Fotocuentos por Agustín Fest. Segunda edición. Esta obra trabaja bajo una licencia Creative Commons, como dice más aba
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Fotocuentos por Agustín Fest.
Segunda edición. Esta obra trabaja bajo una licencia Creative Commons, como dice más abajo en esta página. Es decir, puedes usar el contenido de esta obra tal cual, siempre y cuando no lucres con ello y si la utilizas, debe funcionar bajo una licencia similar. Puedes hacer modificaciones o trabajos derivados, salvo no cubras lo anteriormente especificado. De igual manera, si piensas lucrar con mi obra, avísame y nos vamos a las michas, o a las tercias, o a las cuartas. Antes de cualquier cosa, primero contáctame al siguiente mail: [email protected] Estos cuentos e historias, pueden ser leídos de manera gratuita en el blog personal de Agustín Fest, árbol 2:17 (http://arbol217.com). Gracias por comprar la obra, y por aportar dinero para los cafés donde no escribo, nomás leo y miro piernas de mujeres lindas. Si no la compraste, bueno, ¡disfrútala al menos! y si me ves por ahí, me invitas un café. This work is licensed under the Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 2.5 License. To view a copy of this license, visit http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/ 2.5/ or send a letter to Creative Commons, 543 Howard Street, 5th Floor, San Francisco, California, 94105, USA.
Experimento.!.............................................................................6 Ya sin chela y sin cigarros.!.....................................................9 El Rey Satán.!...........................................................................12 Inside the box.!.........................................................................13 De préstamos y torturas.!.......................................................14 A ningún lugar.!........................................................................16 Contrato.!..................................................................................18 Deseos.!....................................................................................20 De lo nuevo, lo viejo.!..............................................................21 Me llevó.!...................................................................................23 SPQR, tu puta madre.!.............................................................25 Si te sobra una mano… !.........................................................27 Cadena de favores.!.................................................................28 El último año.!..........................................................................35 Mi gran noche.!........................................................................37 Esquina superior izquierda.!..................................................38 Tal vez necesites agua.!..........................................................40 Cuando me detuviste y no me dejaste dar dos pasos.!.......42 Divinal.!.....................................................................................43 Impossible is nothing (1).!......................................................44 Impossible is nothing (2).!......................................................46 Del viejo que leía el periódico.!..............................................48
La muerte de Raymundo Ríos.!..............................................50 Parsimonioso.!.........................................................................52 El tule.!......................................................................................54 La notoriedad de tus cuadritos que se mueven con el suave y continuo susurro del viento.!...................................56 Del honor…!.............................................................................58 Te alcanzaré, en un mar lleno de luces y pescadores.!.......60 No quiso hacerlo, pero lo hizo…!..........................................62 Documentación.!......................................................................65 Rumores infantiles.!................................................................67 De lo viejo, lo nuevo.!..............................................................69 No hablemos del pasado, ni de cuando a Uriel se lo comió un cacto.!..................................................................................71 Curriculum Vitae.!....................................................................73 El culo de Ofelia.!.....................................................................75 Urge.!........................................................................................77 El culo de Lauriana.!................................................................79 He impreso tu foto y la llevo en la cartera.!..........................81 La vida es un chiquero.!..........................................................83 No tengas miedo (a la inmensidad).!.....................................85 Contraluz de los chavos que juegan como antaño.!............86 Manotas furtivas.!....................................................................88 Silencioso testigo.!..................................................................90 En la palma de tu mano.!.........................................................92 Una confesión.!........................................................................95
Des-a-mor.!...............................................................................97 Enorme sonrisa.!.....................................................................99 Todos los poderes.!...............................................................100 La puta y su eterno pretendiente.!.......................................102 Cansado impulso.!.................................................................104 Mi sombra salta y salta.!.......................................................106 Tus pequeñas manos, que nada guardan.!.........................108 Confianza regalada.!..............................................................109 Tus tristezas.!.........................................................................111 Agradecimientos.!.................................................................113 Del Autor.!...............................................................................115
Experimento.
No fue hace mucho que dije sí al experimento, creo que llevo una semana con el chip en la nuca, y lo único que me ha salvado de un dolor insoportable, apuesto a que peor al de la erección que me provoca tu cuerpo desnudo, es mirar directamente a tus ojos y no separar la mirada de ellos. Que los ojos son bonitos, son las ventanas al alma, a través de los ojos forjas una cadena invisible que te puede unir a una persona para siempre, son tan bonitos los ojos que son la única parte del cuerpo de otro ser humano que puede re@lejarme a la perfección y me hace sentir bien, porque es mi re@lejo en un mundo distinto al mío, es mi presencia en otra realidad, la tuya, por ejemplo, tu realidad. Y no dejas de sonreír. Vaya. Tus ojos son bonitos y me han salvado de una serie de choques eléctricos. Pero necesitaba el dinero, ¿sabes? porque mi guitarra y mis canciones han estado muy @lojas para los clientes de la ruta 27. He estado por cambiarme a la 23, donde se suben puros chavitos que van a una prepa fresa de aquellos rumbos y pareciera mentira, pero luego son bien generosos. Yo lo sé porque yo estudié ahí, ¿y no te digo? Son generosos y basta. Sencillamente no hay que decirles que puedes acabar cantando en los camiones, porque aparte de que los traumas, ya no a@lojan el dinero. ¿Y luego? ¿Quién iba a decir qué hoy decidías dejar tu virginidad conmigo? Ya ni en las pinches novelas, me cae. Supongo que te debo una explicación vida mía, que tú nada más no dejas la sonrisa y sigues moviendo el culo como gata deseosa. Y yo aventándome un rollo muy bonito acerca de los ojos, creyéndome the insight meister y me sales con la sonrisita esa picarona. ¿Qué hoy dejamos de ser vírgenes? Bueno, tú mi vida, yo tengo un par de mujeres en la cajuela. Y no creo que te robe la virginidad, al menos no hoy, dame tiempo para ver si me pagan otro mes. Me metí en eso porque necesitaba el dinero, me dio mucha hambre ese día y por alguna razón llegué a leer una hojita que decía: “Se
buscan estudiantes universitarios para experimento biotecnológico. Se pagan 3,630 pesos mensuales. Primer pago de inmediato”. Parecía que tenía mi nombre caray, me metí al instituto, les pasé mi credencial y mi tira de materias, inmediatamente me señalaron a dónde debía ir y salí bien rápido, con efectivo en mi mano. ¡Me pagaron en efectivo! Supongo que en ese momento debí sospechar de consecuencias y efectos secundarios, y qué con mi cuerpo no se juega, algo así. Pensaba contarte antes del dinero, ¿cómo creías que te estaba invitando más seguido al cine? ¿Por los pinches tacaños de la 27? No me pongas esa cara y quédate allá, de ese lado de la cama, pegadita a la guitarra, mírame a los ojos y no apartes la vista, porque si no me va a dar un dolor de los mil demonios y pre@iero aguantarme la erección ahorita. Que bueno, creo que todo se solucionaría con una puñetita, incluso creo que tú podrías prestarme tu mano para mis propósitos siniestros, pero si mis ojos se apartan y se empiezan a enfocar en lo que no deben… ninguna mano será ayuda su@iciente. Ya va, te voy a explicar la razón de mi predicamento. Ese día, el doctor me dio una explicación muy clara, tan clara que hoy no recuerdo ni la mitad. Me dijo algo de un procedimiento de emergencia que podría aplicar si lo necesitaba, la cosa es que me podía dejar inconsciente durante dos días, incluso impotente si no tenía cuidado, que evitara recurrir a ello y que, preferentemente, me presentara de inmediato al instituto si surgía alguna emergencia. Me dio un papelito con las instrucciones, pero creo que lo perdí. Je. No me digas eso mi amor, esto no es una emergencia, nos podemos aguantar otro mes, ¿vale? Bueno, en realidad tres semanas, ¿por qué me sonríes así canija? ¡Estate! ¡Down! ¡Down! ¡Stay! ¡Fussssss, girl, fusssss! Ahora, calladita te ves más bonita y permíteme continuar: El doctor me dijo que el chip funcionaba para inhibir y controlar estímulos visuales, aquellos que se provocan mirando las curvas de una mujer. Me dijo que estaban en fase de pruebas y que, las curvas pues, estimulan no sé que ondas cerebrales alfa, beta y omega, que se producen en el cerebro cuando los ojos, pues miran nalgas o caderas o senos. El doctor me explicó que el chip pretendía funcionar como un medio de control para el transporte público, como el metro y los camiones por ejemplo, para evitar a maloras que se la pasan tocando lo que no deben, cuando no deben y cuando no les dan permiso. Que yo estaba formando parte de un gran experimento y que la información que yo recaudara sería invaluable para, incluso, detectar y controlar a los violadores a tiempo. El doctor entonces se puso serio y me miró directo a los ojos, me vi re@lejado en él y en el vidrio de sus lentes. Me explicó entonces–: El chip estimulará ciertos nervios de su cuerpo para que se provoque una descarga eléctrica, un dolor que se compara a un calambre, si usted mira con malas intenciones por más de cinco segundos el cuerpo de una mujer. Yo me sentí bien seguro en ese momento, pensaba que no me la pasaba viendo viejas, le dije que me lo pusiera, que no se preocupara. Piénselo bien, me insistió, deslizó un contrato frente a mí el cual @irmé diligentemente, y salió de la habitación. Se retiró como diez minutos y regresó con una jeringota de este vuelo, por la ciencia doctor, le dije, me puso la jeringa en la nuca y madres, pinche dolor horrible. Luego me dio un papelito, pase por su pago con la recepcionista, lo veo dentro de un mes para el siguiente pago y para actualizar su chip, me dijo, y yo salí, satisfecho de recibir dinero por nada. Ese mismo día medio me arrepentí, porque me subí al camión con mi guitarra y se subió una vieja, tengo que confesarlo mi
amor, se subió una vieja con unos pechos como de nodriza, con lo su@iciente para amamantar a diez cachorritos, ¿sabes? Y luego su bendito escote primaveral. Pues que la miro, y uno, dos, tres, cuatro, cinco, me dio un calambre en la espalda. ¿Te puedes imaginar un calambre en la espalda, seguido de escalofríos interminables y molestos? Yo sí. Nomás de acordarme me duele, se me erizan los pelitos del brazo ¿mira? Pero bueno, mi chip esta registrando toda la información que se produce cuando miro mujeres pues y la esta mandando por internet inalámbrico al instituto. Esta súper cabrón, ¿no crees? La cosa es que, como esta en fase de pruebas, me dijo el doctor que no saben aún diferenciar entre las ondas que se producen con una conocida o con una desconocida, que con trabajos habían logrado separar no se qué ondas para que yo pudiera tener erecciones, besar y medio acariciar a gusto, @igúrate nomás. La meta es recoger más información para seguir desglosando los procesos mentales por los que pasa la vista y que por ello necesitaban individuos valientes (y necesitados y muertos de hambre) como yo. Te juro que en ese momento pensé– Bueno, no hay pedo, mi novia quiere ser virgen hasta el matrimonio, y yo soy un muchachito @iel, nomás no andes de ojo largo en los camiones, ¿qué tiene de malo una lanita extra? Otro de los objetivos, era hacer que estos chips fueran biodegradables y que sirvieran temporalmente, lo que dura en promedio un viaje de metro. Al escucharlo me quedé con los ojos tan abiertos como dos lunas, ¡y yo qué me la paso cantando canciones en los camiones! ¿A poco no se te hace una mamada? No, no, espera… espérame tantito, hazte para allá… bueno, el doctor no comentó nada de mamadas, pero escúchame primero: ¿A poco no se te hace una mamada cantar en los camiones cuándo puedes hacer algo por la humanidad o por un México más seguro? Me sentí orgulloso, con todo y mis tres mil seiscientos pesos. Por la sonrisota que tienes, no te estoy vendiendo la idea y probablemente tienes razón… me la mamé. De haber sabido que… ¿pero es qué como iba a saber que tú…? ¡Por qué no me avisaste que ya…! Coño, ahora te cumplo, yo no me quedo así… bueno, a ver pues… deja cierro los ojitos y que pase lo que tenga que pasar. El doctor no especi@icó nada de cogidas, pero es que… es que si duele un chingo. A ver pues, con cuidadito… con cuidadito… con paciencia y salivita todo entra… y me esta doliendo la espalda, no sé si es por el experimento, o porque estuve rígido en el asiento, mirando a tus ojos todo el tiempo…
Ya sin chela y sin cigarros.
Llevo un par de horas seleccionando a mi nueva modelito y ya me dio pereza. Creo que me quedo con la de la foto, tiene diecinueve y lo poco que platicamos por teléfono, todavía esta verde, no esta mal. Tenía un amigo que cuando miraba a una mujer en la lagarquija o la vitrola, una gorda bastante fea, me decía–. ¿Quíhubole Ernesto? ¿Ya sin chela y sin cigarros? –Le sonreía entonces, seguía tomando mi cerveza y le respondía–. No, no me gustan ni las feas, ni las gordas, y mucho menos las simpáticas. Se había convertido en nuestra broma local, porque la primera vez le dije que si, tenía rato sin tener a nadie y como él había sugerido: ya no tenía para comprarme otra cerveza, y los cigarros se me habían acabado dos minutos antes. Todavía puedo recordar como mis manos fueron tragadas por unas lonjas, las cuales me acariciaron como pechos suaves y descubrí, gracias a interminables escalofríos, terminales nerviosas que no sabía que poseía. Todavía puedo recordar los dientes chuecos y aquella piel morena y manchada por su excesiva nutrición. No eyaculé ese día, me miré al espejo y me dije–. No, no lo volveré a hacer, si me quiero, no volveré a acostarme con una gorda o una fea. Eso pasó hace dieciseis años, cuando salí de la UIC graduado en comunicaciones. Aún salgo a tomar con el Cheques y aún aplicamos la broma local. De alguna manera, ese evento y nuestra pinche bromita, rea@irmó mi personalidad… terminó por de@inir mi profesión y mis gustos. Ni gordas, ni feas, ni ambas. En la UIC me hice de buenos amigos, gente que ahora son directores, los chavos innovadores del cine mexicano, a quienes olvidarán en unos veinte o treinta años. El cine mexicano que ya no existe, cuya gloria murió con Pedro Infante, Cantin@las, Tin Tan, Abel Salazar y Jorge Negrete. Si le preguntara a mi nueva modelito de Gilberto Martínez Solares, me vería sonriendo y preguntaría si es atleta parapléjico. Tal vez sepa de Buñuel, pero eso es porque todos los jóvenes
aprenden de Buñuel para hacerse los interesantes. Los jóvenes estan hambrientos por el conocimiento que impacta, no por el conocimiento que implica trabajo o grandes trayectorias. Estan hambrientos de íconos, estan hambrientos por consumirlos en menos de quince minutos. Y a eso me dedico: abrí mi agencia de modelos, teenagers especí@icamente. Me dedico a venderlas desde los catorce años a cuanta revista, comercial y jóvenes pasarelas les necesiten. Tan traumadito quedé, que ahora me dedico a explotar y explorar la belleza. Me dedico a “enseñar”, como si fuera un profesor, las cosas que se pierden estas escuinclas. Bueno, no todas, hasta eso soy respetuoso… dependo de cuánto me dura la nena en turno, cuánto dura su hambre por fama, por dinero, por conocimientos, por lo que sea. Para mi deseo, no las elijo de menos de dieciocho, no soy pendejo… si un padre me demanda mi negocio se hace mierda. Vivo bastante bien de esto. Aunque a veces llegan las mamás y las mismas escuinclas, con las minifaldas y el maquillaje y presumiendo el escote. A veces la mamá me pregunta si cree que puedo meterla en una telenovela, o en un programa de televisión, y ándale nena, muévete para el señor, esta un poco pasadita de peso pero la nena es muy trabajadora y disciplinada, si la quiere menos bustona o caderona, la ponemos a trabajar. Si mamá, y me sopla uno o dos besitos. ¿Y no le interrumpo señor?, me preguntan las mamás, a la mejor quiere hacerle preguntas a mi nena a solas, ¿no te molestaría quedarte con el señor Ernesto? No mamá. Mejor no señora, me rescato a mí mismo, su hija esta guapísima y ya verá, algo saldrá con ella de inmediato, déjeme sus fotos y sus datos, anótelos claramente, y en cuanto salga algo si me comunicarán de inmediatamente con usted. Si señor, gracias señor. El medio es un lugar complicado, todos saben de mi gusto por elegir a alguna de mis nuevas modelitos y exhibirla. El jueguito empieza en elegirla, me gustan como la chica de la foto, de piel blanca y cabello oscuro, labios gruesos. Creo que mañana mismo le hablaré… en @in. Todo empieza con eso, con elegirla. Luego les consigo trabajo en fotos, trabajos que paguen bien, como mil pesos la foto y así les meto el gusto por el dinero. Si es para mí, voy personalmente a cuidarla, le enseño algunos trucos, le platico algunas cosas del trabajo y de las cositas que no saben. A los diecinueve continúan siendo niñas, siempre caen. Les explico sus mejores ángulos, sin reservas hablo de lo bueno que tienen. No les invento cuentos, voy directo al grano. A su edad, es importante descubrir los detalles, enseñarles lo que no creían tener, y cuando uno se los dice, empiezan a enamorarse. Hay que ser honestos… de preferencia, si uno es bueno, porque si uno les inventa rasgos que no existen, alguien les enseñará que no algún día. En @in, al @inal le pido a un cuatísimo mío, director de comerciales y también, de repente de cine, que me abra un casting fantasma para esta mujer en especial. Una mentirita blanca. Carlos me ayuda aumentándole el ego y la vanidad a la muchacha. Claro, por sus múltiples favores, de vez en cuando me hago a un lado y se la dejo, porque pues… Carlos también tiene miembro y corazoncito, también tiene sentimientos pues. Me acuerdo de Brenda, le hice creer que era tan guapa, que solamente en eso pensaba, y luego vino la cocaína, y luego vino el productor de la televisora, y su debut en una telenovela, donde ya no tenía la nariz con la que le conocí, y de@initivamente, su mirada estaba en un viaje muchos kilómetros lejos. También por eso mejor me las elijo legalmente adultas, no quiero cargar con
culpabilidades. Si, si tengo un poquito de moral. He aprendido a educar mujercitas a mi gusto, y también, las he aprendido a educar para que sean sanas, delgaditas, sabrosas y si, esta bien, medio putitas… se hacen las que aprenden, pero bien que saben. Para eso se educan desde que leen esas revistuchas, para saber donde apretar, donde morder y qué lucir, exactamente que lucir. Por eso abrí mi agencia de modelos, si no quería volver a acostarme con una gorda, y con una fea, y no quería volver a mirarme en el espejo y pensar que estoy cubierto de cebo, necesitaba algo así. Porque después de dieciséis años aún siento esa capa de piel extra. Llámenme exagerado, llámenme cerdo machista, no me importa, tengo exactamente el corte que quiero y lo disfruto tanto. Cuando compren una revista juvenil, acuérdense de mí, cuando vean una foto de una nena fresca y juvenil, piensen que yo me la comí primero, y ténganme envidia, mucha envidia. Todo empieza con un “Ya tengo una sesión de fotos para ti, te recojo en tal lugar, es tanto el presupuesto”. Pues ya sin chela y sin cigarros…
El Rey Satán.
No puedo contarte esta historia porque entonces, él me descubriría y me encerraría en sus mazmorras. Pero hey, si tengo un par de chelas encima, ¿qué más da? Dicen que es el omnipresente Rey Satán, conduciendo un Cadillac rojo a toda velocidad, a veces como un chamaco lleno de barros, otras como dama de alta sociedad, pero el Cadillac rojo nunca ha de fallar. Corre a cientos de kilómetros por hora, en todas las carreteras y en todos los desiertos, le silba a las nenas que con su corrupto viento y ellas ya no se aguantan las ganas y se masturban, y los autobuses, perfectamente en forma, se descomponen repentinamente y tiran anticongelante y aceite, para después caer por el barranco. No le digan a nadie, pero le gusta escuchar la misma canción de “The Coral” todo el tiempo y ayer me habló por teléfono y me dijo: “Oye amigo, tú y yo nos vamos de viaje a buscar el sur, siempre al sur”. No entiendo porque me quiere llevar el Rey Satán, pero te dejo esta nota mamá… ya no me esperes, tampoco esperes tu mi amor, voy a un viaje al sur y presiento que no voy a regresar.
Inside the box.
Come along Fool A direct hit of the senses you are disconnected It’s not that it’s bad… it’s not that it’s death It’s just on the tip of your tongue, and you’re so silent –Cat Power, Fool. Cuando me metí a la caja, primero me encontré desolada porque no había ningún espejo donde mirar mi languidez. Llevo años aquí, tal vez siglos. No, no es para tanto, un cuerpo no puede vivir tanto encerrado en cartón, o madera, u oro chapado… pero cuando estoy aquí adentro, no me pregunto todos los días cuánto puede vivir un cuerpo, en la caja no pasa nada, en la caja no existe biología ni química. Tal vez las matemáticas, para contar los días con un distorsionado sentido del tiempo. En la caja creo en el tiempo. Pero no creo en mis clases de español, no sirven cuando estas en silencio todo el tiempo y los pensamientos se abstraen cada vez más, se pierde cualquier estructura básica.¡Abracadabra, Sinsolobin Pampuán! A veces hablo conmigo misma, el sonido de mi propia voz obliga que mis orejas despierten y escucho ruidos afuera, escucho risas infantiles, y entonces, caigo en cuenta de la oscuridad de la caja, y de poco en poco regresan mis sentidos y la educación primaria que se diluía en los cuatro espacios que me rodean. Escucho risas infantiles afuera, en una rendija entra un poco de luz y huele a pastel, a chocolate caliente, los quejidos de un perro. Huele a cosas, escucho aún más… No quisiera salir de la caja, pero algo me arrastra, se abre un espacio y un guante blanco me ofrece la mano que resguarda. No me dejen salir de la caja. Los árboles no son solamente el símbolo de un pasado, las risas infantiles despliegan los rostros de sus dueños y entonces comprendo que mi caja, y yo, hemos tenido un propósito desde siempre. Sonrío, acomodo mi vestido de lentejuelas, “¡denle un aplauso a mi bella asistente!, quien desapareció durante siglos hacía un momento…” y doy una enorme reverencia a un público que mis ojos aún no identi@ican, mis ojos que aún añoran la caja y que esperan, como todo mi cuerpo, en cualquier momento regresar para rogarle que no la dejen salir.
De préstamos y torturas.
