia, a menudo, con el retiro solitario, aunque no con la preocupación por los asuntos propios. ¿Cómo, entonces, semejante práctica puede suscitar la compasión hacia los otros? Enseñada por el propio Buda, esta forma de meditación acentúa los sentimientos de amor, felicidad y compasión. Las prácticas meditativas básicas para el desarrollo del amor compasivo o metta en sánscrito, tienen una larga tradición. Una práctica de amor universal ampliamente extendida comienza por conectar la compasión hacia el yo con la repetición de frases cortas mientras uno se halla en estado meditativo: Que me libre del sufrimiento. Que encuentre mi alegría. Que me llene de amor. Que esté en paz. Entonces, las frases se repiten pero con la atención desviada a los otros: primero a un benefactor, luego a un buen amigo, luego a una persona neutral, luego a alguien con quien experimentamos dificultades personales o incluso un enemigo y, finalmente, a todos los seres del mundo. En este estudio, la intervención consistía en ocho sesiones semanales de noventa minutos. La investigación y las observaciones clínicas sugieren que la meditación de amor 95

universal se relaciona con un cambio hacia emociones más positivas tales como la tranquilidad y la alegría, y a un descenso de la rabia, el estrés y la ansiedad. Se eligió al azar los pacientes que harían las sesiones semanales y los que seguirían el tratamiento habitual. Tal y como se utilizó en este estudio, en la meditación había un componente específico de gratitud. El protocolo incluía un ejercicio de exploración del cuerpo que animaba a los pacientes a aceptar su cuerpo tal y como era, y a sentir gratitud por todo aquello que su cuerpo les había permitido conseguir en la vida. Controles estandarizados medían el dolor, la rabia y la angustia psicológica de los pacientes. Análisis posteriores y de seguimiento mostraron mejoras significativas del dolor y de la angustia psicológica en el grupo de amor universal pero ningún cambio en el grupo con el tratamiento habitual. Además, un día en concreto, la práctica de amor universal se relacionó con menos dolor ese día, y menos rabia al día siguiente. Los investigadores sugirieron que el programa de amor universal podía resultar beneficioso para reducir el dolor, la rabia, y la angustia psicológica en pacientes con dolores lumbares persistentes. Este innovador estudio fue la primera demostración publicada de la eficacia clínica de la meditación de amor universal, a pesar de haber sido utilizada por miles de practicantes durante muchos siglos.

CONTRAFÁCTICOS Y DISFUNCIONES CEREBRALES Escuchamos, a menudo, que debemos acordarnos de contar las cosas buenas, sentirnos agradecidos de lo que la vida nos ha dado, y evitar pensar demasiado en lo que nos falta. Esta manera de pensar puede ayudarnos cuando hacemos frente a los golpes que la vida nos lanza, incluso cuando éstos son graves y deprimentes. Los psicólogos lo describen como un pensamiento contrafáctico: la habilidad de crear situaciones alternativas, escenarios imaginarios en el mundo que nos rodea. Al 96

imaginarnos escenarios de color más rosa que la realidad que estamos viviendo, nuestras reacciones emocionales son negativas, es decir, experimentamos emociones de envidia y resentimiento. Pero cuando utilizamos nuestra capacidad contrafáctica para recrear escenarios más siniestros que nuestra realidad en ese momento, la reacción emocional típica es la gratitud. La gratitud o el agradecimiento a alguien que ha tenido una atención con nosotros, a menudo, va acompañada de un pensamiento de cómo las cosas podrían haber sido diferentes: «Realmente, él o ella, no tenía por qué ayudarme» o «no sé qué habría pasado si ese transeúnte no hubiera sido tan amable». Muchos supervivientes del huracán Katrina expresaron gratitud a pesar de haber perdido todas sus posesiones personales en la devastadora tormenta y en las inundaciones subsiguientes; sencillamente se sentían agradecidos de que ellos y sus seres queridos siguieran con vida. Jessica Newman, una estudiante de primer año de Derecho en la Universidad de Tulane, escapó de Nueva Orleans en plena tormenta. Con el teléfono móvil en la mano, ella y una amiga condujeron a través de las calles inundadas, guiadas por su madre, que miraba el mapa de la ciudad por Internet y les indicaba la ruta que debían seguir. Cuando encontraban una calle cortada, probaban otra ruta, una y otra vez hasta que lograban salir. En una entrevista, Jessica recordaba haber pensado en las maneras en que la situación podría haber sido diferente. Podría haber acabado en el Superdome o en el salón de congresos. «Podría haber acabado allí —decía—, tuvimos mucha suerte de escapar de allí. No todo el mundo puede decir lo mismo.» Karl Teigen, un psicólogo noruego, pidió a los sujetos que tomaban parte en su investigación que contaran la historia de dos momentos en los que se habían sentido agradecidos y, después, les preguntó si habían pensado en qué otras cosas podrían haber pasado (es decir, que conectaran con su pensamiento contrafáctico). Descubrió que 97

realmente existía una estrecha relación entre la gratitud y el pensamiento contrafáctico.30 Un estudio recientemente publicado en una prominente revista de neurociencia señaló un déficit de fantasía en los pacientes con disfunción del lóbulo frontal, por lo que tal vez exista una conexión entre la habilidad de adoptar una actitud agradecida y la habilidad de generar contrafácticos.31 Para poner a prueba la conclusión general de que la gratitud se basa en redes límbico-prefrontales, el neuropsicólogo Patrick McNamara y yo pusimos en marcha una investigación piloto con individuos que demostraban clínicamente una disfunción prefrontal significativa, es decir, individuos en una fase intermedia de la enfermedad de Parkinson (PD). De interés público a partir de casos tan prominentes como Muhammad Ali y Michael J. Fox, la enfermedad de Parkinson es un desorden cerebral que ocasiona la pérdida de la función, suave y coordinada, de los músculos y del movimiento del cuerpo. La enfermedad de Parkinson se caracteriza, principalmente, por temblores, movimientos lentos, rigidez y dificultad con el equilibrio. Estos síntomas están causados por la pérdida de la producción de dopamina en el cerebro, particularmente en las regiones clave del córtex prefrontal. El déficit cognitivo y psicológico ha sido asociado a la disfunción prefrontal e incluye escasa planificación y resolución de problemas, problemas de memoria y déficit del habla. Brotes de depresión son también frecuentes en personas con la enfermedad de Parkinson, por lo que si una intervención como el entrenamiento de gratitud puede aliviar la depresión y prevenir episodios futuros, constituirá un descubrimiento importante para ayudar a los enfermos de Parkinson a mantener una actitud positiva. Creíamos que las medidas de la gratitud deberían estar relacionadas con las medidas de la función cerebral prefrontal. Además, pensábamos que los individuos con disfunción prefrontal no deberían manifestar los beneficios normales de 98

humor que experimentan los individuos cuando evocan una experiencia que les indujo gratitud. Normalmente, si se pide a una persona normal que recuerde un momento en que se sintió agradecida por algo que otra persona hizo por ella o por algo que le ha sucedido, el humor cambia ligeramente y se vuelve ligeramente más positivo y feliz. Si, no obstante, la gratitud y sus efectos beneficiosos dependen fundamentalmente de las redes prefrontals, entonces no deberíamos esperar semejantes mejoras del humor en personas con disfunción prefrontal, cuando se les invita a que recuerden una experiencia que conllevaba gratitud. Eso fue lo que hayamos cuando hicimos pruebas con enfermos de Parkinson. Comparamos un grupo de enfermos de PD en un estado intermedio con controles de salud dentro de la misma edad efectuados con el procedimiento de estimular el humor. Pedimos a los sujetos que recordaran un momento de gratitud o un momento positivo «de control», y que luego, midieran los cambios en su humor. Mientras que ninguno de los grupos informó de un cambio de humor cuando recordaban momentos positivos, se registró un ligero aumento del humor en los controles de salud después de recordar un momento de gratitud, aunque esa mejoría en el humor no la experimentaron los enfermos de Parkinson. También hallamos diferencias significativas entre los grupos en el tiempo que les llevó recordar un momento de gratitud, así como en la longitud media (en el número de palabras) de los recuerdos de gratitud. Los enfermos de Parkinson tardaron más tiempo en recuperar los recuerdos, que también expresaron con más palabras o verbosidad que los sujetos del grupo de control. He aquí un pasaje de una entrevista con uno de nuestros pacientes con Parkinson: P: Una vez más le voy a pedir que trate de recordar algo que sucedió el mes pasado. Veamos, quiero que me cuente un suceso concreto ocurrido cuando se sintió agradecido a alguien. Tómese el tiempo que necesite para recordar. 99

R: Voy a consultar la agenda para ver qué hice ese mes, a ver si me refresca la memoria. Ahora mismo no se me ocurre nada. Lo único que hice fue ir al médico y dar mis conciertos. P: Es decir, que cada vez que se sintió agradecido al médico o a otra persona, usted... R: Al médico nunca me he sentido agradecido. No para de recetarme pastillas. P: ¿Recuerda alguna vez durante un concierto que se sintiera agradecido a alguien? R: Bueno, es agradable cuando acabo un concierto, cuando acabo un espectáculo de una hora, y alguien..., cuando consigo que el público se levante y aplauda. Y eso sucede a menudo. P: ¿El mes pasado? R: Sí. P: Y se sintió agradecido. R: Pero, como digo, creo que ya lo he mencionado antes, mi habla se está deteriorando. Es más lenta. Mi voz es más suave. Tengo que utilizar más el micrófono. Por eso es bonito cuando al final de un programa, cuando estoy pensando que he arrastrado las palabras y no he dicho lo que quería decir, y aún así me aplauden. Y que lo hacen de verdad. Eso hace que me sienta bien. P: Ya. Y se siente agradecido por ello. R: Sí, yo diría que sí. P: Bien. ¿Se plantea alguna vez lo fácilmente que podría haber ocurrido otra cosa? ¿Piensa que podrían no haber aplaudido? ¿Se lo plantea alguna vez? R: Claro que es posible. No hay razón por la que tengan que ponerse en pie y aclamarme con una ovación. Ha pasado en varias ocasiones. P: Sería muy desagradable.

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R: Me molestaría que yo me hubiera esforzado al máximo y que a alguien no le gustara. Pero nunca me ha ocurrido. P: Bien, ¿pero lo piensa de vez en cuando? ¿Alguna vez, cuando sale al escenario, piensa: «Esta noche quizá no me aplaudan»? R: Por supuesto, pero muchas veces no es más que un pensamiento.

LA GRATITUD Y LA CONSULTA DEL MÉDICO Hay un ritual que tiene lugar todos los días en las consultas de los médicos y en los hospitales de toda Hungría.32 Los pacientes entregan a su médico un sobre que contiene un pago que la gente conoce como el «pago de gratitud». Después de las consabidas protestas, quitándole importancia, el médico acepta el sobre y lo guarda discretamente en un cajón de su mesa de despacho. ¿Es eso legal? No. ¿Es algo común? Sí. ¿Es ético? Depende de a quién se pregunte. La atención médica es gratuita en Hungría pero los pacientes se sienten obligados a pagar ciertos favores bajo cuerda: disfrutar de una cama con mejores vistas en el hospital, saltarse la lista de espera para una intervención, ser derivado a un especialista o simplemente recibir alguna atención extra. A pesar de las dificultades morales obvias y añadidas (¿deberían abonar el mismo pago de gratitud por los mismos servicios los pobres que los ricos?), más del 80 por ciento de los médicos consultados sostuvo que mientras el Estado no les pague como debería, tienen derecho a recibir el pago de gratitud. Diferentes tratamientos médicos parecen merecer diferentes sumas de pago de gratitud, desde operaciones de corazón (el 92 por ciento afirma dar dinero por ellas), a un 50 por ciento por el pediatra que hace visitas a casa, a un 8 por ciento por una radiografía rutinaria. Este sistema de pago de gratitud no se limita a Hungría, sino que también ocurre en otros países de Europa Central y del Este como Rumania, Bulgaria, 101

Polonia y Rusia. Las retribuciones no siempre son monetarias; la misma operación podría costar una barra de chocolate, una botella de vodka, o para pacientes de zonas rurales, productos de su granja. Las explicaciones dadas por médicos y pacientes son fascinantes y suministran una perspectiva nueva y «cross-cultural» de las dinámicas de dar, recibir y devolver, y del vínculo entre la posición social y la gratitud. Un paciente aseguraba que «es una tradición presentar tus respetos al médico (con un regalo) porque cuida de lo más valioso que tienes: la salud», y un médico comentaba: «Entre mis pacientes hay personas prominentes, académicos, pero ellos no se lo plantearían (el regalo) [...]. Las personas sencillas acostumbran ser más agradecidas. Un conductor de autobús me haría un regalo mucho más bonito, en relación a sus ingresos, que otros que se limitarían a dar las gracias.» Otros entrevistados coincidieron en que los más ricos suelen ser los más desagradecidos. Este fenómeno de pagar bajo cuerda por los servicios pone de manifiesto que el tráfico multicultural de la gratitud puede ser un asunto arriesgado. A la mayoría de los estadounidenses les horrorizaría un sistema semejante. Nunca pensaríamos en invitar al equipo quirúrgico a cenar la noche antes de una gran operación o en regalar al cirujano un juego de instrumentos por valor de 27.000 dólares como hizo un enfermo del corazón ruso.33 Afortunadamente, el pago de gratitud es innecesario en Estados Unidos, donde la mayoría de los médicos cobra acorde a su experiencia y habilidad. Las condiciones de los intercambios entre doctor y paciente no son iguales a las de Hungría o Bulgaria. La gratitud no es el precio que pagan los pacientes a cambio de los servicios humanitarios de un médico. Sin embargo, la gratitud sigue siendo relevante en la práctica de la medicina. Existen pruebas de que cuando se anima a las personas a pensar en la salud como un regalo, corren menos riesgos y siguen 102

prácticas dirigidas a promover la salud. Pero, si los pagos de gratitud, en estos gestos tan altamente ritualizados, inducen a los pacientes a adoptar una actitud agradecida hacia la salud, sigue siendo debatible.

Educar para la gratitud: el papel de la gratitud en la formación médica Un fascinante estudio, publicado por la revista Academic Medicine en 2003, calculó todo el ámbito de emociones diarias y las experiencias que suscitaba en los médicos en prácticas de los hospitales.34 Se codificaron todas las emociones expresadas por los residentes y los estudiantes de medicina interna y pediatría durante las entrevistas y en un período de observación de una semana, mientras llevaban a cabo una serie de deberes en el Centro Médico de la Universidad de Washington, en Seattle. La gratitud, la felicidad y el orgullo eran emociones positivas habituales desencadenadas por la dicha de aprender, la oportunidad de practicar la medicina, el apoyo moral de los mentores, y el reconocimiento de los pacientes. Sam, uno de los residentes, lo explicó así: «Una vez que todo está dicho y hecho, resulta un honor hacer este trabajo [...]. Caminas siguiendo los pasos y la tradición de un servicio que se remonta muy atrás.»35 Jane, una residente de primer año de medicina interna me confió lo siguiente: Lo estaba pasando mal, cuando una residente de segundo año me abordó a solas y me preguntó cómo me sentía. En ese momento me derrumbé [...]. Ese día estábamos de guardia, pero ella dijo: «no te preocupes por nosotros, no te preocupes por nada y vete a la cama» [...]. Se lo agradecí mucho y sigo haciéndolo. Porque en un momento que realmente lo necesitaba, alguien me hizo ver claramente [...] que lo que tenía que hacer era largarme un rato de allí [...]. Y dejó muy claro que no suponía ningún problema para ella.36 103

¿Por qué es significativo este estudio? Los médicos agradecidos son mejores médicos. Los médicos que aprenden a reconocer sus emociones y las emociones de los demás serán sanadores más efectivos. Varios estudios han demostrado que los médicos que desarrollan su inteligencia emocional promueven la satisfacción del paciente y se sienten más satisfechos consigo mismos. Un experimento reciente puso de manifiesto que las emociones de agradecimiento en los médicos les ayudan a resolver mejor los problemas clínicos.37 Después de haber recibido un pequeño obsequio (un procedimiento habitual en la investigación de los estímulos del humor), los internistas realizaron un diagnóstico más exacto de una enfermedad de hígado, en un caso hipotético, que los médicos del grupo de control que no recibieron regalo. Las emociones positivas como la gratitud llevan a una organización más eficiente y a la integración de información, importantes herramientas cognitivas en el diagnóstico y valoración clínica. Los estudios también han demostrado que estas emociones mejoran la toma de decisiones y la creatividad en la resolución de problemas en los estudiantes de Medicina y en los médicos. De ahí que existan razones basadas en pruebas para que los educadores incluyan las competencias emocionales en el entrenamiento médico. Bastante aparte del efecto de la gratitud y de otras emociones positivas en las destrezas clínicas necesarias para el cuidado de los enfermos se encuentra el ámbito del desarrollo personal y del bienestar físico. Escribir un diario de gratitud puede ser una estrategia efectiva que se puede adoptar como elemento de autocuidado o manejo del estrés. Los médicos de cabecera también pueden ser más propensos a intervenir brevemente y recomendar el diario de gratitud para ayudar a los pacientes, si ellos mismos se han beneficiado de esta práctica.38

Prevención agradecida

de

las

enfermedades:

la

cabeza

104

Vivo en Davis, California, una ciudad que según se afirma tiene la tasa más alta de propietarios de bicicleta de todo Estados Unidos. Cuando cruzo el recinto universitario, entre clase y clase, a menudo me sorprende el reducido número de estudiantes que llevan el casco puesto cuando circulan en bicicleta, sobre todo si lo comparamos con una muestra de viviendas por comunidad. Todos los días ocurren accidentes en el recinto, algunos graves. Un estudio informal que forjé basándome en la observación, me reveló que, por promedio diario, de cada diez ciclistas sólo uno o dos llevaba puesto el casco. Esto, a pesar de las pruebas de que el casco no sólo reduce las heridas en la cabeza (hasta un 85 por ciento) sino que salva vidas. El Bycicle Helmet Safety Institute tiene una página web repleta de testimonios de ciclistas a quienes el casco les salvó la vida. El pastor de mi iglesia sufrió graves lesiones cuando perdió el control de su bicicleta en una superficie de gravilla y se estrelló contra el arcén de una carretera rural durante una carrera. Después del accidente se convirtió en un apasionado defensor del casco. Investigadores de la Universidad Estatal de los Apalaches, en Carolina del Norte, perfeccionaron una campaña de marketing social para aumentar el uso del casco en su recinto. Varios grupos de estudiantes buscaron una consigna y un logo para un programa a favor del uso del casco yendo en bicicleta, que llamaron «la cabeza agradecida». Los autores del programa formaron a estudiantes que se ponían el casco cuando iban en bicicleta para actuar como agentes coetáneos. Estos agentes facilitaban información sobre el uso del casco yendo en bicicleta, pedían a otros ciclistas que firmaran una promesa solemne de ponérselo, y regalaban un cupón para un casco gratis a aquellos que se comprometían a hacerlo. Los autores del programa recibieron un total de 379 promesas escritas y distribuyeron 259 cascos. El uso del casco en la bicicleta casi se dobló. Subió de un promedio base del 27,6 por ciento a un excelente 49,3 por ciento al final de la última semana del experimento.39 Un grupo 105

de comparación en una universidad similar no mostró ningún aumento. Un énfasis en la gratitud puede motivarnos a cuidar mejor de nuestro cuerpo. En situaciones de salud pública, la movilización de las influencias de nuestro entorno, la información sobre medidas de seguridad, las promesas por escrito y las campañas con anuncios publicitarios que impacten, pueden ser notablemente efectivas para provocar acciones saludables. Un marco basado en la gratitud puede transformar la conciencia incrementando un sentido de responsabilidad personal ante esos regalos. Tendemos a cuidar más de las cosas si las vemos como un regalo, que si pensamos que las merecemos.

¿.Añoran los médicos la gratitud de sus pacientes? Cuando hago presentaciones de la ciencia de la gratitud a grupos de médicos, me obligo a pensar en cómo mi trabajo puede ser clínicamente útil. Si se trata de un público con el que me siento especialmente a salvo, me atrevo a preguntar si los médicos esperan la gratitud de los pacientes y hasta qué punto ese deseo motiva su práctica. Los psicoanalistas mantienen que esperar de los pacientes algo a cambio es perfectamente comprensible, y puede estar relacionado con motivaciones inconscientes para elegir una carrera como la de psicoanalista.40 Las intenciones inconscientes no lo explican todo. Si esto se generaliza a otras especialidades médicas es discutible; no obstante, en el contexto de la educación para desarrollar la inteligencia emocional de la que he hablado antes, es un tema con el que valdría la pena continuar en la formación médica. Es raro encontrar un médico que sea inmune a los sentimientos de gratitud de los pacientes. Hace algunos años regalé a mi médico de cabecera una copia de un pequeño pero inspirador libro sobre la gratitud que había escrito. Era un gesto apropiado y sincero, no un soborno a cambio de una reducción de honorarios o de una receta de 106

medicamentos gratuita. Aunque nada dado a manifestar emociones, y deseando mantener una relación doctor-paciente, era obvio que el gesto le pareció conmovedor, cosa que yo, a su vez, agradecí. No querría un médico que fuese indiferente a mi reconocimiento de su competencia. Establecer y fortalecer el vínculo entre paciente y médico es una buena medicina. A pesar de los avances de la tecnología médica, el vínculo médicopaciente sigue siendo esencial para disfrutar de una asistencia médica de calidad. Las expresiones de gratitud apropiadas son un elemento importante en cualquier relación que implique curación, y su importancia aumenta, cada vez más, a medida que la medicina se vuelve más y más fragmentada y centrada en la tecnología.

SER EL BLANCO DE LA GRATITUD «Pues sí, es también un sentimiento increíble. Como la cabina está situada delante, es muy raro que veamos a la gente cuando sube a bordo, hasta que abren la puerta, miras por encima del hombro y ves el alivio reflejado en su cara, la gratitud, y que querrían aproximarse y casi, algunos lo hacen, acercarse, cogerte por los hombros, abrazarte muy fuerte y darte las gracias. No hay nada mejor, no creo que exista sentimiento mejor en el mundo.»41 Estas palabras las dijo Jason Smith, teniente de la patrulla costera, cuyo equipo salvó a casi doscientas víctimas del huracán Katrina, rescatándolas de los tejados y de las crecidas en los días siguientes a la devastación causada por la tormenta. El testimonio de Smith revela que ser el blanco de la gratitud, ser aquel a quien le dan las gracias, es en sí una poderosa experiencia. Es agradable cuando nuestros esfuerzos son reconocidos con agradecimiento y duele cuando se reciben con indiferencia, con gracias dadas a regañadientes o con ingratitud. No obstante, el efecto de recibir gratitud va más allá de una satisfacción cognitiva o emocional al saber que hemos contribuido en algo 107

útil. Investigaciones recientes en el campo incipiente de la neurocardiología sugieren una intrigante base psicológica de por qué recibir un agradecimiento sincero es en sí mismo psicológicamente beneficioso para el destinatario. Recuerde que los investigadores han demostrado que la gratitud y las emociones positivas de amor y apreciación, relacionadas con ella, se asocian con un patrón suave, ordenado y afín en la actividad rítmica del corazón (véase Figura 3.1). Lo que no se mencionó antes es que el corazón genera un campo electromagnético. Es más, el corazón es el generador de energía electromagnética más poderoso del cuerpo humano, produciendo un mayor campo electromagnético que cualquiera de los otros órganos del cuerpo. Además, el campo magnético producido por el corazón es más de 5.000 veces superior en fuerza que el campo generado por el cerebro y se puede detectar a varios pies del cuerpo, en todas direcciones, utilizando un instrumento llamado magnetómetro. Animado por las conclusiones de que el campo magnético de una persona se modula a través de los diferentes estados emocionales, varios estudios han documentado que el campo magnético generado por el corazón podría transmitir información que puede ser recibida por otros.42 Por ejemplo, cuando dos personas se encuentran a corta distancia, la señal electromagnética generada por el corazón de una de ellas puede influir los ritmos cerebrales de la otra. Cuando un individuo genera un ritmo cardíaco acorde, hay más probabilidades de que se produzca la sincronización entre las ondas cerebrales de ese individuo y los latidos de la otra persona. En otras palabras, las ondas cerebrales de una persona armonizan con las ondas cardíacas de la otra, efecto que se ha constatado entre individuos que se encontraban a un metro y medio de distancia. Esta profunda forma de comunicación establece una conexión sincera entre las personas, dando como resultado percepciones de, entre otras cosas, ser realmente entendido y apreciado por el otro. De ahí que cuando alguien nos expresa su 108

sincera gratitud, hay el potencial de que experimentemos todo tipo de beneficios, empujados por este intercambio de energía electromagnética. Lo que suscita este sistema de intercambio de energía es el ritmo afín del corazón producido por sentimientos de gratitud. La otra cara de la moneda es que una fuerza tan potente también puede repeler, lo que posiblemente explica por qué sentimos un desagrado inmediato hacia alguien a quien apenas conocemos, además de darnos una explicación psicológica de por qué las percepciones de ingratitud son tan profundamente aborrecidas. Este trabajo todavía es preliminar y tiene que salir a luz en revistas científicas, rigurosamente revisadas por especialistas, aunque resulte enigmático considerarlo, y encaje con la experiencia común. Durante milenios, el corazón se ha visto como la fuente primaria del espíritu, el asiento de las emociones, y la ventana del alma. Prácticamente todas las culturas del mundo emplean la palabra «corazón» para describir lo que es el núcleo, el centro, la base. Es posible que el escritor francés a quien se atribuye el proverbio «la gratitud es la memoria del corazón» supiera algo que la investigación experimental es ahora capaz de verificar: la gratitud es la manera en que recuerda el corazón.

4 Dar gracias a Dios: la gratitud y el espíritu humano La gracia y la gratitud van unidas como el cielo y la tierra. KARL BARTH Aunque la única oración que dijeras en tu vida fuera «gracias», sería suficiente. 109

MEISTER ECKHART Hablar de gratitud es cortés y agradable, practicar la gratitud es generoso y noble, pero vivir la gratitud es un regalo del Cielo. JOHANNES A. GAERTNER1 El 19 de noviembre de 1997, un drama que tenía como escenario un Centro Médico Metodista en Des Moines, Iowa, fascinó a Estados Unidos y al mundo. Bobbi McCaughey de Carlisle, Iowa, había completado las primeras treinta semanas de un embarazo de alto riesgo. Los médicos estaban asombrados de que hubiera llegado tan lejos. Desafiando todo pronóstico, los nacimientos más improbables en la historia del mundo estaban a punto de suceder. Los septillizos McCaughey llegaron al mundo sin problemas. Era la primera vez que siete bebés nacían en un mismo parto, y sobrevivían todos. A las 12.48 nació Kenneth Robert, el primer bebé. Una niña, Alexis, le siguió un minuto después. A las 12.54, unos seis minutos después, vino al mundo Joel, el séptimo bebé. El nuevo papá, Kenny McCaughey, vendedor de coches de un concesionario en Carlisle, abandonó el paritorio unos instantes después. Después de compartir la buena noticia con todos los que se habían congregado en la sala de espera, se reunió llorando con familiares y amigos para cantar una doxología, un tradicional himno cristiano de gracias y alabanza a Dios. Famosos de repente, los McCaughey soportaron todas las entrevistas que les hicieron los medios de comunicación. Todo el mundo quería conocer su historia. Las entrevistas estaban saturadas de un lenguaje de bendición del cielo, regalos, agradecimiento y gratitud. Pasando apuros para cuidar del primer hijo recién nacido, escuchaba embelesado cómo describían su nueva vida y las nuevas responsabilidades paternales. Me impresionó 110

lo felizmente dependientes de muchas otras personas que parecían, y lo decididos que estaban a expresar su agradecimiento a la multitud de personas que les ayudó durante los primeros días y semanas posteriores a los nacimientos. Cientos de voluntarios cambiaron pañales, trajeron comida y llevaron a los McCaughey una y otra vez a la unidad infantil de cuidados intensivos. ¿Cómo encontraron tiempo para agradecer estos esfuerzos? Su iglesia organizó un comité de «notas de agradecimiento» para ayudarles a escribir más de cuatro mil notas dando las gracias por los regalos y la ayuda que habían recibido.2 Las expresiones de agradecimiento de los McCaughey a Dios no quedaron sin respuesta. Pronto se desató la polémica. Algunos se sintieron ofendidos de que los padres reconocieran una influencia divina, recordando que sus hijos eran fruto de un acto de la ciencia debido al uso de medicamentos para la fertilidad. Otros decían que dadas todas las increíbles probabilidades en contra, los bebés eran realmente un milagroso regalo de Dios. Curiosamente, los McCaughey no adoptaron ninguno de estos enfoques a la hora de decidir a quién debían su nueva familia. A pesar de que habían sentido plenamente la mano de Dios durante el embarazo, no se sentían menos dispuestos a dar las gracias al personal médico del hospital metodista de Iowa que había realizado un verdadero milagro. Sus gracias se extendían en muchas direcciones: a Dios, al personal del hospital, a su familia de la iglesia, y a los extraños a los que no conocían de nada. Kenny y Bobbi McCaughey no vieron que estas fuentes se excluyeran mutuamente, y su perspectiva es reflejo de los que mantienen que la perspectiva científica y la religiosa son perfectamente compatibles. Dar gracias a Dios no descarta reconocer los esfuerzos del personal sanitario, de las enfermeras en la unidad infantil de cuidados intensivos, del equipo médico que intervino en el parto y del especialista en fertilidad con el que empezó todo. Mamá Bobbi escribiría, después, que la dura prueba le enseñó a depender de otros y de 111

Dios, y destruyó su idea de autosuficiencia. En circunstancias tan extraordinarias como ésta y en asuntos más mundanos, dependemos de una cantidad innumerable de terceros. Dado que valoramos nuestra propia autonomía, reconocer la dependencia puede ser intimidante. Pero es absolutamente esencial para sentir la gratitud. La gratitud de los McCaughey no era sólo una emoción sentida en privado. Cumplía otra importante función, la de volver a escuchar los textos sagrados escritos hace más de tres mil años. En el judaismo, por ejemplo, la respuesta apropiada a los dones divinos recibidos es una proclamación pública de orgullo y agradecimiento por el amor y la fidelidad incondicional de Dios.3 Hay un fuerte aspecto comunitario en las expresiones de agradecimiento a Dios en las que el testimonio público informa de la gracia de Dios en la vida del creyente. Los McCaughey creían que Dios les había escuchado y había respondido a sus oraciones con el nacimiento de sus bebés, sanos y salvos. Sus expresiones de agradecimiento eran reflejo de su agradecimiento interior, y testimonio de la bondad y el amor inquebrantable de Dios a sus criaturas. Esta declaración representa la función testimonial de la gratitud que sirve para atraer a una comunidad más grande e integrarla en la alegre celebración de lo que sucede en la vida y en la experiencia de los individuos. Un periodista de un diario local escribió: «Los líderes religiosos no podían haber pedido una mejor campaña de relaciones públicas sobre el poder de la fe. Médicos, miembros de la familia, la comunidad, hasta el gobernador hablaba a menudo de Dios a medida que la historia se desarrollaba.»4 El presidente Clinton llamó a los McCaughey y les felicitó con estas palabras: «Me he alegrado tanto. Todos estamos muy agradecidos de que las cosas hayan ido bien.»

EL ESPÍRITU DE LA GRATITUD Cuentan que al ser preguntado sobre el origen del Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, un estudiante de quinto 112

grado dio la siguiente respuesta, políticamente correcta: «Los primeros colonizadores llegaron aquí buscando la libertad de hacer ya sabemos qué. Por eso, al llegar, dieron gracias ya sabemos a quién. Y por ellos, ahora podemos ir todos los domingos a rezar sin miedo ya sabemos dónde.»5 Aunque los primeros colonizadores de Nueva Inglaterra eran seguramente personas agradecidas, la tradición de Acción de Gracias no se remonta a ellos. Dar gracias es una tradición ampliamente difundida y con profundas raíces históricas. Donde existe la religión, existe la gratitud. Siempre que un pueblo ha creído en Dios, ha buscado la manera de expresar su gratitud y su agradecimiento a su máximo benefactor. Las grandes tradiciones religiosas enseñan que la gratitud es el sello distintivo de la madurez espiritual, y una cualidad para ser cultivada a través de las disciplinas espirituales. Así pues, la gratitud es un sentimiento religioso universal, evidente en las ofrendas de agradecimiento descritas en las antiguas escrituras, en los himnos tradicionales y en los coros contemporáneos de culto y alabanza. El teólogo alemán Kart Barth dijo en una ocasión que la respuesta humana básica no es el miedo ni la culpa sino el agradecimiento. «¿Qué otra cosa podemos sentir ante todo lo que Dios nos da sino un tartamudeante orgullo?»,6 se preguntaba Barth. Y qué mejor manera de tartamudear que con himnos como Acercaos, los agradecidos, acercaos: «Reunios para pedir la bendición del Señor», o «Demos gracias a Dios con el corazón, las manos y la voz», que según declaró en cierta ocasión el fallecido profesor de la universidad de Standford, Robert McAfee Brown, era el himno por excelencia, apto para cualquier ocasión significativa: nacimientos, bautismos, bodas o funerales.7 ¿Qué nos dicen las investigaciones actuales sobre el vínculo entre la gratitud y la religión/espiritualidad? Los individuos que se describen como religiosos o espirituales son más propensos a sentirse agradecidos que aquellos que se describen como ni lo uno ni lo otro. Un sondeo de Gallup reveló 113

que un 54 por ciento de los adultos y un 37 por ciento de los adolescentes afirmaban dar gracias a un Dios o un Creador «a todas horas». Dos tercios de los encuestados dijeron que expresaban su gratitud a Dios dando gracias antes de las comidas, y tres de cada cuatro lo hacían a través del culto o la oración.8 Uno de los sujetos de nuestra investigación, un hombre de 48 años con distrofia muscular espinal, escribió: ¡Doy gracias todos los días! La mayoría de las veces es muy difícil sentirte débil. No obstante, sentirse débil mantiene firme mi perspectiva y me acerca más a Dios. Sé que Dios tiene un plan para mí. Y parte de ese plan es ser débil para que los otros puedan ser fuertes. Parte de ese plan es que mi fe pueda hablar más alto porque ven que sigo adelante con dificultad. Me da miedo el futuro, y al mismo tiempo, sé que por muy asustado que esté, Dios me ayudará a seguir adelante. No tengo miedo a la muerte. Cada día que pasa, la lucha me da más miedo que la idea de ir al ciclo. Por eso sigo aquí, tratando de hacer lo que Dios quiere que haga. Todos los días me siento agradecido. En un estudio clásico realizado hace medio siglo, la gratitud era una de las principales motivaciones para la conversión entre los estudiantes de instituto.9 En nuestra investigación, descubrimos que aquellos que acuden regularmente a los servicios religiosos y participan en actividades religiosas como rezar o leer material religioso son más propensos a ser agradecidos.10 Sea o no sea religiosa una persona, hay una cualidad espiritual en la gratitud que trasciende las tradiciones religiosas. Esta cualidad espiritual la expresa acertadamente el difunto Fredrick Streng, un especialista en las religiones del mundo: «En esta actitud las personas reconocen que se hallan conectadas unas con otras de una manera misteriosa y milagrosa, que no está del todo determinada por fuerzas físicas, sino que forma parte de un 114

contexto más amplio o trascendente.»11 La gratitud es una experiencia humana universal que puede parecer una incidencia de la gracia ocurrida al azar o una actitud elegida para mejorar las experiencias de la vida; en muchos sentidos contiene elementos de ambas. Para los individuos con creencias religiosas o espirituales, la gratitud establece una relación con lo divino, la fuente de donde proviene todo el bien. Es una relación que reconoce que el regalo de la vida procede del Creador. Al escoger vivir en ese espacio de reconocimiento nos situamos en una esfera celestial de humildad, respeto y reconocimiento de lo dichosos que somos al gozar de la oportunidad de aprender, crecer, amar, crear, compartir y ayudar a otros. La respuesta a estos regalos puede ser una abrumadora sensación de humildad, asombro y deseo de dar gracias y compartir el amor que se activa dentro de nosotros. El acto de mirar hacia arriba y, luego, hacia fuera. Las personas agradecidas sienten que no están separadas de los demás o de Dios. Este conocimiento en sí mismo brinda un profundo sentido de agradecimiento.

