Filosofia de Las Ciencias Humanas

SÍNTESIS DEL DOCUMENTO FILOSOFÍA DE LAS CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES. NOTA HISTÓRICA DE UNA POLÉMICA INCESANTE. En el do

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SÍNTESIS DEL DOCUMENTO FILOSOFÍA DE LAS CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES. NOTA HISTÓRICA DE UNA POLÉMICA INCESANTE.

En el documento se presenta un recorrido histórico y algunas reflexiones de lo que se ha denominado ciencia, los orígenes de los métodos científicos y la polémica que se ha desatado por la inclusión de diversas disciplinas en cuanto a la cientificidad.

Primero aborda una introducción a las discusiones entre las tradiciones más relevantes en el campo de la filosofía de las ciencias sociales. La filosofía, como disciplina que se inscribe dentro del saber crítico, estudia las condiciones de producción y validación del conocimiento que pretende ser considerado científico. Ahora bien, el estatuto de cientificidad de las ciencias sociales y humanas, según el autor, es intrínsecamente polémico.

Las ciencias sociales surgieron en el siglo XIX, cuando se advirtió que las relaciones entre los seres humanos reunidos en sociedad no eran algo claro y que, por lo tanto, debían ser estudiadas. Así, surgieron la sociología, la historia, la psicología, el derecho, la economía y la pedagogía. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido con las ciencias naturales, se suscitaba el interrogante acerca del estatuto de cientificidad de estas disciplinas. Por lo tanto, el autor señala que cabe preguntarse, sobre todo, qué es la ciencia. Para intentar responder a tal interrogante, vale remitirse a la génesis de la cuestión.

Luego el documento se dedica a deslindar las tradiciones principales del método científico: la Aristotélica y la Galileana. La tradición Aristotélica se remonta precisamente a Aristóteles, basada en una corriente de tipo teleológico, el cual explica la razón de los hechos o de los fenómenos en función de su fin. Según el filósofo, la investigación científica se inicia con la observación, pasando de un proceso inductivo a deductivo, de lo particular a lo general. Su explicación se logra cuando se puede dar razón de los fenómenos observados.

Según la tradición Aristotélica una explicación científica debe tener cuatro aspectos: causa formal, causa material, causa eficiente y causa final, permitiendo la “rigurosidad” del fenómeno que se quiere estudiar. De manera que podría decirse que según ésta corriente, un hecho es catalogado científico cuando se logra dar razón al mismo. “Dar razón al mismo” se produce, en primera instancia, a través de la inducción desde las observaciones particulares hasta los principios generales. Luego, se ha de proceder de modo deductivo, esto es, deduciendo hechos o fenómenos desde las premisas que incluyan a los principios explicativos. Existe, según Aristóteles, una relación causal entre las premisas y la conclusión del silogismo acerca del hecho a explicar. Tales causas pueden ser de carácter formal, material, eficiente y final. Una explicación científica adecuada debe especificar los aspectos que constituyen sus causas; sobre todo, su causa final, es decir, “con el fin de qué” ocurren los fenómenos. Más allá de la aparente semejanza con las posturas científicas y cientificistas contemporáneas, vale aclarar que Aristóteles suponía que las explicaciones científicas deben expresarse en términos de “propiedades”,

“facultades” o “potencias” asociadas con la esencia de alguna substancia. El mundo es considerado, básicamente, como un conjunto de sustancias.

La tradición Galileana surge y se consolida hacia el Renacimiento europeo.

El

pensamiento Galileano da inicio a la denominada “nueva ciencia” en reemplazo de la tradición Aristotélica.

El método científico tiene una corriente causal, la

explicación científica de un fenómeno se basa en la formulación de leyes que permitan la relación numérica de hechos y la formulación de hipótesis causales a fin de ser verificadas mediante un análisis experimental. Desde ésta perspectiva, podría decirse que en la “nueva ciencia” el interés radica en ¿cómo suceden las cosas?, en lugar de, ¿el para qué? y ¿el por qué?, (preguntas claves de la tradición Aristotélica). Se busca para un fenómeno encontrar su explicación más que su comprensión, de manera que según la tradición Galileana todo hecho sucede por algo, por alguna ley, por alguna causa.

El hombre, que pasa a considerarse como el centro del mundo, busca conocer la naturaleza, su derredor, para actuar sobre él y dominarlo. La concepción del mundo cesa en su mirada metafísica y finalista, propia de la tradición aristotélica, y se caracteriza por ser funcional y mecanicista. A modo de recepción de la tradición Pitagórico – Platónica, los humanistas del Renacimiento señalan que el libro real de la naturaleza está escrito en lenguaje matemático, abandonando así la consideración del mundo como un conjunto de sustancias. Las pretensiones de

subyugar el mundo natural se satisfacen con la medición de los fenómenos y la matematización del conocimiento.

Este contexto se caracteriza, a la vez, por el incipiente desarrollo del capitalismo. Por lo tanto, en consonancia con la apreciación del valor abstracto del dinero, se produce un particular énfasis en el valor de la abstracción e idealización de la ciencia. El conocimiento científico debe generar conceptos ideales a los que se han de subsumir los hechos particulares. La explicación científica consiste, según la tradición Galileana, en la formulación de leyes generales que relacionan numéricamente los fenómenos observados.

Basado en éstas dos corrientes, el autor desarrolla tres fases de la controversia. La primera colocando en contraposición el positivismo decimonónico contra la hermenéutica, la segunda contrapone el racionalismo crítico frente a la teoría crítica y finalmente la polémica de la intención frente a la explicación.

El autor señala que es posible advertir un paralelismo entre el positivismo del siglo XIX y la centuria en la que surge la tradición Galileana, puesto que se genera, a mediados de 1800, un despertar en las ciencias del hombre análogo al de las ciencias de la naturaleza en el Renacimiento. Las ciencias sociales, en la tradición positivista, se caracterizan, en primer lugar, por el monismo metodológico: los objetos abordados por la investigación científica pueden ser estudiados, más allá de su diversidad, por un único método. A su vez, las ciencias sociales buscan ser

legitimadas al seguir el canon de las ciencias naturales; es decir, actuando con sus mismos procedimientos. Del mismo modo, la explicación científica sólo puede ser considerada como una explicación causal, que establece relaciones entre causas y consecuencias produciendo leyes generales hipotéticas, las cuales permiten predecir los comportamientos posibles de los seres humanos. Vale agregar que en el positivismo decimonónico también prevalece un interés dominador respecto del entorno, que en este caso se refiere a las relaciones entre los seres humanos. Así, se supone que el ser humano observa de modo neutral y desde la lejanía a otros seres humanos, que se presentan ante él como objetos.

En contraposición a la tradición positivista, en el siglo XIX comienza a desarrollarse la tradición hermenéutica. Más allá de los matices que la caracterizan, la hermenéutica señala que, en las ciencias sociales, el sujeto que investiga no se puede considerar a sí mismo como ajeno a su objeto de estudio; asimismo, la posición del observador no es neutral y los hechos particulares no se pueden subordinar a la explicación a través de leyes matemáticas generales. La manifestación de lo singular es comprendida como expresión de lo interior; el ser humano expresa su interioridad mediante manifestaciones sensibles. Ahora bien, el término “comprender” ha variado de acuerdo a las concepciones epistemológicas de diversos autores.