Se acercó su hermana y con un gesto sencillo, como no acostumbraba, le pidió las llaves de su coche. No del Tsuru, del cual estaba se estaba empezando a decidir su destino, para nada… le pidió las llaves del Stratus, el nuevo, el que había comprado hacía una semana precisamente… El Stratus no le costó tanto ahorro y esfuerzo, porque ahora para comprarse un coche y tenerlo en el garaje es muy fácil, pero sí le costaría un par de comidas y retrasos en pagar algunos servicios durante unos cinco años, porque en otros cinco había calculado que le subirían el suelo lo su@iciente para pagarlo sin sufrir vejaciones y eso, siempre y cuando no lo corrieran de su trabajo. Había hecho planes ya con el coche, con quien sacarlo en lo que se acostumbraba a manejarlo y dejara de oler a nuevo. Lo
manejaba perfectamente en la Ciudad de México, para no estrellarlo al menos en sus primeros seis meses. Pero no había contado que en el desayuno, su hermana llegaría con un gesto humilde, no acostumbrado en ella por supuesto, a pedírselo para ir a no sé donde, con quien sabe qué amigas, hasta qué horas de la noche. –Llévate el Tsuru –le dijo, señaló con la mirada las llaves colgadas en la entrada de la casa y le sonrió lo más amablemente posible. Entonces, su hermana sonrió igual que él y lentamente, su cara empezó a descomponerse en una sonrisa hundida, como si su piel fuera papel arrugándose desde el centro en un remolino. Ella juntó las manos y en un tono infantil, empezó a decirle–. Préstame tu coche… préstame tu coche… préstame tu coche –en un loop que el hermano empezó a creer in@inito. Él conocía bien el resultado de esas discusiones: él podía salir a la terraza, a prender un cigarro, y su hermana estaría a dos pasos de él repitiendo su petición, aún si estuviera lloviendo. Entonces él haría una de dos cosas, dependiendo de su paciencia: terminaría su desayuno tranquilamente e iría a trabajar o terminaría su desayuno molesto, rogándole a su hermana que se callara e incluso sacudiéndola múltiples veces y se iría malhumorado a trabajar. Ya estando en el trabajo, recibiría una de dos cosas: mensajes de texto y emails de su hermana o bien, llamadas telefónicas al celular. En ambos casos, terminaría por ignorarlos, hasta que el día siguiente checara su buzón de voz o los emails urgentes del trabajo. Después, él regresaría a casa y pasaría una de dos cosas: ella le invitaría a sentarse a la mesa con un heladito y pastel de chocolate, y cuando él terminara, le diría sin gesto de papel arrugado y en un tono más relajado que le prestara el coche o bien, lo corretearía hasta su cama con ese gesto y con un tonito de “ay por @is, ándale”, trataría de dormir (al menos hasta la una de la mañana) escuchando–: Préstame tu coche, préstame tu coche, préstame tu coche. En días malos pasaba todo. Y es que los hermanos nunca incluyen en los cálculos, pues, a los hermanos. Su hermana hacía “la cara” no tan a menudo, solamente cuando de veras necesitaba algo o cuando se le ocurría encapricharse. Préstame tu coche, préstame tu coche, préstame tu coche y su cara, ¡su cara arrugada! A veces se preocupaba por ella, pensando que le podría dar algo (la chiripioca, por ejemplo) si continuaba con esa actitud. Suspiró resignado, buscó las llaves del coche nuevo y le dijo–: Una sola vez carnalita para que lo pruebes, me lo regresas tal como te lo entregué y una cosita… –¿Si? –Pobre del cabrón que se case contigo.
A ningún lugar.
Tengo que estar serio porque estoy a punto de verte, y pondré esta misma cara cuando esté a punto de dejarte. Es muy fácil parecer serio, solamente enfoco mi mirada a la gente, en como el sol ilumina sus rasgos, sus ropas y sus mochilas de viajero. Vine a ningún lugar, y digo ningún lugar porque no lo conozco… para mí los lugares que no conozco, no existen, y lo que publican en revistas de viajes y otros folletos son cuentos elaborados, con artistas dispuestos a pintar los monumentos e incluso calles de vida cotidiana para placer de algunos ilusos. Cuando ahorran dinero para viajar a esos lugares que no existen, es entonces que piden un boleto y llegan a una trama elaborada, donde torres de cartón e ilusiones ópticas, reemplazan lo que debieran ser verdaderos edi@icios de concreto. Vine a ningún lugar, a verte, a buscarte creo… para mí eres una actriz que esta viviendo en una casa de tablarroca, que derrumbarán en cualquier momento para engañar al siguiente grupo de viajeros. Tengo que estar serio porque no tardo en llegar. Estaba pensando en escribirte una canción, acerca de un viajero que tiene planeado llegar a ningún lugar. Muy apropiado para mí, en este tren, que lleva cuatro horas recorriendo un lugar desconocido e inexistente. Un limbo, tal vez. Si, tal vez morí y este es mi séptimo círculo. Llevo viajando tres horas, he tomado cuatro copas. Espero llegar pronto a ningún lugar, donde tu rostro me habrá de mirar. Llevo viajando tres siglos, ya ni lloran los niños. Espero llegar mañana contigo, entraré seguro por el postigo. Este tren habrá de caminar… para llegar a ningún lugar. Me duelen las nalgas, tal vez estar sentado tanto tiempo, mirando un lugar desconocido, ha borrado por entero la línea que me divide. Tal vez la pérdida de los gluteos, para convertirse en uno solo, ha obligado que me ponga poético. Siendo honestos todavía me falta una hora de viaje y Dinamarca no existe para mí todavía, aunque le acabo de poner nombre para llamarle de algún modo. Tal vez tomará sentido cuando vea tu cara en él, cuando vea tus manos y tu sonrisa, será
como un pintor que empieza a ponerle color al gra@ito manchando la tela. Si, todo tomará sentido, pero procuraré quedarme muy serio y te abrazaré @irmemente, no quiero que mi rostro se quiebre y no me reconozcas.
Contrato.
¿Por qué te sorprendes de verme? ¡Así te quería encontrar! Si creías que habías escapado de nuestro contrato estas muy equivocada. No te sirvió mudarte tres veces de país, treinta y dos en el interior de ellos. Para nada. ¿No ves qué soy el magnánimo y megalómano Satanás? Que bueno, te hubiera detenido en la segunda mudanza, pero que @lojera usar mis poderes omnipotentes para buscar a una irresponsable. En vez de ello, te grabé en tus mudanzas y abrí un sitio en internet, donde unos holandeses podían ver videitos de cómo intentabas adaptarte en cada lugar al que te ibas, los diferentes ángulos en los que te bañabas, tus diferentes jardines, a veces bonitos, a veces descuidados y otras tantas ausentes. Me hubiese hecho millonario, ¿pero qué crees? ¡Ya lo soy! Te usé para fascinar a las personas en tus cambios de carrera: primero quisiste tocar el piano, luego te metiste a clases de danza árabe y hasta, –¡@íjate nomás!– ¡te buscaste doctorados en astrología, astronomía y gastronomía creyendo que eran la misma cosa! Que bueno que no fui por ti, tan pronto terminó el contrato, para llevarme tu alma que si no, me hubiese perdido varios años de diversión gratuita. Dime, con el poder de la estulticia que tan amablemente te otorgué, ¿encontraste lo que buscabas? Me platicarás en el camino, haré que nuestro descenso sea largo y fortuito. Sin compromisos. Sé que te observé durante años, pero nunca entendí el porque de nuestro contrato. No me necesitabas. A cambio de tu alma me pediste diversión y variedad, que no se terminara pronto. Me pediste necedad para hacer tu camino. Eso te di, eso pediste, pero nunca entendí el propósito. Me confundiste, pero mira, no desaprovecho oportunidades cuando cualquiera musita–: Vendo mi alma por (insertar lo que usted guste). Tal vez por
tanta diversión no esperabas verme aquí, no esperabas que llegara yo y te dijera–: ¡Se te acabó! ¿Y qué pasa si la ida al in@ierno es parte del camino que quisiste recorrer? Por voluntad propia, digo. ¿Entonces, no estará el contrato aún vigente? Tal vez tomas la ida al in@ierno como otro viaje de diversiones, como una mudanza más para buscar la diversión que necesitas. En ese caso, puedo llevarte al in@ierno, según el contrato, pero no puedo llevarme tu alma, según el contrato. Me parece un poco lioso esto y por las carcajadas que te avientas, seguro lo pensaste así de un inicio, pero mira muchachita… escúchame bien, cuándo te aburras de mi roja morada, no hay manera de abandonarla y es el momento en el que te aburras cuando mis manos romperán tu hilito de plata. Y escúchame bien muchachita, muy bien, que yo siempre encuentro el camino y tengo la paciencia milenaria para buscarlo.
Deseos.
Apareciste como un genio y ahora me vas a cumplir tres deseos. Primero déjame restregar mi pecho contra tu espalda, después permíteme ver cómo te crece y @inalmente no me mires hasta que yo te lo diga. Eso es, se buen chico, siente mis dientes haciendo marcas detrás de tus hombros, siente como la dureza de tu cuerpo se concentra en una sola parte, como mis manos pequeñas tocan tus brazos grandes, como mi respiración golpea contra tu nuca cual rompevientos. Alguien nos observa, ¿ya lo viste? No, no lo has visto, estas muy ocupado con tu mano yendo al vientre, buscándote el sexo. Tal vez tú lo invitaste, ¿no? Déjate ahí, deja que yo lo tome, deja que yo lo acaricie despacito, no voltees la mirada todavía, siente como se agolpa el deseo en la punta de tu cuerpo, en la punta de la aguja que habrá de penetrarme despacito, en un ratito. O tal vez no tan despacito, así como escucho que deseas con los jadeos, como te aguantas las ganas de voltear y estrellarme contra la pared, alzarme de las piernas y esconder tu cara en mi pecho. Él que nos mira estará esperando eso, él que nos mira seguro ya esta deslizando las manos bajo sus calzones, él que nos mira seguro ya no se aguanta nada. Pero él no me importa, sólo me importa que tú sigas aguantando, te prometo que no te vas a arrepentir, ¿sientes cómo mi mano ya esta frotando más rápido tu sexo? ¿Cómo te lo esta tocando @irmemente? Es que también ya tengo ganas muchachito, pero no se vale, dijiste que me cumplirías tres deseos y si no te aguantas, ni siquiera será el sopor del primero.
De lo nuevo, lo viejo.
Desde que me abandonaste, has enviado fotos a mi correo, en blanco y negro, de los lugares donde estuviste presente. “Gracias a que abandoné tu yugo”, escribes al @inal de cada correo, como si fuese una @irma, seguido de un postdata con un beso y un abrazo. Tal vez merezco el castigo que me impones, haciéndome extrañar lo que nunca pasó y lo que ya no pasará… pero no estoy tan preocupado, ¿vieras? Haciendo cuentas, son cuarenta fotos en total, de distintas partes de la república, y también de Argentina y Bolivia. Yo nunca entendí para que chingados querías ir a Bolivia y aún teniendo la foto enfrente no lo hago. No sé que tratas de decirme con las fotos. De haber ido contigo a Bellas Artes, te hubiera platicado de los incontables arquitectos que trabajaron la obra, de los numeroso planos y los cambios que hicieron, del otro arquitecto que se suicidó cuando se enteró de que la obra se estaba hundiendo siete centímetros cada año de lo pesada que esta, de que fui un día (en uno de esos viajes de trabajo) llevando en la maleta el libro que te gustaba… el autor que lo escribió fue a dar una plática un día, pero no me acuerdo ni del título de tu libro, ni de tu autor preferido, y no fui esa vez, el trabajo me ganó. ¿Por eso me dejaste? ¿Por que el trabajo siempre me ganaba? Hace cinco años que nos dejamos, y todavía no entiendo por qué, ni como… no entiendo porque me envías una foto a mi correo de los lugares que registran tu presencia, no entiendo porque no lo dejas por la paz. No es que me quiebres algo con ello o que me vuelva loco tan sólo de pensarte sin mí. No es eso. Estoy bien: dejé mi trabajo y me conseguí uno mejor, uno de menos horas y un poco de menos paga. Al @in y al cabo, vivo solo, no sé por cuanto tiempo… una de tus primas se acercó a mí cuando me abandonaste y
estamos en planes para vivir juntos, “a ver que pasa”. He adelgazado un poco. No me va mal, de verdad. Cuando me dejaste se abrieron mis ojos y he empezado a disfrutar un poco más lo que tengo. Tal vez, un día de estos, cuando dejes de enviarme fotos te escriba todo esto. También te escribiré que ese día que ya no te encontré en casa, dejé cerrada la maleta de mi viaje al distrito y que en ella guardo lo viejo: un plano de Bellas Artes que compré por cincuenta pesos, y un libro @irmado por el autor que te gusta, cuyo título no recuerdo. Si tan sólo me dieras una dirección, te lo mandaría y nos dejaríamos de chingaderas.
Me llevó.
Tengo la horrible costumbre de escribir cuentitos en primera persona, los escribo en servilletas y papeles que abandono en las banquetas, también los escribo en taxis y camiones. He escrito cinco en aviones, por la buena o mala fortuna de aquellos momentos, no es que tenga mucho dinero. Cuando escribes en primera persona, los lectores suelen pensar que es algo que sucedió de verdad, es más fácil identi@icarse, o alguna pavada así. Abandoné mis clases de literatura hace mucho, antes de que tú nacieras. Alguna vez le enseñé a una de mis parejas lo que escribía mientras salíamos a cafés o a obras de teatro, y él se me quedaba mirando, igual que miraba a los actores o las pinturas ornamentales, intentando comprenderlo de verdad. Al acabar los cuentos siempre me preguntaba si era algo que me había sucedido a mí y yo solamente, la muy boba, podía responderle: “Tal vez”, con una sonrisita que jugaba al misterio. Afortunadamente, él era muy idiota para entender señales y se tragaba la sonrisa como si fuese misa. Sería deshonesta al decir que fue el peor de mis novios, porque no es así, creo que es el único estúpido que he tenido y quien mejor se ha portado en la cama, sin preguntas, sin palabras de más. El cariño solamente en sus ojos y me dejaba en paz. Creo que la idiotez le daba tintes de ingenuidad, como la de los niños, y eso me ayudaba a ser idiota sin sentirme mal en la calle, o a jugar el papel de inteligentosa, despreciándole un poquito. Ahora estoy sola y tal vez, esté sola durante muchos años, escribiendo cuentitos en servilletas, si fuera japonesa escribiría cuentos que cupieran en la palma de mi mano y luego abriría una llave de agua, y dejaría que se fueran por el drenaje. No es que lo haya amado… sencillamente le quise mucho, porque no amo a otros, los quiero. Eso de amar se lo dejamos a los niñatos, a los niños de secundaria o a los verdaderos fanáticos de Alizeé.
Cuando moriste en aquel choque, no he escrito ningún cuento de amores perdidos. ¿Ves que me hago la boba? Nunca escribo en cuentitos todo lo que me ha pasado.
SPQR, tu puta madre.
Soy un turista accidental, eso les digo a los muchachos que les pago dinero para coger. La mera verdad, soy un tipo que recibió una herencia y se ha gastado poco a poco esos seis millones de pesos, viajando por todo el mundo. Como murió mi abuelo no importa, creo que le dio un infarto cuando alguien le dijo de mi a@ición por los jovencitos. Si, soy puto ¿quieres reputear conmigo? Soy un puto turista accidental, je. La verdad, no estoy tan alejado del término: Tengo tres maletas, con camisas y pantalones, y elijo una de ellas cuando me da la gana hacer otro viaje. En mis maletas (pequeñas) guardo exclusivamente lo necesario: cepillo, pasta de dientes, un par de zapatos, un sólo traje, una laptop, cupones de hoteles y comidas y no me quedo más de una semana en un sólo lugar. Por lo general voy a Europa, algo tiene el viejo continente que me hace preferirlo sobre el nuevo, sobre todo sus hombres: son un poco más libertinos. Los jóvenes de las bahías son perfectos y sólo viajando allá como yo lo hago, se comprende la adoración que les tienen los poetas y los ministros. No sólo voy a buscar hombrecitos pues. No, para nada. También paseo, me doy mis vueltas para conocer un poco, por ejemplo, así se que Venezia es más bonito en postales, sobre todo porque el papel no apesta. Si no pienso regresar a algún lugar de Europa, es a Italia. No me mal interpreten, Italia tiene bonita gente, el metro @igúrense que parece una pasarela ocasional, con la gente común europea y con los hombres y mujeres bellos vistiendo buena ropa. Pero, @inalmente, Italia es muy parecido a México: su gente adora el lazo familiar, todos están igual de chaparros, y la mayoría se siente con sangre latina para conquistar. Los muchachitos italianos me parecieron agradables en un principio, pero… pues mochos, como los de aquí, “porque con esa boca besan a su madre”, ¿saben?
Una de las cosas que noté de Italia, aparte de su fascinante arquitectura y sus calles estrechas rebosantes de olor a viejo, fueron sus alcantarillas y las iniciales… esas iniciales me volvieron loco durante un tiempo. Hicieron que me quedara en Italia dos semanas más para ver si el conocimiento me caía del cielo, por arte de magia. Y pues no me cayó del cielo, pero un querubín que me visitó alguna vez, que coincidentemente sabía un poco de español, se quedo conmigo una noche. Después de asegurarme de lavarle bien la boca para que besara con dientes blancos y @irmes, platicamos un rato y @inalmente me animé a preguntarle. ¿Saben qué hizo? Me quitó mi laptop, metió la dirección de la Wikipedia y me enseñó la página sonriendo. Después de leer incrédulo y sentirme decepcionado porque esperaba una romántica explicación, lo corrí de la habitación con todo y sus chunches, sus pastas, su piel bronceada y sus cejas espesas. No volveré a Italia, sus mamadas no lo valen.
Si te sobra una mano…
…córtatela, en vez de estar haciendo cochinadas. Eso nos dijo el cura y eso hice ayer, cuando me robé el cenicero de Rubén. Bueno, parte de la herida. Después seguí expiando mis culpas marcando un poco más la línea, cuando recordé que con esta mano puse veneno al perro del vecino y su bebé se la comió por error. Pero es que los bebés se meten todo a la boca, no fue mi culpa, fue culpa de la mano que me sobra. Me hice otro rajoncito, cuando recordé que le puse la mano encima a mi esposa… y a su hermana. Y no termina, en un cuaderno tengo anotadas otras veintiún faltas, de las que me he ido acordando e igual y mi mano no es su@iciente, también tendré que rajarme los huevos y el pito… lo que me recuerda a mi esposa, tengo que coserle la boca y la vagina. Cuando termine conmigo también a ella le cortaré la mano… a veces se pone muy ganosa y no deja de hacer cochinadas con ella.
Cadena de favores.
From: Truhán Alablack [email protected] To: Roberta Mar [email protected], Jairo Mar [email protected], Papá de [email protected], Andrés Manuel López Obrador [email protected], [email protected], El jefe de Jairo [email protected], Sabrina Gómez [email protected], Periódico Reforma [email protected], Truhán Alablack [email protected], [email protected] Date: May 19, 2006 2:00 PM Subject: La foto de mi nueva perrita, Jairo Mar. Archivo Adjunto: Foto-‐del-‐putito.jpg.
Hola a todos ustedes. Les mando esta foto de este amigo mío, recabrón y valiente, que se la quiso tomar con un brasier. Prendió un cigarrito y nos dijo bien serio–: Pienso que sería
una buena femme fatale, pero no como Sharon Stone, sino como una de las antiguas. ¿Alguien sabe el nombre de una femme fatale así chida? Lo curioso es que: 1. Era el único que no había tomado una pizca de alcohol porque su papá, político de profesión, candidato a la presidencia y católico perrón, al menos hasta que tenga el puesto, lo había educado a no tomar alcohol. 2. Pensó que de las quince cámaras en la @iesta, ninguno tomaría la foto y la circularía a sus familiares, compas de trabajo, periódicos, rivales políticos y amigos. Mando esta foto para celebrar que se fue hace dos semanas a Europa de intercambio y que cree que allá podrá obtener toda la diversión que no pudo obtener aquí. Por cierto, acabando la @iesta, se fue tomadito de la mano de un chavo muy guapo, al que creo que nadie conoce. Uhhh, lo siento por ti Sabri… Un saludo a todos, Truhán Alablack (por supuesto que esto es un seudónimo, por acostarte con mi novio hijo de la chingada!!!). -‐o-‐o-‐ From: Sabrina Gómez. To: Jairo Mar. Date: May 19, 2006 2:11 PM RE: Subject: La foto de mi nueva perrita, Jairo Mar. Hola amor. Oye… ¿qué onda con la foto y con el ardilla? ¿es neta lo que dijo? Si esta retocada esta muy bien, porque si pareces tu. A ver quien cae, jeje. Yo casi caigo pero se nota que es una mentira. Oye, ¿entonces qué onda con la boda? ¿Todavía nos casamos cuando regreses verdad? este… te extraño mucho regresa pronto de italia. Sabrina, puquis. PD. Sigo guardándome pura, para ti.
-‐o-‐o-‐
From: Jairo Mar. To: Sabrina Gómez. Date: May 19, 2006 2:53 PM RE: Subject: La foto de mi nueva perrita, Jairo Mar. Hola puquis.
Si, la foto es un truco, no te preocupes amor. Seguro nadie le hará caso, es una bromita. Esos mails ni existen y OBVIO OBVIO se nota el retoque. Besos, también te extraño. Jairo. -‐o-‐o-‐
From: Jairo Mar. To: Ramón Jauregui [email protected]. Date: May 19, 2006 2:54 PM RE: Subject: La foto de mi nueva perrita, Jairo Mar. Archivo Adjunto: Foto-‐del-‐guapito.jpg. Hola amor. Estoy un poco preocupado, nos vieron juntos en la @iesta, y están empezando a mandar la foto donde estábamos en mi casa cuando se fueron mis papás. ¿Éramos ocho personas nada más, no? ¿Cuántos llevaban cámara? ¿Tienes una idea de quién pudo ser? Te adjunto en el mail una copia del mail y de la foto. Je, aunque me veo guapo, creo que me preocupa un poco que esto pueda explotar mucho, sobre todo con papá como candidato presidencial. ¿Crees que puedas manejarlo, o aconsejarlo, por si esto sale a la luz pública y se pone mal pex? Ya sabes que con@ía mucho en ti, vaya, eres uno de sus consejeros. Tal vez de haber nacido mujer, tú y yo ya estaríamos juntos, pero no fue el caso, a veces lamento escondernos… pero tú entiendes la situación, ¿verdad? Besos… te extraño y te amo un mundo. Jairo. PD. Por más guapos que estén los italianos, ninguno se compara a ti. ¡No puedo olvidarte! PD 2. ¡Ayer me enteré que signi@ica SPQR! ¿Te acuerdas que te mandé una foto dónde se ven a cada rato? Por cierto, me encontré a un mexicano con la misma duda y lo resolvimos en la Wikipedia.