BENDITO SEA TU NOMBRE Para una persona de fe, la gratitud es un feliz reconocimiento de la generosidad de Dios. La gratitud es una ética profundamente arraigada en el culto y la doctrina judeocristiana. La palabra «gracias» y sus diferentes afines («agradecido», «gratitud», «acción de gracias»), aparecen más de ciento cincuenta veces en el Antiguo y el Nuevo Testamento. El imperativo de «dar gracias» aparece treinta y tres veces. Las escrituras judías y cristianas insisten en que los hijos de Dios, quienes sean, donde estén y sea lo que sea a lo que se enfrentan, deben ser personas agradecidas, llenas de alabanzas y de agradecimiento a Dios. La idea de que debemos reflexionar sobre la abundancia de los regalos de Dios, y expresarlo en agradecimiento y alabanzas, es un tema que está presente en 115

textos, oraciones y enseñanzas de la fe bíblica. Hay tradiciones espirituales que dicen que las oraciones de gratitud son la forma más poderosa de oración, porque a través de ellas las personas reconocen la fuente última de todo lo que son y todo lo que tienen en la vida. El reformador Martín Lutero se refirió a la gratitud como «la actitud básica cristiana», y el teólogo Kart Barth observó que «la gracia y la gratitud van unidas como el cielo y la tierra; la gracia evoca la gratitud, como la voz evoca el eco».12

La gratitud en las escrituras hebreas Los judíos religiosos son buenos conocedores de la Biblia. Están al corriente de la antigua fiesta de la cosecha de Israel, y de cómo los israelitas, al final de cada buena cosecha, daban gracias a Dios por la prodigalidad de la creación, y también por liberarlos de la cautividad concediéndoles la libertad como individuos. En el judaísmo, la gratitud es un componente vital del culto e impregna todos los aspectos de la vida diaria del devoto. En las escrituras hebreas, la poesía de los salmos está saturada de agradecimientos a Dios: «Oh, Señor, mi Dios, siempre te daré las gracias» (Salmos 30:12) y «Daré gracias al Señor con todo mi corazón» (Salmos 9:1). Las plegarias litúrgicas, privadas y en compañía de otros fieles, recuerdan a los judíos observantes de las reglas y de la benevolencia de Dios como creador, sostén y redentor. En el culto del antiguo Israel, se daban instrucciones especiales sobre cómo dar gracias a Dios (Levítico 7:29-29). Muchos de los sacrificios ofrecidos en los altares, y luego, en el Templo de Jerusalén, estaban imbuidos del sentimiento de agradecimiento y gratitud, lo mismo que la elaborada ceremonia de llevar los «primeros frutos», bikkurim, a los sacerdotes, los representantes de Dios en el Templo.13 Las oraciones bíblicas de agradecimiento toman una forma particular, en la que la aflicción y el llanto a Dios se perciben como liberación de la situación. «Da gracias al Señor, porque su 116

inquebrantable amor durará siempre» (Crónicas 2,20; Jeremías 33:11; Salmos 107). Las plegarias judías empiezan con la Sbemá, en el que el devoto recita la Biblia: «Amarás al Eterno, a tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (Deuteronomio 6:5), y el Alenu, la oración para concluir, que da gracias a Dios por el destino particular de los judíos. Además de estas oraciones diarias, el judío devoto pronuncia más de cien berakbots (bendiciones del cielo) durante el día. Estar agradecido por todo es una actitud apropiada en el judaísmo porque todas las cosas provienen de Dios en la cosmovisión hebrea, y la vida judía está llena de agradecimiento. El sentimiento de gratitud es esencial para la relación entre Yahvé y el pueblo de Israel. A Dios se le reconoce como la fuente de la que proviene todo el bien. Los rabinos enseñan que «está prohibido que el hombre disfrute de nada de este mundo sin una bendición, y quien disfruta de algo de este mundo sin una bendición, comete sacrilegio».14 Así, por ejemplo, se reza una oración después de recibir una noticia tanto buena como mala, y se alaba a Dios por ambas. En este sentido se mantiene una perspectiva divina de la vida. Este espíritu de gratitud constante está bien ilustrado en la vida del venerado rabino judío y autor, Abraham Joshua Heschel, después de sufrir un ataque al corazón del que nunca se recuperó del todo. Un amigo que fue a visitarlo al hospital lo encontró débil y casi incapaz de hablar. «Sam —susurró Heschel—, cuando recuperé la conciencia, mis primeros sentimientos no fueron de despecho o ira. Sólo sentí gratitud hacia Dios por mi vida, por cada momento que he vivido [...]. Y he visto tantos milagros.»15

La gratitud en la teología cristiana y las Escrituras «Un verdadero cristiano es aquel que no olvida nunca, ni por un momento, lo que Dios hizo por él en Cristo, y cuyo 117

comportamiento y actividad globales tienen su raíz en el sentimiento de gratitud»,16 escribió el ministro escocés John Baillie en las Conferencias de Gifford en 1961. La idea de que la gratitud no es sólo esencial entre las virtudes cristianas sino que se encuentra en el corazón de la fe, tiene una larga historia en los escritos clásicos y es un tema de los escritos piadosos actuales. Al comprender que Dios es el donante de todos los regalos y el fundamento último del agradecimiento, los cristianos admiten agradecidos su dependencia de Él y se alegran de los regalos que les hace. En este sentido, la gratitud no es simplemente un sentimiento emocional en respuesta a un regalo sino una virtud que entraña una obligación o sentido de estar en deuda con el benefactor. La deuda con otros permite a los seguidores de Cristo compartir un vínculo común, que da forma no sólo a sus emociones y pensamientos sino también a las acciones y a las obras. Además, teologías completas se han construido alrededor del concepto de gratitud. El fundador del metodismo, John Wesley, dijo: «La verdadera religión es tener buen humor con Dios y buen humor con los hombres. En dos palabras, es la gratitud y la benevolencia, gratitud hacia nuestro Creador y supremo Benefactor, y benevolencia hacia todas sus criaturas.»17 Wesley y su contemporáneo, Jonathan Edwards, organizaron renacimientos de la piedad que eran engrandecidos por emociones intensas y una «calidez de corazón», donde el poder y el amor de Dios inflamaban fuertes sentimientos de devoción y agradecimiento tanto a santos como a pecadores. Jonathan Edwards, el famoso pastor y teólogo de Nueva Inglaterra del siglo XVIII escribió sobre los «primeros y elegantes indicios de afectuoso agradecimiento hacia Dios» en su obra clásica teológica Religious Affections (El tratado sobre los afectos religiosos). A Edward le impresionó tanto la evidente fuerza de la emoción que la convirtió en el pilar de su teología, como ejemplarizó en esta cita: «En todas partes, las Sagradas 118

Escrituras sitúan a la religión sobre todo en los afectos, tales como el miedo, la esperanza, el amor, el odio, el deseo, la alegría, la tristeza, la gratitud, la compasión y el fervor.»18 Para Edwards, y para aquellos que adquieren experiencia espiritual empezando con el evangelismo norteamericano, lo que uno cree acerca de Dios es menos importante que los sentimientos que uno tiene hacia Dios. La gratitud y otras emociones eran la señal de la verdadera espiritualidad y el baremo por el que se puede medir la verdadera fe. La gratitud y la acción de gracias son los motivos centrales de las cartas del apóstol Pablo en el Nuevo Testamento. Pablo empieza casi todas las cartas con expresiones de agradecimiento a los destinatarios. También hay un fuerte e imperioso componente de gratitud en las cartas de Pablo donde las expresiones «ser agradecido» o «dar gracias» aparecen muchas veces en múltiples contextos. Se invoca a los cristianos a vivir una vida de agradecimiento y también de alegre reconocimiento de la generosidad divina que ofrece así un modelo de cómo los cristianos tienen que tratarse unos a otros. Se urge a los cristianos a «dar gracias en todas las circunstancias» (Tesalonios 1, 5:18), «dar gracias a Dios Padre por todas las cosas» (Efesios 5:19-20), ofrecer oraciones y peticiones «con acciones de gracias a Dios» (Filipos 4:6-7), y separarse de aquellos que han sido desagradecidos («porque aunque conocían a Dios, ni lo glorificaban ni le daban gracias [...], su pensamiento se volvió fútil y sus necios corazones se ensombrecieron» (Romanos 1:2122). Para los cristianos, de todos los dones que reparte Dios, ninguno se compara con el don de la vida eterna hecho posible por el sacrificio de Cristo en la cruz para expiar nuestros pecados. El mensaje principal del evangelio, y por lo tanto la piedra angular de la fe cristiana, es que Dios Padre nos ofrece el don de la salvación a través de su hijo, Jesús. «Demos gracias a Dios por su indescriptible regalo» (Corintios 2, 9:15), escribe 119

Pablo en su carta a la iglesia de Corinto. La condición humana es tal que las personas desean estar cerca de su Creador y vivir para siempre con Él. Por otro lado, sabemos que nuestras presentes imperfecciones no nos darán acceso a la presencia de Dios. Esta paradoja se resuelve a través del regalo de nuestro Salvador, Jesucristo, el único libre de pecado, que pagó por los pecados de la humanidad con su muerte en la cruz. Ésta es la «gracia increíble» que se ha alabado en la iglesia cristiana durante siglos. Como regalo hecho libremente, no hay nada que una persona pueda hacer para merecer la salvación. Es completa y absolutamente inmerecida. Esto nos recuerda que la verdadera gratitud proviene de la voluntad de reconocer lo que es arbitrario o inmerecido. La gracia es el amor libremente demostrado a los pecadores que no se lo merecen. En las cartas de Pablo, existe un fuerte vínculo entre la conciencia de la gracia y la experiencia resultante de la gratitud, en que una teología de la gracia que hace hincapié en el favor inmerecido de Dios no puede dejar de conducir a una ética cuyo motivo básico es la gratitud. Hay quien mantiene que lo que distingue al cristianismo de otras religiones es el énfasis en la gracia de Dios. Es normal definir el cristianismo como una religión de gracia. El propio Pablo utiliza el término «gracia» más de cien veces. La palabra griega del Nuevo Testamento para «gracia», charis, significa «regalo», pero no un regalo cualquiera, sino los regalos que tienen su origen y fundamento en Dios, el benefactor definitivo. La dinámica entre la gracia divina y la gratitud humana ha sido el fundamento de sistemas completos de ética teológica, como en el caso de la teología eucarística del reformador Juan Calvino. La palabra griega eucaristía significa «dar gracias a Dios». Una gran metáfora que Calvino utiliza para Dios es la de fuente, refiriéndose a Aquel que está cerca, da vida, y es fuente y manantial de todo lo que es bueno. El bien humano más 120

elevado consiste en conocer al Dios que prodiga dones a sus hijos y glorificarle para siempre.

Gratitud en el Islam El santo Corán, que está dividido en capítulos denominados suras, afirma repetidamente la necesidad de la gratitud y el agradecimiento a Dios a través de los suras. Por ejemplo, en el sura 14 está escrito:

«¿El regalo de la vida eterna? ¿Cómo voy a devolver una cosa así el día después de Navidad?» Reeditado con permiso de http://www.CartoonStock.com

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«Si eres agradecido, te daré más» (14:7). Un tradicional proverbio islámico dice: «Los que primero serán llamados al paraíso son aquellos que han alabado a Dios en todas las circunstancias.» El profeta Mahoma también dijo: «La gratitud por la abundancia que has recibido es el mejor seguro de que la abundancia continuará.»19 Rezar diariamente las plegarias islámicas se considera uno de los pilares de la religión. La esencia de la oración no es pedir o rogar a Dios, sino prodigar eternas alabanzas y adoración a Dios por la vida y por su misericordia. Esto es evidente en las primeras líneas del Sura Al-Fatiha (el capítulo de introducción) del Corán, con el que empiezan las cinco oraciones matutinas (1:1-5): En el nombre de Alá, el más clemente y el más misericordioso. Alabemos a Alá, el más loado y más compasivo de los mundos; el rey del día del Juicio. A Ti solo servimos y a Ti solo imploramos ayuda. Otro principio del Islam es el ayuno durante el mes del Ramadán. Este período está prescrito para conducir a un estado de gratitud. «Él quiere que completes el período prescrito y que lo glorifiques por haberte guiado y, posiblemente, que le seas agradecido» (Corán, 2:185). En los tratados sobre el sufismo, la tradición mística del Islam, todos los capítulos se han dedicado a explorar el significado y la importancia de la gratitud. La gratitud se divide, a menudo, en diferentes fases o categorías. La primera es el agradecimiento por los dones que Dios ha dado, pues deberíamos sentirnos agradecidos por recibir cualquier regalo. Pero, aún se alcanza un estado más elevado cuando nos sentimos agradecidos por no recibir regalos o por ver retrasado el cumplimiento de un deseo. En este estado de gratitud, vemos las cosas buenas que están ocultas en la aflicción, y esto se considera una oportunidad de descubrir cómo funcionan la sabiduría y los designios de Dios. El estado final de la gratitud es reconocer que no hay 122

oraciones suficientes para expresar gratitud al Creador, y que incluso los sentimientos de gratitud son un regalo de Dios. Hay una gratitud por la capacidad de ser agradecido, literalmente un agradecer las gracias.20

LA GRATITUD AL DONANTE DESCONOCIDO ¿Son las religiones monoteístas las únicas que elogian la gratitud? O dicho de otra manera, ¿tenemos que creer en un Dios personal para sentirnos agradecidos? En las religiones orientales, como hinduismo, budismo y sintoísmo ¿no plantea el agradecimiento un problema, dado que tiende a presuponer un Ser Supremo al que habría que dar las gracias? Éstas no son religiones de un «Dios». Sin embargo, hay nociones de la gratitud budistas, hinduistas y sintoístas. En todos los casos se hace hincapié en la importancia de llevar una buena vida moral, y, por la tanto, la ética de la gratitud inculca virtudes domésticas y morales, como la lealtad, el agradecimiento por todos los favores recibidos, la filantropía, la justicia, la verdad y la rectitud. Se afirma que Buda, por ejemplo, exhortó a sus seguidores con estas palabras: «Levantémonos y demos gracias, ya que si hoy no hemos aprendido mucho, al menos hemos aprendido algo, y aunque no hayamos aprendido algo, y si no hemos caído enfermos, al menos no hemos muerto; de modo que demos gracias.»21 Una variación del budismo, el budismo Nichiren, enseña que hay cuatro deudas de gratitud. La primera es con todos los seres vivos, la segunda con tu madre y tu padre, la tercera con el soberano de tu país, y la cuarta con los «tres tesoros»: Buda, la ley o dharma y el sacerdocio o sangha. En cada caso, es imperativo que paguemos nuestra deuda de gratitud con cada fuente. De éstas, la gratitud a nuestros padres (lo que a veces se conoce como «piedad filial», es el deber supremo y la piedra angular de la ética que es compartida aquí con otras filosofías 123

orientales, sobre todo con el confucionismo. En Respecto a la deuda de gratitud con nuestros padres, el profesor budista Nichiren Daishonin escribe: La madre está embarazada durante 270 días o nueve meses. Durante ese tiempo experimenta terribles dolores, los suficientes para que muriéramos 37 veces. Durante el parto, el dolor se vuelve insoportable, pero al dar a luz, el sentimiento se transforma en una bendición del cielo. Una vez nacido, el bebé consumirá más de 180 Koku (278,3 litros aprox.) de leche materna. El niño jugará en brazos de los padres durante tres años. Si nacemos como seres humanos y creemos en el budismo, deberíamos reconocer nuestra deuda de gratitud con nuestros padres. La altura de la gratitud hacia nuestro padre es más elevada que la del Monte Sumeru. La profundidad de la gratitud hacia nuestra madre es más profunda que cualquier océano. No dudéis en pagar la deuda de gratitud que tenéis con vuestros padres.22 Existen algunos confusos argumentos filosóficos acerca de si es correcto pensar que la gratitud hacia Buda debe ser entendida como una expresión de gratitud hacia una realidad última, el equivalente espiritual al agradecimiento a Dios en las tradiciones teístas. Hay términos, sin embargo, que aproximan los significados de gratitud y agradecimiento en varias tradiciones budistas. Uno es anumodana, traducido como «un dichoso agradecimiento experimentado al recibir beneficios de otros». En este sentido, tiene un contexto bastante específico y no se usa en el de «desarrollar la virtud del agradecimiento» con el que estamos familiarizados. Otro término utilizado en algunas tradiciones budistas es krtaveda, que a menudo se relaciona con pratikara, que lleva consigo un sentido de reciprocidad y recompensa. De manera similar, la experiencia china de la gratitud se expresa en dos caracteres, pao-en. Pao incluye significados como devolver, corresponder y recompensar, y 124

constituye la base esencial para las relaciones sociales. El hecho de no corresponder representa una experiencia incompleta de la gratitud. Desde estas perspectivas orientales, la afirmación positiva de la vida proviene de un profundo sentido de la gratitud hacia todas las formas de existencia, una gratitud arraigada en esencia del ser mismo, que impregna todos los pensamientos, el habla y los actos del individuo. La gratitud, en este sentido profundo, no es una mera actitud, un sentimiento profundo ni incluso una virtud deseable. Es tan elemental como la vida misma. En muchos sistemas éticos del mundo, la gratitud es la fuerza imperiosa detrás de los actos de compasión, porque la vida es vista como, una gigantesca red de interdependencia, interpenetración y mutualidad que constituye el ser.

LAS PERSONAS MÁS FELICES DE LA TIERRA En su poderoso papel en la película El apóstol, Robert Duvall interpreta el papel de Sonny E. F. Dewey, un predicador sureño de la iglesia pentecostal que está «que arde» contra el Señor. En un ataque de ira posterior al descubrimiento de que su esposa, interpretada por Farrah Fawcett, lleva tiempo manteniendo una aventura amorosa con el joven pastor de su iglesia, Sonny golpea a éste hasta dejarlo inconsciente. Seguidamente huye a otro estado, donde se crea otra identidad y empieza su camino hacia la redención. El personaje de Duvall es convincente, un predicador carismático e intenso, que mantiene constantes conversaciones con Dios. A lo largo de su terrible experiencia, se siente guiado por Dios, busca descubrir la voluntad de Dios respecto a su vida, y experimenta y expresa una constante gratitud hacia Dios. A pesar de ser un fugitivo y de haber perdido su iglesia, a su mujer y a sus hijos, de sus labios no paran de fluir incesantes expresiones de «Gracias, Señor» y «Gracias, Jesús». Las escenas de la película en las que se ven los oficios religiosos, filmadas con gente de la calle y predicadores de verdad en lugar de actores, dan una idea del poder de la 125

gratitud en la religión del Sur del país, pobre y rural. En inspiradoras y conmovedoras escenas, los pobres fieles que merodean alrededor de la iglesia que Sonny ha construido en su ciudad dan gracias a Dios constantemente por responder a sus plegarias, por las curaciones o por el restablecimiento de relaciones rotas. Esta película muestra una conexión íntima entre la religión y la emoción. La religión siempre ha sido una fuente de profunda experiencia emocional, y no hay mejor ejemplo de esto que el movimiento pentecostal representado en El apóstol. Hace treinta años, un líder del movimiento aclamó este credo como el de «las personas más felices de la Tierra».23 Hoy, el pentecostalismo es el movimiento religioso que ha crecido más rápidamente, con más de cuatrocientos millones de adeptos en el mundo.24 Mientras la asistencia a la iglesia ha descendido en la última década, las congregaciones pentecostales han aumentado un 30 por ciento. Para el año 2040, se calcula que podría haber mil millones de pentecostalistas, momento en el que los cristianos de la iglesia pentecostal aventajarán en número a los budistas, y alcanzarán aproximadamente el mismo número que los hindúes en todo el mundo. El distintivo del pentecostalismo es la relación, personal y dinámica, del creyente con Dios, una relación mutua que alimenta una dinámica de agradecida dependencia en el creyente. Los relatos históricos de las mujeres de esta iglesia en el siglo XX indican que la gratitud era una de las emociones esenciales que el movimiento pentecostal buscaba evocar y mantener en los creyentes.25 En los círculos más profundos de la iglesia pentecostal, la historia de Carrie Judd es familiar. En 1877, una joven condenada a guardar cama por enfermedad, escribió una carta a la señora de Edward Mix, una mujer afroamericana de Wolcottville, Connecticut. En su respuesta, la señora Mix le dijo a Carrie que debería interrumpir la medicación. Un miércoles, mientras l.i scfioi .i Mix y sus amigos rezaban a distancia, Carrie 126

se levantó de la cama, cosa que no había hecho en dos años. Siguiendo las instrucciones, la joven se puso de pie, caminó y empezó a mejorar. Poco se imaginaba que, debido al mal tiempo, nadie salvo la señora Mix y su marido habían asistido a la reunión de los miércoles, a pesar de lo cual sus oraciones dieron resultado. La mayor alegría, escribió después, «fue de naturaleza espiritual, ya que mi alma, que había anhelado tanto a Dios, se encontraba ahora llena de una satisfacción hasta entonces desconocida, un amor inexpresable crecía constantemente en mi corazón [...], mi padre y mi madre rebosaban una infinita alegría y gratitud hacia Dios».26 La socióloga de la religión Marie Griffith afirmó que una función importante de los testimonios de gratitud, las alabanzas y la alegría exuberante era fortalecer la pertenencia al grupo y separar a los creyentes pentecostales de los demás. La gratitud hacia Dios por las curaciones sigue ocurriendo hoy. Éste es el relato escrito de una mujer de 66 años a quien entrevisté y que padeció poliomielitis cuando tenía 7 años: Estábamos de vacaciones con toda la familia en Miami, Florida. Mi hermano y yo habíamos estado jugando con las olas en la playa, cuando sentí frío y me puse a temblar. Mis padres me llevaron al hotel. Allí me puse muy enferma y la fiebre me subió a 42 grados. Recuerdo, vagamente, que mi padre me llevaba en brazos, envuelta en una manta, por el pasillo del hotel hasta el coche. Cuando llegamos al hospital, estaba inconsciente. Los médicos les dijeron a mis padres que no me recuperaría y que deberían prepararse para lo peor. Durante varios días y varias noches, todo el mundo esperó que me muriera. De repente, la fiebre cesó. Mi madre dijo que cuando me bajó la fiebre y me quitó las horquillas del pelo, estaban oxidadas de tanto sudor. 127

Recuerdo muy bien cuando mi madre me lo contaba y también la gratitud en su cara y en su voz porque había sobrevivido. La experiencia de escucharla dejó una profunda impresión en mí. Creo que es por eso por lo que siempre me ha parecido que la vida es un regalo, y que mi vida pertenece a Dios. La mayoría de las personas no se da cuenta de que la vida es un regalo hasta mucho después. Yo me siento muy afortunada de haber sabido, siendo una niña, que la vida es realmente un regalo muy preciado. Y eso es otro regalo, ser consciente de la vida como un regalo. Saber que estuve a punto de morir, y que esperaban que muriese, me ha hecho sentirme extremadamente agradecida de estar viva. ¡Doy gracias a Dios por el regalo de mi vida! Y me gusta compartir mi experiencia con otros, con la esperanza de que también lleguen a ser conscientes de lo precioso que es el regalo de la vida.

GRATITUD, AGENTES Y SEÑALES COSTOSAS Párese a pensar en algunas de las cosas en las que creen las personas religiosas, es posible que usted mismo. Entre ellas puede que se incluyan creencias peculiares y bastante extrañas, como seres espirituales ocultos, calles celestiales pavimentadas con oro, vírgenes que dan a luz, lagos de fuego, muertos que vuelven a la vida, etc. Los antropólogos afirman que no se conoce ninguna cultura sin una u otra forma de religión. Los eruditos científicos de la religión han ofrecido una variedad de explicaciones para dar cuenta de la omnipresencia de rituales y creencias religiosas. Sigmund Freud, entre otros, apoyó la posición mejor conocida cuando fomentó la hipótesis de la «religión como consuelo». Según esta idea, los rituales y creencias religiosos confortan al creyente y son una manera de buscar seguridad, certeza y control. Freud entendía que los seres 128

humanos sentimos miedo de las fuerzas hostiles de la naturaleza y de nuestros propios impulsos inconscientes, por eso nos inventamos un «Gran Papá» en el cielo, un superhombre sobrenatural que nos proteja y nos mantenga a raya. Como otros estereotipos, la teoría de Freud tiene su pizca de verdad. Muchas creencias religiosas son reconfortantes, pero, al igual que otros estereotipos, son demasiado simplistas. Las doctrinas religiosas pueden ser tan desconcertantes como reconfortantes. Piense, por ejemplo, en las imágenes apocalípticas del libro de la Revelación o en la doctrina fundamentalista según la cual los no creyentes serán barridos de la presencia de Dios para siempre. («Y les arrojarán al horno de fuego: allí será el llanto y el rechinar de dientes», Mateo 13:42). Me imagino que fueron pasajes de las Escrituras como ése los que indujeron al famoso antropólogo de la religión, Clifford Geertz, a llegar a la conclusión de que «a lo largo de la historia, la religión ha perturbado a los hombres tanto como los ha alegrado; y les ha obligado a un enfrentamiento directo y frontal con el hecho de que han nacido para sufrir tanto como les ha permitido evitar dicho enfrentamiento».27 No obstante, otro enfoque que intenta explicar los orígenes de los rituales y las creencias religiosas proviene de las ciencias cognitivas, que intentan comprenderlos como nuevos retoños del funcionamiento de la mente y el cerebro. Creer en Dios (o dioses) no requiere partes especiales del cerebro. Creer en Dios (dioses) no requiere ni experiencias místicas especiales ni coerción, lavado de cerebro o técnicas especiales de persuasión. Por el contrario, creer en Dios (dioses) es fruto del funcionamiento de las mismas herramientas mentales de las que proviene la vasta mayoría de nuestras creencias. Al fin y al cabo, esta creencia en Dios (dioses) no equivale a nada extraño o peculiar; por el contrario, es casi inevitable.28 Justin Barrett, en su libro Why Would Anyone Believe in God? (¿Por qué iba a creer nadie en Dios?), sostiene que es el diseño de nuestra mente lo que nos lleva a creer.29 Una 129

importante herramienta mental que todos utilizamos es lo que Barrett denomina Dispositivo Hiperactivo de Detección del Agente (HADD, en inglés). Los individuos tienen una fuerte inclinación a interpretar las pruebas ambiguas como causadas por un agente. Constantemente estudiamos nuestro ambiente en busca de la presencia de otras personas y de agentes no humanos. Es el HADD lo que nos hace suponer que nuestro ordenador intenta deliberadamente frustrarnos, o que los círculos en las cosechas son producidos por seres extraterrestres. Pero, más relevante a la religión son las situaciones en que una sábana, una cuerda para tender o un poco de neblina son reconocidas como fantasmas o espíritus. Esta función del HADD, identificar objetos como agentes, ha empezado a recibir bastante atención por parte de los científicos cognitivos. Un ejemplo de un acontecimiento que puede despertar la detección de un agente es la siguiente historia real: Doug se encontraba en un silo de grano cuando se produjo una explosión de propano. Habiendo sobrevivido a la primera explosión, que derrumbó las puertas e hizo saltar las ventanas, se resignó a morir en la siguiente explosión. En lugar de eso, oyó una voz que decía «todavía no» y sintió que lo elevaban por los aires, lo sacaban por una ventana del segundo piso y lo depositaban fuera, en el suelo. Momentos después, el silo y el granero saltaron por los aires, transformándose en escombros. Dado que su cuerpo se movió de una manera que no podía explicar fácilmente de acuerdo con las creencias superficiales de su elemental esquema de física, y que el movimiento que le salvó la vida, sacándolo por la ventana, parecía encaminado a un propósito, el HADD de Doug detectó un agente en juego, y registró la creencia automática de que el suceso fue causado por un agente desconocido. Pasar de esta creencia automática a otra reflexiva que incluía agentes sobrenaturales era perfectamente natural dadas las circunstancias. 130

Los círculos en las cosechas, intrincados dibujos geométricas aparecidos misteriosamente en los campos de todo el mundo, sería un ejemplo de una «huella» que el HADD podría identificar como causada por agentes. Las personas no miran los círculos en las cosechas y dicen: «Vaya, parece hecho al azar.» No, tienden a creer que fueron causados por agentes, humanos o sobrenaturales. Cuanto más inusual es un hecho desde la perspectiva natural, más se inclina la gente a atribuirlo a la mano de Dios, sobre todo si se trata de algo positivo y esas mismas personas tienden a ver a Dios como el donante de todos los regalos. Recuerden a los McCaughey. Desde este marco teórico, pues, es fácil comprender por qué las personas creen que todas las cosas buenas que les ocurren en la vida, esas cosas buenas por las que se sienten agradecidas, les fueron dadas intencionadamente para su propio bien. Nuestras herramientas mentales apoyan ese proceso de inferencia. Sería mucho más antinatural ver esas cosas buenas como fruto del azar o atribuirlas a la suerte o al destino. Visto así, la gratitud es casi el resultado inevitable de cómo funciona nuestra mente. Cuando no podemos atribuir a la benevolencia humana los regalos que recibimos, las atribuciones a la bondad divina se vuelven más probables. Por lo tanto, hay más probabilidades de que las personas sientan una mano divina en las experiencias más preciadas que no se pueden atribuir fácilmente al esfuerzo humano, como el nacimiento de un bebé, la milagrosa recuperación de una enfermedad o la reanudación de una amistad perdida, para las que la gratitud a Dios es una respuesta adecuada. Una teoría contemporánea relacionada, que podría ser especialmente útil para comprender la función religiosa de la gratitud, es una perspectiva conocida como «teoría de las señales costosas»30 (CTS, en inglés). Según esta teoría, los comportamientos religiosos ya sean públicos o privados (por ejemplo, actividades rituales como el ayuno, la oración, el culto y pagar el 131

diezmo) se pueden considerar «costosos» en el sentido de que requieren un esfuerzo significativo sin la probabilidad de compensación inmediata. En su papel de dispositivos de señales, estos rituales y comportamientos religiosos pueden actuar como indicadores fiables del compromiso (de la persona que los representa) con la comunidad religiosa. Al participar en estas prácticas religiosas, el adepto religioso está diciendo, de hecho, «mirad, no dedicaría tanto tiempo a estas actividades inútiles e irracionales a menos que estuviera seriamente comprometido con el grupo». Ningún «listillo» (alguien que toma más de lo que da) estaría dispuesto a participar de manera constante en actividades rituales, aparentemente inútiles; así pues, es posible separar la persona realmente comprometida de la que tiene poco entusiasmo, examinando su disposición a cumplir con todas las obligaciones rituales de la comunidad. Por ejemplo, los padres pueden beneficiarse de mandar a sus hijos a las actividades dominicales del colegio, pero si a los mismos padres se les pide que dejen de beber, fumar y alquilar vídeos «para adultos», su compromiso puede disminuir. Aquellos que están dispuestos a abrazar estas «señales costosas» se volverán más comprometidos y menos propensos a aprovecharse. Identificar quién está conforme con las reglas y quién no lo está facilita la cohesión y la cooperación del grupo, ya que uno puede confiar en no ser explotado por los que se aprovechan. Los teólogos y los líderes de la iglesia han reconocido la efectividad de la expresión pública de la conformidad con las formas rituales. Una expresión religiosa pública, como el testimonio público de acción de gracias en respuesta a una oración, autentifica el compromiso con el Dios y la comunidad de fe propios. Este testimonio, si es repetitivo y sincero, proporciona una prueba concreta del compromiso que no sólo refuerza y fortalece la fe, sino que también indica a otros creyentes el grado de compromiso personal con el grupo y con la ideología compartida. Por ejemplo, el ritual familiar de dar 132

gracias antes de las comidas es un sencillo ejemplo de cómo las prácticas de la acción de gracias se pueden inculcar dentro de los grupos y conducir a un aumento de la cohesión. En su libro They Cried to tbe Lord (Suplicaron al Señor), el teólogo de la Universidad de Princeton, Patrick Millar, documentó el carácter comunal de las alabanzas y el agradecimiento en la teología bíblica.31 Cuando un individuo da pruebas de la misericordiosa benevolencia divina, la fe de la comunidad se vuelve un «círculo de dar gracias a Dios», y el efecto resultante es el aumento y el fortalecimiento de los lazos comunales, y un poderoso recordatorio al individuo de que, él o ella, no es ni autònomo ni autosuficiente. Recuerde el testimonio de los McCaughey después del nacimiento de sus septillizos o el de Carrie Judd, después de su curación. Estas expresiones de gratitud no se fingen fácilmente y sirven como señales a la comunidad del compromiso del individuo con el grupo.

LA GRATITUD Y LA CREACIÓN DE SENTIDO Una mujer con el síndrome pospolio a la que entrevisté, escribió: Una de mis experiencias de agradecimiento más profundas la produjo el nacimiento de mi primer hijo. Me había preguntado, durante mis años de juventud, si tendría hijos, si podría cuidar de ellos con un solo brazo, y si Dios me elegiría para bendecirme de esa manera. Cuando nació mi hija, todas las enfermeras mostraron su desconfianza en mi habilidad para cuidar de ella. No obstante, me di cuenta de que Dios me había elegido para bendecirme con una hija y que me bendeciría con las necesidades físicas para cuidar de ella. Dado que Dios no me había elegido para evitarme la polio, sabía que no era seguro que llegara a tener un hijo. Por eso, cuando nació mi hija, alabé a Dios por permitirnos, a mi marido y a mí, gozar de la alegría de dar forma a un nuevo ser humano 133

para que fuera una bendición de Dios. Estábamos excitados ante la magnitud de nuestro trabajo y me sentía expectante y optimista. ¿Qué mayor propósito podía tener mi vida que el de criar a otro ser humano? Ninguno, y ésa era la dicha que sentía en mi agradecimiento. La dicha de un significado y un propósito en la vida. Para la mayoría de las personas, la religión sirve como una lupa a través de la cual se percibe la realidad. Nace de la necesidad de comprender o de encontrar algo comprensible en los problemas existenciales a los que nos enfrentamos los seres humanos. La religión garantiza que ocurra lo que ocurra a una persona, ya sea bueno o malo, tendrá sentido. Este marco de significado es particularmente importante a la hora de interpretar o responder a la mayoría de los aspectos más desafiantes de la vida, como el parto, el sufrimiento, la muerte, la tragedia y la injusticia, pero la religión ofrece una manera de comprender los sucesos mundanos al igual que los extraordinarios, que es agradable y desagradable a la vez. El psicólogo Kenneth Pargament describió el poder de la religión para transformar el significado de los sucesos, como sigue: «Cuando se ve lo sagrado funcionando a su antojo en los sucesos de la vida, lo que a primera vista parece fruto del azar, estúpido y trágico, se transforma en algo más, una oportunidad para apreciar la vida más a fondo, una ocasión para estar con Dios, un reto para ayudar a otros a crecer, o un acto de amor previsto para evitar que ocurra algo peor.»32 Es en estos momentos de mayor estrés y de búsqueda de significado cuando la religión parece ejercer su más profunda influencia. Muchas tradiciones religiosas ponen énfasis en la necesidad de sobrellevar las dificultades de la vida, y en los posibles buenos resultados. La mayoría de las religiones ofrece maneras de comprender, reinterpretar y añadir valor a las dificultades y el sufrimiento además de maneras de ver la obra de un Dios lleno de amor. Para aquellos que experimentan injusticia, sufrimiento 134

o trauma, un sistema de creencias religiosas puede ser la manera más infalible de dar significado a sus experiencias. La misma contingencia se puede ver de maneras muy diferentes dependiendo de los puntos de vista de la persona, incluyendo sus creencias religiosas. Son muchas las opciones que ofrecen las creencias religiosas para comprender el significado de un suceso, entre ellas, la idea de que existe un designio más grande, que los acontecimientos no ocurren al azar o que de la lucha puede derivar el crecimiento personal. Algunos creen que Dios no les cargaría con más de lo que pudieran soportar, mientras que otros están convencidos de que Dios intenta comunicar algo importante a través de un suceso o que el suceso es un castigo de Dios. Por ejemplo, un estudio de los cuidadores de un hospicio reveló que algunos evaluaban su situación como parte del plan divino o como una manera de ganar fuerza o comprensión de Dios, mientras que otros contemplaban su situación como un castigo divino.33 Las creencias religiosas específicas pueden conducir directamente a la comprensión de sucesos particulares. La muerte y el pesar, por ejemplo, pueden valorarse de manera muy diferente según las creencias en el más allá. Muchas personas creen que los difuntos siguen existiendo, que se reunirán con los fallecidos después de muertos e incluso que pueden relacionarse continuamente con ellos, si bien es cierto que de manera diferente. En Japón, un estudio de ancianos que habían perdido recientemente a un ser querido, reveló que los individuos con creencias positivas sobre el más allá tenían la presión sanguínea más baja. Algunas creencias tienen puntos de vista específicos sobre la muerte que influyen sobre la comprensión de ésta por parte de los devotos. En otro estudio del dolor, una muestra de espiritualistas y científicos cristianos negaban rotundamente la importancia de la muerte; para ellos no era una situación dolorosa y, en consecuencia, no experimentaban ningún dolor.34 135

Las reflexiones del pastor episcopaliano, John Claypool, sobre la muerte de su hija de diez años, enferma de leucemia, muestran el poder de la gratitud en medio del dolor: Todo se vuelve más soportable cuando recuerdo que Laura Lúe era, pura y llanamente, un regalo, algo que no me había ganado, ni merecido, ni a lo que tenía derecho. Y cuando recuerdo que la respuesta apropiada a un regalo, incluso cuando lo pierdes, es la gratitud, entonces me siento más capaz de dar gracias a Dios, para comenzar, por haberme dado una hija.35 Además de las creencias explícitamente religiosas, como la existencia de Dios y la posibilidad del más allá, la religión puede orientar e influenciar otras convicciones que no lo son tanto, como la fe en la justicia, el control, la coherencia, la benevolencia del mundo y de otras personas, y la vulnerabilidad. Muchos psicólogos han rebatido la idea de un mundo justo, es decir, la tendencia de las personas a creer que reciben lo que se merecen y se merecen lo que reciben. Mientras algunos conceptos religiosos son consistentes con la idea del mundo justo (la idea hindú del karma), otras concepciones teológicas desmontan esta suposición. En cierta ocasión, después de dar una charla sobre mi investigación a los feligreses de una iglesia local, uno de los asistentes comentó que era una buena cosa que los seres humanos no recibiéramos lo que nos merecíamos. De lo contrario, según él, tendríamos dificultades para explicar el porqué de tantas cosas afortunadas que nos ocurren en nuestra vida, y que en apariencia, son independientes de nuestras acciones y nuestros méritos. Aunque existe el problema del mal, el porqué de que sucedan cosas malas a personas buenas, existe el problema recíproco de la bondad, ¿por qué suceden cosas buenas «incluso» a personas malas? La concepción cristiana de la gracia es que Dios, en su bondad, dispensa favores infundados, favores que no son merecidos ni ganados. 136

Aunque la religión facilita comúnmente la creación de significados más positivos, las reinterpretaciones religiosas no siempre son positivas. Por ejemplo, la gente a veces llega a creer que Dios les ha hecho daño, ya sea de forma deliberada o a través de la pasividad y el abandono. Estas conclusiones negativas en la búsqueda de significado pueden llevar al dolor, la decepción, la desconfianza y la rabia hacia Dios o incluso la duda sobre su existencia. Piense en el siguiente relato de uno de los sujetos de mi investigación, una mujer de 64 años con una enfermedad neuromuscular: Mis sentimientos de gratitud son fugaces y muy espaciados. Padezco secuelas de la pospolio y siento una gran rabia contra la enfermedad. Me ha privado de mi habilidad para continuar mi carrera, que amaba de verdad, y de seguir patinando (otra actividad muy importante para mí), y tiene un efecto nocivo en mi vida cotidiana. Tengo muchos dolores físicos, por no hablar del estrés emocional. Prácticamente cualquier actividad que quiero realizar (por ejemplo, ir de compras, viajar) ha dejado de ser espontánea. En casa utilizo un bastón y, si no, un andador. Mis sentimientos de gratitud son que todavía puedo moverme y que disfruto de una movilidad considerablemente superior a la de otras víctimas de la polio. En este momento de mi vida, mi relación con Dios se encuentra varada. No me aporta consuelo ir a una iglesia o rezar. Es posible que un día eso cambie, no obstante, ésa es la realidad en este momento. No tengo intención de quitarme la vida, pero hay días en los que siento que preferiría irme de aquí lo antes posible. Viktor Frankl, el psiquiatra vienés que sobrevivió los campos de concentración nazis, describió la «voluntad de encontrar significado» como el motivo humano, básico y principal, y argumentaba que el principal objetivo de la vida no es lograr 137

placer o poder, sino encontrar un significado y un valor a la vida. Después de la pérdida de su esposa en el Holocausto, volvió a casarse, escribió veinticinco libros, fundó una escuela de psicoterapia, fundó un instituto que lleva su nombre en Viena, dio conferencias en todo el mundo, y vivió lo suficiente para ver que su libro El hombre en busca de sentido era traducido a veintitrés idiomas y se vendían más de nueve millones de copias. Frankl nos recuerda que la gratitud es una cualidad que puede ser una parte permanente de nuestra vida. Ninguna persona o circunstancia puede quitárnosla. Escribe: Los que hemos vivido en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón, confortando a otros, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Es posible que no fueran muchos pero son la prueba de que todo se puede arrebatar a un hombre excepto una cosa: la última de las libertades humanes, que es, elegir su actitud en cualquier tipo de circunstancias dadas.36 Una perspectiva espiritual de la gratitud refuerza la tesis central de este libro: aquellos que viven bajo el aura de un agradecimiento omnipresente, los G. K. Chesterton, los Victor Frankl, los Kenny y Bobbi McCaughey de este mundo, recogen las recompensas de una vida de gratitud. A la inversa, los que no sienten gratitud por las cosas buenas de la vida, se privan de la mejor experiencia de la misma.

RITUALES DE CONMEMORACIÓN Aunque vivido en su mayor parte como un estado afectivo agradable, un sentimiento de gratitud profundo requiere, a veces, un esfuerzo considerable. Ahí es donde una formación religiosa resulta tan valiosa. Comprometerse personalmente a invertir energía psíquica en desarrollar una actitud, una visión del mundo, de la propia vida como un «regalo» o del yo como un «don», es un tema alentado y alimentado por las tradiciones 138

religiosas. De hecho, son numerosos los grupos que han reconocido esta idea. Por ejemplo, muchos acontecimientos de cariz religioso, como los días de reflexión o los retiros programados de una semana, tienen como tema recurrente la idea del «regalo» (por ejemplo, aquellos influenciados por la espiritualidad jesuítica), al igual que muchos grupos y organizaciones de autoayuda (como Alcohólicos Anónimos). En general, buscar tiempo diariamente para recordar momentos de gratitud asociados incluso con acontecimientos mundanos o comunes, atributos personales que uno tiene o personas valiosas que uno encuentra, tiene el potencial de entretejer una trama de vida sostenible de elevado significado personal, a la vez que nutre una postura fundamental de vida cuya fuerza es decididamente positiva. En este punto, una actitud agradecida no exige una vida llena de comodidades materiales, sino una condición interior de agradecimiento pese a las circunstancias de la vida. Como he recalcado a lo largo de este libro, un aspecto importante de la gratitud es el recuerdo. Las oraciones de conmemoración alientan la gratitud, y las religiones hacen oraciones muy bien.37 Las ceremonias de conmemoración incluyen la oración diaria y prácticas menos frecuentes como la comunión y la observación de las fiestas de guardar. En todas las tradiciones religiosas existen ambas. Para los cristianos, la eucaristía o comunión se centra en recordar la Ultima Cena, donde Jesús instruyó a los apóstoles para «hacer esto en conmemoración mía». Comer el pan y beber el vino (o el zumo), es la manera en la que los cristianos comparten y participan en la muerte de Cristo. Las fiestas sagradas de los judíos son oportunidades para recordar. Uno de los momentos más sagrados para los judíos es la Pascua, una fiesta que conmemora el paso de Dios por delante de las casas de los niños de Israel, perdonando la vida de los primogénitos recién nacidos. El libro bíblico del Deuteronomio anima al pueblo de Israel a rememorar su exilio de Egipto, y a 139

que los israelitas se acuerden de Dios, ofreciéndole los primeros frutos de su cosecha. La fiesta más importante de la fe judía es Yom Kippur, un día que se ha escogido para recordar los pecados que se han cometido contra Dios y contra otros. Los escritores hebreos también hacen hincapié en que Yom Kippur puede ser una ocasión para sentirse agradecidos por ser perdonados. Las conmemoraciones no son necesariamente fechas religiosas. La más popular en Estados Unidos es la fiesta de Acción de Gracias, que incluye otra celebración, la de los primeros colonizadores que festejaban su primera cosecha en el Nuevo Mundo. Es probable que, incluso, los ateos y los agnósticos aprovechen la cena anual de Acción de Gracias para hacer una breve pausa y acordarse de dar gracias por la familia, los amigos y la comida. No obstante, lo más probable es que sean las personas religiosamente activas quienes observen rituales tradicionales durante la fiesta de Acción de Gracias. Según una encuesta realizada entre más de mil adultos, uno de cada ocho encuestados planeaba celebrar el día de Acción de Gracias de forma no tradicional o no lo había celebrado en absoluto en 2004.38 ¿Quiénes eran menos probable que cruzaran el río y atravesaran el bosque para reunirse con los suyos y celebrar la fiesta anual? Las personas no religiosas. El estudio reveló que los individuos que no manifestaban preferencia religiosa o que no habían atendido a los servicios de la iglesia recientemente, tenían el doble de probabilidades de saltarse la fiesta tradicional en comparación con aquellos que mantenían vínculos más fuertes con la religión. Otro número de fiestas, sobre todo el Día de los Veteranos, el Día de Conmemoración de los Caídos en las dos guerras mundiales, y los Días del Padre y de la Madre, también están pensados para hacer que nos detengamos un momento y nos acordemos de dar las gracias.

