Evolucion de La Libido

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN LUIS FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS CARRERA DELICENCIATURA Y PROFESORADO EN EDUCACIÓN INICIAL CATEDRA DE PSICOLOGIA DEL DESARROLLO

EVOLUCION DE LA LIBIDO1 Documento de cátedra Elaborado por: Mgter. ANA MARIA SCIPIONI Lic. LUISA A. GONZÁLEZ PENA Introducción La fuente de las pulsiones es corporal, por ello la maduración del cuerpo conlleva una maduración de los impulsos, que se manifiesta principalmente en las épocas de transformación corporal. Esta idea de una cronología y un encadenamiento de distintos estadios de las pulsiones constituyen una de las primeras nociones de la teoría psicoanalítica. El concepto clave para el psicoanálisis es la idea de zonas erógenas o sea regiones del cuerpo cuya estimulación condiciona la satisfacción libidinal. La zona erógena dominante cambia con la edad y el crecimiento del organismo, así como cambian correlativamente las relaciones del organismo consigo mismo y con el mundo que lo rodea. Esta evolución delimita una serie de etapas o fases, de las cuales se van a desarrollar las que se refieren a los primeros 5 a 6 años de vida, que son las siguientes: Oral de succión 1. Fase Oral (período de lactancia del bebé) Oral sádica o canibalística

2. Fase Anal (período del control de esfínteres)

Retentiva Expulsiva

3. Fase Fálica (período del complejo de Edipo) Fase oral: desde el nacimiento hasta los dos años El primer momento de esta etapa es el estadio oral primitivo o de succión que corresponde al primer semestre de vida. El placer del bebé deriva de la zona bucal, pues la boca es la zona erógena que predomina. Ella es el foco de un modo de aproximación al mundo dominante que es la incorporación. Este modo no solo interviene en el acto de succión del pecho materno o su sustituto, sino en la absorción, por medio de los órganos sensoriales y de la 1

El presente documento es un resumen integrativo de la bibliografía consignada al final del mismo.

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piel, de todas las estimulaciones que llegan al bebé. Cuando algo le interesa se lo llevará a la boca, tratará de absorber el objeto, de participar de él. La aceptación de “lo dado” se realiza mejor cuando establece una buena relación con su madre, pues va acompañada de una intensa satisfacción libidinal oral. De esta manera, el bebé ama, al igual que si mismo, todo lo que se mete a la boca y por extensión ama a su mamá que queda ligada al placer de mamar. Cuando el niño está ansioso, frustrado, tenso, aliviana o elimina esta situación desagradable procurándose una satisfacción autoerótica, como succionar una parte de su cuerpo, en especial el pulgar. En esta fase la madre queda ligada a todas las sensaciones de placer. El bebé ama a su mamá y le sonríe y le hace fiestas aún fuera de las horas de comidas. La actitud hacia el mundo externo se modelará según este modelo de relación amorosa. El logro, entonces de esta etapa es la identificación con la madre: si ella sonríe, el bebé sonreirá; si ella habla, el bebé balbuceará o emtirá sonidos, etc. A partir del segundo semestre de vida, aparecen los dientes y la necesidad de morder, con lo cual se instala el estadio oral tardío, sádico oral o canibalístico. En este momento la succión es reemplazada por el incorporar mordiendo. De la misma manera que en el primer momento de esta fase, no solo encuentra satisfacción en morder el pezón o la tetina, sino que a través de las distintas actividades sensoriales y motoras, los niños “muerden”, se “hincan” cada vez más en la realidad. En relación con los demás, la conducta típica de esta etapa es tomar y guardar. La nueva necesidad satisfacción pulsional le crea al niño el problema de mamar sin morder, pues si lo hace la mamá le retira el pecho. A esto se agrega la inminencia del destete, que por más correcta y adecuada que sea la actitud de la madre y el medio, siempre es doloroso y no se puede evitar el conflicto. El bebé siente temor que la unión con su madre sea dañada o destruida, por los sentimientos de ambivalencia que esta situación le genera. Es importante que se le brinden objetos que puedan ser mordidos, en los que transfiera cierto interés libidinal, para que de esta manera el destete no sea vivido como algo brusco, pues el riesgo es que quede fijado a la modalidad anterior de succión (Por ej. Que continúe tardíamente con la succión del pulgar). Como se mencionó en párrafos anteriores, un logro importante de este momento es el logro de la primera identificación con la madre, mecanismo por el cual asume rasgos de ella como si fueran propios y ello significa la base del ingreso a la cultura. La maestra del jardín maternal, será otro de los adultos significativos con el cual el bebé se identificará. Todos sus gestos, palabras, modos de actuar que se dirijan en particular al niño podrán ser tomados e incorporados por él. Por ello es de suma importancia que el docente se dirija identificando al bebé, lo reconozca, lo llame por su nombre, lo mire, juegue con él. De esta manera el