-‐o-‐o-‐
From: Ramón Jauregui. To: Jairo Mar. Date: May 19, 2006 3:10 PM RE: RE: Subject: La foto de mi nueva perrita, Jairo Mar.
Yo me encargo corazón, no te apures. Te amo. -‐o-‐o-‐
From: Roberta Mar. To: Jairo Mar. Date: May 19, 2006 3:15 PM Subject: ¡Qué onda hermanito!
Oye cabrón, quítate dos cosas: La pose de @ichera drogadicta. Mi brasier. Jajajaja, esta buenísima la foto. Espero que no la hayan visto mis papás todavía, porque hijole, se van a poner mal pedo. Te mando un beso canijo y espero te la estés pasando muy chingón en Italia. Por cierto, aquí te cuido a tu novia y a tu novio, para que no anden de mano larga, jajajaja.
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From: Andrés Manuel López Obrador. To: Periódico: La Prensa [email protected] Date: May 19, 2006 2:12 PM Subject: Mis comentarios al respecto de la foto del hijo de Federico Mar. Archivo Adjunto: Foto-‐del-‐super-‐putote.jpg. Por medio de la presente, les mando un cordial saludo y les entrego esta foto que llegó a mis manos de manera anónima. Sé de antemano que ustedes pudieron recibirla antes, a través de otros medios, pero pre@iero mandarles la foto y adjuntar mis comentarios. Mi gobierno no discrimina a los homosexuales. Jairo, el hijo de mi rival a la presidencia, puede estar seguro de que mi gobierno se encargará de protegerlo de los pederastas del PRI, de darle trabajo, de que en el campo no haya pobres, de bajar los costos de la gasolina y del gas y hasta de construirle una estatua o un puente con su nombre, si se porta bien. Cuando esta foto me llegó, pensé primero en acudir a un periódico tan prestigioso como ustedes, que habla día a día de la realidad mexicana, cuyos
mexicanos reales compran, para hacerles notar que no pienso abusar de esta bajeza política, y que no caeré en ningún complot. Quiero que quede claro que no estoy en contra de Jairo y de su padre, sin embargo, estoy consciente que su partido aún tiene mucho camino que recorrer para ser un partido considerado del pueblo y que yo ofrezco mi protección a los débiles, a los que hacen menos, a los olvidados. Si ustedes no adornan mis intenciones, enviaré la misma foto al periódico “El Metro”. Ahí también me quieren =( -‐o-‐o-‐
From: El jefe de Jairo [email protected] BCC: [email protected] To: [email protected], horacio.yturbide@bussi ness.solution.com,[email protected], christian. [email protected],[email protected] .com, [email protected] Date: May 19, 2006 4:03 PM RE: Subject: La foto de mi nueva perrita, Jairo Mar. Archivo Adjunto: Foto-‐del-‐putito.jpg. Jajajajajajaja, miren a este tan seriecito y mocho que se veía… ¿¿¿¿a poco no es un súper maricón???? Por cierto, el papá de Jairo habló con el jefe y ya esta contactando a Jairo por teléfono para decirle que ya no tiene trabajo cuando regrese. Así que ni se les ocurra… nunca de los nunca… mandar fotos de sus @iestas. Un saludo a todos. -‐o-‐o-‐
From: Periódico Reforma. To: El papá de Jairo. Date: May 19, 2006 4:38 PM Subject: Solicitud de entrevista. Buenas tardes, ya que su consejero no nos comunica con usted, nos hemos tomado la libertad de enviarle un mail directo para hacerle la solicitud de una entrevista. De antemano, le envío dos preguntas que explican, básicamente, de qué trataría la entrevista. Si gusta, también puede enviar a través de este medio su respuesta y algún plan elaborado.
En la conferencia de hace una semana, dónde usted negó que su gobierno ayudaría a que los homosexuales pudieran casarse legalmente y donde a@irmó que cree que la homosexualidad es una enfermedad genética, ¿cómo se ha desenvuelto esto a nivel familiar, con su hijo quien parece declararse abiertamente homosexual? ¿Cree que esto tenga alguna repercusión en su campaña política? Con una postura tan @irme como la suya, y los valores morales y religiosos que tan prestamente ha declarado como base de su campaña, ¿es correcto decir que su hijo homosexual se educó con estos valores, y qué estos valores piensa difundirlos a través del país? ¿Es qué hubo un cambio de corazón, cómo dirían vulgarmente? -‐o-‐o-‐
From: El papá de Jairo. To: Periódico Reforma. Date: May 19, 2006 4:38 PM RE: Subject: Solicitud de entrevista. Por el momento sin comentarios, comuníquese con mi consejero, Ramón Jauregui, para que cheque la agenda y vea cuando puede conceder la entrevista. Saludos, Federico Mar. -‐o-‐o-‐
From: Roberta Mar. To: Jairo Mar. Date: May 19, 2006 5:22 PM RE: Subject: La foto de mi nueva perrita, Jairo Mar. Escóndete un rato, que mi papá esta emputadísimo. -‐o-‐o-‐ From: El papá de Jairo. To: Jairo Mar. Date: May 19, 2006 5:38 PM RE: Subject: La foto de mi nueva perrita, Jairo Mar.
Cómo no me contestas el teléfono, va por aquí. PINCHE PUTO PUTO PUTO MARICO DE MIERDA SOPLAFALOS PUTO CABRÓN CULERO. CUANDO ARREGLE TU DESASTRE, TE CORTO ACCESO A LAS CUENTAS SI NO TE VIENES PARA ACÁ DE INMEDIATO CABRÓN DE CACA. NO MAMES, MEJOR DROGADICTO, INCLUSO CON UN TERCER BRAZO CABRÓN… ¿PERO PUTO? AY NO MAMES. NADA MÁS QUIERO QUE VENGAS AQUÍ PARA DESCONOCERTE COMO HIJO. -‐o-‐o-‐
From: Ramón Jauregui. To: Truhán Alablack. Date: May 19, 2006 5:42 PM RE: Subject: La foto de mi nueva perrita, Jairo Mar. Ya hice el depósito a tu cuenta. Muchas gracias por los favores recibidos. Besos Yola, Ramón. -‐o-‐o-‐
From: arboltsef. To: Truhán Alablack Date: May 19, 2006 9:15 PM RE: Subject: La foto de mi nueva perrita, Jairo Mar.
Hola… Que poca madre, todos hicimos unas cosas muy extrañas en esa @iesta. Yo todavía no sé porque mis testículos están tres centímetros mas grandes. Creo que fue Yolanda o igual y fue Jairo, con eso de que una boca es una boca… puaft, ni me acuerdo bien… en @in, Yolanda es la facilona. ¿Y tú quién eres? Me late que eres el güerito que se fue con Jairo. ¿Quíhubo? ¿Pa cuándo la que sigue? Un saludo, Agustín Fest.
El último año.
Cada año nos reunimos la familia completa: La tía Cleotilde, la tía María Guadalupe, el tío Herculeo, el tío Gabriel. Y después, mis padres: Horacio y Juana. Luego mis hermanos, ocho, Agustín, Berto, Matilde, Ernesto, Lorena, Daniel, Pedrito y Horacio. Mis primos, por supuesto, los dos que más recuerdo son a Roberto y Alejandra. Los abuelitos ya no vienen, porque ya se murieron… pensándolo así, sería muy extraño que vinieran, si ya están muertos, no sé porque los he mencionado. Luego están los hijos de mis hermanos, que parecen conejos, porque cada año viene una cara nueva. Me pregunto… ¿cuándo dejarán de hacerlo? El motivo es tomarnos la foto, todos reunidos, y bien, ahora con las cámaras digitales es muy sencillo tomar una cantidad exagerada y subirlas al @lickr. Cuando nos reunimos venimos a los Almendros, al menos es un coche por familia, y no se diga el tamaño de la cuenta, es lo que más me sorprende… cuánto puede costar tomarse una foto, cuánto puede costar reunirse. Finalmente, vamos
a la casa de mis padres, quienes la heredaron a los abuelos. En mi mente, hago listas de aquellos que se presentan siempre… especialmente hoy. Me alegro porque esta vez no se me olvidó la escopeta.
Mi gran noche.
Buenas noches muñeca, si me permites hablar, no te arrepentirás de haberme regalado tu tiempo. No, no, espera, no te vayas, si no pienso bajarte la luna y las estrellas, mis brazos no son tan grandes para traerte aquello que todos prometen y todos anhelan, sin embargo, seré honesto y te diré que son precisamente de la talla para sostenerte cercana a mi pecho. ¿Te invito algo de tomar, o de beber, o pre@ieres degustar? Que mi boquita guarda el vino para tus neuronas emocionar. Ay, ay, ¡qué no te vayas! Tal vez me he ido un poco rápido, no te asustes que estas ante un caballero, siéntate conmigo y olvídate del tiempo. Debí haber empezado platicando de tus ojos, cazuelas tan profundas escondiendo el verdadero sentido del alma, ¡de mi vida entera! Y si hablo de tu cuello, el cantar de los cantares no sería su@iciente para describirte cuánto le aprecio, y si querida mía, hablo de tus pechos… ¡Qué te esperes y no te vayas! Digo, tus pechos que son tan grandes como para guardar tres corazones enteros, el mío, el tuyo y el de nuestro primogénito. ¡Qué te esperes oye! Que si me das la espalda no podré contener esta pasión que por ti siento y si hablo de tus gluteos, seguro me aguarda una desolación eterna. ¿Qué son los gluteos? Mi niña hermosa, no esperaba que preguntaras, pero si tengo que decírtelo son los músculos que cargas en la baja espalda, tan redonditos y curveados, tan apretables y remordibles, ¡qué? ¡a dónde te vas? ¡Te digo que te esperes porque apenas se pone bueno! ¿Me pasas tu teléfono? ¿Al menos te invito un cafecito mañana? ¿A dónde vas con tanta prisa, que no ves que sin ti pierdo suelo? Ay de mí, me estoy muriendo, va la quinta de la noche… no importa, la balada nocturna es larga y esto, apenas empieza.
Esquina superior izquierda.
Es increíble y un poco desolador como avanza el tiempo, pienso cuando me levanto, algo me duele, tal vez me recargué mucho sobre el hombro o tal vez es la pequeña arruga que me salió en la comisura de los ojos. El desayuno esta listo, desde aquí puedo oler los hotcakes que hizo Iliana, huele la mantequilla y cuando huele la mantequilla, promete ser una buena mañana. Unos quince minutos el sonido de la televisión, las noticias chilangas de las siete, hago una leve mueca, me acaricio la cara… me sigue doliendo el hombro, tal vez por eso siento que el panorama es más desolador de lo que realmente es. Es curioso como una molestia puede generar un drama, un día trágico. Además de mantequilla huele a humedad, me asomo por la ventana, seguramente llovió en la madrugada y aún el sol no se despierta, creo que también le duelen los hombros y no puede levantarse sobre las montañas, no puede hacer que las casas grises sean blancas. Después de un baño de cinco minutos y de sentarme al borde de la cama un momento, me acerco al ropero y elijo un traje negro, una corbata vino, una camisa blanca. Nada especial. Los días de mañanas húmedas me recuerdan las
tardes que no quería ir a la escuela. Me acerco al espejo para revisarme el cabello, para mirarme la cara o para descubrir si el re@lejo de mi hombro dolido tiene algo que reprocharme. Y no existe nada en la esquina superior izquierda. Se me olvida el dolor y vuelvo a mirar. No existe ningún mundo, no existe ninguna realidad, en la esquina superior izquierda del espejo. Se me olvida la lluvia, se derrite el olor a mantequilla y me sonrió poco a poco. La esquina superior izquierda es mi hoja en blanco.
Tal vez necesites agua.
Hizo que su vieja sala negra, la retapizaran de ocre, Y se recostaba en el sillón cubierto de una chelaba café, Con los cactos alrededor, y la música árabe prendida. Si ella regresara, pensó, se sentiría en casa. -‐Cactos, Mathew Sweeney.
Es que hizo mucho calor estos días, le susurró el hombre al cacto que sostenía en el hombro con la mano izquierda. Me llamaron la atención el par de personajes, saqué mi libreta e hice una anotación muy breve de ellos: Posible loco habla con su cacto en voz alta. Después anoté palabras sueltas alrededor de la anotación: “Bob, Cacto, Sweeney, Satélite, Soledad”. Me encogí de hombros, cuando terminé de hacer mi pequeña actuación de escritor atento, me dije en voz
baja que podría ser una buena historia, miré al cielo y me sentí reconfortado al mirar como las nubes empezaban a engrisecerse. Deseaba que lloviera pronto para que el agua se llevara el calor acumulado en el concreto, y es que, había estado haciendo tanto calor. Como hizo mucho calor, dijo el hombre, seguro te insolaste y por eso ya no quieres decir palabra. Me guardé el impulso de sacar mi libreta para anotar la posibilidad de que el cacto tuviera una voz propia. Era muy probable que lo recordara de todas maneras. Me senté como ellos en una de las bancas del parque, miré como los chamacos se subían a sus bicicletas, como guardaban ya sus pelotas y sus muñecas, o muñecos. Los árboles se mecían poquito y las gotas que se escapaban entre las hojitas de los arbustos, hacían un ruido reconfortante. Chispeaba un poco y después se soltó una ligera lluvia que apenas podía sentirse. El parque, poco a poco, acabó por vaciarse, donde los personajes nuevos consistían en mujeres con un paraguas a la mano. El hombre, con el cacto en el hombro, pareció sentirse contento de que su “loro” recibiera agua y miró de buen modo hacia el cielo. Hice lo mismo, un poco interesado, tal vez, por sentir una verdadera empatía por aquel hombre. Miré las nubes atento, ahora si que parecían algodón, y también eran como una división. Del blanco a gris, y de gris a negro, me provocó sentir que algo estaba pasando en el cielo. Una ruptura, una especie de lucha, algo que se estaba partiendo en dos. Miré al hombre del cacto otra vez, se me hizo vagamente familiar. La lluvia me acarició un rostro que se angustiaba, mientras que “Bob” continuaba mirando al cielo, sonriendo. –¿Cómo te llamas? –le pregunté curioso. Se escuchó un trueno y pensé que si el hombre no se quitaba el cacto del hombro, acabaría por ser un para-‐rayos ambulante. Le miré sus pantalones azul oscuro, su playera naranja suelta, no había notado el contraste hasta que la lluvia había empezado a caer. Si, el universo estaba insistiendo en quebrar todas las cosas en dos–. ¿Cómo te llamas? –volví a preguntar. El otro hombre alzó una ceja, pareció un poco angustiado, le echó una breve mirada a su cacto como si consultara con él, después me miró directo a los ojos y comprendí, un poco–. Me llamo Agustín. –Que casualidad –le respondí y me eché a reír.
Cuando me detuviste y no me dejaste dar dos pasos.
Tengo tres fotos donde me pones la mano así, una donde apreté el disparador en mal momento (o el momento indicado), la segunda dónde jugábamos a que era el paparazzi y tú una princesa o una gran actriz, y la tercera, dónde me dijiste que no diera otro paso más, porque no volverías a aceptar ningún beso mío, porque de un día a otro me odiabas a mí y a mi cámara, porque… no lo sé, porque la luna se levantó en mal momento, o porque tus cólicos menstruales, o porque juntos fuimos una mentirilla blanca. No quisiera decírtelo, pero mi mejor foto es esta, cuando me detuviste y no me dejaste dar dos pasos para abrazarte y besarte, una última vez.
Divinal.
“He quitado esto de la mesa. Regrésalo al mar si es posible. Estas cosas sólo traen mala fortuna a los que son demasiado necios para poseer uno de ellos”. Eso me dijo mi mamá, antes de que le cayera una caja de correo aéreo y le golpeara la cabeza. Primero me reí, me reí como nunca, porque era como ver tu caricatura preferida de los sábados matutinos convertirse en realidad. Y después, miré al cielo y busqué ventanas abiertas entre los edi@icios, busqué el avión o helicóptero capaz de tal hazaña, mis ojos buscaron nenes malcriados capaces de tomar la mala suerte por las manos y aventarla en la calle, para después reír con sus juegos infantiles. Luego me arrodillé, y me hice la llorona, pero lo único que podía escuchar eran los coches que pasaban, los murmullos de la multitud que empezaba a juntarse a mi alrededor. La señora del quince, dijo alguno, esta apenas reconocible por la sangre que le tapa la cara. La sangre que se confundía con las bolitas de unicel que escaparon de la caja rota. Entonces vino una ambulancia y lloré más fuerte, para esconder mi risa, porque creí que era imposible que una caja de correos cayera del cielo y partiera el cuello de algún desafortunado. ¿O no fue la mala fortuna? Los policías querían hacerme a un lado, pero antes me aseguré de quitarle el caracol de la mano… en tres días que regrese al trabajo se lo regalaré a mi jefe. A ver qué pasa.
Impossible is nothing (1).
“Impossible is Nothing”, leyó la mujercita en el póster de Muhammad Ali mientras esperaba a que le llamaran. Se asombró de llevar veinte minutos esperando, generalmente los cobros los hacen de inmediato, y no es ningún secreto: en cualquier lugar al que vayas, si es para dar dinero, te abren las puertas, te dan @ila preferente, a veces hasta te sirven cafecito y te llaman por algún apelativo cariñoso. Esta ocasión, la señorita que le cobraba la hipoteca estaba tardando y eso más que molestarle, le divertía un poco. Además le permitía gastarse el tiempo admirando la foto del boxeador, con el sudor cubriéndole el cuerpo bien hecho, así como le gustaban: marcadito sin exagerar, moreno (porque de ninguna manera lo veía negro) y de ojos bobos. ¿Cómo podría gustarle a un hombre así, se preguntó ella? –Tal vez si fuera boxeadora –se dijo en voz baja, aprovechando que no había nadie en la sala esperando con ella–. Seguro un hombre como ese no le gustan debiluchas, aunque tenga ojos tranquilos, de esos que solamente llaman sombras por los golpes. Para llamar su atención, probablemente tendría que pelear con él. Olvidó al hombre y se imaginó a si misma, ¿cómo debía ser una boxeadora? Mentalmente, primero se puso los guantes, y unos shorts naranjas, porque el naranja era su color preferido. Y tenía que llamarle la atención, la peluca azul seguro serviría, practicó la mirada en su imaginación sin darse cuenta que esta mirada iluminaba un cuarto silencioso. Primer round, la iluminación, empezó a sentir el sudor en la cara, ojalá no se hubiera puesto sombras, ni rímel. La gente empezó a corear el nombre de los boxeadores: “La señora de la hipoteca se acerca peligrosamente al grande. Su jab izquierdo como nunca le asesta un duro golpe en el costado. ¡El hombre no tiene tiempo de poner la guardia, la señora se
acerca nuevamente, el uno dos, uno dos! ¡Dos titanes bailando señores! El grande mete el derechazo directo en la cara de la señora y se mueve a una velocidad monstruosa, la señora no puede golpear lo que sus ojos no ven y ella pierde el balance, ¡el grande esta bailando tan rápido que apenas puedo seguirles la corriente! ¡uno a la cara! ¡ella responde con golpe al vientre! ¡se retuerce de dolor! ¡se le nota en la cara el odio, y el amor, el amor! ¡ella continua golpeando, no ceja, otro golpe más, lo tiró! ¡lo tiró! ¡se acerca el referi a dar el conteo! ¡1, 2, 3500! ¡3500!” –Disculpe señora, son 3,500 de la hipoteca. –¿Ah? ¡OH! Si, si… eso ya lo sabía… si. Nada es imposible, tome… si. Mi recibo, si, muchas gracias, nos vemos el siguiente mes. Nada es imposible. Nada.
Impossible is nothing (2).
Al principio me dio risa mirar lo obvio y después me di cuenta que mi vida se volvió un poquito peor cuando el camión de la basura, con sus dos metros con cuarenta centímetros de alto, incluyendo la basura, intentó pasar por el túnel del viaducto de dos metros con diez centímetros de alto. Esos treinta centímetros de cartones, cajas, cubos y bolsas negras hicieron una enorme diferencia. También, para aumentar exponencialmente el factor caos, el conductor del camión pensó en cambiarse de carril, logrando así ocupar dos a la vez. Llevo dos horas varado, con la corbata a@lojada, sol de verano a la una y media de la tarde, Caribe del ‘89 sin ningún aire acondicionado y un cronómetro inútil desde hace una hora con treinta y dos, mañana tendré que entregar el dinero al abogado al extremo oriente de la ciudad. Cada que miro el camión, esperando la resolución, este me responde malignamente “Impossible is Nothing”. Primero, los carriles de en medio intentaron escaparse por los de los extremos, sin embargo, un Atos, taxi ecologista, en el intento de ganarle a un Topaz, se besaron los unos a los otros y ahora cada uno esta con sus respectivas aseguradoras. El carril de extrema izquierda continua avanzando, lento pero seguro, siempre y cuando el muchachito que esta dirigiendo la operación para destrabar el camión no lo ocupe con su cuerpo. Si fuera yo el afortunado de pertenecer a aquel carril, lo hubiese atropellado hace una hora con treinta y dos minutos. Para distraerme he observado a la gente en otros coches, una señora ha mirado dos que tres veces, embelesada, el letrero del camión y sus labios parecen recitarlo como si fuera un
mantra. Ya cuando me aburro, porque el hastío es un ciclo de aburrimiento, en algún deseo inconsciente estoy esperando a que la muchacha del Dauphine aparezca a mi derecha. Que la chica del Dauphine me platique cuanto tiempo llevamos esperando. Pero creo que en México no existen esos coches. Creo que ya no existen en esta década y es curioso, pero nunca he dudado de la existencia de la chica del Dauphine. Estoy seguro que si ella estuviera aquí… en vez de la señora admirando el camión –Impossible is nothing–, me sentiría como en casa.
Del viejo que leía el periódico.