¿AGRADECIDOS EN CIRCUNSTANCIAS?

TODAS

LAS 140

Hay un último elemento de gratitud religiosa que merece ser mencionado aquí. Con frecuencia, el agradecimiento a Dios no sólo ocurre a la sombra del sufrimiento sino también, paradójicamente, es posible a través de él. Un teólogo de Harvard, Harvey Cox, incluye el «reconocimiento de la tragedia» como uno de los rasgos característicos de las celebraciones religiosas.39 La festiva sensación de felicidad y celebración que es evidente en las costumbres y rituales de la acción de gracias, se yuxtapone en muchos casos con las pérdidas y las adversidades. Festejar la cosecha causa alborozo dada la actividad plena de esfuerzo que requiere; la tristeza de la pérdida de un ser querido se compensa con el agradecimiento de su recuerdo. No hay más que echar un vistazo a los primeros colonos para encontrar ejemplos de vidas agradecidas en medio de grandes penalidades. Más de la mitad de aquellas valerosas almas que cruzaron el Atlántico, murieron al cabo de un año en su nuevo hogar. Todas, excepto tres familias, cavaron tumbas en el suelo rocoso de Nueva Inglaterra para enterrar un marido, una esposa o un hijo. Pero habían oído hablar de la fiesta de la cosecha de Israel: como Israel, al final de una excelente cosecha, daba gracias a Dios por el botín de la creación, y también por librarles de la cautividad y darles la libertad como personas. Y ellos hicieron lo mismo. Comprendieron que su Dios era un Dios al que debían dar las gracias y alabar tanto si los tiempos eran buenos como si eran malos. Su gratitud no era selectiva, una fachada de pensamiento positivo, sino una confianza profunda y firme en que la bondad habita, en última instancia, en la faz de la incertidumbre. Su acción de gracias se cimentaba en la realidad de que la verdadera gratitud es una fuerza que surge de las realidades del mundo, que demasiado a menudo incluye el padecimiento, un sufrimiento abrumador. Seguramente, ésta fue la actitud que guió a los McCaughey, con quienes empecé este capítulo. A pesar de su predisposición hacia la vida, agradecida y llena de esperanza, 141

eran absolutamente conscientes de los riesgos potenciales y de las complicaciones asociadas con los partos múltiples. Tenían todos los miedos y preocupaciones normales de los padres que esperan un hijo, multiplicados por siete. Este sentimiento se expresa en las estrofas del canto religioso contemporáneo Bendito sea el nombre del Señor, que todas las semanas se escucha en las grandes iglesias de la nación: Bendito sea tu nombre En el camino marcado por el sufrimiento Aunque haya dolor en la ofrenda Bendito sea tu nombre. Las bendiciones que nos das Las convertiré en alabanzas Cuando nos envuelva la oscuridad, Señor Seguiré diciendo Bendito sea el nombre del Señor Bendito sea tu santo nombre. A ti, que das y tomas A ti, que tomas y das Mi corazón elige decir Señor, bendigo tu nombre.40

GRATITUD CON «G» MAYÚSCULA En marzo de 1999 tuve el privilegio de asistir a la Asamblea Mundial de Acción de Gracias, una reunión de líderes religiosos y espirituales de más de treinta naciones. El evento de tres días se celebró en el Centro para la Acción de Gracias Mundial, en la plaza de Thanksgiving en Dallas, Tejas. Sí, existe un lugar así. Lo creó un hombre de negocios de Dallas, Peter Stewart, quien, en la década de 1960, vio la necesidad de un lugar donde personas de todos los credos y religiones pudieran reunirse y expresar su humanidad en común. La plaza se alza en 142

un predio de tres acres, triangular y en pendiente, en el mismísimo centro de Dallas, con la capilla dominando desde lo más alto. La forma de la capilla se describe, a menudo, como simbólica e incluso mística, en la que el concepto de gratitud se expresaría en la espiral ascendente. En 1977, gracias a los esfuerzos de la plaza de Thanksgiving, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución proclamando 2000 el Año Internacional de Acción de Gracias. En una ceremonia, celebrada en 1999 para conmemorar el sello emitido por las Naciones Unidas ese año, dicho organismo recalcó que «la acción de gracias forma parte de la naturaleza humana y se observa en todo el mundo: une las comunidades humanas, y fomenta la hermandad y la repartición». El banquete organizado con motivo de la reunión de la Asamblea Mundial se celebró en el gran salón del deslumbrante Hotel Fairmont Anatole. Llegué temprano con la esperanza de encontrar algún conocido y sentarme a su lado. Para mi horror, descubrí que los asientos habían sido preasignados, lo cual tenía sentido después de pensarlo. Sencillamente no puedes tener dignatarios religiosos peleándose por un asiento en medio de un barullo de sillas. Después de localizar mi mesa, conocí a mis compañeros de velada esa noche. A mi derecha se sentaba David Steindl-Rast, monje benedictino y uno de los maestros más famosos del mundo en el tema del agradecimiento. El hermano David había escrito varios libros sobre la vida contemplativa y había dado conferencias y talleres en Estados Unidos, Europa, y Asia. Nacido en Viena, había estudiado arte, antropología y psicología y ahora vive en un monasterio situado en el norte del estado de Nueva York. A mi izquierda, se sentaba un sij, el doctor Jaswant Singh Neki, profesor de psiquiatría en el Instituto Indio de Ciencias Médicas en Nueva Delhi. Mike Rediker, un licenciado del Seminario Teológico de Dallas (afiliado al Seminario Teológico de los Baptistas del Sur), era el cuarto 143

comensal. Sería difícil imaginar un cuarteto más teológicamente diverso, que los cuatro hombres sentados a aquella mesa. Reconociendo mi vena oportunista de investigador, descubrí de inmediato la oportunidad, única en la vida, de sondear ideas para una propuesta de investigación sobre la gratitud que tenía que presentar con objeto de conseguir fondos. Pasé la mayor parte de la noche hablando con Steindl-Rast, que estaba sentado a mi lado. En el instante de conocerlo, ya comprenderán por qué, incluso si no hubiera sido monje, el título de Hermano le habría hecho justicia: enseguida tuve la sensación de estar con un miembro muy querido de mi familia. Sondeé la mente del hermano David en busca de ideas sobre el significado del agradecimiento y su asociación con la humildad, que tal y como me recordó, proviene de la raíz latina humus o suciedad. Después aprendí que Emmanuel Swedenborg, un teólogo y científico sueco del siglo XVIII, escribió que aquellas personas que sienten amor hacia el prójimo y bendicen a Dios se hallan en una esfera de gratitud o estado divino, y viven por lo tanto en el paraíso. Por consiguiente, es a través de la gratitud que tenemos la habilidad de vivir en un estado de alegría y paz; a su manera, paradójica y elusiva, la gratitud es la puerta a muchos regalos del cielo. Pero la puerta es pequeña, y Swedenborg nos recuerda que, para entrar, debemos inclinarnos con humildad. Si tuviera que elegir una persona a la que pedir consejo de cómo vivir, sería el hermano David. Sus consejos eran sencillos pero profundos: despierta, mantente alerta, y ábrete a la sorpresa. Si das gracias y alabas al Señor, entonces descubrirás la plenitud de la vida, o mejor dicho, la gran plenitud de la vida. Este es el mensaje que él vive. En aquel momento, a sus ochenta años, sus ojos seguían brillando con la fuerza de la vida. Según transcurría la velada, bajé la guardia como científico. Cuando lo hice, fui capaz de experimentar el momento como una extraña oportunidad de apreciar la humanidad y diversidad de los otros. No recuerdo el instante en que pasó esto, pero sí que 144

experimenté un estado de fluidez en el que conseguí perder la conciencia de mí mismo y de todo lo que me rodeaba, a pesar de encontrarme en un salón de baile abarrotado con quinientas personas. Fue en este instante cuando creo que experimenté la diferencia entre lo que algunos llaman «gratitud con g minúscula» y «gratitud con G mayúscula». El poeta Edward Arlington Robinson, ganador del Premio Pulitzer, escribió que hay «dos clases de gratitud: la repentina que sentimos por lo que recibimos; la más intensa que sentimos por lo que damos». La gratitud con «g minúscula» es la gratitud que sentimos por los beneficios que hemos recibido, por lo que otros nos dan. La gratitud con «G mayúscula», por otro lado, es la gratitud por las contribuciones que hacemos. Es el dar de la acción de gracias. Esto ilustra una verdad profunda sobre la gratitud. Cuando hacemos el regalo de la gratitud, con el espíritu adecuado, genuinamente con el corazón, recibimos tanto o más a cambio por dar gracias que el receptor por recibirlas. Cuando estamos realmente agradecidos, somos llevados a experimentar situaciones en la vida de maneras que incitan en nosotros una actitud abierta para conectarnos con el mundo, y compartir y aumentar la misma bondad que hemos recibido. Es el sentimiento de conexión con la humanidad que emerge de una sensación de asombro y de júbilo lo que nos brinda el participar en la intrincada red de la existencia. Era esta forma más grande de gratitud lo que yo sentía según avanzaba la velada. Esta clase de gratitud tiene menos que ver con el intercambio de beneficios y más con una relación emocional que está asociada con el amor, la vinculación afectiva o emocional, y la empatía. Uno descubre este sentido más grande de la gratitud en un momento estelar cuando el corazón se abre y vemos, con toda claridad, las grandes cosas buenas de la vida. Se afila la conciencia y entendemos la gratitud como una fuerza espiritual que recorre todo el mundo. Cuando regresé a la habitación de mi hotel, tenía la sensación palpable de que algo 145

especial había ocurrido esa noche. Fue una ocasión que no olvidaría rápidamente. Este vínculo entre la gratitud y el amor no podría expresarse con más elegancia que la del poema, escrito por un paciente de 54 años, operado de un trasplante de pulmón, y que participó en nuestro proyecto sobre la gratitud y la calidad de vida en receptores de órganos. Lo leyó como una oración en una comida de Acción de Gracias, una vez que se hubo recuperado de la intervención: Mi mejor amigo Mientras lucho por sobrevivir Y mis días se vuelven escasos Has querido ayudarme Tú, mi mejor amigo al que nunca conocí. Los días se han convertido en una carga Mientras me aferró a mi única esperanza Mi familia sufre conmigo No tengo escapatoria. Dios tenía un plan para mí Para ti, amigo mío, tenía otro Que nuestros caminos se cruzarían un día Mientras nuestras vidas se acercaban al final. Nuestro Padre te necesitaba en el cielo Los ángeles te llevaron a El Por eso te escogió Sólo a ti, en toda la tierra. ¡Dios mío! ¡Dios mío! imploraba tu familia Mientras te arrancaban del mundo Se debía pagar un precio Pero ¡oh! Era el de un inocente. 146

Demostraste tu amor por los demás Antes de que se dieran cuenta Tu amor es un testimonio vivo Yo estoy vivo por ti. Tu amor por mí, mi amor por ti Ojalá llegara a conocerse Muy pocos en este baile terrestre Conocerán el amor que has demostrado. Que alguien dé su vida a otro No existe amor más grande Cómo podré nunca pagar la deuda Mientras los ángeles te llevan con ellos. Por eso, cada mañana al despertar Doy gracias al Señor por ti He sido bendecido contigo y con tu amante familia Tú, mi mejor amigo al que nunca conocí.

5 Un delito antinatural: la ingratitud y otros obstáculos para una vida agradecida El huracán Katrina asoló la costa del Golfo de México a finales de agosto de 2005. La tormenta fue el segundo desastre 147

natural más costoso, en cuanto a pérdidas humanas y económicas, de la historia de Estados Unidos. El gobierno federal declaró que la catástrofe afectaba a alrededor de 233.000 kilómetros cuadrados, una superficie casi tan grande como el Reino Unido. Más del 80 por ciento de la ciudad de Nueva Orleans se inundó. Más de un millón y medio de personas tuvieron que ser evacuadas. A diferencia de sus habitantes, la mayoría de nosotros tuvo el lujo de ver el huracán Katrina por televisión en lugar de luchar por la supervivencia en medio de la destrucción que desató la tormenta. A pesar de todo nos sentimos abrumados por las imágenes de desesperación y despecho transmitidas desde la costa del Golfo. La respuesta a la devastación dada por los estadounidenses fue rápida y contundente mientras el Katrina batía otro récord, esta vez en el área de las contribuciones benéficas. Tanto si se trataba de contribuir con tiempo, víveres, sudor o dinero al contado (una niña de 11 años donó 6.000 dólares que había reunido con su puesto de limonada), hubo una avalancha de donaciones récord y, cinco meses después del desastre, la cifra de recaudaciones alcanzó los 5.000.000 de dólares,1 más del doble de lo que se recaudó después de los trágicos sucesos del 11 de Septiembre. Como muchos estadounidenses, Tanya y Tracey Thornbury de Montevideo, Minnesota, pensaron que su deber era hacer algo después de la destrucción causada por el Katrina. A través de Internet se ofrecieron a abrir su hogar a los damnificados del huracán. Después de haber enviado un e-mail a un refugio en Baton Rouge, se puso en contacto con ellos Nicole Singleton, una mujer de 33 años, sin recursos y madre soltera de seis criaturas, que había visto su ofrecimiento en el tablón de anuncios. Tanya y Tracey dieron la bienvenida a la señora Singleton, sus seis hijos, con edades comprendidas entre los 3 y los 16 años, y a la abuela Dot, en su hogar Victoriano en la Minnesota rural, a 2.093 kilómetros de Nueva Orleans. 148

Al principio, las cosas parecían ir bien. Los tres hijos de los Thornbury recibieron a los seis niños Singleton con los brazos abiertos, compartiendo con ellos sus habitaciones y sus vidas. De camino al aeropuerto para dar la bienvenida a sus huéspedes, Tanya se detuvo en una superficie comercial, y compró a Nicole una bata de baño, un pijama y unas chanclas. Ayudó a Nicole a encontrar trabajo y le ofreció su ayuda para tomar decisiones económicas relacionadas con las ayudas que recibía del gobierno federal. Quiso a las seis criaturas Singleton como si fueran sus propios hijos. Aceptó los costes de un hogar habitado por muchas más personas, lo que incluía el doble de gasto de electricidad y el triple de gasto de gas natural. Tanya, que era pintora, renunció a su soleado estudio, donde tenía el caballete y las pinturas, para que Dot y la hija más pequeña de Nicole, Juju, pudieran dormir juntas. Aunque recibieron ayuda en forma de donaciones, los Thornbury pagaron los gastos de la casa de su bolsillo. Esta mezcla de familias, pronto resultó ser mucho más difícil de lo que nadie se imaginaba. La convivencia está llena de dificultades, y no digamos cuando se trata de familias de culturas totalmente dispares. Al poco de su llegada, la señora Singleton mencionó que tenía un novio que estaba encarcelado en Luisiana, pero se negó a explicar el motivo, admitiendo sólo que era «un mal chico». Los Thornbury se sintieron comprensiblemente inquietos ante la posibilidad de tener a un presidiario en casa, pero Nicole comenzó una correspondencia furtiva con él, y le informó de dónde vivían. Dot, la madre de Nicole, se negó a vivir de acuerdo con las reglas de la casa y permitía a sus nietos ver películas violentas e inapropiadas, en presencia de los niños Thornbury. Al descubrir que no había cadenas de radio locales que emitieran música de rap y hip-hop, Nicole y su hija mayor Helen, quisieron descargar música de Internet. Tanya dijo que no, en parte para proteger el ordenador de posibles virus, y en parte para mantener una diminuta parcela de intimidad. Las 149

tensiones aumentaron, las disputas y las peleas se hicieron más y más frecuentes. La policía y los servicios sociales tuvieron que intervenir frecuentemente. Al final, el drama diario colmó la paciencia de las dos familias. Seis semanas después de haber empezado, la convivencia llegó a su fin y los Singleton se mudaron a una casa que les habían ofrecido en Minneapolis. Al abrir su hogar y sus corazones, los Thornbury habían hecho importantes sacrificios, sin embargo, pensaban que sus buenas obras habían chocado, en gran parte, con la ingratitud de los Singleton. Sentían que se habían aprovechado de ellos. Tracey Thornbury juró: «No pienso volver a ayudar a nadie en lo que me queda de vida.»2 A veces, como demuestra este ejemplo, las personas reciben dádivas y, por razones complejas, reaccionan con ingratitud. El acto de dar y recibir un regalo engloba una amplia variedad de percepciones, estados psicológicos y emociones conflictivas divergentes. La dinámica de dar y recibir, la relación entre donante y receptor, las motivaciones percibidas por cada uno, y las historias anteriores en situaciones similares influencian el grado de gratitud que se experimenta, y la manera en que se expresa. A veces, los regalos traen alegría, en otras ocasiones, vienen acompañados de orgullo y, si ciertas circunstancias están presentes, también pueden acarrear envidia, odio, avaricia y celos.3 Una explicación a esto sería el hecho de que la promesa de un regalo o la amenaza de no recibirlo pueden actuar como potentes herramientas de control social. A veces, no tiene graves consecuencias. Dudo, sinceramente, que mi esposa y yo seamos los únicos padres en el mundo que intentan proteger a sus hijos de la explotación anual del poder de Santa Claus para dar o negar. Tal vez los Singleton encontraron opresiva la caridad de los Thornbury, y sabotearon su buena voluntad para reivindicar su autonomía y libertad personales. Su historia nos recuerda que recibir un regalo puede colocarnos en una posición de 150

inferioridad. Los Singleton, al principio, aceptaron el regalo de un lugar donde cobijarse, pero luego, cuando les cogieron manía, acabaron insultando a sus benefactores, no tuvieron en cuenta las reglas de la casa, y por lo visto, llegaron a cuestionar el motivo de su generosidad. Sintiéndose aceptados con reservas, a Nicole Singleton le resultaba imposible creer que los Thornbury entendieran realmente su suplicio. Es posible que le agobiara el peso de las obligaciones, y que la ingratitud eliminara cualquier necesidad futura de corresponder. Si el beneficiario piensa que el motivo de un regalo es hacer que el donador se sienta generoso y altruista, o que el regalo se hizo para poner al otro en su sitio, volviéndolo incapaz de desafiar a la sociedad que ha permitido que se convierta en indigente porque un regalo tan «generoso» se ha cruzado en su camino, entonces mal o bien, esa percepción destruirá la gratitud. Cualesquiera que fueran las dinámicas del caso, el intenso resentimiento por parte de los Singleton hacia sus benefactores minó cualquier oportunidad de que experimentaran una sincera gratitud. La gratitud requiere no sólo que el donador haga un regalo sino que ese regalo sea valioso para él, es decir, que sea «algo especial». Para que el beneficiario se sienta agradecido en un sentido emocional, debe saber que el acto de dar obligó al donador a quedarse sin algo, a renunciar a alguna oportunidad, a desprenderse de algo de valor, como mínimo, a hacer un esfuerzo de verdad. Ésa es la razón por la que la magnitud de la gratitud que sentimos cuando recibimos un regalo no tiene nada que ver con el valor de éste. El acaudalado hombre de negocios, que pide a su secretaria o a un empleado que le escoja obsequios caros y los envíe a diferentes destinatarios, no despertará una gratitud duradera en aquellos que figuran en su lista de regalos. Los favorecidos sabrán que el regalo no le costó nada en lo que a esfuerzo se refiere y que la pérdida de dinero tampoco le 151

significó mucho. De hecho es posible que se sientan más agradecidos al empleado, que mal pagado y bajo presión, hizo un esfuerzo que le costó más a él que el dinero y la supervisión costaron al «generoso» donador. El grado por el cual sentimos gratitud siempre gira alrededor de este cálculo interno y secreto del precio. Es intrínseco a la emoción, y perfectamente lógico, que no sintamos tanta gratitud por los regalos que hemos recibido y que han costado poco o nada al donante. No obstante, hay otro factor importante: nuestro grado de gratitud está influenciado por nuestra percepción de los motivos que hay detrás del regalo. Dado el placer que acompaña la gratitud, puede parecer que la ingratitud es una negación del placer, un acto contrario al hedonismo, supuestamente motivado por el impulso de castigar o hacerse daño a uno mismo o al otro. Un deseo de hacerse daño a uno mismo y al donador a través de la ingratitud es un obstáculo significativo para experimentar y expresar agradecimiento. Sin embargo hay otros impedimentos para la gratitud, psicológicamente menos complejos.

OBSTÁCULOS PARA LA GRATITUD Nunca me ha resultado fácil ser un practicante disciplinado de la gratitud. Cuando examino mi vida, me duele ser consciente de los poderosos elementos que funcionan en contra de la gratitud. Un número de cargas personales y de obstáculos externos pueden bloquear las emociones de agradecimiento, los pensamientos agradecidos y las acciones agradecidas. Para recoger los beneficios del pensamiento agradecido, los obstáculos deben ser reconocidos, enfrentados y superados.

Los prejuicios negativos Hasta cierto punto es natural ignorar las cosas buenas o incluso quejarse de ellas. Es posible que esto sorprenda a 152

muchos, dado que la mayoría de las personas creemos estar agradecidas por los beneficios que hemos recibido. Pero no debería sorprendernos, porque los psicólogos han identificado una tendencia natural de la mente a «percibir una entrada como negativa».4 Este «prejuicio negativo» supone que hay más probabilidades de que las emociones y pensamientos entrantes sean desagradables que agradables. Además, el prejuicio negativo parece ser un fenómeno muy real con una sólida base neurofisiológica. En lenguaje más sencillo, esto significa que para algunos de nosotros ser gruñones es algo natural. A riesgo de complicar demasiado las cosas, debería señalar que, de hecho, funcionan dos tendencias opuestas. Científicos que estudian los procesos emocionales han llegado a la conclusión de que existe una tendencia general por la que evaluamos los sucesos, los objetos y las personas neutrales como ligeramente positivas. Un «contrapeso positivo» es un prejuicio ligeramente positivo en el humor que caracteriza a la mayoría de las personas, la mayor parte del tiempo.5 En otras palabras, cuando no les ocurre ningún hecho significativo, la mayoría de las personas va por ahí de buen humor. Pero nuestro sistema emocional está dispuesto para reaccionar negativamente cuando algo significativo ocurre en nuestro ambiente. El prejuicio negativo nos sugiere una valoración prudente y, si fuera necesario, una retirada rápida que sin duda tiene algún valor para la supervivencia. También hay diferencias entre las personas en estas tendencias. En individuos con tendencia a experimentar los prejuicios negativos, se da un sustancial impedimento para sentir agradecimiento. Algunos de nosotros, simplemente, no sabríamos vivir la vida sin quejas ni resentimientos. Estamos acostumbrados a un modelo de negatividad. No sabemos si nos podemos permitir el lujo de ser agradecidos. En nuestros experimentos sobre la gratitud descritos en el capítulo 2, contrastaba la condición de escribir los problemas con la condición de contar las cosas buenas. En lugar de 153

concentrarse en las cosas por las que estaban agradecidos, a los sujetos del grupo de problemas se les pidió que escribieran sus quejas, las cosas que iban mal en su vida. Nunca hemos encontrado un sujeto en la investigación que haya tenido dificultades en comprender lo que le pedíamos o en dar con una lista de problemas. Siempre que defino los problemas en las charlas que doy, hay unas invariables risitas y gestos de cabeza afirmativos entre el público. La verdad es que, en ausencia de esfuerzos conscientes para construir y sostener una cosmovisión de agradecimiento, caemos en patrones emocionales negativos, incluido el dar por hecho la bondad. El resultado final es que esta tendencia natural de omisión debe ser anulada por un proceso consciente. Sin esa intervención consciente, estamos prisioneros de un sistema de procesamiento de la información que parece empeñado en maximizar nuestra angustia emocional y minimizar la experiencia positiva. A pesar de que «lo malo es más fuerte que lo bueno», contamos con la ayuda del envejecimiento. Una sugestiva y reciente investigación neurocientífica ha revelado que las áreas del cerebro responsables de procesar información negativa muestran una disminución de la actividad con la edad, mientras mantienen o incluso aumentan la reacción a la información positiva.6 Aunque suena a bendición que haya algo que esperar con ansia cuando envejecemos, una corazonada me dice que preferiríamos controlar las emociones y los pensamientos negativos mucho antes.

Incapacidad para reconocer la dependencia7 La novela de Charles Dickens Grandes esperanzas es una historia atemporal donde la gratitud y la ingratitud son resaltadas como elementos centrales de la condición humana. Durante la mayor parte de la novela, Pip, el protagonista, da por sentada la benevolencia de su cuñado Joe Gargery, que ha sido su amigo y protector toda su vida. Cualquier pizca de gratitud que Pip es 154

capaz de sentir, es rechazada por su egoísta ambición. Pip no siente más que desprecio por Magwitch, su secreta benefactora. Incluso en la escena de la gran revelación cuando descubre la verdad sobre Magwitch, su respuesta inicial no es de gratitud sino de asco y desilusión: No podría haber dicho una palabra aunque hubiera sido para salvar mi vida. De pie, con una mano en el respaldo de la silla y la otra en el pecho, donde sentía que me ahogaba, así estuve, mirándolo con los ojos desorbitados, hasta que me agarré a la silla, cuando la habitación empezó a moverse y dar vueltas. Él me cogió, me llevó hasta el sofá, me recostó sobre los cojines y, delante de mí, apoyó una rodilla en el suelo, acercando el rostro, que ahora recordaba bien, y ante el que me estremecí, muy cerca del mío [...], la aversión que sentía hacia aquel hombre, el miedo que me causaba, la repugnancia con la que lo esquivaba, no habría sido mayor si hubiese sido una bestia terrible [...], cogió mis manos y se las llevó a los labios, mientras a mí se me helaba la sangre.8 Como Pip, muchos de nosotros vivimos bajo la ilusión de la autosuficiencia: la predisposición a no reconocer lo mucho que necesitamos a los demás. Esta predisposición debilita la gratitud. ¿Por qué nos cuesta admitir que nos sentimos y deberíamos sentirnos en deuda con alguien que es nuestro benefactor y que nos ha ayudado en alguna manera? No nos gusta (en particular a nuestra sociedad) pensar que estamos en deuda. Preferimos pensar que nuestra buena suerte es obra nuestra (mientras que las pérdidas y los sufrimientos no lo son). Al igual que la emoción de la confianza, implica una admisión de nuestra vulnerabilidad y de nuestra dependencia de otras personas. Pero, tal y como le sucede a Pip, a veces tenemos la oportunidad de saber quiénes son nuestros verdaderos benefactores antes de que sea demasiado tarde. 155

En su famoso ensayo titulado Los regalos, Ralph Waldo Emerson escribió: La ley del beneficio es un canal peligroso, que requiere una navegación cuidadosa [...] no es el cometido de un hombre recibir regalos. ¿Cómo te atreves a hacerlos? Deseamos autoabastecernos. No perdonamos del todo a los que nos obsequian. La mano que nos da de comer, corre peligro de ser rechazada [...]. A veces, odiamos la carne que comemos, porque nos parece que hay una cierta dependencia degradante en vivir de ella.9 En la década de 1980, la difunta psicóloga social Shula Sommers estudió las actitudes hacia la gratitud (y otras emociones) en las sociedades estadounidense, alemana e israelí. Pidió a varios sujetos que respondieran a una serie de preguntas relacionadas con su vida emocional, evaluando qué emociones les gustaba más experimentar, cuáles detestaban tener, cuáles preferían «guardarse dentro», y cuáles veían como constructivas y destructivas. Descubrió que los estadounidenses, en general, situaban la gratitud en un escalafón comparativamente bajo en conveniencia y utilidad, y que los hombres estadounidenses en particular tendían a ver la experiencia de la gratitud como desagradable. Algunos, de hecho, consideraban la gratitud como una emoción humillante. A los hombres de más edad les resultaba difícil expresar esta emoción de manera abierta y un tercio de los varones afirmó que prefería ocultar los sentimientos de agradecimiento. En contraste, ni una sola mujer en el estudio dijo que le resultaba difícil expresar gratitud de manera abierta. Pero, por incómodo que nos resulte a los hombres, necesitamos reconocer que ninguno de nosotros es completamente autosuficiente y que no podemos prescindir de la ayuda de otros. Negar lo que es una verdad obvia no es sólo engañarse a uno mismo. Es ser una persona de poco carácter, independientemente del resto de nuestras virtudes, ya que expresar gratitud es reconocer que alguien te ha procurado un beneficio. 156

¿Cómo se pueden tratar los temas de dependencia para aumentar en lugar de inhibir la gratitud? El psicólogo Charles Shelton nos habla de una mujer de mediana edad que se había ido a vivir a un nuevo apartamento. Ella contaba: Mientras estaba allí, de pie, mirando mi alrededor, me di cuenta de que casi todo lo que había en ese apartamento me lo habían dado otros. Buena parte era de mi familia pero algunas cosas eran de amigos, compañeros de trabajo y familias de los estudiantes a los que había dado clase. Lo que veía (mirando el apartamento) eran cosas materiales, pero aquellas cosas materiales me recordaban todos los regalos no materiales que había recibido de esas mismas personas. Pensé en mi niñez, y en que no habría crecido si otros no me hubieran ayudado y cuidado de mis necesidades durante el camino. Me sentí verdaderamente agradecida a Dios y a todas aquellas personas por todo lo que me habían dado y hecho por mí. También me vi a mí misma de otra manera. Era consciente de mi interdependencia de otros y de que no había podido, ni habría podido, vivir la vida sola. Creo que eso me hizo menos egocéntrica. Era más fácil decirme que no necesitaba hacer todo yo sola, aunque aún hay veces que me cuesta admitirlo. Lo que esta mujer nos enseña es que la interdependencia no es lo mismo que la dependencia, sino más bien una alegre sensación de depender de los demás que alienta un agradecimiento sincero. Para ella, la interdependencia es similar a la confianza en que abraza y expande el yo, en lugar de encogerlo.

Conflictos internos y psicológicos Muy relacionados con la incapacidad de admitir que no somos autosuficientes se encuentran los conflictos internos que experimentamos cuando expresamos emociones íntimas y 157

positivas. Como sugiere la investigación de Sommers, es más problemático para los hombres que para las mujeres, al menos en la cultura estadounidense. Dado el énfasis general de nuestra cultura en la contención de las expresiones emocionales, junto con una tendencia natural a buscar la expresión, no sorprende que los individuos sean ambivalentes en la expresión de sus emociones. Hace unos años, Laura King y yo nos fijamos en el predominio de los conflictos internos en la vida emocional de las personas.10 Razonamos que aunque el curso natural de una emoción exige su expresión, en función de las consecuencias negativas percibidas, los individuos se inhiben a menudo de expresar sus sentimientos. Creamos un cuestionario para medir la ambivalencia de la expresión de las emociones, que incluía puntos como «intento demostrar mi afecto a los seres queridos, aunque a veces tengo miedo de parecer débil o demasiado sensible», «recuerdo una época en la que deseé haberles dicho a algunas personas lo mucho que realmente me importaban», y «es difícil encontrar las palabras adecuadas para decirles a otros lo que realmente siento». En nuestra investigación, encontramos que las personas que obtuvieron una puntuación alta en la medida de ambivalencia afirmaban padecer niveles más elevados de angustia emocional y psicológica que las personas que se sentían a gusto con sus niveles de expresividad. No obstante, hay ocasiones en las que los sentimientos reprimidos muy adentro salen a borbotones a la superficie. Otro sujeto del grupo de investigación, un hombre de 55 años, con un reciente trasplante de corazón, recordaba su niñez y la muerte de su padre cuando él tenía 26 años. Incluyo todo el relato porque es muy conmovedor: De muy joven, crecí con la sensación de que «los hombres de verdad no lloran», y me enorgullecía de controlar mis emociones y no mostrar nunca mis lágrimas. Ni siquiera enamorarme, casarme y formar una 158

familia cambió este estoicismo. Así son los hombres fuertes. Cuando murió mi padre de un ataque al corazón en 1969, yo era el hijo mayor y ayudé a mi madre a organizar el funeral. Incluso en esta nueva experiencia, me sentía orgulloso de no tener sentimientos. No derramé ninguna lágrima a pesar de la pérdida. Mi padre tenía 50 años cuando murió. Yo había estado con él en el hospital unas horas antes de que falleciera, dándole de comer y afeitándolo, viendo por primera vez lo vulnerable que se había vuelto. Siempre había sido muy autosuficiente, ofreciéndonos un estilo de vida, vital y sano de «yo puedo» en todo lo que hacía. Disfrutaba las emociones de ser verdaderamente humano y no tenía miedo de mostrar ese lado de sí mismo, aunque mirando hacia atrás, no recuerdo que me abrazara o me dijera «te quiero». Pertenecía a una generación que expresaba sus sentimientos de otras maneras. La mañana del funeral de papá estaba tan impasible como siempre, sintiéndome muy hombre por poder estar allí, junto a mi madre, en un momento tan duro sin mostrar lágrimas o emociones. Cuando el servicio religioso se acercaba al final, guié la procesión, con mi madre cogida del brazo, que seguía lentamente el féretro de mi padre camino de la puerta de la vieja iglesia. Fue en ese momento cuando recibí el regalo más grande que un padre puede hacer a un hijo (y mis ojos se llenan de lágrimas incluso ahora, treinta y tres años después, cuando escribo estas palabras...), la emoción de una tristeza hasta entonces desconocida, que afloró a la superficie desde lo más hondo de mi ser. Por primera vez en mi vida, las lágrimas arrasaron mis ojos y las acepté dándoles rienda suelta, dejando que resbalaran por mis mejillas y cayeran al suelo de la iglesia. Las acompañaba 159

una fuerte sensación de orgullo, y me encontré irguiendo la cabeza más que nunca, con mi madre cogida de mi brazo, sin intentar limpiar ni disimular las lágrimas. Sin duda, ése fue el legado de mi padre a su hijo. Desde ese día, me produce un gran placer el sentir y compartir mis emociones humanas, sí, incluso mis lágrimas, lágrimas de dolor, lágrimas de alegría, lágrimas de risa incontenible. Creo, incluso, que compartir las lágrimas es uno de los mejores regalos que dos seres humanos pueden hacerse mutuamente. Cada vez que esas emociones son aceptadas en mi vida, rezo una oración de gratitud a mi padre por hacerme semejante regalo con su muerte. Otro tipo de conflictos relacionados con la gratitud ocurre en los casos en que el donante ha hecho ambas cosas, ayudar y hacer daño, al beneficiario. Sentimientos que fluctúan entre la afectuosa aceptación y el frío resentimiento son bastante probables en cualquier relación larga y significativa desde el punto de vista psicológico. ¿Cuál es la respuesta apropiada cuando uno se siente, a la vez, enfadado y en deuda con la misma persona? Digamos que si un padre, o una persona de confianza, hace algo terrible que nos ocasiona un daño significativo, pero a la vez nos hace valiosos regalos, nuestros sentimientos se volverán conflictivos y confusos. A veces, sentimos conflicto a la hora de expresar gratitud por el mensaje que puede transmitir (por ejemplo: «Apruebo el daño que me has hecho siempre y cuando luego me recompenses»). El psiquiatra infantil John Bowlby afirmó que «amor, ansiedad y rabia, y a veces incluso odio, pueden ser provocados por la misma persona. Como resultado, los conflictos dolorosos son inevitables».11 Una mujer, en mi grupo de investigación, ilustró este punto. Con 60 años, esta superviviente de la polio, escribió lo siguiente a los 23 años, cuando reunió el coraje de ir a ver a su padre biológico, al que nunca había conocido: 160

No sabía cómo sería. ¿Me alegraría de conocerlo o lo odiaría? ¿Podría quererlo? Nos presentamos en su hamburguesería en Kentucky, sin previo aviso, y vi a mi hermanastra con su madre en el restaurante. Sharon nos llevó hasta el tráiler de mi padre. Estaba cortando la hierba, era pequeño y bajito, casi parecía un duendecillo vestido con botas de vaquero y sombrero tejano. Mi tía detuvo el coche y dijo: «Hola, Fred. ¡Cuánto tiempo! ¿Te gustaría conocer a tus nietos y ver a tu hija mediana por primera vez?» Se acercó al coche y nos miró a todos con una sonrisa y los ojos llenos de lágrimas. Nos invitó a té y refrescos. Dijo que no se enteró de que estaba divorciado hasta que era un hecho consumado. Al preguntarle por qué no había ido a vernos en dieciocho años, contestó que estábamos mejor con nuestra abuela, que a él le gustaba demasiado el vino, las mujeres y cantar. Cuando nos íbamos, se echó a llorar y dijo: «No tardéis tanto en venir la próxima vez.» Mi pensamiento en aquel momento fue: «Idiota, ésta ha sido la primera y la última vez, adiós.» Nunca había experimentado tantas emociones de golpe: amor, odio, tristeza, excitación, orgullo, alegría, pena. Pero, sobre todo, gratitud. Por fin podía poner una cara a mi padre, algo que no había sido posible los últimos treinta y dos años. Me sentí muy, muy agradecida por haber llenado ese espacio vacío. Mi madre estuvo a punto de desheredarme por haberlo buscado, pero estoy agradecida. En relaciones muy largas, en las que las parejas inevitablemente se hacen daño, uno de los regalos más grandes que sus miembros pueden hacerse mutuamente es el regalo del perdón. Un sujeto escribió: «No hace demasiado tiempo, hice algo que estoy seguro que le causó un gran disgusto a mi esposa. Tardé un tiempo en admitir lo que había hecho y pedirle perdón. Lo que me asombró fue lo predispuesta que estaba a perdonarme 161

y que dijera: "Lo pasado, pasado está."» El regalo del perdón es ciertamente una de las ofrendas más grandes que uno puede recibir.

Hacer regalos inapropiados Hay otro obstáculo ya no en la mente del receptor sino en la del donante. Se ha aludido a la relación que se establece con un regalo como una de las relaciones moralmente más intensas que tenemos los seres humanos. El intercambio de regalos se rige por la ley de la reciprocidad, y la gratitud calibra el deseo de corresponder en la medida oportuna. Los regalos tienen muchos significados, y el riesgo de un resultado no deseado es elevado. Los regalos pueden convertirse en cargas no deseadas. Los regalos se pueden utilizar para controlar al beneficiario y para garantizar su lealtad. Un regalo que sea excesivamente desproporcionado para lo que es apropiado en la relación entre el donante y el receptor producirá resentimiento, culpa, rabia, una sensación de obligación e incluso humillación.12 Se pueden violar los límites cuando se produce un intercambio de regalos entre personas que ocupan posiciones muy diferentes. La secretaria de un médico que había salvado la vida de un hombre recibió una llamada embarazosa de la esposa del paciente, preguntando cuál sería un regalo apropiado para expresar su gratitud.13 El médico sugirió una botella de whisky escocés. El regalo no se materializó y su relación con la pareja no volvió a ser la misma. Dadas las complejidades éticas que envuelve, los psiquiatras y otros médicos se niegan de forma habitual a aceptar regalos de los pacientes.14 En un artículo para The New Yorker, Caitlin Flanagan describe lo que se ha convertido en el arriesgado ritual de los regalos de despedida por vacaciones en una clase.15 Mientras que hace un tiempo un plato de dulces caseros o un bonito adorno para el árbol de Navidad era más que suficiente, ahora el pago se ha elevado considerablemente. Una profesora de una escuela de 162

Malibú, California, recibió un obsequio de ochocientos dólares de sus alumnos (ella, amablemente, regaló doscientos a su ayudante, y se quedó con el resto). Pero la cosa no acabó ahí. Los padres le obsequiaron con una sudadera de cachemira de diseño, un reloj, y un bolso de Gucci con cosméticos. Muchos motivos inconscientes actúan en la elección de un regalo (aunque es probable que algunos sean bastante estratégicos de manera consciente). ¿Hay mejor manera de asegurar que el pequeño Caleb o la pequeña Kaitlyn reciban el beneficio de la duda en la próxima prueba de aptitud que con un cheque-regalo para el concesionario local de Lexus?