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infante reconocerá al docente y podrá incorporar placenteramente todos los aprendizajes propios de esta etapa (exploración del mundo, de los otros, alimentación, etc.). Fase sádico anal: entre el segundo y tercer año de vida En este momento, el niño alcanza un mayor desarrollo neuromuscular y la zona erógena que predomina es la zona anal. La libido ahora se manifiesta en el placer de la retención o expulsión de las heces y orina. En esta fase, las tensiones tienen una manera de descargarse que es la defecación, por que la satisfacción libidinal está ligada a la evacuación y a la excitación de la mucosa anal, que se aumenta por retención. Las heces se convierten en objetos ambivalentes, pues al salir del cuerpo se transforman en objetos externos, que pueden representar tanto un regalo como una posesión. Se la considera como etapa sádico anal, por el sentido destructivo que adquiere la eliminación y por que el niño usa el control de esfínteres como un instrumento de oposición a sus padres. Hay un predominio de la ambivalencia y la bisexualidad. El aprendizaje del control de esfínteres da al niño la dimensión de su poder: el puede o no dar sus heces. Cuando expulsa los excrementos en el momento oportuno, se convierte en un indicador de la buena relación con la mamá, mientras que cuando se niega, equivale a un castigo. El control de esfínteres es un aprendizaje social, que implica una renuncia pulsional, que se puede hacer porque el niño se identifica con el adulto amado: ser como papá y mamá. El niño imita al adulto en sus palabras y gestos, se vuelve gritón, agresivo con los objetos (los agarra, los tira), hace todo esto con placer y mucho más si molesta a papá y mamá. Si los molesta es por que los ama. En su casa como en el jardín maternal y/o jardín de infantes, es importante que los niños puedan contar con un lugar donde puedan jugar ruidosamente y desplegar su motricidad gruesa, así como que tengan privacidad sobre ciertos objetos que son aquellos que arrastra por todos lados y sobre los que tiene derecho de vida y muerte. El interés por los excrementos se desplazará hacia el juego con barro, arena, plastilina, etc. Es muy importante la actitud de los padres frente a la enseñanza de los hábitos de limpieza y control de esfínteres. De la mayor o menor severidad de estos dependerá el desarrollo social del niño y también su habilidad manual. Desde la institución educativa, es importante programar actividades que encaucen su accionar, que le den un encuadre y una disciplina. También es necesario realizar tareas que favorezcan el desarrollo del juego, lenguaje y del dibujo ya que está en desarrollo la función simbólica. Es conveniente ofrecerles juguetes que le recuerden al adulto (papá o mamá) para que pueda descargar en ellos las pulsiones agresivas dirigidas a

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las figuras parentales, cuando estos se oponen a su voluntad de retener o soltar. Es importante que el maestro proponga situaciones de juego o participe en los juegos espontáneos, introduciendo elementos para enriquecerlos o facilitar la inclusión de niños que no se animan a participar. Hay que estar atentos a la inhibición en el jugar, a las dificultades para tolerar las restricciones, a la no comprensión de consignas y a la agresividad marcada. Fase fálica: entre el tercer y quinto/sexto año de vida El niño abandona el interés por la zona anal en nombre de la educación y lo desplaza hacia la zona genital. Los órganos genitales, el pene en el varón y el clítoris en la niña, constituyen ahora la zona erógena dominante. Se llama “fálica” en referencia al “falo” que es la representación figurada del órgano sexual masculino, pues en esta etapa es el más importante para el niño y la niña. Con este término se destaca la función simbólica que cumple el pene para el sujeto y en relación al vínculo con sus padres. Esta fase constituye una primera organización genital, pero aún no es la definitiva, pues para ambos sexos existe un solo órgano genital importante: el pene. Debido a que la libido se ha desplazado a esta zona, las tensiones se descargan principalmente por la masturbación genital, acompañada de fantasías que tienen que ver con el “complejo de Edipo”, que se desarrolla en esta etapa. El Complejo de Edipo implica un conjunto organizado de ideas y sentimientos, simultáneos y conflictivos, amorosos y hostiles, en su mayoría inconcientes, que existen en el niño hacia sus progenitores y/o sustitutos y que se centran en el deseo de poseer a uno de ellos y de eliminar al otro al considerarlo como rival. Este último también se constituye en modelo de identificación. La manera en que se transite y se elabore este complejo tiene una fundamental importancia en la determinación de la vida erótica de los seres humanos. Hacia el final del 5º año, este período temprano de la vida sexual llega normalmente a su fin. La etapa fálica, que es contemporánea al complejo de Edipo, no evoluciona hacia una organización sexual definitiva, sino que se sumerge en un período de latencia. Recién en el período siguiente, la “pubertad”, el complejo de Edipo es revivido en el inconciente. Complejo de Edipo En los primeros años de la infancia (aproximadamente entre los 2 y cinco años) se produce una convergencia de los deseos sexuales que en el caso de los niños tienen por objeto a la madre. Esta elección de objeto, junto con la actitud de rivalidad y hostilidad hacia el padre, forman el contenido de esto que se ha llamado el “complejo de Edipo”.