No irán a descansar los dulces ímpetus juveniles a esto que estoy a punto de enseñarles: que si la vida es un dulce o es sal disfrazada de sacarina, no es diferente a la ventana que miras. Si yo me acerco a tu ventana, y ves conmigo a través, cuando terminemos estaremos contando diferentes historias. Si me las crees con los oídos atentos y luego me cuentas la tuya, crearemos una tercera historia. Aún si alzas la mirada y no crees lo que te digo, argumentando cuán equivocado estoy, haremos una cuarta historia, una que rompa con todas las anteriores y a la vez, forme parte del mundo. Si traemos otra persona al círculo, entonces las historias se multiplican por dos o por tres. Así podemos crecer exponencialmente hasta el in@inito, o el número imaginario de su agrado, ¿qué más da? No entiendo porque escuchan a este viejo loco. Admirando el sol que toca su piel joven y blanca, sin manchas, me provoca hacerles una pintura. Pero ya soy viejo, las manos me tiemblan y me duelen en las noches. Las manos que acarician sus mejillas y les hace sonreír con trucos de magia. Podría escribirles un poema, uno que hable de bondades, de manos @irmes que aún se miran bellas, pero dudo, porque no soy poeta y lo que leo hoy en día me da asco, nadie habla ya de lo preciado que es la juventud. Todos escriben cochinadas. Pensarían que estoy escribiendo cuánto me gustan mis propias niñas, alguno pensaría que hay un hilo sexual reprimido en todo esto y no es así. Nadie habla ya de lo preciado que es la ingenuidad infantil. Tal vez dirían que
también me gustan los varoncitos, sin embargo… no los pre@iero, y no me mal interpreten, siempre me ha gustado la gracia que nace con la mujer. Me provoca ternura el instinto primitivo del hombre, pero no es objeto de mi fascinación. Si fuera compositor les escribiría una canción, tal vez con una canción me entienda el mundo. Tú sigue mirando a la ventana, tú sigue escuchándome. Iré por mi periódico, me sentaré junto a la ventana y prometo leer a medias para seguirles admirando. Admirando la juventud que les pesa, admirando la juventud que ya no tengo, admirando hasta que me tengan que enterrar mañana y sólo queden ustedes, grabadas en el cerebro viejo que ya se me esta pudriendo.
La muerte de Raymundo Ríos.
Cuando le dije a Raymundo Ríos, que el 24 de Junio del 2006 era uno de los días más felices de mi vida porque había apostado con Ruy (un pez gordo que maneja apuestas acá, en la Narvarte, por si gustan) cuarenta mil pesos a que ganaría Argentina 2-‐1, él sólo atinó a levantar tantito la mirada enrojecida por la tristeza. Pensé, por un momento, que estaba decepcionado de mí por haber vendido mi orgullo nacionalista. Me senté en su mesa, bajé un poco la mirada y después le dije sonriente–. Ya completé dinero para casarme manito, te invito a la boda, ¿vale? –Raymundo Ríos bajó la vista nuevamente, una lágrima se deslizó por su nariz y empapó el periódico, justamente donde el acento de la e, en México. Suspiré un poco triste, le puse la mano en la cabeza y se la acaricié. –¿Qué tienes carnal? –le pregunté por @in–, mira, ya sé que … hice una apuesta al diablo, pero no es para tanto. Ya sabes que México es así carnal: lo emociona a uno y después lo hace pedacitos con el puño, no es para que te pongas… –No es eso. –¿Entonces? –Aposté los veinte mil dólares que me dio el abogado a México, con Ruy. Adicional a eso, ya le debía como unos 5,600 de otros partidos. –Verga… –Si. –¿Cómo lo vas a pagar? Raymundo se levantó de la mesa, enrolló el periódico y se lo llevó bajo el hombro. “Felicidades por tu boda manito”, me dijo y se fue caminando. Yo pedí un café mocca latte, seguramente mañana, su mamá me llamaría en la noche para decirme que Raymundo se había ido y yo pensaría un poco angustiado que ya no estaba entre nosotros. Iría a cobrar mi apuesta mañana, si señor, y sería mi última vez. Para asegurarme de ello, leería los periódicos todos los días,
buscando las notas, el obituario, el hallazgo del cuerpo de Raymundo y cualquier cadáver no identi@icado, llevaría impreso al pie: “La muerte de Raymundo Ríos”.
Parsimonioso.
Veintiún fotos a la luna. Ya llevamos rato acampando y los grillos no dejan de hacer ruido. No es que me molesten los grillos, de chiquito yo recuerdo que vivíamos en un departamento donde a veces se colaban un par y no dejaban de tocar musiquita, como diría mi madre. De niño me gustaba pensar que no estaba encerrado por el concreto y el ruido de los coches, y que los grillos eran como soldados procurando que no perdiéramos ese sentido por la naturaleza. Dieciocho años después: aquí estoy, acampando con mis cuates, escuchando a la misma fábrica de donde provienen… no me hará mal ser un poco honesto, de verdad ya me molestaron los grillos. Es que uno o dos no son problema, pero cuando son treinta o cuarenta de ellos, ya es molesto. Una vez creo que soñé con grillos, pero francamente no lo recuerdo bien. Veintidós fotos a la luna. Afortunadamente mi compañera de tiendita duerme pesado, porque si no el @lash ya le hubiera puesto neurótica y no la culparía, pero es que aparte de los grillos, allá donde se divide el mundo seguro del mundo natural, se escucha como truenan las ramitas y como otras cosas aprovechan las hojas secas, o los árboles, para esconderse. No sé porque acepté venir, si sé que soy un hombre sedentario, demasiado ligado a la ciudad, a la seguridad de mis cuatro muros. Bueno, la razón esta roncando a cinco centímetros a mi derecha, si. Y si todo sale bien, me quedan otros dos días para continuar disfrutando mis motivos. Sin embargo, este miedo que siento por las noches, a lo que no sé que hay allá afuera, me pone con los nervios de punta. No me da miedo lo grande, no creo que haya algo grande allá afuera, no como el elefantito que se imaginaron los chamacos de los libros de texto de la SEP… sino me da miedo lo chiquito, las arañas, los escarabajos, incluso serpientes. Seguro
hay un par moviéndose por las copas de los árboles buscando la presa. Espero que el @lash de la cámara sea su@iciente para ahuyentarles. Veintitrés fotos a la luna. Trataré de enumerar a los grillos por la cantidad de ruido que hacen, así sabré si alguna serpiente esta por ahí comiéndoselos. Aunque también puede ser una rana, aunque no he escuchado nada croando, o tal vez no estoy educado para identi@icar los ruidos que hace una rana. A lo lejos, se escucha algo que mueve los árboles, que esta pisando las hojas, deben ser muchísimas serpientes, puedo apostar que es eso. Mi compañerita de tienda me pone la rodilla encima donde me gusta, lamentablemente estoy tan cagado de miedo que no creo funcionar correctamente. Murmura algo como si fuese un niño y su murmullo se alarga como los quejidos de algo que camina allá afuera. Probablemente será Tirso, buscando algún arbolito para orinar o algo así. Es el más experimentado de nosotros. Acostumbra a irse de campamento con cuanto extranjero se le meta en el camino. Y ahora los afortunados fuimos nosotros, sus amiguitos, que de alguna manera también somos extranjeros a este mundo. En total somos cinco de nosotros. Veinticuatro fotos a la luna. Tirso no se acerca para preguntarme que onda, los pasos se escuchan cada vez más cerca, son pesados. Si es un perro de alguna clase, seguramente si me asomo veré como le brillan los ojos. Mirando el destello nocturno que producen los ojos de los animales, siento que estoy ante algo misterioso y un poco infantil, pienso que me agradaría que así brillaran los míos. Tal vez si me asomo, el animal o humano que esté allá afuera, se espante, se cague del miedo y salga corriendo. Sería una buena travesura, ¿pero qué tal si al asomarme vuela una araña y se me pega al rostro? No. No me suena agradable eso. ¿Alacranes? ¿Hay alacranes en los bosques? Para la otra prometo investigar en internet la fauna de este bosque, porque aun cuando Tirso es un hombre muy experimentado no es nada hábil como guía para los novatos. Será que eso de los bosques lo tiene en la sangre y educar no. Veinticinco fotos a la luna. Algo esta moviendo las bolsas allá afuera. Será Paola buscando un hershey´s, tal vez condones. Mi compañera ya quitó la rodilla, un peso menos de encima. Me he levantado un poco para asomarme. No creo que pase nada, ¿verdad? Estoy acompañado de cinco personas. Si grito como niña seguramente salen los otros cuatro y nos enfrentamos a la víbora o al perro, o al ser humano que esté allá afuera moviendo las bolsas. Veintiséis fotos a la luna. Estaría muy mamón que fuera un hombre lobo. O el chupacabras. Mi abuelita una vez me contó, que viviendo en su departamento a seis pisos de altura, se asomó por la ventana y miró algo en el techo de otro edi@icio… dice que miró algo que parecía un león y entonces se asomó a los pasillos de abajo, e identi@icó hombres con lámparas, palos y tubos, caminando a aquel edi@icio. A mi se me hizo algo muy extraño. Se escuchaba absurdo pero por un momento, le concedí la verdad y pensé que podía ser posible que algún vecino loco se trajera un león de contrabando y la mejor manera que se le ocurrió para esconderlo fue en el techo del edi@icio. O que de verdad fuera el chupacabras. Veintisiete fotos a la luna… ya mérito, ya puedo abrir un poco más la tienda, asomar la cabeza… y veo una sombra en cuatro patas… moviendo las bolsas… su respiración pesada… con el @lash resolveré el misterio… ¡No mames! ¡Un os…!
El tule.
Hay veces, abuelo, que tu rostro sobrepasa cualquier cosa que yo pueda imaginar y cuándo te miro, no puedo yo pronunciar palabra sin antes desear escucharte, porque tus palabras enumeran cada arruga y de@inen cuánto se han escondido tus ojos en el rostro por un sol inclemente. –Antes el sol no estaba así –dices de repente–, contigo será más duro, a mi sólo me resta un poco más de su berrinche. Dices así y yo te creo, porque es imposible no creerte, si pareces un ídolo hecho de madera, teñido de bronce y tu camisa se mueve rompiendo vientos, sea porque te has ganado su respeto o sea porque todavía pareces indestructible. Antes me daba miedo que tu rostro cuarteado fuera a romperse y luego comprendí que eres como la madera de un tule. No hay forma de que te rompas, no hoy, ni mañana, e incluso si llegara a verte en la caja, iniciando tu transición a polvo, sabría que no estas muerto… porque no todos los hombres se hacen como tú, no todos los hombres tienen la fortuna de verse como tú… seguramente muchos te recordarán como el abuelo de los viejos hundidos, aquel que hablaba de los berrinches de madre sol. Tengo que confesarte que si pudiera, cuándo estés muerto, tomaría un hacha y haría madera contigo. Tomaría el serrucho, las lijas, el martillo y los clavos, y haría de ti un librero para guardarlo en casa. Trabajaría día y noche para tallarte y regresarte la juventud, para que duraras más que yo y que el mundo. Hablaría con brujos y con curas, para que pedirles una bendición a tu madera y así esta continuara transmitiendo a los vivos lo que nosotros no sospechamos, lo que nunca sabremos. No es un castigo abuelo, ningún homenaje es un castigo. Le diría a mis hijos y después a mis nietos, que ese librero que guarda las enciclopedias, los poemas y los ensayos del mundo, es su abuelo. Después obligaría a que leyeran junto a ti todos esos libros que tus brazos, tu vientre, tu
cabeza y tu sexo guarden, y cuando se hagan grandes, con manos capaces de encerrar las tuyas, les diría que tu mejor consejo se reducía a una cosa–: El mundo contigo será más duro pero nunca pierdas la fe. Porque esos ojos hundidos, tu rostro que lijaba las manos que deseaban acariciarlo, el dolor que guardaban tus labios, nunca permitieron que dejaras de romper el viento.
La notoriedad de tus cuadritos que se mueven con el suave y continuo susurro del viento.
Cuando esta sentado en la banquita con su libreta de notas en la mano, piensa escribir la historia más grande del mundo, piensa escribir la historia que contenga dentro de sí todas las historias, lo cual sería imposible, porque después habrá alguien como él, que piense incluir dentro de la historia de las historias la propia historia que ahora esta pensando escribir. Sentado en la banquita con el viento pegándole en la oreja, toma su pluma y anota palabras al azar, pensando que algún día podrá utilizarlas de veras y que uniéndolas, en el contexto adecuado por supuesto, dirán solas lo que ha tratado de decir todo el tiempo. Y escucha mientras, a los niños corriendo por el centro comercial de enfrente, pidiendo a sus madres un helado por el calor espantoso que hace. También escucha a las parejas besándose cuando juntan los labios y explotan los smuacks tronados, como estrellitas marineras que explotan. A veces escucha y mira, por supuesto, a los coches que se estacionan enfrente, pensando que algún día será grande para comprarse uno de esos, @ilas interminables de coches con placas del otro lado exponen su culo ante sus ojos, como si fuesen bailarinas de can can. Y todo se le olvida, cuando a las 3.13 de la tarde, a veces un poco más tarde, ella toma asiento donde siempre y se le queda mirando a su vez. Se le olvida su libreta tan importante donde reunirá el destino de todas las historias del universo y se le olvidan los helados y los coches, y los niños llorones. Sólo permanece un calor insoportable y la notoriedad de su falda de cuadritos, de sus
muslos de niña, de su mirada altiva. Ella debe de saber lo que estoy pensando, piensa, ella debe saber que pienso que piensa lo que pienso. Alguna vez anotó en su libretita que era imposible hacer cualquier actividad cuando una estudiante como ella se paseaba inocentemente, casi enseñando los calzoncitos de algodón, moviendo las caderas y riendo con las amigas. Anotó también que el mundo debía detenerse, que coches debían estrellarse unos contra otros, que los contadores anotarían mal un cero, que los curas detendrían casi, imperceptiblemente, su sermón para tragar saliva. Incluso pensó, mientras trataba de dormir con el miembro bien parado, que las nalgas de una colegiala era la verdadera historia que contenía todas las historias, que no necesitaba más, que no habría que escribir lo que ya estaba escrito. Y si fuese músico acabaría cantándoles, y si fuera pintor acabaría pintándoles, y si fuera alfarero haría unas piernas preciosas, con todo y calcetas, de cerámica para adornar su casa. Durante muchos días y muchas noches no pudo dormir, pensando en ello. Pensando eso que ella sabía que pensaba. Ya no tuvo caso resistirse. Fue en la brisa vespertina que ella se sentó a mirarlo de lejos otra vez, entonces el hombrecito valiente dejó su libreta en la banca, caminó hacia ella, le apretó los cuadritos con la mano y le besó en sus labios para susurrarle el viento.
Del honor…
Le robé los lentes a mi jefa, el sombrero al abuelo y la corbata a mi papá. Gracias a los lentes, tengo un rato vigilándote y mi atuendo completo, es para intimidarte. Sabré exactamente cuando y cómo te robaste las galletas. Haré que con@ieses. Descubriré dónde enterraste el frasco, el patio no es muy grande y aunque podría buscar montecito por montecito, pre@iero que con@ieses el crimen que cometiste. Puede que no baste un día, pero no importa, te seguiré día y noche, desde tu camino al kinder hasta tus visitas al baño. ¿Tú crees que cuando te pongas a jugar con tus amigas estarás segura? No lo creo, porque mi presencia estará ahí, constantemente, buscando la verdad que he protegido defender. Seré un buen policía como mi padre. Cuando consiga las galletas, se restaurará el orden natural del mundo y pasará otra cosa, poco menos importante. Habré resuelto uno de los casos más importantes de mi carrera: el primero de muchos. Un caso que llegará a la prensa nacional, tal vez internacional, y veré mi nombre en los periódicos. Las agencias más importantes de inteligencia querrán saber de mí. Jack Bauer querrá ser mi compañero. Restauraré el honor entre los policías mexicanos, que se han perdido en las garras de la corrupción y el desorden. Destruiré organizaciones criminales con mi sola presencia. Con una bazooka detendré a criminales que escapen por las calles, en sus camionetas llenas de drogas. Tan pronto sepa dónde escondiste las galletas, no habrá vuelta de hoja, puedo esperar aquí sentado el tiempo que sea necesario. Una gran fortuna me espera, un camino doloroso, pero honorable. Seguiré el olfato de las migajas en tu vestido como un perro. No importa que seas mi hermana, no puedo pasar por alto lo culpable que eres. La ley primero que todo. Tengo hambre y quiero mis galletas.
Mi hermana ha dejado el patio y ha cruzado la calle. Un hombre vestido de jeans y con una chamarra de capucha, recargado en una camioneta, ha llamado su atención y le ha gritado por su nombre. Salgo detrás de ella y observo. El hombre también ha notado mi presencia y me llama con las manos. El hombre prende un cigarrillo. ¿Su cómplice? ¿Su jefe? ¿O el mensajero de alguna organización secreta y gubernamental? Dejo el sombrero, los lentes y la corbata sobre un banquito, iré como policía encubierto. Mi hermana se sube a la camioneta, no veo el rostro del hombre pero si sobresale su cigarrillo, me subo detrás de ella y cierran la puerta. Nos miramos mi hermana y yo. Seguramente, al @inal del camino, por @in habré descubierto dónde guardó las galletas.
Te alcanzaré, en un mar lleno de luces y pescadores.
Dedicado a Tess. Una de esas lectoras silenciosas (hasta pronto). Cordero de Dios que quitas los pecados del Mundo… cordero de Dios, danos la paz. ¿No va así? Cuando escucho esas palabras, a pesar de mi fervoroso agnosticismo, siento que un cordero corre a lo largo de mi vena cava superior y la paz irradia mi corazón. Eso calma mis pensamientos más funestos. Esa tranquilidad, sin embargo amor, admite nuestra muerte futura y una ansiedad en forma de lobo se esconde un rato y luego salta juguetón y rabioso del ventrículo derecho al ventrículo izquierdo. El lobo mira cuidadosamente al cordero y lo tiene espantado, consciente de su presencia. El corazón no debe ser un lugar donde pasten los corderos, porque no hay pastores, sólo un lobo ansioso que lo observa. He llegado a pensar, amor, que cuando el lobo encuentre al cordero y se lo coma, habré de morir. De la misma forma que si el lobo un día salta mal y se resbala, y el cordero quedara solito en la pradera de la aorta, cerraré los ojos y procuraré alcanzarte pronto. Prométeme que si yo muero primero, el otro regresará a la playa y mirará a los pescadores. No pido nada más, sólo una contemplación a su trabajo, a su mar, a sus cielos, a sus redes y sus sombras. Olvida mi funeral o mi cremación, olvídalos a todos vestidos de negro murmurando las mismas palabras de siempre. Compra el boleto y lárgate de inmediato a la playa. Si te preocupa lo que dirán, diles que estaba en mi testamento, que fue lo último que te pedí. No sólo te lo pido yo, también el lobo y el cordero de mi corazón te lo piden. Si tú murieras primero que yo, amor… prometo sobreponerme a la devastación que signi@ica tu
pérdida, robarme un coche y conducir al sur, siempre al sur, incluso ganándole al automóvil del mismísimo Rey Satán, hasta llegar a nuestra playa… hasta sentarme y enterrarme en la arena. Prometo convertirme en una estatua de sal, erigida en tu honor y confundirme con todo, mirando lo que siempre quisimos para nosotros, aquel lugar tranquilo donde quisimos morir pero nunca conseguimos. Si murieras amor… te juro que te alcanzaré, en un mar lleno de luces y pescadores.
No quiso hacerlo, pero lo hizo…
Si bien Fest no ha contado el tiempo desde que siente el peso en su hombro más ligero, sabe que algo esta por suceder. Tiene la consciencia de que el tiempo esta corriendo, que un reloj interno esta sonando en algún lugar y tiene la, según él, noción estúpida de que si el tiempo termina su alma será consumida en los in@iernos. Pero Fest conoce bien el tiempo, sabe doblarlo, sabe cuando hay prisas, le gusta practicar con él, raras veces no sabe calcularlo y cuando lo calcula mal en un principio, puede adaptarse rápidamente para hacer mejores cálculos. Será porque el tiempo le fascina, le vuelve loco, es uno de sus juguetes… es decir, la medición de este, porque si él pudiera controlarlo se imagina como un dictador, como alguien con mucho poder y sin la idea de como utilizarlo. Es por ello que el control de sus acciones, de sus verbos, dentro del tiempo es tan importante, porque es la única manera que tiene de prolongar el sentimiento de un falso dominio. Un dominio que con un evento caótico puede escapar fácilmente de sus manos. Es por eso, que esa tarde de domingo, Fest salió a fumar a la reja y aunque sentía que el tiempo se terminaba, también sentía su hombro derecho un poco más liviano de lo usual. Volteó a la derecha y un lobo de pelaje rojo, un devorador de mundos encadenado al concreto del edi@icio, descansaba bajo el sol. Kromg alzó la mirada y le miró extrañado. –¿Y tu gato? –¿Cuál gato? –Um. Bien, ¿el cacto? –Ahhh, ese gato… ¿Cual cacto? –El cacto come niños, gatos y viejitos. –Ahhh…. si, ese… ¿cuales niños y viejitos? ¿Qué?
–El loro pues, el cacto que parece loro y araña como gato, y come gatos y viejitos, y niños también, que se come los niños del mundo. ¿Cómo se llamaba? ¿Rob? ¿Mob? ¿Job? –¿Chob? –No. No. Bob, se llamaba Bob. ¿Lo dejaste secarse? ¿Lo quemaste? ¿Lo abandonaste en un basurero? –¿Bob? –Si. Bob. –No sé de quien me hablas –Sin embargo, cuando Fest escuchó el nombre del cacto, sintió el tiempo más pesado. Empezó a medir el tiempo, pero no supo por qué… el tiempo que tardaba en consumirse el cigarro, los segundos que tardaban en responderse las preguntas, el tiempo que le tomaba a las sombras por el sol cambiar de posición. Midió el tiempo que le tomaría abrir la puerta en un futuro, el tiempo que tomaría el camión para ir a la escuela el martes, el tiempo que su vejiga tardaría en procesar los líquidos de una coca de dieta y se viera forzado en ir al baño. Fest suspiró apesadumbrado. –Mírame a los ojos. Fest obedeció. Se quedaron en silencio un largo rato, Fest esperó a que algo sucediera y lo único que paso fue la sonrisa del lobo. –Ya entendí. Te queda poco tiempo. Si quieres buscarlo, debes hacerlo ya… –Claro. ¿Buscar a quien? –Hacer tratos con Satanás siempre trae sus consecuencias, ¿qué no has escuchado por ahí que siempre gana? Aunque bueno, dicen por ahí que un viejo con ganas de morir y una adivina ciega e inmortal, le ganaron una vez una partida de ajedrez. Dicen, yo no creo en cuentos de viejitas. Si te interesa saber, el tipo jugó con tu memoria para ganar ventaja. Puedo contarte una historia si gustas, a ver si escuchándola te ayudo a recordar. Toma asiento. Fest tomó asiento y preguntó–: ¿Te cae que hice tratos con Satanás? –Tienes la marca, y también tienes la marca de la muerte. Pudiste haber muerto, pero hiciste el trato antes. Estas metido en un buen problema… y en uno muy extraño. Es de esos problemas que podrían convertirse en leyenda, ¿sabes? Por la rareza. Pero bueno… eso no nos atañe ahora, si no te acuerdas, no puedes empezar a buscarlo y para que lo recuerdes, tal vez funcione contarte la historia. ¿Listo? –Pues ya qué… El lobo resopló. –Erase una vez un cacto llamado Bob. Dentro de él, guardaba el espíritu de un rencoroso cuyo amor nunca fue correspondido en vida y el cuerpo del cacto, fue moldeado del barro y la arena por las manos de Satanás, para recibir a ese espíritu lleno de amargura y venganza. Cuando se unieron el espíritu y el cuerpo, entonces adquirió ojos, adquirió conocimiento y adquirió el sentido para mirar a los espíritus. Con ello podría cumplir su venganza. Sin embargo, a cambio, Bob tendría que entregar su alma a los in@ierno y para que él no se consumiera por el hambre y perdiera su consciencia “humana”, debía comer carne fresca. Se cuenta en su haber, el asesinato de alrededor de quinientos niños, cuyos nombres están registrados en el libro de los niños muertos de T.F. Hadied. –Uh… ok, ok. ¿Ese era mi cacto? –Fest hizo un ligero gesto de horror absoluto.