Pensamiento comparativo En un experimento sobre la gratitud realizado en mi laboratorio, creamos una «condición de comparación» para la gratitud pidiendo a los sujetos que todos los días escribieran cinco cosas que no tuvieran y que les gustaría tener. Con el tiempo, este grupo experimentó de manera significativa menos alegría y agradecimiento que aquellos que fueron asignados a otras condiciones. En otro estudio de investigación, los sujetos fueron repartidos al azar en dos subgrupos. A ambos grupos se les pidió que escribieran varios finales para una frase incompleta. Un grupo tenía que acabar la frase «ojalá fuera...». 16 Al otro grupo se le pidió completar la frase «me alegro de no...». Cuando los individuos valoraron el grado de satisfacción con su vida antes y después de la tarea, los que habían completado la frase «me alegro de no...» se hallaban significativamente más satisfechos que antes. Es parte de la naturaleza humana hacer juicios. Constantemente evaluamos situaciones, sucesos, a otras personas, y a nosotros mismos respecto a un estándar de un tipo o de otro. Algunas de estas comparaciones dificultan la gratitud. Cuando miramos alrededor y vemos estudiantes con cuerpos más fuertes, compañeros de trabajo con mejores retiros, parientes cuyos hijos son más agradecidos, vecinos cuyos mo163

novolúmenes son más grandes, sentimos resentimiento y envidia, no gratitud. Nos encontramos empleando el lenguaje de la escasez, concentrándonos en lo que no tenemos, en lugar de hacerlo en el lenguaje de la abundancia, apreciando lo que tenemos. La lección que tenemos que aprender aquí es la necesidad de elegir nuestras comparaciones sabiamente. Epicuro escribió: «No eches a perder lo que tienes, deseando lo que no tienes; pero recuerda que lo que ahora tienes estuvo una vez entre las cosas que deseabas tener.»17 La gratitud es la lucidez de que tenemos todo lo que necesitamos tener en este momento.

Percepciones de victimismo En una crítica mordaz del campo de la psicología profesional, Tara Dineen (autorizada para ejercer como psicóloga) escribió que un segmento de la industria psicológica creaba «víctimas manufacturadas», animando a los clientes a pensar en sí mismos como mercancías dañadas que han caído víctimas de la discriminación a manos de otros, sean padres, parejas, compañeros de trabajo o la sociedad en general.18 Su tesis es que la cultura terapéutica en la que vivimos alienta la detección de los problemas personales a la vez que minimiza la responsabilidad personal. Sin negar los casos realmente horribles de muchas personas, creo que la percepción de victimismo se ha convertido en una identidad que se adopta con frecuencia en la cultura contemporánea. La tendencia a culpar a otros puede ser una fuerte resistencia contra la gratitud. Sentirse víctima deja al individuo herido y envuelto en sentimientos de resentimiento y deseos de represalias. Los individuos que se perciben como víctimas son incapaces de sentir agradecimiento por lo que la vida tiene que ofrecerles. Si la identidad está distorsionada por el victimismo, la capacidad de gratitud mengua. No obstante, muchos se han dado cuenta ahora de que la industria de la psicología ha llegado demasiado lejos y han empezado a introducir correctivos. El renaciente movimiento de 164

la psicología positiva ha refutado la imperante mentalidad de víctima, concentrándose en conceptos tales como la capacidad de recuperación, la autodeterminación y la responsabilidad personal. Se vuelve menos aceptable culpar a nuestros padres o a nuestros genes, y la idea de que todos somos prisioneros de nuestro pasado ha demostrado ser un bulo psicológico. No obstante, el victimismo es una lupa a través de la cual segmentos significativos de la población siguen viendo sus vidas. Y va acompañado de la imposibilidad de sentir el regalo de la vida.

Una historia de sufrimiento Por supuesto, las víctimas reales existen. Hay personas que, sin culpa alguna, han sufrido atrocidades a manos de otros o padecido otros crueles giros del destino. En estos casos, la angustia mata el agradecimiento y se vuelve difícil encontrar una razón para la gratitud. En mi investigación sobre la calidad de vida de los individuos con enfermedades neuromusculares, un sujeto, un hombre joven, blanco, de 25 años, que había sufrido una lesión en la médula espinal a los 18 años, obtuvo la puntuación más baja en el cuestionario para medir la disposición a la gratitud. Al pedirle que relatara algún hecho de un momento de su vida en el que hubiera experimentado una sensación de gratitud, sólo escribió una frase que decía, «lo siento, pero sinceramente no recuerdo ningún momento en el que haya sentido gratitud hacia nadie o nada». Me impresionó leer aquello, porque fue el único de los doscientos encuestados que no describió con detalle una experiencia personal de gratitud. Entre sus metas personales se encontraba «intentar ser feliz», «tratar de no ser un perdedor», «mirar de ser bueno en algo», y «procurar no ser como mi hermano». Aquí teníamos a un individuo que padecía un profundo dolor psicológico. En medio de su incapacidad, era incapaz de reconocer y afirmar absolutamente nada bueno en su vida. No obstante sabemos que hay ejemplos inspiradores de individuos que eran capaces de 165

percibir cosas buenas en medio de su sufrimiento personal. El hecho de que la mayoría de las personas se recuperen emocionalmente de acontecimientos catastróficos, en períodos relativamente cortos de tiempo, es un testimonio de la resistencia de la psique humana. Como he mencionado antes, un estudio clásico demostró que incluso los individuos que han sufrido lesiones de médula espinal han regresado a sus niveles anteriores de emociones positivas a los seis meses de su accidente.19 Ver como otras personas manejan el sufrimiento en su vida puede tener el efecto no buscado de aumentar la gratitud de un individuo hacia su vida. Una mujer de mi grupo de investigación expresó su gratitud hacia alguien que conocía y que padecía una «artritis atroz». No obstante, señaló que en lugar de regodearse en la autocompasión y la queja constante, este hombre mostraba «humildad» y un «espíritu alegre». Y añadió que su demostración de nobleza ante la adversidad había tenido lo que describió como un «efecto indirecto» sobre ella. Su respuesta a su dolencia le había ofrecido un peldaño en el camino que le había permitido abrir los ojos y ver lo que ella denominaba la «generosidad infinita» de otros, por lo que se sentía profundamente agradecida.

El meollo de la vida Considere estas asombrosas estadísticas. En 2005 se calculaba la venta de 779 millones de móviles, con los que 1.700 millones de personas estarían conectadas 5,6 billones de minutos. En el año 2010 esta cifra podría más que doblarse a 12,6 billones de minutos. Más de cinco millones de reproductores de música se vendieron sólo durante los tres primeros meses de 2005, y ese mismo año, se esperaba despachar más de quince millones de PDAs (ayudante personal digital) en todo el mundo.20 Todo lo cual resulta muy útil para los individuos distraídos, con prisas y con poco tiempo discrecional para invertirlo en cortesías del día a día como darse las gracias unos a otros, y 166

menos aún para hablar de asuntos más urgentes. La historia de un periódico relataba que un transeúnte tropezó con la víctima de un tiroteo, que empapada de sangre yacía en el suelo en una acera de Nueva York. Se citaba a un testigo que había dicho: «La gente pasaba por su lado con los auriculares puestos, escuchando música. Lo que más me flipó es que pasaran de largo.»21 La gratitud requiere tiempo para reflexionar sobre nuestra suerte. Dado que la vida cotidiana es cada vez más frenética, agotadora y fragmentada, la gratitud puede quedar desplazada. Sucesos, personas o situaciones capaces de evocar la gratitud pueden fácilmente darse por hecho, o dejarse a un lado, mientras uno se enfrenta a los problemas de la vida diaria y se esfuerza por regular sentimientos negativos intensos como la rabia, la vergüenza o el resentimiento.

UN DELITO ANTINATURAL Lo más detestable que produce la tierra es un hombre desagradecido. DÉCIMO MAGNO AUSONIO Odio la ingratitud en los hombres más que la mentira, la vanidad, la desmesura en el habla, la embriaguez o cualquier mancha de vicio cuya fuerte corrupción habita nuestra frágil sangre. SHAKESPEARE La ingratitud es una traición a la humanidad. James Thomson De todos los crímenes que las criaturas humanas son capaces de cometer, el más horrible y antinatural es la ingratitud, especialmente cuando se comete contra los padres, y aparece en los ejemplos más flagrantes de heridas y muerte. 167

DAVID HUME La ingratitud es la esencia de la villanía. IMMANUEL KANT22 Mientras que la gratitud es una emoción, la ingratitud es una acusación. Una persona no siente ingratitud pero la muestra a través de palabras y hechos. Es un vicio que representa, como lo demuestran las citas de más arriba, un profundo fracaso moral. Los individuos desagradecidos son universalmente vilipendiados. Las obras de Shakespeare, en particular, son semilleros de ingratitud. En sus textos, Shakespeare utiliza términos como «ingrato», «desagradecido» e «ingratitud» unas cuarenta veces, a menudo modificados por los adjetivos «monstruoso», «horroroso» o «grotesco».23 Las citas de más arriba son fuertes acusaciones que de ninguna manera se pueden dejar de lado. Tabla 5.1. La gratitud contrastada con ingratitud GRATITUD NO GRATITUD Reconoce el No reconoce el beneficio beneficio

la no gratitud y la

INGRATITUD Encuentra defectos al beneficio Pone en duda los Reconoce que lo No reconoce que motivos del recibe lo recibe benefactor Devuelve el mal por Devuelve el favor No devuelve el el bien favor

A través de la historia de las ideas, sólo conseguí encontrar una persona que lo intentó. El viejo escritor cascarrabias, H. L. Mencken, muy adelantado a su tiempo en ser 168

políticamente incorrecto, vio en el desagradecimiento una señal de «fuerza e independencia saludables».24 La ingratitud no es lo mismo que la mala memoria o lo que llamo «no gratitud». La tabla de la página anterior muestra las diferencias entre la gratitud, la no gratitud y la ingratitud. La principal diferencia entre las dos últimas es que en casos de no gratitud, la persona no hace algo, no responde a un regalo con el sentimiento y el agradecimiento apropiados. La no gratitud es esencialmente mala memoria. En la proclamación inaugural del Día de Acción de Gracias de 1863, el presidente Lincoln nos previno contra la mala memoria: Hemos sido los destinatarios de los presentes más selectos del cielo; hemos vivido todos estos años de paz y prosperidad; hemos aumentado en número, riqueza y poder como ninguna otra nación lo ha hecho. Pero nos hemos olvidado de Dios. Hemos olvidado la mano llena de gracia que nos ha amparado en la paz, nos ha multiplicado, enriquecido y vuelto más fuertes, y vanidosamente nos hemos imaginado, bajo el engaño de nuestro corazón, que todas estas cosas buenas eran obra de una sabiduría superior y de una virtud propias. Intoxicados por el éxito ininterrumpido, nos hemos vuelto demasiado autosuficientes para sentir la necesidad de redimir y conservar la gracia, demasiado orgullosos para rezar al Dios que nos ha creado.25 Mientras que la no gratitud es fruto de una omisión, una ausencia, un tipo de olvido, la ingratitud encarna la manifestación de algo negativo. Es una forma de castigo. Las personas desagradecidas responden con hostilidad, resentimiento o de alguna otra manera eligen, voluntariamente, menospreciar el regalo y al donador. Al olvidarme de escribir una nota de gracias, muestro no gratitud. Si le digo a mi madre, después de abrir el regalo que me ha hecho; «¡Uf! ¡Qué jersey más horroroso!», entonces soy desagradecido. En el último caso, 169

mi intención es hiriente (téngase en cuenta que éste es un ejemplo puramente hipotético). Por supuesto, podría expresar mi ingratitud de manera más indirecta, por ejemplo, deshaciéndome del jersey e incluyéndolo en el rastrillo de enseres viejos que organizo en el garaje de casa una vez al año. No reconocer la gratitud no se puede equiparar moralmente a responder a la benevolencia de otra persona con hostilidad o resentimiento. Hay que reconocer que la línea que separa la mala memoria y la ingratitud es borrosa. Si envío el manuscrito de un libro no publicado a un colega que prepara una charla sobre la gratitud y utiliza mis ideas sin mencionarme, ¿incurre en ingratitud o en mala memoria? No ha respondido con hostilidad o resentimiento. No ha sido cruel ni mezquino. El juicio de si yo atribuyo su comportamiento a la ingratitud o a la mala memoria depende de muchos factores, sobre todo de nuestra historia, circunstancias de la vida actual, y mi percepción de sus intenciones. Si padece un déficit neurológico que le provoca lapsos de memoria, disculparé su comportamiento. Por otro lado, si es cosa de carácter, seguramente lo acusaré de ser ingrato (¡lo que suscitaría la pregunta de por qué lo ayudé al principio!). Piense en un ejemplo reciente de flagrante ingratitud. El equipo de fútbol iraquí fue la sorpresa de los Juegos Olímpicos de verano de 2004. Al acabar en el cuarto lugar de la competición de fútbol, se quedaron sin la medalla de bronce. Llevarse a casa una medalla habría sido un logro tremendo. Hablando claro, Irak nunca ha sido una potencia olímpica. Sólo ha ganado una medalla en la historia de los Juegos Olímpicos: la medalla de bronce por levantamiento de peso, en 1960. En medio de la reconstrucción de su nación y, contra todo pronóstico, el equipo de fútbol se calificó para los juegos de Atenas. En 2004, el equipo iraquí competía sin perspectivas de tener que enfrentarse al ex presidente del Comité Olímpico, Odai Hussein, que había sido asesinado cuatro meses después de que la coalición encabezada por Estados Unidos invadiera Irak en marzo de 2003. 170

Según grupos de defensa de los derechos humanos, el brutal Odai había sido responsable de la tortura de cientos de atletas y, como mínimo, de cincuenta muertes. Ahora, compitiendo sin miedo a la tortura, o a algo peor, el equipo iraquí asombró a los comentaristas con su aparente ingratitud. No sólo no estaban agradecidos por librarse del antiguo régimen iraquí, sino que tampoco se mordieron la lengua a la hora de expresar su desaprobación. Se dijo que un miembro del equipo, Ahmed Manajid, hablando del presidente George W. Bush, había comentado: «¿Cómo se reunirá con Dios después de haber asesinado a tantos hombres y mujeres? Ha cometido tantos crímenes.»26 Y añadió que si no hubiera estado jugando al fútbol, habría estado luchando como insurgente contra las fuerzas de la coalición. A pesar de las opiniones personales sobre la guerra de Irak, la ingratitud del equipo de fútbol iraquí era difícil de digerir. Era evidente para los comentaristas extranjeros que cualesquiera que fueran los sentimientos sobre la invasión, los iraquíes debían, al menos, haber expresado gratitud por la eliminación de un presidente del comité que había torturado y asesinado a sus miembros y amenazado con hacer lo mismo con ellos. ¿Por qué se sentían los estadounidenses tan ultrajados por esta profunda expresión de ingratitud? En algunos aspectos, todas las expresiones de ingratitud son recibidas con desprecio. Para mí la razón fue que en el fondo del ideal olímpico subyace la deportividad, que incluye ser humilde en la victoria y elegante en la derrota, sin hostilidad, resentimiento o represalias hacia el competidor. De ahí que la ingratitud fuera tan difícil de digerir en este caso. En contraste, está la historia de Noor Abd al-Hady, una niña de 5 años que necesitaba cirugía para curar una dolencia de nacimiento, un orificio en la parte del tabique que separa los ventrículos del corazón. Este problema se corrige fácilmente en Estados Unidos, pero los médicos de su nativa Irak no eran 171

capaces de realizar la operación. A través de conexiones con la Guardia Nacional del Ejército de Utah, se arregló el traslado de Noor al estado norteamericano de Maine, donde el único cirujano pediatra del estado se encargaría de hacer la operación. Su padre, Abdul al-Hady Hassan Hesab, se describía como un hombre afortunado, que gracias a la amabilidad de los soldados estadounidenses estacionados en Irak y la generosidad de los cirujanos del Centro Médico de Maine, se ocuparon de reparar el corazón de su hija. «Si Noor se hubiera quedado en Irak, las probabilidades de que la operaran habrían sido muy pocas»,27 dijo. Añadió que los médicos y el personal del hospital se habían convertido en su familia, y que aunque él y su hija regresaron a Irak después de que la operación se llevase a término con éxito, Maine se había convertido en su hogar. «En algún rincón de mi corazón —dijo, emocionado—, me siento parte de este lugar.» Tanto si estamos implicados como si no, esperamos que las personas reconozcan el bien que se les ha hecho; la ingratitud es la negación a reconocer este bien. ¿Por qué es la ingratitud un fracaso moral tan profundo? El principio de la reciprocidad, en el que se basan las sociedades humanas, establece que tenemos la obligación de ayudar a los que nos han ayudado y, al mismo tiempo, no hacer daño a los que nos ayudan. Dirigir ingratitud hacia nuestro benefactor es una manera de hacer daño a esa persona. La regla moral que subraya la reciprocidad se viola cuando uno no se siente agradecido por el beneficio recibido. Mientras que, ocasionalmente, podemos responder a un beneficio de una manera que nuestro benefactor puede interpretar como una respuesta desagradecida, sin duda, existe una perturbación psicológica en la personalidad que habitualmente responde a los beneficios con indiferencia, resentimiento o ingratitud. Esto es una violación flagrante de la ley natural. Cuando dirigimos una carga de ingratitud contra alguien, hacemos una aseveración moral. Violaciones de este tipo suscitan lo que el psicólogo social Jonathan Haidt ha denominado 172

«repulsa moral».28 La repulsa moral la disparan acciones que revelan la ausencia de una decencia humana normal, acciones como la ingratitud, que muestran el lado más bajo, más oscuro y más «monstruoso» de la naturaleza humana. Haidt sugiere que la repulsa moral hace que la gente rehúya a aquellos que la provocan. Sin duda acostumbra ser cierto que tendemos a evitar a las personas que son desagradecidas, y este rechazo contribuye a su sufrimiento egocéntrico. Los escritos religiosos nos ofrecen algunos ejemplos directos de ingratitud. En algunas tradiciones espirituales, la ingratitud hacia Dios se considera el peor de los pecados y la fuente de todo el sufrimiento humano. Ignacio de Loyola escribió: A la luz de la Divina Bondad, encuentro que la ingratitud es el más abominable de los pecados y que debería ser detestado en presencia de nuestro Creador y Señor por todas Sus criaturas que son capaces de disfrutar de Su gloria, eterna y divina. Representa el olvido de los regalos, beneficios y bendiciones recibidos, y como tal es la causa, principio y origen de todos los pecados y desgracias.29 Encontramos ejemplos históricos de ingratitud en las Escrituras. En la Biblia hebrea o Tanaj, los israelitas en lugar de dar gracias a Dios por rescatarlos de la esclavitud y por el maná del cielo que los alimentó en el desierto, se quejaron: «La gente hablaba contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos has hecho abandonar Egipto para morir en el desierto? Porque aquí no hay comida ni agua, y detestamos esta miserable comida"» (Números 21:5). Tal vez el ejemplo más famoso de ingratitud en la literatura religiosa se encuentra en el evangelio de Lucas, en el Nuevo Testamento. Jesús sana a diez leprosos, pero sólo uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en voz alta. Jesús le preguntó: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria 173

a Dios sino este extranjero? Levántate y vete. Tu fe te ha salvado.» Comentarios sobre este pasaje implican que, mediante la «fe», Jesús se refería no a la fe en sentido general sino más bien al agradecimiento, en el sentido de «la gratitud te ha salvado». Pero, tal vez, la historia ha sido demasiado crítica con los otros nueve. Las normas dictan que debería transcurrir un intervalo aceptable de tiempo antes de devolver un regalo. Si lo invito a usted a cenar, sería un gesto de gratitud por su parte si al final de la velada sacara la cartera para arreglar cuentas. Tal vez, los leprosos habían planeado comprar un regalo a Jesús, invitarlo a cenar o, como mínimo, mandarle una nota dándole las gracias. Sabemos, sin embargo, que incluso una expresión retardada de gratitud habría causado tristeza a Jesús. Un regalo tan significativo como la curación física absoluta exige una respuesta inmediata. Esta parábola nos recuerda lo común que es la ingratitud y lo fácil que es dar por hechas las cosas buenas.

La dinámica de la ingratitud Se pueden distinguir varios grados de ingratitud, que van desde la bofetada de los jugadores de fútbol iraquíes al gobierno de Estados Unidos a olvidarnos de escribir una nota dando las gracias al anfitrión después de una fiesta. Mientras que podríamos pasar por alto el último caso, o quizás incluso no sorprendernos por ello, la primera forma de ingratitud es mucho más difícil de aceptar. ¿Por qué es desagradecida la gente? ¿Cómo podemos comprender «un delito tan horrible y antinatural»? Ser «desagradecido» es, sin duda, una señal de imperfección, ya sea como caso aislado o como defecto del carácter a largo plazo. Mientras que la gratitud es apropiada, incluso obligatoria, ser desagradecido es una señal de falta de socialización, ya sea la falta de habilidad para apreciar lo que otros han hecho por uno o, peor, el mezquino resentimiento de la 174

propia vulnerabilidad y la negación a admitir nuestra deuda con otros. Hay razones conscientes e inconscientes de por qué los individuos reprimen expresar la apreciación por los beneficios que reciben. Por ejemplo, pueden poner en duda los motivos generosos de su benefactor para sentirse mejor consigo mismos o para evitar la reciprocidad en el futuro. O para proteger una autoestima frágil no pueden reconocer que otras personas quieran beneficiarlas voluntariamente. Si no nos vemos merecedores de beneficios, no reconoceremos la bondad cuando la recibamos y, por lo tanto, no sentiremos gratitud, ya que la gratitud sólo se puede sentir cuando hay reconocimiento del bien. Cuando sucede algo bueno, el beneficiario puede reflexionar, aunque sólo sea brevemente, sobre lo ocurrido. Si el beneficiario es la causa, la emoción experimentada es el orgullo. Los psicólogos han documentado que un prejuicio interesado está presente en la mayoría de las explicaciones del motivo por el que ocurren cosas buenas. Tendemos a atribuirnos más méritos de los que merecemos por nuestros éxitos. Por el contrario, cuando fracasamos, somos más propensos a culpar a otros. Cuando un grupo de trabajadores completa un proyecto y cada persona calcula el porcentaje de éxito del que es responsable, los resultados sobrepasan considerablemente el cien por ciento. Este patrón alienta, fácilmente, la ingratitud. Si nos vemos como las causas de nuestros éxitos, entonces no existe el «otro» a quien reconocerle méritos y a quien estar agradecido. En algunos casos de ingratitud se dan motivos subyacentes más profundos. Una perspectiva psicodinámica, que enfatiza los procesos inconscientes e intrapsíquicos, sugiere al menos cuatro motivos para la ingratitud.30 Primero, esta visión propone que las actitudes de ingratitud son intentos agresivos de disimular sentimientos básicos de inferioridad y torpeza. Recibir un beneficio nos coloca en una posición de dependencia relativa 175

con respecto al bienhechor. La familia Singleton, con quien he empezado este capítulo, no quería sentirse incómoda aceptando la hospitalidad de los Thornbury o no deseaba sentirse obligada con ellos. Sea cual sea la explicación, la ingratitud percibida era una defensa contra sus sentimientos de inferioridad. Segundo, hacer un regalo puede verse como un plazo «infinitesimal» de una vieja deuda, real o imaginaria. «Me debes tanto y esto es sólo una gota en el vaso», se lamenta el beneficiario desagradecido. En este caso, el ingrato nunca está contento con lo que recibe, porque la cantidad adeudada es tan grande que nunca podrá ser devuelta. Tercero, al hacer una buena obra, el benefactor puede ser visto, a través de una neurótica distorsión en la mente del beneficiario, como débil. Esta percepción, en cambio, justifica, en la mente desagradecida, el comportamiento hostil y agresivo hacia la persona percibida como más débil dado que el ingrato odia la debilidad. Finalmente, los beneficiarios pueden juzgar mal los motivos de sus benefactores. Si soy un beneficiario desagradecido, podría asumir que una persona ha sido amable conmigo para sentirse mejor consigo misma, para cosechar publicidad o para humillarme. Los escépticos, a menudo, intentan explicar el comportamiento sacrificado de la Madre Teresa acusándola de «intentar ganar el favor de Dios». Sean cuales sean sus raíces, la falta de agradecimiento conlleva serias consecuencias negativas. Dado que dar beneficios y crear vínculos de gratitud une a las personas en la sociedad, la ingratitud debilita nuestros vínculos con los otros. El filósofo romano Séneca dijo que «ningún otro vicio es tan hostil a la armonía de la raza humana como la ingratitud».31Las personas desagradecidas son incapaces (o reacias) a participar en el ciclo de dar y recibir, por lo que se arriesgan a quedarse aisladas de la sociedad. Desde un punto de vista personal, son negadas para experimentar la alegría y satisfacción que trae la vida vivida con agradecimiento y, en cambio, son presa de las 176

quejas y la negatividad. Creo que ciertos rasgos de la personalidad pueden predisponer a la ingratitud, y que esos rasgos son, desgraciadamente, difíciles de cambiar.

LO HICE YO SOLO, ASÍ QUE GRACIAS POR NADA Todas las mujeres en The Apprentice han coqueteado conmigo, consciente o inconscientemente. Lo cual era de esperar. DONALD TRUMP32 Al final de su vida, el destacado industrial Armand Hammer, alto ejecutivo de Occidental Petroleum, se había alejado prácticamente de todos sus amigos y familiares, había llevado su empresa a la ruina y había manchado su reputación pública. No obstante, parecía bastante complacido consigo mismo: «Nunca ha existido nadie como yo, ni volverá a verse a nadie parecido [...]. La brillantez de mi mente sólo puede ser descrita como deslumbrante. Hasta a mí me impresiona.»33 Al menos desde los tiempos de Séneca, ha prevalecido la idea de que tener una opinión excesivamente elevada de uno mismo es la causa principal de la ingratitud. Mi trabajo ha demostrado que la persona desagradecida parece caracterizarse por una personalidad no muy diferente de la de Armand Hammer, es decir, un temperamento que manifiesta tendencias narcisistas, caracterizado por un sentido de excesiva presunción, arrogancia, vanidad, y la insaciable necesidad de admiración y aprobación. Los narcisistas son individuos profundamente absorbidos en sí mismos, es decir, carecen de la empatía 177

necesaria para participar en relaciones interpersonales profundas, satisfactorias y mutuamente enriquecedoras. Como Hammer, tienen una fuerte necesidad de anunciar sus posesiones y éxitos a sí mismos y a los otros. Dada esta constelación de características, ser agradecido de cualquier manera significativa sobrepasa la capacidad de la mayoría de los narcisistas. Sin empatía, no pueden apreciar un regalo altruista porque no pueden identificarse con el estado mental del donante del regalo. El narcisismo es una ceguera espiritual; es negarse a admitir que uno ha sido el receptor de beneficios ofrecidos libremente por otros. La preocupación con uno mismo puede hacer que nos olvidemos de nuestros beneficios y de nuestros benefactores o sentir que otros están en deuda con nosotros y, por lo tanto, no tener razones para sentirnos agradecidos. Considere las siguientes afirmaciones: A. Espero mucho de otras personas. B. Me gusta hacer cosas por otras personas. C. Nunca estaré satisfecho hasta que consiga lo que merezco. D. Acepto las satisfacciones tal y como llegan. Estos ejemplos provienen del Inventario de la Personalidad Narcisista desarrollado a finales de la década de 1970 por Robert Raskin y Calvin Hall de la Universidad de California, en Santa Cruz.34 ¿Con cuál de estas afirmaciones se identifica más? Si ha elegido las letras A, es probable que le resulte difícil ser agradecido. Si tiene grandes ambiciones y se siente merecedor de lo mejor puede que esté mermando su habilidad de sentirse agradecido por las cosas buenas que hay en su vida. La característica primordial del narcisismo es sentirse con derechos. Las personas con tendencias narcisistas creen erróneamente que son merecedoras de derechos y privilegios especiales. Cuando reciben un regalo, creen que se lo merecen o 178

que es justo. Dedican mucho tiempo a reafirmar sus derechos y cobrarse las deudas que los demás tienen con ellos. Su exagerado sentido del merecimiento les lleva a esperar favores especiales sin asumir responsabilidades mutuas. El sentirse con derechos combinado con una insensibilidad hacia las necesidades de otros engendran, ya sea consciente o inconscientemente, la explotación interpersonal. En suma, si uno se lo merece todo, entonces no tiene que dar las gracias por nada. Tal vez, incluso más atroz que la falta de gratitud sentida, sea la incapacidad de expresar verdadera gratitud. Las expresiones de gratitud son reconocimiento de que uno depende de otras personas para su bienestar, y por lo tanto no es autosuficiente. Dada esta realidad, tales individuos encuentran altamente desagradables las expresiones de gratitud y procuran evitarlas. El narcisista dice: «Yo no debo nada a nadie.» Por eso, intentar conseguir pruebas de la gratitud de un narcisista para sentirse aceptado podría ser una experiencia frustrante. Además, dado que los narcisistas poseen un sentido distorsionado de su propia superioridad, es posible que se muestren reacios a expresar gratitud a benefactores, cuya generosidad o amabilidad descartan como poco más que intentos de congraciarse con ellos.35 Las expresiones de gratitud en las personas narcisistas, cuando Lis luya, pueden tratarse de meros intentos de congraciarse con sus benefactores. En lugar de experimentar o expresar gratitud en situaciones donde ésta se esperaría, los narcisistas eligen otros medios de responder a aquellos que les han ayudado, como (a) expresar aprobación; (b) fingir indiferencia o incluso sugerir que recibiendo el beneficio que se les ha otorgado, el narcisista permitía a su benefactor que éste satisficiera sus necesidades; (c) negar que merecen el beneficio; (d) ofrecer una gratitud tan excesiva que de ninguna manera pueda ser sincera. Finalmente, el narcisista es capaz de una forma distorsionada de gratitud, distorsionada porque se centra 179

no en el donante sino en él mismo. Era un fariseo orgulloso quien rezó: «Gracias, Dios mío, porque no soy un pecador como los demás» (Lucas 18:11). Parece haber razones convincentes para creer que los narcisistas, por regla general, serán menos agradecidos. Sin embargo, este enunciado se ha demostrado difícil de mantener con datos obtenidos a través de investigaciones. No se han establecido sólidas relaciones entre la gratitud y el narcisismo. Además, ¿acaso no existe la historia de Donald Trump, que expresó su gratitud al mecánico de coches en paro que se detuvo para ayudar a reparar su limusina, enviando un ramo de flores a su esposa y pagándole toda la hipoteca? Sin duda, los narcisistas pueden ser agradecidos a ratos y expresar esta gratitud de maneras apropiadas. Tal vez los narcisistas son agradecidos de maneras distintas o agradecen cosas diferentes a las que agradecen los no narcisistas. Con esto en mente, volví a releer los diarios de gratitud cotidianos y examiné la naturaleza de las cosas buenas anotadas por los sujetos más narcisistas y por los que lo eran menos. Descubrí dos cosas: Primero, en los diarios de gratitud cotidianos, el narcisismo se correlaciona con el período de gratitud. El período de gratitud se refiere al número de circunstancias de la vida por las que una persona se siente agradecida en un momento dado. Se podría esperar que alguien con una fuerte predisposición al agradecimiento se sienta agradecido por su familia, su trabajo, su salud, y la vida en sí misma, junto a otra amplia variedad de otros beneficios. Alguien menos dispuesto a la gratitud, sin embargo, podría ser consciente de experimentar gratitud por menos aspectos de su vida. Como promedio, los narcisistas enumeran menos cosas buenas diarias que los no narcisistas. Segundo, los narcisistas también difieren de los no narcisistas en la naturaleza de las cosas por las que sienten agradecimiento. En estos diarios, los narcisistas son menos 180

propensos a citar la benevolencia de otros y más propensos a mencionar posesiones materiales y atributos propios. Una de las personas más narcisistas en el estudio incluía éstas entre las cosas buenas que agradecía, «mi salud, fuerza», «mi mente, mi pensamiento racional», «mi voluntad fuerte y mi deseo», «mi equipo de fútbol», «recibir dinero de mi abuela», y «que alguien me encuentre atractivo». En contraste, aquí tenemos un ejemplo de uno de los individuos que sacó una puntuación más baja en la escala narcisista: «Mi familia, en particular el hijo que esperamos», «el apoyo que recibo de los que me rodean», «la ayuda de Dios en los momentos difíciles», «un marido cariñoso», «tener comida en la mesa» y «poder pagar los impuestos». En un estudio basado en cuestionarios, descubrimos que las personas narcisistas tienen una densidad de gratitud menor. La densidad de gratitud se refiere al número de personas hacia las que uno se siente agradecido por un único resultado positivo o circunstancia de la vida. Al ser preguntada hacia quién se siente agradecida por un resultado positivo, por ejemplo, conseguir un buen trabajo, una persona con una fuerte disposición agradecida podría enumerar una lista de otros muchos individuos, incluidos padres, profesores de la escuela elemental, tutores, mentores, compañeros de estudios y a Dios o incluso a un poder más elevado. Alguien menos dispuesto a la gratitud podría sentirse agradecido a menos personas por el mismo beneficio. Los narcisistas asumen más el mérito por los resultados positivos, tendiendo a atribuirlos a su innata habilidad o esfuerzo y quitando mérito a otros. Si el narcisismo lucra una condición que sólo afectase a un pequeño porcentaje de la humanidad, entonces apenas habría motivo para preocuparse. De hecho, los psiquiatras calculan que sólo el uno por ciento de la población general cumple con el criterio clínico para los desórdenes narcisistas.36 No obstante, las características narcisistas se encuentran en todos los individuos en grados diferentes. Los psicoanalistas han observado que el 181

narcisismo es un estado normal del desarrollo humano. Como tal, forma parte de la condición humana. Nacemos narcisistas. Por eso debemos mantenernos en guardia contra los pensamientos narcisistas y las actitudes que se oponen a la verdadera gratitud. No dejar atrás el narcisismo tiene como resultado una vida espiritualmente empobrecida, cuya víctima principal es la incapacidad de sentir agradecimiento por lo que la vida ofrece.

PERSPECTIVAS DE AGRADECIMIENTO Actúa con amabilidad, pero no esperes gratitud. CONFUCIO37 Un obstáculo final para sentirse agradecido es esperar la gratitud de los otros. Cuando beneficiamos a otros, es agradable que se reconozca lo que hemos hecho. Pero todos los obstáculos que he identificado en este capítulo trabajan conjuntamente para frustrar las emociones de agradecimiento y las expresiones de gratitud. Es factible que nuestros actos de amabilidad sean olvidados o pasados por alto. Por eso, si vamos a esperar gratitud de los otros, ya sea de nuestros hijos, estudiantes o de nuestra esposa, acabaremos decepcionados. «La gratitud es un impuesto que debería pagarse, pero que nadie tiene derecho a esperar», decía Rousseau. La verdadera generosidad que viene del corazón no espera recompensas. Un regalo no es un regalo si incluye condiciones. Hans Selye, médico y endocrinólogo en la Universidad McGill, nació en Viena en 1907, y llegó a ser la mayor autoridad mundial en el tema del estrés, las respuestas físicas y emocionales al estrés, y la enfermedad física. Sus contribuciones fueron tan innovadoras que algunas autoridades se referían a él como «el Einstein de la medicina». Creyendo que la gratitud jugaba un papel crucial en la respuesta al estrés humano, escribió, «entre 182

todas las emociones, hay una que, más que ninguna otra, explica la presencia o ausencia del estrés en las relaciones humanas: y es el sentido de la gratitud».38 Selye no dudó en utilizar su peso como destacado científico a modo de pulpito desde donde unir sus creencias sobre cómo viven los seres humanos con las de cómo deberían vivir. En su libro clásico, El estrés de la vida, y en la continuación, Estrés sin angustia, dedicó secciones significativas de varios capítulos a identificar lo que, en su opinión, eran los elementos básicos de una vida plena. Fue en este contexto en el que escribió sobre la gratitud. La gratitud, para Selye, «era el despertar en otra persona del deseo de que yo prospere, por lo que he hecho por ella [...], inspirando el sentimiento de gratitud, he inducido a otra persona a compartir conmigo mi deseo natural de bienestar propio».39 Era un esfuerzo consciente por la gratitud de otras personas lo que se convirtió en la filosofía de vida por la que se guiaba Selye y que para él era el fin último de la existencia. Piense en ello un momento. ¿Por qué la gente hace lo que hace? ¿Qué les motiva? Según Selye, la mayoría de los individuos hace lo que hace para que otras personas le estén agradecidas. Y la gratitud de los otros está ligada a su aprobación de nosotros. Al ganar la aprobación de los otros, tenemos una indicación de lo agradecidos que nos están, ya que perciben que los hemos beneficiado en algún sentido. Como científico, Selye no era ni mucho menos el único en desear la aprobación e incluso la admiración de sus iguales, sus alumnos y el público. No es mi intención aquí emprender una extensa psicobiografía de Selye, pero similar a otros narcisistas, esta necesidad de aprobación parecía consumirlo, sobre todo en sus últimos años. ¿Qué experiencias durante su desarrollo pudieron haber producido ese poderoso y ávido deseo de valoración? En su autobiografía, dice: «No recuerdo que mi madre me abrazara nunca, aunque debió de hacerlo, sobre todo cuando era un bebé [...] ella no lloraba nunca y no soportaba a 183

los niños pequeños con lágrimas en los ojos. Pero los niños no pueden evitar llorar de vez en cuando.»40 A lo largo de su vida, Seyle anheló algo que nunca recibió durante su niñez. Cuando era estudiante de medicina, soñaba con «casarme con una chica con la que pudiera compartir todas mis preocupaciones».41 Sospecho que esas preocupaciones apuntaban en una sola dirección. Al casarse, lamentó no poder mantener conversaciones doctas con su esposa, a quien encontraba intelectualmente inferior. A Selye le conmovían especialmente las expresiones aduladoras. En una ocasión, el día antes de pasar por el quirófano, fue dado de alta del hospital a tiempo para dar una charla. La conferencia era delante de un público importante en uno de los hoteles más grandes de Montreal. Al final del discurso, que expuso con su acostumbrado y magistral estilo, explicó al público que lo iban a operar al día siguiente. Contaba que: «La ovación en pie y los considerables aplausos es posible que fueran los más apasionados que había recibido nunca; algunas de las mujeres incluso tenían lágrimas en los ojos mientras me dirigía a mi coche.»42 Como profesor que ha dado muchas conferencias y charlas públicas (aunque ninguna acabara con una ovación del público, en pie), puedo identificarme con la sensación de felicidad resultado de una afectuosa acogida. Pero, para un adicto a la gratitud, el deseo no se satisface nunca. La apreciación de lo que hace nunca es suficiente. Mirando hacia atrás en su vida, Selye sintió que su trabajo había sido mal interpretado, sus contribuciones, poco apreciadas. Admitía rápidamente que quería acaparar gratitud, respeto y la admiración de otros. Dado que una persona tiene poco control sobre las reacciones de los demás, esta manera insegura de enfocar la vida no se puede sostener sin una tensión considerable. Supone, en efecto, que uno se permita convertirse en rehén emocional de las reacciones de los demás. Casualmente, la autobiografía de Selye, publicada 184

tres años antes de su muerte en 1982, se tituló El estrés de mi vida. ¿Cómo es posible, ante las fuerzas monumentales que minan la gratitud, crear y sostener una actitud agradecida ante la vida? ¿Cómo superamos el olvido, el pensamiento comparativo, los prejuicios negativos, los conflictos emocionales y otros obstáculos a la gratitud? ¿Cómo vivimos sin esperar la gratitud de otros sin sentirnos rechazados cuando no tenga lugar? ¿Cuáles son las características de las personas que son capaces de conseguirlo? Deben haber desarrollado estrategias para combatir estos obstáculos. Han creado vidas donde predomina el agradecimiento y han aprendido que una actitud agradecida produce prosperidad emocional, mientras que no vivir una vida de agradecimiento conduce a la pobreza emocional.