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Freud dio mucha importancia a la contribución que la bisexualidad podría prestar a un Edipo más completo, doble, especialmente uno que fuera tanto positivo como negativo o invertido. También, consideró a la intensidad de la “disposición” masculina y femenina como los determinantes más importantes de la solución de la situación edípica, es decir, si esta solución estará representada por una identificación con el padre o con la madre. Puesto que tanto el niño como la niña tienen una disposición positiva y una negativa hacia cada uno de sus padres, la relación edípica puede ser considerada como una relación cuádruple. Al comienzo se creyó que la evolución del complejo de Edipo era idéntica en los niños y en las niñas, con la modificaciones necesarias en el papel de cada padre, de acuerdo al sexo del niño. Freud se ocupó, posteriormente de las grandes diferencias entre el complejo de Edipo en el varón y en la niña. Complejo de Edipo en la Niña Freud (1935) consideró que el complejo de Edipo en la niña era un proceso muy complicado. Observó que la niña pequeña no solo estaba obligada a cambiar su objeto sexual de una mujer (la madre) a un hombre (el padre), sino que también debía cambiar su zona genital dominante, del clítoris a la vagina. En cambio, en el varón el falo continúa siendo su zona genital dominante y su objeto sexual es siempre una mujer (la madre). El primer objeto de amor, tanto de la mujer como del varón, es la madre, ya que las condiciones primarias para la elección de objeto son las mismas para todos. La mujer alcanza la situación edípica positiva normal sólo después de haber superado un período anterior dominado por el complejo negativo. Durante esta fase, para la niña pequeña el padre es poco más que un rival molesto, aunque su hostilidad hacia él no alcanza nunca la intensidad característica en el varón. Otra diferencia la marca el hecho que el hombre tiene una sola zona sexual dominante, mientras que la mujer tiene dos: la vagina (lo femenino propiamente dicho) y el clítoris que es similar al masculino. La genitalidad femenina infantil se centra siempre en el clítoris. Es decir que, según Freud, la vida sexual de la mujer se divide en dos fases: la primera tiene un carácter masculino y la segunda es específicamente femenina. En el hombre no ocurre esta transición, tanto en la infancia como en la adultez, el falo es lo predominante. Cabe subrayar que en la fase fálica, en los dos sexos, el órgano masculino es el más importante. Otra diferencia es la que se relaciona con el objeto de amor. En la niña, el primer objeto es la madre, pero al término de su desarrollo, su padre, un hombre, debe llegar a ser su objeto de amor. El cambio en su propio sexo corresponde un cambio en el sexo del objeto. Mientras que en los varones el complejo de Edipo es destruido por la castración, en las niñas es posibilitado y dirigido por esta.

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En la fase fálica se descubre el órgano masculino, la niña cae víctima de la envidia, lo ha visto, sabe que carece de él y quiere tenerlo. La niña quiere negar este descubrimiento, conservando su fantasía del pene oculto o la esperanza de tener uno más tarde. Desarrolla un sentimiento de inferioridad y como considera a la madre responsable de su carencia de pene, su relación con ella se debilita y el complejo de Edipo comienza a desempeñar su papel. La libido de la niña se desliza hasta ocupar una nueva posición en el camino preestablecido por la igualdad (ecuación) pene – niño. Con el propósito de tener un niño toma al padre como objeto de amor, mientras que la madre se convierte en el objeto de los celos. En las niñas es más fácil observar las identificaciones alternativas con el padre o con la madre (la bisexualidad es mucho más clara en las mujeres que en los hombres). Freud dice que a partir del conocimiento de su castración, la niña pequeña puede elegir tres líneas de desarrollo: 1) rechazo general de la sexualidad, 2) aferrarse a su masculinidad amenazada, en la esperanza de conseguir un pene y la fantasía de ser un hombre (complejo de masculinidad), 3) actitud femenina. Complejo de Edipo en el Niño El niño pequeño deposita su libido en la madre, se relaciona originariamente con el pecho de esta que constituye el prototipo de una elección objetal. Se relaciona con el padre identificándose con él y lo toma como un ideal. Durante un tiempo (hasta los 2/3 años) ambas relaciones subsisten y se desarrollan paralelamente, hasta que la intensificación de los deseos sexuales que el niño experimenta por su madre, junto con la percepción que su padre es un obstáculo para la concreción de estos, hace que surja el complejo de Edipo. En esta etapa se desarrolla el complejo de Edipo positivo. Su identificación con el padre adquiere un matiz de hostilidad y se transforma en el deseo de suprimirlo para ocupar su lugar, junto a su madre. A partir de aquí su relación con el padre se vuelve ambivalente (importancia de la bisexualidad). La disolución y desaparición de este complejo resulta, en parte de su falta de éxito, pero esencialmente es consecuencia de la amenaza de castración, intensificada por el descubrimiento de los genitales femeninos. El complejo de Edipo finaliza por que el niño considera que representa una amenaza para su pene. Si la satisfacción amorosa debe costarle al niño su pene, se plantea un conflicto entre el interés narcisista por esa parte del cuerpo y la carga libidinal del objeto parental. Normalmente, triunfa la primera fuerza, las cargas libidinales de objeto son abandonadas y reemplazadas por identificaciones con el padre. Esto consolida la masculinidad en el carácter del niño.