–Espera, déjame terminar. Para que te des una idea de quien era Bob, alguna vez, a mitad de la noche, cuando vivías en la Narvarte, ¿recuerdas? Si, si lo recuerdas, a él no, pero lo demás si. El hambre venció a Bob y lo obligó a saltar por la ventana, entonces caminó durante incontables cuadras hasta que escuchó el balbuceó de una niña, de un año a lo más. La niña, hacía unas horas antes, se había visto sometida al amor y sorpresa de sus padres, quienes dedicaron gran parte de su tiempo a tomarle fotos, que si entre los muñequitos que le compraron esa tarde, que si comiendo rico, que vamos a tomarle un video tratando de decir papá… era una escena familiar de lo más bonita y de lo más común, de esas que arrancan un sentimiento de bienestar. Bob se sintió así, se sintió enternecido… –Menos mal. –Pero tu cacto tenía hambre. Esperó unos minutos antes de trepar por el edi@icio, llegar a la ventana de la niña, empujarla y quedarse un momento postrado ante la cuna. La niña no se había portado mal, la niña tenía un año de nacida… y digo tenía, porque aunque Bob primero intentó comerse a los muñecos, a los ratones y al águila, cuando @inalmente lo venció el impulso, se partió en dos… –No, no… –Cubrió primero la cabeza de la niña… –Ya pues… –La jaló a su cuerpo… –¡Qué ya! –Comprimió su cuerpo para quebrar los huesos, apenas en formación y con las espinas, continuó arrastrando el cuerpo de la niña a su interior. Hizo algo, que en el idioma de los seres humanos es masticar. Masticó y masticó, hasta que terminó con la carne, acabó con su alma, pedacitos de su espíritu. Luego se quedó quieto un momento, Bob no puede moverse durante unos minutos después de comer, y habiendo terminado, expulsó los huesos de la niña, los que no pudo digerir. Cuando hubo terminado, saltó por la ventana del edi@icio y regresó a casa. Al día siguiente, tú y él tuvieron una plática muy curiosa donde hablaban de un Destino Mani@iesto. –No quiero que me cuentes más. –Bueno… ¿te acordaste de algo? –No. De nada. ¿Y dices que tengo que buscarlo? ¿Qué es mío? –Si. –¿Y por qué querría yo buscar y rescatar a una abominación como esa? –Porque es tu amigo, tu se lo prometiste y si mal no recuerdo, piensas, en algún lugar de tu cerebrito, que a los amigos no se debe abandonarles. ¿No te sientes orgulloso de ti mismo? –dijo el lobo triunfal, después se recostó otro par de minutos al sol, empezó a roncar y se olvidó de Fest. Sin embargo, Fest no podía olvidar la historia del lobo, prendió otro cigarro, se recargó un rato en la reja y sin saber por qué, el tiempo se le recargó en el hombro derecho, haciéndolo más pesado.
Documentación.
Tengo una historia que contar y sucedió frente a mi computadora. Estudiaba para mi examen, llevaba ya varios días estudiando. Era el último de la carrera, el que de@iniría mi vida como licenciado, profesionista, hombre de bien y honorable, o adorable para las chicas. Decía yo que estaba frente a la computadora estudiando, acerca de los núcleos @ilosos de un electrón carga catorce… no. Esperen, no estaba estudiando eso, eso no existe y no tiene sentido. Pero decía, estaba frente a la computadora, estudiando para mi último examen, cuando una ninfeta se conectó al messenger y quiso platicar conmigo. Era mi novia, pero se hizo llamar ninfeta y me contó una historia tenebrosa dónde a ella le salía pelo, y cola, y orejas de gata, y me presumió que estaba en celo. Estaba decidido a no hacerle caso, cuando escuché MIAU, MIAU, y rasguños en la puerta. No… no fue así, más bien, le presionó a la cosa esa de zumbido y yo tenía que estudiar para mi examen. Así que abrí su ventana, y le pregunté ¿qué pasó? Ella me contestó–. Nada ha pasado, amado mío, voy a contarte una historia tenebrosa, dónde me crece el cabello como un animal, las orejas como un gato y mi vagina estará en celo porque necesita parir a dieciséis chamacos. No me lo tomen a mal, de alguna manera extraña me estaba calentando, sentí la erección rozar mis pantalones tan fuerte como el núcleo @iloso de un electrón (carga catorce) y me lo saqué de los pantalones, entonces nos contábamos la historia por micrófono, una dónde ella arqueaba la espalda y me hacía MIAU MIAU y a mí el coso se me llenaba de pelos de gata, humedad de gata y se me estremecía como un resortito por los maullidos del gato. Pero tenía que estudiar, porque mi último examen era mañana, y antes de cogerme muchas gatas prefería ser un hombre de bien, así que de vez en cuándo, mientras continuaba vapuleando el miembro con mi mano,
leía atentamente los procesos administrativos para tratar una máquina de emergencia contra los tubos de escape de la fábrica de muñequitas. La ninfeta se fue en algún momento. Me dejó el miembro lleno de pelos y yo pensaba que debía continuar estudiando mi texto. Entonces solté mi miembro, tan duro como hacía unos momentos, le di click a la ventana de mi texto y continué leyendo. Entonces curiosas imágenes saltaron a mi cerebro, dónde un enano se peleaba contra un golem de tres cabezas. Necesitaba la armadura nivel setenta y ocho, hecha de escamas de dragón, porque de lo contrario no podría entrar a la empresa de los procesos administrativos de las muñequitas con sus máquinas y esos cosos. Di click para minimizar el documento, y con el miembro todavía erecto, abrí el MMORPG de mi preferencia. Encontré a mi personaje, un enano demasiado alto y fuerte para su bienestar, y viajamos juntos para conseguir la armadura que me ayudaría a conseguir la aprobación de mi necesitado examen. Necesitaba estudiar el proceso evolutivo de las células madres escondidas bajo el platito de microondas junto a otras bacterias, y sólo tendría la capacidad su@iciente para manejar esos reactivos si conseguía la espada nivel 99, la llamada de las Mil Verdades. Viajando por montañas, cargando los male@icios encima, enfrentándome a goblins rastreros… no, espera. Mi profesor dice que los que más saben son los más enfermos y desdichados. Los que más saben… yo sabía que tenía mi miembro en la mano, la espada de las mil verdades. Cerré horrorizado el juego y abrí de nuevo mi documento. Debía estudiar las consecuencias del 9 de septiembre en la economía mundial y como afectó esto los centavos de una libra esterlina abandonada en Wessex. Alcohol y pastillas, mantenerme despierto, puse música para relajarme. Debía estudiar la inevitabilidad del destino, cuando Helena de Troya se comió un sandwich mientras Sansón le gritaba dónde había dejado su cabello. No debía ser imposible. Puse algo de música y continué leyendo mi documento. Escuchaba la voz melosa de la nena de Belanova y el póster de Faye Valentine adquirió vida. Entonces pensé, idióticamente, que Faye y Denisse eran iguales. Denisse se vestía igual que Faye. Denisse quería ser Faye. Denisse me apuntó con una pistola y barajó las cartas, y me propuso–. Juega, vamos, juega conmigo en Yahoo. No puedo jugar en Yahoo, Valentine, porque si juego no podré estudiar las repercusiones del suicidio de Saddam en los niños de 9 y 10 años que vieron la televisión el dieciocho de septiembre del dos mil dos. Ella pareció sonreírme y entenderme, pero continuamos jugando lo que parecieron años. Una escalera real me indicó que mirara a la ventana, pronto serían las seis de la mañana, pero no importaba porque estaba sentado frente a Faye Denisse y habíamos prometido que si yo ganaba el juego, recibiría la mejor mamada de mi vida. Eso me prometió, que se escondería debajo de mi escritorio y tomaría mi espada de las mil verdades. La espada necesitaba aceite para manejar la máquina de las células madres, es bien sabido por todos. Pero que si perdía, oh… si yo perdía, tendría que ponerme la pistola en la boca y jalar el gatillo, porque es fácil perder cuando no sabes nada, es fácil perderlo todo cuando repruebas ese examen. Pero así pasa, mi profesor de ojos tristes y voz cansada me lo prometió: Los que más sabemos, más sufrimos.
Rumores infantiles.
–¡No me pintes la boca! –¡Qué si te la pinto! –¡No me pintes la boca, que así se hacen los putos maricos! –¡Qué si te la pinto para que te veas bonito! –¿En serio me voy a ver bonito? –¡Qué si! –Mamá me esta tomando una foto… no, no, no, no… groso. Ahora voy a tener una foto dónde mi padre me diga que fui un marico muy temprano. –Te ves re-‐chulo de bonito. –Qué espanto. –¿Quieres que te cuente un espanto? –Cuéntame un espanto. –¿Sabes por qué Martín y Georgina ya no juegan con nosotros? –¿Por qué? –Porque se los llevó un robachicos. –¡No es cierto! –Se los llevó un hombre de jeans y chamarra negra, con un cigarro en la boca. Se los robó en una camioneta. –¿En serio? –Ajá. –¿A dónde se los llevó? –Dicen que en su camioneta había un cactus que comía niños y que tenía hambre. –¡Los cactos no comen niños boba! –¡Si comen! –¡Qué NO! –¡Qué si! Dicen que se ha comido tantos niños, que hasta alguien ha escrito un libro de la cantidad enorme de niños que se ha comido. Le llaman el libro de los
niños muertos. –¡No es cierto babas! –¡Déjame pintarte los ojos, o si no te llevará el cacto come nenes! –¡MAMÁ! ¡DILE A BERENICE QUE LOS CACTOS QUE COMEN NIÑOS NO EXISTEN!
De lo viejo, lo nuevo.
“Gracias a que abandoné tu yugo”, empecé a escribir en la carta que pensaba dejar en la puerta de tu casa, para que supieras de mi regreso. Ya estoy en la Ciudad de México. En unas horas, iré a la central para tomar un camión que me dejará en casa… la misma casa que es la tuya. No sé que decirte, cuando tuve el valor de establecerme en un lugar, te mandé mi dirección porque me sentía lista a enfrentarte. Incluso me sentía preparada para recibir una visita tuya. Pero tu golpe fue otro y nunca pensé que fuera tan doloroso–. Un paquete con un plano de Bellas Artes y mi libro preferido con todo y dedicatoria. Una carta dónde me platicabas que una prima vivía contigo, pero que no pensabas casarte con ella. La conozco, quiso estar contigo desde antes que yo lo quisiera. Me platicaba a lujo de detalle los sueños que tenía con tu presencia, pero gané yo… ¿no es cierto? Dejamos la decisión en tus manos y seguro me guardó un rencor profundo cuando me tomaste la mano. Ahora, seguramente esta encima de ti, haciéndote las cosas que te gustan, desde los huevos con jamón para el desayuno hasta una mamada profunda y masoquista. ¿Qué se yo? Ya no eres mío. Tal vez me alegraría si supiera que sigues siendo el mismo adicto al trabajo y que ella sufre las mismas privaciones que yo, pero también leí como has cambiado un trabajo por otro para disfrutar más la vida. Lo leí todo. La vida es una ironía. Odio esa palabra: Irónico. En este momento me encuentro sentada frente a Bellas Artes, en mi bolsa cargo el libro que me conseguiste. Recuerdo cuando regresaste de tu viaje en aquel entonces y me dijiste muy triste que no lo habías conseguido, que por trabajo. ¿Sabes que por eso te dejé, amor? Porque pensé que ni eso podías hacer por mí. Fue muy estúpido no habértelo dicho, pero que consiguieras ese libro era vital para mí. Con ello terminaría por decidir si continuaba contigo, o si te dejaba
para recuperar un poco de auto estima. Te odié tanto cuando no lo llevaste, que viajé por toda América y te mandé las fotos para que me recordaras, para que sintieras dolor por haberme perdido a causa de un pinche libro que no pudiste conseguir. Cuando se acabó el odio… me llegó tu carta, me llegó el libro… ¿Es que lo buscaste después que te dejé? No… No fue así, estabas planeando una sorpresa pero no supe leerte. Estaba tan dolida que me ganó el egoísmo. Si quiero ir a casa, amor… es para enfrentarnos de verdad. Objetivamente las cosas son muy sencillas, regreso a ti, nos explicamos lo que pasó y podemos regresar juntos. Nunca @irmamos papeles de divorcio, ante la sociedad seguimos casados. Pero no es así de fácil… si voy, es porque estoy admito la posibilidad de que esta vez lo perderé todo, y lo perderé bien. Me elegirás sobre la puta de mi prima. Me invitarás un café y luego me enseñarás la que era nuestra puerta. Ya cuando esté sola, viviendo en algún otro lugar de la República, me enviarás fotos con tu pareja, después con tus hijos y tú sonriendo. Ni siquiera necesitarás @irmarlas como “Gracias a que abandoné tu yugo”, porque será la ironía escondía entre tú y yo. Sólo quiero hacerte saber que te dejé por ese libro que nunca me enseñaste en el momento indicado. Por nuestra imprudencia. Quiero hacerte saber que nuestra vida fue radicalmente distinta por una estupidez. Tal vez, así consiga un poco de redención, y nos dejaremos de chingaderas.
No hablemos del pasado, ni de cuando a Uriel se lo comió un cacto.
Entre mis nombres, esta el de Guadalupe Espartaco. Tal vez en algún lugar habrán escuchado de mí, aunque no lo recomiendo, porque mi nombre trae desgracias a los amables escuchas. No se sorprendan si tienen que revisar abajo de su cama o el closet antes de dormir después de escuchar esto. Desde hace muchísimos años, tantos que no puedo contarlos ya, me han perseguido ángeles y demonios. Los de verdad, no mamadas… ángeles y demonios, con sus alas, sus poderes, sus auras especiales, sus alitas y cuernos. Los únicos y originales. Soy valioso para ellos porque mi alma lleva consigo muchos años de recuerdos, anécdotas, conocimientos… muchísimos años, creo que rebaso el milenio, no puedo recordarlo todo porque mis recetas para la regeneración de piel y de las células son cada vez más di@íciles de preparar. Los ingredientes y materiales se hacen cada vez más escasos. No creo sobrevivir más allá de otros doscientos años. ¿Me preguntas si hay una receta para la vida eterna? Neh. Eso no existe. Desde hace tiempo que mi nombre esta escrito en la libreta del destino y me he escapado. Soy un hombre que escapa de la muerte y necesita regenerar su cuerpo para no envejecer demasiado. Pero no es de eso de lo que quiero hablar, ese es un pasado del que no quiero hablar. Hablemos de que en ese milenio, me enamoré cuatrocientas veces, cogí un millón y hasta la fecha, me sobreviven 10,529 hijos. La muerte no me busca en balde. Es la creación de nuevas vidas que no estaban contempladas en su libreta, la que hace las cosas más di@íciles en su trabajo. Son 10,529 seres humanos que modi@ican la vida de otros, aún en las cosas más sencillas. Es muy probable que
conozcas a uno de ellos y haya modi@icado tu destino, sin tú saberlo. En algo se tiene que ocupar este viejo… uno de mis pasatiempos, cada cien o doscientos años, es buscar a los niños, y a los niños de esos niños, que han brotado de mi esperma. Como las @lores, ¿no? Las semillas se escapan con el viento y fertilizan más campo. Si realmente me dedicara a ello, podría tener una nación. Mi edad ayuda a mis sentidos. Mis sentidos perciben mejor a la gente que lleva mi linaje. ¿Me creerían que tengo hijos hasta en Rusia?, supongo que no. Recuerdo a ese Espartaquito, trabajando en las minas de Siberia, con los músculos europeos, muy en contraste con su padre moreno y arrugado, de ojos pequeños. Ahh, en esta vida he visto cosas que la mayoría de ustedes no creerían. Sé, por ejemplo, que algunos demonios percibirán su aroma después de hablar conmigo y se los comerán mientras duermen. Si tienen suerte se los llevarán un súcubo. Créanme, son los mejores, siempre y cuando uno se deje. Flojito y cooperando. Entre uno de esos niños, estaba Uriel, el chamaquito de la foto, el chiquito de la izquierda. El de la derecha era su amigo, Juán. He escuchado rumores, que todos aquellos que llevan mi sangre, son ahora perseguidos por un hombre en una camioneta. Un hombre de chamarra negra, de jeans y siempre fumando. Nunca se le ve el rostro. No hay otro cabrón que pueda hacerlo como él, habrán muchos imitadores pero el original es inconfundible. Se siente su presencia, de inmediato. Dicen que en su camioneta lleva un cacto, cuya alma esta a punto de perderse por una apuesta, y que lo utiliza para comerse a los más pequeños de mis hijos. Un cacto come niños, ¿pueden creerlo? –Eso detendrá la devastación –dicen que ha dicho el señor de todas las respuestas. A Uriel lo agarró mientras estaba jugando a la guerra, se puso a jugar con los niños a la guerra… el muy cabrón. Cuando terminó, lo llevó cargando a la camioneta y lo aventó ahí. Eso me dijo Juán cuando pregunté por él. Me ha perseguido tanto tiempo que ha perdido la perspectiva, ahora busca a mis hijos para llegar a mí. Me es imposible protegerlos a todos, a los 10,529 restantes. Finalmente quien gana es la muerte. Dicen que anota en una libreta el nombre de todos los niños que se ha llevado para arreglar mis desastres y lo de los otros. El sistema debe restablecerse. Eso dicen que ha dicho. Tal vez me quedan doscientos años, tal vez me quedan menos. Depende de las recetas o que me derrote uno de tantos demonios. Hay tiempo su@iciente para enamorarme muchas veces más. Años su@icientes para tener otros cien hijos, o cuatrocientos si realmente me enfoco a ello. Uno de cuatrocientos sobrevivirá, estoy seguro de ello. Accidentes pasan todo el tiempo, el plan de la muerte no puede ser perfecto. ¿Qué tiene? ¿Por qué me miras así? Esta es una de tantas guerras secretas. Él juega a deshacer lo que hago, yo jugaré a hacerlo de nuevo, a hacerlo más rápido. De verdad… me entristece que uno a uno, mis hijos sean devorados. Pero más me entristecería si ya no existiera un Espartaco en este mundo, en este tiempo.
Curriculum Vitae.
Esta caminata me ha llevado mucho tiempo, no tengo mapas, sólo una mochila con unas cuantas prendas de ropa y otros artículos básicos y de vanidad: una navaja de afeitar, un desodorante, un peine, una brújula y una navaja suiza. Nada más. Nunca he utilizado la brújula, bien debiera, para al menos darme una idea de hacia dónde estoy caminando. La verdad es que no importa. Trato de caminar sobre los caminos ya construidos, pero a veces los caminos terminan o caigo en el instinto natural del ser humano que es caminar en círculos. Es entonces cuando alzo la mano y pido un ride, que me lleven a dónde me tengan que llevar. Ha sido un viaje seguro y tranquilo hasta el momento. Me dije que debía caminar cuando me harté de todo, cuando me sentía un personaje secundario de una vida. Un personaje de soporte en la vida de todos, exceptuando la mía. Creo que me sentí romántico, si… eso creo. Di el salto, y lo di bien. Esa mañana, dejé mi departamento, mi televisión de diecinueve pulgadas, mi home theater de 35,000 pesos. Tiré el DVD de Fight Club a la basura y me puse a caminar. Sabía que si miraba esa película una vez más, terminaría en mi sillón, asombrado, descansando la mente, pero sin disposición a saltar, a abandonarlo todo. Mi departamento ya esta pagado, supongo que puedo regresar a él, si alguna vez encuentro el camino de regreso. Llevo mi cámara pero no he tomado muchas fotos. Trato de tomar una diaria, en la resolución más pequeña que puedo, porque quisiera tomar fotos durante mucho tiempo. Cometí el error de guardar mi CV en la mochila. Fue un impulso. Como si fuera a encontrar un hogar y en ese hogar necesitara un trabajo. Se me hizo mejor guardarlo de manera @ísica, en cualquier momento podría llegar a un cybercafé, en alguna ciudad pequeña, bajarlo e imprimirlo sin el mayor
problema. Pero quise llevármelo. No sé si es un recuerdo de la vida que estoy dejando, o si de veras, en alguna parte de mi espíritu espero encontrar mi siguiente casa. El CV no me ha servido de nada práctico. Para sostener mi viaje he tenido que ser mesero, incluso una vez lavé baños y alimenté puercos. Los viejos me han dicho que cualquier trabajo es digno. Es algo di@ícil de entender cuando en tu pasado, tienes un THX envolvente, retumbando los cristales de tu departamento. Si me preguntan cuantos días llevo haciendo esto, digo que una semana, para que sientan que estoy a punto de rendirme en cualquier momento. La verdad son tres meses. Los primeros días no fueron fáciles, porque mi mente estaba cerrada a soluciones prácticas y rústicas. Estaba tan malacostumbrado al papel de baño, por ejemplo, cuando uno puede usar un periódico o sus propias manos. También esa necesidad nefasta de solamente usar encendedores y cerillos, para prender el fuego. ¡Aprendí a hacer fuego, usando piedras y palos! También se un poco más de los bosques. El primer mes, me perdí dos o tres veces en uno, sólo tantito, para ver que se sentía. En todas partes hay trabajos que nadie quiere hacer, en todas partes he aceptado uno o dos de estos trabajos, cuando me aburría de servir mesas. Es en serio cuando hablo de que he alimentado cochinos, y me imagino que mis manos alimentan un hijo pródigo, deseando regresar a casa. Escribiré un libro si alguna vez regreso. Qué buena idea… el CV como papel de baño… ahora sé porque lo cargo conmigo.
El culo de Ofelia.