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6 La gratitud en tiempos difíciles En tiempos de gran abundancia, la gratitud puede llegar tan fácilmente que parecerá una reacción natural, sin esfuerzo. Tanto si experimentamos las alegrías del éxito material, la sorpresa de un ascenso no esperado en el trabajo, el nacimiento de un hijo muy deseado, la euforia de enamorarse o el elogio de nuestros amigos o iguales, es raro que no nos sintamos agradecidos. De hecho, las personas que reciben los éxitos y la riqueza y no experimentan gratitud suelen parecemos inconsecuentes, arrogantes, egoístas e incluso casos patológicos. Pero la gratitud espontánea nos abandona en momentos de adversidad y pérdida. El sufrimiento nos roba la gratitud fácil; de hecho, el camino para recuperarla nos obliga a librar una dura batalla para rescatar la habilidad de apreciar las buenas cosas que disfrutamos, desterrar la rabia, la triste ingratitud y la depresión, y recobrar la capacidad de gozar de la vida. Un clásico ejemplo del sufrimiento humano lo encontramos en la Biblia, en el Libro de Job. En este libro, ampliamente citado pero rara vez leído en su totalidad, el personaje principal, Job, es descrito como un hombre moralmente recto y profundamente religioso, con una gran familia y una considerable riqueza. Ha recibido muchos regalos de Dios: familia, hijos, posesiones, estima y un buen nombre. Es un hombre que goza de una prosperidad material y espiritual sin parangón, un «hombre recto y sin mancha», un hombre extraordinario de quien «no existe otro igual sobre la tierra». Lleva una buena vida, al estilo del siglo V a. C. 186

Entra Satán en la escena. A Satán le disgusta la santidad del estilo de vida de Job, razón por la que incita a Dios para que ponga a prueba a su fiel sirviente. Le dice a Dios que la única razón por la que Job vive una vida justa y adora a Dios es porque goza de salud y prosperidad, y que Job no es agradecido por las razones adecuadas. Satán atribuye la fe de Job a su dependencia de Dios para disfrutar de una vida de abundancia y acusa a Dios de colocar una «salvaguardia» de bondad y bendición alrededor de Job, para que Job no pueda hacer otra cosa que alabar y honrar al Señor. Satán cree que si Job estuviera enfermo y arruinado, dejaría de servir a Dios. En otras palabras, una gratitud tan fácil y espontánea no es «verdadera»: en esencia, lo que Satán pide a Dios es que demuestre que Job le adoraría incluso si le despojase de la prosperidad y la abundancia. En el Libro de Job, Dios acepta el desafío de Satán e intenta demostrar a Satán que Job le servirá sin importar a qué pruebas lo someta. A partir de ese momento, todos los bienes de Job son destruidos: hijos, riqueza y salud. Los hijos mueren, le roban las posesiones y los animales, sus criados desaparecen, y él se convierte en un paria de la sociedad, considerado públicamente como un pecador, alguien maldecido por Dios. Sentado en el suelo, cubierto de polvo y dolorosas llagas, Job se hace la pregunta universal: «¿Por qué a mí?» Concentrándose en el tema del dolor, el Libro de Job ejerce una atracción perenne.1 La cuestión de por qué el bueno sufre es para una gran mayoría el tema principal de este libro, sin embargo origina preguntas adicionales. ¿Reciben los humanos lo que se merecen en la vida? ¿Cómo responden los justos a la adversidad? Estas preguntas no se plantean filosóficamente sino en el contexto de la historia de un hombre. ¿Cómo reaccionó Job cuando lo despojaron de todas las cosas buenas? Como creyente en que todas las cosas, las bendiciones y las maldiciones, provenían de la mano de Dios, Job se enfrentaba a una terrible pregunta: ¿Es Dios la clase de ser que actúa sin ninguna razón? 187

Dado que Dios le dijo a Satán: «Me has incitado contra él sin ninguna razón», Job dijo entonces: «¿Nos da Dios cosas buenas sin razón? ¿Y nos da Dios, también, cosas malas sin razón?» Tres amigos intentaron ayudarlo a encontrar sentido al aprieto en el que se veía. ¿Es el infortunio un castigo divino para el pecado?, se preguntaban. Los amigos de Job respondieron de manera afirmativa, afirmando que las desgracias de Job eran prueba de que había cometido algunos pecados por los que estaba siendo castigado. Sus amigos también propusieron la postura contraria: que la buena suerte es siempre una recompensa divina, y que si Job renunciara a sus pecados, experimentaría inmediatamente el regreso de la buena suerte. En respuesta, Job afirma que es un hombre justo, y que su infortunio no es, por lo tanto, castigo de nada. Esto abre la posibilidad de que Dios actúe de manera caprichosa, y la esposa de Job lo insta a maldecir a Dios. En lugar de hacerlo, Job responde con ecuanimidad: «Lo que el Señor te da, el Señor te lo quita; bendito sea el nombre del Señor.» En la cosmovisión de Job, el bien y el mal van unidos. El clímax del libro ocurre cuando Dios responde a Job, no con una explicación para el sufrimiento de su siervo, sino con una pregunta: «¿Dónde estaba Job cuando Dios creó el mundo?» Job pasa la prueba. No maldice a Dios. Conserva su integridad, incluso después de haber quedado deshecho. Se hace evidente que nunca fue el disfrute de una vida santa lo que indujo la fiel gratitud de Job. Al final del libro, aprendemos que Job fue curado y bendecido el doble de veces por su calvario. Al final, queda completamente redimido. Dios restablece las primeras relaciones de Job, concediéndole diez hijos más, siete varones y tres hembras, le da 14.000 ovejas, 6.000 camellos, 1.000 bueyes y 1.000 monos, y le concede buena salud y una larga vida — dicen que vivió alrededor de ciento cuarenta años—, rodeado de cuatro generaciones de vástagos.2 188

¿EN TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS? Es relativamente fácil sentirse agradecido cuando ocurren cosas buenas, y la vida nos va como queremos que vaya. Un reto mucho más grande es estar agradecido cuando las cosas no marchan tan bien y parece que todo se tuerce. Sentir rabia, amargura y resentimiento nos parece mucho más fácil, una reacción mucho más natural en tiempos como ésos. En este sentido, la historia de Job es instructiva. ¿Estaba Job agradecido a Dios sólo porque había sido tan bienaventurado y próspero? Al pasar la prueba de Satán y mantener su integridad, Job demuestra que su postura de gratitud hacia Dios era independiente de las circunstancias de su vida. No creía que fuera poseedor o merecedor de cosas buenas. Las herramientas de la ciencia parecen quedarse cortas cuando intentamos entender a las personas que experimentan agradecimiento en su vida en situaciones extraordinariamente difíciles. Aparte de Job, la literatura religiosa y los relatos de vidas ejemplares contienen historias de personas extraordinarias, capaces de trascender un dolor considerable y cultivar un sentido del agradecimiento hacia la vida, a pesar de lo que les suceda a ellas o a su entorno. Piensen en Corrie ten Boom, el apóstol Pablo, Dietrich Bonhoeffer y Horatio G. Spafford, todos ellos ejemplos convincentes de personas que parecían estar agradecidas pese a sus terribles circunstancias. Corrie ten Boom, cuya familia escondió judíos en su hogar durante el Holocausto, escribió El refugio secreto, donde agradece las pulgas en los barracones del campo de concentración porque, gracias a ellas, los guardias se mantenían alejados y podían disfrutar de cierto grado de intimidad para sus rezos.3 El teólogo alemán, Dietrich Bonhoeffer, fue ejecutado por tramar el asesinato de Hitler, sin embargo permaneció agradecido hasta el final, escribiendo en su autobiografía, publicada después de su muerte, que la «gratitud cambia los recuerdos dolorosos en alegría gratificante».4 En la carta de 189

Pablo a la iglesia en Filipos, las palabras «alegría» y «dicha» aparecen dieciséis veces en cuatro capítulos, pese a que escribía la carta desde la cárcel, donde aguardaba un juicio que podría haberle causado la muerte. Desde la celda de la prisión escribió: «He aprendido a estar contento con lo que tengo. Sé lo que es tener poco y sé lo que es tener mucho. En todas y cada una de las circunstancias he aprendido el secreto de estar bien alimentado o pasar hambre, de tener en abundancia o de padecer necesidad [...]. Alégrate siempre, reza sin cesar y da gracias en todas las circunstancias.»5 El abogado Horatio G. Spafford vivía con su esposa y sus cuatro hijas en Chicago. En un viaje a través del Atlántico, sus hijas perecieron cuando el barco en el que viajaban se partió en dos al colisionar con un carguero. Su esposa le envió un telegrama que decía: «Única superviviente.»6 De camino para recogerla y acompañarla a casa, Spafford le pidió al capitán del barco en que viajaba que le informara cuando llegaran al lugar donde sus hijas se habían ahogado. Allí mismo, grabó en su memoria las palabras del famoso himno It Is Well with My Soul. Nadie se apunta a un curso de adversidad para mejorar su carácter. No elegiríamos sufrir para estar más agradecidos o, en realidad, para desarrollar ninguna otra virtud. Sin embargo, ejemplos históricos e investigaciones contemporáneas demuestran que las pruebas y las adversidades pueden ser la causa de cambios positivos de carácter. La creencia de que la tragedia puede, en última instancia, traer resultados positivos ha sido uno de los pilares de las religiones desde tiempos remotos. De hecho, hay quien dice que la razón principal de que existan las religiones es ayudar a las personas a encontrar sentido al sufrimiento. El budismo y el cristianismo ofrecen dos poderosos ejemplos. La primera de las Cuatro Nobles Verdades supuestamente dichas por Buda es que «la vida es sufrimiento». Tan central es el concepto de sufrimiento en esta tradición que se dice que la única afirmación de Buda es que había venido a 190

enseñar sobre el sufrimiento, y nada más. En el cristianismo, el sufrimiento es el resultado del alejamiento de Dios por parte de la humanidad. No obstante, el sufrimiento es soportable mediante la identificación con la angustia de Jesucristo en la cruz. Las doctrinas religiosas no sólo identifican el sufrimiento como un aspecto central de la condición humana, sino que también articulan las visiones de cómo deberíamos responder al hecho de que la vida está llena de sufrimiento. Los individuos pueden adoptar una actitud hacia su sufrimiento que les permita verlo como un componente significativo de la vida, que tal vez abra el umbral a una existencia más auténtica, más profunda. Las doctrinas religiosas nos animan a hacer algo más que reaccionar con pasividad y resignación a las pérdidas y las crisis; nos recomiendan que cambiemos nuestra perspectiva, para que nuestro sufrimiento se transforme en una oportunidad para crecer. No sólo la experiencia de la tragedia nos brinda una oportunidad excepcional de crecimiento, sino cierto tipo de sufrimiento es también necesario para que una persona alcance el máximo crecimiento psicológico. En su estudio de las autorrealizaciones, los paradigmas de la salud mental, el renombrado psicólogo humanista, Abraham Maslow, dijo que «las experiencias de aprendizaje más importantes eran las tragedias, los dramas y los traumas [...], que forzaban un cambio en la actitud ante la vida de la persona y, consecuentemente, en todo lo que hacía».7 Mientras escribo estas líneas durante las vacaciones de invierno, pienso en los valientes individuos que, en 1620, zarparon de Plymouth y navegaron hasta Holanda, para luego, cruzar el Atlántico rumbo a Nueva Inglaterra. Todos, excepto tres familias, tuvieron que cavar tumbas en el suelo rocoso de Nueva Inglaterra para enterrar a un marido, una esposa o un hijo. Traían plantas y semillas con ellos en el Mayflower, además de provisiones para pasar el primer invierno. La cebada que 191

plantaron dio pobres resultados. Otras cosechas también fracasaron. El hambre hizo estragos. Pero eran gentes de fe. Habían oído hablar de la fiesta de la cosecha en el antiguo Israel: cómo Israel, al final de una vendimia con éxito, daba gracias a Dios por la prodigalidad de la creación, y también por haberles librado de la cautividad, dándoles la libertad como personas. Los primeros colonos leían su propia historia a la luz de la historia de Israel. Daban las gracias a Dios por la cosecha pero también por algo más, algo que no dependía realmente de que la cosecha tuviera éxito, a saber, por la presencia, la gracia y el amor de Dios. Los primeros colonos agradecían a Dios por disponer de maíz suficiente para sobrevivir al invierno, pero también daban gracias a Dios por la presencia protectora que habían experimentado, la mano fuerte que habían sentido que les guiaba, y el amor que los había sostenido. Como Job, entendieron que a Dios tenemos que darle gracias y alabarlo tanto en la adversidad como en la bonanza.8 En la actualidad, también nos encontramos con individuos capaces de ver las bendiciones del cielo en la adversidad. En respuesta a una tarea en la que se le pedía que identificara a alguien en su vida a quien estuviera agradecida, una mujer que participaba en nuestra investigación escribió la siguiente carta describiendo el «regalo» de su ceguera: Inicialmente, me costaba identificar a alguien que realmente tuviera un impacto significativo en mi vida a quien quisiera escribir esta carta, y luego empecé a ver estos deberes y este estado de agradecimiento más bien como un proceso por el que tenía que pasar. He vivido muchos momentos de dicha en mi vida pero también muchas privaciones. He tenido problemas con la vista casi toda mi vida y hace diez años me quedé totalmente ciega. Aunque llevo una vida productiva y feliz con un marido, hijos, familia y amigos, etc., nunca he pensado en mí misma o en mi vida desde la perspectiva del agradecimiento, por eso sentí que la primera carta que necesitaba escribir en el proceso era una 192

carta a Dios. Soy una persona religiosa, aunque tal vez no tan espiritual como me gustaría ser, y mi situación, al igual que otros conflictos que he padecido en mi vida, me ha dejado con una ambivalencia hacia Dios, así como también con un poco de la actitud de dar por sentadas las cosas. Lo que me llamó la atención al empezar a mirar la gratitud de una manera más consciente era que yo estaba agradecida a Dios de muchas maneras por los regalos de mi vida y por mi ceguera. Mientras que hubiera sido una locura desear estar ciega o elegir estar ciega en lugar de poder ver con normalidad, no hay duda de que la ceguera me ha traído regalos por los que estoy agradecida. He visto la bondad en las personas. He visto y he sido consciente de mis propias fuerzas. Tengo unos hijos independientes, responsables y compasivos. Sé que cuando conozco gente, percibo directamente su corazón sin que me distraiga su apariencia exterior. He recibido el regalo de ayudar a otras personas, que es algo muy importante para mí en el sentido de ser un modelo y un apoyo para ellas. Aunque ésta no sea la mejor carta que haya escrito, quiero darles las gracias por ayudarme a ver más claramente los dones de la ceguera y el agradecimiento que siento por haberla tenido. Ahora, el siguiente paso del proceso, en mi caso, será agradecer a la gente que ha influido en mi vida, cosa que, por alguna razón, no podía hacer sin antes dar gracias a Dios o a mi ceguera, a lo que sea. Gracias.

LA PARADOJA DE LA FELICIDAD Y EL SUFRIMIENTO La literatura psicológica sobre el bienestar subjetivo ha concluido que la «mayoría de las personas son felices».9 Según estudios realizados, la mayoría de las personas, en todo el mundo, ya sea que vivan en circunstancias favorables o desfavorables, informan de un nivel positivo de bienestar. ¿Cómo pueden ser felices la mayoría de los individuos, dada la omnipresencia del sufrimiento, el dolor y la adversidad? ¿Es 193

posible resolver esta aparente paradoja? Tal vez los individuos son capaces de autoengañarse magistralmente y pensar que son felices cuando, en realidad, son todo lo contrario. Por otro lado, tal vez, sean criaturas maravillosamente adaptadas, capaces de transformar circunstancias adversas en oportunidades para el crecimiento personal, la felicidad duradera y la calidad de vida incluso ante el dolor y el sufrimiento. Para algunos, la vida se eleva a menudo a lo sublime, precisamente, bajo aquellas circunstancias que podría esperarse que produjeran mayor dolor y desgracia. No obstante, parecería que esta conclusión se esfumaría ante la mayoría de las suposiciones que circulan sobre los efectos psicológicos y emocionales de los traumas. Por ejemplo, piense en algunos mitos comunes sobre las reacciones habituales ante las pérdidas. Los profesionales de la salud mental, el gran público y aquellos que experimentan una pérdida asumen, por lo general, que (1) la angustia o la depresión son inevitables después de una pérdida, (2) las emociones positivas como la esperanza y la felicidad están ausentes, (3) la incapacidad de experimentar angustia indica una perturbación psicológica o es, de alguna forma, patológica, (4) aceptar o «trabajar a través de la pérdida» es esencial para una recuperación definitiva, y (5) el apego por el objeto perdido debe romperse. Investigaciones recientes sobre cómo hacer frente a las pérdidas han puesto en duda cada una de estas suposiciones, ampliamente aceptadas, y la ciencia del crecimiento relacionado con el estrés está redefiniendo lo que significa «ajustarse» a las pérdidas.10 Por ejemplo, la pérdida de un cónyuge puede representar emocionalmente un golpe tremendo y, a menudo, desde luego, dejar un vacío emocional. Sin embargo, en un estudio sobre viudas que habían perdido a su marido el mes anterior, curiosamente sólo el 35 por ciento fueron clasificadas como absolutamente o «probablemente» deprimidas.11 En otro estudio de padres enfrentándose a la pérdida de un hijo a causa del 194

Síndrome de Muerte Infantil Repentina (SIDS, en inglés), tres meses después de la pérdida, las emociones positivas prevalecían más que los sentimientos negativos, y esta pauta se mantenía en una entrevista complementaria realizada dieciocho meses después.12 Inicialmente, los investigadores que trabajan en el campo de las pérdidas y cómo sobrellevarlas se mostraban, comprensiblemente, reacios a preguntar a la gente si habían encontrado algo positivo en su pérdida. Un entrevistador se quejó: «Si esperan que vaya y le pregunte a un tetrapléjico cuántas veces se ha sentido feliz la semana pasada, están locos.» Pero no era ninguna locura. En las tres semanas posteriores a la dolencia que las ha dejado inmovilizadas, las personas con lesiones en la médula espinal informaron haber sentido felicidad con más frecuencia que ansiedad, depresión o ira. En otro estudio relacionado con cónyuges desconsolados, el 81 por ciento había encontrado algo positivo dieciocho meses después de sufrir la pérdida, y un asombroso 73 por ciento afirmó haber encontrado algo positivo justo un mes después de la muerte del consorte. Las emociones positivas no «desaparecen en combate» en las secuelas de una pérdida. Por supuesto, no se trata de minimizar la angustia que suele acompañar a las pérdidas dolorosas, por ello, aun encontrando que esas pérdidas conducen a menudo a ganancias, no deberían tomarse como excusa para minimizar la agonía y el sufrimiento que pueden originar los traumas. Sin embargo, estos estudios apuntan a la extraordinaria capacidad de recuperación de los humanos para acomodarse y adaptarse a las circunstancias traumáticas de su vida. Sin embargo, se da el caso de que no todo el mundo se recupera después de una pérdida y no todo el mundo experimenta el crecimiento relacionado con el estrés. Ciertos factores parecen predecir quién será capaz de encontrar resultados positivos y quién no lo será. El optimismo es un factor. Sobrellevar las cosas mejor permite a los optimistas adaptarse más rápidamente a las pérdidas. La religiosidad es otro. Ya sea por su creencia en la 195

vida en el más allá o por su percepción de que las pérdidas forman parte de un plan cósmico más grande, las personas de fe manifiestan niveles más elevados de crecimiento postraumático que las no religiosas.13 Pero, piense en la gratitud. ¿Podría ser la gratitud parte del «sistema inmunitario psicológico» que opera para convertir la adversidad en prosperidad? Sin minimizar la gravedad de los sucesos traumáticos ¿recordarse a uno mismo que debemos «estar agradecidos» o mantener una actitud agradecida podría ser una manera efectiva de combatir las circunstancias particularmente estresantes de la vida? Una actitud de agradecimiento permite al individuo transformar una tragedia en una oportunidad de crecimiento. ¿Recuerda haber manejado una crisis con éxito y darse cuenta de que ha crecido gracias a la experiencia? En ese caso, agradeció no tanto las circunstancias sino la experiencia que sacó de ello. Alicia, una mujer de 70 años que tomó parte en la investigación, explicaba: En general lo veo como si todas las cosas que ocurren en mi vida fueran un regalo, por la razón que sea o como vengan. No tiene por qué tratarse, necesariamente, sólo de regalos agradables, sino de todo lo que pasa [...], todo tiene un significado. Y así he aprendido mucho. Aunque no querría volver atrás y revivir nada, estoy agradecida porque ellos me han ayudado a ser quien soy. La vida nos trae muchas penas y alegrías pero todas ellas la enriquecen. Cuanto más estudio la gratitud, más me convenzo de que un sentimiento, auténtico y profundamente sentido, de gratitud hacia la vida puede que exija cierto grado de contraste o privación. Apreciamos más una primavera suave después de un duro invierno, una comida de gourmet después de un ayuno, y la intimidad sexual después de un período de abstinencia. A veces no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Renunciar a una posición valiosa o a una meta en la vida puede llevar a la persona a aumentar el valor que advierte en otros aspectos de la 196

vida. ¿Quién no conoce el ejemplo prototípico del ejecutivo agresivo que después de un ataque al corazón que pone en peligro su vida jura que dedicará más tiempo a su familia? A través del proceso de agradecimiento, lo que una vez se dio por hecho, ahora es visto como especial. No hay nada como la no disponibilidad en potencia de algo (o de alguien) para hacernos valorarlo más. Los psicólogos lo llaman «principio de la escasez», que asigna un valor más grande a las oportunidades cuando están menos disponibles.14 Poco se sabe del papel que juega la gratitud en la vida de personas reales que luchan con situaciones difíciles de la vida. En un intento de remediar esta deficiencia, Lisa Krause y yo recogimos historias de gratitud y agradecimiento de las vidas de personas con enfermedades neuromusculares (NMD, en inglés). Como mencioné en el capítulo 2, las NMD son enfermedades crónicas, y progresivamente discapacitantes, del sistema nervioso periférico que afectan a más de cuatro millones de personas en Estados Unidos. Colaborando con colegas del departamento de Medicina y Rehabilitación Física de Davis, en la Universidad de California, enviamos minuciosas encuestas de veintiséis páginas que valoraban la calidad del funcionamiento de vida y el bienestar subjetivo de más de trescientas personas con enfermedades neuromusculares, incluidas el síndrome pospolio, la enfermedad de Charcot-Marie Tooth, la distrofia muscular de cinturas por déficit de calpaína, y la distrofia faciosescapulohumeral (FSH, en inglés). Recibimos encuestas de más de doscientos individuos, y he citado varias en este libro. Recordemos la angustia de Job por sus dolencias físicas. Ante las enfermedades progresivas, la vida se vuelve extremadamente desafiante, dolorosa y frustrante para los individuos, que pueden sentirse enfadados con Dios, frustrados con los médicos y amargados por una vida que perciben como una cruel injusticia. De ahí que empezáramos preguntándonos si era posible para nuestros entrevistados encontrar algo por lo que 197

sentirse agradecidos. El resultado fue que la mayoría de los entrevistados tuvo problemas para darnos un ejemplo específico porque había demasiadas cosas en su vida por las que se sentían agradecidos. Nos impactó la profundidad de los sentimientos que describían en sus redacciones y por el aparente poder transformador de la gratitud en la vida de muchos. Incluimos una pregunta abierta en la que pedimos a los sujetos que escribieran acerca de una época en la que experimentaron un fuerte sentido de gratitud o de agradecimiento por algo o hacia alguien. Les pedimos que se tomasen su tiempo para recrear la experiencia en su mente de manera que pudieran sentir las emociones como si hubieran retrocedido en el tiempo al momento en que ésta tuvo lugar. Luego, los invitamos a reflexionar sobre lo que sintieron en aquella situación y cómo expresaron esos sentimientos. Lo que nos resultó evidente al leer las redacciones fue que (a) la gratitud puede ser un sentimiento abrumadoramente intenso, (b) la gratitud por ciertos regalos que la mayoría de la gente pasa por alto con facilidad puede ser la forma más poderosa y frecuente de agradecimiento, (c) la gratitud es independiente de las circunstancias objetivas de la vida personal y se puede escoger a pesar de la situación particular. También nos asombró el giro redentor que tenía lugar en casi la mitad de las narraciones: de algo malo (sufrimiento, adversidad, aflicción) salía algo bueno (nueva vida o nuevas oportunidades), por lo que el individuo se sentía profundamente agradecido. En este relato, un giro en el humor resulta ser fundamental para el agradecimiento: Hasta hace poco, me resultaba difícil incluso pensar en una situación en la que sentí gratitud. Últimamente, mi depresión se ha vuelto más profunda. Pedí a los amigos que me visualizaran feliz y lleno de alegría. El resultado de esta petición ha sido una lluvia de amor y de palabras de fuerza y poder. Había llegado a un punto donde me sentía inútil y que no valía nada: el divorcio, la pérdida del trabajo, la falta de ingresos, el 198

cambio de casa, la pérdida de amigos y la pérdida de movilidad se combinaron para dejarme con una sensación de despecho. Pensaba que lo superaría en los diez meses siguientes, pero los sentimientos se intensificaron a medida que pasaba el tiempo. Las palabras de familiares y amigos me han llenado de asombro. No tenía ni idea de que me veían con la fuerza y la capacidad de superación que era evidente en sus palabras. Me siento lleno de paz y esperanza. Un pequeño comienzo hacia la felicidad. Siento tanta gratitud hacia esas personas por hacerme de espejo; un espejo que reflejaba no sólo mi oscuridad, que era todo lo que yo podía ver, sino la luz cuyo rastro había perdido.

CUIDADOS DE GRATITUD La esposa de Robertson McQuilkin, Muriel, que falleció en 2003 de Alzheimer, empezó a mostrar síntomas de la enfermedad a finales de la década de 1970. Aunque, una vez diagnosticados, el promedio de vida de los enfermos de Alzheimer no llega a los siete años, Muriel y Robertson lucharon contra la enfermedad durante casi un cuarto de siglo. A los 62 años, él se jubiló de su puesto como director de una escuela superior para poder cuidar de su esposa todo el tiempo. Tres años después, cuando ella dejó de reconocerlo, él escribió: «La quería, pero ella no podía corresponderme.» La historia de McQuilkin es, simultáneamente, desgarradora e impresionante. He aquí un hombre que sacrificó casi un tercio de su vida para cuidar de una mujer que no tenía ni idea de quién era él y que nunca lo volvería a saber. Al preguntarle en una entrevista por qué seguía cuidando de ella, respondió: «Ahora mismo creo que mi vida debe de ser más feliz que las vidas del 95 por ciento de la población de este planeta. Muriel es una dicha para mí, y la vida nos trata muy bien, de diferentes maneras. Pero estoy pensando en algo más 199

básico que "contar las cosas buenas". Adoro cuidar de ella. Es mi tesoro.» Asumir, a largo plazo, los cuidados de un cónyuge discapacitado, un padre o madre ancianos o un niño crónicamente enfermo es una forma única de estrés que puede llegar, incluso, a acelerar el envejecimiento. Investigadores de la Universidad de San Francisco, California, realizaron un notable estudio sobre este tema. Compararon a cincuenta y ocho mujeres, de edades comprendidas entre los 20 y los SO años, todas ellas madres biológicas de hijos con una enfermedad crónica (las cuidadoras) o de hijos sanos (grupo de control).15 Las madres con un hijo enfermo a su cargo tenían telómeros más cortos en las células del sistema inmunitario. Los telómeros son estructuras nucleoproteicas que constituyen las extremidades de los cromosomas y promueven la estabilidad genética. Como las puntas de los cordones de los zapatos, los telómeros previenen que los haces de ADN se deshilachen. Cada vez que una célula se divide, una porción del ADN telomérico se deshace, hasta que después de muchas divisiones de las células, ha disminuido tanta parte del ADN telomérico, que la célula envejecida deja de dividirse. Así, los telómeros juegan un papel vital al determinar el número de veces que la célula se dividirá, su salud y su longevidad. Estos factores, en cambio, afectan la salud de los tejidos que forman la célula, y por extensión, el envejecimiento del organismo anfitrión. Los expertos nos dicen que el estrés es el mayor causante del envejecimiento que existe, y esta revolucionaria investigación cromosomática explica el porqué. El estrés acelera el envejecimiento de las células humanas y explica la razón por la que los individuos que padecen estrés crónico parecen agotados y rendidos. No sorprende a nadie que los individuos a cargo de enfermos de Alzheimer experimenten una cantidad enorme de estrés, y lleguen a sentirse abrumados por las responsabilidades e, incluso, incapaces de atender las necesidades del enfermo. 200

«Pérdida en vida» es una expresión habitual para describir lo que es ver a un ser querido que padece esta enfermedad. Siete años antes de la muerte de Ronald Reagan, Nancy Reagan describió el declive de su marido a causa de la enfermedad como «peor que el (intento de) asesinato». Nancy Reynolds, una amiga de la familia, comentó que en los momentos finales, la señora Reagan «se había hecho responsable de lo que quedaba» del ex presidente. Su posición privilegiada supuso que su papel como cuidadora fuera muy diferente de la experiencia de mucha otra gente. No obstante, al menos emocionalmente, eso no significa que lucra más fácil. Incluso si la persona que cuida decide pasar los cuidados de su familiar a un centro médico, el estrés físico y psicológico ocasionados por ver el deterioro de salud de un ser querido sigue pasando factura. Cuesta imaginar que una práctica tan sencilla como escribir un diario de gratitud pueda dar un respiro al estrés constante de cuidar a un ser querido con Alzheimer. Después de todo, el giro de actitud que suscita la gratitud no cambia la cruda realidad de esta terrible enfermedad. Sin embargo, Jo-Ann Tsang, de la Universidad Baylor, llevó a cabo un estudio acerca de la intervención de la gratitud con objeto de averiguar si escribir todos los días un diario de gratitud tenía un impacto positivo en el bienestar físico y psicológico de los parientes de enfermos de Alzheimer.16 Para ello, reclutó a los sujetos entre un grupo local de personas que cuidaban de enfermos con esa dolencia, los dividió en dos grupos y mientras que uno escribía un diario cotidiano de la gratitud, el otro anotaba diariamente las dificultades que experimentaba. Ambos grupos debían escribir sus impresiones todos los días durante dos semanas. Una mujer escribió: «Estaba tan agradecida de que Bill me hubiera llamado por mi nombre. No quería que me fuera, y me pidió que volviera.» Otro día, la entrada del diario decía así: «Hoy me siento agradecida porque Bill ha recordado que estamos en julio y no en enero.» 201

La celebración de pequeñas victorias como ésas eran entradas frecuentes en los diarios de gratitud. Hacia el final del estudio, los sujetos que habían escrito diarios de gratitud experimentaron un aumento en el bienestar general y una reducción en los niveles de estrés y depresión desde el principio al final del estudio. El agradecimiento diario se relacionó con niveles más elevados de optimismo y autoestima en las personas que cuidaban de otras, y con menos quejas físicas de salud. Las redes de apoyo a personas que cuidan de otras recomiendan escribir como una manera de autoexpresión, y sospecho que escribir todos los días en un diario las experiencias positivas y enriquecedoras puede considerarse terapéutico. Paradójicamente, acordarse de contar las cosas buenas que nos han ocurrido y ser consciente de las muchas maneras en las que la vida aún merece la pena vivirse, tiene un efecto reafirmante de la vida incluso cuando se está cuidando a los que no son capaces de recordar. Robertson McQuilkin se aferraba agradecido a los recuerdos, recuerdos que eran dulces y amargos a la vez. «Muriel ha llenado el baúl mental de mi memoria con los mejores»,17 escribió. A Nancy Reagan también la mantenía a flote la gratitud. En una charla para la Asociación de Enfermos de Alzheimer que dio un año antes de la muerte de su esposo, reconoció el poder de la actitud de agradecimiento: Hace apenas cuatro meses que celebramos el 52 aniversario de nuestra boda, y como sabéis mejor que nadie, fue un aniversario que celebré sola. Las personas que padecen Alzheimer pisan un terreno pedregoso y cuesta abajo. El largo viaje de Ronnie le ha llevado a un lugar distante donde ya no puedo alcanzarlo. No podemos compartir los maravillosos recuerdos de los años que pasamos juntos ni el de tantas personas estupendas que durante los últimos diez años nos habéis enviado a Ronnie y a mí vuestras oraciones y vuestros mejores deseos. A aquellos que habéis sido tan 202

compasivos, os estaré eternamente agradecida por acordaros de nosotros. Y quiero que os consoléis pensando que Ronnie sigue siendo la misma persona buena, amable y humilde que siempre fue. Dios nos ha bendecido de esa manera, por lo que le estoy tan agradecida.18

AGRADECIMIENTO ENTRE LAS CENIZAS El 11 de septiembre de 2001, la vida de los estadounidenses cambió para siempre cuando varios terroristas secuestraron aviones de pasajeros y los estrellaron contra las torres del World Trade Center de Nueva York y el edificio del Pentágono en las afueras de Washington, D.C. Los ataques terroristas del 11 de Septiembre produjeron más víctimas civiles en un solo día que cualquier otro hecho en la historia de Estados Unidos. Los terribles sucesos de aquel día ofrecieron una oportunidad sin precedentes para que los investigadores de la salud mental estudiaran las reacciones humanas ante un trauma de gran escala nacional. En los cuatro años siguientes se publicaron casi cien estudios, que examinaban las diferentes consecuencias físicas y emocionales de los ataques, en varios diarios psicológicos y médicos. Los primeros estudios que aparecieron se centraron, como era de esperar, en los efectos negativos: síndrome de estrés postraumático, ansiedad, depresión, alteraciones del sueño. Pero, no tardaron en hacer su aparición otros estudios que trataban las emociones positivas. Experiencias entremezcladas con emociones positivas eran justificables después de los ataques del 11 de Septiembre. Si se pregunta cómo, piense en esto: las personas podían sentirse agradecidas de estar vivas o de saber que sus seres queridos estaban a salvo. Por ejemplo, un superviviente del World Trade Center dijo: «Cada día que disfruto como invitado de este planeta verde me parece un golpe extraordinario de buena suerte.»19 Estudios afines trataron de establecer si las emociones y cualidades psicológicas positivas 203

habían ayudado a recuperar la normalidad en las secuelas de los ataques. En uno de estos estudios, Barbara Fredrickson, por aquel entonces especialista en psicología positiva en la Universidad de Michigan, examinó la frecuencia de las emociones positivas y negativas, antes y después del 11 de Septiembre.20 Afortunadamente, todavía estaba en contacto con un grupo de estudiantes entre quienes había repartido un extenso cuestionario sobre las emociones antes del 11 de Septiembre. Pidió a los sujetos que «pensaran en los ataques del 11 de Septiembre y en los días transcurridos desde entonces» y que indicaran cuántas veces habían experimentado cada una de las veinte emociones diferentes de una lista, que incluía tanto aquellas que estaban relacionadas con los ataques como las que en apariencia no lo estaban. Entre las emociones unas eran positivas (alegría, esperanza, amor) y otras negativas (ansiedad, enfado, tristeza). De las veinte emociones, la gratitud fue la segunda más citada. Los individuos que fueron capaces de sentir, por lo menos, niveles moderados de estas emociones positivas gozaron de una mayor capacidad de recuperación y tenían más probabilidades de no padecer una depresión post 11 de Septiembre (el 72 por ciento de los implicados sufrió síntomas clínicamente significativos de depresión). Los individuos más fuertes fueron aquellos con menos posibilidades de experimentar problemas o estrés relacionado con los ataques terroristas. La gratitud y otras emociones positivas parecieron ejercer un efecto protector. Uno podría preguntarse si toda esa positividad no era más que una forma de negación. Después de todo, una manera de sobrellevar un trauma es precintar los pensamientos e imágenes negativas, y mantenerlos alejados de la conciencia despierta. Sin embargo, no había pruebas de semejante efecto de supresión en los datos. La correlación entre los sentimientos positivos y negativos distaba de ser contradictoria, como lo habría sido si se hubiesen activado fuertes defensas. Después del 11 de 204

Septiembre, la mayoría de los afectados por los ataques sintió una mezcla de emociones agradables y desagradables. Por extraño que suene, la gratitud fue también la reacción que experimentaron algunas personas que se encontraban en el World Trade Center, incluso mientras evacuaban las torres. Todos hemos oído muchas historias de ese día terrible. Una historia particularmente conmovedora, que me llamó la atención, la relató el asesor tecnológico de una compañía inversora cuyas oficinas se encontraban en la Torre Sur: Cuando el segundo avión se estrelló contra la Torre Sur del World Trade Center, acababa de salir del ascensor en el piso 44. Polvo y escombros salían a borbotones de los huecos de los ascensores y de las escaleras. Había mucho pánico. Me aferré a la necesidad de ver y sentir el amor de Dios. El descenso por las escaleras fue ordenado y eficiente. Era mucha la gente que expresaba activamente el amor hacia los demás, ayudándoles, calmando sus miedos, abrazándose y animándose. Suena extraño, pero una de las impresiones más duraderas fue cuántas cosas teníamos que agradecer, y cuántas personas a las que estar agradecidas [...], la situación empeoró durante un rato pero cuando las torres se derrumbaron, yo me encontraba a una manzana de distancia [...]. De alguna manera fui capaz de concentrarme en la necesidad de amar y estar agradecido.21 Ésa fue una sorprendente reacción en una circunstancia extraordinaria. No sé usted, pero si yo me hubiera encontrado en esa situación, la gratitud habría sido uno de los sentimientos que menos probablemente habría experimentado. Poco después de los ataques terroristas, los medios de comunicación proclamaron que los estadounidenses, en general, habían cambiado en muchos sentidos para mejor. A pesar de la rabia y la indignación por haber sido atacados en nuestro suelo, 205

se nos informó de que, después del 11 de Septiembre, nos habíamos vuelto más generosos, más amables, valorábamos más la vida, y estábamos más dispuestos a ayudarnos entre nosotros. Pero ¿realmente ocurrieron esos cambios? Y de ser así, ¿cuánto duraron? Christopher Peterson, psicólogo clínico de la Universidad de Michigan y líder del movimiento de psicología positiva, respondió a estas preguntas utilizando datos de una encuesta, realizada a través de Internet, sobre las virtudes del carácter. Buscó cambios inmediatos comparando los resultados obtenidos antes del 11 de Septiembre con otros recogidos uno, dos y diez meses después del ataque. Siete virtudes habían aumentado del antes al después: gratitud, esperanza, generosidad, liderazgo, amor, espiritualidad y trabajo en equipo. Estas siete virtudes seguían ocupando una posición elevada diez meses después, aunque, por lo general, habían descendido de la posición más alta que habían ocupado nueve meses antes.22 En el primer aniversario del 11 de Septiembre, el presidente George W. Bush declaró que, en los acontecimientos que nos habían puesto a prueba a los estadounidenses, encontraríamos la fortaleza de carácter que nos libraría de todos los males. A cada uno de nosotros, siguió diciendo, se nos recordó que «sólo venimos a este mundo una vez, y esos días contados deberíamos llenarlos con las cosas que realmente nos importan más: el amor a la familia, el amor a nuestros vecinos y a nuestro país, y nuestra gratitud hacia la vida y hacia Aquel que nos la ha dado».23 Aquí, el propio presidente de Estados Unidos revalidó la gratitud como el mejor método de afrontar los momentos de incertidumbre.