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Las tendencias libidinales son en parte desexualizadas y sublimadas, y en parte inhibidas y transformadas en impulsos afectivos. El niño y la niña en el jardín de infantes El niño y la niña que va a encontrar el docente de nivel inicial en sus salas de jardín de infantes tendrá las siguientes características entre otras:  Niños y niñas con una gran curiosidad sexual. Se plantean la cuestión de dónde vienen los niños (los “por qué” tienen que ver con este tema) y se preguntan acerca de la diferencia de los sexos.  Están en condiciones de adquirir y desarrollar las nociones de tiempo y espacio: pueden diferir la satisfacción de las pulsiones.  Se interesan por las actividades del adulto y preguntan acerca de la utilidad de los objetos (dejando de lado el egocentrismo de querer saber para que le sirven a él y preocupándose acerca cuales el uso que se les da en la realidad). Dentro de las preocupaciones está la utilidad del pene, pues observan las diferencias entre niña y niño y aparece la angustia de castración.  El varón se dedica a juegos ruidosos, bruscos y agresivos. Juega a realizar viajes, aventuras, a ser soldado. Quiere llevar a mamá a un viaje en avión y propone que papá se quede cuidando la casa. En otros momentos toma objetos de papá y se identifica con él.  La nena se pone seductora y afectuosa, quiere salir sola con el papá y trata de acaparar su afecto. Juega a las muñecas, lava platos, juega a la casita. Se interesa en los vestidos y se quiere arreglar como la madre, mostrando su identificación con ella.  Cuando juegan al papá y la mamá, “naturalmente” el varón toma el rol del papá y la nena el lugar de mamá.  Surge la pregunta acerca de la intimidad de los padres, pues la realidad es que estos están unidos y frustran al niño/a. En esta etapa la relación sexual es vivida como un acto sádico, en el que el hombre somete a la mujer. El docente de nivel inicial se sitúa en la línea de los sustitutos parentales, por ello la conflictiva edípica puede resonar en la dinámica escolar:  Aparecen rivalidades en el grupo, especialmente entre varones y niñas.  El docente puede ser a la vez depositario de deseos edípicos y modelo de identificación, cómo aquel del que se espera recibir admiración y apoyo.  El deseo es conquistar al docente. Es importante que el maestro participe de los juegos y ayude a enriquecerlos. Esto además le permite detectar aquellos niños/as que se ven imposibilitados de jugar con otros, de variar papeles, de poder desarrollar una escena de juego. También puede estar atento a los varones que no presentan rasgos masculinos como a las nenas que no se muestran femeninas, de

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manera muy marcada. Por último, puede observar aquellos infantes que tienen dificultades serias de diferir las descargas pulsionales. De esta manera está en condiciones de planificar mejor sus actividades de aprendizaje, así como ayudar mediante los asesoramientos y las derivaciones que correspondan a aquellos niños/as que percibe en dificultades serias. Bibliografía  KOZICKI, C.G. “El niño desde la perspectiva del psicoanálisis”. 0 - 5 La educación en los primeros años, p. 3. Ediciones Novedades Educativas Nº 14. Buenos Aires, 1999.  LAGACHE, D. “El psicoanálisis”. Biblioteca del hombre contemporáneo. Ed. Paidós. Buenos Aires, 1963.  NAGERA, H. “El desarrollo de la teoría de la libido”. Ed. Hormé.