Cuando me mandó una foto al celular de sus piernas, tal como se la pedí… me volví loco de alegría. Era emocionante. La falda, los muslos abundantes y torneados, su piel blanca, unos calzones negros que supuse había manchado en alguna ocasión anterior por la urgencia, ohhh y la minifalda de mezclilla que había aprendido a querer por su practicidad para cualquier rito copulatorio. La foto, evidentemente, me provocaba unas ansias de tomarle por las caderas y hacer de mi voluntad una explosión adentro-‐afuera. Un impulso animalesco que adormecía, pero pujaba por liberarse con cada pixel que mis ojos apreciaban. La nueva novia me tenía contento, me consentía mucho esos caprichos. Una amiga, quien miró la foto por casualidad mientras la bajaba en una de las computadoras de la universidad, exclamó alegremente–. Por eso deberían inventar los calzones de mezclilla. Pensé dos segundos su frase, me agarró con la defensa baja, creía que me criticaría por mi foto pero cuando no lo hizo, sentí que era cada vez más común liberarse… usando celulares, cámaras digitales, blogs, webcams… ya cualquier cosa te da oportunidad de exhibirte y de regalar besos a cualquier voyeur que pueda pasarse enfrente, al menos en la cuestión de byte por byte. Me pregunté un poco preocupado si eso podía hacerme insensible… Si lograría hacer comentarios tan triviales como mi amiga. Me reí con su comentario y ella se despidió de beso. –¿Por qué no me mandas una de esas? –le pregunté, antes de que dejara la sala de cómputo. –Lo pensaré –dijo, alzando los ojos y abandonando la habitación.
En ese preciso instante, se me ocurrió que podría organizar una red de fotos. Algo sencillo y sin complicaciones. Platicar con algunos amigos y quedar de pasarnos fotos de un estilo similar: Escotes, faldas, piernas, niñas bonitas, fotos de compañeras que conociéramos, usando el celular. Por cada foto que yo pasara, tendría que recibir una y armar una cadenita progresiva de ansias voyeurísticas. Luego, se me ocurrió que podría ser un mensaje cadena–. Mandar una foto que tomara en la calle de algunas piernas y distribuirla a un amigo, quien tendría el deber de pasar dos fotos al siguiente y así. Un pequeño juego perverso y supongo que inofensivo. Suspiré, era buena idea, pero organizarlo me parecía algo complicado, era más fácil buscar las fotos en Google y olvidarse. A no ser que fueran personas que lo comprendieran como yo–. La gracia de buscar alguien que pose para la foto o bien, en el caso más extremo, tomar la foto sin que ella se diera cuenta. Aún cuando me convencía de que esto no podía ser, ya estaba pensando un nombre para mi club. Los únicos nombres que más o menos apreciaba era: “El culo de Ofelia” y “adictos al viaje voyeurístico”. Ninguno de los dos lo su@icientemente bueno. Entre más pensaba en ello (y lo rechazaba, al mismo tiempo), sentí la clásica reacción debajo de mis pantalones. No me había dado cuenta que llevaba un rato mirando la foto, sin prestarle atención… ¿Me entienden? Sin embargo, mi cuerpo reaccionó a la vista, mi cuerpo cumplió la función. ¿Eso era insensibilizarse? ¿Para romper la insensibilización, es por eso que pensaba en clubecitos y compartir pornogra@ía P2P compleja? No sabía que responder, únicamente sentía el gusanito comiéndose las mezclillas, ¿saben? Tan pronto llegue a casa, hablaré con Ofelia y le invitaré a tomarse más fotos.
Urge.
Me dijeron que le gustaban los tríos, así que estoy considerando llevarle uno… que le cantara despacito, algo así como: Urge que me despierten con un beso enamorado, que me devuelvan el amor que me han robado… porque también tengo derecho de vivir. Es una canción excelente para declarársele a alguien… si, ja, un poco urgida… pero así me siento respecto a ella. Ahhh, si ella supiera que esa canción la escuché en la placita, cuando ella caminaba con un vestido amarillo y una rosa blanca en el pelo. Paseaba con sus padres, se detuvo en un puesto de helados y pidió uno de vainilla. No le he confesado mi amor, pero si tuviera que hacerlo, lo haría con esa canción. Porque… ¿saben? Mi corazoncito hace pum pum cuando ella esta cerquita. Me ganan los nervios. Lo más cerca que estuve, fue cuando le ofrecí un chicle, mientras ambos contemplábamos los cohetes en la feria. Se rozaron nuestras manitas durante tres segundos pero es más que su@iciente para que se me ponga la piel chinita acordándome de ella. ¿No me creen? Miren, miren… chinita, chinita, como los pelos de un gato abusado. ¿No será muy derecho llevarle el trío, y permitir que ella me descubra? Ya me imagino, todo un idiota sonriente y lelo, al pie de su ventana. ¿Qué tal si me recuerda como el tipo de los chicles nomás? Eso me metería en un gran problema, con ella y sus papás. ¿Si tiene novio? Ahhh, si mi padre viviera, vendría y me diría–. Las cosas hay que cantarlas derechitas mijo –
derechitas papá. ¿Qué hay más derecho que un trío cantando urge? Creo que es más derecho hablar con ella, o seguirla observando un poco más, no hay daño en observar… sólo mi corazón, que se marchita un poco más cada día. Se solucionaría tan fácil hablando por teléfono con Los Chachos. No pierdo nada, creo… sólo que me pisoteé, que me humille, que se ría de mí… no hay nada peor que la incertidumbre, un rechazo de esos puede durar muchos años en el alma. Ahh, que me diga que me quiere, que no desprecie mis palabras, que no sea ingrata con este corazón. Pensando en ella, de reojo la miro caminando. Pareciera que la invoqué con tantos pensamientos. Muchísima suerte, tal vez debería aprovecharme y decírselo. Cantárselo ya, de una vez, a chingar a su madre, nos jugamos el mundo y los próximos diez años de vida sentimental. ¿Si o no? No, no, aguanten… viene con otro chavo. A la madre, ya sabía yo… tiene novio. Viene con otro chavo… y otro chavo. Con dos. Esta con dos cabrones. ¡Los acaba de besar! ¿Qué puta madres? Mi corazón se acaba de hacer así, y me dijeron que le gustaban los tríos… Oh… ¡OH! ¡Qué pendejo! Esto es terrible, me cae… se sale de mis manos. Esperen… ya, esperen… ¡Esto se arregla muy fácil! Sólo tengo que hablarle a un cuate…
El culo de Lauriana.
Honorabilísimos integrantes del club: “El culo de Ofelia”, les mando este e-‐ mail con la esperanza de pertenecer a su distinguido quórum. Desde hace un año les he dado seguimiento, con la entrada de uno de mis primos y las fotos que ha recibido a cambio. Me permito añadir que si alguien le ayudó a la caza de nuevas presas, fue un servidor quien gustoso aportó (y aportará) sus dotes de seductor a la causa. Ahora que mi primo tiene una relación estable, y que el culo de su esposa (la cual yo le presenté) es más que conocido por ustedes y por mí, he querido unírmeles con la esperanza de traerles nuevos retos, nuevas caras y nuevas nalgas. ¿Se han @ijado en la curiosa relación entre nalga y cara? Algunos estudiosos de la vida diaria a@irman que es lo mismo. Seguro están pensando que el club esta bien, así como esta, con las fotitos ocasionales y nada más… por eso me gustaría presentarme y darles unos brevísimos datos acerca de mi persona, para que consideren seriamente lo que este hombre es capaz y esta dispuesto a hacer por todos nosotros. Tengo 32 años y soy soltero, más por convicción que por el destino. Soy un hombre educado y bueno, en cierta forma, metrosexual. Eso obliga que muchas veces las mujeres confundan mis preferencias sexuales y por esas mismas circunstancias, me ofrecen el ano, argumentando que con ello me sentiré más a gusto. Es inútil explicarles que soy heterosexual, así como inútil pensar que no les gusta ofrecer el culo. Al principio, me sentía mal, pero luego les preguntaba si podía tomarles fotos mientras cogíamos, para enseñárselas a mis amigos putos porque me era imposible creer que había follado con una mujer. Una vez no me aguanté la risa y me disculpé, argumentando que el whisky me ponía demasiado contento.
Primero les mencionaba que no había necesidad de tomarles una foto de su cara, luego lo borré del guión porque ya no era requerido. Unas cuestan más trabajo de convencer que otras, pero todas han accedido hasta la fecha. En mi colección, mi folder personal, tengo 420 fotogra@ías. Por supuesto, hay varias que son de la misma mujer, no hay necesidad de alarmarse pensando que he cogido más que ustedes. Si ustedes me permiten unirme a su club, a manera de archivo pasado, es posible publicar la mayoría de estas fotogra@ías. Algunos se preguntarán si no siento una especie de remordimiento. La respuesta es: No. Me es totalmente hermoso tener la posibilidad de publicar estas fotogra@ías, estos trofeos, que he obtenido gracias a las suposiciones erradas de mujeres que he conocido en bares, de negocios, mis propias secretarias, mis asistentes. Me gustaría que algunos integrantes del club, consideraran la posibilidad de hacerse pasar por homosexuales, aunque hay los accidentes ocasionales dónde algún varón querrá tomarles la nalga, las mujeres se derriten con un hombre bien vestido, educado y sensible. Si algunos de ustedes quisieran intentar esto, con gusto puedo asesorarles sin costo alguno, para que se asomen a la buena vida. Archivo adjunto: La foto de Lauriana (nombre no verdadero, por supuesto). Lauriana es mi última conquista, la asistente nueva, egresada de Universidad Jesuita. Esto sucedió en la o@icina. Si quieren más detalles de cómo la sodomicé salvajemente en el escritorio… preferiría que me dieran una respuesta positiva a mi solicitud de inscripción. Hay otras dieciséis fotos, más puercas todavía, esperando sus gritos de aprobación y triunfo. Anoche retozamos como perritos de pradera, urgidos, necesitados… ella maravillada de como se follaba a un puto, yo contento de poder servirles a ustedes.
He impreso tu foto y la llevo en la cartera.
Cuando tengo oportunidad se las enseño a mis amigos de manera discreta. Tú sabes como es eso… sacar la cartera, abrirla completa, y que ellos encuentren la foto por casualidad. La foto es tan llamativa, que preguntan en la mayoría de los casos. Cuando lo hacen, les digo que es el fantasma de mi abuela, y atrás de su fantasma, se encuentra el de la bisabuela, aún más alejado, más borroso. No me gustan las interpretaciones comunes: “El yo, y mi otro yo”. Porque a todos nos gusta jugar con nuestros re@lejos, nuestros dobles, nuestras personalidades divididas. Tantísimas personas aburridas sufren ya el temor de ser comunes. Se inventan enfermedades que no tienen, enfermedades de la mente, que disocian su persona en cuantas necesiten para no vivir ordinariamente. A mí me gusta más inventar fantasmas… ya poca gente habla de ellos. Cuándo tomaste esa foto y la modi@icaste para mí, supe que te gustaba decirme que eras otra persona, que te estabas vigilando perpetuamente. Pero me gustan más mis monitos ectoplásmicos, difuminados, sobrenaturales, rencorosos y melancólicos. La gente tiene miedo de no ser alguien genial o grandioso. Yo tengo miedo de perder a las personas que siempre quise. Es obvio que la historia es inventada, la de la fotogra@ía… luego les explico que mi novia es fotógrafa y artista digital, y que era la pieza preferida de su última exposición. Luego de explicarles, asombrarles con tu trabajo, me siento derecho, me dejo caer en algún sillón y pienso en mis muertos. No hay nada peor que olvidarlos, me imagino. Es una cuestión de conservar el pasado, para seguir construyendo el presente y preparar el futuro. Admiro tu fotogra@ía y pienso en cuanto te pareces a mi madre, a mi abuelita, a mi bisabuela. ¿Cuándo nos hagamos viejos juntos, si es que lo
logramos, reharás la fotogra@ía? Cuatro personas tuyas, blancas como fantasmas, de negro luto a la vida. Prendo un cigarrillo y le doy vueltas a tu fotogra@ía, ¿cuántas interpretaciones caben, aparte de los re@lejos, de los tiempos y de los muertos? Si tuviera que elegir otra interpretación, diría que eres una hada, una hada gótica y negra. Un espíritu volátil que camina entre la ignorancia espesa (el negro) y provoca las interpretaciones que deseamos (los grises). Sin embargo, el objetivo es encontrar una interpretación pura (blancos), como sólo observar la fotogra@ía. Buscar la pureza, irse a lo más sencillo, como que simplemente eres tú la pureza y te repites a ti misma. Eres una foto, nada más… sin discusiones. Es por ello, mi hada, que la he impreso y guardo en la cartera. Para verla y pensar en ti, pensar en la foto, pensar todo lo posible, cuando la admiro. Sé que cuando preguntas qué me hace sentir la foto, no puedo decirte nada de esto y todo lo que me nace es decirte–. Bonito. Y ya. Luego te enojas, te hablo de mi mamá y mi abuelita, discutimos un poco más, y balbuceo de la pureza… no me entiendes nada, discutimos un poco más, te preparo la cena y acabamos revueltos en la cama, platicándote de como se las enseñé a mis amigos, o de como me ha gustado mucho la fotogra@ía, pero no puedo decirte lo demás. Piensas que soy un idiota, pero no lo soy… algún día tendré el valor para decírtelo todo, y pedirte una foto más, dónde te repliques hasta el in@inito.
La vida es un chiquero.
Regularmente piensa: “Vamos a bailar tú y yo grandota, aunque la vida es un chiquero”, porque ya esta loquito, cuatro años de inactividad afectan a cualquiera, y por más que piensa en sus piernitas bailando, y sus manos dominando la cintura de su negra linda, no pasa nada… encerrado entre las piedras, el pequeño invasor extraterrestre mira la vida pasar. No sabía que el oxígeno afectaría de esa manera su sistema biológico metamór@ico, y que se quedaría sin piernas, y sin brazos, y sin cordura. Sus pulmones y su estómago se adaptaron para alimentarse de dióxido de carbono y de las pequeñas moléculas de nutrientes que persisten en el aire. Su organismo es muy complejo, porque con los 4,000 químicos que se liberan cuando su negra fuma, tranquilamente los recoge y los adapta. El aire se torna en un festín y se alimenta contento, como cerdo en porqueriza. Nadie le advirtió. Así comprendió porque ningún otro explorador regresó con noticias nuevas. Él fue el último en ofrecerse para la misión. Decididamente era el último, porque hicieron las festividades de una semana entera en su planeta natal. Esas festividades hablaban de la probable guerra. Aún recuerda las palabras del representante del Consejo–. Después de veinte ciclos de infructíferos esfuerzos por comunicarnos con la Tierra, este es nuestro último empujón. Este explorador nos traerá la victoria. En el caso que desaparezca, como los otros… hemos tomado la decisión de marcar al planeta Tierra como hostil, e iremos en la búsqueda de él y de sus compañeros con nuestras @lotas de guerra. Rayos letales romperán su cielo –El Consejo ya sabía, por supuesto, que no iba a regresar y necesitaban una excusa, como la necesitaron hace unos millones de años, cuando hicieron mierda a Marte. Cuando llegó a la Tierra, en su navecilla, el campo gravitacional hizo que su nave se volviera loca. Eso y el tamaño, y muchas cosas que un cientí@ico podría
explicar sin el mayor problema… tal vez. Hace muchos años, cuando su bisabuelo estuvo en la Guerra de Marte, una de las cosas que solía explicarles era la facilidad con que la nave había aterrizado. Que parecía una plumita en la super@icie, y durante un espacio de tres años, admiraron el planeta durante su aterrizaje. –Un poco de belleza antes de destruirlo –decía el bisabuelo. No era rojo en aquel entonces, sino que estaba lleno de agua, árboles azules y una curiosa civilización a la que le gustaba hacer tacos de canasta. El bisabuelo ya estaba un poco loco, todos enloquecen cuando la inactividad y la vejez. Pensó en todo eso mientras su nave se volvía loca, los instrumentos fallaban masivamente y lo jaló el campo gravitacional de la Tierra a una velocidad, a la cual no estaba preparado. Tan pronto entró en la atmósfera, y gracias a que los sistemas de inhibición dejaron de funcionar, una serie de minerales, metales y otros elementos, hicieron una capa en sus pulmones que modi@icaron su cuerpo. En una esfera, consciente pero sin manera de comunicarse… qué diablos. Cayó en un parque, donde una negra triste, que lloraba porque su novio le había abandonado. Recogió la bolita, que parecía tan abandonado como ella y lo guardó en su bolso. Las naves de guerra seguramente se encontraban en camino y no sabía como podría comunicarse, para decirles que se detuvieran. No sólo la Tierra no había tenido la culpa, sino que iban a perder la guerra sin oponer resistencia. El invasor extraterrestre se ponía tristón y romántico, y pensaba que miles de negras en todo el mundo, recogerían a sus primos, a sus hermanos, a sus abuelos, a sus hijos. Ocuparían todos un lugar en las piedras, se alimentarían de aire, muchos años, tal vez siglos… milenios con su suerte. Mientras que en las noticias hablarían de las bolas de plástico, de quien sabe cual compañía (seguramente de los chinos, un término tan enigmático para él como cualquier otro que apenas entendía por la televisión y su falta de cordura), y de que nunca se degradarían y contaminarían el mundo. Tal vez así estaba destinada su invasión. Mirar a la negra triste, fumando frente a la computadora y desear bailar con ella sin poder hacerlo, hasta el @inal de los tiempos.
No tengas miedo (a la inmensidad).
Esta solo. En su vida ha tenido con quien jugar o con quien pasear. Ahora más que nunca, extraña a su padre y sus paseos. Ahora los entiende. Se encierra en su coche, prende el motor y da vueltas por la ciudad. Mientras observa por el vidrio, sabe que la realidad esta distorsionada, que nada es lo que parece por las manchitas o los moscos que se estrellan, se anonadan. Le dan la razón los espejos–. Los objetos pueden estar más cerca de lo que parecen. Cuando llueve, las gotas lentas se arrastran al vidrio, como gatas deseosas. Algunas caen rápidamente, un inminente suicidio y aprobación a la fragmentación de sus moléculas. Todas sufrirán el mismo destino. Las luces de los coches y los faroles se distribuyen, se refractan, se dispersan. Los árboles de los parques son como borrones de pintura. Un cielo azul oscuro, porque pronto será de noche, toma control del escenario y llamará a natura a cerrar la @iesta. Los hombres, animales de costumbres, buscarán hembras en algún bar (él también lo ha hecho tantas veces cuando el sexo duele) o con los amigos, a recordar viejas batallas (pero ninguno de ellos escucharía lo que piensa). ¿Qué saben ellos de la inmensidad? Tal vez más de lo que desea admitir, tal vez todos le tienen el mismo miedo. Acelera un poco el coche, da una vuelta repentina y su vida es un espiral. Sabe que debería preocuparse, pero no hay prisa, porque sus ojos observan dolorosamente, como las gotas se resbalan a toda velocidad de los vidrios y explotan en el aire, jugando unas con otras. Borrones dinámicos de árboles y edi@icios, de rejas y de gente esperando con el paraguas. Una chica se muere de frío y se empapa en la lluvia, una chica hermosa que sólo aparece un fragmento de segundo. El coche sigue girando. Esta solo. Nunca tuvo con quien jugar.
Contraluz de los chavos que juegan como antaño.
No fue hace mucho tiempo que tomé la fotogra@ía, nos habíamos reunido en la memoria del Parco, quien había muerto en un accidente mientras manejaba su camioneta. Fue espontáneo, cuando el primero recibió la noticia, mandó un correo a los demás y después de atender al funeral, nos acordamos de aquellos viajes que organizábamos en la preparatoria para ir a jugar a nuestra playa (un hallazgo bonito y despoblado, en una de las costas de Guerrero, no tan lejos de Acapulco). Mirábamos nenas en los bares, tomábamos unas cuantas cervezas, tal vez demasiadas. Era una preparatoria de varones, de alguna manera debíamos desfogar las hormonas, tan terribles hormonas, que dominaban nuestros pensamientos. Aunque sentía un poco de remordimiento, porque usábamos la muerte del Parco como una excusa para aventurarnos y escaparnos de nuestros trabajos, también me parecía un excelente homenaje. Después de todo, lo poco que recuerdo de él, es bebiendo las cervezas en silencio después de jugar la reta, si alguien le hacía un comentario él contestaba educadamente, sin embargo, había un halo de tristeza y soledad detrás de esa sonrisa a medias. Me provocaba ternura, pensaba que no tenía con quien jugar. Cuando le comenté a Rubén, un compañero que no había asistido al funeral ni había recibido los correos, sino que se había enterado por palabra hablada de nuestra reunión, que lo nuestro era un homenaje a la memoria del Parco, se sentó junto a mí cuando tomé la foto de los amigos jugando, perdiéndose en el contraluz del atardecer. La noticia parecía haberle impactado y cuando Julio metió el gol, él me miró y me dijo–. Yo lo amaba en ese entonces, pensaba verlo esta tarde… pensaba verlo bebiendo sus cervezas y contestando como quien no quiere contestar y esconde algo… de verdad –me quedé en silencio, profundamente sorprendido por esa confesión tan espontánea. No sólo era la
muerte del Parco, sino enterarme que Rubén era homosexual. Tantas cosas estaban pasando en medio de este juego, y me pregunté juguetonamente, si estos juegos siempre habían sido los mismos o si solamente, éramos chicos pateando la pelota y emborrachándose en la playa. Esa noche me dormí inquieto. Pensé que si Rubén hubiera confesado su amor al Parco, tal vez él se hubiera alegrado un poco, tal vez lo que faltaba en esos tristes silencios, era alguien quien le acompañara. Tal vez… preferí ya no pensar en ello.
Manotas furtivas. Queridos integrantes del “Club de Ofelia”, es por mi propio bien y por el de la causa, que he decidido no publicar mi nombre, ni mi fotogra@ía, en el per@il de integrantes. Sin embargo, vengo con la intención de proponerles un nuevo ejercicio para que la vitalidad del grupo no muera y siga creciendo. Algunos de ustedes ya lo habrán comprendido al leer mi nickname: “Manotas Furtivas”. Ese sobrenombre se ha vuelto famoso y ha aparecido en algunos periódicos. Yo soy el responsable. Si no lo entienden, me permito explicarles si me dan algo de su tiempo.
Esta es la primera fotogra@ía que tomé para ustedes. El sujeto es una amiga que caminaba en la escuela de noche, tuve que ponerme un pasamontañas, pellizcarle el seno, sacar la fotogra@ía con la otra mano y salir corriendo como alma que se la lleva el diablo antes de que ella le diera una patada a mis descendientes. Fue algo muy di@ícil. Ya pusieron anuncios en la escuela, advirtiendo mi presencia y ofreciendo recompensa por información mía. He platicado con mi amiga del incidente, sin que ella supiera que soy yo el culpable y he sentido una extraña sensación de dominio recorrer cada @ibra de mi ser mientras ella hablaba de lo encabronada que se encontraba… el poder del anonimato. Con los anuncios y el aumento de la vigilancia, normalmente una persona se sentiría nerviosa y con ganas de no hacerlo nunca más, pero la adrenalina me pide más. Entre los chavos, han empezado a llamarme “Manotas Furtivas” y el nombre aparece hasta en los periódicos. Llevo veintidós mujeres a la fecha. Tengo veintidós fotos para ustedes.