EL FACTOR DE RESISTENCIA Una actitud de agradecimiento hacia la vida parece ofrecer protección en tiempos de crisis. Pero la gratitud también puede aportar una resiliencia más generalizada y penetrante a lo largo de nuestra vida. «Resiliencia» es un término muy popular en la psicología actual. Se refiere a la habilidad para 206

sobreponerse y adaptarse con éxito a la adversidad. Un extenso material publicado a partir de investigaciones demuestra que, por ejemplo, el optimismo, la fortaleza, el sentido del humor, el apoyo social, una sensación de propósito y significado, y la espiritualidad son poderosos factores de resiliencia. Estudios recientes sugieren que la gratitud debería añadirse a la lista. Hace veinte años que Kenneth Kendler y sus colegas de la Escuela de Medicina de la Universidad Commonwealth de Virginia estudian los factores genéticos de riesgo de la depresión y de otras enfermedades psiquiátricas. Se recopilan registros de gemelos con el propósito de comprender los factores de riesgo medioambientales y genético-familiares de ambos rasgos psicológicos, los normales y los anormales (la estrategia de examinar pares de mellizos permite a los investigadores detectar factores de riesgo únicos porque los mellizos comparten el mismo origen genético y familiar-medioambiental). En un estudio, publicado en 2003, se examinaron los riesgos de desórdenes psiquiátricos en casi tres mil pares de mellizos,24 a lo largo de la vida. Los niveles altos de agradecimiento se asociaron con el riesgo reducido de lo que los investigadores llaman desórdenes interiorizados (depresión, fobias, bulimia) y desórdenes externalizados (personalidad antisocial, alcohol y dependencia de drogas). Al tratarse de un estudio epidemiológico, no aporta luz sobre los motivos por los que el agradecimiento tiene efectos preventivos; no obstante, éste fue un estudio significativo en el que la mayoría de los factores de resiliencia tendían a ser medioambientales (estrés, historia familiar, pérdida personal) o de naturaleza biológica (dieta, ejercicio), y no algo tan aparentemente inadvertido y sencillo como la gratitud. Para los individuos con desórdenes psiquiátricos, la gratitud podría ser una táctica útil de superación para vencer los retos que nos presenta la vida. También puede ser significativamente efectiva en distintos grupos de género, 207

étnicos y/o raciales. Un estudio epidemiológico realizado en el estado de Nueva York reveló que «contar las cosas buenas que nos ocurren» era una estrategia de superación que se empleaba para tratar el desorden del pánico y la agorafobia.25 Contar las cosas buenas fue la segunda estrategia de superación más frecuentemente respaldada por pacientes afroamericanos, que la apoyaban con más frecuencia que sus homólogos de origen europeo. Otros estudios han revelado que los afroamericanos resisten mejor el estrés crónico porque han sido capaces de alimentar una perspectiva que mantiene externo el estrés y, al hacerlo, es menos probable que invada su sentido del yo. También es probable que actitudes de esperanza, fe, perdón y gratitud, basadas en la religión, contribuyan a esta capacidad de recuperación. El aumento de dependencia de la religión está bien documentado en la comunidad afroamericana. Lidiar con los problemas de superación desde la reciprocidad, donde el individuo «se asocia» con Dios, resulta más efectivo que la autodependencia absoluta, especialmente cuando el estrés es incontrolable.26 Otro estudio de mujeres mayores con bajos ingresos reveló que esas mujeres eran mucho más propensas a describirse a sí mismas como «afortunadas» o «benditas» que como «pobres» o «viejas», a pesar de que dos tercios de ellas se hallaban por debajo del umbral de la pobreza y con edades comprendidas entre los 52 y los 99 años. Contar las cosas buenas era el enfoque más común para superar la pobreza, y el mencionado por casi la mitad de las encuestadas.27 Recordarse a sí mismo de mantener una actitud agradecida podría ser una manera común de afrontar los desastres naturales. En un estudio, se entrevistó a una docena de padres que vivían en el sur de Florida en 1992, cuando se produjo el huracán Andrew, la tormenta más costosa y mortífera de toda la historia de Florida. Uno de los temas principales de las experiencias vividas por los padres durante el ciclón era la abrumadora sensación de gratitud por..., lo que no habían perdido. Aunque 208

los hogares de cinco familias habían quedado tan destruidos que éstas habían tenido que ser realojadas, ninguna de ellas había perdido a un ser querido. Gracias a no sufrir la pérdida de lo que más les importaba, experimentaron una profunda gratitud en medio de un terrible desastre. Uno de los padres dijo: «Sentía una abrumadora alegría por estar vivo [...], eso fue lo importante [...], esa euforia de estar vivos; eso sí que se quedó con nosotros.»28 Grabados más recientemente en nuestra memoria están los huracanes Katrina y Rita en 2005. Una vez más, mezclados con historias de devastación causadas por estas tormentas, había recuerdos de recuperación entrelazados con gratitud: La semana pasada fue un momento difícil. Vi cosas y conocí a personas que estaban viviendo una pesadilla. Sin embargo, lo que me sorprendía más mientras regresaba a casa en coche era el desbordamiento de gratitud que compartían los que me rodeaban cuando recibían algo tan normal como una comida caliente, una bebida energética, un viaje en coche, un lugar tranquilo donde dormir, unas palabras de ánimo. La privación creó nuevas perspectivas para todos nosotros. Dejamos de dar por sentado nuestra vida y la de oíros. Es el regalo que llevo a casa conmigo, mi recompensa, supongo, por haber trabajado duro. Katrina se llevó mi casa, pero no mi espíritu.29 Afortunadamente, no hace falta un desastre natural para avivar el sentimiento de gratitud. Otros cambios en la vida presentan desafíos donde una respuesta agradecida en forma de contar las cosas buenas se transforma en una manera efectiva de afrontar los problemas. Cualquiera que haya sido padre por primera vez está familiarizado con los retos que trae esta transición. En un estudio de padres primerizos, los investigadores descubrieron que «recordarse a sí mismo las cosas por las que uno está agradecido» y «decirme que tengo 209

cosas por las que dar las gracias» eran dos de los comportamientos más útiles para superar las dificultades.30 Las madres tendían a encontrar el agradecimiento más útil que los nuevos papás (evidentemente ésos eran los padres que se levantaban en mitad de la noche). En el caso de hijos con discapacidades, el agradecimiento podría compensar parte del estrés asociado con cuidar de un enfermo. Laura King, una de mis ex estudiantes de doctorado y ahora profesora en la Universidad de Misuri, pidió a padres de niños con el síndrome de Down (SD) que escribieran historias sobre el momento en que se habían enterado de que su hijo tenía SD. Cuesta imaginarse lo que debe de ser recibir la noticia de que tu hijo padece una deficiencia profunda. Sin embargo, investigaciones previas muestran que los padres de niños con síndrome de Down no se diferencian de manera significativa de padres de niños sin el mismo, en lo que a vida marital y funcionamiento se refiere. Laura codificó las historias que obtuvo según la presencia de un presentimiento (sentir antes del nacimiento que el niño podría tener SD), un principio feliz, o un final feliz, así como un grado de conclusión o resolución que indicaba que el padre o madre había aceptado el hecho de que su hijo padecía el síndrome. La mayoría de las historias tuvo, como era de esperar, un principio infeliz. Pero los finales felices y las conclusiones de las historias se relacionaron con niveles más altos de bienestar en el momento, así como dos años después. Un progenitor escribió: «Sabía que todo saldría bien. Por encima de todo era nuestro hijo y el síndrome de Down era una característica de Jamie. Es una bendición para nuestra familia, tanto o más, como lo es cualquier hijo.»31 La página de la Web Nacional del Síndrome de Down incluso ofrece el consejo de «adoptar una actitud agradecida» como manera de afrontar algunas de las emociones desagradables que salen a la superficie cuando los padres se enteran de que su hijo/a padece una grave discapacidad.32 Los esfuerzos de los padres para ser positivos 210

serán, sin duda, beneficiosos para los hijos. Escribir un diario de gratitud puede servir de ayuda, como lo fue para las personas que estaban al cuidado de enfermos de Alzheimer y que mencioné antes. El estado emocional de niños con síndrome de Down puede ser en sí mismo una fuente de inspiración.33 Richard Robison es el padre de dos adolescentes con SD. Nos habla de una cena familiar de Acción de Gracias en la que una de ellas, Amy, llegó preparada con una lista escrita a mano de las cosas por las que estaba agradecida: 1. Doy gracias por mi familia. 2. Doy gracias por mis amigos. 3. Doy gracias por mis admiradores. 4. Doy gracias por mi hermana. 5. Doy gracias porque mi madre me ha regalado flores (después de mi actuación en la obra de teatro del colegio). 6. Quiero mucho a mi mamá. Quiero mucho a mi papá. Quiero mucho a mi hermana y a mi hermano. Se da el estereotipo de que las personas con síndrome de Down son siempre felices. Sin embargo, lo mismo que los niños sin SD, cada crío experimenta toda una serie de emociones, lucha con los retos de la vida diaria y, como resultado de su discapacidad, se enfrenta a un riesgo más elevado de exposición a la discriminación o los malentendidos. Hay bastantes pruebas que sugieren que las personas con SD corren un riesgo aumentado de ser diagnosticadas con depresión. Por eso, resulta muy inspirador cuando expresiones de gratitud, simples y entusiastas como las de Amy, iluminan la vida de sus padres y de los que les rodean.

EL YO SALVADOR El psicólogo Dan McAdams, de la Universidad North Western, está especializado en el estudio de vidas. En el recinto 211

universitario dirige el Centro Foley, que se dedica a potenciar la rica tradición intelectual asociada con Henry A. Murray, Robert White, Erik Erikson, David McClelland, Silvan Tomkins, y otros especialistas que establecieron la «personología» como el estudio científico de toda la persona en el contexto biográfico y cultural. Estos estudiosos defendían la importancia del relato (la manera en que el individuo da sentido al mundo a través de la narración) como instrumento en la creación de significado. Los relatos nos permiten comprender el pasado, el presente y aquello que es humanamente posible en una forma única. El estudio de la narrativa de la vida presupone que la trama narrativa que los individuos hacen de su vida son reconstrucciones imaginativas del pasado y anticipaciones del futuro, que sugieren ese mito personal y autodefinido en el que cada individuo trabaja toda su vida. Pocas preguntas tienen una historia intelectual más larga, profunda y viva que la pregunta de cómo «construimos» nuestra vida y, desde luego, cómo nos creamos a nosotros mismos en el proceso. Tales mitos personales funcionan psicológicamente para dotar a la vida moderna de cierto parecido de orden y propósito. Los individuos también utilizan las historias para dar sentido a su vida y para que los ayuden a adaptarse a los sucesos inesperados. Al contar las historias de su vida, McAdams identificó las «secuencias de redención» como uno de los dos estilos narrativos inconfundibles que las personas utilizan.34 En una secuencia de redención, hay una transformación de una circunstancia desagradable en un resultado positivo. Algo malo ocurre (digamos que el protagonista fracasa en algún sentido, pierde el amor de un ser querido, sufre de alguna manera, reconoce un pecado o un defecto), pero algo bueno sale de todo ello para redimir la secuencia. Por ejemplo, el alcoholismo y el divorcio podrían ser seguidos por la sobriedad y un nuevo matrimonio, un fracaso profesional por un ascenso, o que un éxito basado en el desarrollo de la confianza ocurra inmediatamente después de un 212

fracaso demoledor. Muy presentes en las secuencias de redención generadas por los individuos que entrevistó McAdams, se hallaban los sentimientos de agradecimiento y apreciación. Una secuencia era la de un embarazo no deseado y un parto doloroso, que se tradujo en agradecimiento y felicidad por el bebé. Otra era un grave accidente de moto, que se tradujo en un mayor aprecio a la vida y en un compromiso renovado con las metas personales. No se trata sólo de ejemplos interesantes sacados de la vida real, sino que también prueban un punto importante: los individuos redimidos y agradecidos no son ni ingenuamente optimistas ni se encuentran bajo el espejismo de que el sufrimiento y el dolor no son reales. Para que haya redención, primero debe haber dolor. El giro redentor no borra el dolor original, más bien, estos individuos ganan conscientemente control porque eligen sacar provecho de la adversidad, siendo uno de los mayores beneficios la percepción de la vida como un regalo. Aunque no es habitual expresar gratitud por las desgracias que nos ocurren en la vida, es muy común entre los adultos altamente creativos insistir en lo agradecidos que están de que se haya producido un paso redentor en su historia. Un hombre pierde su trabajo, pero como resultado de esto cambia el orden de prioridades en su vida, sitúa a su familia en primer lugar y da gracias por haber tenido esta oportunidad. Una mujer se divorcia de un marido que la maltrata, pero, a continuación, estrecha los vínculos con sus amistades, su autoestima aumenta y da gracias a todos los que la rodean y que la han ayudado a salir adelante. En las secuencias de redención, se nos recuerda el famoso verso: «Estaba perdido, pero ahora me he encontrado; estaba ciego pero ahora puedo ver.»35 La redención evoca una gracia extraordinaria, una gratitud desbordante. Es posible que la gratitud promueva la construcción de secuencias redentoras de vida, porque los individuos que enfocan la vida con la actitud de que toda la existencia es un regalo, tienen más probabilidades de 213

encontrar el bien en las circunstancias adversas de la vida. Es más fácil que avancen y que sigan adelante después de una catástrofe. De hecho, es más que posible que describan un suceso de esa índole como un regalo.

MÁS QUE UN SENTIMIENTO Corrie ten Boom, el apóstol Pablo, Dietrich Bonhoeffer y Horatio Spafford fueron capaces de mantener una postura agradecida hacia la vida pese a lo que les sucediera a ellos o a su alrededor. La gratitud puede, y a menudo así lo hace, florecer en el suelo de la adversidad. Pero ¿cómo lo consiguen estos «pilares» del agradecimiento? ¿Es la gratitud uno de esos «regalos» injustos que reciben las personas risueñas, aquellas que instintivamente no sienten la ansiedad, la pena y la separación de vivir en este mundo? ¿Es ésta una emoción que proviene de una predisposición química a pensar de manera positiva o hay alternativas entre las que escoger? En su libro, In Search of Stones: A Pilgrimage of Faith, Reason, and Discovery (Piedras Sagradas), el psiquiatra M. Scott Peck sugiere que, quizás, algunas personas transportan un gen de la gratitud.36 Pero ¿se puede escoger la gratitud? ¿Podemos elegir ver todo lo que pasa como un regalo, pensado para nuestro beneficio? La habilidad para percibir los acontecimientos de la vida e incluso la vida misma como regalos, parece esencial si vamos a transformar las tragedias en oportunidades. A la inversa, la percepción de que somos víctimas pasivas de circunstancias desafortunadas minaría la habilidad para desarrollar un sentido de ser obsequiados (compárese con la investigación afroamericana). Concebirse a uno mismo como víctima inhibe las percepciones de que la vida es un regalo. Las personas agradecidas disponen de más maniobrabilidad psíquica que las desagradecidas, lo que les permite estar menos a la defensiva y más abiertas a la vida. Como tales, es probable que estuvieran de acuerdo con el reformador religioso del siglo XVII, 214

Juan Calvino, que escribió: «Estamos casi abrumados por un torrente tan grande y tan copioso de buenas obras, por tantos y tan grandes milagros que percibimos siempre que miramos, que nos sobran razones para alabar y dar las gracias.»37 Al pensar en las relaciones entre el sufrimiento, la gratitud y el crecimiento, necesitamos recordar la diferencia entre sentirse agradecido y ser agradecido. Como sentimiento, la gratitud es una respuesta natural a una situación particular cuando ocurren cosas buenas a un individuo. Nadie se siente agradecido cuando pierde un trabajo, recibe un diagnóstico devastador o ve que su matrimonio se derrumba. ¿Cómo podría estarlo? Sería absurdo, y un insulto a la persona, sugerir que debería sentirse agradecida a pesar de todo lo que le pasa. ¿Cree que Job, el apóstol Pablo o Dietrich Bonhoeffer se sintieron agradecidos? Pero el agradecimiento no es sólo un sentimiento, es también una actitud, una postura ante la vida que dice «estaré agradecido en todas las circunstancias». El hermano David Steindl-Rast, el maestro de la gratitud más destacado del mundo, ha escrito que «los períodos que nos desafían física, emocional y espiritualmente hacen que nos resulte casi imposible sentirnos agradecidos. Sin embargo, podemos decidir vivir agradecida y valientemente abiertos a la vida en toda su plenitud. Al vivir el agradecimiento que no sentimos, empezamos a sentir el agradecimiento que vivimos».38 La concepción de la gratitud como una actitud de vida nos permite ver cómo aquélla se pone a prueba y se fortalece en la adversidad. Los sentimientos agradecidos fluyen cuando ocurren cosas buenas; las actitudes de agradecimiento preceden a la bondad, y preceden a los sufrimientos. Si uno no es agradecido ante los retos que se le presentan, le resultará más difícil (aunque no imposible) evocar la gratitud antes de que aparezcan. El filósofo Sóren Kierkegaard tenía la siguiente oración: Recibiremos todo de Tu mano. Si fueran honores y gloria, lo recibiremos de Tu mano; si fuera ridículo e 215

insultos, lo recibiremos de Tu mano. Haz que recibamos lo uno o lo otro con igual alegría y gratitud; poca es la diferencia entre todas las cosas, si pensamos sólo en un detalle decisivo: que todo proviene de Ti.39 Para Kierkegaard, todo lo que viene de la mano de Dios debe ser bueno, lo parezca o no, porque viene de Dios, que es benevolente. En la gratitud, encontramos la manera de trascender las vicisitudes inmediatas que acompañan las circunstancias. La gratitud no es sólo una emoción, que sentimos cuando recibimos alegremente un regalo, sino que es también una actitud de vida. Esa fue la postura que adoptó Job hacia la vida. En ese sentido, se puede desligar de las circunstancias de la vida. Una actitud de agradecimiento hacia la vida es relativamente inmune tanto a la suerte como a la desgracia. Es más, de hecho, los padecimientos y el sufrimiento pueden perfeccionar y profundizar el agradecimiento. Históricamente, la gratitud era vista como una virtud que contribuía a una vida mejor. Las virtudes son hábitos que sirven de práctica, y los buenos hábitos exigen, a menudo, un ejercicio prolongado. Escritores clásicos, que centraron su atención en la buena vida, hacían hincapié en el cultivo y expresión de la gratitud para la salud y la vitalidad tanto de la ciudadanía como de la sociedad. En diferentes culturas y períodos, las experiencias y las expresiones de gratitud han sido tratadas como aspectos, tanto básicos como deseables, de la personalidad humana y de la vida social. Transformar la adversidad en prosperidad exige que, pase lo que pase, la existencia propiamente dicha, se vea como un regalo. Ver la vida de esta manera exige que el agradecimiento sea un aspecto profundo y duradero del carácter de una persona. La virtud de la gratitud consiste en la buena voluntad o predisposición para responder a las acciones de otros, viendo bondad y benevolencia en ellas, y deseando, en consecuencia, corresponder a los beneficios con muestras de reconocimiento. Como virtud, el agradecimiento es una actitud que subyace bajo 216

el funcionamiento con éxito en el curso de la vida. En un estudio longitudinal del desarrollo del varón adulto, el psiquiatra de la Universidad de Harvard, George Vaillant, conjetura que una clave para la adaptación madura a la vida es la habilidad para reemplazar la amargura y el resentimiento hacia aquellos que nos han hecho daño por la gratitud y la aceptación. Según Vaillant, «defensas maduras crecen de la capacidad evolutiva de nuestro cerebro para dominar, asimilar y sentir gratitud por la vida, estar vivos y experimentar».40 La gratitud forma parte de este proceso creativo por el que las emociones autodestructivas se transforman en otras que permiten la curación y la renovación. Una persona inclinada al agradecimiento tendrá tendencia a ver lo bueno de las situaciones y a fijarse menos en lo malo. Los que tienen la virtud del agradecimiento se sienten agradecidos por las maneras en que las circunstancias dolorosas les permiten crecer. Del mismo modo en que las tragedias se transforman en oportunidades, los individuos agradecidos comienzan a curarse las heridas pasadas y a mirar al futuro con una nueva afirmación de la vida.

EL REINO DE LA OSCURIDAD «Nadie es capaz de tanta gratitud como alguien que ha escapado del reino de la oscuridad»,41 escribió Elie Wiesel, superviviente del Holocausto, escritor y premio Nobel de la Paz. Wiesel conocía de primera mano la necesidad de elegir el desconectar la actitud de uno mismo de sus circunstancias. Arrestado por los nazis en su pueblo rumano a los 15 años, y transportado en un vagón de ganado a Auschwitz en la primavera de 1944, Elie padeció humillaciones, perdió la fe y a su familia y, por último, todo rastro de humanidad. Experimentó la gran vergüenza de no preocuparse por nada salvo su propia supervivencia, cosa que sucede cuando la supervivencia diaria trae hambre, desdichas y un frío atroz. Wiesel sobrevivió a los campos de la muerte y fue liberado en abril de 1945. 217

Hace unos años, Oprah Winfrey entrevistó a Wiesel en su programa de televisión, y le preguntó si, después de la gran tragedia que había vivido, todavía existía dentro de él un espacio para el agradecimiento. Ésta fue su respuesta: Absolutamente. Al acabar la guerra, iba por ahí diciendo a la gente «gracias por estar vivo, gracias por su humanidad». Y hasta el día de hoy, la palabra que me viene más a menudo a los labios es «gracias». A la persona que no siente gratitud le falta algo de humanidad. Casi se puede definir a alguien por su disposición hacia la gratitud [...]. Para mí, cada hora es una bendición. Y mi corazón se llena de gratitud cada vez que conozco a alguien y veo que sonríe.42 Cuando pienso en la vida y obra de Wiesel, me impresiona su metáfora del «reino de la oscuridad». Afortunadamente, es probable que sean pocos quienes lleguen a experimentar alguna vez algo tan horrible como el Holocausto. Sin embargo, todo el mundo que ha hecho frente a un sufrimiento de un tipo o de otro, se las ha visto o se las ve con su propio reino de la oscuridad. La «oscuridad» representa aquellas circunstancias de la vida que parecen atraparnos o limitar nuestras opciones. Para una persona, podría ser una adicción o una relación de malos tratos. Para otra, los apuros económicos. Y para otra, un trabajo limitador o incluso una depresión. Wiesel continúa describiendo sus experiencias en la cárcel cuando explica que lo que otros no pueden ver, es lo que es real para los que se sienten atrapados: nuestra mente construye las paredes de la prisión; los pensamientos las rodean con una alambrada; los juicios internos se convierten en los guardias que la patrullan. Escapar requiere cavar un túnel o escalar los obstáculos y pasar por delante de los guardias. ¿Cómo escapa uno? Para Wiesel, la llave que abre la puerta de la prisión es la llave del agradecimiento. Buscar y estar agradecido por lo que hay de positivo en cada situación cava el 218

túnel y acaba con el dominio del despecho. Wiesel escribe: «Este simple proceso tiene el poder de transformar la vida. Si el polvo se asienta y sigues en pie, hay una razón para ello [...]. ¡Y ahora empieza a caminar! Abandona el reino de la oscuridad. Empieza a caminar hacia las puertas, ahora mismo. Tu libertad empieza por dar las gracias por las pequeñas cosas, ganando coraje y fuerza para alcanzar las grandes cosas.»43 Nuestras identidades están fuertemente ligadas a recuerdos significativos de la vida. Incluso se podría decir que somos aquello que recordamos. La gratitud es cómo recuerda el corazón, a saber, cómo recuerda las atenciones, los momentos más significativos de interacción con otros, los actos compasivos de los extraños, los regalos sorpresa y las cosas buenas de cada día. Al recordar, honramos y reconocemos las muchas maneras en que quienes somos y lo que somos han sido moldeados por otros, que siguen vivos o han muerto. Wiesel nos recuerda que, paradójicamente, en la gratitud debemos recordar los malos tiempos así como los buenos. Nuestra gratitud es ahora testigo del sufrimiento habido. Cuando hay sufrimiento a manos de otros, la gratitud toma un carácter desafiante, una vigorosa determinación de estar agradecido pese a lo que uno ha pasado. Esta «gratitud desafiante» es el regalo que Wiesel y otros supervivientes de las atrocidades nos han hecho. Al engañar a la muerte, nos han enseñado cómo vivir. En medio de condiciones deshumanizadoras, nos han enseñado cómo ser humanos.

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7 Practicar la gratitud Existe una paradoja subyacente en la gratitud: aunque hay pruebas claras de que cultivar la gratitud, tanto en nuestra vida como en nuestra actitud hacia ella, nos vuelve personas razonablemente más felices y más sanas, sigue siendo difícil practicar la gratitud diariamente. Algunos días ocurre de manera natural; otros días, parece como si nos tomáramos una medicina, como si hiciéramos algo que sabemos que es bueno para nosotros pero que, realmente, no nos apetece. En los días difíciles, puede ser como ponerte a hacer ejercicio cuando lo que realmente quieres es hundirte en el sillón y mirar la televisión. Sé por qué lo digo. Me encanta mi trabajo, investigar la gratitud, pensar y escribir acerca de ella, leer las ideas de otros sobre el tema y hablar en público sobre ello. Sin embargo, encuentro difícil la práctica sostenida de la gratitud. No siempre me surge de manera fácil o natural, y tengo que esforzarme para cambiar el rumbo de tendencias, muy arraigadas en mí, a dar la vida por sentada. Es posible que sea lo único que tengo en común con Einstein, que debía recordarse, miles de veces al día, lo mucho que dependía de otras personas. Miles de veces al día, yo también me recuerdo que debo ser agradecido y lo mucho que dependo de otros. Me justifico diciendo que dado que pienso constantemente en la gratitud, no necesito practicarla de forma activa. Pero la mayoría de las veces no pienso en aquellas cosas de la vida por las que estoy agradecido, sino en el próximo estudio o el siguiente artículo o la siguiente charla que voy a dar. Sospecho 220

que Einstein y yo no estamos solos. La gratitud puede ser una tarea ardua y difícil. Requiere disciplina. De ahí que necesitemos un capítulo sobre cómo cultivarla. Las pruebas de que cultivar la gratitud resulta beneficioso son abrumadoras. La gratitud es una cualidad a la que deberíamos aspirar para que forme parte de nuestro crecimiento personal. Esta sabiduría deriva no sólo de los antiguos filósofos y teólogos sino también de las investigaciones actuales de las ciencias sociales. Los análisis de las escrituras hebreas, el Nuevo Testamento, y el Corán, todas ellas describen la gratitud como la más importante de las virtudes que ensalzan. Las investigaciones actuales de las ciencias sociales han ratificado ahora esta antigua sabiduría, llegando a la conclusión de que la gratitud promueve gran cantidad de beneficios. Concretamente, hemos demostrado que la gratitud se relaciona positivamente con resultados tan importantes como satisfacción con la vida, vitalidad, felicidad, autoestima, optimismo, esperanza, empatía y deseos de ofrecer apoyo emocional y tangible a otras personas. Ser desagradecido, por el contrario, se relaciona con la ansiedad, depresión, envidia, materialismo y soledad. Colectivamente, dichos estudios presentan pruebas verosímiles de que el sentimiento de gratitud genera una reacción a través de cada área de nuestra vida, y satisface potencialmente algunos de nuestros anhelos más profundos, nuestro deseo de felicidad, nuestra búsqueda de mejores relaciones y nuestra búsqueda incesante de paz interior, unidad y satisfacción. Pero, la gratitud es algo más que una herramienta para el autoperfeccionamiento. Es una forma de vida. La emoción de la gratitud, como la mayoría de las emociones, es difícil de conjurar con antelación. Como hemos visto, el sentimiento, lo mismo que otras emociones, es una reacción a los sucesos externos, y sin ellos, es casi imposible recuperarla. La causa de una emoción es algo externo que dispara el sentimiento, un instigador o causa directa del sentimiento. Hay 221

una percepción particular del instigador, que determina el sentimiento subjetivo y su correspondiente intensidad, a continuación de la cual se produce una respuesta psicológica mensurable. La emoción debería causar, entre otros, cambios motivacionales en la forma de pensar. Por último, se da a menudo un componente expresivo que nos permite comunicar la emoción a otros. Estas son las características de la emoción, que, por definición, tiene una naturaleza transitoria. Como emoción efímera, a corto plazo, el sentimiento de gratitud no puede adquirirse exclusivamente a través de la fuerza de voluntad. No puedes intentar ser agradecido y luego, a través de pura voluntad, conseguirlo automáticamente, más de lo que uno puede intentar ser feliz y triunfar. Como formula un antiguo dicho, «la felicidad no se busca, se encuentra». No se puede conseguir a través de un esfuerzo consciente. Concentrarse, internamente, en si uno es feliz o en intentar serlo parece condenado al fracaso. «Pregúntate si eres feliz —escribió John Stuart Mili en 1873—, y dejarás de serlo.»1 Lo mismo sucede con la gratitud. Si uno se pregunta si se siente o no agradecido, seguramente la respuesta será no. Lo que trato de decir es que no se puede cambiar de humor mentalmente y sintonizar con la gratitud en el momento que uno lo desea. De modo que, relájese porque no alcanzará ese sentimiento con un chasquido de dedos. Los beneficios de la gratitud provienen del desarrollo, a largo plazo, de la disposición al agradecimiento a través de una gran dedicación. La disposición para experimentar la gratitud o el agradecimiento es la tendencia a sentir gratitud con frecuencia, de la manera apropiada y en las circunstancias apropiadas. Una persona con disposición a sentirse agradecida ha creado una visión del mundo que afirma, de hecho, que toda la vida es un regalo hecho gratuitamente. Aunque no exista una manera directa de ser agradecidos, podemos cultivar el agradecimiento estructurando nuestra vida, nuestra forma de pensar y nuestras 222

palabras de tal manera que facilitemos las experiencias que inducen a la gratitud y que las etiquetemos como tales. Los psicólogos sugieren que los cambios, ya sean limitados o de mucho mayor alcance, no ocurren de la noche a la mañana, sino en etapas.2 Según las etapas del modelo de cambio desarrollado por el psicólogo clínico James Prochaska, de la Universidad de Rhode Island, los cambios de comportamiento no ocurren de golpe. Al contrario, los individuos tienden a progresar en diferentes etapas, camino de alcanzar el cambio deseado. Además, cada persona progresa a través de las etapas a su propio ritmo. Este modelo ha sido aplicado con éxito para comprender cómo los individuos cambian hábitos físicos poco saludables como fumar y beber, pero también se puede aplicar a hábitos psicológicos malsanos. Si está pensando en sentirse más agradecido (y si ha leído este libro desde el principio, es probable que así sea), entonces se halla en lo que Prochaska llama la «fase de contemplación» del cambio. En ella, reflexionará sobre los aspectos negativos de ser desagradecido y las consecuencias positivas de una actitud más agradecida. Estará abierto a recibir información sobre el cambio, pero todavía no se sentirá comprometido a llevarlo a cabo. Mi intención en este capítulo es ofrecerle algunas herramientas muy concretas que le permitan pasar a la siguiente etapa de cambio, la fase de acción. En la fase de acción, los individuos creen tener la habilidad de cambiar su comportamiento, y se hallan activamente implicados en dar los pasos para modificar su comportamiento, empleando diferentes técnicas. Revisan mentalmente el compromiso que tienen consigo mismos, y desarrollan planes para enfrentarse con presiones, internas y externas, que pueden llevar a dar traspiés. Tal vez utilizan recompensas a corto plazo para mantener la motivación, y piensan en los esfuerzos que conlleva el cambio de una manera que aumente la confianza en sí mismos. En esta fase, los individuos tienden a estar abiertos a recibir ayuda, y también es 223

probable que busquen el apoyo de otras personas, lo que en sí mismo es un factor fundamental para mantener cambios positivos.

ESTAR SIEMPRE AGRADECIDO: LOS DIEZ PASOS MÁS IMPORTANTES En el capítulo 5 identifiqué varios obstáculos o barreras para la gratitud. Como contrapunto, en este capítulo propongo diez consejos basados en pruebas para volverse más agradecido. Dado que los obstáculos son considerables y su influencia en nuestra vida, omnipresente, la práctica constante y disciplinada de los siguientes pasos es necesaria para sentirse más agradecido de forma continuada. Por lo tanto, le ayudará conocer las diferentes técnicas de desarrollo y experiencia de la gratitud. Al aprender y entender estos enfoques, podrá empezar a crear sus propias experiencias y prácticas, que le ayuden a entrar en contacto con la capacidad de abrir las puertas a la apreciación de los obsequios que recibe. Los diez pasos que presento no siguen ningún orden en particular, pero se construyen y se apoyan mutuamente.

Escriba un diario de gratitud Una de las mejores maneras de cultivar la gratitud es establecer una práctica diaria en las que se recuerde a sí mismo los regalos, los favores, los beneficios y las cosas buenas de las que disfruta. Y uno de los mejores métodos para hacer eso es tener un diario en el que escriba todos los días las cosas buenas por las que está agradecido. Mis investigaciones han revelado, tal y como dije en el capítulo 2, que esta técnica hace más felices a las personas. Al sentirnos agradecidos, afirmamos que existe una fuente de bondad en el mundo. Al escribir todos los días, aumentamos y expandimos esta fuente de bondad. Tomarse unos minutos al día para recordar momentos de gratitud asociados con sucesos mundanos o corrientes, atributos personales o seres 224

queridos que hay en su vida, le ofrece la posibilidad de tejer y entrelazar una trama de vida sostenible basada en el agradecimiento, a la vez que alimenta una actitud fundamental ante la vida cuyo empuje es, decididamente, asertivo. Así que empiece tomando nota, todos los días, de acontecimientos inspirados en la gratitud. Da igual si lo hace al comenzar el día o deja la lista para el último momento justo antes de dormir. Todas las maneras de hacerlo son igualmente buenas. No necesita comprar un bonito diario para escribir las entradas en él, ni preocuparse por la gramática o las faltas de ortografía. Lo importante es establecer el hábito diario de prestar atención a sucesos inspirados en la gratitud; se trata de crear una rutina. El acto de escribir traduce los pensamientos en palabras. Investigaciones psicológicas han demostrado que traducir los pensamientos a un lenguaje concreto, es decir, a palabras, ya sean habladas o escritas, tiene ventajas sobre el mero acto de pensar.3 Escribir ayuda a organizar los pensamientos y facilita la integración, y también ayuda a aceptar las propias experiencias y ponerlas en contexto. En esencia permite ver el significado de los sucesos que ocurren a nuestro alrededor y a encontrar significado a la vida. Escribir sobre hechos desagradables e incluso traumáticos es ampliamente recomendado por los terapeutas. En el contexto de escribir un diario de gratitud, sirve para ofrecer marco de referencia, nuevo y reparador, a una situación difícil de la vida. Actualice su lista de gratitud periódicamente. Es importante no dejar que la lista se vuelva trasnochada. El primer día, uno de los sujetos de uno de nuestros experimentos escribió las tres gratitudes siguientes: «Mi gato, mi perro, mi apartamento.» El segundo día la lista consistió en «mi gato, mi perro, mi apartamento». El tercer día, «mi gato, mi perro...». Ya se imaginan el resto. Ni una sola vez, ni en contenido ni en orden, se apartó la mujer de las tres fuentes de gratitud durante las tres semanas que duró el experimento. Este proceso de repetir las 225

mismas cosas buenas durante las tres semanas del estudio indica «fatiga de gratitud». Es cierto que los primeros días de escribir el diario, el contenido puede ser un poco repetitivo. No ocurre nada por insistir en los temas, pero debería evitarse la repetición literal, ya que podría incluso conseguir el efecto opuesto al buscado. Nos podemos imaginar, después de semanas de este proceso repetitivo, que la mujer escribe de repente: «¡Qué vida tan vacía! ¡Todo lo que tengo es un gato, un perro y un apartamento!» Al reflexionar sobre un beneficio que recibimos de otra persona, deberíamos descomponerlo en múltiples partes, y meditar sobre todas ellas. Esto es efectivo por dos razones. Primero, nos ayuda a evitar la fatiga de la gratitud. Segundo, engendra una mayor apreciación del esfuerzo hecho por el benefactor, y de los múltiples beneficios inherentes en el gran esfuerzo «global», algo que podría escaparse a un reconocimiento, más apresurado y superficial, de la gratitud. Por ejemplo, decir simplemente que estoy agradecido a mi esposa induce menos a la gratitud que intentar pensar, de manera consciente y deliberada, en las innumerables horas de esfuerzos que dedicó al cuidado de la casa y de los niños, para que yo pudiera acabar este libro en la fecha prevista (por mencionar uno de los detalles amables y atentos que ha tenido conmigo). Puede resultar descorazonador al principio; a veces, la lista le parecerá pobre. Pero, corroborando la antigua sabiduría, en mis investigaciones he encontrado que ser consciente de las cosas buenas lleva a tener más cosas de las que estar agradecido. A medida que nuestro foco de percepción se agudiza, es más probable que veamos bendiciones donde antes veíamos maldiciones. Dejamos de dar nada por sentado. Empezamos a sentirnos agradecidos por la habilidad de sentir gratitud. La espiral crece. Lo importante es empezar de una vez, incluso si la única línea de la lista es «hoy no ha sucedido nada malo». Si normalmente se encuentra a -5 o a -10 de +10 en la escala que 226

va de desagradecido a agradecido, será necesario que avance primero al punto cero antes de empezar, claramente, a ver cosas buenas positivas, y a avanzar por el lado positivo de la escala. El psicólogo Charles Shelton recomienda que cuando identifique en su diario cotidiano aquellos elementos de su vida por los que está agradecido, los vea como «regalos». Mientras reflexiona o contempla un aspecto de su vida por el que se sienta agradecido, haga un esfuerzo consciente para asociarlo con la palabra «regalo». Sea consciente de sus sentimientos, de cómo le gusta y saborea este regalo en su imaginación. Tómese tiempo para ser especialmente consciente de la profundidad de su gratitud. En otras palabras, no realice este ejercicio apresuradamente como si se tratara de otro apartado más en la lista de cosas que hacer.

2. Recuerde lo malo La mayoría de las personas percibe la vida como algo agradable. Las investigaciones han demostrado que solemos tergiversar los recuerdos de los sucesos en sentido positivo. Un estudio reciente revelaba que más del 90 por ciento de los sujetos que tomaron parte en la investigación citó más recuerdos autobiográficos agradables que desagradables. A pesar de esta preferencia por lo positivo, no existe ninguna razón por la que las cosas buenas que mencionamos en nuestro inventario diario de gratitud tengan que ser, exclusivamente, agradables. También necesitamos recordar las cosas malas. Durante un sermón en el Día de Acción de Gracias, el reverendo Peter Gomes animó a su congregación en Harvard a «pensar en los peores momentos, los disgustos, las pérdidas, las tristezas, y luego recordar que aquí estáis, capaces de recordarlos [...], habéis superado los peores días de vuestra vida [...], habéis superado los traumas, las pruebas, habéis superado la tentación, sobrevivido una mala relación, y estáis saliendo del agujero negro [...], recordad las cosas malas [...], y luego mirad dónde estáis».4 Cuando 227

recordamos lo difícil que la vida solía ser y lo lejos que hemos llegado, establecemos un contraste explícito en la mente, y este contraste es un campo fértil para el agradecimiento. ¿Por qué es una estrategia efectiva para cultivar la gratitud recordar las cosas peores que la vida nos ha dado? Porque saca provecho de las herramientas mentales naturales y de los procesos normales del pensamiento humano. Además, la investigación psicológica ha establecido la verdad empírica de que «lo malo tiene más fuerza que lo bueno».5 Los estímulos negativos a menudo ponen de manifiesto razones poderosas que son difíciles de ignorar o superar. Las adversidades de la vida, combinadas con las emociones fuertes. Se graban profundamente en la memoria y, por esta razón, son fáciles de recordar. Sin embargo, una tendencia que compite con ésta es que los sentimientos asociados con sucesos desagradables tienden a desvanecerse más rápido que los sentimientos asociados con sucesos más agradables. Anhelamos una reconciliación con nuestro ex cónyuge, porque los recuerdos de los encuentros tormentosos y del gélido desprecio han desaparecido. Por lo tanto, ser agradecido en nuestra unión actual, ayuda a recordar lo terrible que fue nuestro anterior matrimonio. Segundo, nuestra mente piensa de manera contrafáctica, es decir, haciendo comparaciones mentales entre cómo son las cosas y cómo podrían haber sido diferentes. A veces, el pensamiento contrafáctico es contraproducente para nuestro bienestar mental, si lamentamos oportunidades perdidas o recreamos pesares sobre lo que pudo ser y no fue. Pero podemos frenar el poder del pensamiento contrafáctico, recordándonos que la vida podría ser mucho peor de lo que es.

3. Hágase tres preguntas Todos los días, antes de redactar su inventario moral, pruebe a incorporar aspectos de una técnica de meditación budista conocida como naikan. El naikan es obra de Yoshimoto 228

Ishina, un devoto budista japonés que se hizo millonario gracias a sus propios esfuerzos,6 y que desarrolló este método como una manera de ayudar a otros a mirarse por dentro (la palabra naikan significa «mirar dentro»), ser introspectivo, y «verse a uno mismo con el ojo de la mente». La práctica conlleva la reflexión sobre estas tres preguntas: ¿Qué hizo por mí esa persona durante ese período? ¿Qué hice yo por ella durante ese período? ¿Qué problemas y dificultades le causé en ese período? Estas preguntas nos pueden ayudar a tratar temas o relaciones. Nos ayudan a ver la calidad recíproca de las relaciones y nos ofrecen una estructura de autorreflexión. Se pueden dirigir a situaciones laborales, interacciones sociales o a desarrollar ciertos aspectos de uno mismo. El primer paso consiste en reconocer todos los regalos que hemos recibido. Recordar la sonrisa de una persona, unas palabras amables o actos de ayuda pueden originar sentimientos de gratitud. Cuando nos concentramos en el bien que recibimos cada día, nos llenamos de una profunda sensación de apreciación en lugar de hundirnos bajo el peso de nuestros problemas. Durante un viaje que hice, aproveché para reflexionar sobre todas las personas que eran responsables de que yo fuera del punto A al punto B. Al llegar a la habitación del hotel, me asombró el elevado número de personas que me habían ayudado (el vendedor del billete, el conductor del autobús que me llevó de la Terminal al avión, el mozo de equipajes, los empleados de los controles de seguridad, los pilotos y personal de vuelo, la empleada de la compañía de alquiler de coches y el recepcionista del hotel entre otros; estoy seguro de que me olvido de alguien). Fijarme en lo que esas personas hacen por mí, me sirve para reducir el estrés del viaje más que ningún otro factor. A continuación nos concentramos en lo que hacemos por los demás. Esto nos ayuda a darnos cuenta de lo que dependemos de los otros, y a librarnos de una sensación de tener derecho a 229

cosas, que podría provenir del sentimiento de que los demás están en deuda con nosotros sin que nosotros les debamos nada. Hágase esta pregunta: ¿En qué sentido puedo «recompensar» a otros como respuesta apropiada a la gratitud que siento? Sea creativo buscando maneras de compensar las cosas buenas que le han sucedido. Cómo mínimo, les debo, y así lo expreso, mi más sincero agradecimiento a todas aquellas personas que he citado en el ejemplo previo. El último paso es difícil, el reconocimiento no de las cosas que nos molestan, sino del dolor que causamos en la vida de otras personas con nuestros pensamientos, palabras y actos. El autor Greg Krech, que escribió sobre la práctica de naikan, dice de este paso, «si no estamos dispuestos a ver y aceptar aquellos sucesos en los que hemos sido la fuente del sufrimiento de otros, entonces no podemos realmente conocernos a nosotros mismos ni la gracia por la cual vivimos».7 Este ejercicio de las tres preguntas se puede hacer diariamente unos veinte minutos o así antes de acostarse, y es útil para recapacitar, de manera general, sobre las actividades del día. Otro método consiste en meditar sobre una relación específica entre cincuenta a sesenta minutos, examinándola cronológicamente, o concentrarse en una situación particular que requiera nuestra atención. Independientemente de aquello sobre lo que pensemos, el naikan subraya dos temas: el descubrimiento de la culpa personal por haber sido desagradecidos en el pasado, y el descubrimiento de sentimientos positivos de gratitud hacia quienes se han esforzado en beneficio nuestro en el pasado o en el presente. Se puede practicar una forma más intensa de naikan en uno de los varios centros de retiro que existen en Estados Unidos. Por lo general, los retiros duran alrededor de una semana y no incluyen las tareas de hacer listas o escribir nuestras reflexiones, basta con sentarse a meditar delante de una mampara en blanco donde cada uno repasa su historia. Los participantes dedican la 230

mayor parte del día a reflexionar sobre su relación con personas significativas en su vida, en particular los padres. Estos retiros estimulan profundas experiencias en aquellos que participan de forma seria y sincera.

4. Aprenda oraciones de gratitud Las encuestas revelan que las personas dedican más tiempo a rezar que a cualquier otra actividad.8 Según estos datos, el 72 por ciento de los encuestados dijo rezar al menos una vez al día; el 75 por ciento afirmó que le gustaría dedicar más tiempo a rezar, y más de la mitad (un 51 por ciento) aseguró que rezaba antes de las comidas. La mayoría de las oraciones son conversaciones informales en lugar de oraciones litúrgicas. La oración se encuentra por delante y en el centro de la vida espiritual. Para algunos constituye el «alma y la esencia de la religión» y «la expresión más espontánea y personal de intimidad con lo divino».9 Las oraciones de gratitud se encuentran entre las formas de oración más corrientes y las escrituras de varias tradiciones religiosas están repletas de oraciones de este tipo. Incluso los estudiantes de instituto que, por lo general, no se considera un grupo particularmente dado a las plegarias, rezan oraciones de agradecimiento con más frecuencia que de ningún otro tipo (salvo las peticiones).10 Las oraciones de gratitud son plenamente apoyadas en las escrituras religiosas. La Biblia hebrea está llena de temas en los que el hombre debe gratitud a Dios por la vida, la salud y el sustento. Hay numerosos salmos de «agradecimiento» y otras plegarias en las que la persona o la comunidad que reza lanza expresiones de gratitud. El mensaje es claro: sé agradecido, acepta los regalos que recibes, no te olvides de Dios. Las liturgias y los rituales cumplen la función de ayudar a los creyentes a creer. Por ejemplo, en la liturgia de la iglesia luterana, una vez que la ofrenda, el pan de la comunión y el vino, son llevados 231

hasta el altar, el ministro pronuncia lo que el Manual luterano de culto denomina «Gran Acción de Gracias»:11 Ministro: El Señor esté con vosotros. Fieles: Y con tu espíritu. Ministro: Elevad vuestros corazones. Fieles: Los elevamos al Señor. Ministro: Demos gracias a Dios nuestro Señor. Fieles: Le damos gracias y lo bendecimos. O tal vez prefiera una versión muy diferente, menos ritualizada, como la de Noches mágicas de radio (Prairie Home Companion, en el original) del aclamado locutor luterano de radio, Garrison Keillor: Gracias, Señor, por darme los medios para no zamparme un cheeseburger de 350 gramos y comerme un tronco de apio en su lugar. Gracias por darme un hijo maravilloso, una hija increíble, y una esposa guapa y sexy, y unos nietos [...]. Gracias por la extraña delicia de haber llegado a los sesenta, parte de lo cual es el profundo alivio de no tener cincuenta. Y podría seguir dale que dale [...]. Haz una lista de las cosas buenas y la valla del agradecimiento se abrirá, dejándote entrar en los prados de la felicidad.12 Aunque la gratitud ocupa un lugar predominante en las tradiciones monoteístas, no hay religión en la tierra que ponga en duda la importancia de dar gracias. Es universalmente reconocida. En muchas tradiciones espirituales, las plegarias de gratitud se consideran la forma más poderosa de oración, porque a través de ellas, los individuos reconocen la fuente última de todo lo que son y de todo lo que siempre serán. Una de mis favoritas es la siguiente oración de los indígenas norteamericanos: Damos gracias al Gran Espíritu por los recursos que hacen posible esta comida. Damos gracias a la Madre Tierra por producirla. 232

Y damos gracias a todos aquellos que han trabajado para traérnosla. Que esta comida sana que tenemos delante, Alimente el Espíritu que vive en nosotros.13 El célebre maestro budista, Thich Nhat Hanh, autor prolífico y fundador de un movimiento conocido como «budismo comprometido», entrelaza prácticas meditativas tradicionales con la desobediencia civil no violenta y activa. Recomendado para el Premio Nobel de la Paz por Martin Luther King, hijo, Thich Nhat Hanh está considerado como uno de los maestros más respetados del Budismo en Occidente, inmediatamente después del Dalai Lama. Suya es la siguiente sencilla oración matinal, que pueden practicar personas de cualquier credo o ateos: Al despertar esta mañana, veo el cielo azul. Uno las manos en señal de agradecimiento por las muchas maravillas de la vida, por tener veinticuatro horas sin estrenar ante mí,14 Si las circunstancias no le permiten rezar con gratitud, entonces le sugiero que rece para aprender a estar agradecido. Podemos rezar para experimentar el sentimiento de gratitud, para hallar la gratitud escondida detrás de nuestras circunstancias, y para recordarnos todos los regalos que hemos recibido. Además de rezar plegarias de agradecimiento, la gratitud y la oración se conectan en otros sentidos. Un hallazgo no buscado en uno de nuestros estudios experimentales sobre la gratitud era que los progresos para alcanzar una meta se volvían más fáciles cuando los participantes rezaban para obtener el resultado deseado. Al principio del estudio sobre el diario de la gratitud, pedimos a los sujetos que hicieran una pequeña lista con las metas que deseaban alcanzar en los dos meses siguientes. Como se trataba de estudiantes, la mayoría de las metas pertenecían al campo académico o interpersonal. El interesante hallazgo fue 233

que la oración se relacionó con la consecución consciente de las metas, pero sólo para los estudiantes que escribían un diario de gratitud. Para los estudiantes del grupo de los problemas y del grupo de control, la oración no estaba relacionada con los resultados de las metas. Esto sugiere un efecto sinergético, donde la oración parece importar más en el contexto de la gratitud acentuada. Los estudiantes que rezaron para conseguir sus metas emprendieron más pasos para alcanzarlas (descomponiéndolos en submetas, reclutando apoyo social, protegiéndolos de actividades competitivas), tal vez debido al impulso de energía que recibieron del ejercicio de gratitud. El resultado final es que las peticiones vía oración «funcionan» mejor si los individuos practican la gratitud.

5. Preste atención a sus sentidos Buena salud, estar vivo, no más alergias de piel, no estoy gordo, dientes blancos, ejercicio, ojos, orejas, tacto, fuerza física, siesta, habilidad para respirar, medicina moderna, energía para pasar el día, ningún hueso roto. Todas estas cosas buenas, relacionadas con el cuerpo, aparecieron en los diarios escritos por los sujetos que participaban en la investigación. Los aspectos físicos de la gratitud son visibles cuando el agradecimiento por el funcionamiento del cuerpo, la recuperación después de una enfermedad o el hecho de estar vivo son algunos de los temas más comúnmente mencionados. Casi el 80 por ciento de los sujetos que participaron en el estudio dijo sentirse agradecido por su salud o la salud de otros miembros de la familia, lo que hizo de la salud el desencadenante de la gratitud más citado. Otra fuente de gratitud mencionada con frecuencia son los sentidos, la habilidad para tocar, ver, oler, saborear y oír. En su excelente libro A Natural History of the Senses (Historia natural de los sentidos), la autora Diane Ackerman escribió que «no hay nada tan memorable como un olor».15 Los olores nos transportan a tiempos pasados, tal vez a vacaciones infantiles, amores 234

adolescentes o a tradicionales vacaciones familiares que ahora revivimos con nostálgica gratitud. Todavía recuerdo el intoxicante aroma del árbol de Navidad en el salón cuando era un niño. De hecho, empecé a encargar pinos de Canadá de la costa este para decorar nuestra casa en California, en un intento de recuperar ese olor. Cuando los costes de envío sobrepasaron el precio del árbol, mi familia y yo redescubrimos la dicha del peregrinaje anual a las tiendas locales. A través de los sentidos nos damos cuenta de lo que significa ser humano, del milagro increíble que es estar vivo. ¿Puede haber una respuesta más adecuada que la de una gozosa gratitud? Durante milenios, poetas, filósofos, y médicos han alabado la milagrosa y maravillosa naturaleza del cuerpo. Sin embargo, visto a través de los lentes de la gratitud, el cuerpo es algo más que una milagrosa construcción. Es un regalo, hecho libre y gratuitamente, independientemente de que uno crea que el donador es Dios, la evolución o unos buenos genes familiares. Incluso si algunas partes del cuerpo han dejado de funcionar tan bien como lo hacían antes, si puedes respirar, ya hay un motivo para la gratitud. Hablando de respirar, el doctor Frederic Luskin sugiere en su popular libro, Forgive fox Good (Perdonar para siempre), el siguiente ejercicio, que llama «La respiración de gracias»:16 1. Dos o tres veces al día, cuando no esté muy ocupado, afloje el ritmo y preste atención a su respiración. 2. Fíjese cómo fluye su respiración, cómo toma aire y lo expulsa, sin esfuerzo..., siga respirando de esa manera. 3. Por cada una de las próximas cinco u ocho exhalaciones, repita la palabra «gracias» en silencio para recordarse a sí mismo que la respiración es un regalo, y lo afortunado que es de estar vivo. Luskin 235

sugiere que se practique este ejercicio tres veces por semana. Es bueno recordar que la gratitud empieza desde lo básico. Respirar gratitud es una práctica al alcance de todos nosotros, independientemente de las circunstancias actuales de nuestra vida.

6. Use recordatorios visuales Al entrar en nuestra casa, una de las primeras cosas que verá es un rótulo de cerámica encima del espejo del pasillo con las palabras «da gracias» inscritas en el centro. Si coge un refresco de la nevera, tal vez se fije en un imán en la puerta con una cita de Eleanor Roosevelt: «Ayer es historia, mañana es un misterio..., hoy es un regalo.» Ahora, vaya al salón y mire en la estantería que está a la derecha de la ventana. En un estante hay un pisapapeles de peltre, regalo de un buen amigo, que contiene un pasaje de la autora Melody Beattie: «La gratitud convierte una comida en un festín, una casa en un hogar, un extraño en un amigo.» En las fechas de Acción de Gracias, nuestro hogar se convierte en un gran santuario de gratitud. Recuerde que dos de los primeros obstáculos para ser agradecido son la mala memoria y la falta de plena conciencia. La mala memoria, esa tendencia humana. Nos olvidamos de nuestros benefactores, nos olvidamos de tomarnos tiempo para contar las cosas buenas, y nos olvidamos de las muchas maneras en que nuestra vida es más fácil gracias al esfuerzo de otros. La conciencia es una precondición de la gratitud: tenemos que reparar en aquello por lo que vamos a estar agradecidos, no podemos estar agradecidos por algo de lo que no somos conscientes. Por lo tanto, tenemos que ejercitar la memoria y ser conscientes. No faltan sugerencias de cómo incorporar prácticas y rituales diarios con el fin de recordarnos ser agradecidos. Artículos con títulos como «27 maneras de vivir una vida espiritual todos los días», «30 maneras en 30 días» y «100 cosas 236

buenas diarias»17 aparecen regularmente en revistas no especializadas. Me gustan los recordatorios visuales que actúan de pistas para suscitar pensamientos de gratitud. Algunas personas, como mi esposa y yo, escribimos listas de cosas buenas en notas adhesivas (tipo Post-it) y las pegamos en el frigorífico, espejos, el volante del coche y otros lugares visibles. Otros echan mano de su «busca» alfanumérico o de su asistente personal digital ( P D A , en inglés) para q u e les envíe una señal varias veces al día. Cuando reciben la señal, hacen una pausa y cuentan las cosas buenas allá donde se encuentren. Incluso hasta las graban en sus PDA, una versión de alta tecnología de escribir un diario. Y he leído que un abogado descubrió que la ducha matinal le evocaba agradecimiento, porque había pasado un tiempo considerable en zonas remotas donde el agua caliente era un regalo impensable. Los mejores recordatorios visuales son otras personas. Es posible que se haya apuntado a algún gimnasio para dejar de ir al poco tiempo. En las clases de mantenimiento se registran porcentajes notoriamente elevados de abandono. La mayoría de los estadounidenses fracasa a la hora de mantener una actividad física regular. Una de las primeras razones por las que las personas no hacen ejercicio es porque no tienen con quién hacerlo.18 El apoyo social alienta el comportamiento saludable. Un estudio reveló que de los sujetos reclutados en solitario para un programa de pérdida de peso, el 76 por ciento terminó el programa, y un 24 por ciento mantuvo la pérdida de peso, mientras que de los reclutados con amigos, el 95 por ciento lo acabó, y el 66 por ciento mantuvo la pérdida de peso durante seis meses. Conozco personas que hacen un pacto de rendirse cuentas para recordarse que deben ser agradecidos. Los facilitadores, ya sean individuales o de grupo, despertaron el interés del público cuando el ex presidente Clinton recurrió a un grupo de pastores para que le ayudaran a redimirse después de sus deslices en el 237

Despacho Oval. Los facilitadores nos vuelven, digamos, responsables; responsables ante una persona o círculo de confianza más íntimo, que nos para los pies cuando nos desviamos de la senda moral. De la misma manera que es más fácil mantener la disciplina del ejercicio físico cuando haces deporte acompañado, mantener la disciplina del agradecimiento también se beneficia de un facilitador con quien intercambiar listas de gratitud y que nos pida explicaciones cuando aparecen pensamientos desagradecidos. Comparta con otros lo que ha aprendido dé la gratitud y la diferencia que ha supuesto en su vida. Su facilitador le ayudará a encontrar cosas buenas ocultas en su vida, identificar sus barreras a la gratitud o apoyarle para dar gracias por aspectos de su vida particularmente contradictorios. Quizá más importante aún, un facilitador puede desafiar nuestras actitudes hacia la vida cuando necesitamos un acicate. Aquellos de ustedes que ya formen parte de un grupo de responsabilidad compartida (independientemente de cómo les llamen) podrían dedicar parte del tiempo del grupo a la gratitud. Es lógico que un facilitador nos ayude a reavivar nuestro sentido de gratitud. Al fin y al cabo, la gratitud es una emoción social que se activa en contextos relaciónales. Es posible que acabe sintiendo un profundo sentimiento de agradecimiento hacia su facilitador, y que ésta acabe generalizándose a otras personas de su entorno social. Las estrategias internas son buenas pero no bastan. Vivimos en contextos sociales, y otras personas pueden facilitar o dificultar nuestro deseo de ser más agradecidos. Es posible que se plantee relacionarse con personas agradecidas y se proponga pasar menos tiempo con personas que carecen de esta virtud. Es posible que ya lo haga, porque las personas desagradecidas, como los depresivos crónicos, tienden a ser rechazados. Una ley sociopsicológica bien comprobada es la ley del contagio emocional: una emoción expresada dentro de un grupo tiene un efecto cascada y acaba siendo compartida por todos los 238

miembros.19 Las personas son susceptibles de «pescar» las emociones de otros. Los ejemplos abundan. Cuando mi hijo tenía 4 años, se alteraba fácilmente cuando alguno de sus compañeros de guardería se disgustaba; de manera similar, se reía viendo películas que no comprendía si a su hermano mayor le hacían gracia. Los terapeutas encuentran agotador tratar a personas con depresión porque hace que ellos mismos se sientan deprimidos. Encontramos más divertida una película cuando las personas que nos rodean en la sala se ríen, y más triste si lloran. Hay pruebas de que los niños captan las emociones de los padres, y también que los padres captan las emociones de los hijos. Si tratamos con personas desagradecidas, atraeremos un grupo de emociones; si elegimos asociarnos con individuos más agradecidos, la influencia irá en otra dirección. Busque una persona agradecida y pase tiempo con él o con ella. Cuando exprese una gratitud boyante, descubrirá que la gente quiere «atrapar» sus emociones.

7. Comprométase a practicar la gratitud En Harry Pottery el príncipe mestizo, Severus Snape promete solemnemente a la bruja mala Narcisa Malfoy que matará al profesor Dumbledore.20 ¿Lo logra? En caso de que algunos de ustedes no hayan leído el libro VI de la serie Harry Potter (por inexplicable que parezca), no les arruinaré la trama. Pero hay un estudio que demuestra que jurar que se seguirá un comportamiento aumenta la probabilidad de que éste se lleve a cabo. En el mismo estudio, miembros de una asociación cristiana de jóvenes que decidieron participar en el Programa de Gimnasia de Doce Semanas accedieron a «hacer ejercicio tres días a la semana durante doce semanas y hacerlo fuera de la asociación». Una vez tomada la decisión de participar, el grupo experimental juró llevar a cabo el comportamiento prometido. Un segundo grupo firmó un compromiso escrito de llevar a cabo el comportamiento prometido, y un tercero, el grupo de control, no 239

se comprometió a nada. El impacto de la estrategia se examinó por sus efectos en la adhesión al programa. Los sujetos con la condición del juramento demostraron una mayor adhesión al programa que los de las otras condiciones según la medición de semanas consecutivas, de tres sesiones de ejercicio, sin recaídas en los malos hábitos.21 El efecto de romper la promesa en este caso era, sin duda, menos funesto de lo que habría sido para Severus Snape, no obstante, parecía aumentar la motivación mucho más allá incluso que un acuerdo firmado para adoptar el mismo comportamiento. ¿Porqué un juramento es un estímulo efectivo del comportamiento? Porque, primero, hacer un juramento delante de otros constituye la declaración pública de la intención de hacer algo. Romper una promesa, por lo tanto, es un profundo fracaso moral (como lo es la disolución de un matrimonio para aquellos que se toman los votos matrimoniales al pie de la letra). El miedo a las sanciones, tanto las internas (en la forma de culpa) o externas (en la forma de desaprobación social) es un motor poderoso. Para aquellos que se sienten inclinados hacia la espiritualidad, hacer una promesa solemne a Dios es un asunto serio. Si hacemos una promesa a otros y éstos la olvidan, nos libramos de la obligación. Pero no es tan sencillo librarse de Dios. Dios no olvida. Una promesa hecha a Dios acarrea una autoridad y un peso moral mayor que una promesa a otro ser humano. La Biblia hebrea dice: «Si haces una promesa al Señor tu Dios, no seas lento en cumplirla, porque el Señor tu Dios te exigirá que la cumplas y serás culpable de un pecado [...], las palabras que salgan de tus labios, asegúrate de cumplirlas.»22 Por ejemplo, cuando un adolescente hace un «voto de castidad» ante Dios y testifica que será puro y casto hasta el matrimonio, la promesa tiene un peso mayor sobre el comportamiento que una que no sea sagrada. En la mente del que promete, romper una promesa sagrada acarrea un severo castigo, mientras que cumplir con lo prometido aporta la mayor de las recompensas. Pero el 240

papel de Dios va más allá de hacer respetar la moral. Cuando hacemos un voto ante Dios, nosotros, en efecto convertimos a Dios en un poderoso aliado que nos ayuda a reunir la energía para mantener nuestras promesas. ¿Cómo sería una promesa para practicar la gratitud? No hace falta que sea complicada. Podría ser algo tan sencillo como «prometo no dar por sentadas tantas cosas en mi vida; prometo detenerme a contar las cosas buenas al menos una vez al día; prometo expresar gratitud a alguien que ha tenido influencia en mi vida y a quien nunca he dado apropiadamente las gracias». Si su promesa es seria, colóquela en un sitio bien visible donde se acuerde a menudo de ella. Mejor aún, compártala con su facilitador.

8. Vigile lo que dice A finales de la década de 1930, el novato lingüista Benjamín Lee Whorf planteó la teoría de que el lenguaje determina la naturaleza y el contenido del pensamiento.23 La hipótesis de Whorf inspiró décadas de investigación en diferentes disciplinas, incluidas lingüística, psicología, filosofía, antropología y educación. Hasta el día de hoy, no ha sido completamente cuestionada o defendida, pero ha seguido intrigando a investigadores de todo el mundo. Muchos han adoptado una versión más suave de la hipótesis, a saber, que la lengua influye nuestra manera de pensar, en lugar de determinar, de forma rígida, el contenido mismo de los pensamientos. He incluido la teoría de Whorf aquí por su relevancia sobre la manera de estimular una vida más agradecida. Cómo describimos los sucesos de nuestra vida, y finalmente, la vida en sí, es una ventana directa a cómo percibimos e interpretamos nuestra experiencia. Esta teoría afirma que el lenguaje que utilizamos afecta a nuestra manera de pensar en el mundo. Yendo más lejos, el punto de vista whorfiano sostiene que las palabras que utilizamos crean la realidad. Compare el discurso del 241

agradecimiento con el discurso del desagradecimiento. Las personas agradecidas tienen un estilo lingüístico particular. Emplean mucho el lenguaje de regalos, benefactores, bendiciones del cielo, benditos, suerte, afortunados, abundancia. Transitan por el discurso de la gratitud. Las personas desagradecidas, por otro lado, tienden a fijarse mucho en las penurias, la falta de merecimiento, los pesares, las carencias, las necesidades, la escasez, las pérdidas. En un estudio se entrevistó a sesenta y dos mujeres, con edades comprendidas entre los 40 y los 100 años, con un formato de conversación semiestructurada para suscitar descripciones abiertas de sí mismas. En general, los términos que la mayoría de las mujeres empleó para describirse fueron «afortunadas» y «optimistas». Una de las mujeres más pobres del estudio, que sobrevivía con unos ingresos muy por debajo del nivel de la pobreza, dijo: «Sé que soy pobre, pero también doy gracias a Dios. No permitirá que sus hijos se mueran de hambre. Aunque sólo sea pan y agua, comeré [...], no me considero pobre, me considero [...] afortunada.»24 La habilidad para verse a uno mismo como afortunado es un componente importante para un buen envejecimiento y, como aprendimos del famoso estudio de las monjas que describí en el capítulo 3, podría incluso estar asociado con la longevidad. Los terapeutas cognitivos observan que las personas depresivas mantienen, de manera crónica, una conversación negativa consigo mismas («no gusto a nadie», «nunca encontraré una pareja», «soy un perdedor», etcétera). «Somos lo que pensamos durante todo el día», decía Ralph Waldo Emerson.25 La charla se vuelve tan automática que no nos damos cuenta de que lo hacemos o del efecto tan maligno que tiene. Podemos cambiar nuestro humor cambiando lo que nos decimos. La meta de la terapia cognitiva es librarnos de los monólogos internos y reemplazar los pensamientos disfuncionales y negativos por otros funcionales y más positivos. 242

¿Qué serían las contrapartidas de la charla depresiva de los derrotistas? No estoy pensando en recitar, en voz alta, delante del espejo, el mantra de la Nueva Era, «me quiero» (en un chiste del New Yorker a la pregunta de su hijo pequeño, «¿por qué eres especial?», la madre contesta, «soy especial porque soy tu mamá»). En la gratitud, no nos concentramos en lo inherentemente buenos o especiales que somos, sino en las cosas inherentemente buenas o especiales que otros han hecho por nosotros. Podríamos decirnos a nosotros mismos, «tengo tantas cosas en la vida por las que estar agradecido», «soy realmente afortunado», «cada día es una sorpresa» o «mi vida es un regalo». Según parece, coincidiendo con muchos consejos puestos de moda por la psicología popular, la charla de gratitud con uno mismo que atrae nuestra atención a las contribuciones positivas que hacen otros a nuestra vida tiene un impacto simultáneamente favorable en nuestro bienestar emocional, al tiempo que fortalece nuestros vínculos sociales.

9. Déjese llevar por la inercia Una ingeniosa serie de experimentos llevados a cabo hace unos años demostró que cuando las personas imitan las expresiones faciales asociadas con la felicidad, se sienten más felices, incluso cuando no sabían que movían los «músculos felices» de la cara. Los investigadores han descubierto que sonreír produce sentimientos de felicidad. ¿Cómo lo averiguaron? Sencillo. Les pidieron que sujetaran un lápiz con los dientes.26 Hacer esto tiende a activar el músculo que utilizamos cuando sonreímos (el zigomàtico mayor). Este músculo eleva la comisura de la boca hacia arriba y lateralmente, produciendo la característica expresión de la sonrisa. Pruebe ahora. Sonreirá. Ahora coja el lápiz y sosténgalo entre los labios, sacándolos hacia fuera. Ahora se activan un grupo diferente de músculos, los que participan en el fruncimiento (a ellos son a los que se dirigen los tratamientos de Botox). ¿Por qué esta 243

artimaña? Para no dejar que los sujetos que participan en el estudio sepan que se espera que se sientan felices, porque eso tendría consecuencias no deseadas en los tipos de comportamiento que interesan. Resultó que los individuos que sujetaron el lápiz con los dientes, que sin saberlo estaban activando el músculo zigomàtico, encontraron los chistes más divertidos que los que sostenían el lápiz con los labios. Parece que seguir los pasos puede despertar la emoción. Desde un punto de vista técnico, los movimientos faciales involuntarios proporcionan una información periférica suficiente para conducir la experiencia emocional. La relevancia de practicar la gratitud es directa. Si seguimos los pasos del agradecimiento deberíamos desencadenar la emoción de la gratitud. ¿Cuáles son esos pasos? Dar gracias. Escribir cartas de agradecimiento. ¿No es así como educamos a nuestros hijos para que se conviertan en miembros agradecidos? Expresar nuestra gratitud a alguien, a quien nunca nos hemos tomado realmente el tiempo de dar las gracias, puede tener consecuencias profundamente positivas, tanto para la persona que las expresa como para el destinatario. 1 a investigación descrita en el capítulo 2 indicaba que la satisfacción que resulta de compartir una nota de agradecimiento puede durar varios meses. ¿Y si no nos sale de dentro? Lo importante es hacerlo. Inténtelo, y aparecerá el sentimiento. Hay un montón de pruebas psicológicas que corroboran que los cambios de comportamiento van seguidos, a menudo, de cambios de actitud. Los viejos hábitos suelen acabar con los buenos propósitos. Si nos quedamos esperando a que un sentimiento nos ponga en marcha, es posible que no nos movamos nunca. Haga que un sujeto adopte un comportamiento y, con raras excepciones, sus sentimientos lo acatarán. Haga que varios individuos acudan a la iglesia, y muy pronto empezarán a creer en lo que oyen. Haga que un grupo de 244

personas practique algún tipo de voluntariado, y se volverán más generosas. Las iglesias de éxito conectan inmediatamente con sus fieles. Los ejecutivos de éxito saben que el entrenamiento práctico se centra primero en un cambio de comportamiento. Los consejeros matrimoniales aconsejan a los cónyuges que han perdido el amor de su pareja, que finjan que se atraen. Seguir los pasos despierta las emociones deseadas y crea el escenario para que las emociones refuercen el comportamiento.

10. Amplíe sus miras Si queremos aprovechar al máximo nuestras oportunidades para ejercitar los músculos de la gratitud, debemos ser creativos y buscar nuevas situaciones y circunstancias en las que sentirnos agradecidos. Justo cuando pensaba que había captado la base conceptual de la gratitud, me encontré en mi despacho con un artículo que describía dos «casos anómalos» de gratitud que no encajaban en la dinámica usual del toma y daca de bondad entre benefactor y beneficiario.27 El primer caso es estar agradecido a aquellos que te hacen daño. En otras palabras, estar agradecido a nuestros enemigos. Suena ridículo. Dada nuestra predisposición natural a defendernos a contraatacar (la respuesta de ), es una idea muy difícil de comprender para la mayoría de nosotros. Sin embargo, es un ideal común dentro del budismo. El Dalai Lama repite a menudo esta enseñanza budista contando a su público que está agradecido a los chinos por darle la oportunidad de amar a sus enemigos. Si el amor nos resulta demasiado difícil de digerir, entonces agradezcamos a nuestros enemigos que nos den la oportunidad de practicar la paciencia. Ejemplos similares se encuentran en otras tradiciones espirituales. El poeta sufí Rumi escribió acerca de un sacerdote que rezaba por sus salteadores «porque me hacen grandes favores; siempre que me hago con las cosas que quieren, me los 245

encuentro, me golpean y me dejan abandonado en el camino, y vuelvo a comprender que lo que quieren ellos, no es lo que yo quiero. Con quienes te devuelven al camino del espíritu [...] muéstrate agradecido».28 La gratitud con aquellos que nos hacen daño es una forma avanzada de gratitud, de la que la mayoría no somos fácilmente capaces. Es posible que le cueste menos identificarse con el segundo caso anómalo de gratitud: sentirse agradecido a alguien a quien usted beneficia. Los que realizan trabajos de voluntariado hablan a veces de los beneficios que reciben por sus servicios, y expresan gratitud a aquellos que les ofrecen la oportunidad de servir. La Madre Teresa de Calcuta repetía, a menudo, lo agradecida que estaba a los enfermos y moribundos que cuidaba en los barrios pobres de Calcuta, porque ellos le permitían aumentar su compasión. Los psicólogos, Ann Colby y William Damon, han estudiado algunas de estas «figuras ejemplares», personas que han contraído compromisos morales extraordinarios con las organizaciones sociales en las que trabajaban o en las que colaboraban de manera voluntaria.29 Una cualidad que estas figuras ejemplares tenían en común era una fuerte actitud positiva: disfrutaban de la vida y estaban decididas a sacar el máximo provecho de todo lo que les pasaba. Particularmente, expresaban este optimismo con una profunda gratitud por la satisfacción que experimentaban en su trabajo, y concretamente, en ayudar a los demás. Dado que servir a los demás las ayudaba a encontrar su propia espiritualidad interior, estaban agradecidas por tener la oportunidad. Estas figuras ejemplares tienen la profunda sensación de poseer un don. Los actos llenos de determinación brotan de ese don, que les permite compartir y aumentar el mismo bien que han recibido. Recordemos que la gratitud es incompleta hasta que se manifiesta en acción hacia el exterior. Como el psicólogo Charles Shelton describe, tan acertadamente, tenemos que «devolver el bien».30 246

ALGUNOS PENSAMIENTOS FINALES Hace unos años, escribí con otros dos autores un libro de inspiración sobre la gratitud.31 Poco después de su publicación, uno de ellos me reenvió un mensaje electrónico que acababa de recibir de un lector de 78 años que había leído nuestro libro. En él decía que nuestro libro había cambiado por completo su vida, su relación con su esposa, sus hijos y nietos, la manera de pensar sobre sí mismo y sobre el mundo, todo. Era una afirmación bastante radical, especialmente viniendo de un hombre casi octogenario. Recuerdo haber pensado en ese momento, «por eso me dedico a esto», por personas como él, personas que se benefician del poder transformacional de la gratitud. La gratitud es una manera nueva de ver. En su caso, también era una manera original. Es una actitud, una postura, una manera de estar que nos permite adaptarnos a los regalos que se cruzan en nuestro camino. Para algunos, como para este hombre, puede tratarse de un cambio profundo en la manera de ver y experimentar el mundo, lo que nos demuestra que nunca es demasiado tarde para cosechar los beneficios de una vida agradecida. Y, a propósito, nos encargó doce copias del libro para sus hijos y nietos. Para bien o para mal, los psicólogos investigadores somos lo que estudiamos. Cuando cursaba la carrera de psicología, me fascinaba la relación entre el investigador y lo investigado. ¿Por qué la gente elegía estudiar unas carreras y no otras? Al licenciarme, pensé que había encontrado la respuesta. Por lo general, las personas quieren aprender lo que les falta o aquello de lo que carecen. Los introvertidos se concentran en la extroversión, los tímidos investigan la seguridad en sí mismos, los vengativos aspiran a aprender sobre el perdón, los profesores distraídos exploran los detalles de la memoria humana. Hoy día, prefiero pensar en esta «teoría de la privación» más bien como en un modelo de «autoperfección armoniosa». Anhelamos ser más de lo que ya somos. Somos obras sin acabar. 247

La gratitud, desde esta perspectiva, no es un día ni un acontecimiento ni un momento. Es un proceso, un camino. Cuando me planteo por qué elegí estudiar la gratitud, recuerdo que un famoso escritor dijo, en una ocasión, que los autores no eligen el tema, el tema les elige a ellos. Me siento obligado a estudiar la gratitud para aprender sobre ella tanto como pueda, y para compartir lo que he aprendido con tanta gente como sea posible. He confesado que la práctica de la gratitud es difícil y que no es algo natural en mí. Pero los dividendos bien valen el esfuerzo. Siempre he sido una de esas personas que tienen conflicto con las actitudes basadas en los méritos y en sentirse con derechos. Me negaba a reconocer el mérito de otros por las cosas que yo había sido capaz de conseguir. Me costaba experimentar paz y satisfacción. Poco a poco he llegado a vivir la libertad de la gratitud. Al apreciar los regalos del momento, la gratitud nos libra de las pesadumbres pasadas y de las ansiedades futuras. Al cultivar el agradecimiento nos libramos de la envidia de lo que no tenemos o de lo que no somos. No vuelve la vida perfecta, pero con la gratitud somos conscientes de que ahora mismo, en este momento, tenemos suficiente y somos suficientes. Es poco probable que vuelva a encontrar un tema tan satisfactorio e inspirador al que dedicar mi energía investigadora. La oportunidad de aprender acerca de la gratitud y de informar a otros de mis hallazgos, con la esperanza de que este conocimiento les proporcione la mejor vida de la que son capaces, me llena profundamente de gratitud.

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NOTAS CAPÍTULO 1 LA NUEVA CIENCIA DE LA GRATITUD 1

Stein, Ben, «The American Enterprise», American Gratitude, 2005, pp.1821. 2 Compte-Sponville, Andre, «Politeness», en A small Treatise on the Great Virtues, Metropolitan Books/Henry Holt and Company, Nueva York, 1996. 3 «Gratitude», en el Oxford English Dictionary (2.a ed.) [Diccionario Oxford de Inglés], Oxford University Press, Nueva York. 4 Heidegger, Martin, What Is Called ThinkingHarper & Row, Nueva York, Evanston, y Londres, 1968. 5 Steindl-Rast, David, «Gratitude as Thankfulness and as Gratefulness», en The Psychology of Gratitude, Emmoms, R. y M. McCullough (eds.), Oxford University Press, Nueva York, 2004, pp.282-289. 6 Edel, Abraham, «Science and the Structure of Ethics», en Internacional Encyclopedia of Unity Science. Foundations of the Unity of Science 2(3), University of Chicago Press, Chicago, 1961.

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7

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250

21

Ibid. Nouwen, Henry J. M., The Return of the Prodigal Son, Doubleday Publishing Group, Nueva York, 1992. 23 Einstein, Albert, «The World As I See It», consultado el 1 de febrero de 2006, en http://aip.org/histo 22

CAPÍTULO 2 CÓMO SE EXPRESA LA GRATITUD 1

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251

12

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Dickens, Charles, Bleak House, Norton, Nueva York, 1977. Berston, G. G., J. T. Cacioppo, y L. C. Hawkley, «The Anatomy of Loneliness», Current Directions in Psychological Science, 12(3), 2003, pp. 71-74. 24

252

25

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CAPÍTULO 3 CÓMO SE EXPRESA LA GRATITUD

253

1

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254

14

Gallo, L. C., y K. A. Matthews, «Understanding the Association Between Socioeconomic Status and Physical Health: Do Negative Emotions Play a Role?», Psychological Bulletin, 129,2003, pp. 10-51. 15 Peterson, Christopher, «Pessimistic Explanatory Style Is a Risk Factor for Physical Illness; A Thirty Five-Year Longitudinal Study», Journal of Personality and Social Psychology, 55, 1988, pp. 23-27. 16 Geleijnse, J. M., E. J. Giltay, T. Hoakstra, E. G. Schouten, E. G., y F. G. Zitman, «Dispositional Optimism and All-Cause and Cardiovascular Mortality in a Prospective Cohort of Elderly Dutch Men and Women», Archives of General Psychology, 61, pp. 1.126-1.135. 17 Colligan, M. R., y M. M. Oxford, «Optimism-pessimism Assess in the 1960s and Self-Reported Health Status 30 years Later», Mayo Clinic Proceedings, 77, 2002, pp. 748-753. 18 Danner, D. D., W. V. Friesen y D. A. Snowdon, «Positive Emotions in Early Life and Longevity: Findings from the Nun Study», Journal of Personality and Social Psychology, 80, 2001, pp. 804-813. 19 Snowdon, D. D., Aging with Grace: What the Nun Study Teaches us About Leading Longer, Healthier, and More Meaningful Lives, Bantam, Nueva York, 2001. 20 Pressman, S. D., y S. Cohen, «Positive Emotion and Social Word Use in Autobiography Predicts Increased Longevity in Psychologists», presentado en la reunion anual de la Conferencia de la Sociedad Americana de Medicina Psicosomatica, Denver, Colorado, 2006. 21 Atkinson, M., R. McCraty, G. Rein, W. A. Tiller, y A. D. Wat- kins, «The Effects of Emotions on Short-Term Power Spectrum Analysis of Heart Rate Variability», American Journal of Cardiology, 76,1995, pp. 1.089-1.093. 22 «You Can Meet Him at McGuire's», consultado el 6 de octubre de 2005, en http://www.mayoclinic.org/patientstories/ robertmcguire.html. 23 Tyler, Aubin, «Feinberg: Town Council Should Be 'Pro-People'», consultado el 12 de enero de 2006, en http://www.explorernews.com/ articles/2004/03/10/ oro_valley/oro_valley6.prt. 24 Atkinson, M. B. Carrios-Choplin, R. McCraty, D. Rozman, y A. D. Watkins, «The Impact of a New Emotional Self-Management Program on Stress, Emotions, Heart Rate Variability, DHEA, and Cortisol», Integrative Physiological and Behavioural Science, 33(2), 1998, pp.151-170.

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25

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256

38

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CAPÍTULO 4 DAR GRACIAS A DIOS: LA GRATITUD Y EL ESPÍRITU HUMANO 1

Las tres citas aparecen en Emmons, Robert A., y Joanna Hill, Words of Gratitude for Mind, Body, and Soul, Templeton Foundation Press, West Conshohocken, Pennsylvania, 2001. 2 Lewis, G., B. McCaughey, K. McCaughey, y D. Shaw Lewis, Seven from Heaven: The Miracle of the McCaughey Septuplets, Thomas Nelson Publishers, Nashville, 1998. 3 Miller, Patrick D., They Cried to the Lord: The Form and Theology of Biblical Prayer, Fortress Press, Minneapolis, 1994. 4 Lewis, et al., Seven from Heaven. 5 Autor anónimo, consultado el 26 de enero de 2006, en http:/ /www. sermons, org/thanksgiving.html. 6 Buchanan, John M., «Stammering Praise», Christian Century, 20 noviembre-3 diciembre, 2002, p. 3. 7 Ibid.

257

8

Moore, David W., «This Thanksgiving Day Americans Most Thankful for Family and Health», The Gallup Poll Months, 1996. 9 Allport, Gordon W, James M. Gillespie, y Jacqueline Young, «The Religion of the Post-War College Student, Journal of Psychology: Interdisciplinary and Applied, 25, 1948, pp. 3-33. 10 Emmons, Robert A., y Teresa T. Kneezel, «Giving Thanks: Spiritual and Religious Correlates of Gratitude», Journal of Psychology and Christianity, 24(2), 2005, pp. 140-148. 11 Streng, Frederick J., «Introduction: Thanksgiving as a Worldwide Response to Life, en Spoken and Unspoken Thanks: Some Comparative Soundings, John B. Carman y Frederick J. Streng (eds.), Center for World Thanksgiving, Dallas, 1983, pp. 1-9. 12 Boulton, Matthew, «We Pray by His Mouth': Karl Barth, Erving Goffman, and a Theology of Invocation», Modern Theology, 17, 2001, pp. 67-83. 13 Schimmel, Solomon, «Gratitude in Judaism», en The Psychology of Gratitude, R. Emmons y M. McCullough (eds.), Oxford University Press, Nueva York, 2004, pp. 37-57. 14 Ibid. 15 Todas las citas aparecen en Buchanan, «Stammering Praise». 16 Baillie, John, A Reasoned Faith, Scribner, Nueva York, 1963. 17 Citado en Emmons y Hill, Words of Gratitude for Mind, Body and Soul. 18 Edwards, Jonathan, Religious Affections, Yale University Press, New Haven, Connecticut, 1959. 19 Sanneh, Lamin O., «Thanksgiving in the Qur'an: The Outlines of a Theme», en Spoken and Unspoken Thanks, 1983, pp. 135- 144. 20 Fadiman, James, y Robert Frager, Essential Sufisrn, Harper- SanFrancisco, Nueva York, 1999. 21 Citado en Emmons y Hill, Words of Gratitude for Mind, Body and Soul. 22 Shoshu, Nichiren, «The Four Debts of Gratitude», The Doctrines and Practice of Nichiren Shoshu, consultado el 26 de enero de 2006, en http://www.nsglobalnet.jp/page/d_and_p/ chapter__43.htm. 23 Shakarian, D., The Happiest People on Earth: The Long- Awaited Personal Story of Demos Shakarian, Chosen Books, Old Tappan, Nueva Jersey, 1975. 24 Jenkins, Philip, The Next Christendom, Oxford University Press, Nueva York, 2002.