Sé que es una fotogra@ía normalona, que a duras penas muestra mis sentimientos y los suyos, lo sé, pero he continuado practicando y pronto verán las otras fotogra@ías, dónde aplica el dicho riguroso de “La práctica hace al maestro”. Algunas veces, en vez de pellizcarles el pezón, les alzo la blusa y les tomo fotos a su brasier (o su falta de este). O les aprieto una teta… y vaya que se las aprieto: carnosas y jugosas. Es una experiencia deliciosa. Me siento orgulloso de mi perspicacia, mi audacia, mi pequeña perversión… pero no sé cuanto tiempo más pueda durar. Sé que un día de estos, alguien me puede atrapar, es por eso que hago una atenta invitación al Club de Ofelia y que extendamos el tiempo de vida de “Manotas Furtivas”. Antes de que me atrapen, antes de que crean que esto ha terminado… estoy ofreciéndoles la oportunidad de vivir algo más grande que nosotros mismos. Saludos, y espero que acepten mi propuesta, Manotas Furtivas.
Silencioso testigo.
No quería dejarle así… pero si no se iba, sabía que el hogar… su única tumba. Viviría como viejito gruñón, arrepintiéndose de los pasos que nunca dio. Yo también pensaba en ello, pero me contentaba con los sueños. Nuestras tardes morían en el café, fumando y platicando… lo sé. –En internet miré las fotos Damián, ¡vámonos para allá! –¿A dónde dices, cabrón loco? –¡A dónde sea, pinche macaco! ¡Otro lugar que no sea el barrio! –Si tú diriges yo te sigo, Mario. Después reíamos como espíritus contentos y furiosos. Caminábamos por nuestras calles, las calles de nuestros abues y recordábamos sus historias, llenas de moralejas y tristezas. Los pasos erráticos y de cafeína, despertaban espíritus de mor@ina. ¿Es que los viejos cuentan lo mismo? Claro, desde las novias hasta el sismo. Nuestras vidas cruzan caminos. Somos re@lejos, ancianos y niños. El sol, nuestro silencioso testigo… comprueba día a día el destino. –Si quieres ser poeta, debes acompañarme. –Déjame pensarlo, ¿me permites bañarme? Se carcajeó por mi excusa estúpida.
–No te diré nada, es tu vida. Si no me acompañas, quédate y te bañas. No te arrepientas y dedícate a las ventas, o a lo que quieras, pero no te arrepientas. No me perdonaría viajar, hasta que olvide caminar. Así los dos contentos tenemos únicamente los recuerdos. Arregló sus maletas, su novia dio de patadas… habló conmigo y me pidió que se quedara. Trataré de convencerlo, mentí… de ello la palabra no le dirigí. Esperaba el camión en la esquina, a mí un trabajo en la o@icina. Un velo se alzó entre nosotros, aunque nos abrazamos y juramos que los recuerdos perduraran, ¿qué impediría que las calles nos extrañaran? Caminando brazo a brazo los amigos, desaparecían como un fantasma en los cielos. Un pasado ya vencido… y el sol, silencioso testigo.
En la palma de tu mano.
La paciente continua escribiendo en su mano: “Busca en las estrellas, ahí siempre estará Orión para protegerte”. El progreso es favorable. Ya no se corta y rasguña con objetos (su deseo de hacerlo, ha sido reemplazado por la frase… aunque ya no hay daño \ísico, todavía existe la dependencia)., puede mantener un trabajo y ha mejorado mucho la comunicación con otras personas. Se ha comprado un perro, le llama Orión y los vídeos muestran que ha podido mantenerlo. Aún debe seguir bajo observación, faltan por conocer efectos secundarios en los nuevos medicamentos”. Me pregunto, ¿ella qué piensa cuando me ve? Es di@ícil tener dos voces, la he visto hablándose cuando se lava los dientes frente al espejo y la otra esta callada, mirándose los ojos. Se repite que debe ir caminando al faro cuando lo ha hecho cada tercer noche. Toma asiento en las escaleras, con el frío y mira las estrellas. Escuchamos juntas las olas golpeando las piedras. Un hombre nos sigue y nos observa sigilosamente, casi siempre lleva un café caliente en las manos y una bufanda sostiene su nariz roja y grande. Las cámaras le siguen mirando, desde que se desnuda hasta cuando se aplasta en el sillón y lee sus libros. Los cheques de su padre siguen llegando. “Mira Orión”, le dice al perro, “allá estas tú y cuando te mueras, alcanzarás esa parte que te abandonó… ¿me protegerás allá arriba? Porque nunca voy a estar completa, un pedazo de mí se quedará aquí, en esta tierra, para siempre”. Saca las pastillas de un bolso de su chamarra, se pone dos en la palma de su mano y se las traga con la ayuda de una botella de agua. Las olas chocan y las estrellas continúan vigilándole en el cielo. La paciente trabaja muy duro para tener una vida normal. Insiste, todavía, en sus personalidades divididas y la realidad distorsionada. Una colega, un poco harta, mencionó que sólo lo hacía para molestarnos o para probarnos. No creo que ella sea muy profesional, Trejo ha dicho que busca cualquier excusa para sacarla
del proyecto. Cuando los días son muy malos y no para de llover, suelo creerle y pierdo cualquier valor ético en mi trabajo. Insulto a la paciente en silencio. Nada es normal, no al menos de mi perspectiva. Sé que cuando un hombre mira aquella lámpara azul sobre mi buró, después de que ella se acuesta con él (necesitada de afecto, de los @luidos de otra persona, de un cariño falso y pasajero), él sólo mira la lámpara y no piensa nada más. Cualquiera, quien sea, se avienta contra el colchón, mira el techo, dice las frases obligadas y si es fumador, apesta el cuarto. Nosotras nos volteamos y miramos al buró. Nuestra lámpara es el universo contenido, un personaje de @icción que siempre nos ha perseguido y se prenderá en cuanto encontremos al hombre de los sueños, aquella parte nuestra que continua vagando por el mundo, esa que se quedará en la Tierra y no moverá un dedo, porque sus raíces siempre estarán aquí, se hará polvo con el polvo, árboles nacerán por las semillas y las lluvias, y tan sólo mirará al cielo, deseando, siempre, que Orión le siga cuidando y vigilando. Ella se acuesta con los hombres para que los estudiosos, anoten que tiene una vida normal, que se esta adaptando y esforzando, pero en el corazón, dónde hay un vacío camu@lado, conocemos la mentira. La lámpara la compró su padre cuando la llevó en un viaje al faro, la cargaba en sus hombros y ella, siempre intimidada por las grandes construcciones de una ciudad y sus habitantes ásperos y muertos, acabó simplemente enamorada de que existiera un lugar dónde el aire escurriera como el agua y las gaviotas hicieran un escándalo gutural, que reverberaba en las cavernas de su alma… su padre compró la lámpara, un recuerdo… un azul que la arrastraría inevitablemente a vivir cerca del faro, mirar las estrellas, comprarse un perro. Una lámpara, cuyos ojos se encenderían cuando ella encontrara aquel vagabundo… nuestro ser completo. Ella se acuesta con un hombre diferente cada dos o tres semanas. Los hombres no duran mucho, por su personalidad tan hermética. Es asombroso de cuántos se enamoran de ella… amor o infatuación. Algunos pensamos que es lo mismo. Yo tampoco he podido evitarlo, es fascinante como la paciente se ha convertido en una especie de muñeca de porcelana, con los ojos enormes, la piel blanca y el silencio perpetuo. Sus ojos esconden algo, y aunque, con la práctica, he aprendido a leer todo tipo de emociones, sensaciones, mentiras… ella esconde todo de manera perfecta. ¿Serán las medicinas? ¿O es la ventaja de las personas en su interior? He visto los vídeos muchas veces… los días buenos, no puedo dejar de mirarla La persona que me entrevista es muy educada, aunque no entiende muchas cosas. Puedo ver su mirada, como frunce el entrecejo, cree que haciendo los ojos chiquitos me descubrirá desnuda. Seguro lo ha hecho tantas veces más, a través de las cámaras o los vídeos, o usando su limitada imaginación. El hombre esta demasiado consciente de sus límites: No imagina por ejemplo, que su pluma y su bloc de notas, sostienen otras vidas por imaginar y no permite dejarlas salir. Lo entiendo un poco, porque si lo hace, podría perder el control y algún médico que lo notara, lo sometería a tratamiento, le daría medicinas que alborotaran sus hormonas e hicieran que le cayera mucho cabello en los días que quiere gritar. Dentro de él viven muchas personas, así como pasa conmigo y con ella. Estoy tentada a pensar, que también sucede con el perro. Necesitamos tantas vidas cuantas sean posibles hasta encontrar a nuestra persona, aquella que nos arrulle, que nos acalle, que no mire el techo sino mire la lámpara de papá, por @in prendiéndose, para iluminar nuestras noches de desvelo y platicar cositas
estúpidas, antes de dormirnos. Pero él se quedará en la tierra, esa otra persona mía, esa otra parte de mí, mientras que yo, probablemente, queriendo conocer a Orión, viaje al cielo de una vez por todas y mire las estrellas en primera @ila, no desde los tristes y fríos escalones de un faro. Las olas continúan rompiendo contra las piedras, puedo seguir esperando, se vive tan bien aquí.
Una confesión.
Te pedí una foto para hacerte un cuento… uno de amor. Leí en una revista de literatura que los cuentos de amor son un buen regalo porque están hechos a base de la intención, aún cuando sus palabras no prometan un éxito literario y canónico. Es una intención como aquella que guardas dentro de tus ojos coquetos, una intención discreta que se multiplica en mi corazón, cuando nos vemos por el messenger y platicamos toda la noche, mientras te muestras a mí por la cámara y yo te platico lo que hago, desde poner agua al café hasta deslizar mi mano bajo el pantalón. No tardaré en verte, me muero de ansias por tocar tu cabello largo y oscuro, olerlo de cerca y darle una sensación @ísica a todas mis expectativas. Me gusta escribir lo que siento cuando estamos “juntos”, gracias a los cables y las conexiones de banda ancha que juegan con la dudosa línea que existe entre la realidad y lo virtual. Eso nunca me ha gustado, porque mis sentimientos existen… mis sentimientos hacia ti modi@ican mi percepción, desde que me levanto, me voy a trabajar, manejo en la calle, como con mis hijos y los @ines de semana cuando visito su tumba, estas tú conmigo y creo, también, que estoy a tu lado cuando haces tus rutinas… te levantas con mis palabras, piensas en mí cuando te bañas y te tocas, antes de dormir pienso que me rezas una plegaria. Si de verdad te escribo el cuento de amor, quiero que sea uno chiquitito, pero profundo… que guarde en sus pocas palabras lo de@initivo, una verdad tan poderosa como la fe. ¿No pasa así? Leemos un libro cuyas palabras parecen mentira, dónde un padre celestial nos habla del amor y del temor, y procuramos creerlo en un simple acto de fe… mi acto de fe, es amarte sin haberte tocado o sin haber ido al cine tomados de la mano, compartiendo las palomitas y abrazándonos mientras
vemos la película. Imprimiré tu fotogra@ía y la guardaré conmigo, como se guarda la estampita de un santo y todos mis actos de amor, cariño, compasión y fortuna llevarán tu nombre escrito, en palabras de fuego, en palabras aladas, en palabras doradas… en palabras, solamente así. Escribiré nuestro cuento, donde no hay distancias y pertenecemos al mismo universo, al mismo tiempo. Seremos el principio y el @in, alfa y omega, el desarrollo, el eterno retorno en un mismo texto. El cuento llevará una confesión, la máxima que demuestra mi amor verdadero… porque aquí me tienes pensando… como decirte, que en realidad, soy mujer…
Des-a-mor.
Los recuerdos están rotos. No me preguntes como. Los recuerdos están rotos. En mi cabeza parecen imágenes de una fotogra@ía hecha jirones y me duele mirar como se deshacen con el agua. No ha pasado nada, estoy en mi asiento, mirando una pared y adentro pasa lo que te platico: una lucha por recuperar nuestras llamadas, por darle color a las últimas fotogra@ías restantes. No quiero hablar de lo que otros llaman desamor. Desprecio el concepto: desamor. Des-‐ amor, des-‐hacer amor, des-‐construido, roto. Lo mismo que pasa con esa palabra, pasó con mis recuerdos, de tanto repetirlos han perdido sentido, se han hecho mierda como la cinta de una película VHS. El desamor es una violación. Se te sube al cuerpo, aún cuando pataleas y ruegas que no lo haga. Te detiene las manos, te besa con su boca sucia, asquerosa, los dientes podridos y baja las manos para abrirte las piernas. Los recuerdos se distorsionan. Los recuerdos se rompen. Hablar de esto con mi psicólogo no me ha hecho bien, solamente me he logrado confundir las cosas e inventarle historias nuevas y aspiracionales acerca de nuestra relación. No hay nada verdadero en mi vida, te hubiera tomado fotogra@ías. El psicólogo me mira con los lentes ligeramente chuecos y su mano como un león con el pelaje de su barba, escondiendo su boca, mientras concateno las mentiras y creo el contexto… me pregunto si su mirada, desnuda mi alma y descubre mis inventos. He querido preguntarle, en caso de conocer la verdad, si puede platicármela para no extrañarte de falsas maneras. Debería poder hacerlo, si le pago ochocientos pesos la hora es justo que encuentre conexiones entre la verdad y la mentira, y recomponga así mi vida… no por el amor perdido, sino por conservar la cordura y una noción de la realidad. Cuando te amaba, me di cuenta que todo tenía sentido y veía relaciones íntimas, nexos invisibles, que nos ligan a todos. Sin embargo, me he convencido que el amor, como el desamor, guardan la duración de una canción. Fue muy
breve, una alegría muy breve que parece eterna… pero termina, igual terminará mi dolor por ti. Nada es para siempre, me lo enseñaste, es lo que le digo mi psicólogo… una de nuestras necesidades, tal vez juveniles, es la duración perpetua del amor… ¿no así, buscamos extenderlo los años posibles? Es porque… le da explicación a lo desconocido. Probablemente, esas explicaciones que encontramos a través del re@lejo de otro, son mentiras… pero cuán verdad parecen mientras estamos en los brazos de otros y miramos por encima de sus hombros, o sacamos fotogra@ías de ojos enamorados, o dormirnos juntos y compartimos incluso, la peste de nuestras bocas al despertar. ¿Es la enseñanza? ¿Encontrar la verdad sin otros? No concibo la idea que sin amor (o desamor, esa chingadera), cualquier ser humano sea capaz de modi@icar su percepción para encontrar las respuestas a todo. ¿Qué clase de ingenuidad se necesita? No importa, los recuerdos están rotos. Están deslizándose como gotas de agua por el caño… es posible, si… que eso me permita iniciar de nueva cuenta, es posible… si… que aprenda a encontrar mis respuestas sin nadie que me tome de la mano… aquí, mientras pierdo ese último recuerdo en grises, te prometo que puedo hacerlo y nunca necesitaré, ni a ti, ni a otra como tú, ni un perro, para caminar sobre esta tierra y darle un nuevo nombre a los árboles, a las plantas, a los niños y las células de piel muertas que caen con la ducha matutina.
Enorme sonrisa.
Cuando en la mañana, me avisaron que mi suegra había muerto, tuve que tomar una fotogra@ía de la sonrisa más honesta que he tenido en algunos años.
Todos los poderes.
Tenemos una cita no declarada, todos los jueves, a las diez de la mañana. A veces ellos se presentan, a veces yo falto, y nuestra relación es tan buena que no tenemos el valor para reprocharnos. Así es la cosa cuando te da pena hablar y confesarles lo que te pasa por la cabeza. El contexto. Mejor abres un libro y los miras de reojo para aprenderte sus rasgos, para descubrir porque se quieren tanto. Mis jueves son muy productivos. He leído más libros este año que mis otros veinticinco. Cometí el atrevimiento de leer las novelas de Dostoievski y algunas de García Márquez. Son unos librotes enormes y bueno, las chavitas del café se me quedan mirando porque creen que soy inteligente por leer libros. Empiezo a entender que la inteligencia viene cargando un libro en la mano y de alguna manera, es llamativo para ellas. ¿Pero a la pareja, qué imagen les daré? A dos mesas de ellos, leyendo, mirándolos de repente… nunca me han cachado. A no ser que la mujer sea muy discreta en su reconocimiento. Puede ser que el poder del hombre sea pretender y el de la mujer esconder. Pensamientos extraños que tiene uno cuando se pone a leer. Suelen ser muy cariñosos. Él debe tener unos diez o quince años más que ella. Probablemente él leyó mucho y sabe hablar para enamorar a las mujeres. No le he visto con otra, sólo con ella, todos los jueves. ¿Y si ella es la amante, o la segunda esposa? Porque no se parece nada a la foto de la mujer que traigo en la cartera. O la vejez es muy dura, o se pintó el cabello, o cambiaron sus ojos. Pasa que cuando cambian los ojos ya no reconoces a las personas. Debería cerrar el libro de Dostoievski y sólo mirar por la ventana, si, creo que es lo mejor, porque sigo pensando demasiado. Tal vez es hora de acercarme a ellos y con@iarles el contexto. Nunca es coincidencia que dos personas se encuentren todos los jueves,
tomando café por las mañanas. Lo mío no es coincidencia. Lo supe porque él tiene un blog y puso su nombre completo: “Tribulaciones de Antonio Frías, un viejito de ochenta por la ciudad”. Así se llama. Leyéndolo, y descubriendo su cuidado para la ortogra@ía, su bagaje de palabras, desde ese momento pensé que ese hombre había leído toda su vida. ¿Uno aprende a leer para enamorar a las mujeres? Mi madre me dijo alguna vez–. ¿Te gustaría escribirle una carta de amor a una mujer con faltas de ortogra@ía? –Desde entonces no me lo quito de la cabeza, y aunque soy malo para los acentos, trato de ponerlos. Estos últimos años me he vuelto más quisquilloso todavía. La última vez, descubrí a una mujer escribiendo en su libreta: “Todabia estoy triste y kiero ke me abrazes”, en el camión. Sentí como la despreciaba gradualmente hasta el repudio, y pensaba en voz bajita la pregunta de mi madre. Me sentí culpable con esos pensamientos, pero no podía negarlo, me provocó asco. Y no era fea. Muy raro… cosas que pasan cuando empiezas a leer. Alguna vez leí en el blog de Antonio Frías que sus papás le enseñaron a leer desde los tres años y así se la siguió, hasta la docencia y doctorados, leyendo y leyendo. Es un gran hombre. Ella le toca la cara, se la acaricia con el dorso. ¿Todavía cogerán? He visto en la tele que a los viejitos les gusta presumir que son muy saludables sexualmente, y luego esta el viagra. Tengo miedo que cuando tenga ochenta años ya no se me pare. Imaginen el pavor que me provoca imaginar mi futura impotencia a los cincuenta. Eso lo leí en otro libro, uno de Marcos Aguinís, donde un hombre se quedaba imponente y le pasaban muchas cosas a raíz de eso. Pero su impotencia era de la cabeza, ¿saben?, de la cabeza… porque con una prostituta el hombre si pudo coger. Resulta que se sentía culpable, por algo del amor de su vida y su esposa, y otra serie de cosas. La culpabilidad es un poder para hombres y mujeres, que se mueve como una bolita que empujan los unos a los otros. De sexo a sexo. Sí, yo creo que cogen. Es mejor pensar en eso por mi bienestar. La mirada de ella es amable, es tierna… es… ¿culpable? No me gusta leer, me pregunto mucho. Tengo en la cartera una fotogra@ía de Antonio cuando tenía mi edad. Tenía más cabello, barba y una enorme sonrisa. ¿Habrá sido antes o después de…? Um, piden la cuenta y se las traen. Dejan el dinero en la mesa como siempre. No estoy leyendo esta vez, y él me mira, cruzamos la mirada. Me sonríe, como se le sonríe a un extraño. Este jueves me he tardado demasiado, como todos los otros jueves. Le correspondo con un asentimiento. Sí, ya me han mirado antes, ya nos reconocemos un poquito más. Ella igual me mira, y se le borra un poquito la sonrisa amable. Todo se cruza, los caminos se bifurcan, se contraen, se traslapan… odio leer, porque he aprendido muchas cosas… pero se me sigue haciendo tarde, nunca me he animado a levantarme de mi asiento, mostrarle la foto y confesarle que soy su hijo.
La puta y su eterno pretendiente.