258

25

Griffin, R. Marie, «Joy Unspeakable and Full Glory: The Vocabulary of Pious Emotion in the Narratives of American Pentecostal Women, 19101945», en An Emotional History of the United States, Pert N. Stearns y Jan Lewis (eds.), New York University Press, Nueva York, 1998. 26 Judd, Carrie, F., The Life and Teachings of Carrie Judd Montgomery, Office of Triumphs of Faith, Oakland, California, 1936. 27 Geertz, Clifford, citado en Anthropological Approaches to the Study of Religion, Michael Banton (ed.), Tavistock Publications, Londres, 1968. 28 Barrett, Justin, Why Would Anyone Believe in God? AkaMira Press, Walnut Creek, California, 2004. 29 Ibid. 30 Balbulia, Joseph, «Religious Costs as Adaptations that Signal Altruistic Intention», Evolution and Cognition, 10, 2004, pp. 19-42. 31 Miller, Patrick D., They Cried to the Lord: The Form and Theology of Biblical Prayer, Fortress Press, Minneapolis, 1994. 32 Pargament, Kenneth I., The Psychology of Religion and Coping: Theory, Research, Practice, The Guilford Press, Nueva York, 1997. 33 Park, Crystal L., «Religion as a Meaning-Making Framework in Coping with Life Stress», Journal of Social Issues: Religion as a Meaning System, 61, 2005, pp. 707-730. 34 Ibid. 35 Claypool, John, Tracks of a Fellow Struggler: Living and Growing Through Grief, Morehouse Publishing, Harrisburg, Pennsylvania, 1995. 36 Frankl, Viktor Emil, Man's Search for Meaning: An Introduction to Logotheraphy, Simon & Schuster, Nueva York, 1984. 37 Peck, Morgan Scott, In Search of Stones: A Pilgrimage of Faith, Reason, and Discovery, Hyperion, Nueva York, 1995. 38 Hargrove, Thomas, y Guido H. Ill Stempel, «13 Percent Don't Plan to Celebrate Thanksgiving», Scripps Howard News Service, consultado el 19 de noviembre de 2004, en http://web.lexisnexis.com/universe/document?_m=13963o96ea9445698eao7aob2e39b9. 39 Cox, Harvey Gallagher, The Feast of Fools: A Theological Essay on Festivity and Fantasy, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1969. 40 Redman, Beth, y Matt Redman, Blessed Be Your Name: Worshipping God 259 on the Road Marked with Suffering, Regal Books, Ventura, California, 2005.

CAPÍTULO 5 UN DELITO ANTINATURAL: LA INGRATITUD Y OTROS OBSTÁCULOS PARA UNA VIDA AGRADECIDA 1

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260

11

Vitz, Paul C., (1999), consultado el 31 de enero de 2006, en http://www. catholiceducation. org/articles/marriage/ mfooo2. html. 12 Scheibe, The Drama of Everyday Life. 13 Weijer, Charles, «No: Gifts Debase the True Value of Care», Western Journal of Medicine, 175, 2001, p. 77. 14 Ibid. 15 Flanagan, Caitlin, «What Teachers Want», The New Yorker, 6 de diciembre de 2004, p. 64. 16 Myers, David G., The Pursuit of Happiness: Who is Happy and Why, William Morrow and Company, Nueva York, 1992. 17 Epicuro, (341-271 a. C.), consultado el 31 de enero de 2006, enhttp://www. brainyquote. com/quotes/quotes/e/epicurusl33089. html. 18 Dineen, Tara, Manufacturing Victims: What the Psychology Industry Is Doing to People, Robert Davies Multimedia Publishing, Montreal, 1998. 19 Brickman, P., D. Coates, y R. Janoff-Bulman, «Lottery Winners and Accident Victims: Is Happiness Relative?», Journal of Personality and Social Psychology, 36,1978, pp. 917-927. 20 Fernandez, Sandy M., «Hear What I'm Saying», Washington Post, 21 de agosto de 2005, consultado el 6 de febrero de 2006, en http:/ /pqasb.pqarchiver. com/washingtonpost/access/884798331.html? dids= 884798331:884798331 &FMT=ABS&FMTS-ABS;FT&fmac= &date=Aug+21percent2C+2005&autbor=Sandy+M.+Fernandez&desc=H ear+ What+I+percent27m+Sayingpercent3F. 21 Ibid. 22 Todas las citas aparecen en Harpham, Edward J., «Gratitude in the History of Ideas», en The Psychology of Gratitude, R. Emmons y M. McCullough (eds.), Oxford University Press, Nueva York, 2004, pp. 19-36. 23 Leithart, Peter, «The Politics of Gratitude», First Things, 148, 2004, pp. 15-17. 24 Mencken, H. L., Prejudices: Second Series, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1924. 25 Lincoln, Abraham, «Presidential Thanksgiving Proclamations», consultado el 31 de enero de 2006, en http://pilgrimhall.org/ trnasproci862. htm. 26 Knott, Tom, «Finishing First in Gratitude», Washington Times, consultado el 15 de septiembre de 2004, en

261

http://web.lexisnexis.com/universe.document?_m=36de7ad286e42ceo6d4be 5150bf80ca7. 27 Weinstein, Joshua L., «A Father's Thanks, a Daughter's Smile», Portland Press Herald: Maine Sunday Telegram, consultado cl 1 dc marzo de 2005, en http://pressherald.mainetoday.com/news/ local/050301htart.shtml. 28 Algoe, Sara, y Jonathan Haidt, «Moral Amplification and the Emotions that Attach Us to Saints and Demons», en Handbook of Experimental Existential Psychology, Guilforf Press, Nueva York, 2003. 29

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30

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262

LA GRATITUD EN TIEMPOS DIFÍCILES 1

Wharton, James A.., Job, Westminster John Knox Press, Louisville, Kentucky, 1999. 2 Good, Edwin M., In Turns of Tempest: A Reading of Job, Stanford University Press, Stanford, California, 1990. 3 ten Boom, Corrie, y John Scherrill, The Hiding Place, Bantam, Nueva York, 1984. 4 Bonhoeffer, Dietrich, Letters and Papers from Prison, traducido por Eberhard Bethge, SCM Press, Londres, 1971. 5 Beck, James R., The Psychology of Paul: A Fresh Look at His Life and Teaching, Kregel Publications, Gran Rapids, Michigan, 2002. 6 Spafford, Horatio G., «It is Well With My Soul», consulta- do el 6 de febrero de 2006, en http://www.gracelivinstonhill.com/ spafford.htm. 7 Maslow, Abraham H., Motivation and Personality, Harper & Row, Nueva York, 1987. 8 Gomes, Peter J., The Good Life: Truths That Last in Times of Need, HarperSanFrancisco, San Francisco, 2002. 9 Diener, Carol, y Ed Diener, «Most People Are Happy», Psychological Science, 7(3), 1996, pp. 181-186. 10 Wortman, Camille B., y Roxane C. Silver, «Coping with Irrevocable Loss», en Cataclysms, Crises, and Catastrophes: Psychology in Action, American Psychological Association, Washington, D.C., 1987, pp. 185-235. 11 Ibid. 12 Mcintosh, D. N., R. C. Silver, y C. B. Wortman, «Religion's Role in Adjustment to a Negative Life Event: Coping With the Loss of a Child», Journal of Personality and Social Psychology, 65, 1993, pp. 812-821. 13 Park, C. L., L. H. Cohen, y R. L. Murch, «Assessment and Prediction of Stress-Related Growth», Journal of Personality, 64(1), 1996, pp. 71-105. 14 Cialdini, Robert B., Influence: Science and Practice, Scott Foresman and Company, Upper Saddle River, Nueva Jersey, 1985. 15 Adler, N. F,., E. H. Blackburn, R. M. Cawthon, F. S. Dhabhar, E. S. Epel.J. I in, yj, I). Morrow, «Accelerated Telomere Shortening in Response to Life Stress», Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 101(49 y 50), 2004, pp. 17.312- 17.325.

263

16

Ciras, Heather J., «First Give Thanks, Then Do No Harm», consultado el 12 de enero de 2006, en http://www.stnews.org/ atruism-1632.htm. 17 McQuilkin, Robertson, «CT Classic: Muriel's Blessing», consultado el 11 de octubre de 2005, en http://www.ctlihrary.com/ prin t.html ?id+l 1608. 18 Consultado el 14 de marzo de 2006, en http://www.alz.org/ Media/newsreleases/ronaldreagan/reagannacyletter.asp. 19 Mason, Kelly Murphy, «The Sacrament of Gratitude», consultado el 7 de febrero de 2006, en http://www.heliefnet.com/story/ 89/story_8926. html. 20 Fredrickson, B.L., M. M. Tugade, C. E. Waugh, C. E., y G. R. Larkin, «What Good Are Positive Emotions in Crisis: A Prospective Study of Resilience and Emotions Following the Terrorists Attacks on the United States on September 11th, 2001», Journal of Personality and Social Psychology, 84, 2003, pp. 365-376. 21 «Survivors' Stories» (sin fecha), consultado el 7 de febrero de 2006, en http://www.ll-sept.org/survivors.html. 22 Peterson, Christopher, y Martin Seligman, «Character Strenghts Before and After September 11», Psychological Science, 14,2003, pp.381-384. 23 Bush, George W., «President's Remarks to the Nation», 2002, consultado el 7 de febrero de 2006, en http://www.whitehouse.gov/ news/ releases/2002/09/2002091 l-3.html. 24 Kendler, K. S., X. Q Liu, C. O. Gardner, et al., «Dimensions of Religiosity and Their Relationship to Lifetime Psychiatric and Substance Use Disorders», American Journal of Psyquiatry, 160, 2003, pp.496-503. 25 Smith, L. C., S. Friedman, y J. Nevid, «Clinical and Socio cultural Differences in African American and European American Patients with Panic Disorder and Agoraphobia», Journal of Nervous and Mental Disease, 187, 1999, pp. 549-560. 26 Nairn, Raymond C., y Thomas V. Merluzzi, «The Role of Religious Coping in Adjustment to Cancer», Psycho-Oncology, 12, 2003, pp.428-441. 27 Barusch, Amanda Smith, «Religion, Adversity, and Age: Religious Experiences of Low-Income Elderly Women», Journal of Sociology and Social Welfare, 26,1999, pp. 125-142. 28 Coffman, Sherrilyn, «Parents' Struggles to Rebuild Family Life After Hurricane Andrew», Issues in Mental Health Nursing, 17, 1996, pp. 353-367.

264

29

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265

43

Consultado el 10 de enero de 2006, en http://www.puhs,org/ eliewiesel/life/henry, html.

CAPÍTULO 7 PRACTICAR LA GRATITUD 1

Mill, John Stuart, The Cambridge History of English and American Literature in 18 Volumes, (1907-1921), vol. XIV. The Victorian Age, Part Two, 1873, consultado el 8 de febrero de 2006, en http://www. Bartleby. com/224/0107.html. 2 Prochaska, James O., «Change at Different Stages», en Handbook of Psychological Change: Psychotherapy Processes & Practices for the 21 st Century, C. R. Snyder y E. R. Ingram (eds.), John Wiley & Sons, Nueva York, 2000, pp. 109-127. 3 Niederhoffer, Kate G., y James W. Pennebaker, «Sharing One's Story: On the Benefits of Writing or Talking About Emotional Experience», en Handbook of Positive Psychology, S. J. Lopez y C. R. Snyder (eds.), Oxford University Press, Nueva York, 2003, pp. 573-583. 4 Gomes, Peter J., Strenght for the Journey: Biblical Wisdom For Daily Living, A New Collection of Sermons, HarperSanFrancisco, San Francisco, 2003. 5 Baumeister, R. F., E. Bratslavsky, y C. Finkenauer, «Bad Is Stronger Than Good», Review of General Psychology, 5(4), 2001, pp. 323-370. 6 Hedstrom, L. James, «Morita and Naikan Therapies: American Applications», Psychotherapy, 31, 1994, pp. 154-160. 7 Kerch, Greg, Naikan: Gratitude, Grace, and the Japanese Art of SelfReflection, Stone Bridge Press, Berkeley, California, 2002. 8 Gallup, George, y Robert Bezilla, The Religious Life of Young Americans: A Compendium of Surveys on the Spiritual Beliefs and Practices of Teen-Agers and Young Adults, G. H. Gallup International Institute, Princcton, Nueva Jersey, 1992. 9 Clark, Walter Houston, The Psychology of Religion: An Introduction to Religion Experience and Behaviour, MacMillan, NuevaYork, 1961. 10 McKinney, John Paul, y Kathleen G. McKinney, «Prayer in the Lives of 266 Late Adolescents», Journal of Adolescents, 22, 1999, pp. 279-290.

11

Lutheran Book of Worship (Manual Luterano de Culto), Augsburg Publishing House, Minneapolis, 1978. 12 Keillor, Garrison, «With All the Trimmings: A Thanksgiving Essay», consultado el 1 de marzo de 2006, en http:// www.javaforjesus. com/allthetrimmings.html. 13 «Prayers of the Day: Native American», 2006, consultado el 1 de marzo de 2006, en http://www.heliefnet.com/prayroftheday more_prayers. asp ?paid=49 &faid-10. 14 Hanh, Thich Nhat, Call Me by My True Names, Parallax Press, Berkeley, California, 1993. 15 Ackerman, Diane, A Natural History of the Senses, Vintage Books, Nueva York, 1991. 16 Luskin, Fred, Forgive for Good: A Proven Prescription for Health and Happiness, HarperCollins Publishers, Nueva York, 2002. 17 Recopilados por Frederic A. Brussat, «27 Ways to Live a Spiritual Life Every Day: Who Says Gossiping and Brushing Your Teeth Can't Be Sacred?», Utne Reader (julio/agosto, 1994), 1994, pp. 91-95. 18 Coscarelly, L., Maire Ford, y T. G. Plante, «Does Exercicing With Another Enhance the Stress-Reducing Benefits of Exercise?», International Journal of Stress Management, 8(3), 2001, pp. 201-213. 19 Doherty, William, «The Emotional Contagion Scale», Journal of Nonverbal Behaviour, 21,1997, pp.131-154. 20 Rowling, J. K, Harry Potter and the Half-Blood Prince, Scholastic, Nueva York, 2005. 21 Dean, Mark Lawrence, «Effects of Vow-making on Adherence to a 12week Personal Fitness Program, Self-Efficacy, and Theory of Planned Behaviour Constructs», Dissertation Abstracts International: Section B: The Sciences and Engineering, 62(12-B), 2002, p. 5.959. 22 The Holy Bible: New International Version, Containing the Old Testament and The New Testament, Zondervan Bible Publishers, Grand Rapids, Michigan, 1984. 23 Whorf, Benjamin Lee, Language, Thought, and Reality; Selected Writings, editado y con introducción de John B. Carroll, prólogo de Stuart Chase, MIT Press, Cambridge, Massachusetts, 1966.

267

24

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Índice temático

268

actitud alerta y abierta, 150 efecto indirecto en otros, 163 lema , 14 negatividad , 89-90, 160-161; véase también emociones, negativas , 20-21, 89, 160, 211; véase emociones, positivas; optimismo perjudicial, véase actitudes que no conducen a la gratitud reestructuración consciente, véase gratitud, como elección sensación de asombro, 34, 151 versus emoción, 221 vivir en el presente, 34, 97 actitudes que no conducen a la gratitud arrepentimiento, 235 dar cosas por hecho, 19, 35-37, 52, 63, 161, 216 deuda, 27, 4445, 68, 163, 167, 182 grandes esperanzas, 19, 184, 188-191 ingratitud, véase ingratitud narcisismo, 183-188, 190 olvido o no gratitud, 19, 176, 177, 243 pensar en la desagracia, 39, 41 sentirse con derechos y autosuficienica: como tendencia natural, 35, 162-164; con narcisismo, 184-186; en América, 27, 31, 163; falta de perspectiva más amplia, 19, 177 véase también emociones, negativas adaptación, 36-41, 42, 51, 203-204 adversidad, véase sucesos de la vida, adversidad

amor amor universal, 98, 101-102 como fuente de fuerza humana, 12 como regalo, 52 corresponder al benefactor, 17, 23, 114, 152 de Dios, 199, 211 sentirse amado, 63 análisis del poder de la densidad espectral (PSD), 94, 96 Año Internacional de Acción de gracias proclamado por las Naciones Unidas, 149 apreciación base electromagnética, 113 después de privaciones, 203 efectos fisiológicos, 95-96, 97 técnica para practicar, 93, 236-237, 242. asamblea Mundial de Acción de gracias, 149 aspectos emocionales de la gratitud alegría 39, 40, 130, 151, 152, 196 deseo de dar a cambio, véase ayudar a otros o deseo de corresponder elevación, 79 expresión, 17-18, 185-186, 250251 factores muy importantes, 66, 229-230 reservas disponibles durante la adversidad, 63 respuesta fisiológica, 80 retorno del amor a su origen, 17, 23, 151-152 véase también felicidad aspectos sociales de la gratitud amigos y familia como regalos, 53 apatía hacia los necesitados, 173

269

alegría, 39, 40, 150, 151, 196; véase también felicidad altruismo, 24, 63, 111, 178-179

270

ayudar a otros, véase ayudar a victicismo, 171-172, 221 otros o deseo de corresponder a y depresión, 59, 248-249 un regalo autosuficiencia, véase en actitudes conectividad: aumento en, 24, 49, no conducentes a la gratitud 61-63; contexto espiritual, 122; ayudar otros o desear sentido de comunidad, 72, 49; y correspondender a un regalo gratitud como el donante, 152; altruismo recíproco, 63, 132, 178dependencia feliz, 72- 75, 164 179 dolor que hemos causado a otros, aspectos espirituales, 123 237 como gratitud, 152 efectos una a otra, 13, 114-115, como memoria del corazón, 74 173, 245 experiencia, 18, 21, 47, 74 estatus social, 59 figuras ejemplares, 253 generosidad o tolerancia, 18, 25, 97 técnicas para practicar, 224, 236 gratitud como componente básico de la sociedad, 20-21, 63, 72 bendiciones, véase contar las cosas sistema de apoyo: como manejo buenas; amor como regalo; del estrés, 87; facilitador, 245; espiritualidad; vida como regalo reconocimiento de, 118; y Biblia dependencia de otros, 57, 72acción de gracias en la, 12375, 119-120, 133, 164 124, 126-127, 238 ataques terroristas del 11-S, 69-70, ingratitud en la, 126-127, 180, 156, 209-213 186 autocontrol, 25 juramento a Dios, 247 autocuidado, 110 libro de Job, 193-195, 222 autopercepción rituales de conmemoración, 146 comparación con otros, 47, 59, Bonhoeffer, Dietrich, 28, 196 170-171 conversación con uno mismo, 248- campos electromagnéticos, 114 249 ceguera, 199-200 el bien está fuera del yp, 14, 19 cerebro mito personal a través del relato de campo electromagnético, 114 vida, 219-220, 249 disfunción, 102-106 narcicismo, 183-188, 190 envejecimiento y reacción a niños, 70-74 información positiva, 162 restricción por ingratitud, 22 fisiología, 98 valoración o autoestima, 58, 181, mecanismo de creencia en Dios, 182, 208, 228 137-138

271

Chesterton, G. K., 33-35, 39, 40 comunicación campo electromagnético de dos personas, 114 expresión de compromisos religiosos, 139 expresión de emociones, 81-85, 165, 185-186, 250 expresión de gracias al donante, 68, 119-120, 186, 238-239 lenguaje corporal, 81-83, 84-85 lenguaje de escasez versus abundancia, 171 tecnología, 173, 243 tono de voz, 83, 84 consumismo, 60-61 contar las cosas buenas como estrategia para hacer frente, 87-88, 214-215, 216 en estudios de investigación, 41-42, 71, 161, 214 fuentes de recomendación, 23,41 necesidad de ir má allá, 29 y narcismo, 186-187 contar sus problemas, 43-44, 45, 64, 71 corán, 128-130 corazón campo electromágnetico, 114 caterización, 87 enfermedad, 85-89, 90-91, 96-97, 178 memoria del, 115, 225 respuesta a las emociones, 96, 114 traplante, 88-89, 96 cortisol, 97 creatividad, 25, 110, 251-253 cuidados, 206-209

culpa, 11, 86-87, 171-172, 182 Dalai Lama, 240, 252 densidad de gratitud, 187 desastres naturales, véase huracanes DHEA, 97 Día de Acción de Gracias, 29, 146, 147, 148, 176, 199 diario de gratitud aumento porcentaje felicidad debido a, 46 beneficios, 23, 47, 111, 208 cómo hacerlo, 231-234 compromiso de escribir, 51 de narcisista, 187 experimentos, 43-49, 208, 241 para cuidadores, 208 período de gratitud, 186 diario, véase diario de gratitud diferencias de género, 27, 61, 70, 163, 166 dinero y posesiones materiales, 25, 37, 59-61, 107-108 diseño de investigación asignación de condiciones al azar, 46, 50 condición de amor universal, 101102 condición de comparación, 47, 170-171 condición de gratitud, 42, 47-49, 65, 70, 101, 161 condición de sucesos, 43 controles, 42, 48, 65, 70, 104 datos de base, 44-45

272

efectos de los ataques terroristas del 11-S, 210-211, 212; controlar la gratitud, 47-48; expresión de emoción, 165, 250; gratitud a Dios 120-121; gratitud y enfermedad neuromuscular, 172, 204; narcicismo, 184, 187-188; observancia del Día de Acción de Gracias, 146-147; oración, 238; valorar el humor, 44-45, 201 encuestas y cuestionarios: estudios epidemiológicos, 214 estudios gemelos, 214 estudios longitudinales, 25, 90, 9192, 223 personología y relatos de la vida, 218-219 dispositivo interactivo de detección del agente (HADD), 136-137 donante del regalo beneficio no intencionado, 16, 17, 23, 55, 102 cuando hay, 17, 152, 188-191, 253 desconocido, 130-132 deseo de corresponder, véase ayudar a otros o deseo de corresponder deuda hacia, 27, 44, 67, 163, 167, 182 Dios: agentes y señales costosas, 135-140; creencias de los colonizadores, 198; significado de los sucesos de la vida, 24, 140-145; y compromiso de gratitud, 222; y religiones específicas, 118-136; véase también oración Efectos psicológicos de la gratitud hacia, 114-115

expresar gracias a, 68, 119, 185, 238 motivación, 57, 62, 158-159, 169170, 182-183, 189 rabia hacia, 167 reconocimiento de, 15-17, 35, 55, 57, 63, 112, 236 relación con el receptor, 169-170 vuelta a las emociones positivas, 17, 23, 58, 152 dopamina, 104 dormir, 49 duración de la vida, véase longevidad economía, véase dinero y posesiones materiales ejercicio de acción e gracias para relaciones, 64 ejercicio de exploración del cuerpo, 102 ejercicio físico, 39, 46, 244, 246 ejercicios para potenciar gratitud, véase práctica de la gratitud ejército, 77-78, 113, 147 emociones, negativas amargura, 22, 196, 223 ansiedad o miedo, 49-50, 94, 99 asco, 99, 179-180 avaricia, 22 con deuda, 167, 168, 178, 179; con victicismo, 171; en relaciones, 64; tendencias natural hacia; 160, 195; y madurez, 223; culpa, 168, 247 envidia, 22, 89, 171 frustración, 94 inseguridad, 94

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rabia: con deuda, 167, 168; efectos del amor universal, 102; respuesta fisiológica, 80, 94, 95; tóxicas, 89, 245; y enfermedades del corazón, 87; resentimiento: elegir rechazar, 30; compararse con otros, 171; incompatibilidad con la gratitud, 89, 98 soledad, 62 véase también actitudes no conductivas a la gratitud emociones, positivas amor, véase amor amor universal, 98, 101-102 autoprovocado, 94-96 compasión, 101, 132, 210, 252 efectos analgésicos, 100 esperanza, 12 grandeza, 78-79 incompatibilidad con emociones negativas, 97-99, 100 orgullo, 109, 177 y aumento de la longevidad, 23, 89, 92-93 emociones clasificar los humores en los diarios, 43-44 comunicación y expresión, 81-85, 165, 185, 245, 250-251 expresiones faciales, 81-250 hacia aquellos que nos han hecho daño, 167-169, 252-253 neurofisiología, 98-99, 160-161, 162 ratio de positiva a negativa, 63 versus actitud, 221 enemigos, 168, 252 envejecimiento, véase longevidad

espiritualidad afroamericana, 214 agradecimiento público a Dios, 119-120, 138-140 América nativa, 240 ayuno, 129, 139 budismo: bondad, 98, 101-102; gratitud a un donante desconocido, 130-132; gratitud hacia el enemigo, 252; naikan, 235, 237; oración, 240; sufrimiento, 197 como fuente de fuerza humana, 12 compatibilidad con la perspectiva científica, 119-120 confucianismo, 131 conversión religiosa, 122 cristianismo: científicos cristianos, 142; gratitud como virtud o ética básica, 123, 125-128; muerte de Jesús, 127, 198; pentecostalismo, 132-135; rituales o conmemoración, 146, 238; sufrimiento, 198; véase también Biblia después de la muerte, 142, 202 Dios y el significado de los sucesos de la vida, 24, 140-145, 194-195, 197 espiritualistas, 143 estado divino, 151 gracia, 11, 19, 117, 123, 127, 143 gratitud es la memoria del corazón, 115, 232 gratitud es una fuerza espiritual, 135, 152 habilidad para hacer frente, 202 hinduismo, 130, 142 Islam, 128, 129

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judaísmo, 119, 123-125, 146-147, 180, 239, 247; véase también Biblia, Holocausto juramento a Dios, 247 oración, véase oración pérdida de fe, 143 perspectiva religiosa, 118-135 respeto reverencial, 17 sintoísmo, 130 sobre Freud, 135-136 sufismo, 252 estrés cuidados y proceso de envejecimiento, 207 fisiología, 49, 189 manejo, 13, 50, 87-88, 96, 99-102, 110 niveles más bajos, 24 resiliencia hacia, 23-24, 189, 210, 213-216 estudio de las monjas, 91-92 experiencias negativas, véase emociones, negativas; sucesos de la vida, adversidad experiencias traumáticas, véase sucesos de la vida, adversidad factor de resistencia, 213-216 familia Singleton, 156-158, 182 felicidad aumento del porcentaje debido al diario de gratitud, 46 como ímpetu en lugar de reacción a sucesos positivos, 24 en adversidad 20, 200-206 ganancias aumentadas con, 25 grandes factores, 36-39, 229 predisposición genética, 35, 37, 220

predisposición: alteración, 46; como una escalara, 39, 44; determinación por clasificación de humores, 44-45; vuelta de humores, 44-45; vuelta a los niveles de partida (adaptación), 3739, 52 producción consciente a través de la sonrisa, 250 querer lo que tienes, 24, 27, 171, 254 sostenible, 66 versus gratitud, 59 y amor universal, 101 y formación médica, 109 figuras ejemplares, 253 fisiología campus electromagnéticos del cuerpo, 114 cerebro, 98-99 del donante de un regalo, 114 interacciones cuerpo-mente, 93-96, 100 liberación de opiácesos endógenos, 100 respuesta al estrés, 189 respuesta emocional, 78-80 restablecimiento del equilibrio, 98 Fredrickson, Barbara, 62, 97, 98, 210 Genética, 35, 37, 89, 207, 220-221 gracia de Dios, 12, 19, 117, 123, 199 definición y etimología, 18, 127 inmerecida, 19, 166 y la muerte de Jesús, 127 gracias por nada, 19, 183-188 gratitud

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algunas reservas, 26-30, 44 caracteres chinos de l escritura, 132 como cortafuegos, 22, 61 como elección: cambiar disposición a la felicidad, 39, 65; compromiso, 50-51, 145, 221-223, 246-248; desafiante, 109; incluso durante la adversidad, 196-200 como secreto de la vida, 40-43 como virtud, 27, 130, 131, 223 definiciones y etimología, 14-15, 16, 17 efectos en recuerdos positivos, 56 ejercicios, véase práctica de gratitud fisicalidad, 80-85, 241-242 hacia los que nos han hecho daño, 168, 252 largo plazo versus corto plazo, 2324, 51, 212, 221-223 objetos materiales versus abstractos, 69, 187 obstáculos a, 158-174, 243 por qué importa, 158-174, 243 por qué importa, 9-13 proceso: categorías, 129; cuadro deudas, 68-69, 119-120, 185-186, 238-239; diario véase diario gratitud público, 119, 138-140; efectos de frecuencia, 66; ejemplos de inapropiado, 66; ejemplos de inapropiado, 27; en un contexto espiritual; véase himnos, oración; para salir del reino de la oscuridad, 223-225; tres aspectos, 15, 53; véase también práctica de la gratitud puntos de vista filosóficos, 16, 28, 73, 183, 222, 228

transformación desde, 16, 24, 200, 73, 183, 222, 228 versus felicidad, 59 versus gratitud, 152-154 versus no gratitud e ingratitud, 176177 versus pensamiento positivo 20 habilidad para hacer frente cinco minutos sobre pérdidas 201201 efectos de contar las bendiciones, 87, 215-216 gratitud en medio de la adversidad, 20, 57, 193-200, 213-216 manejar el estrés, 13, 49-50, 87-88, 97, 99-102, 110 optimismo, 202 y depresión, 55-58, 201, 214 y felicidad, 25 Hall, Calvin, 185 Hammer, Armand, 183 Hambras, véase diferencias de género himnos, 121, 148-149 Holocausto, 144, 196, 223-225 hormonas, 49, 96, 97 humildad, 12, 123, 150, 173 huracanes, 103, 113, 155-157, 215216 imperativo moral, 29 ingratitud campo electromagnético, 114 cultivada por los medios de comunicación, 60 dinámica, 158-174, 178, 179-183 en la Biblia, 126-127, 179-180, 186

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hacia Dios, 126-127, 180 limitar sentido del yo, 22 posturas filosóficas, 28-29, 175 versus gratitud y no gratitud 176177 ingresos, véase dinero y posesiones materiales investigación científica¸ véase diseño de investigación Irak, 177-179 Judd, Carrie, 133-134 justicia, 130-143 King, Kaura, 165, 216 King, Stephen, 11-12, 19 Krause, Lisa, 204 lágrimas, véase llorar lenguaje, 248-249 lenguaje corporal, 81-83, 84-85 llorar, 79, 167, 190 longevidad, 25, 89-93, 162, 207 Madre Teresa, 183, 252 materialismo, 60 matrimonio, véase relaciones, largo plazo McCullough, Michael, 13 McNamara, Patrick, 104-106 McQuilkin, Robertson y Muriel, 206, 209 médicos, 107-112, 169 médicos de cabecera, 107-112, 169 medios de comunicación, 60-61, 212 meditación, 96, 100-102, 236-238 memoria de gratitud recibida, de elevación del ánimo, 105

del corazón, 114-225 memoria selectiva de lo positivo, 56, 234, 235 moral, 10 pérdida con la enfermedad de Alzheimer, 208, 209 recuperación con enfermedad de Parkinson, 104-106 técnicas para evitar ser olvidadizo, 231-244 memoria moral, 20 motivación de Dios, 194-195 del donante, 58, 62, 159, 169-170, 183, 189; véase también ayudar a otros o desear corresponder) juramento a Dios, 246-247 por cambio de conducta a largo plazo, 230 por conversión religiosa, 122 por ingratitud, 183 , como lo principal, 144 voto de compromiso, 246-247 naikan, meditación, 235-237 narcicismo, 183-188, 190 naturaleza versus educación, 39 Neki, Jaswant Singh, 150 niños, 69-72, 216-217 no gratitud, 176, 177, 243 optimismo beneficios de la gratitud, 71-228 beneficios del diario de gratitud, 23, 46, 208 efecto en el salario, 26

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habilidad de hacer frente, 202 y longevidad, 90 oración de gratitud, 117, 123, 124, 129, 238-241 por la habilidad de ser agradecido, 238 posición del cuerpo, 81 y curación, 133-135 y señales costosas, 138 Pablo, el apóstol, 196 paz y tranquilidad, 101, 150 perdón, 23, 24, 168 plaza de Thanksgiving, Dallas, Tejas, 149 pobreza, 214 poder transformativo de la gratitud, 17, 24, 200-201, 219-220, 223, 254 posesiones, véase dinero y posesiones materiales práctica de la gratitud ampliar sus miras, 251-253 diario, véase diario de gratitud ejercicio de dar gracias por las relaciones, 64 ejercicio de exploración del cuerpo, 102 ejercicio de fingir una actitud, 251 ejercicio de respiración, 242 gracias a la hora de comer, 139238 hacer un voto, 246-247 hágase tres preguntas, 235-237 las diez mejores estrategias para el éxito, 231-253 oración, 238-241 preste atención a tus sentidos 241242

recordar lo malo, 234-235 seguir los pasos, 250-251 use recordatorios visuales, 242-246 proceso de agradecimiento, véase gratitud, proceso proceso de toma de decisiones, 110 programa a favor del uso del caso por los ciclistas, 110-111 psicología adaptación, 37-41, 42, 51, 202-203 elegir cómo reaccionamos a los sucesos de la vida, 39, 144 emociones conflictivas, 168 factor de resistencia (resiliencia), 213-216 interacción corazón-mente, 94-97, 100 lenguaje determina la naturaleza del pensamiento, 248 memoria selectiva de los positivo, 56, 234, 235 mito personal, 219 pasos del cambio de la conducta, 229-230 pensamiento contrafáctico (escenarios ), 102-106, 235 porcentaje de longevidad relacionado con, 89 positiva, 12, 28, 67, 73, 171-172, 210-213 prejuicio interesado, 182 prejuicio negativo, 160-161 principio de escasez, 204 terapia cognitiva, 137-138, 249 terapia conductiva, 98

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víctimas pero manufacturads, 171172 punto de partida, véase felicidad, disposición Raskin, Robert, 185 Reagan, Ronald y Nancy, 207-208, 209 reconocimiento de la bondad en nuestra vida, 15, 17, m 119, 225 de la tragedia en la s celebraciones religiosas, 147-149 del donante de un regalo, 15-17, 35, 54, 58, 63, 112, 236 del regalo hecho desde la bondad, 58 del sistema de apoyo, 118 del valor del regalo, 15, 52-55, 159, 203 efectos en el matrimonio, 63 el regalo es un mérito inmerecido, 18, 55 etimología, 16 la fuente del regalo está fuera del yo, 15-16, 21 transformación a través de reconocimiento, 16 Rediker, Mike, 150 relaciones, largo plazo dolor de la pérdida, 202 efectos de la gratitud del sujeto en el cónyuge, 50, 62 efectos de los medios de comunicación, 60 ejercicio de dar gracias, 64 ejercicio de fingir actitud, 251 emociones conflictivas, 169

Matrimonios agradecidos o agraviados, 63-64 sobre meditación budista, 236-237 relajación, 96, 97, 98 respiración de gracias, 242 responsabilidad personal, 236 salud y medicina beneficios de la gratitud de largo plazo, 24, 71, 213, 228 cuidados intensivos neonatales, 118, 119 cuidados médicos humanitarios, 178-179 cuidar de los demás, 206-209 curación espiritual, 133-135 efectos del diario de gratitud, 23, 46, 47 gratitud en la formación médica, 10-110, 111 hormonas, 49, 96, 97 pago de gratitud a los médicos, 107-108 sistema inmunitario, 24, 49, 96, 97, 207 Selye, Hans, 188-191 septillizos de la vida, 140-145, 182, 185, 197, 219, 249 sistema inmunitario, 24, 49, 98, 207 sobrenatural, 137 Spafford Horacio G., 196-197 Steindl-Rast, hemano David, 150151, 221-222 Stewart, Peter, 149 sucesos de la vida

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adversidad: algo bueno puede venir de, 16, 200, 205-206, 216-219; cinco mitos de pérdidas, 201-201; emociones positivas con, 20, 200206, 211; factor de resistencia, 213-216; gratitud en medio de, 20. 57, 193-200, 213-216; habilidad para imaginar alternativas peores, 103-104, 130, 215, 235; libro de Job, 193-195, 196, 222; ¿por qué a mí?, 194; reconocer la tragedia, 147-150, 220, 234-235; reservas emocionales como recurso, 63; salir del reino de la oscuridad, 223225; volver al punto de partida después, 36; véase también, adaptación, felicidad, disposición elección en cómo reaccionar, 39, 145 positivos, 37, 39, 42, 135-140 significado y propósito, 140-145, 182, 195, 197, 219, 249 temas culturales autosuficiencia, 163, 177 bendiciones de antepasados en culturas del Este, 23 contar las cosas buenas, 214 deuda, 27, 162 efectos de los ataques terroristas del 11-S, 211-213 engrandecimiento propio, 31 expresión emocional, 165 hipoconocimiento de la gratitud, 27, 28 pago de gratitud para los médicos húngaros, 107-108 ritmo acelerado de la vida urbana, 173-174

ten Boom, Corrie, 196-197 teoría de las señales costosas, 138140 Thornbury, Tanya y Tracey, 156, 157, 182 tolerancia al dolor, 99-102 trastornos de salud cáncer, 89 cardiopatía, 85-89, 90, 96, 178-179 distrofia facial, escapular y humoral, 48 distrofia muscular de cinturas por déficit de calpaína, 204 distrofia muscular de los miembros, 48-204 dolor crónico, 99-102 enfermedad Charcot-Marie-Tooth, 48-204 enfermedad de Alzheimer, 91-92, 206-209 enfermedad d Parkinson, 104-106 enfermedad neuromuscular, 48, 65, 140, 143, 172-173, 204 lesión de médula espinal, 173, 202 síndrome de Down, 216-218 síndrome de muerte infantil repentina, 201 síndrome pospolio, 48-140, 143. 204 trasplante de órganos, 88-89, 96, 152 trastornos psiquiátricos depresión: autopercepción, 58, 249; con dolor crónico, 100; con enfermedad de Parkinson, 105; con síndrome de Down, 217-218; de cuidadores, 208; después de los ataques terroristas del 11-S, 210211; después de una pérdida, 201;

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efectos de visualización pro amigos, 206; factor de riesgo, 213; relación inversa con la gratitud, 5558, 214; y longevidad, 89 vacaciones Día de Acción de gracias, 29, 146, 147, 148, 176 regalos de Navidad, 169 varones, véase diferencias de género verdad, 130 vida aumento de satisfacción, 49 como regalo: después de la adversidad, 86, 122, 135, 210; después de los ataques terroristas del 11-S, 210; en relatos de vida, 219; perspectiva general, 52-55; responsabilidad, 111; rituales para desarrollar actitud, 145-147, 234 día a día, 26, 65, 121, 139, 227, 237 longevidad, 25, 89-93, 162, 207 virtudes morales en el budismo, 130 visión del mundo de Job, 195, 196, 222 existencia de justicia, 143 existencia de motivos desinteresados, 16 existencia del bien, 20, 58, 143, 148, 223 hebreas, 124 mundo lleno de gracia, 19, 143 vida como regalo, véase vida como un regalo visualización, 206 voluntad, 39, 144, 229 Wiesel, Elie, 223-225

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Índice Agradecimientos………………………………………………2

1. La nueva ciencia de la gratitud……………………………5 2. La gratitud y la psique…………………………………….27 3. Como se expresa la gratitud……………………………….72 4. Dar gracias a Dios: la gratitud y el espíritu humano……112 5. Un delito antinatural: la ingratitud y otros obstáculos 6. para una vida agradecida………………………………...151 7. La gratitud en tiempos difíciles………………………….190 8. Practicar la gratitud………………………………………225

Notas………………………………………………………255 Índice temático……………………………………………275

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¡Gracias ¡ De cómo la gratitud puede hacerte feliz Robert A. Emmons

Chesterton afirmó que la gratitud era la más alta forma de pensamiento y Cicerón la definió como la mayor de las virtudes, pero hasta ahora nadie se había molestado en estudiarla en profundidad.

Este libro demuestra cómo su cultivo alarga la vida, previene contra enfermedades, eleva nuestros niveles de energía y, lo que es aún mejor, está al alcance de todos.

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