“Usted es la puta y yo seré su eterno pretendiente”. Eso le dije a la señorita en cuestión, llamada Laura. Una persona muy agradable, a la cual no me atrevería a hincarle el diente porque sé que no podría controlarme. Yo suelo ser un hombre callado, reservado, conozco muy bien los límites sociales, o bueno… procuro mantenerlos. Mi madre me enseñó a guardar el decoro. Pero cuando ella se acercó, algo me pegó en el vientre que no pude guardarme las cochinadas. Mi madre ya me estaría lavando la boca con jabón si lo supiera, lo bueno es que esta muerta y ya habría sentido algo si me observara desde el cielo: un escupitajo o una piedra. Es su culpa. Ella empezó, creo, porque dijo algo de un pantalón pegadito y una blusa negra. Luego me mandó fotos dónde presentaba tales características y todo se le veía muy bien. Aunque dudaba, porque luego uno platica con un hombre y no se da cuenta, eso dicen los chistoretes que me mandan en powerpoint, y los chistes suelen esconder las verdades más básicas, por eso nos hacen reír tanto. Pero estaba en el trabajo, y me habían pedido el tiempo extra. Hacía mucho que no sentía el calor de una mujer, ella mandó la primera línea por messenger y así nos seguimos, nos seguimos toda la noche. Pensé que no progresaría si no le decía cosas soeces, así que le solté la primera. “Mi v…. esta p….. gracias a tus fotos”. Bueno, al @in que sólo la veo por el messenger, eso pensé, y sí se pierde la amistad ni modo. Luego de platicar porquerías, nos dieron las cuatro de la mañana. Apagué mi máquina, me subí a mi coche y con el perdón de mi mamá, fui muy indecente con mi cuerpo esa noche. Desde entonces lo practicamos todas las noches. Si me asaltaban las dudas: “¿Y si es un hombre como tú?”, o luego me preguntaba: “¿Si no es ella la de las fotos?”. Pero apenas era nuevo en esto del messenger y de alguna manera comprendía que sólo quedaba en palabras, a la distancia, que no
pasaría nada, y que no habría de qué preocuparse hasta que alguno de los dos pidiera alguna dirección, o el teléfono. Me parecía que todo lo tenía bajo control. Entonces, después de meterle la v…. por su c…, en una detallada descripción que incluía demasiados @luidos, forcejeos, gemidos e incluso jugar con mi cuerpo en la o@icina a deshoras y en mucha soledad, ella me pidió mi teléfono. Se lo di, por mero re@lejo, recordándole que ella era la puta y yo su eterno pretendiente. Estaba entre la ansiedad de escucharla y el pánico. ¿Si tenía una voz horrible qué iba a pasar? Timbró el teléfono y contesté, hablando bajito: Bueno, ella preguntó: ¿Qué?, y nos reímos mucho. Me fascinó su voz agradable, rasposa, platicaba libremente y como un perico. Esa noche nos confesamos la familia, casa, trabajo y educación. Tal vez dije más de lo que debía, pero no me importaba, porque su voz era maravillosa. Mi mente trataba de empalmar su cuerpo con su voz y no podía. Estaba sintiendo la tentación de conocerla en persona. La siguiente noche me mandó una foto de sus piernas y me dijo: platiquemos. Sí Laura, platiquemos. Me siguió mandando fotos, ella sin decir nada y yo imaginando y escribiendo lo que haría con todo lo que me mandaba. El calor subía por todo el cuerpo, la noche me hacía sentir culpable y algo me decía, que no iba a poder más. Furtivamente me bajé el zipper, los pantalones y los calzones, me agarré lo que mi madre me había dicho que no agarrara y sin temor por manchar el teclado, el escritorio, hice lo propio. Hasta que escuché los pasos del vigilante en el pasillo contiguo, y me sorprendí porque no sabía que teníamos uno, detuve cualquier deseo. Rápidamente me vestí y le dejé un mensaje que decía: –Dame tu dirección. Voy para allá. Y después de largos minutos de silencio, ella se desconectó. El vigilante pasó a darme las buenas noches, yo se las di con la mano manchada y sudorosa, recogí mi portafolios y me fui a casa. Dormí muy bien esa noche, por extraño que parezca, pero cuando desperté no tenía ganas de comer, ni de tomar mi café, ni de persignarme frente a la fotogra@ía de mi mamá. Supuse, y no me equivocaba, que no volvería a meterle la v…. por su c….., ni por su b…, ni por la v….. Ni manchar de e…… sus n….., ni t…., o m…… El siguiente día en la o@icina, estuve medio triste, esperando a que ella regresara, pero no lo hizo. Había transgredido una línea social o algo así… pero se la he cumplido bien hasta el momento, soy el pretendiente eterno, esperando a que la puta regrese.
Cansado impulso.
No es un accidente que me encuentre aquí, entre tanta gente, para buscar al tipo que te tocó. Prometí que te cuidaría. Las bocinas lastiman mis oídos, el hombre de la cadena casi no me deja entrar si es que no le doy el billete de quinientos. No buscó en mis bolsillos, no me quitó la pistola, no sabe que estoy aquí para protegerte. Te tocó más de la cuenta. Aprovechó la oportunidad que le diste y que yo estaba distraído… no… aprovechó la debilidad en mi juramento. Siempre había jurado que estaría ahí para protegerte, pero ya ves. Uno promete, y promete, yo velaré tus sueños, yo te lavaré los pies cuando los ensucies, cuidaré que nada te falte… y promete y promete… y me equivoqué, cerré los ojos un momento y estuvo encima de ti, se aprovechó de mi ceguera, de la falta de compromiso en las promesas, de … no lo sé. Creo que no estaba lo su@icientemente consciente cuando hice la promesa. Es muy fácil hablar de compromisos y juramentos, y también es muy fácil darte cuenta que se rompieron porque no prestaste la su@iciente atención… los accidentes pasan, diría mi difunta esposa… pues sí, pero también es de nosotros corregir los errores. Por eso estoy aquí, para corregir el mío… Ya la edad no me ayuda a distinguir tan bien como antes, incluso con mis lentes miro mal. Los niños voltean cuando los empujo y me abro paso. Han de pensar que soy el padre de alguien. No se equivocan, pero no saben que mi hija no esta aquí, y que ella tiene quince años más que tú. Me suda la mano, sigo empuñando la culata de la pistola. Cuando te vi, no imaginaba que llegaríamos a esto, pero hoy te vas a enterar de lo que soy capaz. Me imaginarás frente a él, con la pistola alzada y él rogando por su vida. Me imaginarás joven, con fortaleza, digno… me imaginarás como un rey. Hay tanta gente, miro las mesas, las caras de los hombres, aún no veo sus cejas espesas, su nariz a@ilada, sus ojitos azules… Hace tiempo que lo sigo y no me da buena espina, ¿lo sabías?, no debió tocarte. Me acarició el rostro, cierro
fuertemente los ojos, las luces me están haciendo daño, estoy sintiendo el corazón que se me escapa por la gabardina. Algún estúpido comenta-‐. ¡Mira como rebotan las luces en su pelona! -‐Risas. Acelera mi pulso. Hoy vas a saber lo que soy capaz por ti. Un niño me entierra el codo en una de las costillas y grito de dolor. -‐Perdón abuelito -‐me sonríe y alza su vasito, para decir salud. Me dejó sin aire. -‐No soy tu abuelo. -‐Ya le pedí disculpas, ¿qué más quiere? ¿Le invito algo? Véngase con nosotros. Lo hago a un lado con mis manos y escucho sus disculpas, y sus risotadas poco después. Una jovencita ebria se acerca y me acaricia la calva. Le aparto las manos, pero ella parece más fuerte, me las hace a un lado fácilmente, me toma de las orejas y me jala para besarme exactamente en la frente. -‐Le dejé marcadito viejito -‐exclama y ríe. Prometí que te cuidaría, pero ni siquiera pude defenderme del ataque de ebriedad y euforia de una chamaca. ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por eso le preferiste a él? ¿Por qué podía hacer tus manos a un lado y besarte? ¿Por su actitud despreocupada y divertida? Tomé asiento, mientras me hacía todas estas preguntas y pensaba en tu rostro. Te conocí en casa de tus padres hace dos años. Desde entonces he velado por ti en silencio. He encargado a mi asistente que te cuide en las buenas y en las malas. He sabido de tus novios, he logrado apartarte de los que no te convienen, he logrado cuidar tus estudios y que tus padres no se enteren de tus malas cali@icaciones. He sido muy discreto, pero desde hace tiempo quise confesarte mi amor. Pero se acercó él… se acercó él con su juventud, sus dientes aún blancos, su cabello negro y sus manos sin manchas. Un hombre así no puede tener buenas intenciones. Uno de los niños golpea mi cabeza y la dentadura se cae al piso… Ni siquiera intento recogerla, cuando miro que la pisan y rompen los dientes de porcelana. Mi amor… Ibas a casa, a cuidarme, a tenerme paciencia y escuchar mis anécdotas viejas. Ibas a casa a confesarte, a hablarme muy reservada de tus amores, con tus ojos jóvenes y tus piernas lisas. La dentadura… el pulso… el corazón… todo se me rompe esta noche. No estoy joven para cumplir mis promesas. ¿Tu novio? Ya lo encontré, esta frente a mí y me observa, me reconoce. No hacemos nada, sólo nos miramos. Él alza su vaso diciéndome salud, su gesto serio y galante. La gente de aquella mesa se aparta, como una cortina, y te miro, caminando hacia él. No debí venir esta noche. El pulso… el corazón, las promesas se rompen esta noche. Este maldito impulso del amor viejo.
Mi sombra salta y salta.
Todo estaba bien. Cuando decidí descansar de mi blog –el cual he mantenido cinco años, ¡gracias!–, me fui a la playa. ¿Les he contado que de viejito deseo morir en la playa? Me parece que sí, muchas veces. Lamentablemente, por más literato que me presuma, sigo teniendo mi sueño clasemediero: una casita cerca de la playa para morirse ahí. ¿O será que así le pasa a los tipos que se la viven en la ciudad? “Hijole, ya estoy harto del smog, del trá@ico, del ruido y de Andrés Manuel López Obrador… mejor me voy al cerro, al campo, a la playa, al norte para que me saquen a palos por chilango presuntuoso y mi acento capitalino. Me voy, ¡a donde sea!” Me fui a la playa, lo con@ieso, ¿y qué? Quería escuchar el mar, ¿y qué? Quería soñar con abandonar mi vida de esclavitud, hombre gris y borrego, multiplicado entre tantos que caminan de mañana a sus trabajos con el hilo de baba y el almohadazo, ¿y qué? Me fui a la playa, porque deseaba tocar la arena con los pies desnudos y jugar con mis botecitos rojo y amarillo, y hacer un castillo, ¿y qué? Todo eso pensaba que ni disfruté la playa–. Hijole, el señor de las mojarras ha de pensar que soy chilango y qué voy a llegar bien fresón a comprarle su choza. Los días pasaron en profundo silencio, en olas de mar chocando unas contra otras, en mis tenis llenándose de arena y mis calcetines perdiéndose en la
chocita baratona que renté. Llevé libros y no abrí ninguno. No llevé repelente y los mosquitos me picaban. De una semana que fui, los tres últimos días por @in le agarré gusto a acostarme en la arena y simplemente tomarme la cerveza. Mientras me asomaba por encima de los lentes, a ver si aparecía Gael García y Diego Luna, para pedirles prestada a Ana López Mercado. Mínimo. Las gaviotas ensuciaban mi parasol, los cangrejos caminaban sobre mis piernas y los corales de mar me huían porque no era una mujercita supersticiosa. Ni siquiera había tomado fotos. Consciente de mi pecado al no haber tomado una sola foto estando en la playa, busqué mi cámara y me puse a tomar de la arena, los cangrejos, mi sombra y el mar. El señor de las mojarras nomás se reía de mí. Creo que se rió de mí toda la semana. Nomás por el antojo de ver mi panza saltando, me puse a saltar y tomar fotos. Ea. Un saltito y una foto, otro saltito y una foto, podía escuchar claramente sus carcajadas y luego mi sombra echó a correr. ¡Se fue corriendo por la arena! Y ahí me tienen persiguiéndola y gritándole barbaridades–. ¡Hey, hey, sht, regresa aquí condenada jija de tú…! –pero mi sombra no hacía caso, siguió corriendo y yo tras de ella, sudando todo el cigarrillo y las cervezas, y detrás de mí las carcajadas estruendosas del mojarrero.
Tus pequeñas manos, que nada guardan.
Mira como las hojitas se resquebrajan entre tus dedos y las varas secas se rompen. Tus manos son tan pequeñas que aún no pueden guardar el polvo de los muertos. Se extienden tus dedos para tocar la tierra y siento un gozo discreto, una sonrisa pequeña, sabiendo que tus ansias de anclar raíces y procurar vida tal vez no son intencionales. El instinto primitivo que nos delata, como aquel cuervo que mató a sus hermanos porque deseaba vivir el último día de juerga. Los caracoles en el tallo de un girasol muerto, buscando en el pasado el sol que los benefactores jamás buscaron… sus corazas vacías hace tiempo ya. Eres una hermosa imagen. También te marchitarás, ¿te imaginas bebito, que formarás parte de esa tierra y alimentarás a los gusanos? Así pasa, mira mis manos y entenderás que la piel también se seca. Mis manos son grandes, mis manos son el polvo de los muertos, los dedos son como palillos que hacen un gesto con la artritis para invitar a la muerte a que se acerque, y se acerque, paso a paso. Mis dedos son los del titiritero que jalan con su punta el hilo del tiempo. Soy mi propio muñeco que cambia con los años y expulsa el agua que le faltó a los caracoles, a los girasoles, a las hojas que arrastras con tus manos y el pecado de la casualidad. Compartimos el mismo destino. Que se nos escape todo entre las manos y el aire. Nacemos con manos débiles sin poder sostenerlo todo. Morimos con nada en las manos. No debes temer. Si caminas como yo, si aprendes como yo, entenderás que es nuestro destino. El destino de todos nosotros. El temor no vale nada cuando te haces polvo y te confundes con la tierra.
Confianza regalada.
Este es el regalo que le ibas a dar a tu amante. No fuiste muy cuidadoso esta vez. Lo saqué del saco, después que llegaste ahogado de borracho, me senté en el sillón de la salita y leí la carta que venía con el empaque. ¿Dos años ya? Pero si nos casamos hace tres. Yo creí que era más reciente. Fue el tiempo que llevas con ella quien te hizo descuidado y @lojo. Me contentaba asumir que era algo pasajero pero ahora descubro que no tardaste mucho en faltarme el respeto. Quería esperar a los cinco años de casados para darte una sorpresa y decirte, estúpida por la alegría, que mi madre no tenía razón. De tu traición es lo que más me enoja: Darle la razón a mi madre. ¿Te acuerdas como nos burlábamos de sus sospechas? ¿O es que era la única que se burlaba? No te di lo mejor de mi. Haciendo un buen trabajo interno, conozco todas mis fallas y mis defectos. No he querido darte un hijo por temor a ponerme gorda. No compramos comida chatarra porque deseábamos vivir muchos años juntos. Sí. Tal vez me excedí un par de veces con la limpieza y restringir el uso de la televisión a dos, o tres horas diarias. Insistí con una sirvienta para cuidarme el cuerpo, no amargarme con la limpieza, la cocina, etcétera y así me tuvieras accesible la mayor parte del tiempo. Sé que no te caen bien mis amigas, pero por eso las veía el viernes, que siempre salías con tus amigos. Para darte tu espacio, supuse, y yo también tener una vida propia… nuestro espacio y nuestros secretos. Ahora me sales con que le compraste el regalito a otra vieja, cuando a mí no me has comprado ni unas medias para abusar de ellas en la intimidad desde hace un años. Muy bien. Mira, que a pesar de parecer una inútil para ti y que mis labores sociales te sean como un granito en el zapato, quiero que sepas que sé lo básico de un ama
de casa. Para eso me entrené y tal vez es tarde para que lo sepas, pero estoy perfectamente preparada para cualquier situación. No soy estúpida, estudié muy bien mis tijeritas y papelitos uno, dos y tres. Me voy a llevar en el colguije y en la caja te dejo dos anillos: el de matrimonio y el de compromiso. No me da curiosidad saber que cara vas a poner tú y que cara va a poner la vieja, no señor, te lo repito y te lo dije casi el mismo día que nos conocimos–. Lo que me purga, de verdad, es darle la razón a mi mamá.
Tus tristezas.
¿Qué haces ahí sentada? Llevas largo rato en ese lugar, mientras los demás corren y expresan sus heridos sentimientos. –Ha muerto el abuelo. –Por @in esta descansando. –¡Otro tequilita por ti, viejo! Los miras correr de un lado a otro, y sigues en pijama. A veces se acercan a ti para tocarte el hombro, pero no te importa mucho, pre@ieres mirar como la muerte afecta a otros y contigo actúa por dentro. Un viaje interno que no tiene regreso. Aprecias, te maravillas, te asombras de todo lo que ha cambiado en unas cuantas horas. Tus piernas, tus nalgas, tu pecho, la respiración, el pilar de piedra que te has convertido empieza a resentirlo todo. Tu primo Juán sigue coqueteando con la prima segunda, Estela. El tío Raul sigue bebiendo tequila. Tus padres preguntan educados a los invitados como va todo. ¿Y tu esquina? Tu esquina oscura, un lugar seguro, donde puedes observarlos a todos y pensar en tus tristezas. No has derramado una sola gota por el viejo. ¿Esperas a que todos se vayan? No lo creo. Todavía no te la crees. Te enfurece, sin embargo, saber que no podrás invitarle otro helado en la plaza (burlando al médico y sus palabras diabéticas), tampoco podrás escucharle esas historias aburridas y repetitivas, y no te regalará otro sombrero pensando que pudiste ser macho. ¿En qué se irán ahora tus vacaciones, si no es discutir con el necio aquel? ¿En salir con el vecino, al que correteó con todo y escopeta, y le gritó cabalmente–. NUNCA VUELVAS? –Ya se murió el viejito. –Es que ya estaba malo. –Estaba refuerte pa’ su edad. 85 apenas.
La caja que lo guarda esta sólo a unos pasos. Desde esas escaleras puedes verle un pedazo de nariz y te preguntas si será suya. Tú la recordabas distinta. No te has tomado ni un refresco, tus labios están blancos, sientes que si saliera del féretro estallarías en carcajadas y lo ayudarías, divertidísima, a ahuyentar a toda esa bola de gorrones pegándoles de nalgadas con uno de sus sombreros. Pero tu sola no tienes el valor de hacerlo. Lo piensas mucho y no puedes. “De verdad estaba fuerte…”, se te ocurre pensar y te da coraje por estar de acuerdo con uno de los comentarios estúpidos y genéricos. El abuelo era como tu esquina, como el corazón que guarda con recelo todas tus tristezas que se unieron y se continúan acumulando desde hace unas horas. Ya no habrá quien esté molestando por las conchas en la mañana, ni por el chocolate de barra, ni por las cubitas de los @ines de semana. Nadie insistirá que pongas a Lucho Gatica o Agustín Lara en el ipod, conectándolo al estéreo por las noches, cuando empezaba a caer el sol. Su guitarra se hará vieja, sino es que uno de esos buitres se aprovecha y se la lleva, argumentando que Enriquito va a tomar clases de música y hay que ahorrar, el abuelo era bien ahorrador, ¿qué no? –Oiga doña Luz… ¿tendrá aún la guitarra del abuelo? –¿Y su colección de discos? –Así tendrá más espacio en la casa. Ahhh, te muerdes el labio. Si ya piensan que estas loquita porque llevas horas observándolos. Ahhh, te aprietas las rodillas. Sin embargo no te atreves a saltar las escaleras y correrlos a todos. Tu madre te mira desde las preguntas y ella responde educadamente que primero los rosarios, y continuar rezando, en vez de darles lo que quieren. Por respeto a ti y por respeto a ellos, y respeto al muerto, y el respeto en general, sano respeto. Era la palabra preferida de tu abuelo y rezaba como Juárez–. Al derecho ajeno es la paz. Te caía gordo cuando le llorabas lo enojada que estabas por una u otra cosa, y él te soltaba uno de esos rezos, seguido de un montón de palabrotas que ya se sabía de memoria, a fuerza de repetición y años corridos. Mirabas. Gente vestida de negro y mejillas rojizas o anaranjadas. Imaginabas que eran los paraguas de los payasos góticos. Medio sonreíste. Medio te puso de buen humor. Otra mano te toca el hombro y ya estuvo bueno. La miras, es una mano vieja, morena y arrugada. La reconoces. Miras la nariz de tu abuelo que sigue asomándose por el féretro. No puede ser él. Te guardas la ilusión. Temes que si volteas a verlo desaparezca. –Mija… ¿qué dices si corremos a todos estos hijos de la chingada? Te pones las manitas en la cara y por @in las lloras, lloras todas tus tristezas, mientras sus manos espirituales te reconfortan.
Agradecimientos. Las fotogra@ías pertenecen a las siguientes personas. Fueron muy amables en mandarlas y pedirme un cuento para ellas. Sin ellos, este libro no existiría. • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •
“Experimento”. Sarah Luann Cabrera. “Ya sin chela y sin cigarros”. Denize Castelo. “El Rey Satán”. Gibrán Aquino. “Inside The Box”. Areli Armengual. “De préstamos y torturas”. Brisa Ricardez. “A ningún lugar”. Rodrigo O Gorman. “Contrato”. Arathiel (seudónimo). “Deseos”. Carolina López Llano. “De lo nuevo, lo viejo”. Mariana. “Me llevó”. Karin Rojas. “SPQR, tu puta madre”. Omegar Martínez. “Si te sobra una mano…” Irwin Oliker Martínez. “Cadena de favores”. Mayra Lamas. “El último año”. Ever Daniel. “Mi gran noche”. Baldemar Roldán. “Esquina superior izquierda”. Jorge Rivera Reyes. “Tal vez necesites agua”. Cecilia Hermosillo. “Cuando me detuviste y no me dejaste dar dos pasos”. Daniel / Weirdguy. “Divinal”. Ñojitzu. “Impossible is nothing (1)”. Edmee J. García. “Impossible is nothing (2)”. Ariadna Molinari Tato. “Del viejo que leía el periódico”. Manuel Siorda. “La muerte de Raymundo Ríos”. Orión Flores. “La notoriedad de tus cuadritos que se mueven con el suave y continuo susurro del viento”. Marbella Romero. “El tule”. Homero Vidal. “Parsimonioso”. Aroma de Luz. “No quiso hacerlo, pero lo hizo”. Carlos Armendariz. “Del honor…” César Tzú. “Te alcanzaré, en un mar lleno de luces y pescadores”. Rubi Joselin Ibarra. “Documentación”. Tonchi101. “Rumores Infantiles”. Jorge Fander. “De lo viejo, lo nuevo”. Elisabeth Skene Juárez. “No hablemos del pasado, ni de cuando a Uriel se lo comió un cacto”. Ruy Feben. “Curriculum Vitae”. Alicia Madrigal. “El culo de Ofelia”. Lobsel Vith. “Urge”. Bernardo Rojas. “El culo de Lauriana”. Liliana Chávez. “He impreso tu foto y la llevo en la cartera”. Esttibalys. “La vida es un chiquero”. Nana Kletova Aguilar. “No tengas miedo (a la inmensidad)”. Christian Aranda. “Contraluz de los chavos que juegan como antaño”. Salvador Leal.
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“Manotas Furtivas”. Gabriela Ochoa. “Silencioso testigo”. Frida Landa. “En la palma de tu mano”. Orión Flores. “Una confesión”. Adriana Esgo. “Des-‐a-‐mor”. Mariana Arteaga. “Enorme sonrisa”. Celeste Morales. “Todos los poderes”. Alice Ancona. “La puta y su eterno pretendiente”. Dánae Chaparro. “Cansado impulso”. Ester Escobar. “Mi sombra salta y salta”. Florencia. “Tus pequeñas manos, que nada guardan”. Gabriela Valdivieso. “Tus tristezas”. Gioconda Moya. “Con@ianza regalada”. Mono Venus.
Del Autor. Agustín Fest estudió sistemas computacionales, después lo abandonó para estudiar Letras Inglesas en la UNAM FFyL. Trabajó en publicidad durante casi diez años, en comerciales de televisión y ha publicado en diversas revistas casi por casualidad: Penthouse México, Venga!, ¿Dónde ir? y en el suplemento cultural de Guardagujas, en La Jornada de Aguascalientes. Ha trabajado, durante años, en su blog llamado Árbol de los Mil Nombres (arbol.milnombres.net) el cual ahora se llama árbol 2:17 (http://arbol217.com), donde publica novelas inéditas, cuentos, minificciones y la crónica de su cacto come-gatos, come-niños. Durante un tiempo metió su cuchara en un taller en línea de ficción llamado Metatextos (metatextos.com) y fue cocreador de un blog llamado Big Blogger, que se manejaba como un foto reality. También lo puedes leer en twitter (@agustinfest).